En torno al Quechua. Un estudio antropológico-lingüístico sobre una lengua indígena andina y su evolución diacrónica en los Andes

En torno al Quechua. Un estudio antropológico-lingüístico sobre una lengua indígena andina y su evolución diacrónica en los Andes. Por el Prof. Dr. A

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En torno al Quechua. Un estudio antropológico-lingüístico sobre una lengua indígena andina y su evolución diacrónica en los Andes.

Por el Prof. Dr. Alejandro Herrera Villagra (Antropólogo e Historiador).

ABSTRACT La presente ponencia presenta las primeras bases de nuestro nuevo proyecto de investigación enfocado en el estudio de la lengua, historia y cultura Quechua. Metodológicamente, exploramos los orígenes del llamado “Quechua Misional”, siguiendo el legado de diversos registros literarios creados a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII en los Andes Coloniales, relacionando el sistema de pensamiento de las poblaciones Quechua y su multiverso semántico y cultural, arraigado en diversos soportes iconográficos tales como cerámica, textiles o keros. Nuestro objetivo es analizar cómo desde 1550, esta “Lengua General” fue utilizada por la Iglesia Católica como parte de sus políticas lingüísticas en el proceso de evangelización/educación de la población andina. Esto es relevante ya que muchos sujetos andinos consiguieron posteriormente reconstruir una memoria mítica extraída del pasado precolonial a través de la tecnología de la comunicación europea: la escritura, el castellano, la cultura del libro, la historiografía. Como fruto de una segunda evolución de carácter literaria, de la normalización en su empleo escrito y la proliferación de textos impresos en esta lengua, el Quechua fue empleado para desarrollar una producción documental que desbordó lo puramente religioso derivando hacia la poesía, la dramaturgia y la literatura política, siendo considerada “Lengua Cortesana” por las clases aristocráticas criolla e indígena. Al mismo tiempo, lo que queremos averiguar es cuál fue la experiencia de los estamentos populares quechua-hablantes que completan la serie de evidencias que podemos utilizar para profundizar en estos asuntos. Gracias a la identificación de estos hechos, surgen las bases de la hipótesis de la sobrevivencia secular de la cultura andina, en gran medida debido al ejercicio de esta lengua y al cosmos antropológico que arrastró consigo. Esta experiencia lingüístico-histórica prefigura la performance del Quechua como lengua-emblema en los siglos XIX y XX, y la proyecta hacia este nuevo siglo como una herramienta esencial de lucha política y cultural de las Comunidades Étnicas, un mundo que pugna por no decaer ante el sistema postneoliberal actual y ante los actuales medios de comunicación en el esquema occidental-global imperante.

Introducción Este artículo representa las primeras bases de nuestro nuevo Proyecto de Investigación que se enfocará en el estudio de la lengua Quechua, lenguaje que usaron sociedades tales como, por ejemplo, Pachacámac-Yschma, Chincha e Inca, entre muchas otras, por espacio de al menos cinco siglos en época precolombina. Nuestro objetivo general pretende aclarar en la época colonial cómo el Quechua, una familia de lenguas muy antigua, que coexistió en el pasado con otras lenguas como el Muchic, Puquina y Aru, desde mediados del siglo XVI fue utilizada por la Iglesia Católica como parte de sus políticas lingüísticas

de Evangelización en el proceso de educación de la población indígena, factor clave para entender aspectos de este, aún indeterminado en su real envergadura, cambio cultural en los Andes. Como fruto de una segunda evolución de carácter literaria y de la normalización en su empleo escrito, el Quechua colonial llegó a utilizarse a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII en el desarrollo de una forma escritural ligada primero a los aspectos legales e historiográficos propios de la llegada de la Monarquía y de la Iglesia Católica al Mundo Andino, y una vez estandarizada o normalizada las formas tradicionales del Castellano y de la Escritura alfabética, el desarrollo de una literatura hispano-andina que desbordó lo puramente religioso derivando hacia la poesía y la dramaturgia, utilizándose incluso en la literatura política y teológica, en un contexto incluso reivindicativo, crítico o insurreccional. Coexistió, incuso, con el Latín. La perspectiva que hemos utilizado en esta primera exploración es antropológica y lingüísticamente descriptiva y diacrónica, en tanto valoramos la trayectoria histórica y cultural de la lengua Quechua como un importante eje del triedro identidades/ideologías/imaginarios de la sociedad quechua-hablante (bilingüe) y de su memoria histórica y ritual, a la cual dedicaremos una mirada investigativa amplia, detallada y profunda, dada su larga data de existencia, y su excepcional potencial explicativo respecto de su pasado precolombino y de su presente republicano, cuestiones que abordaremos en nuestro siguientes dos artículo sobre este importante tema de estudio. A continuación, entonces, presentamos este trabajo que representa nuestro primer acercamiento al Quechua misional, antecedentes y consecuencias de su existencia en el panorama diglósico o plurilingüístico peruano secular, en el arco cronológico aludido anteriormente.

Initium: trayectos, secuencias, procesos Estudiar la lengua Quechua implica necesariamente conocer y comprender el trayecto diacrónico de esta lengua andina y la historia cultural de los pueblos que la hablaron en el pasado y la hablan en el presente. Esta historia antropológica y lingüística nos transporta a los períodos del Horizonte Intermedio Temprano, Horizonte Medio y Horizonte Intermedio Tardío, en particular. Para abordar esta cuestión debemos remontar este pasado hacia sorprendentes acontecimientos históricos que experimentaron sociedades hablantes de una lengua nueva en su primer desarrollo dialectal autónomo: el Proto-Quechua (PQ), raíz genética del Quechua moderno. Este hecho socio-lingüístico debe estudiarse a la luz de los diferentes vínculos culturales que las principales sociedades dominantes protagonizaron entre los siglos IV al X dC.:

primero en la Costa y Sierra Central y luego hacia el Norte, el Este y el Sur. Tales acontecimientos movilizaron a miles de personas y cientos de grupos étnicos, a través de incesantes migraciones desde la Costa hasta la Sierra y la Puna, lo que no descarta otros movimientos migratorios menos lineales, incluyendo a la gente de la Selva. Estos movimientos demográficos y geográficos fueron probablemente inspirados por ideologías derivadas de procesos que lideraron etnias que concentraron bastante poder en sí mismas (Torero 2005; Parker 2013). Se puede especular que estos antiguos sistemas de creencias estuvieron orientados por la lógica de un pensamiento religioso que en la figura de las Antiguas Deidades —Con, Pariacaca, Pachacámac, Wiraqocha— ponían en acción todo tipo de conductas organizativas, políticas y militares, en diferentes territorios ricos en fuentes alimenticias complementarias, según la teoría de Áreas Geográficas, Complementariedad Vertical Eco-Simbiótica, Archipiélago Vertical o Nichos Ecológicos (Pulgar-Vidal 1996; Murra 1975, 1978, 2002; Condarco Morales y Murra 1987, Brack Egg y Mendiola Vargas 2004), tierras que progresivamente fueron domesticándose para las principales actividades territoriales, parentales y económicas: habitación, agricultura y ganadería, sin descartar evidentemente la caza, pesca y recolección. Estos sistemas de creencias religiosas antiguas controlados por sofisticadas clases sociales de élite deificaron a la Naturaleza, el Cosmos y a los Ancestros, y así sus lenguajes simbólicos estuvieron desde siempre vinculados fuertemente con el entorno natural y sobrenatural. En el Horizonte Intermedio Temprano y en el Horizonte Medio sin duda hay mucho qué investigar respecto de la lingüística histórica de los pueblos andinos. Tenemos la esperanza de que muy pronto comenzaremos el estudio en profundidad de estos procesos que anteceden al Período Inca, del cual bastante más sabemos gracias a la documentación colonial y a los avances en materia etnohistórica. En estos horizontes culturales el proceso múltiple de civilización sin intervención cultural extracontinental, aproximadamente desde 3000 aC., con la cultura Caral, culmina con la construcción cuzqueña del Tawantinsuyu (Siglos XIII-XVI); un Estado que logró un control multiregional y multiétnico casi total, articulado por una sociedad compleja aunque estructuralmente frágil, bajo la cual coexistieron cientos de culturas y lenguas, pero en la cual sólo una tuvo un control (relativo) sobre las otras: el Quechua cuzqueño, dialecto hegemónico que fuera considerada “Lengua General” por los Incas y por los Españoles. No obstante el gran poder alcanzado por los Incas, su Gobierno no consiguió enfrentar el impensado reto del conflicto interno acumulado, la sorpresiva invasión extranjera y el traumático proceso colonizador. No obstante estos hechos, visto retrospectivamente, el pueblo Inca se convirtió en la mayor civilización de la América del Sur Precolombina (Wachtel 1976; Bernand y Gruzinski 1999; Rostworowski 1999; Pärsinnen 2003; Pease 2007; Hernández Astete 2012; Zuidema 2011). En cuanto a la

