ENTRE RÍOS Y PISCINAS

ENTRE RÍOS Y PISCINAS CRÓNICA PARLAMENTARIA del 25-26 de septiembre de 2014 El día anterior al pleno repaso en mi casa el orden del día de la sesión

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ENTRE RÍOS Y PISCINAS CRÓNICA PARLAMENTARIA del 25-26 de septiembre de 2014

El día anterior al pleno repaso en mi casa el orden del día de la sesión y marco con rotulador los puntos que más me interesan o que pueden dar más juego. El encargo de retransmitir un pleno, valiente y discutible invención del Presidente de las Cortes, José Ángel Biel, o quizá de algún miembro de su gabinete de asesores, no puede despacharse con cuatro sandeces literarias que justifiquen los honorarios recibidos. Ya que las sesiones serán largas y, probablemente tediosas, me concentraré en los puntos señalados. Color rojo para los de Educación y Cultura que corresponderían a la consejera señora Serrat. Ocho puntos del orden del día requieren su intervención. Color verde de quirófano para los de Sanidad, Bienestar Social y Familia, que atañían al señor Oliván. Seis marcas verdes. Como uno fue médico y es ahora profesor eran los que más llamaban mi atención. Entre los dos reunían catorce intervenciones de treinta y una, casi la mitad. Un evidente síntoma de qué es lo que más preocupa. Y marqué tres círculos azules sobre otros puntos que podían levantar pasiones. Una Proposición de Ley sobre la Iniciativa Legislativa Popular, una Propuesta de la Mesa, a solicitud del Grupo Popular, para la creación de una Comisión especial para el estudio sobre Medidas para la Regeneración Democrática y un tercer círculo sobre un punto más anecdótico que pudiera utilizarse de colofón literario: él último, dirigido al Consejero de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente, señor Modesto Lobón, sobre ayudas al transporte de purines. Me acompaña a la Aljafería el poeta Fernando Sanmartín, responsable del Servicio Gestor del Palacio. No te voy a decir una vez más lo horrendo que quedan los coches de los diputados rodeando el edificio, le digo. Como si fuera la plaza mayor de un pueblo sin ley ni orden. Parece la España de los años setenta, cuando no se podía fotografiar la iglesia románica o el palacio municipal sin que quedaran impresos para la posteridad tres 850, un cuatro latas, dos 124 y una furgoneta de reparto. Como se lo he dicho tantas veces ya casi no me hace caso. Sé que a él no le gusta. Se calla y sonríe como un sagaz funcionario. En otras ocasiones me ha dicho que al principio era por Seguridad. La forma más segura de llegar a las Cortes, le he respondido otras veces, es aparcar cada día en un parking distinto y luego coger un taxi. El viejo gremio de los taxistas lo agradecería, 67 diputados son 67 carreras hasta la Aljafería. Quizá diputados y diputadas podrían descontarse el ticket. Todo antes que joderles la foto a los noruegos, los mejicanos o los belgas que vienen a visitar uno de los edificios más nobles de la ciudad. Además, sabes muy bien, le digo, que Cristóbal Montes venía siempre caminando, entre estratégico y camaleónico, como un viejo senador romano que sabe que es imposible conocer el lugar donde una feminista o un homosexual pueda increparte. Me separaban muchas cosas de él, le digo, pero le admiraba por su ejemplo. Caminar. Rozarse con gente. Que le habían votado o que no. Que le conocían o que no. Podía sentir desprecio o aprecio por aquellos con los que se cruzaba. Eso no lo sé. Pero caminaba entre ellos. Ya hemos cruzado el foso y llegado a la puerta del castillo-palacio. Un bello arco de herradura, tras el que hay otro arco menos noble, un feo detector de metales que hay que atravesar. Antes de entrar a la sala de sesiones quiero ver el patio. Un patio que conozco muy bien, medido paso a paso, soñando con representar entre sus muros la romántica y tormentosa 1

relación del Conde de Luna con el doncel Manrique que inventara García Gutiérrez y llevara a la fama Verdi con su ópera El trovador. Castillo y palacio que no dejo de mostrar a los amigos que vienen a visitar Zaragoza. Un patio falso, pues nunca fue como es ahora, pero de todas formas un lugar sugerente. Un patio en el que debiera haber más ruido de agua. El sonido del agua ayuda a pensar, le digo a Sanmartín. Como es poeta le parece bien, no dice nada. Se queda un rato a mi lado. En pie los dos y en silencio. Y cuando considera que yo debía de haber pensado o escuchado lo suficiente, me dice: de agua vas a oír hablar porque han añadido un nuevo punto al orden del día. Y me informa de que tras la detección de cantidades anormales de lindano en el río Gállego, el consejero de Medio Ambiente, Modesto Lobón, quiere informar al parlamento de las medidas que se están tomando. Lindano, lindano, qué emoción. Es como si se hubieran enterado de que acudía a realizar la crónica parlamentaria de ese pleno y quisieran dedicármelo, desde el ruedo, todos los parlamentarios. Si hubiera un hit parade de escritores aragoneses no sé en qué puesto me situarían a mí. Calculo que, si llegan a recordar mi existencia, me colocarían en la zona media baja. Pero sí que puedo asegurar de que soy el escritor aragonés que más sabe del lindano. Puedo escribir su fórmula química, un hexágono irregular e isomérico cuajado de átomos de cloro que cuelgan de sus vértices como bolas de navidad. Puedo describir minuciosamente sus características y sus propiedades. Sé que era el componente principal de un medicamento que se llamaba Yacutín, que se empleaba contra los piojos y la sarna. Medicamento que yo mismo había recetado cuando fui médico. Hasta su prohibición, cuando se supo que su acción iba mucho más allá de los pobres piojos. Cuando se supo que de él derivaban los agentes con que los estadounidenses habían arrasado las selvas vietnamitas durante la guerra del sudeste asiático. No sólo sabía, sino que había convivido con él desde la década de los ochenta cuando, con otros buenos amigos, compramos una casa de piedra en las orillas del Gállego, en un solitario recodo del río, cerca de un pueblo que se llama Anzánigo. Desde el primer día supimos que no beberíamos ni cocinaríamos con esa agua. Nos podíamos duchar, conocedores de que nunca tendríamos piojos, pero no beber. Desde hace casi treinta años vamos a buscar el agua de manantial al cercano pueblo de Rasal. Llevamos casi treinta años acarreando bidones de agua desde una hermosa fuente que los habitantes de Rasal exhiben con orgullo. El lindano ha estado presente en el río durante casi 40 años, pero puntualmente ha habido invasiones ocasionadas por lluvias y deslizamientos. Lo he notado cuando metido en el Gállego con mi uniforme de pesca ponía mi nariz a ras del agua y podía sentir su olor. También lo sentía cuando recogía truchas muertas en los veranos de 1988 y 1989. Por eso, con aquellos amigos, hicimos una gigantesca pintada aprovechando un talud de piedra donde se asienta un recio puente de hierro para el ferrocarril de Canfranc. Una calavera muy grande, como de dos metros, y encima el nombre de una empresa: Inquinosa. Supongo que pintada tan grande puede ser delito pero supongo que ya ha prescrito. De hecho la lluvia y el frío la han borrado casi completamente. Además me da igual, mayor delito cometieron los dirigentes de aquella empresa que, por aquellos años, azuzaban a la justicia, a la policía, a la prensa y a los vecinos de la zona en contra de los pioneros del ecologismo español que se empeñaban en señalar que 2

