Esplendor Eucarístico

Esplendor Eucarístico Archicofradía Sacramental de Pasión Patio de los Naranjos IGLESIA DEL SALVADOR Sevilla, 20 al 29 de Mayo de 2005 EXPOSICIÓN

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Esplendor Eucarístico Archicofradía Sacramental de Pasión

Patio de los Naranjos IGLESIA DEL SALVADOR

Sevilla, 20 al 29 de Mayo de 2005

EXPOSICIÓN Comité organizador y científico José María Freire Macías Juan Molina Aranda Francisco M. de la Puente-Herrera Macías José Domínguez León José Roda Peña Colaboran

CATÁLOGO ©Textos: José Domínguez León José Roda Peña ©Fotos: Daniel Villalba Rodríguez Rafael Alcázar Otero (pág. 62) Edita: Archicofradía del Santísimo Sacramento y Pontificia y Real de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Pasión y Nuestra Madre y Señora de la Merced Fotomecánica e Impresión: Rojo Artes Gráficas C/ Gravina, 25. 41001 SEVILLA Dep. Legal: SE - 2836 - 05

INDICE

Prólogo ------------------------------------------------------ Pág. 7

La Fiesta del Corpus Christi en Sevilla: ver a Dios y valorar lo efímero José Domínguez León ---------------------------------------- Pág. 9

La Custodia Procesional de la Hermandad Sacramental del Salvador José Roda Peña ---------------------------------------------- Pág. 39

CATÁLOGO Fichas Catalográficas José Roda Peña ---------------------------------------------- Pág. 55

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PRÓLOGO Tras el año del Rosario, surgió una nueva iniciativa del inolvidable Juan Pablo II, estableciendo en su Carta Apostólica “Mane Nobiscum Domine” como AÑO DE LA EUCARISTÍA, el periodo comprendido entre octubre de 2004 y octubre de 2005. Nuestra Hermandad, como Hermandad Sacramental que es, ha querido acogerse a las sugerencias y propuestas dadas por la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los Sacramentos y por ello, además de tener programado encuentros formativos sobre la Eucaristía en la vida de la Iglesia y del cristiano, hemos considerado oportuno dar a conocer parte del patrimonio artístico con referencia eucarística, custodiado por nuestra Hermandad. No podemos olvidar que el arte sacro con temática eucarística es testimonio de la fe creída y al mismo tiempo es transmisión de la misma al pueblo de Dios. El conocimiento de la tradición permite percibir los énfasis “eucarísticos” que han inspirado las producciones artísticas en las épocas que nos han precedido, y compararlas con la producción contemporánea. Ello ha sido posible gracias a la participación desinteresada del Delegado Episcopal para la restauración de la Iglesia del Divino Salvador, quien nos ha cedido un marco inigualable para dicho evento, como es el Patio de los Naranjos de dicha Colegial, y a la gran colaboración que hemos recibido de la Fundación El Monte, a través de su experimentado equipo técnico. No quisiera terminar sin manifestar mi agradecimiento a los profesores D. José Roda Peña y D. José Domínguez León y a todas las personas que han hecho posible exponer el Esplendor Eucarístico de la Archicofradía Sacramental de Pasión. Carlos Piñar Parias HERMANO MAYOR 

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La Fiesta del Corpus Christi en Sevilla: ver a Dios y valorar lo efímero José Domínguez León U.N.E.D. - CENTRO ASOCIADO DE SEVILLA

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1) La reflexión previa y necesaria para contemplar el fenómeno del Corpus en Sevilla.

Lo que se percibe en torno a la Fiesta del Corpus en Sevilla, desde una perspectiva meramente material, es un conjunto de manifestaciones que en la actualidad remiten a la síntesis de antiguas tradiciones, así como a elementos de carácter religioso -inculturación de la fe-, lúdicos -celebración civil a propósito de la festividad religiosa-, de sociabilidad -relaciones entre las corporaciones profesionales, asociaciones religiosas de laicos, cabildos municipal y eclesiástico, ...-, y un largo etcétera que vincula formas muy particulares y a veces sutiles de vivir la Fiesta, desde el sentido religioso más estricto hasta la más absoluta mezcla de factores profanos. La realidad histórica nos depara que se haya vivenciado la celebración de la Fiesta del Corpus en la Sevilla moderna y contemporánea como un gran evento doctrinal y civil a la vez. La idea de ver a Dios, arraigada en la propia práctica eucarística y en la base de la institución de la Festividad del Corpus Christi, es de por sí suficientemente atractiva para el pueblo fiel, con independencia del estrato social en que cada persona se incardinase, es decir, todos, o una inmensa mayoría, disfrutarían con la sola experiencia de ver al Señor en la calle, en solemne procesión, con todos los aditamentos de una fiesta y sin el sobrecogedor impacto de lo que en algunos momentos históricos constituían las procesiones de las hermandades sacramentales de algunas parroquias para llevar los últimos sacramentos a ciertos moribundos pertenecientes a los estratos altos de la sociedad. Por lo general, para el sevillano anónimo, humilde, de los sectores más desfavorecidos, no había tal manifestación ni ostentación, pues el párroco acudiría a administrárselos de una forma sencilla y casi de soslayo. Por tanto, la gran manifestación de ver a Dios por las calles de la ciudad, y unir a ello un carácter esencialmente festivo y hasta de recreo, la constituía el Corpus. La ciudad y sus gentes se engalanaban, hasta donde era posible, y de ello se encargarían, a lo largo de varios siglos, el cabildo eclesiástico y el municipal. La Fiesta era una conjunción de elementos claramente entroncados en la más pura ortodoxia, desde un punto de vista doctrinal, a lo cual se añadía todo un conjunto de factores a caballo entre lo litúrgico y lo profano. La propia proce

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sión del Corpus se puede considerar como un cúmulo de puntos de equilibrio, es decir, la siempre difícil aceptación por parte de la jerarquía eclesiástica de múltiples manifestaciones impulsadas por el sector de seglares presente en hermandades, cofradías, etc., muchas veces rayanas en lo incorrecto. Ese equilibrio podría quebrarse en cualquier momento, si cambiaba el prelado o la composición del cabildo eclesiástico, o bien si lo que hasta un determinado momento se consideraba aceptable, empezaba a no serlo de acuerdo con la mentalidad cambiante. No obstante, parece que hubo una cierta inercia a conservar manifestaciones pretéritas, aunque éstas no fuesen del total agrado de quienes regían los destinos de la ciudad, civil y religiosamente. No se nos debe escapar que la celebración de la Fiesta del Corpus era considerada en los siglos correspondientes a la baja edad media y a la edad moderna como una gran Festividad en la Iglesia, y lo mismo se puede apuntar de su concreción en Sevilla. Se trataba, pues, de una gran Fiesta en el corazón de una gran ciudad1 . Como veremos, la Fiesta que acompañaba la celebración del Corpus era la gran celebración de la capital sevillana, donde se fundían lo religioso y lo profano, lo eclesiástico y lo civil. La afluencia de sevillanos y forasteros a toda suerte de actos lúdicos se mantuvo hasta bien entrado el siglo

1. Para una apreciación global sobre el Corpus, como Festividad religiosa y Fiesta civil, en Andalucía, así como una panorámica de la percepción del mismo desde distintas ópticas, especialmente la antropología y la historia, Cfr. AMEZCUA, M., Crónicas de cordel. Diputación de Jaén. Jaén, 1997; ANGUITA HERRADOR, R., “Asociaciones sacramentales en la provincia de Jaén”. Boletín del Instituto de Estudios Jiennenses, núm. 160, Jaén, 1996; ARANDA DONCEL, J., “Danzas de la fiesta del Corpus en Córdoba durante los siglos XVI y XVII”, Boletín de la Real Academia de Córdoba, núm 98, Córdoba, 1978; ROSA LÓPEZ, S. de la: Los seises de la catedral de Sevilla, Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos. Sevilla, 1982; GARRIDO ATIENZA, M.: Antiguallas granadinas: la fiesta del Corpus, Universidad de Granada, Granada, 1990; LÓPEZ MOLINA, N., “Regocijos en Jaén en el Corpus Christi de 1617", Toro de caña. núm. 3, Diputación Provincial, Jaén, 1997; LÓPEZ MORENO, V., “La festividad del Corpus Christi en Sanlúcar de Barrameda durante el siglo XVII”, en Sanlúcar de Barrameda. Revista de fiestas de primavera y verano, 1999; LLEÓ CAÑAL, V.; Fiesta grande: El Corpus Christi en la historia de Sevilla. Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento de Sevilla, Sevilla, 1980; MARTÍNEZ MEDINA, F. J., Cultura religiosa en la Granada renacentista y barroca (estudio iconológico), Universidad de Granada-Facultad de Teología de Granada, Granada, 1989; MEDINA SAN ROMÁN, C., Ayer y hoy de la fiesta del Corpus en Andalucía, Centro de Estudios y Actividades Culturales, Comunidad de Madrid. Consejería de Educación y Cultura. En prensa; REYES CANO, R.; Sevilla en la obra de Bécquer, Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento de Sevilla, Sevilla, 1980; RODRÍGUEZ BECERRA, S.; Las fiestas de Andalucía, Editoriales Andaluzas Unidas, Sevilla, 1985; SÁNCHEZ HERRERO, J.: “Algunos elementos de la religiosidad cristiana popular andaluza durante la Edad Media”, en Religiosidad popular. Tomo I. AnthroposFundación Machado, Barcelona, 1989. Una visión sintética sobre el Corpus en Andalucía en DOMÍNGUEZ LEÓN, J., El Corpus, en RODRÍGUEZ BECERRA, S. (Dir.), Proyecto Andalucía, Antropología, Tomo VII. Fiestas, Publicaciones Comunitarias, Sevilla, 2003, pp. 207-238. Sobre el culto sacramental en Sevilla, cfr. RODA PEÑA, J., Hermandades Sacramentales de Sevilla, Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1996. 

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XIX y, por diferentes motivos, la celebración no estrictamente religiosa fue decayendo. La creación de la Feria de Abril, a mediados del siglo XIX, vino a desplazar por completo el espacio privilegiado que ocupaba el Corpus entre los hitos festivos de la ciudad. No se han constatado celebraciones generalizadas en la capital de tal envergadura y con la periodicidad anual, hasta que la Feria de Abril fue consolidándose y casi unida a la Semana Santa.

2) Del origen de la Fiesta del Corpus Christi a la recreación de un marco efímero para celebrarla.

La celebración de la Fiesta del Corpus Christi constituye una de las manifestaciones de la religiosidad colectiva que actualmente tiene más arraigo en Andalucía, tanto en sus aspectos cultuales y procesionales como en los puramente profanos. El origen, de carácter religioso, imprimió un sello a la plasmación material de la misma, aunque matizada por elementos claramente festivos y lúdicos, mezclados con signos profanos y civiles, a veces notablemente contradictorios con respecto a lo que se celebraba. Como gran hito litúrgico, han puesto las autoridades eclesiásticas un gran interés en mantenerlo y depurar las formas que no se acomodasen a la doctrina y a la moral imperante en cada momento. Hay que partir de la base de concebirlo como un hecho de alta significación espiritual y un elevado componente catequizador, al tiempo que una manifestación que podía llegar a alcanzar un rasgo multitudinario en los entornos urbanos, y de manera muy particular en las grandes capitales andaluzas. El conjunto de elementos con que se acompañaba, y se sigue acompañando en buena medida, la procesión y todos los actos litúrgicos parejos a la Fiesta del Corpus solían estar vinculados a la solidez económica en cada diócesis, localidad, parroquia e incluso barrio, toda vez que se hacía patente un determinado estado respecto a su Iglesia y a factores meramente civiles y hasta económicos. Así, para solemnizar la Fiesta religiosa se ponían en práctica resortes muy heterogéneos en cuanto a diversiones, veladas, luminarias, etc, con el fin de distraer a las gentes (sobre todo a la gente poco importante) que en las grandes ciudades o en localidades con un Corpus de cierta entidad se concentraban por unas horas, y en algunos municipios o parroquias durante unos días incluso. 

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Es lógico, además, que esta Fiesta del Corpus Christi se convirtiera en algunas localidades, como Granada, en la gran celebración de la ciudad y su entorno, al coincidir lo puramente litúrgico con lo temporal en cuanto a ritmo vital, momento clave para las labores agrícolas, superación de la época lluviosa donde la hubiese, etc. A lo largo de los siglos se han formulado por la autoridad eclesiástica críticas al modelo que ejemplificaban algunas celebraciones del Corpus, como también cabe resaltar que el siglo XVIII trajo un intento de control de la Fiesta por parte de la autoridad civil, éste último incardinado en la tendencia a fiscalizar las manifestaciones populares y ejercer una estrecha vigilancia sobre las hermandades y corporaciones que hacían posible la celebración. En similar medida se procuró controlar el complejo entramado de las hermandades de penitencia, sometiéndolas a reglas hasta el extremo de desaparecer muchas de ellas. Los propios orígenes del Corpus Christi avalan el que desde la óptica de prelados, corregidores, cabildos municipales y catedralicios, estamentos privilegiados, y elementos dirigentes en general, se optase por apoyar con palpable entusiasmo la Fiesta, ya que se trataba de agasajar a Dios al tiempo que se proveía de sana diversión a las gentes del común. Los inicios se sitúan en la Edad Media, cuando se difundían herejías centradas en la negación de la presencia real de Cristo en la hostia consagrada. Esta tendencia antieucarística abarcaba incluso sermones y, como contrapartida, se topó con toda una serie de hechos milagrosos que se difundían y contaban con el fondo de la visión de la forma consagrada. Entre tales hechos sobresalió el ocurrido en 1230 en un monasterio próximo a la actual ciudad belga de Lieja, en el que la religiosa Juliana de Cornellón tuvo la visión de la luna radiando aunque ensombrecida en un borde. El significado de la misma le fue aclarado posteriormente por Jesucristo, en una aparición relatada en la cual le indicaba que la luna radiante significaba la Iglesia Militante y la sombra simbolizaba la falta de una festividad dedicada a adorar el Cuerpo de Dios. Dichas visiones fueron analizadas por un grupo de teólogos belgas, lo cual llevó a la participación del arcediano de Troyes, Jacobo Pantaleón, quien en 1261 fue elevado a la categoría papal como Urbano IV. Ya como papa vivió el famoso milagro de la Misa de Bolsena, villa pontificia, en el que salió sangre de la hostia cuando era elevada. Así, Corpus Christi, como 

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fiesta litúrgica, se instituye a mediados del siglo XIII, cuando el obispo de Lieja lo efectuó en 1246, por iniciativa de la aludida beata Juliana de Cornellón. Unos años más tarde, en 1264, promulgó el papa Urbano IV la bula Transiturus de hoc Mundo, constituyendo la Fiesta del Cuerpo de Dios, concediéndole a la misma un carácter de general en todo el mundo cristiano, ubicándola temporalmente en el jueves siguiente al domingo de la Santísima Trinidad, es decir, sesenta días después del domingo de Pascua de Resurrección. Parece que la festividad no se extendió con celeridad, ya que hasta el siglo XIV no hay constancia de la celebración del Corpus de forma generalizada. La insistencia de varios pontífices en confirmar la festividad del Corpus puede inducir a pensar que en sus inicios no fuese tomada con ánimo en las diócesis e Iglesias locales. Clemente V la confirmó en 1312, en el concilio de Vienne, y Juan XXII orientó su puesta en práctica seis años más tarde. En Barcelona se celebró en 1319 por primera vez, en Vich en 1330, en Valencia en 1355, y la progresión por las tierras peninsulares fue entonces relativamente rápida. El concilio de Trento ratificó en 1551 la Fiesta del Corpus agregándole la orientación del triunfo de la verdad sobre la herejía. Como aspecto que propiciaba la participación popular, junto a la procesión de la custodia con el Santísimo se agregó la realización de autos sacramentales, así como una gran diversidad de festejos populares. Junto a la Fiesta religiosa se apiñaban elementos que apuntaban hacia el disfrute de las gentes sencillas, aunque siempre contando con una clave claramente catequizadora, amparada en la mentalidad de cada momento. Desde esta perspectiva se realizaba la adoración al cuerpo del Señor, a la Eucaristía y, por extensión, a la esperanza que todo aquello significaba para el cristiano. La esperanza se unía a la alegría, por entenderse teológicamente entonces que la falta de esperanza constituía otro de los grandes pecados capitales, más tarde abandonado o relegado y reducidos aquéllos a siete. Se desembocaba así en una especie de teología pública que derivaba en manifestación callejera. El concilio de Trento reforzó lo ya establecido y potenció el carácter abiertamente catequético de la Fiesta del Corpus, lo cual era coherente en la lucha contra el protestantismo. 

