GUERRA DE MUJERES EN LA SOCIEDAD, EL ARTE Y LA LITERATURA

(Asociación Universitaria de Estudios de Mujeres) MUJERES EN GUERRA/GUERRA DE MUJERES EN LA SOCIEDAD, EL ARTE Y LA LITERATURA Estela González de Sand

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(Asociación Universitaria de Estudios de Mujeres)

MUJERES EN GUERRA/GUERRA DE MUJERES EN LA SOCIEDAD, EL ARTE Y LA LITERATURA Estela González de Sande • Mercedes González de Sande (editoras)

MUJERES EN GUERRA / GUERRA DE MUJERES EN LA SOCIEDAD, EL ARTE Y LA LITERATURA

Estela González de Sande Mercedes González de Sande (editoras)

Colección Escritoras y escrituras Directora: Mercedes Arriaga Flórez MUJERES EN GUERRA/ GUERRA DE MUJERES EN LA SOCIEDAD, EL ARTE Y LA LITERATURA Editoras: Mercedes González de Sande y Estela González de Sande

Comité científico: Elena Jaime de Pablos (Universidad de Almería), Leonor Saez Méndez (Universidad de Murcia), Marcela Prado Traverso (Universidad de Playa Ancha, Chile), Remedios Zafra Alcaraz (Universidad de Sevilla), Yolanda Morató Agrafojo (UPO), María Reyes Ferrer (Universidad de Murcia), Victoriano Peña Sánchez (Universidad de Granada), Rocío Velasco de Castro (Universidad de Extremadura), Socorro Suárez Lafuente (Universidad de Oviedo), Fausto Díaz Padilla (Universidad de Oviedo), Mª Dolores Valencia Mirón (Universidad de Granada), Isabel González Fernández (Universidad de Santiago de Compostela), Victoriano Peña Sánchez (Universidad de Granada), Fabio Rodríguez Amaya (Università degli Studi di Bergamo), Mª Amparo Pedregal Rodríguez (Universidad de Oviedo), Mª Elena Jaime de Pablos (Universidad de Almería), Sarah Zappulla Muscará (Università degli Studi di Catania), Mercedes Arriaga Flórez (Universidad de Sevilla), Vicente González Martín (Universidad de Salamanca), Antonella Cagnolati (Università degli Studi di Foggia), Mª del Carmen Alfonso García (Universidad de Oviedo)

© Imagen de portada: Femmes de Adriana Assini www.adrianassini.it Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”©, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción parcial o total de esta por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo.

© Arcibel editores, Sevilla, 2014 ISBN 978-84-15335-56-6

ÍNDICE 1. MUJERES ESCRITORAS Y ACADÉMICAS 1.1. La voz y la pluma de las mujeres como medio de reivindicación política y social MARÍA TERESA ARIAS BAUTISTA, Mujeres encadenadas por la palabra. RAISA GORGOJO IGLESIAS, Cuerpo, discurso y muerte en los cuentos de Silvina Ocampo. MILAGRO MARTÍN CLAVIJO, Palabras para recordar: el compromiso político de Concetta La Ferla en el relato de Maria Attanasio “Di Concetta e le sue donne”. ANA MENÉNDEZ PRIETO, Santa Teresa, maestra y escritora. MARIÁNGELES RODRÍGUEZ ALONSO, La mujer al otro lado de la trinchera en Espérame en el cielo o mejor no de Diana M. de Paco: la heroicidad de la supervivencia en la violencia de género. ASSUMPTA SABUCO CANTÓ, Cuerpo y sangre en la obra de Pilar Albarracín ARETI SPINOULA, La “Chiara” di N. Kazantzakis, mito e realtà. CARMEN SUÁREZ SUÁREZ, Sara Suárez Solís: una escritora contra el patriarcado. 1.2.

Escritoras contracorriente, polémicas o bélicas

DAVIDE BIGALLI, Donne sul piede di guerra. Il Femminile futurista tra bellicismo e riscatto. ROSA DOMÍNGUEZ MARTÍN, Las “Aficiones Peligrosas” de la condesa rebelde, análisis de su primera obra. CRISTINA MORALES SARO, Cuando el privilegio es matar. El travestismo militante de Dorothy Lawrence. 1.3.

La guerra en la literatura escrita por mujeres

ANTONELLA CAGNOLATI, Le drammatiche tracce dell’ora presente nella vita privata: la guerra nel carteggio tra Anna Kuliscioff e Filippo Turati (1915-1918). ISABEL CARRERA SUÁREZ, Tres Guineas y el centenario de 1914: guerra, activismos y escritura desde el siglo XXI. TERESA GIBERT MACEDA, Margaret Atwood y el legado literario de la Primera Guerra Mundial.

