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GALDÓS Y LA GENERACIÓN DEL 98: DOS MODOS DE ENTENDER LA PRENSA Mana del Pilar García Pinacho UNIVERSIDAD SAN PABLO CEU Se ha discutido mucho acerca de la pertenencia de Benito Pérez Galdós a la Generación del 98: su pertenencia cronológica es, hasta ahora, el presupuesto enarbolado por quienes la rechazan; sus paralelismos literarios en cuanto a formas y contenidos lo son de quienes lo adscriben a este movimiento. No obstante, queda por analizar su participación en la Prensa de la época.' Hasta ahora las colaboraciones periodísticas de las grandes figuras de la historia, la política, la literatura o las ciencias no han sido estudiadas en profundidad y de forma exhaustiva, ya que se han considerado entretenimientos juveniles o labores anecdóticas. Ahora, cuando estamos a las puertas de un nuevo siglo, se han empezado a agotar las fuentes de otro tipo para culminar investigaciones originales y novedosas, y los curiosos y eruditos han vuelto sus ojos hacia las amarillentas hojas de los periódicos; ahora que muchos ya no se conservan debido, entre otras circunstancias, al caso omiso que se ha hecho de ellos como fuente histórica. Si los coetáneos de Benito Pérez Galdós le hubieran preguntado a él o a sus compañeros de redacción qué colaboraciones hizo en Las Cortes, dispondríamos de pruebas valiosísimas para comprender sus sentimientos políticos, más allá de su adscripción; si algún curioso hubiera rescatado las colaboraciones juveniles malagueñas de Antonio Cánovas del Castillo, en El Eco de la Juventud y La Joven Málaga, tendríamos sobre la mesa sus más genuinas tendencias, su primer talante, sus primeras formas y maneras; si alguien hubiera revoloteado buscando el indiscreto y sarcástico Murciélago de González Bravo hace cien años, hoy no haríamos especulaciones más o menos acertadas sobre sus contenidos y sus creadores. Y así podríamos seguir con un larguísimo número de ejemplos. Este hecho resulta extraño, más cuando la Prensa, desde mediados del siglo XIX, en general, y desde la Revolución del 68, en especial, supuso para los in' Existen importantes excepciones a este respecto, además de las recopilaciones y trabajos específicos de artículos periodísticos de los grandes autores de los siglos XIX y XX. V. J. Acosta Montoro, Periodismo y literatura, Madrid: Guadarrama, 1973; Celma Valero, Literatura y periodismo en las revistas del fin de siglo. Estudio e índices (1888-1907), Barcelona: Júcar, 1991; A. Dallae, Periodismo y Literatura, México: Universidad Nacional Autónoma, 1988; P. Palomo, (ed.), Movimientos literarios y periodismo en España, Madrid: Síntesis, 1997; y F. Rebollo Sánchez, Periodismo y movimientos literarios contemporáneos españoles (1900-1939), Madrid: Huerga & Fierro, 1997. 344
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telectuales, los escritores y los políticos, un instrumento de máxima importancia para el desarrollo y la difusión de sus ideas y escritos, un medio de expresión de incalculable valor. Como ya dijo Valera: ¿Quién si vale algo y si ha logrado alguna celebridad como escritor no ha sido o no es periodista en España? Balmes, Donoso Cortés, Pidal, Cuadrado, Pacheco, Pastor Díaz, Cánovas y muchísimos más, que son o pasan por ser nombres eminentes en nuestra tierra, han sido o son periodistas. Además, en lo que se refiere a la llamada Generación del 98, la Prensa adquiere si cabe aún más interés, pues este recién bautizado Cuarto Poder fue decisivo en el desarrollo de todos los acontecimientos históricos que en 1898 marcaron ineludiblemente el devenir de la Historia de nuestro país e hicieron que la tal generación tomara su nombre. Fue la Prensa, a excepción de El Socialista y otros pocos, quien defendió el honor patrio, quien excitó los ánimos, quien cegó de orgullo y optimismo los ojos de los españoles que enviaban a sus hijos a la guerra, uno de cada tres de los cuales no volvía; era la Prensa quien hablaba a gritos de los cerdos yankis y un largo etcétera de calificativos; y también fue la Prensa quien la misma tarde de la derrota de la escuadra de Cervera publicaba la verdad, la triste verdad; quien después hizo creer que aún se podría negociar; fue también la