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Es preciso tener en cuenta ciertos factores propiciadores de una relativamente rápida extensión y consolidación del Corpus en Andalucía. El primero es que tiene lugar al final de la primavera. En este sentido, la liturgia parecía estar falta de una festividad que se celebrase universalmente y que sirviese de cesura por un lado, y por otro como componente dinamizador en lo social, aunque razonadamente, este no es el fin de la fiesta religiosa. El Corpus coincide con una época crucial respecto a las faenas agrícolas, o al remate de muchas de ellas, con el alejamiento del mal tiempo, el período de abundancia de trabajo en las economías agrarias propias del Antiguo Régimen, etc. Como tiempo de una comunidad, viene a ser una época muy propicia para la diversión y, por lo tanto, el Corpus encaja en un período vital que culmina un ciclo y significa la apertura hacia otro. Las gentes sencillas se divertían y adquirían a la vez algunos conocimientos en torno a la Eucaristía. El auto sacramental, como pieza dramática breve escrita para ensalzar la Eucaristía, desempeñó un papel de capital importancia en la popularización de la celebración del Corpus en España, y por añadidura en Andalucía y en Sevilla. Lo adoctrinador se percibía en los personajes sagrados que intervenían, incluyendo algunos de la Biblia, con un tinte moralizador que solía entroncar con la cuestión de ver a Dios. Se han apuntado fechas diferentes para el comienzo del Corpus en las ciudades andaluzas, parece que se fue afianzando para encontrarse consolidado ya en el siglo XV. Sevilla tiene documentada la procesión, con bastante detalle, en 1454, y le siguen Jaén en 1464, Santa Fe a finales del siglo XV, Granada en 1501 y Baeza en 1504. Los cabildos eclesiástico y municipal suelen organizar y acudir juntos a la procesión del Corpus, en la que figuran la custodia con el Cuerpo de Cristo, carrozas, cabalgatas, danzantes, hermandades, la famosa tarasca, representaciones, gigantes y cabezudos, etc. Algunas de las prácticas anexas a la celebración de la festividad del Corpus implicaban un importante grado de permisividad social, por lo que pudieron tener de relación con el dejar hacer que se ejemplificaba, desde la época medieval, en costumbres o fiestas como las del obispillo, en torno a la festividad de San Nicolás o de los Santos Inocentes, todo ello íntimamente vinculado a la permisividad de la fiesta de los locos. 

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La procesión del Corpus de Sevilla de 1454 es denotativa de lo que entonces y a partir de esos momentos constituían las procesiones de tal celebración en general. Tras nombrar los dos cabildos una comisión al efecto, se engalanaba el día antes lo que sería el recorrido de la procesión, recogiendo charcos y baches y esparciendo juncia, romero, alcancel y otras hierbas aromáticas y se cubría con velas o toldos el lugar destinado a las autoridades. El día señalado, y muy temprano, tras rezar los oficios correspondientes en la catedral, abrían el cortejo doce mozos de coro llevando hachas de cera, a quienes seguían otros mozos con pértigas de plata e incensarios, cuatro hombres ataviados como profetas, veintisiete cantorcillos, de los que ocho se adornaban con jubones y guirnaldas y seis iban vestidos de ángeles, empleándose dos órganos portátiles para la música; les seguían los canónigos llevando las Santas Reliquias, entre las que descollaban las Tablas Alfonsíes; seguía la Roca, o plataforma con ruedas sobre la que se colocaban intérpretes disfrazados como Jesús, la Virgen, Santo Domingo, San Francisco y los Cuatro Evangelistas, así como tres juglares, amparados todos con un dosel de algodón que simbolizaba el cielo y del que colgaban el sol, la luna y las estrellas, recortados en hojalata. Este cielo se abría en ocasiones, manipulado por los niños cantores, dejando ver a Dios Padre. Detrás de la Roca, y llevada en andas, figuraba un arca de madera simbolizando la del Viejo Testamento, en la que se llevaba la Eucaristía; cerrando la procesión el arzobispo en una silla de manos y los miembros del cabildo municipal y de la nobleza. Más tarde se sustituyó el arca por la custodia y, al igual que en toda Andalucía, se fueron añadiendo representaciones de corporaciones de oficios como los gremios, de hermandades y cofradías, abanderados con sus pendones e insignias, gigantes y cabezudos, la Tarasca, etc. Algunos gremios y corporaciones llevaban a su patrón o a algún santo en forma de gigante, transportándolo desde el día anterior en olor de multitud de niños y jóvenes, con gran algarabía, hasta el templo del que tuviera que partir en procesión. Desde comienzos del siglo XVI se añadieron los castillos o carros costeados por algunas corporaciones de oficios, al estilo de los inspirados en Petrarca o en los carros carnavalescos de Europa central. 

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Los Discursos Festivos de Reyes Messia de la Cerda contienen privilegiada información sobre lo que debió ser la inventiva barroca alrededor de la construcción de elementos de arquitectura efímera en Sevilla, con orientación religiosa y con muestras de un sentido eucarístico claro. No se trataba únicamente de un diseño y la posterior ejecución en lugares públicos, dentro o fuera de los templos, sino de toda una mentalidad propicia a ello, y de un enfoque bastante teórico contra lo que pudiera parecernos de expresiones sencillas y hasta ingenuas como expresión de la fe. Los textos y los dibujos están plagados de imaginación, de recursos al Antiguo y Nuevo Testamento, a los temas marianos y eucarísticos, a la recreación de un mundo en imágenes que, probablemente, tendrían todo el viso de convertirse en realidades a través de las construcciones efímeras2 . Con el tiempo, a estas manifestaciones se fueron añadiendo en la procesión representantes de diversas instituciones civiles y académicas, niños y ancianos acogidos en establecimientos de beneficencia -en el siglo XIX-, escoltas militares y música, al tiempo que se suprimieron gran parte de los elementos más claramente lúdicos y barrocos. La arquitectura sevillana se engalanaba, adornando balcones, puertas y fachadas, añadiendo velas o toldos para resguardarse del sol, guirnaldas, y construyendo arcos triunfales a modo de arquitectura efímera, habiendo continuado esta última costumbre en Sevilla, donde se adornan con motivos eucarísticos. De acuerdo con lo expuesto, esta aseveración no es gratuita ni remite a hipótesis sino a lo concluyente de los datos conocidos, es decir, en la Sevilla bajomedieval y en la moderna no existieron celebraciones periódicas de año y vez con tan gran apoyo de los cabildos eclesiástico y municipal, ni con similar trasfondo en cuanto a lo apretado y variado de las manifestaciones festivas. El ocio y el recreo se acentuaban en las fiestas del Corpus, en su víspera, en lo que constituían las veladas, en la afluencia de vecinos de la ciudad a las mu-

2. Cfr. MASSIA DE LA CERDA, R., Discursos Festivos en que se pone la descripción del ornato e invenciones que en la fiesta del Sacramento la Parrochia Collegial y vezinos de Sant Salvador hizieron, por ..., introducción y transcripción por Vicente Lleó Cañal, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (Focus), Madrid, 1985. 

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chas atracciones que, por unos días, eran el reflejo del latido de toda una población, así como en la llegada de gran número de forasteros, de los pueblos de alrededor de la capital y de entornos bastante más alejados. El Corpus de Sevilla atraía por su ceremonial, su grandiosa procesión, lo suntuoso de cuanto era visible en la calle, la seriedad de las manifestaciones litúrgicas, y un amplio etcétera que sería reiterativo tal vez. En el fondo, la cuestión de ver a Dios se encaja con todo el respeto posible, en una sociedad que se encuentra muy ligada con las corporaciones de penitencia, de gloria y sacramentales, las cuales vertebran, en gran medida, la vida del conjunto de los sevillanos, y especialmente la de quienes constituyen la gente poco importante. Es muy probable que los aspectos relativos a lo lúdico, o sea, a lo que los sectores populares sintiesen como formas de esparcimiento o de diversión, simbolizasen la siempre tensa relación entre éstos y los poderes públicos. El siglo XVIII pudo contemplar cómo se produjo un cierto endurecimiento en lo concerniente al rigor con que las autoridades eclesiásticas trataban la temática. A lo largo de esta centuria parece que se diluye buena parte de lo que es la gran celebración, heterogénea, que acompaña la Fiesta del Corpus. De una parte, esta severidad vendría de la mano del simple control, en un intento de hacer compatibles al máximo la dignidad de lo que se celebraba -la Fiesta del Corpus y ver a Dios por las calles de la ciudad- y el ansia de diversión en una época del año propicia para ello. El estamento eclesiástico velaba por la rectitud de las manifestaciones religiosas, así como por el mantenimiento de las buenas formas en los modos de diversión. El cabildo municipal laboraba para lograr que nada se saliese de los cauces considerados compatibles con la normalidad deseada, al tiempo que procuraba equilibrar el capítulo de gastos. Y, probablemente, el fondo de la cuestión tuviese que ver incluso con la pugna entre ambos cabildos. El eclesiástico procuraría ser el valedor de las buenas maneras y la ortodoxia en lo relativo a la fe, mientras que el civil se orientaría a establecer los correspondientes mecanismos organizativos, guardar el orden público, defender las manifestaciones concretas de posibles depuraciones por parte eclesiástica y, en una proporción muy elevada, sufragar los gastos de tan importantes fastos. 

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Unos por el control y otros por el interés puesto en algo que costeaban, pudieron terminar por conferir a la Fiesta el sesgo de estereotipo y restarle vitalidad. En general, el siglo XVIII supuso un agravamiento en todo tipo de controles, y tal vez muy en particular con el ascenso de los modelos ilustrados en el marco político, toda vez que se podía ver en las manifestaciones religiosas del tipo que aquí se trata un derroche de lo irrespetuoso y una mala o no deseable adjudicación de presupuestos de cierto calado económico. De hecho, a lo largo de esta centuria parece languidecer una forma de expresión religiosa en aras de la aludida depuración. La ampliación de lo profano supuso emplear como base de las prohibiciones en el siglo XVIII, en época de Carlos III, argumentaciones paralelas a las que habían servido para decretar sobre otros tipos de procesiones o manifestaciones de religiosidad popular, y la actitud de las autoridades civiles y eclesiásticas en cuanto a controlar la celebración y la fiesta pudieron originar un decaimiento de las formas barrocas y de las celebraciones acostumbradas. El fondo de la cuestión parece estar en el exacerbado interés ilustrado por delimitar lo religioso y entender que las corporaciones que apoyaban la Fiesta del Corpus, casi todas de carácter confesional, habían de ser controladas, tanto en los aspectos formales como en los económicos.

3) El Corpus en la Sevilla del siglo XIX. Desplazamiento y declive de una gran Festividad.

El siglo XIX constituye una etapa de soldadura que recupera la tradición y

parte de las formas perdidas o a punto de perderse, aunque se diluye casi por completo el elemento lúdico de la celebración religiosa, al tiempo que la nueva sociedad de clases no contempla el discurrir por los mismos derroteros de la estamental. El período correspondiente a las primeras décadas constituye un tiempo de atonía en las estructuras sociales y políticas españolas. También lo fue en aspectos religiosos, y la proyección de las grandes preocupaciones alrededor de la invasión francesa, la pugna entre liberalismo y absolutismo, la pérdida de gran parte del patrimonio de las hermandades, etc, se dejó notar en la celebración de la Fiesta del Corpus. La época fernandina no debió suponer más que un esfuerzo por mantener parte de lo que se había conservado, sin 

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especiales manifestaciones que implicasen participación popular ni apoyo por parte de la autoridad pública. Las autoridades civiles se encontraron constantemente con críticas y objeciones por parte del clero, de acuerdo con lo que éste entendía como desmedidas profanaciones a la festividad del Señor3 . Parece claro que a lo largo de la época isabelina era el Ayuntamiento la institución que con más esfuerzos se encargaba de la organización del Corpus en lo que eran sus aspectos materiales externos, sobre todo los callejeros. El Cabildo catedralicio organizaba la procesión en sí y el conjunto de los actos litúrgicos a celebrar en el templo metropolitano. El Ayuntamiento adoptaba todos los años una serie de medidas sobre la limpieza y el ornato, que debían ser acatadas por los vecinos de las calles por las cuales discurría la procesión. Para el adorno de las mismas, se colocaban toldos buscando la protección contra el sol, se esparcían flores y plantas aromáticas, se instaba a los vecinos a poner colgaduras en los balcones, etc. Se procuraba el cumplimiento de todas estas disposiciones y para ello se nombraba una comisión municipal. En caso de ser contravenidas por algún vecino, se imponía la correspondiente sanción. Como complemento, las Ordenanzas Municipales especificaban las prohibiciones para ese día, que abarcaban aspectos tan concretos como el tránsito de carruajes o caballerías por las calles de la carrera, el situar puestos de alimentos, etc4 . El ambiente creado daba lugar a una expectación tal, que en alguna ocasión, como sucedió en 1849, al no poder salir la procesión el jueves debido al mal tiempo, se trasladó al domingo5 . Desde la alcaldía se dictaba un bando en el cual solían recogerse todos los actos religiosos y las celebraciones, insistiendo en el interés en mantener una

3. Para una idea general sobre el Corpus de Sevilla en las centurias anteriores, vid. LLEO CAÑAL, V., Fiesta Grande: El Corpus Christi en la historia de Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla, Sevilla, 1980. 4. Acerca de las medidas adoptadas por el Ayuntamiento de cara al Corpus, vid. Archivo Municipal de Sevilla (en lo sucesivo AMS), 16-V-1836; 26-IV, 3 y 7-V-1861; 6-V-1862; 15-V-1863; 6-V-1864; 27-IV-1866; 17-V-1867 y 15-V-1868. También, cfr. Ordenanzas municipales...1850, p. 8. Un ejemplo de sanción a un vecino por no cumplir las normas en AMS, 8-VI-1855. José María García, vecino de una calle por donde debía pasar el cortejo, sólo puso colgaduras en el primer piso de su casa y no en el segundo. 5. Cfr. Libros de Actas del Cabildo Catedralicio de Sevilla (en lo sucesivo LACC), 6 y 8-VI-1849. 

