ENTRAR EN LA CUARTA ETAPA DE LA EXPERIENCIA DE VIDA PARA LLEGAR A UN HOMBRE DE PLENA MADUREZ CON MIRAS AL CUMPLIMIENTO DEL PROPÓSITO DE DIOS

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Agradecimientos. En primer lugar a Dios, por habernos permitido llegar al final de esta etapa
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ENTRAR EN LA CUARTA ETAPA DE LA EXPERIENCIA DE VIDA PARA LLEGAR A UN HOMBRE DE PLENA MADUREZ CON MIRAS AL CUMPLIMIENTO DEL PROPÓSITO DE DIOS (Jueves: sesión de la tarde)

Mensaje tres La cuarta etapa de la experiencia de vida (2) Conocer la ascensión Lectura bíblica: Hch. 2:36; He. 2:9; 4:14-15; 7:26; 12:2; Ef. 1:19-23 I. La ascensión del Salvador-Hombre es Su investidura que lo inició en Su oficio celestial, mediante el proceso de creación, encarnación, vivir humano, crucifixión y resurrección, como Dios y hombre, como el Creador y la criatura, y como el Redentor, el Salvador y el Espíritu vivificante, a fin de ejercer la administración de Dios y llevar a cabo la economía neotestamentaria de Dios. II. Es necesario que veamos el aspecto objetivo de la ascensión del Señor: A. La ascensión del Señor hizo que Él fuera coronado de gloria y de honra—He. 2:9: 1. La gloria es el esplendor relacionado con la persona de Jesús; la honra se ref iere a la preciosidad del valor de Jesús—1 P. 2:7. 2. Cristo es glorioso en Su condición y honorable en Su rango; Él está por encima de todos los reyes y soberanos; esto corresponde a Su honor. B. La ascensión del Señor hizo que Él fuera entronizado para ejercer la administración de Dios; Hebreos 12:2 dice que Cristo está ahora sentado a la diestra del trono de Dios: 1. El hecho de que Dios en Cristo esté sentado en el trono signif ica que Dios administra el universo entero desde el interior de Cristo y por medio de Cristo, así como la luz resplandece dentro de la lámpara y por medio de la lámpara—Ap. 22:1, 3; cfr. 21:23. 2. Cristo está ahora en el trono para administrar el universo entero; Él es el Administrador único, el Rey de reyes y Señor de señores; Él es el Soberano de los reyes de la tierra—1:5; 17:14; 19:16. 3. El que Él administre tiene que ver con el universo, pero el que Él lleve a cabo la economía neotestamentaria de Dios tiene como f in poder propagarse con miras a Su reproducción para edif icar la iglesia, Su Cuerpo, el cual dará por resultado la Nueva Jerusalén—cfr. Hch. 5:31. C. “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucif icasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (2:36); en este versículo las palabras ha hecho pueden entenderse como “ha investido”; en Su ascensión Dios invistió a Cristo para que iniciara Su ministerio celestial: 1. El Salvador-Hombre, en Su ascensión, fue hecho Señor para poseerlo todo; Él es ahora el Señor que ha de poseer el universo entero, el pueblo escogido de Dios y todas las cosas, asuntos y personas positivos.

