FLACSO-ISA Joint Conference, Buenos Aires, 2014

FLACSO-ISA Joint Conference, Buenos Aires, 2014 Autonomía científica e internacionalización en la trayectoria de la “Facultad Latinoamericana de Cienc

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FLACSO-ISA Joint Conference, Buenos Aires, 2014 Autonomía científica e internacionalización en la trayectoria de la “Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales” (FLACSO). Reflexiones en torno a los centros privados de investigación durante los gobiernos militares en Chile y Argentina. Dr. Algañaraz Soria, Victor Hugo1

Introducción: Hacia mediados de los años cincuenta, los sistemas nacionales de educación superior en América Latina experimentaron un crecimiento general caracterizado por: un aumento significativo de la “Tasa Bruta de Escolarización Universitaria” 2 en buena medida alimentada por la feminización de la matrícula; una acentuada reconfiguración de los aparatos estatales en vistas a intervenir decididamente en los procesos de producción de saberes y de desarrollo económico; y la puesta en marcha de un complejo y acelerado proceso de modernización, que incluyó el despliegue de variadas estrategias de institucionalización de las ciencias sociales (sociología, economía, psicología y antropología) y un inusitado fortalecimiento de los nexos entre investigación científica y educación superior. Según Beigel (2010), la fundación de universidades provinciales y católicas caracterizó el período. Progresivamente se crearon centros académicos regionales, escuelas de posgrado e institutos de investigación, que fueron dotándose de cargos full time y canalizaron la creciente ayuda externa para financiar estudios 1

Licenciado y Profesor en Sociología y Especialista en Docencia Universitaria por la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ), Doctor en Ciencias Sociales con mención en Sociología por la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) con un trabajo sobre la “Configuración histórico-estructural del Circuito Universitario Privado en Argentina (1955-1983): relaciones y tensiones entre la jerarquía eclesiástica, los gobiernos de facto y el sistema universitario”. Es becario de investigación posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y se desempeña como miembro del Programa de Investigaciones sobre Dependencia Académica en América Latina (PIDAAL). Es docente de Sociología en la Facultad de Ciencias Sociales de la UNSJ. 2

A nivel regional, la Tasa Bruta de Escolarización Universitaria (TBEU) aumentó de 1,9 a 6,9, acompañando en gran medida el crecimiento del sistema. Argentina inició el período con una tasa más bien alta (5.2 en 1950) y llegó a una tasa de 21,2 en 1979. Se destacan Brasil y Venezuela entre los países con mayor ascenso absoluto de la TBEU: el primero aumentó en este período de 1 a 16,8 y el segundo de 1,7 a 23,4. No obstante, si bien en todos los países se produjo un importante crecimiento, México y Chile registran un rango medio de ascenso: entre 1950 y 1980, la tasa aumentó desde 1,5-1,7 a 11,8-11,4 (UNESCO-PNUD, 1981).

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empíricos. Además, ésta etapa constituyó un punto de arranque de la participación del sector privado en el sistema de educación superior. Desde fines del siglo XIX germinaban ya ciertas instituciones universitarias privadas en manos de la sociedad civil, pero a partir de este momento tanto universidades como colegios privados formaron parte cada vez más relevante de la agenda educativa (Algañaraz, 2014). Ahora bien, indudablemente la consolidación de estos nuevos espacios y prácticas académicas dependió en gran medida del gasto público en educación superior y de la estabilidad institucional, dos factores variables según la situación de cada país. Pero esta ola modernizadora resultó refrenada muy pronto por efecto de los golpes militares que se sucedieron en el Cono Sur, entre las décadas de 1960 y 1970. Particularmente en Argentina y Chile, la endémica inestabilidad política y la intervención de las universidades estatales por parte de los regímenes autoritarios, marcaron un punto de ruptura para el desarrollo autónomo de la investigación social y exacerbaron situaciones de dependencia académica en ambos países cordilleranos. En este contexto, surgieron ciertas instituciones privadas con el propósito de alcanzar mayores cuotas de autonomía en sus actividades, y que nuclearon a varios agentes académicos de las universidades públicas excluidos por razones políticas. Fueron los llamados “Centros Académicos Privados”, que lograron desarrollarse por la puesta en práctica de una estrategia de irradiación hacia el exterior: instrumentalización de fondos de ayuda externa, reconocimiento disciplinar/profesional desde el exterior y flujo de contactos académicos internacionales. Este trabajo, procura centrar la lente analítica en uno de los centros privados de mayor relevancia en el Cono Sur: la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), enfatizando en la relación-tensión establecida entre la lucha por su “autonomía científica” (que estaba siendo obturada en Chile y Argentina) y el ineluctable proceso de internacionalización que atravesó. Acerca del carácter “independiente” de los centros académicos privados: contrastes entre Chile y Argentina. Aunque la función vital que cumplieron los centros privados en el desarrollo de la investigación social en Chile y Argentina, ha sido ampliamente descripta por diversos autores (Neiburg y Plotkin 2004; Pagano 2004; Thompson 1994; Vessuri 1992; Brunner

