Estabilidad y carácter complementarios: Estructuras metálicas y albañilería en la arquitectura del modernismo catalán

Actas del Quinto Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Burgos, 7-9 junio 2007, eds. M. Arenillas, C. Segura, F. Bueno, S. Huerta, Madrid:
Author:  Lorena Barbero Paz

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Actas del Quinto Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Burgos, 7-9 junio 2007, eds. M. Arenillas, C. Segura, F. Bueno, S. Huerta, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, CICCP, CEHOPU, 2007.

Estabilidad y carácter complementarios: Estructuras metálicas y albañilería en la arquitectura del modernismo catalán Mónica Silva

Como en toda Europa, las disponibilidades técnicas y materiales del siglo XIX abrieron nuevos caminos a la arquitectura catalana. Entre ellos, se hizo posible la investigación, por parte de fundidores, constructores y arquitectos, en el logro de la estabilidad de esbeltos componentes metálicos estructurales con los recursos constructivos propios de la albañilería tradicional. El hierro producido industrialmente sería clave para esta exploración, como también lo sería el ladrillo a la vista, tradicional y económico, del dominio técnico de artesanos y base para el diseño de las fachadas por parte de los arquitectos del modernismo catalán. Unir la estructura metálica y el muro de albañilería, para hacerlos funcionar complementariamente, implicaría la racionalización de sus combinaciones, de acuerdo a las posibilidades de los materiales, hasta configurar ejemplos de integración en sistemas únicos e indivisibles.1 Muros de albañilería que, además de otorgar estabilidad a los conjuntos estructurales ante los esfuerzos horizontales, llevarían otra importante carga, fundamental para la arquitectura del siglo XIX: la del carácter, relacionado con su función y con el entorno urbano.

MATERIALES Y TÉCNICAS EN EL SIGLO XIX DE BARCELONA: LA INFLUENCIA DE VIOLLET-LE-DUC Entre los arquitectos europeos de fines del siglo XIX, habría cantidad de reflexiones dirigidas a la com-

prensión de las estructuras góticas, pregonadas por Viollet-le-Duc como ejemplos a seguir para el diseño de estructuras metálicas combinadas con elementos de mampostería. Los Entretiens sur l’architecture contribuirían al debate y a nuevas propuestas sobre las formas que debía cobrar el hierro para su incorporación a la arquitectura. De ahí ejemplos como el trabajo de fin de carrera de Josep Puig i Cadafalch: Se proyecta la sombra de Viollet, los Entretiens resuenan con fuerza. La elegancia del arco de suspensión de la catenaria, calculado para distribuir el peso equilibradamente, perfecciona sin embargo el modelo aprendido. En otros detalles estructurales encontramos una vez más la obsesión por dar forma plástica al hierro, en este caso, el pequeño dragón que se ha escapado del castillo. (Rodríguez 1996, 54)

El carácter del proyecto viene dado por la forma y los materiales de la estructura, tal como en el CaféRestaurante de la Exposición de Barcelona en 1888 [el Castillo de los Tres Dragones], obra de Lluís Doménech i Montaner construida apenas tres años antes. La complementariedad entre estabilidad y carácter se manifiesta en el proyecto de su discípulo. Viollet-le-Duc apunta que el hierro es un excelente material para lograr las condiciones de . . . «estabilidad y espacio por la combinación adoptada; para evitar contrafuertes y un inútil exceso de material que llevaría a gastos adicionales». (Viollet-le-Duc, 1863–1872, 2: 38) Entre sus atrevidas propuestas, enuncia:

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grandes economías al hacer uso de un material que ofrece tantas ventajas —facilidad de transporte y carga, ligereza, perfecta adhesión a las argamasas y estucos, ventilación y durabilidad ilimitadas? (Viollet-le-Duc [1863–1872] 1987, 2: 39)

Esta llamada de atención encontraría eco entre quienes proyectaran edificios combinando metal, ladrillos y alfarería coloreada o esmaltada en Barcelona. Más adelante aparecerán, a partir de razonamientos sobre las estructuras góticas, las bóvedas de ladrillo atirantadas de Lluís Muncunill, quien introduciría: . . . los muros o pilares inclinados para resistir las fuerzas oblicuas, que por los adelantos mecánicos pueden determinarse perfectamente, dando manera de contrarrestar los empujes de las bóvedas sin necesidad de los engorrosos y costosos contrafuertes antiguos. (Muncunill en Freixa 1996, 38)

No habrá el trabajo de Muncunill la espectacularidad de las propuestas de Viollet-le-Duc o de sus seguidores, pero si la evidencia de la lección bien asimilada. Una lección llegada no sólo del pensamiento arquitectónico del siglo XIX catalán, sino de la tradición de sus artesanos y constructores.

