Ética, Medios de Comunicación y Ciudadanía

ESCUELA DE CIENCIAS SOCIALES ARTES Y HUMANIDADES 434208 ÉTICA Y CIUDADANÍA Act No.1 Revisión de presaberes Ética, Medios Ciudadanía de Comunicación
Author:  Benito Araya Ruiz

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ESCUELA DE CIENCIAS SOCIALES ARTES Y HUMANIDADES 434208 ÉTICA Y CIUDADANÍA Act No.1 Revisión de presaberes

Ética, Medios Ciudadanía

de

Comunicación

y

Ética y Ciudadanía http://www.escolares.com.ar/etica-y-ciudadania/etica-medios-de-comunicacion-yciudadania.html

Primeras Jornadas Internacionales de Ética "No matarás" Facultad de Filosofía, Historia y Letras Universidad del SalvadorBuenos Aires, 17, 18 y 19 de mayo del 2000

Ricardo Etchegaray

El objetivo de este artículo es desarrollar una crítica de las tesis principales que Giovanni Sartori sostiene en su obra Homo videns,sobre todo, en lo que se refiere a las consecuencias para la ética y el ejercicio de la ciudadanía. En el libro, ensaya una interpretación de las transformaciones que está experimentando el hombre contemporáneopor efecto de la televisión. “La tesis de fondo –dice Sartori- es que el video está transformando al homo sapiens, producto de la culturaescrita, en un homo videns, para el cual la palabra está destronada por la imagen”[1]. La televisión estaría operando un cambio en lanaturaleza del hombre al empobrecer su aparato cognoscitivo y dejarlosin el instrumento fundamental para el ejercicio de la libertad como es el pensamiento

argumentativo.

La característica distintiva del homo sapiens es su «capacidad simbólica» que incluye todas las formas culturales desplegadas en el sentido amplio del lenguaje, es decir, en la capacidad de comunicación mediada por signos[2]. Pero -advierte Sartori-, “el lenguaje esencial que, de verdad, caracteriza e instituye al hombre como animal simbólico es el «lenguaje-palabra», el lenguaje de nuestra habla”[3]. El lenguaje humano -a diferencia del de los animales- no sólo transmite señales, sino que es capaz de hablar de sí mismo, es decir, es reflexivo; no es solamente un medio de comunicación, sino, también, un instrumento del pensamiento y del conocimiento. “Y el pensar – dice Sartori siguiendo a Platón- no necesita del ver. Un ciego está obstaculizado, en su pensar, por el hecho de que no puede leer y, por tanto, tiene un menor soporte del saber escrito, pero no por el hecho de que no ve las cosas en las que piensa. A decir verdad, las cosas en las que pensamos no las ve ni siquiera el que puede ver: no

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son

«visibles»”

(1998, 24-25. Cursivas nuestras). Advirtamos que si bien se recurre a un esquema platónico, que separa el pensar (inteligible) de lo visible (sensible), el autor no tiene en cuenta que, para Platón,

