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Las mujeres en el agro argentino Alejandra de Arce Marina Poggi

Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural

Las mujeres en el agro argentino Alejandra de Arce Marina Poggi

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CV de las autoras

Alejandra de Arce: Doctora en Ciencias Sociales y Humanas por la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Licenciada en Ciencias Sociales por la misma Casa de Altos Estudios. Es Investigadora Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), con lugar de trabajo en el Centro de Estudios de la Argentina Rural (CEAR-UNQ). Profesora Instructora de Historia Argentina de la UNQ. Ha editado Las mujeres en el campo argentino, 1930-1955. Trabajo, identidades y representaciones sociales y compilado -junto a Graciela Mateo- Migraciones e identidades en el mundo rural. Líneas de investigación actuales: trabajo familiar y género en la región pampeana y el norte argentino; modalidades de participación femenina en las corporaciones y asociaciones rurales a mediados del siglo XX.

Marina Poggi: Doctora en Ciencias Sociales y Humanas, Magíster en Ciencias Sociales y Humanidades (con orientación en Comunicación), Especialista en Ciencias Sociales y Humanidades (con orientación en Comunicación) y Licenciada en Comunicación Social, por la Universidad Nacional de Quilmes. Es Investigadora Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Profesora Auxiliar del curso de Ingreso UNQ (eje lengua), Profesora Adjunta del área de Literatura de la Universidad Kennedy y miembro investigador del Centro de Estudios de la Argentina Rural (CEAR) de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Líneas de investigación actuales: prensa argentina y brasilera de la década de 1970: representaciones de la cuestión agraria.

a dificultad de registro de la presencia femenina individual en el mundo rural ha sido señalada reiteradamente en relación a la escasa fiabilidad de los datos estadísticos para dar cuenta de su condición y se incrementa por la diversidad regional argentina. Aun en los ámbitos urbanos, el trabajo en el área del peridomicilio -que generalmente ha significado relaciones económicassuele ser visto por los censistas y por las mismas mujeres como parte de las funciones domésticas, dificultando su diferenciación de los otros cuidados del hogar. En las áreas rurales, este problema se agudiza. Los trabajos femeninos permanecen ocultos, históricamente desvalorizados. Las mujeres quedan subsumidas en el hogar y la familia, que se entienden como sus espacios de dominio y acción, desde donde construyen sus identidades. Su trabajo “colabora” con el del hombre y es considerado parte de la producción familiar, en un medio donde las “fronteras” entre lo productivo y lo reproductivo son poco claras. Diversos aspectos conforman un arquetipo de “mujer rural” y se vinculan –muchas veces intrínsecamente- a la concepción moderna de trabajo. Asociado a la producción (utilidad) tiene como contracara

el afianzamiento de una imagen del hogar como espacio de reproducción familiar, ámbito de poder femenino y donde el conjunto de actividades desarrolladas adquieren un carácter subsidiario, de apoyo al trabajo de los varones-productores. En el mismo sentido, el uso de la fuerza física y el saber técnico son atribuidos en forma exclusiva al género masculino en el campo. Así, la tecnologización creciente de las actividades rurales durante el siglo XX tendería a excluir a las mujeres de estos trabajos, sobre el presupuesto de su falta de conocimiento o fuerza para la conducción de las maquinarias agrícolas, tornándolas más invisibles aún. Analizar la presencia de las mujeres en diversos aspectos de la vida rural durante el siglo XX, constituye un ejercicio interesante. Los límites difusos y las posibilidades de participación femenina en los espacios públicos y privados están relacionados con las transformaciones socioeconómicas, políticas y culturales de la Argentina. Entre el primordial rol doméstico –reforzado por las representaciones- y la militancia en las corporaciones agrarias –más visible hoy- podremos comprender a las mujeres rurales como sujetos activos de la historia.

