Ernesto Che Guevara: un trazo incontestable del hombre nuevo

TITULO: Ernesto Che Guevara: un trazo incontestable del hombre nuevo AUTOR: RAMIRO M. DULCICH1 “El revolucionario verdadero esta guiado por grande se

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El Hombre Nuevo según Ernesto Che Guevara Fidel Canelon
El Hombre Nuevo según Ernesto Che Guevara Fidel Canelon Universidad Central de Venezuela Facultad de Ciencias Económicas y Sociales Escuela de Estudio

Ernesto Che Guevara
Guerrilla argentina. Revolucionario marxista. Lider guerrillero. Militar cubano. Fidel Castro. Sociedad comunista

Ernesto Che Guevara
Guerrilla argentina. Militar cubano. Fidel Castro. Revolucionario

ERNESTO "CHE" GUEVARA
ERNESTO "CHE" GUEVARA Foto de Alberto Korda Más conocido como el Che (Argentina, 1928-Bolivia, 1967), político, guerrillero, escritor y médico argent

Ernesto Che Guevara, economista
Ernesto Che Guevara, economista Por Marcelo Luna La letra che Su obra escrita contiene varios artículos periodísticos, discursos y conferencias en d

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Ernesto Che Guevara: un trazo incontestable del hombre nuevo AUTOR: RAMIRO M. DULCICH1 “El revolucionario verdadero esta guiado por grande sentimientos de amor. Es impensable un revolucionario autentico sin esta cualidad (...) Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo y de movilización”.(Che, El hombre nuevo; 1965)

En tiempos de profunda carencia de alternativas, de crisis de creación, de adaptación a lo imperante y posibilismo radical, la figura del Che aparece como contestación, oposición, resistencia. Desafiante, inquisidor, coherente hasta el fin, el Che es vigente por su ejemplo en generaciones enteras de militantes que hoy se encuentran inmersos en la búsqueda, muchas veces solitaria y laberíntica, de otro tipo de sociedad. El Che, especialmente para América Latina pero no solo, es una referencia revolucionaria esencial, en la que pueden apreciarse concretamente algunos trazos de “hombre nuevo”, constructor y a la vez producto de la “sociedad nueva” que tanto anhelamos. Son estos algunos de los elementos que hacen de su conocimiento y estudio una necesidad política de nuestro tiempo, para mejor dotarnos a la hora de enfrentar los desafíos que la coyuntura histórica nos reclama. Intentaremos, a través de este ensayo, hacer visibles algunos momentos fundamentales de su pensamiento y legado político.

Hijo de una familia con buena posición económica de Argentina, nace en Rosario en 1928. Desde su infancia sufre de asma, siendo una de las razones para que su familia se traslade a la ciudad de Alta Gracia, en la provincia de Córdoba. Mas tarde se radicará en Buenos Aires, donde cursa estudios de Medicina en la Universidad. Su acercamiento a la teoría social y más específicamente al marxismo, es anterior al triunfo de la revolución cubana. Guevara tiene

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Alumno de Doctorado en el Programa de Pos-graduación en Servicio Social de la Universidad Federal de Rio de Janeiro.

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contacto con lecturas de Marx, Engels y Lenin en los años previos a sus primeros viajes exploratorios por “Nuestra América” (1952). Será en estos viajes donde entra en contacto con la realidad de la miseria y la opresión del continente. En 1954, estando en Guatemala, vive la invasión mercenaria a aquel país. La contra cara de la indignación por aquellos sucesos, que incluso el Che tuvo impulsos de enfrentar militarmente, será el aprendizaje del papel cada vez mas transparente de los monopolios, del imperialismo norteamericano, de los ejércitos burgueses, del pacifismo abstracto, etc. Estas experiencias lo harán definirán a caminar con el marxismo. El triunfo de la contra-revolución en Guatemala provocará su exilio en México, y ello posibilitará su encuentro con los exiliados cubanos del Movimiento 26 de julio. En este tiempo de exilio, tiene oportunidad de profundizar la obra cumbre de Marx: El Capital. Por lo tanto, el Che tenia una referencia teórica fuerte en el marxismo a la hora de embarcarse hacia la isla de Cuba. Uno de los trazos sin dudas más interesante de su marxismo es el antidogmatismo. Guevara estaba lejos de considerar a Marx un genio infalible, ni a sus escritos como “mandamientos sagrados” que deben ser religiosamente repetidos y practicados. Enseñaba que había que encontrar y corregir los errores de análisis o de acción cometidos tanto por el propio Marx como por cualquier marxista revolucionario: ejemplo de esto es su critica a la interpretación que Marx hace de Bolívar en aquel famoso articulo. Junto con Lenin, pensaba al marxismo como apenas como una guía para la acción, lo que lo convertía en una figura sumamente critica de cualquier escolástica, y particularmente del estalinismo. Afirmaba que el proceso soviético, a partir fundamentalmente de la consolidación de Stalin en el poder (1929), había frenado el avance de la filosofía marxista y la reflexión aguda sobre el proceso de transición al socialismo, tan esencial al futuro de toda revolución. Esta actitud antidogmática le hacia ver que los problemas prácticos que la transición socialista colocaba cotidianamente, no encontraban en los escritos de Marx y de Lenin mas que una preciosa aunque insuficiente introducción. De allí deriva su insistencia incansable en la necesidad de asumir un marxismo creativo, que pueda dar cuenta de los enormes desafíos que diariamente se les presentan a los revolucionarios. Comprendía que sin creación no se produce “lo nuevo”; sin creación no podemos siquiera pensar en otra sociedad y mucho menos vivir en ella como producto de nuestra realización.