MARÍA TERESA GONZÁLEZ MINGUEZ, Virginia Woolf y la Primera Guerra Mundial: el nexo femenino en To the lighthouse y Mrs Dalloway. TRINIS A. MESSINA FAJARDO, Mujer, guerra y exilio en “Las peregrinaciones de Teresa” de María Teresa León. ROSARIO MESTA RODRÍGUEZ, Sólo hacen falta tres guineas para poder detener la guerra: el combate literario de Virginia Woolf contra la masculinidad, el patriarcado y los conflictos bélicos. VERÓNICA PACHECO COSTA, Cicely Hamilton: la sufragista anti bélica. DAMIANO PIRAS, Tra assordanti silenzi ed eroiche vedute: pensieri e parole sulle dissonanti reazioni delle intellettuali sarde alla Grande Guerra. 1.4.

La lucha de las mujeres en los centros académicos

IRENE AGUADO HERRERA, Visibilización de las aportaciones de las mujeres en el origen del psicoanálisis ELENA FERNÁNDEZ TREVIÑO, Educar con el corazón (María Zambrano: la revolución educativa pendiente). ESTRELLA MONTES LÓPEZ, La carrera académica vista con ojos de mujer: análisis cualitativo de experiencias profesionales. STELLA PRIOVOLOU, Jacqueline De Romilly: l’ideale classica e appassionata di Grecia 1.5.

ermeneuta

dell’antichità

Mujeres rebeldes y transgresoras en la literatura

MARTA BELLOMETTI, Poder y rebeldía en La casa grande, de A. Cepeda Samudio: cuestión de trincheras, cuestión de mujeres. ALMUDENA ORELLANA PALOMARES, Poesía y homosexualidad en la posguerra española: Gloria Fuertes García. YOLANDA ROMANO GARCÍA, Una mirada feminista en el giallo italiano 2. MUJERES LUCHADORAS Y ACTIVISTAS 2.1.

La lucha armada o inerme a favor de los derechos de las mujeres

ANA ABA CATOIRA, La contribución de las mujeres en la gestación del Estado de Derecho. MARINA LÓPEZ BAENA, Las mujeres y los procesos de pacificación. Una crítica de ausencias y reivindicación de presencias.

LOURDES PÉREZ GONZÁLEZ, Del victimismo al activismo: las guerras de las mujeres en la guerra. 2.2. Reivindicaciones políticas y sociales de las mujeres y su aportación a la sociedad moderna SANDRA DEMA MORENO, AMAIA DEL RÍO e ITZIAR GANDARÍAS, ¿Qué modelo de desarrollo queremos construir? Generando alianzas entre el feminismo y la cooperación para el desarrollo. ALBA MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Andaluzas exiliadas en México tras la Guerra Civil española. Compromiso social, mantenimiento y transmisión de valores democráticos y republicanos. OLGA TORRES DÍAZ, El sostén azul de la plaza Tahrir. El grafiti se suma al activismo femenino en las calles de Egipto. 2.3.

Participación de las mujeres en la guerra

CRISTINA DE PEDRO ÁLVAREZ, Ángeles de la guerra. Los discursos pacifistas de Carmen de Burgos y Sofía Casanova tras sus experiencias como corresponsales. LILIAN DOS SANTOS RIBEIRO, Eneida de Moraes: memoria y militancia de una activista Mª LUISA MOLINA IBÁÑEZ, La enfermera en la primera guerra mundial. Empoderamiento y estereotipos. PABLO GARCÍA VALDÉS, Universidad de Oviedo, La participación de las aristócratas lombardas en el Risorgimento italiano. MERCEDES TORMO-ORTIZ, Abandonando la sala de estar: Eleonora de Fonseca Pimentel, una napolitana en la lucha por la libertad. 2.4.

Mujeres en la historia, en la cultura y en la sociedad

LUCÍA LÓPEZ MENÉNDEZ / SOFÍA FERNÁNDEZ CASTRO, Una pionera en el socorrismo: María Antonia Martínez. ANNA GRAZIA RUSSU, All’opre femminili intente. Divieto di guida per le donne arabe. ANTONIA SAGREDO SANTOS, El protagonismo de la mujer en la sociedad estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial. SARA VELÁZQUEZ GARCÍA, Una herida abierta en el cuerpo de las mujeres: la violencia sobre las mujeres en la Guerra de los Balcanes.

