Fulgencio Espa. Enero. meditaciones con el Evangelio. con. palabra

con ÉL Una meditación para orar cada día Adviento  Navidad  Cuaresma Semana Santa  Pascua  Tiempo ordinario   Cada mes un libro. Suscribirse en

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con ÉL Una meditación para orar cada día Adviento  Navidad  Cuaresma Semana Santa  Pascua  Tiempo ordinario  

Cada mes un libro. Suscribirse en papel o digital a esta colección y recibirá todos los meses el nuevo libro con Él.

Se reúnen en este volumen las meditaciones con el Evangelio del tiempo de Navidad y Epifanía y las tres primeras semanas del tiempo ordinario, para que te sirvan en tu oración personal con Dios. La vida cristiana no es otra cosa que vivir con Cristo, que en este tiempo ha nacido como un hombre más. Fruto de ese trato con la “trinidad de la tierra” –la Virgen, San José y el Niño–, nacerá en ti un afán grande de tratar a la Trinidad del Cielo.

con Él a todas partes

Fulgencio Espa

Fulgencio Espa

Enero, con Él

Enero, con Él

Fulgencio Espa

Enero 31

meditaciones

con el Evangelio

Es autor del libro ¿Has pensado en ser sacerdote? (Palabra, 2010, 2ª edición).

con Más información: www.palabra.es

Fulgencio Espa Feced (Madrid, 1978) es sacerdote y actualmente párroco de Santa María de Nazaret (Ensanche de Vallecas, Madrid).

ISBN 978-84-9840-801-0

palabra

Enero, con Él

Colección: con Él Coordinador de la colección: Darío Chimeno © Fulgencio Espa Feced, 2012 © Ediciones Palabra, S.A., 2012 Paseo de la Castellana, 210 – 28046 MADRID (España) Telf.: (34) 91 350 77 20 – (34) 91 350 77 39 www.palabra.es [email protected] Diseño de portada: Francisco Javier Pérez León ISBN: 978–84–9840–801–0 Depósito Legal: M. 39.896–2012 Impresión: Gráficas Anzos, S.L. Printed in Spain – Impreso en España

Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor.

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Para Rafa

ÍNDICE

1 ENERO. MARTES .............................................. 2 ENERO. MIÉRCOLES ...................................... 3 ENERO. JUEVES................................................ 4 ENERO. VIERNES ............................................ 5 ENERO. SÁBADO .............................................. 6 ENERO. DOMINGO. EPIFANÍA .......................... 7 ENERO. LUNES ................................................ 8 ENERO. MARTES ............................................. 9 ENERO. MIÉRCOLES ...................................... 10 ENERO. JUEVES ............................................... 11 ENERO. VIERNES ............................................ 12 ENERO. SÁBADO .............................................. 13 ENERO. DOMINGO. BAUTISMO DEL SEÑOR ......

11 15 20 24 28 33 38 43 47 52 56 61 66

PRIMERA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO 14 ENERO. LUNES ................................................ 15 ENERO. MARTES .............................................. 16 ENERO. MIÉRCOLES ...................................... 17 ENERO. JUEVES ............................................... 18 ENERO. VIERNES ............................................ 19 ENERO. SÁBADO ..............................................

70 75 79 84 89 94

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ÍNDICE

SEGUNDA SEMANA DEL T. O. 20 ENERO. DOMINGO .......................................... 21 ENERO. LUNES ................................................ 22 ENERO. MARTES ............................................. 23 ENERO. MIÉRCOLES ...................................... 24 ENERO. JUEVES ............................................... 25 ENERO. VIERNES. CONVERS. DE SAN PABLO .... 26 ENERO. SÁBADO. SANTOS TIMOTEO Y TITO ......

99 104 109 113 117 122 127

TERCERA SEMANA DEL T. O. 27 ENERO. DOMINGO .......................................... 28 ENERO. LUNES. SANTO TOMÁS DE AQUINO ....... 29 ENERO. MARTES .............................................. 30 ENERO. MIÉRCOLES ...................................... 31 ENERO. JUEVES. SAN JUAN BOSCO ..................