los barrancos de Bailín y Sardas acogían el mayor cementerio químico de Europa. Esos mentirosos desharrapados quieren sembrar el paro en Sabiñánigo, decían aquellos señores de corbata que habían sembrado, con el peor de los venenos, la cuenca de todo un río. Señores como Jesús Herboso Pajarrón, gerente de Inquinosa, que luego fue condenado por un juez de Huesca a dos meses de cárcel y a pagar un millón de pesetas. Señores de corbata que ahora viven como pacíficos, tranquilos y orondos jubilados. Culpables de que, más de 30 años después, otro señor de corbata, el consejero Modesto Lobón, tenga que subir al estrado de estas Cortes a explicar las razones por los vecinos de Villanueva de Gállego, más de 100 kilómetros abajo de los vertederos, no pueden cocinar las borrajas con el agua que sale por el grifo de sus casas. Pobre señor Lobón, qué dirá, qué debería y no podrá decir. Porque pese a su buena voluntad, que se le supone, va a tener que enfrentarse a los tiroteos verbales de los parlamentarios de la oposición. Y todos sabemos que en la oposición siempre hay unos cuantos bellacos que esperan estas ocasiones para despellejar con gusto a un consejero del gobierno. Prudencia y talante, señor Lobón. Vamos a ver qué pasa. Son las nueve y veintiocho minutos, el poeta Sanmartín abre la puerta de la sala destinada al público y me entrega a un ujier que indica que ya que la sesión no es numerada puedo sentarme donde quiera. No hay nadie más y me siento en la mejor butaca. Hasta los teatros privados tienen más público. Planeo sobre los diputados y diputadas que debajo de mí, van entrando por las puertas laterales, se saludan, se besan y se cuentan sus cosas. Dos fotógrafos van de rostro en rostro. Cuando es justo la media, el Presidente Biel intenta romper el murmullo de fondo y ruega a los parlamentarios que ocupen sus escaños. El colorido es bastante uniforme, americanas con toda la gama de grises en los chicos y predominio de blancos y negros en las chicas. Con levísimos pespuntes de azul, verde, amarillo o rojo y una diputada socialista que, fiel a los emblemas, llega con chaqueta rosa. Tras aprobar el acta anterior, por asentimiento según el presidente pero creo que por despiste pues nadie escucha nada y nadie ha hecho ningún gesto de asentir, sube a la tribuna el consejero Modesto Lobón, que se ha puesto corbata roja, quizá como señal de stop al lindano o como intento de amansar el previsible ardor de las bancadas de su izquierda. Seguro que el señor Lobón ha pensado cómo empezar, pero se equivoca y empieza de la peor manera posible: “según me han explicado los técnicos y médicos consultados no estamos ante un problema de salud sino ante un problema medioambiental”. Quizá se haya puesto la corbata correcta pero ha elegido la estrategia más endeble, la del avestruz. A cualquier estudiante de medicina se le explica en los primeros cursos que el agua es un vector de contaminantes biológicos y químicos que pueden suponer un problema de salud. A mí me lo explicaron así y supongo que pese a los cambios de programas y contenidos así lo seguirán explicando a los nuevos aprendices de médico. Quizá convenga aclararle al consejero de Medio Ambiente, qué es el medioambiente. Parece que donde él ve pedruscos, árboles y rachas de viento pueda haber también truchas con el hígado atiborrado de lindano o acelgas contaminadas hasta las raíces. Eso se lo come la gente. Los jabalíes beben del río, los cazadores matan a los jabalíes que acaban con la cabeza en una pared y con los perniles en la mesa de alguien. También beben de ese agua los corderos de Consuelo y José en Anzánigo y las gallinas que corretean por Piedratajada. Y los panaderos amasan la harina con agua alindanada que aunque luego pase por el horno no se desactiva, porque las bacterias se mueren con el calor pero el lindano 3

sigue tan fresco a menos de 400 grados. Como el Consejero siga así, la corbata no va a servirle para nada y lo van a despellejar. Explique usted que es un problema viejo y heredado, explique los controles que se han establecido y los que ya tenían que estar establecidos, explique las soluciones que se están tomando y las que se van a tomar, diga a la oposición que está abierto a escuchar sus propuestas. Es más, exíjales propuestas porque a lo mejor en la oposición hay alguien con dos dedos de frente, los dos dedos que parecen faltarles a sus asesores técnicos. Pero no explique, como va a hacer y lo hace, que un vasito de agua con lindano no manda al cementerio a nadie. Claro, un vasito de coñac no hace daño a nadie y hasta resulta reconfortante. Pero un vasito de coñac tras otro, a lo largo de años, de décadas, convierte al hígado en un maltrecho queso de Emmental. Con el agravante que el cuerpo depura bastante bien el alcohol, mucho mejor que el lindano que suele depositarse en tejidos nerviosos, hepático, testicular y graso. Y no moverse de allí. Una persona que lleva 40 años junto al río, bebiendo agua del río, habrá consumido aproximadamente 1,5 litros por día, por 365 días y por 40 años, un total de 21.900 litros. Es decir unos 22 contenedores de 1000 litros. Y además se ha comido las acelgas, las ciruelas, el estofado de cordero y los huevos de las gallinas que beben lindano. No sea rácano y proponga a la oposición la contratación de un equipo de investigadores, de esos que hoy en día están pensando si dejan plantados a sus novios y se van al extranjero, para hacer un estudio epidemiológico en la zona. Demuestre que aprecia de verdad a los ribereños del Gállego y haga felices a los investigadores en paro, a sus padres y a sus sufridos novios y novias que los ven volar camino de Oslo o Stuttgart. El diputado de Izquierda Unida, señor Aso, acierta en varias cosas de importancia. Por ejemplo sobre el origen de ese aumento espectacular de lindano en el agua del río. Todo efecto tiene su causa y a falta de una explicación mejor la más plausible es que durante el verano se ha trasladado toda la porquería depositada en el barranco de Bailín a un nuevo vertedero que tiene como un condón que, es posible, esté ya agrietado. “Usted minimizó las afecciones que se ocasionaron con el transporte”. Los olores que percibió todo Sabiñánigo durante días fueron solo un aviso de lo que se avecinaba. Le habla de la economía de la zona, basada en buena parte en el deporte acuático. Le pide medidas concretas y no solo voluntad. Le pide estudios epidemiológicos El diputado por CHA hace lo que no tiene que hacer: pedir la dimisión del Consejero. Pero hombre, Sr. Palacín, no busque lo fácil, déjele un poco de tiempo, si ha demostrado tener buena voluntad y acude corriendo al pleno, desbaratando el orden del día, si el único problema es que sus asesores tienen que hacer un curso de reciclaje. Si un político no es peor político por desconocer la fórmula del lindano, ni por no haber calculado lo que es capaz de beber una persona a lo largo de 40 años. Desgraciadamente hay asesores que saben de cálculo infinitesimal y se les ha olvidado sumar. Dos más dos son cuatro. Y hay empresas de construcción que, como no tienen ya que construir edificios ni carreteras, se dedican a transportar en sus camiones miles de toneladas de residuos altamente tóxicos. Se pudieron caer algunas “partículas”, dice el consejero. Lo dice así, dice “partículas”, lo apunto en mi cuaderno de notas y he tenido que consultarlo en la grabación de las sesiones para cerciorarme de que era cierto lo escuchado. ¿Qué es una partícula? Una parte de algo, solo que la palabra acaba en “-cula” y eso significa pequeño. ¿Unas partículas de un microgramo, de un kilo o de un quintal? Porque una partícula de una cordillera montañosa pueden ser 4

