GLORIA A. FRANCO RUBIO: CASA PUESTA, NADIE SABE LO QUE CUESTA

GLORIA A. FRANCO RUBIO: “CASA PUESTA, NADIE SABE LO QUE CUESTA. LA ECONOMIA DOMESTICA EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII”1 Juan J. BRAVO CARO y Juan SANZ SA

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GLORIA A. FRANCO RUBIO: “CASA PUESTA, NADIE SABE LO QUE CUESTA. LA ECONOMIA DOMESTICA EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII”1 Juan J. BRAVO CARO y Juan SANZ SAMPELAYO (eds.), Población y grupos sociales en el Antiguo Régimen. Málaga, 2009. Volumen I, pp. 619-630

Entre las numerosas polémicas en que se vieron embarcados los españoles durante el siglo XVIII una de las más significativas fue la que giró en torno a la institución matrimonial, hasta el punto de convertirse en el objeto de reflexión y de debate público que iba a involucrar a gobernantes, escritores, teólogos y moralistas, sin olvidar la enorme publicidad que alcanzaría a nivel social gracias a la proyección literaria y periodística que la acompañaron. La percepción que tuvo la propia sociedad acerca del matrimonio y su problemática, justamente en el momento en que las preocupaciones populacionistas del gobierno eran mayores, desató la alarma social llevando a analizar las causas de un problema que acabaron poniendo de relieve tanto el retroceso del número de matrimonios como el elevado índice de fracasos matrimoniales2. Aunque fueron, sobre todo, razones de tipo económico lo que ayuda a explicar este fenómeno, no podemos despreciar motivos de otra índole, igualmente significativos, como los cambios experimentados en las costumbres, en los hábitos culturales, y en las formas de entender la vida y la religiosidad. La violencia doméstica y otros problemas derivados de la convivencia conyugal; el aumento del celibato, especialmente masculino3; la existencia de estrategias matrimoniales basadas en la mera conveniencia económica; la costumbre del cortejo; la tímida aparición del matrimonio por amor y, especialmente, los elevados costes para formar un hogar y mantener una familia son algunos de los aspectos de un problema que estaba haciendo estragos en la institución familiar. En el marco de una investigación más amplia sobre la vida cotidiana en el ámbito doméstico en la España del Antiguo Régimen, en este trabajo me centraré básicamente en los problemas de carácter económico que generalmente surgían ante la apertura y mantenimiento de una casa, por lo que se analizarán en detalle las diferentes partidas del presupuesto familiar necesario para hacer frente a los gastos fijos derivados de la 1

Este trabajo se inscribe en el proyecto de Investigación HUM2005-06472-CO2-01/HIST financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia. 2 En efecto, la impresión del autor sobre el retroceso del número de matrimonios ha sido constatado tanto en la época, mediante los comentarios vertidos por otros contemporáneos, como por estudios realizados en la actualidad. Según la información proporcionada por las distintas parroquias madrileñas, en 1750 se había celebrado en la ciudad 1.825 matrimonios, que en 1776 había descendido a 1.548, con tendencia a seguir decreciendo. Vid. FRANCO RUBIO, G.A.: “Reformismo político y previsión social en la España ilustrada: la situación de las mujeres entre la utopía y la realidad”, en FERRER BENIMELI, J.A., SARASA, E. Y SERRANO, E. (COORD.): El Conde de Aranda y su tiempo. Zaragoza. Institución Fernando el Católico, 2000. (pgs. 791-804). 3 El Marqués de Langle, en su Viaje de Fígaro a España, realizado en 1784 escribía al respecto que “en Esparta las mujeres azotaban cada año a los solteros en el templo de Venus. Si esa ley de Licurgo renaciese en España, Madrid no podría proporcionar brazos bastantes, ni azotes bastantes para azotar a todos los hombres que no se casan. Asusta a los españoles un nudo que solo la muerte puede desatar. En Madrid se casan raras veces…” (Vid. GARCIA MERCADAL, J.: Viajes de extranjeros por España y Portugal. Madrid, 1962. Vol. 3, pg. 1334.

