Story Transcript
LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL. El 28 de junio de 1914, en una calle estrecha de Sarajevo, capital de Bosnia, el disparo de dos tiros puso en marcha la serie de sucesos que culminaron seis meses más tarde en el comienzo de la guerra europea. Esos dos disparos fueron hechos por un estudiante bosnio, Gavrilo Princip, uno de los tres jóvenes nacionalistas bosnios que llegaron a Sarajevo con instrucciones de una organización Servia llamada la Mano Negra. Los tiros se dispararon contra el archiduque Francisco Fernando, presunto heredero del trono de Austria−Hungría. ¿Por qué este hecho particular condujo a la guerra?. En 1912 todos los estados Balcánicos excepto Rumania, habían atacado a Turquía, crisis mucho más importantes que un solo asesinato, sin que hubiera mayores repercusiones. Y desde entonces los embajadores de todas las potencias se reunían regularmente en Londres, bajo la presidencia de sir Eduard Grey, ministro de Estado, para asegurar que sus países no fueran arrastrados a la guerra por los actos de los beligerantes. Exteriormente la situación internacional en 1914 era más estable que la de 1912. Pero esa era sólo la realidad superficial. La división del mundo en dos bloques de poderío fue en gran parte consecuencia de la política alemana, la cual se concentraba en el ascenso de Alemania de potencia continental a potencia mundial. Se basaba en la expansión económica alemana, que había conseguido transformar radicalmente su estructura social, política y económica durante la generación anterior. Esa rápida expansión en todas las esferas de la vida económica sólo acentuó la percepción de los alemanes de la inadecuación de las fuentes nacionales de materias primas, haciendo nacer la convicción general, reforzada por la publicidad en todo el país, de que las fronteras se habían quedado demasiado estrechas. Las ambiciones territoriales de Alemania iban en contra de los designios de otras potencias imperialistas, y esas potencias se sintieron obligadas a una política de contención. Alemania fracasó manifiestamente en conseguir sus ambiciones por vías diplomáticas, por lo que la única alternativa era la guerra preventiva contra cualquier nación que contrariara los esfuerzos alemanes para llevar a cabo sus objetivos territoriales. Es muy fácil ver como el asesinato de Sarajevo pudo conducir a un conflicto local en los Balcanes. Después de todo Francisco Fernando había ido a Bosnia a asistir a las maniobras austro−húngaras, que no eran más que un acto de presencia para recordar a los eslavos de los Balcanes el poderío de Austria−Hungría. La monarquía de los Habsbugro se había tambaleado en 1860 − 1870 con la secesión de sus miembros italianos y alemanes, y solo había evitado que ocurriera lo mismo con sus dominios húngaros asociándose con la aristocracia magiar. En 1914 le existencia del imperio austro−húngaro estaba amenazada por un movimiento de nacionalismo eslavo. Asociarse con los eslavos era imposible, por que los magiares no tolerarían otra disminución en su poderío y, en consecuencia, el único camino abierto para los Habsburgo era someter a los eslavos. Había en Viena quienes consideraban que el crimen contra Austria en Sarajevo proporcionaba ocasión excelente para dar una lección a los eslavos. El conde Franz Conrad von Hötzendorf, jefe del estado mayor y el conde Leopold von Berchtold, ministro de estado, consideraron que una demostración contra Servia (a la que sospechaba autora del asesinato) sería un buen medio de reafirmar el prestigio de Austria. En ese punto la cuestión se hizo mucho más delicada. Una operación para humillar a los eslavos podría irritar a Rusia, protectora de los pueblos eslavos, y los austríacos nescesitaban asegurarse de que tendrían el apoyo de los alemanes antes de emprender acción alguna contra Servia. El 4 de julio, toda una semana después del asesinato, los austríacos enviaron una carta al Keiser Guillermo II pidiéndole ayuda. Los alemanes conscientes de su aislamiento por la Triple Entente, formada por Inglaterra, Francia y Rusia, estaban dispuestos a hacer cualquier cosa por su única aliada segura, Austria−Hungría, y accedieron complacidos a la ayuda. El Kaiser 1