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festividad que en la capital tenía tradición secular. En la catedral se celebraban los actos litúrgicos correspondientes, con repiques de campanas e iluminación especial. Desde la noche anterior, y como parte de la celebración de vísperas, varias bandas de música interpretaban distintas piezas por las calles del recorrido oficial, y se concentraban las gentes en una velada que se celebraba en las inmediaciones de la catedral, hasta donde llegaban sevillanos, y sobre todo, forasteros que en oleadas acudían a la capital durante todo el día y la noche anteriores a la procesión. Los accesos a la ciudad y sobre todo al centro histórico de la misma se veían muy concurridos. El día del Corpus se abrían los jardines del Alcázar y del Palacio de San Telmo, y comenzaban los paseos por el de la Infanta Isabel, donde dos o tres veces por semana actuaban distintas bandas de música. La Fiesta del Corpus daba paso en Sevilla a la temporada de verano, lo cual significaba un cambio en las formas después del letargo invernal que ya la Semana Santa parece que venía a suponer como una especie de introducción a la primavera. La Feria de Abril debió desplazar hacia el inicio de la primavera el centro festivo por excelencia que había sido el Corpus6 . Este hecho venía amparado en que la Feria se situaba justo tras la Semana Santa, que la ciudad vivía con bastante efervescencia y afluencia de foráneos. Ello daba un espaldarazo a la economía, casi siempre resentida por lo crudo del invierno. En realidad, la Feria vino a significar, con el inicio de la primavera, la llegada del buen tiempo y la activación de las tareas agrícolas, así como un impulso considerable al empleo de los trabajadores. En la mentalidad tradicional, el mes de abril era el comienzo de esa tan deseada ruptura con la escasez y el mal tiempo. Un ejemplo cla lo tenemos en los inicios del Hospicio y después Hospital de la Hermandad de la Santa Caridad, que en sus comienzos permanecía abierto para recoger por las noches a los pobres entre el 14 de septiembre, festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, y el 23 de abril, festividad de San Jorge. Como vemos, el mes de abril ya significaba esa cesura en la mentalidad de los sevillanos del siglo XVII. Las formas de ser y de pensar continuarían con ciertos elementos comunes aunque transcurriesen los siglos,

6. Los bandos de la alcaldía son ilustrativos, cfr. La Andalucía (en lo sucesivo LA), 22-VI-1859, 5-VI-1860, 11-VI-1865, 24-V-1866, 19-VI-1867 y 7-VI-1868; El Porvenir (en lo sucesivo EP), 15-VI-1862, 27 y 31-V-1863, 22-V-1864 y 11-VI-1865. 

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toda vez que el núcleo capitalino sevillano permanecía a mediados del siglo XIX incardinado en una economía muy ligada a lo agrario. Contamos con descripciones de la festividad del Corpus durante estos años que relativamente son abundantes y explícitas. En algunas de ellas se refleja una ciudad invadida por decenas de miles de visitantes. Así, en 1863, se habla de unos 60.000, que presencian la procesión y acuden a las distintas diversiones que la capital ofrecía como bailes, teatros, toros, etc. En caso de producirse alguna innovación en materia de diversión o de ornato solía presentarse al público en ese día, lo cual confería un mayor atractivo a la fiesta7 . El rigor y el respeto en la calle en cuanto a las formas era algo que empezaba a brillar por su ausencia, a tenor de algunas quejas que se detectan acerca de irreverencias del público ante la procesión. En ellas se señalaba que apenas se arrodilla nadie al paso de la custodia, que las mujeres aparecían destocadas en vez de llevar velo, los hombres no se quitaban el sombrero, que unos fuman y otros dan la espalda. La pérdida de ese respeto público ante las manifestaciones religiosas puede ser muestra de un signo de descristianización, o bien del abandono gradual de algunas costumbres ante el cambio socioeconómico a mediados del siglo XIX8 . Por su parte, el fiscal del arzobispado instruía quejas al cardenal, en 1854, contra las corridas de toros en el día del Corpus, porque se ponía en peligro la vida de los lidiadores y se derramaba sangre9 . En el fondo de la cuestión, la Fiesta del Corpus sevillano fue perdiendo solemnidad durante el siglo XIX, difuminándose las antiguas costumbres de respeto, los elementos de regocijo público, la etiqueta, la gala y la rica liturgia10 , muy a pesar de los reiterados intentos que llevaron a cabo las autoridades municipa-

7. En este sentido, cfr. VELÁZQUEZ Y SÁNCHEZ, J., Anales de Sevilla de 1800 a 1850, Imprenta y Librería de Hijos de Fe, Sevilla, 1872, especialmente las descripciones de 1838 y 1848, pp. 484-485 y 686-687; LA, 19-VI-1859, 1-VI-1861, 6-VI-1863 y 22-VI-1867; EP, 26-V-1861, 1-VI-1861, 21-VI-1862, 22-VI-1862 y 6-VI-1863; Revista de Ciencias, Literatura y Arte (en lo sucesivo RCLA), t. I, 1855, pp. 311-314, t. V, 1859, p. 511, t. VI, 1860, pp. 187-188 y 310-314; Boletín Eclesiástico del Arzobispado de Sevilla (en lo sucesivo BEAS), 9-VI-1860, pp. 306-310, 17-VI-1865, pp. 361-363 y 2-VI-1866, pp. 218-219. 8. Cfr. La Cruz, 1860, t. II, p. 76; 1861, t. I, pp. 688-691 y 1862, t. I, pp. 465-468. También vid. EP, 29-VI-1861, replicando a La Cruz. 9. Cfr. Archivo General del Arzobispado de Sevilla, Sección Gobierno, Asuntos Despachados, caja 272 - 1854, oficio del fiscal del arzobispado José María Delgado de 12-VI-1854. 10. Vid. LLEO CAÑAL, V., op. cit., pp. 32-35. 

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les, y que podían estar relacionados más con motivaciones de promoción económica que con deseos de revitalizar la celebración religiosa. Esa nueva ética responde al mismo modelo y persigue los mismos fines que los aplicados a la mercantilización de la Semana Santa, y buena prueba de ello fue el conjunto de mecanismos que la alcaldía dispuso para la celebración del primer Santo Entierro Grande, en 185011 . Desde una perspectiva material, en esos momentos no existían núcleos capitalinos próximos a Sevilla capaces de alcanzar un nivel de concentración de diversiones y de elementos de ocio similar al hispalense. El cambio socioeconómico impulsó el desarrollo cultural y lúdico de tales poblaciones, de forma que Sevilla fue declinando en su preeminencia. Por otro lado, resultaba inviable mantener un elevado grado de asistencia de forasteros a tres celebraciones tan próximas en el tiempo como la Semana Santa, la Feria de Abril y el Corpus. Aparte de estas argumentaciones, hay que subrayar las dificultades económicas. Algunos años, ni el cabildo catedralicio ni el Ayuntamiento tenían medios suficientes para sufragar los gastos que ocasionaba la Fiesta del Corpus, como ocurrió en 1844, en que ascendían a 12.000 reales12 . En 1855 sucedió algo similar, pero entonces el cabildo catedralicio reclamaba pagos al Ayuntamiento, que se vio obligado a afrontar casi en solitario el presupuesto de 11.600 reales13 . En ocasiones se optó por introducir ciertas economías, como las restricciones que llegaron en 1857 a acortar en tres horas el tiempo de exposición del Santísimo para ahorrar cera y parte del pago de cantores y organistas 14 . El Ayuntamiento continuó respaldando organizativamente, aunque aminorando los fondos destinados al cabildo eclesiástico para el Corpus. Como muestra, en 1860 y 1862 sólo sufragó con 4.000 reales respectivamente15 . Las desavenencias entre los cabildos municipal y catedralicio fueron en aumento con respecto al Corpus. La negativa de este último en 1863 a que los

11. Cfr. DOMÍNGUEZ LEÓN, J., El Santo Entierro Grande. La Pasión según Sevilla, en DOMÍNGUEZ LEÓN, J. (Coord.), El Santo Entierro Grande. La Pasión según Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla, Sevilla, 2004, pp. 37-44. 12. Cfr. AMS, 28-V-1844 y LACC, 17-V-1844. 13. Cfr. AMS, 22, 25 y 29-V y 5-VI-1855; EP, 26-V-1855. 14. Cfr. LACC, 8-VI-1857. 15. Cfr. AMS, 11-V y 17-VI-1862 y LA, 6-VI-1862. 

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seises bailaran ante el altar que el Ayuntamiento instalaba en las Casas Capitulares para la procesión del Corpus; o el rehusar en 1865 la invitación de los ediles a un refresco que tendría lugar en el Ayuntamiento tras la procesión, jalonan un desencuentro16 . A lo largo de la época de la Restauración se produjo un languidecimiento de la Fiesta del Corpus como tal en Sevilla, si bien se conservaron los aspectos cultuales en cuanto a la procesión, la octava, la ejecución de cantos y bailes por los seises, etc.

4) El Corpus en la Sevilla del siglo XX.

Las primeras décadas del siglo XX supusieron una continuidad en las formas

de manifestaciones de la Fiesta del Corpus sevillano, cada vez más desprovisto de lo lúdico y más centrado en lo relativo al culto y la procesión. La ciudad vivía la mañana de Corpus Christi como un entorno adornado en los lugares céntricos por los que discurría la procesión, si bien se fue gestando una mentalidad que matizaba la celebración de carácter más popular desde la tarde del miércoles anterior.

En la procesión figuraban pasos muy contados, así como las autoridades civiles, el clero, representaciones de corporaciones religiosas, fuerzas militares que cubrían la carrera, etc. A ello se unía una presencia de público relativamente importante, en un día festivo, aunque cada vez se contó con menos asistencia popular a lo largo del período de la Restauración, en un marco de creciente conflictividad social y política así como un constatado rechazo hacia la religión y el clero. La etapa de la Segunda República estuvo caracterizada por un considerable decaimiento de la Fiesta del Corpus en Sevilla, pues éste se circunscribió

16. Cfr. LACC, 22 y 26-VI-1863 y 22-VI-1865. Para una apreciación acerca de la religiosidad en la Sevilla de mediados del siglo XIX, y los elementos globalizadores de la misma, cfr. DOMÍNGUEZ LEÓN, J., La religiosidad andaluza en el siglo XIX como hecho globalizador. Aproximación desde el caso de Sevilla, en CASTAÑEDA DELGADO, P., y COCIÑA Y ABELLA, MANUEL J., (Coords.), Vivir en un mundo globalizado, Cajasur Córdoba, 2002, pp. 133-191; y La sociedad sevillana en la época isabelina. Una visión a través de la religiosidad (1833-1868), Cajasur, Córdoba, 1999. 

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algún año a los cultos en la catedral y a una procesión en el interior del templo metropolitano o por las gradas del mismo. En el ámbito del Corpus parece que actuó la autoridad civil en un doble sentido. Por un lado, procurando la celebración externa hasta donde las circunstancias lo permitían; por otro, haciéndose eco de las corrientes más contundentes de la línea anticlerical. Aunque se intentó preservar el conjunto de manifestaciones de culto externo en sus aspectos procesionales, especialmente las de Semana Santa, Corpus y Virgen de los Reyes, no se logró mantener la tónica de los años anteriores y, de hecho, se interrumpieron algunos años las procesiones17 . La procesión del Corpus, como se ha indicado, se vería reducida algún año a su realización por las gradas de la catedral e incluso simplemente dentro del templo metropolitano, aunque cabe apuntar que este tipo de materialización del culto externo corrió paralelo a otros que se llevaban a cabo en la ciudad, en medio de un clima de incertidumbre y hasta miedo. Esta situación se mantuvo hasta 1936, momento en que se abrió una nueva etapa con la guerra civil y el régimen establecido, que daría un nuevo impulso a las manifestaciones de culto externo incluido el Corpus, contando con un importante apoyo de las hermandades sevillanas. En líneas muy generales se puede subrayar que la procesión del Corpus fue pareja a la vida de la ciudad, con más fastos cuanto se produjo una recuperación económica y social tras la fractura de la guerra civil. El acompañamiento de las hermandades fue haciéndose más nutrido, aunque la tónica general, de acuerdo con los testimonios orales recogidos, es que la participación de representantes de estas corporaciones solía restringirse a miembros de juntas de gobierno y cofrades más allegados a las mismas, con predominancia de personas de cierta edad. Ello equivale a dibujar un escorzo del acompañamiento en el cortejo constituido por una media elevada de edad, lo cual deriva en una imagen proyectada de la procesión como algo ligado al pasado y con pocas miras

17. Sobre el ambiente político y religioso de Sevilla al final de la Dictadura de Primo de Rivera y a lo largo de la Segunda República, vid. DOMÍNGUEZ LEÓN., J., Cambio político y actitudes religiosas en la Sevilla de 1928-1932, en Hispania Sacra, C.S.I.C., 1986, vol. XXXVIII, núm. 77, pp. 127-149; La visita ad límina de la diócesis de Sevilla en 1932, Actas del VI Congreso de Hespérides, Córdoba, 1988, pp. 221-235; La Semana Santa sevillana de 1932 y la cuestión del miedo, Actas del I Congreso Nacional de Cofradías de Semana Santa, Diputación de Zamora, Zamora, 1988, pp. 391-410; y Aspectos religiosos de la Sevilla de 1936. Los católicos ante la Guerra Civil, Actas del VII Congreso de Hespérides, Baena, 1989, pp. 403-421. 