lengua que nos concentra, la civilización Inca habló solamente un tipo de Quechua entre varios, llamado Chínchay (Torero 1974), enriquecida en el Cuzco y sujeta igualmente a una influencia directa de la lengua Aru, en tanto que en otras áreas existieron otras modalidades dialectales de esta lengua nativa, como la Huáihuash y la Yúngay, siempre según Torero (2002). Esta variante Quechua local —Chínchay o QIIC— fue utilizado como lingua franca panandina en el período de mayor desarrollo autónomo. Previamente, antes del siglo XIII o XIV, esta etnia habría sido posiblemente hablante Puquina o Aru, según Torero (2002) y Cerrón-Palomino (2003), entre otros. Hay vínculos con la lengua Aru que por sus conexiones y préstamos le conceden una variedad léxica exótica a este Quechua cuzqueño (Cerrón-Palomino: Cuarta Parte, Cap. XI), que hoy llamamos variedad Cuzco-Collao, y que algunos también vienen llamando Quechumara. Pero la milenaria, compleja y heterodoxa historia mítico-ritual precolombina excede totalmente a este breve resumen bibliográfico. Más bien queremos enfocarnos solamente en la Época Colonial y Republicana, desde el siglo XVI al XXI, que son los principales períodos sociohistóricos que nos suministran el material bibliográfico con el que estudiaremos a esta lengua andina rica en imágenes poéticas, capacidad descriptiva, explicativa y analítica, sonoridad y musicalidad, entre otras virtudes lingüísticas y culturales, idioma que además espera por una nueva Época de Oro.

El Quechua Misional. Las Políticas Lingüísticas de la Evangelización y el Proceso de Educación de la Población Indígena. Los Andes, mediados y fines del siglo XVI La Conquista del Tawantinsuyu (Prescott 1847; Vega 1963, 1964; Hemming 1970; Espinoza Soriano 1981; Lockhart 1982, 1987) no sólo dio paso a todo tipo de eventos jurídicos, políticos y económicos, sino que paralelamente implicó también hondos procesos ideológicos, lingüísticos y culturales. Queremos relevar el hecho fundamental que el proceso fractal de dominación, alianza y resistencia, que requiere una perspectiva investigativa múltiple, interdisciplinaria, entre el pueblo español y los pueblos andinos se fue fundando, estableciendo y desarrollando paulatinamente en una relación que vincula insoslayablemente la lengua y la cultura. No es esta la única relación posible de establecer como ya hemos indicado. También la religión, la política y la economía se funden rigurosamente en el ambiente colonial: la ideología cristiana, la ley y el desarrollo de formas feudal-mercantilistas hacen de los tres siglos coloniales una experiencia única que completa la idea del Sistema-Mundo, en el origen de la modernidad. Pues bien, debemos indicar en primer término que las relaciones entre los idiomas Castellano y Quechua comienzan casi simultáneamente con la conquista de los Andes o,

lo que es análogo, a la lucha entre los conquistadores y los dirigentes del Tawantinsuyu sumidos en una honda crisis social y militar previa, que envolvía a cientos de etnias que, hábilmente manipuladas por los españoles, se enfrentaron entre sí durante dos décadas y luego durante casi todo el período colonial. Aparentemente, los primeros contactos son de tipo oral/verbal por lo que desde luego no tenemos registro empírico de tales diálogos culturales, salvo por aquellas informaciones que los propios españoles escribieron en la primera fase de la conquista: Anónimo [1534, atribuido a Cristóbal de Mena]; Francisco de Xerez [1534]; Miguel de Astete [1542]; Pedro Sancho de la Hoz [1550]; Pedro Pizarro [1571]. Ahora sabemos con mayor detalle que esta relación lingüística tuvo doble flujo: la castellanización aparentemente unilateral dio paso también en sentido inverso a la quechuización. Un hito fundamental es el documento denominado Relación de los Quipucamayos [1542] en el cual podemos testimoniar un inusual pero significativo hecho: la constitución de un dispositivo de traducción que relacionó a especialistas en la lectura del Quipu quienes hablaban Quechua, denominada “Lengua General” o “del Inca”, con oficiales españoles que estaban en condiciones de traducir al Castellano el testimonio de los últimos Quipucamayos que conocieron objetivamente la técnica comunicativa andina. Desde luego, no podemos señalar que no existiese en la práctica una relación de dominación lingüística del Castellano al Quechua, pero este es un hecho innegable que, con todo, debe matizarse adecuadamente sin caer en dicotomías mecánicas ni reducciones teóricas. La primera evidencia de documentos escritos que tenemos, desgraciadamente indirecta, es la del uso de Cartillas Manuscritas (Domínguez Faura 1994) de uso evangelizador en lengua Quechua y Aymara que apuntaban a desarrollar las habilidades básicas que implicaba el aprendizaje de la lengua Castellana y hasta del Latín por parte de la población indígena: la Lectura y la Escritura. La población colonizada fue obligada a la Castellanización, en un primer momento. Pero esto no era algo sencillo para los evangelizadores-pedagogos de la Colonia temprana. Primero se tuvo que decidir qué lengua usar. La Instrucción (1545) del Arzobispo Gerónimo de Loayza y los primeros tres Concilios Limenses (1551, 1567-8 y 1583) fijaron la PolíticaLingüística eclesiástica definitiva. Se usó en consecuencia la lengua General del Inca, el Quechua en su variedad cuzqueña. Conforme el avance de la Evangelización lo requirió se fueron tomando las decisiones adecuadas que emanaban de estos Concilios (Armas Medina 1953; Vargas Ugarte 1953-62 y 1954; Duviols 1977; Ramos y Urbano comps. 1993; Ramos comp. 1994; Griffiths 1998; Urbano 1999; Estenssoro 2003). Este primer período se caracteriza por el control del Quechua cuzqueño por parte de los evangelizadores pero en un nivel preImprenta: es decir, sólo a través de Documentos Manuscritos que circulaban en los Doctrinas, mano a mano. Domingo de Santo Thomas, sacerdote dominico, fue el primero