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y Barrios 1987; Lladser 1986), conviene reexaminarla aquí con el propósito de esclarecer su trayectoria y devenir bajo el contexto de autoritarismo militar. Existe una tendencia general en los estudios sobre el campo científico en el Cono Sur a escribir la historia de estos centros a partir de la experiencia chilena. Fueron Brunner y Barrios quienes, en 1987, generalizaron el uso del concepto “Centros Académicos Independientes” (CAI), y sus implicancias, postulando la conformación a nivel regional de este sector de nuevos organismos de investigación y difusión de las ciencias sociales –organismos que tienen la naturaleza de ser colectivos de tamaño pequeño hasta mediano, regidos por un estatuto privado y provistos de una gestión autónoma de sus programas y recursos– como resultante de los procesos de diferenciación de los sistemas nacionales de enseñanza superior y de investigación académica que se desarrollaron en América Latina (específicamente en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay), particularmente bajo el contexto político y cultural definido por los regímenes militares autoritarios. Al respecto, dichos autores señalan:

(...) dentro de ese contexto, el de universidades intervenidas y en proceso de depuración, con situaciones político intelectuales caracterizadas por una fuerte represión en el campo de las ideas donde las manifestaciones de la opinión pública se hallan restringidas al oficialismo y donde se controla estrechamente la transmisión de ideologías y de la crítica social, cultural y política; y en los cuales se cierra el universo de la institucionalidad universitaria a las ciencias sociales y su libre cultivo, que se ubica el surgimiento de los centros académicos independientes de las ciencias sociales. (Brunner y Barrios, 1987: 53-54)

No obstante, la mayoría de los autores que estudian el fenómeno considera que no es viable extender a nivel regional la denominación de CAI y prefieren referirse a dichos organismos como centros privados de investigación. Los estudios comparativos realizados en el seno del Programa de Investigaciones sobre Dependencia Académica en América Latina (PIDAAL), permiten sostener que las situaciones de Argentina y Chile eran tan disímiles que resulta de una gran complejidad asemejar los centros privados en uno y otro caso, porque aunque su devenir se concentre en el periodo comprendido entre mediados de los años cincuenta y mediados de los setenta, no implica que se trate de un

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conjunto homogéneo de instituciones, ni mucho menos de un espacio análogo de producción académica dinamizado por un grupo de agentes con trayectorias idénticas. Por el contrario, es posible identificar institutos privados de estructura previa en Argentina y distinguirlos según niveles diferenciales de circulación y en función de sus características discursivas. Por ello examinaremos, aunque brevemente, la experiencia chilena para contrastarla con la argentina. Al producirse el golpe militar de 1973, la investigación en ciencias sociales se concentraba fundamentalmente en torno a las universidades y a los organismos regionales o internacionales como la Comisión Económica para América Latina, CEPAL (1948); la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO (1957) y el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social, ILPES (1962). Pero se destaca, especialmente, el rol proactivo de institutos pertenecientes a las universidades, tal es el caso del Centro de Investigaciones Sociológicas en la Universidad Católica (1961) y el Centro de Estudios Socioeconómicos (CESO) en la Universidad de Chile (1964), en los que convergieron académicos y profesionales de diversas disciplinas científico sociales que contribuyeron a disminuir el rezago de la investigación empírica y consolidar como objeto de análisis sustantivo el estudio del desarrollo de las sociedades latinoamericanas. En términos interdisciplinarios, podemos destacar la creación del Centro de Estudios de la Realidad Nacional (CEREN) en 1968, que funcionó en el marco de la Universidad Católica de Chile como una de las usinas intelectuales más productivas durante el proceso de la Unidad Popular (1970-1973), marcando un jalón en la historia del pensamiento crítico latinoamericano. También sobresalen el Centro Bellarmino (1957); el Centro de Desarrollo Social para América Latina, DESAL (1960) y el Instituto Latinoamericano de Doctrina y Estudios Sociales, ILADES (1965), conducidos por la Compañía de Jesús y vinculados con la Universidad Católica. El único centro propiamente privado e “independiente” que puede señalarse es el Centro de Estudios de Opinión Pública (CEDOP), dirigido por Eduardo Hamuy desde 1958 y que fuera ocasionalmente articulado a la Universidad de Chile a mediados de 1960. Entonces, los centros de investigación de este periodo en Chile no fueron en rigor centros académicos “independientes” pues fueron creados dentro de la Universidad de Chile y la Universidad Católica de Chile o fueron fundados dentro de

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organismos internacionales o agencias de cooperación, pero mantuvieron fuertes lazos con el mundo académico público. Aunque Brunner y Barrios (1987) señalan que la tradición de los CAI existía en el país trasandino desde antes del régimen militar, en general se hallaban adscriptos a las estrategias político-culturales de los grupos católicos y cercanos a la democracia cristiana. Lo que dichos autores entendían estrictamente por centros privados, fueron aquellos conformados después de 1973 ante el proceso depurador y de desmantelamiento de las universidades provocado por la intervención militar, que fue especialmente fuerte en el área de las ciencias sociales.