Prensa la que luego silenció los desafortunados destinos de los repatriados, de los ex combatientes. Pero, no olvidemos, que fue también la que, por puro instinto, abrió una nueva página que enterraba el pasado y mostraba un futuro esperanzador. Es en esta poderosa Prensa en la que colaboraron los autores de la Generación del 98. En este estudio hemos seleccionado a tres autores del 98, pues un estudio de todos sería, por ahora, inagotable. Hemos escogido, por tanto, a Azorín, porque él es el periodista de vocación, de raza; a Baraja, por todo lo contrario, ya que parece que para él lo periodístico de su vida es anecdótico, como podemos apreciar en sus memorias; y a Unamuno, porque sus colaboraciones son más intimistas que, por ejemplo, las de Maeztu o Machado, menos profesionales que las de Ortega y Gasset o menos características que las de Valle-Inclán. En el caso de Azorín, por mucho que amara la literatura, el periodismo no sólo fue su verdadera profesión y vocación, sino que, además, su estilo literario es periodístico o, por lo menos, él piensa que debe serlo. Según sus propias palabras «debe ser fiel a la realidad, exacto incluso en los detalles, informativo, casi científico».3 Colaboró con intensidad juvenil en La Voz de Monóvar, El Eco Monovarense, El pueblo, La Chachara, El Mercantil Valenciano y Bellas Artes de Valencia. Estas cabeceras nos pueden parecer poco significativas por desconocimiento, pero, a priori, son un síntoma claro de su ardiente vocación. Vocación que se consolida en Madrid en los grandes periódicos: El País, El progreso, 7
Cfr. Juan Valera, «Carlos Reyles. -José María Manrique.-El novelista Matheu. -Estado de la poesía lírica. -El periodismo. -D. Francisco Javier Simonet», en El Correo de España, Buenos Aires, 4-8-1897. 3 Félix Rebollo Sánchez, op. cit., pág. 40.
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La Correspondencia de España, Crónica, Madrid Cómico, Vida Nueva, España, El Imparcial, El Sol, La Luz, La Libertad, Crisol, Ahora, El Globo, El Mundo, Juventud, La Prensa de Buenos Aires, Electra, La Vanguardia y Las Noticias de Barcelona y ABC recogieron asiduamente sus escritos. El interés de Baroja por el periodismo es menor, a pesar de la amistad que le unía a Azorín. Con él colaboró en ABC, El Globo, España, El Imparcial, Juventud, El Mundo, El País y Electra. También hizo sus primeros pinitos en la Prensa provincial, como El Pueblo Vasco o La Unión Liberal. Más tarde trabajó en La Justicia de Salmerón, El Liberal, Germinal, Vida Nueva, Arte Joven, Juventud, Los Lunes de El Imparcial, Las Noticias, Ahora, El Ideal, La Opinión, El Radical de Lerroux, Revista de Occidente, Diario de Navarra, Heraldo de Aragón, La Voz de Guipúzcoa. Incluso, hizo regular su colaboración con un periódico argentino, La Nación de Buenos Aires, y ocasionalmente en dos revistas francesas, L'Intransigeant y La Revue Bleue. Todo esto resulta paradójico si tenemos en cuenta que Baroja es considerado como el menos «periodista». Unamuno, que se confiesa autor de unos cuatro mil artículos, comenzó su labor periodística a los 16 años en el Noticiero de Bilbao y poco a poco fue introduciendo sus críticas, artículos, ensayos e incluso poemas en El Norte, La España Moderna, La Lucha de clases, La revista blanca, El Nuevo Mercurio, Heraldo de Madrid, El Imparcial, Los Lunes de El Imparcial, El Globo, Las Noticias, Revista Nueva, El Sol, La Libertad, Salamanca, El Nervión, Diario de Salamanca, Revista Política Iberoamericana, Noticiario Bilbaíno, La Época, La Escuela Moderna, Revista Política y Parlamentaria, El Nacional, La Ilustración Española, Vida Nueva, Hispania de Londres, La Lectura, Nuestro Tiempo, Revista Ibérica, Alrededor del Mundo, El Socialista, Helios, Alma Española, España de Buenos Aires, Carmen, El Adelanto, Heraldo de Aragón, La Voz de Valencia, El Día, El Norte de Castilla, La Voz de Guipúzcoa, El Día Gráfico, El Radical, Ahora, El Defensor de Granada, La estafeta, Diario del Comercio, La Nación de Buenos Aires, Hojas Libres, El Mercantil Valenciano, Le Monde, El Repertorio Americano y La Revue de Géneve. Esta muestra inequívoca del interés de la Generación del 98 por el periodismo se traduce en miles de escritos que aún quedan por