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Las mujeres en el agro argentino Trabajadoras rurales La condición de las mujeres y su poder en la organización familiar varía en relación a la tenencia de la tierra y al sistema agrario regional; en función de los niveles de tecnología disponibles y a la densidad de población. También, la cultura regional es un factor que incide en la participación de las mujeres en las tareas agrícolas. Sólo complejas situaciones de crisis agraria permitirán –desde el sistema de género culturalmente definido- alternar estos espacios y tareas. Allí serán las mujeres, quienes deban brindar sus brazos para cualquier labor en la que sean necesarios; funcionarán como “mano de obra de reserva”. Entre la fortaleza y la delicadeza, las mujeres rurales deberán afrontar las adversidades de vivir en un medio ajeno a la modernización vigente en los centros urbanos hasta entrada la década del sesenta. En la configuración de este ideal de comportamiento, la función de las imágenes –tanto como la tradición oral- contribuirían a fijar estos mandatos culturales en representaciones sociales que llegarían, inclusive, a un público rural poco alfabetizado. Desde el Estado e instituciones privadas se intenta frenar el éxodo rural que se incrementa desde los años de 1920. El Ministerio de Agricultura de la Nación (MAN), el Museo Social Argentino (MSA), la Federación Agraria Argentina (FAA) y la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) –entre otras instituciones- refuerzan los 4

discursos favorables a la diversificación de la producción y, al mismo tiempo, consideran a las mujeres como factores primordiales del arraigo familiar. Su instrucción a través de los cursos del Hogar Agrícola tiene como objetivo reforzar los saberes domésticos e integrar los conocimientos heredados con las nuevas técnicas agronómicas que sustentan el ideal de la “chacra”. Estos mismos contenidos –asociados a una clara división sexual del trabajo rural, que mantiene a las mujeres “tranqueras adentro”- serán divulgados con pocas variaciones por las Misiones Monotécnicas de cultura rural y doméstica durante el peronismo e inclusive en los años setenta por los Clubes del hogar rural, fomentados por técnicos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Las transformaciones estructurales del agro pampeano desde los años ochenta inciden en la organización de las familias productoras. La asociación entre innovación tecnológica y variaciones en los estilos de gestión agropecuaria redefine los papeles tradicionalmente asignados a varones y mujeres en la producción rural, tanto como los patrones de residencia de los núcleos familiares. A fines de los setenta, el compromiso de las mujeres de los sectores medios rurales con su modo de vida, las convierte –una vez más- a los ojos de los extensionistas del INTA, en eficaces agentes de transformación. Sin embargo, en tanto jefas de familia, muy pocas continúan traba-

jando activamente en las tareas físicas de la explotación (aunque hay producciones, como la frutihortícola y la tambera, con fuerte tradición del trabajo femenino). La división sexual del trabajo en las chacras resulta más evidente cuando las mujeres toman cursos de formación profesional, que las preparan para un futuro en el que no se contempla la posibilidad de ser elegidas como conductoras de la empresa familiar agropecuaria. Sin embargo, su contribución silenciosa resulta fundamental para el funcionamiento de las explotaciones. Presencia y visibilidad hoy En los últimos años, los análisis de la realidad agraria nacional se han enriquecido mediante la inclusión de una perspectiva de género. Los censos agropecuarios y los distintos programas sociales del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación y las agencias provinciales responsables del sector, revelan las diversas situaciones en que se encuentran las mujeres rurales en las distintas regiones del país. Entre sus objetivos se encuentran revertir la invisibilidad de las mujeres ligada a una tradición, a un discurso de género que posiciona a los hombres como jefes de la unidad de producción, al mismo tiempo que reproduce la división sexual del trabajo, subordinando el trabajo femenino. Esta histórica asignación de tareas provoca, entre otras cosas, la diferencia en el acceso a los recursos naturales y económicos y excluye a las mujeres del acceso a la renta monetaria, de la gestión de las actividades productivas y de los espacios públicos de decisión.

