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FRANCISCO JOSE DE GOYA Y LUCIENTES Los grandes genios son siempre difíciles de encasillar. Habitualmente, ellos marcan las pautas de un estilo concreto, pero a veces, y es el caso de Goya, se desvinculan del estilo característico de su tiempo. Quizá la figura de Goya sea más atrayente por lo que supone de ruptura. Francisco de Goya y Lucientes nace en un pequeño pueblo de la provincia de Zaragoza llamado Fuendetodos el 30 de marzo de 1746. Sus padres formaban parte de la clase media baja de la época; José Goya era un modesto dorador que poseía un taller en propiedad y poco más, de hecho "no hizo testamento porque no tenía de que" según consta en su óbito parroquial. Engracia Lucientes pertenecía a una familia de hidalgos rurales venida a menos. La familia tenía casa y tierras en Fuendetodos por lo que el pintor nació en este lugar, pero pronto se trasladaron a Zaragoza. En la capital aragonesa recibió Goya sus primeras enseñanzas; fue a la escuela del padre Joaquín donde conoció a su amigo íntimo Martín Zapater y parece que acudió a la escuela de dibujo de José Ramírez. Con doce años aparece documentado en el taller de José Luzán quien le introdujo en el estilo decadente de finales del Barroco. En este taller conoció a los hermanos Bayeu, muy importantes para su carrera profesional. Zaragoza era pequeña y Goya deseaba aprender en la corte; este deseo motiva el traslado durante 1763 a Madrid, participando en el concurso de las pensiones destinadas a viajar a Italia que otorgaba la Academia de San Fernando, sin obtener ninguna. En la capital de España se instalará en el taller de Francisco Bayeu, cuyas relaciones con el dictador artístico del momento y promotor del Neoclasicismo, Antón Rafael Mengs, eran excelentes. Bayeu mostrará a Goya las luces, los brillos y el abocetamiento de la pintura. Durante cinco años permaneció en el taller, concursando regularmente en el asunto de la pensión, siempre con el mismo resultado. Así decidió irse a Italia por su cuenta; dicen que llegó a hacer de torero para obtener dinero. El caso es que en 1771 está en Parma, presentándose a un concurso en el que obtendrá el segundo premio. La estancia italiana va a ser corta pero muy productiva. A mediados de 1771 está trabajando en Zaragoza donde recibirá sus primeros encargos dentro de una temática religiosa y un estilo totalmente académico. El 25 de julio de 1773 Goya contrae matrimonio en Madrid con María Josefa Bayeu, hermana de Francisco y Ramón Bayeu por lo que los lazos se estrechan con su "maestro". Los primeros encargos que reciba en la corte son gracias a esta relación. Su destino sería la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, para la que Goya deberá realizar cartones, es decir, bocetos que después se transformarán en tapices. La relación con la Real Fábrica durará 18 años y en ellos realizará sus cartones más preciados: Merienda a orillas del Manzanares, El Quitasol, El Cacharrero, La Vendimia o La Boda. Por supuesto que durante este tiempo va a efectuar otros encargos importantes; en 1780 ingresa en la Academia de San Fernando para donde hará un Cristo crucificado, actualmente en el Museo del Prado. Y ese mismo año va a decorar una cúpula de la Basílica del Pilar de Zaragoza, aunque el estilo colorista y brioso del maestro no gustara al Cabildo Catedralicio y provocara el enfrentamiento con su cuñado Francisco Bayeu. Al regresar a Madrid, trabaja para la recién inaugurada iglesia de San Francisco El Grande por encargo de un ministro de Carlos III. En Madrid se iniciará la faceta retratística de Goya, pero será durante el verano de 1783 cuando retrate a toda la familia del hermano menor de Carlos III, el infante D. Luis, en Arenas de San Pedro (Ávila), sirviéndole para abrirse camino en la corte, gracias también a su contacto con las grandes casas nobiliarias como los Duques de Osuna o de Medinaceli, a los que empezará a retratar, destacando la Familia de los Duques de Osuna, uno de los hitos en la carrera de Goya. Carlos IV sucede a su padre en diciembre de 1788, la relación entre Goya y el nuevo soberano será muy estrecha, siendo nombrado Pintor de Cámara en abril de 1789. Este nombramiento supone el triunfo del artista y la mayor parte de la corte madrileña pasa por su estudio para hacerse un retrato que cobra a precios elevados. Durante 1792 el pintor va caer enfermo; desconocemos cual es su enfermedad pero sí sabemos que como 1
