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FILOSOFÍA HOY, Y AYER Agustín Arrieta Urtizberea* **
La pregunta que ha motivado este libro y, en consecuencia, este trabajo es la siguiente: ¿qué es filosofía hoy? Lo primero que me atrevería a afirmar a este respecto es que la filosofía de hoy es en gran medida la misma que la filosofía de ayer, si bien hay que reconocer que algunas características propias de la sociedad contemporánea han abierto algunos horizontes novedosos con relación a la reflexión filosófica. En lo que sigue trataré de justificar estas dos afirmaciones.1 Parece ser que la filosofía –junto con otras disciplinas de las que conforman la categoría de humanidades- está obligada a forzar y a reorientar su quehacer habitual para adecuarse a los tiempos que corren. ‘La filosofía no debe descui¿Qué es filosofía hoy? Zer da filosofia gaur?
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dar el mercado’, parece ser el eslogan imperante. Por ser la filosofía la que es y ante las dificultades de tamaña tarea de adecuación, el desánimo en ocasiones empieza a instalarse entre sus practicantes. Es habitual encontrarse con artículos de prensa, además de publicaciones más específicas, en los que los filósofos profesionales argumentan y reargumentan en aras a la justificación de la actividad que practican. Si bien es cierto que institucionalmente quizá estos no sean buenos tiempos para la filosofía, dicha disciplina, desde mi punto de vista, no necesita ningún golpe de timón del calado que en ocasiones se proclama. No niego -algo obvio por otro lado- que la filosofía deba caminar al paso que marca esa corriente que es el presente, pero me resisto a aceptar una concepción de la filosofía que se desvincule de su esencia y se transforme en algo difícilmente reconocible y de carácter totalmente servil. La filosofía y las instituciones en las que, por lo general, aquélla persiste viven tiempos difíciles y, en ocasiones, cabe pensar que un mundo sin institución filosófica (sin contenidos filosóficos en la enseñanza primaria y secundaria, sin departamentos de filosofía en la universidad, etc.) es no sólo posible, sino probable, incluso quizá, en opinión de algunos, deseable. Sin embargo, a pesar de ello, uno tiende a pensar que la filosofía, sobreviviendo tal vez en otro hábitat y en permanente riesgo de extinción, difícilmente desaparecerá, ya que aquello que la motiva parece imperecedero. ¿Acaso el ser humano puede dejar de hacerse preguntas? ¿Acaso el ser humano puede dejar de dudar? Me explico. La filosofía se desarrolla en el marco de una actividad propiamente humana, de una actividad, si se quiere, natural. Me estoy refiriendo a la actividad de hacerse preguntas y de tratar de responderlas. Obviamente el ser humano se hace las preguntas que se hace en función de sus circunstan¿Qué es filosofía hoy? Zer da filosofia gaur?
cias. Es difícil practicar la filosofía, esto es, hacerse preguntas de carácter filosófico cuando se pasa hambre y sed. Más bien, en dichas circunstancias, nos haremos preguntas que conciernen al alimento o al agua; nuestro objetivo central es simplemente satisfacer esas necesidades básicas. La capacidad de hacernos preguntas, sin embargo, crece sin freno alguno en la medida en la cual otras preguntas y problemas quedan resueltos. Solventado el problema más básico, el ser humano, pasará, por ejemplo, a resolver problemas que afectan al transporte del agua. Más adelante quizá el problema a resolver se focalice en saber cuál es la constitución interna del agua. Algo análogo ocurriría en otros frentes que conforman nuestra vida. En esta cadena de problemas/preguntas y respuestas, el ser humano ha acabado por plantearse cuestiones de marcado carácter general que afectan a lo que le rodea y a sí mismo. Las distintas respuestas a las distintas preguntas se materializan en forma de teorías o conjuntos de creencias ‘controladas’, en alguna medida, por evidencias. Obviamente las propias teorías motivan nuevas preguntas y problemas a resolver, además de impulsar toda una actividad o práctica asociada a dichas teorías que afectan a todo lo que nos rodea y, por ende, a nosotros mismos. Piénsese en los desarrollos técnicos y tecnológicos que han acompañado a la actividad teórica de carácter científico. En este tejido de teorías y prácticas asociadas a las mismas, la filosofía ocupa un lugar particular que trataré de describir. Somos capaces de construir teorías físicas sofisticadísimas, así como teorías más modestas como las que uno pueda proponer para dar cuenta de determinados hechos que afectan a su vida cotidiana. Esas teorías no son entidades aisladas e independientes, sino más bien construcciones que conforman un tejido sometido a un complejo sistema de relaciones. No es mi objetivo desarrollar estas cuestiones. Lo ¿Qué es filosofía hoy? Zer da filosofia gaur?
