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; En una lejana tierra, donde el frío azota sin clemencia, vive una talentosa mujer cuyo nombre comienza a ser repetido en todos los rincones del mundo. Fotógrafa de profesión, una mañana despertó con una gran idea: se imaginó cómo hubieran podido ser los clásicos cuentos infantiles, como Cenicienta o Blancanieves, si en lugar de haber “vivido felices para siempre” sus protagonistas hubieran sufrido una vida tan cruda como la realidad. Esta es la historia de Dina Goldstein y sus Fallen Princesses, las princesas caídas, esas que nacieron en el mundo de fantasía y un día despertaron abruptamente de su sueño. Por Diego Mendiburu
[email protected] Fotografías: Cortesía de Dina Goldstein
Los cuentos de hadas tienen siempre algo en común: sus protagonistas, desvalidas princesas cuya mayor virtud es una belleza incomparable, enfrentan un peligro que amenaza su vida. No pueden solas: tendrá que llegar un valeroso príncipe a terminar con los males que amenazan la plácida rutina de las bellas jóvenes —que o no tienen mejor cosa que hacer que cantar como ruiseñores o se aplican en el aseo doméstico para una bola de enanos negligentes o hermanastras infames—. Y así, habiendo encontrado al amor de su vida, vivirán felices para siempre. Dina Goldstein no creció con esas historias en la cabeza. Nació en 1969 en Israel, y pasó parte de su infancia en Rishon Le Zion, una ciudad situada al sur de Tel Aviv. Para esos años, las melosas versiones producidas por Disney llegaban a cuentagotas a la región. A los ocho años se mudó junto con su familia a Vancouver, Canadá, pero el haber vivido en Israel le dejó una marca permanente. El contexto de un país militarizado y en permanente alerta la hizo reconocer en el fotoperiodismo su pasión. “Quería ser fotógrafa de guerra —comenta vía telefónica desde Vancouver—, pero me casé”. El inicio de su propio cuento de hadas truncó sus ambiciones profesionales. “Para hacer una carrera como fotoperiodista tienes que viajar, estar solo mucho tiempo, y no quería eso. Me gustaba mucho salir a cubrir eventos, pero sabía qué tipo de vida sería esa: una muy solitaria”. Por eso, como las princesas, decidió quedarse en casa y vivir con su príncipe azul. Dina se dedicó a hacer fotografía comercial y trabajos para revistas. Pero a pesar de que la mayor parte de su trabajo transcurre entre esas dos ramas, nunca ha dejado de realizar proyectos personales. Su primera serie de foto-
grafías, llamada Track Record, consiste en una serie de retratos de personajes asiduos a las pistas de carreras de caballos en Vancouver. Tardó dos años en completar esa serie, pero terminó por ser publicada en la prestigiada revista especializada JPEG. Renunciar a una carrera en el fotoperiodismo y formar una familia no significó que Dina sepultara su creatividad. Fue gracias a su pequeña hija que Dina tuvo la idea de crear la serie fotográfica que le está dando fama por todo el mundo. “Comencé a hacer la serie Fallen Princesses hace un año, porque suelo leer cuentos a mi hija, que tiene cuatro años. Fue muy interesante ver cómo muchas de estas mujeres que protagonizan los cuentos, a pesar de que enfrentaban retos, siempre terminaban viviendo ‘felices para siempre’. Muchas veces las historias reales no terminan así. Las mujeres se enfrentan a retos hasta que tienen crisis nerviosas, tienen que enfrentarse a la vida real. Las fotos son una mirada hacia la pregunta: ¿y que tal si no existe el ‘vivieron felices para siempre’? Son muy oscuras, y un poco deprimentes, lo admito, pero sólo es mi imaginación que juega con estos personajes”. Y ahí están una regordeta Caperucita Roja; una deprimida Cenicienta que ahoga sus penas en un bar; una Bella en plena cirugía cosmética; Blancanieves con cuatro
hijos y un marido desidioso; Rapunzel en quimioterapia; una Bella Durmiente que nunca despertó; la sirenita Ariel, encerrada en un acuario; y una Jazmín, de Aladino, que se ha rebelado y ha demostrado su independencia levantándose en armas. Dina subió la serie al sitio en internet de la revista JPEG el 8 de junio, sólo para conocer las opiniones de la comunidad de fotógrafos que habitualmente entra ahí. Pero sin pedirle permiso los visitantes del sitio comenzaron a copiar las fotografías y enviarlas en cadenas de correos electrónicos y a subirlas a blogs, de manera que hoy más de 95 mil páginas de internet han hecho mención de la serie, y Dina se ha vuelto súbitamente una fotógrafa asediada por la prensa. “Es increíble —reconoce aún sorprendida—. Países como Brasil, Colombia y España tienen mucho interés en la serie”. Fallen Princesses tendrá su primera exhibición formal el 15 de octubre en la galería Buschlen Mowatt de Vancouver, donde se quedará un mes, y ya ha sido reconocida por otras publicaciones especializadas y concursos de fotografía. “La mayoría de la gente tiene comentarios positivos y está disfrutando la serie, la perciben con buen humor. Pero hay algunos se la toman con demasiada seriedad. Algunas de las fotos están siendo malinterpretadas”, comenta Goldstein. Las dos imágenes más controversiales son la de Caperucita Roja y la de Jazmín. “Con Caperucita el escándalo es por la comida rápida y la obesidad —la gente acusa a la fotógrafa de estereotipar a la gente gorda como adicta a la comida chatarra—, y con Jazmín porque algunos me acusan de poner a una mujer de piel oscura en una pose parecida a la de un terrorista. Eso no es lo que quise decir, para nada”. Goldstein aclara que la foto de Jazmín es una representación de las mujeres que hoy en día son militares y están en el frente de guerra. “Antes solamente lo eran los hombres, pero ahora también las mujeres. No tiene nada que ver con el terrorismo. Si la gente le busca otras interpretaciones a mis imágenes eso me halaga porque significa que están creando sus propias conclusiones y eso es excelente”. A pesar de que es evidente que Dina se basó en la apariencia de las princesas de las versiones animadas de Disney, literalmente suplica que se deje en claro que ella no se burla de la compañía del ratón Mickey. “No soy despreciativa. Las fotografías
“Son víctimas. Empiezan como víctimas, y luego alcanzan el éxito al casarse con el príncipe finalmente. No sé qué clase de mensaje sea ese para las niñas”
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