secuela dejará a Goya sordo para el resto de sus días. Ocurrió en Sevilla y Cádiz y en Andalucía se recuperará durante seis meses. Esta dolencia hará mucho más ácido su carácter y su genio se verá reforzado. El estilo suave y adulador dejará paso a una nueva manera de trabajar. Al fallecer su cuñado en 1795 ocupará Goya la vacante de Director de Pintura en la Academia de San Fernando, lo que supone un importante reconocimiento. Este mismo año se iniciará la relación con los Duques de Alba, especialmente con Dª. Cayetana, cuya belleza y personalidad cautivarán al artista. Cuando ella enviudó, se retiró a Sanlúcar de Barrameda y contó con la compañía de Goya, realizando varios cuadernos de dibujos en los que se ve a la Duquesa en escenas comprometidas. De esta relación surge la hipótesis de que Dª. Cayetana es la protagonista del cuadro más famoso de Goya: la Maja Desnuda. Pero también intervendrá en la elaboración de los Caprichos, protagonizando algunos de ellos. En estos grabados Goya criticará la sociedad de su tiempo de una manera ácida y despiadada, manifestando su ideología ilustrada. En 1798 el artista va a realizar la llamada Capilla Sixtina de Madrid para emular a la romana de Miguel Angel: los frescos de San Antonio de la Florida, en los que representa al pueblo madrileño asistiendo a un milagro. Este mismo año realizará también el excelente retrato de su amigo Jovellanos. El contacto con los reyes va a ir en aumento hasta llegar a pintar La Familia de Carlos IV en la que el genio de Goya ha sabido captar a la familia real tal y como es, sin adulaciones ni embellecimientos. La Condesa de Chinchón será otro de los fantásticos retratos del año 1800. Los primeros años del siglo XIX van a transcurrir para Goya de manera tranquila, trabajando en los retratos de las más nobles familias españolas, aunque ve con expectación como se desarrollan los hechos políticos. El estallido de la Guerra de la Independencia en mayo de 1808 va a suponer un grave conflicto interior para el pintor ya que su ideología liberal le acerca a los afrancesados y a José I mientras que su patriotismo le atrae hacia los que están luchando contra los franceses. Este debate interno se reflejará en su pintura que se hace más triste, más negra, como nos muestra El Coloso o la serie de grabados Los Desastres de la Guerra. Su estilo se hace más suelto y empastado. Al finalizar la contienda, pinta sus famosos cuadros sobre el Dos y el Tres de Mayo de 1808. Como Pintor de Cámara que es debe retratar a Fernando VII, quien le salvará del proceso incoado por la Inquisición contra el pintor por haber firmado láminas y grabados inmorales y pintar la Maja Desnuda. A pesar de este gesto, la relación entre el monarca y el artista no es muy fluida; no se caen bien mutuamente. La corte madrileña gusta de retratos detallistas y minuciosos que ya Goya no proporciona al utilizar una pincelada suelta y empastada. Esto provocará su sustitución como pintor de moda por el valenciano Vicente López. Goya inicia un periodo de aislamiento y de amargura con sucesivas enfermedades que le obligarán a recluirse en la Quinta del Sordo, finca en las afueras de Madrid en la que realizará su obra suprema: las Pinturas Negras, en las que recoge sus miedos, sus fantasmas, su locura. En la Quinta le acompañaría su ama de llaves, Dª. Leocadia Zorrilla Weis con quien tendrá una hija, Rosario. De su matrimonio con Josefa Bayeu había nacido su heredero, Francisco Javier. Goya está harto del absolutismo que impone Fernando VII en el país, así que en 1824 se traslada a Francia, en teoría a tomar las aguas al balneario de Plombieres, pero en la práctica a Burdeos donde se concentraban todos sus amigos liberales exiliados. Aunque viajó a Madrid en varias ocasiones, sus últimos años los pasó en Burdeos donde realizará su obra final, la Lechera de Burdeos, en la que se anticipa el Impresionismo. Goya fallece en Burdeos en la noche del 15 al 16 de abril de 1828 a la edad de 82 años. Sus restos mortales descansan desde 1919 bajo sus frescos de la madrileña ermita de San Antonio de la Florida, a pesar de que le falte la cabeza ya que el propio artista parece que la cedió a un médico para su estudio. BIBLIOGRAFIA > Genios de la Pintura (c) 1997 Editorial Contrastes. LA MAJA DESNUDA La Maja desnuda es la primera figura femenina de la Historia de la Pintura que nos muestra el vello púbico, poniendo de manifiesto su originalidad. Además, no es ninguna imagen mitológica sino que es una mujer de carne y hueso, una imagen moderna como más tarde haría Manet en su Olimpia. Por eso, la Maja Desnuda 2