Los CAI chilenos se conforman básicamente como una respuesta a este cuadro universitario: tanto los nuevos que van a surgir después de 1973 como los antiguos que subsistían y se adaptarán a las nuevas circunstancias. Entre éstos últimos se cuentan el CIDE, el ILADES y la CPU, por un lado y, por el otro, la FLACSO, que de ser un organismo regional reconocido por el Gobierno de Chile pasará a ser, en 1979, un típico centro académico independiente. (Brunner y Barrios, 1987: 135)

Al decir de Lladser (1986), es posible que la restricción impuesta a las universidades por el golpe militar y su intervención en ellas a través de rectoresdelegados –que clausuraron los centros universitarios y expulsaron a los profesores más comprometidos políticamente– no haya sido la única causa exclusiva del nacimiento de los centros privados en Chile, pero si fue una de las más importantes. Muchos de estos centros se constituyeron como alternativa académica a las universidades intervenidas, más allá de una temporalidad proporcional a la dictadura. Según el registro elaborado por la autora, hacia 1985 existían en Chile más de 300 centros de investigación privados de los cuáles 40 pertenecían a las ciencias sociales donde trabajaban “543 investigadores –excluidos becarios y ayudantes– de los que 73 son doctorados, 32 son candidatos a doctorado y 61 son magister” (Lladser, 1986: 9). Un claro contraste constituyó la situación argentina. La literatura general señala que la mayoría de los centros privados del país surgieron durante el contexto acumulativo de los regímenes militares, pues su tradición se conecta directamente con la histórica relación-tensión entre el campo del poder y el espacio universitario. Según Andrés Thompson (1994), que ha estudiado en detalle el origen y desarrollo de los

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centros privados en Argentina, las reiteradas intervenciones a las universidades durante la segunda mitad de siglo XX, produjo –directa o indirectamente– un proceso de expulsión y de reducción de espacios para la labor de los científicos sociales en la universidad. Esto impulsó, entonces, el desarrollo de espacios alternativos que gozaron de mayor libertad académica y relativa autonomía de la política. Es así como empiezan a proliferar los centros de investigación privados. Tendencia que los largos años de autoritarismo y de decadencia del sistema universitario nacional contribuyeron a reforzar. Entre los centros privados de investigación más destacados de Argentina, cabe mencionar en primer lugar el Instituto Torcuato Di Tella (ITDT), creado en 1958 con la finalidad de promover el estudio y la investigación de alto nivel en cuanto al desarrollo científico, cultural y artístico del país. Constituido como experiencia pionera e inspiradora de buena parte de las instituciones creadas posteriormente, el ITDT se constituyó en lugar de encuentro y plataforma de lanzamiento de las vanguardias argentinas –en el teatro, la plástica y la música–, poniendo en marcha además programas significativos de Sociología y Economía fuera del ámbito universitario. Según John King (1985), la idea original era establecer un programa de investigación que reflejara los intereses de los dos hijos de Di Tella, Guido era economista y Torcuato sociólogo, que compartían la opinión de que el progreso científico podía mantenerse en pequeños centros de excelencia, fuera del control de las bulliciosas y cambiantes universidades argentinas, donde la investigación y la enseñanza eran siempre afectadas por cada cambio de gobierno. También se enmarcan en esta tendencia, el Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales (CICSO), el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES), el Centro de Investigaciones en Ciencias de la Educación (CICE) y la Fundación Bariloche (FB). En contraste con los centros chilenos surgidos mayoritariamente como respuesta al avasallamiento dictatorial de 1973, en nuestro país la mayoría emergen entre fines de los años cincuenta y principios de los sesenta y, en concordancia con lo ocurrido con las universidades privadas, durante la década del setenta no se crean prácticamente nuevos centros privados de investigación sino que se expanden o fortalecen los ya existentes. Se destaca, por ejemplo, el surgimiento en 1974 del Centro de Estudios de Población (CENEP) y en 1975 del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES) y el Centro de Investigaciones sobre el Estado y la Administración (CISEA), cuya conformación se

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da con el aporte de graduados en universidades del exterior y con una fracción de investigadores desprendidos del ITDT. En 1974 se crea también el Programa Buenos Aires de la FLACSO, institución que como veremos se hallaba integrada a una red regional pero tardaría varios años en consolidarse dada la virulencia característica de la época. Según Thompson (1994), durante las dictaduras militares argentinas la mayoría de estos centros académicos se movió en un medio que fluctuó entre lo inhóspito y lo abiertamente represivo, en situaciones de extrema inestabilidad institucional. Ahora si, en consonancia con los centros chilenos, su viabilidad se debió en gran parte al apoyo financiero obtenido de diversas instituciones externas. Grandes partidas de fondos financieros de origen privado y público coadyuvaron a su sostenimiento institucional. Entre las principales instituciones que brindaron apoyo presupuestario se destacan agencias de cooperación internacional como la Swedish Agency for Research Cooperation (SAREC), la International Development Research Center (IDRC) de Canadá o la estadounidense Inter-American Foundation (IAF), además de las tradicionales fundaciones norteamericanas como la Ford y Rockefeller. Este vínculo con organismos financieros extranjeros, propició en los centros un profundo proceso de internacionalización: creciente participación en redes académicas internacionales, profusa circulación de sus trabajos académicos, fuerte presencia de problemáticas regionales en sus investigaciones y acrecentamiento de contactos intelectuales en el exterior. Sin embargo, el grado de especialización temática en los proyectos de investigación que fueron financiados por dichas agencias si constituye una diferencia fundamental entre los centros de ambos países, dado que en Chile fue mucho mayor. Salvo unos pocos casos con una destacada interdisciplinariedad, la mayoría de los centros chilenos nacieron con objetos de estudio muy específicos. En cambio, en Argentina, desarrollaron una intensa actividad, sobre todo, durante la segunda mitad de la década del sesenta produciendo trabajos de investigación en diversas problemáticas sociales y estimulando el cruce interdisciplinario. En el país trasandino, antes de la dictadura, la universidad “concentraba casi toda la actividad de investigación que se realizaba en el país” (Brunner, 1985: 2). La Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT), por ejemplo, fue creada en 1967 pero sólo actuaba como agencia financiadora mediante