Sus resultados son evidentes tanto en los ámbitos públicos como privados. Por una parte, el Programa Regional de Fortalecimiento Institucional de Políticas de Igualdad de Género en la Agricultura Familiar del MERCOSUR, el Programa para el Desarrollo Rural Incluyente y el Programa de Desarrollo de Áreas Rurales –entre otrosdependientes de la Unidad de Cambio Rural, tienen como objetivo principal la inserción efectiva de las mujeres en las políticas públicas para el desarrollo rural y observan estrategias de equidad de género, transversales a todas las acciones de los mismos. En la Subsecretaría de Agricultura Familiar, el Área Mujeres Campesinas e Indígenas se propone trabajar con las mujeres como forma de acercarse a la familia rural, reconociendo su doble condición: como amas de casa y productoras, y muchas veces, como único sostén económico de la familia. Por otra parte, el INTA resalta su compromiso con el empoderamiento de las productoras y la búsqueda de mejoras en su calidad de vida mientras se inscribe en una tendencia internacional de visibilización del trabajo de las mujeres del campo. Reconocen sus técnicos que la necesidad de trabajar con la agricultura de género e identificar a la mujer como productora, trabajadora y sujeto de derechos, es de actualidad. Como parte de sus actividades conjuntas con la Unidad para el Cambio Rural, en el Programa Pro-Huerta las mujeres son destinatarias del accionar institucional que promueve el autoabastecimiento y la educación alimentaria. Con el objetivo de mejorar la calidad de vida de las trabajadoras rurales, fomentar 5

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La cultura regional es un factor que incide en la participación de las mujeres en las tareas agrícolas. Sólo complejas situaciones de crisis agraria permitirán alternar estos espacios y tareas.

te reciente, históricamente actuaron –de manera informal- aportando su contribución en los movimientos de los productores rurales. Mujeres y corporaciones agrarias

el desarrollo de la mujer en el campo, reconociendo y respetando sus derechos y propiciar la regularización laboral, el mejoramiento de sus condiciones de trabajo y el acceso a una Libreta de Trabajo Rural, la Secretaría de Igualdad de Oportunidades y Género de la Unión de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE), crea –como el resto de las instituciones nombradasespacios de reflexión y reconocimiento del aporte femenino a la economía rural. Constituye una Red Nacional de Mujeres, que cuenta con más de 13.000 afiliadas. Como parte de una acción colectiva, se constituye en 1995 el Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha (MMAL). Su objetivo fundacional es evitar los remates de las explotaciones rurales a fines de los años noventa, consecuencia del endeudamiento adquirido en esa década y la grave crisis económica que atravesara el sector. El Movimiento otorga renovada visibilidad a las mujeres en el campo argentino, logra fortalecerse en el tiempo y ampliar sus demandas económicas coyunturales, para asumir la representación de un sector que no tenía voz propia en las organizaciones gremiales tradicionales. Por su parte, las corporaciones agrarias más antiguas no escapan a la tendencia de incluir miembros femeninos. La Sociedad Rural Argentina (SRA), incorpora una 6

Comisión de Productoras Agropecuarias desde fines de octubre de 2003. Esta iniciativa intenta que las mujeres del sector agropecuario acerquen sus ideas e inquietudes o participen de ciclos de capacitación. Mujeres Federadas, “ala femenina” de la Federación Agraria Argentina, surge en 1995 con el objetivo de lograr una activa y protagónica participación de la mujer en su conducción institucional. La Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (CARBAP) cuenta entre sus filas a la única dirigente rural del país que llega a ser vicepresidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), María del Carmen Neyra, como también a varias mujeres que presiden Sociedades Rurales locales y otros puestos de conducción en esta entidad agraria. La Confederación Intercooperativa Agropecuaria (CONINAGRO) –entidad que ejerce la representación gremial del sector agropecuario solidario desde 1956- realiza regularmente encuentros y jornadas para analizar la situación de las mujeres en el movimiento cooperativista agrario. Esta iniciativa revela la preocupación por conocer los factores culturales, psicosociales y estatutarios que inciden en los liderazgos femeninos. Si bien la institucionalización de la participación de las mujeres en las corporaciones agrarias es relativamen-