tiene tanto éxito entre los numerosos visitantes que la observan en el Museo del Prado, junto a su compañera, la Maja Vestida. Sobre ella se han escrito una ingente cantidad de líneas que no han hecho sino aumentar la incógnita de su realización. En 1800 aparece citada en el gabinete de Godoy, por lo que sería anterior a esa fecha. Los tonos verdosos y blancos empleados por Goya corresponden a los utilizados en las obras de los últimos años del siglo XVIII como el retrato de Jovellanos o el de Josefa Bayeu. Algunos especialistas adelantan su ejecución hasta la época de los Duques de Osuna y sus hijos. Pero ahí no quedan las incógnitas ya que también desconocemos quien las encargó. Todo hace apuntar a que ambas Majas fueron encargadas por Godoy para decorar su despacho junto a la Venus del espejo de Velázquez y otra Venus de la escuela veneciana del siglo XVI, manifestándose el gusto del valido de Carlos IV por las pinturas de desnudos femeninos, así como su poder, debido a la persecución que conllevaban estas obras, pero Godoy no tenía nada que temer; era el hombre más poderoso del país. También se apunta la posibilidad legendaria de que la Maja sea la Duquesa de Alba, Dª. María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Alvarez de Toledo, con la que Goya estaba estrechamente unido al enviudar ésta y trasladarse juntos a Sanlúcar de Barrameda. Bien es cierto que su rostro no corresponde con el de las Majas, pero es evidente que los rostros son estereotipados, como ya hacía en los cartones para tapiz, precisamente para que no la reconociésemos abiertamente. Incluso se ha llegado a decir que es el rostro de la Duquesa visto desde abajo. El Duque de Alba exhumó los restos de su antepasada en 1945 para intentar quitar veracidad a esta leyenda porque el cuerpo de la Maja sí corresponde con el de Dª. Cayetana, con sus huesos pequeños, su cintura de avispa y sus grandes y separados senos. La postura provocativa de la Maja podría incluso sugerir que estamos ante una prostituta de alto postín, que se ofrece al mejor postor. La mirada pícara y atrayente puede reforzar esta idea. La Inquisición mandó comparecer a Goya ante sus tribunales por haber pintado las Majas y los Caprichos, pero curiosamente el asunto fue sobreseído por expreso deseo de Fernando VII, con quien el pintor no hacía muy buenas migas. Pictóricamente hablando nos encontramos ante una obra en la que destacan los tonos verdes, contrastando con los blancos y los rosas. La pincelada no es tan larga como acostumbra el artista, a excepción de los volantes de los almohadones, mientras que la figura, situada en primer plano, estaría realizada con mayor minuciosidad, apreciándose un enorme deseo de satisfacer al enigmático cliente que encargó las obras. Genios de la Pintura (c) 1997 Editorial Contrastes. LA MAJA VESTIDA Las Majas se pueden considerar las obras maestras de Goya, tanto por la leyenda que existe a su alrededor como por las propias imágenes en sí. Hay que advertir que le causaron un problema con la Inquisición en 1815, del que le libró Fernando VII, a pesar de que la relación entre ambos no era buena. Desgraciadamente la Maja Vestida tiene menos fama que la Maja Desnuda, pero no deja de ser igual de bella. Es una mujer de la aristocracia, por su traje de alto copete, tumbada en un diván sobre almohadones, en una postura claramente sensual llevándose los brazos detrás de la nuca. La pincelada empleada aquí por Goya es más suelta, más larga que en su compañera, lo que hace pensar que sería posterior. El colorido, a base de tonalidades claras, aumenta la alegría de la composición. Alrededor de estas obras existen muchos aspectos legendarios; siempre se ha considerado que a quién está representando el artista es la Duquesa de Alba, por la estrecha relación entre ambos, a pesar de que el rostro haya sido reconstruido por el pintor para darle mayor enigma al asunto. Incluso el propio Duque de Alba decidió exhumar los restos de su antepasada, en 1945, para probar lo incierto de la leyenda. El primer director del Museo del Prado afirmó que la modelo era una protegida del padre Bari, amigo del artista. Pero la opción que va adquiriendo mayor credibilidad es que fueron encargadas por Godoy, valido de Carlos IV y hombre más poderoso de aquellos días, para decorar su gabinete, instaladas con un mecanismo de muelles que permitía el intercambio de ambos cuadros dependiendo de la visita. La Venus del espejo de Velázquez y una Venus de la escuela italiana del siglo XVI serían sus compañeras. Para muchos espectadores, la Maja Vestida es más atractiva que su compañera por lo ajustado de sus vestidos y la postura provocativa. Ya se sabe que muchas veces resulta más erótico insinuar que mostrar. Genios de la Pintura (c) 1997 Editorial Contrastes.