lo

visible

desempeña un papel imprescindible en el aprendizaje y en la enseñanza del conocimiento, en el desarrollo de la diánoia (razonamiento demostrativo) y, consecuentemente, en la conducción y acción políticas. Más aun, en la República, encontramos la famosa «alegoría del sol», donde Platón desarrolla una analogía entre el ver y el entender. Por otro lado, el uso mismo de las alegorías por parte de Platón muestra que son un recurso inestimable para el pensamiento. De la escritura, como condición de la civilización, Sartori se desplaza a la invención de la imprenta. Con ella, la cultura escrita se hace potencialmente extensible a todos. Más que la escritura, es la imprenta la que produce el salto tecnológico (Cf. 1998, 25). A la imprenta, le siguen el diario, el telégrafo, el teléfono, la radio y la televisión, que genera una nueva ruptura. “La televisión - como su propio nombre lo indica- es «ver desde lejos» (tele), es decir, llevar ante los ojos de un público de espectadores cosas que puedan ver en cualquier sitio, desde cualquier lugar y distancia. Y en la televisión, el hecho de ver prevalece sobre el hecho de hablar, en el sentido de que la voz del medio, o de un hablante, es secundaria, está en función de la imagen, comenta la imagen. Y, como consecuencia, el telespectador es más un animal vidente que un animal simbólico. Para él, las cosas representadas en imágenes cuentan y pesan más que las cosas dichas con palabras”[4]. Del supuesto –no probado ni criticado- de que con la televisión todo se convierte en una función derivada y secundaria de la imagen, Sartori infiere que tal instrumento no puede sino producir una mutación de la naturaleza del hombre. En otras palabras, si la naturaleza humana se define por su capacidad simbólica escrita y reflexiva, el predominio de la imagen conlleva una subordinación de dicha capacidad al sólo ver. Se generaría, con ello, un nuevo tipo humano: el homo videns. Si la esencia del hombre es el pensamiento, y éste requiere de la escritura, entonces, el hombre producido por la televisión es un hombre alienado de su propia naturaleza. Éste es un “sordo [mejor dicho, un ciego] de por vida a los estímulos de la lectura y del saber transmitidos por la cultura escrita” (1998, 39). Es un ser empobrecido, una naturaleza atrofiada. No

deja

de

ser

humano,

puesto

2

que

no

pierde

su

capacidad

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simbólica, pero ya no es capaz de saber[5]. El argumento central contra la televisión es que empobrece la capacidad de entender. “El homo sapiens debe todo su saber y todo el avance de su entendimiento a su capacidad de abstracción”[6]. Las palabras abstractas o conceptos son significados que no pueden ser reducidos, traducidos o trasladados a imágenes. Es la adquisición de un lenguaje abstracto lo que

distingue

a

los

pueblos

avanzados

de

los

primitivos. Con una argumentación que remite al dualismo platónico, dice este autor: “Todo el saber del homo sapiens se desarrolla en la dice este autor: “Todo el saber del homo sapiens se desarrolla

en

la

esfera de un mundo inteligible (de conceptos y de concepciones mentales) que no es, en modo alguno, el mundo sensible, el mundo percibido por nuestros sentidos. Y la cuestión es ésta: la televisión invierte la evolución de lo sensible en inteligible y lo convierte en el golpe de vista, en un regreso al puro y simple acto de ver. La televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este

modo

atrofia

nuestra capacidad de abstracción y, con ella, toda nuestra capacidad de entender” (1998, 47. Negritas nuestras). De lo anterior, se derivan consecuencias decisivas para la ética individual y social, puesto que los individuos estarían en una situación de alienación que los inhabilitaría para el ejercicio de la libertad, que es una condición necesaria para el cultivo democrático de la ciudadanía. Según Sartori, la televisión ha cambiado radicalmente la manera de hacer política y de «ser político». Si la democracia es definida como el gobierno de la opinión pública, “actualmente el pueblo soberano «opina», sobre todo, en función de cómo la televisión le induce a opinar”. Al conducir la opinión, la televisión se coloca en el centro de los procesos políticos y condiciona

los

procesos

electorales,

las

decisiones

de

los

gobiernos.

Un primer problema sería el «directismo democrático»: la opinión pública es la opinión del público, pero también la opinión que implica la cosa pública, es decir, argumentos de discusión pública

(intereses

generales, bien común, problemas colectivos). Para que haya democracia, sólo se requiere una opinión pública autónoma, la cual no puede ser fija, sino sujeta a flujos de información, pero tampoco

puede

ser heterónoma. Sartori sostiene que cuando la prensa (e, incluso, la radio) plasmaba la opinión pública había un equilibrio entre autonomía y heteronomía garantizado por la existencia de una prensa

libre

y

múltiple, pero con el surgimiento de la televisión y la imposición de la imagen, el equilibrio se