que logró escribir textos de carácter lingüísticos en el régimen Castellano-Quechua, precisamente para aplicarlos a la Evangelización de los indígenas. Sin embargo, estos textos fueron editados y publicados en España, no en tierras andinas. Debe consultarse de este lingüista colonial sus obras: Lexicón o vocabulario de la lengua general del Perú [1560] y Grammatica o arte de la lengua general de los indios de los reynos del Perú [1560]. De la Grammatica ([1560] 1995: 8) relevamos el siguiente extracto en el cual Santo Thomas expresa al rey las cualidades de esta lengua y de sus hablantes: Mi intención, pues, principal, S.M., [al] ofreceros este artezillo ha sido, para que por él véais muy clara y manifiestamente quán falso es lo que muchos os han querido persuadir ser los naturales de los reynos del Perú bárbaros & indignos de ser tractados con la suavidad y libertad que los demás vassallos vuestros lo son. Lo qual claramente conoscerá V.M. ser falso, si viere por este arte la gran policía que esta lengua tiene, la abundancia de vocablos, la conveniencia que tienen las cosas que significan, las maneras diversas y curiosas de hablar, el suave y buen sonido al oído de la pronunciación della, la facilidad para escribirse con nuestros caracteres y letras; quán fácil y dulce sea a la pronunciación de nuestra lengua el estar ordenada y adornada con propriedad de declinación, y demás propriedad del nombre, modos, tiempos, y personas del verbo. Y, brevemente, en muchas cosas y maneras de hablar tan conforme a la latina y española; y, en el arte y artificio della, que no paresce sino que fue un pronóstico que españoles la avían de poseer. Lengua pues, S.M., tan polida y abundante, regulada y encerrada debaxo de las reglas y preceptos de la latina como es ésta (como consta por este arte) no bárbara, que quiere decir (según Quintiliano, y los demás latinos) llena de barbarismos y de defectos, sin modos, tiempos, ni casos, ni orden, ni regla, ni concierto, sino muy polida y delicada se puede llamar.

En otro ámbito, el de las luchas políticas entre Incas rebeldes y los Españoles colonialistas (ca. 1536-1572), surge un texto que es la pieza final de un intercambio epistolar entre dignatarios de un grupo y otro. La Carta-Instrucción de Titu Cusi Yupanqui [1570], a pesar de haber sido escrita en Castellano, también expresa como evidencia etnohistórica y lingüística las relaciones de traducción cultural entre la lengua Castellana y el Quechua incaico. De alguna manera este texto es el preámbulo de las obras de otros indígenas y mestizos letrados, como veremos enseguida. Otro hito nos parece significativo respecto de cómo los investigadores en la antiguallas andinas concebían no sólo la historia social y cultural sino la cuestión de las lenguas en el concepto del pensamiento religiosos de los andinos. Uno de los más esclarecido investigadores de estas cuestiones fue Cristóbal de Molina, el cuzqueño. Molina ([1575] 2008: 10 y ss) escribió interesantes noticias respecto al origen de la lengua Quechua que citamos continuación. [E]l Hacedor, a quien ellos decían era el padre, de Ymaymana Viracochan y de Tocapo Viracochan mandó que desde allí se partiese el mayor de sus hijos llamado Ymaymana Viracochan en cuyo poder y mano están todas las cosas y que fuese por el camino de los Andes y montañas de toda la tierra;

y que fuese dando y poniendo nombres a todos los árboles pequeños y grandes, y a las flores y frutas que habían de tener, y mostrando a las gentes las que eran para comer y las que no, y las que eran buenas para medicinas; y asimismo puso nombres a todas las hierbas y flores, y el tiempo que habían de producir sus frutas y flores y que esto mostró a las gentes: las hierbas que tenían virtud para curar y las que podían matar. Y el otro hijo llamado Tocapo Viracochan, que quiere decir Hacedor en quien se incluyen todas las cosas, le mandó fuese por el camino de los llanos visitando a las gentes y poniendo nombres a los ríos y árboles que en ellos hubiesen, y dándole sus frutos y flores por la orden dicha; y que así se fuesen bajando hacia lo más bajo de esta tierra y que así bajaron a la mar por lo más bajo de esta tierra; y de allí se subieron al cielo después de haber acabado de hacer lo que había en la tierra.

Dos décadas más tarde, con la llegada del impresor italiano Antonio Ricardo, y por disposición del Tercer Concilio Limense (1583), comienza el proceso de edición de textos producidos en el Virreinato del Perú, casa que se establece en Lima. El primero de ellos, otra de las grandes obras del siglo XVI, es la Doctrina Christiana, “el primer libro impreso en América del Sur”, mientras que el mismo Ricardo pocos años después publica otro diccionario Quechua-Castellano, intitulado Arte y vocabulario en la lengua general del Perú, llamada Quichua, y en la lengua española [1586], escrito posiblemente por un sacerdote jesuita (¿Alonso de Barzana?), obra conocida como la del Autor Anónimo. En los últimos años del siglo XVI Ricardo publica: de Julián Martell los Preceptos de Gramática [1594], de Pedro de Oña Arauco domado [1596] y de Jerónimo de Oré el Symbolo catholico indiano [1598]. Este hecho trascendental para el desarrollo de la cuestión intelectual abre el horizonte para el desarrollo de la Cultura del Libro y de lo que Ángel Rama (1984) llamó el nacimiento de la “Ciudad Letrada”. En consecuencia, el siglo XVI acaba con este incipiente inicio de la Cultura del Libro gracias a la introducción de la Imprenta. En general, debemos señalar que los primeros libros que llegaron al Virreinato en el siglo XVI, alrededor de 1540, gracias a Vicente de Valverde (el dominico de Cajamarca), eran un producto importado desde España y Europa, la mayoría de los cuales eran desde luego de carácter religioso; estos libros importados continuaron llegando en barco desde España y fueron depositados en las primeras bibliotecas del Perú Colonial, como en la Biblioteca del Colegio de San Pablo, que funcionó desde 1568. Es importante señalar que las Políticas Lingüísticas en los Andes coloniales variaron una y otra vez respecto a la Castellanización o la Quechuización como proceso fundamental para la Evangelización. Al principio se privilegió el Latín y el Castellano, que resultaban difíciles y equívocos para los indígenas; por lo cual luego se varió al Quechua que se valorizó como el medio más adecuado para Nombrar la Palabra de Dios. Este hecho determinó la literalización (o Normalización a partir de la Escritura) de esta lengua andina. A fines del siglo XVI y principios del XVII la Evangelización de la mayoría

de los naturales del Virreinato se realizaban en Quechua. Los sacerdotes que realizaban los sermones desde luego eran ya expertos quechuístas. En cambio, la Castellanización de los indígenas continuó siendo una cuestión reservada a las élites indígenas minoritarias, aunque hubo muchas excepciones a esta regla (Rivarola 1990, 2000, 2001). El modelo usado para todas aquellas cuestiones lingüísticas que hemos mencionado fue la Gramática de la Lengua Castellana del humanista español Antonio Elio de Nebrija [1492], que proporcionó la estructura oficial para el desarrollo de una cultura letrada. Sebastián de Covarrubias [1492] creó el primer Diccionario de la lengua Castellana, constituyéndose también como un modelo o referente para obras similares en el Nuevo Mundo. La obra que marcó los derroteros lingüísticos posteriormente fue Del origen y principio de la lengua castellana ó romance que oi se usa en España de Bernardo José de Aldrete [1606]. Otra obra también importante, independiente de su brevedad, es la de Bartolomé Jiménez Patón [1614] titulada Instituciones de la gramática española, texto que eventualmente también pudo haber servido para la enseñanza del Castellano en tierras colonizadas.