“solo” unos cuantos cientos de toneladas. Residuos altamente tóxicos que se transportaron en camiones cubiertos por lonas no siempre bien atadas. Tóxicos y volátiles. Porque ese olor que impregnaba todo Sabiñánigo era debido al lindano. Porque, además de depositarse en lodos y en acuíferos, el lindano también vuela. A estas alturas del pleno ya no sé bien lo que dicen los diputados y lo que pasa por mi cabeza. He perdido los papeles y estoy a punto de levantarme e intervenir. Me tengo que controlar, no lo puedo hacer, el señor Biel lo recriminaría y quizá me haga abandonar la sala para bochorno de mi madre y algunos de mis buenos amigos. Echo de menos mis pastillas para la tensión. Sigo estando solo en el espacio del público. No, solo no estoy, detrás de mí hay una ujier, sentada, atenta, que me mira cuando yo me vuelvo. Los más atentos parecen los ujieres. Entran y salen con mensajes para los diputados, con agua para los diputados. Y no se les cae ni una gota, ni una partícula de agua. Ellos no tienen que estar atentos a lo que se dice en la sala, tienen que estar atentos a los diputados y sus necesidades. Son un total de 25 ujieres, tocan a un ujier por cada tres diputados. Los diputados no están nada atentos a lo que se dice. Leen el Heraldo en el banco del gobierno, mandan correos y wasapean frenéticos. Eso no está bien, pero tampoco excesivamente mal, hay mujeres que pueden hacer varias cosas a la vez. Lo peor de todo es que muchos hablan y hablan como si estuvieran en una cafetería. Sólo el consejero señor Lobón parece atento. Bueno, y dos o tres más. Pero no más. Entendería que los diputados por Teruel no escucharan ya que el problema del lindano no llega hasta ellos: el Ebro lo transporta hacia el mar. Que cada uno trague con lo que le toca. Pero los de Zaragoza y Huesca debieran de estar atentísimos porque algunos de sus votantes tienen que ir al supermercado a comprar Fontvella o beber de los tanques de agua que la diputación envía a sus localidades. Como ocurre en Eritrea o en Mali. Tendría que llamar a los alcaldes de la zona y traerlos en taxi junto a mí. Os pago el taxi porque esto es un espectáculo. Pero antes de coger el taxi me pilláis en la farmacia unas pastillas para la tensión. Unas para mí y otras para vosotros. Como he leído algunas de las anteriores crónicas parlamentarias me había prometido no repetir las cosas que ya estaban dichas. De las más repetidas era la soledad del que hablaba, que parece dirigirse a la nada. Sobre todo si pertenece a los grupos minoritarios. La cámara de televisión recoge solamente el busto del que habla y el micrófono está más o menos calibrado para que solo se escuche su voz. Un televidente de orden piensa que el resto de los diputados están recogidos y atentos porque de lo que se habla es de gente que va al paro, de gente que no tiene para pagar los libros de su hijo, de gente que es desahuciada de su vivienda por un banco, de gente que no puede beber al agua que sale por su grifo. No es exactamente así. Todo está preparado para que no se oiga el murmullo de la sala y que no se vea que unos dormitan, otros teclean y los más charlan sin pudor. El escritor Sergio del Molino lo había señalado de modo metafórico hablando de cuando en los conciertos de rock grabados en directo se introdujo el reproducir el ambientazo, los gritos y los susurros del público que asistía a ellos. El amigo y profesor Carlos Castán había sido menos metafórico y más directo. Toda la metáfora se reducía a que si en su clase se producía lo que pasaba en el parlamento, él se quedaría en clase con dos o tres alumnos. Castán, rozaste la tarjeta amarilla. Pues bueno Castán se quedó corto y por eso no digo más.

