Encomienda del temple en Huesca

Historia universal. Templarios. Dónados. Órdenes templarias. Conjunto conventural. Limosnas

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ORDENES MILITARES EN ARAGON LA ENCOMIENDA DEL TEMPLE EN HUESCA Origen y organización interna. El primer documento que hace referencia a la presencia de freires templarios en Huesca data de 1148, aunque es probable que estuvieran algunos años antes debido a las donaciones de Ramón Berenguer IV en la villa de Cuarte en torno al 1137. Dentro del panorama general del temple catalanoaragonés, la Casa de Huesca no alcanzó nunca un papel protagonista, pero contó con el apoyo real, especialmente de Pedro II. Tal vez la razón de este menor protagonismo haya que achacarla al escaso papel militar que tuvo la comunidad, alejada ya desde su origen de la zona fronteriza de reconquista. Si bien el Temple oscense llegó a tener una riqueza considerable, pero estuvo lejos del poder económico de grandes conventos como el de Monzón no obstante, el condicionamiento urbano de Huesca dará a la encomienda unas posibilidades económicas que no son factibles en los conventos rurales, los más abundantes en las tierras de la Corona. En 1148 se hacen las primeras compras y por lo tanto se hace patente la presencia física de miembros de la orden en la ciudad de forma permanente y los primeros pasos para la formación del convento. Desde 1148 a 1171, fecha en la que se cita por primera vez al comendador de la casa de Huesca, parece probable que no hubiera una comunidad conventual, sino que todo quedara reducido a dos o tres freires pertenecientes al convento de Novillas, que según Forey desempeña la capitalidad templaria en las tierras de Aragón. El otro convento organizado tempranamente en Aragón fue el de Monzón, donde el Temple debió aparecer muy pronto, teniendo en cuenta que la villa y el castro fueron dados a la orden por Ramón Berenguer hacia 1137. El rápido desarrollo económico del convento oscense, iniciado en 1148, obligó a la presencia de más de un freire. El primer paso para la organización de la vida conventual tiene lugar en 1160, creando el cargo de Clavario, de tal manera que desde este momento hay un responsable superior en la ciudad, Ramón de Castelnou, y un encargado de los asuntos económicos, que es el clavario. Podría decirse que el paso definitivo tiene lugar en 1171 con la aparición del cargo de comendador en la persona de Ramón de Cervera. Desde ese momento y hasta la supresión de la Orden aparecerá de forma constante el cargo de comendador, si bien en el siglo XIII se le suele definir como preceptor. La comunidad oscense no fue muy numerosa e incluso en los mejores momentos de la encomienda no superó casi nunca los siete u ocho miembros, manteniéndose así a lo largo del siglo XIII. La participación de los freires en el gobierno y vida de la comunidad está ordenado en la Regla que se haga a través del Capítulo, que obligatoriamente ha de reunirse por Navidad, Pascua de Resurrección, Pentecostés y todos los domingos (La villa de Monzón, por su emplazamiento equidistante para catalanes y aragoneses, fue un lugar idóneo para la celebración de varios Capítulos de la Orden, que tuvieron lugar en el marco incomparable de su castillo). El papel del Capítulo era puramente consultivo, lo que nos puede llevar a preguntarnos el por qué del escaso papel dado a este colectivo, pero no debe parecer extraño puesto que entre los freires había un bajo nivel cultural, con una mayoría de iletrados e incluso analfabetos. Podríamos afirmar que la preocupación cultural en las comunidades templarias era inexistente. La comunidad templaria, excepto el comendador y el clavario, se dedicaban a labores domésticas y en los distintos sectores de producción. En el caso del convento oscense eran frecuentes los asalariados para trabajos 1

