EXISTE UNA HISTORIA DIPLOMÁTICA EN EL HISPANISMO?

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EXISTE UNA UNICA RESPUESTA CORRECTA?
EXISTE UNA UNICA RESPUESTA CORRECTA? Por Alfonso Zambrano Pasquel Las reflexiones a desarrollar no son simple lucubraciones sin valor o fundamento alg

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Alvar de la Llosa Université de Paris X-Nanterre

¿EXISTE UNA HISTORIA DIPLOMÁTICA EN EL HISPANISMO? “Fue a través de este reconocimiento de un objeto de estudio propio como los internacionalistas descubrieron que el solo enfoque histórico resultaba insuficiente para responder a las interrogantes propias que genera la observación de la realidad internacional” (Sarquís 2002)

El nacimiento de una disciplina Este estudio también podía haberse titulado “Por una epistemología del estudio de las Relaciones Internacionales en el marco del Hispanismo”. El estudio de las Relaciones Internacionales es una ciencia social joven. Nacida hace tan sólo 88 años, aún no ha cumplido un siglo. Al estudio de las Relaciones Internacionales se le suele dar como fecha de nacimiento el año de 1919 cuando la universidad británica de Aberystwyth (Gales) fue la primera en establecer una cátedra de Relaciones Internacionales (Goodwin 1951: 110) a la que, en 1923, seguirá la de la London School of Economics (Taylor 1978: 7), que lo institucionalizarán como carrera académica1. Sin embargo, la existencia de la Revue d’histoire diplomatique nacida en 1886 en París muestra que el interés por la disciplina pudo ser anterior. De ahí que el estudio de las Relaciones Internacionales se llamara antes “historia diplomática”. La esencia propia, la razón de ser de ésta, sería la de abarcar un conocimiento de lo internacional, de las relaciones entre los Estados, y el de su formación. Desde el principio los anglosajones fueron quienes dominaron esta rama de las Ciencias Sociales2. Llama la atención que numerosos estudiosos3 hayan subrayado que Vladimiro I. Oulianov (Lenin), con El Imperialismo fase superior del Capitalismo (1916), fue, al analizar la correlación entre las necesidades del crecimiento de la economía capitalista y la guerra, uno de los primeros en publicar una obra propia a la disciplina, siendo capaz de salir del marco estrecho de una historia de las relaciones entre las diplomacias para integrar la amplia problemática de la economía como factor determinante de las relaciones entre las naciones4. Quizás el desarrollo de la disciplina en EEUU, con su particular integración de

1

La década de los años ‘20 ve nacer el British Royal Institute of International Affairs, el American Council of Foreign Relations, en Berlín, el Deutsche Hochschule für Politik y París, el Institut universitaire des Hautes Etudes internationales. 2 En 1900, Paul Reinsch publicó en Nueva Cork, World Politics, la primera obra que trate del asunto. Cierto es que también el Carnegie Endowment for International Peace y por la World Peace Fundation de Boston empezaron a publicar obras sobre este tema de las RRII. Al mismo tiempo, en 1916, se publicó en Londres, una obra colectiva, An Introduction to the Study of International Relations. Ver Arenal 1981: 881-892. 3 Menciónese en particular a los galeses Steve Hobden, Richard Wyn Jones, los mexicanos Ileana Cid y Alejandro Chanona Burguete. 4 Recuérdese que, en los años 1910-1920, al interior del campo marxista, las RRII se convirtieron en un tema de predilección aunque después no exento de cierta predicción acerca del tan anhelado momento del derrumbe del capitalismo y de la consiguiente Revolución Mundial, desde Rosa Luxemburg, La acumulación del capital. Contribución a la explicación económica del imperialismo (1913) hasta Nicolaï Bujarin, La economía mundial y el imperialismo (1928). A raíz de los debates de concepciones, el enfoque del tema participará de la ruptura entre 2a y 3a Internacional, entre los rusos y los social demócratas austriacos o alemanes como Rudolf Hilfering, Karl Kautsky o Otto Bauer. A ello convendría añadir la aventura, en el marco de la liberación nacional de los pueblos de los imperios rusos y austriacos, del lema bolchevique del “derecho de los pueblos a disponer de sí mismo”, criticado por R. Luxemburg y después recogido por Woodrow Wilson como una base de la política que impuso EEUU a Europa.