¿Hay lugar para las mujeres en el ejercicio del poder del jerarquizado mundo rural? ¿Integran los grupos corporativos y asociativos del agro que tienen efectiva capacidad de presionar al Estado en busca de mejoras para el sector? Si la participación de las mujeres en las corporaciones y asociaciones agrarias tradicionales del agro pampeano tiene –como se ha explicado- relevancia en la actualidad, acusa larga data y escaso registro historiográfico. Pensadas como espacios de reivindicación de los intereses de las familias agrarias, las corporaciones –y sus prácticas- se insertan en un ámbito de sociabilidad pública, alejada de los hogares rurales, a los que se circunscriben las actividades femeninas. Sin embargo, en los momentos constitutivos de las asociaciones de pequeños y medianos productores – especialmente ACA, FAA- la presencia de las mujeres ha sido considerada como fundamental para la difusión y sostén de las propuestas y reclamos institucionales articulados para defender los intereses de las familias rurales desde principios del siglo XX. En el caso de la Central cooperativa, las mujeres aseguran la transmisión de la doctrina cooperativista a las nuevas generaciones y en el largo plazo. Un rol esencial en la perdurabilidad del movimiento pero invisible públicamente. Su militancia silenciosa será la base del modelo coopera-

tivo y se contrapone con la misión política de las integrantes de las Juventudes Agrarias Cooperativistas. La cuestión generacional atraviesa los estereotipos de género. Si ACA tiene objetivos esencialmente económicos ligados a la comercialización, la FAA se organiza para reclamar la propiedad de la tierra para los chacareros arrendatarios, como parte de la solución a la cuestión social agraria. Esta exigencia incluye una dimensión que excede el mejoramiento material y asocia la propiedad al arraigo, con el acceso a una vivienda digna y a mejores condiciones de vida para las familias del campo. Defender la tierra es defender a la familia La Federación Agraria Argentina (FAA) se constituye el 15 de agosto de 1912. Es el resultado de la primera huelga agraria argentina iniciada el 25 de junio del mismo año, que es registrada por la historia como “el Grito de Alcorta” (Santa Fe). Este movimiento agrario es liderado por los hermanos José, Pascual y Francisco Netri y conformado en su mayoría por agricultores inmigrantes. Reclama la rebaja general de los arrendamientos y las aparcerías, la entrega del producto en parva y troje, contratos por un plazo mínimo de cuatro años y libertad de trillar y asegurar las sementeras sin consultar al arrendador. Desde 1912, para los pequeños y medianos productores agropecuarios la FAA es concebida como herramienta fundamental para la transformación del paisaje del interior del país, transformación socioeconómica y productiva, y para lograr le7

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María Robotti de Bulzani

yes que amparen sus derechos e intereses. En los meses anteriores se conforman -en el sur de la provincia de Santa Fe y norte de la provincia de Buenos Aires- comités de lucha y numerosas comisiones de agricultores arrendatarios y aparceros, que a su vez se contactan con otras regiones. Entre los principales dirigentes se encontraban Francisco Bulzani, Luis Recovelli, Hermenegildo Gasparini, Francisco Capdevilla, Nazareno Lucantoni y Domingo Giampullo. Antonio Noguera, periodista y chacarero de Pergamino, es el primer presidente de la FAA.

