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T.I.F.O. Torcida International Fans Organization Strada Scalero, 18/A - 10024 - Moncalieri (TO) - Italia Tel: +39.011.6613774 Fax: +39.011.6611824 e-m

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Staff Moderadoras: Mel Cripriano Moni Traductoras: Moni

florbarbero

Annabelle

*~ Vero ~*

Val_17

Mel Cipriano

ElyCasdel

Vanessa Farrow

Ayrim

Gabihhbelieber Correctoras:

Gabihhbelieber

SammyD

Key

Mel Markham

CrisCras

Cami G.

Val_17

Meliizza

Julieyrr

Daniela Agrafojo

Niki

Victoria Ferris Lectura final: CrisCras Diseño: Pilar.

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Índice Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Epílogo Sobre la autora

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Sinopsis ¿Alguna vez te preguntaste qué pasó después de las páginas finales de Sweet Thing? Desde su punto de vista sincero y a veces neurótico, Will lo cuenta todo en esta musical y sexy novela complementaria del actual Bestseller en EUA de Renée Carlino. La vida es pura felicidad para Mia y Will. Tienen un cachorro, un desván en Brooklyn, y un nuevo estudio de música en avance. Parece que las cosas no podían ponerse mejor para esta talentosa pareja cuando la vida decide lanzarles una dulce y pequeña bola curva. Rápidamente aprenden que las cosas no siempre van de acuerdo al plan. A veces los finales felices son grandes saltos de fe. Con la ayuda de buena música, buenos amigos, y una excéntrica anciana, superan algunos de los pequeños golpes de la vida para encontrar la cosa más dulce de todas. Observa a este dúo crecer en más de un sentido en SWEET Little THING.

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Para los lectores, los amantes y los soñadores

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Canción 1: Wedding Pains Traducido por Moni Corregido por gabihhbelieber —Tyler se está ordenando en línea mientras hablamos —le dije a Mia mientras observaba a su ansioso pulgar pasar a través de una revista nupcial. Se encontraba sentada en el borde de la ventana en nuestro desván en Brooklyn, usando un enorme suéter de lana y leggings de color púrpura brillante. Llevaba el cabello recogido en la parte superior de su cabeza en un moño desordenado. Yo estaba sentado en la barra del desayunador, a través de la habitación, tomando ruidosamente una taza de cereal. —¿Tyler va a casarnos? —Sí, ¿por qué no? ¿Quién mejor que mi mejor amigo? —Puedo pensar en un par de personas, como Martha o Sheil. —¡Tyler será perfecto! Me miró fijamente por algunos segundos, y luego muy sutilmente negó con la cabeza. No iría tan lejos como para decir que Mia estaba echándose para atrás con lo de casarse conmigo, pero definitivamente no estaba interesada en planear la boda. Habíamos decidido el día en que Mia se mudó a Brooklyn, que no gastaríamos otro minuto. Iríamos a los tribunales, escogeríamos a un testigo en la calle, nos casaríamos y lo daríamos por hecho. Eso fue hasta que Jenny se enteró de nuestro pequeño plan, Dios ámala. Y digo eso con el mayor amor, respeto y puro sarcasmo. Jenny inmovilizó todo el maldito plan. Tan pronto como se dio cuenta, inmediatamente llamó a la mamá de Mia y le contó todo. Jenny era así. Una buena amiga, pero hombre, una que otra vez sobrepasaba los límites. Por supuesto, la mamá de Mia nos echó la culpa a nosotros. No puedo decir cuántas veces la escuché exclamar por el altavoz—: Pero eres mi única hija, Mia, ¿y no estoy invitada a tu boda? —Liz podía ser melodramática a veces, incluso a pesar de que era un ser humano bastante maduro en general. No era que no la quisiéramos en nuestra boda, era que no sentíamos que necesitábamos una boda para empezar. Y no fue Mia quien finalmente cedió —no, mi pequeño petardo se apegó a sus armas. Yo soy el debilucho que se derrumbó. 7

Todo lo que el padrastro de Mia tuvo que decirme, fue—: Cielos, Will, espero que tus futuras hijas te dejen caminar con ellas por el pasillo hacia el altar. —Aw, hombre, eso fue directo a mis entrañas. Fui golpeado por una situación hipotética. ¿Quién sabía si incluso tendríamos una hija, mucho menos una que no quisiera que la llevara hasta el altar? Sin embargo, eso es todo lo que hizo falta; sólo la mera idea de no estar presente en la boda de mi futura hija, era suficiente para que cancelara la boda instantánea. Mia estuvo enojada conmigo durante una semana, hasta que tuvimos genial sexo de reconciliación, y luego lo superó. Fue entonces cuando las revistas nupciales comenzaron a aparecer en todas partes. Estaba seguro de que ese fue un astuto y pequeño toque de Jenny, pero incluso con toda la propaganda de boda destellando frente al rostro de Mia, podía saber que no se la estaba comprando. Sentada en el borde y mirando por la ventana, dijo—: ¿Cómo es tu boda de ensueño Will? Miré hacia el techo y me rasqué la barbilla. Sabía que podía decir algo realmente romántico en ese momento, pero me encantaba bromear con Mia. — ¿Hmm? —Esperé a que finalmente volteara la cabeza y me mirara—. ¿Recuerdas el video de “November Rain”? ¿Guns N’ Roses? —Moví mis cejas hacia ella. Arrugó la nariz y entrecerró los ojos, pero luego estalló en un ataque de risa. Se rio tan fuerte que se cayó del borde y gritó, y luego hizo un gracioso intento por hablar. —Tu sueño, bahahaha. ¿Tu sueño es casarte con una súper modelo que mide un metro con ochenta, mientras te sientas ante un piano usando un pañuelo? —Trató de tomar aliento, y luego sus ojos se abrieron aún más—. ¿Sabes que ese sueño no termina bien? ¿No es cierto que la novia muere? —Su voz era muy alta. Me las arreglé para permanecer inexpresivo, aunque quería reír y rodar por el suelo con ella. En vez de eso, pretendí que había herido mis sentimientos. — Probablemente podríamos hacer que Slash destruyera su guitarra con el viento polvoriento fuera de la iglesia —dije, mirándola con ojos soñadores. Su rostro se puso totalmente en blanco, mientras se quedaba acostada en el suelo mirándome. —No estás hablando en serio. ¿Desde cuándo eres un rockero tan extremista? ¿Te gusta ese pañuelo de mierda? —Soy más viejo que tú, Mia. Ese era mi tiempo. —Por favor, dime que no tenías flequillo. Fui hacia el viejo piano y comencé a tocar “November Rain”. Canté en voz alta en mi mejor imitación de la voz rasposa de Axl Rose. Mia se deslizó por detrás de mí y envolvió sus brazos alrededor de mi cintura, presionando su mejilla contra mi espalda. —Por favor, detente, cariño, ¿por favor?

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Caí sobre el banquillo del piano y me di la vuelta, tirando de ella sobre mi regazo. Besé su hombro, y luego su cuello. Se estremeció. —No me importa cómo luzca nuestra boda siempre que estés allí. —¿Vestida de blanco? Entre besos, le dije—: Puedes usar lo que quieras. Por mí puedes usar una bolsa de basura. Aún querría casarme contigo y besarte así por el resto de mi vida. Tomó mi rostro en sus manos. —Wilbur, eres tan sexy cuando no estás pretendiendo ser un rockero de los ochenta. —¿Sabes qué no es sexy? —¿Qué? —dijo, en un suspiro entre besos en mi mejilla. —June cagando en el piso. Mia saltó de mi regazo y se lanzó hacia la cocina, gritando con su voz más alta—: No, no, no, Juney. —Tomó a nuestro cachorrito a media cagada y lo levantó, con los brazos extendidos y gritó—: ¿Qué hago? No había manera de que Mia fuera capaz de sacar a June sin dejar un rastro de caca en su camino. —¡Llévala al baño! La seguí mientras corría por el pasillo y entraba en nuestro pequeño baño al final. Sostuvo al cachorro, que se retorcía sobre el inodoro hasta que el asunto del perrito estuvo completo. Dejando a June en el suelo, me miró, frunció el ceño, y luego murmuró—: Seré una madre terrible. La ayudé a levantarse y me quedé detrás de ella mientras se lavaba las manos en el lavabo. —No, vas a ser perfecta. —Sonreí cuando me miró por el espejo—. Hiciste exactamente lo correcto. Primero gritaste y corriste hacia ella con los brazos agitándose alrededor, y luego básicamente la sostuviste por el cuello mientras corrías en círculos gritando. Eso es exactamente lo que probablemente harás si pasa la misma situación con uno de nuestros bebés. —Muchas gracias. —Estoy bromeando. —Le pellizqué el trasero. —Ouch, ¡idiota! —Nena, mírame. —Una vez que se volvió, continué—: Eres buena en todo lo que haces. Créeme… todo. —Dejé que mis ojos bajaran a su boca. —Oh, detente. —Trató de retorcerse fuera de mi abrazo. —No, en serio, Mia. Vas a ser una mamá genial. —La apreté más cuando resopló en mi pecho—. Tengo que ir al estudio; ese idiota, Chad, y su gente programó una sesión improvisada. Lo que sea que eso significa cuando no tocas ningún instrumento. 9

—Bajaré en un rato —dijo—. Oye, ¿por qué crees que vinieron con nosotros? ¿Chad y su gente? —Hizo un signo de comillas con las manos cuando dijo la palabra “gente”—. Realmente no parece una buena opción. —Tienes razón, pero el sello discográfico dijo que básicamente escribiremos todas sus canciones, tocaremos cada instrumento del álbum, y entonces el chico bonito puede estar al frente del escenario tocando guitarra de aire y pretendiendo que es un músico. Es la mierda de MilliVanilli. —¿Qué sello discográfico? —preguntó. —Live Wire. Aspiró aire. Live Wire era el sello discográfico que básicamente había intentado convertirme en su mono cuando estaba buscando un contrato de grabación. Había firmado con ellos, pero no fui capaz de entregar la mierda pop que querían. Cuando traté de romper el contrato, me demandaron. Afortunadamente, Frank había estudiado cuidadosamente el contrato y fue capaz de encontrar un error en su extremo, lo que básicamente revocó el contrato entero. Yo había ido e iniciado Alchemy Sound Studios, pero me mantuve cauto cuando se trataba de trabajar con sellos discográficos. —No vas a dejarlos tomar el crédito de tus canciones, ¿verdad? —Nuestras canciones, y por supuesto que no. Frank está manejando el contrato en esta, porque vinieron a mí sin ningún material. Un chico apuesto con una voz decente que está dispuesto a hacer lo que sea viene y, bam, contrato de grabación, sin canciones requeridas. A él no le importa si el sello lo hace cantar “Eres mi Maldito Rayo de Sol”, todo lo que le importa son la chicas gritonas. Tendremos los créditos de escritura y producción, y nos pagarán bien. Frank lo resolverá para que no nos jodan. Lo prometo, bebé. Frank Abedo era el agente de talentos que me había hecho firmar con Live Wire. Creía en mí, y pensaba que tenía un raro talento. Genuinamente quería que el negocio fuera sobre la música, así que había entendido cuando quise salirme del contrato. Después de abrir Alchemy Sound Studios, se quedó alrededor, aunque no hubiera nada en ello para él. Traía mucho talento a mi camino, y era bien versado cuando se trataba de contratos, así que era definitivamente una ventaja para nuestro equipo. Cuando bajé al estudio, Chad se encontraba esperando en el vestíbulo con su manager. —Gracias por esperar, chicos. Síganme. Había contratado a otro productor y a un asistente recién salidos de la universidad. Ambos chicos ya estaban en el cuarto de controles configurando el tablero de sonido. —Vamos a grabar todo hoy —anuncié—. Tenemos que bajar algunos tonos. 10

Chad me siguió dentro de la habitación más allá del vidrio, donde estaban todos los instrumentos. Tomé mi guitarra acústica, me senté, y le hice una señal a Chad para que se sentara en la silla cerca del micrófono vocal. Noté que tenía un cuaderno bajo su brazo. Chad era la versión con cabello negro de Zac Efron; incluso tenía la adorable sonrisa cariñosa y ojos azules brillantes. —¿Qué tienes, hermano? —le dije, inclinando mi cabeza hacia su brazo. Se veía nervioso. —Oh, estas son sólo unas letras que escribí. Oye, por cierto, estoy totalmente emocionado de estar trabajando contigo. —Gracias. Sabes, normalmente tenemos la música primero, pero déjame echar un vistazo. Me lo dio, y luego cruzó los brazos y se recostó en la silla. Leí la primera línea: Chica, eres mi chica. Inmediatamente cerré el cuaderno, lo lancé a un lado, y dije—: Bueno lo haremos más tarde. —Oh, de acuerdo, no hay problema. Toqué unas cuantas versiones ásperas, mientras Chad se sentaba allí, viéndose perdido. Mia vino usando pantalones negros de cuero y un suéter ajustado. Mientras yo tocaba la Gibson, ella caminó hacia el piano. Sonrió y levantó la mano, saludando a Chad. Él le sonrió, y luego lo vi estudiándola mientras pasaba. Luego sus imbéciles ojos saltones bajaron a su trasero mientras ella sacaba el banquillo del piano. Cuando me miró de nuevo, lo fulminé con la mirada y comencé a tocar una tonada triste y mucho más fuerte. Su cuerpo se hundió en la silla, y bajó la cabeza para mirar sus manos inquietas. Mia comenzó a tocar una melodía triste en un intento por acompañar la canción monótona que estaba formando, y luego se detuvo abruptamente y se volvió hacia mí. Seguí tocando. —¿Esta va a ser una balada? —preguntó. Sin quitar los ojos del imbécil, le dije—: No, nena, esto es lo que es llamado una marcha fúnebre. Chad alzó las brazos, y dijo—: Lo entiendo. Lo entiendo. Perdón. —¿Perdón por qué? —preguntó Mia. —¡Nada! —gritamos Chad y yo. —Vamos a seguir —dije, arqueándole una ceja. Chad mantuvo los ojos pegados al suelo o a mí a través del resto de la sesión. Ni una sola vez miró a Mia. Logramos tener versiones ásperas para cuatro 11

canciones. Había una hermosa balada que Mia compuso en el piano que tenía al manager de Chad haciendo piruetas. Era desgarrador el pensar que una canción tan bella, escrita con pasión y profundidad por una persona hermosa, iba a ser interpretada por un niño bobo, pero ese era el otro lado de la moneda, supongo. Mia y yo habíamos tomado la decisión de que esto era lo que queríamos. Yo había pasado mi oportunidad de éxito comercial como un artista de grabación. Había sido una de las decisiones más difíciles de mi vida. Mia nunca había luchado por ese tipo de fama; ella sabía que venía con un precio. En vez de eso, habíamos encontrado una manera de hacer música, pero manteniendo la normalidad. Lo único que apestaba era que teníamos que darles nuestras canciones a otras personas, personas como Chad.

Más tarde esa noche, de vuelta en nuestro apartamento, Mia entró saltando en nuestro dormitorio. —Está bien, tengo una idea. Creo que deberíamos tener a todos reuniéndonos en Fulton Ferry Landing a la una. Vamos a escribir los votos súper simples. Tyler puede decir la basura que necesita decir, entonces nos besaremos, nos casaremos y todos seremos felices. Sentado en la cabecera de madera, apoyé mis manos detrás de mi cabeza. — Dios mío, esto es tan romántico, Mia. —¿Qué? —se quejó. —¿Sabes que hay al menos cinco bodas en el Fulton Ferry Landing todos los sábados? —¡Cuantos más, mejor! —dijo con una sonrisa cursi. —¿Sabes qué?, me retracto. Tienes razón. No tenemos que tener una boda. Cristo, ¿sabes lo mucho que costaría alimentar a todos los miembros de mi familia? El que quiera venir, puede irse. Vamos a hacer los votos, como has dicho, en el Ferry Landing, nos tomamos algunas fotos, vamos a cenar, y luego tomamos el primer vuelo fuera de aquí y vamos a las Bahamas y gastamos nuestro dinero allí. —Esa es una idea perfecta. —Está bien, ocúpate de tu madre, Martha y Sheil, y yo me encargaré de Jenny y Tyler. Jenny va a estar enojada; estaba buscando los permisos para tener un espectáculo de fuegos artificiales. 12

Los dos nos reímos. Mia dijo—: Es gracioso cómo Jenny no quería una gran boda, pero piensa que todo el mundo debería tener una. Oh, quería preguntarte. ¿Qué tipo de anillo crees que te gustaría? No había pensado ni una vez acerca de mi anillo de boda. —¿Deberíamos tener tatuajes? —¿Me quieres conseguir un tatuaje? —Sí, ¿por qué no? —Está bien. —Me dedicó una pequeña sonrisa tensa, y luego comenzó a mordisquear las uñas. —¿Tienes miedo a las agujas? —No. —Me miró mientras procesaba su reacción. —¿Te gustan mis tatuajes? —Sí, me encantan —dijo ella con pasión, y luego me di cuenta. —Oh, nena, también me encanta tu piel. Me encanta esa piel virgen, y no voy a dejar que nadie la entinte. —Muy bien, gracias. —Se mordió un trozo considerable de la uña del pulgar. Mia odiaba sus manos y sus uñas. Porque tocaba el piano con tanto fervor y por muchos años, sus manos eran voluminosas en comparación con el resto de sus menudos rasgos. Se mordía las uñas porque odiaba la forma en que eran, y creo que también calmaba sus nervios. —Jesús, mujer, mantente relajada. Tu pulgar está sangrando. —Lo miró y se encogió de hombros—. Por cierto, tengo una cuenta pendiente contigo —dije. —Desprecio ese dicho en muchos niveles. —¿Por qué? —Piensa en ello. Buscar huesos1, eso es asqueroso —dijo, arrugando la nariz. —Podría hacer ese argumento sobre masticar tus pulgares, pero voy a dejarlo ir. Tengo una queja. Se subió a mi lado y acurrucó su cara en mi pecho desnudo, y luego usó su dedo índice para trazar una línea en mi camino feliz hacia el cinturón de mis pantalones vaqueros. —¿Qué tipo de queja, Wilbur? —Ah, La voz sexy de Mia. Juego de palabras. Tengo una cuenta pendiente, en inglés “I have a bone to pick with you”. Por eso la respuesta de Mia es “Picking bones”. 1

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Me estiré y pasé mi mano por su muslo. —No deberías usar estos pantalones alrededor de ese pequeño niño de High School Musical en celo. —Saltó y me miró directamente a la cara—. Se parece totalmente a Zac Efron, ¿verdad? —Mia, prácticamente se corrió mirando fijamente tu culo. Me dio un puñetazo en el pecho. —Eso es vulgar, Will Ryan. —Es cierto. No puedes vestir así a su alrededor. —La derribé de nuevo sobre la cama y me cerní sobre ella. —Pensé que te gustaba con estos pantalones. —Lo haces. —Empecé besando mi camino por su cuerpo. Levanté su camisa y besé el crecimiento de cada seno antes de pasar por el centro de su cuerpo—. ¿Pero sabes en que me gustas más que en estos pantalones? —¿Yo fuera de estos pantalones? —¿Soy tan predecible? —dije, mientras los quitaba rápidamente de su cuerpo. —Sí. —Suspiró. Me senté sobre mis talones. —Eres hermosa. Sosteniendo su pierna por detrás de su rodilla, besé mi camino hasta el interior, desde su pantorrilla hasta su muslo y todo el camino hasta sus bragas. Bajé el encaje de sus caderas con mis dientes y luego hasta sus tobillos, lo más lentamente posible. Se quedó allí desnuda de cintura para abajo, observándome contemplarla, hambriento de ella. Su piel era de color blanco puro y contrastaba llamativamente contra sus ojos y cabello oscuros. Era una auténtica belleza. Me incliné sobre su cuerpo, poniendo mi peso sobre mis manos, que se colocaron a cada lado de su cabeza. Sus ojos buscaron los míos. Gimió y trató de levantar su cara para besarme. Eché la cabeza hacia atrás. —Uh-uh, no lo creo. —Acurruqué mi nariz en su cuello y dejé un rastro de besos en su oído. Le susurré—: Quédate así. No vayas a ninguna parte. —Planté un beso rápido en sus labios y salté de la cama—. Me voy a jugar B-ball con Tyler. Volveré en un rato. Al salir de la habitación, miré por encima de mi hombro y la vi allí tendida completamente inmóvil, con su boca abierta en shock. Llegué a mitad de camino por el pasillo antes de que finalmente gritara—: ¡Idiota! Me agaché en el pasillo y le di unas palmaditas en la cabeza a June. Se dio la vuelta y luego se puso de nuevo en pie y se alejó trotando hacia nuestro dormitorio. Antes de salir por la puerta, llamé de nuevo a Mia. —¿Quién es previsible ahora, cosa dulce? 14

Canción 2: The Creation Process Traducido por Annabelle Corregido por Key En las siguientes semanas después de conocer a Chad, logramos terminar ocho sólidas canciones para su nuevo álbum. El chico tenía una voz decente, más que todo gracias al entrenador vocal muy bien pagado que Live Wire había contratado para él. No había mucho que yo pudiera hacer ante el hecho de que sonaba demasiado joven. Deseaba que detrás de su voz hubiese algo más de profundidad, pero Chad no era físicamente maduro, ni había entrenado lo suficiente para controlar su voz de esa manera. Una vez que estuvimos cómodos con la música, Mia se saltó la mayoría de las sesiones. A ella le gustaba ser parte del proceso de creación, pero se frustraba muy seguido durante las largas sesiones de post-producción, así que permitía que los otros productores y yo manejáramos eso. Durante una de las sesiones, el manager de Chad, Michael Dolan, vino a hablarme sobre algo que le preocupaba. Por lo que podía darme cuenta era un tipo bastante puritano. Los padres de Chad veían a Michael como un manager, pero también como niñero de su incipiente superestrella de diecinueve años. Su preocupación era que una vez que Chad saboreara una moderada cantidad de fama, se convirtiese instantáneamente en la versión masculina de Lindsay Lohan. No veía eso en Chad. Era demasiado ingenuo; al menos, creía que lo era. En realidad pensaba que Chad era una marioneta. Había pensado que si alguna vez tuviéramos un problema, sería con la firma, así que fue mi absoluta sorpresa y horror cuando Michael vino hacia mí y dijo—: Chad quiere estar en todas las sesiones. No siente que esté teniendo suficiente control creativo sobre las canciones que ha escrito. —Michael se encontraba de pie junto a mí, mientras yo estaba sentado en la barra de sonido, sorprendido. Giré mi silla para mirarlo a los ojos y noté que Chad se encontraba detrás de él. Incliné la cabeza, miré a Chad de frente, y dije—: ¿Qué jodidas canciones, Mike? Michael tomó un paso hacia un lado para bloquear las miradas láser que le estaba lanzando a Chad. —Bueno, Will, no hay necesidad de perder la compostura. —Estoy totalmente de acuerdo. ¿Por qué no comenzamos por las canciones que Chad cree que ha escrito? 15

—Para empezar, “Lost N Found” —dijo Michael. Salté de mi asiento. —¿Te refieres a la balada en piano que compuso Mia, la misma canción que tú viste cómo escribía? —Yo no diría que Mia escribió esa canción. —¿Estás diciendo que la escribió él? —Señalé con mi dedo índice en dirección a Chad. —Sí. —De acuerdo. —Di una palmada, estiré la mano alrededor de Michael, tomé al maricón de Chad por la oreja y procedí a arrastrarlo por la sala de control hasta la sala de sonido. —Ouch —dijo, e intentó alejarse. —Oh, lo lamento. ¿Te duele? —Guou, guou, guou, Will. Esto es asalto. —gritaba Michael detrás de nosotros. Echaba humo de la ira. Me detuve y me giré hacia Chad. —¿Sabes qué duele? Perder mi tiempo intentando ayudar a un jodido chiflado como tú. Vamos. —Lo empujé hasta el piano y lo lancé sobre la banca—. Está bien. Toca tu canción, Chad. Subió la mirada hasta Michael como un venado frente a las luces de un auto. —Espera un minuto, Will —dijo Michael. —Cállate, Mike. —Me giré hacia Chad—. De acuerdo, está bien. Sé que no puedes tocar la súper complicada obra maestra que mi dulce y cariñosa Mia compuso y estuvo dispuesta a ¡permitirte tocar! —grité—. En vez de eso, ¿por qué no nos tocas “Mary Tenía un Corderito”? Adelante. Muéstranos tus poderes musicales, Niño Hablador. ¿Por qué no comienzas por el Mi sobre Do medio? Ni siquiera puso sus manos sobre las teclas; sólo nos miró a mí y a Michael fijamente, esperando que alguien lo rescatara. Mi teléfono vibró en mi bolsillo. Lo saqué y leí un mensaje de Mia: Estaré en Kell’s hasta la 5. ¿Quieres quedarte en casa esta noche y tener una cena al desnudo? No contesté. En vez de eso, puse mi teléfono de nuevo en mi bolsillo y respiré profundo. Era como si Mia pudiese sentir cuándo la necesitaba. Había un hilo invisible que conectaba nuestras almas y era como su pudiésemos sentir al otro tirando de ese hilo cuando nos sentíamos lastimados. Me calmé significativamente después de leer su mensaje.