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académicos y docentes al mundo de la administración y del gobierno no haya sido sino, en parte, más que una respuesta al análisis “ruso”5. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, el interés por el estudio de las Relaciones Internacionales se acrecentó en Europa. La Gran Guerra como por aquel entonces se la llamaba, acababa de demostrar con su extraordinaria carnicería humana y pérdida de recursos materiales, que el viejo orden nacido en Viena (1815) se había agotado, pero sin conseguir que el nuevo orden de Versalles condujera a la estabilidad y al progreso, sino muy al contrario. El orden europeo, establecido durante un siglo se desmoronaba llevando consigo imperios casi milenarios. La guerra que sólo debía durar un par de meses había durado tres años y medio, e involucró a casi todo el planeta y causó más de 20 millones de muertos. El estudio de las Relaciones Internacionales cobró toda su importancia a raíz de la Primera Guerra Mundial a través de cátedras en EEUU y Gran Bretaña. Aparecieron entidades exclusivamente dedicadas al análisis e investigación de los temas de política internacional a ambos lados del Atlántico tal como se había acordado a lo largo de las negociaciones de Versalles6. Con el reparto del mundo tras el Tratado de Versalles surgieron los estudios regionales o area studies en particular a raíz del desmembramiento del Imperio turco. Lo que Rudolf Hilferding (Hilferding 1910) llegó a plasmar en una frase clave: “Las antiguas relaciones sociales se ven totalmente trastornadas, el aislamiento milenario de ‘las naciones sin historia’ roto y éstas arrastradas por el torbellino de las relaciones capitalistas”; ello se conformó como un anuncio de lo que será el interés por le Tercer Mundo a raíz del proceso de descolonización, tras la Segunda Guerra Mundial. La Primera Guerra Mundial mostró con todos sus creces la verdad que pregonaba aquello de que la guerra estalla cuando no se ha sido capaz de encontrar una solución pacífica, es decir que estalla cuando se han agotado todas las posibilidades diplomáticas. Si la diplomacia es impedir, por las soluciones propuestas, la guerra, otra cosa era entonces descubrir las raíces de ésta. El derrumbe de los grandes imperios, los trastornos surgidos después de casi cuatro años de guerra, la aparición de la Unión Soviética, suponían una serie de innovaciones que provocaban novedades e incógnitas. La mirada despectiva de EEUU sobre Europa, “old dynastic slaughtery” como la llegó a caracterizar el poeta yanqui Walt Whitmann, condujo a que, a ambos lados del Atlántico, los anglosajones avanzaran una concepción específica y hayan llegado a considerar de modo científico el proceso y los fenómenos de las Relaciones Internacionales. Fácilmente se entiende que fueran los anglosajones quienes llevaran la batuta. Gran Bretaña salía reforzada de la contienda y había podido comprobar la excelencia del funcionamiento de su sistema imperial. En cuanto a EEUU, abril de 1917 sonaba el triunfo de la creciente hegemonía estadounidense que se venía verificando desde los tiempos de la adquisición por esta antigua colonia británica, de Luisiana y de Florida a las otras dos potencias coloniales americanas, Francia y España. Su fase de expansión había salido del límite natural de su ámbito, más allá del Misisipi. Al plasmarse en un tercio del territorio mexicano (1848), más tarde, con Cuba y las Filipinas (1898), Panamá (1902), alcanzaba América Latina e incluso Asia, sin olvidar el paso entre ambos, en un proceso ya harto conocido. Las universidades estadounidenses ya andaban cuanto más ligadas a la política del gobierno que EEUU había aprendido mucho del Imperio Alemán, al que por poco se enfrentó 5

No llegaremos a pretender que se trata de un anuncio de la Guerra Fría, concepto acrónico aquí, pero sí de una respuesta a una visión del mundo que ponía en peligro la hegemonía creciente de EEUU y la ya muy cansada si no agotada hegemonía imperial británica. 6 De hecho se considera que el estudio de las Relaciones Internacionales nació el 30 de mayo de 1919 cuando una delegación británica y una estadounidense se encontraron en el marco de la Conferencia de Paz de París y decidieron establecer en sus respectivos países instituciones científicas dedicadas a la investigación en materia de Relaciones Internacionales (ver Czempiel 1965).