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Este trazo rigurosamente critico de su pensamiento se conjuga con una concepción profundamente humanista; el suyo es un marxismo que toma el amor al hombre, a la humanidad como un momento fundamental de su visión del mundo. Sin embargo, no se trata de cualquier humanismo, o de un humanismo abstracto, sin historia; este amor a la humanidad, en tanto exista la sociedad de clases, puede perfectamente estar acompañado del odio a la clase opresora. El humanismo marxista del Che, que bebe del de Marx, se distingue de aquellos humanismos (burgués, cristiano, filantrópico) que se pretenden por encima de las clases. Su humanismo esta orgánicamente vinculado a la perspectiva del proletariado, por ser este el sujeto con capacidad de revolucionar el orden social existente y abolir la sociedad de clases; esto es, emancipar a la humanidad y posibilitar su pleno desarrollo conciente. Es sabido que el Che descubre los escritos de juventud de Marx por el año 63-64 (especialmente los manuscritos económico-filosóficos de 1844) motivado, seguramente, por el gran debate económico que entonces se desarrollaba en Cuba2; Guevara es atraído no tanto por los problemas estrictamente económicos que se esbozan aún de forma imprecisa en aquellos manuscritos, sino por la problemática de la liberación del hombre y del comunismo como resolución de las contradicciones de la enajenación humana. Como explica M. Lowy: “El humanismo marxista del Che es, pues, ante todo, un humanismo revolucionario que se expresa en su concepción del papel de los hombres en la revolución, en su ética comunista y en su visión del hombre nuevo.”3 Este humanismo marxista, tal como aquí lo consideramos, que coloca al hombre en el centro del proceso revolucionario, no esta basado en una concepción voluntarista, o idealista, o mesiánica del proceso de transformación social. No ignora que son las contradicciones efectivas de una determinada formación social las que imponen las condiciones objetivas para la emergencia de una situación revolucionaria, aunque, sin embargo, existe claridad suficiente sobre el hecho de que sin la intervención conciente y organizada del pueblo, no puede tener lugar una revolución. Todo el pensamiento del Che se articula en la dirección de romper con la comprensión mecánica del proceso histórico; o sea, se esfuerza y reclama dejar de pensarlo determinado

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Dicho debate reunió a importantes figuras del escenario revolucionario local e internacional, entre los que pueden destacarse el economista marxista de la IV Internacional Ernest Mandel y el economista marxista francés C. Bettelheim. 3 Michael Lowy: “El pensamiento del Che Guevara”; Siglo XXI Editores, 14 Edición: 1987.

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unilateralmente por la acumulación de

fuerzas y contradicciones económicas. Guevara

comprendía claramente los limites de una praxis revolucionaria que conciba el desarrollo histórico haciendo abstracción de la acción y la conciencia humana, donde los hombres son meros productos históricos, simples espectadores del acontecer de la vida, cuyo dominio les escapa. El Che insistirá en el vinculo orgánico existente entre el análisis económico de la realidad y las formas sociales históricas que allí asume la lucha de clases y su expresión viviente: la humanidad. Su humanismo es concreto, y coloca el énfasis en la praxis social como condición de posibilidad de la revolución, la cual supone un agente consciente de su acción. Si bien son los hombres los que hacen su historia, no siempre la hacen con conciencia plena de hecho. Es la revolución socialista, y el proceso que se desencadena a partir de ella, la que abre la posibilidad de una historia verdaderamente humana, hecha (como hasta hoy) por los propios hombres, pero con la diferencia que ahora estos son concientes de ello. Es esa acción consciente la que marca la diferencia cualitativa entre lo que Marx llamo de pre-historia de la humanidad y su ingreso en la historia verdadera. Aquí el hombre deja de ser instrumento de la historia y pasa a dirigirla conscientemente, esto es, conforme a un plan. Esta conciencia de la finalidad se convierte en la sustancia que posibilita el pasaje del reino de la necesidad, de donde todavía no hemos conseguido salir, para el reino de la libertad, que no suprime a la primera pero si domina sus fuerzas.

