Freire, Paulo. Cartas a quien pretende ensen ar. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2004

Paola J. Montes Roldán Principios y fundamentos de la Educación Cristiana Dr. Juan R. Mejías Seminario Evangélico de Puerto Rico 30 de mayo de 2013 F

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PAULO FREIRE Y LA EDUCACION LIBERADORA
antología de MIGUEL ESCOBAR G. PAULO FREIRE Y LA EDUCACION LIBERADORA Biblioteca ~. La Biblioteca Pedagógica de la Secretaría de Educación Pública

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Paola J. Montes Roldán Principios y fundamentos de la Educación Cristiana Dr. Juan R. Mejías Seminario Evangélico de Puerto Rico 30 de mayo de 2013

Freire, Paulo. Cartas a quien pretende ensenar. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2004.

Paulo Reglus Neves Freire fue un gran pedagogo y escritor nacido en Brasil en el año 1921. Fue el menor de cuatro hermanos. Su madre fue Edeltrudes Neves Freire y su padre Joaquim Temístocles Freire. Su padre estuvo a punto de morir al momento de su nacimiento, pero escribió su madre: “Paulito sería casi un huérfano al nacer; sin embargo, el buen Jesús lo liberó de esa desdicha…”. Murió cuando Paulo tenía 13 años. Estudió la escuela primaria en Joboatao y luego cursó estudios en el Colegio Oswaldo Cruz, cuyo dueño fue el padre de su segunda esposa y viuda Ana María Araujo Freire. Paulo ingresó a la Escuela de Derecho de la Universidad de Recife a los 22 años, donde a la misma vez estudió Filosofía y Psicología del lenguaje. Nunca ejerció la abogacía sino que fue maestro de portugués a nivel secundario. Antes de graduarse se casó con la maestra Elsa María Costa Oliviera, quien se convirtió en su colaboradora, con quien tuvo 5 hijos, y de quien enviudó en el 1986. Su experiencia con la pobreza durante la Gran Depresión sirvió para desarrollar su perspectiva acerca de los pobres. En el 1946 fue nombrado Director del Departamento de Educación de Pernambuco, donde utilizó una estrategia similar a la Teología de la Liberación trabajando con los pobres analfabetas, ya que era necesario en ese momento saber leer y escribir para votar. En 1961 fue Director del Departamento de Extensión Cultural de la Universidad de Pernambuco y desde el 1962 comenzó a practicar de lleno sus teorías. En el 1964, tras un golpe

de Estado, fue encarcelado y exiliado. Fue profesor en Harvard durante 10 años a partir del 1969. Luego fue consultor del Consejo Mundial de Iglesias en Ginebra. Fungió como secretario de Educación de Sao Paulo desde 1989 hasta 1991. Fallece en el 1997, en Brasil, a los 75 años de edad. Su pensamiento educativo quedó plasmado en sus obras: Pedagogía del Oprimido, Cartas a quien pretende enseñar, Educación como práctica de la libertad, Cartas a Cristina, Pedagogía de la Esperanza.1 Este libro consiste de diez cartas dirigidas a “quien pretende enseñar”. Con esta connotación, Freire nos da a entender que no toda persona que se llame maestra o maestra necesariamente es alguien que enseña. En términos generales, Freire aboga por una educación democrática, y por la valoración del trabajo docente (que incluye la lucha política). Su visión es en contra de la educación bancaria, en contra de la transmisión mecánica de conocimientos desconectados de la realidad de la vida, y a favor de conocimiento que libere a las clases populares, que produzca justicia y mentes críticas. La sección preliminar Primeras Palabras sirve para exponer el problema con el concepto “maestra-tía”. En Brasil, se comenzó a llamar tía a las maestras como una extensión de la familia inmediata de los niños. Esto ha tomado un giro muy negativo que ha llevado al mutis de la voz de protesta por los derechos de las educadoras. El problema es que se piensa que las tías deben ser amorosas y atentas, por lo tanto, no deben abandonar a sus sobrinos para irse a protestar. Por otro lado, la maestra tiene la responsabilidad de luchar por los derechos que, a fin de cuentas, redundarán en un mejor desempeño de la profesión y en una educación para la democracia. La primera carta, titulada Enseñar –aprender lectura el mundo- lectura de la palabra, explica que la mutualidad entre enseñar y aprender no radica simplemente en que sea necesaria 1

Consultado en: http://institutofreire.edu.co/sitio/acerca-de-nosotros/quien-fue-paulo-freire-biografia y http://es.wikipedia.org/wiki/Paulo_Freire.