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en el futuro. Esta visión, en la que coinciden muchos de quienes participaban en la procesión del Corpus del mencionado período, nos introduce en un modelo de religiosidad preconciliar muy apegado a las tradiciones más sólidas, en las que la juventud poco o casi nada tenía que ver en cuanto a participación activa, tanto en el mundo de las hermandades sevillanas como en la configuración de las grandes procesiones litúrgicas. El ejército cubría carrera a lo largo del itinerario a seguir por la procesión, rindiendo armas al paso del Santísimo, lo cual constituía uno de los elementos más llamativos del cortejo, al presenciarse cómo todos se arrodillaban al aproximarse la custodia. No cabe duda de haberse producido cambios relativamente sustanciales en las formas de concebir la manifestación de religiosidad que suponía el Corpus. Tras hacer mención a los rasgos que presentaba en la etapa preconciliar, es necesario hacer hincapié en las transformaciones posconciliares. De hecho, a partir de 1971 se empezó a preparar el Sínodo diocesano, convocado para 1973, en el que se revisó profundamente el estado de la Iglesia en la diócesis hispalense. Las fracturas eran visibles desde distintos ángulos. Sólo por ceñirnos a lo más llamativo en relación a lo cultual, había sectores partidarios de una especie de continuidad en las formas, tal vez evocando la estrecha relación entre la Iglesia y el estado resultante de la contienda civil. Otros abogaban por un cambio efectivo y hasta hubo sectores que defendían un aperturismo en lo social como superación del pasado y espíritu de perdón y de concordia. En el ámbito de las hermandades las posiciones estuvieron más definidas hacia la conservación de posiciones18 . Con ligeras variaciones se conservó el modelo hasta el final del período, abriéndose una nueva fase en el marco democrático19 . De esta última etapa cabe subrayar que la procesión del Corpus sevillano se ha ido consolidando gracias al respaldo de las hermandades y en particular del Consejo General de Hermandades y Cofradías de la Ciudad de Sevilla, así

18. Para una visión de este período tan fundamental en la vida de las hermandades sevillanas, y su influencia en el marco del culto y las formas, cfr. DOMÍNGUEZ LEÓN, J., Las hermandades sevillanas desde la guerra civil, en ROMERO MENSAQUE, C. J. y DOMÍNGUEZ LEÓN, J., Breve historia de la Semana Santa de Sevilla, Ed. Sarriá, Málaga, 2003, pp. 150-183, especialmente pp. 165-167. 19. Vid. DOMÍNGUEZ LEÓN, J., El Corpus, en RODRÍGUEZ BECERRA, S. (Dir.), Proyecto Andalucía, Antropología, Tomo VII. Fiestas, Publicaciones Comunitarias, Sevilla, 2003, pp. 207-238; y Aspectos religiosos de la Sevilla de 1936. Los católicos ante la Guerra Civil, Actas del VII Congreso de Hespérides, Baena, 1989, pp. 403-421. 

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como del Ayuntamiento y del cabildo catedralicio. Se puede apreciar una transformación de la procesión eucarística, en el marco de un día netamente festivo, al conservarse el Jueves del Corpus como fiesta local, de acuerdo con la decisión de los munícipes. No hay que perder de vista que puede haberse producido una cierta municipalización de la Festividad, pues se trata de una Fiesta Mayor, reconocida por el Ayuntamiento, y en la cual participa el mismo desde diferentes ángulos. Como tal Fiesta requiere de una gran atención por parte de la concejalía correspondiente, que vela por el ornato y el decoro de la imagen proyectada del centro de la ciudad en los días del Corpus y en su víspera. En primer lugar, el exorno relativo a la gran arquitectura efímera se mantiene debido a la ejecutoria de la Delegación de Fiestas Mayores, que se encuentra tras la construcción de los dos grandes arcos triunfales que se instalan en la Plaza de San Francisco, decorados primorosamente con motivos eucarísticos, siendo en ello la continuación de la gran arquitectura efímera del Barroco sevillano, cuando la ciudad y sus dirigentes realizaban considerables esfuerzos para conseguir que el itinerario de la procesión del Corpus fuese un auténtico escaparate del poder local. La construcción de arcos triunfales se encuentra enmarcada en el ámbito de la arquitectura efímera propia de la cultura del barroco. Tiene un sentido práctico el adornar las vías por las que ha de discurrir la procesión, al tiempo que simboliza lo fastuoso que una gran ciudad es capaz de ofrecer a Dios. A esto ha de añadirse que la construcción efímera juega con varios elementos, sin los cuales no sería posible entenderla en su contexto. Uno de ellos consiste en la utilización de grandes espacios, como plazas o vías que tienen un uso cotidiano dentro de la estructura urbana y, por tanto, no es factible prescindir de ellos dedicándolos permanentemente a lo que se ofrece en la Festividad del Corpus. La Plaza de San Francisco, en la que actualmente se instalan los referidos arcos triunfales, tiene un cometido múltiple que hace variar el empleo de dicho espacio a lo largo del año con muy diferentes fines. Es decir, la ciudad y sus gentes, al calor de las diferentes celebraciones, no pueden orientar este espacio solo a una de ellas. Lo mismo podría decirse de la arquitectura efímera en épocas pretéritas. 

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Desde otra perspectiva, la construcción efímera emplea materiales de escasa calidad, fundamentalmente planchas de madera, pintura, exornos florales, etc. Esto nos indica que el relativamente bajo costo de lo constitutivo permite un cierto desahogo económico, pudiendo dedicarse a estos fines partidas reducidas que no graven demasiado las arcas del erario y, en este caso, las del cabildo municipal. A estos factores hay que agregar el poder reutilizar los materiales de un año para otro, invirtiendo un ligero presupuesto en pinturas y elementos de adorno que hagan prácticamente nueva la construcción, o sea, un diseño nuevo para cada año. Este factor es, además, muy significativo pues muestra cómo la comunidad va cambiando la estética adoptando diseños distintos en función de gustos, efemérides, intenciones muy específicas, etc. Se trata, pues, de un auténtico triunfo de lo pragmático y de un considerable ahorro en la ejecución de la escenificación material correspondiente. A esta construcción, adornada de guirnaldas y acompañada de grandes velas o toldos para preservar al público espectador de los rigores del sol, se unen en la actualidad otras manifestaciones, como la edición del cartel anunciador de la Fiesta, cuyo encargo ha ido recayendo en distintos artistas sevillanos o arraigados en la capital hispalense, a través de los cuales podemos seguir la evolución de la estética y la mentalidad aneja en los últimos años. Casi siempre con un marcado carácter figurativo, destacan los artistas aludidos algunos de los elementos simbólicos de la plasmación del Corpus en Sevilla, como son los seises, los niños carráncanos, la custodia procesional, los edificios más emblemáticos de la Sevilla medieval y moderna, imágenes procesionales e incluso aspectos alusivos a la visita del Papa Juan Pablo II a la ciudad, se trata, en general, de un lenguaje directo para que pueda ser asumido por la gran mayoría de sevillanos, aunque no siempre se puede decir lo mismo de su comprensión por los visitantes, alejados de las claves de identidad que hacen factible entender el fenómeno a que se refieren los elementos simbólicos representados. A todo esto se agregan los escaparates instalados en comercios y el adorno de fachadas de edificios. Una parte considerable de los comercios ubicados en las calles del recorrido, así como otros de calles próximas, toman una especial 

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configuración pues en ellos se recrean espacios simbólicos en lugares destinados cotidianamente a funciones expositivas como son los escaparates, a base de motivos eucarísticos, simulaciones de altares y escenografías de muy distinta factura. En algunos se sitúan imágenes del Niño Jesús, de Vírgenes, e incluso de santos, como San Fernando, y ello junto a elementos eucarísticos como cálices, copones, patenas, sagrarios, formas eucarísticas, racimos de uvas, espigas de trigo, etc. Se suele acompañar esta recreación de obras de orfebrería, pinturas, bordados, cerería, tejidos nobles, etc. Junto a estos escaparates se adornan fachadas de edificios, entendiendo cada una como un conjunto, para lo cual se utilizan colgaduras, mantones, colchas, exorno floral, candeleros y candelabros de guardabrisa, guirnaldas vegetales y un extenso conjunto de elementos. También se exornan balcones, engalanados con similares motivos, aunque con un carácter más individualizado. El Ayuntamiento convoca un concurso de escaparates, fachadas y balcones, y los sevillanos se acercan a dichas calles céntricas en la tarde y noche del miércoles, de modo que las mismas son prácticamente un hervidero de gentes que, hasta altas horas y como antesala florida de la procesión del Corpus, contemplan las novedades que todos los años aportan quienes adornan sus casas y comercios. Esta amplia y masiva participación de los sevillanos, como espectadores de lo que podemos denominar un exquisito arte efímero de menos envergadura, hace posible la fusión de lo religioso y litúrgico con la impronta de una mentalidad tradicional. Los elementos presentes en la escenografía de dichos escaparates suelen repetirse en una especie de iconografía popular, en la cual abundan los de carácter eucarístico, aunque también se pueden ver otros que guardan solo relativas vinculaciones con dicha temática. Se reiteran los sagrarios, cálices, formas eucarísticas, racimos de uvas y espigas de trigo, junto a imágenes de muy variada talla y procedencia, que remiten al Buen Pastor, el Cordero Eucarístico, no faltando incluso algunas relativas a las señas de identidad religiosas de la ciudad, como San Fernando, San Isidoro y San Leandro, Santas Justa y Rufina, así como algunas de índole mariana. La propia dinámica de la ejecución de estos escaparates, a modo de verdaderos altares, ha obligado al Ayuntamiento a plantear unas normas básicas a cumplir para considerar la participación en el certamen, dado que las manifestaciones que se plasmaban en las escenografías se estaban alejando de los rasgos eucarísticos propios de la celebración. 

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Una parte considerable de los comercios ubicados en las calles del recorrido de la procesión del Corpus, así como otros de calles próximas, toman una especial configuración pues en ellos se recrean espacios simbólicos en los citados escaparates, es decir, en lugares destinados cotidianamente a funciones expositivas, a base de motivos eucarísticos, simulaciones de altares y escenografías de muy distinta factura. En algunos se sitúan imágenes, y ello junto a elementos eucarísticos como cálices, copones, patenas, sagrarios, formas eucarísticas, racimos de uvas, espigas de trigo, etc. Se suele acompañar esta recreación de obras de orfebrería, pinturas, bordados, cerería, tejidos nobles, etc. A primeras horas de la mañana del Jueves del Corpus se esparcen hierbas aromáticas a lo largo de todo el itinerario que ha de seguir la procesión, notándose una siempre renovada actuación municipal en dicha tarea, precisamente uno de los signos más claramente conservados de la antigua costumbre barroca consistente en adornar las calles con flores y guirnaldas y cubrir el pavimento con hierbas que, con su olor, recuerden la solemnidad del acto eucarístico que se lleva a cabo consistente en sacar a Dios a la calle y rendirle culto externo. Grandes cantidades de romero, juncia y otras especies herbáceas se esparcen, a lo cual se añaden pétalos de flores que son arrojados desde algunos balcones al paso del Santísimo, con lo que el recorrido a cubrir presenta un indudable aroma con reminiscencias barrocas. La participación del Consejo General de Hermandades y Cofradías de la Ciudad de Sevilla es decisiva en la organización de la procesión, así como en la responsabilidad del montaje de diversos altares que se añaden como elementos tradicionales que, a modo de arquitectura efímera, se instalan en las calles por las que discurre la procesión. Aquí se puede hablar de una pequeña o mediana arquitectura efímera, siempre que la comparemos con los grandes arcos triunfales que instala el Ayuntamiento. La recreación del espacio y construcción de lo efímero añade desde la misma tarde-noche del miércoles varios altares a lo largo de lo que será el recorrido de la procesión, uno por el Consejo de Hermandades y Cofradías, otros por distintas hermandades sacramentales, de gloria y de penitencia. Su montaje puede abarcar hasta las primeras horas del jueves, de forma que es todo un espectáculo contemplar cómo se transforma el centro 

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de la ciudad. En la Plaza de San Francisco sitúa el Ayuntamiento los dos arcos triunfales de grandes dimensiones aludidos, decorados con motivos eucarísticos, a modo de gran arquitectura efímera, a la que es muy acostumbrada la ciudad. Casi todo el recorrido está jalonado de sillas que son alquiladas por quienes desean ver la procesión sentados. Gran parte de dicho itinerario se encuentra cubierto con velas o toldos para aminorar el peso del calor. Estos parámetros, aplicados al diseño y montaje de altares callejeros, muestran cómo las corporaciones religiosas sevillanas se renovaban cada año, como vienen haciendo en la actualidad, hasta el punto de mostrar en cada momento aquello que estética o espiritualmente es más asequible y aceptable por las mayorías, depurándose todo lo que de una forma o de otra va decayendo o no cuente con el beneplácito del pueblo creyente. La procesión constituye toda una manifestación de elementos específicos de las tradiciones sevillanas. Comienza alrededor de las ocho y media de la mañana la procesión del Corpus que empieza con los niños carráncanos de la Hermandad Sacramental del Sagrario, quienes visten sotana y pantalón rojos, roquete blanco y llevan una especie de gorro metálico repujado y un hacha encendida con cera roja. A la vez comienza en el interior de la catedral la misa de pontifical, bailando los seises tres danzas tradicionales ante el Santísimo. Los seises de Sevilla se han mantenido a lo largo de los siglos, con sus bailes y sus cantos reservados para la festividad de la Inmaculada Concepción, en diciembre, y para el Corpus, participando en respectivas octavas y siendo acompañados por una orquesta. Sus trajes varían de una a otra ocasión pues en el Corpus adoptan el rojo que combina con tonos claros, mientras en la Inmaculada es el celeste. Resulta muy nutrido el acompañamiento de las Hermandades y distintas representaciones de corporaciones civiles a la procesión del Corpus, contándose en varios miles las personas que figuran en la misma. La procesión había decaído durante los últimos años del régimen anterior al democrático, y también en la primera fase de esta etapa, aunque el impulso conferido por las hermandades, y especialmente por las de penitencia, ha dado como resultado un cortejo de gran brillantez y, como se ha indicado, con el respaldo de miles de asistentes en el mismo. Algo similar puede decirse del pueblo que presencia 