recopilar. Estos textos lógicamente se plegaban a las tiranías impuestas por el soporte: a la periodicidad, cuando eran regulares, y a un espacio limitado, siempre. En este último aspecto cabe destacar las novelas publicadas en folletín, ya que quedan sujetas a las condiciones antes citadas, otorgándoles por tanto formas características. Además, más allá de sus colaboraciones, más o menos esporádicas o regulares, adquiere una particular relevancia el hecho de que ellos mismos crearan publicaciones o se agruparan en torno a revistas que se convierten en espejo de sus anhelos. El problema que se planteó fue que, en el caso de las que ellos fundaron, no cubrieron satisfactoriamente sus expectativas a causa, otra vez, de las vicisitudes que les imprimía el medio y, en las que se adhirieron, no encontraron la libertad que precisaban y no lograron hacerse con su espíritu. Sin embargo, creemos que si no llegó a consolidarse una publicación que agrupara a todos los escritores de esta Generación fue debido a sus tan diversas
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y peculiares personalidades e intereses, lo que ha motivado que hoy día todavía haya quien ponga en duda la existencia del grupo literario. Éste fue el caso de Germinal, Madrid Cómico, Gente Vieja, Vida Nueva, Revista Nueva, La Vida Galante, España Contemporánea o Nuestro Tiempo. Estas revistas contaron con las firmas de estos autores, pero resultaron ser demasiado pluridisciplinares, demasiado radicales, demasiado anquilosadas, demasiado vanguardistas, demasiado... En definitiva estrechaban sus miras de una forma u otra. Distinto fue el caso de Arte Joven, Electra y Juventud ya que no cuajaron, si no por los mismos motivos que las anteriores, sí quizás por pretender las elevadas y, a veces, utópicas ilusiones de los regeneracionistas. Sin embargo, Arte Joven y Juventud les sirvieron, según Baroja4, para establecer sólidas relaciones entre ellos y Electra fue sólo producto de la emoción del momento del estreno de la obra de Galdós. De hecho, Baroja narra exhaustivamente el estrepitoso y escandaloso estreno del autor canario y cómo «nosotros, los periodistas, fuimos a la redacción de El País y escribimos cada cual un artículo sobre el drama», artículo cargado de vehemencia del que luego, por lo menos, Baroja se arrepiente al afirmar que él mismo pudo comprobar que al propio Galdós le amilanaron las consecuencias, por lo que Electra, la revista, murió de puro ímpetu y emoción.5 Por ello, los escritores del 98, como todos los grandes que les antecedieron cronológicamente, se encontraron más cómodos trabajando en los grandes periódicos de gigantescas tiradas, aunque fueran de carácter político o adscritos a una ideología, porque en ellos se implicaban artísticamente menos, tenían garantizada una mejor y mayor difusión, tenían asegurados unos ingresos económicos avalados por la solidez de las empresas periodísticas y, en ocasiones, les otorgaba cierto prestigio. Por eso colaboraron en El Globo, El País, El Progreso, El Imparcial -sobre todo en Los Lunes de El Imparcial- o ABC y en La Prensa y La Nación de Buenos Aires, caracterizadas estas dos últimas por ser muy buenas pagadoras. Resulta muy gráfica la narración de las Memorias de Baroja acerca de su colaboración en La Revista Nueva: Otra redacción que frecuenté por entonces fue la de La Revista Nueva, que creo se fundó en 1899. Este año, Luis Ruiz Contreras me invitó a tomar parte en esa revista como socio y como redactor. Yo, al principio, rehusé. -¿Es que quiere usted abandonar la literatura?-. Me preguntó. -Por lo menos, el periodismo no me importaría nada dejarlo; para lo que da, me parece que sería lo más prudente. Insistió varias veces, y quedamos de acuerdo en que yo escribiría y daría algún dinero, no mucho, porque no lo tenía, y el periódico se costearía entre varios: Ruiz Contreras, Gonzalo Reparaz, el maestro Lasalle y el novelista José María Mathéu y yo. Mathéu era una excelente persona, y estaba dispuesto a trabajar y a pagar. Los demás eran cucos que tenían su plan [...]. Cfr. Pío Baroja, Obras completas. Desde la última vuelta del camino. Memorias, vol. 1, Barcelona: Círculo de Lectores, 1997. págs. 802 y 852. 5 W.,págs. 816-22.