fue un factor decisivo pues éxito a los austríacos a ponerse en marcha y prometió la ayuda de Alemania si Rusia intervenía. Casi pasó un mes sin que sucediera nada, Europa soltaba un suspiro de alivio, pero a las seis de la tarde del 24 de julio, Austria−Hungría presentó a Servia un ultimátum provocativo, equivalente a una intervención austríaca en la política interna de Servia. El ultimátum daba un plazo de 48 horas. Cuando fue presentado, el primer ministro serbio, Nikola Pasic, estaba ausente y no regresó hasta las cinco de la mañana del 25 de julio, cuando ya habían transcurrido 11 horas de las 48. Ese día sir Eduard Grey sugirió a Lichnowosky, embajador alemán en Londres, que Inglaterra y Alemania pidieran a Austria la ampliación del plazo o que aceptase mediaciones de Francia, Italia, Inglaterra y Alemania. La actitud de Grey convenció a los alemanes de que Inglaterra deseaba tanto evitar la guerra que no intervendría. Considerándose libres para alentar a sus aliados, los alemanes no transmitieron el mensaje de Grey hasta que había vencido el ultimátum. La falta de apoyo ruso a los servios, y la falta de apoyo francés a los rusos, podría haber puesto en entredicho todo el sistema de alianzas. El 24 de julio los alemanes notificaron a las otras potencias que les parecía razonable el ultimátum austríaco y que, intentado crear una impresión pacifista, exhortaba a las potencias a la localización de todo conflicto. Los rusos declararon que no podían consentir la muerte de Servia, y los franceses anunciaron que cumplirían sus obligaciones con Rusia. Eso animó a los servios a rechazar totalmente el ultimátum austríaco, aunque su respuesta fue conciliadora. Los servios se negaron a aceptar la rendición total, y los austríaco rompieron inmediatamente las relaciones diplomáticas. Sin embargo, cuando el Kaiser vio la respuesta Servia al ultimátum austríaco dijo: "Se ha disipado toda razón para la guerra". Pero el Kaiser no había contado con dos fuerzas o factores que transformaron el pequeño conflicto local entre Austria y Servia en una guerra continental primero y luego mundial. Un factor fue la determinación del canciller Bethmann − Hollweg y el jefe de estado mayor alemán Helmuth von Moltke, y los intereses que representaban, de emprender una guerra preventiva. El otro factor fue la rigidez de los planes militares alemanes. El 28 de julio el Kaiser temía sinceramente la posibilidad de una guerra europea e insinuó que los Servios salvaran el honor dejando ocupar Belgrado, capital de Servia como prueba del reconocimiento. Bethmann Hollweg apoyó la sensata propuesta del Kaiser hasta después que Austria declaraba la guerra a Servia. En ese momento los rusos decidieron la movilización como señal de apoyo a Servia y de que el oso ruso no dormía. Aún en ese momento no era inevitable una guerra general. Bethmann Holweg imploraba la neutralidad británica en cambio abstenerse de anexionar territorios franceses y belgas. Pero los ingleses se mantuvieron firmes. Los rusos ocuparon el escenario en el acto siguiente. Una movilización parcial podía haber disuadido a los alemanes, pero no era posible. Los planes rusos de movilización eran tales que si el país solo se movilizaba parcialmente contra Austria, el caos en el sistema ferroviario habría impedido toda movilización más amplia. Para evitar que Rusia quedara indefensa en caso de ataque alemán, la movilización tenía que ser total. Aunque esa movilización masiva solo era maniobra diplomática y no una decisión de guerra europea. La movilización de Rusia era precisamente lo que estaba esperando Alemania. Se despacho inmediatamente un ultimátum doble: uno a Rusia exigiendo la desmovilización contra Alemania y Austria, y otro a Francia exigiendo que aclarase su posición en caso de un ataque alemán contra Rusia. La guerra se había hacho inevitable, primordialmente por la índole de el único plan militar de Alemania, el excarcelable plan Schlieffen. De todas las potencias, solo Alemania tenía dos enemigos posibles: Francia y Rusia por lo que se encontraba en el problema de mantener dos grandes guerras, debido a la gran extensión de Rusia y a su enorme ejército que amenazaba con una guerra muy larga, era necesario dominar primero a Francia. Como la frontera de Francia se hallaba muy bien protegida era necesario penetrar por Bélgica, la consecuencia lógica de la 2