El Siglo del Barroco Andino El Siglo XVII, en cambio, es más rico en materiales bibliográficos que nos ayudarán a comprender cada vez mejor las relaciones coloniales y los procesos comunicativos e ideológicos que generaron estas relaciones sociales y lingüísticas. Para comenzar, tenemos los importantes trabajos del jesuita Diego González Holguín: Gramática y Arte nueva de la lengua general de todo el Perú llamada lengua qquichua o lengua del Inca [1607] y Vocabulario de la lengua general de todo el Perú llamada lengua qquichua o del Inca [1608]. De esta última obra, el Vocabulario ([1608] 1989: 5), creemos sugerente extraer y exponer la siguiente información: La causa y intento Señor que me mouio a componer este vocabulario y arte, este mismo me impele y fuerça a ofrecer a v. merced este pequeño seruicio, y dedicarle los trabajos y vigilias que en el he puesto para que por mano de v. merced con su fauor y amparo mas felizmente alcance mi intento, y el de esta obra que es ayudar a formar ministros del Euangelio para los indios, dandoles la copia y propiedad de la lengua que faltaua, conque no tengan ya alguna escusa para no predicar. Por que yo Señor tengo por cosa la mas graue del Peru, y digna de gran ponderación y de grausissimo escrúpulo que no se predique y que las almas de estos pobres indios en la mayor parte del Peru mueran de hambre. Dezimos que mueren en sus idolatrías y de qué mueren? De hambre de la palabra de Dios qui sides ex auditu, auditus autem per verbum Christi y que los mata? No tener quien les de el pasto de las almas que es la palabra de Dios.

A partir de este breve fragmento queda claro qué interés movió a González Holguín a desarrollar este interesante trabajo: usar la Palabra de Dios en Quechua para la Evangelización. Por estos mismos años ocurre otro fenómeno cultural muy interesante que tiene por protagonistas a los “Yndios Ladinos”, es decir, aquellos individuos andinos que se educaron al interior del Sistema de Educación Colonial que se construyó paulatinamente desde la Instrucción (1545) del Arzobispo Loayza, hombres de dos culturas que dominaron la lengua Castellana. Entre ellos debemos destacar al Inca Garcilaso de la Vega, quien desde España incluso llega a publicar varios textos, entre los que destacan fundamentalmente los Comentarios Reales de los Incas [1609], obra universal. Don Felipe Guamán Poma de Ayala y Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui también son notables ejemplos de esta literatura indígena colonial. La Corónica y Buen Gobierno [1615] y la Relación de Antigüedades deste Reyno del Piru [1613] también son monumentos literarios, aunque no hayan llegado a publicarse en su época (Herrera Villagra 2012.). Existe otro texto con características semejantes que se denomina Manuscrito Quechua Yndio Runa Ñiscap Machoncuna [¿1598-1608?], traducido primero por José María Arguedas [ed. 1967], y cuya autoría Taylor (ed. 1987, ed. 1999, ed. 2008) atribuye a un Inca Mestizo llamado Thomas. Este último texto también representa un monumento literario que fue escrito exclusivamente en Quechua, lo cual indica que en efecto esta lengua fue ampliamente usada para la Evangelización y la Extirpación de Idolatrías; se le llama Quechua Misionero. También, una década después, tenemos los trabajos de Alonso de Huerta denominado Arte de la lengva qvechva general de los indios de este Reyno del Piru [1616] y de Diego de Torres Rubio el Arte de la lengua quichua [1619]. Otros trabajos, igualmente importantes, que podemos inscribir en la literatura de la época de la Extirpación de Idolatrías, son: Joseph de Arriaga [1621], Juan Pérez Bocanegra [1631], Francisco de Ávila [1648] y Hernando de Avendaño [1649]. Por estos años Juan Roxo Mexía y Ocón escribió un Arte de la lengua general de los Indios del Perú [1648]. Todas estas publicaciones fueron hechas por notables impresores que fueron igualmente importantes elementos de la cultura letrada del barroco siglo XVII; muerto Antonio Ricardo en 1606, podemos mencionar a sus sucesores: Francisco del Canto, Pedro de Merchán Calderón, Jerónimo de Soto, Jerónimo de Contreras, José de Contreras, José de Contreras Alvarado, Pedro de Cabrera y Valdés, Julián Santos de Saldaña, Luis de Lira, Juan de Quevedo y Zárate, Francisco Gómez Pastrana, Jorge López de Herrera y Manuel de los Olivos, entre otros. Ellos no sólo fueron agentes del mercado editorial limeño, fundamental para profundizar en el conocimiento de la cultura letrada de la época, sino que también estos personajes constituyeron un importante componente de la sociedad estamental colonial: el gremio de los impresores (Medina 1904-1907). No es

ocioso preguntarse por la escena intelectual que giraba en torno a la Cultura del Libro o en la Historia de la Literatura, puesto que en los procesos de creación de obras escritas encontramos interesantes noticias de la valoración tanto del Quechua como lengua, así como de los vínculos socio-lingüísticos de sus hablantes criollos e indígenas y de aquellos autores eclesiásticos mayormente que utilizaron en sus obras esta sensibilidad de adscripción cultural e identitaria. Para fines del siglo XVI nos resta mencionar el trabajo de Esteban Sancho de Melgar titulado Arte general de la lengua general del Ynga llamada Qquechua [1691]. Por otro lado, 1650 se ha supuesto que el poeta Juan Espinosa Medrano, el “Lunarejo”, escribe su primera obra de teatro llamada Amar su propia muerte. Luego escribirá El Hijo Pródigo, el Rapto de Proserpina y el Sueño de Endimión. Julio Calvo sostiene que entre 1680 y 1730 pudo haberse sido escrito el Ollantay (Calvo 1998). Igualmente en estas fechas, o sea fines del siglo XVII y el siglo XVIII, pudo haberse escrito el Usca Paucar (El Rico más Pobre). En tanto que debemos también destacar la gramática manuscrita de Juan de Aguilar [1691], posiblemente, junto al trabajo de Melgar, la última de este tipo para la Época Colonial. Es posible enunciar hipotéticamente la siguiente idea como sendero a seguir en futuras investigaciones: la lengua Quechua fue posiblemente un excelente vehículo que consiguió producir y reproducir los valores de la cultura andina que había sido marginada por la Colonia Hispánica, pero que continuaba siendo hablada —y creemos que este acto lingüístico es fundamental culturalmente— por miles y miles de sujetos indígenas, mestizos y hasta criollos españoles, durante todo el período colonial a pesar de la animadversión que les causó a varios miembros del Gobierno de la Corona, de la Iglesia y del Virreinato.

Época Borbónica Andina Hacia el año 1700, que coincide con el inicio de la Época Borbónica, estimase que pudo haberse escrito otra obra importante en lengua Quechua llamada El pobre más rico, de Gabriel Centeno de Osma. Se trata de una obra de teatro que dado su carácter lúdicoeducativo tradicional servía como eficiente aparato de control social de acuerdo al consumo que los hombres de la época hacían de la escena teatral. Estos antecedentes culturales indican que los Andes Borbónicos descollaron por una gran cantidad de producción literaria y dramatúrgica en lengua Quechua. Se ha denominado incluso a este época una “Era de Oro del Quechua Colonial” (Torero, Calvo, Godenzzi, Itier 1995), membrete que reconocemos como justo, objetivo y revelador.