3. MUJERES ARTISTAS 3.1.

Participación de las mujeres en el arte y su aportación a la cultura igualitaria

PATRICIA GIL SALGADO, Vanguardias pictóricas durante la década de 1910 y 1920: proyección de los roles de género en los estudios de caso de María Blanchard y Georgia O´Keeffe. CRISTINA HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Al otro lado del Prerrafaelismo: Evelyn de Morgan, imágenes para la sororidad y la igualdad. PILAR MUÑOZ LÓPEZ, Artistas españolas en la Guerra Civil (1936-1939). MARÍA ELENA PALMEGIANI, Leonor Fini hacia una nueva dimensión de lo femenino. DIEGO RAMBOVA, Exorcizando el fantasma Patriarcal: El caso de Mary Beth Edelson. 3.2. Representaciones artísticas de la mujer en el teatro, la música, el cine y la fotografía CONCEPCIÓN FERNÁNDEZ SOTO, María Guerrero: gesto, figura y voz para una Cleopatra de abono teatral (1898). JOSÉ ANTONIO GÓMEZ RODRÍGUEZ, Una mujer adelantada a su tiempo: Rogelia Gayo los Vaqueiros de Alzada SARA SÁNCHEZ CALVO, Proyecto “DiscoveringSophie”. Representación de mujeres más allá de la norma: cultura, revoluciones y vida cotidiana en el siglo XIX. ROBERTO TROVATO, Dal romanzo “Artemisia” alla pièce di Anna Banti “Corte Savella”.

PRESENTACIÓN

Bajo el título Mujeres en guerra/Guerra de mujeres en la sociedad, el arte y la literatura, el presente volumen reúne más de cincuenta ensayos realizados por profesores/as e investigadores/as de distintas disciplinas y áreas de conocimiento, con el objetivo de divulgar los estudios llevados a cabo en el ámbito académico sobre las mujeres y la guerra dentro y fuera de España; rindiendo, de este modo, homenaje al centenario de la primera Guerra Mundial y proponiendo, a su vez, nuevas líneas de investigación en torno al estudio de la mujer desde el punto de vista de su actuación y participación en la vida pública. Con el primer gran conflicto bélico como telón de fondo, este libro pretende dar a conocer el papel fundamental de las mujeres “al otro lado de las trincheras”, entendido de forma metafórica o literal, con la convicción de que todavía hay mucho que decir y que escribir sobre la participación de las mujeres en la conformación de las sociedades democráticas, resaltando su aportación al campo de la política, del arte y de la cultura en pro de una sociedad igualitaria. Por ello, con la ambición de abarcar diferentes ámbitos de estudio que engloben esta aportación de la mujer, los ensayos versarán en torno a tres ejes temáticos, que incluyen diversas líneas de investigación: “mujeres escritoras y académicas”, “mujeres luchadoras y activistas” y, por último, “mujeres artistas” y que, a su vez, están subdivididos en varias secciones, que analizan, entre otros temas de interés, textos literarios protagonizados por mujeres relevantes en la Historia y en los conflictos bélicos, ya sea como sujetos u objetos de la narración; o la participación activa de las mujeres en las diferentes guerras y, especialmente, en la constitución de las culturas democráticas europeas implantadas a raíz de las dos grandes guerras mundiales; así como la contribución de numerosas mujeres a la cultura y a los logros políticos y sociales de muchos países. Temáticas, todas, con un objetivo común: fomentar una cultura paritaria, y en cuya memoria puedan reconocerse también las mujeres como sujetos activos de la historia y de todos los campos que la componen. Mujeres, ya sean

escritoras, artistas, académicas, activistas, o mujeres luchadoras de cualquier espacio y condición social, cuyas aportaciones a lo largo de la historia, de manera colectiva o individual, han sentado la base de los valores de igualdad imprescindibles en una sociedad democrática.

Estela González de Sande Mercedes González de Sande Editoras

1.2.

Escritoras contracorriente, polémicas o bélicas

CUANDO EL PRIVILEGIO ES MATAR. EL TRAVESTISMO MILITANTE DE DOROTHY LAWRENCE. UN ANÁLISIS DEL TRAVESTISMO ESTRATÉTICO EN EL DOBLE CONTEXTO BÉLICO DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL Y DE LA GUERRA SEXUAL TOTAL DESDE LA ÓPTICA DEL ACTIVISMO, EL ARTE Y LA TEORÍA FEMINISTAS Cristina Morales Saro Universidad de Oviedo 1. INTRODUCCIÓN La estrategia de Dorothy Lawrence, combatiente en la Primera Guerra Mundial, se inserta en una larga tradición de travestismo como práctica subversiva preferida por muchas mujeres para lograr desembarazarse de las limitaciones políticas, jurídicas, artísticas, sociales, etc, que se les imponen en función de sus atributos sexuales. Pero el travestimo como estrategia, en los contextos en los que aparecer como hombre supone una serie de privilegios y posibilidades de desarrollo que no se obtendrían apareciendo como mujer, y sean los que sean los objetivos que se persiguen con ella, no constituye solamente una estrategia valientemente adoptada para dar salida a las inquietudes personales, sino, de una forma mucho más radical, una verdadera acción revolucionaria que nos traslada al escenario de otra guerra, encubierta por la primera. En éste contexto, el de una guerra sexual, que constituye una auténtica guerra total (Millett, Schmitt), el travestismo se revela como una práctica militante, que, como se hace evidente en la condena al silencio impuesta a Dorothy, cuestiona el buen funcionamiento y pone de manifiesto las debilidades del sistema patriarcal y sus dispositivos de seguridad y perpetuación. El caso de Dorothy Lawrence nos permitirá un análisis de las múltiples facetas de ésta estrategia. Desde el aspecto de íntima revolución que sin duda presenta para sus protagonistas, hasta el aspecto de militancia en la guerra de los sexos, silenciada, pero total, pasando por su carácter artístico y revolucionario.