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en Cavite (Filipinas), al hacer suyas, a través de los escritos de Alfred T. Mahan, la teoría según la cual el poderío naval representa el factor determinante de la fuerza de una nación (Mahan 2007: 587). El derrumbe inédito de los imperios europeos y el surgimiento de la URSS, un estado con ansias de elevación económica y con conceptos de Relaciones Internacionales que, por lo menos en sus 15 primeros años, resultarían ser totalmente diferentes de los de las viejas naciones capitalistas, iban a proporcionar una novedad inédita que marcaría una primera ruptura entre Oeste y Este. Esta ruptura se reflejaría también entre Europa y EEUU. Al contrario de los estados europeos determinados por necesidades de realismo político, que de hecho cubrían la creciente necesidad de expansión económica y la llevaban a reconocer el nuevo estado, EEUU se negaría a ello hasta que la explosiva situación europea obligase a ello (1933) para encontrarse un nuevo aliado y salir de su aislamiento. De Verdún a Munich, otro ciclo diplomático se agotó, con el consecuente ideario de paz que se plasmó en la fallida tentativa de la Sociedad de las Naciones. Durante los años ‘30, años de la SDN, las Relaciones Internacionales fueron cobrando paulatinamente importancia, llegando a enfocar un primer gran debate teórico que opuso Idealismo a Realismo (Carr 1962). La Segunda Guerra Mundial, que empezó con el apocamiento vergonzoso de Europa occidental en Munich, acto ya anunciado por le rechazo de las naciones democráticas en tomar parte en la salvación de la democracia en el conflicto español, ayudará a la evolución epistemológica. La situación mundial nacida del reparto planetario acordado en Yalta-Potsdam (1945) supuso una puesta en tela de juicio de muchas adquisiciones. La nueva realidad estaba plagada de cambios que abarcaban tanto los avances científicos-técnicos como la proliferación de organizaciones internacionales, pasando por el peligro irremediable del arma atómica y el irremediable peligro de las masas descolonizadas. La aparición fulgurante de nuevos actores, Estados recientemente independientes, iba a la par con la interdependencia cada vez mayor entre la política interna y externa que a su vez se veían sacudidas por el actuar del nuevo actor interno, la opinión pública, que manifestaba su rechazo de ambas políticas de los Estados. El peso de la opinión pública, quizás por el desarrollo de los medios de comunicación (de)formadores de ésta, cobrará un peso cada vez más significativo y determinante. El predominio del paradigma realista que consideraba al Estado y su poder como actores centrales de absoluta predominancia en las RRII se vio limitado en su análisis por el surgir de estos cuantiosos nuevos actores que vinieron a inferir, cuando no ingerirse en las Relaciones Internacionales. Éstas se vieron restringidas en sus explicaciones del mundo y sus problemas, ya no conseguían entregar una visión sencilla pero coherente de la realidad. La complejidad del mundo de la Post Guerra suponía un análisis más detallado. El estudio de las Relaciones Internacionales se vio reforzado y consolidado por las transformaciones del mundo: la necesidad de entender el planeta y las relaciones de desarrollo entre las naciones. Más aún después del reparto de Yalta-Potsdam y de la subsiguiente Guerra Fría. El estudio de las Relaciones Internacionales se percibió entonces como la primera ciencia americana, más generalmente de índole anglosajona, y restringida en su uso al mundo occidental europeo. De ahí el peligro de rechazo del estudio de las RRII al considerarse que éste no tendía sino a reproducir de modo exclusivo una visión anglosajona del planeta, y más aún al servicio exclusivo de EEUU. Olvidando acaso con demasiada rapidez que, tras la Primera Guerra Mundial, en el desarrollo de éstas, la mayoría de las aportaciones provenían de EEUU, no sólo porque el inglés se había convertido en lingua franca sino también porque el naciente imperio estadounidense ampliaba repentinamente su hegemonía encargándose del área de domino del viejo León británico agotado.

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La hegemonía mundial de EEUU, el enfrentamiento a una potencia que se suponía más maléfica y poderosa de lo que era realmente (y resultó ser) pero que ofrecía la gran ventaja de justificar, cuando no legitimar, la expansión del control de los mercados internacionales, llevó EEUU a desarrollar una literatura de las Relaciones Internacionales que a menudo no pasaba de ser literatura de ficción agresiva, de predicción, cuando no pura ciencia ficción. En estas condiciones, en Francia, antigua potencia dominante que no soportaba ni la tentativa desesperada de sus élites políticas de mantener su imperio, ni su exclusión del grupo de las primeras potencias, se planteaba, con Raymond Aron y Alfred Grosser, el problema de modo diferente, con criterios divergentes. La necesidad de una expansión de Estados Unidos, “las exigencias del ejercicio del poder estadounidense”, también llamada “defensa del Mundo Libre”, llevó a interesarse por el Tercer Mundo. Era necesario preparar expertos con actitudes y capacidades suficientes para enfrentar los nuevos retos que presentaba la política internacional en el marco de las novedades producidas por el enfrentamiento emblemático entre las dos superpotencias, y tan característico de la Guerra Fría; retos y novedades a los que la diplomacia tradicional ya no podía contestar. Era la época en la que se hablaba, según las palabras de Hans Morgenthau, de la “responsabilidad principalísima” de EEUU en la política internacional. El estudio de las Relaciones Internacionales ya no era un pasatiempo académico, sino que por la correlación de fuerzas, para EEUU se convertía en “una necesidad vital” (Morgenthau 1986: 39). Al mismo tiempo, “Al extenderse al resto del mundo la docencia y la investigación en Relaciones Internacionales, en buena medida se adoptan esquemas muy similares a los que se aplican en las universidades de los países desarrollados, aunque no necesariamente por las mismas razones” (Capetillo/Peña Guerrero 2001: 133-136). A raíz de la hegemonía estadounidense en el seno de las Ciencias Sociales, el estudio de las Relaciones Internacionales conoció su primera derrota intelectual. Las naciones emergentes, y en parte la vieja Europa, adoptaban esquemas y puntos de vista que legitimaban la política estadounidense, perdiendo a menudo su capacidad crítica y creativa, no sin que antes, el especialista francés Alfred Grosser, en 1956, planteara la pregunta en el título de uno de sus artículos más famosos: “El estudio de las relaciones internacionales, ¿una especialidad estadounidense?” (Grosser 1986: 70). Las Relaciones Internacionales: ¿una ciencia social? Las Relaciones Internacionales enfrentaron hasta los años 1980 el problema de su reconocimiento e inclusión entre las Ciencias Sociales. Desde Raymond Aron hasta Marcel Merle, cantidad de estudios teóricos intentan justificar la validez del estudio de las RRII. Para muchos, las Relaciones Internacionales carecían de cuerpos teóricos, de metodologías científicas, de identidad de investigación y de la posibilidad de ser objeto de comparación o de desembocar en la previsión7. También desde su principio el estudio sufrió una falta de reconocimiento por parte de las otras Ciencias Sociales por su falta de corpus doctrinario. Sólo se veía en las RRII una rama de la investigación histórica. De ahí que se reforzara, con 7