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2. El Salvador-Hombre, en Su ascensión, fue hecho Cristo, el Ungido de Dios (He. 1:9), para llevar a cabo la comisión de Dios. D. Nosotros ahora somos uno con Cristo en Su resurrección y ascensión (Ef. 2:6); como resultado de ello, tenemos vida y poder en resurrección y también autoridad en ascensión; cuando contactamos a nuestro Señor, debemos comprender lo que Él es, es decir, comprender cuál es Su condición, posición y of icio. III. Es necesario que veamos el aspecto subjetivo de la ascensión del Señor— cfr. Sal. 91:1; Cnt. 4:7-8; 6:10: A. Cristo en Su ascensión trascendió el Hades (donde los muertos son retenidos), la tierra (donde los hombres caídos actúan contra Dios), el aire (donde Satanás y su poder de tinieblas actúan contra Dios), y todos los cielos (adonde Satanás puede ir, Ef. 1:20-21; 4:8-10; He. 7:26; Job 1:6-12a; 2:1-6); en Su ascensión Cristo traspasó los cielos (He. 4:14), de manera que ahora Él no sólo está en el cielo (9:24), sino que también está encumbrado por encima de los cielos (7:26), por encima de todos los cielos (Ef. 4:10). B. Efesios 1:19-23 revela que hay una transmisión que procede del Cristo ascendido para nosotros; el versículo 22 dice que Dios dio a Cristo “por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia”; la frase a la iglesia implica una transmisión del Cristo ascendido a la iglesia, Su Cuerpo: 1. Dios le dio al Cristo ascendido un gran don: la autoridad como cabeza sobre todas las cosas; lo que Dios le dio a Cristo es para la iglesia, es decir, es transmitido a la iglesia, y la iglesia participa de ello. 2. Los versículos del 20 al 22 muestran que Dios hizo operar Su poder en Cristo en cuatro pasos: primero, resucitándole de los muertos; segundo, sentándole a Su diestra en los lugares celestiales; tercero, sometiendo todas las cosas bajo Sus pies; y cuarto, dándolo por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. 3. El poder de Cristo: Su poder que resucita, Su poder que asciende, Su poder que somete todas las cosas y Su poder que las reúne bajo una cabeza es “para con nosotros los que creemos” y “a la iglesia”; todo lo que Cristo, la Cabeza, ha logrado y obtenido es transmitido a la iglesia, Su Cuerpo— vs. 19, 22-23. 4. No sólo debemos creer en la transmisión divina, sino también experimentarla cada día; la iglesia debe permanecer bajo la transmisión del Cristo exaltado y ascendido; en esta transmisión la iglesia participa con Cristo en todos Sus logros: la resurrección de entre los muertos, haber sido sentado en lo alto por causa de Su transcendencia, la sujeción de todas las cosas bajo Sus pies, y el ser Cabeza sobre todas las cosas. 5. Debido a que la transmisión divina no ocurre una vez para siempre, la iglesia debe recibir continuamente esta transmisión; ésta es la transmisión continua que la iglesia recibe del Cristo ascendido con todo lo que implica Su ascensión; por medio de la transmisión divina, nosotros nos unimos a Cristo en los cielos; mientras seamos recipientes limpios y estemos dispuestos a abrir nuestro ser, recibiremos continuamente esta transmisión— 2:6. 6. Simplemente debemos abrir nuestro ser y decir: “Señor, aquí estoy. Te amo,

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y me entrego a Ti. Señor, por Ti vacío todo mi ser”; si oramos así, experimentaremos y disfrutaremos esta transmisión divina. C. La meta principal de la transmisión divina es hacer que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas (1:10); mediante todas las dispensaciones de Dios en todas las eras, todas las cosas llegarán a estar sujetas a Cristo como Cabeza en Cristo en el cielo nuevo y la tierra nueva; esto será la administración y economía eternas de Dios: 1. Dios reunirá todas las cosas bajo una cabeza por medio de un hombre universal; la Cabeza de este hombre es Cristo, y el Cuerpo de este hombre es la iglesia. 2. Debido a que Dios está reuniendo todas las cosas bajo una cabeza por medio de un hombre universal conformado por Cristo, la Cabeza, y la iglesia, el Cuerpo, nosotros como miembros del Cuerpo debemos guardar la unidad del Cuerpo bajo la autoridad como cabeza; esta unidad es el instrumento, el canal y la esfera que Dios está usando para reunir en Cristo bajo una cabeza todas las cosas. 3. Toda la creación espera y observa ansiosamente la manifestación de los hijos de Dios; para entonces todas las divisiones y separaciones habrán sido eliminadas, y todas las cosas —no sólo la humanidad— serán reunidas bajo una cabeza en Cristo—Ro. 8:19-22. 4. Según la perspectiva humana, el que todas las cosas del universo sean reunidas bajo una cabeza parece algo imposible, pero para Dios no hay nada imposible—Mr. 10:27. D. En Su ascensión Cristo fue hecho Cabeza de la iglesia, Su Cuerpo, para expresar a Dios en Su plenitud—Col. 1:18; Ef. 1:23; 3:19: 1. La Cabeza y el Cuerpo son uno y conforman un hombre universal; con respecto a este asunto divino no existe el elemento del espacio ni el elemento del tiempo; el Cuerpo es uno con la Cabeza en la vida divina y en el Espíritu divino. 2. Según la perspectiva divina, nosotros somos uno con el Cristo ascendido, y Su ascensión es también nuestra (2:6); aquí en esta ascensión nosotros lo expresamos en Su plenitud; puesto que el Cristo trascendente es la corporif icación del Dios Triuno (Col. 2:9), Su transmisión trascendente incluye toda la rica impartición del Dios Triuno para que seamos hechos la plenitud de Cristo con miras a Su expresión (Ef. 1:22-23; 3:19, 8). E. En Su ascensión, Cristo también fue hecho Sumo Sacerdote en los cielos para llevarnos sobre Sí a la presencia de Dios y encargándose de todas nuestras necesidades; en Su ascensión Él fue investido para que iniciara Su cargo sacerdotal—He. 2:17-18; 4:14-15; Sal. 110:1-4; He. 5:6; 7:26: 1. Por un lado, Cristo es el Sumo Sacerdote que intercede en los cielos por las iglesias (vs. 25-26; Ro. 8:34); por otro, Él es el Sumo Sacerdote que actúa en las iglesias para cuidarlas; en Apocalipsis 1:13 Cristo es revelado como Sumo Sacerdote, demostrado por Su ropa que llegaba hasta los pies, es decir, un manto sacerdotal (Éx. 28:33-35). 2. En Apocalipsis 8 Cristo es revelado como el Sacerdote que ofrece el incienso en el altar de oro: “Otro Ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un

