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Vida de Galileo Introducción: • EL TRAUMA Galileo se ha convertido en un símbolo: conflicto entre la ciencia y la Iglesia; los científicos lo han tomado como pretexto: bandera para justificar se ruptura con la Iglesia o su alejamiento de la fe, cuyas razones habría que buscar en otro género de motivos: ante la autosuficiencia del trabajo científico, la religión, quedara marginada, en una vía muerta absolutamente inservible. Las manifestaciones triunfalistas de numerosos científicos, siempre en tono agresivo y carente de buenas disposiciones para el diálogo, estorbaron una serena reflexión acerca de la actitud católica y, por ende, un análisis objetivo del llamado trauma Galileo. Galileo fue condenado ad formalem carcerem, es decir, a un encarcelamiento puramente formal: no sufrió encarcelamiento ni fue torturado. Pero que proporciono un abundante material de polémica en la segunda mitad el siglo XIX a los representantes del liberalismo antirreligioso y anticlerical. Frente a todo esto, los católicos estaban empeñados en arrancarles a sus adversarios el terreno que éstos le habían usurpado sin razón. Es decir, que en ambos casos se acometían cuestiones que superaban los límites del trauma Galileo. Por lo demás, desde el campo católico se ha intentado aclarar de los hechos apelando a cuestiones de fondo y conectar lo sucedido con las circunstancias históricas que le sirvieron de marco, nadie por el contrario, ha defendido la sentencia. Así se dan varios intentos por recopilar o hacer un juicio objetivo sobre el caso: Grisar, A. Müller, Ludwig von Pastor, Gustav Schürer, Friedrich Dessauer y Pio Paschini tratan de enfocar los hechos con justicia pero ninguno lo consigue completamente. Desde entonces, la sombra de Galileo planeó sobre el Concilio: el cardenal Suenens y poco tiempo después el arzobispo Eugene D´Souza proponen elaborar un texto nuevo y definitivo; el obispo adjunto de Strasburgo, León A. Elchinger propone la rehabilitación del astrónomo como la mejor manera de demostrarle al mundo que la Iglesia no tenía ningún complejo ni abrigaba temor frente a la cultura moderna como muchos creían. Pablo VI se hace eco de estas intervenciones y se formula la constitución apostólica Gaudium et spes (1965), en la que se dice entre otras cosas: Muchos de nuestros contemporáneos parecen temer que a causa de una conexión más estrecha de la actividad humana con la religión se obstaculice la autonomía de los hombres o de las ciencias. ...las cosas creadas y las sociedades gozan de layes y valores propios, que el hombre va gradualmente conociendo, aplicando y organizando, es absolutamente legítimo exigir esa autonomía..., si la investigación metódica en todos los terrenos de la ciencia se lleva a cabo de manera verdaderamente científica y de acuerdo con las leyes morales, nunca podrá en realidad pugnar contra la fe... Nosotros hemos de hacer un esfuerzo para volver a hablar del caso Galileo sin agresividad y sin complejos de culpabilidad. Lo que ocurre cuando el hombre no asume su propia historia es que tampoco aprende a vivir con ella y de ella. Se tiene que analizar el caso dentro de un marco histórico: abordándolo en su propio contexto y no desde una perspectiva actual: ordenado en el panorama espiritual, religioso y político del tiempo en que tuviera lugar, sin caer en el error de aislarlos de la trama global porque solo si se pone en práctica con rigor este método intelectual. Cualquier juicio emitido deberá hacerse con sumo cuidado dada la limitación y la relatividad de los propios puntos de vista y de los ajenos, así también, deberá tomarse en cuenta la historia, que viene a ser la experiencia de la Humanidad, y que al ser asumida llega a ser la maestra de la vida tanto para científicos como para teólogos. Contenido: • HISTORIA 1
Marco histórico: Nació en Pisa el 15 de febrero de 1564, en el mismo año del fallecimiento de Miguel Angel y nacimiento de Shakespeare; poco tiempo después de ser aprobado el Concilio de Trento, después de las graves perturbaciones que acarreó la Reforma de Lutero y Calvino. Nace pues en un mundo en el que se confundían la política y la religión, la mística y el poder, el heroísmo y el arte apasionado del barroco. Hijo de un notable compositor, pero no hombre acaudalado por lo que se ganaba la vida como negociante en paños. De él recibió sus primeras enseñanzas, seguido por un estudio de literatura griega y latina, donde sobresalió pero esto no ocurrió en sus posteriores estudios, en general no fue muy constante aunque desde sus primeros trabajos dejó entrever la originalidad de sus planteamientos, poniendo de relieve lo que sería un rasgo