Palmira Menna de Debiasse 8

María de Gilarducci

La intervención de las mujeres en el “Grito de Alcorta” y en las huelgas agrarias previas es recordada como muy activa y combativa. Entre ellas, se destacaron María Robotti de Bulzani, María de Gilarducci, María de Caporalini, Cecilia de Bó, María Rosa de Ghío de Fontana, Palmira Menna de Debiasse, Rosa de Gasparini, María C. de Caporalini, María G. de Klinnk y Jacinta de Menna. Se ha dicho que María Robotti fue una extraordinaria mujer, alma y nervio durante las reuniones preparatorias de la huelga y que actuó como una infatigable chacarera que alentó a los agri-

Rosa de Gasparini

María de Caporalini

María Rosa Ghía de Fontana

cultores en huelga para proseguir por el camino de la justicia, la paz y la libertad. Ella y el resto de las agricultoras sostienen sus explotaciones agrarias, cuando el deber institucional aleja a sus compañeros por tiempo prolongado las mismas. Quizá por este motivo, cuando se discuten los Estatutos de la FAA, las mujeres son aceptadas como socias tanto porque hay muchísimas que son tan labradoras como sus maridos y sus hijos, cuanto porque hay bastantes viudas que son los jefes de sus familias las que dirigen la explotación de sus chacras. La acción gremial de la Federación se ex-

Jacinta de Menna

Cecilia de Bo

tiende a partir de dos iniciativas. Por un lado, y para divulgar sus actividades y logros, el periódico La Tierra funciona desde 1912 como órgano de difusión. Para la entidad, este periódico posee un significado particular. Además de informar, actúa como maestro y defensor de los intereses de los chacareros, quiénes a través de sus Fotografías fuente: Grela, Plácido (1958). El Grito de Alcorta, Historia de la rebelión campesina de 1912. Tierra Nuestra, Rosario, “Aspectos gráficos de la revolución campesina de 1912”, s/n.

María G. de Klinnk

María C. de Caporalini 9

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Movilizadas páginas comienzan a expresar inquietudes, ideas y ambiciones. Por otro lado, la creación en 1930 de los centros juveniles dependientes de las seccionales de la FAA responde a la necesidad de formar a las nuevas generaciones en los valores, el espíritu y las reivindicaciones de la entidad madre. A partir de 1950 estas agrupaciones se convierten en Centros Juveniles Agrarios de Capacitación, sin autonomía jurídica, dependientes de la sección Central de Acción Cultural Juvenil. En las primeras etapas, estos espacios representan también oportunidades de socialización y formación para los jóvenes rurales. Las propuestas de los centros diferencian las actividades por género, e incluyen cursos de mecánica agrícola y formación de dirigentes y cursos de enseñanza femenina. Memorias de una maestra federada En julio de 1949 -en tiempos de crisis agraria- Blanca Formía se acerca a la sede de la FAA de Rosario. Luego de rendir un examen es designada como maestra de labores para los centros juveniles de la entidad, denominados “Clubes Juventud Agraria”. Si bien era maestra de grado, también había aprendido manualidades y nociones de economía doméstica que las Escuelas del Hogar impartían en los pueblos. Su madre era modista y le había enseñado estas prácticas. Su testimonio como educadora y divulgadora de los ideales de la FAA, en diez años de labor itinerante, nos permite conocer los estereotipos de género y las prácticas que se difunden en 10

El paro agropecuario o conflicto campo-gobierno de 2008 fue una reacción de las tradicionales entidades reivindicativas del agro pampeano agrupadas en una Mesa de Enlace (SRA, FAA, CRA y CONINAGRO), frente al anuncio de un esquema de retenciones móviles para soja, maíz, trigo y productos derivados. La medida causó descontento entre los productores, quienes fijaron el cese de la comercialización, asambleas y marchas de protesta. Los cortes de ruta potenciaron la participación de las familias e incluyeron el apoyo del conflicto por parte de las mujeres. Los medios de comunicación locales y nacionales destacaron particularmente esta renovada participación femenina. Señalaron que los reclamos más duros se oyeron de boca de las mujeres: “Cuando me preguntan a qué me dedico, les digo la mala palabra: Soy agropecuaria”, se quejaba ante la prensa nacional, una productora ganadera de Diamante, Entre Ríos. Sus voces quedaron registradas, una vez más, en una situación crítica del agro.