la presencia de maestro/a y alumnos/as, sino en que quien enseña aprende a la vez, a medida que está dispuesto a repensar sus ideas. Esto es lo que llama “lectura de la lectura anterior del mundo”. El educador aprende a enseñar al enseñar lo repensado. La preparación del docente debe ser un proceso continuo, basado en un análisis crítico de su práctica, no limitado al tiempo de estudios en la Universidad. Para esto es necesario leer críticamente, esto es compromiso con la capacidad creadora. En esta tarea, es indispensable la disponibilidad de diccionarios de distintos tipos, puesta en jaque por el poder adquisitivo de los estudiantes y del docente. Por otro lado, es imposible separar la lectura de la escritura. Ambos son necesarios para conocer. Cuando se ven por separado, el resultado es que aun las personas estudiando un posgrado no escriben bien. Por esto es necesario inculcar el gusto por la lectura y escritura desde temprana edad. No permita que el miedo a la dificultad lo paralice es la segunda carta. Entre la persona que teme y el objeto que le produce temor está la inseguridad del individuo. Puede ser falta de fuerza física, de equilibrio emocional y/o de competencia científica, sea real o imaginaria. El miedo es real, pero no debe paralizar. Para cada miedo es necesario conocer su raíz, si esta es real, y de qué maneras podemos enfrentarlos. El miedo que Freire trata aquí es el miedo a no comprender un texto cuando nos es necesario hacerlo. Si nuestro nivel de respuesta es inferior al texto, debemos buscar ayuda de una persona, de un diccionario o de bibliografía relacionada al texto. No podemos retroceder ante el primer obstáculo. No podemos renunciar a esa responsabilidad de estudiar. Se recomienda realizar grupos de lecturas acerca un texto. Según Freire, el lector es co-autor y productor de la inteligencia del texto. La tercera carta, “Vine a hacer el curso de magisterio porque no tuve otra posibilidad”, es una crítica de Freire a todas aquellas personas que estudian pedagogía como “refugiándose en una marquesina en lo que pasa la lluvia”, sin tomar en cuenta la importancia de la labor que

realiza. Con esta mentalidad, no se tendrá problemas con asumir el rol de tía. Se trata de la formación de individuos, en la cual se colabora para bien o para mal. Un docente incompetente, poco preparado y/o irresponsable aportará para el fracaso de los estudiantes. Por el contrario, se puede aportar positivamente a su formación con seriedad, responsabilidad y testimonio de lucha contra las injusticias. En este aspecto, si un/a maestro/a reconoce que su tarea es fundamental, no entrará vencido a la lucha por un justo salario y contra las faltas de respeto. Es necesario que toda la nación supere la mentalidad colonial y tenga conciencia de lo indispensable de las maestras y los maestros para que cierren filas. Como parte de la lucha, es necesario ejercer responsabilidad política, monitoreando a los candidatos electos y exigiéndoles que cumplan sus promesas. Esta lucha es, según Freire, indispensable para forjar el Brasil de siglo XXI. En resumen, los problemas de la educación no son sólo pedagógicos sino políticos y éticos. De las cualidades indispensables para el mejor desempeño de las maestras y los maestros progresistas es la cuarta carta. Son cualidades con las cuales no se nace. La primera de ellas es la humildad, que nada tiene que ver con cobardía y resignación. Al contrario, requiere la valoración propia. La humildad reconoce que nadie lo sabe todo y que nadie lo ignora todo. Sin humildad no escuchamos a alguien que esté alejado de nuestro nivel de competencia, y sin esto la democracia no es posible. Freire se pronuncia contra el autoritarismo. La segunda cualidad necesaria es la amorosidad, no solo por los alumnos sino también por la enseñanza. Este amor tiene que ser “amor armado”, que luche por sus derechos pero a la vez se entregue a sus alumnos. La tercera virtud es la tolerancia, sin la cual es imposible realizar una tarea seria y democrática. Tolerancia no es dejar de señalar lo que es incorrecto sino aprender a vivir con lo que es diferente. Freire agrupa las siguientes cualidades como responsabilidad que el docente tiene de