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SANTORAL DE ENERO ......................................... 157

MARTES 1 DE ENERO SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS 1. Con la Virgen María… todo el año. 2. Con su pureza, humildad y devoción. 3. María es nuestra Madre buena del cielo. 1. Hay un viejo adagio que reza así: ipsa liturgia docet. La propia liturgia enseña porque las celebraciones de la Iglesia nos educan casi sin darnos cuenta. Lo hemos considerado en nuestras meditaciones: la celebración de san Esteban el día después del nacimiento de Cristo nos enseña que ese niño tan débil que ha nacido está llamado a entregar su vida y de poco sirve que le adores ,si no quieres entregar tú también tu vida. Que la Iglesia ponga en nuestra consideración el primer día del año a la Santísima Virgen María es un mensaje claro que nos indica que debemos poner nuestra confianza en su maternal protección y contar con ella los trescientos sesenta y cuatro días restantes. ¿Qué podemos aprender nosotros? ¿En qué podremos imitar nosotros a la Virgen María en su trato con Dios? Debemos imitar a María en todo pero muy especialmente en su pureza, humildad y devoción, tal como reza una conocida oración de comunión espiritual. Estas pueden ser las características de nuestro trato cotidiano con Jesús y María. Qué bonito sería si, cada vez que vayas a comulgar, te acordaras y le dijeras al Señor que le quieres tratar con pureza, con humildad y con devoción, con

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que lo hiciera la Virgen. Trátalo bien. Si comulgas en la mano, que ellas sean como un pequeño altar donde hasta la más pequeña de las partículas es importante pues en cada una de ellas está contenido toda la humanidad y divinidad de tu Señor; y, si comulgas en la boca, recuerda que durante unos instantes Dios se hace uno contigo. No hay unión más íntima. Aprovéchala para pedirle por las cosas que te preocupan o para decirle que le quieres y que estás dispuesto a aceptar lo que Él quiera para tu vida. Guarda silencio en tu interior y habla con Dios. Él siempre responde. 2. Trata al Señor con pureza. Fíjate en la Virgen y piensa: ¿cómo miraría ella a su hijo? ¿Qué pensaría al saber que es el Hijo de Dios? Posiblemente temblaría solo con el mero hecho de pensar que por un error suyo se habría podido ir al traste el plan de salvación de Dios. Pero no asomó sombra de egoísmo en su entrega y Dios se pudo hacer presente entre los hombres. Con toda su potencia. Con toda su humildad. Lucha por la pureza. No te conformes. Tal vez te cueste más guardar tus sentidos o no perder el tiempo en internet, o quizá casi sin darte cuenta has caído en conversaciones frívolas sobre lo guapo que es fulanito o menganita, o más bien te has visto inmerso dentro de una conversación impropia en las redes sociales... ¡Ánimo! Vuelve a luchar por salvaguardar tu intimidad y guardar tus sentidos. Pídele a la Virgen que te conceda mirar a las personas como ella miraría a su hijo. La pureza es una batalla que se puede ganar. Con la humildad de María. Ser humilde supone olvidarte de ti para que otros puedan disfrutar, supone alegrarte por los triunfos o cualidades de otros, supone, en definitiva, aprender a mirar la realidad con los ojos de María.

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¿Qué tienes que no hayas recibido? Nada es tuyo. Nadie te pidió permiso para nacer ni para regalarte esos ojos bonitos o ese pelo precioso… o aquellas otras mil cualidades que crees tener. Todo es de Dios. Repítete a lo largo de tu día: más de Ti, Señor, y menos de mí; y pídele la gracia al maestro interior –el Espíritu Santo– de alcanzar metas bien concretas: una sonrisa cuando no apetece, dejar los apuntes a quien te los pida, escuchar a los demás, trabajar en casa para que otros descansen, sacar tiempo para visitar al Señor en el sagrario, estudiar con tesón, etc. Convéncete de lo que afirmaba el Papa Benedicto al decir que Cristo no quita nada y lo da todo es radicalmente verdadero. Con la devoción de la Madre de Dios. ¿Significa eso que hay que poner los ojos en blanco cuando comulgue y cuando rece? ¡Nada más lejos de la realidad! Para tratar al Señor con devoción fíjate de nuevo en María, intenta pensar como pensaría ella. La Virgen, cada vez que viera a su hijo, se acordaría de su encuentro con el ángel, de las mil cosas que le habrían sucedido… y se saltaría el corazón de alegría por poder tener a Dios hecho hombre entre sus brazos. Recuerda que, aunque sea bajo apariencia de pan, tú también tienes a Dios igual de cerca. Repítete muchas veces: es Dios, es Dios… y asómbrate por el hecho de que, tal vez, estés solo a un puñado de metros del hacedor de todo el universo. 3. Cuando Juan Pablo II perdió a su madre siendo un adolescente, se arrodilló y le dijo a la Virgen que, ahora que ya no tenía a su madre en la tierra, le tocaba a Ella cuidarle desde el cielo. María, la Virgen, tu madre, no te abandonará jamás. Ella es el camino más rápido para llegar al corazón de su hijo. Quien ama a María ama mucho a Dios.