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becas o financiamiento de proyectos de investigación en las universidades. Hasta entrados los años setenta, la Universidad de Chile era la institución rectora del campo científico universitario y había encabezado el proceso de modernización de la educación superior con importantes niveles de profesionalización, y como vimos cobijó también el surgimiento de los primeros centros privados de investigación. Por otra parte, servía de nexo entre centros nacionales e internacionales como FLACSO y los funcionarios de estos organismos dictaban clases en la Universidad (Beigel, 2009). Tras el advenimiento de la dictadura en 1973, el campo se dinamizó por la existencia de este creciente archipiélago de centros privados de investigación que documenta una fuerte tendencia hacia la privatización del mundo de la investigación. Respecto a nuestro país, Myers (1992) ha señalado que la institucionalización de la investigación científica atravesó por diferentes etapas en las cuales se desarrolló, primero, en instituciones que no eran específicamente destinadas a la investigación (hasta 1910/1920), luego se ancló en las universidades (hasta 1955/1958) y posteriormente se fue consolidando un Complejo Científico y Tecnológico sistematizado a través de políticas concretas implementadas por el Estado y en las cuales la investigación científica ya no aparecía como patrimonio de la universidad sino que tendió a alejarse de ella. Respecto al CONICET, que había sido creado en 1958, se fortaleció como organismo de formación de recursos humanos y en la ejecución de proyectos de investigación mediante institutos bajo su dependencia directa. Situación que resultó desfavorable para los institutos de investigación de las universidades públicas y que no haría más que consolidarse durante las dictaduras militares. Particularmente, la régimen militar de 1976 se propuso como objetivo quitarle a la educación superior toda vía de desarrollo de la investigación y encauzarla hacia el CONICET, quién fortaleció la política de creación de institutos de investigación que había comenzado tímidamente en años anteriores con una dotación presupuestaria enorme, produciéndose su expansión hacia el interior del país (Algañaraz y Bekerman 2012). Todo esto generó un distanciamiento de las universidades nacionales, cuyos institutos fueron por lo general cerrados. Respecto a los centros privados de investigación, a diferencia de Chile y en parte como una estrategia de preservación de la autonomía científica frente al avasallamiento dictatorial, se conformaron fuera del ámbito universitario. Hebe Vessuri indica que “tuvieron una ‟mentalidad de

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catacumbas‟, que incluía un perfil bajo, poca difusión de sus trabajos y temáticas recortadas” (1992: 357). En relación con el caso chileno, en nuestro país los centros privados fueron menos numerosos. Asimismo, y pese a la expansión de estos centros durante las dictaduras, en Argentina la investigación científica se sostenía (y se sostiene) con recursos del Estado (Caselet, 1992)3. En fin, si bien la presencia de estos espacios de producción y difusión de conocimiento operantes fuera de la órbita estatal contribuyó significativamente a redefinir los mecanismos de prestigio, validación y reproducción dentro del campo de las ciencias sociales en Argentina, no constituyó un fenómeno que se extendiera a otras disciplinas. En líneas generales estos centros tuvieron escasos vínculos tanto con los restantes agentes del espacio privado (instituciones universitarias privadas) como también con las instituciones del espacio público. De hecho, en la mayoría de los casos no se han podido registrar migraciones relevantes de agentes académicos entre los centros y las universidades durante la segunda mitad del siglo XX y esto constituye una diferencia fundamental con el país trasandino. Como vimos, lograron desarrollarse más bien por la puesta en práctica de una estrategia de irradiación hacia el exterior: instrumentalización de fondos de ayuda externa, reconocimiento disciplinar/profesional internacional y flujo de contactos académicos extranjeros. Mientras en otras disciplinas, estas estrategias de internacionalización se desenvolvían desde el mismo sistema universitario público.

La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) entre la autonomía científica y la dependencia académica. Para una mayor comprensión de los procesos y tendencias antes descriptos, proponemos acercar la lente analítica a uno de los centros privados de investigación en 3

Hacia 1983, el 90% de las unidades de investigación y el 94% de los investigadores pertenecían al sector público, lo cual demuestra la dependencia de los fondos públicos y la debilidad del sector privado. Las universidades nacionales y el CONICET eran los principales organismos destinatarios del presupuesto y del personal dedicado a la investigación científica: 53% de las unidades de investigación financiadas por el Estado pertenecían a la enseñanza superior, de los cuales el 94% eran universidades estatales y sólo el restante 6% eran universidades privadas; el 22% pertenecían al sector público de servicios, al interior del cual el CONICET representaba el 9%; el 10% pertenecía a otras instituciones públicas (vinculadas a la producción, empresas públicas, etc.); el 9% a organismos privados (de bien público, de servicios, empresas privadas productivas de bienes, etc.) y el 6% tenían dependencia múltiple, entre las cuales el 91% incluía al CONICET. (Relevamiento de recursos y actividades en ciencia y tecnología, 1983)