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la procesión, muy diferente al que hace décadas acudía a rendir homenaje al Santísimo. Hoy, a pesar de tratarse en gran medida de personas de fe y practicantes, apenas se contempla que se arrodillen al paso de la custodia que arropa al Santísimo. De la carrera desapareció el elevado número de soldados de la guarnición que la cubrían y que rendían armas al paso del Señor. Hoy sigue acompañando el cortejo una compañía de honores y apreciable representación de militares, así como la corporación municipal y representaciones del clero diocesano, órdenes religiosas, corporaciones civiles, colegios profesionales, etc. La participación del Consejo de Hermandades está estrechamente vinculada a la de las distintas corporaciones que agrupa. La concurrencia corporativa a la procesión se ha ido incrementando a lo largo de las últimas décadas, variando sensiblemente la media de edad de los participantes, así como incorporándose la mujer. Se ha constatado una presencia de más personas jóvenes, y de un número apreciable de niños, al tiempo que se ha hecho común la participación de mujeres en las representaciones de muchas hermandades, toda vez que en sus respectivas corporaciones se han elaborado reglas que igualan a varones y mujeres en todos los derechos. Así, resulta llamativo cómo en algunas representaciones es muy nutrida la presencia femenina, mientras en otras aún no se ha tomado tal determinación. Precisamente, y a tenor de la cada vez mayor incorporación de hermanos de las diferentes corporaciones en la procesión del Corpus, se han alzado algunas voces insistiendo en lo extenso del cortejo para un recorrido relativamente reducido. Se han realizado propuestas de limitar el número de quienes figuran en el cortejo, o el de ampliar el itinerario para lograr un cierto equilibrio. La participación de las hermandades se completa con el montaje y exorno de algunos de los pasos que figuran en la procesión, así como con aportar las necesarias cuadrillas de hermanos costaleros para poder portarlos, aunque alguna parihuela procesiona con un sistema de tracción por ruedas, dado lo pequeño de su configuración y el gran peso que soporta. Algunas hermandades acuden con sus propios pasos e imágenes, como la de Nuestra Señora de la Hiniesta, que lo hace con la Virgen, trasladada al alba 

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del Jueves, siendo situada en un estrado al que se accede por una rampa, en la Plaza de San Francisco, donde preside el altar situado en dicho lugar. Al finalizar la procesión del Corpus, de nuevo será conducido el paso con la Virgen hasta la iglesia de San Julián. Otro tanto se puede decir de la Hermandad Sacramental de la Sagrada Cena, que acude con la imagen de Jesús, titular de la corporación y que preside el misterio de la Sagrada Cena, siendo situado en una puerta lateral del Palacio Arzobispal. Igualmente, regresará a su templo de Los Terceros una vez que finaliza la procesión del Corpus. La participación del cabildo catedralicio, según lo expuesto, resulta capital, pues las imágenes que son sacadas en procesión pertenecen casi todas al patrimonio del templo metropolitano, así como la custodia llamada popularmente grande. En cuanto a cultos internos, tiene lugar la octava del Corpus, que se celebra con la ceremonia acostumbrada, al igual que la presencia del arzobispo en los cultos y en la procesión. Se completa esta participación con el mantenimiento de los seises, que continúan la tradición del acompañamiento al Santísimo en la procesión del Corpus de cantantes y danzantes. En este caso, los antiguos mozos de coro y los conjuntos de danzantes se han ido reduciendo hasta quedar los niños seises, de gran tradición en la capital. Habiendo pasado por distintas etapas y vicisitudes, en la actualidad se nutre el cuerpo de seises de los alumnos de un colegio religioso. En la actualidad se ha restringido, considerablemente, el número y el repertorio de danzas y música, aunque en los últimos años parece que se reaviva la intervención musical. Los seises acompañan al Santísimo con sus danzas y sus cánticos. Además, un grupo coral de distintas voces hace lo propio, entonando composiciones. Al final, una banda de música militar realiza el acompañamiento junto a una compañía de honores.

5) Aspectos relevantes de procesiones eucarísticas de algunas corporaciones sevillanas.

Triana cuenta con su particular Corpus, pues se celebra la procesión llamada

del Corpus Chico, que sale de la parroquia de Santa Ana, habiendo algunos autores que destacan referencias del mismo ya en el siglo XIV. Triana tenía una 

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autonomía plena como entorno poblacional, separada de Sevilla por el Guadalquivir, factor que obligaba, en cierto modo, a una vida litúrgica muy particular dadas las dificultades para acceder a Sevilla. Para esta procesión se engalanan las calles con altares, colgaduras en los balcones y se esparce juncia y romero, al tiempo que los vecinos arrojan pétalos de flores cuando pasa la custodia. Aquí estamos hablando de una celebración eucarística netamente popular y multitudinaria, con rasgos muy diferenciados de otros barrios de la capital. En la procesión figuran niños vestidos de primera comunión, representaciones de las distintas hermandades de Triana, varias bandas de música y los pasos del Niño Jesús, San Juan Evangelista, la Inmaculada Concepción y la Custodia. La magnífica custodia trianera es obra barroca de Andrés Ossorio, terminada en 1726, es de planta octogonal, con dos cuerpos y un remate. Resulta particularmente fervoroso el regreso de la procesión por la calle Pureza, en la que se sitúan varios altares con unos rasgos muy propios de la identidad trianera. Se puede decir que representa una de las manifestaciones eucarísticas de más raigambre popular e imbricada en el sustrato más tradicional del barrio. Destaca también el Corpus de la Real Parroquia de Santa María Magdalena, aunque se presenta como procesión eucarística, con representaciones de hermandades de la feligresía, y los pasos del Dulce Nombre de Jesús, la Pura y Limpia Concepción y la Custodia. Ésta es un templete octogonal de tres cuerpos y un remate, iniciada por Cristóbal Sánchez de la Rosa en 1670 y terminada por Juan Laureano de Pina. Destaca este Corpus por su sobriedad, delicadeza y finas maneras. Algunas representaciones visten de chaqué. Desde la valoración de algunos especialistas en las formas artísticas heredadas de siglos pasados, el Corpus de la Magdalena representa una manifestación depurada del modelo de procesión eucarística, conectado con el siglo XIX y con determinados aspectos vinculados con la estética romántica, aunque ya muy evolucionada. La seriedad predomina en una procesión muy cuidada por la Hermandad Sacramental, a la que acuden las corporaciones que radican en la parroquia, con un calor muy especial prestado por las hermandades de penitencia y de gloria residentes en el mismo templo parroquial. La majestuosa entrada del Santísimo en la iglesia, se ve rematada por una verdadera lluvia de pétalos de flores que son esparcidos sobre la custodia desde las zonas altas del templo, 

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constituyendo un momento de culminación que es presenciado por la gran cantidad de fieles que se concentran en su interior. Se trata de uno de los instantes más emotivos y tal vez menos conocidos del culto eucarístico en Sevilla. En otras parroquias se celebra este día procesión con custodia. Entre ellas la de la Concepción Inmaculada de la Santísima Virgen María, cuya Hermandad Sacramental, fusionada en 1972 con la del Santísimo Cristo de la Sed, organiza una procesión sacramental por las calles de la feligresía que constituye una de las más nítidas muestras del culto y el fervor eucarístico en un barrio constituido por capas medias. Se engalanan las calles del recorrido, y de manera muy especial un conjunto de casas en las calles de las inmediaciones del tempo parroquial, caracterizadas por ser familiares. Cada familia exorna la fachada de su vivienda con colgaduras, guirnaldas, flores, imágenes y todo aquello que constituye el ajuar propio de un núcleo familiar de corte tradicional sevillano. Algunas casas están adornadas con verdaderas obras de la imaginación popular, llegando a contarse magníficos pequeños altares que son muy característicos de este entorno y que no se suelen repetir en otros barrios de la ciudad. El Santísimo procesiona en una custodia de factura reciente, tallada en madera y dorada, habiendo adquirido en los últimos años unas señas de identidad propias. En el barrio de San Bernardo tiene lugar, realizada por su hermandad, la procesión eucarística al anochecer, con su magnífica custodia, el día 14 de septiembre, festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, notándose igualmente las calles engalanadas y el montaje de pequeños altares callejeros, como muestra de lo efímero. El Santísimo, en la imponente custodia, procedente de la antigua Hermandad Sacramental, fusionada con la de penitencia, procesiona en el paso que penetra en el interior de la antigua Fábrica de Artillería, para desembocar a la avenida de Eduardo Dato y tomar seguidamente la embocadura de la calle San Bernardo -Ancha- y regresar a su templo. Acompaña la procesión una banda de música. Más que vespertina es, prácticamente, una procesión nocturna, con un nutrido acompañamiento de hermanos de luz. La vinculación de la Hermandad de San Bernardo con el Arma de Artillería se estrecha en actos de culto eucarístico externo como éste, al que acude un gran 

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número de antiguos vecinos que ya no habitan en el barrio y que identifican la procesión con vivencias muy queridas por ellos. Entre las muestras de culto interno eucarístico destacan las de algunas hermandades de penitencia y sacramentales que realizan procesiones claustrales muy notables. La Hermandad Sacramental de San Roque celebra un triduo eucarístico durante los tres días previos al Corpus, culminando el del miércoles con una solemne procesión claustral por el interior del templo. Participa la Hermandad, abriendo el cortejo los niños carráncanos, y un buen número de hermanos con hachetas acompañando al Santísimo bajo palio. El altar mayor se encuentra exornado al objeto con distintas piezas de orfebrería, a modo de bandejas, que ceden para ello hermanos y devotos. Como culto externo hoy desaparecido se encuentra el que realizaba la Archicofradía Sacramental de Pasión, que realizaba hasta los años sesenta del siglo XX una procesión eucarística en la que se acompañaba de una carroza, que era una berlina de gran gala donada a la Hermandad, a la que había llegado a través de los duques de Montpensier. Esta carroza había servido en la coronación de Luis Felipe de Orleans20 . La Hermandad hacía grandes esfuerzos por mantener la procesión, en la que figuraban servidores vestidos de lacayos a la federica. La carroza era tirada por caballos cedidos a tal objeto por el marqués del Contadero. El estado del carruaje, lo complicado de la organización de la procesión con estas características y otros factores, como la posible desvinculación entre las formas en sí y la nueva sociedad emergente en la década referida, dejaron atrás esta singular y majestuosa manifestación de culto eucarístico externo. La Hermandad, años más tarde, recuperó la procesión eucarística vespertina portando al Santísimo en la custodia sacramental sobre el paso de Nuestro Padre Jesús de la Pasión. En el cortejo figuraban los niños carráncanos, así como un apreciable número de hermanos y feligreses con chaqué, cerrándolo el palio de respeto tras el paso. En la actualidad no se celebra esta procesión.

20. Sobre la importancia en Sevilla de los duques de Montpensier, vid. ROS, C., El duque de Montpensier. La ambición de reinar, Editorial Castillejo, Sevilla, 2002, 2ª ed. 

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Como muestra de culto eucarístico interno cabe destacar el que celebra la Hermandad de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo. El día 23 de abril se celebra función por la festividad de San Jorge, en la iglesia de la Hermandad bajo dicha advocación. El día anterior se han celebrado vísperas, y el posterior solemne procesión claustral, nunca mejor dicho pues, partiendo de la iglesia, y con el Santísimo bajo palio, al que acompaña una nutrida representación de hermanos, discurre por el interior de patios y dependencias. En determinados lugares se han instalado pequeños altares configurados con imágenes y enseres de la Hermandad, en los que se detiene el cortejo y se realizan las correspondientes prescripciones litúrgicas. Acompaña la procesión un grupo de música coral, entonando cánticos eucarísticos. Al mismo tiempo, las mujeres y el resto de los acompañantes al Santísimo llevan cada uno un sencillo ramo de flores que la Hermandad dispone al efecto. Los altares se han situado en lugares simbólicos para la Hermandad, como en los rosales que plantara el Venerable Miguel Mañara, patios, etc. Se trata de una de las muestras de procesiones eucarísticas más desconocidas por los fieles sevillanos.



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La Custodia Procesional de la Hermandad Sacramental del Salvador José Roda Peña UNIVERSIDAD DE SEVILLA

Archicofradía Sacramental de Pasión

La Hermandad Sacramental de la antigua Colegiata del Salvador de Sevilla se erigió canónicamente en 1543, fusionándose en 1918 con la Cofradía penitencial de Nuestro Padre Jesús de la Pasión, establecida en el mismo templo desde 1868. La paternidad de su espléndida custodia procesional1 ya quedó desvelada en 1930, gracias a las noticias publicadas por Heliodoro Sancho Corbacho2 . Su autor fue el platero de mazonería Miguel Sánchez, vecino de la collación de Santa María, quien en 1598 ocupaba el cargo de veedor de los plateros sevillanos, con nombramiento de marcador por el Cabildo secular hispalense3 . En 1597 había sido Prioste de la Hermandad de San Eligio, y en 1609 fue reclamado por el Cabildo metropolitano para dar su parecer sobre la custodia de oro que habían ejecutado Lázaro Hernández Rincón y Valderrama4 ; al año siguiente, en 1610, sabemos que ejecutó por encargo de la Hermandad Sacramental de San Isidoro los varales del paso de la Virgen de las Nieves, así como las varas para el palio de respeto y las de los Oficiales de su mesa de gobierno5 . La documentación aportada por el citado investigador y la profesora María Jesús Sanz6 , junto a la que nosotros hemos hallado en el archivo de la corporación eucarística, aclara el dilatado y complejo proceso constructivo de esta custodia de asiento. La primera carta de pago la firma Miguel Sánchez el 5 de noviembre de 1612, «por quenta de lo que montare la plata y hechura de la custodia que estoy haziendo para la dicha cofradía», y asciende a un total de 16.953

1. Este texto representa la actualización del artículo que publicamos en 1995, con el mismo título, en la revista Laboratorio de Arte, nº 8, pp. 393-409. 2. SANCHO CORBACHO, Heliodoro: Contribución documental al estudio del Arte sevillano en «Documentos para la Historia del Arte en Andalucía». T. II. Sevilla, 1930, pp. 253-254; esta misma documentación vuelve a ser publicada como inédita por PERALES PIQUERES, Rosa María: «Nuevos datos sobre la custodia procesional de la Hermandad Sacramental del Salvador» en Homenaje al Profesor Hernández Díaz. Sevilla, 1982, pp. 527-529. Además, transcribió erróneamente el año de la carta de pago fechada el 5 de noviembre de 1612, transformándolo en 1621, con lo cual ofrece a lo largo de su artículo toda una serie de conclusiones erróneas acerca del proceso constructivo. 3. CRUZ VALDOVINOS, José Manuel: Catálogo de la Exposición Cinco siglos de platería sevillana. Sevilla, 1992, p. LXXXI. Dicho puesto también lo ejercía en 1613. 4. GESTOSO Y PEREZ, José: Ensayo para un diccionario de los artífices que florecieron en Sevilla desde el siglo XIII al XVIII, inclusive. T. II. Sevilla, 1900, p. 320. 5. ÁLVAREZ CASADO, Manuel: La Hermandad Sacramental de San Isidoro de Sevilla. 475 años de Historia y Arte. Sevilla, 2001, s.p. 6. SANZ SERRANO, María Jesús: La Orfebrería Sevillana del Barroco. Sevilla, 1976. T. I, pp. 188-190 y T. II, pp. 307-309; IDEM: «Otras procesiones del Corpus Christi en Sevilla» en Isidorianum, nº 3. Sevilla, 1993, pp. 167-169. 