EL LADRILLO TRADICIONAL Y EL HIERRO MODERNO: Figura 1 Josep Puig i Cadafalch. Puente Monumental, 1891. (Rodríguez 1996, 55)

El problema a ser resuelto para proveer grandiosos edificios destinados a albergar ambiciosos programas sería el siguiente: obtener una cáscara completamente de mampostería, paredes y bóvedas, ahorrando material y evitando soportes atravesados con el uso del hierro; mejorar el sistema de equilibrio adoptado por los arquitectos medievales mediante el hierro, con la ventaja de las cualidades del material . . . (Viollet-le-Duc [1863–1872] 1987, 2: 59)

De particular interés resultan las razones del arquitecto para que esa mampostería fuera de ladrillos con terracota esmaltada como acabado: El arte de fabricación del ladrillo ha sido muy mejorado en tiempos recientes, porqué entonces no disponer en nuestros edificios públicos las posibilidades que ello implica? Porqué emplear piedra cuando podríamos hacer

UNA PROMETEDORA COMBINACIÓN

La observación de conocidos edificios del modernismo ha permitido la determinación de unos tipos estructurales básicos, esbozados de acuerdo a a los conceptos expuestos por Paricio sobre la garantía de estabilidad del edificio ante los esfuerzos horizontales.2 En estos tipos se consideran los recursos propios de las estructuras metálicas, así como los elementos de albañilería colaborantes con conjuntos metálicos no estables por sí mismos.

Los recursos del metal para su propia estabilidad El primer tipo estructural básico lo conforman los edificios que logran su estabilidad ante esfuerzos horizontales mediante enlaces y uniones entre los componentes metálicos, es decir, mediante triangulación, o elementos de rigidez en ángulo, como tornapuntas o cruces de San Andrés. Entre los edificios del mo-

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Figura 2 Sala de Asambleas sobre Mercado Cubierto. E.E. Violletle-Duc: (a) Método para apoyar una estructura de mampostería sobre una secuencia de columnas de hierro oblicuas; (b) Vista de un Mercado cubierto con Sala de asambleas encima; (c) Planta de edificio apoyado sobre una secuencia de columnas oblicuas. (Viollet-le-Duc [1863–1872] 1987, 2: 63–65)

dernismo no hay casos notables de este tipo, pero si de estructuras cuya estabilidad se ha logrado mediante nudos rígidos entre vigas y columnas, o mediante el empotramiento al suelo de éstas. Esto funciona en edificios bajos y con plantas cuya extensión contribuye a la estabilidad del conjunto. El empleo de uno u otro recurso causa imágenes distintas, que en la arquitectura catalana se asocian a usos determinados, generando una interesante coincidencia del tipo estructural con el funcional.

La estabilidad otorgada por nobles muros El segundo tipo lo constituyen las estructuras metálicas cuya estabilidad está garantizada por muros grue-

sos de ladrillo o por la trabazón entre esbeltas paredes de albañilería, siguiendo la técnica de los muros capuchinos. Han podido definirse tres grupos dentro del tipo básico, de acuerdo a la disposición de los muros con respecto a los componentes metálicos. Por una parte, los edificios con núcleos de albañilería en lugares estratégicos de su planta, cuya imagen exterior sería la del hierro, en tanto su componente muraria se encontraría en el interior. Pero el recurso más utilizado a partir de la difusión del uso de columnas de fundición y jácenas de acero, fue el de las estructuras metálicas que, con o sin apoyos intermedios, confían su estabilidad a muros perimetrales. Otra variación la constituyen los testeros de albañilería, que hacen estable a una secuencia de pórticos o cuchillos metálicos. Entre ellos, hay dos configura-