En Francia en 1982, Dominique Colas, encargado del expediente sobre las Ciencias Políticas en el informe acerca de Les Sciences de l’homme et de la société en France [Las ciencias humanas y sociales en Francia], publicado bajo la responsabilidad del etnólogo Maurice Godelier (Colas 1982: 365), denunciaba, al interesarse por el estado de la investigación en este campo, “en el sector de las Relaciones Internacionales y de los problemas de estrategia”, “una evidente pobreza de marcos conceptuales y de modelos de intelección”; así como una ausencia de “teorías y de modelos explicativos” que le llevaban a lamentar el carácter “inválido y embrionario, a pesar de algunos éxitos” de una “sociología conceptual que podría nutrirse en Francia de las aportaciones que ofrecen los numerosos trabajos de los civilizacionistas y de los especialistas de tal o tal país”. Ver también Merle 1986: 69. Recordemos que por aquel entonces ya se había publicado en Daniel Colard en Les Relations internationales (1981).

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vistas a marcar su presencia y utilidad, una dominante que a veces le fue fatal, el estudio del presente, prescindiendo del estudio del pasado, ya que su principal objeto de estudio venía a ser el de la permanencia. Lo que singulariza el estudio de las Relaciones Internacionales parece ser algo más que un estudio de la Historia. Cuando al maestro francés del estudio de las Relaciones Internacionales, Jean Baptiste Duroselle se le preguntó ¿qué es la historia diplomática? de modo totalmente inesperado contestó: “cronología, una acumulación de fechas”, sin más. La respuesta sólo podía extrañar ya que con ella, el especialista, primo inter pares, afirmaba la inexistencia de una especialidad del estudio de esas RRII a la que sin embargo, tan poderosamente, había contribuido, frente a los estudios históricos. Acaso se daba cuenta de que para que sus colegas académicos le considerasen como uno de ellos no le quedaba más remedio que ahogar su especificidad en un marco más general aunque no generoso. Las Relaciones Internacionales combinan diferentes perspectivas desde las cuales se observa el fenómeno histórico. La Historia sería algo como la historia de los cambios mientras que la historia diplomática sería la historia de las continuidades, de las permanencias. Para su análisis, las Relaciones Internacionales recurren a diversos campos de las Ciencias Sociales en un proceso en el que estas áreas de lo social se hermanan pero jamás se confunden ya que las Relaciones Internacionales definen su propio objeto de estudio. El estudio de las Relaciones Internacionales se caracteriza en términos de movilidad temporal específica de los hechos sociales, en su naturaleza intrínsecamente cambiante, y no en busca de un descubrimiento de leyes reproductibles y capaces de permitir vislumbrar el futuro, de preverlo. El problema mayúsculo sigue siendo el de la interdisciplinaridad. El estudio de las Relaciones Internacionales se nutre de diversas Ciencias Sociales para construir su investigación; mientras que las Ciencias Sociales conciben las Relaciones Internacionales como un estudio que se dispersa, que no tiene unidad propia (Aron 1977)8. Lo propio de las Relaciones Internacionales es justamente recurrir a esa diversidad de análisis de modo a cubrir un ancho campo de probabilidades que construyen la relación entre las naciones. Ya no se trata de una relación única y exclusivamente ligada por el Derecho, sino de un tejido de relaciones compuesto de relaciones económicas, financieras, comerciales, culturales, ideológicas, es decir de todo lo que ha venido a intercambiarse, a ser mercancía, objeto de (inter)cambio. Tal vez la diversidad teórica sea la particular riqueza de la disciplina, pero, por ahora, la falta de una teoría consistente (estructurada y completa) a la que la comunidad especializada dé su preferencia y que oriente la actividad disciplinaria, la convierte en un campo fértil de dispersión cognoscitiva, lo que dificulta la acumulación sistemática del conocimiento generado: “la actividad investigadora en Relaciones Internacionales está plagada de teorías de la propia disciplina o de otras áreas del conocimiento, en esencia del campo ‘de lo social’” (Cuella Laureano 2002). De ahí que se pueda afirmar que la investigación científica en las RRII no es científica en el sentido en que no hay paradigma, es decir modelo a partir del cual se da un avance cualitativo tras haber conseguido realizar una acumulación cuantitativa de conocimiento9. Sería la disciplina a-teórica por excelencia pero con una “proliferación de las teorías”. Se pasaría de una falta a un exceso de teorías que resultaría de la insuficiencia de las aportaciones de las diversas disciplinas del campo de 8

Aron considera que una teoría del campo específico de las RRII se tiene que fundamentar sobre conceptos ya empleados en otros campos de investigación de las Ciencias Sociales. Si bien el campo de las RRII posee un rasgo que le es específico, toda aplicación de la teoría a unos objetos de análisis concretos, obligatoriamente nos vuelve a dirigir hacia unos conceptos y unos fenómenos sociológicos e históricos. 9 Según lo que Thomas Kuhn definió en La estructura de las revoluciones científicas (1992) y del mismo autor, ¿Qué son las revoluciones científicas?, y otros ensayos (Kuhn 1989).