destacado de su carácter: dejar constancia ante testigos de su autoría; pero esta época le valió para entablar contactos científicos que le sirvieron para conseguir una cátedra en Pisa a pesar de su formación irregular y de carecer de grados académicos. El secreto de su capacidad pudo consistir en una genial combinación de experiencia −midiendo, pesando, observando, contrastando datos− y de ciencia matemática, en definitiva los fundamentos teóricos de la moderna Ciencia de la Naturaleza y el principio de un proceso socio−intelectual, abierto e iniciado por él. Después de la muerte de su padre, Galileo hubo de hacese cargo de su madre y sus hermanos: se vio en una apurada situación económica que le impulsó a buscar una colocación más lucrativa: consigue una cátedra de matemáticas en padua y desde el primer momento gozó de una afluencia extraordinaria de estudiantes. Por aquel tiempo mantuvo relaciones con marina Gambra, de la que tuvo tres hijos. Aparte de sus cursos de geometría ya se dedicaba a la astronomía, siguiendo las enseñanzas de Ptomoleo, según la moda de su tiempo, sin tomar en consideración ni a Copérnico ni a Tycho Brahe, aunque cundo Kepler le remite un ejemplar de su publicación Prodromus afirma que ya había optado por Copérnico desde hacía años, aunque no se sentir estimulado a publicar sus trabajos por no haber más autores en la línea de Kepler; cabe mencionar que ocho años después todavía explicaba el sistema tolemaico utilizando las pruebas que se venían aduciendo desde antiguo y que ya Copérnico había refutado tiempo atrás En 1609 y más como resultado de su habilidad práctica, que como fruto de sus conocimientos teóricos construye un telescopio, el cual había comenzado su despliegue triunfal desde su primera aparición, un año antes, por su importancia para la navegación y la estrategia militar. Lo decisivo fue que empezó a observar por la noche el cielo abarrotado de estrellas. Y ahí se inició en verdad una etapa nueva para la astronomía. Pronto describió sus observaciones, empezando por las lunas, el grupo de las Pléyades y la Vía Láctea. Mayor repercusión tuvo las lunas de Júpiter que giraban a su alrededor en órbitas desiguales con lo que quedó comprobado que un planeta puede girar perfectamente alrededor del Sol llevando sus lunas a cuestas como files satélites. Le siguió Neptuno, pero no lo consideró planeta. Y en los años que siguieron, habiéndose construido un aparato de extraordinaria precisión, hizo unas mediciones muy exactas. Así Galileo, a la edad de 46 años, presento al público sus descubrimientos en 1610 en un texto que tituló Siderus nuntius −El mensajero celeste−. La resonancia de su obra fue enorme; ni Copérnico ni Kepler alcanzaron con sus escritos el éxito que este tuvo, esto porque se valió de la mercadotecnia de su tiempo despertando la curiosidad y prometiendo espectáculos fascinantes; lo más importante en esta publicación fue que aceptaba como cierto el sistema copernicano. Decide marcharse de Padua. Se trasladó a Florencia. Siempre había cuidado mucho las relaciones con los gobernantes y en esta ocasión le facilito su regreso a Florencia, aparte de que la ocasión era propicia; sus famosos descubrimientos, la estabilidad de su situación económica y el gran prestigio de que ya gozaba, lo que le propició una nueva ocasión para más tanteos y negociaciones. Fue nombrado por Cósimo II, noble prominente, Primario Matemático dello Studio di Pisa e Primario Matemático e Filósofo del Granducea di 2
Toscana con una asignación de 1,000 escudos que tendría que pagarle la Universidad de Pisa. Kepler, el matemático imperial, recibió un ejemplar del Sidereus Nuntius muy entusiasmado por la lectura concluyó un escrito de respuesta en el que hacía muy expresivos elogios del autor. Pese a ello, prefería ceñirse a sus propias ideas. De modo semejante se pronuncio el jesuita Cristoph Clavius y con este inició Galileo un intercambio fecundo de punto se vista entre los dos científicos. Así, pues, se veía reconocido por dos de los astrónomos más destacados de su tiempo, pero tampoco le faltaron adversarios, como el profesor boloñés Magín, Horky, Francisco Sizzi, esto sucedió porque la nueva tesis chocaba con las convicciones más generales, por lo que fueron acogidas con desconfianza., además de que los telescopios de aquella época no eran instrumentos exactos, no se podían graduar. Galileo se desplazó a Roma en marzo de 1611 y allí se topó con un ambiente fascinante ya que bajo el pontificado de Pablo V, se había producido una verdadera explosión en arte, religiosidad y en la Romo culta importantes centros del saber, comenzó para el un frenético e interminable carrusel de invitaciones, conferencias