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que aquí me interesa señalar es que entiendo la filosofía fundamentalmente como una actividad teórica, es decir, como una actividad que genera teorías, siempre en el contexto de ese tejido de teorías que acabo de describir. Las teorías filosóficas pretenden dar cuenta de una serie de hechos (entendiendo esta expresión en un sentido muy amplio) que afectan a conceptos de los que la filosofía (casi) siempre se ha ocupado. Esos conceptos tienen una característica que no puedo sino describir vagamente: son conceptos omniaplicables o, quizá mejor, transversales que se expresan tanto en los discursos científicos que afectan a distintos ámbitos como en el discurso cotidiano. Piénsese, por ejemplo, en el concepto de identidad o mismidad: mismo electrón, misma estructura genética, misma silla, mismo automóvil, misma persona, mismo dios (son el padre, el hijo y el espíritu santo), misma nación, etc. El concepto de identidad es omniaplicable y transversal y, por ello, el filósofo se ocupa de él desde un punto de vista amplio o general. No estoy en condiciones de dar una caracterización definitiva, precisa y rigurosa que aspire a ser una definición de qué es un concepto filosófico y de qué es un hecho filosófico. Sin embargo, cabe desplegar un extenso listado de estos conceptos que nos permitirá, por lo menos, acotar el terreno en el que nos movemos. Conceptos ontológicos o metafísicos como ‘particular’, ‘universal’, ‘causa/efecto’, ‘hecho’ y ‘evento’; conceptos epistemológicos como ‘percepción’, ‘creencia’, ‘conocimiento’, ‘certeza’, ‘explicación’, ‘justificación’, ‘teoría’, ‘coherencia’ o ‘fundamento’; conceptos lógico-lingüísticos como ‘razón’, ‘validez’, ‘analiticidad’, ‘significado’, ‘inferencia’, ‘verdad’ o ‘identidad’; conceptos ético-morales como ‘libertad’, ‘valor’, ‘norma’, ‘regla’, ‘acción’, ‘responsabilidad’ o ‘motivo’. La lista no pretende, ni mucho menos, ser exhaustiva; tampoco las categorías utilizadas (metafísica, ¿Qué es filosofía hoy? Zer da filosofia gaur?