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Pagué yo dos o tres plazos de mi cuota de La Revista Nueva; llevé algún mueble y algunos grabados que procedían de la Sociedad de Acuarelistas, que estaba en mi misma casa, y que los había abandonado, dejándolos en el patio, hasta que me pareció una primada demasiado fuerte el tener que pagar por publicar artículos, pudiendo publicarlos en otro lado, por lo menos, gratis. Además, ocurría que otros escribían en la revista, naturalmente, sin pagar nada, y además eran solicitados. Al no querer pagar más, Ruiz Contreras me advirtió que algunos socios, entre ellos el señor Icaza, que había sustituido al señor Reparaz, decían que si yo no daba mi parte alícuota, no debía seguir colaborando en la revista. «¡ Ah, muy bien! No escribiré», y dejé de escribir. Antes de colaborar en La Revista Nueva había publicado artículos, como he dicho, en varios periódicos, entre ellos en El Liberal, en El País y El Globo. No es de suponer que La Revista Nueva, de escasa tirada, me hiciese ser conocido del público más que El Liberal o El País, que eran periódicos muy leídos [...]. A La Revista Nueva solían ir con frecuencia Rubén Darío, Benavente, ValleInclán, Maeztu, Palomero, Candamo, el francés Cornuty y otros muchos.6 Al margen de estas determinantes cuestiones, es indiscutible que hicieron periodismo; otra cuestión no menos interesante es por qué hicieron periodismo. Las posibles respuestas a esta pregunta ya las había resumido Larra: Figurábaseme, sí, desde luego, obra de romanos el llenar y embutir con verdades luminosas las largas columnas de un papel público; pero en cambio era para mí de la mayor consideración el imaginarme a la cabeza de una sección literaria, recibiendo comunicados atentos y decorosos, viendo diariamente consignadas en indelebles caracteres de imprenta mis propias ideas y las de mis amigos y, sin más trabajo, a mi parecer, que el haber de contar al fin de mes los sonantes doblones que el público desinteresado tiene la bondad de depositar en cambio de papel en los arcones periodísticos de una empresa, antorcha y luz de la patria, y órgano de la civilización del país.7 Y también había especificado claramente las consecuencias: «¡ay de mí, insensato, que chasco sobre chasco, vivo hoy tan desengañado de periodista como de autor de comedias».8 Por lo tanto, y como hicieron después los noventayochistas, insatisfechos, pretendió Larra crear sus propios periódicos y como él dice «por qué no», ya que, al fin y al cabo, «en todos los países cultos y despreocupados la literatura entera, con todos sus ramos y sus diferentes géneros, ha venido a clasificarse, a encerrarse modestamente en las columnas de los periódicos».9 Así que, a priori, podríamos suponer que esta Generación se volcó en los periódicos para dar a conocer sus escritos en un medio que en tiempos de Larra ya era «el grande archivo de los conocimientos humanos, y que si hay algún medio en este siglo de ser ignorante, es no leer un periódico»10 y, desde otro punto de 6
Cfr. Baroja, op. cit., págs. 705-76. Cfr. Mariano José de Larra, «Ya soy redactor», en La Revista Española, 19-3-1833. 8 Cfr. art. cit. Id., «Un periódico Nuevo», en La Revista Española, 26-1-1835. 10 Id., art. cit. 7
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vista, al fin y al cabo, «los escritores que han hecho libros, todos han vivido de profesores, de empleados, de articulistas o de todas estas cosas mezcladas».11 Aunque pueda parecer ruin, el periodismo siempre ha salvado la precaria economía de los grandes escritores, si bien es cierto que hemos comprobado, en palabras de Baroja, que colaboraban en ellos aun gratis e, incluso, en ocasiones, pagando. Tengamos, por ejemplo, en cuenta que Baroja recibió mil pesetas por Zalacaín el Aventurero, frente a unas trescientas por sólo «varios artículos» y que, aunque nunca lo cobró, por publicar César o nada en El Radical le habían prometido quinientas,12 lo cual quiere decir que objetivamente los artículos y los folletines se pagaban bien o, por lo menos, era más rentable que escribir novelas. A pesar de todo ello, cuenta que cuando trabajaban en El Mundo lo que ganaban no les daba para poder salir por las noches y se iban todos a dormir, entre los que incluye a Azorín, Pinillos, Jardiel y Pizarroso13 y concluye de forma tajante al afirmar que «¡qué vidas más míseras!».14 Sin embargo, existe otro motivo de acercamiento a los periódicos que Baroja deja entrever cuando habla de El País y El Liberal. Es el prestigio y la fama lo que les mueve a publicar. De hecho, en dos ocasiones refiere con orgullo sus colaboraciones en Los Lunes de El Imparcial, porque era para los que empezaban una «pequeña consagración periodística»,15 lo que no es obstáculo para que confiese ya célebre que vive, no de sus libros, sino de los artículos que manda a La Nación de Buenos Aires.16 El aspecto vocacional, ante todo ello, parece quedar relegado ante otros intereses, salvo en el caso de Azorín. Pero hasta Baroja reconoce que de joven le hubiera gustado practicar el reporterismo y que si no lo hizo fue porque no encontró un periódico que quisiera sus trabajos.17 Es decir, la vocación existe, porque vocación y amor es lo que muestra Unamuno al hablar de los suyos: «cuarenta y cuatro años con más de cuatro mil artículos sin duda. Aquel artículo es el patriarca de una familia de más de cuatro mil hijos que de él salieron».18 Pero lo más relevante de Unamuno, no obstante, es que nos descubre la clave del más íntimo impulso que a todos los miembros de la Generación del 98 de forma unánime les hace acudir a los papeles periódicos: ¿Cuál fue mi emoción al ver por primera vez en letras de molde mis juveniles elucubraciones? No lo recuerdo, pero seguramente me sentí ligado ya a mi pueblo para siempre, obligado a aleccionarle. ¡Había empezado mi carrera de apóstol civil!19
" Cfr. Baroja, op. cit., pág. 920. 12 Cfr. Baroja, op. cit., págs. 909, 915, y 928; vol. II, pág. 159. 13 Id., vol. I, pág. 652. 14 Id., pág. 697. 15 Id., págs. 653 y 859. 16 Id., pág. 1.017. 17 Id, pág. 765. 18 Cfr. Miguel de Unamuno, Prensa de Juventud, Madrid: Cía. Literaria, 1995, págs. 366-67. 19 Id.
