Ensayos sobre ciencia, teología y fe

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Ensayos sobre ciencia, teología y fe.

Ensayos sobre ciencia, teología y fe. Rogelio Tomás Pontón

Universidad del Centro Educativo Latinoamericano UCEL Rosario - 2012

Pontón , Rogelio Tomás Ensayos sobres ciencia, teología y fe. - 1a ed. - : el autor, 2013. 142 p. ; 23x16 cm. ISBN 978-987-33-3074-2 1. Ciencias. I. Título CDD 501 Fecha de catalogación: 19/12/2012

Este libro expresa los resultados de un proyecto de investigación interuni­versitaria e internacional, radi­cado en UCEL y sometido a una doble eva­luación externa,

La presente publicación expresa ideas que son responsabilidad ex­clu­siva del autor.

ISBN Nº 978-987-33-3074-2

Rosario, 2012. Copyright by Editorial UCEL: Universidad del Centro Educativo Latinoameri­cano. Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723. Queda, por esta ley, prohibida y penada su reproducción.

Esta tirada de 200 libros se terminó de imprimir en Diciembre de 2012 en Talleres Gráficos Fervil S.R.L. · Santa Fe 3316 · Tel.: 0341 4372505 · [email protected] · 2000 Rosario · Santa Fe · Argentina

Impreso en Argentina / Printed in Argentine.

Dedicado a mi padre, Marcelino Pontón, con quién comencé discutiendo sobre estos temas, y a mi nieto Bernardo Di Rienzo, para que le sirva de orientación en el futuro.

Índice

Índice Prólogo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 1.- Qué piensan los científicos de la religión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 2.- Steven Weinberg y la religión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 3.- El debate Weinberg-Polkinghorne: ¿Tiene el universo un diseñador?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41 4.- De cómo en la teoría del multiverso está implícita la existencia del Ser Infinito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65 5.- El gran diseño . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77 6.- Paul Dirac y la religión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85 7.- Los milagros y la mecánica cuántica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91 8.- Ciencia y religión según Richard P. Feynman . . . . . . . . . . . . . . . . . 99

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9.- El debate Dawkins-Collins sobre ciencia y fe . . . . . . . . . . . . . . . . 107 10.- La trascendencia religiosa en los escritos de C. S. Lewis y un comentario sobre un escrito de Jorge Luis Borges . . . . . . . . . . . 123 11.- Charles Darwin, el origen del hombre y la fe cristiana . . . . . . . 139 12.- El cristianismo y los habitantes de otros mundos . . . . . . . . . . . 145 13.- Comentario crítico al libro de Dan Brown, “El Código Da Vinci” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151 14.- Presentación de un artículo de William Phillips, Premio Nobel de física 1997 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159 15.- Los osarios de Talpiot y de Dominus Flevit, ¿pertenecen a la familia de Jesús? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163 16.- Juan Pablo II y la filosofía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171 17.- Recordando al maestro Romano Guardini. . . . . . . . . . . . . . . . . . 181 18.- Los manuscritos del Mar Muerto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185 19.- Algunas reflexiones sobre una polémica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191

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Prólogo Este pequeño libro es una recopilación de artículos publicados en distintas revistas. Algunos se publicaron en la revista académica INVENIO de la Universidad del Centro Educativo Latinoamericano y sirvieron de introducción a varios de sus números. Otros en la Revista de la Bolsa de Comercio de Rosario. También hay algunos que recién ven la luz en este libro. La relación entre la ciencia y la religión ha sido siempre un tema de especial interés para mí. Una discusión con mi padre, siendo todavía un adolescente, sobre una polémica entre el tribuno santafesino Lisandro de la Torre y Monseñor Gustavo Franceschi, me llevó a devorar infinidad de libros sobre temas religiosos: libros bíblicos como también libros filosóficos o científicos que tenían relación con la religión. Me sirvieron de guía en aquellos años dos eminentes sacerdotes: el padre Enrique Nardoni, biblista, y el padre Hector Valla, teólogo salesiano. A través de los años mi posición registró algunos cambios pero no en lo fundamental. Mis juicios fueron siendo cada vez más amplios y he buscado adaptar el mensaje cristiano a los tiempos que vivimos. Personalmente creo que la relación entre ciencia y religión es uno de los temas más profundos que debe abordar el ser humano. En algunos de los artículos leeremos sobre eminentes científicos que no tienen fe religiosa, pero de los que podemos aprender mucho. En especial me refiero al profesor Steven Weinberg, un distinguido Premio Nobel de física, que se considera no creyente, pero que frecuentemente no se puede separar de la discusión que abordamos aquí.

1.- Qué piensan los científicos de la religión Desde la época de la ilustración muchos contraponen ciencia y religión aunque, a decir verdad, tensiones existieron en todas las épocas. Algunos sociólogos prevén que con el paso del tiempo y el mayor desarrollo científico, la ciencia irá desplazando a las distintas religiones y que, finalmente, éstas desaparecerán o solo subsistirán en personas o comunidades de muy bajo nivel educativo. Hace aproximadamente un siglo comenzaron a realizarse algunas encuestas para probar la mencionada hipótesis de la desaparición paulatina de la religión ante el avance de la ciencia. Una de las primeras es la que llevó a cabo el sicólogo James Leuba en 1916, quien llegó a la conclusión de que la fe religiosa en los científicos era porcentualmente bastante menor que en el grueso de la población. Del estudio resultaba, también, que algo más del 40 por ciento de los científicos que contestaron la encuesta creían en un Dios personal. Larson y Witham, en los años 1997 y 1998, publicaron en la revista Nature dos encuestas sobre el mismo tema. En la primera de esas encuestas llegaban a resultados no muy distintos de los mostrados por Leuba en cuanto a que de un numeroso grupo de científicos (alrededor de un millar) casi un 40% se manifestaba como teísta. En la segunda encuesta, dirigida a los miembros de la Academia de Ciencias de EE.UU., los científicos que se manifestaban como teístas llegaban a una cifra bastante menor (7%), aunque es cierto que el número de los que contestaron la encuesta no fue numeroso (50% sobre 517 encuestas). Es justo, también, hacer notar que el entonces Presidente de la Academia, el biólogo Bruce Alberts afirmó que

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“hay muchos sobresalientes miembros de esta Academia que son muy religiosos”, lo que parecía contradecir lo manifestado por la encuesta. Hay que tener en cuenta que en esas encuestas se les pedía a los científicos contestar “si ellos creen en un Dios personal al que pueden rezar”, lo que era una pregunta muy restrictiva. Si se le hubiese hecho esa pregunta a Albert Einstein, que se consideraba religioso pero que no creía en un dios personal, hubiese contestado que no. Con respecto a este punto es interesante el artículo de Nancy Abrams y Joel Primack (éste último un brillante cosmólogo) titulado “Einstein’s View of God” (publicado en el libro editado por Russell Stannard, “God for the 21 st Century”, 2000). En 2010 la socióloga Elaine H. Ecklund, de Rice University, publicó un libro titulado “Science vs. Religion. What Scientist Really Think”, producto de sus encuestas y entrevistas llevadas a cabo entre el 2005 y el 2008. Las encuestas fueron dirigidas a 2.200 científicos en distintas disciplinas de las 21 universidades “top”estadounidenses, recibiendo contestación de 1.646 de ellos. A su vez, 275 de esos científicos fueron entrevistados. El trabajo es muy rico y entra en un análisis que las anteriores encuestas no brindaron. Una conclusión que saca la autora es que los que suponen que los hombres de ciencia son pocos religiosos están equivocados, cerca del 50% sí lo son, aunque esa religiosidad puede tener distintos alcances y matices. Por otro lado, aquellos científicos que se consideran ateos lo son, la mayor parte de las veces, no por una derivación de su ciencia sino por otros motivos. Recordemos que el mismo Charles Darwin, que en sus últimos años se consideraba agnóstico, no veía incompatibilidad entre sus conclusiones científicas y la fe religiosa. Su agnosticismo radicaba, fundamentalmente, en que no podía explicar el sufrimiento de animales y personas, y más familiarmente en la muerte de su pequeña hija Anna en 1851. Según la encuesta de Ecklund, los científicos se manifestaron de esta manera: a) b) c) d) e) f)

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34% manifestó no creer en Dios. 30% manifestó no saberlo. 8% manifestó que creía en un Alto Poder, pero que no era Dios. 5% manifestó que a veces creía en Dios. 14% manifestó que a pesar de algunas dudas, creía en Dios. 9% manifestó que no tenía dudas sobre la existencia de Dios.

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Si aplicamos este porcentaje sobre los 1.646 científicos que contestaron la encuesta, resulta que 379 de ellos creían en Dios. El mencionado 23% que manifestó creer en Dios contrasta con el 80% que manifiesta esa creencia en la población estadounidense (ver pág. 16 del mencionado estudio). Personalmente no creo que una fría encuesta sea el mejor método para dirimir una cuestión tan personal como es la relación entre el científico y sus creencias religiosas, ni que todo se aclare con un determinado porcentaje. Me parece más rico mostrar una lista con un gran número de científicos de nivel, la mayoría vivientes, que se han manifestado como creyentes en Dios a través de un sinnúmero de medios. Recientemente, el brillante Premio Nobel Steven Weinberg manifestó en su artículo “Sin Dios” (marzo de 2009) lo siguiente: “Concedamos que ciencia y religión no son incompatibles, después de todo existen algunos (aunque no muchos) excelentes científicos como Charles Townes y Francis Collins que mantienen sólidas creencias religiosas”. Qué entraña la expresión ‘no muchos’ puede ser objeto de discusión. Nosotros mencionaremos, a continuación, una lista de científicos contemporáneos, de fe religiosa, cristianos, judíos o islámicos, pero no creemos haberlos agotado con esta lista, lo que nos hace pensar que la expresión ‘no muchos’ podría transformarse en ‘no pocos’.

John Polkinghorne. Fue profesor de Física Matemática en la Universidad de Cambridge. Realizó varios modelos de microfísica para el descubrimiento de los quarks. Es un ministro de la Iglesia Anglicana. Miembro de la Real Academia de Inglaterra y ha escrito un sinnúmero de libros (alrededor de 25) sobre el tema religión y ciencia. William Phillips. Premio Nobel de Física 1997. Recibió dicho premio por su trabajo sobre el enfriamiento de moléculas a través del laser. Es metodista. Francis Collins. Dirigió el programa oficial del genoma humano. Es evangélico. Desde el 2009 fue designado por el Presidente Obama para dirigir el Instituto Na17

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cional de la Salud de EE.UU. y es precisamente uno de los dos mencionados por Weinberg. Rod Davies. Ha sido profesor en Manchester y es un importante analista de la radiación de fondo del big bang. Es un predicador metodista. Eric Priest. Eminente especialista sobre física solar. Ha dado innumerables charlas sobre religión. Antony Hewish. Premio Nobel de Física por el descubrimiento de los pulsars. Es anglicano. Charles Townes. Premio Nobel de Física por la invención del maser y del laser. Tiene 97 años y sigue en plena actividad. Ha sido acreedor de los mayores premios internacionales y de 27 doctorados honoris causa. Es el otro de los científicos mencionados por Weinberg. Joseph Taylor. Premio Nobel de Física por el descubrimiento de un pulsar binario y su interpretación desde el punto de vista de la teoría de la relatividad general. Es cuáquero. Simon Conway Morris. Estudioso del big bang biológico del cámbrico. Es anglicano. Don Page. Cosmólogo discípulo de Hawking, evangélico. Partidario de la teoría del multiverso. Es considerado por Leonard Susskind (no religioso) una mente brillante. George Ellis. Cosmólogo sudafricano, compañero de Hawking y coautor con él de un importante libro. Es uno de los principales teóricos sobre la relatividad general. Cuáquero.

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Jocelyn Bell. Colaboradora de Hewish en el descubrimiento de los pulsars. Es dirigente cuáquera en Inglaterra. Chris Isham. Físico del Imperial College. Especialista en gravedad cuántica. Es un creyente cristiano. Owen Gingerich. Astrónomo e historiador de la ciencia. Es uno de los principales expertos del mundo en Copérnico. Es menonita. Arthur Peacocke. Biólogo que trabajó sobre la constitución del DNA. Fue un ministro anglicano. Partidario de la teoría de la evolución darwiniana. Ya fallecido. Nicola Cabibbo. Físico italiano católico recientemente fallecido y que durante muchos años fue Presidente de la Academia Pontificia de las Ciencias. Uno de sus artículos sobre física se considera el de mayor repercusión en esa ciencia según un sistema elaborado por Google. Allan Sandage. Fue considerado el Néstor de los observadores del cielo (astrónomo) desde los años ’50 hasta su reciente fallecimiento. Trabajó sobre la constante de Hubble. Arthur Eddington. Eminente astrofísico que fuera gran amigo de Einstein. Fue cuáquero. Ya fallecido. Pascual Jordan. Coautor de la mecánica cuántica y creador de la teoría cuántica de los campos. Fue un evangélico alemán. Ya fallecido. Carl von Weisaecker. Físico atómico, discípulo de Heisenberg, recientemente fallecido. Descubrió el proceso nuclear en el sol. 19

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William Morgan. Astrónomo del Observatory Yerkes a quien se debe un importante estudio sobre el espectro de la luz de las estrellas. Ya fallecido. Arthur Schawlow. Premio Nobel de Física, coinventor del laser, fue metodista. Ya fallecido. Charles W. Misner. Eminente físico católico dedicado a la teoría de la relatividad. John Barrow. Físico, cosmólogo y filósofo. Pertenece a la iglesia Unitaria y ha escrito un sinnúmero de libros sobre ciencia. Sir Joseph J. Thomson. Premio Nobel de Física, descubrió el electrón. Ya fallecido. Louis de Broglie. Premio Nobel de Física, trabajó sobre la mecánica ondulatoria, ya fallecido. George Lemaître. Fue el primero en desarrollar la teoría de la expansión del universo y el big bang. Fue un sacerdote católico de la Universidad de Lovaina, ya fallecido. Donald Lynden-Bell. Cosmólogo inglés. Cristiano. Walther Thirring. Eminente físico austríaco de fe católica. Juan Maldacena. Eminente físico argentino partidario de la teoría de las supercuerdas. Creyente en un Dios personal. Richard Smalley. Premio Nobel de Química por su trabajo sobre el carbono 60. Ya fallecido. 20

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Sir Martin Evans. Premio Nobel de Medicina. Colin Humphreys. Físico británico anglicano. Especialista en materiales de la Universidad de Cambridge. Ha escrito dos libros sobre la Biblia. Sir John Houghton. Climatólogo británico, experto sobre el calentamiento global. Recibió, conjuntamente con otros especialistas, el Premio Nobel de la Paz. De fe anglicana. Arno Penzias. Premio Nobel de Física de religión judía. Fue, conjuntamente con Wilson, el descubridor de la radiación de fondo del universo. Abdus Salam Premio Nobel de Física. Islámico. Ya fallecido. Recibió el Premio Nobel con Steven Weinberg por su teoría sobre la unión del electromagnetismo y la energía débil. Werner Heisenberg. Premio Nobel de Física, coautor de la mecánica cuántica, ya fallecido. Robert Millikan. Premio Nobel de Física. Presbiteriano, ya fallecido. Arthur Holly Compton. Premio Nobel de Física, ya fallecido. Isidor Issac Rabi. Premio Nobel de Física, de religión judía, ya fallecido. Nevill F. Mott. Premio Nobel de Física, ya fallecido. Brian David Josephson. Premio Nobel de Física. 21

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Carlo Rubbia. Premio Nobel de Física. William Stoeger Cosmólogo del Observatorio Vaticano. Jesuita. George Coyne Ex director del Observatorio Vaticano. Especialista en la formación de estrellas. Jesuita. Werner Arber. Premio Nobel de Medicina por sus trabajos sobre microbiología y actual Presidente de la Academia Pontificia de las Ciencias. Es protestante. Christian Anfinsen. Premio Nobel de Química, ya fallecido. Russell Stannard. Físico experimental británico, uno de los primeros docentes de la Open University y famoso escritor de libros de ciencia para chicos. Anglicano. Martin Nowak. Biólogo matemático de la Universidad de Harvard. Freeman Dyson Eminente físico inglés. Raymond Chiao. Eminente físico de origen chino. Henry Norris Russell. Que fuera el Néstor de los astrónomos norteamericanos en la primera mitad del siglo pasado. Presbiteriano, ya fallecido. Ennio De Giorgi. Eminente matemático católico italiano ya fallecido. Se adelantó a John Nash en un importante descubrimiento matemático.

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Robert J. Aumann. Premio Nobel de Economía, especialista en teoría de los juegos. Es rabino judío. Emiliano Aguirre Enríquez. Paleontólogo español que trabajó en los yacimientos pleistocenos de la Sierra de Altapuerca. Miguel Crusafont Payró. Eminente paleontólogo español ya fallecido, que fuera director del Museo de Sabadell. Gerald Gabrielse. Físico experimental de la Universidad de Harvard. William Newsome. Eminente siquiatra estadounidense. Robert B. Griffiths. Especialista en mecánica cuántica de la Carnegie Mellon University. Stephen Blundell. Profesor de física de los estados sólidos de la Universidad de Oxford. Sir Brian Heap. Profesor de biología y genética, Fellow de la Royal Society. Ian Hutchinson. Profesor de ciencia nuclear e ingeniería en el MIT. Trabaja para aprovechar la fusión nuclear. Denis Alexander. Investigador sobre el cáncer. Fue director de programa de inmunología en el Babraham Institute de Cambridge. Fue Presidente del Faraday Institute. Derek Burke. Presidente Honorario de la British Nutrition Foundation. Importante científico en materia de alimentos. 23

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Paul Shellard. Discípulo de Stephen Hawking, director del programa Cosmos, especialista en teoría de las cuerdas. Arnold O. Benz. Astrofísico suizo, especialista en física del sol. Wilhelm Röpke. Eminente economista que fuera asesor del gobierno alemán durante el llamado milagro económico. Ya fallecido. William F. Albrigth. Famoso arqueólogo y lingüista nacido en Chile que se dedicó a los estudios bíblicos. Manejaba 26 idiomas y publicó alrededor de 1.000 trabajos de investigación. De fe metodista, ya fallecido. Arthur Milne. Eminente cosmólogo anglicano fallecido en 1950. Willem B. Drees. Físico, filósofo y teólogo, editor de la revista Zigon, la revista leader en ‘ciencia y religión’. Ian Barbour. Físico y teólogo, el decano de los científicos-teólogos. Cuando estudiaba el doctorado en física, en los 40s., fue ayudante del físico italiano Enrico Fermi. Charles Coulson. Eminente químico inglés ya fallecido. Kenneth Miller. Evolucionista católico, profesor de la Universidad de Brown. Pierre Grassé. Eminente zoólogo ya fallecido que dirigió la publicación del tratado de zoología en 38 volúmenes. Fue miembro de la Academia Francesa. Evolucionista lamarckiano. 24

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Pierre Teilhard de Chardin. Paleontólogo de la Compañía de Jesús que publicó cerca de 1.000 trabajos sobre geología, paleontología, filosofía y teología. Ya fallecido. Francis Everitt. Físico, investigador que trata de testear la relatividad general de Einstein. Recibió el Premio de la NASA. Gerald B. Cleaver. Físico especialista en teoría de las cuerdas, profesor en Baylor University. John R. Lucas. Lógico y filósofo inglés. Fellow y Tutor del Merton College de Oxford. Ha trabajado sobre el teorema de Gödel. S. J. (Sam) Berry. Profesor Emérito de Genética en College University of London y que fuera Presidente de la Linnean Society. Kurt Gödel. Uno de los lógicos más brillantes de la historia. En sus últimos años desarrolló una versión matemática de la prueba ontológica de la existencia de Dios. Ya fallecido. Joan Centrella. Jefa del laboratorio de astrofísica gravitacional de la NASA. Robert White. Profesor de geofísica de la Universidad de Cambridge. Joel R. Primack. Profesor de física en la Universidad de California, Santa Cruz. Eminente cosmólogo. De él es la frase, ante la fotografía del satélite COBE, “the handwriting of God”. De religión judía. George Smoot. Premio Nobel de física 2006, ante la fotografía de la radiación de fondo del COBE, dijo “was like the face of God”. 25

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Jennifer Wiseman. Astrofísica de la NASA, trabaja sobre exoplanetas, de fe evangélica. Max Planck. Uno de los creadores de la física cuántica. Premio Nobel, ya fallecido. Max Born. Eminente físico que desarrolló con Heisenberg y Jordan la mecánica cuántica (mecánica de las matrices). Premio Nobel de Física. Ya fallecido. De fe judía. John Eccles. Premio Nobel de Medicina por sus investigaciones sobre el cerebro humano. Ya fallecido. Andrerw Briggs. Profesor de física y nanotecnología de la Universidad de Oxford. Wilson Poon. Profesor de física de la materia condensada de la Universidad de Edimburgo. Andy Gosler. Ornitologista de la Universidad de Oxford. Donald MacKay. Científico de la comunicación que fuera de la Universidad de Keele. Stephen Barr. Profesor de física de las partículas en la Universidad de Delaware. Director del Barton Research Institute de esa Universidad. Es católico y autor de un importante libro sobre el tema que nos ocupa. Sir Ghillean Prance. Eminente botánico inglés. Russell Cowburn. Especialista en nanotecnología de la Universidad de Cambridge. 26

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Cyril Domb. Fue profesor de física en el King College de Londres y Premio Max Born 1981. Es un judío practicante. Katherine Blundell. Profesora de astrofísica de la Universidad de Oxford. Vera Cooper Rubin. Eminente astrónoma, practicante judía. Joseph Murray. Premio Nobel de Medicina en 1990. Es católico. Ahmed H. Zewail. Premio Nobel de Química en 1999. Es musulmán. Louis Leprince-Ringuet. Eminente físico de partículas, ya fallecido, de fe católica. Aaron J. Ciechanover. Premio Nobel de Química, de religión judía. David J. Bartholomew. Eminente estadístico inglés, autor de más de 20 libros, predicador metodista. Tom McLeish. Especialista en biología y física molecular (reología) de la Universidad de Durham. Bernard Silverman. Eminente matemático y estadístico, miembro de la Academia Real de Inglaterra. Es Jefe de Consultores del Home Office. Es clérigo de la Iglesia de Inglaterra. Alasdair Coler. Es un neurologista académico dedicado al estudio de la inmunología de las terapias de las esclerosis múltiples. Es ministro de la Iglesia Anglicana. 27

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Peter J. Bussey. Físico experimental de partículas de la Universidad de Glasgow. Graham Swinerd. Estudioso de la ingeniería del espacio de la Escuela de Ingeniería de Southampton. Michael Hoskin. Eminente matemático e historiador de la astronomía. Mike Hulme. Eminente climatólogo. Oswald T. Avery. Eminente biólogo y químico que determinó que en el DNA se encontraba la información genética. Murió en 1955 y era de religión bautista. Robert Mann. Profesor de física del Waterloo College. Chen Yang ching. De origen chino, recibió el Premio Nóbel de física. Es cristiano. Peter Clarke. Biólogo dedicado a la neurociencia de la Universidad de Lausanne. Ha sido profersor en la escuela dominical. Andrew Steane. Profesor de física de la Universidad de Oxford. Lionel Tarassenko. Ingeniero especialista en robótica para medicina. Profesor en Oxford. Alister McGrath. Es un teólogo que en sus primeros años se dedicó a la química biológica, obteniendo un doctorado en ciencias naturales. Ha escrito un sinnúmero de libros de teología y ciencia.

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Keith Fox. Profesor de bioquímica en la Universidad de Southampton. Es chairman de Christians in Science. Ernest T. S. Walton. Premio Nóbel de física 1951, de origen irlandés, ya fallecido. Era cristiano. Allan Chapman. Profesor de historia de la ciencia, especialmente astronomía, en Oxford. Ha sido presidente y fundador de la Sociedad Británica de Historia de la Astronomía. Donald Knuth. Profesor emérito de la Universidad de Stanford, eminente especialista en computación. Luterano. John H. Brooke. Eminente profesor de historia de la ciencia de la Durham University. Ha sido presidente de la Sociedad Británica de la Historia de la Ciencia. Katharine Hayhoe. Climatóloga del Texas Tech University. Cristiana. Rodney Holder. Astrofísico, director de investigación del Faraday Institute de Ciencia y Religión. Jerome Lejeune. Eminente genetista francés ya fallecido que descubrió, entre otras cosas, la causa genética del síndrome de Down. De fe católica, se ha iniciado el proceso de su beatificación. Henrietta Swan Leavit. Fue la observadora que comenzó a estudiar las cefeidas, estrellas variables que permiten calcular las distancias en el universo. De fe congregacionalista, murió en 1921.

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Geofrey Chew. Eminente físico estadounidense de fe católica. Peter Harrison. Director del Centre for the History of European Discourse de la Universidad de Queensland (Australia). Se dedica al estudio histórico de ciencia y religión. Helge Kragh. Eminente historiador de la cosmología. Ha sido Presidente de la Sociedad Europea de Historia de la Ciencia y escrito un sinnúmero de libros sobre la materia. Ha escrito, entre otros, una biografía de Paul Dirac y últimamente “Higher speculations: Grand theories and failed revolutions in physics and cosmology” (2011). Giuseppe Del Re. Eminente químico y epistemólogo recientemente fallecido. Fue profesor de la universidad de Napoles.

Entre los 131 mencionados hay 31 premios Nobel en sus respectivas disciplinas. A los mencionados podríamos agregar otros científicos que sobresalieron en el campo de la física, de la química, de la biología, de la historia y de la economía. Los mencionados son científicos contemporáneos, vivieron en el siglo XX o viven actualmente. Ellos siguen la tradición de otros muchos eminentes científicos de siglos anteriores, entre los cuales no podemos dejar de mencionar a James Clerk Maxwell, un físico a la altura de Einstein.

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Rogelio Tomás Pontón

Bibliografía Ecklund, Elaine Howard, Science vs. Religion. What Scientists Really Think, Oxford University Press, 2010. Hutchinson, Ian, James Clerk Maxwell and the Christian Proposition, que se puede bajar de internet. Larson, E. y Witham, L., Leading scientists still reject God, Nature, 1998. Se puede bajar de internet. Pontón, Rogelio, Debates recientes sobre religión y ciencia, en el libro editado por W. Darós, con la colaboración de Bugossi, Castagnino y otros, “Conflictos epistemológicos entre el conocimiento científico y el religioso”, UCEL 2010. En ese trabajo se analizan los debates entre Weinberg - Polkinghorne y Dawkins - Collins. Se incorpora en este libro. Pontón, Rogelio, El gran diseño, publicado en la revista Invenio, donde se analiza el libro de Hawking y Mlodinow con ese título. Se incorpora en este libro. Pontón, Rogelio, en tres números de la revista Invenio, de la Universidad del Centro Educativo Latinoamericano, hemos publicado artículos que también se refieren al tema que nos ocupa: Dirac y la religión, Steven Weinberg y la religión, y Ciencia y Religión según Richard P. Feynman y que se agregan en este libro Stannard, Russell, God for the 21 st Century, Templeton Foundation, 2000. En este libro se publican las respuestas de 50 científicos (físicos, biólogos, teólogos y sicólogos) en alrededor de 3 páginas sobre la relación entre su especialidad y Dios. Un libro similar con el testimonio de 18 científicos ha sido publicado por S.J. (Sam) Berry como editor.

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2.- Steven Weinberg y la religión Weinberg es uno de los principales físicos contemporáneos. Nacido en 1933, se entusiasmó por la física desde muy joven. Mientras conducía su ‘Camaro rojo’ hacia el Instituto de Tecnología de Massachussets (Cambridge, EE.UU.), allá por 1967, se le ocurrió una idea que fue determinante en la ciencia: “se dio cuenta de que quizá fuese posible utilizar una idea en apariencia paradójica sobre el orden fundamental de la naturaleza, llamada ruptura de simetría, para encontrar la unidad subyacente en dos de las cuatro fuerzas o interacciones fundamentales de la naturaleza” (James Glanz, “Steven Weinberg, físico del todo”, Internet: http://fis. linuxchile.cl/docs/elpais/weinberg.html). Las diversas fuerzas de la naturaleza son las siguientes: el electromagnetismo, la fuerza débil, la nuclear fuerte y la gravedad. “La primera, el electromagnetismo, rige las fuerzas cotidianas de campos eléctricos y magnéticos, y la segunda, denominada fuerza débil, es responsable de la desintegración radioactiva de los elementos como el radio o el uranio. Las fuerzas electromagnéticas son miles de veces más potentes que la interacción débil, y son transmitidas por una partícula sin masa denominada fotón. La interacción débil la transmiten partículas muy pesadas denominadas W y Z” (Glanz, ibídem). Conduciendo su auto, “Weinberg vio que las mismas ecuaciones podrían describir las dos interacciones, si un tipo de energía denominada campo escalar impregnaba todo el espacio. En efecto, el campo empujaría

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suavemente las interacciones en diferentes direcciones, de modo que la simetría subyacente de las ecuaciones se rompería o se escondería. Los físicos están todavía buscando indicios directos de dicho campo –debería producir algo denominado partículo de Higgs- pero han aceptado la idea de Weinberg, ahora denominada teoría electrodébil” (Glanz, art. cit.). El artículo donde desarrolla su intuición, “A Model of Leptons”, fue publicado en ‘Physical Review Letters’ el 20 de noviembre de 1967 y es el artículo más citado de la ciencia contemporánea, 5.576 veces (se puede bajar de Internet y tiene sólo 3 páginas. De difícil lectura para aquellos que como nosotros somos meros aficionados a la historia de la física). El gran físico de Princeton, Freeman Dyson, manifiesta que resultó “inmediatamente obvio que (el artículo) era genial. Era como si de repente se hiciera la luz”. Por este trabajo, Weinberg coparticipó con el pakistaní Abdus Salam y el estadounidense Sheldon Glashow el Premio Nobel de Física de 1979. Sobre la teoría electrodébil se pueden consultar con provecho el siguiente artículo bajado de Internet: ‘Unificación electrodébil: Salam, Weinberg, Van Deer Meer y Rubbia’, http://omega.ilce.edu.mx:3000/sites/ciencia/volumen2/ciencia3/068/htm/sec 15.htm. En la página web de Weinberg: http://www.ph.utexas.edu/~weintech/weinberg.html, se puede leer una pequeña biografía del físico y un listado de sus 250 o más artículos publicados en revistas científicas de primer nivel, incluido sus libros. Sus principales obras son los siguientes: The Quantum Theory of Fields (tres volúmenes); Gravitation and Cosmology; The First Three Minutes; The Discovery of Subatomic Particles; Dreams of a Final Theory, Cosmology y Facing up. Los dos primeros títulos y el sexto son excesivamente técnicos y según creemos no están traducidos al español (nosotros poseemos el tercer volumen de “The Quantum Theory of Fields”, que versa sobre ‘supersymmetry’ y el libro “Cosmology”, y son para nosotros un laberinto de simbología matemática de dificilísima lectura). El tercer libro, “Los tres primeros minutos del universo”, alcanzó una gran popularidad y ha sido traducido a 22 idiomas. El libro sobre “El descubrimiento de las partículas subatómicas”, es de fácil lectura y ha sido traducido al español. Los dos siguientes, “Sueños de una teoría final” y “Plantar cara. La ciencia y sus adversarios culturales”, también han sido traducidos al español, son de fácil lectura y son recopilaciones de artículos diversos, algunos de los cuales sobre el tema religioso. Sobre este tema es fundamental el debate con John Polkinghorne publicado

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en los ‘Annals of the New York Academy of Sciences” con el título “A Universe with No Designer” (este trabajo está traducido en el libro ‘Plantar cara’), y hacemos un comentario más adelante. Además de ser un gran físico Weinberg es una persona de impresionante cultura, pero sumamente crítico de la religión. Parecería un ser sumamente rígido pero se considera a sí mismo un romántico que adora la gran ópera y que manifiesta que “no soy capaz de escuchar La Boheme sin derretirme”. Disfruta charlando con políticos, artistas, escritores y rancheros, “y tiene amigos fuera de la órbita universitaria, en el corazón del Bible Belt o cinturón bíblico. ‘Aquí hay muy buen humor’, afirma, y añade que cuando expone sus puntos de vista acerca de la religión, la reacción común es: ‘Ya empieza el viejo Steve. No hay quien lo pare’” (Glanz, op. cit.). Su sentido crítico a la religión se hizo público en su pequeño libro “Los tres primeros minutos del universo” (Alianza Editorial, Madrid 1997, original de 1977), casi sobre el final, cuando manifiesta que ‘cuanto más comprensible parece el universo, tanto más sin sentido parece también” (pág. 132). Vamos a analizar esta frase ya que, a nuestro juicio, parece mostrar una fisura o contradicción en el pensamiento del gran físico. Weinberg está en la búsqueda para encontrar una teoría del todo, o teoría final, una explicación completa de las partículas y fuerzas de la naturaleza. Desde este punto de vista el universo parece cada vez más comprensible. Esto llevaría a concluir que el universo tiene un sentido, aunque sólo sea el sentido de poder explicarse a través de una teoría del todo. Pero Weinberg lo que quiere afirmar es otra cosa. Quiere mostrar que las leyes que gobiernan el universo son indiferentes a la vida humana, son impersonales. Naturalmente, se encuentra en un gran problema cuando tiene que explicar como un ser surgido del mero azar de leyes impersonales podría llegar a comprender esa teoría del todo o teoría final. Como ya lo intuyera C. S. Lewis en su libro “Milagros”, cap III (capítulo que diera lugar a su debate con la filósofa Anscombe), es difícil entender como el cerebro humano, producto del azar, puede llegar a una comprensión tan exacta del universo como la pretendida por una teoría del todo. Hay en el pensamiento de Weinberg una fisura entre el ‘universo comprensible’ y el ‘ser humano’, y esto llama la atención ya que su concepción de la mecánica cuántica, tal como lo expresa en el debate con Polkinghorne,

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es la de una gran unidad entre las leyes del universo (fundamentalmente las de la mecánica cuántica) y la observación del hombre. Para Weinberg, ‘el observador es parte de la realidad’. Si es así, ¿por qué entonces esa separación a la que alude en el texto más arriba citado? En su obra sobre “Sueños de una teoría final” Weinberg dedica un capítulo a analizar el problema religioso con el título ‘¿Y que pasa con Dios?’, capítulo donde desarrolla su concepción de que toda la historia de la ciencia marcha hacia una gélida impersonalidad de las leyes de la naturaleza. Sin embargo, en los últimos renglones manifiesta que “no quiero pensar ni por un minuto que la ciencia proporcionará alguna vez el consuelo que la religión ha ofrecido frente a la muerte”. Luego transcribe un texto de Beda el Venerable, de alrededor del año 700, donde uno de los principales hombres del rey Edwin de Northumbria, ante la consulta de éste para decidir la religión a adoptar, manifiesta, después de narrar la historia de un pájaro que entra al calor de la sala y luego se va, que “el hombre aparece en la tierra para un breve período; pero de lo que fue antes de esta vida, o de lo que sigue, no sabemos nada”. Weinberg concluye el capítulo diciendo: “la tentación de creer con Beda y Edwin que debe haber algo fuera de la sala del banquete es casi irresistible. El honor de resistir esta tentación es sólo un magro sustituto para el consuelo de la religión, pero no está totalmente desprovisto de satisfacción”. Es loable la concepción de Weinberg, pero ¿por qué ignorar el potencial que arrastra para el ser humano, aun desde el punto de vista científico, esa ‘tentación casi irresistible’ de creer que hay algo fuera de la sala? Su más clara intervención en materia religiosa es su debate con Polkinghorne, que comentaremos más adelante. La posición de ambos contrincantes, a pesar de sus grandes diferencias (uno manifiestamente ateo y el otro un clérigo de la Iglesia Anglicana), tiene puntos de convergencia muy importantes. Weinberg no es un mero crítico de lo religioso sino alguien a quien el tema le preocupa enormemente, más aún, alguien que está ‘a la búsqueda’. Ante una visión amplia como la que manifiesta Polkinghorne, el ateismo irónico de Weinberg pierde parte de su dureza. Dejando de lado algunas de sus críticas a la historia de la religión y a su rebelión por el sufrimiento humano, críticas que no cabe más que compartir en muchos casos, termina admitiendo que es uno de los pocos científicos a quien le interesa el debate, a pesar de haber sostenido que no es un de-

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bate ‘constructivo’. Afirmó, en algún momento, que si existiera un orden moral objetivo, ‘eso sería maravilloso’. Él no lo cree, pero la postura abierta de su contrincante lo lleva a decir que “somos probablemente la gente incorrecta para debatir el uno con el otro.... representamos lo que sería en el mundo de hoy una minoría”. Como un complemento, digamos que el físico pakistaní, Salam, que recibiera el Premio Nobel con Weinberg y fallecido hace algunos años era un devoto islámico. Recordemos que uno de los puntos fundamentales del debate entre Weinberg y Polkinghorne giró alrededor del llamado principio antrópico. De este principio se han dado varias versiones: la fuerte, la débil y otras, pero lo que en definitiva significa es que “el universo desde sus comienzos parece estar preparado para nuestra venida”, según afirma el físico Freeman Dyson. Una serie de relaciones numéricas, que Martín Rees reduce a seis, parecen mostrar que es difícil, de no aceptar la teoría del multiverso, el no concluir que existe un Diseñador. De todas maneras, Weinberg manifiesta que a él no le ‘impresiona’ una de esas relaciones como es la de la formación del carbono como unión de los tres núcleos de helio. La posición de Weinberg, en pocas palabras, es la siguiente: ‘no me impresionan las coincidencias numéricas, pero si ellas se confirmasen tendríamos la teoría del multiverso que las explicaría, o quizás una teoría del todo’, pero en este caso no haríamos más que trasladar el problema: una teoría del todo arrastraría también coincidencias antrópicas. Como un complemento del punto anterior se pueden mencionar trabajos que apoyan una interpretación antrópica de la formación del carbono, como el de Csótó, Oberhummer y Schlattl, ”Stellar Production Rates of Carbon and its Abundance in the Universe” (Science, 289, 88 –2000-). También se puede consultar el reporte que hizo el astrofísico Bernard Carr de un seminario celebrado en Cambridge (Inglaterra) desde el 30 de agosto al 1 de setiembre de 2001, en su artículo “Life, the cosmos and everything” (physicsweb, octubre 2001). Aclaremos que varios de estos autores son partidarios de la teoría del multiverso. En castellano se han publicado los libros del astrónomo Martin Rees, “Sólo seis números” y “Nuestro hábitat cósmico”, en los que se analiza profundamente este tema. Este autor concluye que sólo existen tres posibilidades en cuanto a las coincidencias antrópicas: a) el teísmo, b) el multiverso o c) la casualidad. Excluye a esta última posibilidad, pero se inclina por la

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teoría del multiverso, que en el fondo también es ‘casualidad’. Es decir, de la gran cantidad de universos que se postulan como existentes –infinitos o cuasiinfinitos- en algunos o en uno –el nuestro- se han dado los números antrópicos que permiten la existencia de la vida inteligente. De todas maneras, hay que aclarar que esa creencia en universos cuya existencia no pueden ‘falsearse’, en el sentido de Karl Popper, puede objetarse siguiendo el viejo principio medieval de la navaja de Occam (‘no hay que crear entes innecesarios’). Con respecto a la teoría del multiverso asume una posición crítica el físico de Chicago Michael S. Turner, revisando la obra de Rees, “Our Cosmic Habitat”, en su artículo “A View of Inflation-Eternally Going on Somewhere in the Multiverse” (Physics Today, diciembre 2002). También es crítico el físico y teólogo John Polkinghorne en varios de sus libros. Con respecto a la teoría de los ‘many worlds’ de Hugh Everett, que sirvió de base a muchos cosmólogos para la concepción del multiverso, puede consultarse la obra del físico Stephen Barr, “Modern Physics and Ancient Faith”, University Notre Dame Press, Indiana, 2003, en el capítulo 25 sobre ‘Reinterpreting Quantum Theory: The Many-Worlds Idea”. Es importante aclarar que la teoría del multiverso no necesariamente está en oposición a una concepción religiosa. Distintos científicos, como el ex Director del Observatorio Vaticano, el Padre George Coyne, y también Paul Shellard, discípulo del cosmólogo Hawking y director del proyecto ‘Cosmos’ de Cambridge y de fuertes convicciones cristianas, aceptan la teoría del multiverso. En marzo de 2003 hubo un simposio sobre “Universe or Multiverse?” en la Stanford University donde participaron varios expertos en el tema. En uno de los trabajos titulado “Universe or Multiverse? A Theistic Perspective”, el filósofo Robin Collins sostuvo que la teoría del multiverso podría terminar apoyando una concepción teísta. Cuando finalizábamos este corto artículo pudimos acceder vía Internet a los dos trabajos conjuntos de los astrofísicos George Ellis (distinguido profesor de la University of Cape Town y premio Templeton 2004), Ubi Kirchner (de la misma universidad) y William Stoeger S.J. (sacerdote jesuita, cosmólogo del Observatorio Vaticano y profesor de la Universidad de Arizona), titulados “Multiverses and physical cosmology” y “Multiverses and Cosmology: Philosophical Issues”. En una entrevista, el Padre Stoeger afirma que “There are significant theoretical indications that our universe may in fact be but one of de billions of other universes”. 38

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En un posterior trabajo de George Ellis en “Investigación y Ciencia” se manifestó contrario a la teoría del multiverso. La teoría del multiverso podría tener reminiscencias de la vieja prueba ontológica de la existencia de Dios de Anselmo de Canterbury (siglo XI), prueba que de lo ‘posible’ deduce su existencia. El físico Paul Davies en “Multiverse or Design? Reflections on a Third Way”, que desarrolló en la mencionada reunión en la Stanford University, dice que la teoría del multiverso tiene influencia de la teología. Dice en el mismo: “it is trivially true that in an infinite universe anything that can happen will happen”. El punto D de ese artículo se titula “The multiverse is really an old-fashioned god in disguise”. Con respecto a la pregunta que se hizo a Polkinghorne, en el debate con Weinberg, de sí “puede imaginarse un argumento extremo de que Dios no existe”, argumento que apunta –en un sentido popperiano- a convertir a la teología en una ciencia cuyas hipótesis puedan ‘falsearse’, nos parece interesante su respuesta en el sentido de que no hay que ser obsesivo con respecto a buscar siempre la certeza. El distinguido filósofo cristiano Richard Swinburne, que fue profesor en el Oriel College de la Oxford University, ha escrito varios libros tratando de probar la creencia en Dios en base a la famosa fórmula de la ‘probabilidad’ de Bayes (ver sus libros “The Existence of God” y “The Resurrection of God Incarnate”, ambos publicados por Clarendon Press de Oxford). Este es un ámbito que puede dar para más. Es probable que una concepción de la ciencia ‘sin incertidumbres’ como la que sostuvo Weinberg en el debate con John Polkinghorne, le haya impedido el agregar algunas palabras sobre la contestación de Polkinghorne a una de las preguntas del público, la referida a la escasez de certezas aun en la ciencia matemática, como lo demostró Kurt Gödel en su famoso teorema de 1931. Cuando contestando a la última pregunta, Weinberg diga que la teoría del multiverso, hoy hipotética, se verá confirmada si se deduce desde una ‘teoría del todo’, dejó un flanco libre a una objeción ya que no aludió para nada a que también ‘la matemática tiene su aporía’, su incertidumbre. Aunque es un tema sumamente debatido, una teoría del todo podría estar en oposición al famoso teorema de Gödel de la incompletitud (ver la discusión que a este respecto tuvieron el Premio Nobel Murray Gell-Mann y el físico benedictino Stanley Jaki, según narra 39

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este último en el libro “Spiritual Evolution”). Por otra parte, como dice Polkinghorne, una Gran Teoría Unificada también necesitaría ser constreñida para que se obtengan los llamados resultados antrópicos. Concluimos este comentario, por ahora, haciendo notar que la franqueza de Weinberg cuando escribe sobre religión, aunque ácida, nos obliga a reflexionar sobre muchas manifestaciones que han desvirtuado el verdadero sentido de la religación con el Ser Supremo. También las religiones deben ‘purificarse’.