violación a la neutralidad belga, sería la inmediata intervención de Inglaterra, por lo que el plan de movilización de Alemania significaba sumir inmediatamente a toda Europa en una guerra. El 1 de Agosto Alemania declaró la guerra a Rusia. Dos días después se la declaró a Francia. El 3 de Agosto, el conflicto balcánico se había transformado, con ayuda del plan Schlieffen, en una guerra europea que envolvió a Francia, Alemania y Rusia. Hasta entonces los ingleses se habían arreglado para mantenerse al margen. En ese momento Schlieffen se apuntó su mayor victoria póstuma: según un tratado de 1839 que garantizaba la independencia y neutralidad de Bélgica, los ingleses pidieron a los alemanes que respetaran dicha neutralidad, las exigencias del plan significaban que los alemanes no podían cumplir la petición inglesa. Una ves rota la neutralidad de Bélgica se hizo inevitable una guerra continental. El plan estuvo a punto de conseguir sus objetivos. Mientras Alemania movilizaba sus tropas, una unidad especial atacó la fortaleza fronteriza de Lieja el 5 de agosto. Dos días Más tarde cayó la plaza, pero los Belgas se hicieron fuertes en otros puntos. Con ayuda de artillería pesada los alemanes fueron rindiendo todos los focos de resistencia, el último de los cuales fue aniquilado el 16 de agosto. Inmediatamente las tropas alemanas avanzaron a través de Bélgica, cuyas fuerzas aún disponibles se retiraron. Del 6 al 9 de septiembre tuvo lugar la batalla de Marne con la cual los aliados detuvieron el avance alemán y los obligaron a retroceder. Siguieron cinco semanas de lucha y en ocasiones las tropas alemanas estuvieron realmente cerca de París, pero al fin la amenaza de una inminente victoria de los alemanes logró conjurarse. La primera conflagración mundial, iba a alterar todos los conceptos existentes hasta entonces sobre la guerra y a ofrecer un cuadro tan espantoso que la humanidad sensata pensó que aquello no podía volver a repetirse. La explosión de alivio y entusiasmo de los primeros momentos se tornó gradualmente en un sentimiento de decepción y de tragedia. A medida que la Gran Guerra remontaba su brutal trayectoria, caían una tras otra todas las imágenes tradicionales del triunfo, del heroísmo y de la gloria. A lo largo del frente occidental (en medio de las trincheras, de las alambradas, y de las ciénagas abiertas por las bombas, con cadáveres en descomposición) la guerra se convirtió en algo absurdo, disparatado y bestial. La batalla de Marne de 1914, significó un cambio radical entre la concepción clásica de la guerra, los ejércitos avanzando en columnas hasta trabar el combate, y la nueva y desesperante agonía de la guerra de trincheras. Uno y otro bando tardaron en adaptarse a este género de guerra totalmente nuevo. Se trataba de una implacable guerra de desgaste. Las únicas armas que pudieran haber roto el punto muerto (la aviación y los tanques) no se emplearon eficazmente hasta el final de la guerra. Los tanques fueron primeramente utilizados en 1916 por los británicos en la batalla del Somme con escaso fruto, no mostraron su verdadera eficacia contra las trincheras alemanas hasta 1918. Pero aún entonces resultaron lentos, poco maniobrables y mecánicamente inseguros. La aviación limitada en un principio a vuelos de reconocimiento se utilizó hasta 1916 contra las instalaciones artilleras y las rutas de aprovisionamiento. Sin embargo, al igual que los tanques, los aviones resultaban relativamente lentos, vulnerables a la infantería y limitados en capacidad de fuego y precesión. Entre febrero y marzo los franceses perdieron más de 240,000 hombres para recobrar en Champaña un solo kilometro lineal de territorio. En el mismo lapso los ingleses tuvieron mejoras aún más precarias en Neuve−Chapalle, junto a la frontera belga. La mayoría de las bajas británicas (casi 10,000 hombres) se produjeron en las primeras tres horas de una contienda de tres días que apenas les supuso el avance de un kilometro. A mediados de Abril, los alemanes atacaron en Ypres, sobre la frontera de Bélgica, utilizando un arma nueva: gases venenosos de cloro. Pero no obtuvieron fruto de su victoria. A raíz de entonces ambos contendientes se valieron de gases venenosos cada vez más eficaces, y desde mediados de 1915 los incluyeron en sus bombarderos. Para diciembre de 1915 los Aliados se reunieron en Francia para programar una gran ofensiva total para el verano de 1916. El plan requería una coordinación de esfuerzos de todos los frentes: franceses e Ingleses 3