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incensario de oro; y se le dio mucho incienso para que lo ofreciese junto con las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono” (v. 3). 3. En el Antiguo Testamento el sumo sacerdote tipif ica a Cristo como nuestro Sumo Sacerdote; según el libro de Éxodo, el sumo sacerdote llevaba los nombres de las doce tribus de Israel sobre sus hombros y sobre su corazón, para así llevar ante Dios los nombres del pueblo escogido por Dios—Éx. 28:9-10, 12, 21, 29: a. Hoy en día Cristo es nuestro Sumo Sacerdote, y nosotros estamos en Sus hombros y en Su pecho; Él está en los cielos como Sumo Sacerdote llevándonos sobre Sí con Su fuerza y sosteniéndonos con Su amor. b. Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, también nos cuida; Él es un “misericordioso y f iel Sumo Sacerdote en lo que a Dios se ref iere” (He. 2:17), un Sumo Sacerdote que se compadece de nuestras debilidades (4:15). c. Aunque Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, nos cuida, todos tenemos nuestras ideas y sentimientos respecto a cómo Él nos debiera cuidar; no obstante, lo que es bueno para nosotros es bueno, no según nuestra interpretación, sino la Suya—Ro. 8:28-29. d. El Cristo ascendido no sólo se preocupa por nosotros y por nuestro bienestar, sino también por los deseos de Dios; como Sumo Sacerdote, Él se preocupa más por la necesidad de Dios que por nuestra necesidad. e. El Señor como Sumo Sacerdote establece los candeleros y despabila las lámparas con miras a la expresión de Dios (Ap. 1:13; 2:1); esta obra incluye la edif icación de los santos y de la iglesia como el testimonio viviente de Jesús. 4. El Señor, como Sumo Sacerdote que está en los cielos, es el f iador y el Mediador, el Ejecutor, de un mejor pacto—He. 7:22; 8:6; 9:15-17: a. El Nuevo Testamento es una última testada, la cual es nueva, para que lo heredemos; ésta contiene muchos legados, los cuales son las bendiciones divinas que han sido otorgadas a las iglesias. b. Cristo murió para promulgar el testamento, resucitó para llegar a ser la realidad de los legados del testamento, y ahora está en los cielos como el Ejecutor viviente del testamento que nos legó (Is. 42:6). c. Cada una de las bendiciones del Nuevo Testamento (Ef. 1:3; Gá. 3:14) es un legado que nos otorga el Cristo viviente, resucitado y ascendido. d. El ministerio de Cristo en los cielos tiene un destino: la Nueva Jerusalén; la Nueva Jerusalén será la consumación de la obra de Cristo en Su ascensión. Extractos de las publicaciones del ministerio: EL SUMO SACERDOTE QUE ESTÁ EN LOS CIELOS