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ciencias sociales de mayor trascendencia en América Latina: la FLACSO, reflexionando particularmente acerca de sus estrategias de preservación de la autonomía científica frente al avasallamiento dictatorial en Chile y Argentina e identificando las situaciones de dependencia académica que fue produciendo su ineluctable proceso de internacionalización. La FLACSO se constituyó por iniciativa latinoamericana en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como un organismo internacional, regional y autónomo, y fue un relevante instrumento de apoyatura a las ciencias sociales latinoamericanas. Desde su génesis su propósito central fue promover la enseñanza, investigación y cooperación científica en las ciencias sociales, desempeñando un papel crucial en el fortalecimiento del espacio académico del Cono Sur y en la formación de una nueva generación de cientistas sociales. Al momento de su fundación, en 1957, la primera sede académica fue establecida en Santiago de Chile, donde desde 1948 funcionaba ya la CEPAL, sumándose en 1962 el ILPES. Según Beigel (2009) el establecimiento de Santiago como primera sede de FLACSO no fue resultado simplemente de un claro y deliberado diseño aplicado por la UNESCO, sino que confluyeron una serie de factores: la proactividad diplomática chilena (que procuraba atraer los fondos de ayuda de la UNESCO); el papel desempeñando por la Universidad de Chile en el proceso de modernización del sistema científico-universitario e institucionalización de las ciencias sociales; y la intervención de un conjunto de académicos (entre los que se destacan Juan Gómez Millas, Rector de la Universidad de Chile entre 1953-1963, y el jurista y profesor Gustavo Lagos Matus, principal gestor en la creación de la FLACSO-Chile y luego primer Secretario General de la institución hasta 1964). Con el establecimiento de la FLACSO, el país trasandino se convirtió en un importante centro académico regional; un espacio de lucha para el desarrollo autónomo de las ciencias sociales; y una voz de referencia para las definiciones de la agenda pública nacional e internacional. La etapa chilena de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) constituyó un caso excepcional de desarrollo académico en la región, enmarcado en un periodo favorable para el latinoamericanismo dentro de la UNESCO, acompañado de

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una suerte de „estatización‟ por parte de Chile, que repercutió directamente en su modalidad de desarrollo. (Beigel, 2009: 321)

Mientras FLACSO fue un proyecto de UNESCO los países latinoamericanos eran signatarios del acuerdo y contribuían anualmente para su financiamiento con un proporcional al aporte que efectuaban a la UNESCO. Gran distancia existía entre la contribución del Estado chileno y el resto de los países integrantes, pues entre 1959 y 1969, Chile prácticamente cuadruplicaba el monto total entregado por los restantes países. Tal contribución fue decisiva no sólo para el funcionamiento inicial de la Facultad si no para todo el proceso. Ahora bien, hacia 1969 cesó el patrocinio programado por la UNESCO, concluyendo así su apoyo financiero directo, abriendo una importante grieta institucional que incluso puso en tela de juicio la subsistencia misma de la institución. Dadas las circunstancias, el gobierno de Chile se propuso lograr la continuidad del organismo regional, tomando desde entonces una participación muy activa: emprendió la reformulación de los estatutos de la Facultad, entabló convenios con la Universidad de Chile y otras instituciones universitarias, gestionó aportes financieros con agencias extranjeras, etc. En este marco, se destacan los aportes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Fundación Ford y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que para el año 1970 eran quienes prácticamente financiaban el funcionamiento de la Facultad (Beigel, 2009). Dado su interés por garantizar la continuidad de las actividades de la FLACSO, Chile gestionó la firma de un acuerdo intergubernamental, aprobado finalmente en noviembre de 1969 y ratificado por tres países signatarios (Chile, Cuba y Panamá) durante la Conferencia Intergubernamental realizada en Paris en 1971. Mientras transcurrían los últimos años de Presidencia de Eduardo Frei Montalva (cuando el Congreso Nacional otorgó personería jurídica internacional a la FLACSO), y durante la gestión de Salvador Allende, se fomentó significativamente en Chile el desarrollo de una cultura política e intelectual, en la cual FLACSO desempeñó un papel fundamental. Ciertos miembros de la institución (Ricardo Lagos, Arturo O´ Connell, José Serra, entre otros) entablaron un sólido y constante vínculo con el ámbito político nacional, abriendo un canal de diálogo entre el

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mundo de la política y el mundo académico, entre el ámbito oficial y el ámbito no gubernamental. Ahora bien, el importante desarrollo académico alcanzado en Chile, y en especial el desarrollado por FLACSO, sufrió un duro golpe con el derrocamiento presidencial de Salvador Allende en septiembre de 1973. Durante el régimen militar de Augusto Pinochet se intervinieron y depuraron todas las universidades, proceso que cobro fuerza especialmente en el campo de las ciencias sociales: se suprimieron unidades académicas y clausuraron carreras, se congeló el ingreso de nuevos alumnos y expulsó personal docente en base a consideraciones exclusivamente políticas. Las clases se suspendieron y tanto estudiantes como profesores fueron víctimas de persecuciones y represión. Gran vacío institucional provocó el exilio de destacadas figuras del mundo académico ligados también al mundo político. En este contexto se vio fuertemente amenazada la sobrevivencia misma de la FLACSO, por lo que sus miembros definieron como estrategia de sostenimiento extender las actividades fuera del país. La salida parecía ser trasnacionalizar la institución y que Chile siga siendo una de sus sedes, al tiempo que conseguir más ratificaciones gubernamentales del acuerdo firmado en 1971. Mediante un Decreto-Ley dictado durante la Presidencia de Alejandro Agustín Lanusse