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investigación de lo social a las que se acude con la pretensión de ver más claro pero que pronto revelan su insuficiencia: […] no existe una teoría de las Relaciones Internacionales que domine el escenario de investigación, y más bien las existentes, que pugnan por un lugar en el gusto de los estudiosos de la disciplina, no han logrado la solidez necesaria entre la comunidad de expertos para convertirse en paradigma disciplinario. (Cuella Laureano 2002)

En resumidas cuentas, las RRII se caracterizan por aportaciones disciplinarias insuficientes al ser un campo de investigación a penas abordado, a no ser desde diversos ángulos, desde perspectivas específicas como economía, comercio, medio ambiente, estudios de género… pero ninguna llega a guiar la investigación: “la elección de una teoría en el estudio de las Relaciones Internacionales es más bien un asunto de gustos o preferencias personales que de rigor disciplinario”. Conviene añadir que el utilitarismo, que no es el de la investigación sino el pragmatismo de un empleo profesional, como el examen de ingreso en la carrera diplomática, provoca un cambio de enfoques. La investigación en las RRII no supone ni menospreciar ni barrer lo que se hizo antes en el marco de otras Ciencias Sociales como el Derecho Internacional, la Historia Internacional y la Historia Diplomática, así como en numerosos aportes sociológicos y de politólogos que sirven aún de sustento al estudio de las RRII, ya que éste se fundamenta en y se caracteriza por la interdisciplinaridad. Sin embargo, muy temprano aparecieron las primeras críticas al estudio de las Relaciones Internacionales: […] la disciplina de las Relaciones Internacionales se ha desarrollado sintéticamente y esto ha militado contra su unidad. Otras disciplinas se han desarrollado a través del análisis y subdivisión de viejas disciplinas, como hizo la genética de la biología y la economía clásica de la filosofía moral. Estas disciplinas comenzaron con una teoría y se desarrollaron desde una unidad inicial. En las Relaciones Internacionales, por el contrario, el esfuerzo se ha tenido que centrar en sintetizar numerosas disciplinas tradicionales, cada una con un punto de vista especializado dentro de la unidad, que constituye la sociedad internacional. (Wright 1955: 33)

Las Relaciones Internacionales y Política Comparada son similares tanto en términos metodológicos como en términos teóricos. Ambas pueden complementarse, enriqueciéndose al construir explicaciones sobre las acciones de los diversos actores políticos (Schiavon Uriegas 2002: 42). La labor de las Relaciones Internacionales consiste en explicar las acciones e interacciones de los actores internacionales, de los Estados (individuos o entidades que componen la sociedad civil) así como organizaciones internacionales, empresas transnacionales, ONG, etc. Las Relaciones Internacionales como la Política Comparada intentan buscar y entender las acciones de actores (internacionales o nacionales), en el ambiente estratégico. A su vez los embajadores desempeñan una labor de Política Comparada en el país de su residencia, al dar a entender la situación interior y si el país representado goza de prestigio en el país de su residencia, lo cual favorece el intercambio comercial y la instalación de empresas de la nación representada por el embajador10. Frente a esta dificultad definitoria para deslindar el campo de análisis del estudio de las Relaciones Internacionales, el encuentro multidisciplinario, la voluntad de un enfoque plural es típico de lo que las Ciencias Sociales han construido a lo largo del siglo XX. Harto 10

Nótese el caso de España en América Latina a principios del siglo XXI, la pretendida cultura compartida no parece haber ayudado en demasía a ciertas compañías de hidrocarburos, y otras, a conquistar mercados y mantener una imagen positiva.

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conocidas las palabras de Jean Piaget acerca del enriquecimiento mutuo que permite la transdisciplinaridad “y, en tanto que la interdisciplinaridad sea, en efecto, una búsqueda de estructuras más profundas que los fenómenos y […] diseñada para explicar estos” (Piaget 1972: 131-144). La metodología para construir una historia, un aspecto de las Relaciones Internacionales no difiere del trabajo histórico propiamente dicho ya que se vale de las mismas herramientas cognitivas y modos de investigación (archivos, comparaciones, corpus anterior, sistemas epistemológicos establecidos anteriormente, semejanza de casos), subrayando la dependencia a la relación causa-consecuencias en el quehacer cognitivo. Se trata de saber situarse en el tiempo para apreciar las características de las estructuras y de los actores, y a partir de ahí entender y explicar los casos. En una palabra, moverse entre la diacronía y la sincronía de los procesos internacionales. A ello cabe añadir que los modos de actuar del investigador en su pesquisa en materia de RRII recuerdan a los que el actor diplomático emplea en su tarea. Supone también la capacidad de movilizar conocimientos varios en diversas áreas de las Ciencias Sociales y escapar al defecto de la Historia propiamente dicha, la acumulación de datos, de conocimientos factuales para hacer lo que las Ciencias Sociales proponen, es decir una interpretación de los hechos para sacarles sentido. No se trata de encontrar leyes que resuman determinaciones, sino el entendimiento y la evaluación de una coyuntura claramente determinada en la que ciertos elementos del escenario internacional entran en juego, interaccionan y, a través de esta interacción, determinan el cambio o la permanencia de las reglas del orden internacional vigente. El enfoque interdisciplinario propio de las Relaciones Internacionales propone descompartimentar, sacar de sus casillas académicas, provocar un flujo continuo de las nociones y teorías, de los modos de investigación. El estudio de las Relaciones Internacionales: ámbitos y tareas Conviene ahora partir de cómo se enseñan las Relaciones Internacionales, cuales son las metas de la formación, para entender cual es su especificidad y a qué necesidades responden, sin pasar por alto la crítica que se hace de ellas. En España, la disciplina aparece en los años 1950 tras vencer las resistencias para admitir a las Relaciones Internacionales como una disciplina de las Ciencias Sociales, diferente de la Ciencia Política ya que carecían de una base teórica suficientemente definida. El 7 de septiembre de 1943 una orden gubernativa creó la facultad de Ciencias Políticas y Económicas de la Complutense, la madrileña UCM en la que en 1953 se incluirá en los planes de estudio la asignatura de “Derecho y Relaciones Internacionales” para el tercer curso de licenciatura de Ciencias Políticas11. La primera fecha coincide con la reacción de los Aliados en la Guerra Mundial (batallas de Estalingrado y de El Alamein) que obligan, en su afán de supervivencia, al fascismo español a reconsiderar su política externa dándole un sesgo menos orientado hacia quienes ya se vislumbran como perdedores, y tomar el camino de reemprender relaciones benéficas y privilegiadas con Londres, el viejo amigo monárquico. La España franquista se reorienta hacia Europa occidental. 1953 corresponde con el segundo Concordato con el Vaticano y la firma del pacto bilateral con EEUU que inauguran la voluntad y la necesidad del régimen franquista de salir de aislacionismo internacional tras el fracaso de su autarquía económica. En 1955 España se integra a la ONU.