Si la participación de las mujeres en las corporaciones y asociaciones agrarias tradicionales del agro pampeano tiene relevancia en la actualidad, acusa larga data y escaso registro historiográfico. el agro regional en la década de 1950. En ese tiempo, la Federación tenía un Programa de capacitación para los Centros Juveniles, que incluía cursos para mujeres y varones con maestros para ambos. La orientación de la instrucción masculina era de índole técnico-tecnológica e impartida por especialistas. Mientras tanto, las socias recibían clases de manualidades hogareñas, que las preparaban para su rol de amas de casa rurales. Blanca y otras cinco maestras eran responsables de los cursos de labores y su tarea consistía en ir a los Centros Juveniles dependientes de las filiales de la FAA de diferentes pueblos que las convocaban, en distintos puntos del país. Es decir, no era la FAA quién las enviaba a los pueblos, sino que eran los Centros Juveniles quienes las requerían. Cada maestra, por separado, asistía a tres centros cercanos en distancia, y permanecía 15 días en cada uno. Luego regresaba a Rosario y descansaba 15 días. Llegaban a cada sitio solas, en micro o en tren, con grandes valijas repletas de materiales para la confección de manualidades. Eran recibidas por los responsables de los Centros anfitriones, quienes les proporcionaban alojamiento y atenciones. En los Clubes juveniles, la actividad femenina principal era la realización de manualidades. De acuerdo a Blanca, cada centro tenía una comisión directiva donde las mujeres tenían su similar femenina. Si bien la mayoría de las asociadas eran jóve-

nes solteras, la inscripción y asistencia estaba abierta para mujeres casadas. En sus recuerdos de maestra, señala que lo que más las entusiasmaba a las muchachas era confeccionar una billetera repujada, que luego regalaban a sus novios. En este sentido, la educación de la juventud agraria se apegaba a las normas culturales del género. Otra actividad desarrollada era la enseñanza de la economía doméstica, que incluía nociones culinarias. Al finalizar cada curso se realizaba una exposición de las labores realizadas y un festejo, que reforzaba la sociabilidad y vínculos gremiales de los jóvenes agricultores. Las esposas de los productores vinculados a la filial local, no parecían –en el relato de Blanca- participar asiduamente en los centros o de las acciones colectivas de la FAA, ya que en su mayoría tenían entre cuatro y seis hijos. Sus labores domésticas –que incluían huerta y gallinero más allá de la alimentación y cuidado familiar y hasta trabajo predial- les impedían comprometerse en forma plena con el aprendizaje ofrecido. No sólo se instruía a las mujeres en cuestiones de su género. La divulgación de la historia de la FAA, sus objetivos, reivindicaciones y funcionamiento eran parte fundamental de la formación en los Clubes. Magisterio y acción gremial se combinan en la vida de la mujer con mayor permanencia y participación en una corporación agraria. 11

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Una trayectoria excepcional Los Centros juveniles –al igual que los locales de las filiales de la FAA o de las cooperativas- eran espacios centrales de la sociabilidad agraria. Ofrecían actividades educativas y de esparcimiento, convirtiéndose en puntos de encuentro periódico de jóvenes de ambos sexos, propiciando compromisos y matrimonios. Muchas veces oficiaban de sede bailable (cada de 15 días). Como espacios educativos, estos centros complementaban o suplían la educación formal en aquellos espacios rurales donde aun no había escuelas, situación que el peronismo intentaba resolver. Blanca Formía, como maestra “viajante” de la FAA advierte que la difusión de las secciones juveniles fue muy importante para la educación de los hijos de los chacareros y, al mismo tiempo, reconoce que el gobierno de Juan Perón favoreció el progreso educativo en el agro. La importancia del arraigo juvenil en el campo, interés que excedía el discurso de la FAA, era la base de la divulgación de estos cursos, con enseñanzas particulares para cada género. La Federación bregaba porque los hijos de los chacareros tuvieran un interés directo por el campo y se quedaran a trabajar allí, como parte de la afirmación de su reclamo gremial y para descomprimir la “cuestión social”. A través de las memorias de Blanca Formía podemos recuperar fragmentos de la participación femenina en la corporación agraria que representa los intereses de las familias chacareras. Género y generación atraviesan su relato. Los cursos que dicta la 12