cultivar: alegría de vivir, decisión, seguridad, y la tensión entre paciencia e impaciencia. Esta tensión es necesaria para no ser conformistas. La quinta carta es Primer día de clase. La misma nos presenta la problemática a la cual se enfrenta el docente esa primera vez que tiene el contacto con los alumnos. Este no es un día libre e inseguridades, timidez e inhibiciones. Esos miedos se deben asumir y analizar, encontrarse con uno mismo para poder vencerlos. El/la maestro/a no tiene porqué esconder su miedo tras una máscara de autoritarismo, fácilmente detectable por los estudiantes. Por el contrario, no es malo hablar de su miedo, pues la catarsis es indispensable para poder controlarlo. Por otra parte, la maestra o el maestro deben aprender a leer a sus estudiantes, cada gesto, inquietud, su forma de hablar, y entender que esto forma parte de su identidad cultural. De las relaciones entre la educadora y los educandos es la sexta carta. Estas relaciones incluyen la enseñanza, el aprendizaje, la autoridad, la libertad, la lectura, las virtudes de la educadora, la identidad cultural de los estudiantes y el respeto hacia la misma. El testimonio de la educadora validará o invalidará lo que enseña. El testimonio es necesario aun en el cuidado de la salud y del cuerpo, y en la lucha por los derechos. Hacer tiene más peso que decir. Además, es necesario conocer el mundo de los estudiantes para acceder su manera de pensar. La séptima carta se titula De hablarle al educando a hablarle a él y con él; de oír al educando a ser oído por él. Es importante vivir en un balance de hablarle a los estudiantes y hablar con ellos, esto es diálogo. Una maestra democrática, no autoritaria, reconoce esta importancia. Por esto hay que admitir que la educación es un acto político. Es en el proceso de enseñanza donde la maestra escoge y da a conocer su opción política. La opción democrática abre el paso a la formación de ciudadanos responsables. En el aspecto de escuchar, nadie vive en

democracia si su voz no es escuchada, la maestra tiene que hacer oír su voz como modelaje a los estudiantes. Para fomentar esto se puede recurrir a la discusión de casos entre los estudiantes. Identidad cultural y educación es la octava carta. La identidad cultural siempre está relacionada a la clase social y tiene que relacionarse con la práctica educativa para crear un plan de estudios. Sin embargo, la identidad cultural no es toda la identidad del estudiante. La identidad se sigue formando a través de la relación entre lo heredado y lo adquirido, que tiene mucho que ver con la libertad. Para el desarrollo de la identidad es importante aprender, buscar, enseñar y conocer. Así, la educación también constituye una expresión cultural. En esta tarea diaria es un reto para el maestro no hacerse inferior a los estudiantes de una clase social más alta que la suya, y no hacerse superior a los estudiantes de las clases más pobres. La novena carta es Contexto concreto-contexto teórico. Tiene que haber coherencia entre la teoría y la práctica. “Pensar la práctica enseña a pensar mejor del mismo modo que enseña a practicar mejor”. Un ejemplo es la inconsistencia entre el objetivo de desarrollar el pensamiento crítico y la utilización de “paquetes” que no lo fomentan. Tenemos que considerar las precarias condiciones de vida de muchos estudiantes y la escasa lectura. La reflexión crítica acerca de los condicionamientos que el contexto concreto (cultural) ejerce sobre nuestro comportamiento es indispensable para la formación constante de la maestra (contexto teórico). Por esto la escuela no puede prescindir de conocer lo que pasa en la vida de los estudiantes, porque sin este conocimiento no podrá enfrentar efectivamente los problemas de la alfabetización. La décima y última carta, Una vez más, la cuestión de la disciplina, enfatiza la importancia de la disciplina que desarrollan los educandos con la ayuda de la educadora como el método para lograr trabajo intelectual, y que incluye la lectura crítica y la observación y análisis

de hechos. Esta disciplina no se puede dar mientras el docente permanece y hace permanecer a los estudiantes inmovilizados, porque eso no trae libertad. Freire defiende sus posturas afirmando que aunque está soñando, este ejercicio de soñar es necesario para el cambio. No es justo pensar, como educadora, que lo que hacemos no puede lograr grandes cambios como los pueden lograr los poderosos. La democracia no es un regalo sino el producto de una lucha. Aunque no se trata de capítulos, cada carta está alineada al pensamiento educativo de Freire. No se encuentran contradicciones, aunque la temática es variada y amplia. Por otro lado, el lenguaje de las cartas, aunque no del todo, llega a ser un tanto complicado y un poco confuso. En ocasiones, no es posible entender de primera instancia a qué se refiere la carta. Además, le toma tiempo al lector entender cómo se relacionan algunas cosas con el tema central de la carta, pues divaga un poco, mayormente al principio de las cartas. Es probable que se pueda escribir mucho más acerca de los temas de cada carta, pero al compilarlos constituyen un buen resumen. La inserción de experiencias personales enriquece las recomendaciones que hace Freire, poniendo en práctica al mismo tiempo lo que está sugiriendo. Me parece muy saludable que contantemente recalque que trata con los asuntos de Brasil, aunque fácilmente podríamos encontrar una aplicación a cada contexto. Es una temática valiosa para todo lugar y para todos los tiempos. Su perspectiva de la educación como herramienta de liberación y democratización es contundente, muy relevante y bíblica. La educación es medular en toda la Biblia, Jesucristo fue el Maestro, y precisamente procuraba que los estudiantes no obtuviesen un conocimiento digerido sino que descubriesen misterios y desarrollasen sabiduría a partir de, y para la vida diaria. Era una educación para la liberación y la sana convivencia. En el aspecto pastoral, estas cartas son una herramienta muy útil para comprender que la educación cristiana tiene que tener unas características para ser efectiva, y para ser educación