epistemología, ética,…) para organizar el listado tienen por qué ser las más adecuadas. En cualquier caso, sí espero que el listado sea suficientemente claro, que no distinto, para permitirnos avanzar con paso suficientemente firme en esta reflexión. Creo que desde Aristóteles podemos afirmar que el objeto de la filosofía es un objeto con un estatus especial por problemático. Su carácter especial está asociado a las características que más arriba hemos atribuido a los conceptos filosóficos: omniaplicabilidad y transversalidad. Si el resto de las teorías tienen un ámbito de investigación parcial y acotable (a pesar, de las relaciones existentes entre las mismas, cuestión ésa de la que se ocupa la filosofía), en el caso de la filosofía su objeto mismo es capaz de generar situaciones que rozan lo paradójico. Por ejemplo, nosotros queremos construir teorías con el objetivo de que expliquen los hechos asociados con cierto campo de investigación. Toda teoría pretende, entre otras cosas, explicar determinados fenómenos. Pero, ¿quién nos dice en qué consiste explicar? El concepto de explicación es objeto de una reflexión o teoría de carácter filosófico. Pero, ¿cómo puede una teoría explicar en qué consiste explicar? La filosofía se mueve en el entorno de este tipo de conceptos que de algún modo nos ponen en el límite de nuestra actividad teórica y racional. Otro ejemplo: supongamos, cosa quizá discutible, que el objetivo de una teoría es alcanzar la verdad correspondiente a determinado ámbito de investigación. Entonces, ¿cómo puede una teoría dar cuenta del concepto de verdad? Sin embargo, el concepto de verdad es objeto de la reflexión filosófica. La tensión que generan los conceptos filosóficos puede describirse de esta otra forma: en filosofía se construyen teorías y, a su vez, en filosofía nos ocupamos del concepto mismo de teoría en lo que a sus características generales se refiere. En ¿Qué es filosofía hoy? Zer da filosofia gaur?
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definitiva, la filosofía comienza cuando nuestra actividad de hacer preguntas ha sido llevada al extremo, cuando la reflexión afecta a conceptos con las características arriba señaladas. Con ello quiero decir que incluso la posibilidad de abordar teóricamente las preguntas filosóficas resulta problemática. A pesar de las dificultades para ser formuladas y resueltas, lo natural, casi inevitable, es que dichas preguntas sean lanzadas al aire. La filosofía nace con un problema intrínseco, pero nada puede evitar que sigamos haciéndonos preguntas y que llevemos nuestra capacidad de hacérnoslas hasta el extremo. La filosofía fue, es y será así, es decir, una actividad que se desarrolla cuando nuestra capacidad de asombro toca el techo. La característica que distingue la filosofía del saber científico es que mientras este último es acotable la filosofía atraviesa todas las parcelas del saber. Esta característica de la filosofía constituye su cara y su cruz. Por un lado, mientras la ciencia se autoimpone límites a su capacidad para plantear preguntas (y, por lo tanto, respuestas), la filosofía es ambiciosa ya que en ella se abordan preguntas de carácter general y transversal. De aquí emana una de las características más destacables de la filosofía. Me refiero a su carácter crítico. La filosofía se ocupa críticamente de los ‘principios’ asumidos tanto en la ciencia como en la vida cotidiana. Por otro lado, la filosofía se nos presenta más ‘frágil’ que la ciencia en lo que se refiere a las respuestas que proporciona. El hecho de que el filósofo se ocupe de conceptos que tienen las características que ya he especificado, hace que la filosofía no pueda llegar nunca al grado de estabilidad o de certeza que se alcanza en el caso de la ciencia, o, al menos, en el caso de algunas ciencias o teorías científicas. Estoy de acuerdo con el filósofo Bertrand Russell ¿Qué es filosofía hoy? Zer da filosofia gaur?
cuando, en Los problemas de la filosofía, afirma que en lo fundamental el saber filosófico no se distingue del saber científico: ambos utilizan el mismo instrumento, esto es, la razón, y, en cierto sentido, en ambos campos se procura lo mismo, a saber, salvar determinados fenómenos. Pongamos un ejemplo de problema y reflexión filosóficos. Supongamos que alguien considera que los siguientes hechos y principios son innegables: (1) La causa de un evento físico es siempre otro evento físico. (2) Hay casos en los que un evento mental (por ejemplo, mi deseo de levantar la mano derecha) causa un evento físico (el hecho de levantar la mano derecha) Supongamos que acepto (1) sobre la base de mi experiencia personal a la que podría añadir determinados conocimientos científicos básicos sobre el movimiento y la interacción de los cuerpos físicos. Por otro lado, (2) recoge un hecho que me parece indudable a todas luces: Se trata de algo evidente. Es difícil que alguien pueda convencerme de que no es mi deseo de levantar la mano lo que hace que la levante. (1) y (2) conforman un ámbito que va más allá de un ámbito científico particular. Aunque quizás (1) se pudiera considerar como objeto de estudio de las ciencias físicas, (2) traspasa las fronteras de las mismas, ya que se habla de eventos mentales. Además, tanto en (1) como en (2) se habla del concepto de causa, y este concepto tiene cierta naturaleza transversal: causas físicas, químicas, biológicas, neurológicas, históricas, sociales,… ¿Hablamos de lo mismo en todos esos usos del concepto de causa? La respuesta no es obvia y quizá, parafraseando a Aristóteles, ‘causa’ se diga ¿Qué es filosofía hoy? Zer da filosofia gaur?