2. EL TRAVESTISMO COMO PRÁCTICA MILITANTE EN LA GUERRA SEXUAL. EL CASO DE DOROTHY LAWRENCE Aunque existen discrepancias acerca de su familia de origen, según el Oxford Dictionary of National Biograph, Dorothy Lawrence nace el 4 de octubre de 1896, en Polesworth. Desde muy pronto se interesa por la escritura y empieza a publicar algunos artículos periodísticos en el The Times. Cuando estalla la guerra, Dorothy quiere cubrirla como reportera, lo cual la lleva a viajar a París, con la intención de acercarse lo más posible al núcleo de los acontecimientos. Para ello trata de trabajar como voluntaria en el Voluntary Aid Department, pero se la rechaza. Estamos en 1915, Dorothy tiene 19 años, es testaruda y no cede a las dificultades, la empuja el peculiar carácter que le hace decir de sí misma “Any girl-cyclist would have looked out of harmony with war's surroundings which marked Northern France at the time; and this particular girl-cyclist would have looked inharmonious in any possible surroundings except primaeval chaos” (Lawrence, 1919: 1) y que la lleva a protagonizar la aventura que la convertirá en la única mujer soldado de la Primera Guerra Mundial. Dorothy tenía un objetivo, quería ser corresponsal de guerra, ello le permitiría ganar dinero a su vuelta a Inglaterra y ser independiente, además, se sentía cómoda en medio del caos bélico, sin embargo, era consciente de que no le sería fácil, o mejor, de que le sería completamente imposible llegar al frente si se presentaba al mundo como una mujer: Nonsense, of course not. Do you suppose we’re going to send a woman out there when even our own war-correspondents can’t get out for love or money?” […] “Of course if you could get to the front, well, then it would…” -incomplete sentence never finished - said a certain news editor, speaking heedlessly without the slightest notion of conveying definite orders. (Lawrence, 1919: 40-41)

Por lo que aparecer como un hombre, vestida de soldado, parecía ser la única estrategia que le permitiría ultrapasar el límite impuesto a las mujeres y llegar al campo de combate, vestida como un hombre, adquiriría los privilegios y las posibilidades de los hombres, y podría llegar al frente, ser una buena corresponsal y ser independiente. “I want to get out to the front as a soldier. Will you help me?” They looked at me. “But what do you want us to do?”

“Well, the first essential means uniform, doesn’t it?” I replied. (Lawrence, 1919: 45)

En el tercer capítulo de su novela maldita, Dorothy nos relata las dificultades que tuvo que sortear para endosarse el uniforme que poco a poco se había ido agenciando y hacer que su aspecto masculino fuese creíble. Enveloping myself in swathes of bandages, like a mummy, I pulled these swathes taut around my body, 'after the removal of all ordinary attire. Even then the waistline showed above the dip of my back. So I padded my back with layers of cotton wool. Then my shoulders outlined the division beteewn my my back and the padding! I finished by making, out of sacking, a big apron, which, suspended by strings, I slung down my back, fixing it over layers of wool, thus making of my back one flat surface. (Lawrence, 1919: 48)

A lo largo de la historia, han sido muchas las mujeres que han adoptado la estrategia del travestismo, conscientes de los privilegios que estaban dejando de disfrutar por el simple hecho de aparecer como mujeres57. En el contexto de la política sexual, la adopción de esta estrategia se revela como una práctica revolucionaria que explicita y saca a la luz, desde la acción, lo que después serán las tesis de la teoría de la performatividad del género, esto es, pone en evidencia que en la forma de aparecer, antes que el ser, nos va, justamente, el poder ser. Dorothy, y todas aquellas que usaron (y usan) la estrategia del travestismo para lograr unos fines que de otro modo les hubiesen sido arrebatados, han sido conscientes de la condición de simulacro del género y la han usado como estrategia militante en la guerra sexual. Todas ellas están probando, a riesgo de su vida, que el género funciona como simulacro y no como esencia, esto es, que el género no es, sino que aparece, se construye en un espacio de aparición en el que despliega sus potencialidades o sus privilegios. Lo que estas mujeres demuestran, es que no hace falta ser un hombre para obtener los privilegios reservados para ellos, basta simplemente con parecerlo. Parece que los que están del bando hegemónico en la guerra sexual, son mucho más platónicos, por no decir parmenideos, y que, como lo que es es, y lo que no es, no es, no hay por qué desarrollar ningún mecanismo de control al respecto. Según la metafísica patriarcal, el aparecer sigue al ser, por lo que seguramente no se concibe si quiera que a una mujer le interese llegar a primera línea de batalla. Así se explica la relativa facilidad                                                                                                                         57