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El diputado socialista señor Vicente, sale y dice que “si esto no es un problema de salud pública que venga Dios y lo vea”. Efectivamente, señor Lobón hubiera debido pedir al señor Oliván que enviara al Director General de Salud Pública para no hacerle a usted pasar el mal trago que está pasando. Hay que escurrir el bulto cuando el bulto no es tuyo. O, al menos, compartir el bulto entre dos. Los diputados del PAR, señor Peribáñez, y del PP, señor Torres, se limitan a defender la rapidez y eficacia del consejero Lobón. Hacen lo que deben hacer. Cuando ha pasado media hora y habla el señor Torres diciendo que el consejero se ha expresado con “claridad y humildad” (palabra que puede ser un elogio o no) y que es un asunto que “preocupa a los ciudadanos y por lo tanto es importante”, la sala parece haberse calmado y escucha un poco más. Puede ser que el señor Torres imponga. No lo sé, llamo a los alcaldes de la ribera del Gállego y les digo que ya no vengan. Que ya han pasado a otro tema. El presidente abre el punto 2 del orden del día, que trata sobre una Proposición de Ley para modificar la antigua ley de 1984 sobre “iniciativa legislativa popular”. La iniciativa legislativa popular es el caminico que se deja al pueblo para que pueda pedir por su cuenta que se legisle sobre algo que le interesa. Que le interesa a él pero que parece no interesar a los diputados. Elegimos a los que nos van a representar durante cuatro años en las Cortes. Pero una vez votados hay que fastidiarse y aguantar con los elegidos salgan como salgan. Que pensabas que eran modélicos y caballerosos y salen chafarrinones y cicateros, pues a fastidiarse. Que pensabas, porque así lo habían afirmado en sus mítines, que iban a pelear por tu bienestar y salen ranas, pues a fastidiarse. Por eso en 1984 se promulgó una ley dejando un caminico muy estrecho y lleno de pedruscos para que la gente que les había votado pudiera presentar sus propias peticiones si aquellos que habían elegido pasaban de ellos y no lo hacían. Como esa ley se redactó cuando solo tres años antes el coronel Tejero había entrado pistola en mano en el Congreso de Madrid, algunos de los actuales diputados han pensado que a lo mejor ya somos todos más demócratas y nos podemos permitir que el caminico para que la gente pueda decir algo sea un poco más transitable. Para lograr eso se formó una comisión presidida por el diputado del PSOE, Carlos Tomás, que sube al estrado con cara de padecer úlcera de duodeno. Me temo lo que va a venir. Y viene. El presidente de esa comisión creada para cambiar esa caduca ley dice que va a votar en contra de ella. Y cuando lo dice veo que su úlcera de duodeno es en realidad una úlcera espiritual. Parece tranquilo y desanimado. En el curso de esa comisión el PP y el PAR han ido rebajando notablemente las peticiones de los demás grupos parlamentarios. Éstos pretendían convertir el caminico pedregoso en pista forestal con mantenimiento, pero los grupos que apoyan al Gobierno se limitan a quitar alguna que otra piedrecica. Y como mandan sus votos, pues mandan. Sale por la CHA, su portavoz José Luis Soro, un educadísimo y excelente parlamentario al que solo le falta un poco más de teatralidad y de rasmia. Los diputados de la CHA son los gentleman (y gentlewoman, no puedo dejar de recordar a Nieves Ibeas) del parlamento aragonés. Eso no se lo perdonan otros diputados que envidian su porte universitario. Habla Soro, con prudencia senequista, de la hipocresía del PP que admite la comisión, que parece alentarla y que luego le quita el aire, votación tras votación, con el apoyo de sus socios del PAR. No le escucha casi nadie pero Soro da cifras y cifras de lo que pudo ser y se queda en casi nada. En quitar dos o tres guijarros del caminico. 6

Sube al estrado la portavoz de IU, Patricia Luquín, a la que me interesa escuchar en la tribuna pues la conocí cuando trabajaba para una empresa teatral. Y hace valer aquella condición. Entonces me pareció dulce y tímida. Ahora resuelve con la voz y la levanta cuando nadie la escucha: "Se dicen cosas bonitas pero luego se ponen enmiendas insidiosas”. Es el arte de hacer política, amiga Luquín. A estas alturas no hace falta que te lo diga, ya sabes mucho. Habla de abrir las puertas y ventanas de este castillo, pero los castillos están para lo que están. Para arrojar al foso a los que intenten acceder por las ventanas. A lo mejor rellenan el foso de la Aljafería con agua del Gállego. Antes se podía recorrer con tu perro y los jóvenes se daban besos acurrucados en el césped. Ahora está prohibido a los perros. Los jóvenes solo se pueden dar besos durante el horario de apertura de taquillas, aunque ya no veo casi nunca a una pareja ni a una señora despistada ni a un anciano. Es como si percibieran que ese foso ha dejado de ser amable. O que los horarios de taquilla no coinciden con el horario de los besos. Cualquier día aparcarán allí abajo los coches de los diputados. El consejero Antonio Suárez lee el Heraldo de Aragón y pasa las hojas con rapidez cuando Patricia Luquín alza la voz. Aun sentado es el hombre más alto de las Cortes. Pasan por el estrado más diputados y diputadas. Del PAR, el señor Ruspira que sale en tromba, está muy enfadado porque el señor Soro les ha llamado cicateros. Y no se da cuenta de que el señor Soro es un gentleman y él no. No tiene pintas de eso. Y casi convierte su enfado en un exabrupto. Quizá hay que enfadarse por cosas más graves. A las 10,52 entra como una más, sin repique de tambores ni clarines, la presidenta Luisa Fernanda Rudi. La señora Vallés, de su partido, defiende las rebajas que han hecho a la iniciativa legislativa popular. Hemos quitado unas piedrecillas, ¿no? El camino es más transitable que con la anterior ley, ¿no? Pues eso. Se pasa a votar, ahora sé porque ha llegado la presidenta unos minutos antes. Todos los diputados y diputados deben tener un pinganillo interior que les avisa de cuando se van a producir las votaciones. Y dejan sus cafés, sus asuntos de wasap, sus cigarrillos y sus viajes al baño para acudir prestos a la votación. Lo que se ha hablado es lo de menos. Las locuras y añagazas de cada grupo, los delirios de cada diputado. Lo que vale es la votación. Y la votación es inmisericorde. Siempre sale lo ya previsto. Había dicho la diputada de IU: “Teníamos una ley de 1984 pero no va a ser una ley de 2014”. Y así ha sido. El presidente Biel da paso al tercer punto que, efectivamente, va a tener su miga. A solicitud del Grupo Popular, la Mesa y Junta de Portavoces propone la creación de una Comisión especial para estudiar “Medidas para la Regeneración Democrática”. La presidenta señora Rudi, de traje chaqueta blanco, parlamenta con su compañero de escaño como si la cuestión a tratar no fuera con ella cuando fue ella la que abrió el debate unos meses antes. Sabe que quien tiene que lidiar el asunto está justo detrás de su escaño. El portavoz de su Grupo, Antonio Torres, apura la lectura de unas notas, toma aire (que es una forma laica de santiguarse) y escala, con aire aparentemente seguro, la tribuna. Si Patricia Luquín actúa, no le va a la zaga el señor Torres. Los buenos parlamentarios deben lucir arte declamatorio. Se menciona la “altura de miras”, el “bien general”, la defensa del “diálogo sin apriorismos”. Ante tales palabras tan bien interpretadas, sin entusiasmo pero con convicción, se me nubla la conciencia y escucho ruido. Un ruido sordo e impetuoso que pasa a lo largo de ambas paredes de la sala como los brazos de un río desbordado. Empiezo a creer que no somos una sala más 7