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Bajé la mirada y en voz relajada y suave, dije—: Chad, ¿sabes dónde está Do medio? Sacudió la cabeza muy lentamente. Miré a Michael. —El contrato está anulado. Yo lidiaré con Live Wire. — Tomé el cuaderno de Chad por encima del piano y se lo tendí—. Toma tus canciones y lárgate de mi estudio. Chad murmuró algo al caminar hacia la puerta, a lo cual Michael respondió—: Está bien. —Luego se giró hacia mí, y dijo—: Escucharás de nuestros abogados. No dije nada en respuesta. Miré por la ventana delantera hasta que su auto estuvo fuera de mi vista. No había nadie más en el estudio ese día, así que muy solemnemente cerré y viajé en metro hasta el pueblo. Me detuve fuera de Kell’s, la cafetería que Mia había heredado después de que su padre muriera. Había algo cálido sobre el lugar, como si tuviese el tipo de familiaridad que tiene un hogar de infancia. Estaba anocheciendo y desde afuera, la cálida luz del café se veía atractiva; siempre se sintió como un lugar seguro. Sabía que Mia también se sentía de la misma manera. Abrí la puerta e inmediatamente fui recibido por Martha. —Will, que placer, cariño. —Vino hasta mí y me besó en ambas mejillas. Martha era una amiga de toda la vida del padre de Mia. También se encargaba de la cafetería, junto con Jenny, para que Mia pudiese enfocarse en la música y en lograr poner en marcha el estudio. Aun así, Mia pasaba bastante tiempo con Martha en el café. Miré por encima de la vieja y brillante máquina de expresos a la que todos llamaban el monstruo y busqué por el resto del lugar, pero no vi a Mia. —Hola, Martha. ¿Mia está atrás? —No, fue a la tienda, y luego iba a pasar por donde Jenny por un minuto. Debería volver pronto. Siéntate. Te prepararé un cappuccino. Jenny y Tyler, quienes eran básicamente nuestros mejores amigos, se habían mudado al departamento que Mia y yo solíamos compartir en la misma calle del café. Mia también había heredado el edificio, así que esencialmente le estaba rentando el apartamento bien barato. No me importaba. Mia tenía un corazón enorme y amaba cuidar de la gente que la quería. Me senté en la barra, mirando hacia la ventana delantera mientras me tomaba mi café. Observé cómo un pedazo de papel flotaba y giraba arriba y abajo, todo a merced del viento. Martha se encontraba junto a mí y también miraba el papel, hasta que finalmente el viento lo llevó hasta la calle, donde fue violentamente golpeado y lanzado lejos por un auto que pasó.

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—A veces sólo estamos para dejarnos llevar —dijo por encima de mi hombro—. No lo podemos controlar todo; sólo podemos hacer lo mejor por controlar nuestras reacciones cuando la vida no sigue el ritmo que queremos. Giré el banco para mirarla. —¿A qué te refieres? —Oh, nada —dijo antes de voltearse y dirigirse de nuevo hacia el otro lado de la barra. Me volví a girar para mirar por la ventana de nuevo, e inmediatamente vi a Mia. Se encontraba al otro lado de la calle, de pie debajo de la brillante luz fluorescente del mercado de la esquina. Tenía una bolsa de papel en una mano y la cadena de June en la otra. Estaba anocheciendo y comenzaba a hacer frío. Mia subió su chaqueta y ajustó la bolsa bajo su brazo. June saltaba por todas partes como una loca. Mia intentó hacerla caminar en línea recta durante unos minutos, pero sin éxito. Al mirarla, pensé en lo diferente que era verla desde lejos a verla cuando estaba en mis brazos. El tipo de belleza que Mia poseía no podía ser ignorada. No podía ser detenida, no era de mi propiedad como para mantenerla lejos del resto del mundo. Darme cuenta de eso, de pronto me hizo ver el matrimonio con otra luz. Casarme con ella no era para reclamarla como mía. El matrimonio se trataba de la otra persona. Pensé en eso por un largo rato, viendo cómo lentamente bajaba por la calle con June. Al casarme con ella, estaría haciendo la promesa de permitirle a Mia crecer más como persona y volverse aún más hermosa mientras yo me sentaba allí mirándola, sólo interviniendo cuando tirara de esas cuerdas invisibles que conectaban nuestras almas. Mia no sería mi esposa para llenar alguna necesidad u ocupar un espacio. Llamarla mi esposa solamente significaba que siempre tendría un asiento en primera fila ante su belleza, siempre y cuando la apreciara y respetara. Es por eso que ese día me quedé sentado allí, simplemente mirándola. El amor verdadero es la irónica necesidad desinteresada de saber que tu persona estará bien sin ti. Bajó la calle y cruzó cerca de nuestro viejo apartamento, donde vivían Jenny y Tyler actualmente. En algún punto, June tiró de ella en otra dirección, y en vez de halar su correa, Mia simplemente se arrodillo y la levantó. Cuando desapareció dentro del edificio, recosté mi cabeza sobre la barra, cerré los ojos y comencé a tararear la canción que le había escrito hace ya un año, cuando no creía poder estar en esa primera fila alguna vez. Mi teléfono vibró. Bajé la mirada para ver otro mensaje de Mia: ¿No estás de humor para una cena al desnudo? Había olvidado que no le respondí, así que lo hice: Siempre estoy de humor para cenas al desnudo. 18

Ahora estoy donde Jenny. Voy a casa en unos minutos. Yo en Kell’s. Te esperaré. Sólo pasaron diez minutos antes de ver a Mia caminar rápidamente frente a las enormes ventanas de vidrio hasta pasar por la puerta del café. Lucía un chaquetón negro que caía por debajo de sus rodillas. La mitad de su rostro se encontraba escondida debajo de una bufanda de capas de color gris. Caminó directa hacia mí mientras se quitaba la bufanda y la lanzaba sobre la barra de madera. Me giré hacia ella para que pudiese acomodarse entre mis piernas, puso las manos sobre mi rostro y me besó rápidamente, como verificando si respiraba. —¿Qué sucede, amor? —preguntó—. ¿Por qué estás aquí? Dios, la amo. —¿Crees que todos los enamorados sienten lo que sentimos nosotros? Se rio una vez por la nariz y me abrazó contra su pecho. —Somos tan afortunados, ¿verdad? —Tuve un día terrible. Se inclinó hacia atrás para mirarme. —¿Que sucedió? —Uh, bueno, Chad y Michael vinieron y reclamaron que Chad había escrito tu balada. Dijeron que Chad debía tener más control creativo. Qué pila de mierda, ¿uh? —Oh, por Dios. Qué idiotas. ¿Sabes qué, Will? Debiste haberles dicho que se la quedaran. Chad ni siquiera puede tocar un instrumento. Dudo que sepa qué hacer con su propio pene, mucho menos con una caja de resonancia de treinta y dos carriles. —Simplemente les dije que se largaran. Dejaré que Frank se encargue de Live Wire. —Will, firmamos un contrato. —Que se joda el contrato. Respiró profundamente y luego vi cómo sus ojos comenzaban a humedecerse. —Oh, Jesús, Mia, ¿qué te preocupa tanto? —Es sólo que necesitamos estabilidad. Estamos comenzando una vida juntos. Una lágrima escapó y cayó por su mejilla. La sequé con mi pulgar. —Todo estará bien —murmuré—. Confías en mí, ¿no es cierto? Asintió. —¿Qué había en la bolsa que llevaste a casa de Jenny? 19

Tragó con fuerza. —Una prueba de embarazo. —Oh, cielos. Espero que haya sido positivo; lo han estado intentando durante tanto tiempo. Jenny había tenido un aborto espontáneo a principios de año, y luego ella y Tyler habían estado intentando sin éxito quedar embarazados durante varios meses. —Sí —dijo Mia, mirando hacia la ventana—. Dejé a June donde Jenny. Debo ir a buscarla y luego podemos irnos a casa. Cuando me levanté, miré a Martha en el mostrador. Se encontraba allí de pie con la mano apoyada sobre su cadera, lanzándole una mirada de desaprobación a Mia. —¿Qué? —le dijo Mia. Martha bufó. —¿Dónde está mi abrazo? Ambos nos reímos al caminar hacia ella. Nos abrazó a ambos durante más tiempo de lo usual, y luego dijo—: Tienen todo lo que necesitan justo aquí entre los dos. Al salir del café, le pregunté a Mia—: ¿Qué crees que quiso decir? Mia se encogió de hombros. —Quién sabe. De vuelta a nuestro departamento en Brooklyn, Mia hizo la cena mientras usaba nada más que un delantal con volantes. Cubría gran parte de la parte delantera de su cuerpo, pero dejaba su espalda completamente expuesta. Me encantaba que Mia fuese inconsciente de lo que su cuerpo provocaba en mí o en cualquier otra persona. No caminaba por ahí toda sexy, pero tampoco se sentía insegura. Simplemente se sentía cómoda en su propia piel. Colocó un bol de humeante risotto de champiñones frente a mí, que me encontraba sentado en silencio en la encimera. —¿Por qué estás tan callado, Will? Pero principalmente, ¿por qué estás vestido todavía? No es justo. —Estoy pensando en toda la mierda que pasó con Chad. —¿Eso es lo que estás pensando en este momento? —Se giró hacia la estufa y me lanzó una mirada disgustada por encima de su espalda desnuda. —También estoy admirando la vista. —Sonreí. Se contoneó hacia mí de nuevo y apartó mi bol justo cuando iba a tomar el tenedor. —Tú mismo lo dijiste, todo va a estar bien. Ahora ve a desnudarte o no habrá cena para ti. 20

Volví a salir vistiendo bóxers. Mia había movido la cena a nuestra pequeña mesa cuadrada junto al borde de la cocina. Normalmente nos sentábamos en el desayunador a comer, a menos que tuviésemos una cena más formal. Me senté en la mesa. Mia se acercó a mí y colocó su bol justo al lado del mío, luego se sentó en mi regazo. —Mm. Buena elección —murmuré detrás de su oreja y luego disfruté de la fresca y limpia esencia de su cabello. —Creí que te gustaría. —Se inclinó hacia adelante y comenzó a comer. Yo me recosté y comencé a frotar mis manos de arriba abajo por sus costados desnudos, todo el camino hasta donde se asomaban los bordes de sus senos por el delantal y más abajo hasta sus caderas. La tomé con fuerza y tiré de ella hacia tras, para que así su trasero estuviese más nivelado contra mí. Gimió y soltó su tenedor. —Nos moriremos de hambre si seguimos manteniendo esta tradición de cena al desnudo. —No me importa. —Se levantó pero mantuvo su espalda hacia mí—. Quítate los bóxers. Mis manos se movieron tan rápido que mis bóxers se vieron como una mancha borrosa al lanzarlos hacia la otra habitación. Me senté de nuevo en la silla mientras ella bajaba lentamente sobre mí, nunca girándose para ver mi expresión. Probablemente sabía que se vería como algo parecido al éxtasis. Lloriqueó y luego rápidamente tomó aire entre sus dientes. Al principio la fricción era más intensa en esta posición. —¿Te duele, nena? —No, sólo tengo que acostumbrarme un poco. —Se movió lentamente y con gentileza de arriba abajo, y después de un minuto, pude darme cuenta de que se sentía más cómoda, ya que comenzó a moverse en pequeños círculos. Deshice el nudo de su delantal, lo alcé por encima de su cabeza y lo lancé a un lado mientras ella seguía removiéndose sobre mí. Moví mis manos arriba y abajo por la suave piel de sus costados y luego hacia el frente, donde apreté sus pechos y la abracé con más fuerza, de manera que su espalda se encontrara pegada a mi pecho. Gimió pero no detuvo sus movimientos. Su respiración se aceleró junto con la mía. Moví mi mano entre sus senos, bajando por su estómago hasta que mis dedos alcanzaron el lugar donde nuestros cuerpos se unían. La toqué y moví mi mano a su mismo ritmo. —¡No, detente! —lloriqueó. Alcanzando mi mano, intentó apartarla pero no dejó de moverse sobre mí. Su espalda se encontraba arqueada pero su cabeza estaba completamente echada hacia atrás, descansando sobre mi hombre mientras gemía y respiraba fuertemente con la mirada enfocada en el techo. 21

Lamí y chupé su cuello. —Estás tan cerca —dije al permitirle retirar mi mano. El momento en que mis dedos perdieron contacto con su cuerpo, volvió a apretar mi mano contra su centro. —No te detengas —dijo, y luego gritó—: ¡Oh, Dios! —Antes de retorcerse en una ola de violentos espasmos. Se recostó contra mí, su cuerpo convulsionó mientras la apretaba y sentía mi propia liberación. Acurruqué mi rostro contra su cuello y simplemente esperé hasta que nuestras respiraciones volvieron a la normalidad. —Estoy segura de que el risotto está frío —murmuró. —Nunca en mi vida algo me había importado menos —dije al levantarla para ponerme de pie. Se giró y se puso de puntillas para lanzar sus brazos alrededor de mi cuello. —Vamos a tomar una ducha. Calentaré la cena después. Al estar recostados en la cama esa noche, sucedió algo peculiar. Semanas antes, Mia me había convencido de que debíamos entrenar a June para que se quedase en su jaula. Eso significaba que debíamos meterla en una jaulita de noche para que así no mordiera las cosas o haría sus necesidades por todo el piso. Habíamos pasado varias noches de miseria escuchándola llorar desde la jaula, pero Mia continuaba diciendo—: Esto funcionará, confía en mí. Lo hicimos con Jackson. A June eventualmente le encantará estar ahí. Yo le suplicaba—: Por favor, no puedo soportar esta tortura; vamos a sacarla. Y ella siempre respondería—: No. Vamos, tenemos que trabajar en equipo. Esa noche en particular, al estar recostados en la oscuridad, mirando hacia el techo y esperando a que June comenzara su tortuosa canción, algo cambió en Mia. June sólo dejó salir el chillido más pequeño, y Mia lentamente se levantó, caminó hasta la jaula, levantó a June, y le dijo—: Todo está bien, pequeñita. — Acariciándola en la cabeza. Colocó a June en medio de nosotros y entró de nuevo en la cama. Dejé que June se acurrucara en mi almohada, literalmente encima de mi cabeza, y luego me giré hacia Mia. —Oye, mi pequeña capataz, ¿te me estás ablandando? —le dije. —No. —Suspiró—. Sólo necesito dormir un poco. —¿Qué pasó con lo del trabajo en equipo? —Escojo mis batallas —dijo atontada antes de quedarse dormida.

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Canción 3: The Fuckin’ Hollies Traducido por Val_17 Corregido por CrisCras Tyler y yo estábamos sentados en un bar de mierda en Brooklyn, tomando una cerveza al mediodía y hablando de cosas profundas como por qué algunos equipos deportivos, como los Florida Marlins, son asignados a estados, y otros, como los Boston Red Socks, pertenecen a las ciudades. —A menudo he meditado la misma pregunta —dijo Tyler. —Es por eso que no veo deportes. Nada tiene sentido y es un pasatiempo inútil. Si eres el atleta compitiendo, es una cosa, ¿pero solo sentarte allí y mirar? ¿Cuál es el punto? No nos sentamos por ahí viendo a personas pintar cuadros. —Eso sería extremadamente aburrido, Will. —¿Me estás diciendo que el béisbol no es aburrido? Solía aburrirme jugándolo cuando era niño. Distraído, Tyler miró hacia el techo. —¿Cómo se llama esta canción? Ese bar siempre tocaba las canciones de rock clásico más reconocidas. —Es “Long Cool Woman in a Black Dress”. —Oh, hombre, mi papá amaba CCR —parloteó. —Esto no es Creedence Clearwater Revival, hermano, son los Hollies. —Estás lleno de mierda. A papá le gustaba tocar a esos chicos sin parar. De todos modos, ¿quién más suena así? —Los jodidos Hollies lo hacen, te lo estoy diciendo. —Abrí mucho los ojos para darle énfasis. —No lo sabes todo sobre música, Will. Sé que piensas que lo haces. Esto es CCR. Apostaría dinero por ello. —Está bien, bien. Si tienes razón, la cual no tienes, les compraré a todos en este bar una bebida. Si yo tengo razón, todo lo que tienes que hacer es comprarme un trago. —Trato —dijo, pero antes de googlearlo en su teléfono, se levantó e hizo un anuncio—. Este genio —dijo, señalando con su enorme dedo índice la parte superior de mi cabeza—, no cree que esto que suena en el tocadiscos sea CCR. 23

Las ocho personas al azar en el bar sacudieron sus cabezas y dijeron—: ¿Qué? —y—. Por supuesto que es CCR. Tyler continuó—: Voy a googlearlo y si es CCR, entonces este chico va a comprarles a todos en este bar una ronda. Todos los otros bebedores de día-barra-alcohólicos animaron y aplaudieron. Miré mientras Tyler lo googleó. Su tonta y satisfecha sonrisa desapareció de su cara en cuestión segundos. Se quedó mirando la pantalla y luego dijo entre dientes—: Son los jodidos Hollies. —Miró alrededor hacia la barra y gritó—: Perdimos, gente. Lo siento. Mejor suerte la próxima vez. Cuando las cosas se calmaron, recordé que quería interrogarlo sobre la cosa del test de embarazo. —¿Tu y Jenny tienen alguna noticia o algo? Él me miró. —No. ¿Por qué? —Preguntaba sobre la cosa del bebé. —¿La cosa del bebé? —Parecía enojado—. ¿Es así como preguntas si Jenny está embarazada? —Mierda. Lo siento, hermano. No quería ser grosero. Sí, supongo que estoy preguntando si Jenny está embarazada. —No, no lo está, pero seguimos intentándolo, y no me importa esa parte. — Movió sus cejas—. ¿Y ustedes qué? ¿Van a esperar hasta después de casarse? —No lo sé. Al principio estábamos ansiosos por comenzar, pero nos hemos controlado. Definitivamente vamos a esperar hasta después de que nos casemos, y luego más. Amigo, ya es bastante difícil tener un cachorro, y con el lanzamiento del estudio, sería una locura ir allí. Quiero niños con seguridad, pero tenemos un montón de tiempo. —Sí, hombre. Te escucho. Así que ustedes se van a casar en dos semanas. Eso significa que tenemos que hacer la despedida de soltero el próximo fin de semana. He estado haciendo una lluvia de ideas. —No necesito una despedida de soltero. —Demonios, sí, la necesitas, y tengo la idea perfecta. —¿Qué? —Recorrer bares y luego bailes de regazo. —Él arqueó las cejas y asintió, diciendo—: Hmm, hmm, ¿qué piensas? —Ni siquiera sé qué pensar. Sea cual sea tu plan, mejor lo consultas con Mia. No quiero estar divorciado antes de casarme.

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—Muy bien, entonces está listo para el próximo sábado. Todo va a ser planificado y se lo contaré casi todo a Mia. —Sin bares nudistas o strippers —dije despreocupadamente. —Es como un rito de iniciación. ¿Qué te pasó? —Los largos brazos de Tyler comenzaron a agitarse alrededor. Él normalmente hablaba con sus manos, pero cuando se apasionaba de verdad sobre algo metía ambos brazos en ello. Era espeluznante. —Es sólo que no quiero. —Mentiroso. Levantándome de mi taburete, tiré un billete de cinco dólares sobre la barra. —Ahí. Pagaré el mío. Todos piensan que la canción es de Creedence Clearwater Revival; no sudes. Tengo que irme. Le di a Tyler el típico abrazo de hombre y me dirigí hacia la puerta. Le escuché volver a llamarme. —¡Nos vemos el sábado a las ocho! Antes de dirigirme a nuestro loft, me detuve en el estudio. Frank estaba sentado en el sofá del vestíbulo, hablando ruidosamente en su teléfono. El vestíbulo era una diminuta habitación en la parte delantera del edificio. No había ventanas, aparte de las dos puertas dobles de vidrio. Dentro del vestíbulo había un pequeño sofá y dos butacas de cuero frente a una mesa de madera inspirada en la india que Sheil nos había dado. Había un pequeño escritorio en la esquina en donde se sentaba la recepcionista, Maggie. Siempre estaba increíblemente preocupada por su aspecto. Cuando entré, Frank levantó un dedo hacia mí. Miré a Maggie, que se estaba mirando en un espejo compacto. —Mags —dije en un susurro fuerte. Cuando levantó la vista, dirigí mi pulgar hacia Frank y articulé—: ¿Por qué está aquí? Ella se encogió de hombros y volvió a aplicarse una capa de brillo labial. Está absurdamente bien pagada. Me senté junto a Frank y esperé a que terminara la llamada. —Sábado, sí, eso debería funcionar —dijo al teléfono antes de presionar finalizar y deslizarlo en su bolsillo. Tomó su sombrero y lo colocó sobre la mesa. Esa era una señal de que Frank tenía algo importante que decirme. Se inclinó hacia delante y juntó las manos entre sus rodillas. —En verdad no puedes controlarte, ¿verdad? —dijo con calma. —¿De qué estás hablando? —Era la abogada de Chad. Es una perra malvada, Will. Tomé una respiración profunda y sacudí la cabeza. —Él no tiene un caso.

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—Aparentemente están tratando de presentar cargos de agresión en tu contra. El oído medio de Chad está dañado por tu pequeña rabieta. Los cantantes por lo general necesitan su audición intacta, Will. Mi corazón comenzó a correr. —No hay ni una maldita manera en el infierno de que jodiera el oído de ese chico. —Tienen un testigo presencial que dijo que lo arrastraste por todo el estudio de su oreja. —Oh, Dios mío, esto es una locura. Apenas lo tiré. Está mintiendo. El chico quería el crédito por nuestras canciones, y él ni siquiera podía tocar “Mary tiene un corderito”. Frank, esto es una mierda. —Live Wire se puso en contacto conmigo, querían alguna idea, y luego le dio al abogado mi número, pero esto está totalmente fuera de mi alcance. Será mejor que contrates a un abogado. Tienes una reunión este sábado, y creo que es probable que quieras representación. Me quedé de piedra. —Mi despedida de soltero es el sábado —me dije en voz baja. —Su abogada es de Topeka, de la ciudad natal del chico. Supongo que es su tía abuela o algo. Ella sólo puede estar aquí el sábado. Es mejor que trabajes en eso. Estarán aquí a las diez de la mañana para tomar una declaración —dijo la última parte mientras se levantaba, colocando su sombrero hacia atrás en su cabeza. Estaba completamente tranquilo y quieto como una estatua cuando Frank dejó el edificio. Volví a mirar a Maggie. —Estás jodido —dijo. —Gracias, maestra de lo obvio. Su rostro se arrugó con lástima. —Lo siento. —Son las cinco, Mags, puedes irte. Caminé apagando las luces y bloqueando las puertas. Recorriendo la sala de sonido, me detuve en el piano y pensé en Mia escribiendo esa canción para Chad. A pesar de que Mia raramente escribía letras, siempre le preguntaría de que trataba la música, qué pensaba cuando escribió la pieza. Ella dijo que la canción para Chad, la cual eventualmente titulamos Lost N Found, era sobre la gente que encontramos en la vida que simplemente pasan, sin dejar nunca que nadie llegue realmente a conocerlos. Esas personas que no entienden lo que significa la lealtad; que rebotan de un grupo de amigos a otro, nunca construyendo vínculos fuertes. Son como piezas de papel flotando a merced del viento. Me senté en el banco y empecé a tocar. Habíamos escrito letras y luego las habíamos retocado para adaptarlas a la voz e imagen de Chad, pero la original era diez veces más significativa. Sentí el conflicto aumentar dentro de mí de nuevo. 26

Esto es lo que quería, la normalidad de llegar al mismo lugar cada día, teniendo un trabajo estable, pero cada vez que teníamos que dar un pedazo de nosotros mismos a través de las canciones, se sentía como una traición. Canté la original en silencio para mí mismo esa noche mientras tocaba la hermosa música de Mia. La gravedad consiguió lo mejor de mí. Tiene un agarre, no me dejará ir. Me desgarra en pedazos. De vuelta a casa, me quedo solo con nada más que una caja de calcetines desemparejados y piezas de rompecabezas perdidas. Me pierdo pero nunca me encuentro. Estoy paseando en el viento y descendiendo hasta que soy arrastrada de nuevo. Has dicho que corte los vínculos. Has dicho que cuente mentiras. Rompes tus mejores intenciones y no dejas rastro Todo el dolor puede ser borrado si te quedas conmigo en la superficie. Me pierdo pero nunca me encuentro. Estoy paseando en el viento y descendiendo hasta que soy arrastrada de nuevo. En esa canción había demasiada profundidad y significado para un imbécil como Chad. No estaba del todo disgustado porque él no conseguiría cantarla. No tenía ni idea de lo que pasaría con la demanda, pero esa noche elegí mantenerlo para mí y esperar hasta después de la boda para poner a Mia al corriente. Me arrastré por las escaleras hasta nuestro piso con el peso del mundo sobre mis hombros. Tan pronto como abrí la puerta, un dulce aroma inundó mis sentidos. Olía a que Mia había estado horneando. La única luz en el apartamento venía de encima de la cocina. Eran las siete de la tarde, pero al parecer Mia ya se había ido a la cama. Entré en la cocina con June rebotando en mis pies. La levanté y me incliné sobre la cocina. Envueltos en celofán había tres croissants de chocolate. Mia había estado horneando delicias así la mayor parte de su vida durante los 27

veranos cuando venía a Nueva York y trabajaba en la cafetería de su padre. Ella rara vez hacía cosas así en casa. Saqué uno y lo devoré mientras June trataba sin éxito de morder un pedazo. Se retorció en mis brazos. —¿Por qué no estás en tu canasto? —le dije. Ella me miró con sus grandes y redondos ojos de cachorro—. Soy un tonto, también tendría que dejarte salir. Me dirigí hacia el corto pasillo. Llamamos a nuestro apartamento loft porque tenía una gran habitación con altos e inclinados techos. Las paredes que separaban las habitaciones y el baño no alcanzaban el techo, así que básicamente vivíamos en un loft con algunas paredes. Nuestra habitación estaba a oscuras, pero había la suficiente luz proveniente del pasillo para que pudiera ver a Mia acurrucada bajo las mantas. Me acerqué a su lado. Una vez que me moví de la puerta, la luz brilló sobre su rostro. Dormía profundamente a las siete en punto. Me di una ducha rápida y me deslicé en la cama en mis bóxers. Ella se removió y abrió los ojos sólo un poco. —Hola, bebé —dijo—. ¿Qué hora es? —Son las siete y cuarto. —Oh, Dios mío. Solo iba a tomar una pequeña siesta. Hice croissants — murmuró, luego bostezó con los ojos aún cerrados. —Tomé uno. Están deliciosos. Se deslizó hacia mí, se hundió y luego se acomodó en mi pecho. Envolvimos nuestros brazos alrededor del otro. Era tan cálida, como un pequeño horno. —¿Quieres que me levante y haga la cena? —No, tuve un día muy largo. Solo quiero acostarme aquí contigo —dije. —También estoy exhausta. —¿Está Jenny enloqueciéndote con la planificación de la boda? —Algo así. —Lo dijo de una manera que me hizo pensar que no quería menospreciar a Jenny. Mia era locamente leal, nunca hablaba mierda sobre la gente a pesar de que ambos sabíamos que Jenny estaba volviéndola loca. —Ella no está embarazada —dije. —Lo sé. Apesta. —Pasará para ellos. —Unos segundos más tarde, me reí para mí mismo, pensando en Tyler en el bar ese mismo día. —¿De qué te ríes? —Hoy Tyler y yo tuvimos un debate sobre quién canta una canción. Consiguió que todos en el bar se involucraran.