(1971-1973),

Argentina

otorgó

reconocimiento

oficial

y

posibilitó

financiamiento parcial de la institución. A principios 1974 se firmó también un convenio con la Universidad de Buenos Aires (UBA), para comenzar en el país las actividades académicas; convenio que fue refrendado posteriormente por el Ministro de Cultura y Educación de la Nación. Por entonces, destacados miembros de la FLACSO chilena cruzaron la frontera cordillerana con la intención de resguardar sus vidas y continuar desarrollando además la línea de trabajo académico iniciada en Chile. Además de los fondos aportados por la UBA se obtuvo por entonces un importante subsidio del gobierno sueco, recursos que posibilitaron el nombramiento de profesores. No obstante, durante el gobierno de Isabel Perón, Argentina optó por no ratificar el Acuerdo de la FLACSO y por tanto su personería jurídica internacional, por lo que Buenos Aires terminó por constituirse en 1975 como Programa y no como sede de la Facultad. Dada la creciente crisis institucional y conflictividad política en que se hallaba inmersa Argentina desde la muerte de Juan D. Perón, a mediados de 1974 se interrumpieron gradualmente los contactos de la institución con los diferentes niveles

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del gobierno nacional, iniciándose paralelamente la búsqueda de apoyo ratificatorio en otros países. Nuevamente la estrategia de irradiación hacia el exterior parecía ser la única salida posible. La apertura de una sede de la FLACSO en México era vista como una posibilidad de desarrollo académico en un contexto de estabilidad política. Al producirse el golpe militar de 1976 en Argentina, las ciencias sociales ya contaban con una tupida red de centros privados de investigación (destacándose el ITDT, IDES, CICE, Fundación Bariloche, etc.). En consonancia, el Programa FLACSO-Argentina se inscribió en esta tendencia de gestación de ámbitos académicos extrauniversitarios diferenciados y relativamente aislados de las tradicionales instituciones académicas argentinas. Conviene destacar aquí que el carácter internacional e intergubernamental de dicho Programa en Buenos Aires, presentó ciertas particularidades que lo destacaron fuertemente del resto de los Programas y Sedes de otros países. Fundamentalmente, se constituyó como un organismo que, aunque creado por impulso de iniciativas externas, se fue modelando en respuesta a estímulos y desafíos vinculados al contexto político institucional argentino. Desde su creación, y atravesando por los largos años de autoritarismo militar, se desempeñaron como directores del Programa: Arturo O´Connell (1974-1975), Emilio Mignone (1975-1976), Alberto Afonso (1976-1977), nuevamente O´Connell durante 1977-1979, Jorge Feldman (1979-1985) y Gustavo Cosse durante 1985-1992. Las consecuencias de la última (y más atroz) dictadura militar Argentina, impactaron en la FLACSO de manera inmediata y contundente. Algunos medios de prensa acusaban a la institución de extremismo ideológico y político, incluso el jefe de la Policía Federal en Buenos Aires, Gral. Césareo Cardozo, realizó graves acusaciones y promovió un expediente presumiendo que FLACSO constituía una suerte de central coordinadora revolucionaria a nivel regional. De ahí que no resultó extraño el claro avance del régimen de facto sobre algunos miembros de la institución. En mayo de 1976, el director del Programa, Emilio Mignone abandonó sus tareas a causa del secuestro de su hija. Amenazados por la violenta represión del gobierno militar, el equipo de profesores comenzó a dispersarse, produciendo un gran vaciamiento institucional, tal como comenta Carlos Strasser (profesor-investigador y Director fundador del Posgrado de FLACSO/Argentina desde 1977) en una entrevista:

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Cuando se produce el golpe, FLACSO se pincha y poco menos que deja de existir. De hecho, muy pocos quedamos. Mignone se conservó como director del Programa Buenos Aires por un tiempito y dada la cuestión de desaparición de su hija pasó de ahí intensamente a la actividad de derechos humanos. Estaban de docentes Juan Carlos Portantiero y Emilio de Ipola, que tuvieron que irse porque estaban más radicalizados políticamente, los consideraban sospechosos. Portantiero se marchó a la Sede en México, Daniel Chudnovsky fue contratado por la UNCTAD (United Nations Conference on Trade and Development). Y a de Ipola lo meten preso y a penas lo sueltan se puede ir a México. Guillermo O`Donnell había estado de profesor en algún curso en FLACSO y se fue para Brasil. Académicamente no queda nada, ni nadie. La maestría voló, los profesores volaron, un vacío total. Y los que se quedaron siguieron estando, pero en el aparato burocrático flacsiano. Académicamente FLACSO Argentina no funcionaba en los primeros tiempos de dictadura. Es más, yo empiezo en FLACSO Buenos Aires, sin actividad académica, excepto la de Director de la Escuela Regional de Ciencias Políticas y haciendo mi trabajo, pero personalmente. A diferencia de FLACSO Chile, que tuvo una intensa actividad académica incluso después del golpe de Pinochet, obviamente corriendo peligros y demás, en Argentina dejó de haber actividad académica, prácticamente porque no había equipo académico. Incluso algunos alumnos también tienen que escapar del país. (Strasser, Entrevista, 2007)