de este castillo sino una nave que se ha desprendido de él y navega dentro de una tormenta. Un arca de Noé en la que, por error, solo hay hombres y mujeres y no hay gallinas, ni terneros, ni guacamayos. ¿Y si el agua que nos rodea está envenenada y los ujieres abren las puertas y entra el río como un titán cabreado, qué pasará? Creo que solo quedaremos vivos los que estamos en alto, es decir yo mismo y la ujier que me acompaña y los periodistas que siguen el pleno desde sus elevadas cabinas. Todos los demás morirán ahogados entre turbulencias y remolinos. Y pienso si esas turbulencias y remolinos no serán las futuras elecciones, ya tan cerca, ya tan palpables, ya tan presentes en la sala aunque casi nadie las mencione. Si tuviera a mano cinco flotadores, ¿a quién se los arrojaría? Seguro que a cinco diputadas. Siempre he tenido preferencias no confesas por ellas. O quizá a algún ujier que, con un vaso de agua en la mano, ve llegar ante él una catarata. Miro a la ujier que está detrás de mí y ella sale de su ensimismamiento para adivinar qué deseo. ¿Un vaso de agua? No, gracias. Y no le digo que lo que me pasa es que tengo ganas de orinar pero que no me puedo perder las palabras que escucho porque debo reproducirlas para que queden grabadas en la pequeña historia de este parlamento. Podría pedirle una botella hospitalaria para orinar sin levantarme de mi butaca, pero es una ujier y no una auxiliar de clínica. Le agradezco su atención pero no puedo pedirle eso. Antonio Torres sufre un lapsus de esos que hacen caer al equilibrista de la maroma por la que camina. Dice que su partido ha querido siempre mejorar la democracia, “queremos seguir y no queremos seguir solos”, que cuando su partido abrió en julio de 2011 su mandato en estas Cortes enseguida presentó un “código de buen comeer.., de buen gobierno”. Ha sido un lapsus, una metedura de pata que siempre acecha al más pintado. Algo que no debiera pasarle a nadie pero que le ha pasado a él. Antonio Torres es un buen equilibrista, tras el traspiés no cae y va a nombrar a Ortega y Gasset en un alambicado tirabuzón intelectual que no va más allá de mencionarlo y de afirmar que nuestro más sabio filósofo hablaba de la necesidad de reformar nuestras instituciones. Hombre, señor Torres, Ortega y cualquier sensata ama de casa lo pregonan. Pero mencionar a Ortega da barniz político y lo menciona y lo agita como bandera. La mayor parte de la derecha de este país agita a Ortega y Gasset sin haber leído otra cosa que las citas de su obra. Desgajadas del cuidadoso pensamiento de este hombre que tuvo que exiliarse ante la manifiesta brutalidad de las derechas que ocuparon el poder por las armas en 1939. De ese Ortega del que afirmaba Vargas Llosa, tan liberal y tan de derechas como él, en un artículo de El País que pretendía “cambiar a España de raíz, volverla europea, modernizarla, democratizarla, lo que para él significaba llevar a gobernar el país a sus hijos más cultos, inteligentes y decentes, en vez de esa clase política que desprecia por mediocre, falta de ideas y de creatividad, acomodaticia y cínica”. Supongo que iba a decir “buen comercio”, pero Antonio Torres se dio cuenta y rectificó a “buen gobierno”. Se subió a sí mismo y acabó con más entusiasmo con el que comenzó: “estamos viviendo un momento crucial”. Al menos ha mirado la estación meteorológica y ha visto que amenaza lluvia. Por vez primera hay aplausos en sus bancadas que le ayudan a regresar a su escaño con cierta determinación. Aplausos de unos y golpecitos en la mesa de otros. Gesto tabernario que no acabo de comprender y que no es permitido en las aulas de las que hablaba Carlos Castán en su lúcida crónica. A lo mejor somos maestros decimonónicos, amigo Carlos. Nos lo tenemos que ver. 8

Se escucha a la oposición afilar sus lenguas, salen chispas desde algunos escaños. Patricia Luquín se dirige a la tribuna. Eso no lo hace bien. Debiera acudir a una clase de modelos de alta costura para caminar con más elegancia. Yo me fijo en esas cosas, tal cual algunas diputadas que seguro se fijan más en eso que en lo que va a decir. Porque cuando habla sí que lo hace con el estilo que tanto falta a muchos y muchas. La portavoz de IU saca a relucir los casos de corrupción que salpican día tras día las páginas de la prensa. Menciona el caso Bárcenas, el del ex-presidente balear, el de la Gürtel, el ya casi olvidado de La Muela. En este caso no anda fina, sobra el decir lo que todos ya sabemos. Pero de cualquier forma incrementa la temperatura parlamentaria, saca a los diputados y diputadas de su ignorancia hacia ella e incluso alguno comienza a interrumpirla. La propia Presidenta del Gobierno hace comentarios en voz alta y se vuelve hacia el portavoz que le cubre las espaldas. Tranquilidad, les recomienda Luquín, ¿estoy diciendo algo que falte a la verdad, señor Peris?, pues déjeme seguir que estoy en la tribuna. “La regeneración democrática comienza por uno mismo, señor Torres”. No van a votar a favor ni participarán en el caso de que salga. Que, claro, va a salir. Sale José Luis Soro para hablar por voz de la CHA. Si la temperatura era alta, él la sube un grado más cuando con la voz más plácida posible pronuncia que “la decencia no se pacta en una mesa, se ejerce en el día a día”. Y redondea su actuación con otra frase que es una guinda: “es la degeneración la que provoca la necesidad de una regeneración”. Cuando regresa a su escaño, sin que nadie le aplauda, yo le veo caminar con aire entre costista y orteguiano. Le sigue un pequeño respiro al PP porque habla ahora Alfredo Boné por el PAR. El respiro es menor porque cuenta lo evidente, “la brecha que existe entre partidos y gente” y avisa de que “participaremos en foros para sumar y no en foros para restar”. O sea, un aviso para navegantes. Nadie le aplaude. Comienza José Javier Sada, del PSOE, como un ciclón, casi chillando. Echo de menos la voz grave y reposada del antiguo portavoz, José Miguel Franco. Ahora en su escaño de segunda fila, junto a María Victoria Broto y Eva Almunia parece formar parte de un trío defensivo de la educación aragonesa. Franco Sangil me recuerda al actor Paco Rabal o a un filósofo latino rama escéptica, casi le veo la toga romana. Pero el señor Sada grita mucho y no deja que me solace en viejos recuerdos, cuando José Miguel Franco me discutía que si Aragón tiene tres provincias había que repartir el presupuesto en tres partes iguales. Siempre ha sido y es un oscense irredento. Y a veces conseguía engañarme en lo de los presupuestos. Sada viene a gritar que el PP saca recurrentemente este debate de la “regeneración” cuando le aprieta el zapato y que cuando nota cierto alivio se olvida de lo propuesto y pasa a otra cosa mariposa. Ya lo ha hecho en otras ocasiones y nosotros como “pardillos” lo hemos creído, dice Sada. No sé si le ha gustado eso a Javier Lambán, pues parece moverse incómodo en su asiento de córner de la oposición. Pero dicho lo dicho sigue con lo que ha sido una constante en toda la oposición. Que la presidenta Rudi sacó este tema en un pleno en el que tenía que rendir cuentas de su gestión y que como no podía presentar resultados halagüeños presentó como paloma de mago esto de la “regeneración”, con lo que los periodistas tenían ya titulares para el día siguiente. Han coincidido todos, quizá lo hayan pactado o quizá sea una maniobra mágica de la señora Rudi que les sorprendió en fuera de juego. Yo me quedo con que la presidenta es hábil y regatea bien. Quizá por eso Javier Sada está tan cabreado. Porque le han regateado. O porque busca provocar y lo está consiguiendo, 9