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3.- El debate Weinberg-Polkinghorne: ¿tiene el universo un diseñador? En abril de 1999 tuvo lugar en Washington, D.C., un interesante encuentro entre científicos y teólogos, bajo los auspicios de la American Association for the Advancement of Science. De la reunión participaron prestigiosos autores y todas sus exposiciones han sido publicadas en los Annals of the New York Academy Sciences, con el título “Cosmic Questions”. Es muy provechosa la lectura de todos los escritos pero creemos que el centro del encuentro fue el ‘magnífico debate’ entre el distinguido físico, Steven Weinberg, Premio Nobel 1979, y el distinguido físico y clérigo John Polkinghorne, que fuera profesor de Física-Matemática en la Universidad de Cambridge y que es Fellow of The Royal Society. La exposición de ambos pensadores tuvo el siguiente desarrollo: primero habló el profesor Weinberg sobre “A Universe with No Designer”. Luego expuso el Reverendo Polkinghorne sobre “Understanding the Universe”. A continuación se le dio algún tiempo a Weinberg, ya que había sido el primero en hablar, para hacer algún comentario sobre lo manifestado por su contrincante, y a posteriori se le hicieron cinco preguntas a los oradores. Dirigió el debate el conocido astrónomo e historiador de las ciencias, Owen Gingerich. El debate fue respetuoso, de amigos (a posteriori del encuentro se publicó la obra de Weinberg, “Facing Up”, donde se alude a la vieja amistad existente entre los dos físicos).

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La exposición de Weinberg Weinberg comenzó su exposición diciendo que para hablar de si el universo tenía sentido o visos de algún objetivo debía definirse primeramente que se entendía por ‘designer’ (diseñador). Expresó su desacuerdo con aquellos autores que hablan de ‘dios’ o ‘la mente de dios’ para explicar aquellas relaciones de sentido. Luego insistió que para él, el universo estaba dirigido por fuerzas ‘impersonales’. Hizo un parangón entre la impersonalidad de las leyes que dirigen el clima y las que dirigen la mente humana. Dijo así: ‘The human mind remains extraordinarily difficult to understand, but so is the weather’…Luego manifestó que ‘I see nothing about the human mind any more than about the weather that stand out as beyond the hope of understanding as a consequence of impersonal laws acting over billions of years’. A continuación sostuvo que no hay excepciones al orden natural, ningún milagro, a pesar de que las grandes religiones monoteístas están fundadas en milagros: la zarza ardiente, la tumba vacía, un ángel dictando a Mahoma el Corán, etc. Siguió diciendo que si nosotros fuéramos a ver la mano de un ‘designer’, la tendríamos que encontrar en los principios fundamentales que gobiernan la naturaleza, pero esas leyes son impersonales y no juegan ningún rol especial para la vida. No hay principios vitales, como pretendían Bergson y Obi-Wan Kanobi. Posteriormente hizo una incursión en la mecánica cuántica. Dijo que en los primeros tiempos del desarrollo de la misma (se refiere a la Escuela de Copenhague), los físicos sobrevaluaban la intervención del hombre, dando una interpretación subjetiva del problema. Pero a partir del trabajo de Hugh Everett (en la década del ’50), ha habido una equiparación entre el observador y lo observado y se ha desarrollado una formulación objetiva de la mecánica cuántica, aunque todavía no completamente satisfactoria. Expresó que a pesar que los físicos puedan desarrollar una teoría final (Teoría del Todo) nunca van a estar totalmente satisfechos con la misma. Siempre se preguntarán ¿por qué esto o esto otro? La mecánica cuántica es una teoría que Weinberg estima que sobrevivirá, pero no es lógicamente inevitable que así sea. Podríamos imaginar un universo gobernado por la mecánica de Newton. Hay irreducibles misterios que la ciencia no va a eliminar nunca. Pero las teorías religiosas sobre el designio tienen el mismo problema. Aun aceptando un Dios 42

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amante o inteligente, siempre existirá el interrogante de ¿por qué esta suerte de Dios y no otro? Para Weinberg, siempre estará la física en una mejor posición que la religión para dar respuestas satisfactorias dado que a pesar de no tener respuestas definitivas sobre por qué las leyes de la naturaleza son de una manera y no de otra, al menos puede explicar por qué no son demasiado diferentes. Por ejemplo, pequeñas modificaciones en la mecánica cuántica llevarían a teorías con probabilidades negativas u otros absurdos lógicos. Cuando uno combina la mecánica cuántica con la relatividad, su fragilidad se incrementa. Las teorías religiosas, por el contrario, son infinitamente flexibles, con ninguna restricción a inventar deidades muy diferentes. A renglón seguido entró a analizar la posibilidad de la mano de un diseñador y partió de la opinión de algunos físicos de que existen algunas constantes en la naturaleza que han sido misteriosamente ‘fine-tuned’ (hechas a medida) para explicar la vida y que sólo pueden ser explicadas por la intervención de un diseñador. Weinberg dice que no está impresionado con estas relaciones o constantes. Por ejemplo, una de las más citadas de estas relaciones es la que se refiere a la formación del núcleo del carbono que, partiendo del berilio (dos núcleos de helio), debe encontrarse excitado, en estado de ‘resonancia’, para que se le una otro núcleo de helio. Para ello remite a una nota donde dice que el estado excitado del núcleo de carbono es de 7,65 millones de electrón voltios (MeV), arriba de la energía del núcleo de carbono en su estado normal, el estado de más baja energía. Siguiendo algunos cálculos desarrollados por varios astrofísicos concluye que la relación no es tan precisa como habitualmente se dice. En nota se cita un trabajo de Mario Livio y colaboradores que muestra que “sería necesario aumentar la energía del estado de excitación en considerablemente más de 0,06 millones de electrón voltios con el fin de reducir en forma significativa el volumen de carbono y de elementos más pesados producidos en las estrellas. Dado que 0,06 MeV es menos que el 1% de 7,65 MeV, esto podría parecer hecho a medida en este trabajo. Pero, como dijo Livio, si consideramos a este estado de excitación del núcleo como un estado inestable de un núcleo de berilio y un núcleo de helio, entonces deberíamos comparar 0,06 MeV con la energía de un estado de excitación en relación con la energía total de un núcleo de berilio y un núcleo de helio, que es solamente 0,281 MeV, en lugar de compararlo con la energía 43

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del estado normal. Dado que el 0,06 MeV es el 21% de 0,281 MeV, no es un ejemplo muy demostrativo de una puesta a punto”. Luego menciona otras constantes que son esgrimidas para sostener que el universo es ‘fine-tuned’. “Es el nivel de densidad de energía del espacio vacío, también conocido como constante cosmológica. Podría tener cualquier valor, pero desde los primeros principios uno debería pensar que esta constante debe ser muy grande, demasiado grande para permitir que la materia se aglomere en el universo inicial, que es el primer paso en la formación de las galaxias y estrellas y planetas y personas. Es muy temprano para decir si éste es un problema real, o si existe algún principio fundamental que explique por qué la constante cosmológica debe ser así de pequeña. Pero aun si no existiera dicho principio, los recientes acontecimientos en la cosmología ofrecen la posibilidad de una explicación de por qué los valores medidos de la constante cosmológica y otras constantes físicas son favorables para la aparición de la vida inteligente. Sydney Coleman ha mostrado cómo los efectos de la mecánica cuántica pueden llevar a la obtención de una imagen de la función de onda del universo donde la función de onda es la suma de varios términos diferentes, cada uno correspondiendo a un ‘estallido’, bang, grande (o pequeño) en el que lo que llamamos las constantes de la naturaleza toman todos los valores posibles. También, como ustedes habrán oído aquí de Alan Guth, en las teorías acerca de la ‘inflación caótica’, de Andre Linde y otros, se supone que nuestro Big Bang sería solo un episodio de un universo mucho más grande en el que el big bang estalla todo el tiempo, cada uno con diferentes valores de las constantes fundamentales”. Weinberg sostiene que estas teorías, por cierto especulativas, pueden explicar aquellas coincidencias y el surgimiento de universos fértiles a la vida y aun a la vida inteligente. La mayor parte de los otros universos, por el contrario, serían estériles. A Weinberg no le impresionan esas coincidencias y, más aún, si vemos lo que pasa en nuestro mundo, especialmente el mal físico, enfermedades, genocidios y otras destrucciones (menciona varias situaciones de su vida familiar), no es esperable que todo esto sea obra de un diseñador benévolo. “Sería una evidencia de la presencia de un diseñador benévolo si la vida fuera mejor de lo que podría esperar en otras tierras, incluyendo tierras antrópicas. Una cierta capacidad para la dicha se desarrollaría a través de una selección natural, como un incentivo para los anima44

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les que necesitan comer y reproducirse para poder transmitir sus genes. Podría no ser posible que la evolución produzca animales que sean lo suficientemente afortunados como para tener el tiempo y la habilidad para hacer ciencia y pensar en forma abstracta, pero nuestro ejemplo de qué se produce con la evolución es muy tendencioso, por el hecho de que es solamente en estos casos afortunados que hay alguien que está pensando sobre el diseño cósmico”. “Para mí no es necesario argumentar que el mal en el mundo prueba que el universo no está diseñado, pero solamente que no hay signos de benevolencia que puedan haber demostrado la mano de diseñador. Pero, de hecho, la percepción de que Dios no puede ser benevolente es muy antigua. Obras teatrales de Esquilo y Eurípides hacen una declaración bastante explícita de que los dioses son egoístas y crueles, aunque ellos esperan que los humanos se comporten mejor. Dios en el Viejo Testamento nos exige que seamos capaces de sacrificar la vida de nuestros hijos ante las órdenes de Él, y el Dios del Cristianismo tradicional y el Islam nos condena a la eternidad si no lo veneramos de la manera correcta. ¿Es ésta una buena manera de comportarse? Ya sé, ya sé, se supone que no tenemos que juzgar a Dios de acuerdo con los estándares de los seres humanos, pero verán cual es el problema aquí: si aún no estamos convencidos de la existencia de Él y estamos buscando signos de su benevolencia, ¿entonces qué otros estándares podemos usar?”.

La exposición de Polkinghorne El Rev. Polkinghorne comenzó preguntándose, ¿es el universo diseñado? Si así lo fuera no deberíamos esperar encontrarnos con la inscripción ‘The Heavenly Construction Company’ (Compañía de Construcción Celestial) como, si no estuviese diseñado, no esperaríamos encontrar estampado ‘Blind Chance Rules’ (Leyes del Azar Ciego). La ciencia por sí misma no nos puede dar la respuesta a esta cuestión que es metafísica, es decir que va más allá de la ciencia. Las cuestiones metafísicas deben recibir respuestas metafísicas, dadas por metafísicas razones. La física o la ciencia en general restringe a la metafísica pero no la determina, de la misma manera que los cimientos de una casa limitan lo que puede construirse sobre ellos pero no determinan la forma que tendrá el edificio. Uno podría

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pensar en otro aspecto metafísico, como es la naturaleza de la ‘causalidad’. Tomemos la mecánica quántica no relativista. ¿Es ella una teoría indeterminista o no? Niels Bohr dice que sí y David Böhm dice que no. Sus interpretaciones son completamente contrastantes, pero las teorías radicalmente diferentes llevan a las mismas consecuencias físicas. No hay test empírico alguno que pueda probar que una u otra tiene razón, a pesar de que la mayoría de los físicos (Polkinghorne entre ellos) sigue el camino de Bohr, pero lo hacen por razones metacientíficas. Luego Polkinghorne muestra lo importante que es desprenderse de un ‘cientificismo’ estrecho y tender a una visión de conjunto (scope). “¿Cuán ampliamente abarcador debe ser el entendimiento que nos proporcionará la teoría? ¿Qué rango de experiencia debe uno tomar en cuenta? Debería estar discutiendo hoy una metafísica concebida generosamente que toma la experiencia personal tan seriamente como la impersonal, y debería estar rechazando lo que yo veo como un estrecho ‘cientificismo’”. Según él, aunque nos encontramos impresionados positivamente por los logros de la ciencia, hay que recordar que ésta se limita a considerar solamente ciertos tipos de experiencia. “Galileo tuvo la brillante idea, seguida tan estrictamente por sucesivas generaciones de físicos, de confinar la atención a las cantidades primarias de materia y movimiento, y dejar a un lado lo que él llamaba características secundarias de la percepción humana, tales como el color”. El rechazo de lo que los filósofos llaman qualia fue una técnica exitosa, pero no debería entenderse esto como un acto de juicio ontológico. “Los físicos nos pueden decir que la música son vibraciones en el aire y la neurofisiología puede describir los patrones de la excitación de la neurona que resultan de esas ondas radiofónicas que impactan en el tímpano, pero suponer que este discurso es adecuado al fenómeno de la música sería totalmente engañoso. El misterio y la realidad de la música se deslizan a través del amplio engranaje de la red científica”. Sigue diciendo que la metafísica “no puede tolerar un cientificismo tan empobrecido, dado que su gran objetivo es verdaderamente ser una Teoría del Todo, obtenida no por un truncamiento procusteano de la experiencia hasta que haya sido reducida a una escala tan limitada que puede ser condensada en una fórmula que puede escribirse en una remera, sino tomando en forma absolutamente seria la riqueza, en sus diversas capas, de la realidad en la que vivimos. No otorgaré una prioridad auto46

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mática de lo objetivo sobre lo subjetivo, de lo impersonal sobre lo personal, de lo repetible sobre lo único”. A partir de la experiencia de los científicos surgen preguntas que van más allá de lo meramente científico. Tenemos así dos mega preguntas: ¿Por qué es posible la ciencia? ¿Por qué es tan especial el universo? Dice Polkinghorne que aquellos que tienen el privilegio de ser científicos, están tan “excitados por el desafío de comprender el funcionamiento del mundo físico que rara vez nos detenemos a preguntarnos por qué somos tan afortunados. Los poderes humanos del entendimiento racional exceden ampliamente todo lo que puede ser simplemente una necesidad de la evolución para la supervivencia, o interpretada plausiblemente como algún tipo de derivación colateral de dicha necesidad. ¿Cómo es posible que ese tipo de argumento tenga relación con nuestra asombrosa habilidad para comprender el extraño y ‘contraintuitivo’ mundo cuántico de la física subatómica, o comprender la estructura cósmica del espacio curvo? El punto se refuerza considerando lo que el físico ganador del premio Nobel, Eugen Wigner, llamó ‘la efectividad irrazonable de la matemática’”. “La matemática es un pensamiento humano abstracto. Cuando ésta, la más austera de todas las asignaturas, demuestra ser la llave para abrir los secretos del universo físico, algo muy inesperado ocurre. La irrazonable eficacia de la matemática es un fenómeno que los matemáticos, en su modesta forma de hablar, llamarían ‘no trivial’. No trivial es una frase matemática que significa ‘altamente significativo’. Esto aumenta la mega pregunta de por qué éste es el caso”. Según Polkinghorne sería “intolerablemente perezoso encogerse de hombros y decir: ‘Esto es como es –y un poco de buena suerte para ustedes que son buenos en matemáticas’”. “Volviendo a la mega cuestión de por qué es la ciencia posible de una manera tan profunda. He descrito un mundo físico cuya transparencia racional hace que la física teórica sea posible y cuya belleza racional conduce y recompensa a aquellos quienes investigan su estructura. En una palabra, es un universo saturado de ‘los signos de la mente’. Creo que esto es una explicación atractiva, coherente e intelectualmente satisfactoria sobre el hecho de que hay además una Mente divina detrás del orden racional científicamente discernido del universo...Yo considero este ‘entendimiento’ como la base para creer que el universo está diseñado. No estoy haciendo apología por hablar en términos teísticos, dado 47

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que si el universo está diseñado, ¿quién otro podría ser su diseñador que el Creador-Dios?”.

La segunda gran pregunta que se hace Polkinghorne es: ¿por qué es tan especial el universo? Tiene relación con el llamado Principio Antrópico. Diversas consideraciones lo llevan “a la conclusión de que las leyes de la naturaleza así como nosotros las observamos en nuestro universo son precisamente aquellas que permiten el desarrollo de la vida basada en el carbono, en el sentido que aún pequeños cambios en el poder de la fuerza intrínseca habrían roto los eslabones de la larga, delicada y hermosa cadena de consecuencias que une el inicio del universo con la existencia de la vida hoy en la Tierra”. Coincidiendo con el análisis de John Leslie, en su libro Universos, Polkinghorne sostiene que sería irracional dejar a un lado el Principio Antrópico como un feliz accidente, y que existen dos categorías de explicación posible a este principio: o muchos universos con una vasta variedad de leyes naturales diferentes habiendo resultado la vida por casualidad en algunos de ellos, el nuestro por ejemplo; o bien “un único universo que es como es no porque sea ‘ningún mundo viejo’, sino una creación que ha sido entregada por su Creador solamente con las circunstancias que permitirían tener una historia fructífera”. Para Polkinghorne ambas explicaciones son metafísicas. “Eso es lo suficientemente claro en el caso de la creación, pero es también verdad dentro de las muchas propuestas de universos, que es lo suficientemente amplia en su alcance en verdad como para servir como una explicación. Por supuesto, una estructura expandida por la inflación, que contiene varios dominios diferentes consecuencia de la espontánea simetría rota, podría dar lugar a vastas regiones en que las constantes de fuerza efectiva difieren y en una de las que podrían tomar valores antrópicos deseables, pero aún así eso requeriría que la Gran Teoría Unificada fuera constreñida con el fin de permitir que esto ocurriera. Quedará algo específico y necesario de explicar. Yo considero que la cosmología cuántica y los universos pequeños son muy precarios y especulativos en carácter en el presente como para depender de ellos. En cualquier caso, la teoría subyacente tendrá que tomar la forma apropiada. Uno podría comentar que la teoría cuántica de los campos, la relatividad general y la materia apropiada ‘no vienen gratis’, como quien dice. Es importante reconocer

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que la productividad antrópica requiere de los tipos de leyes correctas así como de los valores correctos para los parámetros que aparecen en esas leyes”. Para Polkinghorne, la explicación del Principio Antrópico dada por la teoría del multiverso es parcial, mientras que el teísmo se puede apoyar en otras explicaciones como la inteligibilidad del universo o la experiencia religiosa (haciendo referencia a este último aspecto dice: que “la historia de las religiones es un cuento intrincado. Weinberg está en lo cierto al llevar nuestra atención al triste hecho de que la religión puede hacer que la gente buena haga cosas malas pero también deberíamos reconocer que la conversión religiosa con frecuencia ha llevado a la gente mala a poder hacer buenas cosas)”. A posteriori, Polkinghorne menciona lo que considera el hecho más sorprendente (y significante) que ha ocurrido desde el Big Bang, y que es el surgimiento de la propia conciencia aquí en la Tierra (y quizás en otros lados). En nosotros el universo se ha vuelto consciente de sí mismo. “Ustedes recordarán que Blas Pascal dijo que los seres humanos son como cañas, por lo tanto insustanciales en la gran escala del cosmos, pero somos cañas pensantes y, por lo tanto, superiores a todas las estrellas, dado que las conocemos a ellas y nos conocemos a nosotros mismos, y ellas no saben nada...Mientras tanto, reconozcamos que nuestra conciencia humana nos permite observar la realidad desde muchas ventanas diferentes. No estamos confinados a la perspectiva científica impersonal de las cantidades primarias de Galileo, también tenemos acceso a aquellas cualidades personales que Galileo dejó a un lado. Yo tomo con la mayor seriedad nuestros encuentros humanos con la belleza y con el imperativo moral. Les veo como si nos mostraran las ventanas hacia la realidad dentro de la cual vivimos y no, como pienso que hace Steven Weinberg, como si fueran actitudes humanas construidas internamente a través de las cuales desafiamos un universo sin sentido y hostil”.

“Yo ya he llevado la atención a la falta de adecuación de la ciencia en la relación con la música. Su estrategia reduccionista nunca puede hacer justicia a una obra de arte, dado que una pintura de Leonardo es mucho más que una colección de manchas de pintura con una composición química conocida. Sería un error desastroso tirar por la borda el enten49

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dimiento de la estética, dado que debe encontrar su propio lugar en una verdadera Teoría del Todo. Creo que lo mismo también es cierto para nuestras intuiciones éticas. Sé algo sobre lo que los antropólogos nos dicen sobre las artimañas culturales de las perspectivas que las diferentes sociedades imponen sobre su discernimiento de las cuestiones morales. Por supuesto debemos prestar atención a estos temas pero, cuando ya todo está dicho y hecho, personalmente no puedo creer que mi convicción de que torturar a los niños está mal sea sólo una convención de mi sociedad. Es un hecho con respecto a la realidad, la forma en que son las cosas. Tenemos acceso al conocimiento moral, que es el conocimiento de un tipo totalmente diferente del conocimiento científico, dado que los conocimientos éticos son más que estrategias de supervivencia genética ocultas. Si esto no fuera así, ¿cuáles serían las bases sobre las que Richard Dawkins podría, en la última página de El gen egoísta, incitarnos a que nos rebelemos contra su influencia?” A renglón seguido, Polkinghorne se introdujo en el problema del mal y el sufrimiento, uno de los más difíciles de responder por parte de los teístas (y, agregamos nosotros, por parte de todos). “¿La historia de la evolución no es un cuento de batallas y competencias, con la muerte como el costo necesario de la vida, de callejones sin salida, de extinción que ha lidiado con la muerte de hasta el 99,9% de las especies que han vivido desde siempre?”. En una apretada síntesis va a mostrar como esta vez ha sido la ciencia la que ha ayudado sobre este aspecto a la teología. Como mostró el gran teólogo de la época de Darwin, Charles Kingsley, “Dios hizo algo más inteligente que producir una creación lista, dado que Dios creó un mundo ‘que pudiera hacerse a sí mismo’. Si existe un Dios que es el Dios del amor, entonces la creación nunca podría ser solamente un teatro divino de marionetas”. A partir de lo manifestado en el párrafo anterior, “los mismos procesos biológicos que permiten que algunas células muten y produzcan nuevas formas de vida –en otras palabras, el mismo motor que ha conducido los estupendos 4.000 millones de años de la historia de la vida en la Tierra- estos mismos procesos inevitablemente permitirán que otras células muten y se vuelvan malignas. En un mundo sin magia no sería diferente, y el mundo no es mágico debido a que su Creador no es un Mago caprichoso. No pretendo ni por un momento que esta comprensión remueva todas las complejidades planteados por los sufrimientos de la creación. 50

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Sin embargo proporciona cierta ayuda, en la que sugiere que la existencia del cáncer no es gratuita, como si se debiera a la insensibilidad o incompetencia del Creador. Todos tendemos a pensar que si hubiéramos estado a cargo de la creación hubiéramos hecho un mejor trabajo. Hubiéramos conservados las cosas lindas (flores y atardeceres) y nos hubiéramos deshecho de lo desagradable (enfermedades y desastres). Cuanto más nos ayuda la ciencia a comprender el proceso del universo, más, me parece a mí, más se asemeja a un ‘paquete ideal’. La luz y la oscuridad son dos caras de la misma moneda”. Finalmente, Polkinghorne terminó analizando la llamada muerte del universo y el tema de su aparente futilidad cósmica. Manifestó que el problema planteado por la muerte cósmica en una escala de tiempo de decenas de miles de millones de años no es diferente al problema planteado por el más acertado conocimiento de nuestras propias muertes en una escala de tiempo de decenas de años. “En cada caso, lo que parece estar en duda es la autenticidad de la preocupación del Creador por las criaturas. ¿Las criaturas le preocupan a Dios sólo transitoriamente? Aquellos de nosotros que creen en la inalterable devoción a Dios deben responder que las criaturas le preocupan a Dios para siempre. Lo que nos hace recordar la muerte cósmica y humana es que un optimismo evolucionista, basado en el cumplimiento total en términos del desarrollo del proceso presente, es una ilusión. La muerte es el final real, pero no es el último final, dado que solamente Dios es último. Hablando como cristiano que soy en esta época de Pascuas, afirmo mi creencia en que hay un destino más allá de la muerte. Dicho destino nunca podría surgir naturalmente, pero sólo puede ser el resultado de un gran acto de redención divina”.

Breve réplica de Weinberg Terminada la presentación formal de ambos oradores, se le concedió la palabra a Weinberg. Lo primero que éste manifestó es que no estaba de acuerdo con la clasificación que había hecho Polkinghorne en cuanto a que los dos enfoques metafísicos de la mecánica cuántica son la teoría probabilística de Bohr y la teoría determinista de Böhm. En su concepción, las ecuaciones de la teoría de la mecánica cuántica (por ejemplo la ecuación de Schrödinger) son deterministas. La oposición debe ser hecha

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entre la concepción moderna determinista, que ve al observador como parte de la realidad, y el punto de vista de Bohr, que ve al observador como algo separado. Polkinghorne contestó que esa era otra manera de presentar la cosa, pero que también es un argumento metafísico, a lo que acordó Weinberg. Después Weinberg trató de mostrar que algunas de las coincidencias antrópicas (fine tuned) no le impresionaban, y volvió a desarrollar más explícitamente la formación del carbono. Tampoco estuvo de acuerdo de que algunas de las explicaciones a las constantes, concretamente la teoría del multiverso, fueran metafísicas, más bien eran cuestiones abiertas para la ciencia. Con respecto a la concepción de Polkinghorne, expresada en su exposición pero también en escritos anteriores, ‘de lo afortunados que eramos de que las matemáticas y la mecánica cuántica coincidieran en la interpretación del mundo’, Weinberg trató de explicarlo por la teoría de la evolución y la adaptación de los seres vivos a ese contexto. En cuanto a la belleza de las matemáticas, más bien la atribuyó a la interpretación subjetiva que le daban los matemáticos. Posteriormente, Weinberg se preguntó si no había algo más allá de la ciencia, y contestó afirmativamente. La belleza estética y la moral son campos que no pueden interpretarse científicamente. De todas maneras, su postura estoica, aunque admirable, dejó un flanco débil que fue aprovechado por su contrincante. Pokinghorne mostró que la diferencia fundamental entre Weinberg y él era que el primero interpretaba que el hombre creaba un ámbito de sentido en un mundo ‘sin sentido’, mientras la posición de Polkinghorne era que el hombre, con su actuación, descubría el sentido de un universo ‘con sentido’. Lo mismo ocurría en materia moral. La interpretación de Weinberg con respecto a la fundamentación de la moral no fue clara. Pareció admitir que no existía una moral objetiva pero, en el desarrollo del debate pareció que la presuponía. Polkinghorne, por el contrario, contestó: ‘No creo que Steve y yo inventemos un tipo de moralidad y Hitler y Stalin hayan inventado otro tipo de moralidad. En que se basa Steve para decir, ‘¿Bien por nosotros?’ y negarlos. Tiene que haber algo que trascienda la construcción humana, de otro modo este sentido de valor no funcionaría de la forma que lo hace”.

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Después de la caracterización que hizo Polkinghorne de la diferencia entre el enfoque de él y el de su contrincante, Weinberg manifestó: “bueno, no estoy en desacuerdo con eso y no estoy en desacuerdo con su caracterización” pero si ese mundo con sentido no es cierto, “entonces seguramente es mejor que no nos engañemos a nosotros mismos pensando que es así”. A lo que contesto Polkinghorne diciendo que “la cuestión central de la religión es la cuestión de la verdad. La religión puede hacer todo tipo de cosas por usted, consolarlo en la vida y en la proximidad de la muerte, pero en realidad no puede hacer ninguna de esas cosas a menos que sea verdaderamente cierta”. Es nuestra interpretación que la convicción demostrada por Polkinghorne impresionó, en esta parte de la discusión, a Weinberg, que manifestó casi a renglón seguido que pensaba que “John y yo representamos lo que sería en el mundo de hoy una minoría, somos probablemente la gente incorrecta para debatir el uno con el otro”.

Preguntas del público a los oradores Luego, ambos pensadores contestaron algunas preguntas del público que fueron transmitidas por el astrónomo Gingerich. La primera se refería a la mayor o menor religiosidad de los científicos. Weinberg manifestó que “en mi experiencia, con solo hablar con colegas físicos en el almuerzo, descubro que la mayoría de ellos no solamente no tiene fe religiosa, sino que tampoco están interesados en el tema. Yo soy un poco inusual al estar interesado en el tema”. Sobre la mencionada pregunta, Polkinghorne contestó lo siguiente: “Mi impresión es algo diferente. Ciertamente coincido en que la mayoría de los científicos no son creyentes religiosos en algún sentido tradicional. La mayoría, desde mi punto de visto, y estoy pensando en mis amigos, son gente que no pueden ni abrazar la religión ni dejarla de lado. Son levemente melancólicos con relación a la religión. Les gustaría pensar que hay un sentido y un propósito más profundo de las cosas. Pero son cautelosos con la religión dado que piensan que la religión implica aceptar las cosas en forma autoritaria”. A posteriori se le preguntó a Weinberg lo siguiente: ‘¿Qué sentido tiene

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continuar viviendo en un universo que no tiene un propósito final?’, a lo que contestó, haciendo referencia a la teoría de Darwin, “creo que Darwin –y la ciencia en general- eliminaron la idea de que (el mundo) tenía un plan sobrenatural que imponía un orden moral, pero no decían que debemos portarnos inmoralmente. Nos dejaron aquí para que hagamos o no elecciones morales y somos libres de hacerlo”. En este momento Polkinghorne acotó que hay un filósofo alemán no creyente, Max Horkheimer, que dijo “que hay un profundo anhelo en el corazón humano de que el asesino no debería triunfar sobre su víctima inocente. Y algunos de nosotros abrigamos la esperanza de que el asesino no triunfará finalmente. Pero de aquellos que no puedan abrigar esa esperanza y quienes viven una vida de nobleza austera frente a un mundo hostil, creo que su postura es muy admirable”. Siguió luego una pregunta para Polkinghorne, pregunta que consideramos la más profunda de las que se hicieron: ‘¿Puede imaginarse un argumento extremo de que Dios no existe? Si no podemos refutar esta forma de explicación, entonces su creencia es sólo una cuestión de fe. Pero, ¿cómo podemos estar seguros o convencidos de que no es un mero pensamiento de deseo?’. El teólogo contestó así: “Esa es una pregunta muy interesante. Creo que la certeza, en el sentido de la prueba lógica, es muy rara. No hay mucho de ella a nuestro alrededor. Kurt Gödel nos dijo que incluso la matemática tiene su aporia; así como dicen los teólogos, sus incertidumbres. Creo que también es el caso de que hay tipos de relaciones complementarias entre las cosas que son verdaderamente interesantes, y cosas que pueden probarse. Por lo tanto, creo que no deberíamos volvernos obsesivos sobre la certeza”. Siguieron algunas otras preguntas sobre la relación ciencia y religión, a las que Weinberg contestó que la ciencia era una cuestión abierta y en ella había menos flexibilidad que en la religión. Con respecto al misterio religioso contestó que “nunca sabremos si algo de esto es cierto. A menos que la espada flameante descienda, y a menos que los milagros comiencen a ocurrir nuevamente en una forma reproducible como no lo han hecho. Nunca habrá ninguna forma de estar seguros sobre la religión”. Polkinghorne contestó: “puedo decir que, Dios me perdone, si la espada flameante desciende y decapita a Steve ante nuestro propios ojos eso

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sería un gran problema teológico. Dado que esto sería un acto caprichoso de un Dios mágico y vengativo y eso no es el Dios en el que yo creo. Usted ve el problema con los milagros...”. Weinberg interrumpió: “Sin embargo, es el Dios de su religión tradicional”. Polkinghorne: “Yo no diría que la tradición religiosa es inmaculada, pero ciertamente no es el único hilo dentro de esta creencia. El problema con los milagros es el problema de la consistencia divina. Dios no es caprichoso, pero Dios no está condenado igualmente a la uniformidad lúgubre”. Hubo una última pregunta para Weinberg sobre en ‘que base más allá de la fe puede usted justificar que la idea de los universos múltiples es más válida’, a lo que contestó que esa teoría era una posibilidad y “que cuando me convenza de su verdad, será porque las ecuaciones de la física que unifican las diversas fuerzas –las ecuaciones de la mecánica cuántica, la relatividad, todo eso- tengan eso como una consecuencia”. A este respecto, comparó la aceptación de los universos múltiples con otros pasos de la historia de la investigación científica, por ejemplo, el descubrimiento de los quarks, que no se ven ni se podrán ver pero que desde el punto de vista teórico encajan perfectamente con el trabajo de la ciencia. Al cierre, el astrónomo Gingerich recordó: “Damas y caballeros, déjenme recordarles que éste es el mismo recinto en el que en abril de 1920 se llevó a cabo el muy famoso debate Shapley-Curtis sobre la escala del universo, un debate que ha estado presente en la enseñanza de la astronomía desde entonces. Ustedes tienen el privilegio de haber estado hoy presentes en este debate, que también podría tomar proporciones míticas”.