Blanca Formía nació en Centeno, Santa Fé, el 1° de mayo de 1925. Hija de José Formía y Margarita Bunivar, era la segunda de cinco hermanos. Sus abuelos italianos eran agricultores. Su padre fue arrendatario de la estancia El Albión, donde luego compró una fracción de tierra, y tenía una carnicería. Trabajó en la FAA desde el 1º de julio de 1949 hasta el 31 de marzo de 2014. Nunca tomaba vacaciones y pasó años sin faltar. Solo el fallecimiento de su padre motivó su ausencia. Recuerda sus tiempos de maestra como los mejores dentro de la entidad. En los años sesenta fue designada como secretaria de actas del Consejo Directivo Central, dada su experiencia en Centros Juveniles y filiales. Además, escribía una columna en La Tierra bajo el seudónimo de “Federada”. En los últimos años de trabajo, fue encargada de la Biblioteca y formó un archivo histórico. En 2011, recibió la mención “Mayor Notable” de la Cámara de Diputados de la Nación, en reconocimiento a su militancia y compromiso con la FAA.

“Centro Juvenil D.F. Sarmiento. Alejandro, Pcia. de Córdoba. 2 de marzo de 1950” - (Srta. Blanca Formía, delante de la bandera de A.F.A.). Gentileza Biblioteca de la Federación Agraria Argentina.

FAA para los jóvenes rurales reproducen la división sexual del trabajo rural. La economía doméstica y las manualidades convierten a las jóvenes en futuras amas de casa y la instrucción técnica y agronómica otorga la dirección de las explotaciones a los miembros masculinos de los hogares. Al mismo tiempo, los centros juveniles son espacios de reproducción de la cultura gremial de la FAA y formación de liderazgos, como aclara Blanca, de divulgación de legislación agraria para ambos sexos, para que conozcan sus derechos y las bases de las reivindicaciones de la entidad. Si las jóvenes solteras pueden participar activamente en las actividades federativas, sus congéneres casadas deben aceptar los deberes de su género y ocuparse de la compleja vida doméstica rural. El protagonismo señalado para el “Grito de Alcorta” queda opacado en épocas menos tumultuosas. Recién en los años noventa, la constitución de Mujeres Federadas devuelve un lugar relevante a las mujeres agrarias en esta corporación.

Por otra parte, la trayectoria de Blanca nos permite observar las posibilidades de acción de las mujeres en el mundo rural: ella viaja sola o con otras maestras a distintos pueblos del interior, es divulgadora activa del discurso gremial de la FAA e intenta sembrar conciencia de estos reclamos en las jóvenes. Un caso excepcional que desafía los mandatos de género de la Argentina rural de mediados del siglo XX.

*** Este breve recorrido por la historia de las mujeres rurales argentinas muestra que, si bien los mandatos culturales tienden a reproducir modelos y prácticas, colocando a las mujeres en los hogares y abocadas a las tareas domésticas, algunas lograron trascender el límite impuesto “por la tranquera”. Así, a lo largo de la historia existieron casos emblemáticos como los aquí destacados, que permiten poner de relieve la importancia de las mujeres en el agro nacional, tanto dentro como fuera del hogar, en un rol participativo y trascendente.