en el convento. Las actividades militares de esta comunidad no parecen muy habituales y los datos apuntan a que la casa se fundó con fines económicos mas que militares. Se podría pensar que los freires responsables, los grandes personajes de la orden, tuvieran clara su misión militar, pero esto no es aplicable a la totalidad de los templarios, quedando la actividad militar para aquellos que en la vida civil eran ya caballeros. Esta minoría de freires procedentes de grupos dominantes coparían los cargos de gobierno en los conventos. Tal vez la necesidad de satisfacer esta posibilidad llevó a la creación de algunos cargos que suponían una burocratización y una división estamental de la comunidad. Por lo que respecta al convento oscense, en 1176 se tiene el primer dato de la existencia de un subcomendador o subpreceptor. En ausencia del comendador y del subcomendador vemos actuar al lugarteniente. Ocurre lo mismo con los cargos de scriptor o capellán, de los que se tienen noticias esporádicas, tanto en Huesca como en el resto de conventos aragoneses. En Huesca como en todo el estado hay una expansión económica lo que pudo favorecer la creación de estos cargos 7superfluos. El scriptor es poco frecuente en la documentación oscense y parece que fue costumbre recurrir a los escribas y notarios públicos. El cargo de capellán está tambien en la documentación oscense, de tal manera que puede afirmarse que el convento de Huesca recurrió al servicio de sacerdotes seculares. Los miembros de la comunidad. En la organización de la vida conventual había marcadas diferencias entre los freires, basadas fundamentalmente en el origen social de los mismos, que condicionaba su nivel cultural y sus facultades militares. Quedaban encuadrados en dos grupos: caballeros y sargentos. La diferenciación viene dada por la situación social y por el papel desempeñado en la vida conventual. El status social anterior al ingreso en la orden tendría prolongación en la vida religiosa, el convento se convertía en una continuación de la vida civil. Si para los miembros de las clases privilegiadas quedaban reservadas las tareas de responsabilidad y prestigio, para los iletrados y gentes de inferiores estamentos quedaban los trabajos domésticos y la producción. Lo que sí puede asegurarse es que el espíritu militar parece estar ausente en Huesca. Es patente el carácter urbano del convento y su indefensión. Por esta razón no es de extrañar que la casa de Huesca no ofreciera ninguna resistencia en el momento de supresión de la Orden, lo que no ocurre en los castillos de Monzón y Chalamera. El conjunto conventual El nomenclator actual de las calles de Huesca ha conservado la localización del emplazamiento del palacio e iglesia templarios en un barrio −el de San Pedro− que en parte se llamó del Temple en la Edad Media. Desde la aparición de la Orden en la ciudad de Huesca hubo casa y a partir de este núcleo inicial se construirá el convento, ampliado en numerosas ocasiones hasta principios del siglo XIII. También se construyó una iglesia y los restos llegados hasta hoy confirman que debió ser de reducidas dimensiones y se hizo asimismo el cementerio no sólo para el servicio de su comunidad sino para atraer donados y fieles que aportasen bienes a la Orden a cambio de sepultura. El derecho a poseer cementerio es una concesión papal. Pero a pesar de esto, los cementarios templarios levantaron recelos y oposición en el clero secular, que veía perder una parcela de poder y control, así como una buena fuente de ingresos. La última etapa del conjunto conventual se da a partir de 1213, gracias a la donación de un "palacio" junto al edificio y cementerio. Los donados.