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con distintos sentidos. En cualquier caso, la filosofía se ocupa del concepto de causa en el sentido transversal descrito ¿Son compatibles (1) y (2)? Pueden serlo de distintas maneras. Por ejemplo, si defiendo que todo evento mental es al fin y a la postre un evento físico, es decir, si defiendo la identidad estricta entre lo mental y lo físico he resuelto la aparente tensión entre ambas proposiciones. Pero, al tirar de ese hilo, probablemente aparezcan otros problemas. Otra salida es aceptar que si bien un evento físico siempre tiene como causa otro evento físico, también puede tener una segunda causa de naturaleza mental. Es decir, se trata de aceptar que hay eventos físicos sobre-causados mental y físicamente. Caben otras respuestas alternativas. Obviamente cada salida nos abre un nuevo campo de problemas filosóficos y de respuestas para los mismos, donde con toda seguridad se nos presentarán problemas epistemológicos, metafísicos, lógico-lingüísticos y hasta ético-morales que atravesarán con distintas fuerzas y direcciones el tejido de teorías científico-filosóficas. Al final obtendremos una teoría (conjunto de creencias) que afecta al concepto filosófico de causa y que explicará los ‘hechos’ que motivaron la reflexión filosófica. Esa reflexión filosófica tendrá sus puntos de contacto, por ejemplo, con las teorías físicas o psicológicas que se ocupen de alguna manera del problema que nos ocupe. La reflexión filosófica sobre el concepto de causa, no puede chocar con consideraciones de marcado carácter científico que vengan al caso. Trayendo a colación un conocido caso histórico, no podemos pretender en filosofía justificar a priori cuál es el número de los planetas, dejando de lado los resultados concretos producidos en el ámbito de la astronomía. Al menos en este sentido, la investigación desarrollada en filo¿Qué es filosofía hoy? Zer da filosofia gaur?
sofía va en el mismo barco que la investigación científica. Siguiendo con el ejemplo de arriba, el objetivo final es dar una explicación teórico-racional de las dos afirmaciones que motivaron la reflexión filosófica. Dicha reflexión afecta a los conceptos de causa, evento, evento físico, evento mental,... Estos conceptos se asumen como no problemáticos en un ámbito parcial del saber, pero generan múltiples problemas cuando se contemplan desde una perspectiva más general o transversal. En definitiva, el filósofo debe abordar esos problemas que afectan a conceptos claramente centrales en nuestra visión del mundo y, para ello, debe afinar en el uso de los conceptos, proponiendo conceptos teórico-filosóficos claros y con fuerza explicativa, y argumentando y contra-argumentando. Por todo ello, creo que la filosofía al día de hoy sigue ocupando el mismo lugar que ocupó en el pasado: se trata de una actividad teórica de carácter transversal y general y que, en virtud, de estas características dispone de una dimensión específica y propia. Me estoy refiriendo a la dimensión crítica inherente a la filosofía y ajena a todo saber de carácter parcial. Indudablemente, el progreso teórico-científico, los nuevos conceptos teóricos propuestos en los diversos campos científicos inciden en el quehacer filosófico, pero así ha sido tanto en el pasado como lo es en el presente. Parece difícil, por ejemplo, pensar que las reflexiones filosóficas sobre el concepto de tiempo no se vean afectadas de ninguna manera por la concepción relativista del tiempo propuesta por Einstein. Sin embargo, el concepto de tiempo tiene dimensiones que resultan ajenas a la física, como cuando se distingue entre el tiempo privado y el tiempo público. El filósofo, en este caso, aspira a una concepción más global y transversal del concepto de tiempo. Siempre ha sido así. Por ¿Qué es filosofía hoy? Zer da filosofia gaur?