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ciones, los testeros de muros gruesos, que aseguran su propia estabilidad y la de la estructura metálica mediante su corpulencia, y las soluciones con testeros de cajas murarias, en que la trabazón de las paredes es la garantía de estabilidad, por muy alta y esbelta que sea la estructura. De los Entretiens surgirían análisis, suposiciones y propuestas muy atrevidas, pero ninguna tan clara como esta, tal vez la que más directamente, por factible de realizar, entregara Viollet-le-Duc a sus discípulos y seguidores. La Sala de Asambleas sobre Mercado Cubierto ejemplifica de manera clara este tipo (Viollet-le-Duc [1863–1872] 1987, 2: 65). La viabilidad de estructuras metálicas estabilizadas por cajas murarias es prácticamente infinita y, sin embargo, poco empleada entre los arquitectos que estudiaron su obra. Algunas de estas opciones fueron metódicamente empleadas por los arquitectos del modernismo, otras apenas ensayadas y algunas simplemente descartadas o ignoradas. La siguiente tabla resume los tipos determinados, de acuerdo a lo que destaca como elemento más importante en el logro de dicha estabilidad.

Tabla 1 Tipos de estabilidad ante esfuerzos horizontales en las estructuras metálicas

Algunos edificios expresan claramente el tipo estructural en que se han incluido, otros presentan combinaciones de dos o más, es decir, sus diseñadores han recurrido a un sistema de estabilidad y lo han reforzado mediante un mecanismo alterno. Combinaciones en que es difícil determinar a simple vista las consecuencias de la supresión de alguno de ellos.

LOS ARQUITECTOS DEL FIN DEL SIGLO XIX CATALÁN Y EL CARÁCTER DE LA ARQUITECTURA

Para ilustrar la idea de carácter propia de los académicos del siglo XIX, resulta oportuno volver la vista a las ideas de Quatremère de Quincy, cuando manifestaba que éste tenía componentes sensoriales, no lógicos, así como otros racionalizables. El carácter relativo que describía: . . . hará que se pueda explicar claramente el destino o el uso de cada edificio ligado a aspectos más objetivables y legibles: tipos, formas que estamos acostumbrados a ver, lo que expresa la planta del edificio y su repercusión en un alzado determinado. (Hereu 1990)

En los Entretiens hay también importantes consideraciones referidas al carácter. Viollet-le-Duc llega a preguntarse: «¿Pero es que no hay nada intermedio entre una bóveda de bloques de piedra, como la Madeleine, y una estación de tren?» (Viollet-le-Duc [1863–1872] 1987, 2: 43) En el intento por dar respuesta, se refiere las aplicaciones del hierro y concluye: . . . ni ingenieros ni arquitectos han sido aún exitosos en combinar de forma realmente satisfactoria la mampostería con la construcción metálica . . . con la condición de que los dos métodos de construcción conservaran sus características, que no fueran combinadas para su daño mutuo. (Viollet-le-Duc [1863–1872] 1987, 2: 62)

Otra idea la proporcionaría Joan Torras en el Congreso de Arquitectos celebrado en Barcelona en 1888. El arquitecto, industrial y diseñador de estructuras metálicas, apuntaría: Se levanta una columna monumental para sostener una estatua . . . Hacedla de ladrillo y de ella diréis quizás: tiene proporciones arquitectónicas; tiene bastante resistencia para sustentar la estatua, pero esto parece una chime-

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nea de una máquina de vapor. ¡Ya se ha perdido toda la importancia del monumento! . . . Unos pocos ladrillos no pueden desarrollar la grandiosa necesidad necesaria a un monumento de esta clase. He aquí un ejemplo que pone en evidencia claramente la influencia que en toda obra tienen los materiales. (Torrás 1888, p. 101)

