FEBRERO. Cierre de pulsera, París,

FEBRERO Cierre de pulsera, París, 1775-1781 Por: M.ª Antonia Herradón Lugar: exposición temporal Domingos: 12:30 h. Duración: 30 min. Asistencia libre

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FEBRERO Cierre de pulsera, París, 1775-1781 Por: M.ª Antonia Herradón Lugar: exposición temporal Domingos: 12:30 h. Duración: 30 min. Asistencia libre y gratuita

Textos Mª Antonia Herradón es Doctora en Historia del Arte y conservadora de la colección de Indumentaria tradicional y joyería del Museo del Traje. Corrección de estilo Ana Guerrero Coordinación y maquetación Mª José Pacheco

NIPO: 030-14-005-8

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recamados, guarniciones, apretadores, lunares, argollas, paletinas, almalafas, o batas moriscas, herraduras, fallas, capuchas, mantillas, capotillos, almenillas, manoletas, dengues, cotillas, corsées, manteos de vuelta, &c.” (Terreros y Pando, 1786)

Adorno de brazos y muñecas en el s.XVIII La definición de adorno recogida en 1786 por el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas, francesa, latina e italiana, dice: “ ADORNO: Apenas hai objeto en la naturaleza que no sirva para el adorno, y aseo del hombre, las telas, las flores, las plumas de las aves, las pieles de los animales, las cortezas de las plantas, y aun los gusanos mismos. Para contar, y decir solo los nombres de solos los adornos de las señoras mujeres se necesitaba un catalogo muy largo, redecillas, tocas, tocados, cofias, escofietas, flores, plumas, piochas, broquelillos, rodelas, ensaladillas, zarcillos, pendientes, arracadas, gargantillas, devotas, esclavitudes, collares, cadenas de oro, manillas, brazaletes, pulseras, ajorcas; esto es, circulitos de oro, o plata para las muñecas, o garganta de pie, alamares, martas, y toda especie de pieles, velos, veletes, puntas,

En el nutrido conjunto de elementos enumerados en esta entrada destaca los diferentes nombres recogidos por el filólogo jesuita Terreros y Pando en relación con joyas destinadas al adorno de muñecas y brazos: manillas, brazaletes, pulseras y ajorcas, entre las cuales se sitúan las piezas objeto de este estudio. Se trata de un par de cierres de pulsera en forma de medallón con ventana oval, rodeada por un festón al aire decorado con estrás talla brillante embutido en plata. En el anverso de cada uno de ellos se dispone un retrato miniatura, realizado al gouache sobre marfil, de dos

(Fig. 2) Reverso de muelle de pulsera, 1775-1781. ©Museo del Traje, Madrid. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (MT005691).

(Fig. 1) Reverso de muelle de pulsera, 1775-1781. ©Museo del Traje, Madrid. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (MT005691).

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jóvenes, una dama y un caballero, ataviados según la moda de finales del siglo XVIII. El reverso muestra la plata con un acabado liso y compacto e incorpora, en los lados menores del óvalo, sendos arcos que presentan cinco perforaciones; en la actualidad solo la pieza con el retrato masculino conserva uno de los arcos, circunstancia que se advierte desde la vista frontal debido a que sobresale ligeramente del contorno general de la joya. Desconocemos el nombre del pintor y los nombres de los retratados, aunque, gracias a que en el citado arco figura una pequeña marca estampada, sabemos que estos cierres fueron realizados en París entre 1775 y 1781 (Figs.1 y 2).

mente retratos pero también representaciones de índole religiosa o memoriales homenaje a seres queridos fallecidos, se montaron sobre joyas tales como el denominado joyel, una especie de medallón que adornaba el pecho, la sortija, la caja del reloj y las pulseras. Las pulseras han venido formando parte del aderezo femenino desde la Antigüedad. A lo largo de la historia, el aderezo entendido como un conjunto armonioso de joyas ha variado tanto en el número como en el tipo de piezas que lo componen. En su conformación se