Uno de los casos más actuales lo constituyen algunas mujeres de Afganistán conocidas por Bacha Posh que logran burlar los dispositivos de control patriarcales practicando la misma estrategia.

con la que Lawrence se camufla entre los soldados, a pesar de los rasgos que hubiesen podido delatarla. Interesante es, sin embargo, el hecho de que sea, precisamente la esfera sexual, la que la pone en peligro de ser descubierta, ella pasa por soldado sin problemas, con sólo vestirse como tal, excepto cuando sus compañeros empiezan a darse cuenta de que no le interesan las mujeres, entonces empiezan los problemas. La sexualidad heteropatriarcal juega pues aquí el papel del mecanismo de control que no se desarrolló para cerciorarse del “verdadero género” de los combatientes. Se da por hecho, si es un hombre, su voraz apetito sexual le llevará a buscar mujeres, si esto no sucede, entonces hay que dudar de este hombre, puede que no lo sea. Vemos aquí cómo el mecanismo de control heterosexual arroja toda su fuerza coercitiva sobre los que aparecen como hombres, no se ponía en duda su masculinidad para ser aceptados en el frente, con parecer uno, valía, pero una vez dentro, si no cumplen con las pautas heteronormativas instauradas, entonces vienen los problemas. Lawrence burla como puede este dispositivo inconsciente de control sexo-género, hasta que la presión puede con ella y confiesa. En este momento, el patriarcado sufre un golpe fortísimo, ha sido engañado, burlado, puesto en ridículo, la gravedad del asunto se manifiesta en la condena que se le impone a la mujer soldado: en primer lugar, y después de considerar la pena de muerte, se opta por la imposición del silencio, nadie debe saber los métodos de Dorothy para lograr engañar una estructura que se piensa a sí misma todopoderosa. Para asegurarse de ello, primero se la recluye a la fuerza en un convento, y luego, cuando Dorothy considera que el mundo es otro y que puede escribir y publicar en forma de libro su aventura, se la condenará al encierro psiquiátrico en el que permanecerá hasta su muerte. El travestismo de Dorothy, y la condena que se le impone al ser descubierta, ponen de manifiesto, el grado en el que ella estaba inserta en el contexto de una guerra sexual encubierta por el conflicto bélico mundial, y cómo, su estrategia, desafía y pone en cuestión los dispositivos de control y perpetuación del patriarcado, y evidencia sus debilidades. De este modo, Dorothy se convierte en una militante de la guerra sexual avant la lettre.

3. EL TRAVESTISMO DE LAWRENCE COMO “PERFORMANCE” REVOLUCIONARIA Como hemos dicho, el travestismo de Dorothy, pone de manifiesto la performatividad del género que no se rige por la lógica del ser, sino por la del devenir. Su estrategia, constituye además una performance que pone de relieve el carácter revolucionario de la militancia sexual. Durante los diez días que Dorothy pasa como soldado, el frente se convierte en un teatro, y su vida, en una continua performance en la que la misión principal es la de mantener en secreto los atributos sexuales que podrían delatarla. El carácter revolucionario del arte que descubre Marcuse, que por sí mismo no es capaz de transformar la sociedad pero que hace luz sobre las posibilidades del cambio, conviene de forma ejemplar a este caso. Según Marcuse, (1978: 69) “la autonomía del arte frente a lo dado”, dota al mismo de un carácter revolucionario desde el momento en que toma como contenido la realidad establecida para dotarla de forma estética y en este proceso “subvierte la conciencia dominante, la expresión normal” (Marcuse, 1978: 56). De este modo, la denuncia de “la realidad establecida”, de lo dado, como totalidad de lo posible, constituye la cualidad radical del arte: “Por esa razón el arte crea el reino en el cual se hace posible la subversión de la experiencia propia del arte: el mundo formado por él es reconocido como una realidad que aparece eliminada y deformada en la sociedad dada.” (Marcuse, 1978: 66). Al transformarla, la forma estética hace pedazos la realidad establecida, y, al mismo tiempo, la sensibilidad que la sustentaba: “La lógica interna de la obra de arte culmina con la irrupción de otra razón, de otra sensibilidad, que desafíen abiertamente la racionalidad y la sensibilidad asociadas a las instituciones sociales dominantes” (Marcuse, 1978: 67). El arte abre así a una nueva dimensión de la experiencia que da lugar a una “‘desublimación’ en la percepción de los individuos -en sus sentimientos, juicios, pensamientos” y que desautoriza las normas, las necesidades, y los valores dominantes, “la verdad del arte descansa en su poder de quebrar el monopolio de la realidad establecida (p.e., de quienes la establecieron) para definir lo que es real” (Marcuse, 1978: 60). La experiencia de Dorothy, interpretada ahora como “performance” artística, abre paso al surgimiento de una “subjetividad rebelde” que surge “con esa percepción del mundo que enajena a los individuos de su existencia funcional y de su representación en la sociedad -(el arte) está comprometido, pues, con la emancipación de la sensibilidad, de la imaginación y de la razón en el conjunto de las esferas de la subjetividad y de la