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LAS MAJAS DE GOYA Estos dos cuadros fueron pintados por Goya cuando ejercía de pintor en la corte de Carlos IV hacia el año 1800. Los dos toman como modelo a una mujer bella para el concepto de la época, recostada en un diván con una postura sugerente. Numerosa fuentes apuntan a que la misteriosa modelo es la Duquesa de Alba − Dª. Maria del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, ya que al enviudar ésta, se trasladó junto con Goya a Sanlúcar de Barrameda donde también pintó a Dª. Cayetana en situaciones comprometidas, en unos grabados denominados caprichos (80 grabados). Además el cuerpo se corresponde con el de la Duquesa, que tenía los senos separados y la cintura de avispa como puede comprobarse en sus retratos. También es cierto que la cara de la modelo no es la de Dª. Cayetana, pero Goya pintaba otro rostro precisamente para que no se la reconociese abiertamente, como hacía también en muchos de los cartones para tapices. Para probar lo incierto de la leyenda, el propio Duque de Alba decidió exhumar en 1945 los restos de su antepasada, pero no se llegó a ninguna conclusión contundente, ya que los rasgos faciales no se podían comprobar mientras que la osamenta si era acorde con la figura representada. Pictóricamente hablando, La Maja Desnuda es más luminosa, con tonos verdes, blancos y rosas; y La Maja Vestida introduce el amarillo, pero no resulta un cuadro tan vivo como el anterior. Asimismo la técnica utilizada por Goya es diferente entre las dos obras, la pincelada es más corta en La Maja Desnuda que en la Vestida, por eso cree que la segunda es posterior. El primer director del Museo del Prado afirmó que la modelo era una protegida del padre Bari, amigo de la artista. Pero la opción que va adquiriendo mayor credibilidad es que fueron encargadas por Godoy, valido de Carlos IV, para colocarlas en su gabinete acompañando a la Venus del Espejo de Velázquez y otra Venus de la escuela italiana. Al adquirirlas, el valido instaló un sistema de muelles en su despacho, que permitía cambiar entre un cuadro y otro, dependiendo de la visita. La temática de estas obras era castigada en aquel tiempo por la Inquisición, pero Godoy no tenía nada que temer, ya que era un hombre poderoso. En cambio Goya si tuvo que comparecer ante sus tribunales, además de por las majas, por los caprichos, y sorprendentemente Fernando VII le libró del asunto, aunque las relaciones entre ambos no eran muy buenas. OBRAS SIGNIFICATIVAS Se encuentran en: · Museo del Prado − Merienda a orillas del Manzanares (1776) Óleo sobre Lienzo 272 x 295 cm. − El Quitasol (1777) Óleo sobre Lienzo, 104 x 152 cm. − El Cacharrero (1778−79) Óleo sobre Lienzo, 256 x 220 cm. − Vendimia (1786−87) Óleo sobre Lienzo, 275 x 190 cm. − Carlos III el Cazador (1787) Óleo sobre Lienzo, 207 x 126 cm.
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− Familia de Osuna (1788) Óleo sobre Lienzo, 225 x 774 cm. − La Gallina Ciega (1788−89) Óleo sobre Lienzo, 269 x 350 cm. − Carlos IV (1789) Óleo sobre Lienzo,203 x 137 cm. − Cristo Crucificado (1790) Óleo sobre Lienzo, 255 x 154 cm. − La Boda (1791−92) Óleo sobre Lienzo, 267 x 293 cm. − Gaspar de Jovellanos (1797−98) Óleo sobre Lienzo, 205 x 123 cm. − Carlos IV de España con su familia (1800) Óleo sobre Lienzo, 208 x 336 cm. − Coloso (1808−12) Óleo sobre Lienzo, 116 x 105 cm. − El 2 de Mayo de 1808 en Madrid (1814) Óleo sobre Lienzo, 268 x 347 cm. − Los fusilamientos del 3 de Mayo de 1808 en Madrid (1814) Óleo sobre Lienzo, 268 x 347 cm. − Fernando VII (1814) Óleo sobre Lienzo, 207 x 148 cm. · Otros museos o colecciones particulares − Infante Don Luis de Borbón (1783) Colección particular, Óleo sobre Lienzo, 48'5 x 39'4 cm. − La marquesa de Pontejos (1786) National Gallery de Washington, Óleo sobre lienzo, 211 x 126 cm. − Carlos III (1786−87) Banco de España, Óleo sobre lienzo, 197 x 112 cm. − Duquesa de Alba (1795) Colección particular, Óleo sobre Lienzo, 194 x 130 cm. − Milagro de San Antonio de Padua (1798) Iglesia de San Antonio de la Florida, Fresco, 6 m de diámetro. − Condesa de Chinchón (1800) Colección particular, Óleo sobre Lienzo, 216 x 144 cm. − Lazarillo de Tormes (1808−12) Colección particular, Óleo sobre Lienzo, 80 x 65 cm.
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