arremete contra esos regates de la presidenta que, recordemos, fue también la primera mujer en presidir el Congreso de los Diputados de España. Saca a relucir al manoseado Ortega con otra cita sobre la ejemplaridad que hay que dar y, como mina submarina, arroja a los pies de la presidenta el cobrar un sobresueldo de su partido. Lo hace en el último momento de su intervención, cuando Biel está punto de quitarle la palabra, para que se quede ahí en el aire antes de la votación. Pero todos sabemos que las votaciones son inmisericordes La tensión es alta y Biel, para impedir murmullos y codazos políticos, pasa como un rayo a la votación. Tan rápido, tan rápido, que coge a los diputados en un oremus y sale lo que sale. 63 diputados y diputadas presentes, 28 en verde a favor de la creación de la comisión especial para estudio de la regeneración democrática y 28 rojos en contra, abstenciones 0. Cuando el presidente Biel se da cuenta, que lo hace con suma rapidez, vuelve a proponer nueva y rápida votación no sin antes advertir a los diputados que estén atentos. Yo me acuerdo de que cuando jugaba al guiñote y echabas por error una carta en la mesa te solían reñir, cuando pretendías corregir el desatino, “carta en la mesa, pesa”. Pero no, el presidente Biel tiene muchos reflejos o los diputados son jugadores de tenis de hace cincuenta años, cuando existía el fair play. Se hace nueva votación y salen 34 en verde y 29 en rojo, ahora salen las sumas, 63. Después de la votación cada uno explica por qué ha votado así. El señor Torres se manifiesta un poco imprudente porque se alegra de que la votación haya confirmado la creación de esa comisión que va a estudiar cómo se regenera el parlamento. Una comisión en la que no va a participar ningún partido de la oposición, a lo peor ni siquiera el PAR, es una comisión que nace muerta. Y él lo sabe, claro. Pero lo dice porque ha sido para él un esfuerzo enorme el defenderla y está enfadado. Pero es un hombre de partido, se nota. Y sabe que hay que estar a las duras y a las maduras. Se va a pasar a otro punto y yo aprovecho para descansar, dar una vuelta reflexionando e ir al baño. Me cruzo en mis reflexiones con el retrato que Saura hizo del ilustrado monje agustino José de la Canal, al que también pintó Goya, y que las Cortes compraron hace un tiempo. El retrato es magnífico, y terrorífico. Me pregunto cómo retrataría Saura a algunos de los diputados que acabo de dejar en la sala. Pienso que sólo Luisa Fernanda Rudi le atraería como modelo. Saura era un sibarita del pensamiento y no retrataría a cualquiera. Entro un momento en la cafetería, me pido un cortado y me siento en una mesa. En ellas se agrupan trabajadores y diputados que charlan y comentan incidencias y rutinas. Solo dos personas estamos solos en nuestras respectivas mesas, yo frente a un café y Humberto Vadillo, director general de cultura, frente a un vaso vacío y un cuaderno escolar. Le observo, no sé qué ha podido beber en ese vaso. No es una bebida corriente, puede ser un seven up. Creo que al afeitarse se ha hecho un corte, lleva una pequeña tirita en la cara. Da vueltas al cuaderno pero sin abrirlo. Supongo que serán datos para su consejera Serrat que tiene que responder pronto de alguna cosa cultural. Pero claro, pienso que es raro que lleve dichos datos en un cuaderno escolar. Puede venir de recibir una clase de inglés. También pienso que nos une la soledad. Hombre, a mí me conocen pocas personas habituales de esta cafetería, además yo he venido de testigo notarial, me intento defender. Pero el resultado no me convence, ambos estamos solos. Antes de regresar a la sala, salgo a fumar un cigarrillo fuera del edificio. Los coches de los diputados están allí. Seguro que solo dejan aparcar a los diputados. Hay una bicicleta, lleva adosada un asiento para niños. Me gustaría que fuera de una diputada. Pero casi seguro que 10