vivienda y enseres domésticos que componen el menaje del hogar, su limpieza y aseo, la alimentación y vestimenta de los miembros de la familia, así como la servidumbre necesaria para mantenerla a punto, junto a otros de carácter extraordinario que, muchas veces, disparaban los gastos, contribuyendo a desajustar dicho presupuesto. Para ello, tomaré como eje de mi exposición la obra Laberinto de casados, publicada en 1768 por el vecino madrileño Jacobo Cornejo que resume por escrito el cúmulo de preocupaciones mencionadas anteriormente, donde realiza una especie de compendio de todos esos gastos entre los años 1758 y 1768; la elección por el autor de esa década no es baladí, ya que se trata de una coyuntura económica muy especial tras los motines de 1766, que pusieron de manifiesto los peligros de la liberalización en los precios de determinados mercancías en el marco de una economía pre-industrial lo suficientemente arcaica para afrontar un juego libre entre lo que a oferta y demanda se refiere, y así analizar su evolución en dicho periodo. Al mismo tiempo, le sirve de punto de inflexión para debatir sobre cuestiones candentes entre la opinión pública de la época como el ahorro y el gasto, el lujo, la subida de los precios y la carestía de los alimentos, la inalterabilidad de los salarios, los problemas del abastecimiento urbano etc., lo que lo convierte en una fuente de primera mano para aproximarnos a la economía madrileña de la segunda mitad de la centuria ilustrada. El Laberinto de casados iba acompañado de un subtítulo lo suficientemente explícito para que podamos entender las razones que movieron a su autor a escribirlo: “Diario presente de gastos para mantener una Casa en Madrid, vengan, o no los años favorables o adversos, porque lo mismo de ahora se oye en todos tiempos”. En su afán por mostrar la complejidad de las partidas que suponen el gasto cotidiano de una casa toma como punto de referencia, a modo de ejemplo, tres unidades familiares madrileñas, cuyos cabezas de familia pertenecen al colectivo amplio de funcionarios de la Administración, similares en cuanto a los ingresos que perciben –ochocientos ducados anuales- y a la posición social que ocupan, pero bastante dispares en cuanto al número de los componentes del grupo doméstico; en los tres casos, como corresponde a la sociedad urbana, se trata de tres familias nucleares, con algunos agregados domésticos. En primer lugar una familia numerosa, compuesta de doce personas donde se incluye el matrimonio, ocho hijos y la servidumbre; la segunda familia, carente de descendencia, está formada por tres miembros, los cónyuges y una criada y, por último, la casa de un soltero con su ama. La obra está estructurada en cuatro partes o tratados, correspondientes a cada uno de los grupos familiares, precedidos de una introducción, que, a su vez, se distribuyen en diferentes capítulos donde se enumeran las diferentes partidas de gastos y su repercusión en cada uno de los miembros del grupo, convirtiéndose en un verdadero “manual de administración doméstica”, muy útil para poder sortear los obstáculos que pueden aparecer ante la apertura y mantenimiento de un hogar. En esos años la misma preocupación puede observarse en otro autor, Cristóbal Romea y Tapia, quien en El escritor sin título, publicado en 1763, también da noticias de lo que cuesta mantener a los madrileños de clase media, y para ello toma como modelo a una familia integrada por un caballero funcionario, perceptor de un sueldo consistente en veinticinco mil reales anuales, que vive junto a otras ocho personas entre los miembros de su familia y los criados. Aunque el texto que nos ocupa es, por encima de todo, una especie de libro de contabilidad que proporciona numerosos datos económicos sin embargo, la riqueza de la información que nos aporta en otros terrenos, desde la demografía a la alimentación, de los agregados domésticos a las relaciones paterno-filiales y la educación, de las

