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ste libro recoge y presenta en orden cronológico a tres distintos destinatarios con los cuales el poeta chileno Vicente Huidobro, teórico y difusor del creacionismo, abre y entabla una relación epistolar: Guillermo de Torre, Gerardo Diego y Juan Larrea. En realidad, la lectura de la correspondencia —en la que, a partir de los años veinte, se cruzan y mezclan las diversas cartas— evidencia dos conexiones fundamentales: la más intensa e importante, que une en un estrecho vínculo canon literario y amistad, es la entretejida por Huidobro y sus discípulos Diego y Larrea, con los que forma un perfecto triángulo. La segunda, más breve e hiriente, se centra en la naciente querella que ya distancia al primer neófito del antiguo maestro, obsesionado en defender la paternidad de la idea creacionista contra la reivindicación de Pierre Reverdy. Empezamos con la primera relación.

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V O YA G E À T RO I S

El 13 de abril de 1920 Gerardo Diego envía una tímida carta a Vicente Huidobro, que abre el «voyage à trois»1 de una correspondencia para la que también saca billete Larrea. Es un documento sintomático de la actitud de Diego, y más tarde de la de Larrea, frente al «admirado» maestro, quien, complacido por el trato deferente que sus nuevos discípulos le reservan, adivina en ellos un terreno ideal para sembrar y difundir sus ideas estéticas dentro de la joven poesía española. El inicial respeto que ambos tributan sin reparo al mentor del verbo creacionista —en esta época ya vinculado a las figuras señeras de la vanguardia parisina (Reverdy, Tzara, Picasso, Apollinaire, Breton, Gris, Lipchitz, etc.)— recibe una respuesta inmediata. El maestro ofrece una generosa disponibilidad y una adhesión literaria que apoya con su presencia y su amistad personal. El epistolario desvela una relación iniciática en la que la vocación poética se posa sobre un fondo religioso que transparenta el valor ético asignado a la experiencia creativa. Se trata, en fin, de una vinculación casi litúrgica, con un nexo religioso presidido por la estampa de Vicente Huidobro, portador del nuevo mensaje evangélico. Aclarada la peculiaridad de este triángulo epistolar, que reúne 140 misivas (32 de Diego, 73 de Huidobro y 28 de Larrea, más 7 relativas al ámbito familiar o a personas conocidas) de las cuales 122 son inéditas, hay que precisar las coordenadas cronológicas en que la relación discurre: fundamen1

Es la expresión —evidente paráfrasis de ménage à trois— utilizada por Gerardo Diego en su carta a Huidobro del 18 de diciembre de 1922, en la que plantea el deseo, compartido con el amigo Larrea, de emprender juntos con el admirado Huidobro un viaje liberador hacia la conquista de la nueva estética.

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talmente desde 1920 hasta 1936 para el dúo Huidobro-Diego, y desde 1922 hasta 1947 para Huidobro-Larrea. El período axial es sin duda el primer decenio, cuando cobra virulencia la campaña de asentimiento de la ola vanguardista empeñada en distinguir entre las propuestas de Ultra y del creacionismo: los españoles más comprometidos en la batalla a favor de las recientes tesis europeas entran en la órbita de la nueva estética. Entonces establecen contacto directo con Huidobro, en esos años residente en París y allí promotor activo de una profusa vida literaria y editorial y engarzado ya en la querella con Reverdy sobre la paternidad de la idea creacionista. Diego y Larrea se alinean como defensores de Huidobro, mientras que en el otro bando se alistan muchos acusadores, a veces antiguos prosélitos del autor de Altazor, entre quienes destaca Guillermo de Torre, otra personalidad de gran envergadura crítica y similar vis polémica. Nace espontánea esta pregunta: ¿se trata entonces de un epistolario que recoge sobre todo el genuino antagonismo dialéctico del panorama literario de la época? La lectura de las cartas demuestra que no sólo, pues el aire que desprende el abundante material es en general de fervor creativo y únicamente en contados casos de aguda controversia (sobre todo en la relación Guillermo de Torre-Huidobro, también presente en este libro). Emerge un prístino entusiasmo hacia las propuestas líricas que el chileno plasma en su obra y comparte con los escritores y cabezas visibles de la vanguardia artística de París. Como sabemos, el poeta se había instalado en la capital francesa en 1916 y frecuentaba a los creadores más destacados, especialmente a Guillaume Apollinaire, Juan Gris, Jacques Lipchitz, Max Jacob, Pablo Picasso y Pierre Reverdy. Con este último funda en marzo de 1917 XIII