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reales7 . La segunda, fechada el día 31 del mismo mes y año, aclara que las cantidades que se le iban entregando por parte del Alcalde Diego de Soto «son de la limosna que los hermanos de la dicha Cofradía an demandado de noche en la dicha collación de San Salvador»8 . El 4 de febrero de 1620, Miguel Sánchez acordó con la Hermandad modificar las condiciones del primitivo contrato. En efecto, los tres cuerpos con que debía contar la custodia, quedaron reducidos a dos con su correspondiente remate. Desde entonces, hasta la conclusión de la obra, estipulada para la festividad del Corpus Christi del año 1621, la cofradía habría de entregarle 400 ducados de vellón9 . Este plazo de terminación parece que se cumplió, según refleja la inscripción que se desarrolla en cuatro cartelas situadas en el pedestal de su primer cuerpo: «ESTA CUSTODIA MANDARON HACER LOS HERMANOS DE LA COFRADIA DEL SMO. SA/CRAMENTO DE LA IGLESIA DEL S. SAN SALBADOR I ES SUIA PROPRIA DE LA DI/CHA COFRADIA HECHA A SU COSTA I DE LOS HERMANOS DE ELLA AÑO 1621 SIENDO/ ALCALDES DIEGO DE SOTO I DIEGO DE LEON MAIORDOMO JUSEPE MARTINEZ». A continuación, ofrecemos una sintética relación de las cartas de pago que han podido localizarse, referidas a la intervención de Miguel Sánchez en la custodia, entre 1612 y 162110 : Fecha escritura 5-XI-1612 31-XI-1612 20-II-1613

Escribano Fernando de Sotomayor Franciso Albadán « «

Reales 16.953 1.100 1.036

7. SANCHO CORBACHO, Heliodoro: Contribución documental al estudio del Arte sevillano. Op. cit., pp. 253-254; (A)rchivo de la (Hermandad) (S)acramental de (P)asión de (S)evilla. Sección Sacramental. Leg. 77. Capilla Sacramental y Custodia. «Títulos de la custodia de plata que tiene la Cofradía del Santíssimo Sacramento de la Yglesia Collegial de Nro. Sr. S. Salvador de esta Ciudad. Visto este año de 1685», s.f. 8. Ibidem. 9. SANCHO CORBACHO, Heliodoro: Contribución documental al estudio del Arte sevillano. Op. cit., p. 254. 10. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 77. Capilla Sacramental y Custodia. «Títulos...». Op. cit., s.f.; la única carta de pago que no figura en tal documento es la fechada el 12 de febrero de 1620, que cita Sancho Corbacho en su Contribución documental al estudio del Arte sevillano. Op. cit., p. 254. 

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29-V-1613 29-VII-1613 1-X-1613 23-XII-1613 3-VII-1614 5-XII-1614 16-III-1616 12-II-1620 19-IV-1620 9-IX-1620 29-X-1620 29-VII-1621

« « « « « « « « « « Gaspar de León Francisco Albadán Bernabé de Baeza Rodrigo Abreso Francisco Albadán Alonso Rodríguez Francisco Albadán

1.100 1.200 1.200 940 1.000 1.000 1.000 1.100 2.200 1.100 1.300 1.500

Tal como puede comprobarse, los cobros se congelaron en 1615 y entre marzo de 1616 y febrero de 1620, períodos en los que quizás los trabajos también quedaron paralizados. A estas cartas de pago escrituradas públicamente, habrían de sumarse otros recibos por cantidades inferiores, igualmente signados por Miguel Sánchez a partir de 1620. Dos comprobantes de 50 reales cada uno se fechan, respectivamente, el 14 de junio y el 9 de septiembre de 1620; otro de 128 reales se firma el 27 de noviembre de ese mismo año, donde consta que los mismos se pagaron a «Gaspar de Vozmediano, platero de la bóveda de la custodia que me labró»11 ; el 2 de julio de 1621, Sánchez recibe a cuenta otros 126 reales, donados a la Hermandad por el platero Juan de la Peña; finalmente, quedan anotados, aun sin fechar, 24 reales, entregados «al que escrivió las tarxas»12 . Por tanto, las sumas totales entregadas anualmente a Miguel Sánchez fueron las siguientes:

11. VALDOVINOS, José Manuel: Catálogo de la Exposición Cinco Siglos de platería sevillana. Op. cit., pp. 70 y 101. Fue nombrado platero catedralicio en 1620; tres años más tarde, blanqueó y agregó un banco nuevo al segundo cuerpo de la custodia de Juan de Arfe. 12. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 77. Capilla Sacramental y Custodia. «Títulos...». Op. cit., s.f. 

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Año Reales 1612......................................................... 18.053 1613........................................................... 5.476 1614........................................................... 2.000 1616........................................................... 1.000 1620........................................................... 5.928 621............................................................. 1.650 Total 1612-1621 ............................................... 34.107 Una de las cláusulas de la escritura de concierto establecía que, concluida la obra de la custodia, ambas partes -platero y Hermandad- nombrarían tasadores, con el fin de que se entregaran al orfebre cien reales por cada marco de su hechura. Dichos tasadores elogiaron la espléndida pieza recién finalizada, decidiendo que la corporación había de pagar 11.848 reales a Miguel Sánchez. Como la Hermandad no podía hacer frente a tan cuantioso dispendio, el platero interpuso pleito contra los bienes de aquélla. Tras una serie de deliberaciones, la cantidad se vio reducida a 8.900 reales, de los cuales 2.110 se obtuvieron de limosnas de los cofrades, mientras que los 6.790 restantes los prestó la benefactora Dª María de Comas. Este préstamo le fue devuelto entre el 28 de octubre de 1626 y el 5 de febrero de 1631, fecha en la que la custodia procesional quedó totalmente sufragada. Su coste total ascendió a 43.007 reales13 . A partir de entonces se han sucedido una serie de reformas y restauraciones que fueron alterando la primigenia fisonomía manierista de esta pieza príncipe de la orfebrería sevillana del primer cuarto del siglo XVII. En 1633 consta un descargo de 85,5 reales por la plata y hechura del remate que se le hizo a la custodia. Se trata de la cruz que coronaba el pequeño templete superior, en cuyo interior se aloja una campanilla14 . Esta novedad aparece reflejada por primera vez en el inventario de 1646, cuando se anota

13. Ibidem. 14. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 28. Libro 1º de Cuentas 1627-1691. Data de 1633, f. 37r. 

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«una custodia con treynta y dos colunas de plata y diez y seis remates mayores y menores de plata con cruz al remate»15 . Posteriormente, según veremos, dicha cruz fue sustituida por la escultura de la Fe. En 1652, el platero Pedro de Valenzuela ejecuta el arca eucarística, que se colocaba en el interior del primer cuerpo de la custodia, en el Monumento del Jueves Santo. La suma de 1.300 reales se le abonó en tres plazos16 . Este arca, que reemplazó a una primitiva urna de madera, fue sustituida a su vez por un «sepulcro» labrado en 1668 por Juan Birto del Pinar17 , descrito en el inventario de 1678 como «un sepulcro de plata sincelado que tiene ensima tres cruzes con sus montesitos, todo de plata»18 . Esta pieza no ha llegado hasta nosotros. Ese mismo año de 1668, el propio Juan Birto se encargó de realizar un pedestal para la custodia, por cuya labor percibió 4.973 reales19 . Dicho pie fue desbaratado en 1684, a fin de ejecutar con su plata una media luna para la imagen concepcionista de Nuestra Señora del Voto, cotitular de la Sacramental del Salvador20 . Entre 1670 y 1672 se enriqueció la iconografía de la custodia con la adición de ocho angelitos fundidos en plata; sabemos que por cuatro de ellos se pagaron 1.185 reales y tres cuartillos de vellón, sin que figure en la documentación el nombre del artífice21 . Estos ángeles fueron retirados de su primitivo emplazamiento por el orfebre Cayetano González, quien en 1943 los incorpo-

15. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 2. Libro 1º de Acuerdos 1630-1644. Inventario 21-enero-1646, f. 70v. 16. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 46. Mayordomía 1650-1700. Cuentas de 1652. Recibo de 400 reales, firmado por Pedro de Valenzuela el 14 de abril de 1652 «por quenta del arca que he hecho para la dicha Cofradía»; un nuevo recibo de 600 reales data del 9 de agosto de 1652, mientras que el último, de 300 reales, no está fechado. 17. Ibidem. Cuentas de 1668. El 26 de octubre de 1668 Juan Birto del Pinar declara haber recibido del Mayordomo de la Sacramental «nobenta y dos marcos menos media onza de plata para la obra que e de aser del banco de la custodia y el sepulcro y Ebangelistas y otras cosas, y está consertado la urnia y sepulcro a tres pesos de hechura cada marco». 18. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 1. Inventarios. «Libro de imbentarios de la Cofradía del SSmo. Sacramento de la Yglesia Colegial. Año de 1678». Inventario 5-enero-1678, f. 2r. 19. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 3. Libro 2º de Acuerdos 1644-1694. Cabildo Ordinario 21-octubre-1668, f. 75v. Se acuerda realizar un pedestal que habría de anadírsele a la custodia, así como el ya aludido sepulcro de plata; Leg. 28. Libro 1º de Cuentas 1627-1691. Cuentas de 1668, fs. 207v-208r. 20. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 3. Libro 2º de Acuerdos 1644-1694. Cabildo Ordinario 26-febrero-1684, f. 170r; RODA PEÑA, José: «La devoción inmaculista en la Hermandad Sacramental de la Colegial de San Salvador de Sevilla. Aspectos histórico-artísticos» en Actas del I Congreso Internacional sobre la Orden Concepcionista. V. II. León, 1990, pp. 97-101. Se trata de una efigie de candelero para vestir, obra anónima sevillana fechada en 1654. 21. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 28. Libro 1º de Cuentas 1627-1691. Cuentas de 1670-1672, f. 213r. 

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ró a los faroles angulares y capillas frontal y trasera de las argénteas andas procesionales de Nuestro Padre Jesús de la Pasión. En 1992, con motivo de la última restauración de la custodia por Orfebrería Villarreal, se han recuperado cuatro originales, siendo colocados en la cornisa del segundo cuerpo de la custodia, existiendo el proyecto de reintegrar en el conjunto los restantes, sustituyéndolos en el paso por copias en plata de ley22 . La primera mención que hemos hallado sobre la escultura en madera policromada del Cristo atado a la columna, que se ubica en el interior del segundo cuerpo de la custodia, data de 1676, cuando se abonan 55 reales por «aderezar la hechura del Sto. Xpto. amarrado a la columna que se pone en el monumento, de encarnarlo y doralle la peana»23 . Esta imagen (mide 48 cms. de alto con la peana y 37 cms. sin ella) puede fecharse en el primer cuarto del siglo XVII24 . La efigie se muestra erguida, formando sus manos y muñecas un solo bloque con el fuste de la columna toscana que se levanta a su izquierda. El peso del cuerpo recae sobre la pierna derecha, al par que la izquierda queda exonerada. Fue restaurada en 1991 por el Taller Isbilia, recuperando así el estofado original del sudario y de la columna; dicha labor importó 84.000 pesetas. En origen, su cabeza ostentó potencias de plata, hoy perdidas25 . El inventario de bienes de 1678 nos aclara que la custodia contaba asimismo con «quatro pirámides de plata... como de una sesma de alto»26 , las cuales, de claro signo escurialense, fueron deshechas en 1687 para «hazer el visso»27 . Quizás por influencia del Cabildo catedralicio, que había ordenado sustituir en 1668 el primitivo grupo de la Fe de la custodia de Juan de Arfe por una

22. RODA PEÑA, José: «Paso de Nuestro Padre Jesús de la Pasión» en Catálogo de la Exposición La Pasión. Sevilla, 1992, s.p. 23. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 28. Libro 1º de Cuentas 1627-1691. Cuentas de 1676, f. 239v. 24. Una escultura prácticamente idéntica a la que analizamos, pero de un formato algo mayor (mide 82,5 cms. de alto), se localiza en la antesacristía del Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, en Sanlúcar de Barrameda. El profesor Cruz Isidoro lo identifica con el que talló en 1605 el escultor Francisco de la Gándara para el VII Duque de Medina Sidonia D. Alonso Pérez de Guzmán. CRUZ ISIDORO, Fernando: El Santuario de Ntra. Sra. de la Caridad, de Sanlúcar de Barrameda. Estudio histórico-artístico. Córdoba, 1997, p. 278. Del mismo autor: «Francisco de la Gándara Hermosa de Acevedo, un escultor de principios del XVII» en Laboratorio de Arte, nº 14. Sevilla, 2001, pp. 36-37. 25. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 1. Inventarios. «Libro de imbentarios...». Inventario 5-enero-1678, f. 2r. 26. Ibidem. 27. Ibid. Inventario de 1687, f. 14. 