prácticas religiosas a las costumbres y diversiones, de la vestimenta y la moda hasta las formas de uso de la vivienda, lo convierten en una fuente versátil a la hora de extraer conclusiones en otros campos, más allá del económico, si se le interroga adecuadamente, como veremos a continuación. Además, es muy útil para entender la percepción de los grupos populares ante la evolución de la economía ya que representa una fuerte crítica a la carestía de la vida, haciendo alusiones, con una cierta socarronería, a las figuras del personero y síndico del común, recién creadas en la Administración municipal y el alcance de sus actuaciones para evitarla, mostrando una realidad que combina la constante elevación de los precios al tiempo que mantiene prácticamente inalterables los salarios. 1. Gastos ordinarios en el día a día.1.1 – Comer y beber, o cómo satisfacer las necesidades primarias.La alimentación constituye uno de los componentes de la demanda con carácter fijo y permanente, en el que se va la mayor parte de las rentas para satisfacer unas necesidades biológicas que garanticen la mera supervivencia; entre los artículos alimenticios podemos encontrar desde los básicos que conformaban la dieta normal de los españoles, en general, y de los madrileños en particular, hasta otros menos comunes; en cualquier caso una dieta más rica en hidratos de carbono y grasas que en proteínas. El pan, la carne y el vino eran la tríada de alimentos más consumidos; la olla constituía el plato principal de los españoles; elaborada con carne –de vaca, de carnero, de cerdo o de ternera, en las cocinas más ricas-, garbanzos, aceite o tocino, como principales ingredientes a los que se añaden variantes locales. En los días de abstinencia religiosa la carne era sustituida por pescado salado o fresco, y también se consumían huevos y chocolate. En las familias que estudiaremos, al tratarse de grupos sociales intermedios, podían llegar a comer varias veces al día, incluida una merienda, como veremos, lo que no solía darse entre los grupos populares. En esa época el consumo diario de pan, el alimento por excelencia, constituía un promedio individual de unos 390 gramos; aunque los había de varias clases, el más común era de trigo al que cabría añadir el llamado pan francés o candeal que se puso de moda por estos años en las mesas madrileñas más refinadas; tras la subida de 1767 el primero costaba once cuartos y el segundo doce. Generalmente se consumía tres clases de carne, por este orden, de carnero, de vaca y de cerdo, en razón a su precio; mientras en 1743 la estimación de consumo diario por habitante en la Corte era de noventa gramos, en los años 1763-64 había ascendido a ciento diez, y eso que su precio ascendía a trece cuartos la libra de vaca y la de carnero a catorce. El pescado que se consumía con más frecuencia era el salado, casi siempre bacalao, proveniente de los puertos de Alicante y Bilbao; también solía comerse fresco y escabechado, que constituía el relleno de muchas empanadas. En el año 1766 vino a significar por persona y año unos tres kilogramos y medio de pescado salado y un kilo y medio de fresco y/o en escabeche; el salado costaba trece cuartos y el remojado nueve. El aceite costaba diecisiete cuartos la libra; como sustitutivo más barato estaba el tocino, que también se comía de diversas maneras con su correspondiente precio; el fresco costaba sesenta y cuatro maravedíes, el añejo setenta y dos y el adobado sesenta. En cuanto al consumo de garbanzos y de vino, para el año 1789 se calcularon unos catorce kilogramos y cuarenta y siete litros, respectivamente, al año por habitante4. 4

Todos estos datos están sacados de diversas fuentes: B.N. Mss. 10.714, Noticia del consumo anual de pan, carnero, vaca, tocino, aceite, bacalao, velas de sebo, jabón y carbón. Precios en Madrid, desde el

Todos estos comestibles están presentes en la mesa de los tres grupos familiares a los que se refiere la obra, como puede verse en el cuadro que presentamos a continuación, donde se detalla el gasto que suponía cada uno de ellos en el presupuesto familiar:

Comestibles Familia 1ª Pan 55 cuartos Carne 35 Tocino 15 Garbanzos 12 Verduras y ensalada 12 Chocolate 205 Guiso de caldo 10 Merienda 66 Aceite 217 Vino 15 Carbón 15,50 Sal,especias, vinagre, 6 jabón y pajuelas Cordilla para el gato 0,5 1 vela de sebo Almuerzo de la criada Pajuela,almidón,comino Fruta Nieve Total ………….. 223 (26,8 rs.)