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Bibliografía de Arce, Alejandra (2013). Género, trabajo y representaciones del mundo rural. El agro pampeano y el norte argentino (1930-1960). Tesis doctoral, UNQ, Bernal. Diecidue, Antonio (1969). Netri. Líder y Mártir de una gran causa. Fundador de la Federación Agraria Argentina. Editado por la Federación Agraria Argentina, Rosario. Entrevista a Blanca Formía por las autoras. Rosario, 29 de octubre de 2014. Dalla Corte Caballero, Gabriela (2013). María Robotti y el Grito de Alcorta. Testimonios orales, historias vividas y agitación agraria. En: La Aljaba, Segunda época, Volumen XVII, pp. 75-94. García, José María (1972). El campo argentino a 60 años del Grito de Alcorta. Ediciones Centro de Estudios, Buenos Aires. Girbal-Blacha, Noemí (1989). “La granja, una propuesta alternativa para el agro pampeano, 1910-1930”. En: Canadian Journal of Latinamerican and Caribbean Studies, vol. 14, nº 28, pp. 71-115. Grela, Plácido (1958). El Grito de Alcorta, Historia de la rebelión campesina de 1912. Tierra Nuestra, Rosario. Gutiérrez, Talía Violeta (2012). “Corporaciones agrarias, juventudes y Estado. Argentina (1960-2010)”. En: Girbal-Blacha Noemí y De Mendoça Sonia Regina. Corporaciones agrarias y políticas públicas en América Latina. Prohistoria, Buenos Aires.

El CEAR es un centro de investigaciones científicas (creado por la Universidad Nacional de Quilmes mediante Res. CS 557/10) que también desarrolla actividades de posgrado y extensión, su Directora es la Dra. Noemí Girbal-Blacha (CONICETUNQ). Tiene carácter multidisciplinar y está orientado al estudio de la Argentina rural, con enfoque regional. Depende administrativamente del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Quilmes. Está integrado especial -pero no exclusivamente- por científicos, docentesinvestigadores y becarios pertenecientes a las Ciencias Sociales y las Humanidades. Pretende ser un ámbito de trabajo académico plural que tienda a la integración de la comunidad científica de la Universidad Nacional de Quilmes como así también de investigadores procedentes de otras universidades o centros de alto nivel que están interesados en el estudio del “mundo rural”. Está reconocido como lugar de trabajo para investigadores y becarios por el CONICET (Res.1164/10). El CEAR se propone recoger la experiencia de un equipo de trabajo constituido

por investigadores formados y en formación, becarios y doctorandos, que desde hace más de dos décadas y media están dedicados al estudio de la Argentina rural de los siglos XX y XXI. Desde el año 2003, a partir de dos programas prioritarios de investigación y desarrollo financiados por la UNQ, este grupo de trabajo se ha fortalecido, convirtiéndose en los últimos años en un referente de los estudios rurales en la Argentina, América Latina, España y Francia. Sus actividades evaluadas periódicamente, han recibido subsidios externos del CONICET, del MINCyT a través del FONCyT y de la propia Universidad Nacional de Quilmes. Mantiene vínculos académicos a través de programas específicos con Brasil (CNPq-CAPES, UFF, UNIRIO), con la OEI, con México (UAMI, UAMXo, UNISon, UABC), con España (universidades de Alicante, Almería, Murcia y Santiago de Compostela), con Francia (Observatorio Argentino en París y la UPPA radicada en Pau-Proyecto ITEM). Anualmente organiza Jornadas de Investigación y Debate –de carácter nacional e internacional- sobre temas agrarios argentinos, latinoamericanos y europeos.

Poggi, Marina (2013). Problemática agraria y prensa escrita en la Argentina de los años 70. Representaciones y debates sobre la propiedad de la tierra. GRIN, Munich. Arce, Alejandra de Las mujeres en el agro argentino / Alejandra de Arce y Marina Poggi. 1a ed. - Bernal : Universidad Nacional de Quilmes, 2015. 12 p. ; 21x15 cm. - (Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural / Martha Ruffini) ISBN 978-987-558-344-3 1. Historia Económica Argentina. 2. Mujeres. 3. Actividad Agropecuaria. I. Poggi, Marina II. Título CDD 330.098 2

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