y coloquios en los que tuvo ocasión de relacionarse, el mismo Pablo V, honró con muestras de extremada consideración, así mismo el Colegio de los Cardenales, el Colegio Romano, donde se organizo un acto académico en su honor. Lo decisivo de aquel episodio fue que los jesuitas astrónomos de la Universidad romana reconocieron con Galileo que al menos un planeta giraba alrededor del Sol y que, por tanto, la concepción tolemaica era ya insostenible. Aunque más prudentes que Galileo a la hora de formular sus decisiones, quedándose en una posición intermedia con relación a las teoría de Copérnico. Galileo, no disimulaba su adhesión al pensamiento copernicano y no dejaba pasar oportunidad que le permitiera ganar adeptos, sin advertir que contrariaba, provocándolos, a quines en la línea tradicional defendían que la Tierra permanecía inmóvil en el espacio. No faltaron amigos que llamarían su atención sobre ello instándole a ser más cauteloso en lo sucesivo. Apareció en escena un personaje cuya categoría jerárquica, científica y cívico−religiosa le confería de antemano un excepcional relieve: el cardenal Roberto Bellarmiano, con quien Galileo ya había tenido contacto; el cardenal sometió cinco cuestiones a sus hermanos de religión, Clavius, Grienbaerger, Van Maelcote y Lembo, jesuitas exponentes del Colegio Romano en astronomía. Quines poco tiempo después, confirmaron, con mínimas diferencias, las tesis de Galileo. A partir de ahí, lo que se planteaba eran las repercusiones que tendrían tales descubrimientos. Comenzaba la polémica en torno a Copérnico en la que Bellarmino asumiría los aspectos teológicos. El balance de su estancia en Roma, que terminó el 4 de junio de 1611, no puedo ser más satisfactoria para él. Poco antes de salir de Roma, la Inquisición investigó los antecedente de Galileo, un poco aparecía citado en un proceso seguido contra el filósofo Cremonini, pero antes de que el astrónomo visitar Roma. Roberto Bellarmiano Con motivo de un nuevo encuentro de Bellarmino con Galileo −sobre el proceso contra G. Bruno− se intenta hacer creer que a partir de este se cernió sobre Galileo una sombra que oscurecería progresivamente su camino hasta su muerte. Por lo que nos detenemos para hacer una rápida radiografía a este eminente cardenal: Oriundo de Montepulciano, toscana, hijo de la hermana del papa Mercelo II. Jesuita a los dieciocho años. Al frente de la provincia de Nápoles como superior de la Compañía de Jesús, arzobispo de Capua, cardenal en 1599 y desde entonces residió en Roma, donde murió en 1621. Canonizado en 1930. Religioso ejemplar, piadoso y apartado del mundo; incluso como cardenal llevaba una vida sobria y retirada. Era el hombre más influyente de la Curia en las cuestiones acerca de la concepción del mundo planteada por el sistema copernicano, pero se percató de las consecuencias derivadas de tales novedades; el mismo tuvo conflictos con la Inquisición, sabía pues, por experiencia personal, el riesgo profesional que corría todo teólogo y podía comprender sin gran esfuerzo la situación de Galileo. II. SU CASO 3
La afirmación de que el Sol permanece fijo y es la Tierra la que gira a su alrededor no sólo corría el riesgo de provocar a los teólogos sino de hacer daño a la misma fe al imputarles errores a la Sagrada Escritura Sistema copernicano tenía un mero valor de hipótesis hasta que no se aportaran las pruebas que demostraran su validez efectiva El ambiente general se estaba cargando de un alto grado de tensión Galileo no sufriría la más leve molestia mientras se limitara a analizar el sistema copernicano y sus argumentos demostrativos sin entre en cuestiones teológicas. Primera denuncia ante el Santo Oficio por Caccini, se examinó su trabajo, se ponía de relieve que Galileo se servía en ocasiones de expresiones inadecuadas, pero que no se había desviado del camino de la fe católica. Exigencias: que se mantuviera callado y dedicado exclusivamente a trabajar hasta que obtuviera pruebas sólidas a favor de la teoría copernicana tanto en el aspecto matemático como en su vertiente bíblica. Esfuerzos de sus oponentes por conseguir la intervención del Santo Oficio Se somete el 23 de febrero de 1616 a dictamen de los expertos del Alto Tribunal dos tesis que recogían lo esencial de la teoría copernicana, se concluye que hay un rechazo desde el punto de vista filosófico, su fin real era liberar de toda sospecha de error al texto bíblico. El Cardenal Bellarmino habla con Galileo, podía seguir trabajando sobre dicha hipótesis y todo lo que sirviera para demostrar la utilidad astronómica−matemática y la coherencia interior del sistema copernicano y no enseñar la doctrina copernicana No se le califica de herético