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Ella se dio la vuelta y se pegó a mí de forma que estábamos haciendo cucharita. —¿Qué canción? —Long Cool Woman in a Black Dress. En medio de un bostezo, dijo—: Oh, esa es de los Hollies. Me reí en voz baja y momentos más tarde la sentí irse. Estaba dormida. Metí mi rostro en su cabello, inhalando su dulce y limpio aroma. —Dios, te amo — susurré. *** La mañana del sábado, con Mia acurrucada en mis brazos, finalmente le pregunté—: ¿Qué fue lo que te hizo volver? ¿Cuándo supiste que me amabas? —Lo supe el día que te conocí. —Besó mi pecho y luego apoyó su cabeza de nuevo antes de comenzar a divagar—. Fui estúpida, Will. Me tomó mucho tiempo verlo. Me gustaría que pudiéramos tomar ese año de regreso. Mi padre seguiría vivo y yo simplemente te encontraría en un vuelo a alguna parte. Nos conoceríamos y decidiríamos en ese mismo momento vivir el resto de nuestras vidas juntos en algún paraíso, tocando música en una playa. ¿Sabes? —Creo que todo sucede por una razón. Todos esos meses conociéndote… Incluso si no estábamos juntos, significó mucho para mí. No quiero recuperarlo y tampoco creo que deberías quererlo. Lo que quería decir es ¿cuándo hizo clic en tu cabeza? —Cuando vi a Lauren. —¿Quién es Lauren? —Esta mujer que conocí en el aeropuerto, el mismo día en que te conocí, en realidad. Algo me resultó conocido en lo que Mia decía, a pesar de que nunca lo habíamos hablado. —Espera un minuto. También conocí a una Lauren en el aeropuerto ese día. —¿Estás bromeando? —Ella se sentó en la cama y se giró hacia mí—. ¿Una mujer de cabello oscuro y desordenado? ¿Con dos niños pequeños? —Sí, es ella. —Que loca coincidencia. —Totalmente. Probablemente estaba en nuestro vuelo, pero no lo notamos porque estábamos ocupados. —Sonreí. Ella se echó a reír. —Haces que suene travieso. 29

—¿Y bien? —Bien, de todos modos, después de LA, después de que me dijiste que te arruiné… Me encontré con ella en Tompkins Square Park. La mera mención de Mia rompiendo mi corazón en LA envió una sacudida de terror a través de mi cuerpo. —¿Y? —Y ella me contó cómo se enamoró de su marido. Dijo algo como que no puedes conocer el futuro con certeza; el amor es tener fe en la otra persona y en ti mismo. Es confiar en ti mismo para saber quién es el indicado. Algo hizo clic después de eso. Traté de contactar contigo. —Lo sé. Lo siento. Solo necesitaba estar seguro de que tú no estabas… — Tragué. —¿Qué, Wilbur? ¿Que yo no estaba qué? —dijo con una sonrisa juguetona. Empecé a hacerle cosquillas, pellizcándola en los costados y detrás de sus rodillas hasta que estuvo de espaldas, retorciéndose. Me cerní sobre ella y mantuve sus brazos por encima de su cabeza. —Necesitaba asegurarme de que no ibas a joder mi corazón de nuevo, pequeña bromista. —Agaché mi cabeza y pasé la lengua por su cuello, y continué la tortura hasta su mejilla y su frente. Ella se retorció, gritando—: ¡Qué asco! ¡Déjame ir! Nos reímos histéricamente hasta que finalmente nos acurrucamos de nuevo y dormitamos con la luz de la mañana bañándonos a través de la ventana.

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Canción 4: Bros before Hos Traducido por ElyCasdel Corregido por Val_17 Mia se había ido cuando volví a despertar. Me dejó una nota diciendo que iba a probarse el vestido con Jenny. Miré el reloj. Eran las nueve cuarenta y cinco. Me vestí y bajé al estudio, en donde Frank ya estaba esperando. —Creo que deberías haber contratado a un abogado, Will. —Mira, no hablaré hoy. Los dejaremos contar su parte. No he visto nada aún para sentir que necesite contratar a un abogado. Sin cargos, no hay papeles en la corte. Es una táctica para asustar. —Espero que tengas razón. —Cuando desbloqueé la puerta, me di cuenta de que alguien caminaba hacia nosotros por el reflejo. —Charlene Fretas —dijo Frank en voz alta—. Soy Frank Abedo. —Estiró la mano para estrechar la de ella mientras yo me giraba para presentarme. Inmediatamente me congelé, igual que ella. Había conocido a Charlene unos meses antes de que Mia y yo nos juntáramos. Ella entró en el bar en el que solía trabajar y básicamente se me propuso. Inicialmente la rechacé, pero después de una larga y deprimente noche de poner en su lugar a cabezas huecas desagradables, y sintiendo el rechazo total de Mia, me rendí y me encontré con Charlene —Charlie— en la habitación de hotel. Era un poco mayor, me dijo que era abogada y que estaba en la ciudad por negocios. Cuando fui a su habitación esa noche, como que esperaba encontrar una mujer madura loca por el sexo. De hecho, tenía la esperanza de que lo fuera después de enterarme sobre Mia y su décimo novio. En su lugar, Charlie y yo no habíamos hecho nada más que escupir cosas sobre nuestros recientes corazones rotos. Más allá de su duro exterior, era amable y compasiva. Nos acurrucamos. Sonaba estúpido, pero solo dormimos en la cama y nos abrazamos. Eso era exactamente lo que necesitaba entonces. Ella no era la persona que esperaba ver ese día en mi estudio. Podía decir de inmediato que estaba usando su traje de abogada porque apenas sonrió cuando vio mi cara. —Señor Ryan —dijo mientras agitaba mi mano. 31

—Charlie —respondí. —Es Charlene. Mantengámoslo profesional. El recuerdo de nuestra noche juntos se desvaneció. Apareciendo en mi estudio y amenazando con demandar en nombre de Chad aniquiló todo el respeto que le tenía. —De acuerdo, bien. Charlene. Así que, ¿eres la abogada de Chad? —Sí, también soy su tía. Quería que eso quedara en el registro. —Debidamente anotado. Aunque, escuché que eras su ¿tía abuela? —dije, riendo. —Sí, tía abuela. Mi hermana tuvo a su madre cuando tenía quince, así que eso me hace una tía muy joven. —Eso no es de aquí ni de allá —dijo Frank, señalando hacia la puerta—. ¿Vamos? Tomamos asientos en la sala de juntas, que no tenía nada más que una cafetera, una gran mesa ovalada de conferencias y sillas. Charlene inmediatamente sacó su grabadora digital. —No —dije. Se encogió de hombros y luego sacó la batería y la puso al lado de la grabadora en la mesa. Era un gesto para ganar confianza. —Ni siquiera sé de qué se trata esto, Charlene. ¿Por qué no comenzamos con una conversación? ¿Por qué estás aquí? Se inclinó en la silla, escaneándome, buscando algo, un comentario o un ángulo, no estaba seguro. Levanté mis cejas muy ligeramente, solo lo suficiente para lucir juguetón. Rápidamente se sentó derecha y se enfocó en los documentos frente a ella. —Estamos aquí porque Chad tiene una carrera prometedora frente a él. —Eso está por verse —contrarresté rápidamente. Sacó un papel de su portafolio. —Tiene una infección interna en el oído y esta es la receta del doctor. Tomé el papel a través de la mesa. Había una lista de como veinte causas posibles, incluyendo la más común en la parte superior: bacteria o virus. En algún lugar en la lista, encontré la palabra trauma. Alguien la había resaltado como implicación de que esa era la causa. Intentando permanecer lo más calmado y sereno posible, dejé el papel y levanté la mirada, justo a los ojos de Charlene. —No tengo nada que ver con la infección de oído de Chad, y lo sabes. Dejémoslo hasta aquí, porque sabes que no 32

quieres chantajearme. No es tu estilo. Pon las cartas sobre la mesa, y dime por qué estás aquí. Primero pareció que mis palabras la habían molestado. Comenzó a golpear el papel en la mesa fervientemente. Después de algunas respiraciones profundas por la nariz y la boca, preguntó calmadamente—: ¿Ayudarías a mi sobrino? En la misma voz calmada, respondí—: No. En. Esta. Maldita. Vida. O la siguiente. —Will —dijo Frank en un tono sin sentido. Charlene negó con la cabeza para dar énfasis mientras intentaba persuadirme. —Escúchame, Will, prometió no más engaños. Los necesita. Es un buen chico, en serio, y los admira bastante. —No me necesita, tiene un contrato. Live Wire encontrará otro productor y otro estudio. No es gran cosa. —Realmente los quiere a ustedes. Sabe el talento que tienen tú y tu novia. —Prometida. —Prometida, por supuesto. Solo piénsalo un poco. Puedes decidirlo en unos días. Frank asintió hacia mí como diciéndome que tomara la oferta. Pensé en Mia y cómo parecía tan preocupada por la estabilidad. Me pregunté por qué peleaba con este chico. Me pregunté por qué algunas veces se sentía como una pelea regalar nuestras canciones. La única cosa que sabía en ese momento era que no importaba nada, tenía el control. Me recargué hacia atrás y crucé los brazos. —No seguiré adelante hasta que tenga todo por escrito. No tiene nada de aportación creativa, y quiero un alto porcentaje de los derechos de autor. Hubo varios momentos de silencio. Charlie me miró, mordiéndose un lado de su labio nerviosamente. — Manejas un negocio duro, señor Ryan, pero creo que Chad y el sello accederán a tus términos —dijo con una sonrisa superficial. Mientras la seguía hacia afuera por el lobby, se detuvo cuando una foto en blanco y negro captó su atención. Era Mia sentada en mi regazo en el piano, nuestras caras estaban congeladas en una carcajada. —Es hermosa. ¿Cómo se llama? —Mia. Charlene asintió. —Ah, bueno, bien por ti. —Me tendió su mano para que la estrechara. Sabía que se había dado cuenta de que era la chica que me había hecho sacar mis tripas con ella aquella noche en la habitación de hotel—. Estaremos en contacto, Will. 33

—Adiós, Charlie. Sonrió genuinamente por primera vez desde que entró por la puerta. Mi teléfono vibró con fuerza en mi bolsillo. Tomé una profunda respiración y bajé la mirada a la pantalla. Era Mia y me sentí aliviado de que el drama terminó por hoy. —Hola, nena. ¿Cómo estuvo el ajuste? —Bien. El vestido debería ser perfecto. —No puedo esperar para verlo. —Quiero que sea una sorpresa total. —Sí —dije, pero seguía preocupado, pensando en el cúmulo de mierda que acababa de pasar por Chad. Debería de estar feliz, básicamente eso estaba a mi favor. —¿Qué está mal, Will? —Nada. —Pensé en ti todo el día. No pude dejar de pensar que algo te molestaba. Mia siempre sentía cosas. Llámalo intuición femenina, quién sabe, pero no podía ocultarle nada. —¿Por qué? —No lo sé, solo tengo un sentimiento extraño. —Estoy bien. Todo está bien ahora. No te preocupes. —Vas a divertirte con los chicos esta noche, ¿verdad? Por cierto, me reuniré con Martha para cenar, así que tal vez no te vea. —De acuerdo, mándale saludos. No llegues muy tarde. —Solo diviértete, bebé —dijo vehementemente. —Te amo. —También te amo.

Cuando Tyler entró en mi apartamento, se veía decepcionado. Con el ceño fruncido y sacudiendo la cabeza, dijo—: ¿Qué estás usando? 34

Tenía una camiseta roja que decía “k pasa” con pantalones negros. —Me gusta esta camiseta. ¿Qué tiene de malo? —¿No tienes camisetas que no tengan nada escrito? Regresé a mi habitación, me la quité y la lancé a la cama. Miré dentro de mi armario. Tyler vino a mi habitación y se quedó en el marco de entrada. —¿Cómo tienes malditos abdominales? Ni siquiera entrenas. —¿Admirando mi físico? —dije sin quitar mis ojos del armario. —Simplemente no es justo. Saqué una camiseta blanca y lisa del colgador, y la deslicé por mi cabeza. — ¿Qué tal esta? —Mejor. Mientras nos dirigíamos a las escaleras, Tyler gritó—: Veremos a Josh y Kyle. —¿Estás bromeando? No soporto a Josh. Se giró hacia mí justo antes de salir a la calle. —Es divertido. —Actúa como un idiota. Seguro que se meterá en una pelea, lo sacarán del bar, o será arrestado. —No ha sido arrestado en dos años, y de todas formas, ¿qué pasa si es así? Es entretenido. Tenía un punto. —Sí, supongo. ¿A dónde vamos? —Veremos a los chicos en el Red Bar. —Amo ese lugar, tienen el mejor tocadiscos. Entramos en el pequeño bar rojo y encontramos a Josh y Kyle sentados al final. Tan pronto como nos vieron, Josh se levantó, lanzó sus rechonchos brazos al aire y gritó—: ¡Pollas antes que chicas, hombre! Me escondí detrás de Tyler, agitando la cabeza. En los cinco segundos que nos tomó llegar a Josh y Kyle al final de la barra, ya me habían ordenado un trago irlandés. Después de chocar los cinco y golpear puños, Josh empujó la cerveza y la lanzó hacia mí y comenzó a corear—: Traga, traga, traga. Josh era una mezcla entre Chris Farley y Jack Nicholson. Tenía sobrepeso y mucha energía estúpida, esas cejas realmente exageradas y esa imperiosa frente, lo que permanentemente le daba un toque siniestro a su cara. Alcancé la cerveza y me la tomé en tres tragos, luego la estrellé de nuevo contra la barra. 35

Kyle, quien siempre estaba con Josh, era el perfecto compañero inocente. Era delgado, rubio, y virgen a la edad de treinta, lo que básicamente lo hacía el centro de todas las bromas. Él y Josh eran los viejos compañeros de habitación de Tyler. Se conocieron en la universidad cuando los tres trabajaron en Subway. Aún se llamaban artistas del sándwich; ridículo. Kyle era un chico decente y guapo, así que era difícil entender por qué no había estado al menos con una chica. La única explicación que podría tener era que estaba con Josh, quién era el deflector de mujeres. En bares, las mujeres no se acercarían a un metro de Josh, aun así, siempre encontraba novia. En este momento, estaba saliendo con una bailarina que conoció actuando en el restaurante Mediterranean. —Hablando de chicas, ¿cómo está tu chica, Josh? —Está genial. Trabaja esta noche. ¿Quieren ir a verla? —Uh, no —dijo Tyler. Josh objetivaba a su propia novia de una manera tan rara y luego les decía a todos que le gustaba, otra razón para no soportarlo. —¿Cuál era su nombre, hermano? —pregunté. Esta vez intervino Kyle. —¡Saphir! —espetó. Josh se giró hacia él y lo miró antes de regresar a Tyler y a mí. —Ese es su nombre artístico. Y Kyle fue a ver su actuación el fin de semana pasado. —Fui —dijo Kyle soñador. Josh lo golpeó con el codo. —¿Es un nombre indio? —Su verdadero nombre es Brittney. Es de Kentucky, una chica blanca total, pero hombre, puede moverlo. ¿Sabes a lo que me refiero? —Levantó sus cejas de Jack Nicholson. —Lindo —dije, sonriendo sarcásticamente. —Kyle, ¿cuándo irás por ello? —¿Ir por qué? —La pregunta lo aterrorizó. —¿Qué crees? —dijo Tyler. —Estoy esperando a la chica correcta —respondió con voz chillona antes de tomar un gran trago de cerveza. Estaba golpeando sus dedos en la barra nerviosamente. —Ella es linda. —Señalé a una pequeña mujer para nada intimidante parada a pocos metros, intentando obtener la atención del camarero—. ¿Por qué no le compras un trago? 36

—Deberías —dejó escapar Josh—. Te ayudaré. —¡No! —gritamos Tyler y yo al unísono. Josh no escuchó y Kyle solo se sentó ahí, con sus ojos tan abiertos como si se salieran. Josh se puso de puntillas para ver por encima de los clientes que bloqueaban su visión de la pequeña rubia de cabello corto. —¡Hola, bombón! — gritó. —Oh, Dios. —Enterré mi cara entre mis manos sobre la barra. —Sí, tú, Campanilla. Mi amigo aquí quiere comprarle a tu dulce trasero un trago. —Cristo —murmuró Tyler. Kyle literalmente se hundió en el taburete. Su expresión no era más que horrorizada. La chica negó con la cabeza y se alejó de nosotros. —Bien hecho, idiota —le dije a Josh. —¿Qué? La chica era una perra. Salvé a Kyle de un serio ataque al corazón. —Golpeó la espalda de Kyle. —Ouch. No necesito tu ayuda, Josh. Bloqueas mi maldita polla cada vez que salimos. ¿Cuál es tu problema? —¡Hora de más tragos! —anunció Josh. Varias horas de irresponsable consumo del alcohol pasaron antes de que la mierda golpeara. Aparentemente, mientras Tyler y yo nos sentamos inconscientes, peleando sobre dónde conseguir la mejor pizza, Kyle y Josh estaban abriendo sus corazones. Comenzó cuando Josh se disculpó por la escena de antes con Campanilla. La conversación siguió y siguió, ambos profesando su borracho amor por el otro mientras Tyler y yo continuamos una vieja discusión sobre la diferencia entre las batatas y las patatas dulces, que es una especie de mierda profunda de la que hablábamos. Regresamos a la realidad cuando Josh gritó—: ¿Qué demonios? —Ella vino a mí —dijo Kyle con sus manos a la defensiva. Josh se acercó a él con lo que parecía ser un gesto universal de voy a matarte por estrangulación mientras gritaba—: No tenías que follártela. —Oh, mierda, ¿te follaste a la bailarina? —le dijo Tyler a Kyle. Al mismo tiempo, Josh espetó—: Brittney—, mientras Kyle gritaba—: Saphir. Los hombres inmediatamente comenzaron a rodar por el suelo, intentando matarse mientras Tyler trataba de separarlos. Tan duro como era, logré ignorar toda la conmoción.

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Le grité al camarero, que se veía incrédulo. Me encogí de hombros. —Es mi despedida de soltero. Asintió. —Entendido. Felicidades, hombre. ¿Son tus amigos? —¡No! —grité en respuesta. Pagué los tragos, otra desventaja de salir con idiotas, luego salí y le di a un vagabundo cuatro dólares por un cigarro. Tyler me siguió de inmediato. —Eso fue loco. —¿Siguen peleando ahí? —dije, soplando una bocanada de humo en el aire. —No, Kyle escapó por la puerta trasera mientras Josh vomitaba detrás de la barra. Seguro será pateado. Solo es cuestión de segundos. Bastante seguro, diez segundos después, dos fornidos guardias salieron con Josh entre ellos. —Lo llevaremos desde aquí, chicos —dije antes de girarme para pedir un taxi—. Caminaré a casa. ¿Quieres llevar a Josh a su casa? —Will, esta es tu despedida de soltero, solo hemos estado en un bar. Tenemos un par de paradas más en la agenda. —Amigo, terminé. Paso. Josh se paró entre nosotros, balanceándose. —Esa perra me engañó — arrastró las palabras—. Estúpida puta. Voy a asesinarla… y a él. —Guau, Josh, cálmate —dijo Tyler—. Te vamos a llevar a tu casa. —Tyler me dio su atención—. Will, tienes que venir conmigo. ¿Y si se desmaya? —Eres malditamente enorme; lo manejarás. —No puedo levantar ciento cincuenta kilos de peso muerto. —Llévenme a ver a Britnney. Por favor, chicos. —No, te llevaremos a casa —ladré—. Puedes gritar lo que quieras, pero nadie va a morir por una desagradable bailarina de danza del vientre. —¿Por qué la llamas desagradable, hombre? —dijo, y comenzó a sollozar como un bebé. Logramos meter a Josh en la parte trasera del taxi. Tyler entró, y yo me deslicé en el asiento delantero. Josh murmuró su dirección y luego se tiró un pedo y un eructó al mismo tiempo. Pasé el resto del viaje a casa de Josh con mi cabeza fuera de la ventana. Increíblemente, cuando llegamos a su apartamento, fue capaz de subir su cuerpo rechoncho por la estrecha escalera hasta su habitación. Después de que nos aseguramos de que se encontraba seguro en el interior, volvimos al taxi y entramos en la parte trasera.

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—En serio, Tyler, creo que terminé. —Te tengo una sorpresa. —Le susurró algo al taxista. El hombre asintió. —Estoy cansado. —Todo lo que tienes que hacer es estar ahí y mirar. —No. Dije sin strippers. —Cállate, marica. Cuando llegamos al frente del edificio de mi estudio y desván, me giré hacia Tyler. —Me estás trayendo a casa. ¿Esa es la gran sorpresa? Esperamos afuera; Tyler le dijo al taxista que esperara. Sacó un juego de llaves de su bolsillo y comenzó a abrir las puertas del estudio. La primera cosa que noté fue que la alarma no sonó. —¿Qué estamos haciendo? Por favor, dime que no escondiste strippers aquí. —¿Para qué son los amigos? Vamos, sería una pérdida de dinero si no regresas ahí y al menos echas un vistazo. —Palmeó mi espalda y luego sacó un frasco de su bolsillo—. Aquí, tal vez necesites esto. Es whiskey, solo el más fino. —Tyler. No estoy seguro de esto. —Solo regresa ahí. Toma asiento en la sala de control. —Cuando tomé el frasco de sus manos y entré al lobby, dijo—: Diviértete. —Espera un minuto, ¿no vas a estar conmigo? —De ninguna manera, esto es para ti —dijo antes de cerrar abruptamente la puerta y encerrarme dentro. Regresó al taxi, y sin mirar atrás, agitó su mano y dijo adiós.