Fueron adquiridos en 1935 en Membrilla (Ciudad Real) por Dolores Caballero Núñez, correspondiente del Museo del Pueblo Español, desde donde pasó a formar parte de las colecciones del Museo del Traje. CIPE en 2004. Como muestra su abundantísima producción en toda Europa, el retrato miniatura alcanzó uno de sus momentos de máximo esplendor a lo largo del siglo XVIII. Los conservados en colecciones públicas y privadas de todo el mundo informan, además, que de, para invitar a su contemplación, fueron dispuestos en objetos diversos, entre los que figuran carnets de baile, tabaqueras, bomboneras, cajas varias y marcos. También se incorporaron a otras piezas de adorno personal, caso de los botones pintados con retratos de personalidades destacadas de los primeros tiempos de la Revolución Francesa recogidos por Epstein1. La joyería, desde luego, no pudo mantenerse al margen de esta corriente, de manera que durante esta centuria las miniaturas, especial-

(Fig. 3) Doña Jerónima de Castro y Urríes, 1725-1750. ©Museo del Traje, Madrid. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (MT017845).

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encuentra implícita la intención de adornar u ornamentar el cuerpo en su totalidad, desde la cabeza hasta las manos, pasando por el torso y los brazos; una intención que también suele hacerse extensiva al propio traje, especialmente en la época que nos ocupa. Si nos fijamos en el retrato de doña Jerónima de Castro y Urríes, una joven de la nobleza aragonesa retratada por un pintor español anónimo en el segundo cuarto del siglo XVIII, podemos precisar las piezas que componen su completo aderezo de diamantes, tan característico del momento y en el que figuran adornos de pelo como tembladeras, rosas y una media luna; arracadas o pendientes tipo girandola; peto o joya triangular sobre el cuerpo del vestido; gargantilla con cruz, anillo y pulseras (Fig.3).

que recordar en este sentido que, como suele ocurrir no solo con piezas de joyería, sino también con piezas de indumentaria, instrumentos científicos, materias primas o tipos de tejidos, el nombre de las joyas ha ido variando a lo largo del tiempo, y ha llegado incluso a desaparecer del vocabulario común. En la actualidad denominamos genéricamente pulsera a todo adorno que se dispone en el brazo; en otros momentos sin embargo se ha identificado con nombres diversos tales como ajorca, brazalete, manillera o añazme, denominaciones que, además, pueden referirse a joyas formalmente distintas. Así, en la centuria que nos ocupa la pulsera figura en los documentos de archivo bien como brazalete y bien como manilla3, de acuerdo con sus respectivas entradas en el coetáneo Diccionario de Autoridades de 1726 y 1734: “BRAZALETE. s. m. dimin. de Brazál. Aquel adorno, ò manillas que las mugéres se ponen en las muñécas, que unas veces son de perlas, diamantes, y otras piedras preciosas; y otras de oro, plata, tumbága, seda, cerda, ò cinta. MANILLA. s. f. El adorno que trahen las mugeres en las muñecas, compuesto de unas sartas que dán varias vueltas, de perlas, corales, granates o otras cuentas. Llámase assí por traherse en las manos”.

Las manillas Para obtener información acerca de cualquier tipo de objeto de tiempos pasados el investigador debe considerar diversos elementos de estudio. El primero de ellos es la documentación escrita correspondiente al momento histórico en cuestión. Estas fuentes primarias son de extraordinario interés, puesto que ofrecen datos de primera mano, podríamos decir que en tiempo real, del asunto investigado. Desde luego, como han demostrado muchos especialistas en las últimas décadas2, papeles de archivo tales como capitulaciones matrimoniales, dotes, testamentos, inventarios diversos y un larguísimo etcétera contienen un formidable caudal datos relativos a la joyería. Sin embargo, a veces la cantidad de información no es sinónimo de claridad. Es el caso de las pulseras, una joya que no aparece con tal nombre en los documentos del siglo XVIII. Hay