Hacia fines de 1976, el Gral. Videla, reflota el expediente de Cardozo y examina la posibilidad de declarar a FLACSO como organización subversiva. Conscientes de tal situación, las autoridades de Programa preparan una estratagema de supervivencia: recurren a sus conocidos chilenos que trabajan en la oficina de Organismos Internacionales del Ministerio de Educación, para que informen que el gobierno trasandino tiene interés en dialogar con su par argentino sobre como impulsar un desarrollo conjunto de FLACSO. Gracias a esta ingeniosa y rápida intervención, no se concreta la firma del decreto. (FLACSO, 2004) Los años de la FLACSO Argentina bajo la dictadura transcurrieron con cierto aislamiento del resto del campo académico nacional, desenvolviéndose como un espacio de preservación y desarrollo académico limitado, mientras las universidades nacionales permanecían intervenidas y las ciencias sociales desaparecían de allí, manteniéndose solo en unas pocas universidades privadas (Algañaraz, 2014).

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Podría decirse que bajo el régimen dictatorial (1976-1983), FLACSO cristalizó como una “torre de marfil”, orientando su trabajo académico “hacia adentro”, desarrollando un bajo perfil público y realizando escasas actividades docentes. Por entonces, la institución se centró más bien en el plano de la investigación y búsqueda del reconocimiento internacional, tendiendo a especializarse en torno a problemas, áreas y líneas de investigación. Por ejemplo, Jorge Feldman y Mario Robirosa se dedicaron a temas de Sociología Urbana, mientras que Carlos Strasser inició un proyecto sobre filosofía y teoría política.

Entre 1976 y hasta 1978 en el Programa de Buenos Aires se continúan con algunas investigaciones, no se dictan cursos abiertos pero se sostiene al grupo de becarios, algunos de los cuales pasan a desempeñarse como asistentes de investigación. (FLACSO, 2004: 21)

Se destaca por entonces el proyecto de investigación denominado “Hábito de Lactar al Pecho” (HLP), tal como señala Carlos Strasser:

El Programa académico de FLACSO perdura en Argentina, gracias a la obtención de un apoyo financiero del gobierno de Holanda para un proyecto que era insólito en el ámbito de Sociología de la Salud y que dirigía el chileno Mario Gutiérrez Lleyton, hoy fallecido, y su equipo de salud materno-infantil. El programa se llamaba “Habito de Lactancia al Pecho” y fue financiado por un importante subsidio del gobierno Holandés, que financió su desarrollo en Argentina y en dos países más, uno centroamericano y otro sudamericano. Se trató de un estudio comparado y de trabajo en los tres países, llevado a cabo a lo largo de tres años. Fueron trescientos mil dólares que era una fortuna para nosotros y nos salvo la vida institucionalmente, porque el financiamiento propio de la FLACSO era cero y había decidido irse de Argentina. (Strasser, Entrevista, 2007).

En un marco político nacional poco propicio para las actividades de investigación en ciencias sociales, la situación institucional de la FLACSO se tornaba cada vez más frágil desde el punto de vista económico. El trabajo en aquellas áreas temáticas fue posible prácticamente gracias al apoyo de diversas instituciones del exterior. Sumándose al importante subsidio otorgado por el gobierno Holandés que

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además de financiar el programa HLP brindó oxigeno económico a todos los integrantes de la FLACSO, se destaca un significativo apoyo financiero de la Agencia Sueca de Desarrollo que posibilitó la subsistencia de las actividades básicas en la Facultad, y la organización de una biblioteca de ciencias sociales. Cabe destacar que cuando se produce golpe de Estado en Argentina, el Acuerdo en México ya estaba firmado. Gran parte del tiempo en esa sede se destinó a conseguir fondos para sostener a toda la red FLACSO. La propuesta de la institución en México consistió básicamente en obtener subsidios y financiamiento del gobierno local y también de otros gobiernos y organismos internacionales. En ese sentido se logran la contribución del gobierno mexicano y recursos de los gobiernos de Holanda y Gran Bretaña. De este modo, se concreta un proceso de cooperación vertical (norte - sur) y horizontal (sur - sur): el norte le asigna recursos a la FLACSO en México y desde allí se los reparte a las sedes y programas regionales. Dada su vocación académica e identidad profesionalista, así como la obtención de su financiamiento desde el exterior, FLACSO asume una naturaleza marcadamente internacionalizada en cuanto a sus contactos y referencias de legitimación y reconocimiento. Si bien en una primera instancia la circulación de la producción estuvo restringida casi exclusivamente al pequeño círculo de centros privados locales, progresivamente se fueron difundiendo en el exterior a través de diferentes redes académicas, especialmente la entablada con Ecuador y México. Destacados cientistas sociales -expulsados, cesanteados, reprimidos durante los regímenes militares en el Cono Sur- procedentes de distintas nacionalidades, con diferentes especializaciones y trayectorias académicas, recalaron en estas nuevas FLACSOS. En este sentido, la multiplicación regional de la institución tuvo un efecto altamente positivo en el afianzamiento de dicho proceso de internacionalización. A partir de 1977 Carlos Strasser comenzó a gestionar la estructuración de una maestría en cooperativa con colegas de diversas instituciones dedicadas a las ciencias sociales. Desde entonces, se desarrollaron cada vez más actividades académicas y de investigación en Buenos Aires, lográndose incluso una importante compra de libros con parte del ya mencionado subsidio sueco. Durante 1979 se produjo el traslado de la Secretaría General (que funcionaba de hecho en Buenos Aires, aunque formalmente estaba en Santiago de Chile) a Costa Rica, designándose como Secretario General de la