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Para una historia de la enseñanza de las RRII en España y en particular del título de las asignaturas cursadas ver María Fuencisla Marín Castán, “El estudio de las Relaciones Internacionales en España” (2003: 51-59).

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El estudio de las Relaciones Internacionales estaba ligado a la carrera de Derecho12, más particularmente de Derecho Internacional. Antonio Truyol y Serra fue el entonces pionero español en la materia, sacando estos estudios del ámbito de la Filosofía del Derecho13. Truyol y Serra firmará en 1957 una obra de suma importancia en el dominio español, La teoría de las relaciones internacionales como sociología (introducción al estudio de las relaciones internacionales), base de partida de este tipo de estudios. Con el final del franquismo y la voluntad de las élites de un mayor acercamiento a Europa, por obvias razones de ampliación de los negocios comerciales, el estudio de las Relaciones Internacionales se desarrolló de forma inesperada en la Península14. Cabe recordar que para aquel entonces el estudio de la Relaciones Internacionales se concebía como una asignatura del estudio del Derecho como aún lo es a menudo en América Latina. La fecha de la publicación de la obra de Truyol y Serra llama la atención por lo tardío ya que, como lo vimos, el mundo anglosajón se había adelantado en este campo de investigación, y sin embargo, desde los tiempos del Padre Francisco de Vitoria, España contaba con una tradición cuanto más prestigiosa que ésta se enmarcaba en el concepto humanista del Derecho Natural y Derecho de Gentes expresados en los siglos XVI y XVII. Resulta de interés notar que en España los primeros profesores de dicha disciplina provenían de Derecho y de Periodismo (en particular corresponsales en el extranjero) prueba de la dificultad para integrar las Relaciones Internacionales en una casilla particular. Hoy aún, los docentes especializados en la materia quedan, a la hora de ser juzgados académicamente, dependientes en sumo grado de los de Derecho Internacional. La enseñanza en las universidades estadounidenses incorporaba cursos sobre los acontecimientos contemporáneos y clases de Derecho y Organización Internacional. Acaso la diplomacia wilsoniana (el rechazo de los pactos secretos) acabó con el modo de hacer de la vieja Europa y obligó a ver las cosas más claramente. En América Latina, el estudio de las Relaciones Internacionales quedó marcado por la presencia bibliográfica estadounidense. En EEUU, el estudio de las Relaciones Internacionales se vinculaba con la Ciencia Política y la Teoría Política pero desligado del Derecho, al contrario de lo que se hacía en Europa y América Latina. “La política internacional latinoamericana” fue influida por la Ciencia Política, en particular la estadounidense cuyo peso se verificó a raíz de la Segunda Guerra Mundial con el impacto de su visión del Mundo: la teoría de la Guerra Fría, la Geopolítica la teoría del conflicto, los estudios de seguridad, etc.… Nacido tras la Primera Guerra Mundial, el estudio de las RRII es una respuesta intelectual que pretende explicar los trastornos acontecidos tras ésta. Tras la Segunda Guerra Mundial se justifica la posición hegemónica del gran vencedor de la contienda mundial, los Estados Unidos. Con el desarrollo de la Guerra Fría, en las RRII predomina el pensamiento estadounidense sustentado por el apoyo de otras ramas de las Ciencias Sociales y por autores extranjeros. Por un lado, se asistía a la construcción teórica de algo viable a la hora de justificar la política imperial de EEUU a la par de que el número de académicos y universitarios que integraban la administración aumentaba, siendo el caso más exitoso el de Kissinger. El estudio de las Relaciones Internacionales, tanto por su nacimiento como por la aportación bibliográfica dominante anglosajona, llegó a ser subyugada por una visión de manera endogámica estadounidense y por su consecuente ideologización que la condujo a ignorar cuando no menospreciar la realidad histórica y los aportes de otras latitudes, de modo 12

Recordemos que durante los años del franquismo, la cátedra de Derecho Constitucional, ocupada por Fraga Iribarne quedó, curiosamente vacía, oficialmente a causa de los quehaceres ministeriales de dicho señor… 13 Para una historia del estudio de las RRII en España: Arenal 1990 y Arenal 1999. 14 Nadie, en aquel entonces, podía augurar que este desarrollo de los negocios llevaría en los años 1990-2000 a un (re)conquista capitalística del espacio latinoamericano.