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lo tanto, si bien la filosofía y la ciencia son en cierta medida cómplices, no hay que confundir, ni mucho menos, ambas actividades.
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Como he señalado al principio, a pesar de que defiendo que la filosofía hoy es sustancialmente la filosofía de ayer, es importante destacar algunas cuestiones de matiz que afectan a nuestro presente. Uno tiene la impresión de que el desarrollo tecnológico proveniente de la mano de la investigación científica está planteando nuevos escenarios para la reflexión filosófica. Valgan como ejemplos conceptos que en la actualidad circulan de forma habitual: sociedad del conocimiento y de la información, bioética, estudios de género, etc. Obviamente estos nuevos ámbitos conforman puntos de referencia también nuevos a los que la filosofía debe dirigir su mirada, aunque siempre desde la perspectiva que de dichos problemas da una disciplina de carácter general y transversal como es la filosofía. Estamos en tiempos de gran desarrollo tecnológico –la tecnología ya se ha instalado en nuestras casas- y también tiempos de gran dogmatismo (religioso, por ejemplo). Quizá ésas sean dos características particularmente relevantes –aunque no del todo novedosas- de la época que nos ha tocado vivir. La filosofía no puede guardar silencio ante aquellos retos que la ciencia, su pariente cercano, está poniendo sobre el tapete. La tecnología es fuente de esperanza, pero también de temor. En general, tiene capacidad para producir efectos que van más allá de los objetivos para los que fue diseñada. Las altas tecnologías de las que hoy en día se dispone tienen la capacidad de mejorar nuestras vidas así como de convertirlas en auténticos infiernos. La filosofía debe participar en los debates que están surgiendo en relación al uso ¿Qué es filosofía hoy? Zer da filosofia gaur?
de las nuevas tecnologías. Sin embargo, la filosofía difícilmente podrá incidir sobre las decisiones, si ésas son patrimonio de políticos, empresas y del capital, en general. En realidad, la filosofía debe reclamar sensatez, prudencia y sentido común, ausentes habituales en los órganos de decisión. Obviamente esa reclamación no es patrimonio de la filosofía. Sin embargo, la filosofía debe hacer tal reclamación desde su punto de vista, desde el punto de vista amplio y transversal que estamos tratando de describir brevemente en este trabajo. La filosofía debe desplegar su dimensión crítica. Esas características del quehacer filosófico pueden aportar una luz particular a todos estos debates que tan vivos están en la actualidad. En cualquier caso, no hay que olvidar que debates análogos se plantearon, por ejemplo, a mediados del siglo XX en relación al uso de la energía nuclear. En la actualidad, la investigación genética, la inteligencia y vida artificial, la nanotecnología etc. están planteando nuevos escenarios en los que el filósofo debe inmiscuirse. La filosofía también debe enfrentarse, desde su dimensión crítica, al problema del dogmatismo contemporáneo. Entiendo como dogmático cualquier conjunto de creencias fundamentado en actos de fe, es decir, cualquier conjunto de creencias no ‘controlado’ por evidencias objetivas. Paradigmáticamente las distintas religiones son materializaciones del dogma y de la fe. En general, cuando una duda o pregunta se plantea, un acto de fe aborta la ‘investigación honesta’ entorno a aquéllas. Sin ninguna duda, todos efectuamos actos de fe. Sin embargo, la filosofía es una buena terapia frente a los mismos. La fe en ocasiones choca con la ciencia. Téngase en cuenta, por ejemplo, la polémica suscitada en Estados Unidos en relación al creacionismo y al evolucionismo. A pesar de esta innegable confrontación, entre ciencia y reli¿Qué es filosofía hoy? Zer da filosofia gaur?