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He aquí la inspiración: el apostolado. En otras palabras, la regeneración. Este punto de partida tan simple supone una novedad casi revolucionaria, no para los periódicos y periodistas profesionales, pero sí indudablemente para los escritores que enriquecen la prensa con sus opiniones. Se había dado un paso gigantesco en el utilitarismo de la Prensa; ahora la Prensa es magisterio y no como dijera Valera: El periodismo no es institución, ni magisterio, ni cosa que lo valga, sino un modo de publicar en hojas sueltas o en cuadernos, de diario, semanalmente o en otros determinados períodos y valiéndose de la máquina llamada imprenta cuanto a los que se dedican a escribir puede ocurrírseles, de bueno de malo, de discreto o de tonto.20 En justicia, hay que reconocer que a este respecto tuvieron un antecedente en Larra y otro más próximo y menos reconocido en Clarín, que en un artículo titulado «Los periódicos» defiende que «la prensa no es una carrera, debiera serlo. Para periodista cree servir cualquiera»21 y se preocupa porque los periódicos son una gran tribuna para la enseñanza popular, y no se aprovecha [...] Periódicos, eso lee el pueblo por ahora. Pues bien, tanto como el maestro, que pone el medio, el saber leer, importa al periodista, que deba poner el fin, lo que el pueblo debe leer. Y de mí sé decir, que cuando se me pregunta qué soy, respondo: principalmente, periodista.22 Es precisamente en este aspecto, el concepto de periodismo, su utilitarismo, en donde radican las diferencias fundamentales entre Benito Pérez Galdós 23 y los miembros de la Generación del 98. Verdad es que el canario colaboró en más de una veintena de periódicos y revistas, entre ellos algunos tan importantes en su tiempo como Las Novedades, El Debate o La Nación; que tuvo una vocación periodística muy temprana que fraguó en publicaciones locales, como La Antorcha, El Guanarteme, El Ómnibus, etc.; y que coincidió en las redacciones de algunos periódicos y revistas con los entonces jóvenes del 98, como Gente Vieja, El Mundo, El Globo y La Prensa y La Nación de Buenos Aires. Sin embargo, al periodismo de Galdós le faltó intención y voluntad aleccionadora, concibió el periodismo como un medio difusor de primer orden, como una manera de introducirse en la élite de quienes tenían el poder, y, en definitiva, sólo lo define como un «excelente aprendizaje para mayores empresas»24 . Es más, para él era un trabajo duro, cruel, intenso y absorbente. En palabras suyas: 20
Valera, art. cit. Cfr. Clarín, «Los periódicos», en El español, 28-10-1899. 22 Id. 23 Vid. Pilar García Pinacho, La Prensa como fuente y subtema de los «Episodios Nacionales» de Benito Pérez Galdós, Tesis Doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 1995; «La prensa como fuente y subtema en los artículos de La Nación» en el V Congreso Internacional Galdosiano, Las Palmas de Gran Canaria, 1995; «Pasado, presente y futuro de la Prensa en Amadeo I», en el VI Congreso Internacional Galdosiano, Las Palmas de Gran Canaria, 1997. 24 Cfr. B. Pérez Galdós, Amadeo I. Episodios Nacionales, vol. V, Madrid: Aguilar, 1992, pág. 234. 21