Nuestro comentario sobre el debate No es mucho lo que podemos agregar a este magnífico debate que se caracteriza por el alto nivel científico de los protagonistas. La posición de ambos contrincantes es diferente pero no excluyente. Los planteos de Weinberg, aunque duros en algunos momentos, no son los de un mero crítico de lo religioso sino de alguien a quien el tema le preocupa enormemente. Ante una visión amplia, como la que manifiesta Polkinghorne, el ateismo irónico de Weinberg pierde parte de su dureza. Dejando de lado algunas de sus críticas a la historia de la religión, que en muchos 55

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casos son correctas, y a su rebelión por el sufrimiento humano, termina admitiendo que es uno de los pocos científicos a quien le interesa el debate, a pesar de haber sostenido que no es un debate ‘constructivo’. Afirma, en algún momento, que si existiera un orden moral objetivo, ‘eso sería maravilloso’. Él no lo cree, pero la postura abierta de su contrincante lo lleva a decir que “somos probablemente la gente incorrecta para debatir el uno con el otro...representamos lo que sería en el mundo de hoy una minoría”. En la réplica inicial que hizo Weinberg de la exposición de su contrincante, nos parece que interpretó parcialmente lo que este último había manifestado, dado que Polkinghorne no dijo en ningún momento que las dos únicas teorías de la mecánica cuántica en pugna eran la de Bohr y la de Böhm, como parece desprenderse de la afirmación de Weinberg: “I don’t agree that the two metaphysical approaches to quantum mechanics are the probabilistic theory of Bohr and the deterministic theory of Böhm”. Polkinghorne dio un ejemplo de un problema –la indeterminación- que no puede resolverse desde la mera ciencia. Por otra parte, debemos entender que la expresión ‘metafísica’ que él usa no tiene relación con el sentido que le da la filosofía clásica, alude más bien a lo que ‘está más allá de la ciencia’. Sobre este tema se puede ver el posterior libro de Polkinghorne, “Quantum Theory. A Very Short Introduction”, citado en la bibliografía, pág. 88-92. Como éste es un aspecto técnico de difícil comprensión para el lector, permítasenos recurrir al pequeño libro de Polkinghorne,”Ciencia y Teología. Una introducción”, citado en la bibliografía, donde en las páginas 49-52 aborda de forma sintética y clara las distintas posturas con respecto al problema de la medida. Allí distingue entre: La interpretación de la Escuela de Copenhague donde la acción de medir “supone una intervención del mundo cotidiano (clásico) en el mundo cuántico, lo que provoca que el aparato de medida clásico registre alguna propiedad del sistema cuántico bajo observación...El problema reside en que ésta es una imagen dualista del mundo físico (entidades cuánticas + aparatos) que, sencillamente, no es sostenible. El aparato de medida está formado por constituyentes cuánticos. No existen dos clase de materia física, sino una sola. Como mínimo, es necesaria una teoría que explique por qué los sistemas complejos de gran tamaño (aparatos), a pesar de

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estar compuestos por constituyentes de carácter indeterminista, tienen la virtud de desempeñar este papel determinativo”. Hay algunas pistas pero “hasta la fecha no se ha desarrollado en detalle una versión moderna y adecuadamente formulada de la interpretación de Copenhague”. Todo experimento cuántico ha sido puesto en relación a la mente humana consciente. “Tal vez sea la conciencia, esa misteriosa interfaz entre la materia y la mente, la que desempeña un papel determinante” (en el colapso de la ecuación de onda de Schrödinger). El Premio Nobel Wigner fue un partidario de la misma. Pero es difícil poner límites a esta acción de la conciencia. ¿También es válida para los animales? La interpretación de los universos múltiples de Hugh Everett. El colapso de la ecuación de onda le viene impuesto a la teoría desde afuera y algunos físicos no están dispuestos a aceptar esto. En su opinión, todo lo que puede suceder sucede de hecho. “Cuando pensamos que sólo una de las posibilidades abiertas ha tomado cuerpo, estamos siendo engañados por nuestra perspectiva humana. Según su visión, en cada medición cuántica el mundo se escinde en una serie de mundos paralelos, en cada uno de los cuales se realiza realmente uno de los resultados posibles”. Según Polkinghorne, esta propuesta implica una enorme ‘prodigalidad’; Última propuesta, muy minoritaria, es la de David Bohm y afirma que en realidad no hay problema alguno. “Las aparentes incertidumbres de la teoría cuántica se deben, sencillamente, al hecho de que no todos los factores causales que intervienen nos son accesibles” (variables ocultas). Marcus Chown, en un glosario de su libro “El universo vecino” (ver bibliografía), dice lo siguiente con respecto a los temas anteriores: La Interpretación de Copenhague: “Durante muchos años, fue la explicación estándar de por qué el mundo microscópico, o cuántico, parece tan distinto del mundo cotidiano. Según la versión de Copenhague, un objeto cuántico como un átomo puede estar en varios lugares a la vez y es el acto de observarlo el que lo fuerza a aparecer en un lugar u otro. Puesto que lo que constituye una observación es algo que no está bien definido, la interpretación de Copenhague está abierta a la interpretación” (pág. 205). Muchos Mundos: “La idea de que la teoría cuántica lo describe todo y no únicamente el mundo microscópico de los átomos y sus constituyentes. 57

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Puesto que la teoría cuántica permite que un átomo esté en dos lugares a la vez, esto implica que cosas mayores, como una mesa, pueden estar también en dos lugares a la vez. Sin embargo, según la teoría de los muchos mundos, la mente de la persona que observa la mesa se divide en dos: una que percibe la mesa en un lugar y otra que la percibe en un lugar distinto. Sigue existiendo el peliagudo problema de explicar por qué, si los átomos pueden estar en dos lugares a la vez, la mente de alguien no puede estar en dos estados a la vez, percibiendo simultáneamente la mesa en dos lugares a la vez. Esto se explica por el fenómeno de decoherencia”. (pág. 209). Decoherencia: “El mecanismo que destruye la extraña naturaleza cuántica de un cuerpo, de modo que, por ejemplo, parece localizarse en diferentes sitios al mismo tiempo. La decoherencia se produce cuando el mundo exterior ‘sabe’ acerca del cuerpo. El conocimiento puede ser eliminado por un solo fotón de luz o una molécula de aire que golpee el cuerpo. Puesto que cuerpos grandes, como mesas, se ven constantemente golpeados por fotones y moléculas de aires y, puesto que no pueden permanecer mucho tiempo aislados de su entorno, pierden la capacidad de estar en muchos lugares a la vez en un tiempo fabulosamente corto; demasiado corto para que podamos apreciarlo” (pág. 200). Con respecto al comentario que hace Weinberg de que no le ‘impresiona’ el principio antrópico de la formación del carbono como unión de los tres núcleos de helio, hubiéramos deseado que Polkinghorne se hubiera detenido en su contestación, cosa que no hizo. A posteriori del encuentro se publicaron una serie de trabajos con respecto a este tema pero no se puede afirmar que haya un acuerdo sobre las distintas posturas. La posición de Weinberg sobre el ajuste fino, en pocas palabras, es la siguiente: ‘no me impresionan las coincidencias numéricas, pero si ellas se confirmasen tendríamos la teoría del multiverso que las explicaría, o quizás una teoría del todo’. De todas maneras, es interesante la lectura del artículo de Geoff Brumfiel citado en la bibliografía sobre la distinta posición que tienen distinguidos físicos sobre la teoría del multiverso. Nuestra impresión es que en el caso de una teoría del todo, no haríamos más que trasladar el problema: dicha teoría arrastraría también coincidencias antrópicas. Por otra parte, no estamos convencidos de la consistencia lógica del argumento que expresa Weinberg ‘de que si falla 58

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una explicación recurrimos a otra’. En uno de sus escritos posteriores, “Living in the Multiverse”, se manifiesta partidario de las coincidencias antrópicas a tal punto que revierte su argumento, tratando de mostrar que esas coincidencias terminan yendo en contra de cualquier manifestación religiosa. Si esto es así: ¿para qué entonces atacó la teoría de las coincidencias antrópicas? ¿No hubiese sido mejor expresar su inmediato apoyo a la teoría del multiverso? El cosmólogo Max Tegmark afirma: “Solo hay dos explicaciones posibles. O bien el universo fue designado específicamente para nosotros por un Creador, o bien existe una gran cantidad de universos, cada uno de ellos con valores distintos de las constantes fundamentales, por lo que no es sorprendente que nos encontremos en uno en el que las constantes tengan el valor exacto que permita galaxias, estrellas y vida” (citado por Marcus Chown en “El universo vecino”, pág.135. Una opinión similar es la del cosmólogo Martín Rees, en varias de sus obras). Con respecto a la teoría de los universos múltiples de Hugh Everett, que cita Weinberg en su ponencia y que sirvió de base a algunos cosmólogos para concebir la teoría del multiverso, ya hemos visto que Polkinghorne la considera más bien una especulación fantástica (“Quantum Theory”, 2002, páginas 52 y 53). A este respecto puede consultarse la obra del físico Stephen Barr, “Modern Physics and Ancient Faith”, University Notre Dame Press, Indiana, 2003, en el capítulo 25 sobre ‘Reinterpreting Quantum Theory: The Many-Worlds Idea”. El Dr. Gustavo E. Romero nos hace notar, creemos que con razón, en una comunicación privada, que la teoría del multiverso no se basa en la interpretación de Everett de los universos múltiples, aunque algunos la han relacionado. De todas maneras, no debería verse incompatibilidad entre la teoría del multiverso y la existencia de Dios. El distinguido cosmólogo Don Page, discípulo de Hawking, lo manifiesta claramente en el escrito citado en la bibliografía. Allí él se define como ‘cristiano evangélico’ con ‘simpatía hacia la versión de la teoría cuántica de los ‘universos múltiples’ de Everett’” (pág. 2). También pueden verse recientes artículos que se pueden bajar de internet: “Scientific and Philosophical Challenges to Theism” y “Does God Love the Multiverse?” Se ha publicado recientemente la importante obra editada por Bernard Carr titulada “Universe or Multiverse?”. En la misma, algunos autores 59

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aceptan la teoría del multiverse desde un punto de vista teísta (ver de Robin Collins, “The multiverse hipótesis: a theistic perspectiva”). Lo mismo cabe decir de otro discípulo de Hawking, Paul Shellard, y del Padre William Stoeger S.I., quién pertenece al Observatorio Vaticano. Con respecto a la pregunta que se hizo a Polkinghorne de si “puede imaginarse un argumento extremo de que Dios no existe”, argumento que apunta –en un sentido popperiano- a convertir a la teología en una ciencia cuyas hipótesis puedan ‘falsearse’, nos parece interesante su respuesta en el sentido de que no hay que ser obsesivo con respecto a buscar siempre la certeza. Este es un ámbito que puede dar para más. En esta línea es interesante un artículo publicado por el astrofísico argentino Gustavo E. Romero, titulado “Causation, existence, and creation in spacetimes with non-trivial topology”, en el que trata de validar el argumento cosmológico de la existencia de Dios llamado Kalam, y concretamente la primer premisa que dice que “todo lo que comienza a existir tiene una causa de su existencia”, sacándola del mero ámbito metafísico de que es evidente de por sí y, por lo tanto, no científica, e introduciéndola en el ámbito de la ciencia a través de la falsación. Tendríamos así una “observational theology” (este artículo se ha publicado en la revista “Invenio”, 2004). Es probable que una concepción de la ciencia ‘sin incertidumbres’ como la que parece sostener Weinberg en algunos momentos, le haya impedido agregar algunas palabras sobre la contestación de Polkinghorne a una de las preguntas, la referida a la escasez de certezas aun en la ciencia matemática, como lo demostró Kurt Gödel en su famoso teorema de 1931. Cuando contestando a la última pregunta, Weinberg dijo que la teoría del multiverso, hoy hipotética, se verá confirmada si se deduce desde una ‘teoría del todo’, dejó un flanco libre a la objeción godeliana ya que no aludió para nada a que también ‘la matemática tiene su aporía’, su incertidumbre. Aunque es un tema sumamente debatido, una teoría del todo podría estar en oposición al teorema de la incompletitud de Gödel (ver la discusión que a este respecto tuvieron el Premio Nobel Murray Gell-Mann y el físico benedictino Stanley Jaki, según narra este último en el libro “Spiritual Evolution”). Por otra parte, como dice Polkinghorne, una Gran Teoría Unificada también necesitaría ser constreñida para que se obtengan los llamados resultados antrópicos. 60

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Aun admitiendo la extraordinaria unidad de pensamiento que tiene Weinberg, sin ninguna duda una de las principales figuras de la física contemporánea, nos parece descubrir ciertas fracturas en su pensamiento, como por ejemplo sobre lo que es la ‘conciencia’. Esto se manifiesta en el hecho de que a pesar de admitir lo importante que es lo que está más allá de la ciencia, como la moral y la estética, no puede integrarlas con facilidad en su concepción científica. Esto ha sido percibido por Polkinghorne en el comentario crítico que con posterioridad hizo al libro de Weinberg “Facing Up”, comentario titulado “Thoughts of a rationalist”. En él manifiesta Polkinghorne que la prueba ácida del reduccionismo de Weinberg es su tratamiento de la ‘conciencia’: “Weinberg acknowledges that consciousness is very far from being understood, but so, he says, is the weather. Here he fails to recognize an important distinction between two kinds of emergence: the comparatively unproblematic (such as weather systems) and the problematic (such as mental systems). Weather systems involve exchanges of energy, and there is no insuperable dificulty in believing –to use a favourite Weinberg metaphor –that here the ‘arrows of explanation’ point down ultimately to basic physics. On the other hand, mental experiences – such as seeing red- appear to be qualitatively different from exchanges between neurons, let alone interactions between quarks”.

La mencionada fisura en el pensamiento de Weinberg ya se manifiesta en su libro más conocido, “Los tres primeros minutos del universo”, cuando dice sobre el final que ”cuanto más comprensible parece el universo, tanto más sin sentido parece también” (pág. 132). Weinberg está en la búsqueda para encontrar una teoría del todo, o teoría final, una explicación completa de las partículas y fuerzas de la naturaleza. Desde este punto de vista se entiende lo que afirma que cada vez el universo parece más comprensible. Esto llevaría a concluir que el universo tiene un sentido, aunque sólo sea el sentido de poder explicarse a través de la teoría del todo. Pero Weinberg quiere afirmar otra cosa. Quiere mostrar que las leyes que gobiernan el universo son indiferentes a la vida humana, son impersonales. Gustavo Romero nos ha hecho llegar el siguiente comentario sobre el punto analizado en el párrafo anterior: “No creo que tenga sentido decir que el universo tiene o no tiene sentido. Las cosas no tienen sentido. Sólo 61

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los elementos del lenguaje tienen sentido. En particular las proposiciones tienen sentido y referencia, y por ende, significado. No es el universo lo que es significativo o no, sino nuestro discurso acerca de él. Lo que si pueden tener las cosas es propósito, siempre respecto a algún sujeto intencional” (comunicación privada). Estamos de acuerdo con esta acotación de Romero ya que lo que quisimos expresar más arriba apuntaba más bien a si el universo tiene o no propósito y esta era también, creemos, la intención de Weinberg. Weinberg, naturalmente, se encuentra en un gran problema cuando tiene que explicar como un ser surgido del mero azar de leyes impersonales llega a comprender esa teoría del todo o teoría final que él tanto busca. Esa separación entre ‘universo comprensible’ y ‘ser humano’ llama la atención ya que su concepción de la mecánica cuántica, tal como lo expresa en el debate, es la de una gran unidad entre las leyes del universo (fundamentalmente las de la mecánica cuántica) y la observación del hombre. Para Weinberg, el observador y sus aparatos están gobernados por las mismas leyes de la mecánica cuántica. En un más reciente artículo (“Einstein’s Mistakes”), al analizar el pensamiento de Einstein sobre la mecánica cuántica, dice lo siguiente: “The Copenhagen interpretación describes what happens when an observer makes a measurement, but the observer and the act of measurement are themselves treated classically. This is surely wrong: Physicists and their apparatus must be governed by the same quantum mechanical rules that govern everything else in the universe” (pág. 5).

Si es así, ¿por qué entonces esa fisura a la que alude en el texto más arriba citado? En su obra sobre “El sueño de una teoría final” Weinberg dedica un capítulo a analizar el problema religioso con el título ‘¿Y que pasa con Dios?’, donde desarrolla su concepción de que toda la historia de la ciencia marcha hacia una gélida impersonalidad de las leyes de la naturaleza. Sin embargo, en los últimos renglones manifiesta que “no quiero pensar ni por un minuto que la ciencia proporcionará alguna vez el consuelo que la religión ha ofrecido frente a la muerte”. Luego transcribe un texto de Beda el Venerable, de alrededor del año 700, donde uno de los principales hombres del rey

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Edwin de Northumbria, ante la consulta de éste para decidir la religión a adoptar, manifiesta, después de narrar la historia de un pájaro que entra al calor de la sala y luego se va, que “el hombre aparece en la tierra para un breve período; pero de lo que fue antes de esta vida, o de lo que sigue, no sabemos nada”. Weinberg concluye el capítulo diciendo: “la tentación de creer con Beda y Edwin que debe haber algo fuera de la sala del banquete es casi irresistible. El honor de resistir esta tentación es sólo un magro sustituto para el consuelo de la religión, pero no está totalmente desprovisto de satisfacción”. Es loable la concepción de Weinberg, pero ¿por qué ignorar el potencial que arrastra para el ser humano, aun desde el punto de vista científico, esa ‘tentación casi irresistible’ de creer que hay algo fuera de la sala? ¿Acaso el desarrollo de la ciencia no ha sido en gran medida esa creencia de que hay algo fuera de la sala? ¿No fue esa precisamente la experiencia de Galileo Galilei? Él no podía demostrar la concepción copernicana del heliocentrismo (que sólo se pudo demostrar tiempo después con los avances de Kepler y de Newton), pero su creencia era cierta. El gran físico Charles Tornes, Premio Nobel de Fisica y coinventor del laser, manifiesta en varios de sus escritos que la fe es fundamental en el desarrollo de la ciencia. De todas maneras, y cualquiera sea la posición que asumamos sobre este debate, suscribimos lo que el astrónomo e historiador de la ciencia, Owen Gingerich, manifestó como cierre del mismo, que con el tiempo, bien podría “tomar proporciones míticas”.

Nota: el autor agradece y toma en cuenta el comentario que le hiciera llegar el Dr. Gustavo E. Romero, Presidente del la Asociación Argentina de Astronomía. Por supuesto que los errores que esta parte del trabajo pueda seguir conteniendo son de exclusiva responsabilidad del autor.

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4.- De cómo en la teoría del multiverso está implícita la existencia del Ser Infinito En el capítulo anterior (“El debate Weinberg-Polkinghorne:¿Tiene el universo un diseñador?) hemos analizado el debate de 1999 entre Weinberg y Polkinghorne, debate que tenía como uno de sus puntos clave el llamado principio antrópico. Tratamos de mostrar en él que Weinberg, que en ese momento parecía negar el principio antrópico, posteriormente, en un trabajo titulado “Living in the Multiverse”, parecía más bien inclinado a aceptarlo como un fundamento de la teoría del multiverso, a tal punto que lo convertía en un principio ‘antireligioso’. En esta parte de nuestro trabajo vamos a tratar de mostrar que la teoría del multiverso, especialmente en uno de sus más importantes cultores (Max Tegmark), podría llevar implícita la existencia del Ser Infinito, tal como lo expresa la conocida prueba ontológica de Dios desarrollada hace mil años por Anselmo de Canterbury. El surgimiento de la vida, en el planeta tierra o en cualquier otro planeta de nuestro universo, solo es posible si se dan una serie de circunstancias muy especiales. Esto es lo que se conoce como ‘principio antrópico’. El mismo fue definido por el astrónomo Martin Rees, presidente de la Royal Society, a través de seis números. Esos números o relaciones numéricas se dieron desde el primer momento de la existencia del universo hace casi 15.000 millones de años. De haberse registrado ligeras variaciones de los mismos, la vida, tal como la conocemos, no habría surgido.

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Los seis números que dan título al libro de Rees, “Just Six Numbers”, son los siguientes: 1) El primero es N, que explica el porqué el cosmos es tan vasto. Dicho número es igual a: 1.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000. 000.000 (1036) y mide la fuerza que mantiene unidos a los componentes del átomo dividida por la fuerza de la gravedad. Si N fuese ligeramente menor, en el orden de unos ceros menos, sólo se habrían desarrollado insectos o formas de vida minúsculas. 2) El segundo número es E y su valor es de 0,007. Define cómo los núcleos atómicos están firmemente unidos y cómo los átomos del universo fueron hechos. Su valor controla el poder del sol y cómo las estrellas transmutan hidrógeno en otros elementos de la tabla periódica. Si E fuese 0,006 ó 0,008 la vida no habría existido. 3) El tercer número es O y mide la relación entre la densidad real de materia (galaxias, materia interestelar, materia oscura y energía oscura) y la densidad crítica (5 átomos por metro cúbico de espacio). O mide la relación entre la fuerza de gravedad y la de expansión. Su valor al comienzo del universo tendría que haber sido 1. De ser mayor, el universo habría colapsado. De ser menor, nunca se podrían haber formado las estrellas y las galaxias. 4) El cuarto número es Q y es igual a 1/100.000. Las semillas de todas las estructuras cósmicas (estrellas, galaxias y conjuntos de galaxias) fueron impresas en el big-bang. Si Q fuera menor el universo jamás se hubiera estructurado. Si fuese mayor, el universo sería un lugar muy violento dominado por vastos agujeros negros. 5) El quinto número es D y es igual a 3. Son las dimensiones del espacio. Con 2 ó 4 dimensiones la vida no existiría. 6) El sexto número es L y fue descubierto en 1998. Se estima en 0,7. Es una fuerza llamada de antigravedad. Sólo se percibe a distancias inmensas. Si L fue algo mayor la vida no habría existido.

Según Rees hay tres posibles respuestas al surgimiento de esos números: a) La mera casualidad

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b) La existencia de un Diseñador inteligente c) La existencia de un multiverso

Rees se inclina por la opción c, es decir por la existencia de un multiverso, o sea un conjunto cuasi infinito de universos. En la mayor parte de esos universos la vida no habría surgido, pero en algunos sí, como en el nuestro. Rees desecha la ‘mera casualidad’ (opción a) aunque no se le escapa a nadie que la teoría del multiverso también se basa en la ley de los grandes números (¿casual?). La opción b, es decir la existencia de un Diseñador inteligente también la desecha porque estima que está ‘más allá de lo que puede decirnos la ciencia’. Existen algunos autores, como el eminente matemático y físico Roger Penrose, que aunque no son religiosos, por lo menos en el sentido tradicional, suponen que hay una dirección no azarosa en el origen del universo. Así por ejemplo, Penrose en su obra “Lo grande, lo pequeño y la mente humana”, afirma lo siguiente: “¿Qué dice esto sobre la precisión que debe estar implicada en la puesta en marcha de la Gran Explosión? Es realmente muy, muy extraordinaria. He ilustrado la probabilidad en un dibujo del Creador, que apunta con una aguja minúscula al punto del espacio de fases que representan las condiciones iniciales a partir de las que debe haber evolucionado nuestro Universo si tiene que parecerse remotamente al universo en que vivimos (el texto remite a un dibujo). Para apuntar, el Creador tiene que localizar dicha punta en el espacio de fases con una precisión de una parte en 10 a una potencia de 10 que a su vez está elevado a una potencia de 123. Si yo pusiera un cero en cada partícula elemental del Universo, seguiría sin poder escribir todo el número. Es un número inimaginable” (pág. 47).

Con respecto a la posición asumida por Rees, de apoyo a la teoría del multiverso, cabe preguntarse si no escapa también del ámbito científico. Esos pretendidos universos están más allá de nuestros sentidos y, 67

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probablemente, jamás podremos hacer contacto con los mismos. Claro que algunos científicos aseguran que una de las interpretaciones de la mecánica cuántica, la de Hugh Everett, le podría servir de base. Lo que este gran físico estadounidense defendió es que, cada vez que un sistema cuántico tiene ante sí más de un camino, el universo se divide en numerosos universos segregados, en cada uno de los cuales sólo se concreta una de las posibilidades existentes. Nosotros habitamos precisamente el universo en el que las cosas acontecen como las observamos, y no nos es posible comunicarnos con ninguno de los otros universos, en los que duplicados nuestros observan la actualización de otras alternativas. Un distinguido físico y músico argentino, Alberto Rojo, profesor en la Oakland University de Michigan, ha escrito un interesante artículo titulado “El jardín de los mundos que se ramifican: Borges y la mecánica cuántica”, que se puede bajar de Internet. En él, después de hacer una breve pero clara introducción a la interpretación de los universos múltiples, muestra como el mundo de ficción de Borges se anticipó en el tiempo en su escrito “El jardín” (1941) a la teoría de Everett de 1957. De todas maneras cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿Es lógico imaginar infinitos o cuasi infinitos universos para explicar que en nuestro universo se han dado los números que explican el surgimiento de la vida compleja? ¿No arrastra esa imaginación implícitamente la existencia del Ser Infinito?

El físico Max Tegmak, uno de los principales partidarios de la teoría del multiverso, manifiesta que “todos los universos lógicamente posibles, existen”, lo que ha sido interpretado por algunos como una reminiscencia de la llamada prueba ontológica de la existencia de Dios que desarrolló hace mil años el teólogo Anselmo de Canterbury en su obra “Proslogion”. Si se demostrase empíricamente la existencia de los ‘otros’ universos esa relación no sería válida, pero mientras eso no ocurra (y estimamos que será muy difícil que esa demostración se logre), la proposición ‘todos los universos lógicamente posibles, existen’ sería equivalente a la proposición de Anselmo cuyo núcleo dice que “Dios es un ser tal que nada superior a Él puede concebirse; suponer que Dios no existe más que en nuestra mente y no en la realidad equivaldría a afirmar que no es el ser más grande que puede concebirse, 68

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porque existir realmente es más grande que existir sólo en la mente” (Kolakowski, en la op. cit. en la bibliografía, pág. 92-93). Como vemos, el teólogo medieval dedujo del mero concepto de “un ser tal que nada superior a Él puede concebirse”, su existencia. “Según la tradición que proviene de Kant y de Hume, la falacia del argumento ontológico consiste en que intenta demostrar que el juicio ‘Dios existe’ es analíticamente verdadero, mientras que ningún juicio puede ser al mismo tiempo analíticamente verdadero y existencial en su contenido” (ibídem, pág. 95). Sin embargo, nos podemos preguntar si hay otro ejemplo de juicio que combine esas dos propiedades: ser analítico y existencial en su contenido. “Un candidato a esta quimera imposible es, sospecho, el juicio ‘algo existe’. La razón por la que puede decirse que este juicio es analítico y, por tanto, ‘necesario’ es que su negación ‘nada existe’ no es solo falsa, sino también ininteligible y absurda: en efecto, si hay algo absurdo, es eso. Basándose en este supuesto, uno puede argüir que ‘algo existe’ es igual a ‘necesariamente algo existe’. Uno se siente tentado a considerar idéntico este último enunciado con ‘algo existe necesariamente’, lo que equivaldría a la afirmación de Anselmo: la propia idea de existencia lleva a la convicción de que hay un ser necesario. Es verdad, sin embargo, que no es lícito, en términos de lógica modal, inferir ‘algo existe necesariamente’ de ‘necesariamente algo existe’. Si tal inferencia no es permisible, se sigue que podemos sostener la última y negar la primera” (ibídem, pág. 96). Como muy bien sostiene Kolakowski, no hay regla lógica que pueda decidir esta cuestión entre un empirista y un metafísico. De todas maneras no hay que quedarse con un mero análisis de ‘lógica’ del argumento ontológico sino que hay que tener en cuenta también los presupuestos del mismo. Recordemos que es de Anselmo la frase ‘creer para entender’ (sobre esto se puede consultar la obra de Cabada Castro mencionada en la bibliografía). No abrimos juicio sobre el valor de la prueba ontológico desarrollada por Anselmo, prueba que ha hecho correr mucha tinta a lo largo de los siglos. Tomás de Aquino la criticó mientras Buenaventura la defendió; Duns Scoto la ‘coloreó’; Descartes, Leibniz y Hegel, con modificaciones, la aceptaron, y Bertrand Russell, a pesar de que no la aceptó, la consideró un notable ejercicio intelectual. Otros autores la han rechazado, pero el gran lógico matemático Kurt Gödel la desarrolló con el lenguaje de la lógica-matemática.

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Según nos cuenta Robert Merrihew Adams en la introducción a la prueba ontológica desarrollada por Kurt Gödel (“Collected Works”, vol. III, ‘Unpublished essays and lectures’, Oxford University Press 1995, pág. 388-389), Gödel mostró la prueba a Dana Scott, y la discutió con él en febrero de 1970. El estaba muy preocupado por su salud en ese tiempo y no quería que su prueba desapareciera con él. Más tarde en 1970 habló con Oskar Morgenstern y le habría dicho que estaba satisfecho con la misma pero que no quería publicarla ya que no era más que un ejercicio lógico (para la postura de Gödel ver la obra de John Barrow, Pi in the Sky, mencionada en la bibliografía en su versión en español. Según Gödel, en cartas a su madre, “estamos por supuesto muy lejos de poder confirmar científicamente la imagen teológica del mundo...Lo que llamo concepción teológica del mundo es la idea de que el mundo y todo lo que hay en él tiene significado y razón, y en particular un significado bueno e indudable. Se sigue de ello inmediatamente que nuestra existencia terrenal, puesto que tiene en sí misma un significado a lo sumo muy dudoso, puede ser solamente el medio para el fin de otra existencia. La idea de que todo lo que hay en el mundo tiene un significado es un análogo exacto del principio de que todo tiene una causa, sobre el que reposa toda la ciencia”, pág. 138.). Un renovado interés actual en torno al argumento ontológico desde el punto de vista lógico se encuentra en filósofos como Ch. Hartshorne, N. Malcolm y A. Plantinga. Volviendo al principio antrópico, algunos científicos suponen que la mencionada combinación de números respondería a una ley o teoría más general que daría explicación de los mismos (teoría del todo), pero esto no es más que hacer retroceder la respuesta un paso atrás. ¿Cómo se explicaría semejante fórmula o teoría que combina con tanta precisión los mencionados números? Claro que un no creyente podría preguntarse qué diferencia existe entre esa fórmula o teoría y Dios. Sin embargo, la fórmula no es más que eso, una fórmula que solicita una explicación, mientras Dios no necesita explicación ninguna pues él es la explicación de todo. Los científicos seguirán debatiendo sobre la existencia o no del multiverso. Hay distinguidos físicos que no aceptan su existencia y otros que sí. Entre los primeros cabe mencionar a Martín Rees, Steven Weinberg, André Linde y otros. Entre los segundos están Charles Townes, John Polkinghorne y otros.

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Cabría también preguntarse si la existencia del multiverso se opone a la existencia de Dios. Distinguidos científicos creyentes aceptan la teoría del multiverso, por ejemplo: William Stoeger, George Coyne, Paul Shellard, Don Page, George Ellis y otros y no ven que haya una oposición de esta teoría a su concepción religiosa. Hasta el agnóstico Rees sostiene en “Times on line” del 18 de diciembre de 2005: “Let me say that I don’t see any conflict between science and religión” (en el artículo ‘God, the universe and me’). Al término de la revisión de este trabajo pudimos acceder al libro de Leonard Susskind, “The Cosmic Landscape: String Theory and the Illusion of Intelligent Design” en su versión en español. El mismo es una defensa del principio antrópico con el aporte de la teoría de las supercuerdas, de la que él es uno de los creadores. Para este físico, la única respuesta científicamente razonable es la de la existencia de múltiples universos, pero como muy bien dice casi al final de su obra, no existe una prueba definitiva sobre si, aún probada la existencia del multiverso, exista o no una divinidad. Resulta interesante citarlo a este respecto: “¿Y qué pasa con las preguntas mayores de todas?: ¿quién o qué hizo el universo y por qué razón? ¿Hay un propósito en todo ello? No pretendo saber las respuestas. Quienes vieran el principio antrópico como señal de un creador benevolente no han encontrado consuelo en estas páginas. Las leyes de la gravedad, la mecánica cuántica y un rico paisaje junto con las leyes de los grandes números son todo lo que se necesita para explicar la amabilidad de nuestra región del universo”. “Pero, por otra parte, nada en este libro disminuye la probabilidad de que un agente inteligente creara el universo con algún propósito. La pregunta existencial definitiva, ¿Por qué hay Algo en lugar de Nada?, no tiene ahora más o menos respuesta que antes de que alguien hubiera oído hablar de la teoría de las cuerdas. Si hubo un momento de creación, está oculto a nuestros ojos y nuestros telescopios por el velo de la inflación explosiva que tuvo lugar durante la prehistoria del big bang. Si hay un Dios, se ha tomado un gran trabajo para hacerse relevante” (pág. 432 y 433 de la versión en español).

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De todas maneras, y emulando la respuesta de Laplace a Napoleón, Susskind “no necesita la hipótesis de Dios”. En el mencionado libro, Susskind trató de avalar la existencia de los universos burbujas (pocket universes) en un multiverso, a través de la naturaleza de la radiación de fondo (Cosmic Blackbody Background Radiation). Pero el astrofísico George Ellis, le salió al cruce en un comentario titulado “On horizons and the cosmic landscape”, publicado en internet (15 de marzo 2006). En su respuesta, Ellis afirma que no hay posibilidad experimental de verificar la existencia del multiverso por la vía manifestada por Susskind. De todas maneras, la concepción del multiverso, sea o no verdadera, no da respuesta al interrogante existencial del ser humano, o por lo menos no lo da en el sentido que sí lo da la creencia en un Ser personal e infinito.

Bibliografía - (Corresponde a los Capítulos III y IV) Agazzi, Evandro, Filosofía de la Naturaleza, México, FCE, 2000. Barr, Stephen, Modern Physics and Ancient Faith, University Notre Dame Press, Indiana 2003. Barrow, John, Pi in the Sky, Thinking and Being, Oxford University Press, Oxford y New York, 1992. Hay traducción al español con el título de “La trama oculta del universo”, Editorial Crítica, Barcelona, 1996. Barrow, John y Tipler, F. J., The Anthropic Cosmological Principle, Oxford University Press, Oxford y New York, 1986. Brumfiel, Geoff, “Outrageous Fortune”, Nature, 2006. Internet. En este artículo se hace un análisis de la postura que ante el principio antrópi72

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co asumen distintos especialistas. El teórico de las cuerdas, Leonard Susskind, se muestra partidario de la teoría del multiverso y le dio el nombre ‘string landscape’ a esta multiplicidad de vacíos formadores de universos. Algunos autores estiman entre 10100 hasta 10500 universos. Otros físicos, como David Gross, Premio Nobel, sostienen que todo esto es imposible de probar. Cabada Castro, Manuel, El Dios que nos da que pensar, BAC, Madrid, 1999. Desde las páginas 423 hasta 440 se puede consultar un buen análisis sobre ‘los presupuestos del denominado argumento ontológico’, presupuestos que muchos autores no tienen en cuenta. Carr, Bernard, Life, the cosmos and everything, physicweb, octubre 2001. Carr, Bernard (editor), Universe or Multiverse?, Cambridge University Press, Estados Unidos, 2007. Coyne, George V., “The Evolution of Intelligent Life on the Earth and Possibly Elsewhere: Reflections from a Religious Tradition”, en la obra editada por Steven J. Dick, “Many Worlds”, Templeton Foundation Press, Philadelphia and London, 2000. Chown, Marcus, El universo vecino, Editorial Liebre de Marzo, Madrid, 2006. Ellis, George F.R., Physics, complexity and causality, Nature, junio de 2005, pág. 743. Ellis, George F. R., “Issues in the Philosophy of Cosmology”, nov. 2005. Internet. Ellis, George F. R., “On horizons and the cosmic landscape”, mar. 2006, Internet. Hawking, Stephen, El universo en una cáscara de nuez, Barcelona, Crítica/Planeta, 2002. Citando a Shakespeare, Hamlet, segundo acto, escena 2, pág. 69, dice Hawking que “quizás Hamlet quería decir que a pesar de que los humanos estemos físicamente muy limitados, nuestras mentes pueden explorar audazmente todo el universo y llegar incluso donde los protagonistas de Star Trek temerían ir, si las pesadillas nos lo permiten”. Hawking, Stephen, A Hombros de Gigantes. Las grandes obras de la Física y la Astronomía, edición ilustrada de Crítica, Barcelona, 2004, pág. 10 y 11. Hawking, Stephen y Mlodinow, Leonard, Brevísima historia del tiempo, Editorial Crítica, Barcelona, 2005.

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Kenny, Anthony, Breve historia de la filosofía occidental, Editorial Paidós, Madrid, 2005 (en esta obra de un distinguido filósofo se puede analizar el pensamiento de Anselmo de Canterbury). Kolakowski, Leszek, Si Dios no existe…, Editorial Tecnos, Madrid, 1985. Hay un excelente análisis del argumento ontológico de Anselmo en las páginas 92-98. Miller, James (ed.), Cosmic Questions, The New York Academy of Sciences, N.Y, 2001. Page, Don N., Predictions and Tests of Multiverse Theories, octubre 2006, Internet. Page, Don N., Scientific and Philosophical Challenges to Theism, enero 2008, Internet. Page, Don N, Does God So Love the Multiverse?, enero 2008, Internet. Penrose, Roger, Lo grande, lo pequeño y la mente humana, Ediciones Akal, Madrid 2006. La edición original de esta obra fue en 1999. En el 2007 se publicó en español la obra de Penrose, El camino a la realidad (ediciones Debate), voluminoso manual de 1.400 páginas editado en inglés hace un año. En ese volumen desarrolla más ampliamente lo que había afirmado en el libro mencionado anteriormente. Polkinghorne, John, Has Science made Religion Redundant?, en Science, Religion & Society, Cis-St Edmunds Lecture Series. La traducción del inglés es nuestra. Las palabras de Polkinghorne son una respuesta a una pregunta que le hiciera en su conferencia el cosmólogo Paul Shellard. Polkinghorne, John, Ciencia y Teología. Una introducción, Santander, Ed. Sal Térrea, 2000. La edición inglesa de esta obra es del año 1998. En las páginas 59 a 64 se aborda el ‘principio antrópico’, desde el punto de vista de la ciencia, y en las páginas 109 a 113 desde una visión teológica. Polkinghorne, J. C., Quantum Theory: A Very Short Introduction, Oxford University Press, 2002. Polkinghorne, J. C., From Physicist to Priest. An Autobiography, SPCK, 2007. Polkinghorne, John, Quantum Physics and Theology. An Unexpected Kinship, Yale University Press, New Haven and London, 2007.

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Price, Michael Clive, “The Everett FAQ”, http://www.hedweb.com/manworld.htm, febrero 1995. Rees, Martín, Just Six Numbers, Basic Books, New York, N.Y., 2000. Shikhovsev, Eugene, “Biographical sketch of Hugh Everett, III”, 2003. Internet. Stannard, Russell, Science an the Renewal of Belief, Templeton Foundation Press, Philadelphia and London, 2004. En el capítulo ‘The Significance of Individual’ se puede ver un claro resumen sobre el principio antrópico. Susskind, Leonard, The Cosmic Landscape: String Theory and the Illusion of Intelligent Design, Litle Brown, New Cork, 2005. La versión en español titulada “El paisaje cósmico. Teoría de las cuerdas y el mito del diseño inteligente” ha sido publicada por la editorial Crítica de Barcelona en el 2007. Stoeger, Ellis y Kirchner, “Multiverses and Cosmology: Philosophical Issues”, 15 de mayo de 2006. Internet. Stoeger, William R., “Retroduction, Multiverse Hypotheses and Their Testability”, 14 de mayo de 2006. Internet. Weinberg, Steven, “Living in the Multiverse”, nov. 2005. Internet. Weinberg, Steven, Los tres primeros minutos del universo, Ed. Alianza, Madrid, 1980. Weinberg, Steven, El sueño de una teoría final, Ed. Crítica, Madrid, 2004. Weinberg, Steven, “Einstein’s Mistakes”, Physicsweb, 2006.

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5.- El gran diseño En el mes de setiembre del año 2010 se publicó el libro de Stephen Hawking y Leonard Mlodinow “The Grand Design”, libro que fue ampliamente publicitado antes de su aparición. Medios muy importantes del mundo, especialmente británicos, hicieron conocer algunos extractos de la mencionada obra y ya desde antes de su publicación varios críticos hicieron comentarios sobre sus bondades o no. En este corto artículo vamos a analizar la obra no desde un punto de vista técnico, que no está a nuestro alcance, sino desde el llano. Por provenir la obra de un distinguido físico como Hawking, no se puede negar que ejerció desde el primer momento un gran impacto. Es que, como ya se dijo veinticinco años antes cuando la publicación de “Breve Historia del Tiempo” del mismo autor, existen razones que pueden explicar los éxitos de librería: a) que el libro no contenga fórmulas matemáticas complejas y b) que en algunos de sus párrafos se aluda a Dios. En este sentido, Hawking siempre se caracterizó, en sus obras populares, por cumplir ese objetivo. Que Hawking es un físico notable no es algo creado por los medios. Basta consultar al respecto la obra que en su homenaje le dedicaron colegas y discípulos al cumplir su 60 aniversario. La obra fue editada por Gibbons, Shellard y Rankin y se tituló “The future of theoretical physics and cosmology”. En sus casi 900 páginas, un sinnúmero de destacados físicos analizan aspectos de las investigaciones del gran autor. En las páginas

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finales se listan los artículos científicos escritos hasta ese momento por Hawking en número cercano a 180. Para aquellos, como Richard Dawkins, que ven en la última obra de Hawking la sepultura final de la creencia en Dios, les recordamos que varios de los colegas y discípulos que escriben en dicha obra homenaje, son teístas y eminentes cosmólogos, como George Ellis, Don Page, Chris Isham y Paul Shellard. Probablemente, a ese número se agreguen otros. Los científicos serios no creen que la ciencia tenga que demostrar la existencia de Dios, pero tampoco su no existencia. En declaraciones a unos medios, el coautor de la obra. Mlodinow, manifestó que no es la intención del libro mostrar la no existencia de Dios sino que el universo está autocontenido. En escritos anteriores Hawking había desarrollado lo que se llama ‘the Hartle-Hawking no-boundary proposal’. Otra cosa que debemos agregar al comienzo de este comentario, es que en muchos de sus libros y artículos populares, Hawking introduce expresiones sobre algunos aspectos de carácter religioso que parecerían puestos para producir en los lectores ‘cierto escándalo’, lo que se ve en su libro “Breve Historia del Tiempo”, pero especialmente en el que estamos comentando. El libro en la versión inglesa tiene aproximadamente 200 páginas. Poco tiempo después se editó en español por Crítica con el título de “El Gran Diseño”. Ambas ediciones están finamente ilustradas y el libro está bien escrito. También hay que acotar que a lo largo de la obra se hacen interrogantes a los cuales ningún ser humano puede estar ajeno. No hay duda que los mencionados puntos hacen sumamente atractiva su lectura. Pero también hay que reconocer la crítica que le han hecho algunos de una cierta arrogancia en las contestaciones. En una revisión de la obra se dice: “…he had an opinión about everything, and an answer to every question. Unfortunately, he was also very naive”. Hay que hacer notar, también, que hay afirmaciones muy discutidas, como la expresión en las primeras páginas de que la “philosophy is dead”. Por supuesto, este comentario puede ser algo sobre el que los autores están totalmente convencidos pero, llama la atención, que en páginas posteriores, parecería que las preguntas de orden filosófico no le son ajenas.