Podemos deducir, por lo tanto, que en los primeros dos tercios del siglo XVIII las clases terratenientes usaron el Quechua como expresión de una reivindicación política y cultural que proyectó el prestigio de los antiguos Incas valorados como nobles antepasados (Mannheim, Itier, Godenzzi 1992). Una institución tal como el “Consejo de los 24 Electores”, refleja bastante bien las cuotas de poder que estas familias poseían todavía del siglo de los Borbones (Garrett 2009). No está clara la relación entre este tipo de reivindicaciones y las rebeliones que caracterizaran esta época de insurrecciones. El hecho de que estos grupos andinos utilizasen el sistema español para aprovechar la mano de obra indígena da para pensar en las cualidades particulares de los grupos con poder en el escenario colonial borbónico. Para nuestro breve ensayo lo importante es destacar que la lengua Quechua fue usada como emblema cultural. Así las cosas, podemos señalar que el Quechua se utilizó para interactuar entre andinos indígenas, mestizos y criollos arraigados, mientras que el Castellano se empleó fundamentalmente para su uso formal e institucional con las clases colonialistas y con las autoridades virreinales. Por ejemplo, el fraile Calixto de san José Túpac Inca, mestizo con antepasados nobles, y que dominaba bastante bien el Quechua del XVIII, escribió en Castellano un memorial dirigido al propio rey de España Fernando VI, que se denominado: Exclamación reivindicacionista [1748]. Hubo también otros documentos de este tipo escritos por otros indígenas culturalmente mestizos como Vicente Mora Chimo (Curaca de Trujillo, antiguo Reino Chimor), y de Túpac Amaru II (último Inca rebelde que no pudo obtener el apoyo de los Incas del Cuzco, organizados en torno al célebre “Consejo de los 24 Electores”) escribieron varios documentos, todos ellos paradojalmente en lengua Castellana. No obstante lo anotado arriba, para la Autoridad Virreinal y para la Corona Española el problema lingüístico continuó siendo un obstáculo notable para la cultura dominante que en su faceta más recalcitrante no toleraba lenguas “indias”. Es así que en 1770 mediante una Cédula Real, el rey Carlos III promulgó el deseo de hacer desaparecer las lenguas indígenas, particularmente el Quechua, el Aymara y el Puquina, que como hemos visto antes fueron utilizadas por la Iglesia para la debida conversión de los indígenas (vgr. la Doctrina Christiana [1584]). Incluso se pedía que los propios españoles residentes en la Sierra y en el Cuzco dejasen de hablar el Quechua. Posterior a la Gran Rebelión de José Gabriel Condorcanqui Noguera, la Autoridad Real continuó insistiendo en hacer desaparecer las lenguas indígenas. La represión posterior a la derrota de los insurrectos fue tenaz y brutal. Es fundamental destacar que la Cátedra de Quechua que se instauró en Lima en el año de 1550 se cerró por orden del Virrey Agustín de Jáuregui en el año de 1784. Durante 224 años fue una institución colonial que coadyuvó a la normalización del Quechua en la sociedad andina colonial. No obstante el cierre de la

Cátedra, según nos enseña la historia de los quechuahablantes, esta lengua continuó siendo el vehículo de comunicación entre la población indígena. Existe un hito que desde un punto de vista indígena, que contiene indudables connotaciones hispánicas y coloniales: se trata de los descendientes Incas que en el siglo XVIII retuvieron algunas trazas de la memoria de las antiguas Panacas, utilizando el recurso lingüístico del Quechua y también el Castellano y la Escritura. Se trata particularmente de miembros de las clases cortesanas cuzqueñas, tales como el canónigo Calixto de San José Túpac Inca, quien escribió encendidos discursos y cartas para el rey de España en los cuales se queja amargamente por las tristes condiciones en que la Colonia Española había dejado a los indígenas andinos, tal es el tono y el color de su Exclamación Reivindicacionista [ca. 1748]. Otro autor interesante que debemos conocer para aumentar nuestros conocimientos sobre el siglo XVIII, es la obra de Justo Sahuaraura Inca VII, canónigo, nieto del emperador Huayna Cápac, quien escribió una interesante obra llamada Recuerdos de la Monarquía Peruana, libro ilustrado con 16 retratos de la dinastía imperial descendiente de Manco Cápac, publicado en París el año 1850. Allí destaca la pasión casi revolucionaria de Sahuaraura en su análisis crítico de la Conquista del Perú, entre otros temas muy interesantes, como aquel de las luchas de los hermanos Huáscar/Atahualpa, y Manco Inca/Paullo Inca. La Colonia Hispánica terminaría en breve en los Andes, y la lengua y cultura Quechua sobrevivirían continuando un complicado proceso de cambio y transformación cultural que siguió una línea paralela a esta revolución política. ¿Fue entonces esta lengua uno de los factores responsables de la pervivencia de la Cultura Andina? Creemos que sí: la lengua Quechua ha tenido en efecto una gran incidencia en la persistencia de los sistemas de creencias de las poblaciones andinas que practicaron y practican esta lengua.

Período de la Independencia En el siglo XIX podemos contrastar dos grandes conjuntos hechos notables. Por una parte, los efectos y consecuencias del fin del Régimen Colonial y el nacimiento de la República, lo que implica nuevos valores, cambios y transformaciones acordes con los nuevos tiempos ideológicos, y un nuevo trato de los nuevos detentadores del poder político y económico con respecto a la cuestión indígena. Como la revolución recurrió a la población andina para triunfar militarmente contra los chapetones, la República ofreció un nuevo trato a los andinos aunque a un costo que se evalúa como muy caro: los títulos de nobleza de los Incas Coloniales y de los Curacas fueron abolidos. Más aún, la mayoritaria población Runa fue poco a poco nuevamente excluida de la vida independiente. El

concepto de ciudadano de la República debía asegurar igualdad ante el Estado, al menos ese era el espíritu idealista de los revolucionarios independentistas. Con todo, no puede obviarse una suspicacia historiográfica que todavía tiene valor en sí misma: si bien hubo en efecto un cambio en la administración del poder los poderosos retuvieron la forma de la económica colonial, lo que explica en parte al menos el comportamiento del Estado y de las clases dirigentes de las siguientes décadas. En cuanto a nuestros asuntos, sabido es que desde mediados del siglo XIX llegaron al Perú varios exploradores y científicos, país considerado una reliquia para la Historia del Hombre, en una época particularmente abierta al estudio antropológico y arqueológico de los pueblos “primitivos” o “exóticos”; es la época en que la ciencia del hombre y la arqueología estaba fuertemente realizando sus primera proezas investigativas. Algunos de esos exploradores y científicos fueron: Alexander Von Humboldt, Alcide Dessalines d'Orbigny, Charles Wiener, George E. Squier, entre otros, y, para el tema nos ocupa, Johann Jacob von Tschudi y Ernst. W Middendorf, dos hombres que se preocuparon por la lengua Quechua. Johann Jacob von Tschudi, estudioso erudito suizo, estudió la lengua Quechua recogiendo informaciones y materiales en la Costa y Sierra Central sin llegar a trabajar en la ciudad del Cuzco, cosa que habría sido ideal desde un punto de vista etnolingüístico. Tuvo curiosas hipótesis que a pesar de todo resultan interesantes para entender el pensamiento de ese período temprano de los estudios peruanistas. Tschudi llegó a creer que hubo una migración desde el Altiplano mexicano, del pueblo Tolteca, hasta el Altiplano peruano en torno al lago Titicaca, habitado por los habitantes de Tiwanaku. Es autor del libro El idioma Kechua [1853], en el que analiza la gramática de esta lengua nativa y en el que se incluye un interesante diccionario. Esta obra es sin duda digna de estudiarse en la diacronía planteada. Ernst W. Middendorf, médico y lingüista alemán, explorador y viajero, fue otro de los que también dedicaron largas horas de trabajo al conocimiento de la lengua Quechua. Si bien su trabajo de varios volúmenes, escritos en alemán y todavía no traducidos del todo, abordó distintos aspectos de la historia y arqueología del Perú, solamente tenemos traducido al Castellano su estudio sobre el Quechua. Tras recorrer el Perú por dos décadas pudo escribir su Das Runa Simi, (Gramática Keshua) apenas el volumen I de su obra completa de VI volúmenes que llevaron por título Die einheimischen Sprachen Perus [1890-91], obra en la cual también Middendorf abordó las lenguas nativas aimara y muchic. Esta obra asimismo es trascendental en el siglo XIX. Es tremendamente sugerente, como nota colateral, reconocer que a la par de estos estudios filológicos y lingüísticos, Charles S. Pierce (1883) recién iniciaba sus estudios