más que discursos que a veces son irrelevantes para la vida de las personas y de las comunidades. Esta es la importancia de la coherencia entre la el contexto teórico y el contexto práctico. Lo que se enseña no puede estar desconectado de la realidad de las personas. No basta con hablar de todo lo que hizo Jesús si no lo podemos relacionar con la importancia que esto tiene para el diario vivir. En lo que respecta a la vocación, es importante que las escuelas bíblicas tengas maestras y maestros enteramente preparados, que amen la tarea y que amen a la gente. No basta con buenas intenciones, hace falta que el maestro o la maestra se prepare constantemente. Por otro lado, no podemos tener maestros/as que tengan mucho conocimiento bíblico pero que no amen la enseñanza y/o que no tengas la capacitación para ejercerla. La disciplina es muy importante y necesita ser recuperada en las iglesias. Tenemos que enseñarle a nuestras comunidades a pensar críticamente acerca de lo que leen y escuchan, haciendo una comparación siempre con los valores del Reino de Dios: justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Les debemos enseñar la disciplina de leer, meditar y escribir en cuanto a las Escrituras y la vida continuamente. Es enseñarles a ser sabios, no solo personas llenas de conocimiento. Esto exige la responsabilidad de pastores, líderes y maestros. El espacio para la reflexión y la aplicación se debe dar intencionadamente. En cuanto a la libertad, debemos entender que este es el objetivo de la enseñanza, la libertad en Cristo que implica salvación, sanidad y justicia. Esto es lo que debe suceder como producto de los procesos de enseñanzaaprendizaje en nuestras iglesias, no la formación de individuos-robots. Los maestros y pastores necesitan cultivar las características de la humildad, amorosidad, y tolerancias basadas en la enseñanza bíblica y la comunión con el Espíritu Santo, que produce en nosotros sus frutos. Podemos relacionar la importancia que Freire da al amor, con la supremacía del amor del apóstol Pablo, “si no tengo amor, nada soy”.

Quisiera recalcar la relevancia de la lucha, cómo podríamos incorporar esto en la comunidad cristiana. Cuando un maestro o maestra de la iglesia enseña lo que es bíblicamente correcto, pero sabe que es algo que no se practica o no está funcionando correctamente en si iglesia, es necesario que ponga en práctica sus palabras. Si es necesaria la amonestación y la corrección, independientemente de quien se trate, hay que hacerlo. No solo porque las cosas deben ser de esa manera sino para ser ejemplo a los estudiantes y para fomentar una mejor convivencia. Este es su rol profético. Claro está, debe ser por los medios propios bíblicamente y con respeto. Aquí es donde podemos hacer una conjetura con los expertos en educación cristiana. Podemos comparar el discurso de Paulo Freire con el de Robert W. Pazmiño y con el de María Harris. La responsabilidad profética de la iglesia está presente en ambos, y es similar a la responsabilidad política-pedagógica de la denuncia de la injusticia y la lucha por los derechos de Freire. Al igual que Harris, Freire conceptualiza un currículo explícito y otro oculto (aunque Harris añade el currículo nulo). También coinciden en la relevancia del contenido para la vida diaria, su praxis, y en la conceptualización de la Educación más allá del aula de clases. Más allá de todo esto, no solo como iglesia, sino como cristianos, teneos la responsabilidad de abogar por una educación para la liberación de las personas y de nuestros hijos. Lamentablemente, el sistema educativo de nuestra Isla no fomenta el pensamiento crítico y mucho menos la lectura. Se enfoca en la transmisión de datos y su memorización de manera mecánica, que lleva al estudiante a desconectar lo que aprende en el salón de clase de la vida diaria, por lo tanto no hay un verdadero y útil aprendizaje. Nuestras iglesias también son víctimas de esta metodología que, de hecho, no es bíblica. Deuteronomio nos enseña a amar a Dios y demostrarlo con la obediencia en la vida cotidiana. Jesús no transmitió un conocimiento digerido sino que a través de sus parábolas tomadas de eventos reales y muchas veces cotidianos,

invitaba al estudiante al análisis y a llegar a sus conclusiones. Tenemos en nuestras manos poderosas herramientas para la construcción de una educación relevante y empoderadora, no conformista, sino progresista por los valores del Reino.

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