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Tenemos una madre buena en el cielo; una madre sonriente que contempla con entrañable cariño nuestras luchas y nos alienta en nuestras cotidianas y diarias batallas. Todos sabemos lo grande que es el amor de una madre. Ellas nos demuestran cada día lo que significa dar la vida por la persona amada. No tienen reparo en desgastarse cada día para que nosotros tengamos vida y la tengamos abundante. Ellas han sido y serán siempre nuestros primeros buenos pastores que nos condujeron en el inicio de nuestra vida por caminos seguros y prados fértiles. Nuestra madre del cielo no solo no es muy distinta, sino que ama con el corazón mismo de Dios puesto que su alma fue atravesada, de un modo singular, por una gracia particularísima y sobresaliente: al de ser madre de Dios. Tenla presente en tu día a día y experimentarás seguridad. Dile piropos, reza jaculatorias y anímate a rezar el rosario en tus desplazamientos a la escuela, el trabajo y la universidad. De este modo su cuidado y su sonrisa dejarán de ser algo abstracto para llegar a ser un realísimo apoyo y consuelo en tu cotidiano caminar. EVANGELIO San Lucas 2, 16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

MIÉRCOLES 2 DE ENERO 1. Elías, Moisés y Juan Bautista. 2. Un sentido práctico y eficiente: vivir en Dios. 3. Concretar ya a principio de año cuándo hacer unos ejercicios espirituales. 1. La llegada del Salvador ha sido precedida en el hermoso panorama del correr de los siglos por la predicación de los profetas; de los cuales tres son particularmente importantes: Elías, Moisés y Juan Bautista. Elías, profeta poderoso y singular, exhortó a la penitencia y sostuvo, aun a riesgo de su vida, el mensaje divino que había recibido. Mediante el ayuno, el profeta preparó su encuentro con Dios y se hizo digno de recibir sus revelaciones (cfr. 1 R 19, 8-9. 11). Únicamente desde una actitud humilde puede el hombre abrirse a la intervención de Dios. Moisés intercedió por el pueblo y consiguió el favor de Dios. Con su plegaria abrió milagrosamente las aguas del mar Rojo, hizo descender un pan del cielo y llenó el campo de suculentas codornices que saciaron al famélico pueblo elegido. Cuando la fe del pueblo tremaba, hizo brotar de la roca un agua viva que sació la sed de todos. Moisés liberador del pueblo, hombre de fe inquebrantable, profeta poderoso en signos y prodigios. San Juan Bautista es el tercer gran profeta que precedió a Cristo. Los judíos llegaron a pensar que él era el esperado ya que de algún modo reunía las características propias del Mesías. El pueblo judío duda: ¿será el Cristo? La palabra de Elías está sobre él. Predica la conversión

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con voz potente y ánimo convencido. El poder de Moisés reverbera en cada una de sus obras. Los fariseos y los estudiosos dudan: ¿Acaso no será el nuevo Moisés o Elías que ha vuelto? La humildad de Juan se refleja no solo en la sinceridad de su respuesta que escuchamos en el Evangelio, sino en el modo mismo de hablar. No se conforma con decir que no es el Mesías en absoluto, sino que además no lo hace con propias palabras, sino que cita la Escritura: yo soy la voz que grita en el desierto: allanad el camino del Señor. El Bautista se definió a sí mismo como testigo del Mesías y morirá más tarde mártir de la verdad. Su particular secreto fue su profunda humildad. Nosotros también deseamos ser fiel testimonio de Cristo y llegar hasta el final en la defensa de la verdad de Dios y del hombre. Únicamente humildes llegaremos a ser capaces de traslucir la proximidad y ternura de Dios que con ternura hemos celebrado durante estos días. 2. La vida de san Juan Bautista llamaba la atención de todos. Retirado al desierto, vivía de forma extraña. Pronto generó un grupo de discípulos a su alrededor. Ciertamente era una vida dura y exigente. Es probable que por eso mismo muchos hombres, atraídos siempre por el deseo de un bien más alto, siguieran su estela con entusiasmo no disimulado. Aun cuando formó en torno a sí una pequeña comunidad, su vida era solitaria además de muy penitente. Vestía con piel de camello y comía de las poquísimas cosas que el desierto puede procurar para la manutención de sus moradores. Juan era atractivo porque mostraba aun sin darse cuenta que vivía para cumplir la voluntad de Dios. El Bau-