objetividad” (Marcuse, 1978: 69-70). Y tal es, para el autor el requisito previo de cualquier revolución social, el enraizamiento de la transformación radical, en los individuos mismos: “en su inteligencia y sus pasiones, sus impulsos y sus metas propios” (Marcuse, 1978: 63). De este modo, la estrategia de Dorothy, que desafía la autoridad que decide lo que es real, aglutina los rasgos propios del arte como semilla de la revolución, revolución que, en nuestro caso, será conceptualizada como revolución sexual (Millet, 1995). “Y no importa en qué magnitud de arte se dé la vuelta al sentido habitual de las palabras y las imágenes; continúa siendo la transfiguración de un material dado” (Marcuse, 1978: 105). En el caso del travestismo militante, lo que se transfigura es lo que aparece como dado, el género, a la vez que inicia la transformación de la conciencia social que lo comprendía como realidad objetiva e invariable asociada al sexo, y, por lo tanto, hecha pasar por “la naturaleza”. La posibilidad de una transfiguración semejante constituye un auténtico desafío a la autoridad ideológica de la época y no llegará a desplegar sus últimas consecuencias hasta nuestros días en pensadoras como Judith Butler (2007) o Beatriz Preciado (2008), las cuales, ahondarán en la tesis de la performatividad del género, hacia la puesta en cuestión de su agregado naturalizado, el sexo, concluyendo que incluso este bastión de la heterosexualidad patriarcal, en el que se apoyaba una parte importante la lógica de la metafísica machista, no constituye sino una más de sus falacias naturalistas. Así, la experiencia de Dorothy, se revela como anticipadora de una realidad que no llegará cumplirse teóricamente hasta un siglo después, y su performance constituye una auténtica “promesa de liberación” (Marcuse, 1978: 111). “En este sentido el arte participa inevitablemente de lo que es y sólo como fragmento de lo que es se pronuncia contra lo que es. Esta contradicción se conserva y resuelve en la forma estética que brinda al contenido y a la experiencia familiares el poder de enajenación que conduce a la creación de una nueva conciencia y de una nueva percepción.” (Marcuse, 1978: 105-106). Pero, continúa Marcuse, el cumplimiento de esta promesa, ya no pertenece a la esfera del arte, sino a la de la praxis, y por ello, la forma estética revela su “cualidad radical” de ser invocación de la “bella ilusión” que “permanece en un mundo ficticio, aunque en calidad de tal descubra y anticipe la realidad” (Marcuse, 1978: 124). La bella ilusión que el arte promete, es manifestación aparente de la libertad, promesa y no cumplimiento ya que “el arte no puede cumplir su promesa” (Marcuse, 1978: 113). Es por ello por lo que el arte encuentra su realización fuera de él, y el grado de ésta “depende de la lucha política” (Marcuse, 1978: 125). Es aquí donde se

estrechan las relaciones entre la performance artística y la praxis revolucionaria, poniéndose de manifiesto que no hay unidad inmediata entre ambas, pero sí continuidad necesaria: el mundo que promete el arte a través de la apertura de la posibilidad de transfiguración de lo que aparece como real, constituye el telos de la praxis revolucionaria. El travestismo de Lawrence, por tanto, como forma estética, cumple con las dos notas de la concepción marcusiana del arte, por un lado, denuncia la realidad establecida, y, por otro, invoca la “bella ilusión”, suscitando así la imagen de “lo otro” posible, y “Esta intuición, implacablemente expresada en el arte, puede quebrar la fe en el progreso, pero también es capaz de mantener viva otra imagen y otra meta para la praxis: la reconstrucción de la sociedad y la naturaleza bajo el principio del incremento del potencial de felicidad humano” (Marcuse, 1978: 123). El poder de su estrategia se hace patente en este reconocimiento de la posibilidad que identifica, “lo que es y lo que puede ser, en y más allá de las condiciones sociales” (Marcuse 1978: 136). Así, bajo el prisma de la forma estética, “es la realidad dada, el mundo habitual lo que ahora parece no verdadero, falso, una realidad engañosa” (Marcuse 1978: 121), mistificación de una posibilidad dada como todo lo real. Y Puesto que el arte conserva -mediante la promesa de felicidad- la memoria de las metas que no se alcanzaron, puede entrar en calidad de “idea reguladora” en la desesperada lucha por la transformación del mundo. Contra todo fetichismo de las fuerzas productivas, contra el sometimiento continuo de los individuos a condiciones objetivas (que siguen siendo relaciones de dominación), el arte representa el objetivo último de todas las revoluciones: la libertad y la felicidad del individuo. (Marcuse, 1978: 138)