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gión, lo habitual es que el choque se produzca entre filosofía y religión. La explicación es sencilla. La religión se ocupa de cuestiones y problemas enormemente generales que trascienden cualquier abordaje científico particular y, por lo tanto, parcial, pero a los que la filosofía sí se enfrenta: la naturaleza del ser humano, su relación con el mundo que le rodea, la naturaleza misma, etc. Este es el terreno en el que la religión choca con la filosofía. Oímos frecuentemente, por ejemplo, que sin religión (o sin Dios o sin patriarca) no cabe moral. Oímos que hay almas inmortales o que hay entidades omnipotentes y omniscientes y que la naturaleza es un producto diseñado. La religión lanza tesis generales sobre la naturaleza misma. Estamos, pues, en un terreno sobre la que la filosofía tiene mucho que decir. Es un aspecto de la dimensión crítica de la filosofía permanecer en guardia ante todos estos productos del dogma y de la fe. No sé si en nuestros tiempos el arraigo del dogma es superior al de otras épocas. Probablemente este dogmatismo no constituya una novedad desde un punto de vista histórico. Pero vivimos tiempos en los que expresiones como ‘conflicto entre civilizaciones’, ‘diálogo entre civilizaciones’, entendidas en ocasiones como ‘conflicto o diálogos entre distintos dogmas’, están al orden del día. La razón debe hacer un esfuerzo para que las disyuntivas que marquen el discurrir de nuestro mundo no se planteen en términos de un dogma frente a otro o de un dogma al lado de otro dogma. La razón debe manifestarse, al menos debe hacerlo allá donde la fe trascienda el ámbito de los sentimientos, para transformarse en creencia aparente o en doctrina a predicar o en poder constituido o en explicación de cuestiones para las que la razón ya ha abierto líneas de abordaje. Mientras que la actitud del científico, en cuanto que científico, es de sometimiento a la razón en su ámbito de investigación, el filósofo, en cuanto ¿Qué es filosofía hoy? Zer da filosofia gaur?
que filósofo, debe extender su actividad crítico-racional a todos los ámbitos. Esta es una actitud exigente, no exenta de dificultades dada la condición humana. Para finalizar, y con relación a la confrontación entre el dogmatismo y la razón, quisiera recordar las palabras pronunciadas en 1876 por William Kingdon Clifford en su célebre La ética de la creencia: ‘En resumen: creer algo basándose en una evidencia insuficiente es malo siempre, en cualquier lugar y para todo el mundo. Si un ser humano, que sostiene una creencia aprendida en la infancia o de la que se ha convencido más tarde, restringe y aleja cualquier duda que surja sobre ella en su mente, evita a propósito la lectura de libros y la compañía de personas que ponen tal creencia en cuestión o la discuten, y tacha de impías aquellas preguntas que no pueden hacerse sin turbar fácilmente su creencia, su vida es un grave pecado contra la humanidad.2 | * web: www.ehu.es/aarrieta Departamento de Lógica y Filosofía de la Ciencia (UPVEHU) web: www.ehu.es/logika
NOTAS ** Quiero agradecer a Fernando Migura y a Jon Umerez sus sugerencias y comentarios. 1 Algunas de las ideas que expongo en este trabajo las he desarrollado con más detalle en: Arrieta Urtizberea, A. (2002), Zertaz dihardu filosofiak? San Sebastián: Jakin. 2 William K. Clifford & William James (2003), La voluntad de creer. Un debate sobre la ética de la creencia. Madrid: Tecnos, pp. 102-103.
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