sobre el lenguaje y faltaban pocas décadas para que Fernand de Saussure (1916) comenzara los suyos en Suiza y Francia. Como poder deducir fácilmente no necesariamente fue Europa quien llevaba la delantera en estos asuntos. Cerrón-Palomino (2003: Carta Parte, Cap. X) señala que a fines del siglo XIX y comienzos del XX dos personajes muy relevantes para el desarrollo de los estudios científico sociales e históricos también tuvieron interesantes ideas que, a pesar de no haber sido valoradas en su tiempo, fueron debidamente reconocidas con el correr del siglo XX. Se trata de José de la Riva Agüero [1921], quien defendió la idea de que los Incas del Cuzco quienes expandieron la lengua Quechua al resto del territorio, y Manuel González de la Rosa [1911], quien más bien pensó que el Quechua se había expandido desde Chincha hacia la Sierra y en otras direcciones. Ambos encarnaron todavía un polémico debate con respecto a los Comentarios Reales de los Incas y sobre su autor el Inca Garcilaso de la Vega. No fue el único debate que estos dos formidables oponentes desarrollaron, también estuvo el que dice relación con las hipótesis genéticas del Quechua, es decir, si esta había sido irradiado desde el Cuzco Inca, por una parte, y, por otra, o si esta había sido irradiada desde Chincha, lo cual implicaba que esta lengua en realidad era mucho más antigua que la Civilización Inca, que estos por lo tanto la habían adoptado en algún momento antes de su apogeo y que sus orígenes se remontaban por lo menos hacia la primera mitad del primer milenio. Esta hipótesis de González de la Rosa, quedó, como dice Cerrón-Palomino (2003), desacreditada por el arraigo conseguido por la hipótesis de Riva Agüero, que a su vez provenían de los estereotipos coloniales. Finalmente, en efecto, este historiador tuvo mucha razón en su deducción y hoy sabemos con mayor claridad que en la transición del Horizonte Formativo al Horizonte Intermedio Temprano fue cuando se formó el PQ y se crearon al menos dos grandes ramas de difusión que a su vez continuaron en los siglos venideros difundiéndose por otras áreas geográficas de los Andes. Hacia mediados y fines del siglo decimonónico autores tales como el norteamericano William H. Prescott [1847], el inglés Clements R. Markham [1864], el español Marcos Jiménez de la Espada [1881-97] y a principios del siglo XX el alemán Max Uhle [1909, 1910], también se interesaron por los archivos documentales publicando valiosos textos y también por la cultura material de las viejas civilizaciones que afloraron gracias al inicio de la arqueología peruana. Toda esta tradición de estudios científicos demuestra que el Perú poseía una intensa atracción hacia su pasado, la que poco a poco iría abriendo las puertas para el estudio científico del Quechua como fenómeno específico.

El Siglo XX En el siglo XX existen dos fases del desarrollo del estudio de la lengua Quechua. En la primera mitad hay obras de buena calidad y avances en materia social, lingüística y política, aunque más inspiradas por la reivindicación política y cultural de la población indígena. Entre las obras históricas producidas y los debates intelectuales debemos mencionar el de José de la Riva Agüero y Manuel González de la Roza, a quienes ya hemos mencionado en este ensayo de exploración temática. Podemos mencionar igualmente a José Carlos Mariátegui quien en sus Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana [1928] también analiza el problema de las lenguas indígenas y en particular el Quechua. Por otro lado, existió un precedente político y lingüístico a nivel nacional muy significativo que fomentó el reconocimiento que desde el Gobierno y el Estado hiciera el tres veces Presidente del Perú, Augusto B. Leguía (en 1908-12; 1919; y 1919-30 u “Oncenio”). En efecto, algunas iniciativas constitucionales que se llevaron a cabo son: reconocimiento constitucional de las comunidades indígenas (1920), creación del Patronato de la Raza Indígena (1922), creación de escuelas rurales agrícolas proyectos editoriales para publicar libros didácticos de educación en lenguas selváticas (en Shipibo y Asháninca) y en Quechua, la formación del Dirección de Asuntos Indígenas (oficina estatal para la protección de la población indígena), una mayor apertura nacional a un clima democrático respecto de las culturas y lenguas indígenas influido por el Indigenismo que definió esa época, y, por último, la conmemoración del “Día del Indio” (desde 1930 cada 24 de Junio; y desde 1968, también cada 24 de junio, el Día del Campesino). A pesar de estas interesantes medidas con el derrocamiento de su gobierno (22 de agosto de 1930) estas no lograron prosperar (Klaren 2005; Contreras y Cueto 2004). Pero es en la segunda mitad de este siglo es donde comienzan a descollar los trabajos de matriz lingüística y académica más rigurosa. Uno de los autores peruanos que mejor captó la importancia de los estudios quechuístas fue el connotado historiador Raúl Porras Barrenechea quien se preocupó por concederle un lugar importante a la “lengua cortesana” del Cuzco en sus estudios históricos. Reconoció por ejemplo las dificultades lingüísticas que los cronistas indígenas y mestizos exhiben importantes claves entre las relaciones de las lenguas Quechua, Castellana e incluso Aru. Particularmente, en su erudito estudio sobre el Vocabulario del jesuita Diego González Holguín [1608] señala estas significativas palabras de introducción que denotan las ideas propias de su época: La tradición de los estudios quechuístas es acaso la más conspicua, por antigua y original, en la cultura peruana, como que a través de ella se vierte en nuestra conciencia todo el legado espiritual de los Incas. En la tarea secular de descubrir los secretos del Runa Simi o lengua imperial del

Tahuantinsuyu in caico, se suman los esfuerzos de investigadores coloniales y republicanos, desde que en 1560 el fraile andaluz Domingo de Santo Tomás descubrió la estructura del lenguaje índico y la copia de vocablos —al publicar en Valladolid, los primeros Arte y Vocabulario de la lengua del Perú—, hasta hoy.

Pero el primer gran impulso de los estudios sobre el Quechua lo constituyen los aportes pioneros de dos notables lingüistas que cambiaron la forma de estudiar la dialectología andina y la Quechuística en particular: Alfredo Torero (1964, 1965, 1968, 1970) y Gary J. Parker (1963, 1965a, 1965b, 1967). En líneas paralelas ambos lograron establecer un panorama general del desarrollo de esta familia de dialectos. Lograron organizar el desarrollo del Quechua en esta forma: establecieron un período primario de desarrollo, que ambos autores llamaron Proto-Quechua (PQ) y luego establecieron dos grandes líneas de desarrollos cronológicos, geográficos y lingüísticos: Torero el QI y el QII (que incluye las subdivisiones A, B y C, en cada subdivisión dialectal y geográfica), mientras Parker planteó similarmente un PQ A y B, y el QA y el QB. Los tiempos cronológicos estimados, mediante el método léxico-estadístico o glotocronología, por entonces utilizados con gran confianza, comienzan en el 430 dC. (Período Intermedio Temprano), se desplazan a los siglos dominados por sociedades tales como Cajamarquilla, Viñaque, Pachacámac, Chincha y Tiwanaku (Horizonte Medio), y según sus estimaciones poseen una trayectoria autónoma hasta 1532, comienzos de la Época de la Conquista (Horizonte Intermedio Tardío y Horizonte Tardío). Igualmente sus estudios muestran las relaciones con otras lenguas importantes tales como el Tallana, Sec-Quingnam o Muchic, Culle, por el lado Norte, y por el Sur con lenguas tales como el Aru, Kauqui y el Puquina. Torero (1964: 476) explica del modo siguiente su zonificación QIIC: Los dialectos del Quechua II C “ayacuchano” y “cusqueño” son los que alcanzan el mayor número de personas y los que poseen la más rica literatura. Además, entre ellos la intercomprensión es fácil. Lo que lo diferencia es, más que el vocabulario y la morfología, el fonetismo. Este es más sencillo en el “ayacuchano” y puede ser dominado sin grane esfuerzo por un hablante del castellano. El “cuzqueño”, en cambio, por sus consonantes glotalizadas y aspiradas, es de difícil aprendizaje.