Es por ello que creemos justificada esta interpretación estética del travestismo de Dorothy, interpretación que nos devuelve a la consideración de su carácter militante. De hecho, cuando ella se delata a sí misma, por miedo a las represalias que pudiesen sufrir aquellos que la habían ayudado si la descubrían, la primera preocupación de los altos mandos es que sea una espía, sin ser conscientes de que la sospecha es fundada pero sólo en el contexto de otra guerra, abierta y declarada, mucho más antigua, y sin embargo continuamente encubierta por la sucesión proliferante de conflictos bélicos que llamamos historia. Esta otra guerra que subyace a la “primera” pero que queda invisibilizada precisamente por ella: la guerra sexual.

4. DE LA POLÍTICA SEXUAL A LA GUERRA SEXUAL TOTAL. CUANDO EL PRIVILEGIO ES PODER MATAR

El marco teórico de la política sexual nos permite pensar el doble contexto bélico en el que Lawrence se encuentra inserta, por un lado, como es evidente, existe un conflicto bélico mundial, por otro lado, se desarrolla un conflicto también bélico, pero encubierto, que atañe a la cuestión sexo-género. Se trata de la guerra sexual que surca toda la historia conocida tanto de oriente como de occidente, una guerra sexual para cuya conceptualización en el marco de la política sexual (Millet, 1995), utilizaremos aquí los conceptos y los análisis de Carl Schmitt y de Giorgio Agamben. Para el primero, la guerra moderna necesita, para ser declarada jurídicamente, una doble identidad soberana, la del amigo (o la del que la declara) y la del enemigo (o la de aquel a quien se la declaran), en este plano nos movemos normalmente cuando hablamos de los conflictos bélicos entre los estados, y, en principio, este es el tablero de juego, también, de la 1º Guerra Mundial. Pero, sigue Schmitt, en nuestra época, momento de neutralizaciones y despolitizaciones (Schmitt, 1998) este tablero, esta forma de la guerra entre estados soberanos se desmorona, y en su lugar aparece una nueva configuración, una nueva forma de la guerra a la que llamará “guerra total” y en la que El concepto de humanidad excluye al de enemigo, ya que el enemigo no deja de ser un hombre. Que sean conducidas guerras en nombre de la humanidad no contrasta con esta verdad simple sino con un significado político particularmente intenso. Si un estado combate a su enemigo político en nombre de la humanidad, la suya no es una guerra de la humanidad, sino una guerra por la cual un determinado estado trata de apropiarse de un concepto universal para identificarse con él (…) proclamar el concepto de humanidad manifiesta sólo la terrible pretensión de que al enemigo le sea elevada la cualidad de hombre, de que sea declarado enemigo de la humanidad y por tanto que la guerra sea llevada hasta la extrema inhumanidad. (Schmitt, 1998: 83)

Y éste es el nivel al que nos movemos cuando hablamos de la “guerra sexual total” término con el que queremos hacer mención al hecho de que la guerra sexual, tiene la forma no de la guerra moderna (amigo-enemigo, ambos soberanos), sino de la guerra total, en la que “el soberano” no se opone a un igual, ni surge como alteridad en la

contradicción con otro como él, sino a una “vida desnuda” sobre la cual tiene la potestad de decidir la vida o la muerte. Considérese la esfera de significación del término sacer, tal como se desprende de nuestro análisis… indica más bien una vida absolutamente expuesta a que se le dé muerte, objeto de una violencia que excede a la vez la esfera del derecho y del sacrificio. Esta doble sustracción abre, entre lo profano y lo religioso, y más allá de ellos, una zona de indistinción cuyo significado es precisamente lo que hemos tratado de definir. (Agamben, 2003: 109-112)

Declarar al enemigo fuera de la humanidad, lo cual hace que éste adopte la forma de una vida “absolutamente expuesta” y, por tanto, desnuda, es el privilegio que Agamen entiende que distingue al soberano. Por supuesto que esa vida “absolutamente expuesta” sobre la que el soberano ejercerá su privilegio, es una producción política que aparece a la vez que la misma soberanía, a saber, en el mismo movimiento en que el soberano se determina a sí mismo, suspendiendo el derecho, y por lo mismo, quedando fuera del derecho, abre el espacio de excepción en el que caerán las vidas desnudas, precisamente fuera de la ley y por lo tanto expuestas a una violencia excesiva. Así, la vida desnuda es colocada a las afueras del derecho a la vez que el soberano se excluye a sí mismo del ordenamiento jurídico, suspendiéndolo. El agudo análisis del poder que desarrolla Agamben, nos lleva pues a pensar que, lejos de ser simple naturaleza, el homo sacer es el resultado político de la soberanía misma. Si aplicamos esta perspectiva al caso que nos ocupa, el de la guerra sexual, comprendida ahora como guerra total, obtenemos que, dado el tablero de juego de la guerra moderna, esto es, en el contexto de un conflicto bélico del tipo amigo-enemigo, para dar razón (más allá del argumento biologicista de la necesidad de la especie de proteger a las hembras) de por qué los hombres ostentan el privilegio de combatir y de matar y las mujeres no, hay que desplegar, dentro del primero, un segundo tablero de juego, el de la guerra total, en la que el bando soberano se define precisamente por un tal privilegio de dar muerte, frente al bando que soporta la soberanía. Así, los combatientes de la primera guerra mundial presentan una doble faz, por un lado, como vidas expuestas por sus estados soberanos a la violencia desmesurada de la guerra, son vidas desnudas; por otro lado, en cuanto que pueden ejercer el privilegio de dar la muerte a otras vidas desnudas (lo cual les es negado a las mujeres), caen dentro del bando soberano en la guerra sexual total. Esta ambigüedad se explica al caer en la