Así pues, hablando con propiedad, doña Jerónima lleva en cada una de sus muñecas una manilla de cinco vueltas de perlas. Este lienzo nos sitúa frente a la segunda categoría de fuentes a considerar en la investigación de la joyería: el material de carácter visual o iconográfico, que muestra imágenes de la época, y en el que se incluyen cuadros y grabados, así como dibujos o diseños de las joyas realizados por los propios plateros. 5

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Siguiendo la moda del tercer cuarto del siglo XVIII, lleva doña María rosas y tembladeras como adorno de cabeza. Suspendido de una cinta negra, ostenta porta un lazo de oro o de plata sobredorada conformado por tres cuerpos: una lazada recta, doble y simétrica; una pieza central o trecho a base de cintas; y un cuerpo inferior o cruz con los brazos circulares. Esta pieza recuerda enormemente a los lazos que se vienen utilizando como adorno en la indumentaria tradicional de Extremadura y del occidente de las dos Castillas y Andalucía. Las arracadas o pendientes, también realizadas a base de cintas, hacen juego con el lazo. En la mano izquierda luce dos anillos de

Estos documentos poseen el valor de ofrecer un interesante repertorio formal de piezas, esto es, los modelos, imprescindible en todo estudio relativo a la joyería. Es lo que muestra, por ejemplo, la figura de Alcora del Museo de Cerámica González Martí de Valencia. Y con mayor nivel de detalle, un exvoto pictórico de 1772 procedente de la ermita de Santa Casilda (Briviesca, Burgos), cuya leyenda reza: HALLANDOSE D. MARIA / GONZZ VE D LA CIUDD D LERM CON VN / COPIOSO FLUXO D SANGRE SIN ESPERA DE VIA / SV MARIDO D. JOSEPH SIERRA LA OFREC. A. S. / CASILDA / DE BRIVIESCA Y POR SV ERC. / […]72.

(Fig. 4) Exvoto, 1772. Santuario de Santa Casilda, Briviesca, Burgos.

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(Fig. 5) Manilla de oro y perlas, Inglaterra, 1790-1799. British Museum.

ejemplo, en la testamentaría de Felipe V, redactada en 1746 y transcrita por Aranda Huete, figuran “un par de manillas que entre las dos ttienen quinienttas perlas de oriente perfecttas del grandor mas que un grano de pimienta” y “otro par de manillas de perlas que llaman de Montezuma, que cada una tiene ciento y nueve perlas del grandor de un garbanzo cada una”. Pero también podían presentar, combinadas con las perlas, esmeraldas facetadas, caso de unas manillas que pertenecieron a Isabel de Farnesio, así como otras gemas, caso de las dos que en 1718 incluía en su dote doña Bernarda Ortiz y Sarmiento, formadas por mil setecientos sesenta y siete granos de aljófar que llevaban intercaladas siete higas pequeñas de azabache. Lo más frecuente, sin embargo, fueron las perlas, y precisamente las doscientas perlas que desde los tiempos de Carlos II habían quedado vinculadas a la Corona española estaban en 1702 dispuestas en un collar y, cómo no, en unas manillas4. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en algunas ocasiones las manillas del siglo XVIII presentan, en

oro, cada uno con una perla, colocados en el meñique y en el anular; ambos parecen idénticos. Por último, en su brazo izquierdo lleva una manilla compuesta por cinco hilos de perlas de tamaño medio, unidos mediante un óvalo de oro, con el perfil recortado con cartones y, probablemente un motivo decorativo floral, que inscribe otro blanco y convexo a modo de perla (Fig.4). A diferencia de lo que ocurría en el retrato de doña Jerónima, en esta ocasión vemos con claridad que las manillas estaban formadas por dos elementos bien distintos. En primer lugar, los hilos o sartas que, en un número variable que oscila entre cuatro y doce, se ensartan en un filamento textil -una cinta de seda, por ejemplo- o metálico flexible. Son lo que los documentos escritos describen como “mazos o vueltas de manillas”. Lo más habitual es que en el siglo XVIII estas sartas -casi siempre se habla de ellas en plural- estuvieran compuestas por perlas de tamaño variable, cuyo número en consecuencia también oscila (Fig. 5). Por 7