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Canción 5: Breathe Traducido por Ayrim Corregido por Julieyrr Negué con la cabeza, tomé un trago más grande de lo necesario de la botella y comencé a dirigirme por el largo pasillo hacia la sala de control. Estaba tan oscuro que tuve que ir palpando por camino hacia el interruptor de la luz. Rocé la placa del interruptor con la mano y me di cuenta de que alguien había colocado una cinta sobre ella, impidiéndome encender la luz. Entonces oí un susurro femenino de voz: —Uh-uh —por los altavoces de la sala de control. Me las arreglé para ir hacia la caja de resonancia y a la silla y me senté. Estaba entrecerrando los ojos, tratando de ver el interior de la sala de sonido, cuando la música comenzó a sonar. A pesar de que no había luces parpadeantes en el tablero, todavía sentía alrededor los botones y mandos, pero rápidamente me di cuenta de que el equipo en la sala de control estaba apagado, excepto por el micrófono. Quienquiera que estuviera en la habitación de sonido tenía el control de la música. Reconocí la canción de inmediato por el zumbido del principio. Se trataba de Retrograde, de James Blake. La sala de sonido permaneció a oscuras hasta el primer ritmo de aplausos de la canción. Lo que sucedió después es difícil de expresar con palabras para mí, pero maldita sea, lo intentaré. Justo en ese primer tiempo, una pequeña luz se encendió por encima al otro lado del cristal. El tenue foco brilló en un espacio vacío en el centro de la sala de sonido hasta que una mujer salió a la luz lentamente y de manera muy seductora. Llevaba un vestido corto de encaje negro, tan corto que pude ver las ligas negras asomándose desde abajo. Sintiendo mi aumento de frecuencia cardíaca, me limpié las sudorosas palmas de las manos en mis pantalones vaqueros y me mecí en la silla nerviosamente. Ella echó su pierna sobre el banco del piano y luego se pasó las manos por su muslo, levantando el vestido aún más. Con facilidad, se agachó y se quitó el tacón negro de aguja, poniéndolo en el banco al lado de su pie. Levantó su vestido de nuevo y se desabrochó la liga de la pierna, todavía apoyándose en el banquillo. En un movimiento muy lento, deslizó la tela hacia abajo y se la sacó del pie antes de tirarla hacia la oscuridad. Pude ver el color rojo brillante de esmalte de uñas en sus dedos de manos y pies, el mismo tono rojo que llevaba en los labios. Era como 40

la luz del techo que creaba esta ilusión en la que la mujer estaba en una de esas fotos en blanco y negro donde solo unos pocos objetos estaban coloreados. Tenía la piel radiante y brillante contra su pelo oscuro, casi negro. Puso su talón hacia atrás y luego repitió el mismo movimiento tortuoso con la otra pierna, mientras yo observaba en completo asombro. Su belleza me dejó sin aliento y su forma de moverse y la música —estaba a punto de deshacerme. Tomé otro trago de whisky. Ella se acercó al vidrio, desabrochándose lentamente un lado de su vestido mientras se movía. Sus ojos estaban fijos en los míos. Sus labios carnosos estaban apenas abiertos. Estando a dos pasos del cristal, se deslizó el tirante de su vestido de un lado y toda la cosa cayó al suelo. Su pelo oscuro, rizado en bucles sueltos, cayó hacia atrás sobre sus hombros, acariciando la parte superior de sus pechos. Se dio la vuelta y, de espaldas a mí, se desabrochó el sujetador y lo arrojó a un lado. Agarró su liguero y su tanga por cada cadera y se inclinó para deslizarlo hacia abajo por sus piernas. Su perfecto culo estaba justo a nivel de mis ojos. Se alejó del vidrio pavoneándose, sin darse la vuelta hasta que llegó al banco del piano. Sus movimientos eran muy elegantes y seductores, como si hubiera estado haciendo striptease durante años. Se volvió hacia mí mientras se sentaba a horcajadas sobre el banco. Observé cómo su expresión cambiaba de seductora y provocativa a juguetona. Una dulce sonrisa cómplice cruzó su rostro. Con las piernas extendidas, totalmente expuesta, señaló el cristal con el dedo y me convocó. Era mi hermosa y preciosa Mia, sentada vistiendo nada más que sus tacones, esperando a que yo la tomara. Apenas podía caminar, estaba excitado. Aún desorientado, busqué a tientas mi camino a través de la puerta que daba a la sala de sonido y pasé varios instrumentos y sillas hasta que quedé de pie sobre ella en el piano. Su posición, posando desnuda en el banco, mirándome a través de sus grandes y hermosos ojos color avellana, era tan vulnerable y dulce. Sin embargo, sabía que Mia estaba muy controlada. —Eso fue lo jodidamente más sexy que he visto en mi vida, nena. Ella se echó a reír, un rubor arrastrándose por sus mejillas. —Ya lo veo — dijo, su mirada moviéndose al cinturón de mis vaqueros. —Tienes que poner esa canción otra vez para que pueda representar todo lo que me estaba imaginando detrás del cristal. Se levantó, con los pies todavía a cada lado de la banca. —Está en repetición —susurró mientras desabrochaba la hebilla de mi cinturón. Con las piernas abiertas, podía sentir el calor que irradiaba de su cuerpo. Era como si mi mano tuviera mente propia. Me agaché y la toqué, suavemente al principio y en el lugar correcto. Ella contuvo una rápida respiración, luego cerró los ojos y gimió en voz baja. Puse mi otra mano en su cadera y luego la deslicé 41

hasta su delicado costado, tocando su pecho, rodeando su pezón, y luego hacia arriba más allá, hasta que me encontraba sosteniendo su cuello y besando su boca. Mi otra mano se quedó trabajando sobre Mia mientras ella hacía sonidos aprobatorios contra mis labios. Podía sentirla apretándose contra mí, con más fuerza, con ganas de más. —Estoy lista —dijo con voz entrecortada. Me pregunté en ese momento si sería superficial por mi parte el que me gustara más ese lado de Mia, la parte de ella a la que le gustaba planificar striptease secretos y que me dejaba tocarla por todas partes. Soy un chico, después de todo. Cuando estábamos juntos, besar y tocar era como interpretar música. Siempre sabía qué movimiento hacer, como si estuviera contando subconscientemente los ritmos de una partitura. Estábamos siempre tan en sinfonía que nos sentíamos como si lleváramos juntos siglos, pero en el buen sentido. Estaba convencido de que habíamos vivido veinte mil vidas y en cada una de ellas nos habíamos encontrado el uno al otro, como dos pequeños imanes en un cajón del tamaño del universo. Ella y yo encajábamos y nos movíamos juntos con tal facilidad que no podía imaginar estar con nadie más algún día. En el momento en que me aparté de su boca, los dos nos hallábamos desnudos. Cuando la cogí, se sentó a horcajadas sobre mí. Sus perfectas y pequeñas piernas se apretaron alrededor de mi cintura como un torno, dejando poco trabajo para mis brazos. Me acerqué a la pared y la apreté contra el material de insonorización. ¿Quién sabía que esos pequeños picos hinchados de espuma podrían hacer una pared para un revolcón diez veces mejor? Me moví dentro de ella mientras se acomodaba sobre mí hasta que estuvimos nivelados. No dudé en volver a presionarla con fuerza contra la pared. Nuestros cuerpos se fundieron con tan poco esfuerzo, moviéndonos con el ritmo de nuestra boca besando y chupando. Ella rompió el beso y apretó la cabeza contra la pared. Mirando hacia arriba y arqueando la espalda, cerró los ojos y gritó una canción de sonidos: gemidos y gruñidos, respiraciones ruidosas y gritos felices tan dulces y desinhibidos que no podía detener las olas que rompían sobre mí, mientras golpeaba dentro de ella. Contra la pared, temblando como si fuera nuestra primera vez, los dos gritamos. Me arrodillé, todavía abrazándola contra mí, todavía dentro de ella. Apoyó la cabeza en mi hombro mientras nos sentábamos allí abrazándonos durante varios minutos, tratando de recuperar el aliento. —¿Will? —dijo con su melódica voz. —Sí, cariño. —Estoy embarazada. Bueno, si esas dos palabras no impactaron a este chico… 42

Me eché hacia atrás para poder mirarla a los ojos. —No creo que funcione así, gatita. Por lo general lleva un par de semanas antes de que se tengan siquiera síntomas. —Primera etapa: negación. Tomó una respiración profunda por la nariz y me sonrió lastimeramente. — No quiero decir que me quedé embarazada en este momento. Ya estaba embarazada. Me enteré la semana pasada. —¿Y me dejas hacerte esto? Lo que acabo de hacer… hacerte… ¿contra la pared? —Señalé frenéticamente detrás de ella. Segunda etapa: ira. —No pasa nada por tener relaciones sexuales durante el embarazo. —Ella tomó mi cara. Sonreía, y luego vi un atisbo de tristeza inundarla. —Pensaba que te estabas tomando la píldora. Pensaba que estabas con la píldora. ¿No estás tomando la píldora? —Tercera etapa: negociación. En esos momentos después de que ella me lo dijera, no tenía una corriente clara de consciencia. Simplemente estaba escupiendo cada palabra que me venía a la cabeza. —Nunca tuve la oportunidad de empezar a tomar la píldora. —Sus ojos se llenaron de lágrimas. —¿Vamos a ser capaces de encargarnos de un bebé y de los gastos?, y… oh, Dios mío… todo tendrá que cambiar a causa de esto. —Hice un gesto con la mano hacia su estómago mientras la sostenía hacia fuera, lejos de mi cuerpo. Cuarta etapa: depresión. Las lágrimas ahora fluían constantemente por su rostro. Sus ojos se arrugaron con una expresión de dolor, arrastrándolos hacia abajo, lo que hizo que me doliera el corazón. Ella se sorbió la nariz y se secó las lágrimas con el dorso de la mano. —Lo siento, Will. Pensé que querías esto conmigo. —Bajó la mirada hacia su estómago de la misma manera en que lo hice yo—. Lo siento. —Puso su rostro entre sus manos y empezó a sollozar. Era oficialmente el idiota más grande del mundo. Estaba acurrucada en mis brazos, desnuda, sollozando, con el corazón roto, y estaba embarazada con mi hijo. La vi llorar durante unos momentos. Me dejó acercarla más para poder tranquilizarla, aunque yo era la causa de su dolor. Había algo muy hermoso en su pura vulnerabilidad, pero dolía saber que había causado que ella se sintiera de esa manera. —Te amo —le dije. —Lo siento —respondió ella. Al principio, la noticia de su embarazo parecía que iba a cambiar la vida de una forma terrorífica, pero esos pensamientos fueron fugaces. Sentado allí, con ella llorando en mis brazos, me di cuenta de que nuestro bebé, que habíamos hecho 43

juntos, crecía dentro de ella. Cuando se hizo real en mi mente, que ella estuviera embarazada se convirtió en la mayor de las noticias que había recibido jamás en mi vida. —No, yo lo siento. —Empecé a besarla por todas partes—. Quiero a este bebé. Este es nuestro bebé —le dije mientras la besaba en el vientre y en los pechos y en el cuello—. Estoy tan feliz, Mia. Entiendo que esto es todo lo que siempre he querido, estar contigo y formar una familia. —Etapa cinco: aceptación. No estoy seguro de por qué tuve que sortear las etapas del dolor después de escuchar las noticias de la noche. Tal vez fue la muerte de mi soltería o la muerte de mi infancia lo que me asustó. Por alguna razón, cuando te enfrentas a la comprensión de que vas a ser padre, inmediatamente cambia la forma en la que te ves a ti mismo. Ya no piensas en ti mismo como el hijo de otra persona porque no se puede ser un padre y un hijo. Es una despedida oficial, y las despedidas siempre me asustaron muchísimo. Seguí besándola mientras ella lloraba y lloraba y lloraba, hasta que finalmente no hubo más lágrimas. Me miró con los ojos rojos e hinchados, y me dijo: —¿En serio? —En serio, ¿qué? —¿De verdad quieres esto? —Sí. —Le aparté el pelo de la cara—. Lo prometo. Sólo me llevó un segundo procesarlo. Siento haber reaccionado de esta manera. Sabes que quiero esto contigo, Mia. Ella asintió sin convicción y luego se puso de pie y cogió su vestido. —No, toma —le dije, y le entregué mi camiseta negra—. Vamos a limpiar esto mañana. Vamos a llevarte a la cama. Intercambiamos algunas palabras mientras nos escabullimos, medio desnudos, fuera del estudio hacia el aire helado. La puerta de entrada a la escalera del desván estaba a sólo unos metros de distancia. —Me estoy congelando. Quiero bañarme —dijo mientras corríamos por las escaleras. En el interior del ático, inmediatamente me fui y le preparé un baño. —¿Te dejan bañarte? —le grité desde el baño mientras ella jugueteaba en la cocina. —Sí, sólo que no puede ser demasiado caliente —dijo finalmente cuando se acercó a mí en el pasillo. Tenía una pila de libros en la mano. —¿Qué es eso? —Algunos libros sobre el embarazo y el parto que me dio Martha.

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Inmediatamente cerré el grifo y me levanté del lado de la bañera. —¿Qué? —ladré. Había tantas cosas corriendo a través de mi mente en ese momento. —Cálmate, Will. —¿Se lo dijiste a Martha antes de decírmelo a mí? —Me quedé muy sorprendido. Ella se mantuvo firme. —Espera un minuto, solo escucha. Fui a la cafetería a visitar a Martha el día que viniste, ¿recuerdas? Asentí. —Me estaba quejando con ella acerca de… ya sabes, ¿cosas de chicas? —No, no lo sé. Martha no es una chica, tiene sesenta y seis años. ¿Qué dijo? —Le dije que mis pezones estaban doloridos, ¿vale? —Ella se sonrojó hasta los dedos de sus pies y luego se marchó a nuestro dormitorio. —Espera, Mia, espera. ¿No vas a bañarte? —Sí, pero no quiero que me regañes ahí dentro. Resoplé. —Sólo cuéntame la historia. Se sentó en el borde de la cama con un mohín en la cara y luego se le pusieron los ojos llorosos de nuevo. —No llores. —¡No estoy llorando! —Golpeó los lados de la cama—. Estoy avergonzada. —Cariño, vas a tener que superar eso muy pronto. Me puedes decir cuando te duelen los pezones, por el amor de Cristo. —Will —se quejó—. No es eso, pero incluso si te lo dijera, no hubieras sabido lo que eso significaba. —Eso me lleva a mi siguiente pregunta. ¿Cómo sabe Martha acerca de cualquiera de estas cosas? Ella ni siquiera tiene hijos. —Martha es una doula. Pensé que lo sabías. —¿Ella es una qué? Mia negó con la cabeza y exhaló, bajando la mirada a sus manos en su regazo. Se llevó el pulgar a la boca. —Oh, no. No vas a masticar ese pulgar. —Le aparté la mano. —Una doula es como una asistente del nacimiento. Ella está allí para las mujeres embarazadas antes, durante y después del parto. —Por lo tanto, qué, ¿como una enfermera?

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—Las doulas ayudan principalmente en los nacimientos naturales o caseros. Quiero tener este bebé de forma natural, sin medicamentos. —¿Me estás tomando el pelo? Amas los medicamentos. —Dios, Will, sé serio por una vez. Golpeé mi mano contra mi pecho desnudo. —Lo soy. Soy tan serio como un jodido ataque al corazón, Mia. ¿Por qué quieres pasar a través de esa tortura? —Sólo quiero ver si puedo hacerlo. Quiero ver de lo que estoy hecha. —Es masoquista. Una de mis hermanas tuvo un bebé de forma natural y dijo que nunca lo haría de nuevo. Dijo que era como ser soplado de adentro hacia afuera. —Muchas gracias por esa visión. —Ella se cruzó de brazos. —Lo siento, pero es la verdad. Necesitas saberlo. —Escucha, Martha ha estado presente en cientos de partos y dice que la forma natural es más segura para el bebé y para mí. —¿Es más segura? —Eso me llamó la atención. Me tendió un libro titulado El nacimiento que es apropiado para ti. —Sí, básicamente lo dice aquí. —Pues bien, si es más seguro, por supuesto. —Cogí el libro de sus manos y lo hojeé—. Oh, ni siquiera vas a conseguir un Tylenol, señorita. Dice que cada interferencia que añadas, incrementa tu probabilidad de tener una cesárea. —Agité mi dedo índice hacia ella—. No hay medicamentos para ti. Ella se echó a reír. —Y… y vas a amamantar a ese niño por lo menos durante cinco años. ¿Ya sabes lo malísima que es esa mierda de leche de vaca? —Estaba siendo tonto en ese momento, pero parecía que Mia se sintió aliviada y eso era todo lo que importaba. Ella sonrió. —No vayamos demasiado lejos, amigo. —Todavía no me has dicho qué pasó, cómo se enteró Martha. —Me senté a su lado en la cama. Ella tomó mi mano entre las suyas. —Ese día en el café, cuando le hablé a Martha sobre mis… ya sabes… —Sí, los pezones, Mia. Vamos a dejar de sentir vergüenza. Me duelen los pezones todo el tiempo. —¿En serio? —No —dije en serio.

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Ella me dio un codazo. —Me dijo que debía ir a comprar una prueba de embarazo y subir donde Jenny y hacérmela. No pensaba que Jenny estuviera en casa. En realidad fue algo espantoso. Justo después de enviarle un mensaje, usé mi llave para entrar en su apartamento donde me la encontré llorando en el sofá. Ella dijo que me vio en la tienda, comprando la prueba. Corrió hacia su casa y ahí es donde la encontré. —Oh, Dios mío, pobre Jenny. —¿Recuerdas cuando Jenny tuvo el aborto involuntario y dijiste que eso iba a cambiarla? Asentí, y Mia continuó—: Bueno, ahora lo pasa mal al oír que otras personas se quedan embarazadas. Ni siquiera le gusta ver a mujeres embarazadas por la calle. Insistió en que me hiciera la prueba, era como si quisiera castigarse a sí misma. Nos metimos en una gran pelea porque no quería hacerlo delante de ella. Se puso completamente agresiva… Había dos pruebas en la caja, así que oriné en una y le entregué la otra al salir de la casa. En el camino hacia las escaleras, miré la prueba y vi que dio positivo. —¿Por qué no me lo dijiste? ¿Y cómo lo sabía Martha? —No te lo dije porque parecía que tenías muchas cosas en tu mente ese día. Nunca le dije a Martha nada definitivo, pero de alguna manera ella lo sabía. A la mañana siguiente, apareció por aquí con una pila de libros y algunas vitaminas prenatales. Tiene ese sexto sentido extraño, ¿sabes? —Sí, así es. ¿Qué hay de Jen? ¿Cómo está? —Fui a verla después de la visita de Martha. Me senté en el sofá y la dejé llorar en mi regazo durante una hora. Me prometió que no le diría nada a Tyler hasta que yo te lo dijera. Antes de irme, me felicitó. Dijo que estaba feliz por nosotros y que esperaba que pudiéramos estar embarazadas juntas. —Oh, hombre, eso debe ser duro para ellos. —Sí. Nos sentamos en silencio durante unos momentos, absorbiendo nuestra nueva realidad. —¿Estás lista para tu baño, mami? —Will, por favor, no me llames así. Con la más temible, diminuta y robótica voz, canté: mamá, mamá, mamá, mamá, mientras seguía a Mia al cuarto de baño. —Para, Will. —Es mejor que te acostumbres, cariño.

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Canción 6: Dresses & Dry Toast Traducido por florbarbero Corregido por Niki Mientras más nos acercábamos al gran día, Mia se sentía cada vez más y más nerviosa. Decidió que esperáramos hasta nuestra boda para anunciar el embarazo, para poder decírselo personalmente a su mamá y a su padrastro. Siendo uno de trece hijos, y el más joven detrás de un hermano y once hermanas, las noticias sobre bebés no eran nada nuevo en mi familia, pero decidí esperar para que todos lo oyeran al mismo tiempo. Excepto, por supuesto, Tyler, Jenny y Martha. Jenny le advirtió a Mia que esperara hasta cumplir tres meses, para que fuera más seguro. Era comprensible que Jenny fuera un poco cínica con respecto a estas cosas. Mia dijo que Jenny era práctica, yo la llamé negativa. Finalmente, le dije a Mia que tenía que hacer el anuncio en la boda. No había manera de que nadie se creyera cualquier excusa acerca de por qué Mia no bebía alcohol en su propia boda, que no fuera que estaba embarazada. Argumenté que todo el mundo lo sabría de todos modos, así que bien podríamos anunciarlo. El jueves antes de nuestra boda, me desperté temprano. Amanecía y la luz que entraba por la ventana era de un color azul opaco. Estaba tranquilo, como si fuera un recuerdo lejano. Hasta que noté la cama vacía a mi lado. Me puse de pie, me coloqué un par de bóxers, y salí corriendo por el pasillo. Oí una voz suave y enfermiza proveniente del cuarto de baño. —Estoy aquí. —Me giré y vi a Mia sobre el inodoro. Se veía pálida y tenía los ojos inyectados en sangre. —Ohm bebe, ¿qué sucedió? —Empecé a entrar en pánico—. ¿Qué tienes? Me miró con una sonrisa dolorosa. —Me siento como… Me siento como, ¿recuerdas cuando apostaste con Tyler que podías beber una botella de vodka y todavía tocar “Voodoo Child” sin perder una nota? —Sí, lo hice dos veces, con los ojos cerrados, y también canté. Gané cien dólares. Me sentí muy bien.

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—No. —Hizo una pausa para exhalar—. ¿Recuerdas cómo te sentiste a la mañana siguiente? ¿Recuerdas que pensabas que ibas a morir? Me hiciste escribirle una carta a tu familia. —Oh, sí, me sentía como una mierda. —Así es como me siento. —¿En serio? Así de mal, ¿eh? No voy a endulzarlo, nena, te ves como un zombi. —Gracias. —Sigues siendo hermosa. Pero tu piel está verde. —Cuando ella exhaló otra vez, pregunté—: ¿Debo llamar a un médico? Vas a ser una novia muy infeliz el sábado si todavía te sientes así. —Lo sé. Sólo llama a Martha. Estoy bastante segura de que estoy bien. Creo que estoy experimentando el fenómeno que se conoce como nauseas mañaneras. La besé en la parte superior de su cabeza. —Voy a llamarla en este momento. —Entré en la habitación, tomé nuestro teléfono fijo y marqué el número de Martha. Ni siquiera me dijo hola. —¿Está teniendo nauseas mañaneras? —Su sexto sentido era espeluznante. —Sí, está en el baño, vomitando. No se ve nada bien. —Volví a la puerta del cuarto de baño y encontré a Mia encorvada en el suelo. —Necesitas darle algo de comer. Sostuve el teléfono lejos de mi oído y le dije—: ¿Quieres que te prepare unos huevos, bebé? —¡No! —gritaron Mia y Martha. —¿Qué debo hacer? —Consigue algunas galletas o pan tostado. Puede que necesite dormir con las galletas y el agua en la mesita de noche. No dejes que su estómago se quede vacío. Nada le va a sonar bien si ella lo deja llegar a este punto. Haz que coma algunas galletas y beba un poco de agua mineral con gas, si tienes. Estaré allí dentro de poco tiempo. —Gracias, Martha. —De nada, querido. Mia todavía gemía en el suelo del baño cuando Martha llegó. Entró con una bolsa llena de remedios naturales. Tenía jengibre, té de menta, algunas velas para

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aromaterapia y cremas. Después de colocar cada elemento en la barra de la cocina, finalmente me abordó. —Will, creo que es importante que estés involucrado en cada fase del embarazo con Mia. Aquí hay algunos elementos que deberían ayudar. Tengo que llegar a Kell’s. Mia se quejó en voz alta desde el pasillo antes de gritar—: No, Martha, tienes que quedarte. —Sí, creo que deberías quedarte. No sé qué hacer por ella. —Es tu bebé el que está llevando en su interior. Es tu bebé el que está enfermándola. —Señaló los elementos en el mostrador de nuevo, y dijo—: Imagina algo con estas cosas. Me quedé atónito mientras veía a Martha caminar a toda prisa hacia la puerta e irse. Me moví por el pasillo atemorizado. Mia ahora yacía sobre una pila de toallas, acurrucada en posición fetal. —Bebe, deja que te meta en la cama. —Uh-uh. Creo que voy a vomitar de nuevo. —Te voy a traer un recipiente. No puedes estar cómoda así. —La ayudé a ponerse en pie y entrar en nuestra habitación, y luego saqué el edredón para que se deslizara en la cama—. Te voy a traer un poco de pan tostado y té. Cuando regresé, dormía profundamente. Pobre chica, probablemente había estado levantada desde las cuatro de la madrugada. Dejé la bandeja con el pan tostado y el té en la mesilla de noche y encendí algunas velas. Después de llamar al estudio para hacerles saber que llegaría tarde, conecté mis auriculares en mi iPod y puse el álbum Veneer de José González. Apoyé los auriculares sobre el vientre de Mia y procedí a tener la primera clase de música de corazón a corazón con mi hijo por nacer. —Oye, bebé, no puedes enfermar a tu madre todo el tiempo. Aquí hay algo de música suave para calmarlos a ambos. —Cuando besé su vientre, ella se movió un poco y luego abrió los ojos. —Pan tostado —murmuró. —Siéntate, Mia. Se sentó, tomó el pedazo de pan tostado de mi mano, y lo metió en su boca vorazmente. —Reduce la velocidad, vas a enfermarte de nuevo. —Me muero de hambre —se quejó ella con la boca llena de pan. Tomó tres pequeños sorbos de té de jengibre, cerró los ojos y se durmió de nuevo.

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Pasé el resto de la mañana acostado a su lado en la cama. Leí los primeros capítulos de Qué Esperar Cuando se Está Esperando y El Nacimiento Apropiado Para Ti. Más tarde, cuando por fin se despertó, sus ojos se abrieron de golpe. Me miró con curiosidad mientras me levantaba con los brazos cruzados. —¿Has estado tomando ácido fólico? —pregunté. —Sí —dijo, luciendo confundida. —¿Y sabes que cuando tienes un dolor de cabeza, no puedes tomar ibuprofeno? —Bien. —Y nada de baños calientes, sushi, queso sin pasteurizar, y ¡absolutamente nada de alcohol! —He oído de alguien que las mujeres embarazadas pueden tomar un pequeño vaso de vino de vez en cuando. —¿Quién es ese alguien? ¡Eso es una tontería! —Solté. En medio del escepticismo y la risa, Mia dijo—: ¿Qué? —Eso simplemente no es cierto. No hay una cantidad mágica que sea segura, lo mejor es evitar el alcohol totalmente. —¿Qué has estado haciendo, Will? —Me miró especulativamente. —Sólo he estado leyendo, eso es todo. Se levantó lentamente de la cama, sin dejar de mirarme a los ojos. —Tienes una expresión neurótica en este momento. —Creo que deberíamos empezar a realizar treinta minutos de caminata dos veces al día. —¿Te preocupa que engorde? —Dios, no. —Negué con la cabeza—. El nacimiento por parto natural es como un evento deportivo, Mia. Piensa en mí como tu entrenador. —¿Has leído todo el libro? —Ella señaló hacia la mesa de noche. —He leído lo suficiente por ahora. Sé exactamente lo que tengo que hacer. Además de sensibilidad en los senos y las náuseas, ¿ha estado experimentando la micción frecuente, y la sensibilidad a los olores? —Um… ¿sí? —Necesito una respuesta definitiva. —Me impresionaba mi capacidad de no sonreír.

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Mia siguió mirándome. Creo que ella esperaba que empezara a reír, pero no lo hice. —Sí. La respuesta es sí, doctor neurótico, ¿por qué lo preguntas? Eché la cabeza hacia un lado y entrecerré los ojos, examinándola de la cabeza a los pies. —Creo que definitivamente estás embarazada. Nuestro siguiente paso es llamar a tu ginecólogo/obstetra y hacer una cita para confirmarlo con una prueba de sangre y un ultrasonido transvaginal. Fue entonces cuando Mia lo perdió. Se dejó caer en la cama, sosteniendo su estómago y riendo histéricamente. —Oh, Dios mío, Will, me estás matando con esta actuación. —Apenas podía hablar—. ¿Cómo sabes todo eso? —No es una actuación. Soy un estudiante rápido. Martha me inspiró a involucrarme, y eso es lo que estoy haciendo. —Finalmente sonreí. —No quiero que te excedas —dijo mientras caminaba hacia el baño para lavarse los dientes por décima vez en el día. Siempre sentí que Mia me bajaba a la tierra. Había pasado demasiado tiempo a solas con mis pensamientos, y me gustaría darle lo mejor de mí. —Parece que te sientes mejor. Me miró en el espejo con la boca llena de pasta de dientes y asintió. Se enjuagó la boca y se giró hacia mí. —¿Qué hora es? —La una. Envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura, frotó su cara contra mi pecho desnudo. Sus dedos furtivos encontraron su camino hasta la hebilla de mi cinturón. La abrió y luego pasó su mano por la parte delantera de mis vaqueros y se apoderó de mí. Di un paso atrás y la miré con los brazos cruzados delante de mí. —¿Qué estás haciendo? —¿Qué te parece? —No podemos hacerlo. Estás en un estado delicado. —Tu cuerpo no está de acuerdo contigo. —Sonrió y me apretó con más fuerza—. Además, no puedes tratarme como si fuera frágil durante nueve meses. Me voy a volver loca. Saqué su mano. 52

—La respuesta por ahora es no. —No vas a durar mucho tiempo —dijo, desafiante. —Obsérvame —le dije, pero sabía que tenía razón. Me giré, entré en nuestro armario y tomé la camiseta blanca que decía "Diva" en el frente con letras negras en mayúscula. La tiré sobre mi cabeza mientras hablaba con Mia. —Voy a bajar al estudio un rato. Todo el mundo se ha marchado por el día, así que quería trabajar en algunas cosas. —Voy a ver si puedo conseguir una cita con el doctor esta tarde, ya que nuestros padres estarán aquí mañana. ¿Quieres venir a la cita si la puedo conseguir hoy? —Por supuesto. —Me giré y la abracé, y luego me aparté y la miré a los ojos—. Estoy muy emocionado y feliz, y no puedo esperar para casarme contigo y contarle a todos sobre el bebé. —Yo también. Me dirigí hacia el estudio vacío y trabajé un poco en las canciones de Chad de la tarjeta de sonido, y luego fui a la habitación de sonido con una vieja Fender Stratocaster2 que me había prestado el marido de Martha. Tenía un repiqueteo, pero el sonido era rico cuando la tocaba. Me conecté, cerré los ojos y empecé a tocar al comienzo de "Ramble On" de Led Zeppelin. Traté de estratificar las partes de la guitarra lo mejor que pude, añadiendo reverberaciones extras, pero la línea de fondo definitivamente estaba mal. Mantuve los ojos cerrados y traté de imaginar la línea de base y la percusión repiqueteando al principio de la canción, y luego en realidad lo escuché. Abrí los ojos y vi a Mia de pie en la sala de sonido, a sólo unos metros de mí, tocando el ritmo en la parte posterior de una silla de cuero de la oficina. Meneaba la cabeza y sonreía, animándome a continuar. Yo no cantaba, pero tan pronto como la canción se comenzó a construir, Mia empezó a dar vueltas. Llevaba un vestido blanco con vaporosas mangas largas y botas marrones de caña alta. Mi pequeño ángel habría encajado fácilmente bailando en el escenario con la banda real en los años setenta. Mia podía oír la música de la misma manera que yo. Tenía imaginación, y a pesar de que sólo tocaba la guitarra en una sola dimensión, sabía que podía oír toda la riqueza de la canción. La vi bailar alrededor; era una bella imagen, mi futura esposa, la madre de mi hijo por nacer. Cerró los ojos cuando fui más y más alto, y tan pronto como golpeé el coro, cantamos con todo lo que daban nuestros pulmones.