Precisaría Torras en varias oportunidades que los materiales permiten al arquitecto realizar las formas que ha concebido, pero sobre todo expresar el carácter, es decir, completar la expresión de la arquitectura a los ojos del público. La idea de carácter asociada al nacionalismo también se vincula a los textos de Viollet-le-Duc: «En mi opinión, podemos decir de cualquier nación «muéstrame su arquitectura y conoceré su carácter». (Viollet-le-Duc en Rohrer y otros 1989, 20)3 Pocas veces quedaría tan clara la vinculación entre los materiales y el carácter nacional de la arquitectura entre los arquitectos catalanes como en las aspiraciones de Josep Pujol i Brull al referirse al Baixador en el Paseo de Gracia: ¿No sería realmente bello y agradable que al recorrer el viajero las líneas españolas, notara que a la vez que se va modificando la naturaleza cada vez que pasa una de las líneas divisorias, cambia también el carácter artístico de las estaciones, las cuales aunque conserven en su composición y líneas generales el carácter propio de las edificaciones de esta índole, fuese un álbum precioso que se desarrollaría lentamente ante los ojos del viajero, haciéndole comprender en cada tipo las particularidades de la construcción local poniéndole de manifiesto la riqueza de materiales que ésta atesora? (Pujol i Brull 1902, 210)

Según los estudiosos del tema, la primera exigencia de Elías Rogent para los edificios de la Exposición de Barcelona en 1888, fue construirlos todos . . . «a partir de los proyectos de arquitectos locales, con material aportado por las industrias locales y con mano de obra local». (Arranz, Grau y López 1984, 68) De ahí que, así como requirió a la industria metalúrgica catalana elementos competitivos y novedosos, concentró también el interés de los arquitectos en edificios que permitieran desplegar las técnicas locales tradicionales en busca de una arquitectura propia. El ladrillo quedaba así ligado a arquitectura de la nación catalana y a su modernización, a la imagen de las chimeneas. Recordaba el progreso logrado gra-

Figura 3 Arco de Triunfo, Paseo Lluís Companys, Barcelona. Josep Vilaseca i Casanovas, 1888

cias a las máquinas de vapor y era soporte y módulo para el diseño y la ornamentación de las fachadas de numerosos edificios para varios usos. Un ejemplo sería el Arco de Triunfo con que Josep Vilaseca i Casanovas hizo del ladrillo y la alfarería esmaltada la imagen de entrada a la Exposición.

EL CARÁCTER DEL LADRILLO Y LAS POSIBILIDADES DEL METAL: LOS ARQUITECTOS Y SUS EXPERIENCIAS

A partir de los tipos estructurales definidos se dibuja un panorama cuya revisión permite reconocer los recursos, o combinaciones de ellos, en el trabajo de los arquitectos que emplearon estructuras metálicas en la arquitectura del modernismo. Se destaca la obra de algunos, aún cuando es posible catalogar estructuralmente en este sentido la obra de como Josep Marimón i Cot [Fábrica Arañó, 1872–1874]; Josep Pericás i Morros [Farinera del Clot, 1900–1902]; Marcelino Coquillat Llofriu y Arnaldo Calvet Perounill [Mercado de Sarriá, 1910–1911]; Josep Puig i Cadafalch [Casa Terrades o Casa de les Punxes, 1903–1905, Fábrica Casaramona, 1911–1913]. Así, por ejemplo, en la obra de como Josep Fontseré i Mestres destaca el Umbráculo del Parque de la Ciudadela, de 1883. Aún cuando el Umbráculo muestra exteriormente en sus esquinas alguna similitud con sus antepasados ingleses, como el Palm Stove en Kew Gardens [R.Turner y D.Burton, 1845–1847], cuyas esquinas muestran sin reparos que las fachadas están subordi-

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Figura 4 Umbráculo en el Parque de la Ciudadela. Josep Fontsere i Mestres, 1883: (a) El testero desde el interior; (b) Los tensores desde el porticado a la viga en el testero