Familia 2ª 22 cuartos 21 5 3 6 10 7 10 8 48 0,5 4 2 0,5 2 1 106 (12,16 rs.)

Familia 3ª 16,50 28 5 3 5 7,5 7 10 8 39 0,5 4 0,5 4 1 103 (12,4 rs.

Refiriéndose al primer caso, el autor afirma que, con la subida de precios producida en la última década, en la mesa de esta familia no había principio –lo que hoy se denominaría entremeses o entradas-, ni postre; tampoco polla, perdíz ni pavo –se refiere a la volatería, uno de los bocados más exquisitos en la época-, ni cosa de pastelería. 25 de marzo de 1766 al 31 de diciembre de 1772;PALACIO ATARD, V.: “Alimentación y abastecimiento de Madrid en la segunda mitad del siglo XVIII”, en La alimentación de Madrid en el siglo XVIII y otros estudios madrileños. Madrid, Real Academia de la Historia, 1998 (pgs. 9-44); y FRANCO RUBIO, G.A.: “Algunas anotaciones sobre la reforma del clero regular bajo el reinado de Carlos III: los mercedarios calzados”, en Actas del Coloquio Internacional Carlos III y su siglo. Madrid. Publicaciones de la Universidad Complutense, 1990. A propósito de la reforma de esta orden, se pidió a todas las comunidades que aportaran cifras del presupuesto que necesitaban anualmente para mantener a los religiosos teniendo en cuenta todo tipo de gastos y de ingresos. En la contestación proporcionada al Consejo de Castilla se da cuenta pormenorizada de los precios de los comestibles y otros géneros en el año 1769; en ella consta que el aceite costaba ya treinta reales la arroba, el tocino cuarenta, la manteca setenta y cinco, los garbanzos y el vino a veinte y el carbón a dos reales. 5 El chocolate era casi todo para la esposa, y un “sorbito” para los niños pequeños. 6 La merienda consistía en pan solo, a veces alguna fruta y “otros comestibles de muchachos”. 7 El gasto era de libra y media para guisar y las cuatro luces existentes, un candil en la cocina, dos velones, uno para la pieza de labor y otra para el despacho, y una lamparilla que permanecía encendida toda la noche para atender a los niños. 8 No incluye las pajuelas 9 No incluye las pajuelas, pero si especias.

Tampoco tiene acceso a la merluza, pescado escabechado, anguila, salmón o besugo; no se comería espárragos en abril ni gazapos en Pascua lo que significaba una comida muy rutinaria a lo largo del año. Todo lo cual ascendería a unos veintisiete reales diarios. La segunda familia compuesta de tres personas gastaba diariamente doce con dieciséis reales, que asciende a la suma de cuatro mil quinientos cincuenta y uno con veintiséis reales al año. La tercera consume prácticamente los mismos géneros que la segunda, ascendiendo el coste a una cantidad muy similar, doce con cuatro reales diarios, lo que significaba que el soltero comía mejor. Según Romea y Tapia la familia estudiada en su obra consume diariamente unos cinco panes y cuatro libras de carne, teniendo en cuenta que ésta es sustituida por huevos y pescado los días de abstinencia; asimismo constata un consumo anual de 20 arrobas de aceite, otras tantas de tocino, diez arrobas de garbanzos, y de verduras, postres y fruta calcula un gastos aproximado de ochocientos reales al año, sin contar otros artículos menos frecuentes como chorizo, chocolate, especias y sal10. 2.2- Vivir y ocupar los espacios domésticos. Los madrileños, por lo común, vivían en casas y cuartos de alquiler. Poseer en propiedad una vivienda, ya fuera como inmueble unifamilar o como casa de pisos era privilegio de unos pocos. De hecho, según la Planimetría General de Madrid mandada realizar por Fernando VI en 1749 y finalizada en 1779, en el reinado de Carlos III11, el embrión de lo que andando el tiempo llegaría a constituir el Registro de la Propiedad Urbana, existía en Madrid 7.553 casas repartidas entre 557 manzanas. Los arrendatarios solían ser los nobles y otros propietarios acaudalados, así como la iglesia, secular y regular, a cuyo poder habían ido a parar numerosos inmuebles por la vía de la donación o como capital de las numerosas capellanías de misas y otras fundaciones religiosas12. Como es obvio, los precios de los arrendamientos difieren en función de variables como el tamaño, la compartimentación interior, el estado general de la vivienda y su ubicación dentro del espacio urbano, pero en ningún momento el autor concreta ni alude a dónde estaban situadas cada una de ellas.