Cristo, en Su ascensión, también fue hecho Sumo Sacerdote en los cielos. Hebreos 4:14 dice que tenemos un “gran Sumo Sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios”. El Señor vino de Dios a nosotros por medio de la encarnación, y después regresó de nosotros a Dios por medio de la resurrección y la ascensión para ser nuestro Sumo Sacerdote, quien está

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delante de Dios llevándonos sobre Sí y encargándose de todas nuestras necesidades (He. 2:17-18; 4:15). Por lo tanto, Hebreos 7:26 dice: “Porque tal Sumo Sacerdote también nos convenía: santo, inocente, incontaminado, apartado de los pecadores, y encumbrado por encima de los cielos”. Cristo, en Su ascensión, traspasó los cielos; ahora, Él no solamente está en el cielo (9:24), sino que está más elevado que los cielos, o sea, por encima de todos los cielos (Ef. 4:10). En Su ascensión, Él fue investido de Su cargo sacerdotal. Cuando estaba en la tierra, Él no llevó a cabo Su ministerio sacerdotal tal como lo está haciendo ahora en los cielos. Cuida de las iglesias Es signif icativo que en el libro de Apocalipsis Cristo se revele primeramente no como Administrador, sino como Sacerdote. Apocalipsis 1:13 dice: “En medio de los candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies”. Por un lado, Cristo es el Sumo Sacerdote que intercede en los cielos por las iglesias (He. 7:25-26; Ro. 8:34); por otro, Él es el Sumo Sacerdote que actúa en las iglesias para cuidarlas. En Apocalipsis 1:13 Cristo es revelado como Sumo Sacerdote, demostrado por Su ropa, una ropa que llegaba hasta los pies, esto es, un manto sacerdotal (Éx. 28:33-35). La primera visión de Cristo mencionada en Apocalipsis 1 es la del Sumo Sacerdote vestido con una ropa sacerdotal. Cristo, como Sumo Sacerdote, anda en medio de los candeleros y cuida de ellos, especialmente del resplandor de ellos al despabilar las lámparas. Luego en el capítulo 8 se revela a Cristo como el Sacerdote que ofrece el incienso en el altar de oro: “Otro Ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para que lo ofreciese junto con las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono” (v. 3). Por consiguiente, el capítulo 1 revela a Cristo como el Sacerdote que cuida de los candeleros, y en el capítulo 8, se le revela como el Sacerdote que ofrece incienso a Dios. Además, en el capítulo 5, Él es revelado como el Administrador del universo. Para el universo, Cristo no es el Sacerdote; Él es el Administrador. Pero para la iglesia, Cristo es el Sumo Sacerdote. El Cristo ascendido que está en los cielos ahora vive, actúa y ministra como un Sacerdote. Nos lleva y nos sostiene En el Antiguo Testamento el sumo sacerdote tipif ica a Cristo como nuestro Sumo Sacerdote. Según el libro de Éxodo, el sumo sacerdote llevaba los nombres de las doce tribus de Israel sobre sus hombros y sobre su corazón: “Tomarás dos piedras de ónice y grabarás en ellas los nombres de los hijos de Israel: seis de sus nombres en una piedra, y los seis nombres restantes en la otra piedra, conforme al orden de nacimiento de ellos […] Aarón llevará ante Jehová sus nombres sobre sus dos hombros, por memorial” (Éx. 28:9-10, 12). Los nombres de las doce tribus también estaban grabados en las doce piedras incrustadas en el pectoral de oro que el Sumo Sacerdote llevaba: “Las piedras corresponderán a los nombres de los hijos de Israel: doce, según sus nombres; serán como grabaduras de sello, cada una según su nombre, para las doce tribus […] Así Aarón llevará los nombres de los hijos de Israel en el pectoral del juicio sobre su corazón, cuando entre en el santuario, como memorial perpetuo ante Jehová” (vs. 21, 29). Los nombres grabados en las piedras de ónice y en las piedras del pectoral indican que el sumo sacerdote siempre llevaba los nombres del pueblo escogido de Dios delante de Dios. Hoy Cristo es nuestro Sumo Sacerdote, y nosotros estamos sobre Sus hombros y sobre Su pecho. Él, como Sumo Sacerdote que está en los cielos, nos lleva y nos sostiene. Cristo, el Sumo Sacerdote, también nos cuida. Él es un “misericordioso y f iel Sumo Sacerdote en lo que a Dios se ref iere” (He. 2:17), quien se compadece de nuestras debilidades (4:15).