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la revista Nord-Sud, bastión de la nueva tendencia, «la más seria y profunda después del simbolismo», según opina el propio Huidobro.2 Además de los mencionados, la nómina de conocidos en esta primera estancia parisina incluye a Paul Dermée, Maurice Raynal,Tristan Tzara, Hans Arp y André Breton. En una carta, el padre del surrealismo francés pide disculpas a Huidobro por no haber cumplido con una invitación, hecho que revela que ambos escritores se citaban habitualmente.La misiva (París, 15 de septiembre de 1922)3 lleva el membrete de la revista Littérature y reza: Mon cher ami, malheureusement j’avais déjà disposé de ma soirée de mardi quand j’ai reçu votre mot et j’ai vainement cherché le moyen de me rendre à votre aimable invitation.Dites-moi,je vous prie, qui j’ai manqué de rencontrer chez vous, et quelle autre soirée nous pourrions passer ensemble. Je vous aurais écrit hier si un atroce mal de tête ne m’avait tenu au lit jusqu’au soir.Pardonnez-moi et croyez,mon cher ami,à mon désir de vous voir bientôt et mieux que je n’ai pu le faire jusqu’ici. André Breton

2

Declaración del autor a Ángel Cruchaga, El Mercurio, 1919.Véase René de Costa (ed.), número monográfico de Poesía. Revista Ilustrada de Información Poética dedicado a Vicente Huidobro, núm. 30, 31 y 32, Madrid, 1980, pág. 6. 3 María Teresa Méndez, esposa de Vicente García Portales, hijo del poeta, me mostró la carta en mi visita a su casa de Santiago de Chile, donde pude admirar en una pared el retrato de Huidobro pintado en 1922 por Juan Gris, que lleva la afectuosa dedicatoria «À mon cher poète Vicente Huidobro». La carta ha sido reproducida por René de Costa en el catálogo de la exposición Salle XIV:Vicente Huidobro y las artes plásticas, Madrid, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 2001, pág. 150.

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Huidobro ha descrito el ambiente de estímulo y feracidad intelectual que él compartió, y en parte ayudó a erigir, durante el período parisino. Convivió sin pausa con los hombres más brillantes de la bohemia internacional. Su casa, situada en la calle Victor Massé, en Montmartre, se había transformado en un importante cenáculo donde concurrían aquilatados espíritus de los círculos artísticos de la época. En esta fase se produce el extraordinario proceso de ósmosis y mutua colaboración entre creadores plásticos y escritores que en ciertos momentos este epistolario descubre y que Huidobro ha ilustrado sin cesar.Por sus testimonios conocemos el cuadro lúdico desarrollado en el atelier de Juan Gris, con la participación de Pablo Picasso. Evoca en su manifiesto «Je trouve»: Recuerdo que una tarde,en 1917,en el taller del pintor Juan Gris,nos entretuvimos con varios amigos en componer poemas escribiendo cada uno un verso sobre una hoja de papel, la que pasábamos doblada al vecino para que escribiera el suyo sin leer los anteriores... Pablo Picasso, que estaba entre nosotros, entretenido por el juego se puso a hablar de una máquina de los periódicos, de la que uno se surtiría al azar echándole dos monedas como a los aparatos de los bares.

El asumido protagonismo y la búsqueda de un público más amplio llevan a Huidobro a afrontar la novela histórica y el cine, con anhelos de mezclar y renovar los dos géneros, confeccionando una especie de híbridos, como Mío Cid (1929) y Cagliostro (1934); ello transparenta el espíritu netamente vanguardista del chileno. Por una parte, la admiración por el cine supone uno de los grandes fetiches de los jóvenes del momento; por otra, la hibridación genérica responde al concepto XV

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vanguardista de quiebra de cualquier frontera —por considerarla artificial y contraria a la visión primitiva y poco contaminada por estereotipos—,que han de asumir los nuevos artistas. El interés de Huidobro por el séptimo arte se remonta al año 1923, según se deduce de la página de espectáculos del ParisJournal del 20 de abril,que informa:«Una de las luminarias del cubismo literario trabaja secretamente en una película que habrá de revolucionar nuestros hábitos como espectadores»4. El epistolario no detalla estos momentos de hervidero artístico, ni relata las abigarradas tertulias que se celebraban en los animados cafés literarios de París; pero sí da cuenta de la cuajada producción poética y la actividad de conferenciante emprendidas por Huidobro. Por las cartas y tarjetas postales que envía sin tregua a sus amigos lejanos,nos enteramos de que es invitado a prestigiosos centros culturales en varios países europeos, donde difunde la estética creacionista y donde el público le dispensa un «triunfo» personal. Unas palabras a Diego, fechadas en Fráncfort el 24 de noviembre de 1920, bosquejan una imagen rápida, clara y convincente del reconocimiento y prestigio internacional alcanzados: Querido amigo: Ya estoy de vuelta hacia París después de mi segundo viaje a Alemania. Aquí y en los otros países del Norte, Inglaterra y tierras escandinavas sigo teniendo un gran triunfo al cual he unido su nombre y el de algunos otros poetas de habla española y francesa. Estoy invitado por los poetas ingleses a volver a Inglaterra pero no sé si tenga tiempo.También los amigos de Italia

4

Cito de René de Costa, Huidobro: los oficios de un poeta, México D. F., Fondo de Cultura Económica, 1984, pág. 161.

