Estructuras argumentativas en el español hablado

Estructuras argumentativas en el español hablado INTRODUCCIÓN Al hombre, como ser racional, le es inherente la capacidad de justificar su comportamie
Author:  Benito Luna Santos

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Estructuras argumentativas en el español hablado

INTRODUCCIÓN Al hombre, como ser racional, le es inherente la capacidad de justificar su comportamiento intencional. De esta capacidad se vale en gran número de situaciones comunicativas. De niños ya, a partir de la edad en que empezamos a raciocinar, mostramos una marcada inclinación a informarnos sobre las causas y efectos de los procesos que observamos. Piénsese aquí, por ejemplo, en cadenas de preguntas recursivas como la siguiente: «¿Por qué enciende la luz?» - «Porque quiero leer». «¿Por qué quiere leer?» - «Porque tengo un libro interesante». «¿Por qué tiene un libro interesante?»..., etcétera, hasta que normalmente la conversación termina, no con una respuesta informativa, sino con una exhortativa: «¡Cállate y vete a jugar!». Lógicamente, el que sabe pedir justificaciones, sabe también darlas. Y si reúne estas dos competencias en una forma diádica, despliega la actividad que llamamos «argumentar». No es mi intento ahora tratar de formular una definición exhaustiva de este concepto. Me limitaré a hacer una distinción entre dos tipos de argumentación. Por una parte, distingo la argumentación discursiva, que se manifiesta en forma de diálogos centrados en un tema específico, muchas veces preestablecido. Este tipo de interacción argumentativa produce textos cuya macroestructura está caracterizada por secuencias de actos verbales asertivos seguidos de actos asensivos o disensivos. Algunos ejemplos ilustrativos son el debate político y el pleito jurídico. En un segundo tipo de argumentación participan interlocutores que no tienen por objeto principal demostrar la superioridad de sus argumentos. Se trata, por lo general, de argumentaciones locales, que se desarrollan en el nivel microestructural de la conversación informal. Es in-

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teresante aquí el fenómeno de que los participantes muchas veces se toman la molestia de justificar sus actos verbales, sin que se lo pidan sus interlocutores. En lo que sigue, prestaré atención tanto a la estructura lingüística como a la función interaccional de la argumentación no discursiva, que propongo llamar «argumentación incidental». Limitaré mi investigación a las aserciones y exhortaciones, puesto que son éstos, actos verbales en los que la argumentación desempeña el papel más destacado. l.

L A A R G U M E N T A C I Ó N ASERTIVA

Empiezo con el análisis de los actos asertivos, cuya función ilocutiva puede describirse de la manera siguiente. El hablante que emite una aserción tiene por objeto conseguir que su interlocutor acepte como verdadero el contenido preposicional comunicado. Lo que procura provocar el hablante, pues, es un cambio mental en el interlocutor, que amplíe sus conocimientos situacionales o cognoscitivos. El lograr esta finalidad presupone que se cumplan una serie de reglas preparatorias o condiciones previas (Searle 1969:66). Cabe distinguir las condiciones previas de sinceridad, de no-obviosidad y de razonabilidad. En él presente contexto concentraré la atención en la condición previa de razonabilidad. Esta condición se cumple si el hablante es capaz de aducir argumentos racionales para demostrar que el estado de cosas descrito corresponde a la realidad. Obsérvese que la condición previa de razonabilidad —y esto vale igual para la de sinceridad y de no-obviosidad—, opera en dos niveles distintos. Por una parte, las condiciones previas funcionan como verdaderas presuposiciones, que no se hacen explícitas en las locuciones concretas. Así, por ejemplo, al interpretar una aserción como: (1)

Mi vecino ha sufrido un accidente de tránsito.

partimos de las presuposiciones siguientes: el hablante cree sinceramente que se ha dado el accidente a que se refiere; luego, para el hablante no es claro que el oyente esté enterado del accidente; y, por fin, el hablante tiene argumentos racionales para probar que el accidente tuvo lugar en realidad. Por otra parte, puede darse el caso de que las condiciones previas se presenten en una forma lingüística concreta, por especificarlas el hablante. Compárese, por ejemplo, la siguiente justificación explícita de (1). (2)

Mi vecino ha sufrido un accidente de tránsito. Es que acabo de hablar con su muier.