Conceptos Alquiler de casa Salarios servidumbre Comprador (mandadero) Lavandera Enseres domésticos TOTAL

10

Familia A Rs/año rs./dia 1.200 1.100 180 416 -

Familia B

Familia C

800 288 144

720 240 144

260 240

208 120

Citado por PALACIO ATARD, V.: Ibidem, pg. 14-16 B.N. Mss. 1665-1676. 12 La iglesia parroquial madrileña y su clero, poseía cuatrocientas noventa y cuatro casas, lo que significaba el 6,54 % del total; en la mayoría de los casos esta cifra podía descender cuando se trataba de viviendas pobres o en mal estado, que nunca alcazaba rentas importantes, o ascender si se presentaba una opción de compra favorable que deparara alquileres sustanciosos. Vid. G.A. FRANCO RUBIO: La iglesia secular de Madrid en el siglo XVIII. Un estudio socioeconómico. Madrid. Publicaciones de la Universidad Complutense (Tesis doctorales), 1986. 11

Para el mantenimiento, limpieza y cuidado de la casa existía un numeroso servicio, variado y hasta especializado según las tareas cuando se trata de la servidumbre de los privilegiados, a las que se añadiría “las de moda”, casi siempre extranjeras y con elevados salario, mientras en las viviendas comunes lo normal era una simple criada, que realizaba todos los menesteres domésticos. El servicio de la familia numerosa lo compone una criada tradicional, de las de toda la vida que, además de su sueldo, consistente en 24 reales al mes, recibe una jícara de chocolate. La de la familia sin hijos cobra el mismo salario que la anterior. El ama del soltero, sin embargo, es más barata, cobrando 20 reales mensuales, además de “contentarse aunque no haya provechos de vestidos de señora mujer”, debido a la ausencia de esposa en el hogar familiar; de ese comentario se desprende la conducta habitual de tantas señoras que regalaban a sus criadas los vestidos y toda la ropa que ya no fuera a usar en adelante. En la partida de enseres domésticos se citan esteras, ruedos, escobas, vidriado “y otras menudencias” para la limpieza y conservación de los interiores domésticos. 1.3- Vestimenta y ropa de uso, personal y de casa.-

Conceptos Barbero Peinaduras peluquines Vestimentas Ropa blanca Zapatos TOTAL

Familia A Rs/año rs./dia 90 720 440 360

Familia B

Familia C

96 50 720 360 260

96 50 800 180 176

En el vestuario de la familia numerosa se explica que aunque lo habitual en un matrimonio sin hijos es comprar ropa para el marido y la mujer alternando los años, en este caso, dado el número de miembros de la familia es que, “fuera de algún vestido decente para días de primera clase” el habitual consiste, para el marido en uno de verano “con doce años de posturas”, y otro de invierno de poco menos tiempo, complementado de pelucas redondas al estilo militar que ya está en desuso; del vestuario femenino no añade nada. El segundo grupo familiar, al constar de menos miembros, puede destinar mayores cantidades de la renta a gastos superfluos, que están en relación directa con el status del cabeza de familia; así pues, además de costearse un barbero, ha de pagar un peluquero que le peine sus pelucas. Aunque en la vestimenta ambos cónyuges gastan por igual, en calzado la esposa gasta seis pares de zapatos al año mientras el marido gasta ocho. El soltero se permite un vestuario más variado en todos los sentidos; según las estaciones del año, viste de verano o de invierno, cada año puede hacerse un vestido con sus complementos, medias, sombrero, pañuelos y guantes, y de vez en cuando capa o cabriolé. En los tres casos, el concepto de ropa blanca incluye la interior, de uso personal –camisolas-, la de cama y la de mesa. 3- Gastos extraordinarios que, en ocasiones, se vuelven ordinarios.En la familia numerosa los gastos relacionados con los hijos se disparan, no solo porque significa más bocas que alimentar sino porque los embarazos y partos de la