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a) La familiaritas Los grados de dependencia de la orden para con sus donados, cofrades y socios no están muy claros, pero puede sacarse una característica común a todos ellos: su condición de benefactores de la milicia en mayor o menor grado. Hay toda una gama de categorías que refleja, no solo la voluntad religiosa del donante, sino su realidad social y las marcadas diferencias económicas que pueden observarse en la sociedad altoaragonesa de los siglos XII−XIII. Aunque la motivación que cada uno de los miembros sintió para entrar en ella pudiera ser diversa, la realidad es que en casi todos ellos se ve como constante un temor a la inseguridad social y económica que empujarían a estas gentes al cobijo de la orden. La seguridad ansiada y la inviolabilidad de que gozaban los bienes del patrimonio templario, así como las exenciones fiscales, van a dar a la orden un número considerable de miembros de la familiaritas de las más diversas condiciones. Para Agustín Ubieto, en su estudio sobre cofrades aragoneses del Temple, fueron motivos de tipo económico y la necesidad de protección lo que provocaba el ingreso en la familiaritas templaria, fundamentalmente en la de los conventos, mientras que en la cofradía general lo hacían los miembros de los altos estamentos que, posiblemente no estaban necesitados de ayuda. Tal vez sea esa la razón por la que en Huesca sean mayoritarios los casos de quienes buscan el auxilio material y una minoría los atraídos por motivos no económicos. Se observa lo mismo que ocurría en cualquier otra institución religiosa en momentos de inseguridad en los que solo la iglesia ofrecía asistencia social. La afirmación de que eran intereses materiales fundamentalmente lo que buscaban los donados y socios de la encomienda oscense viene apoyada por tres aspectos: La propia formulación del documento de ingreso, la realidad socio−económica de los donados y sus pretensiones, y el grado de dependencia que se crea entre la orden y los miembros de la familiaritas. En los documentos de ingreso de los donados la parte más rutinaria es la dedicada al aspecto religioso, reflejo de una realidad preocupada por otros motivos. Las pretensiones de los donados no siempre fueron las mismas, pero como hemos dicho antes la búsqueda de seguridad y protección podría haber sido la tónica dominante, esta protección dependería de la situación social del donado, así como la situación de su patrimonio. Los grados de dependencia que se creaban entre los miembros de la familia templaria y la orden alcanzaban una enorme variedad, llegando incluso a una simple donación que a una vinculación con la milicia. • Extracción social. Partiendo de la idea de que la mayor parte de quienes buscan la familiaritas templaria lo hacían en busca de auxilio material será lógico que sean más abundantes los miembros de la pequeña nobleza y los burgueses de escasa fortuna. Cuando aparece un representante de la nobleza poderosa o de la burguesía adinerada veremos una vinculación completa con la orden, lo que demuestra la división entre una mayoría necesitada del socorro templario y una minoría empujada por el fervor religioso. • Patrimonio aportado por los donados El conjunto de donados dio al temple una gran riqueza concentrada en Huesca, Jaca, Pertusa y Luna. Según los datos aportados por Ángel Conte, la burguesía que se aproxima al Temple es de un poder económico escaso por lo que parece confirmarse la idea de que sólo los más poderosos ingresaban en la Orden por motivos religiosos, en tanto que los demás grupos lo hacían por motivaciones sociales. 3

Limosna. Uno de los deberes impuestos por la regla era el mantenimiento de esta institución cuyo fin era asistir a necesitados, de acuerdo con las necesidades de cada casa. Sin duda en Huesca abundaba la pobreza y serían numerosos los que acudieran al servicio de la limosna templaria. Huesca fue uno de los pocos conventos que contó con este servicio. Según Miret tan solo Huesca y Monzón registran reservas para la institución. El convento de Luna Las primeras noticias documentadas que se tienen de la comunidad templaria de Luna son del año 1150. Hay que pensar tanto Luna como Huesca estaban dirigidas desde Novillas. En 1150 recibe el Temple las primeras donaciones documentadas, hechas por la nobleza local, que a lo largo de toda la vida de la comunidad se mostrará muy favorable con el Temple. La organización del convento se realizó pronto, en 1167 es citado ya el primer comendador, aparece tambien un clavario y un número de freires suficiente para formar capítulo. Teniendo en cuenta que la casa se organiza hacia 1165, su vida independiente, como máximo, se prolongó hasta 1174, fecha en la que ya parece depender de Huesca. En torno a 1220 se produce la desaparición de la comunidad lunense por motivos todavía desconocidos, aunque una problable hipótesis viene referida a una característica de esta comunidad: su carácter militar. Este carácter vendría de su situación geográfica, que tenía un papel estratégico notable en la frontera con Navarra y tambien por otro lado el hecho de que Luna es un punto clave en las vías prepirenaicas. La pérdida del papel militar del castillo de Obano (castillo templario situado cerca de Luna) pudiera ser la causa del abandono del mismo e influir en el cierre de la casa de Luna, trasladando los efectivos a las tierras meridionales de Aragón, donde aún los templarios jugarán un papel notable en la reconquista. Otras casas menores La expansión del patrimonio alcanzado por el Temple en varios lugares del Alto Aragón y la concentración en alguno de ellos de una gran explotación agraria, obligó, para una correcta administración, la creación de casas menores dependientes de la de Huesca. Con probabilidad la misión de los freires de las casas menores era la de controlar la explotación en los lugares donde se crean las casas y parece bastante verosímil que ni siquiera residiesen de forma habitual en ellas, sino en el Convento de Huesca, sobre todo teniendo en cuenta que la mayor parte de estas encomiendas estaban en las inmediaciones de Huesca, por ejemplo la de Loreto. Las casas menores se ubican en lugares de señorío templario, lo que confirma la idea de que la función de estos comendadores menores estaba relacionada con la explotación y administración del patrimonio. Patrimonio Los bienes de los templarios no se alimentaron sólo con las aportaciones de los donados sino que fueron fruto de una actividad económica incansable (a finales del siglo XII se había creado un patrimonio riquísimo). El poder y fijeza del Temple eran tan importantes que a finales del siglo XI se les agregó la reciente orden militar de Santa María de Monteagudo, creada en 1180. 4