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Conviene hacer notar que la justificación del acto verbal puede tener dos orígenes distintos: o bien el hablante accede al ruego del interlocutor de que lo fundamente, o bien es el hablante mismo quien toma la iniciativa de aducir argumentos. En efecto, no es raro que expliquemos las razones que nos llevan a efectuar ciertos actos, sin que nadie nos pida u obligue a hacerlo. Piénsese, para poner uh ejemplo típico, en el caso de la persona que sale de su casa justificando espontáneamente su partida ante los que se quedan dentro, diciendo: (3)

Voy a tomar el fresco.

(4)

Tengo que devolver un libro a la biblioteca.

o:

etcétera. Me parece que estas justificaciones deben explicarse en virtud de los principios generales de cooperación que rigen la interacción humana. En los ejemplos citados la actitud cooperativa del hablante se manifiesta en su intento de prevenir una posible pregunta del interlocutor sobre la razón de su comportamiento. N o obstante, el principio de cooperación no es el único factor determinante aquí; interviene también la inclinación general del homo loquens a presentarse como un ser racional, capaz de motivar los actos por cuya realización asume la responsabilidad.

1.1

JUSTIFICACIONES INTERNAS

Fijémonos ahora en la tipología de las justificaciones inherentes del acto asertivo. Esta tipología se basa en la distinción entre justificaciones internas y externas. Aquéllas se refieren a las causas intrínsecas del estado de cosas descrito, denotando la relación entre causa y efecto. En cuanto al modo de representación, cabe observar que los hablantes, en general, no parten del orden cronológico de los fenómenos, sino que prefieren indicar primero el efecto y luego la causa. Esto halla su explicación lógica en la distribución temática de la información; es decir, en el momento de emitirse la aserción, el efecto del proceso descrito suele ser deducible del contexto o de la situación, por lo que sirve de tópico. La causa del proceso, en cambio, suele desempeñar el papel de comentario, por lo que ocupa la posición final de la oración. Compárense los ejemplos siguientes, que reflejan (6) el orden marcado, y (5) el orden no marcado de la aserción.

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(5) El presidente no puede asistir a la reunión porque está en el extranjero (6) Porque está en el extranjero, el presidente no puede asistir a la reunión.

1.2.

JUSTIFICACIONES EXTERNAS

Consideremos luego la segunda clase de justificaciones asertivas, o sea, las que indican relaciones causales externas. Parto del diálogo siguiente: (7) A: Ese chico es loco (8) B: ¿Por qué? La pregunta ¿Por qué? encierra aquí una ambigüedad inherente. Por un iado, el que la formula puede estar pidiendo información sobre la causa interna de la locura del chico, en cuyo caso una respuesta relevante sería (9) Porque ha sufrido una grave lesión cerebral Por otro lado, la misma pregunta puede servir también para elicitar al interlocutor una justificación de su acto verbal. En este caso, lo que desea saber el que hace la pregunta es en qué argumentos se fundamenta la aserción. Esta interpretación de la pregunta sería compatible con una respuesta como (10)

Porque se comporta de una manera idiota

En resumen, la primera interpretación de la pregunta puede parafrasearse por (11)

¿Por qué es loco ese chico?

y la segunda interpretación por (12) ¿Por qué crees que ese chico es loco? En términos de la interacción argumentativa, podemos sostener que la razón especificada en la oración causal es la razón por la que se emite la

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aserción. Mediante esta especificación el hablante hace explícita la condición previa de razonabilidad. Es decir, si aseveramos, por ejemplo, (13) Juan no ha venido todavía. Es que no le hemos visto implicamos que del no haber visto nosotros a Juan es lícito concluir que no ha venido todavía. La verdad de la oración causal se presupone, mientras que la de la oración principal se asevera. De esto se sigue que el interlocutor que no acepte la aserción, no pondrá en duda el valor verídico de la razón indicada, sino que combatirá la implicación afirmada por el hablante. En el nivel formal, las aserciones que contienen justificaciones externas se caracterizan por dos rasgos distintivos. El primero es que no admiten la inversión, del orden de las oraciones principales y subordinada, puesto que no enfocan la relación entre causa y efecto. Esto se ve por la agramaticalidad de *(14)

Es que no le hemos visto. Juan no ha venido todavía

Recuérdese, a este propósito, la gramaticalidad de (6). El segundo rasgo distintivo concierne a la paráfrasis performativa de la oración causal. A diferencia de la justificación interna, la externa puede describirse en términos del análisis performativo de Ross (Ross 1970). Así, por ejemplo, la relación entre la aserción y la justificación del ejemplo (13) se puede indicar explícitamente mediante una cláusula performativa: (15) Juan no ha venido todavía, te lo digo porque no le hemos visto Nótese, por fin, que una expansión de este tipo es incompatible con la justificación interna, como puede verse por *(16) El presidente no puede asistir a la reunión, te lo digo porque está en el extranjero

2.