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lugar de sartas, una cinta de terciopelo de color negro (Fig. 6)

para pulseros, hebillas pulseros con su pasador, corchetes de pulsero, muellecitos, etc. A la hora de identificar este elemento quizás sea el término muelle el que ha gozado de mayor fortuna entre los investigadores españoles. Tal como describimos en la pieza estudiada, en su reverso se dispone un añadido que permite su unión con las sartas: se trata de unos arcos con un número variable de orificios.

Además de las sartas, en la manilla se distingue el cierre, una parte imprescindible para ajustar la joya a la muñeca y sin duda el lugar que concentra los elementos decorativos más sujetos a los cambios de la moda y también los más valiosos y notables. Por ello el cierre adquirió categoría de joya independiente, y como tal se mencionaba en los documentos de la época. Pero, al igual que ocurría con la manilla propiamente dicha, en las citadas fuentes no suele figurar con este nombre sino con una serie de denominaciones tales como muelles de pulseras, muelles, pulseros, broches para las manillas, broches para las muñecas, hebillas

Siguiendo las distintas corrientes estéticas del siglo XVIII, el cierre o muelle, conformado bien a modo de marco bien como una unidad ornamental completa, puede adoptar distintas formas y variadas decoraciones: desde las orlas de inspiración florales que diseñaron, por

(Fig. 6) Retrato de una dama, Voiriot, 1759 -1771. Colección particular.

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(Fig. 7) Diseños de muelles, Pouget, 1762.

rubíes, turquesas, zafiros o crisoberilos; gemas como perlas, pero también cuarzos hialinos o cristal de roca; incluso, como testimonia el par que estudiamos, simples vidrios, transparentes o de color. Las completas descripciones que figuran en los documentos escritos desde los inicios del siglo XVIII, imprescindibles para realizar con precisión la valoración económica de la joya en cuestión, nos ofrecen un panorama muy rico y diverso, y confirman el gusto por incorporar el retrato a las manillas a lo largo de todo el siglo XVIII, más allá del vaivén de las modas. Aranda Huete recoge muchas de estas gráficas reseñas extraídas del archivo del Palacio Real. Por ejemplo, anota que en 1715, tras la muerte de su padre, Felipe V heredó dos retratos miniatura que servían de muelles de pulseras, uno de Luis XIV y otro de la reina de Francia María Teresa, sus abuelos, ambos

ejemplo, los franceses Duflos5 y Pouget (Fig.7) hasta las cintas de topacios montados en plata que dan forma y adornan unos cierres de manilla españoles conservados en el Victoria & Albert Museum, pasando por otro par del mismo museo, de plata, oro y esmalte azul, vinculado históricamente con la reina María Antonieta debido a las iniciales, realizadas con diamantes, que presenta. Pero, ante todo, en el cierre de la manilla se ubicaron retratos miniatura, circulares, ovales, octogonales o rectangulares, sujetos en unas monturas que, a modo de marcos, exhibían un repertorio decorativo ilimitado a base bien de oro y plata cincelados macizos o calados, a veces esmaltados, bien mediante la realización de guarniciones a modo de orlas y festones. En estos marcos se engastaban diamantes, piedras preciosas como esmeraldas, 9

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guarnecidos con diamantes rosas. O que la reina viuda Mariana de Neoburgo poseía un muelle con el retrato de su esposo, Carlos II.

Velázquez en 1789, que guarda el Museo de Historia de Madrid: aquí la esposa de Carlos IV lleva en la manilla el retrato del futuro rey Fernando VII. El repertorio iconográfico muestra, en definitiva, una moda que desde París acabó adquiriendo una dimensión internacional.