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El libro está compuesto de los siguientes capítulos: 1.- El misterio del ser 2.- Las reglas de la ley 3.- ¿Qué es la realidad? 4.- Historias alternativas 5.- La teoría del todo 6.- Escogiendo nuestro universo 7.- El milagro aparente 8.- El gran diseño. Sobre el final hay un glosario en el que se explican los términos técnicos usados en los capítulos anteriores. Cada uno de los capítulos se inicia con alguna historia extraída de la mitología de distintos pueblos o de algún hecho significativo de la ciencia, a los que los autores agregan comentarios muy sabrosos. Una línea que cruza una parte del libro es la oposición entre la corriente atomista de Demócrito y de los jonios, a la cual los autores se alinean, y la posición filosófica de Platón y Aristóteles, seguida en la edad media por autores como Santo Tomás de Aquino. Los historiadores del pensamiento filosófico, probablemente, no estarán de acuerdo con algunos de los comentarios que en muchos casos parecen sumamente simples como, por ejemplo, cuando se dice de Aristóteles que rechazaba “la idea de una ciencia basada principalmente en la observación” (pág. 30). El principio básico explicitado a lo largo del libro es que el universo se crea a sí mismo de la nada, idea que no es nueva ya que el físico alemán Pascual Jordan, coautor de la mecánica cuántica (por otro lado, un autor que era evangélico), la desarrolló hace muchos años. Se comenta que Albert Einstein, cuando la escuchó por primera vez, se horrorizó en extremo de la misma. La idea también había sido presentada por Edward Tryon a comienzos de los ’70. En un artículo publicado por la revista Nature hablaba de la ‘emergencia del universo del vacío cuántico’. El argumento básico, para expresar la mencionada idea, es que la gravedad tiene que tener energía negativa. Dicen los autores del libro que comentamos “que a escala del conjunto del universo, la energía positiva de la materia puede ser contrarrestada exactamente por la energía gravi-

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tatoria negativa, por lo cual no hay restricción a la creación de universos enteros” (pág. 203). Los autores dicen explícitamente: “Como hay una ley como la de la gravedad, el universo puede ser y será creado de la nada” (pág. 203). En el texto que hemos reproducido hay una contradicción. Los autores presuponen que el universo nace de la nada, pero al mismo tiempo que hay una ley de la gravedad que actúa en esa nada. Si estamos hablando de la nada, ¿de dónde proviene la ley de gravedad? Es probable que cuando los autores hablan de la ‘nada’ están suponiendo que no es la nada tal como lo entendemos normalmente ya que en esa nada hay gravedad. Por otro lado, los autores interpretan que las leyes tienen una habilidad mágica de hacer cosas. Respecto a esto dice el matemático John Lennox: “Laws themselves do not create anything, they are merely a description of what happens under certain conditions” (las leyes en sí mismas no crean nada, ellas son meramente una descripción de lo que pasa bajo ciertas condiciones). Una ley científica nunca hace que algo pase, lo único que hace es describir lo que pasa. La gravedad causa que los planetas giren en órbita alrededor del sol y que las manzanas caigan hacia el centro de la tierra, pero no la ley de gravedad. Lo que hace ésta es describir cómo trabaja la gravedad. Si no hay nada, no hay gravedad, y si no hay gravedad no hay ley de la gravedad. Dice John Lennox: “Isaac Newton’s laws of motion in themselves never sent a snooker ball racing across the Green baize. That can only be done by people using a snooker cue and the actions of their own arms” (las leyes del movimiento de Isaac Newton en sí mismas no hacen que la bola de billar cruce el paño verde. Esto solo puede hacerse por la gente usando el taco de billar y la acción de sus propios brazos). Para explicar la creación del universo de la nada, los autores recurren a 80

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la llamada Teoría-M y prometen explicar como es esto pero, lamentablemente, a lo largo del libro no encontramos una explicación clara sobre qué significa esa teoría. Retrocedamos unos pasos en nuestra explicación. En las primeras décadas del siglo XX los físicos desarrollaron dos teorías fundamentales: la teoría general de la relatividad (teoría de la gravedad), desarrollada por Albert Einstein, y la teoría de la mecánica cuántica, desarrollada por Heisenberg, Born, Jordan, Dirac y Schrödinger. La primera apuntaba a explicar los fenómenos macro del universo y fue la base que posteriormente otros autores, como Friedmann y el Padre George Lemaître, usaron para explicar la expansión del universo desde el llamado Big Bang de hace alrededor de 13.700 millones de años. La segunda teoría tuvo un éxito aún mayor en la explicación de los fenómenos de la microfísica. El gran problema que lo ocupó a Einstein en sus últimos años fue el desarrollo de una teoría del todo, es decir la unificación de ambas teorías, pero sin éxito. Tengamos en cuenta que en los primeros instantes del universo éste era infinitamente pequeño y es por eso que la mecánica cuántica interviene en su explicación. Desde hace casi cuarenta años, una gran cantidad de físicos (entre los cuales hay que mencionar al eminente físico argentino, Juan Maldacena), para lograr la mencionada unificación, desarrollaron diversas teorías sobre las llamadas cuerdas y finalmente varios de esos enfoques, fuertemente matemáticos, dieron lugar a la Teoría-M. Las cuerdas serían los componentes más pequeños del universo y vibrarían continuamente dando lugar a lo que divisamos como partículas. Estas cuerdas necesitan al menos 10 dimensiones. En los años noventa, buscando unificar cinco teorías de las supercuerdas, el gran matemático y físico Edward Witten propuso la Teoría-M y en la misma se identifican 11 dimensiones, actuando la llamada supergravedad entre membranas. ¿Esta Teoría-M es aceptada sin discusión por todos los físicos? ¿Está probada experimentalmente? ¿Se podrá probar en el futuro? Los anteriores son interrogantes no resueltos. No todos los físicos la aceptan y algunos de ellos, como Lee Smolin, la han atacado recientemente. Veamos lo que dice el eminente matemático y físico compañero 81

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de Hawking, Roger Penrose, en su reciente libro “Ciclos del Tiempo” analizando distintas teorías sobre el pre Big Bang: “Apenas menos fantasiosas, en mi humilde opinión, son esas propuestas cosmológicas que dependen en su operación de las ideas de la teoría de cuerdas y su dependencia –tal como está la teoría de cuerdas- de la existencia de dimensiones espaciales extra” (pág. 175). Pero tampoco está probada experimentalmente y según muchos físicos es difícil que se pueda probar en el futuro. Los aceleradores de partículas (como el recientemente inaugurado por el CERN en Ginebra), necesitarían ser muchísimo más grandes, casi imposibles de construir, y esto lo dice un físico experimental que trabajó en el CERN como es Russell Stannard, de quién recomendamos el pequeño libro citado en la bibliografía. En base a la Teoría-M, Hawking y Mlodinow, deducen la existencia de cuasi infinitos universos (10 a una potencia de 500), que explicarían el ‘ajuste fino’ del llamado principio antrópico, es decir una serie de constantes (hasta seis según el libro del gran astrofísico Martin Rees, “Sólo 6 números”) que gobiernan el universo físico. De existir un solo universo no se podría explicar la existencia de la vida. De existir múltiples universos queda otro interrogante: ¿no tendrán todos ellos las mismas constantes? De ser así, habría que explicar el ‘ajuste fino’ de esas constantes. De todas maneras, hay que aclarar que aun existiendo cuasi infinitos universos (teoría del multiverso), que Hawking y Mlodinow explican en los últimos capítulos del libro bajo comentario, la fe en Dios no se ve resentida, por el contrario. Un eminente discípulo de Hawking, Donald Page, de fe cristiana, lo sostiene en numerosos artículos que se pueden bajar de internet. También otros autores como Michael Heller, eminente físico y sacerdote polaco, quien analiza el tema de los universos múltiples en su reciente obra “Ultimate Explanations of the Universe” en donde se puede rastrear la idea de un Dios creador de diversos mundos en un autor del siglo tercero como fue Orígenes de Alejandría.

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Referencias Bibliográficas Hawking y Mlodinow, El Gran Diseño, Ed. Crítica, Barcelona, 2010. John C, Lennox, God and Stephen Hawking, Ed. Lion Hudson plc, Oxford, 2010. Roger Penrose, Ciclos del Tiempo, Ed. Debate, Barcelona, 2010. Michael Heller, Ultimate Explanations of the Universe, Springer-Verlag Berlín Heidelberg, 2009. Hay un sinnúmero de comentarios del libro “El Gran Diseño” en distintos medios. De ellos recomendamos de Roger Penrose, “The Grand Design”, en FT.com, del 4 de setiembre año? y del físico experimental Russell Stannard, “The Grand Design”, en NewStatesman, del 14 de octubre año? Para una introducción a la teoría de la gravedad, de la mecánica cuántica y de las cuerdas recomendamos de Russell Stannard su libro “The End of Discovery”, Oxford University Press, 2010. Un más detallado libro sobre la teoría de las cuerdas y la M-Theory es el de Brian Greene, “El Tejido del Cosmos: espacio, tiempo y la textura de la realidad”, Ed. Crítica, Barcelona, 2006. Desde un punto de vista más teológico y filosófico, recomendamos el libro de varios autores “Creation and the God of Abraham”, Cambridge University Press, 2010, donde entre otros se puede leer el trabajo de William R. Stoeger S.J., “The Big Bang, quantum cosmology and creatio ex nihilo”. El Padre Stoeger es un cosmólogo del Observatorio Vaticano.

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6.- Paul Dirac y la religión Los científicos estudian el funcionamiento de las cosas y se especializan en distintos ámbitos como la física, química, biología, etc. La religión, por el contrario, apunta a la relación de una persona con la divinidad y, por lo tanto, va más allá del ámbito de la ciencia. No hay manera de probar desde la ciencia la existencia de esa divinidad como tampoco su no existencia. Parafraseando al gran filósofo Martín Buber, la relación del científico con su mundo es una relación de Yo-ello, mientras que la relación del creyente con su Dios es una relación Yo-Tu. Por supuesto que el científico, como una persona común, se hace preguntas por el sentido del universo en el que habita y por el sentido particular de su propia vida. Cuando se hace esas preguntas deja a un lado su trabajo profesional y trata de responder a las inquietudes que tiene como ser humano. Se ha dicho, y con razón, que la opinión de los científicos en materia religiosa no tendría que diferir de lo que manifiesta el común de las personas, sin embargo, al ser un especialista en una rama de la ciencia y habituado al uso de las herramientas de la lógica, se supone que su opinión debería tener un ‘peso’ mayor que la del común de los mortales. Es por ello que cada tanto se realizan encuestas entre los científicos pidiéndoles que contesten sobre sus creencias religiosas. Una encuesta no muy lejana hecha en EE.UU. y donde se le preguntaba a unos 1000 científicos si aceptaban o no la creencia en un Dios al que podrían rezar dio como

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resultado casi un 40 por ciento de contestaciones positivas, cifra muy parecida al resultado de una encuesta similar que se había realizado alrededor de 80 años atrás. La forma con que se hizo la pregunta dejó a un lado a aquellos científicos que eran creyentes en un dios pero no aceptaban que éste pudiera realizar milagros y alterar las leyes naturales que él mismo había fijado, o que se le pudiese rezar, caso en su momento de Albert Einstein (el distinguido profesor de física y cosmólogo Joel R. Primack, con su mujer Nancy Abrams, analizan esto en el escrito citado en la bibliografía). De todas maneras, es interesante indagar sobre la creencia en materia religiosa de algunos grandes científicos. Uno de esos ‘grandes’, sin duda, es el físico británico Paul M. Dirac que vivió entre los años 1902-1984. Dirac, para muchos físicos, es considerado el más eminente en su especialidad durante el siglo veinte. Fue uno de los creadores de la mecánica cuántica y de varias de sus derivaciones, como la del descubrimiento de la antimateria. Por haber sido una persona muy humilde es difícil encontrar manifestaciones personales sobre sí mismo y más en materia religiosa. Es común considerarlo ateo, como por ejemplo manifiesta la “Free Enciclopedia Wikipedia” en la corta biografía de Paul Dirac (se puede bajar por internet).

Por otra parte, comúnmente se recuerda un diálogo entre él y Wolgang Pauli a mediado de los años veinte (extraído de la autobiografía de Werner Heisenberg citada en la bibliografía), cuando eran dos jóvenes. Vamos a reproducir lo que en esa oportunidad manifestó Dirac contestando a Heisenberg y a Pauli: “No sé por qué hablamos de religión aquí. Si somos sinceros –y un científico debe serlo-, es necesario reconocer que en la religión se expresan meras afirmaciones falsas, para las cuales en realidad no existe justificación alguna. El mismo concepto de ‘Dios’ es un simple producto de la fantasía humana. Puedo comprender el que los pueblos primitivos, expuestos a la superioridad de las fuerzas de la naturaleza más que nosotros ahora, personificaran estas fuerzas a impulsos del miedo, y llegaran así al concepto de la divinidad. Pero en nuestro mundo, en el que

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calamos hasta lo más hondo las estructuras de la naturaleza, no tenemos ya necesidad de semejantes ideas. No puedo admitir que el reconocimiento de la existencia de un Dios todopoderoso nos pueda en adelante prestar ayuda alguna. Veo claramente que esta hipótesis nos lleva inmediatamente a problemas absurdos, como, por ejemplo, a la pregunta de por qué Dios ha permitido la miseria y la injusticia en nuestro mundo, la opresión de los pobres por parte de los ricos y todos los demás males que él podría impedir. Si en nuestro tiempo sigue enseñándose aún la religión, no se debe ello a que las ideas religiosas tengan todavía capacidad para convencernos, sino a que se alimenta el deseo encubierto de adormecer al pueblo, a la gente sencilla. Es mucho más fácil gobernar a hombres pacíficos que a hombres alborotados y descontentos. A los primeros se les puede manejar y explotar sin obstáculos. La religión es una especie de opio que se suministra al pueblo para adormecerlo con una felicidad ilusoria y darle un calmante contra las injusticias que sufre. De aquí proceden las siempre fáciles alianzas entre los dos grandes poderes políticos, el Estado y la Iglesia. Ambos necesitan la ilusión de que un Dios bondadoso, si no en la tierra, sí, al menos, en el cielo, recompensa a aquellos que no se han rebelado contra la injusticia y han cumplido su deber pacífica y pacientemente” (pág. 107. Debe aclararse, según manifiesta Heisenberg en el prólogo de su obra, que “los diálogos no pueden ser reproducidos textualmente. Sólo se aducen literalmente los párrafos tomados de cartas”).

A las afirmaciones de Dirac contestó Heisenberg: “Lo que haces es acusar a la religión por el abuso político de la misma, y como de casi todo en el mundo se puede abusar –también de la ideología comunista, de la que has hablado hace poco-, no es procedimiento justo el que sigue tu acusación. En última instancia, siempre existirán comunidades humanas, y tales comunidades tienen que encontrar un lenguaje común con el que puedan hablar de la vida y de la muerte y de todo el gran contexto armónico dentro del cual se desenvuelve la vida de la comunidad”, y sigue la contestación (pág. 108).

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Nuevamente replicó Dirac diciendo que “por principio no me sirven para nada los mitos religioso, ya que los mitos de las diferentes religiones se contradicen entre sí. El que yo haya nacido aquí, en Europa, y no en Asia es pura casualidad, y de ésta no puede depender el criterio de la verdad, y, por tanto, tampoco lo que yo deba creer. Yo sólo puedo creer lo que es verdadero”...y prosigue (pág. 108-109). Pauli que seguía la conversación, a veces con una sonrisa maliciosa, dijo: “Sí, sí, nuestro amigo Dirac tiene una religión; y el lema capital de esta religión reza así: ‘No hay Dios y Dirac es su profeta’” (pág. 109). La postura de Dirac, quien como dice Heisenberg tenía entonces veinticinco años, manifestaba que “no sentía todavía mucha estima por la tolerancia” (pág. 107). Con el paso del tiempo esa postura se fue haciendo más y más tolerante y en los últimos años de su vida llegó a manifestarle a un periodista que “religión y ciencia no se oponían”. También hay que hacer notar que integró la Academia Pontificia de las Ciencias en las cuales participó en una investigación sobre el creador de la teoría del Big Bang, el clérigo George Lemaître. Pero esta Academia, que integran científicos de distintas disciplinas y entre otros más de una docena de premios Nobel, no exige ser creyente para su incorporación. Un conocedor profundo del pensamiento científico de Dirac, el físico y clérigo John Polkinghorne, quien estudió a sus pies, como dice en el prefacio de su obra citada en la bibliografía, manifiesta en varios de sus escritos que a pesar de no estar integrado explícitamente a ninguna iglesia o religión, Dirac era un hombre religioso. Nos gustaría cerrar este corto artículo con una cita de uno de sus biógrafos, nos referimos a Abraham Pais. Este participó en el trabajo conjunto en homenaje del físico inglés que se cita en la bibliografía. En página 29 dice expresamente lo siguiente: “Regarding religión, he tended towards atheism, as he publicly expressed only once. As Pauli once said: ‘There is no God and Dirac is his prophet’. Manci Dirac has written to me, however: ‘Paul was no atheist. Many times did we kneel side bay side in Chapel, praying. We all know, he was no hypocrite’” (la cita es de Manci Dirac,

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su mujer, letter a A. Pais, November 25, 1995).

Dirac estuvo casado con Manci, hermana de otro gran físico Eugene Wigner, desde 1937 hasta su muerte en 1984, es decir casi 50 años. Nos parece que su testimonio tiene un peso mucho mayor que una cita juvenil producto de una discusión. De todas maneras, religioso o no, todos acuerdan que fue un caballero en el pleno sentido de la palabra, “a kind of scientific saint” (Polkinghorne, op. cit.).

Bibliografía Batten, Alan H., “Subtle are Einstein’s thoughts”, publicado en Physicsweb, setiembre de 2005. Heisenberg, Werner, Diálogos sobre la física atómica, BAC, Madrid, 1972. Pais, Abraham, “Paul Dirac: aspects of his life and work”, en la obra de varios autores Paul Dirac. The Man and his Work, Cambridge University Press, 1999, pág. 1-46. Polkinghorne, John, Quantum Theory: a very Short Introduction, Oxford University Press, 2002. Primack, Joel R. y Abrams, Nancy, “Einstein’s View of God” en el libro editado por Russell Stannard, God for the 21st century, John Templeton Press, 2000.

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7.- Los milagros y la mecánica cuántica

Los milagros son un elemento fundamental del mensaje de algunas religiones, especialmente de la religión cristiana. Lamentablemente, a nuestro juicio, una mala definición de lo que son ha influido para su rechazo, especialmente a partir de la Ilustración (siglo XVII y XVIII). Esa definición parte de que los milagros ‘son una alteración de las leyes de la naturaleza debido a la actuación de un Dios o de dioses’. La mencionada concepción hace que aquellos que creen que la naturaleza se rige por leyes claramente definidas, como ocurre con la ‘física de Newton’, interpreten esa alteración como una contradicción en el actuar de la divinidad. Si Dios ha establecido las leyes de naturaleza, ¿por qué a posteriori altera las mismas realizando milagros? Albert Einstein era un hombre religioso y esa religiosidad se manifestaba en su visión de un mundo reglado por leyes claras y precisas, pero él no podía aceptar la existencia de un Dios personal que movido por las oraciones de la gente alterase caprichosamente el curso de las mencionadas leyes. Un famoso teólogo, Rudolf Bultmann, sostuvo que ‘en el mundo de la electricidad y de la radiofonía no tienen ninguna cabida los milagros del Nuevo Testamento’. Para él, era preciso ‘desmitologizar el mensaje cristiano’. Si Jesús había existido o no, ‘no era importante’, lo importante era el mensaje de redención de la criatura humana que Dios ofrecía a través del significado de ‘la Muerte y Resurrección de Jesucristo’. No se debe interpretar esto

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como que el viejo profesor de Marburgo fuese un hombre de poca fe, por el contrario, hasta su muerte profesó la fe cristiana, lo que sucede es que daba una distinta interpretación de ella de la que se da habitualmente. Es posible que la concepción de Bultmann se interprete como ‘docetismo’, tal como lo hace Joachim Jeremías en un pequeño libro sobre ‘La historicidad de Jesús’. El docetismo es aquella concepción que deja a un lado lo carnal y sólo valora lo espiritual, olvidando el claro mensaje del prólogo del Evangelio de Juan de que Jesús es el ‘Logos que se hizo carne y habitó entre nosotros’. Esto es llamativo en uno de los principales exegetas de ese evangelio, como fue Bultmann La concepción de Einstein y Bultmann es la de un ‘mundo cerrado, una verdadera red de leyes concatenadas’ donde no cabe ninguna alteración o intromisión desde el mundo ‘sobrenatural’. Un conocido teólogo, Romano Guardini, definió el milagro de otra manera. Para él ‘un milagro no es una alteración de las leyes de la naturaleza sino su superación’. En una conferencia dada en la Academia de Baviera dio un ejemplo sumamente claro de esto. Dijo lo siguiente: ‘supongamos que tenemos dos bolitas que están depositadas en el suelo. Ambas están regidas por la ley de gravedad que apunta hacia el centro de la tierra. A los pocos días una de esas bolitas, que es de metal, sigue manteniendo su lugar, pero la otra, que es una semilla, empieza a crecer y apunta hacia arriba. No es que la ley de gravedad no siga operando sobre esa semilla sino que una ley vital de la germinación supera a la ley de gravedad. Esta sigue operando dado que la disposición del tallo y de las ramas sólo por la existencia de la gravedad toma la forma que habitualmente tiene. De la misma manera que la ley biológica supera a la ley de gravedad, sin anularla, las leyes síquicas superan a las leyes de la vida y las leyes sobrenaturales superan a las leyes síquicas, biológicas y de la gravedad sin anularlas’. El concepto de que un milagro es la superación de las leyes de la naturaleza y no su alteración es fundamental para interpretar correctamente los milagros. Pero también hay que tener en cuenta otro hecho que cambió radicalmente la concepción que tenían los físicos del mundo. Nos referimos al desarrollo de la mecánica cuántica a mitad de los años veinte del siglo pasado. Para ello ofrecemos una breve introducción a la mecánica cuántica y su relación con los milagros. Como fuente bibliográfica para analizar qué es la mecánica cuántica recomendamos los libros de John Polkinghorne, “Quantum Theory. A Very Short Introduction” (2002) y de Ian G. 92

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Barbour, “Religión y Ciencia” (2004). Ambos autores son dos distinguidos físicos y teólogos. Polkinghorne ha sido profesor de física-matemática en la Universidad de Cambridge durante muchos años y Barbour ha sido ayudante de Fermi en la Universidad de Chicago. El tema central de discusión es el de ‘determinismo e indeterminismo’. La física clásica, es decir la de Newton, expresaba que todo acontecimiento físico estaba determinado causalmente por otro acontecimiento. Toda la estructura del universo era una red de relaciones causales. Por supuesto que esta concepción tenía graves problemas cuando había que incorporar el actuar libre del ser humano. En 1925 Werner Heisenberg, Max Born y Pascual Jordan desarrollaron la llamada ‘mecánica de las matrices’ y posteriormente, a comienzos de 1927 Jordan y poco después Heisenberg desarrollaron lo que se conoce como el ‘principio de incertidumbre o indeterminación’ por el cual no se puede conocer en forma simultánea la velocidad y la posición de los electrones dentro del átomo (para este tema se puede consultar la obra de D. C. Cassidy, “Uncertainty: The Life and Science of Werner Heisenberg”, 1992). Otros autores también participaron en este desarrollo de la mecánica cuántica como Dirac, Pauli y Schrödinger. En el libro de Amir Aczel, “Entrelazamiento” (Editorial Crítica, 2004) se hace un análisis comprensible de la mecánica de las matrices y del principio de incertidumbre: “En el enfoque más abstracto de Heisenberg, las matrices infinitas representan propiedades de entes observables y la matemática usada es la manipulación de matrices. La multiplicación de matrices no es conmutativa, lo que significa que si multiplicamos las matrices A y B, en el orden AB, el resultado será en general distinto al obtenido en el orden inverso, en contraste con lo que ocurre en la multiplicación de números que es conmutativa (por ejemplo, 5 x 7 = 35 = 7 x 5) y, por lo tanto, no importa el orden en que se multipliquen…. Un observable (algo que podemos observar acerca de un sistema cuántico) se representa en la mecánica cuántica moderna mediante la acción de un operador sobre la función de ondas del sistema. Algunos de estos operadores conmutan, lo que quiere decir que, si aplicamos al sistema uno de los operadores y después el otro en el orden AB, el resultado es el mismo que si lo hacemos en el orden inverso: BA. Otros operadores no conmutan, lo que significa que el orden de aplicación de los mismos (y, por

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tanto, el orden en que se realizan las observaciones) sí importa, ya que el resultado depende de dicho orden....El hecho de que los dos operadores X (posición de la partícula) y Derivada (momento de la partícula) no conmuten tiene inmensas consecuencias en mecánica cuántica. Nos indica que no podemos medir la posición y el momento de la misma partícula y esperar una buena precisión en ambas medidas. Si conocemos una de las dos cantidades con buena precisión (la que medimos primero), la otra la conoceremos con escasa precisión. Ello es una consecuencia matemática de la no-conmutatividad de los operadores asociados con esas dos clases de medidas. El hecho de que la posición y el momento de la misma partícula no puedan ser determinados con alta precisión se conoce como el principio de incertidumbre....”. Ante el principio de incertidumbre o indeterminación los físicos han adoptado distintas posturas que vamos a resumir siguiendo a Barbour. a) La incertidumbre puede ser atribuida a la provisional ignorancia humana. Llegará el día en el que se descubrirán leyes exactas. Esta es la posición asumida por Einstein y que reflotó, posteriormente, David Bohm. Para Einstein “Dios no juega a los dados”. b) La incertidumbre puede ser atribuida a limitaciones experimentales o conceptuales irremontables. Nunca podremos saber como es el átomo en sí. Esta fue la posición que asumieron en un comienzo Heisenberg y Niels Bohr. c) La incertidumbre puede ser atribuida a la indeterminación existente en la naturaleza. En el universo de las partículas elementales siempre existen diferentes posibilidades. Observar consiste en extraer de la distribución de probabilidades existente una de las muchas posibilidades que contiene. Esta es la posición que asumió finalmente Heisenberg y es la que reúne a la mayor parte de los físicos. d) Una versión más exótica de la indeterminación objetiva es la interpretación de los mundos múltiples propuesta por Hugh Everett. Lo que él defiende es que, cada vez que un sistema cuántico tiene ante sí más de un camino, el universo se divide en numerosos universos segregados, en cada uno de los cuales sólo se concreta una de las posibilidades existentes. Nosotros habitamos precisamente el universo en el que las cosas acontecen como las observamos, y no

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nos es posible comunicarnos con ninguno de los otros universos, en los que duplicados nuestros observan la actualización de otras alternativas (Barbour, op. cit. pág. 286 y 290). Un distinguido físico y músico argentino, Alberto Rojo, profesor en la Oakland University de Michigan, ha escrito un interesante artículo titulado “El jardín de los mundos que se ramifican: Borges y la mecánica cuántica”, que se puede bajar de Internet. En él, después de hacer una breve pero clara introducción a la interpretación de los universos múltiples, muestra como el mundo de ficción de Borges se anticipó en el tiempo en su escrito “El jardín” (1941) a la teoría de Everett (1957).

Resumiendo: la mecánica cuántica y su principio de indeterminación nos parecen mostrar que el mundo, en su base constitucional más elemental –el mundo de la microfísica- no es cerrado como creía la física de Newton sino un mundo abierto. Para Jordan la mecánica cuántica destruyó el materialismo (así lo manifiesta en su pequeño libro, “La física del siglo XX”). Desde ese punto de vista, no habría una contradicción fundamental con un mundo en el que Dios, sin alterar sus leyes, produzca milagros. Con respecto a los milagros narrados en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, habrá que hacer un análisis cuidadoso de sus distintos ‘géneros literarios’ para emitir un juicio sobre su realidad. Algunos milagros del Antiguo Testamento, como los del Éxodo, han sido interpretados de una manera ‘natural’ por un eminente físico inglés, Colin Humphreys, en su libro “The Miracles of Exodus: A Scientist’s Discovery of the Extraordinary Natural Causes of the Biblical Stories” (2003). Por supuesto, ésta es una interpretación discutida (puede verse el comentario de este libro en el artículo “Can physics explain miracles?”, Physicsweb, December 2003, del físico y teólogo Andrew Pinsent). Los milagros del Nuevo Testamento también han dado lugar a distintas interpretaciones. El llamado Racionalismo ha negado desde un comienzo la posibilidad de los milagros. Distintos autores del siglo XIX como Baur, David Strauss, Renán y otros han sostenido que los evangelios eran ‘leyendas’ o ‘mitos’ muy posteriores a los acontecimientos. Por el contrario, Adolf von Harnack, eminente historiador de comienzos del siglo XX, ha sostenido que los evangelios eran antiguos (ver su trilogía sobre Lucas), pero no aceptó los milagros. Lo mismo cabe decir de Rudolf Bultmann, 95

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que fuera uno de los iniciadores de la llamada ‘Escuela de las Formas’ y cuya posición ya hemos mencionado. El tema de los milagros en los evangelios es abordado equilibradamente en el tercer tomo de la obra “Un judío marginal” de John P. Meier, probablemente la principal obra sobre la persona histórica de Jesús. Todo lo anterior no pretende ser una demostración de la existencia de los milagros sino mostrar que no hay razón científica para sostener que ellos no son posibles. Hoy nos dice la ciencia que el universo surgió hace 15.000 millones de años (big bang); que de una pequeña partícula casi infinitesimal surgieron otras partículas, átomos, estrellas y galaxias; que luego en el corazón de las estrellas se dio la llamada relación triple alfa (tres núcleos de helio dieron lugar a un núcleo de carbono) que tanto conmovió al ateismo de Fred Hoyle, su descubridor, que manifestó que su única explicación era una mano inteligente; que posteriormente se formaron los elementos más pesados; que esos elementos fueron expulsados del corazón de esas estrellas en explosiones de supernovas; que pasaron tres generaciones de estrellas y sobre una intrascendente roca (la Tierra) que gira alrededor de una de esas estrellas (el Sol) apareció la vida sólo posible por la formación previa de esos elementos; que luego la vida evolucionó, se desarrolló y dio lugar a seres pensantes que discutimos sobre la posibilidad de los milagros. Esto sí que es un ‘milagro’, como dice el patriarca de la astronomía, Allan Sandage. Más arriba se mencionó la teoría de Everett sobre los universos múltiples. De haber infinitos universos todo esa conjunción de combinaciones de números de las que nos habla el ‘principio antrópico’ podría explicarse casi naturalmente, pero ¿desaparece el misterio? No lo creemos y para esto vale la pena leer el último artículo publicado por el recientemente fallecido Bryce DeWitt, “God’s Rays”, en Physics Today (enero 2005). Él, un físico eminente, fue el que dio a conocer el artículo original de Everett. Para DeWitt el sentido de la vida no se agota en las relaciones de la física o de la biología, también el ‘amor’ juega un papel fundamental. ¿Y qué sentido tiene el amor, sino la tragedia, si todo ese gran desarrollo fenece en un big crunch? La resurrección de Jesucristo, el principal de los milagros para el mundo cristiano, es un signo que nos abre al misterio de nuestra futura resurrección. Él nos asegura contra la opinión de que todo es una comedia trágica sin sentido.

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Bibliografía Aczel, Amir, Entrelazamiento, Ed. Crítica, 2004. Barbour, Ian G., Religión y Ciencia, 2004. Cassidy, D. C., Uncertainty : The Life and Science of Werner Heisenberg, 1992. DeWitt, God’s Rays, Physics Today, enero 2005. Guardini, Romano, Los sentidos y el conocimiento religioso, ed. Guadarrama. Humphreys, Colin, The Miracles of Exodus: A Scientist´s Discovery of the Extraordinary Natural Cause of the Biblical Stories, 2003. Jeremías, Joachim, La historicidad de Jesús, Ediciones Sígueme. Jordan, Pascual, La física del siglo XX, FCE. Pinsent, Andrew, Can physics explain miracles?, en Physicsweb, december 2003. Polkinghorne, John, Quantum Theory. A Very Short Introduction, 2002. Rojo, Alberto, El jardín de los mundos que se ramifican: Borges y la mecánica cuántica, Web.

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8.- Ciencia y religión según Richard P. Feynman En la obra de Richard P. Feynman, “El placer de descubrir” (1), hay un último capítulo titulado “La relación entre ciencia y religión” que vamos a comentar en pocas líneas. Feynman fue, sin la menor duda, uno de los físicos más brillantes del siglo XX, y es por ello que sus comentarios sobre la mencionada relación son para nosotros de muchísimo interés. Desde el comienzo ponemos en claro que no compartimos algunas de sus manifestaciones, aunque hay que destacar el respeto que el gran físico mantiene en todo momento para aquellos que no piensan como él en esta materia. Feynman comienza analizando por qué muchos jóvenes que se insertan en el mundo de la ciencia terminan abandonando la fe de sus padres. Dice así: “para el estudiante que aprende ciencia hay dos fuentes de dificultad al tratar de conciliar ciencia y religión. La primera fuente de dificultad es ésta: que en la ciencia es imperativo dudar; para avanzar en la ciencia es absolutamente necesaria la incertidumbre como una parte fundamental de la naturaleza interior. Para avanzar en el conocimiento debemos seguir siendo humildes y admitir que no sabemos. Nada es cierto o está probado más allá de toda duda. Uno investiga por curiosidad, porque hay algo desconocido, no porque conozca la respuesta. Y a medida que uno obtiene más información en las ciencias, no es que esté descubriendo la verdad, sino que está descubriendo que esto o aquello es más o menos probable.....Lo que sucede, entonces, es que el joven empieza a dudar de todas las cosas porque no puede tenerlas como una verdad absoluta. Y así hay un ligero cambio en la pregunta ¿Existe un Dios? a

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¿Hasta qué punto es seguro que existe un Dios? Este cambio muy sutil es un gran golpe y supone una separación entre los caminos de la ciencia y la religión. Yo no creo que un auténtico científico pueda volver a creer en lo mismo que creía antes” (pág. 197). Más adelante dice: “no creo que un científico pueda alcanzar nunca ese punto de vista, esa comprensión realmente religiosa, ese conocimiento real de que existe un Dios: esa certeza absoluta que tienen las personas religiosas” (pág. 198). La cita de Feynman es discutible dado que divide al ser humano en compartimientos estancos. El sostener que la actitud ante la ciencia es la de la incertidumbre y ante la religión la de la certeza es una fractura innecesaria del comportamiento humano. Existe incertidumbre tanto en la vida del científico como en la vida del religioso, y no porque la materia objetiva sea diferente (ciencia o religión), sino porque es el hombre el que vive en un mundo de incertidumbre. Un eminente pensador religioso, Romano Guardini, decía que la vida de fe se puede comparar a la luz de una vela, que tiene momentos de gran lucidez y firmeza, y momentos donde languidece hasta casi apagarse. Desde un punto de vista similar, el Premio Nobel de Física Charles Townes, coparticipe en la invención del maser y del laser, sostiene que entre ciencia y religión hay convergencia. En su escrito “Logic and Uncertainties in Science and Religion” (conferencia de marzo de 2004) sostiene que habitualmente pensamos que la fe es algo privativo de la religión, “pero no, la fe es muy común en la ciencia”. Ahora queremos detenernos en el análisis de la materia objetiva, ciencia o religión. A pesar de lo que dijimos en el párrafo anterior (‘y no porque la materia objetiva sea diferente’), nosotros creemos que hay una diferencia importante entre ciencia y religión. La ciencia analiza aspectos que entran en el rango de lo que el gran filósofo judío Martín Buber llamaba la relación ‘yo-ello’, mientras la religión corresponde a una relación ‘yo-tu’. El científico puede quedar impresionado por el misterio del universo – como ocurre con Feynman cuando nos habla de su apreciación sobre el misterio y la majestad de la materia- pero su búsqueda es la de comprender el ‘cómo’ de las cosas (quarks, partículas, leyes, mecánica cuántica, relatividad, big bang, simetría, supersimetría, etc.), por el contrario la materia objetiva de la religión es el ‘por qué’. El hombre religioso no cree en determinadas verdades sino que cree en Aquel que le transmite esas verdades, pero por ello vive en una interrogación perpetua, buscan-

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do respuestas que no siempre las llega a comprender. Acaso, Jesús, que es base de la fe religiosa de muchos, no hizo a su Padre en la cruz la pregunta ‘¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?’ Religión es ‘religarse’ con un ser personal en quien se cree. Es una relación de tipo personal. Es como creerle a los amigos y seres queridos. Continúa Feynman con la “segunda dificultad que encuentra nuestro estudiante para conciliar ciencia y religión. ¿Por qué se concluye a menudo que la creencia en Dios –al menos, el Dios de tipo religioso- se considera muy poco razonable, muy poco probable? Pienso que la respuesta tiene que ver con las cosas científicas –los hechos o los hechos parciales- que el hombre aprende”. Menciona luego lo siguiente: “por ejemplo, el tamaño del universo es impresionante; nosotros estamos montados en una minúscula partícula que da vueltas alrededor de un Sol entre cien mil millones de soles en esta galaxia, que a su vez es una entre mil millones de galaxias. Además, está la íntima relación entre el hombre biológico y los animales, y entre una forma de vida y otra. El hombre es un recién llegado a un vasto drama en desarrollo; ¿es posible que todo lo demás sea tan sólo un andamio para su creación?”. “Y también están los átomos de los que todo parece estar construido, siguiendo leyes inmutables. Nada puede escapar a ello; las estrellas están hechas del mismo material, y los animales están hechos del mismo material, pero con tal complejidad como para aparecer misteriosamente vivos, como el propio hombre. Es una gran aventura contemplar el universo más allá del hombre, pensar en lo que significa sin el hombre, como lo fue durante la mayor parte de su larga historia, y lo es en la inmensa mayoría de los lugares. Cuando finalmente se alcanza esta visión objetiva y se aprecian el misterio y la majestad de la materia, volver la mirada objetiva al hombre visto como materia, para ver la vida como parte de un misterio universal de la máxima profundidad, es sentir una experiencia que apenas se puede describir. Normalmente acaba en risas ante la inutilidad de intentar comprender. Estas visiones científicas acaban en sobrecogimiento y misterio, perdidos en el borde de la incertidumbre, pero parecen tan profundas y tan impresionantes que la teoría de que todo está dispuesto simplemente como un escenario para que Dios observe la lucha del hombre entre el bien y el mal parece insuficiente” (pág. 198-199).

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Del largo texto citado podemos deducir: a) Feynman era una persona religiosa. En cada una de las frases se percibe un asombro ante el misterio. El misterio de la grandiosidad del universo. El misterio de los extraordinarios desarrollos de la vida. El sentirse inmenso como parte de un misterio universal que apenas se puede describir. Apoyándonos en la lectura de “Religión y Revelación” de Romano Guardini, podemos deducir que Feynman fue tocado por lo sagrado, por lo ‘numinoso’, que es la primera experiencia del fenómeno religioso (esta experiencia fue analizada en la obra de Rudolf Otto que lleva el mismo título –Lo Sagrado-). Lamentablemente, dominado por simples nociones cuantitativas de espacio y tiempo, no ha explicitado claramente lo que ya percibió Pascal cuando ante el misterio de la inmensidad del universo, decía que el hombre es una débil caña movida por el viento, “pero una caña pensante”. Las estrellas y las galaxias son inmensas comparadas con nosotros, pero ellas no saben que existimos, en cambio nosotros sabemos que ellas están ahí. Es precisamente el hombre el que a través del desarrollo de la ciencia trata de penetrar en los misterios del universo. ¡Qué extraordinaria simetría la de las herramientas matemáticas que encajan tan exactamente en la comprensión del mundo material! (al respecto es interesante consultar el libro de un físico no creyente, Steven Weinberg, “The Quantum Theory of Fields, Vol. 3: Supersymmetry”, lleno de intrincadas fórmulas matemáticas que buscan dilucidar los fenómenos de la naturaleza. Como decía Einstein: “lo más incomprensible de la naturaleza es que sea comprensible”). b) Feynman, probablemente por un problema de educación religiosa –al comienzo de su artículo dice “en vista de mi evidente falta de conocimiento y comprensión de la religión”-, tiene una imagen pequeña de Dios. Por el contrario, Anselmo de Canterbury decía hace ya casi mil años que ‘Dios es el ser más grande, que no podemos imaginar algo mayor. Si no existiera, no sería el más grande”. De ahí deducía su existencia a través de la llamada ‘prueba ontológica’ (en su escrito “Proslogium”. En general, la mayor parte de los filósofos han rechazado esta prueba, pero hay que mencionar que uno de los más extraordinarios lógicos de todos los tiempos, Kurt Gödel, no sólo la aceptó sino que la expresó en el lenguaje de la lógica-matemática. 102

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Su desarrollo se puede bajar de Internet).