Es en esta línea de reflexión, con las implicancias político-ideológicas que conllevan, donde se entiende la centralidad que adquiere en su pensamiento político el problema de la construcción del “hombre nuevo”. Dirá que durante todo el proceso de lucha por el poder en Cuba, el hombre siempre fue un actor fundamental.4 En el se confiaba, individualizado, especifico, con nombre y apellido, y de su capacidad de acción dependía el triunfo o el fracaso del hecho proyectado. En la primera época heroica de la revolución los hombres disputaban por lograr un lugar de mayor responsabilidad, de mayor peligro, sin otras satisfacciones que el cumplimiento del deber. Un eje que caracterizó las preocupaciones del Che era encontrar la 4

Guevara veía que la originalidad de la experiencia revolucionaria de Cuba residía justamente en el hecho de que había colocado al hombre en el centro, como determinación esencial del proceso revolucionario. Esta era la lección fundamental que ofrecía la particularidad de la experiencia cubana.

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formula para perpetuar en la vida cotidiana esa actitud heroica, como una de las tareas fundamentales desde el punto de vista ideológico. En cambio, piensa el Che, el hombre en el capitalismo esta dirigido por un frío ordenamiento que muy habitualmente escapa a su dominio, a su comprensión. El hombre allí se encuentra ligado a la sociedad por un hilo invisible que es la ley del valor. Ella modela su camino y su destino, y el éxito depende del fracaso de otros. Allí, el hombre se constituye necesariamente como enemigo del hombre, y solo puede comprenderse ese hecho fundamental de la sociedad actual superando una serie de barreras que impiden verlo, que alienan. Existe en el pensamiento político del Che la clara convicción en la capacidad de los hombres de realizar sus obras con plena conciencia de la finalidad; esta concepción humanista revolucionaria lo lleva a comprender que la tarea suprema de la revolución socialista es la creación de un “hombre nuevo”, como negación dialéctica del individuo-mercancía de la sociedad capitalista. Así, el hombre del comunismo es necesariamente más rico, mas libre y más pleno. Es más responsable y se encuentra vinculado a los otros hombres por una relación de solidaridad real, de fraternidad universal concreta; un hombre que se reconoce en su obra, en el producto de su trabajo, cuestión que solo puede ser alcanzada una vez suprimidas las cadenas de la enajenación. Solo a partir de entonces puede pensarse la realización plena de la condición humana; una vez superada la escisión operada por la sociedad burguesa entre lo “privado” y lo “publico”, entre el interés particular y el interés general, el hombre y el ciudadano, el individuo y la comunidad. Por otro lado, es importante recordar que este “hombre nuevo” que piensa el Che, no se funda en una bondad natural del individuo, es, mas bien, una posibilidad histórica visualizada a partir de la experiencia de la revolución cubana. El hombre nuevo, como fin último de la revolución, es la idea-fuerza central del humanismo revolucionario del Che, a la luz de la cual hay que comprender todo su pensamiento político. En su concepción, el individuo, actor de la construcción del socialismo, se configura a partir de su doble existencia como ser único y como miembro de una comunidad. Es, ante todo, un producto no acabado y los vestigios del pasado se hacen presente todo el tiempo en la conciencia individual, contra los que hay que luchar permanentemente. El hombre se configura a través de un doble proceso: por un lado, la sociedad actúa sobre él en su educación tanto directa