no. La mayoría llevan trajes chaqueta o vestidos no adecuados para moverse en bici. Será de una ujier, seguro. Me doy cuenta de que pienso rápido y mal. Puede tratarse de la bicicleta de un diputado. Ahora, afortunadamente, ya ocurren esas cosas. Los papás también llevan a sus niños en la bici. Juego a pensar qué diputado sería el dueño de la bicicleta. Hay un diputado muy joven en el PP, justo detrás de Antonio Torres. Tengo que mirar cómo se llama. Pero no tiene edad de tener niños. En realidad me gustaría que fuera José Luis Soro, el gentleman, el orteguiano. Puede ser que al final de la sesión salga allí y me fume otro cigarro hasta que venga el dueño o la dueña de la bicicleta. Tengo que volver a la sala, tengo que hacer mi trabajo. Ahora están hablando de lo que cuesta Motorland, la verdad no me interesa demasiado. Creo que la mayoría de los diputados se tiran pullas entre sí porque son del equipo contrario. Sólo por eso. No sé qué ha pasado con lo de Motorland, lo miraré en el vídeo que recoge todo el pleno. Me doy cuenta de que allí, en ese vídeo, puedo enterarme de qué diputados han metido la pata en la votación fallida. He visto que había un punto rojo entre la multitud de puntos verdes de las bancadas populares. O sea que la mayoría no han apretado el botón porque el presidente Biel es veloz como una centella, pero hay alguien que ha apretado el botón equivocado. Eso es grave. Tengo que mirar el vídeo. Ya están en el punto 5. Creo que en casa miraré el vídeo, imprimiré las dos pantallas, la de la votación fallida y la de verdad. Encontraré a los que no les ha dado tiempo y a la que se ha equivocado. Pero no diré sus nombres. La sala me está contagiando, no puedo ser un escritor barriobajero. Debo dejarme inundar por el fair play que preside el juego parlamentario. Además seguro que su jefe de grupo ya les habrá reñido. Me viene a la memoria una frase de Ortega y Gasset: “Uno es esclavo de lo que dice, pero dueño de lo que calla”. Los siguientes puntos, los que había marcado con puntos verdes de quirófano para sanidad y con puntos rojos para educación y cultura no enseñan demasiado. Se reducen siempre a lo mismo. A la consejera Serrat, que es médica y natural de Ripoll, la han dejado sola todos los miembros de su gobierno. Se defiende siempre con la misma canción, que se titula Hago lo que puedo pero no puedo hacer más. Y lo dice con serena convicción. Hasta con educación y cierto desánimo. Inflamado de fair play pienso que a lo mejor tiene razón. Que a lo mejor hace lo que puede y le dejan. Luego pienso que a lo mejor la presidenta Rudi podía haberla puesto en Sanidad ya que es médica. Pero no, puso a Ricardo Oliván, que es economista. Serrat en su escaño garabatea con furia cuando se dirigen a ella, a lo que hace, acusándola de incompetencia. Pero luego cuando desarrolla esas notas en la tribuna parecen papel mojado y yo le escucho entonar su canción que se titula Hago lo que puedo pero no puedo hacer más. Le preguntan sobre los presupuestos de la Universidad de Zaragoza, sobre la política de becas y ayudas al estudio, sobre el sector del libro que parece completamente desencuadernado, sobre las plazas en Formación Profesional, sobre escolarización general y sobre la ejecución de las sentencias para la devolución de las obras de arte requisadas en Lérida. La consejera, con vestido oscuro con topos blancos, intenta mantener el tipo y no desencuadernarse ante Adolfo Barrena de IU, Gregorio Jesús Briz de CHA, que destaca por su chaqueta blanca y su caballera rizada, y Ana Cristina Vera del PSOE. Muy diferente es el señor Oliván, consejero de Sanidad, que no se deja achantar. Su campo son las estrategias comerciales y las balanzas presupuestarias. Cuando le dan cifras él 11

responde con otras cifras teñidas de agresividad. Unos y otros se lanzan las cifras a la cara. Uno piensa que a lo mejor dos y dos no son cuatro o que las cifras que manejan los contendientes no son expresiones matemáticas que rinden cuentas de demoras en la asistencia sanitaria sino perros de presa que acaban de adquirir en el mercado negro. Intentar descifrar lo que esconden esas cifras produce desánimo en este cronista. Sabe que esas cifras son expresión de personas discapacitadas que cada día estarán más discapacitadas, de personas enfermas que deben esperar con su enfermedad a cuestas. Sabe que no debe anotar esas cifras en su cuaderno porque no dicen nada, son cifras volanderas que se deshacen en el aire tras cada intervención. Sabe que son maquillajes para ocultar lo ignominioso. Por eso miro más bien las caras de los contendientes mientras pronuncian las cifras. Son buenos intérpretes pero suelo ir bastante al teatro. Si la gente fuera más al teatro aprendería mucho de la interpretación de la política. Mientras pienso eso vuelvo a escuchar el ruido del agua que corre a los dos lados de la sala. Ya no escucho cifras sino turbulencias. Quizá el río desbocado esté marcando el inicio de otra forma de hacer política. Una política sin holligans, sin talibanes, sin necios. Una política de ciudadanos. Por la tarde del jueves se dieron dos hechos curiosos. Uno fue el de una votación unánime de toda la cámara en defensa de los puestos de trabajo en el Grupo Barclays tras la compra por CaixaBank y de los también relacionados con dicha empresa en Iberalbión. Ocho trabajadores de Iberalbión están presentes en la tribuna del público. Frente a ellos, que llevan ya un largo periodo de negociación y de sufrimiento, parece un poco más difícil el escaquearse. Y la cámara logra ponerse de acuerdo en, al menos, hacer una declaración conjunta instando al Gobierno de Aragón que haga lo más que pueda para defender esos puestos de trabajo. No parece que sea nada concreto, las buenas intenciones no bastan para pintar El entierro del conde Orgaz, pero la verdad da gusto que todos voten en una dirección. También se dio otra situación sorpresiva cuando el PAR se alinea con una proposición no de ley que presenta CHA, sobre ordenación de recursos naturales, y que también votan el PSOE e IU. En esta ocasión el PP se queda solo. La mañana del viernes se abre con las preguntas dirigidas a la presidenta, señora Rudi, por el PSOE, CHA e IU. No me interesan demasiado porque nuestra presidenta reúne en sí misma las condiciones de torre de marfil y de línea zaguera del mejor equipo de rugby del mundo. El señor Lambán le echa en cara su táctica de calamar vertiendo la tinta sobre la opinión pública y achacando los males presupuestarios de Aragón a un exceso de celo del Ministro de Hacienda. La presidenta esboza una sonrisa leve, sólo una línea que sonríe, los párpados bajos, las perlas en su sitio, las lleve encima o no, y el bolígrafo en ristre como si fuera arma para un torneo medieval. Torneo y no justa. Porque en las justas se solían emplear armas de verdad y en los torneos armas simuladas. José Luis Soro, de la CHA, le preguntará si se siente legitimada para encabezar un proceso de regeneración democrática y Patricia Luquín, de IU, sobre la situación social de buena parte de los aragoneses. Nada que hacer, cuando habla la señora Rudi lo hace con una vehemencia y seguridad tal que todo parece verdad. Sea o no sea. Su partido la aplaude. Y si yo pasara por allí sin enterarme de mucho acabaría aplaudiéndola también. Si se fundara una nueva religión, Luisa Fernanda Rudi sería la suma sacerdotisa. Sin duda, Saura, y Goya si viviera, la acabarían pintando.