También los retratos femeninos de la época confirman la omnipresencia de las manillas con retratos miniatura en sus muelles, así como su diversidad estética. Dentro y fuera de nuestras fronteras la nómina de estas imágenes es extensísima. En el contexto español parece inevitable citar el de Isabel de Farnesio, realizado por Van Loo en 1739, del Museo del Prado: la manilla de la soberana presenta el retrato de Felipe V (Fig. 8). O el de María Luisa de Parma, firmado por Mengs en 1765, también en el Museo del Prado, así como otro de esta última pintado por Zacarías González

Los muelles con retratos miniatura Hemos visto cómo sarta y muelle conformaban la manilla y cómo, al mismo tiempo, eran independientes entre sí. Esta circunstancia facilitó la reutilización del broche una vez que este tipo de pulseras dejaron de estar de moda, es decir, a lo largo del primer cuarto del siglo XIX. En este sentido, es muy habitual que lo que en su

(Fig. 8) Isabel de Farnesio (detalle), Van Loo, 1739. ©Museo del Prado, Madrid. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

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(Fig. 9) Muelle de plata y vidrio, París, 1775-1799. © Museo Nacional de Artes Decorativas, Madrid. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

momento había sido un muelle de manilla dieciochesco acabara convertido, a mediados de la centuria siguiente, en un alfiler, quizás una de las joyas más significativas del período romántico. La transformación de la pieza original era muy sencilla, ya que solo precisaba desprender las placas perforadas situadas en el reverso y sustituirlas por una aguja horizontal unida a una bisagra, a fin de permitir su colocación directa sobre el vestido. Un ejemplo de esta adaptación se advierte en un muelle conservado en el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid, decorado con un delicioso retrato femenino pintado al gouache sobre marfil, que aún mantiene en su cara posterior la placa perforada original (Fig. 9). Menos frecuente es su transformación en pendientes, caso de un par de cierres conservados en el Metropolitan Museum de Nueva York: presentan sendas

retratos miniaturas de un hombre y una mujer a la moda dieciochesca, enmarcados por una orla de vidrios transparentes embutidos en plata. Los cierres de pulsera constituyen, pues, un ejemplo magnífico de las transformaciones que han sufrido las joyas a lo largo de la historia: una costumbre que, si bien ha facilitado la conservación de algunas partes, nos ha privado de disfrutar de las piezas originales. Por otro lado, el aprecio del que la miniatura ha venido gozando entre los coleccionistas desde el siglo XIX ha propiciado que muchos de estos muelles con retratos hayan pasado desapercibidos desde el punto de vista de la joyería. De hecho, en los catálogos de algunos museos se encuadran dentro de las colecciones de artes gráficas, desprovistos de referencias a su función primitiva. Hay que pensar, por tanto, que 11

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(Fig. 10) Par de muelles de plata y vidrio, París, 1775-1781. © Museo Nacional de Artes Decorativas, Madrid. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

algunos de los retratos miniatura conservados hubieran formado parte en su momento de muelles de manilla.

muelles de manillas con retratos miniatura correspondientes al siglo XVIII se encuentra en el Victoria & Albert Museum, en el British Museum y en el Louvre. Al formar parte indisoluble del contexto de la miniatura, gozan además de buena salud en el mercado de antigüedades, de manera que su preservación parece asegurada (Fig. 13). Queda pues, reivindicarlos como parte indisoluble del conjunto la joyería del siglo XVIII, a lo cual este estudio pretende contribuir.

No obstante, todavía hoy es posible localizar retratos miniatura en los propios cierres. Si nos ceñimos a piezas localizadas en España, muy similares a los muelles aquí estudiados son los conservados en el citado Museo Nacional de Artes Decorativas: por una parte, un par6 que incluso presenta en el reverso la misma marca (Fig. 10) y por otra, un muelle suelto con orlas vidrios transparentes y rojos, que evoca a los tantas veces descritos en los documentos de archivo como muelle guarnecido con diamantes y rubíes (Fig. 11). Otros muelles del mismo período se localizan en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid o en el Museo Marés de Barcelona, así como en colecciones privadas (Fig. 12). En el contexto internacional, parece que el mayor número de 12

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(Fig. 11) Muelle de plata y vidrio, París, 1775-1799. © Museo Nacional de Artes Decorativas, Madrid. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

(Fig. 12) Muelle de oro, París, 1740-1750. Colección de miniaturas Martínez Lanza-de las Heras, Tarragona, nº inv. 149.