Feynman termina su artículo analizando lo que para él son las dos grandes herencias de la civilización occidental: la ciencia y la ética cristiana. Esta última es “la acción basada en el amor, la hermandad de todos los hombres, el valor del individuo y la humildad del espíritu” (pág. 203). Equívocamente, a nuestro entender, trata de salvar la ética cristiana, que acepta, separándola de su metafísica, que daría la impresión que no acepta, pero he aquí que esa ética se basa en relaciones personales y es por ello que exige una metafísica personalista. Si lo único real son meros átomos que se combinan azarosamente como diría Demócrito, ¿dónde queda la ética, la justicia y el amor? Dios no es una idea, ni siquiera el misterio de los espacios siderales. Dios es el misterio de una persona que entra en diálogo con la vida en esta tierra, pero que también puede haber entrado en diálogo con la vida en otros planetas de la Vía Láctea o de otras galaxias. Aunque parezca mentira, esto último no es nada nuevo, ya lo sostenía Orígenes de Alejandría (en el siglo III) y el obispo de París, Tempier, en un famoso escrito de 1277 donde consideraba que la humildad cristiana exigía aceptar la posibilidad de vida inteligente en otros lugares del universo (2). La inmensidad de los espacios siderales, que para Feynman es motivo de incredulidad, es tomada por otros científicos como un apoyo de su fe. Asi por ejemplo, el Director del Observatorio Vaticano, el Padre George Coyne, distinguido planetólogo, profesor de la Universidad de Arizona, estima que la cantidad de planetas semejantes a la tierra podría estar en el orden de 1017 y no ve por ello ningún problema hacia su fe, por el contrario. Lo mismo cabría decir del Dean de la astronomía mundial, Allan Sandage, el hombre que ha intentado medir en los últimos cincuenta años el tamaño y la edad del universo a través de la constante de Hubble. Para él, todo es un milagro (3).

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Referencias Bibliográficas (1) Richard P. Feynman, “El placer de descubrir”, Ediciones Crítica, Barcelona, 2000. (2) En una obra del Conde de Maistre, de la primera mitad del siglo diecinueve, “Las Veladas de San Petersburgo”, podemos leer una cita de Orígenes de Alejandría. Lamentablemente, no se hace referencia a la obra de la cual se ha sacado. La cita dice así: “El altar (del sacrificio) estaba en Jerusalem pero la sangre bañó todo el universo”. Este carácter cósmico de la redención de Jesucristo, que alude a habitantes de otros mundos, se percibe también en las epístolas de Pablo a los Colosenses, en los “Principios” de Orígenes y también en los escritos de Duns Scoto. La referencia al obispo Tempier la hemos extraído de distintos escritos del historiador de la ciencia y astrónomo, Owen Gingerich. Un eminente astrofísico contemporáneo, Edward Arthur Milne, de profunda fe cristiana, analizó detenidamente el tema de la teología y los habitantes de otros mundos en su obra “Modern Cosmology and the Christian Idea of God”. (3) Allan Sandage fue el principal observador del telescopio del Monte Palomar desde 1952 hasta los años noventa. Ha escrito alrededor de 600 artículos científicos y a pesar de sus casi ochenta años sigue siendo muy activo. Su vida científica y preocupaciones religiosas se pueden rastrear en el hermoso libro de Dennis Oberbye, “Lonely Hearts of the Cosmos: The Story of the Scientific Quest for the Secret of the Universe” (1991). Sobre la historia del Observatorio de Monte Palomar se puede consultar el trabajo de Sandage “The First 50 Years at Palomar: 19491999. The Early Years of Stellar Evolution, Cosmology and High-Energy Astrophysics”, Annu. Rev. Astron. Astrophys, 1999, 37: 445-86. Sobre la postura religiosa de Sandage se puede bajar de Internet su trabajo: “Un científico reflexiona sobre la creencia religiosa”. (http://espanol.leaderu.com/docs/ciencia/un_cientifico.html). Conjuntamente con Bedke ha publicado el “Carnegie Atlas of Galaxies”, 1994, en donde analiza las fotografías de centenares de galaxias en dos espléndidos volúmenes.

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Lamentablemente, después de escribir este artículo, Sandage falleció. Hasta último momento siguió escribiendo y en una de sus últimas presentaciones le dijo a sus amigos que no estuviesen tristes pues el iba a un mejor lugar.

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9.- El debate Dawkins-Collins sobre ciencia y fe El siguiente es un reciente debate entre el zoólogo Richard Dawkins, de Oxford, y Francis Collins, que fuera director del programa oficial del genoma humano. Dawkins ocupa la cátedra ‘Charles Simonyi” de Public Understanding of Science de la Universidad de Oxford. Su campo de investigación ha sido la etología y ha escrito un sinnúmero de libros. El último es un best seller y se titula “The God Delusión”. Se ha definido públicamente no sólo como ateo sino como un predicador del ateismo. El Dr. Collins es Director del Nacional Human Genome Research Institute y ha encabezado el programa oficial del Genoma Humano al frente de 2.400 científicos para mapear los 3.000 millones de letras bioquímicas de nuestra genética. Ha escrito más de 300 artículos científicos y un libro titulado “The Language of God”. Su equipo ha ayudo a descubrir la causa de la fibrosis cystica, de la neurofibromatosis y de la enfermedad de Huntington. Es un cristiano creyente. Primero vamos a transcribir el debate tal como ha sido publicado por el Times del 13 de noviembre de 2006, aunque sabemos que algunos puntos no se incluyeron en la publicación, como la discusión sobre la historicidad de Jesús y otros, tal como lo manifiesta Collins en “Newsletter” (enero-febrero de 2007), publicación de ASA. Finalmente haremos algunos comentarios. Times: Profesor Dawkins, si uno realmente entiende la ciencia, ¿Dios es una ilusión tal como sugiere el título de su libro?

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Dawkins: La cuestión de si realmente existe un creador sobrenatural, un Dios, es una de las preguntas más importantes que debemos contestar. Yo pienso que es una pregunta científica. Mi contestación es no. Times: Dr. Collins, ¿usted cree que la ciencia es compatible con la fe cristiana? Collins: Sí. La existencia de Dios puede ser verdad o no. Pero llamarla una pregunta científica implica que las herramientas de la ciencia pueden proveer la contestación. Desde mi perspectiva, Dios no puede estar totalmente contenido dentro de la naturaleza y, por lo tanto, está fuera de la habilidad de la ciencia dar una respuesta. Times: Stephen Jay Gould, un famoso paleontólogo de Harvard, argumentó que ciencia y religión pueden coexistir, porque ocupan cajas separadas herméticamente. Parecería que ustedes discrepan. Collins: Parecería que Gould levanta una pared artificial entre dos visiones comunes que no existen en mi vida. Porque creo fehacientemente en el poder creativo de Dios, creando en primer lugar todo lo que existe, encuentro que estudiar el mundo natural me da la oportunidad de observar la majestad, la elegancia, lo intrincado de la creación de Dios. Dawkins: Pienso que los compartimientos separados de Gould fueron un ardid meramente político para ganarse a los religiosos tibios hacia el campo de la ciencia. Pero es una idea vacía. Hay muchos espacios donde la religión no se mantiene distante del campo científico. Cualquier creencia en milagros es totalmente contradictoria, no sólo con los hechos de la ciencia sino con el espíritu de la ciencia. Times: Profesor Dawkins, ¿piensa usted que la teoría de la evolución de Darwin va más allá que una simple contradicción a la historia del Génesis? Dawkins: Sí. Durante siglos, el argumento más poderoso sobre la existencia de Dios en el mundo físico fue el llamado argumento del diseño: las cosas vivientes eran tan hermosas y elegantes, tan aparentemente diseñadas que solo pudieron ser hechas por un diseñador inteligente. Pero Darwin produjo una explicación más sencilla. Su vía es un gradual y mejorado crecimiento comenzando en inicios muy simples, y trabajando paso a paso mediante pequeños progresos hacia más complejidad, más

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elegancia, más perfección adaptable. Cada paso no es demasiado improbable para que nosotros no lo podamos entender, pero cuando los sumamos en forma acumulativa durante millones de años, tenemos esos monstruos de improbabilidad, como el cerebro humano o un bosque tropical muy denso donde llueve todo el año. Debería ser una advertencia, a que nunca más asumamos que porque algo es complicado, lo debe haber hecho Dios. Collins: No veo que la narración básica sobre la evolución del Profesor Dawkins sea incompatible con que la haya diseñado Dios. (¿Darwin?) Times: ¿Cuándo habrá ocurrido ésto? Collins: Siendo Dios sobrenatural, Él también está fuera del tiempo y del espacio. Por lo tanto, al momento de la creación del universo, Dios también pudo haber activado la evolución, con total conocimiento de cómo iba a resultar, y más aún incluyendo el hecho de estar ahora manteniendo esta conversación. La idea de que Él no sólo puede predecir el futuro, nos da espíritu y libre albedrío para realizar nuestros deseos, se torna enteramente aceptable. Dawkins: Creo que eso es tremendamente desechable. Si Dios quiso crear vida y seres humanos, sería muy rara la extraordinaria e indirecta forma de esperar 10.000 millones de años antes de iniciar vida alguna y luego esperar otros 4 mil millones de años hasta arribar a que se logren seres humanos capaces de adorar y pecar y todas esas otras cosas que a la gente religiosa le interesa. Collins: ¿Quiénes somos nosotros para decir que fue una forma rara de hacerlo? Yo no creo que sea el propósito de Dios que sus intenciones sean absolutamente obvias para nosotros. Si a Él le conviene ser una divinidad que debemos buscar, sin estar presionados a hacerlo, ¿no hubiera sido razonable para Él usar el mecanismo de la evolución sin colocar señales o vías obvias para revelar su rol en la evolución? Times: Sus dos libros sugieren que si las constantes universales, las seis o más que caracterizan nuestro universo, hubieran variado en algún modo, eso hubiera hecho la vida imposible. Dr. Collins, ¿puede suministrarnos un ejemplo? Collins: Si la constante gravitacional hubiera variado en una parte en

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cientos de millones de millones, luego la expansión del universo después del big bang no hubiera ocurrido de la manera necesaria para que existiera vida. Cuando observamos la evidencia, es difícil pensar que esto fue simple casualidad. Pero si desea considerar la posibilidad de un diseñador, esto resulta una explicación pausible para lo que de otra manera es un evento excesivamente improbable, particularmente nuestra existencia. Dawkins: La gente que cree en Dios concluye que debe haber un accionador divino de una perilla que activó, a su vez, las perillas de media docena de estas constantes para que sean exactamente adecuadas. El problema es que esto significa, porque hay algo vastamente improbable, que necesitamos un Dios para que nos lo explique. Pero Dios mismo sería aún más improbable. Los físicos han arribado a otras explicaciones. Una es que estas seis constantes no son libres para variar. Algunas teorías unificadas eventualmente demostrarán que están tan ligadas como la circunferencia y el diámetro de un círculo. Esto reduce las probabilidades de que todas ellas ocurren independientemente solo para encajar en el proyecto. La otra vía es la de los multiversos. Esta dice que a lo mejor el universo que habitamos es uno de un gran número de universos. La gran mayoría no tendría vida porque tienen una constante gravitacional equivocada. Pero como el número de universos aumenta, las probabilidades apuntan a una pequeña minoría de universos que tengan las adecuadas constantes. Collins: Esta es una elección interesante. Salvo una solución teórica que yo creo improbable, usted debería decir que hay millones de millones de universos paralelos allá afuera, que no podemos observar en el presente, o debe decir que hay un plan. Yo encuentro el argumento de la existencia de un Dios, que hizo la planificación, más lógico que el burbujear de todos estos multiversos. De manera que la navaja de Occam –Occam dice que uno debe elegir la explicación más simple y directa- me guía a creer más en Dios que en el multiverso, que parece una exageración para la imaginación. Dawkins: Acepto que hay cosas más grandes y más incomprensibles de las que podemos imaginar. No puedo entender porqué usted invoca improbabilidad y aún no admite que se está pegando un tiro en su pie por postular algo igualmente improbable, mágicamente, en la existencia de la palabra Dios.

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Collins: Mi Dios no es improbable para mí. El no necesita una historia de su creación, o ser explicado por otra cosa. Dios es la contestación a todas aquellas preguntas de ¿cómo se ha originado todo? Dawkins: Creo que ésta es la madre y padre de todo esto. Es una honesta búsqueda científica descubrir de donde proviene esta aparente improbabilidad. Ahora, el Dr. Collins dice: “Bueno, Dios lo hizo y Dios no necesita explicación porque Dios está fuera de todo esto”. Bueno, esto es una increíble evasión de la responsabilidad a contestar. Los científicos no hacen esto. Los científicos dicen: “Estamos trabajando en esto, nos esforzamos por entender”. Collins: Por cierto que la ciencia debería continuar para ver si puede hallar evidencia para los multiversos que puedan explicar por qué nuestro universo está tan bien afinado. Pero objeto la aseveración que cualquier cosa fuera de la naturaleza está fuera de la conversación. Este es un empobrecido punto de vista a preguntas que nosotros los humanos podemos hacer, tales como ¿Por qué estoy aquí?, ¿Qué sucede después que morimos? ¿Hay un Dios? Si usted se niega a reconocer lo apropiado de estas preguntas, arribamos a la probabilidad cero con respecto a Dios después de haber examinado el mundo natural porque no te convence sobre una base de evidencia. Pero si mantiene su mente abierta sobre que Dios puede existir, puede apuntar a aspectos del universo que son consistentes con esa conclusión. Dawkins: Para mí, el enfoque más correcto es decir que somos profundamente ignorantes en estos temas. Necesitamos trabajar más en este aspecto. Pero de repente, decir que la contestación es Dios, pareciera que es para terminar la discusión. Times: ¿Podría la contestación ser Dios? Dawkins: Podría haber algo increíblemente grande e incomprensible y que está más allá de nuestro entendimiento. Collins: Eso es Dios. Dawkins: Sí. Pero pudiera ser cualquiera de mil millones de dioses. Podría ser el Dios de los marcianos o de los habitantes de Alfa de Centauro. Las posibilidades de que sea un Dios en particular, Yahweh, el Dios de Jesús, es por lo menos mínima, la obligación recae sobre usted para demostrar que éste es el caso.

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Times: El libro del Génesis ha guiado a muchos protestantes conservadores a oponerse a la evolución y algunos insisten que la tierra sólo tiene 6.000 años. Collins: Hay creyentes sinceros que interpretan Génesis 1 y 2 en una forma literal que francamente es inconsistente con nuestro conocimiento sobre la edad de nuestro universo o cómo los organismos vivientes se relacionan. San Agustín escribía que básicamente era imposible de entender lo que estaba siendo descripto en el Génesis. No se debía entender como un libro de ciencia. Debía entenderse como la descripción de quien era Dios y quienes somos nosotros y cual se supone que es nuestra relación con Dios. Agustín explícitamente nos advirtió contra una perspectiva muy estrecha que expondría nuestra fe a parecer ridícula. Si usted da un paso atrás de esa estrecha interpretación, lo que la Biblia describe es muy consistente con el Big Bang. Dawkins: Los físicos están trabajando sobre el Big Bang y algún día pueden o no resolverlo. No obstante, lo que el Dr. Collins ha especificado…, ¿puedo llamarlo Francis? Collins: Por favor, Richard, hágalo. Dawkins: Lo que Francis estaba diciendo sobre el Génesis era, por supuesto, una pequeña discusión privada entre él y sus colegas fundamentalistas…. Collins: No es tan privada. Es bastante pública… (risas). Dawkins: Sería raro que yo interviniera, excepto para sugerir que se ahorraría mucho trabajo simplemente si no los considerara. ¿Por qué hacernos problema con estos payasos? Collins: Richard, no creo que adjudicarle nombres a gente sincera contribuiría a un diálogo entre ciencia y fe. Eso endurecería más la posición. En este aspecto, los ateos parecieran más arrogantes y caracterizar la fe como algo que solo un idiota defendería, no ayudaría en este caso. Times: Dr. Collins, la Resurrección es un argumento fundamental en la fe cristiana, ¿junto con el nacimiento virginal y los milagros no hacen mella a los métodos científicos, que dependen de la constancia de leyes naturales?

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Collins: Si usted contesta que sí a un Dios fuera de la naturaleza, luego no hay nada inconsistente para Dios que en raras ocasiones elige invadir el mundo material de manera que pareciera milagroso. Si Dios hizo las leyes naturales, ¿por qué no podría el violarlas cuando fuera un momento particularmente significativo para que Él lo hiciese? Y si usted acepta la idea de que Cristo también es divino, que yo sí, luego su Resurrección no es en sí mismo un gran salto lógico. Times: La mera noción de los milagros, ¿desplazaría la ciencia? Collins: De ninguna manera. Si está en el campo en que yo estoy, un lugar en que ciencia y fe podrían aproximarse es la investigación sobre supuestos eventos milagrosos. Dawkins: Si hay algo que le cierra la puerta en la cara a la investigación constructiva es la palabra milagros. Para un labrador del medioevo, una radio sería un milagro. Todo tipo de cosas, que se podrían clasificar como milagros, pueden pasar a la luz de la ciencia actual, de la misma manera que si en el medioevo apareciera un Boeing 747. Francis continúa diciendo cosas como ‘desde el punto de vista de un creyente’. Una vez que usted adopta la posición de la fe, se encuentra repentinamente perdiendo su escepticismo natural y su científica –realmente científicacredibilidad. Ruego me perdone mi descortesía. Collins: Richard, de hecho, estoy de acuerdo con la primera parte de lo que usted dijo. Pero le restaría su exposición sobre que mis instintos científicos son menos rigurosos que los suyos. La diferencia es que mi presunción sobre la posibilidad de Dios, y por lo tanto lo sobrenatural, no es cero, y la suya, sí. Times: Dr. Collins, usted ha descrito el sentido moral de la humanidad no sólo como regalo de Dios, sino también como señal de que Él existe. Collins: Hay todo un campo de investigación que ha brotado en estos últimos 30 ó 40 años –algunos lo llaman psicología sociológica y evolutiva- relacionado con de dónde sacamos nuestro sentido moral y por qué valoramos la idea del altruismo, y localizando ambas preguntas en adaptaciones de conducta para la preservación de nuestros genes. Pero si usted cree, y Richard ha sido claro en esto, que la selección natural opera sobre el individuo no en un grupo, luego ¿por qué el individuo arriesgaría su propio ADN haciendo algo desinteresado para ayudar a alguien, de tal 113

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manera que pudiera disminuir sus posibilidades de reproducción? Convenido, podríamos tratar de ayudar a miembros de nuestra propia familia porque compartimos nuestro ADN. O ayudar a alguien esperando que ellos nos ayuden recíprocamente. Pero cuando observamos lo que nosotros denominaríamos la más generosa manifestación de altruismo, ella no se basa en selección de parentela o reciprocidad. Un ejemplo máximo podría ser el de O. Schindler arriesgando su vida para salvar a más de 1.000 judíos de las cámaras de gas. Esto es lo opuesto a salvar sus genes. Vemos versiones menos dramáticas todos los días. Muchos de nosotros pensamos que estas cualidades pueden provenir de Dios, especialmente desde que justicia y moralidad son dos atributos que rápidamente identificamos con Dios. Dawkins: ¿Puedo comenzar con una analogía? La mayoría de la gente entiende que el deseo sexual está relacionado con la propagación de los genes. La copulación en la naturaleza tiende hacia la reproducción y, por ende, a más copias genéticas. Pero en la sociedad moderna, la mayoría de las copulaciones involucran lo contraceptivo, diseñado precisamente para evitar la reproducción. El altruismo tiene sus orígenes igual que lo tiene la lujuria. En nuestro pasado prehistórico, hubiéramos vivido en familias numerosas, rodeados por nuestros parientes cuyos intereses hubiéramos deseado promover, porque compartíamos nuestros genes. Ahora vivimos en grandes ciudades. No estamos cerca de nuestros parientes ni con personas que serán recíprocos con nuestras buenas obras. No importa. De la manera que hay personas involucradas en el sexo contraceptivo que ignoran la motivación por tener bebés, no cruza por nuestras mentes que la razón de hacer el bien esté basada en el hecho de que nuestros ancestros primitivos vivieron en pequeños grupos. Pero eso me parece altamente justificable para explicar de dónde provienen el deseo de moralidad y el deseo de la bondad. Collins: Que usted argumente que nuestros más nobles actos son un fallo de la conducta darwiniana no hace justicia al sentido que todos tenemos sobre los valores del bien y el mal. La evolución puede explicar algunas fases de la ley moral, pero no puede explicar por qué debiera tener algún verdadero significado. Si sólo es una conveniencia evolutiva, no hay en realidad nada bueno o malo. Pero para mí, es mucho más que esto. La ley moral es una razón para considerar a Dios como plausible, no sólo un Dios que pone el universo en movimiento, pero un Dios que quie114

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re a los seres humanos, porque parecemos únicos entre las criaturas en este planeta que poseemos este intenso sentido de moral. Lo que usted dice es que fuera de la mente humana explicada por procesos evolutivos, el bien y el mal no tienen sentido. ¿Usted está de acuerdo con esto? Dawkins: Aun la pregunta que usted me formula carece de sentido para mí. Bien y mal, yo no creo que ande por ahí, en ningún lugar, algo que se llame el bien y algo que se llame el mal. Creo que ocurren cosas buenas y cosas malas. Collins: Creo que es la diferencia fundamental entre nosotros. Me alegra que la hayamos identificado. Times: Dr. Collins. Sé que usted está a favor de la apertura de líneas de investigación sobre células madres. ¿Pero no es cierto que muchas personas, debido a su fe, no están a favor, creando así una percepción de que la religión está evitando que la ciencia salve vidas? Collins: Primero déjeme decir que al estar en desacuerdo hablo como un ciudadano privado y no como el representante de la Rama Ejecutiva del Gobierno de Estados Unidos. La impresión de que la gente creyente se opone en forma uniforme a la investigación de las células madres no está documentada por medición alguna. De hecho, muchas personas de fuerte convicciones religiosas piensan que esto es una apertura con apoyo moral. Times: Pero al punto que una persona discute en base a su fe o a las Escrituras antes que razonar, ¿cómo pueden los científicos responder? Collins: Fe no es lo opuesto a la razón. La fe se apoya perfectamente sobre la razón, pero con el agregado de la Revelación. De manera que tales discusiones entre creyentes y científicos ocurren fácilmente. Pero ni los científicos ni los creyentes incorporan los hechos en forma precisa. Los científicos pueden tener sus juicios nublados por sus aspiraciones profesionales. Y la pura fe, que usted puede considerar como agua pura, es vertida en vasijas oxidadas llamadas seres humanos, de manera que muchas veces los buenos principios de la fe pueden ser distorsionados cuando se endurecen las posiciones. Dawkins: Para mí, cuestiones morales como la investigación de células madre, aparecen cuando hay causa de sufrimiento. En este caso clara-

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mente no lo hay. Los embriones no tienen su sistema nervioso. Pero eso no se discute públicamente. El asunto es ‘¿Son humanos?’ Si es un moralista absoluto, ucsted dice ‘Estas células son humanas y, por lo tanto, merecen algún tipo de tratamiento moral’. La moral absoluta no necesariamente proviene de la religión, pero por lo general sí. Matamos animales no humanos en mataderos y ellos sí tienen sistema nervioso y sí sufren. Gente de fe no están interesados en su sufrimiento. Collins: ¿La moral de las vacas difiere de aquellas de los humanos? Dawkins: A lo mejor, los humanos tienen responsabilidad moral porque son capaces de razonar. Times: ¿Tienen ustedes algunas conclusiones finales? Collins: Solo me gustaría agregar, que como científico y creyente durante más de un cuarto de siglo, no encuentro absolutamente nada en conflicto entre lo acordado con Richard en prácticamente todas sus conclusiones sobre el mundo natural, y agregar que puedo aceptar y abrazar la posibilidad de que hay contestaciones que la ciencia no puede proveer con respecto al mundo natural, las preguntas sobre por qué en lugar de las preguntas de cómo. Me interesan los porqués. Encuentro muchas de estas contestaciones en el campo espiritual. Eso de ninguna forma compromete mi habilidad de pensar como científico. Dawkins: Mi mente no está cerrada, como usted, Francis muchas veces sugirió. Mi mente está abierta al maravilloso campo de probabilidades futuras, que yo ni siquiera puedo soñar, ni usted tampoco, ni nadie. Soy medio escéptico con la idea de que cualquier maravillosa revelación que aparezca en la ciencia del futuro resulte como una de las particulares revelaciones religiosas que la gente soñó. Cuando comenzamos y hablamos sobre los orígenes del universo y las constantes físicas, yo suministré lo que yo creí eran argumentos convincentes contra un diseñador sobrenatural inteligente. A mí me parece una idea digna. Refutable, pero no obstante grandiosa y suficientemente digna de respeto. No veo los dioses olímpicos, o Jesús abatido y muriendo en una cruz, como digno de esa grandeza. Me parece parroquial. Si hay un Dios, va a ser mucho más grande y mucho más incomprensible que los que cualquier teólogo de cualquier religión hayan propuesto.

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Nuestro comentario El debate es por demás interesante. Nos ha parecido conveniente seguirlo paso a paso esperando ser imparciales en nuestro comentario. En el primer juego de preguntas, donde ambos científicos expresaron su posición básica, la del ateismo por parte de Dawkins y la de la creencia en Dios por parte de Collins, ya se perciben los fundamentos de lo que manifestarán posteriormente. Creemos que la respuesta de Dawkins es metodológicamente objetable desde el momento que afirma que la cuestión de la existencia o no de Dios, aunque muy importante, es una cuestión científica. Le fue fácil a Collins refutar esto diciendo que si Dios está por afuera de la naturaleza, las herramientas de la ciencia no sirven para dar una respuesta sobre su existencia. Con respecto al segundo juego de preguntas sobre la tesis del paleontólogo Gould, aunque las respuestas son similares, nos ha parecido más prudente y profesional la respuesta de Collins dado que Dawkins minusvalora la postura de Gould al afirmar que ésta era meramente oportunista. No creemos que se pueda decir eso de un distinguido científico ya fallecido, a quien el debate religión-ciencia siempre le preocupó, y al que dedicó un importante libro a pesar de su agnosticismo. Con respecto a la contestación de Dawkins a la pregunta sobre si hay contradicción entre la teoría de Darwin y el Génesis, nos pareció sintética y brillante, claro que la contestación de Collins, al aceptar la repuesta de su adversario plenamente, invalidó la pretendida contradicción: para él no existe contradicción entre lo que manifestó Dawkins y la existencia de un diseñador inteligente. La pregunta que a continuación se le hizo a Collins sobre cuando habría ocurrido la intervención de Dios en el proceso evolutivo, parece requerir alguna otra pregunta complementaria, ya que su respuesta parece estar ‘descolgada’ de lo que viene después. De todas maneras, lo que contestó es correcto desde el punto de vista de la teología cristiana, ya que al estar Dios por afuera del espacio y del tiempo, todo el desarrollo cósmico, desde el Big Bang (hace 14.000 millones de años), constituye para Dios un ‘universo bloque’, que lo contempla en un solo instante. La contestación de Dawkins, a posteriori, denota un error teológico: al estar Dios fuera del tiempo, para Él un segundo puede significar millones de años. De ahí que la posterior réplica de Collins fue atinada. 117

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En la contestación a la pregunta sobre las constantes de la naturaleza, nos pareció más clara y amplia la respuesta de Dawkins. Por el contrario, Collins se inclinó, muy resueltamente, por la no existencia del multiverso. No afecta a la creencia cristiana la existencia de múltiples universos tal como lo manifiestan cosmólogos cristianos como Don Page y otros. Page manifiesta lo siguiente en su escrito “Predictions and Tests of Multiverse Theories” (octubre 2006): “I should perhaps at this point put my metaphysical cards on the table and say that –as an evangelical Christian- I do believe the universe was providentially created by God, and that –as quantum cosmologist with a sympathy toward the Everett ‘many worlds’ version of quantum theory- I also strongly suspect that the universe is a multiverse, with different parts having different values of the physical parameters”.

Lo que llama la atención de la postura de Collins es que anteriormente, en su libro citado más arriba, manifestó una posición mucho más mesurada. En él le dedica al llamado principio antrópico varias páginas y menciona las tres respuestas siguientes: a) la teoría del multiverso, 2) la casualidad en un solo universo y 3) que las mencionadas constantes han sido fijadas por un diseñador inteligente. Dejando de lado la respuesta número 2 por totalmente improbable, deja abierta la opción entre la número 1 y la número 3. Se inclina por esta última en base a su aceptación de la creación del universo de la nada en el Big Bang, lo que sólo puede ser obra de Dios. Con respecto a la afirmación de Dawkins de que una teoría unificada reduciría las probabilidades de que todas las constantes surjan independientemente, no nos parece correcta. Por el contrario, nos parece mucho más improbable. Más aún, siguiendo al astrónomo Owen Gingerich, en su obra “God’s Universe” vemos como una contradicción entre una teoría unificada y la teoría del multiverso. Veamos lo que allí afirma Gingerich sobre la teoría del multiverso: “Frankly, I find this an unconvincing solution. The mere fact that one rare universe is just right seems miracle enough. And by the way, if there is in the end only one way to make a universe,

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all the multiverses would have to be identical. Their rationale would evaporate, and we would be left with just one astonishingly congenial universe” (pág. 69).

Unas pocas líneas antes había afirmado Gingerich sobre la teoría unificada lo siguiente: “Or perhaps for reasons still opaque to us, all of these constants are forced to have these values because there is no alternative” (pág. 68).

Si hay una teoría unificada donde todos los valores son los que son y no pueden ser otros, todos los universos serían exactamente idénticos y, por lo tanto, “their rationale would evaporate”. En lo que siguió a continuación, la posición de Dawkins fue más convincente. No fue claro Collins en distinguir la improbabilidad de la teoría del multiverso de la improbabilidad de Dios. La posterior aclaración de Collins de que la ciencia debía seguir investigando para esclarecer si existía o no un multiverso, nos parece una rectificación de su previa postura en contra de esa teoría. De todas maneras, pocos renglones después, y ayudado por una pregunta del periodista del Times, Collins hizo una de sus mejores intervenciones. Cuando Dawkins dijo que la posición más correcta sería la de manifestar que “somos profundamente ignorantes”, el periodista del Time le dijo si podría la contestación ser Dios, a lo que Dawkins contestó: “Podría haber algo increíblemente grande e incomprensible y que está más allá de nuestro entendimiento”.

Agudamente, Collins le acotó: “Eso es Dios”, lo que desubicó a su rival. Creemos que éste ha sido el momento más brillante en la intervención del genetista estadounidense. Para no quedar mal parado, después de la intervención anterior, Dawkins manifestó:

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“Sí … Pero pudiera ser cualquiera de mil millones de dioses...”.

A renglón seguido minimizó al Dios judeocristiano, que en ese momento no era todavía tema de discusión. Esta intervención de Dawkins como la que hizo al cierre del debate, denotaría una contradicción con su resuelta posición en pro del ateismo en sus innumerables escritos. Luego vino una pregunta a Collins sobre la interpretación literal que grupos protestantes hacían de los primeros capítulos del Génesis. Su contestación fue la correcta, en el sentido que ya San Agustín había manifestado que el Génesis no era un libro de ciencia. Dawkins manifestó, un poco arrogantemente, que Collins no tenía que perder el tiempo con los ‘payasos’ (clowns) de los creacionistas, a lo que Collins le contestó que ese tipo de comentarios no ayudaba al buen diálogo entre la ciencia y la religión. Luego siguieron varias preguntas sobre los milagros y aunque las posturas de ambos contendientes son distintas, como era lógico suponer, las contestaciones nos parecen correctas. De todas maneras, creemos que Collins podría haber definido al milagro no como una violación a las leyes de la naturaleza, sino como una superación, tal como lo propuso hace muchos años el teólogo católico Romano Guardini (ver nuestro artículo “Los milagros y la mecánica cuántica”, Invenio, Nº 15, 2005 y en esta publicación). Siguieron otras preguntas referidas a la ética. Para Collins el bien es un valor que forma parte constitutiva de las relaciones humanas y, a su vez, un reflejo de la existencia de Dios. Para Dawkins, no tiene sentido hablar del bien y el mal en términos absolutos. Su postura sobre la ética es totalmente relativista. Como terminó contestando Collins: “creo que (esta postura) es la diferencia fundamental entre nosotros”. Unido a lo anterior, se le hizo a Collins una pregunta sobre las células madre donde quedó claro su concepción de que estábamos hablando de embriones humanos. Su respuesta, a tan delicado tema, fue muy equilibrada. No nos parece correcta la posición de Dawkins cuando afirma que las “cuestiones morales como la investigación de células madre, aparecen cuando haya causa de sufrimiento”. Su concepción reduccionista, equiparando un tema ético a si hay o no sufrimiento, nos parece pobre. De todas maneras, su posterior afirmación en defensa de un mejor trato 120

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a los animales nos pareció correcta. En este sentido, Collins, quien manifiesta en su libro la influencia que ha recibido de la lectura de las obras del famoso pensador C. S. Lewis, uno de los iniciadores de la ‘teología de la vida animal’, podría haber dado una mejor respuesta sobre el trato que los humanos le deben brindar a los animales. En el resumen final, no es mucho lo que agregó Collins a lo ya dicho. Insistió en su postura inicial de que, como científico, no ve ninguna contradicción entre la ciencia y la fe. La postura de Dawkins, por el contrario, fue interesante ya que mostró una veta que creo que da para mucho. Si le interpretamos correctamente, dejó un camino abierto hacia la aceptación de Dios, no hacia los dioses olímpicos o hacia el Dios de Jesús. Terminó diciendo que la idea de un diseñador sobrenatural inteligente le parece una idea digna, refutable, pero no obstante grandiosa y suficientemente digna de respecto. “Si hay un Dios, va a ser mucho más grande y mucho más incomprensible que los que cualquier teólogo de cualquier religión hayan propuesto”. Un comentario final. Nos parece ridículo que algunas publicaciones hablen de ganadores y perdedores. Tan importante tema no debe tomarse como la disputa de un match de boxeo. Las posturas de los dos científicos se encuentran limitadas por el entorno temporal y por las preguntas que les fueron dirigidas, preguntas que en algunos casos no fueron las mejores. Seríamos unos hipócritas si no manifestáramos que nuestra posición está más del lado de Collins que de Dawkins, de todas maneras nos sorprendió mucho más la postura de este último. Creemos que de ahora en más, el científico de Oxford no debería presentarse como el adalid del ateismo. Podrá seguir minusvalorando al Dios cristiano que ‘muere en la cruz’, pero en su mirada hacia el futuro difícilmente podrá dejar de lado al ‘misterio absoluto’, que para muchos es Dios. Quedará para futuros contendientes cristianos mostrarle que, como dijo Orígenes de Alejandría hace 1800 años, “en el altar de Jerusalem, Cristo con su sangre bañó todo el universo”, y ese hecho es el ‘Misterio Absoluto’. Que este Ser infinitamente grande y poderoso se haya abajado para convertirse en un mero individuo que muere como un criminal, eso sí es realmente misterioso. El misterio, Sr. Dawkins, no desaparece, por el contrario, se hace infinito.

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¿No es acaso lo anterior mucho más difícil de entender que si existen o no los multiversos o el proceso evolutivo de la vida? Sólo la fe puede dar una respuesta. En el momento de revisar este escrito tuvimos acceso al libro de John Polkinghorne, “Quantum Physics and Theology. An Unexpected Kinship” que muestra con gran claridad los caminos comunes en cuanto a sus estructuras racionales que tienen la física cuántica y la teología.

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10.- La trascendencia religiosa en los escritos de C. S. Lewis, y un comentario sobre un escrito de Jorge Luis Borges Este artículo no trata sobre un científico de las ciencias naturales sino sobre un escritor de cuentos que a través de los mismos mostraba la importancia del tema religioso. El Seminario en el que estamos participando versa sobre “Borges y Tolkien”, dos de los grandes escritores del siglo veinte. Sepan disculparme ya que no me voy a referir a ninguno de los dos salvo marginalmente. Además, noto en esta sala la presencia de especialistas en lingüística y yo soy el menos indicado para hablar ante ustedes sobre aspectos literarios e idiomáticos que me superan. Pero, autorizado por los organizadores, se me ha permitido que hable sobre C. S. Lewis, a quien a veces lo llamaré ‘Jack’, que estuvo muy relacionado con el segundo de los mencionados y cuya lectura me ha sido accesible en parte desde hace años. La amistad entre Tolkien y Lewis tiene comienzos a finales de la década del veinte y aunque fue profunda sufrió algunos apagones en algunos momentos de sus vidas. De hecho, y tal como lo narra Jack en su libro “Cautivado por la alegría”, fue Tolkien el mayor responsable de su conversión al cristianismo desde su ateísmo o quizás agnosticismo. Pero es bueno recordar dos frases que Lewis había oído previamente de su abuelo y que decían: una, ‘que nunca te debes fiar de un papista’ y la otra,

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‘que nunca te debes fiar de un filólogo’, y Tolkien era las dos cosas. De ahí que Jack no abrazó el catolicismo romano de aquél sino que abrazó la fe anglicana y esto no dejó de pesar en el enfriamiento posterior en su amistad. También hay que hacer notar los celos siempre presentes aun en grandes seres humanos como los que aquí nos ocupan. Además de la amistad y de ciertas semejanzas entre Tolkien y Lewis, especialmente insertos ambos en un mundo literario fantástico, existen características comunes en cuanto a su religiosidad, aunque también diferencias profundas. Lewis fue gran parte de su vida un apologista, es decir un defensor manifiesto de su fe cristiana y esto se manifestó en innumerables escritos y conferencias, como “Mero Cristianismo”, “El problema del dolor”, “Milagros”, “Lo eterno sin disimulo”, etc. , pero también hay que destacar que esa religiosidad cristiana transpira en sus obras para niños (y por qué no, para adultos) como en los siete libros de “Las crónicas de Narnia” y en otros escritos de literatura fantástica como la llamada “Trilogía Cósmica”. También escribió importantes libros académicos como “La alegoría del amor”,”La literatura inglesa en el siglo dieciséis, excluyendo drama” y otros, obras que son producto de sus clases, primero como tutor en la Universidad de Oxford y después como profesor en la Universidad de Cambridge. Sin ser un filósofo intentó desarrollar una original prueba de la existencia de Dios por la vía del razonamiento, que está expresada en el capítulo III de su obra “Milagros”. Hoy este tipo de pruebas o vías, como en un tiempo fueron las de Tomás de Aquino, Duns Scoto y otros ya no son populares (recordemos el debate radial entre Bertrand Russell y el padre Copleston de fines de los años cuarenta) pero, así y todo, el camino mostrado por Lewis sigue siendo debatido por distintos especialistas en la materia. Permítaseme, con respecto a este tema, aludir a Borges. Él tampoco era un filósofo pero desarrolló una versión sumamente interesante de la llamada prueba ontológica de Anselmo de Canterbury. En su recopilación “El hacedor”, desarrolla un corto escrito titulado “Argumentum Ornithologicum”, que no tiene más de diez renglones y que a diferencia de Anselmo que partía “del ser más perfecto que uno puede imaginar”, es decir de una idea, Borges lo hace de una imagen, ‘una bandada de pájaros’, aunque también la convierte en una idea ‘matemática’ (ver anexo).