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Modelo de guitarra eléctrica.

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Amaba esos conciertos improvisados con ella. Tocábamos como ahí en el estudio todo el tiempo, pero desde que averiguamos que Mia estaba embarazada, fue como si la luz que la seguía a su alrededor fuera más brillante. Después de que las náuseas mañaneras pasaran, ella olía mejor que nunca. Se veía mejor, brillaba, su pelo parecía más brillante, y sus mejillas tenían un rubor natural. Me daban ganas de mantenerla embarazada durante el resto de nuestras vidas. Me sorprendieron mis propios pensamientos primitivos pasados de moda. Cuando por fin nos detuvimos, Mia tomó su bolso. —Por lo tanto, la cita es en media hora. ¿Vas conmigo? —Sí, vamos. —Agarré su mano y salimos. Tomamos el metro hasta el pueblo donde se encontraba la oficina del obstetra/ginecólogo. Después de que Mia llenó mil formularios, la enfermera le tomó la temperatura, presión arterial, y luego la pesó antes de llevarnos a una sala de examen donde le pidió a Mia que se desnudara. Me puse de pie cuando una joven doctora asiática entró en la habitación. —Dra. Chow —dije, extendiendo mi mano para saludarla. —Es doctora Cho. Tres. Simples. Letras —me dijo sin sonreír. —Oh, lo siento, Dra. Cho. Encantado de conocerla. Ella estrechó mi mano, luego la de Mia, y después fue al fregadero para lavarse las manos. —Por lo tanto, ¿te hiciste una prueba de embarazo positiva en casa y han pasado seis semanas desde el primer día de tu último ciclo menstrual? —le dijo a Mia, quien se limitó a asentir—. Está bien, entonces podemos hacer un ultrasonido hoy para confirmar y ver si podemos encontrar el latido del corazón. Me di cuenta de que la Dra. Cho era directa. No nos hizo perder el tiempo y probablemente no tenía los mejores modales con los pacientes. Sacó la vara larga de la máquina de ultrasonido para realizar la prueba transvaginal. Como dije, soy un estudiante rápido. Ni siquiera me inmuté cuando la Dra. Cho sostuvo la sonda. Las piernas de Mia ya estaban apoyadas y extendidas en los estribos. Me puse de pie junto a su cabeza y le acaricié el pelo mientras nuestros ojos se quedaban pegados al monitor. De repente, en la pantalla apareció una forma ovalada flotando en un gran círculo negro. Se pudo ver inmediatamente el parpadeo constante de un latido del corazón. Hay momentos en la vida que sabes nunca vas a olvidar, incluso mientras está sucediendo, y este era uno de ellos.

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—¡Ella va a ser una baterista! —Anuncié antes de que la doctora pudiera hablar. Mia me dio un codazo. —Shhh. Fue entonces cuando lo oímos. Sonaba como un golpeteo y una succión al mismo tiempo, pero era el sonido más hermoso que había escuchado jamás. Era el sonido del latido del corazón de mi hijo. —Mira, bebé, ella va a ser una baterista. —¿Y si es un niño? —dijo. La doctora nos interrumpió. —No vamos a ser capaces de saber el sexo durante algún tiempo. —No puedo imaginar no tener una hermosa niña que se parezca a ti. Señalando el monitor, Mia sonrió. —Ese es nuestro bebé. —Lo sé. —Besé su frente y luego tragué el enorme bulto que crecía en mi garganta. La visita al doctor fue breve. Sólo le recordó a Mia tomar sus vitaminas prenatales y luego nos dio un montón de paquetes con información. De vuelta en casa, tumbados en la cama, leímos los interminables panfletos y folletos informativos, preguntándonos cosas periódicamente. —Oh, mira, podemos recorrer el hospital. No estás pensando en tener al bebé en casa, ¿verdad? —Martha lo sugirió, pero no estoy loca. —Bien. Eso me convertiría en un manojo de nervios. —Si es una niña, quiero nombrarla Grace. —Está bien, si es un niño, creo que debemos nombrarlo Hamsel —le dije, con cara seria. —¿Qué? —Su tono no era agradable. —Sí, siempre he amado el nombre Hamsel o podemos nombrarlo Wilbur Jr. y simplemente llamarlo Júnior, para abreviar. —Finalmente tuve misericordia cuando los ojos de Mia se abrieron tan amplios como era posible—. Estoy bromeando. ¿Qué nombres te gustan? —Para un niño, hmm. No sé, vamos a tener que pensarlo. Realmente me gustan Birch o Branch, ya sabes, algo terrenal… como Webb. —Me reí, pero ella permaneció inexpresiva —¿Qué? Quiero decir, que si no te gustan esos, también me gustan mucho Stream o Haze. 55

Oh, Dios mío, hablaba en serio. Inclinó la cabeza hacia un lado, sonrió y se rio como una bruja. —Ja, ja, Will. Dos pueden jugar este juego. —Gracias a Dios, pensé que hablabas en serio. Mierda. Me dio un puñetazo en el pecho. —Mira, no es divertido que se metan contigo, ¿verdad? —Puedes meterte conmigo en cualquier momento. —Me agarré los genitales. —¡Will! —Ella gritó y luego saltó de la cama. Mientras salía de la habitación, la oí murmurar en voz baja—: Eres un cerdo.

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Canción 7: Wedding Bands Traducido por *~ Vero ~* Corregido por SammyD

La mañana de nuestra boda, Mia salió y se fue a la casa de Jenny con su madre, Martha y Sheil para prepararse mientras me entretenía la enorme cantidad de familiares que habían venido a la ciudad. Junto con el padrastro de Mia, mis padres, mi hermano, y seis de mis hermanas y sus familias, volaron para la ceremonia. Nuestro plan era hacer una ceremonia “corta pero dulce” en el muelle y luego todo el mundo volvería a un restaurante local para tener una cena de boda. No hicimos la cosa de la recepción. Sinceramente, no creí que Mia se sentiría de humor para una gran conmoción, y nos hubiera costado una fortuna. Ya que Mia no quería salir de la ciudad después de descubrir que estaba embarazada, reservé una suite en el Ritz-Carlton para nuestra noche de bodas. Tyler y yo vestimos trajes negros simples y corbatas estrechas que Jenny escogió. No pude resistir la tentación, tuve que ocultar una tonta camiseta debajo de mi camisa de vestir para darle una sonrisa a Mia. Cuando se la mostré a Tyler, dijo que ella iba a darme una patada en los huevos y luego a matarme. —Será mejor que no reveles esa camiseta delante de cualquiera de los miembros de la familia. —Ellos se reirían, pero no voy a hacerlo. Voy a guardarla para más tarde, para Mia. —¿Qué le compraste como regalo de bodas? —Amigo, le compré un puto Steinway3. —¿Me estás tomando el pelo? —No, tenía que hacerlo. Lo vio en una tienda y lo tocó en la sala de exposición. Todo el personal se reunió alrededor para verla. Mantuvo los ojos cerrados y lloró mientras tocaba "Isolde's Love Death" de Tristan e Isolde. Tocó toda la maldita cosa sin partitura. La multitud aplaudió y silbó. Me ofrecí a comprarlo en el acto, y dije que podríamos conseguir una deducción de impuestos, pero dijo que absolutamente no. No me dejaría. —¿Cuánto costó? 3Primera

marca alemana de pianos hechos a mano.

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—Mucho. —Amigo, dime, ¿cuánto? —Cien. —¿Cien qué? —dijo Tyler con incredulidad. —Cien putos chelines. Cien mil dólares, idiota. —¿Le compraste un piano de cien mil dólares? —Bueno, técnicamente, Alchemy Sound Studios lo compró para ella, pero sí. Lo habían entregado anoche. Planeaba llevarla allí antes de que viéramos a todos en el restaurante. —Tal vez pueden hacer algo del negocio de hacer bebés sobre él mientras estás en ello. Apreté mi corbata delgada en el largo espejo clavado en la puerta del armario y luego me volví hacia Tyler. Puse mi mano sobre su hombro. —Has sido un amigo maravilloso para mí, hombre. Te amo, es por eso que no quiero mentirte. —¿Qué? —dijo, mirándome inocentemente. —Mia está embarazada. Nos enteramos con seguridad hace un par de días. Me dio un gran abrazo de oso y me levantó del suelo en el proceso. —Oh, hombre, esas son impresionantes noticias, hermano. Un abrazo de oso de Tyler realmente se sentía como un abrazo de oso. Al medir un metro ochenta, rara vez me levantaban y me daban vueltas. Me sorprendió su reacción. Pensé que iba a ser molesto para él. —Tyler, Jen ya lo sabe. Mia se lo dijo. —No estaba seguro, pero pensé que sus ojos parecían un poco aguados después de que hice ese comentario. Siguió sonriendo. —Jenny va a estar bien. Es dura como el acero, hombre. —Sí, lo sé. —De todos modos, se trata de ustedes hoy. Te prometo que no voy a quedar como un tonto como hiciste tú en mi boda. —Oye, mi corazón estaba roto. Trotamos por las escaleras de mi loft con mis hermanas y un montón de niños a remolque. Llegamos al Fulton Ferry Landing temprano. El día era perfecto: soleado, nítido y claro. Incluso desde el otro lado de la bahía, todo el camino a través de la picada agua, el horizonte de Nueva York era de los grandes. Me puse de pie en la barandilla junto a Tyler y mi hermano mientras observaba a mi mamá y a mis hermanas perseguir a mis sobrinas y sobrinos por todas partes. Me 58

pregunté cómo se veía Mia, cómo se sentía, y si haría el anuncio allí mismo, en el muelle, o si iba a esperar hasta más tarde en el restaurante. Mi hermano me dijo poco ese día hasta justo antes de que Mia llegara. —¿Will? —Sí —Me volví hacia mi hermano, Ray, que era dieciséis años mayor que yo y había estado casado durante veinticinco años. A los cinco años de edad, yo había sido el portador del anillo en su boda. —Sólo voy a decir esto una vez, es mi único consejo para ti. —Miró hacia su esposa, Michelle, quien a los cuarenta y cinco años era de una belleza sorprendente y exótica. Francamente, no sabía lo que había visto en mi hermano después de todos esos años. Él era una especie de idiota—. Siempre escucha. —¿Eh? —dije. —Eso es todo lo que quieren, que alguien las escuche. Fue el consejo más simple, pero me di cuenta de algo: era la razón por la que Michelle y Ray habían estado juntos y felices después de todos esos años. Él era muy atento con ella. Hablaba muy bien de ella. Ni una sola vez lo oí quejarse. Era su reina y él la mantenía en ese pedestal de la misma manera que yo lo haría con Mia. —Gracias, Ray. Él me dio un medio abrazo y luego sentí su cabeza levantarse para mirar más allá de mí. —Es hermosa, Will. Aún más hermosa de lo que recordaba. No la cagues, hermanito. Me di vuelta y la vi de inmediato. Era como si toda la luz en el cielo fuera canalizada hacia ella. Todo el mundo parecía estar de pie en la sombra. Vi a su madre, Jenny, Sheil, y a su padrastro caminando hacia mí con Mia de su brazo. Mi luchadora y divertida chica había encontrado el vestido. Llevaba casi una réplica exacta del vestido que Stephanie Seymour usó en el video "November Rain", menos los grandes hombros hinchados. La parte delantera del vestido era tan corto que no ocultaba la liga de color rosa suave que abrazaba su muslo. Los lados y la espalda caían en un tramo corto. En serio, gente, busquen en Google el vestido de "November Rain", es caliente. Oí a Tyler susurrar. —Está loca. —Sí —dije, sonriendo de oreja a oreja—. Jodidamente me encanta. La miré fijamente. Todos los sonidos que me rodeaban se fueron. Estaba tranquilo, pero podía oír algo. Me esforcé por escuchar el sonido que había escuchado tantas veces cuando estaba en presencia de Mia. Era bajo, pero si podía ajustar todo lo demás, podía oírlo. Era el sonido divino de mi alma. Era el sonido que escuchaba cuando sabía que todo estaba bien en mi mundo. Su vestido caía 59

bajo y sexy de la parte superior y luego de los hombros. Llevaba el pelo simplemente recogido en un moño bajo. No tenía joyería y su maquillaje era muy natural, sólo el delicioso tinte rosado en los labios que siempre había tenido. Una vez que sus ojos se clavaron en los míos, nunca miró hacia otro lado, vino a mí, justo a mis brazos, sonriendo y sin reticencias. Inclinándose, susurró—: Apuesto a que estás deseando tener un pañuelo rojo en este instante. —No tienes ni idea —dije—. Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida. —Soy un espectáculo aquí. Mira a tu alrededor. —Se rio—. Esto fue todo por ti, nene. El grupo de miembros de la familia comenzó a moverse mientras teníamos nuestro intercambio silencioso. Cuando Mia levantó la barbilla para darme un beso, Tyler finalmente interrumpió. —¡No! No puedes hacer eso todavía. Todos en el grupo se echaron a reír. Tyler se aclaró la garganta. —Familia y amigos, estamos aquí hoy para celebrar por Mia y Will, y el amor que comparten. Nos han pedido estar aquí para ser testigos de la alegría de su unión. En ese punto, es justo decir que dejé de escuchar a Tyler. Todo lo que podía pensar era en Mia. Vi, como en un rollo de película parpadeando delante de mí, el último año de mi vida. Vi el dolor y la alegría y los momentos de felicidad implacable cuando estábamos en los brazos del otro. Pensé en todo momento mundano que conforma esa zona gris de la vida de una persona. Esa hora o dos al día en la que limpias tu cocina, ves la televisión o lavas la ropa. Todos mis momentos grises con Mia se colorearon: persiguiéndola alrededor de la lavandería, tirando agua sobre ella desde el fregadero de la cocina, o jugando un poco en el sofá mientras nos pasamos días enteros viendo repeticiones de The Office. Tenía ganas del resto de mi vida, aunque el resto de mi vida sólo consistiera en la mierda del día a día monótono, no importaba porque Mia volvía los momentos más banales en momentos que apreciaba. —¿Will? —exhaló, su rostro paralizado por el terror. —¿Sí? —Tus votos, bebé. ¿No vas a decir tus votos? Oh, Dios mío, pobre Mia, pensó que estaba retractándome. —Sí, mis votos, está bien. —Me aclaré la garganta—. Mia, eres mi mejor amiga, y eso no es un cliché de mierda que un hombre le dice a una chica. Realmente eres mi mejor amiga. Eres más divertida, más inteligente y más guapa 60

que Tyler, y hueles mucho mejor. —Hice una pausa mientras todo el mundo se echó a reír—. Pero en serio, algo cobró vida en mí el día que te conocí. Era tan fuerte que sabía por completo y con todo mi corazón que estarías en mi vida para siempre. Los ojos de Mia se llenaron de lágrimas. Sus mejillas se sonrojaron, sus ojos se abrieron como platos, y sonrió tan serenamente que comencé a ahogarme yo mismo. Tomé sus manos. —Mia, te prometo que nunca voy a dejar de amarte, de reír contigo, de tocar música contigo, de llorar contigo. Te prometo que nunca voy a dejar de bailar contigo y abrazarte y darte chocolate y vino. —Sequé las lágrimas que caían de sus ojos—. Soy tuyo para siempre y elijo que seas mía. —Will —comenzó con voz rota—. Tu amor es tan puro y real que puedo sentirlo en tu mano cuando te toco. Lo puedo ver en tus ojos y en la forma en que me sonríes. Estoy tan enamorada de ti porque eres el más genuino, amable y amoroso ser humano que he conocido. —Se inclinó y susurró—: Y tienes lindos abdominales. —Los dos nos reímos, y luego continuó—. Eres el chico más fresco, con más talento y más inteligente que conozco. Te prometo que voy a adorarte mejor de lo que cualquier groupie podría jamás. Te amaré, Will Ryan, hasta el día que me muera. Y también voy a ser tu mejor amiga. Tyler no pudo decir una palabra antes de que aplastara los labios de Mia con los míos. La multitud aplaudió. Nos dimos una vuelta abrazando y besando a nuestros familiares y amigos. La madre de Mia lloró, lo que era inusual en ella. Jenny insistió en la contratación de un fotógrafo para documentar el evento. Mia y yo lo pasamos muy bien haciendo poses tontas con todos los niños, y luego, cuando llegó nuestro turno para tomarnos fotos solos, no podíamos mantener las manos fuera del otro. Bajé la cabeza y acaricié el cuello de Mia con mi rostro. Enredó sus piernas entre las mías y dejamos que el fotógrafo se fuera mientras estábamos allí abrazándonos bajo el puente de Brooklyn. Cuando llegó la hora de que nos fuéramos, todo el mundo nos lanzó alpiste, lo cual era extraño, pero al parecer es ilegal tirar arroz, ya que ahoga a las aves. Les dieron a todas las pequeñas sobrinas y sobrinos la mayor parte del alpiste, así que puedes imaginar la escena mientras Mia y yo corríamos hacia la limusina. Tiraban el alpiste casi directamente a la cara, por lo que no sólo éramos acechados por los pájaros de arriba, sino que fuimos escupiendo alpiste y limpiándonoslo de la boca todo el camino hasta el coche. Algo siempre tenía que ir mal en una boda, y con todas las cosas consideradas, no era lo peor que pudo haber pasado. Dentro de la limusina, le di al conductor nuestra dirección. —¿Por qué vamos a casa? —preguntó Mia. —Tengo una sorpresa para ti. 61

—Bueno, tengo una pequeña sorpresa que te espera en el estudio, así que supongo que podríamos parar allí también. Apreté su mano. —¿Te encontrabas allí esta mañana, astuto ratoncito? —No, ¿por qué? —¿Así que no viste mi regalo para ti? —No, en realidad le di a mi mamá la llave para que pudiera dejar mi regalo para ti allá abajo. Yo iba a dártelo mañana. Antes de poner la pantalla de privacidad, le dije al conductor que condujera sin rumbo por un rato y luego me puse de rodillas delante de Mia y le quité la liga con los dientes lentamente. Abrió las piernas lo suficiente como para que descubriera su ropa interior de encaje de color azul claro. —¿Eso es supersticioso o tradicional? —dije en voz baja. —Sólo pensé que te gustaría. —Se encogió de hombros—. Puedes deshacerte de ella si quieres. Ves, esto es por lo que me casé con esta chica. La belleza del vestido de principios de los noventa de Mia era que yo era capaz de deslizar muy fácilmente sus bragas hacia abajo. Palmeó el asiento a su izquierda. Me moví y me desabroché la bragueta más rápido que John Holmes. Metió la mano y se apoderó de mí, y comenzó a acariciarme. —Mmm. Tú eres mi pequeña esposa traviesa ahora. Se inclinó y susurró cerca de mi oído, su aliento caliente y mentolado—: Sólo quiero follar con mi marido, eso es todo. ¿Puedo hacer eso ahora? Oh. Dios. Mío. —Uh-uh, claro. Por todos los medios, por favor, no detengas este espectáculo por un minuto más. Se subió a mi regazo, y luego, un momento después, me enterraba dentro de ella. Se movió lenta y sensualmente al principio. Estiré la mano y subí el volumen del estéreo. Sonaba "Ball and Biscuit" de los White Stripes. —¿Planeaste esto? Comenzó a moverse más rápido encima de mí, jadeando y gimiendo. —Sí. —Respiró con fuerza. Tomé la parte posterior de su cuello y la besé con fuerza. —Eres tan jodidamente increíble. —Todo es increíble. —gritó mientras trataba de calmar su respiración. Sentí que venía. Lo oí venir, esa parte de la canción, alrededor de un minuto cuarenta y 62

cinco en ella, lo que coincidía perfectamente con lo que sentíamos, la creciente sensación de alcanzar ese pico. Justo cuando el solo de guitarra comenzó, le di la vuelta a Mia sobre su espalda en el asiento. Inmediatamente puso sus talones sobre mis hombros. Me agaché y atraje la parte delantera de sus muslos hacia mí, así me encontraba lo más dentro de ella que podía llegar, y luego presioné mi pulgar sobre ella y comencé a hacer círculos en su carne mientras me ponía más y más duro. Ella iba contra mí; tenía los ojos cerrados, la boca abierta, la espalda arqueada y su cuello tenso. La parte de atrás de su cabeza se presionaba completamente en el asiento. Se agarró a la puerta detrás de ella. Reduje la velocidad. —Sigue —gritó—. Sigue —exclamó—. Jódeme. Oh Dios mío, puedo hacer esto todo el tiempo. Retomé mi ritmo y luego algo más se hizo cargo. Dios, si hubiera podido entrar más en ella, lo habría hecho. El calor que sentía en todo mi pene inundaba todo mi cuerpo. Su vestido se agrupaba debajo de ella y alrededor de su cabeza, pero no podía importarle menos. Mi dulce pianista Mia, toda enloquecida por el sexo y sin vergüenza. Tenía la boca bien abierta, pero ningún sonido salía. La miraba con asombro, todo lo que podía oír era el chirrido de la guitarra eléctrica y, finalmente, cuando la oí, eran sonidos ininteligibles. Sentí una especie de delirio cuando todo hubo acabado. Me encontraba tan inmóvil como podría estar, de rodillas, todavía con sus piernas alrededor de mí. Abrió los ojos. Se veía llena, sonrosada de las mejillas hacia abajo. —Te amo —dijo, mirándome directamente a los ojos. Me incliné sobre ella y besé su dulce boca. —Vamos a no dejar nunca esta limusina. Vamos a marchitarnos y a morir aquí. Voy a morir de hambre en esta limusina con una sonrisa en mi maldita cara. —Mordisqueé su labio y luego su cuello—. Eres una pequeña cosita atractiva, por Dios. Se rio y luego se me ocurrió algo. En realidad no puedo decir que se me ocurrió, fue más como que me disparó a quemarropa con una maldita bazuca. Era la imagen de mi pequeño bebé arropado dentro de un globo de líquido amniótico, allí mismo, en el lugar en que yo tan alegremente golpeaba mi polla. De repente me sentí mareado. Empecé a balancearme mientras me cernía sobre Mia. —¿Qué pasa? —Entrecerró los ojos y repitió la pregunta—. ¿Qué pasa? ¿Qué pasa, Will? Su voz se volvió frenética, pero fui incapaz de encontrar la mía propia. Me empujó hacia atrás en el asiento y se inclinó sobre mí, buscando mis ojos. Llevó su mano a mi mejilla. Abracé sus caderas con las manos y miré hacia su vientre. Finalmente, mi voz se quebró y dije—: ¿Estás bien?