atacarían por el oeste y rusos e italianos por el este. Italia había declarado la guerra a Austria − Hungría en 1915 después de firmar un tratado secreto en Londres en cuyas clausulas los aliados se comprometían a entregarle al final de la guerra sus territorios ocupados por Austria. Sin embargo, Italia no declaró la guerra a Alemania hasta 1916. A mediados de noviembre la batalla concluyó. Las estadísticas revelaron el tremendo balance: los alemanes padecieron 650,000 bajas y los aliados 615,000, entre muertos heridos desaparecidos y prisioneros. Mientras tanto la lucha proseguía en Verdún. En el otoño los franceses realizaron una poderosa contraofensiva y recobraron parte del terreno perdido así como los fuertes de Vaux y Douaumont. A mediados de diciembre la amenaza sobre Verdún estaba conjurada. Había concluido una batalla de 10 meses, la más larga y sangrienta de la guerra, que supuso casi un millón de bajas. En Noviembre de 1917, los jefes aliados comprendieron la inutilidad de sus esfuerzos por cambiar la situación. Se reunieron en Rapallo, Italia, y crearon el Consejo Supremo de Guerra con objeto de coordinar las operaciones. La situación era crítica, la moral de Francia se hallaba en quiebra y sus tropas duramente castigadas. Inglaterra sufría análogas dificultades pero mantenía sus ánimos. En octubre Italia había recibido un gran descalabro en Capone y Rusia se había retirado de la guerra debido a la revolución bolchevique. Las perspectivas de los aliados para 1918 eran del todo desfavorables. La salida de ]Rusia del conflicto liberaba a Alemania de la guerra en dos frentes. Los aliados esperaban ahora una potente ofensiva alemana en el frente occidental que solo podían contener con ayuda de Estados Unidos, cuya declaración de guerra se produjo en abril de 1917. No obstante, transcurrirían meses antes de que los ejércitos fuesen reclutados y adiestrados y otros meses antes de que llegaran al escenario de la contienda. Mientras tanto los Aliados tratarían solamente de mantener la situación. Tres años de estériles esfuerzos habían demostrado que destruir el frente alemán estaba fuera de su alcance. Mientras la guerra a lo largo del frente occidental degeneraba en una situación sin salida, el conflicto se propagaba desde el Mar Báltico hasta los Cárpatos, a través de los Alpes, los Balcanes, Turquía, Oriente Medio y Africa. Por aquellas zonas los beligerantes desataron grandes batallas con diversa forma y arrastraron a la contienda a otros países neutrales. El imperio Turco se unió a las potencias centrales en 1914 y posteriormente Bulgaria en 1915 declaró la guerra a Austria − Hungría y Rumania se sumó a los Aliados en agosto del año siguiente. En abril de 1917 Estados Unidos la más poderosa de las naciones neutrales entró a la guerra incorporándose a la causa aliada. Los ingleses habían recibido ayuda de los Arabes, quienes en 1916 se habían rebelado contra Turquía. Avituallados y financiados por Inglaterra los árabes fueron instruidos por un grupo de intrépidos militares británicos, entre ellos el célebre coronel T.E. Lawrence. Estos árabes hostigaron reiteradamente el estratégico ferrocarril de Hejaz, que unía Turquía con Damasco, Ammán y Medina. Tras la batalla de Jutlandia, los alemanes dirigieron de nuevo su atención a la guerra submarina. Mientras tanto, los ingleses estrecharon su cerco y crearon un bloqueo con el fin de atacar cualquier buque que tuviera por destino Alemania. A comienzos de 1917, estas medidas impedían con suma eficacia la llegada de provisiones al Reich, en especial de alimentos, se calcula que unas 750,000 personas de la población civil murieron de inanición a causa del bloqueo impuesto por los aliados. La situación se hizo tan desesperada que los generales alemanes persuadieron al Kaiser de la necesidad de reanudar la guerra submarina contra los buques aliados el 1 de febrero de 1917, Estados Unidos rompió inmediatamente relaciones diplomáticas con Alemania y armó sus barcos mercantes en ruta por zonas de guerra. Poco después, funcionarios británicos enviaron al presidente Wilson un telegrama que habían interceptado y que el primer ministro alemán Arthur Zimmermann, había dirigido a su embajador en México. Se le pedía que persuadiera al país declarar inmediatamente la guerra a Estados Unidos; por su parte Alemania 4
se comprometía a otorgar a México sus antiguos territorios de Texas, Arizona y Nuevo México. A mediados de marzo, los submarinos alemanes tomaron la iniciativa y hundieron tres buques mercantes estadounidenses. Estos acontecimientos movieron al presidente Wilson a abandonar su posición neutral, y Estados Unidos declaró la guerra a Alemania el 6 de abril de 1917. La entrada en la guerra de los Norteamericanos fortalecía de manera increíble el bando aliado, a partir de este momento lenta e inexorablemente los Aliados avanzaron y obligaron a los alemanes a retirarse. Al advertir la inminencia de la derrota, Ludendorff informó al Consejo de Guerra Imperial, el 29 de septiembre que Alemania debía llegar a un armisticio fundado en los 14 puntos que el presidente Wilson había propuesto a principios de ese año y que constituían la base para lograr un tratado de paz en el marco de la