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como indirectamente; por otro lado, se procesa una auto educación del individuo, su proceso de conciencia singular. Desde esta perspectiva, Guevara entiende que una transformación radical de la sociedad burguesa debe estar acompañada de una transformación profunda de las estructuras mentales de los individuos. Es preciso desarrollar un monumental esfuerzo educativo en el pueblo, para que este se eduque así mismo, transforme sus valores y relaciones sociales, puesto que la erradicación de las secuelas morales e ideológicas de la sociedad burguesa no es un producto automático y directo de las transformaciones socio-económicas. El camino al comunismo, para el Che, implica un proceso mucho más complejo que una distribución material de bienes menos desigual; implica la construcción de un hombre nuevo, radicalmente distinto de los hombres y mujeres formados en los marcos morales e ideológicos propios de la sociedad burguesa. El hombre en el socialismo, a pesar de su aparente estandarización, es mas completo; su posibilidad de expresarse y hacerse sentir en el aparato social es mucho mayor. Ya no esta solo en la vida y cada día va adquiriendo mas conciencia de la necesidad de su incorporación a la sociedad y de su importancia como motor de la misma. Se realiza participando concientemente, tanto en los niveles individuales como en los colectivos, en todos los ámbitos de dirección y de producción, ligado a la idea de formación técnica e ideológica como procesos interdependientes con avances paralelos. De esta forma logrará la total conciencia de su ser social, lo que equivale a su plena realización humana, lo cual supone la ruptura de las cadenas de enajenación. Esto se traducirá, siempre sobre las ideas de Che, en la reapropiación de su naturaleza a través del trabajo liberado, y la experiencia de su propia condición humana a través de la cultura y el arte. Para esto, el trabajo debe adquirir una nueva condición; el hombre ya no puede existir como mercancía y se debe instalar un sistema que otorga una cuota por el cumplimiento de los deberes sociales. El hombre comienza a verse retratado en su obra. Su trabajo ahora es un aporte a la vida común, el cumplimento de un deber social. Ahora el hombre produce sin la compulsión de la necesidad física de venderse como mercancía, pudiendo alcanzar su plena condición humana. Sin embargo, se reconoce que en las fases iniciales del proceso revolucionario no es posible eliminar todas las coacciones existentes. Esto se liga con la polémica suscitada en torno de lo correcto o no de utilizar categorías económicas propias de la sociedad burguesa para desarrollar el socialismo. En una manifiesta posición critica de las experiencias del llamado “socialismo real”, como también del proceso de

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Yugoslavia, el Che rechaza intransigentemente la justificación de la utilización de categorías mercantiles como medios para impulsar el desarrollo de las fuerzas productivas en el socialismo, aunque reconoce la imposibilidad objetiva de suprimir estas categorías completamente desde un primer momento del proceso de transición. Mas que desarrollar las fuerzas productivas utilizando la ley del valor y las relaciones monetario-mercantiles durante el periodo de transición y construcción de la sociedad socialista, pensará el Che, se debe tender a liquidar esas formas lo mas vigorosamente posible. Sin embargo, Che reconoce que durante un tiempo, posiblemente, estas no puedan ser abandonas y reemplazadas completamente. De todas formas, la limitación que significa tener que recurrir a la utilización de estas categorías económicas propias del capitalismo se constituye como una profunda contradicción para el proceso revolucionario que debe ser tendencialmente resuelta hacia la abolición de los vestigios de la sociedad mercantil. Esta abolición para Guevara, contrariamente a las concepciones económicas del estalinismo, no es un producto directo del desarrollo de las fuerzas productivas, sino que implica una intervención conciente y progresiva de los hombres a través de la planificación socialista. El socialismo es joven y tiene errores, dirá el Che. Los revolucionarios muchas veces carecemos de los conocimientos y de la audacia intelectual para encarar la tarea del desarrollo de un hombre nuevo por métodos distintos a los convencionales, y los métodos convencionales sufren la influencia de la sociedad que los creó. Justamente por esto, los métodos económicos de construcción del socialismo, que buscan ampliar los recursos materiales disponibles para satisfacer las necesidades sociales, deben contribuir también a la educación política de las masas, trabajando para demoler, tan pronto como sea objetivamente posible, los vestigios de organización de la sociedad burguesa. Contrariamente, los partidarios del desarrollo de las fuerzas productivas sociales a través de la utilización de las categorías económicas del capitalismo, complementan su modelo con la elaboración y puesta en funcionamiento de un sistema de incentivos materiales para aumentar la productividad de los trabajadores. Los soportes teóricos de esta posición se basan en una interpretación mecanicista del marxismo, desde la cual se entiende que el comportamiento de los hombres no esta determinado por su conciencia, esto es, por las representaciones que los individuos se forman de su situación, sino por la inserción ocupada en el proceso productivo, el cual, a su vez, esta determinado por el grado de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas.