Parker ([1963] 2013: 35), por su parte, nos explica aspectos del QA, que es el área sociodialectal donde estamos comenzando nuestros estudios sobre Lengua, Historia y Cultura Quechua:

Este grupo comprende los dialectos del Cuzco, Ayacucho, Bolivia y Ecuador, de los cuales los de Cuzco y Bolivia son los más estrechamente relacionados, y el de Ecuador, el más divergente. Todos estos [dialectos], excepto el de Ecuador, muestran muy pocas variaciones subdialectales, debido tal vez a la relativa densidad de población quechua monolingüe. Cada uno es identificado más abajo, geográfica y estructuralmente, siguiendo un breve inventario de las características gramaticales del QA, para comparaciones con el QB.

Posteriormente, la lingüística académica se desarrolló con vigor a partir de los nuevos trabajos de Torero (1974, 2002 y 2014) y Parker (1972a, 1972b, 1972c, 1973, 1976, 2013), quienes continuaron profundizando en sus descubrimientos acerca de la Quechuística. En paralelo, surgió una nueva generación de investigadores, entre los que destacan Cerrón-Palomino (1990, 2003a, 2003b, 2008) y Mannheim (1991, 1992, 2002). Afortunadamente, otros estudiosos en las siguientes dos décadas también aportaron excelentes obras, tanto en el área propiamente lingüística como también en el área antropológica. En tal sentido, podemos relevar a autores holandeses y franceses quienes han abordado otros dialectos (Adelaar 1982a, 1982b, 1986a, 1986b, 1986c), así como documentación Quechua escrita (Taylor 1984, 1985, 1987a, 1987b, 2000) y reconstrucciones sobre relaciones etnohistóricas, lingüísticas y religiosas en documentos escritos del período colonial (Itier 1987, 1991, 1992, comp. 1995, 1997, 2000, 2013). Una nota especial debemos asentar respecto del antropólogo, músico y escritor José María Arguedas. Desde muy joven siendo profesor Arguedas ya había reparado en los problemas socio-educativos y culturales que el sistema nacional traslucía, y que afectaba tan dramáticamente a la población indígena. Arguedas expresó que debía fomentarse un programa bilingüe y que la lengua Quechua tenía que enseñarse en todos los colegios y universidades del país; ello era fundamental para recuperar la riqueza ancestral de los pueblos andinos. Resultan muy significativas estas palabras que nos apetece citar tomadas de su poemario Tupac Amaru Kamaq Taytanchisman (1962: 9): Debemos acrecentar nuestra literatura quechua, especialmente en el lenguaje que habla el pueblo; aunque el otro, el señorial y erudito, debiera ser cultivado con la misma dedicación. ¡Demostremos que el quechua actual es un idioma en el que se puede escribir tan bella y conmovedoramente como en cualquiera de las otras lenguas perfeccionadas por siglos de tradición literaria! El quechua es también un idioma milenario.

De manera semejante a lo ocurrido con el Presidente Leguía, en la década de 1970 el Gobierno del Presidente Juan Velasco Alvarado intentó realizar interesantes modificaciones en los marcos culturales del Perú de acuerdo a una política social progresista, aunque polémica para un sector de la sociedad respecto de la política de

Reforma Agraria, introduciendo la Ley N° 21156 en la cual se establecía que constitucionalmente la lengua Quechua tendría en adelante rango de Lengua Oficial junto al Castellano, adoptándose incluso un Alfabeto Básico General. Esta significativa modificación tuvo un simbólico eco especialmente en el ámbito del Sistema de Educación y señaló el camino para otras reformas similares. La Comisión que se constituyó para abordar las nuevas condiciones en que el Quechua normalizado utilizado en las escuelas del país clasificó y zonificó seis variedades regionales, estas son: Áncash-Huailas, Ayacucho-Chanca, Cajamarca-Cañaris, Cuzco-Collao, Junín-Huanca y San Martín. A partir de estas variantes dialectológicas los estudiosos desde entonces han abordado una por una estas regiones lingüísticas. Sin embargo, los localismos hasta el día no han permitido minimizar o difuminar los sentimientos mutuamente excluyentes. Más relevante aún, se ha establecido un nuevo debate que tampoco logra resolverse, y a pesar a la apertura democrática, educativa y científica parece bastante lejano y complejo de zanjarse en forma definitiva. Se trata precisamente del tipo de alfabeto a utilizar en relación a la fonología de vocales y consonantes. Se ha dicho que el Quechua pudiese tener solamente un carácter trivocálico (3V), o pentavocálico (5V) o también heptavocálico (7V)… Incluso se ha sostenido que el estudio sistemático nos puede aún sorprender con nuevos descubrimientos en materia fonológica tanto en sonidos vocálicos como en sonidos consonánticos. Así lo pensamos también nosotros en este momento. En el ámbito de los trabajos publicados en el Perú muchos estudiosos se han dedicado a profundizar en cada uno de las regiones lingüísticas que configuran dialectos locales específicos que varían notablemente entre las diferentes regiones donde se habla esta lengua. Destacamos las obras Los mil rostros del Quechua [1974] de Xabier Albó, Quechua, Manual de Enseñanza (1979) de Clodoaldo Soto Ruiz, también la obra Ricardo Cusihuamán Diccionario quechua Cuzco-Collao (2001). Desde luego, hay muchas obras que consultar, dejaremos para una siguiente instancia su examen amplio y profundo.

Diferentes Sistemas Debemos mencionar para las últimas décadas del siglo XX, un debate académico teóricometodológico que nos atañe directamente. La principal cuestión que todavía estaba fuertemente arraigada en las perspectivas teóricas eurocentristas en esos momentos tuvo que ver con el Sistema de Escritura Alfabética (SEA) como indicador expreso de civilización, expresión concreta de la Cultura del Libro y como tecnología comunicativa de dominación ideológica y cultural (Ong 1987; Lienhard 1992; Goody 1985, 1990; Hill Boone y Mignolo comps. 1994; Goody y Watt 1996; Havelock 1998, entre muchos otros). Desde luego, esta idea subyace a un paradigma colonialista. En América Precolombina