esposa, así como el bautismo y los cuidados de los niños, alteran también el presupuesto demandando unos gastos que no se van a encontrar en los otros grupos familiares. Se afirma que en los catorce partos ocurridos en los veintisiete años de matrimonio, se ha pagado un doblón y dos libras de chocolate a la comadre en cada uno de ellos, que supone unos setenta y ocho reales cada uno; los derechos de cada bautizo a sufragar en la parroquia suponen sesenta reales, que incluye el bautismo, las velas, el uso del órgano y la propina del sacristán, a lo que hay que añadir el coste del coche que llevó a la familia a la iglesia, asimismo “las misas de parida” 13 celebradas por el buen parto suponen un gasto adicional de otros cuarenta y cinco. La envoltura necesaria para el bebé, sin contar capuchas ni faldones, por su elevado precio, ha ascendido cada una ciento ochenta reales, a la que cabe añadir el “ajuarcito de sacar los brazos al niño”, es decir, la que necesita el niño a los quince días para sacar los brazos –otros quince reales14- y la que le sirve para aprender a andar15 (unos cien). A la mujer recién parida, por su estado, se le proporciona una especial alimentación durante la cuarentena, en la que se incluye el puchero de gallina y otros géneros como el azúcar, los bizcochos y la escorzonera, lo que supone doscientos cuarenta reales. En esta familia la mujer pudo amamantar a diez de sus críos personalmente, lo que no evitó que, en algunas ocasiones se tuviera que contratar “atetadoras” para que la ayudaran, lo que supuso unos gastos de unos mil reales en total; los cuatro críos restantes necesitaron nodrizas durante seis años, en tres casos los servicios fueron prestados en su propio domicilio, y solo en el restante permaneció interna en la casa familiar, lo que hizo ascender los gastos a un total de cinco mil quinientos cuarenta y cuatro reales. La nodriza que permaneció viviendo en la casa tuvo unos gastos de alimentación de 4.380 reales. Aquí el autor describe la práctica común de la lactancia mercenaria -aunque en el ejemplo que aduce parece que solo se acude a ella cuando la madre no podía amamantar- mediante la contratación de amas de leche; unas que venían a vivir al hogar familiar, situación que supone una mayor protección para el bebé dado el control que ejerce sobre ella la madre biológica, y que solían permanecer dieciocho meses, el periodo normal en que tarda en crecer la dentadura, y que podía costar unos siete ducados al mes y otros cuatro reales diarios para su manutención. Otras se ocupan del bebé en su propio hogar, a menudo compartiendo la lactancia con su hijo biológico, que perciben de salario los mismos siete ducados al mes. En la educación de los hijos se hace referencia a las dos figuras que se encargan de ello; el preceptor de gramática, que instruye al niño en el hogar familiar, y que viene a cobrar unos veinte reales mensuales, y el maestro de escuela, que alude al fenómeno de la socialización del niño en la sociedad dieciochesca mediante la escolarización, y que cuesta seis reales mensuales cada niño. En este apartado Jacobo Cornejo hace una crítica a lo inaccesible de la educación si no se dispone de fortuna “… cualquiera que su sueldo no sea de mucho bulto … guárdese de poner a pupilaje sus hijos ni los meta en Seminario, ni Colegio de los graves, si no tiene de dinero mucha porción de sobrante o algún buen patrimonio”. En la partida correspondiente a los óbitos se citan tres entierros de las tres personas mayores fallecidas en los últimos diez años, a lo que se añaden otros seis entierros de los hijos prematuramente desaparecidos, de los catorce que 13