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que hasta los años ‘80, las corrientes dominantes seguían marcadas por el neorrealismo y el neo-idealismo. De ahí que, ya en 1956, el especialista francés Alfred Grosser planteara la pregunta en el título de uno de sus artículos más famosos, “El estudio de las relaciones internacionales, ¿una especialidad estadounidense?” (Grosser 1986). Así es como después de 1945, el estudio de las RRII sirvió a menudo para justificar la política internacional de Washington: EEUU buscó reforzar el estudio de los temas internacionales invirtiendo grandes cantidades de dineros en proyectos que las universidades deberían poner en marcha para fortalecer este campo y para que las Relaciones Internacionales no pasaran desapercibidas como disciplinas científica, sino que fueran la especialidad dedicada a estudiar y analizar los fenómenos que giraban en torno al nuevo hegemón. Esto permitió une estrecha relación entre los académicos y la administración. (López Díaz 2001: 111)

Era en aquel entonces necesario reforzar la preparación de expertos. La élite intelectual se vincula con el gobierno (la Administración) convirtiéndose en asesores15 de éste. El estudio de las Relaciones Internacionales se transformó en un juego de adivinanza que proponía “el número infinito de combinaciones de multitud variables que constituyen una solución concreta”, para el caso de que ocurriera algo. O sea una elección basada en intuiciones más o menos racionales, sobre las supuestas reacciones del campo adverso (Thompson 1979: 41). Incluso se ha llegado a afirmar que el interés por el estudio de las Relaciones Internacionales en EEUU obedecía a una necesidad interna, la de neutralizar la Sociología que conducía a una visión crítica de la realidad social en (y de) Estados Unidos. Al contrario, el estudio de las Relaciones Internacionales eximía de una visión crítica de la realidad interna. La preeminencia del pensamiento y el predominio bibliográfico estadounidenses fue determinante en el estudio de las RRII en América Latina (Krippendorff 1989: 28-39). La importancia del Derecho ligaba aun América Latina a Europa, pero ya no en el caso de las Relaciones Internacionales. La Guerra Fría llevó a centrar el estudio sobre la política de Estados Unidos. Parece que hoy es tiempo de reorientar y llevar hacia las naciones emergentes. Cabe reconocer que la descolonización condujo el estudio de las Relaciones Internacionales en Europa a interesarse de modo detallado a las naciones surgidas de aquel proceso. La referencia norteamericana ya no tiene por qué ser obligatoria, los espacios geográficos han conocido, desde 1989-1991 una reorganización como no se había visto desde 1945. Sin embargo, los intentos de impulsar una escuela de pensamiento diferenciada han fallido (Smouts 1998). Desde la Globalización, los cambios en esta enseñanza han sido casi inexistentes. Al contrario, se han reforzado las paradojas. Hoy, en México, la enseñanza de las Relaciones Internacionales mezcla política y economía. Antes, el estudiante se orientaba hacia la Carrera Diplomática, con lo cual la enseñanza se construía alrededor de la filosofía, la historia y el derecho. La desviación convierte el estudio de las RRII en una formación prestigiosa, una formación de élite con vistas a desempeñar funciones en el ámbito del comercio internacional. Esta evolución se entiende por lo hecho de que tras la firma de los acuerdos del TLCAN15 Como caso contemporáneo del mundo académico al servicio de los gobiernos (de modo más o menos voluntario) está el que cuenta Jorge I. Domínguez. El Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami (ICCAS) publicó una serie de textos de cubanólogos acerca del futuro y de la transición en Cuba. Los textos sirvieron para el informe presentado en mayo de 2004 al presidente de EEUU, G. W. Bush, por su Comisión de Asistencia para Cuba Libre [US Commission for Asistance to Free Cuba, Report to President, presidida por Colin L. Powell] que escogió 12 de los 26 trabajos. Sin embargo, el texto de Domínguez no fue retenido por la Administración ya que afirmaba que en caso de Transición, el nuevo gobierno de La Habana debía conservar la Constitución de 1992 para después enmendarla. La voluntad académica de fomentar el diálogo y la reflexión se topa violentamente con la voluntad bélica de ciertas administraciones.