el sistema copernicano, sino como totalmente contradictoria con la Sagrada Escritura, se pone de manifiesto el esfuerzo realizado por ahorrar a Galileo y otros un reproche o acusación. Reanudo su trabajo, pero siguió teniendo confrontación con algunos y prepara el Dialogo, es incauto su libro. Sus adversarios se aprestaron a conseguir una expresa prohibición eclesiástica de tan controvertida obra. Era un juego de intrigas entre Riccardi, Ciampoli y Galileo. Se le asigna una comisión, con muchas consideraciones del papa Urbano y de muchos otros, es revisada obra y se denuncian ocho aspectos donde el más importante es el que reprochaba a Galileo por haber presentado el sistema heliocéntrico como comprobado irrefutablemente. Peso mayor tuvo el menosprecio de Galileo a la prohibición que se le impuso en 1616. Es transferido el caso al Santo Oficio donde se analiza el contenido del Diálogo en septiembre de 1632, llegan a las mimas conclusiones que la Comisión, y cita a Galileo, había que esperar la sentencia, el proceso estaba en marcha y ya no se detendría ni podía evitar que pusieran restricciones a su libertad; no se le encarcelo, se le permite vivir en la embajada de Florencia. En Roma los ánimos están divididos. Alojado durante el proceso en casa del padre Maculano, que lo interroga por primera vez por el día de su llegada. La braza principal de la acusación estaba en el hecho de que sostuviera en su Diálogo la concepción de Copérnico pese a la prohibición de 1616, dijo que olvido la prohibición, así no podía ser acusado de desobediencia 12 de abril contesto que hasta 1616 había abrigado dudas entre los dos sistemas de organización del cosmos. Pero, desde aquel decreto de 1616, se le había desvanecido todas las dudas por completo y que se adhería, 4
como lo hacía en ese momento, a la opinión de Ptolomeo como perfectamente correcta e indudable y que con corazón sincero aborrecía los mencionados errores y herejía. Galileo se retracta por obediencia a la Iglesia, en su deber como católico, pero también no llevaron el proceso hasta sus últimas causas, con lo que se notaba la intervención de altos mandos. 23 de junio, cumple la sentencia que fue: encarcelarlo en el Palacio Médici, una semana después es trasladado a Siena alojándose en casa de arzobispo Piccolomini, alumno y amigo intimo del astrónomo, fue tratado como invitado distinguido lo que provoque quejas a la inquisición, pero no se les tomó en cuenta. El pontífice acelera el proceso de rehabilitación y el 1 de diciembre regresa a su quinta y sin reuniones hasta que se le autorice, tenía que rezar 7 salmos una vez a la semana. Manifestó su gratitud con regalos por lo 8 meses transcurridos hasta que volvió a casa y cerca de su hija predilecta. Nunca estuvo solo ni abandonado, su salud fue decayendo y muere rodeado de amigos y discípulos, entre los que había dos sacerdotes, entregó su alma a Dios el 8 de enero de 1642. ANÁLISIS: Se nota que el autor es un gran investigador y que se toma las cosas a conciencia, realmente su libro es muy bueno y expone con mucha objetividad y bases todo el caso, mi pero es que desde que empiezas a leer el libro, el autor parece estar en contra de Galileo, te dice como era, todos sus defectos, parece como si lo quisiera desprestigiar, esto me llamó la atención porque no deja que tu llegues a darte cuenta de cómo se manejaba Galileo, sino que lo juzga antes de que tu conozcas la historia y esto le quita un poco que credibilidad porque parece que lo quiere dejar mal. Pasando propiamente al caso, las cosas se desarrollaron de esa manera por una parte por la imprudencia de Galileo (no siguió los consejos que le daban) y por otra el afán de sus adversarios de desprestigiarlo porque este los había retado o contradicho. Esto lo lleva a picar el anzuelo y entrar en el terreno, delicadísimo, de la Iglesia y su historia sagrada, porque como ya se ha dicho antes, en ese momento era más importante para la Iglesia que quedara claro que la Historia Sagrada no se equivocaba, era cuestión fundamental para la Iglesia Católica, por obvias razones, y por otro dado vemos como no se le dio un trato injusto a Galileo, sino todo lo contrario, fue tratado por la Santa Inquisición con muchos privilegios y jamás sufrió daño alguno. Si al final se contradice oficialmente, aunque sigue pensando lo mismo y muchos más con el, lo hace tal vez por evitarse más problemas o por obediencia, y porque se da cuenta del peso real de su caso. Lo importante es dejar claro que la Iglesia no cometió el atropelló del que se le acusa y que si lo manejó en esa forma fue porque había una razón de peso en el fondo de este caso.
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