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tista era un auténtico polo de atracción a causa de su espíritu sobrenatural que, a la vez, le permitía tener un extraordinario sentido común. Su estrafalaria indumentaria y sus costumbres extrañas no hacían de él un hombre ajeno a las necesidades de los demás. Cuando militares, publicanos y la gente fue a preguntarle qué debían hacer, el nuevo profeta fue capaz de dar sabios consejos cargados del mayor sentido común. Nunca la vida en Dios nos apartará de un sentido práctico y eficiente de la vida. Antes bien todo lo contrario. Ser piadoso y cuidar al milímetro nuestras prácticas para con Dios nos hace, con el correr del tiempo, profundamente humanos. Eso es exactamente lo que contemplamos en Belén: Dios se ha hecho, permíteme repetírtelo, profundamente humano para que nosotros, sin dejar de serlo, lleguemos a ser intensamente divinos. 3. Este proyecto de crecer en intimidad con Dios y de afrontar nuestros problemas con practicidad se hará realidad si asumimos un propósito bien concreto: apartarnos unos días de nuestra vida normal y hacer un retiro espiritual. El comienzo del año es un momento privilegiado para que concretes cuándo vas a realizar tu fin de semana de retiro. Pide información en ese lugar donde tú formas: tu parroquia, tu movimiento, el colegio, un centro de formación… ¡donde sea! Es muy probable que ya tengan las fechas para los Ejercicios Espirituales o Cursos de Retiro. Aprovecha y apúntate sin dudar. Si te gustan los coches, sabrás perfectamente cómo funcionan. Cada vez tienen más potencia y optimizan mejor sus recursos para lograr un menor consumo de gasolina. Más potencia y menos consumo. El secreto está en

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la presión: los diferentes tipos de turbo no son más que eso; presión directa y altísima que hace al vehículo salir disparado. Así es un curso de retiro. Un momento para aproximarse a Dios muchísimo; un tiempo de silencio y de oración que sin ninguna tensión ni agobio meterán presión de la buena a tu vida para que salgas con bríos nuevos. Allí se repasa la vida de Cristo, hay ocasión de estar horas delante del Sagrario, realizar una buena confesión o tener una buena y larga charla con el director espiritual… Unos ejercicios espirituales son la oportunidad para pinchar la burbuja de una vida bien montada pero poco exigente que hace pensar si acaso toda esa existencia tan perfecta e ideal la has montado tú y no Dios. Cuarenta días estuvo Elías en el monte Horeb; cuarenta años, Moisés en el desierto; el Bautista trasladó también su residencia a las tórridas arenas del páramo… ¿y no podremos nosotros dedicar en exclusiva a Dios no cuarenta años ni cuarenta días, sino unas pocas jornadas? EVANGELIO San Juan 1, 19-28

Este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran: —«¿Tú quién eres?». Él confesó sin reservas: —«Yo no soy el Mesías». Le preguntaron: —«¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: —«No lo soy». —«¿Eres tú el Profeta?». Respondió: —«No». Y le dijeron: —«¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?». Él contestó: —«Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías». Entre los enviados había fariseos y le

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preguntaron: —«Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías ni Elías ni el Profeta?». Juan les respondió: —«Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