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Pero volviendo a Jack, ya que Borges no es mi especialidad, la caracterización de Lewis como un apologista no se ha perdido y esto lo demuestra el hecho de que del libro mencionado más arriba, “Mero Cristianismo”, se siguen vendiendo anualmente alrededor de un millón de ejemplares. En este sentido, es interesante la lectura “Simply Lewis. Reflections on a Master Apologist after 60 years” de uno de los bíblicos actuales más importantes, el Reverendo N. T. Wright, obispo anglicano de Durham, de quien se acaba de publicar en español la monumental obra “La Resurrección del Hijo de Dios” y que ha sido llamado últimamente “el Lewis del siglo XXI”. Desde 1942 a 1955 Jack fue el presidente del Club Socrático, en cuyas reuniones se concentraron famosos filósofos a discutir distintos aspectos de la filosofía y de la teología. Uno de los debates más famosos es el que sostuvo con la filósofa católica G.E. M. Anscombe, una de las principales discípulas de Wittgenstein, en 1948. Según algunos biógrafos, el siempre invencible Jack habría salido derrotado por la joven de sólo 28 años, lo que motivó que a partir de allí Jack ya no tuviese ambiciones de filósofo y que se dedicara con no menos ahínco a expresar sus ideas religiosas a través de narraciones cargadas de personajes mitológicos, especialmente en libros para chicos. No estamos de acuerdo con esa posición ya que es la misma filósofa Anscombe la que lo niega terminantemente en “The collected Philosophical Papers of G.E.M. Anscombe”, volumen dos, “Metaphysics and the Philosophy of Mind”, 1981. Más aún, la corrección que hizo Lewis del tercer capítulo de “Milagros”, muestra según la filósofa, su “honestidad y seriedad” intelectual. La versión original de 1947 del capítulo III de “Milagros” se titulaba “Las contradicciones en sí del naturalismo” y en él, Lewis discutía la validez del pensamiento racional en un universo donde, como el naturalismo o materialismo implica, todos los eventos sin excepción son determinados en última instancia por causas irracionales. Concluía que en un universo así el pensamiento racional no era válido desde que era un producto de causas irracionales. Fruto de este debate, en la edición de 1960 introdujo algunas correcciones, como la del título del capítulo, que pasó a llamarse “Las principales dificultades del naturalismo”. De todas maneras, si es verdad que Lewis es conocido como apologista de la fe cristiana, es mucho más conocido por sus obras de ficción que lo han hecho famoso a nivel mundial y que han sido lectura de millones y

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millones de chicos y grandes, y que desde hace un tiempo se han llevado parcialmente al cine. En esas obras, como “Las crónicas de Narnia”, personajes mitológicos, animales parlantes y otros son vehículos de transmisión de profundas ideas religiosas y éticas. Aclaremos, que tanto Tolkien como Lewis tenían una interpretación profunda de los mitos y esto a diferencia de muchos de su época. Los mitos, para ambos, nos dicen verdades profundas y a veces son más reales que las propias definiciones científicas. En este sentido, no estarían lejos de una postura como la asumida por el gran psicólogo suizo Carl Jung, para quien el inconsciente humano está cargado de mitos que perviven aun en obras científicas. ¿Cuál es la diferencia entre lo que nos dicen algunas teorías científicas modernas sobre lo que pasó antes del big bang (hace 14.000 millones de años) y lo que nos enseña el Génesis en el primer capítulo de la Biblia sobre el poder de Dios cuando crea la luz en medio de la obscuridad del caos primordial habitado por el viejo monstruo de los mares? Es cierto que los libros de ciencia están escritos muchas veces con caracteres matemáticos, mientras el relato del Génesis u otros relatos babilónicos están escritos en un lenguaje plagado de imágenes. Pero aun un eminente científico agnóstico, como Steven Weinberg, recurre a un lenguaje cuasi mitológico para expresar sus ideas. En su obra “El sueño de una teoría final”, transcribe un texto de Beda el Venerable, de alrededor del año 700, donde uno de los principales hombres del rey Edwin de Northumbria, ante su consulta para decidir la religión a adoptar, manifiesta, después de narrar la historia de un pájaro que entra al calor de la sala, revolotea y se va, que el hombre aparece en la tierra para un breve período; pero de lo que fue antes de esta vida, o de lo que sigue, no sabemos nada, como del mencionado pájaro. Weinberg concluye el capítulo diciendo: “la tentación de creer con Beda y Edwin que debe haber algo fuera de la sala del banquete es casi irresistible. El honor de resistir esta tentación es sólo un magro sustituto para el consuelo de la religión, pero no está totalmente desprovisto de satisfacción”. Es loable su concepción, pero ¿por qué ignorar el potencial que arrastra para el ser humano, aún desde el punto de vista científico, esa tentación casi irresistible de creer que hay algo fuera de la sala? ¿O de que hay algo más allá de la puerta de un ropero? 126

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¿Será porque esas narraciones, la del Génesis, los relatos babilónicos, la historia de pájaro que entra a la sala y se va, o de lo que está más allá de la puerta del ropero tocan más profundamente las fibras íntimas del ser humano? Por otro lado, ¿no nos ha enseñado el famoso matemático Gödel a través de su teorema de la incompletitud de las limitaciones que nunca van a poder vencer las matemáticas? ¿No enseñan el filósofo John Lucas y el matemático Roger Penrose, ambos de la Universidad de Oxford, que las computadoras están limitadas por el teorema gödeliano mientras el espíritu humano no? ¿No será que ciertas cosas sólo se pueden decir a través de imágenes y que la cadena del razonamiento lógico tiene sus fisuras? De entrada manifesté que mi conocimiento de la literatura de Borges es pobrísimo, pero permítanme incursionar en una historia que cuenta un gran físico argentino, Alberto Rojo, en su artículo “El jardín de los mundos que se ramifican: Borges y la mecánica cuántica”. En el mismo dice que el gran escritor se anticipó a la teoría de los universos múltiples del físico Everett (1957) en un escrito de ficción de 1941 titulado “El jardín de los senderos que se bifurcan”. Recientemente se acaba de publicar un voluminoso libro del físico y matemático inglés John Barrow, titulado “Imágenes del cosmos”, con fotografías y dibujos que muestran qué importante es el mundo de las imágenes para comprender ciertos éxitos de la ciencia física y química. En uno de los capítulos de ese libro se puede ver el exitoso descubrimiento del llamado carbono 60, descubrimiento que se logró en parte a través de una figura geométrica truncada que se asemeja a un balón de fútbol, constituido por 20 hexágonos y 12 pentágonos. Si para expresar la estructura de la tercera forma estable del carbono (las otras son el diamante y el grafito) son tan importantes las figuras o imágenes, cuanto más para expresar aspectos de las relaciones humanas o teológicas. En los cuentos de Narnia el trasfondo religioso y fundamentalmente cristiano es manifiesto. Para acceder al mundo de Narnia hay que trascender este mundo y eso se logra a través de distintos caminos: a) El armario en la habitación en “El León, la bruja y el ropero”, por el que se accede al país de Narnia. b) El cuerno mágico en “El príncipe Caspian”, que llama a los chicos

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nuevamente al país de Narnia. c) La ola que sale de la pintura en “La travesía del Viajero del Alba”, que lleva a los primos a Narnia. d) La puerta oculta en “La silla de plata” y los anillos mágicos en “El sobrino del Mago”. Todos son caminos para acceder a un mundo mágico que nos trasciende. En ese mundo mágico no sólo se nos presenta una lucha entre el bien y el mal, como en parte ocurre en “El Señor de los anillos” de Tolkien, sino que el león Aslan (en el libro “El león, la bruja y el armario”) es una representación clara de la figura de Jesucristo que no solo ofrece su vida en lugar de uno de los protagonistas, sino que también ‘resucita’. Más aún, en el momento de su muerte se destruye el lugar de sacrificio, lo que nos recuerda lo que narra el Evangelio de Mateo sobre el terremoto, la destrucción de tumbas y la aparición de resucitados cuando la hora nona de la muerte de Cristo. La presencia del León es impactante. Veamos un corto texto que hemos extraído del libro “El caballo y el muchacho”, también de “Las crónicas de Narnia”: “Shasta se sintió tranquilizado por su aliento, de modo que le contó que jamás había conocido a su verdadero padre o madre y que había sido criado con gran severidad por el pescador. Y después relató la historia de su huida y contó como habían sido atacados por leones y obligados a nadar para salvar sus vidas; y todos los peligros en Tashbaan y la noche que pasó en medio de las tumbas y como las bestias aullaban en el desierto… -Yo no te llamaría desdichado- dijo la voz potente… -Yo era el León que te obligó a juntarte con Aravis. Yo era el gato que te consoló en medio de las casas de la muerte. Yo era el León que ahuyentó a los chacales mientras tú dormías. Yo era el León que dio a los caballos renovadas fuerzas sacadas del miedo para los últimos metros que faltaban, a fin de que tú pudieras alcanzar al rey Lune a tiempo. Y yo era el León, que tú no recuerdas, que empujó el bote en que yacías, un niño próximo a morir, para que llegase a la playa donde estaba sentado un hombre, insomne a la medianoche, que debía recibirte. 128

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-¿Quién eres tú? -Yo mismo –dijo la voz, en tono profundo y bajo que hizo estremecer la tierra y repitió-: Yo mismo –fuerte y claro y con alegría; y luego por tercera vez-: Yo mismo –susurró tan suavemente que apenas podías escucharlo, y aun así el susurro parecía salir de todas partes a tu alrededor como si las hojas susurraran con él. Shasta no volvió a temer que la voz perteneciera a algo que pudiera comérselo, ni que fuera la voz de un espectro. Pero lo recorrió una nueva y diferente clase de temblor. Y sin embargo, también se sentía contento”.

El “yo mismo”, ¿no nos recuerda las palabras de Yahvé a Moisés en el episodio de la zarza ardiente del comienzo del libro del Éxodo, cuando ante la pregunta de éste de quien era el que lo enviaba, Dios le contestó ‘Yo soy el que soy’? A Tolkien nunca le convenció totalmente lo que escribió su amigo en “Narnia” y una de las cosas con las que menos estuvo de acuerdo fue precisamente esa clara manifestación del hecho cristiano. Y esto, no porque él no estuviese de acuerdo con dicho credo, sino porque no quería que hubiese un transposición de lo teológico en la literatura. También la Trilogía Cósmica de Lewis, integrada por sus libros “Más allá del planeta silencioso”, “Perelandia, un viaje a Venus” y “Esa horrible fortaleza” traspiran el mensaje cristiano. Maleldil, que es Dios mismo, descendió a nuestra tierra y se hizo hombre al igual que Jesucristo. Y él también está rodeado de ángeles (los eldila). Y por cierto, también tenemos en la Trilogía Cósmica la presencia del siempre presente demonio. ¿No nos dice Lewis, en “Las cartas del diablo a su sobrino” que una de las principales cosas que debe aprender éste (el diablo pequeño) es tratar de convencer a su discípulo de que el diablo no existe? A este respecto, recordemos que esta última obra está dedicada a su amigo Tolkien. Lewis, el apologista y defensor de la fe cristiana, siempre respondió a consultas que le hacía la gente sobre si había o no vida inteligente en otros planetas o mundos. En uno de sus escritos, sobre “La religión y la técnica de los cohetes”, trató de responder a este interrogante desde el punto de vista teológico. Su gran preocupación, si efectivamente existe vida

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racional en otros mundos, es si esas personas están afectadas o no por el pecado original y por la redención. Así por ejemplo, en “Más allá del planeta silencioso”, el protagonista, el profesor universitario Ransom, es raptado y llevado a Marte en una nave, pero allí descubre que ese planeta está habitado por seres inocentes que viven en armonía con el sistema solar, llamado Campo del Árbol. También es digno de comentarse que el eminente escritor contestaba diariamente las cartas que le enviaban niños y niños, y no son meras contestaciones de apuro sino profundas respuestas. La última está fechada el día anterior a su fallecimiento. Muchas de esas cartas están reunidas en un pequeño libro, sumamente simpático, titulado “Cartas de C. S. Lewis a los niños”. Uno de los problemas teológicos más difíciles de responder es el de la Teodicea, es decir como explicar o justificar que un Dios infinito y bueno haya permitido la existencia del mal en este mundo. Desde la antigüedad cristiana se han dado diversas respuestas a dicho problema, como por ejemplo que ‘el mal no existe pues es una simple ausencia de bien’ y otras, pero en general no convencen mucho. No hay duda de que es la objeción más seria que tiene el teísmo. Y dentro de la problemática que presenta la ‘justificación de Dios’, yo creo que la dificultad más difícil de responder es la del sufrimiento de los anímales. Desde un punto de vista racional, en gran parte por su cariño a los perros (recordemos que tomó el nombre de Jack en recuerdo al perro de su niñez), Jack lo analizó, primero en el libro “El problema del dolor” y después en su discusión con el profesor C. M. Joad, en su escrito “El dolor de los animales. Un problema teológico”, 1950, publicado en el libro “Lo eterno sin disimulo”. Sin embargo, a él, que un nutrido público de personas lo iba a escuchar para recibir respuesta sobre el tema del sufrimiento y a los que les decía que éste era como el ‘megáfono de Dios’ que nos iba moldeando a lo largo de los años, su propia vida y la de su relación con el ser más querido le iba a mostrar que el problema del sufrimiento debe aceptarse y no racionalizarse. Nos hace recordar lo que ocurría a comienzos del siglo XVI, con los enfermos de sífilis atendidos en los hospitales de la orden de los antoninos. Esos enfermos no tenían cura, pero cada tanto se les mostraba el cuadro del genial pintor Mathias Grunewald, donde veían a 130

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un Cristo, cubierto su cuerpo con las llagas de la enfermedad, como ellos, que asumía el sufrimiento y “siendo Dios se hacía nada, se aniquilaba a si mismo, para la salvación de todos”, como nos enseña la epístola de Pablo a los Filipenses. La vida de Lewis, salpicada de problemas humanos, encontró su culminación personal en el encuentro con una escritora estadounidense, en un tiempo atea, marxista y distanciada de un marido alcohólico, nos referimos a Joy Davidman Gresham, con la que terminó casándose en un verdadero acto de amor. Ese matrimonio tuvo dos etapas, la primera fue la del enlace técnico, meramente formal, donde Jack accedió al matrimonio legal para permitir que ella y sus hijos pudieran seguir viviendo en Inglaterra, caso contrario serían deportados a Estados Unidos. El verdadero matrimonio, que fue bendecido por un ministro amigo de la Iglesia anglicana, se produjo después de que a ella se le descubrió un tumor de huesos. Este acto de renunciamiento a su posición social y religiosa es una prueba manifiesta de la altura ética de quien estamos hablando. La película ‘Tierra de sombras’, con algunos detalles que se pueden discutir, es una excelente versión de esos últimos años del gran escritor, pero deja una cierta duda sobre la fe de Jack en sus últimos años, después de la muerte de Joy, dudas que se responden en las obras “Una pena en observación” y en “¿Si Dios no respondiese?”. No hay duda que su fe fue afectada, pero fue una última prueba. Acaso no termina el evangelio de Marcos con la frase de Jesús “¿Dios mío, Dios mío, por qué me has desamparado?”.

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Bibliografía Lewis, C. S., “Las crónicas de Narnia”, 7 libros, Santiago de Chile, Ediciones Andrés Bello. Lewis, C. S., “Más allá del planeta silencioso”, Ediciones Andrés Bello. Lewis, C. S., “Perelandria, un viaje a Venus”, Ediciones Andrés Bello. Lewis, C. S., “Esa horrible fortaleza”, Ediciones Andrés Bello. Lewis, C. S., “Cartas del diablo a su sobrino”, Ediciones Andrés Bello. Lewis, C. S., “Mero cristianismo”, Ediciones Andrés Bello. Lewis, C. S., “El problema del dolor”, Ediciones Rialp. Lewis, C. S., “Los cuatro amores”, Ediciones Rialp. Lewis, C. S., “Milagros”, Ediciones Encuentro. Lewis, C. S., “Una pena en observación”, Ediciones Andrés Bello. Lewis, C. S., “La abolición del hombre”, Ediciones Andrés Bello. Lewis, C. S., “¿Si Dios no respondiese? Letras a Malcolm”. Ediciones Rialp. Lewis, C. S., “Lo eterno sin disimulo”, Ediciones Rialp. Lewis, C. S., “Sorprendido por la alegría”, Ediciones Andrés Bello. Lewis, C. S., “La religión y la técnica de los cohetes”, Ediciones Andrés Bello. Lewis, C. S., “Cartas de C. S. Lewis a los niños”, Ediciones Andrés Bello. Lewis, C. S., “La imagen del mundo”, Ediciones Península. Smilde, Arend, “What Lewis reality did to Miracles”, en Internet. White, Michael, “C. S. Lewis: el niño que inventó Narnia”, Editorial Emecé. Lovell, Steven, “C. S. Lewis’s Case against Naturalism”, en Internet. Gresham, Douglas, “Lenten Lands”, Ediciones Andrés Bello. White, Michael, “Tolkien. Biografía”, Ediciones Península. Pearce, Joseph (editor), “J. R. R. Tolkien. Señor de la Tierra Media”, Ediciones 132

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Planeta DeAgostini-Minotauro. Este libro es una recopilación de trabajos sumamente interesantes sobre distintos aspectos de la obra de Tolkien, especialmente los relacionados con el trasfondo religioso. Son recomendables los artículos de Charles Coulombe sobre “El Señor de los Anillos: una perspectiva católica”, el de Colin Gunton sobre “Un lejano destello del evangelio: la salvación en El Señor de los Anillos” y el de Sean NcGrath sobre “La pasión según Tolkien”. Tanbién se incorpora la entrevista con Walter Hooper sobre “Tolkien y C. S. Lewis”. Carpenter, Humphrey, “J. R. R. Tolkien. Una biografía”, Ediciones Planeta DeAgostini-Minotauro. En las biografías de Michael White sobre Tolkien y Lewis se analiza bastante detenidamente la relación entre ambos escritores. Wright, N. T., “La resurrección del Hijo de Dios”, Editorial Verbo Divino. Este libro está considerado la obra cumbre sobre el tema.

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Anexo: “Argumentum Ornithologicum” de Borges. Texto: “Cierro los ojos y veo una bandada de pájaros. La visión dura un segundo o acaso menos; no sé cuántos pájaros vi. ¿Era definido o indefinido su número? El problema involucra el de la existencia de Dios. Si Dios existe, el número es definido, porque Dios sabe cuántos pájaros vi. Si Dios no existe, el número es indefinido, porque nadie pudo llevar la cuenta. En tal caso, vi menos de diez pájaros (digamos) y más de uno, pero no vi nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres o dos pájaros. Vi un número entre diez y uno, que no es nueve, ocho, siete, seis, cinco, etcétera. Ese número entero es inconcebible, ergo, Dios existe”. Es nuestra creencia que en este corto texto se está aludiendo al argumento ontológico desarrollado hace casi mil años por Anselmo de Canterbury. Resumamos este último argumento: “Dios es un ser tal que nada superior a Él puede concebirse; suponer que Dios no existe más que en nuestra mente y no en la realidad equivaldría a afirmar que no es el ser más grande que puede concebirse, porque existir realmente es más grande que existir sólo en la mente”. El teólogo medieval dedujo del mero concepto de “un ser tal que nada superior a Él puede concebirse”, su existencia. Anselmo parte del análisis de una idea y su prueba no es a posteriori, como son las pruebas de Santo Tomás de Aquino o de Duns Scoto. Mientras el argumento presentado por Borges parte de una visión, es decir algo concreto, una bandada de pájaros, y parecería ser una prueba a posteriori. Pero después, Borges trabaja con el número de pájaros que componía esa bandada y de ahí se hace una derivación que se acerca al argumento anselmiano.

Veamos lo que dice Enrique G. de la G.: “Borges reconoce que el número es inconcebible…La razón de su afirmación es que el número, a pesar de que se encuentra en el conjunto finito que va del 1 al 10, no corresponde con ninguno de los números enteros que conforman ese universo: ‘pero no vi nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres o dos pájaros’. Dicho con otras palabras: el número es inconcebible porque, tratándose de un número entero menor a 10 y mayor a 1, no corresponde a ninguno de ellos. Ese número es pues inconcebible. Llamémosle 5’. 134

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De lo anterior resulta que el número 5’ no sólo es indefinido sino incluso inconcebible. Nuestra mente contiene el concepto de inconcebible tan fuertemente arraigado que los lectores entienden la expresión cuando Borges escrite: ‘el número entero es inconcebible’. Es imposible dudar que 5’ existió, al menos en la mente de Borges. Puesto que 5’ existió, es posible que otro ser indefinido e inconcebible exista, como 6’ o incluso Dios. Dios es también un concepto indefinido e inconcebible, al menos en la tradición occidental que acogió a Borges. En Lógica, las posibilidades implican la necesidad. Es posible, como se dijo, que el ser inconcebible que llamamos Dios exista. Luego, es necesario que Dios exista. ‘Ergo, Dios existe’. Como se adivina, este procedimiento es más cercano al argumento anselmiano. Pero es igualmente falaz. Gaunilón tuvo razón”.

Hasta aquí Enrique G. de la G (ver su artículo en la bibliografía). Aclaremos que Gaunilón fue un monje que en tiempo de Anselmo criticó el argumento de éste diciendo que no porque imaginemos la más maravillosa de las islas, ésta tenía que existir. Anselmo rebatió acertadamente la crítica diciendo que una cosa es una isla, por más maravillosa que sea, y otra cosa es el ser más perfecto que uno pueda imaginar. Según Kant el argumento de Anselmo es falaz dado que el juicio ‘Dios existe’ es analíticamente verdadero, mientras que ningún juicio puede ser al mismo tiempo analíticamente verdadero y existencial en su contenido. Pero: ¿no puede haber nunca un juicio analíticamente verdadero y existencial en su contenido? El juicio ‘algo existe’ es analíticamente verdadero, y por lo tanto necesario, y eso porque su negación ‘nada existe’ es evidentemente falso. ‘Algo existe’ es igual a ‘necesariamente algo existe’ y este último ¿no es equivalente a ‘algo existe necesariamente’? Este último juicio sería el de Anselmo.

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La discusión mayor está en la equivalencia entre ‘necesariamente algo existe’ y ‘algo existe necesariamente’. Es una cuestión difícil de dirimir. El cosmólogo Max Tegmak, partidario de la teoría del multiverso, dice que “todos los universos lógicamente posibles, existen”. ¿No está aludiendo a la prueba ontológica? De todas maneras no hay que quedarse con un mero análisis de ‘lógica’ del argumento ontológico sino que hay que tener en cuenta también los presupuestos del mismo. Recordemos que es de Anselmo la frase ‘creer para entender’. Es por este motivo que el gran teólogo franciscano San Buenaventura lo defendió. No abrimos juicio sobre el valor de la prueba ontológica desarrollada por Anselmo, prueba que ha hecho correr mucha tinta a lo largo de los siglos. Santo Tomás de Aquino la criticó, Duns Scoto la ‘coloreó’; Descartes, Leibniz y Hegel, con modificaciones, la aceptaron, y Bertrand Russell, a pesar que no la aceptó, la consideró un notable ejercicio intelectual. Otros autores la han rechazado, pero el gran lógico matemático Kurt Gödel la desarrolló con el lenguaje de la lógica-matemática. Según nos cuenta Robert Merrihew Adams en la introducción a la prueba ontológica desarrollada por Kurt Gödel (“Collected Works”, vol. III, ‘Unpublished essays and lectures’, Oxford University Press 1995, pág. 388-389), Gödel mostró la prueba a Dana Scott, y la discutió con él en febrero de 1970. El estaba muy preocupado por su salud en ese tiempo y no quería que su prueba desapareciera con él. Más tarde en 1970 habló con Oskar Morgenstern y le habría dicho que estaba satisfecho con la misma pero que no quería publicarla ya que no era más que un ejercicio lógico (para la postura de Gödel ver la obra de John Barrow, “La trama oculta del universo”, ediciones Crítica, 1996, en donde se cita la carta de Gödel a su madre: “estamos por supuesto muy lejos de poder confirmar científicamente la imagen teológica del mundo...Lo que llamo concepción teológica del mundo es la idea de que el mundo y todo lo que hay en él tiene significado y razón, y en particular un significado bueno e indudable. Se sigue de ello inmediatamente que nuestra existencia terrenal, puesto que tiene en sí misma un significado a lo sumo muy dudoso, puede ser solamente el medio para el fin de otra existencia. La idea de que todo lo que hay en el mundo tiene un significado es un análogo exacto del principio de que todo tiene una causa, sobre el que reposa toda la ciencia”, pág. 138).

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Un renovado interés contemporáneo en torno al argumento ontológico desde el punto de vista lógico se encuentra en filósofos como Ch. Hartshorne, N. Malcolm y A. Plantinga.

Para este tema, ver: G. de la G, Enrique (San Pedro Garza García), “El Dios del silogismo”, en internet, sobre el llamado ‘Argumentum Ornithologicum” en Borges, Cantarino, Vicente, “Borges, Filósofo de Dios: Argumentum Ornithologicum”, en internet. Cabada Castro, Manuel, “El Dios que nos da de pensar”, Ediciones BAC, 1999. Desde la página 423 a 440 se analiza el contexto del argumento ontológico de Anselmo.

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11.- Charles Darwin, el origen del hombre y la fe cristiana Cabe preguntarse por la importancia que tiene este tema, y ésta es nuestra respuesta: los dos acontecimientos que en la edad moderna determinaron la visión sobre el lugar del ser humano en el mundo fueron la teoría de Nicolás Copérnico sobre el heliocentrismo (1543) y la teoría de Charles Darwin sobre la evolución de las especies y el origen del hombre (1859 y 1871). Al determinar la visión científica sobre la posición del ser humano en el mundo, ambas teorías influyeron también sobre la visión religiosa de la gente. En el caso de Copérnico y de sus continuadores, Kepler, Galileo y Newton, las doctrinas religiosas si bien fueron conmovidas por las nuevas teorías, terminaron asimilándose en gran medida dado que quienes las desarrollaron eran personas decididamente cristianas. En el caso de Darwin la respuesta no es tan simple. Para su esclarecimiento vamos a seguir el artículo de Michael Roberts, Vicario de Chirk, Gales (Inglaterra), titulado “Was Darwin a Christian?”, y publicado por la American Scientific Affiliation (ASA). A la pregunta que encabeza su artículo, contesta Roberts que sí y no. Siguiendo a Oscar Wilde, dice que toda pregunta compleja tiene una respuesta simple, y ésta es equivocada. Lo mejor es considerar las distintas etapas de la vida de Darwin. Este nació en 1809 en un hogar ‘no religioso’. Su padre no era cristiano pero lo bautizó en la Iglesia Anglicana. Sus her-

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manas eran más devotas y cuando era un ‘teenager’ le enviaban cartas sugiriéndole la lectura de la Biblia. Habiendo dejado la Escuela de Medicina en Edimburgo, se dirigió a Cambridge para graduarse como ministro anglicano en 1831. Estudió matemática y lógica, y leyó con agrado el libro de Paley, “Natural Theology”. En esa época creía completamente en la historicidad del Nuevo Testamento pero su principal interés fue la historia natural. Aprendió mucho del profesor John Henslow, un clérigo anglicano que era también botánico, y con quien Charles quería estudiar teología. Henslow era muy ortodoxo en sus creencias. De todas maneras, aceptaba que la tierra existía desde hacía millones de años y no veía ningún conflicto entre la ciencia y la fe. Poco antes de que Darwin partiera con el ‘Beagle’, acompañó al Rev. Prof. Adam Sedgwick de Cambridge a estudiar la geología de Gales. Concurría dominicalmente a la Ruthin Parish Church y planeaba ordenarse de clérigo. No era un evangélico como Sedgwick, pero era un creyente ortodoxo. En los cinco años siguientes, 1831-1836, durante los que recorrió el mundo en el ‘Beagle’, Darwin escribió poco sobre su fe. Como manifiesta en su ‘Autobiografía’, comenzó paulatinamente a descreer del Cristianismo como una ‘Divina Revelación’. A posteriori, y según puede verse en sus notas, se volvió mucho más escéptico. Sin embargo, no dejó de creer en Dios. Fue influenciado por los libros de F.W. Newman, el hermano del famoso cardenal, quien después de ser un evangélico anglicano, se dirigió como misionero a Irak, convirtiéndose posteriormente al Unitarismo, abandonando toda aceptación de la Biblia y de la salvación por Cristo. Darwin le siguió en este derrotero intelectual. En 1851, después de la muerte de su pequeña hija Annie de solo diez años, Darwin perdió su fe en un “Dios de Amor” al no poder compatibilizar esa fe con el sufrimiento. Diez años más tarde le escribió una carta a Asa Gray, un botánico que apoyaba la teoría evolucionista de Darwin y que a su vez era cristiano, diciéndole que no podía aceptar que un Dios benevolente hubiese creado el ‘Ichneumonidae’. De todas maneras, sobre el final de su obra “El Origen de las Especies” (1859) y en sus sucesivas ediciones, a partir de la segunda, habla de como de unas formas simples de vida se ha llegado a la maravillosa variedad de animales y plantas que hoy existen debido al proceso evolutivo fruto de “las leyes impresas en la materia por el Creador”.

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En la página 63 de su “Autobiografía” dice Darwin, con respecto a su libro “El Origen de las Especies”, que incluso se ha escrito que la teoría estaba implícita en el Antiguo Testamento. La referencia es de Naphtali Halevi que arguye en “Toldot Adam” que la palabra en hebreo en la Torah favorece la teoría de la evolución. Darwin pasó el resto de sus días oscilando entre un agnosticismo y un teísmo naturalista, pero según consta en una nota de 1880, ‘no creía en la Biblia como revelación y en Jesucristo como el Hijo de Dios”. En los cuarenta años que vivió en Downe (Kent), Darwin fue un soporte de su iglesia y lo mismo se puede decir de la evangélica South American Missionary Society. Se dice a veces que Darwin destruyó la creencia bíblica en ‘los seis días de la creación’, pero esto es inexacto. En 1860 no había ningún clérigo anglicano que creyese en la creación en seis días. En 1879 John Fordyce, un ateo, le escribió a Darwin preguntándole si la evolución y la creencia en Dios eran compatibles. El naturalista replicó que era absurdo dudar de eso y dio como ejemplo a sus dos amigos, Asa Gray y Charles Kingsley. Textualmente dice: “Me parece absurdo dudar que un hombre puede ser a la vez, un teísta ardiente y un evolucionista.....Contestando a su pregunta le diré que mi opinión fluctúa a menudo. En las fluctuaciones más extremadas, no he llegado nunca a ser un ateo, en el sentido de negar la existencia de un Dios. Creo que en general (más y más según me hago viejo), aunque no siempre, la descripción más correcta de mi postura es la de agnóstico”.

De todas maneras, la teoría de Darwin conmovió el mundo religioso cristiano. Ya en 1860, en un famoso debate en Oxford, se enfrentaron el obispo de esa ciudad, William Wilberforce, y Thomas Huxley, ladero de Darwin, y la historia deformada de ese enfrentamiento ha subsistido hasta el día de hoy. En la época final de Darwin, un monje de Moravia, nos referimos a Gregorio Mendel, comenzó sus experiencias genéticas con las semillas de guisantes. Sus escritos fueron redescubiertos años después y contribuyeron posteriormente al desarrollo del llamado ‘neodarwinismo’. Varios de los científicos que contribuyeron a esta concepción, como Ronald Fisher, Sewall Wright y Theodosius Dobzhansky eran cristianos. 141

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Durante el último siglo muchos eminentes científicos cristianos aceptaron la teoría de la evolución de Darwin, aunque gran parte del pueblo evangélico, especialmente estadounidense, sigue teniendo una interpretación literal de la Biblia y se manifiesta totalmente crítico de la teoría evolutiva. Son los llamados creacionistas, que aceptan que el mundo fue creado por Dios hace unos 6.000 años. Algunos autores cristianos, como Michael Behe, aceptan la teoría de la evolución pero al mismo tiempo aceptan lo que se llama el D.I. (Diseño Inteligente). Entre los científicos eminentes que aceptan la teoría de la evolución y que se mantienen como firmes cristianos hay que mencionar al profesor de Cambridge, Simon Conway Morris, que es uno de los principales expertos de los trilobites de la revolución cámbrica de hace 500 millones de años y el que fuera director del proyecto internacional del genoma humano, Dr. Francis Collins. También habría que mencionar al biólogo Kenneth Miller quien es autor de un importante libro titulado “Finding Darwin’s God”, obra que ha merecido el comentario elogioso del Presidente de la Academia de Ciencias de Estados Unidos. Hoy ya no se puede dudar de la teoría de la evolución. Por otra parte, los cristianos, no tienen que ver sus creencias confundidas por dicha teoría. Se puede ser cristiano y darwinista, como lo manifiesta Michael Ruse en una de sus obras, a pesar de que él no profesa la fe cristiana.

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Referencias Bibliográficas Sobre la relación epistolar entre Gray y Darwin se puede consultar el artículo de Sara Joan Miles, ‘Charles Darwin and Asa Gray Discuss Teleology and Design’ (publicación de ASA, setiembre 2001). Gray fue un eminente botánico estadounidense, de profunda fe cristiana, que apoyó en EE.UU. la teoría de Darwin, en contra del naturalista suizo Agassiz, escribiendo en 1876 su obra ‘Darwiniana’. Existen interesantes trabajos sobre el darwinismo y la fe cristiana. Un importante historiador de la ciencia, John C. Greene ha resumido en su obra “Debating Darwin” (1999), sus investigaciones sobre la concepción religiosa de algunos de los más eminentes neodarwinistas, como Dobzhansky y Mayr (en esa obra transcribe la correspondencia epistolar que mantuvo con esos científicos, el primero cristiano ortodoxo y el segundo ateo). “La evolución” (ediciones de la BAC), dirigida por Miquel Crusafont Pairó, Bermudo Meléndez y Emiliano Aguirre, con la colaboración de alrededor de treinta investigadores españoles, la mayoría de ellos de fe cristiana, es una obra que ya tiene unos treinta años y que a pesar de que necesitaría alguna actualización sigue siendo una de las mejores en idioma español. Edward J. Larson ha escrito un hermoso libro titulado “Evolución. La asombrosa historia de una teoría científica”, 2007. Larson es uno de los principales expertos sobre el famoso juicio de John Scopes, en Dayton (Tennesse) en 1925, juicio que posteriormente se llevó al cine en las películas “Heredarás el viento” y “El juicio”. Sobre el origen del hombre la mejor y más actualizada obra que conocemos es la de Stringer y Andrews, “La evolución humana”, 2005. Sobre Darwin y la religión uno de los libros más completos es el de Williams E. Phipps, “Darwin’s Religious Odissey”, 2002. También es importante la lectura de la “Autobiografía” de Charles Darwin, 2006, que dedica un capítulo final al tema religioso escrito por su hijo, Sir Francis Darwin. Una obra sumamente interesante y objetiva sobre el tema que nos ocupa es la de Nick Spencer, “Darwin and God”, 2009.

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El comentario sobre que en la Torah la palabra sobre Adam favorecería la evolución se puede consultar en el escrito de Edward O. Dodson, “Toldot Adam: A Little-Known Chapter in the History of Darwinism”, publicado en “Perspectives on Science and Christian Faith’, 52, marzo 2000. Uno de los libros más importantes sobre la evolución y sobre su convergencia es el de Simon Conway Morris titulado “Life’s Solution: Inevitable Humans in a Lonely Universe”, 2003. Una de las obras más claras sobre la evolución es la de Richard Southwood, “La historia de la vida”, 2004.

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12.- El cristianismo y los habitantes de otros mundos Desde siempre el ser humano se preguntó si existe vida inteligente en otros planetas. A pesar del desarrollo que ha tenido la ciencia en los últimos tiempos, la respuesta al mencionado interrogante es sólo especulativa. El reciente libro del distinguido físico Paul Davies, “Un silencio inquietante” (Crítica, 2011), no brinda una respuesta definitiva. Como científico, Davies parece no aceptar la posibilidad. Así dice en pág. 258 lo siguiente: “¿Creo yo, Paul Davies, ‘el científico’, que estamos solos? Como científico, mi mente está abierta a nuevos indicios y, por tanto, no he tomado una decisión. Puedo asignar algún tipo de probabilidad a la existencia de extraterrestres en función de los hechos y observaciones recogidos, ponderados según la importancia relativa que atribuya a distintos argumentos. Cuando destilo todo eso, mi respuesta es que probablemente seamos los únicos seres inteligentes de todo el universo, y no me sorprendería que el sistema solar contuviese la única vida del universo. Llego a esta conclusión porque veo que en el origen y la evolución de la vida intervienen muchos factores contingentes, y porque todavía no he visto ningún argumento teórico convincente de un principio universal de aumento de la complejidad organizada…”.

La mencionada respuesta es decepcionante para Davies, el ‘filósofo’, y sigue diciendo:

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“Tocado con mi nuevo sombrero, dejo la ciencia a un lado y me pregunto qué siento acerca de la naturaleza de un universo en el que estemos solos. Francamente, me deja intranquilo. Me pregunto para qué sirve todo eso que hay ahí afuera si sólo el humilde Homo Sapiens puede verlo. Desde luego, mis colegas más pragmáticos me dirán que no sirve para nada, que simplemente está ahí. La idea de que el universo tiene un sentido, dicen, no es más que la resaca de la religión”.

Por último, Davies, ser humano, que dice: “lo cierto es que me gustaría mucho creer que el universo es intrínsecamente propicio para la vida y la inteligencia. Se aviene con mi temperamento el suponer que nuestros humildes esfuerzos en la Tierra, el trajín diario que consume casi todo nuestro tiempo y energía, forman parte de algo más grande y con más significado. No puedo concebir un descubrimiento más emocionante que el hallazgo de pruebas incontestables de inteligencia extraterrestre”. Como se puede deducir de las tres citas, Paul Davies, en su búsqueda, está ‘confuso’ pero, en esa confusión, la única respuesta que da algún sentido a su búsqueda es la última. Pero no nos podemos quedar en esto, la existencia de seres extraterrestres no nos puede satisfacer en la búsqueda de una última respuesta. Lo anterior es importante para lo que sigue. No vamos a entrar en el análisis del material que tan brillantemente expone Davies, simplemente nos vamos a detener en un problema que se suscita en las últimas páginas del libro sobre el impacto que la existencia de alienígenas tendría sobre la religión y en especial sobre el cristianismo. El autor manifiesta que “la cristiandad es la religión más amenazada por el concepto de seres extraterrestres porque los cristianos creen que Dios se hizo humano (en la figura de un disidente político judío). Jesucristo es llamado Salvador precisamente porque vivió entre nosotros en carne y hueso para salvar a la humanidad. No vino a salvar a las ballenas o los chimpancés, ni siquiera a los neandertales, por nobles y merecedores que esas criaturas sean (o fueran). Jesucristo fue salvador específicamente del Homo Sapiens: un solo planeta y una sola especie” (pág. 236).

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Posteriormente, y después de analizar la postura de varios científicos y pensadores cristianos, Davies dice que “esta selección de citas pone de manifiesto que la teología cristiana se encuentra en una aterradora confusión por lo que respecta a los seres extraterrestres…” (pág. 240). Si, es cierto, los teólogos cristianos están confundidos y, como hemos manifestado más arriba, esta confusión es propia de toda investigación científica llevada a cabo por los seres humanos. Son estos los que interrogan y hacen avanzar a la ciencia. De hecho, también los hombres de ciencia, como Paul Davies, están confundidos sobre este tema, dado que no saben si efectivamente existen o no seres extraterrestres. ¿Por qué pedirles a los teólogos que no estén también confundidos? La teología cristiana afirma que Dios es demasiado grande para que nosotros conozcamos sus designios y si decidió salvar al ser humano mediante la encarnación en Jesucristo, eso no invalida que pueda hacerlo en otras situaciones, millares o millones de veces. Por otra parte, el sentido de su encarnación no es solo la salvación de un hombre pecador sino, también, su divinización. La teología de la salvación de Anselmo de Canterbury y de Tomás de Aquino, sigue vigente, pero entra en una etapa superadora con la teología de Duns Scoto, teología que ya se percibía claramente en las cartas de Pablo a los Efesios y a los Colosenses. Este proceso de divinización, según el pensamiento cristiano, no se agota en el Homo Sapiens, como dice Davies, sino que cubre todo el universo con sus distintas manifestaciones de vida. Ya lo decía Orígenes de Alejandría, a principio del siglo tercero: “Jesucristo con su sangre baño todo el universo”. La cita que Davies hace del eminente cosmólogo Edward A. Milne, de que el cristiano se horroriza ante la idea de que el Hijo de Dios padezca en las miríadas de planetas en donde haya vida inteligente, es una interpretación. ¿Es necesario eso? No lo sabemos. La historia es contingente y situaciones que se dieron en un lugar podrían no haberse registrado o registrarse en otros escenarios. Lo que priva en el escrito de Davies es la creencia de un Dios pequeño, que no difiere mucho de un salvador político, y más si tenemos en cuenta que considera a Jesús como un mero disidente judío. Si esa es su concepción sobre Jesús (concepción cuestionable desde el punto de vista histórico), sería pretencioso que ese Dios tenga que encarnarse y morir en millones y millones de planetas donde pueda existir vida inteligente. 147

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En un trabajo publicado en el libro editado por Steven Dick, “Many Worlds” (2000), el astrónomo y sacerdote George Coyne, que fuera Director del Observatorio Vaticano, sostiene que podrían existir aproximadamente 10 a una potencia de 17 planetas semejantes a la tierra. Si existe vida y vida inteligente en esos planetas no lo sabemos. De hecho, la Misión Kepler de la NASA, que ha descubierto más de 1.000 exoplanetas que tienen posibilidades de vida, acaba de confirmar que uno de ellos, el Kepler-22System, tendría condiciones ambientales parecidas a las de la tierra. Está situado a 600 años luz de nosotros y da una vuelta alrededor de su estrella que dura 290 días. Para que surja la vida inteligente que nosotros conocemos, el universo tiene que ser viejo y muy grande, dado que es la única manera para que surjan los distintos elementos necesarios para la mencionada vida. La aparición del carbono a través de la combinación de tres núcleos de helio (triple alpha) y después, con el agregado de otro núcleo de helio, del oxígeno, es realmente tan compleja que hizo dudar de su ateismo al eminente astrofísico Fred Hoyle. Como dice él en un famoso artículo, “parece que actúa una super inteligencia”. A este respecto se puede leer el artículo “Ingredients for Life” de Owen Gingerich, en la obra editada por Russell Stannard, “God for the 21st Century” (2000), o también la obra de este último “The God Experiment” (2000), con prólogo, precisamente, de Paul Davies. Al surgimiento de esos elementos se tiene que agregar, posteriormente a lo largo de millones de años, una serie de hechos contingentes que han permitido la evolución de los seres vivos en nuestro planeta, probablemente siguiendo una convergencia tal como lo muestra Simon Conway Morris en su importante libro “Life’s Solution: inevitable humans in a lonely universe” (2003). En el debate que siguió a una disertación de la joven astrónoma Jennifer Wiseman sobre “Exoplanets, Life and Human Significance” (desarrollada el año pasado en el Faraday Institute), Conway Morris se manifestó escéptico con respecto a la existencia de vida inteligente en otro planeta y lo mismo manifestó en su momento el Premio Nobel (por el descubrimiento de la estructura del DNA) Francis Crick. Si no hay acuerdos entre los científicos con respecto a la posibilidad de

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vida inteligente en otros sistemas, ¿por qué debería existir entre los pensadores cristianos? De todas maneras, es interesante leer las opiniones de Jennifer Wiseman, que fuera cabeza del Laboratory for Exoplanets and Stellar Astrophysics de la NASA, y que acepta la posibilidad de vida inteligente en otros sistemas, y que, por otra parte, no ve que eso se oponga a sus creencias cristianas.