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me han escrito invitándome y quizás tendré el gusto de escribirle pronto desde Roma o Milán.

Huidobro ha trazado en pocas líneas un itinerario increíble —«trajines misioneros en varias ciudades europeas», los llama Larrea5— que comprende la visita a la mayor parte de las capitales para asistir a citas literarias o dictar conferencias. Él informa sobre su estética y da a conocer el nombre del joven poeta y de otros autores afines. Es fácil imaginar la atracción que estas palabras ejercieron en el ánimo de Diego, quien lamentaba la falta de contactos literarios y de verdaderos estímulos culturales. Resulta diáfano en cada carta que Huidobro desea «épater le petit bourgeois», en este caso al santanderino y a Larrea,células de una cultura que le merece sin ambages un juicio peyorativo. En realidad, en su primer artículo, aparecido en la revista francesa L’Esprit Nouveau6, Huidobro declara que ignora el panorama actual de la cultura ibérica. Se limita a hablar de sí mismo y de su creacionismo, salvo cuando menciona el nombre de Ortega y Gasset y su libro El espectador, donde precisamente el crítico ataca el uso del marbete. El chileno echa en falta la existencia de una elite capaz de reunir y sostener las exigencias de ruptura reivindicadas por las pujantes generaciones. «Seulement, dans les pays de langue espagnole —apunta Huidobro— les artistes ne sont pas réunis comme ici [en Francia] en un grand centre, mais ils sont dispersés et par cela même

5 Véase Juan Larrea, «Vicente Huidobro en Vanguardia», Revista Iberoamericana, número especial dedicado a Vicente Huidobro dirigido por René de Costa, vol. XLV, núm. 106-107, Pittsburgh, enero-junio de 1979, pág. 251. 6 «La Littérature de langue espagnole d’aujourd’hui. Lettre ouverte à Paul Dermée», L’Esprit Nouveau, núm. 1, París, agosto de 1920, págs. 111-113.

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plus faciles à être mis en déroute par les attaques de la sottise». No obstante, en una entrega posterior, el poeta anota: Il y a en Espagne quelques écrivains actuels de tout premier ordre et qui échappent à la loi générale de l’exubérance tels que: VALLE-INCLÁN, ANTONIO MACHADO, surtout dans la première époque, ORTEGA Y GASSET et EUGENIO D’ORS, deux essayistes très remarquables, PÉREZ DE AYALA, le poète JIMÉNEZ et parmi les plus jeunes les deux poètes créationnistes JUAN LARREA et GERARDO DIEGO,deux grands poètes dans n’importe quel pays de la terre.7

En efecto, Diego se queja varias veces de su aislamiento y marginación de la actividad literaria nacional. La carta a Huidobro del 29 de enero de 1926 reitera un asunto ya elevado a estilema. Escribe: «Por España la gente sigue tan desorientada —o más— que siempre. Se hace una poesía de folklor andaluz disuelto en menudencias o con retórica mallarmeana y valeryana que es casi peor». Posteriormente, también Larrea confesará a Huidobro la soledad en que trabaja,e introduce en la estructura de algunos poemas enviados un elemento constructivo que subvierte el concepto tradicional de lírica y canto.En una nota anterior,del 13 de octubre de 1922, observaba: Son pocos [los poemas] porque cantar es muy sencillo, pero construir requiere un esfuerzo de voluntad que cuando se está tan solo, estéticamente, como yo lo estoy, no es fácil conseguir todos los días.

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«Espagne», L’Esprit Nouveau, núm. 18, París, noviembre de 1923, pág. 22.

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Huidobro echa leña al fuego en la incesante y mordaz crítica contra la lírica cultivada en España. Sus juicios son severos y a veces irritantes; basta traer a colación un pasaje de su carta a Larrea, llegada desde Santiago el 5 de julio de 1935 y en la que dictamina: España no me interesa, quiero decir la España literaria. La otra me interesa muchísimo.Toda la intelectualidad española para mí se reduce a una sola persona: Juan Larrea.Tú lo sabes muy bien. El resto me parece igual que Bolivia. Nunca he podido olvidar la frase tremenda de Picasso a su regreso de España: «España, todo tan largo, tan largo y tan tonto».Y tú recordarás la frase de nuestro amigo Juan Gris: España es el único país del mundo que todavía no ha aprendido que hay que decir cosas grandes y bellas en lenguaje familiar y sin énfasis. Son profesores de retórica. Escriben aún en la Edad Media, con tizona, larga capa y sombrero con pluma.Todavía no saben que el arte de escribir bien consiste en escribir mal. Son retóricos, terriblemente retóricos.

Al mismo tiempo, el poeta chileno, aureolado por el crédito que el ambiente artístico internacional le tributa, informa a sus discípulos de los vientos de fervor creativo que se respiran en la capital francesa en contraste con la vida gris y anónima de Madrid o de provincias.

U N A N U E VA R E V I S TA

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