JUEVES 3 DE ENERO 1. Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. 2. Las palabras de Juan Bautista son para nosotros un aviso del inmenso amor de Cristo. 3. La dicha de participar de las Bodas del Cordero. 1. Había mil referencias del Antiguo Testamento con las que Juan podía haberse referido a Cristo cuando le vio en la circunstancia que nos narra el evangelio de hoy. Podría haberle llamado Mesías, siervo, liberador, templo o salvador… pero optó por denominarle como el cordero que quita el pecado del mundo. ¿A qué se refería el precursor? Dios ordenó a los israelitas de Egipto comer un cordero antes de su huida al desierto. «El mandato divino aparece registrado por primera vez en Éxodo 12, 3-11, donde se representa a Yahvé dando instrucciones a Moisés para librar a los judíos de la última plaga infligida a los egipcios, es decir, la muerte del primogénito. En el décimo día del primer mes cada familia (o grupo de familias, si eran pequeñas) tomaría un cordero sin mancha, macho, de un año, y lo guardaría hasta el día decimocuarto, y lo sacrificaría al atardecer. La sangre del cordero debía ser rociada sobre el dintel y las jambas de las puertas de las casas en la que se comería la comida pascual. El cordero debía ser asado y comido con pan sin levadura y hierbas amargas. Se debía consumir todo el cordero –cabeza, pies y entrañas– y, si quedaba alguna cosa hasta la mañana,

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debía ser quemada en el fuego. Se le ordenaba a los israelitas comer de prisa, con las cinturas ceñidas, el calzado en los pies y el bastón en la mano “pues es la Pascua (es decir, el Paso) del Señor”. La sangre del cordero en las jambas servía como señal de inmunidad o protección contra la mano destructora del Señor, quien destruyó en una noche a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, tanto del hombre como de la bestia. Esta ordenanza se repite en forma abreviada en Nm 19, 11-12, y de nuevo en Dt 16, 2-6, donde se mencionan a la oveja y el buey en lugar del cordero»1. La creencia constante de la tradición cristiana ha sido que el Cordero Pascual prefiguraba simbólicamente a Cristo. El Señor, por medio de su Sangre, salvó al hombre del pecado y lo protege de los ataques del enemigo. El poder salvador de su sangre y de su cuerpo son especialmente visibles para todos aquellos que lo reciben en la Eucaristía y lo adoran en los Sagrarios. La presentación del Bautista, por tanto, suena a nuestros oídos como una invitación a la adoración del Cordero en virtud del cual somos librados del pecado y que ha querido quedarse con nosotros hasta el final de los tiempos. 2. Por otra parte, el libro del Levítico (16, 21-22) prescribe un rito anual de expiación. En un cordero o chivo se cargan simbólicamente sobre la cabeza todas las iniquidades y transgresiones de los israelitas. Después era abandonado en mitad del desierto en medio de insultos y pedradas. Allí morirá solo y abandonado, y con él verán también la muerte todos los pecados cometidos por el pueblo durante ese año. Jesús es el cordero de Dios también en este sentido porque, además de proteger con su muerte a los fieles, ex-

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pía todos los pecados. Jesucristo fue acompañado fuera de la ciudad como el chivo expiatorio, entre insultos y pedradas, con escupitajos y salivazos. Allí murió solo y abandonado de todos, con la única presencia fiel a sus pies de su Madre María, san Juan y las santas mujeres. Las palabras de Juan resultan, para nosotros, especialmente significativas. Al predicar que Cristo es el cordero, anuncia de algún modo su muerte violenta, expiatoria y redentora; nos avisa a ti y a mí del inmenso amor de Dios para con el género humano. 3. La Iglesia nos hace reconocer la importancia de este título cristológico poniéndolo en un momento decisivo de la celebración eucarística. Justo antes de la unión de los fieles con Dios a través de la Sagrada Comunión, el sacerdote anuncia: este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. La sentencia es completada con la referencia final al libro del Apocalipsis: dichosos los invitados a la cena del Señor. San Juan, en el último libro de la Biblia, nos habla de un cordero capaz de abrir el libro que permanecía cerrado con siete sellos. Toda la Iglesia se reúne alrededor del cordero y celebra la definitiva liturgia gracias a su sangre salvadora. El escritor inspirado narra una Misa desde un preciso punto de vista: la Misa es la celebración de la Iglesia terrena y celeste que, junto al cordero divino que es Cristo, dirige sus oraciones y alabanzas al Padre. Lo hacemos todos juntos: los cristianos que peregrinamos aún en esta tierra y los que alcanzaron por la misericordia de Dios la gloria del cielo. Somos, ciertamente, muy dichosos de participar de la cena del cordero. Me pregunto si lo hacemos con frecuencia… o incluso a diario.

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EVANGELIO San Juan 1, 29-34

Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: —«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: —«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que ha de bautizar con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».

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J. F. DRISCOLL, «Paschal Lamb», The Catholic Encyclopedia, vol. 8, New York: Robert Appleton Company, 1910, http://www.newadvent.org/cathen/08755a.htm.

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