En el mismo sentido compran el Monasterio de Montearagón que por entonces era la iglesia más rica de Huesca. Tiene lugar la compra en 1179. Una de las actividades de los templarios fue la bancaria aunque se posean pocos datos para estudiarla. La Orden tendió siempre a concentrar sus bienes en un mismo término o partida. De esta manera, de una donación o compra inicial, se parte para formar una gran parcela comprando o cambiando los campos que rodeaban esa primera finca. Este afán de "concentración parcelaria" iba sin duda, destinado a una más fácil y efectiva explotación de la tierra, evitando la fragmentación impuesta por las donaciones. La mayor parte de los bienes se adquirieron a lo largo del siglo XII, cuando Huesca disfrutaba de un momento de esplendor económico y demográfico. Así se adquirieron huertos, molinos, tiendas y horno. Mientras en la ciudad de Huesca se iba adquiriendo este rico patrimonio el Temple extendía sus bienes por pueblos y villas de la región. En el siglo XII llegan a Sarsa (1198), Liesa (1189), Pertusa (1179), Pueyo de Fañanás (1154), Alcalá (1179), Bellestar, Luna (1205), Jaca (1170), Baibe (1178), Montmesa (1192). En el siglo XIII: Pompién (1215), Esquedas (1238), Huerrios (1214), Almunia de San Juán (1247), Chimillas (1256), Colungo (1235), Arnellas (1239) y Barbuñales (1224). Todas estas tierras y bienes dieron a la encomienda oscense una riqueza considerable. Así cuando en 1317 pasaron los bienes del Temple a la Orden de San Juan de Jerusalén, las rentas acendían a más de 1.000 libras jaquesas. La caída del Temple coincide con la decadencia de Huesca, que a partir de finales del siglo XIII se ve oscurecida por Zaragoza. Muchas de estas tierras no volvieron a cultivarse hasta muy entrada la edad Moderna. Es indiscutible que el espíritu emprendedor de la Milicia no tuvo sucesor, y su excelente labor económica cayó en la apatía y la desgana de la Huesca de final de la Edad Media.

Conclusiones Según las investigaciones de Angel Conte podríamos citar una serie de conclusiones aclaratorias acerca de la encomienda del Temple. • Por el número de freires el convento de Huesca puede considerarse de tipo medio y el de Luna de menor importancia. La supresión de éste hacia 1220 y la adscripción de sus freires al de Huesca hace que la casa oscense sea durante años una de las más nutridas de la historia del temple aragonés. • La cronología del convento oscense es de las más largas del país. • La organización sufre un proceso de burocratización a medida que avanza el patrimonio, llegando a la creación de casas menores para facilitar la explotación y administración. • Se da en los conventos de la encomienda un buen número de donados que contribuyen al desarrollo del patrimonio. • Destaca la nula función militar del convento de Huesca y una intensa actividad económica. Solo en el convento de Luna es posible que se diese la función militar. • Actividad religiosa y de asistencia social ante las necesidades de la población que disponía de bienes con que pagar esa asistencia. • Práctica de la caridad pública por medio de la institución de la limosna en el convento de Huesca. • Un continuado proceso de acumulación de capital, que permite superar facilmente los momentos de unas crisis generales que incluso favorecen dicha acumulación por la venta y donación de quienes están necesitados o buscan la protección templaria.

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Forey: The templars in the Corona de Aragón. Londres, 1973, pág. 90. Forey: op. cit., págs. 280 y ss. Agustín Ubieto: Cofrades aragoneses y navarros de la milicia del Temple. Aspectos socio−económicos. En "Aragón en la Edad Media", III. Zaragoza, 1980, págs. 29−93. Es, sin duda , reflejo de una realidad preocupada por otros motivos que los espirituales. Quando Arnal de Torrolla erat magistro maior de Provenza et de Spania; fraire Nunno comendator de Oscha et de Luna.

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