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En esta perspectiva, la autonomía relativa de la conciencia y la eficacia especifica del nivel ideológico son completamente subestimadas, supeditando los cambios morales de los individuos al desarrollo de las fuerzas productivas. Así, desde este enfoque, la utilización de “estímulos morales”, en contraposición a los “materiales”, es completamente ilusoria e inútil, hasta tanto las fuerzas productivas no maduren lo suficiente para provocar tal transformación de las conciencias. Para esta perspectiva, la utilización de tal o cual estimulo no puede depender de una visión moral (ideal) de sociedad, sino que debe corresponder necesariamente con el nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas de la sociedad en cuestión. Así, y si tratamos de la sociedad cubana de 1963-64, cuyas fuerzas productivas se encontraban en estado de subdesarrollo, lo propio seria desarrollarlas mediante la utilización de categorías mercantiles, a cuya dinámica correspondería la utilización de estímulos materiales. Estas premisas, basadas en la convicción de que la dinámica económica que se funda sobre el funcionamiento del mercado como regulador social, con su modelo de distribución de bienes montado sobre los impulsos de las necesidades insatisfechas, es el mas efectivo para acelerar el desarrollo de las fuerzas productivas. Confrontando con esta concepción mecanicista se expresa la posición del Che acerca del papel de los estímulos morales y los materiales. Oponía a ella una visión más dialéctica de ese proceso; entendía que para construir el comunismo, simultáneamente con la base material había que crear un hombre nuevo, y esto debía realizarse conjuntamente con el desarrollo de otro pilar complementario y también fundamental: el desarrollo de la técnica. Contra las concepciones según las cuales los estímulos materiales desaparecen por si mismos, una vez que exista abundancia de bienes de consumo (desarrollo de las fuerzas productivas), el Che opone una perspectiva según la cual es a través de la praxis revolucionaria de las masas que construyen el socialismo con métodos socialistas que se puede cambiar, a la vez, las estructuras económicas y el comportamiento de los hombres. La transformación de las condiciones y de los propios hombres, su conciencia y su moral, deben efectuarse simultáneamente una en relación con la otra; una reforzando la otra, en un proceso de reciprocidad dialéctica. Guevara reconoce la autonomía relativa de los diferentes niveles e instancias del todo social, y esto le permite comprender la importancia que pueden adquirir las motivaciones

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político-morales. Para el, los estímulos materiales, por apuntar al interés inmediato directo de los trabajadores, privado, individual, son vestigios de los hábitos de la antigua sociedad que empujan al individuo al aislamiento. Por esto, con su utilización se corre el riesgo de crear un clima social disgregante de egoísmo y de carrera al enriquecimiento, frenando el desarrollo del hombre como ser social pleno, desalienado. Guevara esta convencido de que no puede vencerse al capitalismo con sus mismas armas, utilizando sus propios fetiches. El estimulo material es un regazo del pasado, es aquello con lo que hay que contar, pero a lo que hay que ir quitándole preponderancia en la conciencia a medida que el avance del proceso lo permite. Para el Che, el elemento movilizador fundamental debe ser de orden ético y no económico-individual, porque solo a través de ese camino se puede arribar al futuro comunista y a la creación del hombre nuevo. En este sentido, complementando su concepción, el trabajo voluntario se presenta como el resultado mas concreto de las motivaciones político-morales. El pensamiento del Che recupera este aspecto otorgándole gran importancia no solo en términos económicos sino, y fundamentalmente, como elemento de desarrollo de la conciencia de los trabajadores; esto es, en tanto escuela practica y cotidiana de auto-educación política que prepara y acelera la transición a la sociedad comunista. Es un trabajo que no es enajenado, sino libre, en la medida que es voluntario, o sea, producto de una resolución interna y no de presiones exteriores del medio social. La voluntad de ese trabajo es una experiencia que se procesa fundamentalmente en lo interno, y expresa el nivel de maduración alcanzado por la conciencia de los trabajadores. Además, se constituye como un vinculo real entre trabajo manual e intelectual; un primer paso fundamental hacia la superación de esa alienación. Debe ser un trabajo grato, realizado con alegría, en medio de interacciones humanas que enriquecen a unos y otros y elevan a todos. Por estas características, el trabajo voluntario posee gérmenes del trabajo en el comunismo. En esta sociedad el trabajo cambia de cualidad: deja de ser una necesidad externa para pasar a ser una necesidad interna, expresión de la creación humana. El trabajo se convierte en arte, en juego, en placer creador. Puede apreciarse claramente allí, como el trabajo voluntario cumple un papel fundamental en la concepción de Che de construcción del hombre nuevo, este entendido como protagonista esencial en la construcción de las condiciones objetivas de la nueva sociedad y, a la vez, expresión de las mismas. Así, podemos pensar junto a Marx aquel principio de que las circunstancias hacen al hombre en la misma medida que este a las circunstancias.

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