justicia. Mientras, los países que apoyaban a Alemania comenzaban a retirarse del conflicto. El primero en buscar el armisticio fue Bulgaria, cuando tropas aliadas bajo el mando del general francés Louis Franchert se dirigieron al norte desde el puerto Griego de Salónica (Grecia se unió a los aliados en noviembre de 1916) y cruzaron las fronteras búlgaras. Bulgaria firmó el cese de las hostilidades el 30 de septiembre. Turquía pidió la paz un mes más tarde, cuando Damasco y Beirut cayeron bajo tropas inglesas al mando del general Edmund Allenby y otro británico se internaba en Asia Menor, procedente de Bagdad. El 24 de octubre los italianos apoyados firmemente por franceses y británicos, iniciaron una nueva ofensiva contra los austríacos en Vittorio Veneto. El Imperio Austro−húngaro se cuarteaba. Su poderosa monarquía cuya disputa con Serbia desató la guerra se hallaba al borde del colapso. A mediados de 1918 checos, eslovacos, polacos, yugoslavos, húngaros, y minorías alemandas comenzaron a exigir su independencia. El 1 de octubre, sus representantes del congreso de Viena votaron a favor de la independencia de las nacionalidades. Algunas semanas después comenzaron a crearse distintos gobiernos, y el Emperador renunció a su soberanía sobre el desmembrado reino de los Habsburgo. El 3 de Noviembre, Austria firmaba un armisticio con los aliados que entraba en efecto al día siguiente, mediante este armisticio, Austria − Hungría quedaba obligado a desmovilizar su ejército, a ceder amplias zonas de su territorio, a entregar la mitad de su armamento y casi toda su flota y a ceder el uso de sus ferrocarriles a los aliados. En términos rigurosos se encerraba realmente una rendición sin condiciones en tal armisticio. La rendición del ejército austríaco fue acompañada por la caída de su gobierno. El obvio desmoronamiento de la doble monarquía de Austria y Hungría, formada en 1867, se produjo al declararse independientes Bohemia y otros territorios de los Habsburgo. Los miembros de esta antigua dinastía, que había regido durante siglos un vasto imperio, se vieron obligados a refugiarse en Suiza. También Alemania se hallaba al borde de la quiebra. El 3 de octubre el Kaiser nombró canciller al príncipe Max von Baden con el propósito de crear un régimen constitucional estable que substituyera la virtual dictadura de Ludendorff, Pero ya era tarde. La población de Alemania, castigada por la guerra, atribuía al Kaiser la causa de sus males. Durante las prolijas negociaciones que siguieron a la solicitud de un armisticio la marinería de la escuadra alemana se amotinó y las insurrecciones se propagaron por todo el país. En las ciudades y en el frente se constituyeron asambleas de trabajadores y soldados, y el 7 de noviembre, Baviera se proclamó República Socialista. A los dos días el Príncipe Max anunció la abdicación del Kaiser y seguidamente su propia dimisión, al tiempo que pedía al socialdemócrata Friederich Ebert la formación de un gobierno provisional. Ludendorff se había retirado el 27 de octubre. El 10 de noviembre, el Kaiser Guillermo II tomaba el tren con destino a Holanda e iniciaba su exilio. En todas partes, los príncipes herederos de los estados alemanes renunciaron a sus coronas o fueron depuestos por revoluciones. Inmediatamente se formó en Berlín un gobierno provisional que organizó una convención nacional que debía celebrarse en Weimar para proclamar la república. En la mañana del día 11, los delegados de Alemania y de los países aliados firmaban un armisticio en el 5
interior de un vagón de ferrocarril, sito en el bosque de Copiegne, al norte de París. Sin duda los términos del armisticio fueron duros. El presidente Estadounidense Woodrow Wilson había advertido a los Alemanes que las condiciones serían tales "que hicieran imposible la renovación de las hostilidades por parte de Alemania". Alemania accedió a abandonar todos los territorios conquistados, a evacuar sus tropas del lado occidental del Rin, a desmantelar sus reductos militares de Renania, a entregar su armada y su arsenal de guerra; asimismo renunció a los tratados que había impuesto a los rusos y a los rumanos, se obligaba a devolver a los prisioneros de guerra y aceptaba el pago de una indemnización. A las 11 horas del día 11 del mes 11 de 1918, la Primera Guerra Mundial había concluido. A lo largo del inmenso frente occidental, en todas las ciudades de Europa y en gran parte de las del mundo, la alegría se desbordaba. Por fin callaron las armas, pero las huellas que dejaron aún persistirían durante décadas desfigurando la faz de Europa.
6