nadas a la estructura metálica, el rol estabilizador del testero está casi a la par de su rol representativo. La viga en celosía inserta en el mismo, absorbe la tensión de los arcos metálicos, mientras los tensores en la primera crujía de cada extremo, de las primeras cuatro columnas al testero, hacen estable toda la secuencia de pórticos. Las vigas en las fachadas laterales contribuyen al arriostramiento de esta secuencia y a contener la tensión de los arcos. Lluís Muncunill, experimentando con naves cubiertas por bóvedas de rasilla plana con jácenas o tensores de acero que permitieran ampliarlas en todo lo posible, logró la configuración de una imagen para las naves industriales de Terrassa que llegó a convertir en su marca personal [Vapor Aymerich, Amat i Jover, 1907; Sociedad General de Electricidad, 1908; Fábrica Font, 1908].4 Una excepción en su propuesta tipológica es el Taller Gibert y Junyent, en cuya estructura metálica las columnas armadas, con sencillas juntas aseguradas con unas pocas tuercas a los cuchillos de la cubierta, encuentran estabilidad horizontal en el muro que las rodea. A pesar de las comprobadas posibilidades del sistema mixto resultante de la aplicación de tensores a las bóvedas de ladrillo, Muncunill lo encuentra sólo adecuado a naves industriales, pues interfieren con la «visión monumental» del edificio, «por ser muy difícil armonizar tirantes vistos en obras decorativas». (Muncunill citado en Freixa 1996, 54) Este difícil asunto de carácter había sido solucionado por Doménech i Montaner con tensores ocultos en los pabellones del Hospital de Sant Pau.

Otra combinación de los tipos estructurales definidos es la Fábrica Mañach de Josep Maria Jujol. La foto de su construcción muestra uniones empotradas que, sin duda, serían suficientes para asegurar la estabilidad

Figura 5 Taller Gibert y Junyent, Terrassa. Lluís Muncunill, 1907– 1908. (Feixa 1996, 37)

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nitiva que hacen evidente su rol pero, además, confieren carácter al edificio y lo convierten en muestra expresiva de la arquitectura modernista.

Pere Falqués i Urpí: carácter estructural para los mercados

Figura 6 Fábrica Mañach, Barcelona. Josep Maria Jujol, 1916. (Llinàs 1992, 69)

de la estructura en un sentido. Sin embargo, a los «tensores que, según parece, se colocaron al rojo vivo y al enfriar acortaron su longitud» (Paricio 1993a, 24) y que ocasionaron el desplome de uno de los tramos abovedados durante la construcción, Jujol agregaría muros perimetrales que garantizaran con creces la estabilidad del conjunto en el sentido opuesto. Sobre estos tensores, comentaría Solà-Morales que la respuesta del arquitecto . . . «fue “gótica”: atirantamiento y contrafuertes convertidos en mágicos artificios de ladrillo asomando, cual orejas, por encima del perfil quebrado de la cubierta en shed» (SolàMorales 1990, 23). Efectivamente, los contrafuertes en los muros del taller poseen una presencia tan defi-

A partir de los primeros, hay un interesante proceso que culmina en el carácter propio de los mercados que iniciaban en siglo XX en Barcelona, con edificios como el Mercado de la Libertad, de Francesc Berenguer y Miguel Pacual entre 1892 y 1893. De ahí, resulta justo reconocer el aporte de Pere Falqués i Urpí a la investigación con la incorporación de muros con técnicas decorativas aplicadas a estas estructuras, claves en la memoria urbana. Así, en el Mercado del Clot, la estructura metálica encuentra estabilidad en los testeros de ladrillo visto y los contrafuertes en las fachadas laterales absorben el empuje de los cuchillos parabólicos que sostienen la cubierta. Mientras, en el Mercado de la Unión la estructura muraria perimetral responde por la estabilidad del conjunto. El empuje de la cubierta sería menor, en tanto se trata de cuchillos triangulares apoyados en columnas intermedias. Para la siguiente experiencia con un edificio de mercado, Falqués i Urpí compone una planta en cruz con una estructura metálica más ambiciosa que la de sus predecesores. En el Mercado de Galvany los muros de albañilería no tienen un rol estructural tan definitivo, pues la estabilidad del edificio se debe a las

Figura 7 Mercado del Clot, Barcelona. Pere Falqués i Urpí, 1889: (a) El testero y los contrafuertes laterales; (b) Los cuchillos parabólicos en el interior

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Figura 8 Mercado en la Plaza de la Unión, Barcelona. Pere Falqués i Urpí, 1887. (Rovira i Roura 1999, 3: 890)

Figura 10 Central Catalana de Electricidad, Barcelona. Pere Falqués i Urpí, 1896–1897. (Fochs y otros 1982, 117)

ría se asociaba de forma inédita al metal, tal vez en busca del carácter de la industrialización catalana para el edificio que albergara una novedosa maquinaria.