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Tras el ciclón presidencial el señor Aso de IU, con camiseta verde reivindicativa bajo la parlamentaria chaqueta, interpela al consejero Modesto Lobón sobre la prevención y extinción de incendios. Se encuentran en la sala un buen número de trabajadores de la empresa pública Sarga que presentan problemas laborales en torno al tiempo de su contratación, reducida por los recortes, al parecer, en varios meses. El consejero Modesto Lobón ha escogido hoy una corbata azul pero no parece haber cambiado de táctica con respecto a su intervención de ayer sobre el lindano. Viene a decir que todo lo hace bien y lo que no puede hacer bien es por problemas presupuestarios. Parece que el monte se pueda quemar en junio pero no en octubre. Hasta ahí, relativamente bien, pero el señor Lobón parece olvidar que hay trabajadores en la sala y cuando dice que hay contacto permanente y fluido con ellos se escuchan más que gritos desde el público. El señor Biel manda callar y pasa a otro punto rápidamente. La rapidez del presidente de las Cortes es proverbial para resolver casi todo. Los trabajadores saben que ya se ha cortado el pan y deciden marcharse sin más alboroto. Tras las intervenciones de los consejeros de Educación y Cultura, señora Serrat, y de Sanidad, Bienestar Social y Familia, señor Oliván, a las preguntas que he intentado resumir arriba, le tocará otra vez al señor Modesto Lobón que, oiga, vaya pleno que le ha tocado. José Ángel Biel no ha llegado al final de la sesión, pilota el barco parlamentario el vicepresidente segundo Javier Velasco que aparenta cansancio y ganas de acabar, las mismas que Patricia Luquín en su escaño. Abre el señor Velasco el punto 32 y último del orden del día, 33 tras la inclusión del lindano en el río Gállego. Un punto metafórico para dar fin a la sesión plenaria. Pregunta el señor Laplana Buetas, del PSOE, sobre las ayudas al transporte de purines. Reconozco que sé mucho sobre lindano y más bien poco sobre purines, por lo que acabada la sesión tendré que sumergirme en ellos a través de Google. Aunque científicamente purines es un término amplio que acoge a residuos vegetales y animales, en la práctica española el tema de los purines tiene que ver con los cerdos. En España hay muchos y han crecido mucho en los últimos tiempos. No sólo de ladrillo vivió la expansión económica del periodo del aznarismo. También vivió de la eclosión de las granjas de cerdos. Somos el cuarto productor mundial de carne de cerdo sólo por detrás de China, EEUUU y Alemania. En España hay 25,5 millones de cerdos, pero al ver la distribución por Comunidades Autónomas, tiemblo. En Cataluña hay casi 7 millones, en Aragón 5,5 millones y en Castilla y León, 3,5 millones. Si hacemos cálculos rápidos vemos que cada españolito lleva a su lado un 0,54 de cerdo. A cada castellano-leonés le corresponde 1,08 cerdos, a cada catalán 1,43 cerdos y a cada aragonés 4,06 cerdos. El problema que plantea el señor Laplana al Consejero no es baladí, los animalitos hacen sus cosas y qué hacemos pues con sus excrementos. Si me dirigiera a una familia aragonesa normal, matrimonio con un par de hijos, le tendría que recordar que le corresponden 16 cerdos. Ya comienzo a ver los sudores del matrimonio y el jolgorio de los niños. “Las balsas de las granjas están llenas”, recuerda el señor Laplana al señor Lobón, “¿cuándo llegarán las ayudas para el transporte del contenido de esas balsas?”. Habla el señor Laplana de la redistribución de los purines y es ahora a mí al que me vienen los sudores. ¿Qué es redistribuir los purines? En Lérida ya han empezado a echar todo a los campos. Cualquier día la eficiente empleada de Correos que atiende mis cartas me traerá un paquetito de purines. Lo siento es el que le toca, las multas se pueden rechazar pero esto, no. Y como vivo con Pilar, nos 13

corresponderá el paquete de 8 cerdos. Brutal. Los ingenieros habían dado con parte de la solución: se habían creado unas empresas que convertían los purines en fertilizantes y energía eléctrica. Pero el ministro del ramo, que es del ramo de Industria, Energía y Turismo, el sagaz y eficaz señor José Manuel Soria, decidió que les quitaba las ayudas especiales a este tipo de empresas que transformaban los excrementos en luz y calor. Por lo que estas empresas han ido cerrando una detrás de otra. Y los purines se almacenan peligrosamente en las piscinas de esas hipergranjas que tenemos en Aragón. Y están a punto de rebosar. El señor Laplana ha pedido una fecha al Consejero Lobón y este se la da. “Creo que el lunes 6 de octubre”, porque hay una reunión en el ministerio para tratar este tema. El señor Laplana le va a agradecer el que dé una fecha concreta, algo muy raro entre los consejeros del gobierno aragonés. Lo que no recuerda al Consejero es que existe la opción de adelantar el dinero por parte de la CCAA. Pero nuestra presidenta Rudi es una contable inflexible. En esta casa ni se fía ni se presta, y no lo ha permitido. Seguro que el señor Lobón lo hubiera hecho porque es a él al que va a salpicar primero lo que está a punto de rebosar. Está visto que al señor Lobón no se le da muy bien la apreciación de las cantidades. Si hablaba de unas “partículas” que podían haber caído en el transporte de las miles de toneladas de residuos con lindano, ahora habla de que la ayuda aprobada para el trasporte de purines va a ser de 2 euros por kilo y como en Aragón, según él, hay 300.000 kilos de purines, pues nos tocan unos 600.000 euros, a lo mejor un poco más, añade, quizá 800.000 euros, como si estuviera en una dura negociación. El señor Laplana le recuerda que ya está pactada la ayuda de 833.000 euros. Pero no le recuerda que los catalanes van a recibir más de tres millones. Será que los cerdos catalanes ensucian más. Algo me suena mal y apunto todas las cifras. Luego en casa las pienso un poco mejor y llego a la conclusión de que a 2 euros el kilo de purín, me llevo a vivir conmigo unos veinte cerdos y dejo de dar clases en el instituto. El señor Laplana debía estar cansado y no se da cuenta de que no es por kilo, sino por metro cúbico. Mecachís, no bastan los veinte cerdos para adelantar mi jubilación. Tal cual. Esta larga sesión da a su fin. Las intervenciones de Modesto Lobón y de José Ramón Laplana han sido de guante blanco y despistado por el agotamiento. Agotamiento que se refleja en la cara de todos los presentes. El que ejerce de presidente de la sala, el señor Velasco, casi pronuncia “ya está todo el pescado vendido” pero, fiel a su papel, dice que “la sesión se da por finalizada”. He dicho al principio que tenía que plantear algunas metáforas, quizá incluso algunas sandeces literarias. Pero no hace falta. La más cruel y brillante metáfora es la cruda realidad. Esta crónica empezó por el lindano y ha acabado por los purines. Con la mágica cifra de 300.000, que son las toneladas almacenadas en los barrancos serrableses y los metros cúbicos de purines que rebosan de las piscinas rurales de todo Aragón. En medio ha estado toda la situación social y económica de las gentes de esta tierra y la propuesta de creación de una comisión para el estudio de la Regeneración Democrática. No voy a volver a citar a Ortega y Gasset, me conformo con citar al diputado Alfonso Vicente: ¡que venga Dios y lo vea!

Adolfo Ayuso 14

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