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Aunque Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, nos cuida, todos tenemos nuestras ideas y sentimientos en cuanto a cómo Él nos debería cuidar. Por ejemplo, cada uno de nosotros desea tener buena salud y una vida larga. Es posible que no estemos satisfechos aunque vivamos hasta los cien años de edad. Si alcanzamos los cien años, nos gustaría vivir hasta los ciento veinte. Sin embargo, la manera en que el Señor nos cuida dif iere de nuestro deseo. Por consiguiente, tal vez nos quejemos y digamos: “Señor, ¿por qué parece que no te preocupas por mi salud? Estoy enfermo y oro para que me sanes. Señor, ¿dónde está Tu poder? ¿Dónde está Tu sanidad? Señor, ¿por qué no me oyes?”. Es posible que el Señor no responda a una oración que pida sanidad. Él, al cuidar de cierta persona, quizás permita que la persona muera de su enfermedad. No sabemos lo que es bueno para nosotros, pero Él sí lo sabe. Él sabe lo que necesitamos en nuestra vida terrenal. Tenemos nuestras preferencias en cuanto a nuestro vivir. Tal vez deseemos ser ricos y tener muchos bienes materiales. Pero es posible que el Señor permita que seamos pobres y nos prive de muchas cosas. De la misma manera, nos gustaría tener hijos que amen al Señor y le sirvan. Los que tienen hijas quizás deseen que sus hijas se casen con los mejores hermanos de las iglesias. Sin embargo, es posible que la situación de nuestros hijos sea muy diferente de lo que esperamos. Si le preguntamos al Señor al respecto, Él diría: “No sabes que es lo mejor para ti. Yo sé que así debe ser tu vida”. Quizás usted piense que asuntos como éstos no tienen nada que ver con la ascensión de Cristo. Sin embargo, la ascensión de Cristo está ciertamente relacionada con estas cosas. La ascensión del Señor incluye Su sacerdocio. Él, como Aquel que ascendió, es el Sumo Sacerdote que nos lleva, nos sostiene y nos cuida. No obstante, lo que es bueno para nosotros es bueno, no según nuestra interpretación, sino la Suya. Por ejemplo, usted puede comprar un coche nuevo, y espera que le dure muchos años. Pero el Señor opina que debe durarle poco tiempo. Si usted me dijera: “Compré un coche nuevo, y después de sólo unas semanas fue destruido. ¿Por qué sucedió esto? ¿El Señor no sabía que yo tendría un accidente y que el coche sería destruido? Ya que lo sabía, ¿por qué me permitió comprarlo? ¿Por qué no me detuvo?”. Yo, por supuesto, no le puedo explicar por qué. Sólo el Señor sabe la razón, pues Él es el Sumo Sacerdote. Normalmente, cuando recibo cartas de los santos que me piden consejos acerca de sus situaciones, las dejo a un lado, porque yo no soy el Sumo Sacerdote, y no sé lo que está en Su corazón con respecto a los santos. No puedo decir nada acerca de estos asuntos. Si intentara decir algo, en realidad no les estaría ayudando. Hace cincuenta años tenía mucho que decir con respecto a estas preguntas, porque en realidad no sabía nada y por eso dije muchas cosas de manera descuidada. Pero ahora, al tener más experiencias del Señor y más conocimiento de Él, tengo muy poco, si es que tengo algo, que decir. No obstante, puedo decir esto: el Señor siempre nos cuida de manera positiva. Un día le veremos y le alabaremos. Algunos de nosotros tal vez le digamos: “Señor Jesús, perdóname por haberme quejado acerca de mi situación. Ahora sé que la voluntad de Dios es buena para mí”. Nuestro Sumo Sacerdote cuida bien de todos nosotros. Se preocupa por el deseo de Dios El Cristo ascendido no sólo se preocupa por nosotros y por nuestro bienestar, sino también por los deseos de Dios. El Sumo Sacerdote se preocupa más por la necesidad de Dios que por nuestra necesidad. Dios quiere candeleros. Por consiguiente, el Señor establece candeleros y despabila las lámparas con miras a la expresión de Dios (Ap. 1:13; 2:1). Esta obra incluye