LA ARGUMENTACIÓN EXHORTATIVA

Paso ahora al análisis de los actos verbales exhortativos. En mi tesis doctoral he propuesto definir estos actos como actos realizados por el hablante con el objeto de influir en el comportamiento intencional del oyente de tal manera que éste realice, primariamente para beneficio del hablante, la acción indicada por el contenido proposicional.

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Lo mismo que al acto asertivo, al exhortativo le son inherentes una serie de condiciones previas. Para la presente discusión me ceñiré a la condición previa de razonabilidad. Esta condición se cumple si el hablante es capaz de aducir argumentos racionales y razonables para convencer al interlocutor que hay un motivo para realizar la acción indicada. A diferencia de los actos asertivos, los exhortativos sólo pueden justificarse externamente. Por consiguiente, los argumentos aducidos por el hablante indican la razón que tiene para exhortar al interlocutor a realizar la acción descrita. Otra diferencia con las aserciones se manifiesta en la función interaccional de la justificación. Si la aserción sirve para convencer al interlocutor, la exhortación sirve para persuadirle. Como este objeto ilocutivo repercute más intensamente en la interacción social que aquél, es natural que la exhortación se justifique con mayor regularidad que la aserción. Formalmente, la justificación exhortativa se realiza de dos maneras distintas: o bien el hablante formula la exhortación como la justificación, o bien formula tan sólo la justificación. Compárese los ejemplos siguientes (17)

Encienda Ud. la luz, porque (que) está muy oscuro aquí

(18)

Está muy oscuro aquí

La estructura de (17) nos permite concluir que hay variación libre entre porque y que. Obsérvese luego que (18) representa un espécimen característico de un acto verbal indirecto. Tales actos verbales se distinguen por una función ilocutiva múltiple. En el caso que estamos considerando, el hablante emite una aserción que tiene por objeto comunicar indirectamente una exhortación. Las aserciones exhortativas, sin embargo, no constituyen una categoría homogénea, como comúnmente se cree. Conviene distinguir dos subcategorías. Primero, tenemos actos argumentativos del tipo de Está muy oscuro aquí, que transmiten una información transparente sobre un estado de cosas que el hablante quiere ver transformado en otro. La relación entre los dos estados de cosas es complementaria, porque se excluyen mutuamente. Es decir, si el hablante asevera que cierto estado de cosas se da, sü objeto exhortativo es que el interlocutor transforme ese estado de cosas de tal modo que deje de darse, y viceversa. Así, por ejemplo, (18) expresa la razón que tiene el hablante para conseguir que deje de estar muy oscuro en el lugar donde se encuentra. La segunda subcategoría consiste en aserciones opacas, que no transmiten otra información al interlocutor que la de que hay un motivo para realizar una acción causalmente relacionada con el estado de cosas

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descrito. Valgan como ejemplos los anuncios comerciales, que se basan con frecuencia en esta clase de aserciones exhortativas. Considérese, por ejemplo, (19)

En Granadaban el dinero crece seguro

Naturalmente, aquí la intención de la casa comercial no es que el público procure conseguir que en Granadaban el dinero deje de crecer en seguridad; lo que se quiere conseguir es que el público abra una cuenta en Granadaban.

3.

RESUMEN

Ha llegado la hora de resumir. En la introducción señalé que en la interacción verbal informal es muy corriente que los hablantes justifiquen sus actos verbales, sea que los interlocutores se lo pidan, sea que lo hagan por su propia cuenta. De acuerdo con su objeto ilocutivo, los actos verbales que más reflejan esta tendencia son las aserciones y las exhortaciones. El análisis de aquéllas dio por resultado la distinción entre justificaciones internas y externas. Las internas expresan argumentos centrados en la relación de causa y efecto; las externas, la razón que tiene el hablante para emitir la aserción. Las exhortaciones, por fin, sólo pueden justificarse externamente. El análisis correspondiente lo hemos centrado en las aserciones exhortativas, que se bifurcan en dos subcategorías según el carácter opaco o transparente del contenido proposicional. HENK HAVERKATE Universiteit van Amsterdam

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