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institución a Daniel Camacho y a Jorge Feldman como director del Programa en Argentina. En el transcurso de 1979 se realizó en Buenos Aires la tan esperada apertura de la Maestría en Ciencias Sociales, siendo Carlos Strasser el principal propulsor de dicha propuesta. Al respecto, comenta:

Teníamos algunos profesores, teníamos alumnos y tesistas. Por ejemplo, uno que fue tesista por entonces era el chileno Francisco Rojas, después Secretario General de FLACSO, que presentó la tesis y yo se la dirigí además, era sobre políticas internacionales. Cuando empezó la maestría había 20 alumnos, una camada brillante. Tuvimos entre otros alumnos a Hugo Nochteff, profesor hace años de microeconomía. Bueno, una camada de primera. (Strasser, Entrevista, 2007)

La apertura de la Maestría en medio de la crisis política nacional, abrió un espacio de respiro vital en medio de la atmósfera sofocante de la dictadura. Los primeros egresados de FLACSO-Buenos Aires obtuvieron su título durante los años de autoritarismo: en 1978 se egresan Francisco Rojas Aravena y Gloria Ardaya, en 1980 Flora Enrique Da Costa, Héctor Alberto Alimonda y Alcir Enrique Da Costa, y finalmente en 1983 se gradúa Hugo Jorge Nochteff.

Reflexiones Finales: Durante la denominada “etapa clásica” que transcurrió en la casa matriz de Santiago de Chile, desde el momento de su fundación en 1957 hasta el golpe de Estado de 1973, FLACSO constituyó un caso excepcional de desarrollo académico a nivel regional. En esta primera etapa, desarrolló sus actividades con relativa estabilidad, convirtiéndose en un importante foco académico internacional. No obstante, el devenir del régimen autoritario chileno generó entre otras cosas la descentralización de la institución, con la instauración de un Programa en Buenos Aires y posteriormente nuevas sedes en México y Quito. De modo que, al ponerse en juego su misma sobrevivencia institucional, el proceso de internacionalización constituyó la única salida posible. Respecto a la etapa de FLACSO en Argentina, cabe destacar que el inicio de las actividades académicas sirvió como plataforma institucional, lugar de trabajo y punto

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nodal en una red de contactos académicos internacionales que posibilitaron sin dudas la sobrevivencia “marginal” de las ciencias sociales en un contexto de autoritarismo. Dada la brutal heteronomía que caracterizó al campo científico universitario argentino por la constante intromisión del poder político militar en su seno, el Programa FLACSOBuenos Aires fue asediado constantemente. No obstante, la FLACSO adquirió el carácter de refugio académico teniendo la doble responsabilidad de continuar con la tradición de las ciencias sociales vulneradas por las dictaduras y excluidas de la universidad pública y de asegurar la sobrevivencia de aquellos profesores y estudiantes perseguidos y excluidos del entorno universitario. Podría pensarse que el régimen militar toleró relativamente su presencia por el hecho de ser un organismo de naturaleza internacional e intergubernamental y por situarse en una esfera de actividad, la del campo académico y cultural regional, que es habitualmente más difícil de controlar y cuya intervención tiene un “costo de legitimidad” para cualquier gobierno. En sentido, y en medio del acentuado contexto de inestabilidad de la vida universitaria que caracterizó a ambos países cordilleranos durante los largos años de autoritarismo, los centros privados de investigación como FLACSO, lograron desarrollarse por la puesta en práctica de una estrategia de irradiación hacia el exterior: instrumentalización de fondos de ayuda externa, reconocimiento disciplinar/profesional desde el exterior y flujo de contactos académicos internacionales. Situación que generó en los centros de ambos países una relación-tensión entre la lucha por la autonomía científica (que estaba siendo obturada tanto en Chile como en Argentina) y la dependencia académica que producía su propio proceso de internacionalización. Finalmente, queda por destacar que si bien en Argentina y Chile los gobiernos militares significaron una intervención exógena sobre las universidades, la desinstitucionalización de algunas disciplinas y la expulsión de muchos académicos hacia el exilio, los centros privados de investigación se constituyeron como alternativa académica frente a las universidades intervenidas, aunque con un peso diferencial en ambos países. A diferencia de Chile, que tras el advenimiento de la dictadura en 1973, el campo científico se dinamizó por la existencia de este creciente archipiélago de centros privados de investigación que documenta una fuerte tendencia hacia la privatización del mundo académico, en Argentina tuvieron un lugar mucho más restringido especialmente dentro de las ciencias sociales. Según un registro elaborado

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por Lladser, hacia 1985 existían en Chile más de 300 centros de investigación privados de las distintas disciplinas, muchos de los cuales se crearon durante la dictadura. En argentina, en cambio, los centros privados datan desde fines de 1950 y no superan los cuarenta. Además, durante la década de 1970 no se crearon prácticamente nuevos centros (tampoco se crearon nuevas instituciones universitarias privadas) y además mantuvieron escasos vínculos tanto con los restantes agentes del espacio tanto privado como público. Este fenómeno marcó la diversificación de dos modos de relación público-privado en ambos países que es visible claramente hasta la actualidad.

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[En

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Disponible

en

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