En esta partida se incluye los derechos de la misa, la vela, la asistencia del monaguillo, limosnas, el coche que conduce a la familia a la iglesia, y alguna comida extraordinaria para celebrarla. 14 Aquí se incluye las almillitas y ropas similares. 15 Es curioso que se hable de una ropa especial para que los niños empiecen a andar; se citan dos “baquerillos” sencillos y una cotillita también sencilla, medias, zapatos, cordones, gorritas, cintas y “otras cucañas”·

tuvieron; cada uno de los infantiles costó sesenta reales en “mortaja angelical”, cera y sepulturero. En “otra clase de gastos difícil de dar número fijo”, el autor se va refiriendo al desgaste, mantenimiento y reparación de los objetos de uso cotidiano, desde retales para remendar, hasta composturas de zapatos; cartillas y catecismos “que se descuadernan”; “menudencias caseras” como agujas, alfileres, hilo, algodón, cordones, cinta blanca y dedales; papel, plumas, polvos y portes de cartas; esteras, cestos y canastillos; cucharas y cucharones,; escobas; vidrio; el romero en los domingos de Ramos y las hierbas por San Juan. En este sentido, hace hincapié en el deterioro provocado en el mobiliario y la ropa causado, además de por el uso cotidiano, por el maltrato que reciben de los niños con sus juegos y travesuras. En el segundo grupo familiar todos los gastos relacionados con la crianza e instrucción de los hijos desaparecen, por lo que el autor del Laberinto cita una serie de posibles partidas a las que podría derivar esa parte del presupuesto: dádivas a parientes y/o amigos cuando tienen un hijo; el cascajo de navidad; algún extraordinario en la onomástica o cumpleaños del marido; en acudir a alguna comedia o fiesta de toros; tabaco; los servicios médicos, medicinas y otros remedios populares; la recepción de visitas que incluyen agasajos y meriendas; algunos “antojos” de la señora como cortar y rizar su pelo, traerle alimentos apetecibles cuando están sin apetito, “un vestido de aquí a un mes otro”, abanicos “cada día distintos” y “si el marido gira como la mujer”, es decir, si es tan manirroto como ella se le irá su dinero en “el juego y diversiones que ofrece la ocasión”. En el soltero es de presuponer unos gastos muy similares al grupo anterior aunque con algunas diferencias; habría que descartar los gastos producidos por las necesidades y/o deseos de la esposa, lo que podría redundar en la superior calidad de su alimentación, donde abundan los manjares. Precisamente por su soledad a veces está obligado a tener una mayor vida social –lo que cuesta dinero- tanto actuando como cortejo de una dama o prodigándose en los círculos de sociabilidad y asistiendo a espectáculos. Asimismo, la ausencia en su casa de una esposa y el disponer de una vivienda le hacía proclive a que su familia le enviase algún pariente –sobrinos, hermanos. etc.- para pasar largas estancias a su lado, originándole un desembolso económico adicional. En cuanto a los aspectos lúdicos y entretenimientos existentes en la época, en la familia numerosa el padre no dispone de tiempo ni de dinero para disfrutar ninguno de ellos ya que tiene que trabajar todo el día para procurar lo necesario a su prole. En cambio el matrimonio sin hijos y, sobre todo el soltero, es el personaje que, al no tener cargas ni responsabilidades familiares, puede dedicar más tiempo a sí mismo y a sus pasatiempos. Se habla de los toros, de las comedias, del cortejo, del paseo y de las tertulias; también de los saraos, banquetes y los juegos más generalizados como los naipes. Sumando todas las partidas, el autor concluye que la familia numerosa gasta unos mil ducados, lo que significa que vive por encima de sus posibilidades ya que los gastos superan a los ingresos, mientras que las otras dos familias gastan setecientos, quedándoles un escaso remanente de cien ducados. Por lo que apostilla lo siguiente:

“con estos sueldos y estos gastos en cualquier familia si se ha de comer, no se ha de vestir; y al contrario, si se ha de vestir, no se ha de comer”.