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NAFTA muchos egresados en el estudio de las RRII se dirigen hacia el comercio internacional ya que la oferta de puestos aumentó en este sector laboral (Colin 2001: 107109)16. Se amplía la contradicción entre el área de formación teórico-metodológica y las áreas de formación instrumental. El estudio de las Relaciones Internacionales se enfrenta al escollo de convertirse en una meta puramente utilitaria. Estudiar la historia de las Relaciones Internacionales con el único propósito de integrar la Carrera Diplomática lo convierte en una meta obligada, se adopta un punto de vista consensual negándose a toda reflexión conflictiva. Esta actitud de poco valor intelectual lleva a lo que Umberto Eco llamó el cogito interruptus, negarse, voluntariamente más que conscientemente, a llegar hasta la conclusión directa y necesaria de su estudio–reflexión sobre problemas contemporáneos como pasados. Se ha de aprender de la Historia o de las Relaciones Internacionales como método para sacar esquemas y no para vislumbrar el futuro nacional, papel al que le astriñen algunos que se plantean el estudio no como sui generis sino con vistas a integrar la carrera diplomática de su país con el subsiguiente deseo de no ir en contra la doxa nacional, de enaltecer el prestigio nacional y otros desastres chovinistas y acríticos de complacencia nacional. Se ha afirmado la necesidad de requerir en el ámbito de las Relaciones Internacionales a “enfoques históricos alejados de la clásica visión centrada en el simple devenir de los acontecimientos” (González Aguayo 2001: 31), es decir que las Relaciones Internacionales sean también conocimiento del pasado, y no sólo un ejercicio utilitario. Frente al derrumbe soviético, la hegemonía intelectual estadounidense ya no se justifica y el debate, o mejor dicho, la polémica acerca de si las Relaciones Internacionales son o no una ciencia, aparece hoy como totalmente obsoleta. Hoy se trata de revisar y adaptar el estudio de las Relaciones Internacionales, integrando los nuevos elementos proporcionados por los cambios y colocar una distancia ante los enfoques heredados del pasado, para llegar a reevaluar la disciplina en el conjunto de las Ciencias sociales (Cueva Perús 2001: 131-135). Cuanto más que en el pasado ya se consiguió integrar otros cambios (nacimiento de la URSS y su consolidación, fin del Imperio británico, descolonización y subsiguiente nacimiento de naciones, Guerra Fría) sin que ello afectara el estudio de las RRII (Cárdenas Elorduy 1971: 5, 23)17. El estudio ha de dirigirse hacia la novedad de la ONG y su atención por las migraciones y el medioambiente que tanto impacto tiene en la opinión pública hasta el punto de influir en el desempeño de los Estados. América Latina ofrece sin duda un campo de investigación más rico aun. Es “una región que exige una enorme reflexión y un estudio que forzosamente debe ser interdisciplinario pues ciertamente, para resolver el enigma latinoamericano se requiere del concurso de la Historia, la Geografía, la Ciencia Política, la Economía, la Sociología y las Relaciones Internacionales” (Capetillo/Peña Guerrero 2001: 133-136). Finalmente convendría preguntarse si lo que determina la historia diplomática no es sencillamente el hecho de trabajar a partir de archivos diplomáticos. Ya a mediados de los años 1960, dos grandes estudiosos de los problemas históricos se planteaban el problema del uso adecuado de los archivos: La historia diplomática no parece haber despertado la curiosidad del politólogo e historiadores o siquiera de los internacionalistas, que suelen creer que están más cerca de ella que cualquier otro profesional. Hasta donde yo sé, rara vez han sido utilizados los archivos del ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina, y todavía menos las fuentes documentales extranjeras correlativas.18 16

Véase también Colin 2001: 111-112, sobre la dificultad de enseñar las RRII según la diferencia el nivel social del estudiante y la capacidad de estos a enfocar los casos únicamente con EEUU como actor principal. 17 También en Cárdenas Elorduy 2001 18 El por entonces director de Archivo diplomático mexicano, Cossío Villegas 1965: 12. Ver también (Ojeda 1964).

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En Europa hay que achacar el retraso teórico y de estudio a la apertura tardía de los archivos diplomáticos contemporáneos. Pero el final de la Guerra Fría debería acelerarla. Desde que Merle planteó la necesidad de estudiar aspectos inéditos de las RRII como los viajes de personalidades al extranjero, a los que tachó de “turismo diplomático”, se han abierto otros campos de investigaciones de los hechos menores que a menudo muestran ser acercamientos hacia mayores relaciones y cambios. Tal fue el caso del deporte con la llamada “diplomacia del Ping pong” que fue un primer acercamiento entre los dos gigantes del Pacífico, permitiendo el establecimiento de relaciones entre los países de Nixon y Mao, y que dio paso a la “diplomacia del béisbol” en los años 1970 en una tentativa desgraciadamente fallida de acercamiento entre Washington y La Habana. A menudo en América Latina la historia de Relaciones Internacionales ha quedado en manos de antiguos embajadores que calificados por su experiencia profesional han sabido abarcar cantidad de temas complejos. Los cambios acaecidos en América Latina en este primer decenio del siglo XXI han fomentado una innovación en las políticas extranjeras de todos los países. La voluntad de controlar las fuentes energéticas ha reforzado lazos mientras el gigante brasileño prefiere dar la espalda a sus socios regionales para encontrar causa común con la India. Las Relaciones Internacionales han de encontrar un tema dentro del estudio social para acelerar su construcción teórica, lo cual, no lo dudemos, le proporcionará un mejor lugar dentro de las Ciencias Sociales. Y como lo señala Marcos Cueva Perús: “debería renunciar a ser un estudio alertador de peligros y dedicado a llamar a solidaridades” (Perús 2001: 135).

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