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El que por expiación de sus pecados o por una injusta ley del destino soporta en este valle de lágrimas la pesada carga de escribir cada semana una revista de los acontecimientos que pasan o dejan de pasar en esta villa, es una de las víctimas más dignas de compasión que registra el martirologio literario. Triste es la suerte del esclavo de la noticia, del que consagra todas las horas de su existencia a la recolección más o menos fácil de mentiras creíbles y de verdades inverosímiles. 5 Y lo mismo sucede con sus labores en los folletines, «una de las tiranías más horribles», tiranía que describe desde el punto de vista de quien la padece: esclavo de una semana vive sujeto a todos los caprichos de su ama. Espía todos sus actos, sorprende todos sus secretos, lee en sus ojos, adivina e induce. Tiene que ser lo que ella es, aun es después de ella. La representa, la refleja y la solemniza; porque es el testamento escrito de aquellos siete días que pasaron, el acta pública de los hechos que le dieron vida y carácter en la serie del tiempo.26 Galdós, por otro lado, distingue entre periódico y revista, pero en su definición de ésta última no encontramos el espíritu aleccionador y regeneracionista de los del 98: Son consideradas acertadamente las Revistas como publicaciones que al mismo tiempo participan del periódico y del libro. Sin embargo, a pesar de la forma en que salen al público, aunque no pueden librarse de la preocupación momentánea, así como del apasionamiento que engendran los hechos en su precipitada sucesión; más bien debe asimilarse al carácter de serenidad propio del libro, que al bullicioso y voluble de la publicación periódica. Con respecto a la reseña de los sucesos políticos, esos trabajos han de ser crónicas imparciales, escritas con tal rectitud y reposo, conforme se desarrolla la serie de acontecimientos, que, compilados en otra edad, pueda con ellas hacerse fácilmente historia.27 Estas últimas palabras ofrecen una buena visión de las inquietudes periodísticas de Galdós. En primer lugar, nos parece determinante el hecho de que Galdós concibiera la Prensa como espejo de la realidad, aunque se incluya en este reflejo el análisis y la opinión, y no va más allá. Es un gran observador de su entorno y, por tanto, sus artículos pretenden ser, nada más y nada menos, que la narración de los «acontecimientos que pasan o dejan de pasar». Por eso, a él le preocupa, y así lo demuestra constantemente, que no haya suficiente libertad para hacerlo; preocupación que no afecta a la Generación del 98. Es lógico si consideramos que cuando los jóvenes escritores acceden a los periódicos la Libertad de Imprenta, con alguna restricción, es un hecho, mientras que en la época de Galdós tenían que luchar por salvar las mordazas impuestas por la censura.28 Este decimonónico concepto de Prensa, relacionado probablemente con el nacimiento y auge de la Prensa informativa que le tocó vivir, condiciona su obra 25
Cfr. William Shoemaker, Los artículos de Galdós en «La Nación». ¡865-1868, recogidos ordenados y dados nuevamente a la luz con un estudio preliminar, Madrid: ínsula, 1972, págs. 229-30. 26 Id. 11 Cfr. AA.VV., Galdós, Periodista, Madrid: B.C.I., 1981, pág. 369. 28 Vid. García Pinacho, op. cit.