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la edif icación de los santos y de la iglesia. Ahora el Señor está edif icando un testimonio viviente de Jesús. El Ejecutor del Nuevo Testamento El Señor, como Sumo Sacerdote que está en los cielos, es el f iador y el Mediador de un mejor pacto, y el Ejecutor del Nuevo Testamento. Hebreos 7:22 dice: “Tanto más Jesús es hecho f iador de un mejor pacto”. Que Cristo sea hecho f iador de un mejor pacto se basa en el hecho de que Él es el Sumo Sacerdote. Hebreos 8:6 dice: “[Él] es Mediador de un mejor pacto”. Además Hebreos 9:15 y 16 dicen: “Y por eso es Mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo una muerte para remisión por las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna. Porque donde hay testamento, es necesario que conste la muerte del testador”. En el versículo 15 tenemos la palabra pacto, y en el versículo 16, la palabra testamento. En griego se usa la misma palabra tanto para pacto como para testamento. Un pacto es un acuerdo que contiene algunas promesas de llevar a cabo ciertas cosas a favor de las personas con quienes fue hecho el pacto, mientras que un testamento es un documento que contiene ciertas cosas ya cumplidas y legadas al heredero. El nuevo pacto que fue consumado con la sangre de Cristo no es solamente un pacto, sino también un testamento en el cual nos han sido legadas todas las cosas logradas por la muerte de Cristo. Primero, Dios dio la promesa de que haría un nuevo pacto (Jer. 31:31-34). Luego, Cristo derramó Su sangre para establecer el pacto (Lc. 22:20). Puesto que este pacto contiene promesas de hechos logrados, es también un testamento. Este testamento, esta voluntad testada, fue conf irmado y ratif icado por la muerte de Cristo, y ahora es ejecutado y puesto en vigencia por Cristo en Su ascensión. Nuestro Sumo Sacerdote establece candeleros y despabila las lámparas. En el acto de establecer y despabilar, Él también ejecuta el Nuevo Testamento para nosotros. El Nuevo Testamento tiene muchos legados, y todos ellos son bendiciones divinas legadas a las iglesias. En la Biblia, la palabra testamento equivale a la palabra moderna voluntad testada. El Nuevo Testamento, por consiguiente, es una nueva voluntad testada para que lo heredemos. Esta nueva voluntad testada consiste en que se leguen todas las bendiciones divinas, incluyendo la Persona de Cristo y Su obra redentora todo-inclusiva. Aquel que estableció esta nueva voluntad testada es el Señor Jesús, quien murió a f in de establecerlo. Ahora todo lo que Él estableció nos ha sido legado y está disponible para nosotros. Para que se otorgue una voluntad testada y se legue todo lo que hay en ella, se requiere que la persona que la hizo muera. Una vez que muera, la herencia dejada en la voluntad testada estará disponible a los herederos. ¡Alabado sea el Señor porque Cristo murió para establecer la voluntad testada y ahora Él está en los cielos como Ejecutor viviente de la voluntad testada que nos ha dado! ¿Cómo ejecuta Él esta voluntad testada? Estableciendo las iglesias como candeleros y despabilando todas las lámparas. En este mismo momento el Cristo ascendido establece los candeleros y despabila las lámparas. Puedo dar testimonio de que todos los días estoy bajo Su despabilamiento, porque tengo mucho que necesita ser despabilado. También sé que Él anda en medio de las iglesias locales, que establece los candeleros de oro. De esta manera verdaderamente ejecuta, lleva a cabo, el Nuevo Testamento. Todas las bendiciones del Nuevo Testamento nos han sido legadas por el Cristo viviente, resucitado y ascendido. Éste es Cristo en Su ascensión. ¡Alabado sea Él porque podemos disfrutarle de esta manera!

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El ministerio de Cristo como Sumo Sacerdote en los cielos tiene un destino: la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén será la consumación de la obra de Cristo en Su ascensión. Todo lo que Cristo hace ahora en Su ascensión tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén venidera. (Estudio-vida de Lucas, págs. 662-667)

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