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imagen de la Inmaculada, obra de Juan de Segura28 , la Hermandad Sacramental del Salvador acordó en 1684 incluir también en el primer cuerpo de su custodia una efigie concepcionista de plata. Consta que llegó a ejecutarse un modelo en terracota, pero nunca llegó a plasmarse en el preciado metal29 . En 1687, parece que se reformaron los arcos de medio punto del primer cuerpo de la custodia. La plata costó 4.440 reales, mientras que la mano de obra del carpintero ascendió a 112 reales, y la del platero a 1.320 reales30 . Todo ello se relaciona adecuadamente con la decoración vegetal de carácter carnoso y turgente que muestran las enjutas exteriores de los aludidos arcos, propia del pleno momento barroco. Pocos años después, en 1691, se decide enriquecer con perlas el viril de la custodia, así como sustituir el remate de la cruz por una escultura fundida en plata de la Fe, que desde entonces asienta sobre el templete que cobija la campanilla31 . Al año siguiente, se estrenará una parihuela para esta custodia, utilizada en las procesiones de Corpus por las calles de la collación, que contaba con un rótulo que decía: «SOY DE LA ARCHICOFRADIA DEL SANTISIMO SACRAMENTO, ZITA EN LA YGLESIA COLLEXIAL DE NUESTRO SEÑOR SAN SALVADOR. AÑO DE MILL SEISCIENTOS Y NOVENTA Y DOS»32 . En 1693 culminarán las reformas acometidas durante el siglo XVII en la custodia procesional, con una serie de actuaciones que, al igual que las que acabamos de reseñar, estuvieron encaminadas a barroquizar su primitiva estructura, imbuida de un poderoso aliento clasicista.

28. SANZ SERRANO, María Jesús: La Orfebrería Sevillana del Barroco. T. I. Op. cit., p. 159. 29. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 3. Libro 2º de Acuerdos 1644-1694. Cabildo Ordinario 26-febrero-1684, f. 170r. 30. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 28. Libro 1º de Cuentas 1627-1691. Cuentas de 1687, f. 326r. «De la forma que se gastaron los cinco mill y ochocientos y nobenta y seis reales de vellón en la custodia: Pesaron los arcos 37 marcos que hazen 296 pesos, que reduzidos a vellón hazen 4.440 reales; al platero, por la hechura de dicha obra, a quarenta reales de vellón por cada marco, 1320 reales; al escultor por hazer los arcos de madera y la puso, 112 reales; de aliñar los arcos de plata, 24 reales». 31. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 3. Libro 2º de Acuerdos 1644-1694. Cabildo Ordinario 4-enero-1691, f. 284v; Leg. 1. Inventarios. «Libro de imbentarios...». Inventario 1-enero-1697, f. 21v. «...y es declarazión que la Cruz que tenía la custodia se desbarató para hazer la fee». 32. (A)rchivo (G)eneral del (A)rzobispado de (S)evilla. Sección Hermandades. Leg. 19. Autos sobre la utilización del título de Archicofradía. Año 1733, f. 49r. 

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Esplendor Eucarístico

Entre enero y mayo de 1693 el maestro platero Diego Gallegos realizó ocho jarritas de plata para la custodia, cada una de las cuales pesó 12 onzas. Al término de su ejecución, recibió la suma de 2.151 reales33 . Al respecto, conviene señalar que Diego Gallegos ingresó como cofrade de la Sacramental del Salvador el 30 de marzo de 1684, en unión de su esposa Inés Suárez de la Rosa34 . Tenemos documentados hasta 1725 diversos trabajos suyos de escasa consideración, acometidos por encargo de la Hermandad, junto a otros de mayor envergadura, como la labra en 1704 de la desaparecida peana de Nuestra Señora del Voto, por la que cobró 7.035 reales35 . El año de su óbito, que hasta ahora era desconocido, lo podemos fijar en 173436 . Volviendo a las ocho jarritas, éstas miden 13 cms. de alto; presentan una peana circular, cuerpo piriforme invertido y dos asas laterales en forma de volutas caladas. La decoración se realiza a base de flores y tallos, cuyos perfiles se matizan con punteado. En origen, estas jarras se enriquecieron con ramilletes florales de seda; ya en la primera mitad del siglo XIX, a cuatro de ellas se les acoplaron unos argénteos ramos de diez flores cada uno, procedentes de la peana de Nuestra Señora del Voto37 . Allí pueden distinguirse claveles, rosas y margaritas, coronándose los conos por una azucena.

33. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 46. Mayordomía 1650-1700. Cuentas de 1693. «En 22 de henero de 1693 le entregué al Sr. Diego Gallegos, maestro platero, 126 onzas de plata para hazer 8 harras para la custodia y ha de pesar cada una doze onzas, y está ajustado la hechura del marco a tres pessos a toda costa. En 2 de mayo de 1693 años reciví las 8 harras y las pagué... 2.151 reales». 34. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 59. Solicitudes de ingreso hasta 1695. 35. Hemos localizado los siguientes recibos, referentes a trabajos realizados por Diego Gallegos: -1685: por la hechura de dos varas para los Alcaldes, 360 reales. -1699: por el arreglo de diferentes piezas, 137 reales. -1703: por aderezar diversas piezas de plata, 31 reales. -1704: por blanquear la plata, 40 reales; por aliñar un escudo viejo, 7,5 reales; por la peana de la Virgen del Voto, 7.035 reales. -1708: por aliños y blanqueo de plata, 171 reales. -1725: por arreglar la peana y limpieza de plata, 100 reales. 36. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 48. Mayordomía 1716-1735. Cuentas de 1734. «20 reales del entierro de Diego Gallegos». 37. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 1. Inventarios. «Libro de imbentarios...». Inventario 1-enero-1697, f. 21r. «Yten ocho jarras de plata para dicha custodia con sus ocho ramos de seda»; Ibidem. «Ymbentario de las halajas de la Archicofradía del Santísimo Sacramento, sita en la Yglesia Colegial de Nuestro Señor San Salvador desta ciudad de Sevilla. Año de 1723». Inventario 21-diciembre-1723, f. 30. «Quatro ramos de plata que sirven sobre las quatro cartelas de la tarima de Nuestra Señora. Pesan cinquenta y dos onzas en 1 de marzo de 1768»; Ibid. Inventario 25-julio-1847. «Cuatro jarras chicas de plata con ramos de id.; cuatro jarras chicas sin ramos». 

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Archicofradía Sacramental de Pasión

El 20 de febrero del referido año 1693, el maestro ensamblador y escultor Antonio de Quirós (1663-1721)38 concierta por 600 reales la hechura de unas «cartelas y cartelones» para la «urna» o paso de la custodia, así como ocho columnas salomónicas en madera plateada, cuya misión era otorgar el apetecido efecto barroquizante39 . Cuatro se colocaron en el primer cuerpo, mientras las restantes, de menores proporciones, se instalaron en el segundo. A nuestro juicio, dichas columnas fueron retiradas de su emplazamiento en la reforma neoclásica de 1821. También deben pertenecer a la producción de Antonio de Quirós las figuras en terracota de los cuatro Evangelistas, destinados a los ángulos del banquillo del primer cuerpo de la custodia. Aunque su estado de conservación es muy deficiente, con desgastes acentuados en su modelado, aún permanecen restos de su estofado en plata. Por cierto, sabemos que el 26 de junio de 1693 Mateo Parrilla concertó por 650 reales el plateado de todas las piezas de la custodia que no eran de dicho metal40 . Estos Evangelistas -miden 29 cms. de alto- quedan imbuidos de un vigoroso dinamismo, especialmente patente en el vuelo de sus indumentarias, propio de la escultura sevillana de la segunda mitad del siglo XVII. Las efigies, representadas en actitud de escribir, se acompañan de sus respectivos símbolos parlantes; en su día contaron con diademas y plumas en plata, hoy perdidas. En los inventarios figuran como «modelos», lo cual quizás indique que la primera intención, nunca llevada a feliz término, sería convertirlos con posterioridad en esculturas de plata41 .

38. GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel y RODA PEÑA, José: Imaginería procesional de la Semana Santa de Sevilla. Sevilla, 1992, p. 120. Dicho año, junto a su esposa Josefa García, fueron recibidos como cofrades de la Sacramental del Salvador. 39. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 46. Mayordomía 1650-1700. Cuentas de 1693. «Digo yo, Antonio de Quirós, que tengo ajustado con el Sr. D. Juan Francisco Freire, Diputado de la Cofradía del Santísimo Sacramento, cita en la Collegial de Nuestro Sr. San Salvador, el echar cartelas y cartelones a la urna y hazer ocho colunas salomónicas, y hazer todos los banquillos de ellas tallados. Y el aliño que toda la custodia nesecitare en seiscientos reales de vellón, y por quenta de ellos tengo resevidos trezientos y por lo que a cada uno toca lo firmamos en Sevilla, en 20 de febrero de 1693. Juan Francisco Freire y Antonio de Quirós (rúbricas)». 40. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 77. Capilla Sacramental y Custodia. «Títulos de la custodia de plata...». «Digo yo Matheo Parrilla que tengo ajustados con Juan Francisco Freire, diputado de la obra de la custodia de la cofradía del Santíssimo Sacramento, cita en la Collegial de Nuestro Señor San Salvador, que e de platear todas las piesas que son pertenecientes a la custodia, que no son de plata, en presio de seiscientos y cinquenta reales de vellón, y cada uno por lo que le toca lo firmamos en Sevilla en 26 de junio de 1693 años. Matheo Parrilla y Juan Francisco Freire (rúbricas)». 41. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 1. Inventarios. «Libro de imbentarios...». Inventario 1-enero-1697, f. 21r-v. «Más quatro cartelas grandes y los ánjeles y ebanjelistas y ymagen de Nuestra Señora de la Conzepzión, que se hicieron para modelos»; «Yten quatro diademas de plata y quatro plumas de los ebanjelistas». 

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Esplendor Eucarístico

Para finalizar con este apartado de reformas seiscentistas, anotaremos que en marzo de 1693 se ajustó con el platero Pedro Bernardo el cincelado de la nueva peana de la custodia, al par que Diego Gallegos se encargaría de su repujado, hasta bruñirla, «sin obligazión de zinzel»42 . Dicha peana, que se encontraba sumamente deteriorada, también fue restaurada en 1992 por Orfebrería Villarreal. La carnosa decoración vegetal que cubre sus cuatro caras proclama la filiación barroca de este espléndido escabel, lo cual ya fue puesto de manifiesto por María Jesús Sanz43 . Durante el Setecientos, únicamente se registran los usuales «blanqueos» o limpiezas de la custodia, como las efectuadas en 1766 por José Alexandre -quien además consolidó las maderas de su estructura interna- y en 1768 por José Carmona44 . Traspasados los umbrales del siglo XIX, la Sacramental del Salvador se planteó la necesidad de restaurar su custodia procesional, en vista de los numerosos daños y desperfectos que mostraba. En un Cabildo celebrado el 18 de julio de 1819 se informa que el coste de dicha intervención oscilaría entre los nueve y los diez mil reales, estando algunos devotos dispuestos a sufragarlos en parte con sus limosnas; además, había cierta cantidad de plata inutilizada,

42. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 77. Capilla Sacramental y Custodia. «Títulos de la custodia de plata...». «Digo yo Pedro Bernardo, maestro platero, que tengo ajustado con el Sr. Juan Francisco Freire, diputado de la Cofradía del Santíssimo Sacramento, cita en la Yglesia Collegial de Nuestro Señor San Salvador, que tengo ajustado el sincelar el marco de plata de lo que pesaren las chapas que fueren cinseladas según y como la que tiene la tarja de un cordero con el Libro de los Siete Sellos, con la misma ordenança, y aunque las demás chapas eceto las quatro del bosel an de ir con tarjas y las demás no las an de llevar sino tan solamente la ordenança que tiene la tarja referida del cordero a los dos lados, y aunque sea mejor de lo fabricado, no pueda pedir más que catorse reales de plata de pessos escudos por cada un marco de lo que sinselare en dichas chapas, porque aunque valga más, dixo que lo hazía de limosna y no a de ser más inferior que lo que está executado en dicha chapa, porque en este caso no sirve este contrato. Y con las condiziones referidas, yo Juan Francisco Freire aseto el dicho contrato en nombre de la dicha cofradía, como su diputado, y por lo que a cada uno toca lo firmamos de nuestros nombres en Sevilla, en quatro días de março de mil y seiscientos y nobenta y tres años. Pedro Bernardo y Joan Francisco Freire (rúbricas)». «Digo yo Diego Gallegos, maestro de platero, que tengo echo ajuste con Juan Francisco Freire, diputado de la Archicofradía del Santíssimo Sacramento, citta en la Collegial de Nuestro Señor San Salvador, la echura de los marcos de plata que se hizieron nuebos para la custodia que dicha Cofradía tiene en quinse reales de plata de escudos cada marco, por lo que toca a mi trabajo y ajuste de ellas hasta bruñillo, sin obligazión de zinzel, todo lo que se hiziere en la urna o banco de la dicha custodia hasta acavarla, y lo firmamos por lo que a cada uno toca en Sevilla en 15 de março de mil y seiscientos y nobenta y tres. Diego Gallegos y Joan Francisco Freire (rúbricas)». 43. SANZ SERRANO, María Jesús: La Orfebrería Sevillana del Barroco. T. I. Op. cit., p. 189. 44. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 50. Mayordomía 1761-1775. Cuentas de 1768, recibo nº 27. Lo firmó José Carmona el 22 de julio de 1768 por 48 reales; Leg. 51. Mayordomía 1776-1790. Cuentas de 1776. Recibo de 300 reales, firmado el 12 de junio de 1776 por José Alexandre. 

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Archicofradía Sacramental de Pasión

que podría aprovecharse para dicho fin45 . La deseada reparación se llevó a cabo en 1821, de mano de uno de los plateros más prolíficos de la urbe hispalense. Nos referimos a Miguel Palomino y Sánchez, quien recibió al finalizar su labor un total de 5.675 reales. En primer lugar, enriqueció la peana con cuatro esquinas de plata, que sustituyeron a las que existían de hojalata; asimismo, añadió algunos fragmentos en su frente y en toda la escocia, así como doce sobrepuestos para cubrir las uniones. La reforma de mayor envergadura la acometió en el primer cuerpo de la custodia, quedando signado por elementos decorativos propios de la estética neoclásica practicada por Palomino46 . Probablemente, se retiraron entonces las columnas salomónicas de madera plateada, opuestas a los criterios academicistas empleados en esta restauración, que dejó grabada su memoria en una inscripción ubicada en la base del aludido primer cuerpo: «ESTA CUSTO/DIA SE RRENO/BO EN EL A/ÑO DE/ 1821». Entre 1989 y 1992 se llevó a cabo la restauración integral de la custodia procesional en los talleres de Orfebrería Villarreal. Primó en todo momento un criterio de conservación, con un absoluto respeto hacia la obra original. El presupuesto de dicha actuación se elevó a 3.893.046 pesetas47 .

45. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 6. Libro 5º de Acuerdos 1741-1826. Cabildo Ordinario 18-julio-1819, f. 373v. 46. A.H.S.P.S. Sección Sacramental. Leg. 77. Capilla Sacramental y Custodia. Expte. 77.2. «Cuenta y razón de la composición que e echo en la custodia de plata de la Hermandad Sacramental en la insigne Colegial del Salvador, con expresión de las piezas nuevas que se an echo a la tarima, plata que an entrado en ellas y costo de trabajo, asimismo con separación y por el mismo orden los cuerpos de la custodia, para la mayor inteligencia: Primeramente, se compuso la tarima de dicha custodia a la que se le pusieron cuatro esquinas, puesto que las que tenía eran de oja de lata; cuatro pedasos en los frontes; dose soprepuestos para cubrir las uniones; todo el banquillo nuevo y seis pedasos en la escocia; en todas estas piesas nuevas an entrado de plata sesenta y quatro onzas y 12 adarmes a 20 reales...1.295 reales. Ymportó todo este trabajo 1.200 reales. Costó varias piesas de madera que se compusieron 70 reales. Rasón de los cuerpos de la custodia. Se le an echado los cuatro vanquillos de las colunas nuevos, cuatro cabesas de Angeles, ocho perillas y los cuatro pedestales; an entrado en todas estas piesas setenta y sinco onzas y 12 adarmes de plata a 20 reales...1.510 reales. An ymportado las echuras de todo el trabajo de dicha custodia, y algunas piesas que se governaron en la madera, 1.380 reales. Que unidas todas las partidas de aumento de plata y trabajo, ymporta todo 5.455 reales. Dicho ymporte de gasto de trabajo y aumento de plata lo e rrecivido del Señor Don Manuel Ojeda, Consiliario de dicha Hermandad Sacramental, y para que conste en todo tiempo y donde combenga, doi éste firmado. Sevilla y mayo 20 de 1821. Miguel Palomino y Sánchez (rúbrica)». «Además my a dado por platear el banquillo debajo de la tarima, 130 reales; asimismo por platear los cuatro Ebangelistas, yevó el dorador noventa reales. Total, 5.675 reales. Miguel Palomino y Sánchez (rúbrica)». 47. «Conservación, restauración e incremento del patrimonio material de la Hermandad (mayo 1988-mayo 1992)» en Boletín de la Archicofradía Sacramental de Pasión. Sevilla, mayo de 1992, p. 7. 

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Esplendor Eucarístico

La única custodia de asiento que se conserva en la capital hispalense fechada en la primera mitad del siglo XVII es la de la Hermandad Sacramental del Salvador48 . Su estética manierista la comparte con otros ejemplares andaluces seiscentistas, tales como las custodias de las iglesias de Nuestra Señora de la Asunción en Cabra (Pedro Sánchez de Luque, 1626), Santa María en Arcos de la Frontera (Antonio Carrillo, 1645) y Nuestra Señora de la Asunción en Santaella (Antonio de Alcántara, 1656)49 . A pesar de todas las reformas sufridas a lo largo de su centenaria historia, su aspecto actual conserva la pureza de líneas arquitectónicas, sobriedad de diseño y austeridad iconográfica que caracterizan la producción del Manierismo, en lo que a platería se refiere50 . La custodia (cuyas medidas son 2,55 ms. de alto sin la peana y 2,89 ms. con ella) descansa sobre la peana que labraran Pedro Bernardo y Diego Gallegos en 1693. Esta última presenta una planta cuadrada y achaflanada (mide 1,30 ms. de lado x 0,34 m. de alto); parte de una moldura recta y lisa, seguida de otra convexa adornada con gallones y hojas alternadas, colocadas ambas por Villarreal, que labró la siguiente inscripción: «RESTAURADA POR ORFEBRERIA VILLARREAL AÑO 1992». Seguidamente se disponen una profunda escocia y un toro, recorridos verticalmente por ocho tiras sobrepuestas que cubren las uniones, asimismo repujadas por Villarreal. Toda la peana muestra una turgente y abigarrada decoración a base de flores y tallos vegetales de gran resalte. Las cuatro caras quedan centradas por cartelas con asuntos eucarísticos, a saber: el Ave Fénix, el Cordero apocalíptico sobre el Libro de los Siete Sellos, el León de Judá y el Arca de Noé. Este escabel remata en una nueva moldura lisa de Villarreal que sirve de enlace con la base de la custodia.

48. SANZ SERRANO, María Jesús: La Orfebrería Sevillana del Barroco. T. I. Op. cit., p. 188. 49. HERNMARCK, Carl: Custodias procesionales en España. Madrid, 1987, pp. 222-227. 50. SANZ SERRANO, María Jesús: La Orfebrería Sevillana del Barroco. T. I. Op. cit., pp. 188-190 y T. II. Op. cit., pp. 307-309; HERNMARCK, Carl: Custodias procesionales en España. Op. cit., pp. 220-221; RODA PEÑA, José: Hermandades Sacramentales de Sevilla. Una aproximación a su estudio. Sevilla, 1996, p. 186. Recientemente, se ha expuesto en cuatro ocasiones: Los Tesoros. Sevilla, Caja San Fernando, 1992, s.p. O.101; Restauración y Conservación del Patrimonio de las Hermandades. Sevilla, Caja San Fernando, 1993, s.p. Hermandades y Religiosidad popular en Sevilla. Sevilla, Parroquia del Divino Salvador, 1999, pp. 34-35; y Corpus Christi. Fiestas del Corpus en Sevilla: el valor de lo efímero. Sevilla, Hospital de la Santa Caridad, 2004, pp. 28-29. 

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Archicofradía Sacramental de Pasión

El primer cuerpo de la custodia tiene planta cuadrada con salientes radiales rectangulares (mide 0,80 m. de lado x 0,99 m. de alto). Cada una de las caras del banco tiene una molduración tripartita, con sendas tarjas apaisadas en el centro, conteniendo la leyenda ya transcrita sobre la propiedad y fecha de terminación de la custodia, flanqueadas por rectángulos con decoración protobarroca a base de cintas planas, tallos y cabezas de querubes. Los referidos salientes angulares se ornan en sus frentes con los símbolos del Tetramorfos: águila y ángel en la delatera, toro y león en la trasera; sobre dichos salientes se colocarían las ya analizadas esculturas de los Evangelistas, aunque a veces también se han situado allí cuatro de las jarritas con los ramos de plata, obras de Diego Gallegos en 1693. Este cuerpo cuenta con 16 columnas de orden jónico, cuatro en cada esquina, que se disponen pareadas en ángulo recto. Sus dos tercios superiores se hallan estriados, mientras que el inferior se adorna con pámpanos, espigas y grutescos. Dichas columnas soportan cuatro arcos de medio punto y otros tantos vanos ovales. En el entablamento superior se aprecian otros cuatro salientes, donde encajarían las columnas salomónicas que se retiraron en la restauración de 1821. De hecho, todo el primer cuerpo muestra las huellas de esta labor, emprendida como sabemos por Miguel Palomino; el friso de hojas de laurel y la técnica de ejecución de las columnas nos remiten a la poética neoclásica practicada por dicho autor. La bóveda interior de este cuerpo, en el que se cobija el ostensorio, es rebajada y está dividida por ocho plementos, cada uno de los cuales se decora con cartones recortados formando «ces», espigas, racimos de uvas, veneras, pájaros y el pelícano eucarístico. El segundo cuerpo se conserva prácticamente en su prístino estado, por lo que respecta a sus elementos estructurales y decorativos (mide 0,615 m. de lado x 1,56 ms. de alto, incluyendo la cúpula y remate). Repite la misma planta del cuerpo inferior, con friso corrido en el banco, ornado con cintas y tallos vegetales, flores, pámpanos, aves, etc.; en el centro de las cuatro caras se inscriben cartelas, rodeadas por un contario y flanqueadas por dos pájaros. En alzado sustituirá las 16 columnas jónicas por otras tantas corintias, con sus fustes completamente cubiertos de cintas planas, tornapuntas en «ces» y «eses», óvalos, gallones, cabezas de querubines, tarjas y ramos de uvas y frutales. En las enjutas exteriores 

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Esplendor Eucarístico

de los arcos de medio punto hay relieves con ángeles mancebos que tañen instrumentos musicales: lira, órganos portátiles, laúd, arpa, sacabuche, guitarra y pífano. Este cuerpo, que aloja en su interior la escultura barroca del Cristo atado a la columna, se cubre con cúpula de media naranja, rebajada al interior. Dicho intradós también se divide en ocho plementos, que convergen en un florón central; los cuatro de superficie menor llevan óvalos con la siguiente inscripción: 1. «ESTA/ CUSTODIA/ SE RESTAURO/ EN SU/ TOTALIDAD» 2. »EN EL/ TALLER DE/ ORFEBRERIA/ VILLARREAL/ EL AÑO/ 1992" 3. »SIENDO/ HERMANO/ MAYOR/ D. FRANCISCO/ NAVARRO/ SANCHEZ/ DEL CAMPO» 4. »Y/ MAYORDOMO/ SACRAMENTAL/ D. CARLOS/ MURUBE/ SALVATIERRA»51 . Los plementos mayores carecen de ornamentación figurada, presentando el consabido repertorio de cintas y tallos vegetales de cierto relieve. El volado entablamento también presenta los salientes esquineros que indican la posición ocupada antaño por las cuatro columnas salomónicas superiores. Por encima corre lo que pudiéramos identificar con el tambor de la cúpula, con otros nuevos salientes en los que se han instalado los cuatro angelillos fundidos en plata, datados entre 1670 y 1672, que aunque en origen pudieron ser turiferarios, hoy han perdido sus incensarios (miden 11 cms. de alto sin peana). El casquete semiesférico de la cúpula queda dividido en ocho segmentos por nervios que reposan sobre plintos. En su decoración aparecen gallones y puntas de diamantes, «ces» afrontadas, tarjas con óvalos, cartones recortados, etc. La custodia se corona con un templete, a manera de edículo con vanos adintelados, en cuyo interior se aloja una campana. Sobre la pequeña cúpula peraltada del mismo apea la escultura cimera de la Fe (mide 30 cms. de alto sin peana). Su composición abierta, dinámica actitud e indumentaria de violento drapeado, confirman su datación en 1691. Se representa según la iconografía tradicional: coronada, ojos vendados, alzando el cáliz-ostensorio en la mano derecha y portando una banderola en la siniestra, cuya vara es una cruz arbórea. 51. Se produjo una pequeña errata en la inscripción, ya que el segundo apellido del entonces Mayordomo Sacramental era «Salvatella» y no «Salvatierra». 

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CATÁLOGO

Fichas Catalográficas José Roda Peña

Archicofradía Sacramental de Pasión

Libro primitivo de Regla. Témpera sobre pergamino. 0,21 x 0,15 m. Obra anónima sevillana. 1543.

Portada del Libro 4º de Acuerdos. Témpera y grabado coloreado (c. 1688) sobre papel. 0,34 x 0,23 m. Obra anónima sevillana. 1712. 

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Esplendor Eucarístico

Libro de Reglas de 1726. Témpera sobre pergamino. 0,23 x 0,17 m. Pedro Niño de Guzmán. 1727.

Portada del Libro 5º de Acuerdos. Témpera y grabado coloreado (c. 1688) sobre papel. 0,34 x 0,245 m. Obra anónima sevillana. 1740. 

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Archicofradía Sacramental de Pasión

Voto en defensa del misterio concepcionista. Plancha de cobre y grabado en talla dulce sobre seda. 0,16 x 0,135 m. Obra anónima romana. 1688.



59 

Esplendor Eucarístico

Escudo de la Hermandad Sacramental. Plancha de cobre. 0,16 x 0,13 m. Pablo Adrián López. Hacia 1688.

Libro de Reglas de 1805. Témpera sobre pergamino. 0,28 x 0,20 m. José María Pardo. 1805. 

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Archicofradía Sacramental de Pasión

Niño Jesús. Escultura en madera policromada. 0,78 m. Obra anónima sevillana. Hacia 1632.

Inmaculada Concepción. Escultura de marfil en su color, con restos de policromía. 0,285 m. Obra anónima indoportuguesa. Segunda mitad del siglo XVIII. 

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Esplendor Eucarístico

Custodia procesional. Plata en su color. 2,55 m. Miguel Sánchez. 1612-1621.

Peana de la custodia procesional. Plata en su color. 0,34 m. Pedro Bernardo y Diego Gallegos. 1693.



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Archicofradía Sacramental de Pasión

Escribanía (campanilla, tintero y salvadera). Plata en su color. 0,15 y 0,5 m. Diego Gallegos. 1682.

Copa de agua para comunión. Plata en su color. 0,19 m. Obra anónima sevillana. 1684. 

63 

Esplendor Eucarístico

Corona de la Virgen del Voto. Plata sobredorada y pedrería falsa. 0,47 m. Obra anónima sevillana. 1689.

Portaviático. Oro y plata en su color. 0,15 m. Obra anónima sevillana. Año 1725. 

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Archicofradía Sacramental de Pasión

Potencias y corona de espinas del Cristo de la Humildad y Paciencia. Plata en su color. Obra anónima mexicana. Hacia 1728-1733.

Relicario de San Lorenzo y San Carlos Borromeo. Plata en su color. 0,24 m. Obra atribuida a Juan Gallegos. Hacia 1736. 

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Esplendor Eucarístico

Pectoral de muñidor. Plata en su color. 0,28 m. José Alexandre y Ezquerra. 1767.

Demandas. Plata en su color. 0,28 m. José Alexandre y Ezquerra. 1774. 

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Archicofradía Sacramental de Pasión

Cruz alzada. Plata en su color. 2,68 m. Miguel Palomino. 1805.

Farol de pie. Plata en su color. 1,85 m. Miguel Palomino. 1805. 

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Esplendor Eucarístico

Vara de Alcalde. Metal plateado y dorado. 1,72 m. Miguel Palomino y Sánchez. 1823.

Varas de Alcalde. Plata en su color. 1,62 m. Miguel Palomino. 1847. 

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Archicofradía Sacramental de Pasión

Ostensorio. Plata dorada y sobrepuestos en su color. 0,70 m. Miguel Palomino y Sánchez, y Miguel Palomino. 1825 y 1847.

Pértiga. Plata en su color. 1,50 m. Miguel Palomino. 1848. 

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Esplendor Eucarístico

Simpecado de Nuestra Señora de las Aguas. Bordado en oro y sedas de colores sobre hojillas de plata. 2,69 x 1,34 m. Julián de Pasadela y López. 1761.

Guión Sacramental. Bordado en oro, plata y sedas de colores sobre hilo de plata. 0,53 x 1,04 m. Juan Bautista Carrasco y Alaraz. 1816. 

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Este catálogo se acabó de imprimir el domingo 15 de mayo de 2005, Pascua de Pentecostés, Fiesta en que la Archicofradía Sacramental de Pasión celebra su Solemne Función Principal de Instituto

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