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rompió. La televisión reemplazaría las autoridades de los líderes intermedios por “la autoridad de la

imagen”,

y

crearía una “opinión sólidamente hetero-dirigida” (1998, 72). Un segundo problema sería la incidencia del video-poder sobre los métodos de elección y sobre los que son elegidos. Los sondeos de opinión que realiza la televisión falsean la realidad, porque orientan las respuestas en el modo de hacer las preguntas forzando las respuestas. “La mayoría de las opiniones recogidas son frágiles e inconsistentes” (1998, 74). Sobre la base de algunos ejemplos demostrativos de que los resultados de los sondeos varían considerablemente, Sartori generaliza el carácter falaz de las encuestas. Este hecho, combinado generaliza el carácter falaz de las encuestas. Este hecho, combinado con la sondeo-dependencia de los políticos, lleva a inferir que los medios de comunicación son un instrumento de poder sobre el pueblo. Un tercer problema

sería

en

qué

medida

la

televisión

ayuda

u

obstaculiza la «buena política». Sartori advierte que “la información no es conocimiento”, ya que se puede estar informado sin comprender. Pero, por otro lado, “la televisión informa poco y mal” (1998, 80). “Las cadenas televisivas han producido ciudadanos que no saben nada y que se interesan por trivialidades” (1998, 86). La televisión produce desinformación y distorsión: impone a todos datos estadísticos falsos (erróneamente interpretados). Después de haber explicitado y resumido las tesis principales de Sartori, comencemos el análisis crítico señalando que este autor parte de un concepto de «naturaleza humana» heredado de la tradición ilustrada, según la cual aquella se identifica con la razón como fundamento de la autodeterminación y autonomía individuales y sociales. Kant llama «razón práctica» a esta característica

distintiva

de

la naturaleza del hombre. Rousseau, por su parte, sostiene que la libertad es inalienable y que su debilitamiento u obstrucción pone en peligro la condición humana. Desde esta tradición, Sartori afirma que la televisión ha generado una primacía de la imagen sobre el discurso, de lo visible sobre lo inteligible, lo que condujo a “un ver sin entender” y a la destrucción de las condiciones del saber, que están en la base del ejercicio de la libertad como autonomía (Cf. 1998, 12.). El hombre se transformaría, así, en un ser incapaz de comprender los conceptos o los pensamientos abstractos e ingresaría en la era del post pensamiento desde el momento en que

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la televisión “destruye más saber y más entendimiento del que transmite” (1998, 12). Aun cuando concedamos que el pensamiento ilustrado ha señalado una característica esencial de la naturaleza humana, no podemos dejar de señalar las limitaciones de esta concepción que ignora la historicidad constitutiva del fenómeno humano. Sartori recurre, a lo largo del texto, al mismo procedimiento falaz: primero, produce un equívoco al identificar el significado de dos conceptos

que

no

tienen

igual

extensión

(símbolo/palabra,

palabra/lenguaje

escrito,

televisión/prevalencia del ver); después, recurre a la generalización apresurada de las características del fenómeno al que se refiere el concepto específico al fenómeno general. Además, las hipótesis generales derivadas (por ejemplo, que el ver prevalece sobre hablar y que la voz está en función de la imagen) no han sido comprobadas ni se las ha sometido a la crítica. han sido comprobadas ni se las ha sometido a la crítica.

Cuando Sartori sostiene que “es la televisión la que modifica primero, y fundamentalmente, la naturaleza de la comunicación, pues la traslada del contexto de la palabra (impresa o radiotransmitida)

al

contexto de la imagen”, pasa por alto el hecho de que la comunicación es, antes que palabra impresa o radiotransmitida, palabra e imagen que traen al otro a la presencia. La comunicación es, antes que palabra impresa o radiotransmitida, relación «cara a cara», «aquí y ahora». En este sentido, la televisión no es un empobrecimiento, sino un enriquecimiento de la comunicación, ya que agrega a la palabra, hablada o escrita, la imagen. Al seguir una corriente de la tradición iluminista que identifica la cultura con la «alta cultura», y ésta con la «cultura letrada», Sartori genera un empobrecimiento de los conceptos de cultura y de comunicación. El ver es diferente del entender, pero no es necesariamente su opuesto. Si fuesen opuestos, el ver podría impedir o anular el trabajo del concepto y, entonces, “el lenguaje conceptual (abstracto) [sería] sustituido por el lenguaje perceptivo (concreto) que [sería] infinitamente más pobre” (1998, 48. Cursivas nuestras). Si se probase la sustitución de un lenguaje por otro, indudablemente la conclusión de Sartori sería correcta, pero tal tesis no ha sido probada. Análogamente, si probásemos que las imágenes televisivas sustituyen la imaginación de la audiencia, tendríamos que concluir que la actividad poética y creativa sufre un empobrecimiento progresivo conforme crecen las audiencias.