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—Por supuesto que estoy bien. —Tomó una respiración profunda—. ¿Qué pasó contigo? —¿Cómo puede eso no haber lastimado al bebé? Me miró a los ojos durante varios minutos. Su actitud cambió. Pude ver la ira hirviendo detrás de sus grandes ojos color avellana. —Jesús, Will, tu neurosis está realmente fuera de control. Va a comenzar a afectar tu salud, tienes que calmarte. Necesitas poner tu ansiedad bajo control. Lo que sea que necesites hacer para detener este pesimismo constante, debes hacerlo. —Gracias, esposa —dije sarcásticamente. —Lo siento. Sólo pensé que tenías un ataque al corazón. Quiero decir, te volviste gris sobre mí. Pensé que te había matado con el sexo. —Ahora, ¿quién es la pesimista? —No quiero pelear el día de nuestra boda. —Apretó un botón, bajando la pantalla de privacidad, y luego le pidió al conductor que se dirigiera a nuestro loft. Hablé con ella en voz baja y derrotada. —Es sólo que parece extraño que no le hiciera daño al bebé. Tomó mi mano y, finalmente, su expresión se volvió comprensiva. —El bebé está escondido ahí dentro y muy seguro. Tu pene, aunque muy grande, cariño, no está ni cerca de llegar al bebé. —Protegía mi ego—. Esto es natural. Me pediste que sea abierta y honesta contigo, así que lo haré. Pensé que una vez que quedara embarazada la idea del sexo sonaría repugnante, pero en realidad es lo contrario. Estoy súper cachonda. —Susurró la última parte. —¿Ah, sí? —Mi voz se elevó. —Sí, y no debes preocuparte. Tiempo atrás, la gente ni siquiera sabía que estaban embarazadas en esta etapa. Me encanta tu preocupación, en serio. —Me besó en la nariz—. Pero vas a suicidarte preocupándote así. —Está bien —murmuré mientras la limusina se detenía frente a nuestro edificio. Recompusimos nuestros devastados seres y nos dirigimos al estudio. Entré detrás de Mia en la sala de control. La sensación más gratificante en el mundo entero fue observar la reacción de Mia cuando miró a través del cristal y vio el Steinway. —Mierda —murmuró—. Compraste el Steinway. —No era una pregunta. Me puse de pie detrás de ella y envolví mis brazos alrededor de su cintura. Inmediatamente se giró y me miró con la mirada más seria en su rostro. — Esta noche sin duda vas a recibir una mamada. Esta cosa del embarazo cachondo no es tan mala. 64

Asentí con la cabeza. —Estoy de acuerdo con eso. —Espera un minuto —dijo con emoción—. Vas a morir cuando veas lo que tengo para ti. —Espero que no. Me dio un puñetazo en el brazo y luego me agarró la mano y me llevó. Caminando detrás de ella, me di cuenta de que su cabello era un desastre total en la parte de atrás después de nuestra pequeña aventura en la limusina. Se había quitado el moño y tenía mechones desordenados por todas partes. Me reí mientras me llevaba a la sala de sonido. —¿Qué es tan gracioso? —Tu cabello se ve un poco… bueno, se ve un poco… —Traté de suavizar la parte de atrás hacia abajo, pero había tanta laca en cada hebra que no se movía. —A través de las buenas y las malas, cariño, ¿recuerdas? —dijo con una sonrisa tímida—. De todos modos, te olvidarás de mi pelo cuando veas esto… Se alejó de uno de los stands de guitarra, revelando una Ebony Les Paul. Tras una inspección más, me di cuenta de que había una firma. Mis ojos se humedecieron; sacudí la cabeza con incredulidad. Era una guitarra eléctrica firmada por Jimmy Page. La tomé, y era como si estuviera sosteniendo el puto Santo Grial. En doce segundos exactos, descubrí el significado de la vida mientras sostenía esa guitarra. Me di la vuelta para darle las gracias a Mia y la encontré vistiendo un brillante halo de oro y alas de ángel. —Lo sabía. Esto es el cielo, ¿no? —dije. Se echó a reír. Bueno, ella realmente no tenía alas y un halo, pero era tan angelical como la había visto siempre, con su pelo despeinado, sus labios rosados y un vestido blanco. Tampoco dolía que ella me hubiera comprado mi eterno sueño húmedo. —No es que este día pudiera ser mejor, ¿pero que se necesitaría para conseguir tu glorioso culo sobre esa batería? Mia rara vez tocaba la batería. Tampoco tocaba muy bien, pero yo necesitaba un baterista y era la única alrededor. Se quitó los zapatos de tacón y saltó hacia el taburete mientras yo conectaba mi precioso bebé nuevo. —¿Qué canción? —preguntó. Había un montón de buenas razones por las que Mia no solía tocar la batería. Para empezar, sostenía los palillos torpemente. En realidad, estoy siendo generoso cuando digo torpemente. Los sostenía como si fueran unas malditas riendas de caballos. Se quedó sentada en su hermoso vestido con las piernas abiertas, con un pie en el pedal del bombo y el otro en el sombrero de copa, la imagen de una estrella de rock completa si sólo no pareciera como si estuviera a punto de tocar el xilófono. 65

—Eres tan linda, bebé. —Sonreí, y ella sonrió y rebotó en el taburete vertiginosamente—. When the Levee Breaks. Vi cómo buscaba el ritmo en su mente, y luego se lanzó, golpeando como el maldito John Bonham. No ajusté la correa, por lo que la guitarra descansaba más baja en mi cuerpo de lo habitual. Extendí mi pierna derecha para tocar lo mejor que pudiera. Mia no se detuvo, así que yo tampoco. Tenía el pelo en su cara y sudaba, y sólo me miró en el puente, y entonces vi una especie de incredulidad en sus ojos. Eso es lo que sucede cuando se presta atención a tus alrededores mientras tocas la batería. Te das cuenta de que no todo el mundo está viviendo en un bucle. Se equivocó un par de veces y luego cerró los ojos y encontró el ritmo de nuevo. Yo podría meter la pata una y mil veces y nadie se daría cuenta, pero equivócate en la batería y lo jodes todos. Menos mal que sólo éramos Mia y yo esa noche… tocando una guitarra Jimmy Page, tocando una canción de Led Zeppelin, y Jesucristo, si eso no era un regalo de bodas para recordar. Imagina que es dentro de treinta años y estás pensando en volver al día en que te casaste con tu esposa. ¿Estaba embarazada de tu hijo, tocando "When the Levee Breaks" en la batería, en un vestido de novia sin ropa interior puesta porque te la follaste en la parte trasera de una limusina? Síp, ponte celoso.

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Canción 8: Full Bellies, Full Hearts Traducido por Mel Cipriano Corregido por Mel Markham

Tomó un montón convencerme de dejar finalmente el estudio después de nuestra boda. Mia no quería que los invitados nos esperaran demasiado tiempo en el restaurante. La perseguí por las escaleras hasta el desván y hasta nuestro dormitorio. Ayudé a descomprimirla, y entonces la vi cambiarse a un vestido blanco casual. Lo remató con una chaqueta de cuero negra. Fue entonces cuando le revelé la camiseta que había estado escondiendo debajo de mi camisa de vestir. —No usarás eso para nuestra cena de bodas —dijo con una mano en su cadera. —Tyler pensó que me patearías en las bolas cuando la vieras. —Si no te la quitas, lo haré. Mi camiseta decía: “Cómpreme una cerveza, el final está cerca”, y luego debajo de la escritura había una foto de una bola y una cadena. —Es una broma. Esto no podría estar más lejos de lo que siento. Arrugó la nariz y me enseñó una expresión ceñuda. Me acerqué a ella, aparté el cabello de detrás de sus orejas y levanté su cabeza para que me mirara. —De verdad, Mia. Siento que este es el comienzo de mi vida. —Yo también —dijo—. Sólo he estado muy sensible acerca de muchas cosas últimamente. —¿Por qué? —No sé, a veces creo que fue la forma en que reaccionaste cuando te dije que estaba embarazada. Me hizo pensar que estábamos apresurando todo esto. Tomé su cara entre mis manos y miré más allá de ella, hacia el pasillo donde June estaba cagando en el piso de madera. No dije nada, y enfoqué mis ojos de nuevo en Mia. —Escúchame. Ese tipo de noticias son reveladoras para todos los hombres. Sí, me preguntaba cómo íbamos a hacer que funcione y qué significaría para mí ser padre, pero luego me acordé de lo que nos dijo Martha en la cafetería. Sobre que teníamos todo lo que necesitábamos entre nosotros, y creo que tiene razón. 67

Me incliné y la besé lentamente durante mucho tiempo. Cuando abrí los ojos, los suyos se encontraban todavía cerrados y había lágrimas corriendo por sus mejillas. Las limpié con mis pulgares. —Bebé, no llores. Es el día de nuestra boda. Tuvimos sexo impresionante, tenemos dos nuevos instrumentos golpea-traseros que son deducibles de impuestos al cien por cien, y un pequeño y dulce bebé en camino. Ella levantó la vista y por fin sonrió. —Te amo. —También te amo, Mia Ryan. ¿No es eso lo que dice ese bonito anillo? —Sí, así es. Creo que deberíamos ir al restaurante. —Me apartó, miró mi camiseta, y señaló hacia el armario—. Ve a cambiarla o mi madre te repudiará, y es probable que ella misma te de una patada en las bolas. —Está bien. —Me arrastré hacia el armario y me puse una camiseta lisa negra, con vaqueros del mismo color. A Mia le gustaba cuando llevaba negro. Obtendría ese aspecto vertiginoso en su rostro y sus mejillas se volverían de color rosa—. ¿Qué tal esto? —Perfecto —se rio. —Oh, espera un segundo. Ven aquí, nena. —La agarré por los hombros y la acerqué a la cama para sentarla, de espaldas a la puerta—. Quédate aquí, no te muevas. Limpié la caca de June en treinta segundos y luego regresé a Mia. —¿Qué hiciste? —preguntó. —Nada. Vamos a hacerlo, linda señorita.

Fuimos a Rosetta’s, un pequeño bistró4 americano en Brooklyn que habíamos alquilado por la noche. Cuando llegamos, todo el mundo había tomado una buena ventaja de la barra libre y las rondas de aperitivos. Tyler ya arrastraba las palabras, y Jenny se veía enojada. Saludamos a los invitados y nos unimos a todo el mundo hasta que se sirvió la cena. Mia se levantó y se dirigió a la multitud,

4Pequeño

establecimiento popular en Francia, donde se sirven bebidas alcohólicas, café, quesos y otras bebidas. Pueden ser también restaurantes de comidas a precios económicos.

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algo muy fuera de lo normal para ella. Estaba seguro de que esperaba que yo hiciera el anuncio. Tomó mi mano entre las suyas antes de comenzar su discurso. —Gracias a todos por estar aquí. Will y yo nos sentimos muy agradecidos de tener a nuestra familia y amigos para compartir este día. —Tomó su vaso, lo levantó, y muy rápidamente, dijo—: ¡Estoy bebiendo sidra de manzana, ya que estoy embarazada! ¡Así que brindemos por la familia, y por hacerla más grande! —¡Salud! —dije con la multitud y choqué mi vaso con el de Mia. —¿Cómo fue eso? —preguntó. —Muy bien, cariño. —Aunque bien pudo haber sido el peor discurso de bodas que oí jamás. Dos personas se apresuraron de inmediato hacia nuestra mesa: la mamá de Mia y Tyler. Tyler llegó primero, pero Liz, que sólo llegaba hasta la cintura de Tyler, pisó su pie y luego se puso frente a él. Ella nos lanzó una mirada feroz desde el otro lado de la mesa. —Mamá, iba a decírtelo. Liz no habló; ella sólo miró a Mia antes de volverse hacia mí. —Será mejor que los cuides. Me puse de pie y rodeé la mesa para abrazar a Liz. Ella comenzó a llorar, pero trató desesperadamente de contenerse. La llevé a mi pecho. —Amo a Mia y a este bebe más que a nada. Me siento como si fueran una parte de mí. Es un vínculo, de lo más profundo de nuestras almas enamoradas, ¿no puedes ver eso? Ella sollozó. —Ustedes dos me recuerdan a su padre y a mí cuando recién empezábamos. —Te equivocas, Liz. —Sabía que estaba paranoica sobre el hecho de que Mia fuera como ella y se cansara rápidamente de la forma de vida de un músico—. Y la razón es porque asumes que Mia es como tú. —Liz era una de las personas más pragmáticas que conocía. Era abogada y manejaba todo en la vida de la misma forma en que lo hacía con sus casos, y aunque Mia podía parecérsele en algunos aspectos, era mucho más espontánea, artística y aventurera que Liz. Además, Mia era una músico—. Ella también es como su papá. Se me quedó mirando fijamente durante unos momentos hasta que finalmente vi el brillo en sus ojos. Fue la comprensión. Ella tomó mi cara y asintió. —Puede que tengas razón, Will. Sólo quiero que sea feliz. —Nos atascamos durante treinta minutos en el estudio antes de venir aquí y fue el momento más feliz que he tenido alguna vez. —Está bien, voy a tener que confiar en ti.

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—Confía en ella también. Confía en su juicio. Me hizo pasar por un infierno durante todo un tortuoso año y pisoteó mi corazón por lo menos catorce veces para asegurarse de que éramos el uno para el otro. Se rio y me sonrió, sabía que había llegado a ella. Estaba orgullosa de su niña por hacer sus deberes Cuando me di la vuelta para mirar a Mia, ella abrazaba a Tyler. Yo me había ocupado de la madre enojada de la novia, y ella cuidaba del mejor amigo borracho y molesto. Vaya equipo. La mamá de Mia nos besó a ambos y trató de no llorar mientras el padrastro de Mia me palmeó un poco demasiado duro en la espalda, diciendo—: ¡Felicitaciones! —Una y otra vez. Encontré a Jenny y a Tyler hablando en voz baja en una esquina, así que arrastré a Mia hacia ellos. —¿Están bien, chicos? —Pensé que yo iba a dar el discurso —dijo Tyler, arrastrando las palabras mientras colgaba descuidadamente del hombro de Jenny. —Te lo dije, Tyler. Puedes darnos tu discurso ahora. Será más personal de esa manera —dijo Mia, con la esperanza de mantener al tipo borracho lejos del micrófono. —Sólo iba a decir que los amo. —Nosotros también te amamos —respondimos. —Tenemos algunas noticias —dijo Jenny en voz baja. Nadie dejó salir una palabra durante varios minutos. Eché un vistazo a la copa de champán que Jenny tenía en la mano. —También estoy bebiendo sidra de manzana —dijo. —Oh, Dios mío. ¿Estás embarazada? —gritó Mia. —Sí —lloró ella. Eran dos líos llorosos. —Sé que este va a quedarse, Jenny. Simplemente lo sé. Por el bien de todos, esperaba que Mia tuviera razón. Salimos de nuestra boda antes de que lo hicieran la mayoría de los invitados. Tomamos un taxi hasta el Ritz, donde insistí en cargar a Mia por la puerta principal hasta el vestíbulo, y luego otra vez hasta nuestra suite. Pasamos toda la noche desnudos y enredados. En algún momento antes de la salida del sol, cuando una delicada luz azul se hizo visible a través de la ventana, Mia me susurró al oído—: ¿Por qué crees que la gente lo hace?

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Sobre la base de lo que ella y yo habíamos estado haciendo durante las últimas horas, mi respuesta fue fácil. —Porque se siente bien. —No me di cuenta de que hablaba de otra cosa. —Quiero decir, ¿por qué crees que la gente se casa y tiene hijos? —Porque se siente bien. —Tiré de su pequeño cuerpo desnudo hacia mí, bajo las sábanas, y lancé mi pierna por encima de ella—. ¿No se siente bien? —Sí, pero no tenemos que estar casados para hacer esto. —Ahora estamos casados, Mia, así que no tengo ni idea de a dónde va esta conversación, pero para responder a tu pregunta en serio, creo que la gente se casa porque quieren compartir su vida con alguien, porque quieren a alguien con quien experimentar la vida. —¿Qué significa eso? La besé en la nariz y la resguardé en mi pecho. —Significa que la belleza y la maravilla que veo en ti todos los días colorea cada página de mi vida y hace que sea más vibrante. Haces que mis experiencias sean más significativas. Ella frotó su cara en mi cuello y murmuró—: Eres tan cursi, Will, pero vas a ser el mejor esposo y padre. Luego se hundió bajo las mantas y cumplió su promesa.

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Canción 9: Cigarettes and Baby Bottles Traducido por Vanessa Farrow Corregido por Cami G.

Los siguientes meses pasaron volando, cada semana dictada por un nuevo capítulo en la enciclopedia del embarazo. Las vacaciones fueron un torbellino de caos en el estudio y en la cafetería. Nos tomamos unos días de descanso en diciembre y viajamos a Detroit y a Ann Arbor a visitar a la familia. Aprendí muy dolorosamente que mi miedo a volar no había mejorado. Naturalmente, estaba aún más maniático en el avión de lo habitual. No era suficiente que tuviera que preocuparme por mí cayendo empicado hacia la tierra en una bola restos ardiendo, ahora tenía que preocuparme por mi esposa e hijo por nacer. Mia tenía poca paciencia con mis payasadas, creo que porque me negué a recibir ayuda para eso. Mia y Jenny se habían obsesionado con todas las cosas de bebé. El embarazo de Jenny siguió y se enteraron de que iban a tener una niña a las dieciséis semanas. Nosotros decidimos no averiguarlo, a pesar de que sabíamos que todos, siendo Jenny la peor de todas, nos regañarían por eso. Se quejó de que nuestro niño o niña solo sería vestido de verde y amarillo y la gente no sabría qué comprarnos. Eso era lo único por lo que Mia no estaba siendo una fanática del control total, así que nos limitamos a nuestro plan de no enterarnos. Martha venía todas las semanas y comprobaba a Mia y trabaja con ella en los ejercicios de relajación y respiración para prepararse para el parto natural. Jenny también estaba embarcada en lo natural, así que por supuesto ella y Mia nos arrastraron a Tyler y a mí a las clases de Método de Parto Bradley. Era muy gracioso, teníamos que hacer todo tipo de poses extrañas con las chicas mientras simulaban estar en trabajo de parto. Masajearíamos sus espaldas mientras estaban a cuatro patas, gimiendo. Una de las cosas más difíciles que he hecho es contener la risa durante esas clases. Mia era la preferida del jodido “profesor” porque se lo tomaba muy en serio. Justo alrededor de la tercera clase, nos mostraron un video de un parto en vivo. Tuve pesadillas durante una semana después de eso. Tyler y yo acordamos que teníamos que encontrar una manera de dejar de ir a las clases. No acordamos un plan juntos, por lo que durante la quinta clase, él se encargó y utilizó sus propios dones corporales para meternos en un montón de problemas. Era intolerante a la lactosa, y tenía que tomarse unas pequeñas pastillas blancas cada vez que comía queso. La mañana de la clase, se detuvo en el estudio 72

con una pizza a medio comer. Ni siquiera lo pensé dos veces hasta esa noche en la clase durante nuestros ejercicios de visualización, cuando este horrendo olor alcanzó nuestros sentidos. Al principio todo el mundo se mantuvo en silencio y apenas miraba alrededor en busca de la fuente. No había ningún sonido acompañando el ataque letal, por lo que todo el mundo entró en modo investigación, mirándose los unos a los otros. Mia empezó a tener arcadas. Oí a Jenny gritar un poco detrás de nosotros. Finalmente, cuando me volví hacia Tyler, me di cuenta de que tenía el brillo más triunfal en los ojos. Perdí completamente la compostura. Estaba rodando alrededor, riendo histéricamente. Mia agarró la capucha de mi sudadera y me puso de pie. —¡Fuera, ahora! — Tenía el ceño fruncido mientras me arrastraba. Cuando pasamos a Tyler, lo señaló, enojada—. Tú también, bromista. Mia y Jenny nos presionaron contra la pared de ladrillo en el exterior y luego nos lanzaron la mirada asesina, ambas con los brazos cruzados sobre el vientre. Se susurraron algo la una a la otra y luego se volvieron y se alejaron, cogidas del brazo. Las seguimos. —Vamos, chicas, fue divertido. Jenny se detuvo en seco y se volvió. Señaló con el dedo índice mi pecho y dijo—: Sí, es divertido. ¡Cuando tienes cinco años! No cuando estás en una habitación llena de mujeres embarazadas. ¿Sabes lo sensibles que son nuestras narices? Me encogí de hombros. —No fui yo. —Oh, sé que él es un niño —dijo ella, pero ni siquiera miraba a Tyler—. Y tú también lo eres, Will, por alentarlo. Mia me observaba con una mirada decepcionada, y luego sacudió la cabeza y se volvió para continuar por la calle. Jenny la alcanzó y se fue con ella. —Dios, son tan sensibles —le susurré a Tyler. —Sí, me siento un poco mal. Sin volverse, Mia nos gritó—: No tienen que venir más. Jenny y yo podemos ser compañeras una de la otra. Me volví hacia Tyler y articulé—: ¡Funcionó! —Tenía una gran sonrisa en mi rostro. Tyler y yo chocamos los cinco. —¿Por qué no van a celebrar? Sé que eso es lo que querían —gritó Jenny mientras hacían un giro brusco por la acera y bajaban las escaleras del metro. —Nada se les escapa —dijo Tyler. Cuando Tyler y yo finalmente llegamos a la plataforma, Mia se había ido. 73

—¿Dónde está Mia? —le dije a Jenny, que trataba de ignorarme. Miró fijamente hacia adelante, pero aun así me respondió—: Tomó el metro que va por esa vía. —Señaló—. Para Brooklyn, a su hogar. Estaba a punto de irse, las puertas se estaban cerrando cuando llegamos aquí. —¿Y la dejaste tomarlo sola? Está jodidamente embarazada, Jenny. —Soy muy consciente. Es una chica grande, puede viajar en el metro sola de vez en cuando. Comencé a pasearme, mi corazón latiendo con fuerza. Tyler parecía un zoquete desorientado allí de pie, esperando a que alguien le dijera qué hacer. Jenny se apoyaba contra un poste y jugaba en su teléfono. Salí corriendo hacia el otro lado de la estación para tomar el tren en el que necesitaba estar. Tyler me gritó que esperara, pero lo ignoré. Monté en el metro de vuelta a Brooklyn y entré a una tienda de licores, compré un paquete de cigarrillos, y luego continué por la cuadra y media de vuelta a mi edificio. Subí los escalones de dos en dos hasta nuestro loft y volé a través de la puerta. Mia no estaba en casa. Joder, oh, maldición, oh, joder. La llamé desde mi celular, pero no contestó. Le envié un mensaje y luego dejé un correo de voz. Estaba a punto de llorar. —Por favor, nena, dime que están bien. —Semanas antes, había empezado a referirme a Mia y al bebé como ustedes—. Soy un manojo de nervios. De pie frente a nuestro edificio, encendí un cigarrillo y aspiré con nerviosismo y solté el aire. Llegué al filtro en un minuto. Saqué otro cigarrillo e hice lo mismo. Por último, la divisé caminando por la calle hacia mí, acompañada por Tyler. —¿Qué diablos? —grité cuando aún estaban a una cuadra. Tyler caminó con Mia hasta el final de la cuadra y luego levantó la mano, diciendo adiós. No le devolví el saludo. Cuando Mia llegó a mí, sacudía la cabeza. —¿Qué, te escondías detrás de un maldito poste, esperando a que perdiera la calma y fuera corriendo detrás de ti? Sin dejar de sonreír, se paró ahí, con los brazos cruzados. —No pensamos que saldrías corriendo. —Iba detrás de ti, mi esposa, mi esposa embarazada. ¿Pensaste que era gracioso? —Pensé que era casi tan divertido como un hombre crecido tirándose pedos intencionadamente en una clase de método para el parto. —¡No fui yo! —grité. —Pero te reíste. —¿Por qué está todo el mundo enojado conmigo y Tyler sale bien librado? 74

—Oh, le llegará su turno, confía en mí. No hay nada como la ira de Jenny, tú lo sabes. Bajé la vista a la cintura de Mia. Su pequeño vientre asomaba a través de su abrigo. —Hace mucho frío aquí afuera. Te llevaré dentro. Siento lo de esta noche, ¿de acuerdo? —Solo quiero que tomes esto del parto natural en serio conmigo, Will. Va a ser una gran cosa. Tengo que estar preparada y te necesito en mi equipo. La fecha de parto de Jenny es un mes y medio después del mío. Tendré que hacer esto primero. Quiero esto demasiado, pero ya estoy dudando de mí. —Está bien, necesito que ambos entren. —Envolví mi brazo alrededor de su cintura y le froté el vientre mientras subíamos las escaleras.