Bibliografía Davies, Paul, “Un universo inquietante”, Crítica, 2011. Wiseman, Jennifer, “Exoplanets, Life and Human Significance”, se puede bajar por internet. Morris, Simon Conway, “Life’s Solution: inevitable humans in a lonely universo”, Cambridge University Press, 2003. Dicks, Steven, “Many Worlds”, Templeton Press, 2000. Ver el trabajo de George Coyne. Gingerich, Owen, “Ingredients for life”, in Russell Stannard, “God for the 21st Century”, Templeton Press, 2000.

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13.- Comentario crítico al libro de Dan Brown “El código Da Vinci” En este breve artículo haremos un comentario general sobre el libro de Dan Brown, “El Código Da Vinci”. En realidad, por su poco valor histórico, el mencionado libro no merecería ningún comentario, pero dado su gran éxito comercial, creemos que no se puede pasar por alto en una publicación de una universidad cristiana. Algunos podrían decir que las pretensiones de Brown eran simplemente el escribir una novela, pero a tenor de lo manifestado en la introducción de la misma, las intenciones del autor fueron más bien publicar un escrito del género ‘novela histórica’. El comentario que sigue no se hace desde un punto de vista literario sino desde un punto de vista histórico. Tampoco nos vamos a referir aquí a la leyenda del Santo Grial ni a la historia de los templarios o al Priorato de Sion, sino a las afirmaciones de los protagonistas del libro sobre los primeros tiempos del Cristianismo. Sinteticemos en un breve comentario los principales puntos de la trama de libro y lo que allí se afirma. 1. En el libro se alude, sostenidamente, que el Santo Grial no es el cáliz de la Ultima Cena de Jesús, como siempre se ha manifestado, sino ‘documentos secretos’ sobre María Magdalena. Se sostiene que ésta fue la mujer de Jesús y que tuvieron descendencia, pasando por los merovingios, hasta llegar a la principal protagonista de la

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novela. Se dice también que la vida de Jesús, tal como la difundió la Iglesia está totalmente ‘falseada’. Los primeros evangelios, que no son los llamados canónicos, nos contaban una historia totalmente distinta a la oficial de la Iglesia, una especie de culto no machista sino feminista a una diosa. Pero esos evangelios fueron destruidos y recién se descubrieron en el último siglo. 2. El libro afirma que en el siglo IV Constantino el Grande fijó el canon de los textos evangélicos y en vez de los primitivos evangelios (como el de María de Magdala, o el de Felipe, y otros en número de ochenta), se tomaron los cuatro (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) que nosotros conocemos actualmente. 3. También se afirma que el dogma de la divinidad de Jesús fue determinado por Constantino en el 325 de nuestra era en el llamado Concilio de Nicea. También se sostiene que gran parte del mensaje cristiano, de la liturgia, de las fiestas, etc. pertenece al culto del dios Mitra, de quien se dice que murió y resucitó. 4. En otras partes del libro, algunos protagonistas afirman que los verdaderos documentos sobre los orígenes del Cristianismo son los descubiertos en Nag Hammadi (Egipto) y en Qumran (Mar Muerto). 5. El ocultamiento de los documentos referidos a Jesús y su mujer, María Magdalena, tiene relación con el desprecio a lo sexual y a lo femenino que ha caracterizado la historia de la Iglesia. Por otra parte, María Magdalena fue identificada en la historia oficial como la ‘prostituta arrepentida’ del capítulo séptimo del Evangelio de Lucas, lo que determinó su pérdida de protagonismo en la historia de la Iglesia. 6. Al Priorato de Sion, que surge en el siglo XI con los caballeros templarios, pertenecieron eminentes científicos y artistas, como Leonardo Da Vinci, Newton y otros que llegan hasta los tiempos actuales. 7. Leonardo Da Vinci (pintor del siglo XV y comienzos del XVI) introdujo ‘códigos secretos’ en sus pinturas, especialmente en “La Ultima Cena”, y sobre el develamiento de esos códigos trata la novela. La persona que está sentada en la pintura a la derecha de Jesús, que habitualmente se considera que es el apóstol Juan, sería nada 152

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menos que María Magdalena. Los protagonistas interpretan algunas geometrías de la pintura como prueba de que Leonardo sabía que María era la esposa de Jesús. 8. Miembros del Opus Dei buscan dar con el paradero de los mencionados secretos y por ello recurren al asesinato de varias personas. Sobre el final del libro esos miembros sufren un ‘misterioso’ proceso de rehabilitación.

Hasta el punto anterior un sintético resumen del contenido del libro “El Código Da Vinci”. Haremos ahora un comentario crítico sobre los puntos mencionados. 1. Los estudios más serios sobre los orígenes del Cristianismo muestran que los evangelios más antiguos son los cuatro que figuran en el Canon de la Iglesia desde mediados del siglo segundo: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Los tres primeros fueron escritos entre el año 50 y el 80. El evangelio de Juan, que sería el último, se habría escrito hacia fines del siglo primero, aunque algunos autores (John Robinson, entre otros) le atribuyen una edad más temprana (existe un papiro, el John Rylands, que reproduce algunos versículos de Juan, que es de comienzos del siglo segundo). Papías, hacia el 120, conoce los cuatro evangelios. El Canon de Muratori, hacia el 160, también los menciona, igual que Ireneo de Lyon (alrededor del 170). Sigue todavía en discusión si el papiro 7Q5 (papiro 5 de la cueva 7 de Qumran), de aproximadamente el año 50 de nuestra era, debe interpretarse como una partecita del evangelio de Marcos (así lo interpretó el papirólogo José Callaghan y el recientemente fallecido Carsten Thiede, pero otros autores, como Émile Puech –uno de los tres directores de publicación de los manuscritos de la cueva 4 de Qumran- no están de acuerdo). 2. Los evangelios gnósticos, que el libro “El Código Da Vinci” menciona como más antiguos, como el de María de Magdala, el de Felipe, y otros fueron escritos entre la segunda mitad del siglo segundo y principios del tercero, o más tarde. De hecho, algunos de ellos son conocidos desde hace varias décadas (se puede ver la excelente publicación de Aurelio de Santos Otero, “Los evangelios apócrifos”).

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3. Las referencias que en el libro se hacen a los Manuscritos del Mar Muerto demuestran el poco conocimiento del autor con respecto a los mismos. Publicados ya por la Oxford University Press los 39 volúmenes del material de las once cuevas de Qumran, el editor jefe de los mismos, Emmanuel Tov, afirma que en ellos no hay nada que tenga que ver con Jesús y los primeros cristianos. 4. La divinidad de Jesús está mencionada en un himno que cita San Pablo en su carta a los Filipenses, de alrededor del año 50. Los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, especialmente este último, aluden a la divinidad de Jesús. Los teólogos del siglo segundo y especialmente del tercero (Tertuliano y Orígenes) ya tienen desarrollada una ‘Cristología’. Entre el siglo II y el III surgen dos escuelas cristológicas: la de Antioquia y la de Alejandría, cuyas concepciones van a influir en los dogmas sancionados en los concilios ecuménicos a partir del siglo IV (en la obra en diez volúmenes “Mysterium Salutis”, editada por Lorher-Feiner, hay trabajos muy profundos y detallados sobre la historia del Dogma Trinitario y de la Cristología). 5. Constantino reunió el Concilio de Nicea en el 325 pero no fijó ningún dogma ni ningún canon. El Credo de Nicea, que se reza todavía en las distintas iglesias cristianas, fue dirigido contra los arrianos y no contra los gnósticos que pregonaban el mensaje de María Magdalena, como hace creer “El Código Da Vinci”. 6. María Magdalena, ¿quién fue? En los evangelios canónicos se menciona que fue seguidora de Jesús pues éste le había curado expulsando de ella siete demonios. Es interesante aquí analizar un poco qué significa la posesión diabólica. Para esto no creemos que exista mejor referencia que la obra de John Meier, “Un judío marginal”, tomos 2 y 3. En aquella época las enfermedades síquicas eran consideradas una consecuencia de la posesión diabólica. Jesús, en esto y en otros aspectos, asumió el conocimiento popular de la gente. María Magdalena fue el primer testigo de la resurrección de Jesús y, por lo tanto, su figura era ya muy importante en la primitiva Iglesia. No debe confundirse con la pecadora del cap. 7 de Lucas ni con María de Betania. Es cierto que en la Edad Media las tres mujeres terminaron confundiéndose, pero desde hace mucho tiempo

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los especialistas han separado la vida de las mismas. Importantes libros se han escrito últimamente sobre María Magdalena, y como dijimos más arriba, existe un evangelio que lleva su nombre. El mismo está publicado y comentado en una hermosa obra de la profesora de Harvard, Karen L. King, “The Gospel of Mary of Magdala”. 7. Jesús, ¿estuvo casado con María? No hay ningún documento que pruebe esto, ni aun el evangelio de Felipe que es citado en la novela que estamos analizando. Recordemos que este evangelio es gnóstico y según esta doctrina lo sexual era malo, de ahí que el texto que dice que “Jesús la besaba en la (boca)” debe interpretarse como aludiendo a una relación totalmente espiritual. En el libro del especialista en Nuevo Testamento Ben Witherington III, “The Gospel Code”, se analiza detenidamente el mencionado texto en las páginas 36 y 37. También se analiza esta cuestión en la obra citada de Meier. De todas maneras, ¿cuál sería el problema si Jesús hubiera sido casado? 8. Los paralelismos entre la vida de Jesus y su doctrina y la de otros fundadores de religiones, como Buda, Krishna, el Maestro de Justicia, Mitra y otros, no tienen ningún fundamento serio. Buda fue un monje con una concepción ascética que contrasta totalmente con la vida y doctrina de Jesús (se puede consultar el libro de Oldenberg, “Vida de Buda”). Krishna fue un vaquero cuya biografía, narrada en el Bhagata Puraná, es muy posterior a los evangelios, y salvo a un impostor como Louis Jacolliot (en su libro “La Biblia en la India”), a nadie se le podría ocurrir algún parecido con la de Jesús. Su nombre tampoco tiene relación, ya que Cristo significa ‘ungido’ mientras Krishna significa ‘negro’. Con respecto al Maestro de Justicia de los manuscritos de Qumran, especialmente las deducciones que sacaron Dupont Sommer y John Allegro en los años ‘50, tanto del Comentario de Habacuc, como del de Nahum, de que este miembro de la comunidad de Qumran ‘había muerto y resucitado’, se han demostrado totalmente equivocadas. Con respecto al famoso manuscrito 4Q285 (manuscrito número 285 de la cueva 4 de Qumran), en donde algunos creyeron ver ‘el asesinato del Mesías’ y por lo tanto un antecedente de Jesús, los expertos han demostrado que el texto alude no a que el Mesías fue muerto sino, por el contrario, a que el Mesías mató a sus enemigos. El contacto 155

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con el culto de Mitra es muy posterior y es cierto que algunos puntos menores fueron tomados por la Iglesia primitiva de dicho culto, como la celebración de la Navidad el 25 de diciembre, pero hoy la relación sobre aspectos mayores ya no la sostiene nadie (se puede ver la obra de Koenig y otros, “Cristo y las religiones de la tierra”, tomo II, donde se analiza la relación entre Cristianismo y Mitraismo). 9. El mensaje que transmiten los cuatro evangelios, aceptados por todas las iglesias cristianas, es la continuación del mensaje bíblico del Antiguo Testamento: el mundo es bueno, la materia buena y no hay en él ningún desprecio por lo carnal. El prólogo del Evangelio de Juan dice que “el Logos se hizo carne y habitó entre nosotros”. Por el contrario, la literatura gnóstica que cita el “Código Da Vinci” desprecia lo ‘corporal’ y ‘material’. 10. El mensaje del Nuevo Testamento, como el de todo el Antiguo, es un mensaje de ‘Revelación’, no de ocultamiento o secretos. Como dice Jesús, ese mensaje se revela a los más humildes; no necesita ‘códigos secretos’ ni logias de personas especiales. La obra que comentamos hace del Cristianismo una cuestión para unos pocos que se introducen en el misterio a través de símbolos y criptogramas. El verdadero Cristianismo, por el contrario, es ‘Revelación’ a los más pequeños e ignorantes. Jesús dice que el que no se hace como un niño no entrará en el Reino de los Cielos. Esto contradice totalmente la filosofía implícita en “El Código Da Vinci”. 11. Con respecto a la tesis de que es María Magdalena y no Juan el que está a la derecha de Jesús en la pintura “La última cena”, los especialistas en el arte de Leonardo no le encuentran fundamento. Es cierto que la figura de Juan tiene rasgos femeninos, pero esa era la imagen que tenía Leonardo del ‘hombre bello’. Si se mira atentamente la deteriorada pintura (una reproducción se puede ver en la “Historia del Arte” del gran especialista e historiador Ernst Grombich) se puede ver que el tercer apóstol a la izquierda de Jesús también tiene rasgos femeninos. Por otra parte, Jesús está rodeado de los doce apóstoles, seis a un lado y seis al otro lado. Pretender que uno de ellos es María Magdalena es dejar afuera algún otro apóstol. Lo que pintó Leonardo fue la cena tal como lo narra el evangelio de Juan, en el momento en que Jesús afirma que alguien

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lo va a traicionar. Pedro, que está al costado de Juan, le pide a éste que le pregunte a Jesús quién es el traidor. Es cierto que en la pintura de Leonardo un brazo, portando un cuchillo, queda como ‘descolgado’ y no pertenecería a Pedro, pero es probable que ello se deba al hecho que Leonardo muchas veces no terminaba sus pinturas y las dejaba inconclusas. 12. Un último comentario sobre el libro en general. El éxito de ventas que “El Código Da Vinci” ha tenido mundialmente es una muestra del interés que tiene el público por los misterios de la vida que nuestro siglo no está en condiciones de satisfacer y que sólo puede cubrir la ‘religión’. Se une también al implícito deseo de mostrar que en el fondo somos todos ‘pecadores’. Se acentúa la naturaleza humana de Jesús, que muchas veces es dejada de lado en otras publicaciones que sólo acentúan su naturaleza divina. Y, para no ser tan críticos, aunque es una obra plagada de errores, su éxito comercial puede llevar a muchas personas a leer libros ‘serios’ sobre estos temas.

Bibliografía Witherington III, Ben, The Gospel Code, InterVasity Press, Downers Grove, Illinois, 2004. King, Karen L. The Gospel of Mary of Magdala, Santa Rosa, Calif.: Polebridge, 2003. Meier, John, Un judío marginal, Editorial Verbo Divino, tres tomos, años 1998, 1999 y 2000.

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García Martínez, Florentino, Los textos de Qumran, Ed. Trotta, Madrid, 1992. En esta obra están traducidos al español todos los manuscritos no bíblicos rescatables de la cueva 4 de Qumran. García Martínez estuvo a cargo de la publicación oficial de los manuscritos de la cueva 11. Es el principal especialista español sobre los manuscritos del Mar Muerto. Santos Otero, Aurelio de, Los evangelios apócrifos, 10° edición por la Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1999. En esta obra se pueden leer los distintos evangelios apócrifos, como el de Felipe, el de Tomás, etc. y una muy buena introducción a los mismos. Feiner-Löhrer (eds), Myterium Salustis, Cristiandad, Madrid, 10 volúmenes, 1969 y siguientes. Esta obra es fruto de la participación de muchos teólogos y biblistas. Pagels, Elaine, The Gnostic Gospels, New York, Vintage Books, 1981. Hay traducción en español. En los últimos tiempos se ha descubierto un pequeño fragmento que se denominó “Jesús gospel’s wife”. Sobre el mismo se han publicado ya varios escritos pero creemos que el más sólido es el artículo del eminente biblista Francis Watson: “The Gospel of Jesus Wife: How a fake Gospel-Fragment was composed”, 2012, publicado en Internet.

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14.- Presentación de un artículo de William Phillips, Premio Nobel de física 1997 Prestigia la Revista Invenio un artículo de William D. Phillips, Premio Nobel de Física 1997, artículo publicado con la expresa autorización de su autor. En el mencionado artículo, titulado “Ordinary Faith, Ordinary Science”, el Dr. Phillips aborda un tema sumamente importante en esta era de la ciencia, cual es la relación entre la ciencia y la religión. En anteriores números de Invenio se han publicado algunos artículos sobre esta cuestión, pero en esta oportunidad es un científico reconocido internacionalmente el que de una manera franca y sencilla nos muestra dos ‘ventanas’ de su vida, como diría el famoso físico Freeman Dyson, como son la ciencia y la fe. Es frecuente escuchar que ciencia y fe son incompatibles, y es por ello interesante escuchar de un especialista que ambas actividades del ser humano no tienen por qué estar en contradicción sino, más bien, pueden ser complementarias. El Dr. Phillips nació en 1948 en Wilkes-Barre, Pennsylvania, y desde pequeño se interesó por cuestiones relacionadas con la ciencia y la técnica. Posteriormente recibió el título de Bachiller en Física en el Juniata College, Huntington, Pennsylvania, y luego el Doctorado en Física en el Massachusett Institute of Technology, Cambridge, publicando la tesis sobre “I. The Magnetic Moment of the Proton in H20; II. Inelastic Collisions in Excited Na”, bajo la supervisión del Profesor Daniel Kleppner.

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Phillips fue agraciado con un sinnúmero de premios y honores, entre los que podemos mencionar su elección como miembro de la American Academy of Arts and Sciences (1995), la Michelson Medal of the Franklin Institute (1996), su elección en la National Academy of Sciences (1997), el más arriba mencionado Premio Nobel de Física (1997), conjuntamente con los físicos Steven Chu y Claude Cohen-Tannoudji, y finalmente, y no por eso menos importante, con el Arthur L. Schawlow Prize in Laser Science (APS) en 1998. Su actividad profesional se desarrolla en el National Institute of Standards and Technology, en Gaithersburg, Maryland, donde dirige un grupo de investigación integrado por de 15 a 20 físicos. El Dr. Phillips es autor o coautor de alrededor de 200 trabajos en publicaciones científicas y fue agraciado con sus compañeros con el Premio Nobel por la Royal Swedish Academy of Sciences “for development of methods to cool and trap atoms with laser light”. Permítaseme, a un neófito como yo, dar una muy pequeña explicación de esto, basándome en la publicación de la mencionada Academia que se puede bajar de Internet igual que su autobiografía (ver www.nobel.se/physics/laureates/1997). La luz actúa mecánicamente sobre los objetos materiales lo que significa que puede cambiar sus posiciones y velocidades. Esta acción mecánica es usada en el ‘laser cooling and trapping’ para reducir la velocidad de una colección de átomos o confinarlos en un pequeño volumen. La temperatura a la que se llega es de una millonésima de grado por arriba del 0 absoluto (- 273°). Como dice la publicación de la Academia: “their research is helping us to study fundamental phenomena and measure important physical quantities with unprecedented precision”. Con respecto a la otra ‘ventana’, la fe, digamos que William D. Phillips es desde su niñez un miembro de la Iglesia Metodista. Él nació dentro de una familia que siempre tomó la religión muy seriamente. Actualmente forma parte de la Fairhaven United Methodist Church en Darnestown MD, y canta en el coro evangélico de la mencionada iglesia. Se considera un ‘ordinary Physicist and a ordinary Christian’ y como se puede deducir del artículo que publicamos y de las hermosas canciones eclesiásticas cuyas letras fue bebiendo desde la niñez, esa expresión ‘ordinary’ no es más que la demostración de su gran humildad. El artículo que publicamos y que nos fuera enviado por él, es también el testimonio de su beneplácito al enterarse por nosotros que existía una 160

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universidad metodista en la República Argentina, y es un testimonio que ayuda a mostrar que entre ciencia y fe no tiene por qué existir ninguna incompatibilidad. Esto también está corroborado por el premio que recibió en 1998 (el Arthur L. Schawlow Prize), premio otorgado por la American Physical Society en homenaje a uno de los dos inventores del láser, quién no solo fue un gran científico sino también un gran cristiano.

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15.- Los osarios de Talpiot y de Dominus Flevit, ¿pertenecen a la familia de jesús? 1. En Talpiot, al sudeste de la vieja Jerusalem, se encontraron en 1980 diez osarios. El arqueólogo Amos Kloner hizo un resumen de los diez osarios, seis de los cuales tienen inscripciones. Las inscripciones dicen: ‘Jesús (¿) hijo de José’, ‘María’, ‘MariameneMara’, ‘José (¿)’, ‘Judas hijo de Jesús’ y ‘Mateo’. De las seis inscripciones, cinco son en arameo y uno en griego (MariameneMara). 2. Según el Nuevo Testamento los hermanos de Jesús eran Santiago, Simón, José y Judas. Tenía también hermanas. No entramos a discutir aquí cual es el verdadero sentido de la palabra ‘hermano’ o ‘hermana’. 3. El programa de Discovery Channel (realizado por los productores Cameron y Jacobovici) sostiene que los mencionados osarios pertenecen a la familia de Jesús de Nazareth. También dice que el osario “MariameneMara’ debería traducirse como ‘María la Maestra’ o ‘María la Señora’, y que pertenecería a ‘María Magdalena’. La presencia del osario de ésta en una tumba familiar implicaría que Jesús estaba casado con ella y para eso se habría hecho la contraprueba del DNA. Ese análisis mostró que no existía relación sanguínea. 4. El principal osario, ‘Jesús (¿) hijo de José’ es de lectura difícil en la palabra Jesús. Detengámonos un momento en este osario. La pala-

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bra Jesús en arameo está formada por cuatro letras, que son: yod (equivalente en inglés y), shin (equivalente en inglés sh), vov (equivalente en inglés u) y ayin (equivalente en inglés a). Es decir que el osario debería decir ‘Yeshua bar Yehosef’. Varios expertos no están de acuerdo con esta trascripción. Así por ejemplo, el conocido biblista Craig Evans dice “I can’t see Yeshua”, ‘Yo no puedo ver Jesús’. La misma opinión manifiesta el conocido especialista en lenguas Stephen Pfann, quien más bien se inclina por ‘Chanun o Yadun hijo de José’. Es cierto que una autoridad como Frank Cross traduce ‘Jesús hijo de José’, pero de todas maneras él no cree que el osario pertenezca a Jesús de Nazareth. Se puede leer a este respecto el comentario del director de la Biblical Archeological Review, Hershel Shanks, en su artículo “The Tomb of Jesus. My Take”, en el número de junio de la mencionada publicación. Allí se lee: “I recently talked to Cross, who told me he was ‘upset’ at his appearance in the film”. En un análisis posterior, Pfann y su equipo, sostienen que la palabra Jeshua estaría sobreinscripta sobre otra palabra y no habría sido hecha con el mismo instrumento que ‘hijo de José’. Un análisis detenido a este respecto ha realizado Pfann con la publicación de fotografías de alta resolución que confirmarían su postura de que la palabra ‘Jeshua’ habría sido añadida sobre otra palabra que podría ser ‘Chanun o Yadun’ (ver su página web ‘The view from Jerusalem’). 5. Stephen Pfann sostiene que el osario ‘MariameneMara’ dice ‘Marieme kai Mara’ y contiene dos nombres ‘María y Marta’ escritos por dos personas distintas, por lo tanto no sería de María Magdalena y no tiene sentido la contraprueba del DNA, ya que probablemente contenía los restos de dos personas, lo que era bastante común en esa época. Hay un osario, de los descubiertos en Dominus Flevit, que contiene cinco nombres (ver el escrito de Pfann: “Mary Magdalene is now missing: A corrected reading of ossuaries CJO 701 and CJO 108”). Apoya la interpretación de Pfann el Cardenal Carlo Martini, uno de los principales especialistas de griego neotestamentario del mundo. 6. Los mencionados nombres eran muy comunes en la época de Jesús. José era el segundo entre los hombres después de Simón, María era el segundo entre las mujeres después de Salomé, Jesús era el sexto entre los hombres. También eran comunes Judas, Marta, etc. Se ha descubierto otro osario que dice ‘Jesús hijo de José’. Según Richard 164

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Bauckham, en su libro “Jesus and the Eyewitnesses”, de 2.625 nombres masculinos, Jesús aparece en 99; José aparece en 218 y María, entre 328 nombres femeninos, aparece en 70. 7. De acuerdo a L.Y. Rahmani, “A Catalogue of Jewish Ossuaries”, de 917 osarios en las colecciones del Estado de Israel, sólo 231 están inscriptos con nombres. En total aparecen 286 inscripciones de nombres personales en los 231 osarios. Los nombres son 72 y de esos nombres 16 constituyen el 75% de todos los nombres (214 en total). 8. El cálculo que aparece en la página web de Discovery sosteniendo que el cluster de nombres de los osarios de Talpiot sería de la familia de Jesús de Nazareth con una chance de 600 a 1, parte de una serie de supuestos. Ese cálculo fue realizado por el profesor Andrey Feuerverger, pero en un escrito que éste dirigió a sus colegas (12 de marzo del corriente año) admite que de variar esos presupuestos la probabilidad cambiaría sustancialmente. Por ejemplo, si la inscripción “MariameneMara’ no correspondiera a María Magdalena el cambio sería sustancial. 9. En un trabajo del matemático Joe D’Mello se indica cuál sería la correcta interpretación del cálculo probabilístico. Significaría que hay 1 chance en 600 de que este cluster de nombres no ocurra en una de las 1.000 tumbas descubiertas. Para dilucidar el tema hay que usar ‘probabilidad condicional’ (teorema de Bayes) y debería interpretarse así: ‘Si la familia de Jesús tenía una tumba, entre las 1.000 encontradas, existiría una chance de 599 en 600 de que fuera la tumba de la familia de Jesús’. Matemáticamente: P(A/B), es decir la probabilidad de A sí se da B. Esto se traduce como PB*P(A/B), siendo el símbolo * multiplicación. Según el arqueólogo Kloner la probabilidad de que la familia de Jesús, de Nazareth, tuviese una tumba en Jerusalem es muy pequeña. Supongamos de 5%. Tendríamos: 0,05 x (599/600) = menos de 0,05 de que sea la tumba de la familia de Jesús de Nazareth. Tengamos en cuenta que de haber tenido la familia de Jesús una tumba en Jerusalem hubiese sido lugar de peregrinación desde la antigüedad, y de hecho eso no ha ocurrido. 10. En el cálculo mencionado arriba de 600 a 1 se partió de la interpretación de ‘MariameneMarta’ como que significa María Magdalena, lo cual hoy es negado por casi todos los especialistas. Uno de ellos, que 165

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aparece en el programa como apoyando la interpretación del film, Francois Bovon, profesor en la Universidad de Harvard, en un trabajo que se puede bajar de internet dice que todo esto es “science fiction”. 11. Uno de los más reconocidos arameistas, Joseph Fitzmyer, sostiene en su escrito “Together at Last?” que el problema más grande que tiene la interpretación de Discovery Chanel es el nombre MAPIAMHNOY H MAPA (mariamenou e mara) al interpretar la primera palabra como ‘Mariamne’, esto es como ‘María Magdalena’. De interpretarse así “no se da explicación de la terminación masculina/neutral ou; además, el griego mara se dice ser gratuitamente la palabra aramea para ‘Master’ o ‘Señor’. ¿Pero por qué debería un nombre griego con una terminación masculina o neutral, seguida por el término griego e (or), usar un título arameo que se usa para ‘Lord’ (Señor) ser el nombre de una mujer, específicamente de María Magdalena)”? 12. El film falla también cuando sostiene que el nombre ‘Yoseh’ que aparece en un osario no es común. Yoseh (hebreo) es equivalente a Iose (griego) y es la abreviación de ‘Yehosef/Josef’. Es muy común. 13. También hay que tener en cuenta lo siguiente: ¿Por qué no se dice del hermano de Jesús que aparecería en el osario como Yoseh, ‘Yoseh hijo de Yehosef’ (José hijo de José)? 14. ¿No es una contraprueba que un osario diga ‘Judad hijo de Jesús’ cuando no sabíamos de su existencia? Por otra parte, en un osario encontrado en Talpiot en 1926 aparece la inscripción “Jesús hijo de Judad”. El profesor Pfann analiza esto en su página “The view from Jerusalem” (mayo de 2007). 15. ¿Qué tiene que ver ‘Mateo’ en una tumba familiar si no era pariente de Jesús sino un discípulo? Utilizar la existencia de un antecesor llamado Mateo extraído de la genealogía del Evangelio de Lucas, como lo hace el profesor James Tabor, nos hace pensar que todos los parientes de Jesús fueron guardados en la tumba Talpiot, lo que para nosotros no tiene mucho sentido. 16. Se ha esgrimido que uno de los osarios que faltan, el décimo, podría ser el de ‘Santiago hijo de José hermano de Jesús’. Pero según Amos Kloner, el décimo osario no tenía ninguna inscripción y sus dimensiones son distintas del osario “Santiago hijo de José hermano 166

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de Jesús”. Nueva evidencia muestra que el propietario del osario de Santiago, Oded Golan, lo tenía en su colección desde marzo de 1976, cuatro años antes del descubrimiento de la tumba Talpiot. 17. ¿Por qué llamar a Jesús ‘hijo de José’ cuando los cristianos en el Nuevo Testamento lo llamaban ‘Jesús hijo de María’? 18. ¿Por qué hablar de una tumba de la familia de Jesús en Jerusalem si ella era de Nazareth? Este argumento, conjuntamente con otros, lo expresa la distinguida arqueóloga Jodi Magness en su escrito “Has the Tomb of Jesus Been Discovered?” (Society of Biblical Literatura, SBL Forum). También sostiene que creer que la tumba Talpiot pertenecía a la familia de Jesús está en contradicción con los evangelios que son la fuente antigua sobre el entierro de Jesús y que habla de una tumba, la de José de Arimatea, muy lejana a Talpiot. ¿Qué sentido tiene ir a otra tumba prestada si se tenía una tumba (Talpiot) en Jerusalem? 19. Con respecto a los osarios de Dominus Flevit (lugar donde Jesús lloró por Jerusalem, según nos narra el evangelio de Lucas), digamos lo siguiente. Este sitio se encuentra en el este de lo que fue el Templo de Jerusalem, al oeste del Huerto de los Olivos. Su distancia con respecto a la tumba Talpiot es de aproximadamente 2 millas, es decir unas 30 cuadras. En el film de Discovery Chanel parecería que están contiguos. El efecto buscado por los realizadores (Cameron y Jacobovici) es ligar ambas tumbas y decir que pertenecen a un grupo cristiano, los ebionitas. En Dominus Flevit se han encontrado 122 osarios de los cuales 43 están escritos con nombres. Los nombres más comunes son Simón, María, Marta, Salomé, Jesús, etc. La inscripción más llamativa es “Simón hijo de Jonás (?)”, que podría referirse a Simón Pedro, el apóstol de Jesús. Esta tumba fue analizada en los años cincuenta por Bagatti y Milik y aunque el primero, sacerdote franciscano, creyó leer ‘Simón hijo de Jonás’, el segundo, uno de los más eminentes epigrafistas de los famosos manuscritos del Mar Muerto, no estuvo seguro de esa interpretación. El Dr. Pfann hace un análisis exhaustivo de esa inscripción en la página web de “The View from Jerusalem” de los días 30 y 31 de mayo, y 1, 3 y 4 de junio de 2007, llegando a la conclusión que la inscripción dice ‘Shimon Barzillai’ no ‘Shimon Bar Jonah’. Por lo tanto se puede seguir aceptando que la tumba de Simón Pedro está en Roma como desde antiguo se creyó.

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20. Con respecto al ‘chevron’ que aparece a la entrada de la tumba Talpiot y que también se encuentra en algunos osarios de Dominus Flevit, una v invertida y un pequeño círculo en el medio de la v, es un símbolo que aparece en distintos monumentos arqueológicos que no tienen orígenes cristianos. Se puede ver un análisis bastante detenido en “The View from Jerusalem” del 15 de mayo de 2007. 21. Terminamos con lo que dice el arqueólogo que dirigió la investigación arqueológica en Talpiot, Amos Kloner, todo este montaje realizado por Discovery Channel: “It’s nonsense”.

Bibliografía Bovon, François. “The Tomb of Jesus”, 2007. Caruso, Steve. “The Jesus Son of Joseph Inscription”, números 1, 2, 3 y 4, año 2007. Evans, Craig A. “The Tomb of Jesus and Family? Second Thoughts”, 2007. Fitzmyer, Joseph. “Together at Last”, 2007. Gibson, Shimon. “The Final Days of Jesus. The Archaeological Evidence”, Harper One, New York, 2009. El autor es uno de los arqueólogos que analizaron la tumba de Talpiot. “Hebrew Alphabet”, 2007 Heiser, Michael S. “The Jesus Ossuary: A Critical Examination”, 2003. Heiser, Michael S. “The Jesus Ossuary: A Critical Examination”, 2003. Kloner, Amos. “A Tomb with Inscribed Ossuaries in East Talpiyot, Jerusalem”, 1996. 168

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Magness, Jodi. “Has the Tomb of Jesus Been Discovered?”, SBL Forum, 2007. Pfann, Sephen J. “Cracks in the Foundation: The Jesus Family Tomb Story”. 2007 Pfann, Stephen “The View from Jerusalem”, éste es el sitio web de Stephen Pfann y de la University of Holy Land que dirige. Entre los meses de abril y junio de 2008, en sus páginas, el Dr. Pfann, eminente epigrafista, ha realizado un análisis diario de los osarios de la tumba Talpiot y de Dominus Flevit. Creemos que es el análisis más completo y profundo sobre toda esta cuestión. Pfann, Stephen J. “Mary Magdalene is Now Missing. A corrected reading of Rahmani Ossuary CJO 701 and CJO 108”, 2007. Pfann, Stephen. “Has St. Peter returned to Jerusalem? The final resting place of Simon Peter and the Family of Barzillai”, 2007. Pfann, Stephen. “How do you solve a problem like Maria?”, 2007 Pfann, Stephen. “The Improper Application of Statistics in ‘The Lost Tomb of Jesus’”, 2007 Quarles, Charles (editor), “Buried Hope or Risen Savior? The search for the Jesus Tomb”, B&H Academic, Nasville, 2008. En este libro es importante el trabajo del escriturista Richard Bauckham titulado “The Names on the Ossuaries”. Rahmani, L. Y. “A Catalogue of Jewish Ossuaries in the Collections of the State of Israel”, 1994. Shanks, Hershel & Witherington III, Ben. “The Brother of Jesus”, Harper San Francisco, 2003. Shanks, Hershel. “The Tomb of Jesus. My Take”, junio de 2007. “The Alphabet of Biblical Hebrew”, 2007

Todos los artículos anteriores se bajaron de Internet, menos el libro de Shanks y Witherington III, el editado por Charles Quarles y el de Simon Gibson.

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En los últimos tiempos se han publicado algunos textos e imágenes encontrados en una tumba contigua a Talpiot (que ahora se denomina Talpiot A) y a la que se designa como Talpiot B. Ambas tumbas están separadas por unos 80 metros. Algunos escritores han querido relacionarla con los primeros cristianos dado que una imagen es interpretada como si fuera el ‘gran pez’ de Jonas, y que sería una señal cristiana de la resurrección. Sobre esta cuestión ha escrito varios trabajos el eminente especialista Chris Rollston que niega totalmente dicha interpretación. Se pueden consultar sus escritos en internet.