Conclusiones.En el plano puramente económico se pueden adelantar varias conclusiones: primeramente que, a iguales ingresos, la diferencia de miembros en un grupo familiar, determina la variación de los componentes de la demanda de la familia. El mayor número de miembros de una familia, con su gama de edades, también condiciona la diversificación en el gasto y la compra de determinados productos que estarán ausentes en otros grupos familiares. Segundo, en cuanto a la alimentación, se observa una gran monotonía, tanto en los platos - la “olla” es, igual que en otros puntos del país, la principal comida del día- como en el número de ingestas diarias, repartidas entre desayuno, comida y merienda, centrándose las diferencias más en la calidad y cantidad que en la variedad de los géneros consumidos. Tercero, destacar la presencia constante de servicio doméstico, variando su cantidad en relación a diversos factores como el número de miembros, la renta sobrante disponible, la ostentación social y la moda; y también en referencia a las labores desempeñadas, de carácter ordinario, como los que realiza la criada, la lavandera y el mandadero a los ocasionales –barbero y peluquero- o la nodriza, en el caso de lactancia mercenaria. Cuarto, que los gastos derivados de los embarazos y partos (comida y misa de paridas) así como los causados por los recién nacidos (partera, ajuar de bebé, bautizo, nodriza), su crianza y posterior educación se llevará una partida importante de los ingresos en el caso de la familia numerosa, inexistente en los restantes grupos. De todo ello, debemos inferir que la calidad de vida de la familia es inversamente proporcional al número de miembros del grupo; el menor número de miembros permite disfrutar de objetos y cosas que no están al alcance de los grupos numerosos, que puede llegar hasta el consumo superfluo (tabaco) frente a la satisfacción de las necesidades primarias, que es lo prioritario en la familia numerosa. En el plano de los sentimientos y de las relaciones entre los miembros de la familia la obra destila una constante preocupación por los hijos, sus necesidades físicas y afectivas, educativas y religiosas, poniendo de relieve el tema de la instrucción y/o educación típicas de la época; hay constantes alusiones a la contratación de preceptores en el entorno doméstico, para la edad más temprana, y la asistencia a la escuela, cuando superan la mera infancia, que remite al fenómeno de la escolarización. Los datos demográficos que aporta nos acercan a los elevados índices de natalidad y de mortalidad infantil todavía existentes en esa época, al aludir a la desaparición prematura de seis de los catorce hijos que había tenido la primera familia. En la vertiente ideológica hay referencias a las prácticas religiosas cotidianas; por ejemplo, la misa de parida después del parto, el bautizo de los recién nacidos, las bulas de difuntos si ocurre algún óbito, y luego los gastos del entierro. Lo que muestra, una vez más, la fuerte sacralización de la vida cotidiana en la sociedad española de la época.

A nivel social encontramos presentes en el espíritu del Laberinto dos grandes temas: por un lado, la constatación de la moda como fenómeno sociológico, y su aceleración en la segunda mitad del siglo XVIII, observable en la paulatina evolución de la vestimenta desde la mera sencillez y simplicidad, cuando únicamente significa cubrir el cuerpo, hasta la creciente complejidad del vestido como apariencia y representación, con la profusión de complementos, calidad y riqueza de los tejidos y gran variedad en las hechuras. Y segundo, algunas pinceladas que permiten conocer los cambios perpetrados en las costumbres y hábitos sociales de la época ilustrada, a través de los entretenimientos y diversiones, y las nuevas formas de sociabilidad como la asistencia a las tertulias y los paseos, sin olvidar otros más tradicionales, y que siguen vigentes, como el teatro y los toros. Por último, y como curiosidad, podemos detectar también la presencia de animales domésticos como los gatos, vitales como depredadores de otros animales nocivos para la salud y la higiene.

Gloria A. Franco Rubio

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