existieron interesantes soportes materiales que complementaron la expresión oral verbal, ejemplo de ello es el Sistema de Signos Andino (SSA) en los Andes. La existencia, o la ilusión creada, de “sociedades con escritura” y las “sociedades sin escritura”, han dado lugar a muchas discusiones. La Filología y la Arqueología han sido probablemente herramientas inexcusables de tal paradigma estereotipante, reduccionista y conservador. Pero confiamos en los procesos de autocrítica en las mismas Ciencias Sociales y sabemos que trabajos como el que estamos esbozando un día podrán arrojar mayor evidencia sobre el Pensamiento Andino Antiguo gracias a un conocimiento integral de la lengua Quechua. El prejuicio más difundido en el ámbito de la comunicación humana es que son cognitivamente superiores, de acuerdos a supuestos excluyentes y racistas, aquellas sociedades que han usado y usan del Sistema Alfabético de Escritura (SAE). Las sociedades “ágrafas” están rezagadas del pensamiento lógico-racional; falacia que debemos deconstruir y vacío que esperamos llenar con nuestro trabajo. En este esquema las sociedades no-occidentales colonizadas quedaron entonces reducidas a un tipo de pensamiento que se denominó “pensamiento pre-lógico” (Lévi-Bruhl 1947) o “pensamiento salvaje” (Lévi-Strauss 1962). Pronto profundizaremos el análisis de este arduo debate. Nosotros postulamos, en todo caso, que en los Andes antiguos no hubo un Sistema de Escritura Alfabética (SAE), desde luego, salvo cuando a partir de la colonización del Mundo Andino el Quechua fue utilizado como lengua misional y fueron intervenidos su lexicografía, fonología, gramática y sus campos semánticos e ideológicos. Lo que sí existió en los Andes antiguos fue (cuestión nada sencillo de abordar dado el actual desconocimiento de gran parte de esa historia) lo que denominamos como hipótesis provisoria Sistema de Signos Andino (SSA), fenómeno lingüístico-cultural que integró varios soportes orales, visuales y materiales en diferentes contextos comunicativos que posibilitaron que el saber, el conocimiento y la memoria fuesen importantes herramientas cognitivas de las civilizaciones andinas, al servicio del poder dominante, de las comunidades étnicas de morfología más simple y de las vinculaciones pluriétnicas. Este Sistema de Signos tuvo que haberse construido sobre la base significante de varias técnicas de la comunicación, con un registro naturalmente distinto al SEA. Entre las formas que contuvieron o vehicularon las ideas, los conceptos y las ideologías, están los Quipus, la iconografía presente en arquitectura, cerámica, los textiles, la orfebrería, la tradición oral, etc. Según podemos hoy evaluar, entendemos que este sistema no fue ni mejor ni peor al europeo, sólo culturalmente distinto y ese sólo hecho lo determina como un importante objeto de estudio para nosotros. El futuro estudio de este Sistema de Signos Andino (SSA) promete un acceso cualitativo el Pensamiento Andino Antiguo, y desde ya declaramos nuestro compromiso con este Proyecto de Investigación, abordable necesariamente desde el aprendizaje de la lengua Quechua.

La Conquista y la Colonización, con su carga ideológica, eurocentrista e imperial, destruyó una tradición comunicativa única en el mundo. Y pesar de este hecho histórico irreversible tenemos actualmente espacios sociales vivos —las comunidades que practican la lengua y la tradición Quechua— en los cuales seguir buscando claves supervivientes de la cultura antigua y de sus circunstancias diacrónicas. Los avances en el registro de la Memoria, Yuyainin en Quechua, han demostrado tener gran diversidad y versatilidad. La época Republicana resulta ambivalente respecto de nuestro tema: en el siglo XIX hubo alternativamente desidia, interés real y exclusión por la población indígena producto de los efectos de la influencia de las culturas consideradas dominantes (Francia e Inglaterra), así como de las ideologías predominantes basadas en el decimonónico liberalismo, la tecnología y el industrialismo, así como la guerra y la hegemonía aristocrática limeña. En el siglo XX en cambio, hubo mayor atención respecto de la cuestión social indígena. De hecho, nacieron movimientos tremendamente interesantes y comprometidos con las causas de las poblaciones marginadas que elevaron la reivindicación política y cultural a favor del Indigenismo, aportando en materia social muchos trabajos académicos e intelectuales que ayudaron a la revaloración de lo étnico. La segunda mitad del siglo XX fue, en tanto, la época en que el Quechua fue estudiado ampliamente desde los primeros trabajos de Torero y Parker, como ya hemos visto, y desde el Estado reconocido política y socialmente obteniendo estatuto constitucional. Sin embargo, es posible que el Sistema de Educación Nacional no haya logrado alcanzar las metas que fruto de muchos esfuerzos individuales, institucionales y colectivos se habían puesto al servicio de una verdadera democratización de una sociedad pluriétnica y plurilingüe. Tal vez, materia de futura reflexión, las prácticas sociales de interacción ciudadana, urbana-rural, se han visto retrasadas por los antivalores provenientes de la hispanidad peruana, del tradicional y conservador estilo de vida neocolonial y posiblemente del franco racismo que el Sistema de Educación introdujo y no ha logrado revertir a pesar de los cambios en las prácticas pedagógicas democráticas modernas.

Ethos y Praxis Contemporánea La guerra civil que afectó al Perú a lo largo de prácticamente toda la década de 1980, que dividió a la sociedad en varios segmentos (Estado, FF. AA. y Gobierno, Guerrilla, Población Neutral…), y que tuvo tristemente desde luego muchos efectos negativos en las estructuras sociales y económicas, también implicó un ángulo espinoso y delicado: los hablantes del Quechua, campesinos de comunidades aisladas mayormente, fueron estigmatizados como sospechosos, analfabetos: la categoría despectiva “indios” retornó

cuando más se creía que había desaparecido, lo cual los expuso sistemáticamente como blanco del fuego cruzado. La lengua materna se constituyó nuevamente en indicio de baja estima social, a pesar de los avances en materia legal y educativa. A pesar de que han pasado dos décadas desde la recuperación de la democracia política, los quechuahablantes aún no poseen plenos derechos ni reconocimiento social a pesar de que la Constitución de la República lo declara expresamente en los Títulos I y II: el colonialismo mental heredado aún domina nuestras formas de pensar y nuestras formas de actuar con verdadera ética y espíritu comunitario. Un hecho paradójico y reciente en la importante ciudad del Cusco (Capital Histórica del Perú, según la Constitución Política del Estado) nos obliga a afinar nuestro punto de vista: la famosa Cátedra de Quechua inaugurada en el Seminario de San Antonio Abad, fundado en 1598, a petición del Obispo Antonio de La Raya en el año de 1603 se desarrolla en el tiempo extendiéndose por más de 400 años, fortaleciéndose a partir de la fundación de la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cuzco desde el 1 de marzo de 1692, interrumpida en 1784 por un lapso de tiempo —producto de la violenta represión antitupacamarista—, es desafortunadamente abolida otra vez hace unos diez años atrás, hacia el año 2004. Hasta el día de hoy nuestra Alma Mater no ha corregido esta situación y es de esperarse que vuelva a incorporarse pronto en el currículo de las carreras profesionales que se imparten allí. Dicha responsabilidad debiese ser asumida especialmente por el programa de Antropología Social, que a su vez debiese crear un Laboratorio de Lenguas Indígenas Andinas y Amazónicas. El cambio cultural que sobrevendrá en el futuro será probablemente el factor artífice esencial de la construcción de una sociedad multicultural democrática y justa: ese hecho inevitable está por arribar al Perú y a América Latina, pero no ocurrirá por combustión espontánea.

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En breve esperamos iniciar el estudio sistemático de la lengua Quechua en sus tres etapas históricas: Época Precolombina, Época Colonial y Época Republicana. Estamos en condiciones de adelantar una hipótesis de trabajo con respecto a la Época Antigua y su conexión ineludible con la Colonización. Pensamos que esta lengua fue el eje que articuló el Sistema de Signos Andino y sus componentes en la última época de desarrollo cultural autónomo, hegemonizado por la sociedad Inca. Para entender los soportes materiales del pensamiento y de la comunicación andina, tales como los Quipus, los Keros y Aquillas, los Textiles, entre otros, el universo semántico de este lenguaje es una clave que debemos

utilizar aplicando nuestra capacidad teórica-metodológica para relacionar tres variables esenciales de estudio: lengua, historia y cultura.

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