Lluís Doménech i Montaner: el carácter nacional con la integración estructural Figura 9 Mercado en la Plaza de Galvany, Barcelona. Pere Falqués i Urpí, 1905. (Provansal y Levick 1992, 111)

rígidas uniones entre las componentes horizontales y verticales de la estructura metálica. Sin embargo, en los tres edificios encontramos importantes logros en la expresión de los muros de ladrillo en busca del carácter de los mismos en Barcelona. En la Central Catalana de Electricidad de Barcelona, la Central Vilanova, el arquitecto empleó el sistema tradicional de bovedillas con viguetas metálicas apoyadas en jácenas, que llevan los esfuerzos a los muros perimetrales del edificio, responsables de su estabilidad. La gran cantidad de refuerzos metálicos a la vista en ellos permitiría suponerles un rol importante en la estabilidad del edificio, que en el exterior contribuyen a su carácter. El cerramiento de albañile-

La carrera de este arquitecto estuvo marcada por el ensayo con varios de los tipos estructurales delimitados. Como puntualiza Paricio: . . . quiso diseñar un nuevo material constructivo, la albañilería armada. Consciente de las carencias del ladrillo como material estructural por su escasa resistencia a la tracción, se lanzó a estudiar combinaciones de acero y albañilería para conseguir un material perfecto (Paricio 2000, 187).

Con el edificio para la Editorial Montaner y Simón, el inicio de su carrera quedó marcado con una de las primeras estructuras metálicas catalanas, en que el porticado logra su estabilidad gracias a los muros perimetrales. La arquitectura fabril se legitimó en Barcelona con este ejemplo que hizo evidente la búsqueda del carácter adecuado a una fachada urbana.

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Figura 11 Editorial Montaner i Simón, Barcelona. Lluís Doménech i Montaner, 1875–1881

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teros en los extremos del espacio central del edificio, además de los muros de albañilería que rodean los arcos de acero que conforman la cubierta y, por último, la configuración de cuatro cajas murarias en las esquinas con las que se acentúa la trabazón de los altos y esbeltos muros. Éstos, en la tradición de los muros capuchinos, muestran una de las maneras más inteligentes de optimizar el uso del material en la configuración de un espacio posible gracias al empleo de los arcos metálicos. En el Hospital de Sant Pau, el arquitecto emplea de nuevo muros capuchinos. Esta vez para esconder la secuencia de pórticos metálicos que configuran las naves y que encuentran su estabilidad horizontal en las cajas murarias de los extremos, contenedoras de servicios para cada pabellón. Doménech i Montaner logró naves sin contrafuertes ni tensores a la vista mediante una integración de materiales sumamente ingeniosa. De cada pórtico metálico hizo empotrar dos pletinas inclinadas, a las cuales colgaría la bóveda que, finalmente, configura el espacio. Como cada uno está formado por perfiles metálicos en pares, es prácticamente imposible la deformación de cada grupo. La secuencia de pórticos se hace solidaria a las cajas murarias de los extremos mediante viguetas en la fachada longitudinal del edificio y se logra un sistema constructivo novedoso y único. Una compleja solución que permitió solventar las exigencias de los espacios y mantener el carácter apropiado a los pabe-

Figura 12 Café-Restaurante de la Exposición, Barcelona. Lluís Doménech i Montaner, 1888. (Paricio 1985, 48)

Las experiencias siguientes fueron ingeniosas combinaciones para lograr estructuras metálicas estables y con el carácter apropiado a su uso. Así, en el Café-Restaurante del Parque de la Ciudadela, se combinan tres de los tipos estructurales definidos. La acción estabilizadora se conjuga entre los muros tes-

Figura 13 Pabellones del Hospital de Sant Pau, Barcelona. Lluís Doménech i Montaner, 1901. (Rams i Colomes 1996, 103)