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no periodística, tanto como al 98 el suyo. Este es el motivo de que en Galdós las referencias periodísticas le sirvan para contextualizar temporal y espacialmente sus novelas y de que acuda a los periódicos como una fuente histórica fundamental para acercarse a la actualidad de otros tiempos, pues para él son la verdad del Pasado, una cosmovisión que le lleva a apreciar la realidad «periodísticamente». Así es su visión de la vida cotidiana, desglosada y manufacturada gracias a esta su especial sensibilidad. Esta idea la tuvo Galdós desde su primera juventud. En una narración, «Crónicas futuras de Gran Canaria», de 1866, trasladó a sus lectores al año 1999 y les contó lo que iban a encontrar. ¿Cómo? A través del editor del periódico: consentirá que sujetemos su periódico al estirador mecánico, y que probemos su ductilidad vital, que debe ser mucha a juzgar por la buena pasta de este periódico y su robustez y lozanía de que hace alarde. Vivirá, no hay duda. Su organismo renovado cada día, resiste al deterioro, su espíritu puede vivir en la tierra más que estos inquietos y volanderos espíritus nuestros que no están bien en ninguna parte. De modo que vamos a emplear el procedimiento de hacer vivir a EL ÓMNIBUS ciento setenta, ciento setenta años más de los que ya tiene encima, y como la prensa es un reflejo de los tiempos y de las costumbres, en él encontraremos lo que buscamos. Imposibilitados de vivir en el año 1950, por ejemplo, leemos los periódicos de esa época.29 De sus novelas, el mejor ejemplo lo tenemos en las dos primeras series de los Episodios Nacionales, porque para documentarse hemos podido comprobar que Galdós revisó y reflejó los contenidos de más de una decena de cabeceras de la época. Los textos de estos periódicos aparecen idénticos en los veinte Episodios, incluso entrecomillados, y perfila y describe a sus personajes a través de los periódicos que leen.30 Por todo ello, periodísticamente no podemos incluir a Galdós en la Generación del 98, ni siquiera como antecedente, ya que hemos podido constatar que sus conceptos son bien distintos. Hoy, en 1998, las nuevas generaciones de escritores, tan distintos como Antonio Muñoz Molina o Arturo Pérez Reverte, han vuelto a llenar las páginas de los periódicos de mayor tirada y recurren a las fuentes periodísticas para constextualizar los espacios, los tiempos y los personajes de sus obras.31
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Cfr. H. de V . [Pérez Galdós]. «Crónicas de Gran Canaria», en El Ómnibus, Las Palmas de Gran Canaria, 17-11-1866. Vid. García Pinacho, op. cit. Vid. García Pinacho, «La Prensa en la Novela d e Antonio Muñoz Molina», en el /// Simposio internacional Luis Goytisolo sobre Narrativa Hispánica Contemporánea, Puerto de Santa María (Cádiz), 1995; «Radio, Prensa y Televisión en la novela d e Muñoz Molina», Congreso La Lengua y Los Medios de Comunicación, Madrid: Facultad de CC. de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, 1996.