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El supuesto que sirve de fundamento para todo el libro de Sartori es que, sin razonamiento discursivo, no hay libertad como autonomía y, sin esta no hay ciudadanía democrática. Sin embargo, en el mismo Siglo de las Luces, Rousseau defendía la tesis, contraria a la de Sartori, de que las ciencias y las artes (y con ellas, el razonamiento discursivo y la cultura en general) habían generado un debilitamiento de la libertad del hombre y un empobrecimiento de su ser autónomo. La televisión no implica siempre ni necesariamente impedimento o anulación del razonamiento y el razonamiento no implica siempre ni necesariamente el desarrollo de la libertad como autonomía individual o social. Estas conclusiones negativas distan mucho de una apología de los medios de comunicación audiovisuales en general y de la televisión en particular. Es cierto que los medios son una amenaza potencial de la libertad y la cultura democrática, pero no está probado que la expansión de la televisión implique una anulación de la capacidad de entender.

Pareciera

que

un

peligro

mayor

para

la

libertad

es

la

concentración

de

la propiedad de la mayoría de los medios en pocas manos y la la propiedad de la mayoría de los medios en pocas manos y la conformación de las empresas multimedios, dueñas de canales de televisión, radios, revistas, diarios, cines y videos. Esta amenaza que fuera percibida y denunciada por diversos teóricos, desde John Stuart Mill y Alexis de Tocqueville, a mediados del siglo XIX, pareciera tener mayor incidencia que la alienación del hombre a consecuencia del predominio de la imagen. Para cerrar esta presentación, quisiéramos recordar y rescatar el propósito polémico del libro de Sartori, que recupera la función crítica de la filosofía desde los comienzos de su historia. El distanciamiento crítico es una acción constitutiva del pensamiento filosófico, aunque no creo que deba restringirse o limitarse a la argumentación escrita o que no sea capaz de valerse productivamente de las imágenes y de lo visible, como ya Platón observaba lúcidamente.

[1]SARTORI, G.: Homo videns. La sociedad teledirigida, Madrid, Taurus, 1998, p. 11. [2] Si bien Cassirer define al hombre como «animal simbólico» y Aristóteles como «ser animado que habla», las connotaciones de las palabras no coinciden con la definición de Sartori en ninguno

de

los

dos

casos.

[3] SARTORI, G.: 1998, p. 24. Notemos que los conceptos de lenguaje, lengua y habla están confundidos. [4] SARTORI, G.: 1998, p. 26.

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[5] “Una persona culta es una persona que sabe, que ha hecho buenas lecturas o que,

en

todo

caso,

está

bien

informada”

(SARTORI,

G.:

1998,

p.

39).

[6] SARTORI, G.: 1998, p. 45. “La imagen es enemiga de la abstracción, mientras que explicar es desarrollar un discurso abstracto” (p. 84). “El video-dependiente tiene menos sentido crítico que quien es aún un animal simbólico adiestrado en la utilización de los símbolos abstractos. Al perder la capacidad de abstracción, perdemos también la capacidad de distinguir entre lo verdadero y lo falso” (p. 102).

Se infiere de aquí que el sentido crítico es la capacidad de descubrir que otros mienten. [7] El epistemólogo

Paul

Feyerabend

sostiene

la

tesis

contraria,

cf.

FEYERABEND,

P.: Contra el método, Barcelona, Editorial Planeta-De Agostini, 1993, pp. 12, 129- 135.

7

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