NOTAS

4 Todas las descripciones de piezas que incluimos aquí, así como las noticias de carácter histórico relativas a los monarcas españoles del siglo XVIII proceden de la tesis doctoral de Aranda Huete, publicada en 1999 y citada en la bibliografía. 5 Como ha estudiado Jiménez Priego, Claude-Agustin Duflos estuvo en España entre 1756 y 1763, trabajando durante los reinados de Fernando VI y Carlos III. Es posible que algunos de sus diseños correspondan a muelles o cierres de pulseras. 6 Se trata de uno de los pocos muelles de manillas publicado en España. Su estudio corrió a cargo de Arbeteta Mira, Joyería española de Felipe II a Alfonso XIII en los museos estatales, p. 181, nº 141.

1 Epsein, Diana. Buttons, Thames and Hudson, London 1991, pp. 64-65. 2 En 1972 Priscilla Muller sentó las bases de la investigación sobre joyería en España con su famoso trabajo Jewels in Spain, 1500-1800, que debe considerarse la primera piedra de todos los estudios posteriores, entre los que destacan, para la época que nos ocupa, los publicados por Amelia Aranda Huete y Leticia Arbeteta Mira. 3 Brazalete Manilla según el DRAE es ajorca, pulsera, cerco de metal para las muñecas. Es un sustantivo en desuso en España que, sin embargo, está plenamente vigente en los países suramericanos.

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Bibliografía ARANDA HUETE, A.: La joyería en la corte durante el reinado de Felipe V e Isabel de Farnesio. Madrid, Fundación Universitaria Española, 1999. ARBETETA MIRA, L.: La joyería española de Felipe II a Alfonso XIII en los museos estatales. Madrid, Nerea, Ministerio de Educación y Cultura, 1998. EPSTEIN, D.: Buttons. London, Thames and Hudson, 1991. ESPINOSA MARTÍN, C.: Iluminaciones, pequeños retratos y miniaturas en la Fundación Lázaro Galdiano. Madrid, Fundación Lázaro Galdiano, 1999. JIMÉNEZ PRIEGO, T.: “Agustín Duflos. Joyero del Rey de España”, Espacio, tiempo y forma. Serie VII, Historia del arte, 14 (2001), pp. 113-145.

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MODELO DEL MES. CICLO 2014 En estas breves conferencias, que tendrán lugar en las salas de exposición, se analizará e interpretará un modelo de especial importancia entre los expuestos. A los asistentes se les entregará gratuitamente un cuadernillo con el contenido de la conferencia. Domingos: 12:30 h. Duración: 30 min. Asistencia libre ENERO Vestido de Manuel Piña Concha Herranz FEBRERO Cierre de pulsera. París, 1775-1781 Mª Antonia Herradón MARZO Vestido de Jeanne Lanvin Lorena Delgado ABRIL Vestido Madame Grès Rodrigo de la Fuente MAYO Vestido de Jean Paul Gaultier Juan Gutiérrez JUNIO Vestido de Jacques Heim María Azcona SEPTIEMBRE Abanico con su caja Elena Vázquez

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OCTUBRE Traje con polisón, ca. 1870-1875 Lucina Llorente NOVIEMBRE Peto de Montehermoso (Cáceres) Ana Guerrero y Américo Frutos DICIEMBRE (Pieza por determinar) Elvira González 15

MUSEO DEL TRAJE. CIPE Avda. Juan de Herrera, 2. Madrid, 28040 Tel. 91 550 47 00 Fax. 91 550 47 04 Dpto. de Difusión: [email protected] http://museodeltraje.mcu.es

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