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16.- Juan Pablo II y la filosofía Sin la menor duda la muerte de Juan Pablo II ha sido una de las pérdidas más significativas para la humanidad. Y esta afirmación no implica que se generalice el apoyo a todos los dichos o acciones del ilustre Papa. Pero lo que no se puede negar es que su actuación, a lo largo de 27 años de pontificado, fue de una riqueza acorde con la actuación destacada de sus predecesores: León XIII, Pío X, Benedicto XV, Pío XI, Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo I. Todos ellos tuvieron alguna característica por la que sobresalieron. Algunos fueron más abiertos en su concepción, como el papa Juan, otros más cerrados, como Pío X, pero todos ellos fueron un ejemplo para los líderes políticos contemporáneos. Algunos valoran de Juan Pablo II esa capacidad de comunicación que tuvo a lo largo de sus frecuentes visitas a los países y escenarios más diversos, entablando contacto con la gente y construyendo puentes de amistad y paz con funcionarios, clérigos y pueblos de distinta concepción política, ética y religiosa. Y esto es notable dado que el Papa Wojtyla no era un hombre de postura flexible en todos los temas. Su concepción en materia de moral era más bien ‘tradicionalista’, pero aun asumiendo esa posición sabía tender los puentes de la comprensión con sus hermanos de otras religiones, agnósticos y aún ateos. Uno de los capítulos más notorios de los últimos siglos, y especialmente de las últimas décadas, es el proceso de ‘secularización’ que vive el mundo, proceso que avanza en forma sostenida, especialmente en los países 171

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europeos. Hay pérdida de aceptación de muchas de las doctrinas religiosas y morales tradicionales. Pero ese proceso, como muy bien mostró el pensador Romano Guardini en su obra “El ocaso de la Edad Moderna”, puede vislumbrarse con algún optimismo mientras nos limpie de formas religiosas ya perimidas y nos haga más receptivos a la verdad religiosa fundamental, cual es la relación Yo-Tu, de la criatura con su Creador, y al fundamento de la ética cristiana, que es el “amor al prójimo como a uno mismo”. La Iglesia Católica, que ya tiene dos mil años de existencia y que ha pasado por situaciones harto difíciles en ese largo período, tiene a este respecto singular experiencia. Recordemos las persecuciones sufridas en el Imperio Romano, las invasiones bárbaras, el desorden moral y las luchas internas de las familias romanas en el llamado ‘siglo oscuro de la Iglesia’, la pornocracia del siglo X, la ruptura con la Iglesia Oriental, las cruzadas, las persecuciones de los albigenses, la lucha entre el rey francés Felipe el Hermoso y el papa Bonifacio, el cautiverio de Avignon en el siglo XIV, el cuestionamiento de la filosofía realista por Guillermo de Okham, la desunión del Papado, el nacimiento del protestantismo con Lutero, Calvino y Zwinglio, los choques con el liberalismo italiano y con la Alemania de Bismarck, para llegar en el siglo XX a las guerras mundiales, al genocidio de los judíos y a las persecuciones en los países comunistas y otros. Pero, en contraste, en esos dos mil años el espíritu cristiano ha producido hechos destacables, como las innumerables obras de caridad a lo largo y ancho del mundo, el avance de la cultura benedictina, franciscana y dominicana, la obra de extraordinarios pensadores como Orígenes, Agustín, Tomás de Aquino, Duns Scoto, Kepler, Newton, Maxwell, Romano Guardini, Karl Barth, Dietrich Bonhoeffer, Karl Rahner, Urs von Balthazar, Teilhard de Chardin; santos como Francisco de Asís y otros muchos, y en los tiempos actuales Edith Stein y Maximilian Kolbe asesinados en los campos de concentración nazis (canonizados los dos últimos bajo el pontificado de Juan Pablo II); artistas que embellecieron el mundo con sus pinturas como el Giotto, Miguel Angel, Rafael y el maestro Grünewald, o con su música como Vivaldi, Bach, Mozart, Brunner y otros. Ser el jefe espiritual de una comunidad que abraza a más de mil millones de miembros no es tarea fácil, y más en una época en que el avance de la ciencia ha llevado a crecientes cuestionamientos de las ideas religiosas tradicionales y también a prácticas que chocan, muchas veces, con la

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moral cristiana tal como la entiende la Iglesia católica que Juan Pablo II dirigió durante un período tan largo. Todos sabemos que muchos de los hijos espirituales de la Iglesia y aun conocidos teólogos, como Hans Küng y otros –especialmente los llamados teólogos de la liberación, como Leonardo Boff- han cuestionado de diversas formas algunas declaraciones o acciones de Juan Pablo II, pero así y todo éste logró conducir la barca con firmeza. Veamos primero algunos de los aspectos relacionados con lo doctrinal. No existe duda alguna del papel trascendente que cumple la ciencia en los últimos tiempos y, a este respecto, vamos a mencionar dos acontecimientos que están estrechamente ligados a la concepción cristiana del mundo: el primero es el interrogante que abre la cosmología sobre el origen del universo; el segundo es el que está referido al origen del hombre. Con respecto a lo primero, el origen del universo, digamos que, con el correr de las décadas, se ha ido imponiendo la teoría del Big Bang, teoría que afirma que el universo surgió hace aproximadamente 14.000 millones de años. Fue un sacerdote belga, el astrofísico George Lemaître, quien la formuló por primera vez hacia 1928. Esa teoría, prácticamente confirmada en los años sesenta por el descubrimiento, por Penzias y Wilson, de la ‘radiación de fondo’ de 3 grados de temperatura sobre el cero absoluto, ha sufrido algunas modificaciones en las últimas décadas. Entre otras, en la versión llamada ‘inflacionaria’ por parte de los astrofísicos Guth y Linde, quienes han desarrollado la concepción de un universo que surge de la ‘nada’, rescatando un viejo concepto de la teología. Desde los primeros años del pontificado de Juan Pablo II, los cosmólogos del Observatorio Astronómico del Vaticano, como los padres George Coyne, William Stoeger y otros, ahora dotados de un moderno telescopio en el Monte Graham (Arizona, EE.UU.), participan activamente en estas nuevas teorías. Y es el jesuita Coyne, director del mencionado Observatorio, quien más ha hecho hincapié en el apoyo recibido de Juan Pablo II. Numerosas reuniones científicas, especialmente en el año del Jubileo, se han realizado en Roma con la presencia de grandes figuras de la ciencia internacional. Un joven físico argentino, Juan Maldacena, uno de los principales expertos mundiales en la ‘teoría de las supercuerdas’, actualmente en la Universidad de Princeton, fue galardonado hace un par de años con la medalla Pío XI, otorgada por la Academia Pontificia de las Ciencias. 173

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Con respecto al segundo interrogante, la teoría de la evolución, recordemos que en 1859 Charles Darwin presentó, en su obra “El origen de las especies”, su concepción evolucionista, que fue recibida con temor por muchos cristianos. Si esta obra no se interpretaba correctamente se corría el riesgo de que la doctrina cristiana del origen del hombre quedase como una concepción arcaica, para épocas mitológicas o infantiles. Aunque Pio XII dejó abierta la cuestión para los fieles católicos en su encíclica ‘Humani Generis’ en 1950, esa apertura fue sumamente tímida. El mismo Teilhard de Chardin, eminente paleontólogo jesuita evolucionista que participara del descubrimiento del Sinántropo u Hombre de Pekín, no recibió en vida ni de su propia orden ni de la Iglesia de Roma demasiadas muestras de aceptación. Al contrario, se le miró con aires de sospechas. Por otra parte, nadie puede ignorar que en Estados Unidos, la mayor parte de los grupos cristianos protestantes, se manifiestan aún hoy día como ‘creacionistas’ en el sentido de que aceptan literalmente el texto del Génesis bíblico: según ellos ‘el mundo fue creado en solo seis días de 24 horas” y de la teoría evolucionista ‘mejor es no hablar’. Como un punto muy importante de Juan Pablo II sobre este tema está su discurso a la Academia Pontificia de la Ciencias de octubre de 1996 donde consideró que la teoría evolucionista era más que una mera hipótesis de trabajo. Dijo el Papa textualmente en esa oportunidad lo siguiente: “En su encíclica ‘Humani Generis’ (1950), mi predecesor Pío XII ya había afirmado que no había oposición entre la evolución y la doctrina de la fe sobre el hombre y su vocación, con tal de no perder de vistas algunos puntos firmes...Teniendo en cuenta el estado de las investigaciones científicas de esa época y también las exigencias propias de la teología, la encíclica ‘Humani Generis’ consideraba la doctrina del evolucionismo como una hipótesis seria, digna de una investigación y de una reflexión profundas, al igual que la hipótesis opuesta...Hoy, casi medio siglo después de la publicación de la encíclica, nuevos conocimientos llevan a pensar que la teoría de la evolución es más que una hipótesis. En efecto, es notable que esta teoría se haya impuesto paulatinamente al espíritu de los investigadores, a causa de una serie de descubrimientos hechos en diversas disciplinas del saber. La convergencia, de ningún modo buscada o provocada, de los resultados de trabajos realizados independientemente unos de otros, constituye de suyo un argumento significativo en favor de esta teoría”. 174

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De todas maneras, Juan Pablo hizo algunas acotaciones que es necesario recordar, como, por ejemplo, cuando más delante en su discurso dice que, “a decir verdad, más que de la teoría de la evolución, conviene hablar de las teorías de la evolución. Esta pluralidad afecta, por una parte, a la diversidad de las explicaciones que se han propuesto con respecto al mecanismo de la evolución y, por otra, a las diversas filosofías a las que se refiere. Existen también lecturas materialistas y reduccionistas, al igual que lecturas espiritualistas. Aquí el juicio compete propiamente a la filosofía y, luego, a la teología”. Fue tan importante esta declaración que el fallecido Stephen Gould, uno de los más eminentes biólogos de los últimos tiempos y con una clara concepción agnóstica en materia religiosa, le ha dedicado varias páginas conceptuosas en su obra “Rocks of Ages: Science and Religión in the Fullness of Life”. A la mencionada afirmación del Pontífice hay que agregar el documento “Comunion and Stewardship: Human Persons Created in the Image of God”, publicado por la Comisión Teológica Internacional, presidida por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, ahora Pontífice con el nombre de Benedicto XVI, y siempre muy cercano a Juan Pablo II. Allí, en el artículo 69, se dice expresamente que “es importante notar que, de acuerdo a la concepción católica de la causalidad divina, la contingencia verdadera en el orden creado no es incompatible con el propósito de una Divina Providencia”. Un poco antes, el documento afirmaba que ese proceso contingente abarca la selección natural y las variaciones genéticas azarosas, es decir, lo que en principio constituye la doctrina básica del llamado ‘neodarwinismo’ o teoría sintética. El acercamiento manifestado por el Pontífice a los distintos ámbitos de la ciencia ha sido notable, especialmente a través de la Academia Pontifica de la Ciencias. Eminentes científicos han sido y son integrantes de la mencionada Institución, algunos de ellos no católicos. Basta recordar entre los más eminentes de la ciencia universal al gran físico Paul Dirac, fallecido hace ya alrededor de veinte años. Desde hace más de diez años dicha Academia es presidida por el físico italiano Nicola Cabibbo, uno de los principales teóricos del mundo en la teoría de las partículas elementales. No podríamos dejar de lado la notable apertura que se produjo con respecto al ‘caso Galileo’. Para ello, Juan Pablo II nombró una Comisión integrada por científicos, teólogos e historiadores, la que emitió un informe que sirvió para mostrar con claridad que el ilustre florentino era un ‘teó175

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logo’ superior a los críticos de la Inquisición Romana que le condenaron. Galileo nunca creyó que la teoría de Copérnico, que él apoyaba, estuviera en contra de las Sagradas Escrituras. Hoy sabemos, gracias a las cartas de su hija, monja conventual, que su padre era un hombre de muchísima fe y que se consideraba un hijo fiel de la Iglesia. Juan Pablo II, en sus años previos al Pontificado, fue sobre todo un pastor, pero siempre consideró que su pastoral tenía que ir unida a su profesión de filósofo. En este aspecto fue docente de la Universidad Católica de Dublín en la cátedra de ética escribiendo durante toda su vida obras fundamentadas en el realismo tomista y que él supo hacerle echar otras raíces al contacto con la fenomenología. La influencia que tuvieron sobre él una serie de eminente filósofos, muchos de ellos de origen polaco, como Roman Ingarde, Yzydora Dambska, Tadeusz Kotarbinski, Maria Ossowska y otros se deja sentir en muchos de sus libros. Recordemos a este respecto su trabajo de tesis “Max Scheler y la ética cristiana” sobre el gran filósofo judío alemán que tanto influyera sobre muchos de los jóvenes teólogos del catolicismo, o su obra más importante “Persona y acción”. Pero el contacto con la escuela de la fenomenología no le hizo abandonar en ningún momento el firme piso del realismo tomista, aunque dejándolo abierto al aporte realizado por un sinnúmero de filósofos contemporáneos pertenecientes a otras escuelas. Una de las características de su pensamiento, explícita en ese pequeño y hermoso libro de sus últimos años, “Memoria e Identidad”, es la lucha entre las fuerzas de bien y el mal. En este sentido su pensamiento es una versión filosófica y teológica de esa lucha, que en obras de cuentos infantiles se encarna en personajes fantásticos, como en el “El Señor de los Anillos” de Tolkien o en “Narnia” de C. S. Lewis. Dice Wojtyla en el libro mencionado: “He tenido la oportunidad de experimentar personalmente las ‘ideologías del mal’. Es algo que nunca se borra de la memoria. Primero fue el nazismo. Lo que se podía ver en aquellos años era ya terrible. Pero muchos aspectos del nazismo no eran visibles en aquel período. No todos se daban cuenta de la verdadera magnitud del mal que se cernía sobre Europa, ni siquiera muchos de nosotros que estábamos en el centro mismo de aquel torbellino. Vivíamos sumidos en una gran erupción del mal, y sólo gradualmente comenzamos a darnos cuenta de sus dimensiones reales,

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porque sus responsables trataban a toda costa de ocultar sus propios crímenes a los ojos del mundo. Tanto los nazis durante la guerra como los comunistas después, en Europa Oriental, intentaban esconder a la opinión pública mundial lo que estaban haciendo...Más tarde, una vez terminada la guerra, pensé para mí: Dios concedió al hitlerismo doce años de existencia y, cumplido este plazo, el sistema sucumbió. Por lo visto, éste fue el límite que la Divina Providencia impuso a semejante locura”.

Para Juan Pablo II la filosofía, al no tener como guía la metafísica, puede derivar en caminos sin rumbo como ha ocurrido desde la edad moderna con algunas derivaciones del pensamiento cartesiano. Veamos lo que nos dice más adelante en el libro mencionado: “Para esclarecer mejor este problema hay que remontarse al período anterior a la ilustración y, específicamente, a la revolución que supuso el pensamiento de Descartes en la filosofía. El cogito, ergo sum –pienso, luego existo- comportaba una inversión en el modo de hacer filosofía. En la época precartesiana, la filosofía, y por tanto el cogito, o más bien cognosco, estaba subordinado al esse, que era considerado primordial. A Descartes, en cambio, el esse le pareció secundario, mientras estimó que lo principal era el cogito. De este modo, no solamente se producía un cambio de rumbo en el modo de filosofar, sino también un abandono decisivo de lo que había sido la filosofía hasta entonces, y particularmente, para santo Tomás de Aquino: la filosofía del esse. Antes todo se interpretaba desde el prisma del esse y desde esta perspectiva se buscaba una explicación a todo. Dios, como el Ser plenamente autosuficiente (Ens Subsistens), era considerado el fundamento indispensable de todo ens no subsistens, ens participatum, de todos los seres creados y, por tanto, también del hombre”.

Otro aspecto destacable de Juan Pablo II fue su ascética habilidad en el trato con los políticos de las distintas naciones. No cabe duda sobre el papel que jugó su persona en la caída del comunismo en distintos países de Europa Oriental, comenzando en su querida Polonia. Vive en el recuerdo de muchos lo que Winston Churchill cuenta en sus “Memorias de la segunda guerra mundial”, cuando ante su reflexión sobre el Estado del Va-

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ticano, Stalin, en tono de sorna, le preguntó: ¿cuántas divisiones tiene el Vaticano? Sin divisiones, la fuerte personalidad de Wojtila jugó un papel fundamental en las distintas caídas de los regímenes antidemocráticos comunistas desde el muro de Berlín a otros acontecimientos en Polonia, Rumania y en la propia Unión Soviética. La presencia de premier soviético en esos años, Mihail Gorbachov, en el Vaticano, nos hace recordar a la vigilia durante tres días y tres noches del emperador Enrique IV ante el palacio invernal del Papa Gregorio VII en Canosa. Claro que el poder de Juan Pablo II era totalmente espiritual y difería de la concepción del Papa medieval que creía que el poder terrenal de los emperadores les estaba sometido (concepción de las dos espadas que luego toma, a principios del siglo XIV, el Papa Bonifacio VIII). Sus viajes a los distintos confines del mundo lo constituyeron no sólo en el Papa viajero sino en el principal hombre público viajero. En la mayoría de esos lugares fue recibido en forma calurosa y masiva por la población, la que también lo despidió masivamente en sus últimas horas y en sus funerales. Es cierto que en algunos países la recepción no fue lo calurosa que se esperaba, como en Nicaragua, pero aun en circunstancias difíciles supo actuar con una habilidad, claridad y sencillez que impresionó a sus interlocutores o críticos. Y un último punto, que, como argentinos, no podemos dejar de recordar. El papel que Juan Pablo II cumplió en horas tristes y oscuras, por distintas circunstancias, de la historia de nuestro país. A fines de 1978, dos países hermanos –que fueran independizados por la misma persona, el general Don José de San Martín- estuvieron a punto de entrar en un conflicto armado por la cuestión del Beagle. Hubiera sido una guerra sumamente dañina que habría significado miles de compatriotas muertos para ambas naciones. El Pontífice nombró como su delegado personal en la mediación al Cardenal Samoré, y esta mediación dio los resultados apetecidos por los amantes de la paz. Una segunda actuación fue en la Guerra de Malvinas, cuando viajó a ambos países contendientes buscando la finalización del conflicto y evitar así la pérdida de vidas humanas. Hace pocos años hemos ingresado en el siglo XXI y de la misma manera que ciertos problemas han desaparecido, otros nuevos van surgiendo en el andar. Dentro de la misma Iglesia Católica se reviven situaciones que causan desvelo a muchos de sus hijos. Pero, como muy bien dice Juan Pa-

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blo II, siguiendo a San Agustín, “el mal es siempre la ausencia de un bien que un determinado ser debería tener, es una carencia. Pero nunca es ausencia absoluta del bien. Cómo nazca y se desarrolle el mal en el terreno sano del bien, es un misterio. También es una incógnita esa parte del bien que el mal no ha conseguido destruir y que se difunde a pesar del mal, creciendo incluso en el mismo suelo. Surge de inmediato la referencia a la parábola evangélica del trigo y la cizaña (cf. Mt 13, 24-30). Cuando los siervos preguntan al dueño ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’, él contesta de manera muy significativa: ‘No, que podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega, y cuando llegue la siega diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero’ (Mt 13, 29-30)”. Sigue diciendo Juan Pablo II: “Se puede tomar esta parábola como clave para comprender toda la historia del hombre. En las diversas épocas y en distintos sentidos, el ‘trigo’ crece junto a la ‘cizaña’ y la ‘cizaña’ junto al ´trigo’. La historia de la humanidad es una trama de la coexistencia entre el bien y el mal. Esto significa que si el mal existe al lado del bien, el bien, no obstante, persiste al lado del mal y, por decirlo así, crece en el mismo terreno, que es la naturaleza humana. En efecto, ésta no quedó destruida, no se volvió totalmente mala a pesar del pecado original. Ha conservado una capacidad para el bien, como lo demuestran las vicisitudes que se han producido en los diversos períodos de la historia” (“Memoria e Identidad”, Madrid, Planeta, 2005, pág. 14-15). Y en ese espíritu tan esperanzador, dejemos descansar al extraordinario hombre que, en sus últimos minutos de vida, pidió en su idioma natal, el polaco: “Pozwólcie mi odejść do Ojca”, que textualmente se traduce: “Déjenme retirarme a lo del Padre”.

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17.- Recordando al maestro Romano Guardini Romano Guardini nació en Verona (Italia) en 1885 y falleció en Munich (Alemania) en 1968, y estas fechas y latitudes nos plantean un interrogante: ¿Fue italiano o alemán? En realidad fue las dos cosas y sus escritos engloban ambas culturas: la profundidad filosófica que viene del Norte y la extraordinaria profundidad artística que viene de la zona mediterránea. Desde pequeño vivió en Alemania donde su padre fue cónsul en la ciudad de Maguncia, pero siempre estuvo ligado culturamente a su país de origen. Recordemos sus hermosas “Cartas del Lago di Como”. ¿Pero fue Guardini un filósofo o un teólogo? Si entendemos por filósofo o teólogo a un profesor con escritos llenos de citas y bibliografía, Guardini no fue ni lo uno ni lo otro. De todas maneras, muchos pensadores lo han tomado como guía espiritual, entre ellos eminentes teólogos como Hans Urs von Balthazar, Karl Rahner y el actual Pontífice de la Iglesia Benedicto XVI (Joseph Ratzinger). ¿Escribió Guardini algún tratado de filosofía? En realidad su único libro de filosofía llevó por título “El contraste. Ensayo de una filosofía de lo vivoconcreto”. La recepción que recibió este libro escrito en 1925 fue tan fría que el autor no lo volvió a editar en vida. Posteriormente a su muerte se editó nuevamente. De este pequeño libro escribió el eminente físico Carl Friedrich von Weiszaecker (que descubrió en 1937 el proceso nuclear en

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el sol) palabras laudatorias y lo necesario que son en nuestra sociedad maestros como Guardini. Guardini, después de muchos dudas y carreras a medio terminar (química y ciencias económicas), abrazó la vocación sacerdotal y se ordenó en 1910. Después de ejercer en varias parroquias, el obispo de su ciudad lo mandó a la universidad de Friburgo para que hiciera su doctorado en teología. Su tesis fue sobre San Buenaventura. Posteriormente fue profesor en Berlín, Tubinga y finalmente Munich. Sus mentores fueron entre otros el gran filósofo judío Max Scheler y Theodor Haecker, y a lo lejos en el tiempo San Agustín, San Buenaventura, Dante Alighieri y Pascal. Algunos de sus libros llegaron a ser famosos, como “El espíritu de la liturgia”, escrito en 1918, o sus sermones en la capilla de la Universidad de Berlín que se volcaron en 1937 con el título de “El Señor”, obra que las autoridades nazis advirtieron rápidamente que era un desafío indirecto hacia el régimen, ya que para Guardini el único Señor era Jesucristo. Finalmente, en 1939 fue despojado de su cátedra y en 1943 tuvo que guarecerse en casa de un amigo. Después de la segunda guerra mundial se le ofreció la cátedra de Martín Heidegger en Friburgo, pero finalmente ocupó una cátedra en Tubinga hasta que a principios de 1948 la Universidad de Munich le ofreció una cátedra para que desarrollase en libertad el temario que quisiera. Esta cátedra se denominó “Visión Cristiana del Mundo”. Al mismo tiempo que desarrolló sus clases académicas hasta 1962, estuvo a cargo de los sermones en la capilla de la Universidad. Estos sermones se volcaron posteriormente en cuatro volúmenes con el título de “Verdad y Orden”, y en los mismos analizó los primeros capítulos del Génesis, los salmos, las fiestas litúrgicas, el Padrenuestro y muchos otros temas. Las obras que le llevaron toda una vida para concluirlas fueron la “Ética”, que fue publicada después de muerte, y “Antropología Cristiana”, que no llegó a terminar, aunque algunos libros le sirvieron de antecedente como “Mundo y Persona” (1939).

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Guardini no fue un escritor sistemático, en el sentido de escribir un tratado de teología, pero influyó sobre una serie de tratadistas, como Michael Schmaus y Karl Rahner. Muchos de sus escritos fueron ensayos, entre los cuales hay que recordar “La esencia de la obra de arte”, “Religión y Revelación”, “Preocupación por el hombre”, “El ocaso de la edad moderna”, “El poder”, “El hombre incompleto y el poder”, “La distinción del cristiano” y diversos libros sobre el mensaje cristiano, como “La imagen de Jesús en el Nuevo Testamento”, “La madre del Señor” y un admirable ensayo sobre la sicología de Jesús con el título de “La realidad humana de Jesús”. Otros ensayos tuvieron repercusión en la ciencia de sicología, como “La aceptación de la vida” y “Las edades de la vida”. La lectura del primero hizo que un eminente siquiatra desistiera del suicidio. El segundo es un libro frecuentemente citado por el eminente sicólogo Igor Caruso. Aconsejado por Max Scheler, en el sentido de que no escribía obras sistemáticas, elaboró análisis profundos sobre los escritos de eminentes autores, como San Agustín, Dante, Pascal, Dostoievsky, Hölderlin, Rilke y Mörike. La vida de Romano Guardini no fue fácil dado su frágil salud física y síquica. A pesar de ello, supo guiar a innumerables jóvenes a lo largo de toda su vida. Su centro de operaciones fue el castillo de Rothenfels, junto al río Main. Hacia 1924 convivían allí chicos y chicas de manera franca y limpia, se cultivaba el canto y el baile, los deportes, las conferencias y los oficios litúrgicos. Pero finalmente los nazis lo confiscaron en 1939. Como dice el filósofo Alfonso López Quintás: “en las décadas de 1950 y 1960, Guardini llenaba todo Múnich y era considerado como un referente de Alemania y Austria. Su magisterio empezaba a extenderse por otros países, que se apresuraban a traducir sus obras más significativas. Tras el Concilio Vaticano II (1962-1965), otros autores pasaron a primer plano y la estrella de Guardini pareció apagarse. Pero, desde hace unos años, su pensamiento ha vuelto a cobrar vigencia en muchas naciones, pues se trata de un autor ‘clásico’ que supera las barreras de espacio y tiempo y entusiasma en todo momento con lo bueno, lo noble, lo bello y lo justo, valores eminentes que buscó durante su vida con tenacidad innaccesible al desaliento”.

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18.- Los manuscritos del Mar Muerto Escuché sobre estos manuscritos a comienzos de los años ’60 en las clases del Padre Enrique Nardoni, eminente especialista en Sagradas Escrituras. Desde ese momento el tema me atrajo y aunque no me considero un especialista ni mucho menos, no hay ninguna duda de que le he dedicado algo de mi tiempo. Hace algunos años un periodista del diario local “La Capital” se apersonó a mi oficina en la Bolsa de Comercio de Rosario para hacerme una entrevista sobre este tema y pocos días después el diario, en su edición dominical, le dedicó toda una página a la misma. Quiso la fortuna que ese mismo día, el Padre Nardoni que en ese entonces era profesor de Sagradas Escrituras en la Universidad de Dallas (Estados Unidos), estuviera visitando a su hermana, en Rosario y al abrir el diario se encontró con el artículo. Y nuevamente, después de varios años, tuve la suerte de encontrarme con este distinguido sacerdote. Los manuscritos del Mar Muerto, o de Qumran, fueron descubiertos de casualidad por unos beduinos a fines de 1946 o principios de 1947, en una cueva en las cercanías del Mar Muerto (Palestina). Posteriormente, y hasta el año 1956, se encontraron diez cuevas más, siendo la más importante, por la cantidad de manuscritos, la cueva número 4. Fueron esos años difíciles desde el punto de vista político internacional, dado que en 1948 las Naciones Unidades decidieron otorgarle a Israel

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la soberanía sobre una parte del territorio de Palestina y esto originó el estallido de la primera de las guerras entre árabes e israelitas. Por otra parte, los descubrimientos en su mayoría se hicieron en las zonas ocupadas por los palestinos, de ahí que los conflictos han tenido importancia hasta muchos años después y esto ha sido una de las principales razones para la demora en la publicación de los manuscritos. En la primera cueva se encontró un famoso pergamino sobre el libro de Isaías, de varios metros de extensión, y también otros escritos importantes, como el llamado comentario de Habacuc. También se encontraron escritos de las reglamentaciones de la propia comunidad que produjo esos documentos. En las cercanías de las cuevas existen unos restos arqueológicos de unos edificios que ya se venían estudiando desde 100 años atrás y que fueron identificados como de la Comunidad de los manuscritos, o Comunidad de Qumran. ¿A quienes pertenecían estos manuscritos? Hasta el día de hoy es tema de discusión, pero la gran mayoría de los especialistas sostiene que esos manuscritos pertenecían a los esenios, grupo que habría construido las instalaciones de Qumran unos 150 años antes de Cristo y que las abandonaron hacia el año 70 de nuestra era ante el avance de las tropas romanas en la primera guerra judaica. Ya de los esenios hablaba el famoso historiador judío del primer siglo, Flavio Josefo. Después de los primeros descubrimientos, en 1946 o 1947, los manuscritos pasaron por distintas manos dado que los poseedores de los mismos no tenían noción sobre su significado. Un investigador judío, E. Sukenic, pudo hacerse de un lote que luego publicó, mientras que el arquéologo estadounidense John Trever pudo sacar fotografías del texto de Isaías, fotografías que remitió al eminente lingüista William Albright, en EE.UU., quien a los pocos días confirmó la gran antigüedad del escrito. Posteriormente, en 1949, el Sr. Harding, a cargo de la respectiva entidad arqueológica de Jordania, y el Padre Roland de Vaux, director de la Escuela Bíblica de Jerusalem, visitaron la cueva número 1 y encontraron innumerables fragmentos de distintos escritos del Antiguo Testamento y de la Comunidad. Luego se analizaron una serie de cuevas en donde se encontraron al186

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gunos pequeños fragmentos y en la entrada de la cueva número 3 se encontraron los misteriosos y famosos rollos de cobre. En estos rollos se detallan una serie de lugares que contendrían grandes tesoros. Los rollos fueron llevados a la Universidad de Manchester donde fueron cortados para hacer acesible su lectura. La sorpresa mayor sobrevino durante el año 1952 cuando una gran cantidad de fragmentos comenzaron a llegar a la ciudad de Jerusalem para su venta. Pertenecían a la mayor de las cuevas, la número 4, que parece haber sido la biblioteca de la comunidad. El número de fragmentos, muchos de ellos muy pequeños, llegaba a alrededor de 15.000. Es por ello que, bajo la dirección del Padre de Vaux, se requirieron fondos a distintos centros universitarios y a diferentes entidades, al mismo tiempo que se solicitaba a las mismas enviar especialistas en las presuntas lenguas de los manuscritos, fundamentalmente hebreo, arameo, griego y otras. De esta manera se formó una Comisión Internacional que iba a estar a cargo de la publicación de los mencionados fragmentos de la cueva 4 y de otras cuevas. Como dijimos, el Padre de Vaux iba a ser el director y los primeros integrantes fueron los siguientes: F. M. Cross, profesor de la Universidad de Harvard, de religión protestante; J. M. Allegro, de la Universidad de Manchester, metodista y luego agnóstico; Padre Jean Starcky, del Instituto Católico de París; Monseñor P. Skehan, de la Universidad Católica de Washington; John Strugnell, del Jesus College de Oxford, luego profesor en Harvard; C. H. Hunzinger, de la Universidad de Göttingen y Padre Jozef Milik, de origen polaco y del instituto de Investigaciones Científicas de Francia. Milik y el Padre dominico P. Barthélemy ya habían comenzado a trabajar en la publicación de los restos de manuscritos de la cueva número 1. Ningún investigador judío integró la primera Comisión Internacional dado que la misma funcionaba en el territorio de Jordania, en el Museo Rockefeller sito en Jerusalem. Hacia allí se llevaron los miles de pedazos de manuscritos que se colocaron en las mesas de una amplia sala debajo de vidrios y que fueron distribuidos segúna la capacidad de los distintos integrantes de la Comisión. Los manuscritos bíblicos fueron destinados a los doctores Cross y Skehan; los manuscritos no bíblicos en arameo fueron destinados a Starcky; a Allegro se le confiaron algunos de

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los comentarios bíblicos; a Strugnell algunos himnos y a Milik las obras de la secta y libros apócrifos. También estaban a su cargo los rollos de cobre, una docena de fragmentos de la cueva 5, y la publicación de los fragmentos de la cueva 1 con Barthélemy. No hay duda que sobre Milik recaía la mayor parte del material no bíblico. Se explica esto no sólo por su enorme capacidad lingüística con el manejo de 19 lenguas sino que tenía una capacidad ignata ‘visual’ para detectar donde encajaban los distintos fragmentos. Alguien dijo de él que sin su intervención, no tendríamos hoy los manuscritos. Pero su seriedad era tal, que dedicaba a la publicación del material toda una serie de introducciones históricas y de relaciones que, por supuesto, demoraron la publicación. Sin la menor duda, él ha sido el que más textos publicó. Hasta principios de los años ’60 la identificación y unión de los distintos fragmentos de manuscritos fue rápida, pero en los años posteriores la demora en la publicación fue cada vez mayor. Por otro lado, algunos de los investigadores se retiraron a sus países de origen y otros fallecieron. A la muerte del Padre De Vaux le sucedió el Padre Benoit, y a la muerte de este último el Dr. Strugnell. Durante la dirección de Strugnell se agregaron otros investigadores, algunos de ellos de origen judío. Recordemos que en la guerra de Seis Días Israel tomó posesión de Jerusalem y del Museo Rockefeller. Los rollos de cobre quedaron en posesión de los jordanos. Finalmente se nombró un triunvirato a cargo de la edición de todos los manuscritos con la participación de investigadores judíos y cristianos, incrementándose el número de nuevos investigadores, muchos de ellos trabajando a la par de los ‘históricos’. Los manuscritos del Mar Muerto, a pesar de la demora, están hoy totalmente publicados. En idioma español ha aparecido el tomo de Florentino García Martínez, “Textos de Qumran”. García Martínez es uno de los principales expertos sobre los manuscritos y a su cargo estuvo la edición de los pergaminos encontrados en la cueva número 11, con el apoyo de la Real Academia de los Países Bajos. ¿Cuál es la importancia de estos manuscritos? Desde el punto de vista de la literatura del Antiguo Testamento su importancia radica en la antigüedad de muchas de las copias de los textos bíblicos, antigüedad que llega a casi 1.000 años en relación con los textos

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que se tenían hasta ese momento. Hay copias que se remontan a 200 años antes de Cristo. Se encuentran representados todos los libros del Antiguo Testamento menos el de Ester, aunque Milik ha analizado un texto con un gran parecido. Desde el punto de vista de la literatura no bíblica, nos ofrecen textos que se escribieron cuando nació el cristianismo: libros apócrifos, textos comunitarios como la Regla de la Congregación, la Regla de la Guerra y el Documento de Damasco (de éste se había encontrado una copia a fines del siglo XIX), salmos y cartas. De la lectura de los textos no bíblicos percibimos muchas de las cosas que se leen en los evangelios sinópticos y de Juan. Por ejemplo: en los sinópticos se dice que Jesús rebatiendo a los que le criticaban porque había curado a un enfermo en día sábado, les dijo que si una oveja se caía en un pozo ese día, ¿quién no la iba a sacar del mismo? En los manuscritos de Qumran se dice expresamente que no hay que rescatar al animal si se cae en un pozo un día sábado. Otro ejemplo: hasta el descubrimiento de los manuscritos del Mar Muerto se decía que detrás del evangelio de Juan estaba el pensamiento de los griegos. Como ha mostrado Albright, hoy sabemos que el de Juan es un evangelio típicamente judío. Entre los manuscritos del Mar Muerto y los evangelios existen similitudes, pero también grandes diferencias. En los años ’50, el especialista francés Dupont Sommer sostuvo que un personaje de Qumran, del que no conocíamos su existencia, el Maestro de Justicia, era un “Cristo antes de Cristo”. Para ello se basó en algunos textos del Comentario a Habacuc. Se dijo del Maestro de Justicia que había sido asesinado y que se había aparecido a los suyos. Que era el Mesías que vendría al fin de los tiempos. Un pequeño libro de Jean Danielou puso en claro que esos hechos sólo estaban en la mente del especialista francés. Algo similar sostuvo posteriormente uno de los integrantes de la Comisión Internacional, John Allegro que creyó descubrir un texto donde el Maestro de Justicia había sido crucificado. Los otros expertos rebatieron rápidamente estas afirmaciones y más todavía cuando en un libro posterior Allegro afirmó que el origen del cristianismo estaba en el consumo de una planta de LSD, un hongo sagrado. Hoy todas estas afirmaciones no tienen ningún sustento. 189

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Entre los manuscritos del Mar Muerto y los evangelios y epístolas no hay ninguna relación de dependencia y el Maestro de Justicia, en muchos aspectos, está en las antípodas de Jesús. De todas maneras el mundo en que se desarrolla la comunidad de Qumran es un mundo semejante al de los primeros cristianos y ha servido para dar más credibilidad a los evangelios. Un papirólogo español, el Padre Callaghan, ha sostenido que un texto griego encontrado en la cueva 7 es una partecita del evangelio de Marco, es el llamado 7Q5. Otros especialistas, como el Padre Emile Puech no están de acuerdo. Sobre los manuscritos del Mar Muerto se han tejido una serie de fábulas, especialmente en el libro titulado “El Escándalo de los Manuscritos del Mar Muerto”, de Michael Baigent y Richard Leigh, o en el libro “Cristo de pie”, de Dalmiro Sáenz y Alberto Cormillot o en “El Código Da Vinci” de Dan Brown. Ninguno de estos escritores tiene competencia alguna sobre los manuscritos. En lugar de perder tiempo en sus lecturas recomendamos las obras de Milik, Cross, Pfann, Vanderkam, Puech, García Martínez, Tov, Fitzmyer y otros, que fueron y son consumados expertos en la materia. De la importancia de Jozef Milik para los manuscritos, recomendamos los 2 amplios volúmentes de la “Revue de Qumran”, editados por Puech y García Martínez en su honor. La visión más amplia que conocemos sobre los manuscritos en un solo volumen es la obra de VanderKam y Flint, “The meaning of the Dead Sea Scholls”, 2004. Para el texto de los manuscritos no bíblicos recomendamos la obra de Florentino García Martínez, “Textos de Qumran”, Editorial Trota, 1993.

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19.- Algunas reflexiones sobre una polémica Alguien se podría preguntar que importancia puede tener hoy el recordar una polémica que tuvo lugar hace exactamente 75 años, pero la razón radica en que fue una de los encuentros intelectuales más comentados y populares que registró nuestro país en el tema religioso, especialmente por el protagonismo de los contendientes: Lisandro de la Torre y Monseñor Gustavo Franceschi. En 1937 el tribuno santafesino dio una serie de charlas de filosofía en un Instituto de Buenos Aires. En las mismas expresó sus ideas sobre la religión y, especialmente, sobre el Cristianismo. En el comienzo versaron sobre el tema social y la doctrina de la Iglesia Católica a este respecto. De la Torre no era creyente y en esas charlas se manifestó crítico de todo lo que tuviese relación con la Iglesia. A raíz de esas charlas, monseñor Gustavo Franceschi salió a contestarle, especialmente en la revista que dirigía, Criterio. Franceschi era un intelectual y en sus artículos fue directamente al choque. Basta nomás recordar el primer artículo titulado “Ante una diatriba”, que nos parece ofensivo. De la Torre contestó a los artículos de Franceschi y éste, a su vez, a los artículos del primero en sucesivas tandas. Los del santafesino se publicaban en el diario La Tribuna y los del sacerdote en la revista Criterio. Por supuesto que los del primero fueron mucho más populares, y era más fácil para la gente tener acceso a los mismos.

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En mi adolescencia leí los dos libros que posteriormente se publicaron de ambos autores, y en mi casa, como manifiesto en el prólogo de este libro, mi padre que era delatorrista guardaba los dos en su biblioteca particular y ello dio lugar a discusiones respetuosas entre nosotros. Guardo admiración por ambos contendientes, aunque por distinto motivo. En Lisandro de la Torre mi admiración radica sobre la gran probidad del tribuno político. En Monseñor Franceschi por su capacidad intelectual. De todas maneras, también tomo distancia de los dos. Los conocimientos en materia religiosa del político santafesino eran limitados. Los contestaciones de Franceschi, pobres. En un momento de la polémica, el clérigo no contestó más. Se dice que lo hizo a pedido de la Curia, pero esto no está demostrado. Franceschi le había solicitado al tribuno limitarse a sólo dos temas, que no eran por otra parte importantes y, aparentemente, este último se iba por las ramas. A partir de allí, de la Torre pasó a escribir sobre otros temas que no estaban dentro de los lineamientos que originaron la polémica, que era más bien ‘la cuestión social y los cristianos sociales’. En los nuevos capítulos que desarrolló el santafesino, manifestó que la Biblia no era más que un conjunto de mitos, especialmente el Pentateuco Hebreo, y que el Cristianismo era un plagio de las religiones de la India. Sobre la historicidad o no del Pentateuco no nos detenemos ya que el nivel del capítulo de Lisandro de la Torre es pobre. Su mayor fuente de información es la obra de Ernesto Renán de mediados del siglo XIX, que hoy nadie usaría por vetusta, aunque hay que reconocer la buena pluma del ex sacerdote francés. Con respecto a la relación con las religiones de la India, de la Torre tomó como base de su argumentación el libro de Franz Griese, “La desilusión de un sacerdote”. Este libro, a su vez, extraía sus argumentos del libro “Emancipación de Jesucristo” de Mathilde Ludendorff, esposa del general alemán Erich Ludendorf. En ese libro, la escritora gnóstica alemana trató de mostrar la dependencia de Jesús del maestro hindú Sakyamuni Buda. De la Torre también tomó como libro de cabecera el titulado “La Biblia en la India” del juez Luis Jacolliot.

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Rogelio Tomás Pontón

En algún momento, Franceschi aludió a la literatura ‘nacional socialista’ que servía de base intelectual al tribuno santafesino, pero el público no entendió mucho a qué se refería. El libro de la señora Ludendorff no era más que un programa para liberar al pueblo alemán de Jesucristo con muy poca base científica. El libro de Luis Jacolliot no era más que un conjunto de textos falsificados como mostró muy bien el gran orientalista del siglo XIX, Federico Max Müller (el escrito de Müller está reproducido en el libro de Anibal Fiori, “El Cristo de la historia y de las escrituras”). Según Lisandro de la Torre, y por lo tanto de Jacolliot, gran parte de las enseñanzas de Jesús no eran más que una reproducción del libro “Bhagavad Gita”, y hasta el nombre de Jesucristo habría sido una copia casi literal del nombre de Iezeus Christna. En realidad, el primero de los nombres era inventado y el segundo estaba mal escrito, no se escribía Christna sino Krishna, y mientras Cristo significa ungido, Krishna significa negro, lo que se puede ver en las estatuas que lo representan siempre de ese color. Por otra parte, la vida de Krishna, del cual no sabemos cuando vivió, no está narrada en el “Bhagavad Gita” sino en el “Bhagavata Purana”. El primero consta de 18 cantos de conversaciones filosóficas entre Arjuna y su maestro Krishna y está inserto en la gran colección de narraciones épicas de la India llamada Mahabharata. En cambio, el “Bhagavata Purana”, que habría surgido en el sur de la India en el siglo X después de Cristo, aunque algunos le dan fechas posteriores, narra algunas leyendas sobre la devoción a Krishna. Aunque las mencionadas obras de la literatura hindú forman parte de la cultura humana y por ello deben ser apreciadas, nada tienen que ver con el Cristianismo y sería ridículo, hoy día, hablar de plagio de uno a otro. ¿Tuvo la polémica algún triunfador? En realidad no, aunque el estilo popular del tribuno santafesino hizo que la mayor parte del público lo considerase ganador. Años después, en la década del ’40, un sacerdote de Buenos Aires, Restituto Pruneda, escribió un voluminoso libro titulado “El Brahmanismo frente al Cristianismo”, donde con claridad mostró los errores de Jacolliot y de Lisandro de la Torre. De todas maneras, no escribimos este artículo 193

Ensayos sobre ciencia, teología y fe.

para desmerecer al tribuno santafesino, sino para recordar una historia que fue muy popular y en la que participaron dos meritorias figuras de nuestro país.

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