La mayor parte de nuestro tiempo fue ocupado explorando revistas sobre bebés, libros y tiendas para todos los artículos correctos. Martha tenía un pequeño canastillo de té para Mia y Jenny en el café. Conseguimos almohadas para mujeres embarazadas y biberones y pañales y cunas y curitas y gorritos y chupetes y toda esa maldita mierda, que probablemente no necesitábamos. Las creaciones del estudio habían estado funcionando sin problemas hasta una noche que recibí una llamada de Charlie. Dijo que Chad estaba teniendo algunos problemas con el sello discográfico. Preguntó si podía buscar a Frank y tener una reunión con Michael y Chad. Al parecer, el sello discográfico solicitaría una reunión para discutir el álbum en su estado actual, y Michael y Chad querían que estuviéramos preparados. Nuestra reunión fue programada temprano una mañana de sábado en febrero. Dejé dormir a Mia, pero le dejé una nota en su tetera como siempre lo hacía. Esa mañana escribí: Me mueves como un huracán. Mia tenía una colección considerable de notas que le había dejado, las mantenía en un frasco en el mostrador. Le dije que no quería que fuéramos una de esas parejas que se envían mensajes de texto el uno al otro desde la otra habitación. Cada mañana que me levantaba antes que ella, que eran la mayoría desde que quedó embarazada, le dejaría una nota adhesiva. Traté de mantenerlo original. A veces, la nota solo diría Hola o Que la fuerza esté contigo o Amo tus nalgas. Guiño. Siempre encontraba una forma creativa para darme las gracias. 75

Cuando llegué al estudio, abrí la sala de conferencias y puse un poco de café. Frank, Michael y Chad llegaron poco después. Nos saludamos y tomamos nuestros asientos. Cuando Chad me sonrió, me di cuenta de que parecía más viejo, más maduro. Había algo fatigado en su expresión, casi parecía derrotado. —Muy bien, ¿qué pasa, chicos? Michael fue directo, y dijo—: Ellos no están contentos con el álbum en su estado actual y quieren posponer el lanzamiento. —¿Ustedes están felices con el álbum? —pregunté. Antes de que pudieran contestar, Frank intervino. —Espera un minuto. ¿Con qué aspecto del álbum no están contentos? —Dijeron que quieren una balada, una canción de amor, y un éxito para enganchar. Al parecer ustedes no han cumplido en eso. —“Lost N Found” es su balada y “Soldier” es su éxito —le dije. —No es lo suficientemente comercial, eso es lo que están diciendo. Conoces a este chico Bieber, está escribiendo canciones directamente a la audiencia. Es una superestrella y eso es lo que quieren para Chad —dijo Michael. Podía sentir la ira hirviendo detrás de mis ojos. —En primer lugar, Chad no tiene trece años. Trataba de producir un álbum que le conseguiría un poco de atención como cantante, no como un ídolo adolescente. —Me giré para enfrentar a Chad directamente—. ¿Quiero decir, es esto lo que quieres, hombre? —Cuando se encogió de hombros, dije—: Bueno, es mejor que pulas tus movimientos de baile, porque eso es lo que harás en el escenario, bailar y playback. Frank se sentó en silencio hasta que finalmente me recordó por qué lo había contratado en los días que estaba empezando. —Déjenme hablar con ustedes por un segundo. —Se quitó el sombrero y lo puso sobre la mesa, juntó las manos y se inclinó. —He estado en este juego durante un tiempo. Estamos siendo testigos de un gran cambio en la industria de la música. Los sellos discográficos están muriendo porque el disco está muriendo. Cuando a alguien le gusta una canción, puede descargarlo por un dólar o robar una copia pirata de forma gratuita en internet. Ni siquiera tienes que comprar el resto del álbum —es por eso que hay tanta presión para que un artista tenga múltiples éxitos en un álbum. Miren alrededor, las tiendas de discos están cerrando porque todo está digitalizado. Piensen en esto así: ¿cuándo fue la última vez que compraron un rollo de fotos? ¿Ven laboratorios fotográficos alrededor? Eso también está sucediendo muy rápidamente con la música y los libros. No más tiendas de discos y no más librerías significa ¿qué? Significa que no hay más sellos discográficos y no hay más editores. ¿Creen que esas empresas permitirán que eso suceda sin pelear? No, encontrarán una manera de aprovechar este mercado digital. Ellos te han dado un buen avance, pero nunca 76

verás las regalías, confía en mí. El noventa y nueve por ciento de tus ventas será digital, pero todavía te cobrarán doce centavos de cada dólar por envío. ¿Qué envío? Encontrarán una manera de mantenerte bajo su pulgar, chico. Podrías vender cinco millones de álbumes, pagar tus trescientos mil dólares de anticipo y aun así no verás otro dólar. Te sacarán dinero a poquito, incluyendo este tiempo de estudio. ¿Te enviarán de vuelta con nosotros y diciendo que son infelices? Eso significa que pueden sacar el doble de dinero en los costos de estudio. Gastarán una cantidad exorbitante de dinero para hacerte sonar como la versión masculina de Katy Perry. Tu orgullo será inexistente. Les deberás, después de que todo esté dicho y hecho, y entonces conseguirás otro contrato mediante engaños. Probablemente incluso insistirán que te hagas una ortodoncia para los dientes torcidos, y entonces te harán pagar por ello. Se rio entre dientes, pero la habitación se encontraba en completo silencio. Su risa resonó en las paredes de una manera aterradora antes de que tomara una respiración profunda, y continuara—: En principio, te querían para saber si tu talento era real, por lo que estarías de acuerdo en firmar entregando tu vida por el prestigio de ser contratado por un sello grande. Ahora que te tienen, tratarán de hacer que te sientas como una mierda hasta que les des lo que quieren. En estos días, la gente necesita ver al músico en la televisión. Nadie escucha la radio ya, y las personas que lo hacen comprarán álbumes de los sellos pequeños e independientes. Entonces necesitan todo el paquete, y solo ganan dinero con los artistas que alcanzan el estatus de celebridad. Creo que accedieron a dejarte llegar a Will sabiendo que no produciría la mierda que quieren, de esa manera podrían hacer recaer la responsabilidad en ti. No sabían quién eras como un artista. Solo sabían que eras un chico guapo con una buena voz. —No puedo zafarme de mi contrato —dijo Chad finalmente. Su voz era temblorosa. —Hay otras cosas que podemos hacer. —Frank se volvió hacia mí—. ¿Recuerdas la vez que dijiste que querías que la gente se asombrara mientras actuabas, no por la pirotecnia que se encendiera en el escenario, sino porque conectaban con la música? —Cuando asentí, dijo—: Tengo una sugerencia. Me preocupaba hacia dónde iba la conversación. —Esto es totalmente extraoficial. —Frank se inclinó aún más—. Tu tía hizo algunas cosas buenas por ti, muchacho. —El rostro de Chad se iluminó, y Frank dijo—: No hay nada en este contrato que diga que no puedes comenzar a interpretar estas canciones. Esa es la primera cosa buena que hizo, la segunda fue que insistió en que te pegaras a Will. —Se volvió hacia mí—. ¿Cuánto significa esto para ti? —¿Para mí? No mucho, si soy honesto, Frank. Recuperaré mi dinero, no importa lo que suceda con Chad. 77

Chad y Michael permanecieron en silencio mientras Frank sacudía lentamente la cabeza de un lado a otro con una mirada de pura decepción en su rostro. —Tengo un bebé en camino —supliqué. —¿De verdad solo quieres renunciar a Chad y someterte a estos imbéciles? —No sé lo que sugieres. —Sugiero que Michael y Chad regresen al sello y les digan que posponer el lanzamiento está bien. Díganles que conseguirán la balada y el éxito. Mientras tanto, Chad empezará la presentación arriba y abajo por la Costa Este como parte de la Banda Will Ryan. Pueden promocionarse por internet y reunir seguidores. La gente conocerá a Chad y puede conocer la forma en que fue escrita “Soldier”. Esa canción podría ser un himno, es un gancho, pero el sello tiene razón, no es comercial, es original. —No puedo dejar a Mia y salir de gira mientras que está embarazada. —Espera un minuto, Frank. —Michael finalmente encontró su voz—. ¿Estás diciendo que dejemos el álbum como está y que Chad inicie la interpretación de las canciones con un nombre diferente? —Legalmente, podemos hacerlo posible. Will, dile a Mia que baje. No estoy sugiriendo que la dejes. La necesitamos. Estoy sugiriendo que ambos vayan. —No creo que esté de acuerdo —le dije. —Vamos a ver lo que tiene que decir. —Me hizo señas para que tomara el teléfono y la llamara. Agarré mi celular y le envié un mensaje: ¿Estás ocupada? ¡Solo tomé esta foto para decirte gracias! Me envió una foto de ella desnuda de la cintura para arriba, usando todas mis notas adhesivas como un bikini. Le respondí: ¡Me encanta! ¿Puedes bajar? Te necesitamos. Ponte una camisa primero. Todo el mundo llenó sus tazas de café y esperó a que Mia bajara. Cuando entró, sonrió y dijo hola, y luego se sentó a la mesa. Frank, en su manera típica de hablar rápido, básicamente le expuso toda la situación a Mia. Al final de un largo discurso, dijo—: ¿Qué piensas tú, cariño? Me miró primero. No le di ninguna indicación de cómo me sentía. La verdad era que sonaba interesante para mí. Podríamos hacer algunos conciertos juntos y luego durante la semana regresar al estudio y trabajar. —Cuando se acerque mayo, no querré ir demasiado lejos de casa. Asentí. Su voz parecía pequeña. Buscaba mi aprobación, pero quería su opinión. 78

—¿Qué piensas de Chad? —le pregunté. —Creo que es un gran cantante —dijo de inmediato—. Creo que la música que escribimos para él le da más credibilidad. Le puedo enseñar cómo tocar el piano. Tampoco me gustaría ver a la discográfica convertirlo en una marca tan rápido. —Entonces, ¿lo harás? —dijo Frank. —Sí. Se puso de pie, se puso el sombrero, y dijo—: Les conseguiré algunas reservas. Will, es necesario encontrar un baterista. Salió de la habitación y pareció que todos los problemas fueron resueltos. —Así que, supongo que esto significa que somos una banda —dijo Chad con una sonrisa tonta. Teníamos el trabajo hecho para nosotros.

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Canción 10: The Way It Is Traducido por gabihhbelieber Corregido por Meliizza Mia continuó yendo a las clases de método para el parto con Jenny, mientras yo trabajaba con Chad en el estudio, preparándonos para los próximos shows que Frank había reservado para nosotros. Tuvimos que mantener las cosas tranquilas con el sello discográfico, así que tuve que encontrar gente en la que confiaba. Contraté a Dustin, un baterista de la banda en la que solía estar. No había hablado con él durante mucho tiempo después de que se metió en la cama con mi novia de ese entonces, Audrey. Sin embargo, lo superé rápidamente cuando se me ocurrió que ella se lo había follado enseguida. Nunca había tenido que preocuparme por cosas como esa con Mia. De todos modos, Dustin odiaba a las discográficas, por lo que no representaba una amenaza real. Él se encontraba a bordo para los shows en un santiamén. Tocamos principalmente alrededor de la ciudad y en Boston, en cualquier lugar con una escena musical que se hallara a poca distancia conduciendo. Mia disfrutó de los shows a pesar de que su creciente barriga la hacía tocar más y más incómoda. Chad cantaba bien; tenía una buena presencia en el escenario. Me di cuenta en unas semanas que la gente empezó a salir con nosotros al final de los shows. Teníamos un público bastante decente siguiendo nuestra pequeña gira. Conforme pasó el tiempo, nos dimos cuenta de que cuando tocábamos la canción "Soldier", que tenía un estribillo muy pegadizo y ruidoso, las multitudes cantaban junto a él. Habíamos tocado unos tres shows por semana durante cinco semanas antes de que el sello discográfico se enterara de nuestro pequeño plan. Técnicamente no podían ponerle fin, pero movieron la fecha de lanzamiento de Chad. Querían lanzar el single de "Soldier" antes de que copias piratas de nuestros shows estuvieron flotando por todo internet. El plan de Frank había funcionado. Chad tenía su propio sonido original gracias a nosotros. Hice las paces con él dándole la música, y para el final de las cinco semanas, en realidad me gustaba el chico. Era un estudiante rápido. Mia le enseñó algunos conceptos básicos sobre el piano, y para el final de nuestros conciertos, surgía con nueva música.

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Todos nos separamos amigablemente. Frank pasó a buscar la próxima gran cosa. Me puse a trabajar con nuevos músicos en el estudio, y Mia regresó a su obsesión con estar embarazada. —Soy tan grande como una casa —dijo una noche en el espejo por encima de nuestra cómoda mientras examinaba su cuerpo desnudo desde todos los ángulos. La observaba desde la cama donde me recosté contra la cabecera. Miré mi estómago y me di cuenta que era un poco más difícil ver esas ondulaciones que Tyler había observado tan descaradamente. Yo mismo podría haber ganado unos pocos kilos de embarazo. No podría decirse que Mia estaba embarazada viéndola desde atrás; todavía tenía un perfecto pequeño culo, pero hombre, cuando se giraba, cuidado. Una vez que cumplió treinta semanas de embarazo, su vientre colgaba a por lo menos medio metro de distancia de su cuerpo. —No eres grande, eres hermosa. —Soy una vaca. Nunca voy a ser sexy otra vez. —Date la vuelta, Mia, para que puedas ver lo sexy que creo que eres. Los pechos y el vientre de Mia habían llegado a ser enormes, pero era tan hermosa como antes, si no más. Su piel era brillante, vibrante, rosa y exuberante. Al darse la vuelta, rápidamente me deslicé fuera de mis bóxers y los tiré a un lado. Recorrió mi cuerpo de arriba a abajo y luego su rostro se transformó con una expresión de pena. —¿Estás pensando en alguien más? —En realidad empezó a llorar. Mierda. —En nombre de todo lo que es bueno y santo, Mia, estás parada delante de mí desnuda. Estoy encendido por tu culpa. —¿Cómo puedes quererme así? —sollozó. —Vamos, deja eso. —Le hice señas para que se subiera encima de mí—. Sube a bordo, bebé, vamos a tener un poco de diversión. Se apartó el pelo de la cara y se subió a la cama. Se sentó a horcajadas y luego se inclinó para besarme, pero me di cuenta de que era incómodo para ella doblarse sobre su vientre. Echándose hacia atrás con una mirada triste en su rostro, se apoderó de mí y luego se sentó en sus rodillas para guiarme a su interior. Sentí una lágrima golpear mi estómago. Seguía llorando. —No, para, bebé. ¡No hagas eso! —La atraje junto a mí—.Acuéstate sobre tu lado así estás cómoda, cosa dulce. —Trepé sobre ella y miré su cara—. ¿Vas a estar bien?

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Asintió sin convicción, pero procedí a besarla por todas partes de todas maneras. Besé su vientre y le cantaba a ella y a mi bebé. "Shelter", de Ray La Montagne, sonaba a todo volumen desde el iPod. Canté junto a eso como si lo hubiera escrito para ella. Después de diez minutos, Mia comenzó a moverse conmigo, besándome y contestando a cada toque. Me acurruqué detrás de ella y tiré de su pierna hacia atrás sobre la mía, y entonces le hice el amor de lado. Besé y chupé su cuello. Ella gimió. —¿Ves lo hermosa que eres para mí? —le dije cerca de su oído. Empujando la cabeza en mi hombro, vi como abría la boca, cerró los ojos, y encontró ese lugar feliz. La abracé contra mi pecho, un brazo agarrando su pierna y el otro sosteniéndola alrededor de los hombros mientras seguía mis movimientos lentos y deliberados contra ella. La tensión en su cuerpo había desaparecido. Nos movimos con facilidad y comodidad hasta que los dos nos sentimos saciados, y luego besé sus hombros de nuevo mientras sonaba el resto del álbum. Nos quedamos así, conectados, con mi cara enterrada en su pelo de olor dulce hasta que nos quedamos dormidos.

—Buenos días, guapo. —Mia, completamente vestida y lista para el día, se encontraba inclinada sobre mí sonriendo. La miré. —Hola, nena bonita. —¿Quieres ir conmigo a mi cita prenatal? —Por supuesto. A pesar de que generalmente despreciaba estar en cualquier tipo de edificio médico, me encantaba ir a las consultas prenatales. Era como navidad, cuando el médico pondría el transductor de ultrasonidos en el vientre de Mia. La pulsación y golpeteo de los latidos del corazón de nuestro bebé era la música más bella que ambos habíamos hecho hasta ahora. Salimos del edificio temprano. Mia llevaba un vestido baby-doll de color gris, medias negras, botas y una bufanda púrpura. Me puse mi sudadera y pantalones vaqueros. Ya hacía calor en la ciudad, y los dos estábamos maravillados de lo claro y soleado que se encontraba el cielo.

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Cuando llegamos a la Dra. Cho, Mia tenía que hacer todo el asunto inicial: prueba de orina, presión sanguínea, temperatura, y luego nos dirigimos a la sala de examen. Se desnudó de cintura para abajo, saltó sobre la mesa, y se cubrió con una de esas mantas de papel. La doctora entró, me dedicó una sonrisa superficial, y dijo—: Sr. Ryan. —Dra. Cho —espeté con una voz completamente monótona. ¿Conoces esas personas que muestran cero emoción, no hay movimiento en sus caras o inflexión en su voz? Esa era la Dra. Cho. Decir que era robótica sería decir poco. Era como un robot a partir de los años ochenta, totalmente unidimensional y defectuoso. Levantó la camisa de Mia y envolvió la cinta métrica alrededor de su vientre. Después de medirla, presionó una mano en la base del vientre de Mia y la otra en la parte superior, justo debajo de sus pechos. —Hmm —dijo, pero nada cambió en su rostro. No se movió durante unos momentos. Ja, otro fallo. —¿Hola? —le dije. No me miró, sus ojos se quedaron centrados en el estómago de Mia. —Mia, creo que tenemos que hacer un ultrasonido. Todavía no había cambio su expresión facial, pero sabía que lo que ocultaba detrás de su declaración era preocupante, y podía ver la preocupación extendiéndose a Mia también. —Vuelvo en un minuto. Una vez que estuvo fuera de la habitación, Mia dejó escapar un enorme suspiro y luego su nariz se arrugó en la expresión que hacía justo antes de llorar. Me encontraba a unos cinco centímetros de su cara, y le dije—: ¿Qué quiso decir, Mia? —Mi voz era alta. —No lo sé —dijo, pareciendo ansiosa. Me puse de pie y empecé a caminar. Las paredes estaban cerrándose. Me llevé la mano a la cabeza. Ardía. Me acerqué al mostrador y comencé a hurgar frenéticamente a través de todos los dispositivos médicos. —¿Qué estás haciendo, Will? No se supone que toques esas cosas. —Tengo que tomarme la temperatura. Mia, esto es una mala noticia, ¿no lo ves? —Encontré el termómetro electrónico. Coloqué una de esas cosas de plástico desechables sobre él y empujé la sonda debajo de mi lengua. Mia se quedó sobre la mesa y me miró. —¡Cálmate! —Intentó susurrar, pero le salió en un murmullo bajo y profundo. Sonaba como Satanás. Empecé a marearme. El termómetro sonó. Mi temperatura era de treinta y siete coma dos grados. Tenía fiebre. Cuando fui a desechar el revestimiento de 83

plástico, el receptáculo de desechos tóxicos no se podía abrir desde el pedal. Tuve que usar mi mano. Dios, ¿por qué yo? La habitación empezó a girar y de repente todos los gérmenes que nunca habían estado expuestos en ese ambiente se hicieron visibles como manchas diminutas que flotaban en las paredes. En mi cabeza se hallaban cantando hepatitis, rotavirus, tétanos, psitacosis, gripe, salmonela, cólera, botulismo, ántrax. —Tengo que salir de aquí —le susurré sin aliento. En cuanto me di la vuelta, la doctora robot se encontraba en mi cara. — Siéntese, señor Ryan. Todo va a estar bien. —Se volvió hacia la máquina de ultrasonido. Me senté en una silla y traté de calmar mi respiración. Miré a Mia; negaba con la cabeza hacia mí. No era decepción en su rostro —era ira. Sus ojos se hicieron más pequeños y brillantes, y luego gruñó. No exagero, maldición, de verdad me gruñó. Todo su estómago se movía; algo sobresalía de un lado, presionando contra el interior de su vientre como un bebé alienígena gigante tratando de salir. Mia decía algo, pero no podía oírla, sólo podía ver su boca moviéndose a cámara lenta. Parpadeé, tratando desesperadamente de aclarar mi visión. La Dra. Cho comenzó a echar un chorro de gel claro sobre el estómago de Mia. Mi cabeza se sentía pesada mientras empecé a balancearme hacia delante y hacia atrás. Una neblina negra empezó a llenar mi visión. Mia miró a la médica y señaló los palitos depresores para la lengua que había en el mostrador. La Dra. Cho le entregó uno, y luego la barbilla de Mia sobresalió y echó el brazo hacia atrás y me lanzó la maldita cosa directamente a la cara. Golpeó mi nariz y cayó al suelo. De repente, todos mis sentidos se hallaban de vuelta. —Respira —gritó. Me faltaba el aire; mis ojos estaban a punto de salirse de mi cabeza. Pensarías que acababa de correr un maratón por la manera en que respiraba. Finalmente me calmé y me levanté con las piernas temblorosas. La Dra. Cho todavía no tenía ninguna expresión en su rostro a pesar de que había estado a punto de desmayarme delante de ella. Mia miraba el monitor. La máquina de ultrasonido se encontraba encendida y líneas onduladas bailaban por la pantalla. Moviéndome lentamente hacia la mesa de examen, tomé su mano en la mía y empecé a frotar la parte posterior de la misma. Los dos nos miramos con asombro mientras nuestro bebé aparecía ante nuestros ojos. Cuando Mia finalmente me miró, murmuré—: Lo siento. —Pero no estaba enfadada, se sentía conmovida.

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La Dra. Cho movió el transductor de ultrasonido por la barriga y luego señaló la pantalla. —Ven aquí. —Cuando ambos asentimos con entusiasmo, dijo—: Él aún está sentado. Esa es la cabeza en la parte superior. —¿Él? —dijimos Mia y yo al mismo tiempo. Eso tenía que ser el mayor error de novato. Darles el soplo a los padres primerizos que quieren que el sexo de su hijo sea una sorpresa debería ser ilegal. Los doctores y los técnicos deberían ser multados por ello. Sí, sé que los médicos son humanos, pero yo también soy humano y fui multado por intoxicación pública. No le hice daño a nadie. No estropeé una de las únicas sorpresas verdaderas en la vida de dos padres emocionados que acaba de empezar. Había entretenido a la gente en la esquina esa noche, pero aun así fui arrestado y multado. La Dra. Cho estaba pálida con un tinte verdoso. La médica Robot finalmente se volvió humana. Eso es lo que se necesita a veces, una experiencia brutal de humildad. Colocó su mano sobre su boca mientras sus ojos se ampliaron con shock. Supongo que multarla sería un poco extremo. Tuve la sensación de que sería la primera y última vez que arruinaría una sorpresa. —Lo siento mucho —murmuró a través de su mano cerrada. Negué con la cabeza hacia ella. Mia se encontraba de espaldas a mí, sin dejar de mirar el monitor. Me incliné y me di cuenta de que lloraba. Levantó la vista y me sonrió. —Quiero llamarlo Allen —chilló mientras las lágrimas goteaban por su barbilla. Me incliné y la besé, y luego, maldita sea, también me puse a llorar. —Sí, nena, podemos llamarlo Allen. Ese era el nombre del difundo padre de Mia. Allen Kelly era un tipo que ojalá hubiese conocido. Cada vez que se hallaba en el café que Mia había heredado de él, alguien sacaría a colación su nombre. Era admirado en el barrio y extrañado. Conocido como un espíritu verdaderamente libre que había hecho el bien por la gente que amaba, la memoria de Allen viviría en nuestro hijo. Me dije las palabras "nuestro hijo" mientras lo veía chupar su pulgar, acogido y seguro en el interior del vientre de Mia. —Así que la cabeza está arriba todavía —preguntó Mia. —Sí. —respondió la Dra. Cho simplemente. —¿Qué significa eso? —le dije. —No recibo bebés de nalgas por vía vaginal. Significa que Mia tendrá que tener una cesárea o encontrar otro médico.

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La mirada de Mia fue determinada. —¿Qué hay de una ECV? —dijo como si fuera un médico. —¿Qué es un ECV? ¡Eso suena peligroso! —Es un procedimiento de voltear al bebé y suena peligroso porque lo es. Existe un riesgo mucho más alto con eso que con programar una cesárea. —No quiero una cesárea. —Mia parecía tan destrozada—. ¿Hay alguna forma de que se dé la vuelta por su cuenta? La cara de la Dra. Cho era simpática, algo que no creí que fuera posible. — Es poco probable en esta etapa. Mi recomendación es seguir adelante y programar su parto por cesárea para la trigésima octava semana. Estarás a término completo y el bebé probablemente vendrá antes de esa fecha. Lo siento mucho —dijo, y salió de la habitación. Mia se puso las medias y las botas de nuevo sin mirarme. Se hallaba en silencio, dentro de su cabeza. —Habla conmigo —le dije. Levantó la mirada, derecho a mis ojos, y luego perdió la compostura. Se acercó a mí rápidamente y enterró la cabeza en mi pecho. Envolví mis brazos alrededor de ella mientras comenzaba a soltar fuertes sollozos. Froté su espalda y traté de calmarla. —Shh, nena. Todo va a estar bien. No importa la forma en que el bebé llegue a nosotros. Debemos estar contentos de que está bien. —Mm-hmm. Lo sé. —No quería girarse. —Aligeré mi tono y se rio un poco a través de las lágrimas—. Pequeño cabrón perezoso —dije finalmente. Levantó la vista hacia mí. —No puedo creer todo lo que he hecho para prepararme para esto y ni siquiera llegué a intentarlo. —Eres la chica más dura que conozco. Hubieras tenido éxito. —¿Eso crees? Tenía el aspecto de una niña derrotado en ese momento. —Sí, lo creo. Vamos a salir de aquí e ir a dar un paseo. Encontramos una de nuestras calles favoritas para pasear y mirar escaparates. Me emocioné pensando en tener un pequeño niño. —Batería, voy a enseñarle a tocar la batería primero, luego el piano —le dije a Mia con emoción mientras caminaba hacia atrás por la calle enfrente de ella. Su estado de ánimo empezó a aclararse mientras la realidad se imponía. Íbamos a tener un niño. 86

—Oh, Dios mío, Will, ¿no es eso lo más lindo? —Mia se detuvo cuando algo llamó su atención en un escaparate. Era una gorra gris para un bebé y otra a juego para un padre. Envolví mis brazos alrededor de ella por detrás y nos balanceé hacia atrás y hacia delante. —Eso parecería adorable en ustedes dos —dijo ella—. Voy a volver mañana cuando estén abiertos y lo compraré. Vas a usarlo, ¿no es así? —suplicó. El color y la vida habían vuelto a sus mejillas. —Por supuesto, nena. La atraje y cruzamos la calle. —Vamos a por un taxi, quiero llevarte a casa y a la cama. —Oye, espera, creo que esa es Lauren —dijo. Aceleró el paso y comenzó a caminar rápidamente. La seguí pero la dejé ir por delante de mí un par de zancadas—. Oh, Dios mío, lo es. Tengo que ir a hablar con ella, Will. Reconocí a Lauren y supe que Mia había formado una especie de vínculo especial con ella. Creía que Lauren la había ayudado a abrir sus ojos durante nuestro tiempo separados. Lo que Lauren había hecho o dicho, hizo que Mia dejara de tratar a mi corazón como un alfiletero. Vi un taxi que venía en nuestra dirección, por lo que hice señas y le pedí que esperara mientras veía a Mia acercarse a Lauren. Hablaron y se abrazaron mientras yo miraba con curiosidad. Cuando Mia finalmente se dio la vuelta y se dirigió hacia mí, tenía un pequeño rebote en su paso. Inclinándose de puntillas, me susurró al oído—: Es todo culpa de ella. Miré más allá de Mia hacia Lauren, que sonreía. Le devolví la sonrisa, le lancé un beso, y murmuré—: Adiós, Lauren, cosita dulce. Nos deslizamos en la parte de atrás del taxi. Mia le gritó nuestra dirección al taxista y luego se acurrucó en una bola junto a mí. —¿Qué te ha dicho? —Me felicitó. —¿Eso es todo? —Dijo algo así como que escuchara la música ya que las respuestas están ahí. Me eché a reír. —Oh, Dios mío, es Martha en proceso. Mia se rio conmigo. —Es mayor, Will. Tiene hijos. Ha pasado por todo esto. Creo que solo me recordaba que me mantuviera fiel a mí misma. Apretando su mano, me agaché para hablar con mi hijo. —Oye, hombre, se bueno con tu mamá y date la vuelta. —Besé su vientre y alcé la mirada para ver su expresión. 87

Con una sonrisa apenas rozando la comisura de su boca, dijo—: ¿Quieres ir al estudio y perder el tiempo un rato? Trataba de dejar de pensar en las decepcionantes noticias de la doctora. Al parecer, las respuestas se encontraban en la música. —Oh, eso suena caliente. —Quiero decir musicalmente. —Sí, lo sé —le dije, pero tenía otros planes para ella.