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Figura 14 Palau de la Musica Catalana, Barcelona. Lluís Doménech i Montaner, 1905. (Paricio 2000, 185)

llones del conjunto tanto en el exterior como en el interior. La integración de las artes aplicadas a la arquitectura confiere carácter a los pabellones y disimula componentes funcionales, como los tanques de agua que coronan las torres en los extremos. A pesar del éxito alcanzado en este conjunto, fue una línea de investigación estructural sin más progresos en la obra de Doménech i Montaner. Pero la integración de albañilería y estructura metálica tiene un ejemplo emblemático en la arquitectura del modernismo: el Palau de la Musica Catalana. Para hacer posible la sala de conciertos, el arquitecto recurrió a una secuencia de esbeltos pórticos metálicos con altas vigas en celosía. Estos pórticos encuentran su estabilidad en las cajas de albañilería de las esquinas, contenedoras de las escaleras en un extremo y el cerramiento del escenario en el otro. Se trata de una solución en que, como solicitara Violletle-Duc, el empleo del material asegura, no sólo economía en la construcción, sino una estabilidad al conjunto a toda prueba. Sin duda, Doménech i Montaner pudo recurrir a un sistema más sencillo y seguro, pero sólo estos arriesgados pórticos le permitieron lograr las proporciones requeridas para la buena acústica del auditorio y su iluminación natural desde las fachadas laterales.

Así como hay un panorama individual de investigación constructiva entre los arquitectos, también las experiencias de los constructores, maestros de obras y artesanos resulta sumamente interesante. Fábricas u otros edificios de gran escala, construidos en gran número a fines del siglo XIX, cuando la industrialización de Cataluña exigió los recintos adecuados a nuevas formas de producción, fueron una estrecha colaboración entre los distintos participantes de su realización.5 Una serie importante de ellos engloban una investigación empírica en el uso asociado de albañilería y componentes metálicos por sus arquitectos, de la mano de sus constructores. A eso puede atribuirse la escasa expresión de la estructura en los dibujos proyectuales de edificios tan interesantes como los de Muncunill quien, sin modificar la tipología de las quadres o naves industriales catalanas, combinó el acero con las técnicas tradicionales de ladrillo. Así, es imposible dejar de apuntar la interesante conjunción que representa el modernismo catalán en cuanto a la integración del trabajo de proyectistas, casas constructoras y artesanos. Esta contribución varía, tal vez de acuerdo a la complejidad de los componentes metálicos de la estructura, al arrojo en los experimentos constructivos y al dominio del arquitecto sobre las técnicas tradicionalmente empleadas por su mano de obra. NOTAS 1.

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3.

En este sentido se han orientado las investigaciones de Ignacio Paricio sobre la construcción del Palau de la Musica Catalana, el análisis de la estrategia estructural de los pabellones del Hospital de Sant Pau o el empleo de muros capuchinos en la estructura del Café-Restaurante de la Exposición de Barcelona en 1888, edificios de Lluís Doménech i Montaner. Estos tipos estructurales son independientes de la función de cada edificio. Las coincidencias funcionales surgieron a partir del análisis del catálogo de tipos y permiten establecer una relación entre la solución estructural y la imagen de la arquitectura. En Cataluña, el conocido artículo En busca de una arquitectura nacional de Doménech i Montaner (1878), mantiene un paralelismo con el mensaje funcional y racionalista de los Entretiens que ha sido apuntado por los investigadores de su obra. El tema continuaría vigente cuando Puig i Cadafalch publicara su Carácter que diferencia (1897), que vincularía el racionalismo al pensamiento catalán y al carácter de su arquitectura.

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4.

5.

La experimentación de algunos arquitectos con tensores de acero tendría su origen en las cubiertas de alfarería como opción ante el riego de incendios, pues éstas permiten suprimir buena parte de los componentes metálicos de la arquitectura industrial, entre los cuales vale mencionar el trabajo de Rafael Guastavino y los sistemas constructivos que patentó en los Estados Unidos. Varios estudios sobre la arquitectura de fábricas en Cataluña se refieren a la indefinida figura de los proyectistas de los edificios del período. Fueron casi siempre ingenieros industriales o maestros de obras que nos recuerdan que todo el siglo XIX en España estuvo marcado por un proceso de redefinición de las competencias profesionales en el campo técnico-constructivo.

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