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Canción 11: One Last Hoorah Traducido por Gaz Holt Corregido por Daniela Agrafojo —Tenemos una idea —dije mientras Tyler y yo nos parábamos delante de nuestras muy embarazadas esposas. Se encontraban sentadas en el sofá de nuestro loft, mirándonos escépticamente con los brazos cruzados sobre sus rechonchos vientres. Tyler movió sus gigantescos brazos. —Sólo escúchennos. Jenny apartó la mirada y rodó los ojos. —Estamos escuchando —dijo Mia. Me dirigí a Mia primero. —De acuerdo, tú y yo sabemos la fecha exacta en la que nacerá nuestro bebé, y Jenny no lo espera hasta dentro de mes y medio, así que… —¡Suéltalo! —espetó Jenny. Puse la cara más seria que pude. —Nos embarcaremos en un viaje. —Usé la voz de Twilight Zone—. Lleno de noches involuntarias sin dormir, vómitos y comportamiento fuera de control. Nuestra libertad ya no existirá, nuestras identidades se desvanecerán delante de nuestros ojos. Seremos. ¡PADRES! —Imité una música fuerte y atronadora. —Me alegra que estés emocionado —dijo Mia. —¿Qué deberíamos hacer antes de que eso se convierta en una realidad? — preguntó Tyler. Esperé. Mia miró a Jenny y se encogió de hombros. —¿Tomar un seguro de vida? —Eeeeeeeh. —Tyler hizo un sonido de zumbido. Jenny dijo—: Vamos, chicos. Seamos honestos, Mia y yo ya somos madres. —Extendió las manos, gesticulando hacia Tyler y yo—: Esto es sobre ustedes, chicos. Al grano.

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Señalé con el índice justo hacia la cara de Jenny, y dije—: ¡Bingo! Queremos ir a los Hamptons y emborracharnos y luego quedarnos en la casa de campo de tu tío. Tyler se metió—: Las estamos invitando porque necesitamos un conductor designado. —Le di un codazo y susurré sin mover la boca—: Cállate, hombre. Mia solo sacudió la cabeza y pareció decepcionada, pero Jenny se veía diferente, tenía furia en los ojos. Se levantó y se colocó las manos en las caderas. —Ustedes me matan. La interrumpí y traté de hacer control de daños. —Jenny, escúchame. Pensamos que Mia y tú disfrutarían de la casa de campo. Se pueden relajar al sol con vistas a la laguna todo el sábado mientras Tyler y yo esperamos para complacer todos sus deseos. Nosotros cocinaremos y limpiaremos, todo lo que ustedes tendrán que hacer es sentarse ahí y hablar de cremas para pañales y pezones irritados y cualquier cosa que salga. —Dije la siguiente parte realmente rápido y bajo—: Y luego nosotros nos iremos el sábado en la noche a divertirnos. Una sonrisa comenzó a formarse en su boca. Ella se echó a reír. —¿Quieres decir que ustedes pasarán un buen rato mientras conducimos sus culos borrachos por ahí? —Estoy bien con eso —murmuró Mia desde el sofá. Jenny se dio la vuelta, sorprendida. —¿Qué? —Estoy demasiado cansada para preocuparme —dijo Mia—. No podemos beber, pero ellos sí, así que ¿por qué debemos detenerlos? —Ella me gusta más y más cada día—. Haremos esto por ellos y nos lo deberán hasta el final de los tiempos. — Sonrió triunfante. Hablé demasiado pronto. Jenny fue contoneándose hacia la puerta. —¡Muy bien! —dijo sin darse la vuelta—. Vamos, Tyler. Nos vemos el sábado, chicos.

Tyler y yo cumplimos con nuestra promesa de atender a Jenny y a Mia todo el sábado en la casa; y ninguna de las dos lo hizo fácil para nosotros. A la hora del almuerzo, Tyler iba a hacer sándwiches, pero Mia dijo que deseaba tacos de pescado y Jenny quería un burrito. 90

—Vamos, señoras, seamos razonables —les dije, mientras estaban sentadas en sillas de salón con vistas al pequeño estanque. Mia levantó los ojos y pestañeó hacia mí. —Pero es lo que queremos, Wilbur. Manejamos por todos los Hamptons buscando burritos y tacos de pescado y caramelos salados y ositos de goma. Cuando volvimos con todos los elementos solicitados, Jenny dijo—: Ahora estoy deseando una hamburguesa. Fuimos a un restaurante-bar junto a la playa, donde después de un día de ser siervos, Tyler y yo decidimos que era el momento. Fuimos directamente al whisky, ni vino, ni cerveza, ni siquiera un martini de vodka; ya era hora de whisky. Jenny y Mia se sentaron en el patio climatizado con vistas a la playa, donde Jenny finalmente consiguió su hamburguesa. Mia pidió un helado caliente para la cena. Había sido la imagen de la salud del embarazo, hasta que se enteró de que iba a tener una cesárea. Después de eso, fue un país libre para todos. Una noche la vi comerse una bolsa entera de tamaño familiar de donuts glaseados. Todavía era muy pequeña en comparación a la mayoría, pero creo que había algo de resignación en ella que no estaba allí antes. Sabía que ciertos resultados se hallaban fuera de su control, por lo que hizo lo mejor de sus últimas semanas de embarazo. No sé cuánto tiempo pasó, sólo podía medirlo en bebidas. Alrededor de la número cinco, me subí a la barra y me dirigí a la multitud. Pude ver a Mia y a Jenny a través de la ventana. Me estaban mirando… y se veían mortificadas. —Sólo quiero hacer un anuncio —dije, arrastrando las palabras. Nadie trató de detenerme, ni siquiera el barman—. Estoy a punto de ser padre. La multitud aplaudió cuando levanté la copa. Mia entró y se apoyó en el interior de la puerta para verme. —Mi bella esposa —Hice un gesto hacia ella y, mientras todo el mundo la miraba, vi que las caras de las personas se iluminaban al ver su vientre—, me va a dar un hijo. Quiero compartir una oración con ustedes. Es una oración por nosotros, los tres. —Saqué de un trozo de papel del bolsillo, miré a Mia y creí poder ver una sonrisa en las comisuras de su boca. Sean los kilómetros que sean los viajaremos juntos Sean las puestas de sol que sean, las admiraremos juntos, Tocaremos nuestras canciones… Reiremos hasta que nos salgan lágrimas… 91

Lloraremos nuestras penas… Y afrontaremos nuestros miedos… juntos. Los tres. —Bebidas para todo el mundo —grité. El bar estalló. Cuando miré hacia la puerta, Mia se había ido. Me bebí dos copas más y luego encontré a Tyler primero. Él se encontraba ebrio y yo no me quedaba atrás. —¿Viste adónde iban Mia y Jenny? —Sí, amigo, Mia no se siente bien. Se fueron al baño. Me gustaría poder decir que esa declaración me puso sobrio, pero me encontraba más allá de que las palabras fueran de alguna ayuda. Me tropecé yendo hacia el baño de mujeres y presioné la cabeza contra la puerta. —Mia, ¿estás bien? Jenny gritó—: Creo que nos tenemos que ir. Empujé la puerta y entré. Las otras mujeres en el baño se esparcieron, a excepción de Jenny. Mia se hallaba inclinada sobre el fregadero, salpicándose agua fría en la cara. —Bebé, ¿qué pasa? Se volvió hacia mí, sosteniendo su estómago, pero, antes de que pudiera hablar, se dobló y aspiró aire a través de sus dientes, como si estuviera dolorida. —Creo que es sólo una falsa alarma —dijo finalmente—. He estado teniendo esas contracciones de Braxton Hicks últimamente. Creo que eso es lo que es. —¿Y si no lo es? Tengo que llevarte al hospital. —No estás en condiciones de conducir, Will —dijo Jenny. —No jodas, Jenny, tú nos vas a llevar. Todos vamos. Vamos a buscar a Tyler. Habíamos llevado el Lexus del padre de Jenny, que tenía GPS, gracias a Dios. Fuimos capaces de localizar todos los hospitales en el camino. Mia insistió en que nos dirigiéramos al Nueva York Methodist, donde planeaba tener al pequeño Allen. Dijo que si era el trabajo real, basado en el tiempo entre las contracciones, pensaba que podríamos hacerlo. De acuerdo con el GPS, el hospital se encontraba a una hora y cuarenta y cinco minutos. Todos nos metimos en el coche y nos fuimos. Jenny condujo como una loca para llevarnos a la carretera principal. Mia continuaba teniendo contracciones regulares y cada vez le gritaba a Jenny que redujera la velocidad. 92

Media hora después, el dolor de Mia empeoró progresivamente. Comenzó a gemir a través de cada contracción. La hice colocarse sobre sus manos y rodillas en el asiento trasero y moverse hacia adelante y hacia atrás. Me sentí tan mal por ella y por que Tyler y yo habíamos sido tan egoístas como para pensar que ir a los Hamptons era una buena idea. Cuando estuvimos a una hora de distancia, llamé a la Dra. Cho. —Dra. Cho, creo que Mia está en trabajo de parto. —¡Estoy en trabajo de parto! —gritó Mia. —¿Cuánto tiempo ha estado teniendo contracciones? —No sé, alrededor de una hora. —Mi voz era temblorosa. —Cálmese, Sr. Ryan. Probablemente ella esté en una etapa temprana del trabajo de parto. El promedio de las primerizas va de doce a quince horas. Sólo relájese, vayan al hospital y dejen que las enfermeras la revisen. Voy a ir allí y hacer que preparen la cesárea. —Está bien —le dije, y colgué. —¿Qué dijo? —me gritaron todos los del auto al mismo tiempo. —Dijo que probablemente estás muy temprana en el trabajo de parto. —¿Qué? —gritó Mia—. No puede ser peor. No creo que pueda soportarlo si empeora —se quejó. Inmediatamente le envié un mensaje a Martha para que se reuniera con nosotros en el hospital. Hubo un momento de calma entre las contracciones donde tomé a Mia en mis brazos en el asiento trasero. Nuestra posición era incómoda, pero me di cuenta por la forma en que ella dejaba todos sus músculos laxos, que ya estaba agotada. —No, no, no —exclamó—. Otra más está llegando —murmuró, y después estuvo de nuevo sobre sus rodillas. Jenny miraba constantemente por el espejo retrovisor mientras le daba instrucciones a Mia. —Inhalando por la nariz y exhalando por la boca, Mia. Asegúrate de prestar atención a tu respiración. Tyler se mantuvo relativamente tranquilo todo el miserable viaje mientras Mia se retorcía en el asiento del coche. Oré en silencio a cualquier dios y todos los dioses para que Mia no diera a luz en el asiento trasero del Lexus del padre de Jenny, por ninguna otra razón excepto que yo tendría que asistir a nuestro bebé. Pasó tiempo de rodillas, de espaldas, de lado y en todas las demás posiciones posibles que pudo hacer.

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Se puso terriblemente peor cuando nos encontrábamos a unos quince minutos del hospital. Las contracciones venían una detrás de otra. Mia estaba delirando, gimiendo y gritando, y a veces sólo haciendo sonidos guturales. En cierto punto trató de quitarse la ropa, pero yo sabía que si la dejaba hacerlo, vendría el bebé. Nos detuvimos en el camino de entrada de Urgencias porque era tarde y la entrada principal del hospital se encontraba cerrada. Jenny salió a la acera. —¡Ahhh! —gritó Mia—. ¡Rápido! No puedo caminar, ya viene. —¡Tyler, ve a tomar una silla de ruedas! —grité. Jenny trató de calmar a Mia con palabras. —Visualiza tu cuerpo abriéndose como una flor de loto. —¡Cierra la puta boca, Jenny! —gritó Mia a todo pulmón. Jenny me miró con los ojos muy abiertos. Negué con la cabeza. No tenía ni idea de qué hacer, además de conseguir meter a Mia en ese hospital. Sonidos de bocinan empezaron a llegar desde la parte trasera del coche. Salí para ver cuál era la conmoción. Es seguro decir que me encontraba sobrio cuando llegamos al hospital, pero, lamentablemente, ni Tyler ni yo éramos menos agresivos. Cuando salí, vi un enorme Hummer amarillo detrás de nosotros. El enorme camión no podía maniobrar alrededor del coche de Jenny, por lo que el conductor se sentó allí y tocó la bocina. De pie junto a la puerta del pasajero trasero, miré al chico y luego señalé al interior del Lexus y grité—: Mi esposa está de parto. Estamos recibiendo una silla de ruedas, ¿puedes esperar un segundo? —¡Sólo ignóralo! —ladró Mia. El hombre la hizo sonar de nuevo. Me acerqué a su ventana. La bajó y el imbécil dijo—: ¿Vas a moverte o qué? Tengo que salir de aquí. Hice un giro equivocado. —Tal vez no escuchaste cuando te dije que mi esposa está de parto en ese coche. No puede caminar; le estamos consiguiendo una silla de ruedas. —¿Por qué debería importarme? —dijo, mirándome. —¡Bueno, que te jodan mucho! —Me volví para caminar de regreso a nuestro coche. En el momento en que crucé frente a su camión, tocó la bocina y la mantuvo durante varios segundos. Me detuve. Podía sentir la ira corriendo por mis venas. Observé a Tyler rodar la silla de ruedas hacia el coche y luego caminar hacia mí. 94

Con una voz extrañamente tranquila, le dije—: Tyler, dile a Jenny que lleve a Mia adentro. Estaré allí en dos minutos, después de que mate a este imbécil. — Señalé con el pulgar al idiota. Tyler, aun gravemente borracho, golpeó sus manos y dijo—: Vamos a hacerlo. No estoy orgulloso de eso, de acuerdo. Sin embargo, muchas cosas corrían por mi cabeza. Estaba a pocos minutos de enviar a mi esposa a cirugía y muy cerca de convertirme en padre. Mi vida nunca sería la misma. Esa no es una excusa, sino el momento de convertirse en un ciudadano respetuoso de la ley. No pensaba con claridad. Me acerqué a la puerta del chico, la abrí muy casualmente, extendí la mano y tiré del idiota hasta tirarlo al suelo. —¿Qué estás haciendo? —gritó. No podía tener más de veinte años y sólo medía alrededor un metro y setenta y cinco centímetros de alto, si estoy siendo generoso. Sin su ridículo SUV no era más que un imbécil. Sostuve su cuello fuertemente. —Voy a perdonarte la vida, de acuerdo, pero voy a patearte en el estómago y luego voy a ir a ver nacer a mi bebé. —Me levanté y le di una patada justo en el intestino con sólo la mitad de la fuerza que había en mí—. ¡Un poco de modales, pequeño imbécil! —le dije, y luego di media vuelta y corrí hacia la entrada. Tyler me chocó los cinco en el camino. Cuando llegamos dentro, vi a Jenny rodar a Mia por las puertas dobles gigantes del hospital. Jenny se apartó del camino para que yo agarrara los mangos de la silla de ruedas mientras seguíamos a una enfermera hacia la sala de parto. —Te llevaremos a una sala y revisaremos tus signos vitales y el cuello uterino, y como el bebé viene de espaldas, vamos a hacer un ultrasonido —dijo la enfermera. A este punto, Mia se encontraba realmente fuera de sí. Nunca había visto a alguien con tanto dolor en mi vida. Tyler y Jenny fueron a la sala de espera para llamar a la mamá de Mia. Una vez en la sala de partos, Mia se levantó de la silla y se quitó toda su ropa. Puse una de esas batas de hospital sobre ella y luego la ayudé a sentarse en la cama. Otra contracción llegó justo en ese momento y ¡plaf! Un chorro de sangre y agua salió de ella y cayó al suelo. —¿Eso es normal? —No lo sé —exclamó.

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Después de haber tenido una historia de entrar en pánico en ciertas situaciones, estaba sorprendido de lo tranquilo que me encontraba. —Túmbate hacia atrás, bebé, lo estás haciendo muy bien. —Debían haber sido todos esos libros sobre el embarazo. No estaba nada sino preparado. La enfermera arregló la mesa frente a la cama y luego puso una gruesa banda azul alrededor de la barriga de Mia para controlar los latidos del corazón del bebé. —Desliza la parte inferior hacia abajo y separa las piernas, cariño. —Se agachó para revisar el cuello uterino de Mia mientras miraba de forma simultánea las líneas en la pantalla—. Estás en diez centímetros y completamente limpia. Puedo sentir la cabeza. Tenemos que sacarlo. —Ella se volvió, cogió el teléfono y murmuró algo sobre el sufrimiento fetal en el receptor. —¿Así que la cabeza está abajo? —Sí, debe de haberse girado, pero su ritmo cardíaco está disminuyendo rápidamente. Tenemos que sacarlo. El médico está en camino desde el segundo piso —dijo la enfermera antes de seguir preparando la habitación a toda prisa. La expresión del rostro de Mia era puro horror. Mi corazón empezó a correr y mis manos se entumecieron. Cuando una alarma se disparó en el monitor fetal, Mia se puso a llorar. Gemía y lloraba al mismo tiempo; era tan aterrador verla perder la calma así. Todo lo que podía pensar era en que el bebé ya estaba dos semanas antes de tiempo y en peligro, y mi esposa yacía allí tan asustada como yo y con un dolor espantoso. Entonces me golpeó, el pensamiento de que podría perderlos a ambos allí mismo en esa mesa. La frecuencia cardíaca fetal continuó bajando rápidamente. Por los muchos libros que habíamos leído, Mia y yo sabíamos que era peligrosamente baja. Apreté su mano. —¡Haga algo! —le grité a la enfermera. Otra enfermera entró en la habitación, todavía sin la Dra. Cho. Corrí para tomar un par de guantes de látex. Iba a asistir al parto de mi bebé, maldita sea. Miré por encima de mi hombro y vi a Mia agarrarse la parte posterior de sus piernas. Tirando de ellas hacia su cuerpo, comenzó a empujar por su cuenta. Una enfermera fue al final de la mesa mientras la otra preparaba la estación del bebé detrás de nosotros. —Eso es bueno. Sigue empujando —dijo la enfermera. —¿Vas a atraparlo? —Mia apenas podía hablar; se encontraba prácticamente hiperventilando. —Por supuesto que voy a atraparlo, cariño. —La enfermera, que se disponía a atrapar a nuestro hijo, era una mujer muy pequeña.

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Entre las piernas de Mia, sólo podía verla de los hombros hacia arriba. Aunque me sentía aliviado de no tener que atrapar al pequeño Junior, me dejé puestos los guantes de látex por si acaso. Martha entró en la habitación, gracias a Dios. Debería haber sido el médico. No sabía lo que retrasaba tanto a la Dra. Cho, pero me sentía feliz de que Martha estuviera aquí. Sostuve una de las piernas de Mia y Martha sostuvo la otra, de manera que Mia pudiera inclinarse hacia adelante y empujar con todo lo que tenía. Con la otra mano, Martha apartó el pelo de la cara de Mia, pero ella no dijo nada. La habitación estaba completamente en silencio, salvo por los lloriqueos de Mia. En un momento, Mia gritó. —Su cabeza está fuera —dijo la enfermera. Desde donde estábamos parados, tanto Martha como yo podíamos ver la cabeza del bebé. Estaba completamente azul. Me puse a llorar. —Un empujón más —le susurró Martha a Mia en la voz más dulce que jamás había oído. Creo que por fin entendí por qué Mia la quería tanto. Miré a la enfermera sacar el cordón umbilical del cuello de nuestro bebé. Se hallaba envuelto con tanta fuerza que dejó una gran marca roja en su nueva piel. Fue uno de los momentos más tristes de mi vida, nunca lo olvidaré. Me pregunté cómo iba a consolar a Mia después de esta tragedia. Podría pensar que era culpa suya. A pesar de que había visto su batalla, tan desinteresada y decidida a hacer lo mejor por ese bebé, que ya nunca llegaría a darle las gracias, Mia se echaría la culpa eternamente. Es en esos momentos en los que te das cuenta de lo brutal que puede ser la vida. Me dije que tenía que ser fuerte por ella. Eso es lo que significa “en las buenas y en las malas”. Mia se inclinó una vez más. —Casi está, bebé —le dije mientras las lágrimas caían de mis ojos y sobre sus mejillas. Ella asintió, pero no hizo un sonido mientras empujaba con la última gota de energía que tenía. Su cara estaba roja y cubierta de sudor. Martha le soltó la pierna, así que hice lo mismo. Al momento en que nuestro bebé estuvo fuera, lo alejaron hasta una incubadora de plástico bajo una luz brillante y junto a un monitor. Mia se estrelló de nuevo sobre la mesa. —Ve a comprobarlo —gritó. Eso es lo único que le preocupaba. Me apresuré hacia la incubadora donde las dos enfermeras se encontraban rodeándolo, y ahora un médico neonatal también había llegado.

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La doctora frotaba su cuerpo con fuerza y decía—: Vamos pequeño. — Apretó una bocanada de aire de un ventilador en su boca mientras una enfermera pinchaba la parte inferior de su pie, y luego escuché su voz por primera vez. Mi primer pensamiento fue: ¡Gracias, Señor, Jesucristo, Buda, Mahoma, Espíritu Infinito, Santo Rey y todos lo demás, nunca voy a utilizar su nombre en vano otra vez, gracias! Y luego, no voy a mentir, mi siguiente pensamiento fue: Mi hijo puede cantar; tiene las cuerdas vocales, ¡sí! En el momento en que abrió los ojos, miró directamente hacia mí y dejó de llorar en el acto. Arrulló y, no soy uno de esos papás que presume ni nada, pero te juro por Dios que sonrió, la sonrisa más prematura de la historia. Lo envolvieron, y me entregaron a mi perfecto hijo diciéndome—: Va a estar bien. —Tráelo, Will —dijo Martha. Bajó el vestido de mía por el frente, dejando al descubierto sus pechos, y entonces me indicó que lo desenvolviera y lo pusiera en el pecho de Mia. —Oh, oh, oh. Hola, bebé —le dijo Mia al pequeño individuo baboso mientras comenzaba a llorar. Todo el dolor y la ansiedad se habían ido. Allí estaba ella, recostada desnuda y con las piernas abiertas, con nuestro pequeño bebé llorando en su pecho, y era la cosa más hermosa que había visto en mi vida. Me incliné y le besé la frente. No pude contener las lágrimas derramándose de mis ojos. —Lo hiciste. Estuviste increíble. Te amo tanto —lloré. —¡Yo también te amo! —dijo. Fue entonces cuando Martha perdió la compostura. Nos abrazó a los dos sobre la cama. —¿Recuerdas lo que te dije? —dijo entre lágrimas. —Sí. Tenemos todo lo que necesitamos aquí, entre nosotros —respondí. Mia levantó la vista hacia mí, con los ojos aún llenos de lágrimas. —Somos una familia ahora. Besé sus labios suavemente. —Sí, bebé.

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Epílogo: Tres años después… Traducido por Mel Cipriano Corregido por Victoria

Mia Nos estamos preparando para salir de gira. Estoy emocionada por cruzar el país con los chicos. Oh, hemos crecido, por cierto. Ahora Will y yo tenemos dos hijos, Allen y Dylan. Tienen tres y dos años de edad y son maniáticos. Literalmente rebotan en las paredes la mayoría de los días. Will dice que debemos sacarlos a ver el mundo, así que vamos a tocar en un par de lugares pequeños aquí y allá. Algunos de los miembros de la banda irán con nosotros, pero sobre todo es un viaje familiar. Cuando tocamos música en el escenario, les damos instrumentos a los chicos, ya sea panderetas o maracas, y luego les ponemos enormes auriculares para no dañar su audición. Tratamos de tocar lo bastante alto, y así ahogar cualquier sonido que estén haciendo en la parte delantera. Es muy divertido y ellos están aprendiendo. Will siempre dice que “La familia que toca unida, permanece unida.” Yo no lo haría de ninguna otra manera. La neurosis de Will se calmó bastante después de los nacimientos de nuestros niños. Tuvo un momento de pánico, pero una vez que se acostumbró a ser padre, supe que iba a ser el mejor. Cambió pañales e hizo eructar a los bebés durante esos muchos meses en las primeras etapas, y luego, cuando los muchachos tuvieron la edad suficiente para empezar a tocar instrumentos, vi a Will iluminarse verdaderamente. Se sienta en el piano con Allen o Dylan en su regazo, y cantan al ritmo de las melodías divertidas que inventan. Hay momentos difíciles, no me malinterpreten, pero no he olvidado lo que aprendí tan brutalmente hace unos años, cuando Will y yo nos conocimos. Aprendí que no se puede predecir el futuro, no hay bolas de cristal o una fórmula para la felicidad. No puedes controlar el tiempo, al igual que no se puede controlar la forma en que se comportan los demás, pero lo que sí puedes controlar es la 99

cantidad de amor que das. Rendirse a esta cosa loca llamada vida es duro, pero no tenemos por qué ser las hojas sin alma que se dejan arrastrar en el viento. Podemos encontrar nuestra gente, el amor, el respeto, y luego vivir para salvar sus vidas, porque lo que más importa no es a dónde vayas en este viaje, sino con quién.

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Sobre el autor Los primeros amigos de Renee fueron del tipo imaginario y a pesar de que sus personajes no se han ido, gracias a Dios los delirios sí lo han hecho. Ella admite que es una romántica salvajemente empedernida y culpa a las películas de los 80 protagonizadas por Molly Ringwald por eso. Vive en el sur de California con su marido, dos hijos y su dulce perro June. Cuando no está en la playa con sus chicos o trabajando en su próximo libro, le gusta pasar su tiempo leyendo, yendo a conciertos, y comiendo chocolate negro. Esta es su primera novela. Puedes visitar su página web y dejarle un mensaje en: www.reneecarlino.com

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