cuenta de que, en cualquier contexto bélico, subyace, además de la guerra con nombres y apellidos en la historia (la primera guerra mundial, por ejemplo), otra guerra, a menudo silenciada, y que no ha tenido nombre hasta hace relativamente muy poco, la guerra sexual. Bajo esta doble perspectiva, pues, aparece más claramente la doble dimensión del combatiente, soberano en la guerra sexual y nuda vida en la guerra mundial. Sin poder dilucidar de un modo objetivo si la guerra en sí es o no constitutiva del patriarcado, lo que sí podemos dar por cierto es que en el contexto del patriarcado, se erige como hegemónica la figura que encarna o ejerce el poder no ya de dar la vida (dios, la naturaleza) sino el de decidir dejar vivir o hacer morir (el soberano), y que de este modo se configura lo que puede conceptualizarse como una desigualdad total en las relaciones de poder que constituyen la política sexual. Para ilustrar el modo en cómo a las mujeres se nos ha declarado literalmente “fuera de la humanidad”, podemos apelar a Bouboir, La mujer no está plenamente integrada en el mundo de los hombres; en tanto que lo Otro, se opone a ellos; es natural que se sirva de las fuerzas que posee, no para extender a través de la comunidad de los hombres y en el futuro la influencia de la trascendencia, sino, estando separada, en oposición, para arrastrar a los varones a la soledad de la separación, a las tinieblas de la inmanencia. Es la sirena cuyos cantos precipitaban a los marinos contra los escollos; es Circe, que transformaba en bestias a sus amantes, la ondina que atrae al pescador al fondo de los estanques. El hombre, cautivo de sus encantos, ya no tiene voluntad, ni proyectos, ni porvenir; ya no es ciudadano, sino una carne esclava de sus deseos; está excluido de la comunidad, encerrado en el instante, zarandeado pasivamente entre la tortura y el placer. (Beauvoir, 1981: 87)

Como vemos, la mujer no se opone en tanto que simplemente “otro” o “algún otro”, sino, de un modo mucho más radical, en tanto que “lo Otro”, naturaleza inmanente o sobrenatural, a la mujer se la mistifica, se la deshumaniza: El hombre reencuentra en la mujer las estrellas brillantes y la luna soñadora, la luz del sol, la sombra de las grutas; y, a su vez, las flores silvestres de los matorrales, la orgullosa rosa de los jardines, son mujeres. Ninfas, dríadas, sirenas, ondinas, hadas, pueblan los campos, los bosques, los lagos, los mares, las landas. Nada más anclado en el corazón de los hombres que este animismo. Para el marino, la mar es una mujer peligrosa, pérfida, difícil de conquistar, pero a quien mima a través de su esfuerzo para domarla. Orgullosa, rebelde, virginal y

malvada, la montaña es mujer para el alpinista que, con peligro de su vida, quiere violarla. A menudo se pretende que esas comparaciones manifiesten una sublimación sexual; expresan más bien entre la mujer y los elementos una afinidad tan original como la misma sexualidad. El hombre espera de la posesión de la mujer otra cosa que no sea la satisfacción de un instinto; ella es el objeto privilegiado a través del cual somete a la Naturaleza. (Beauvoir, 1981: 82)

Este estatuto degradado que excluye a la mujer de la sociedad humana, es un rasgo típico del patriarcado que logra dibujar una línea de continuidad entre las tribus primitivas y las instituciones militares del mundo moderno, como recuerda Millet, El término psicoanalítico que mejor describe el clima de inmadurez que caracteriza las casas de hombre es el de “estado fálico”. Semejantes baluartes de la virilidad refuerzan la de por sí acusada orientación del patriarcado hacia el poder. Geza Roheim, antropólogo y psicoanalista de nacionalidad húngara, ha subrayado la función de tipo patriarcal desempeñada por tales instituciones en las tribus primitivas, afirmando que sus prácticas religiosas y sociales son las de “un grupo de hombres unidos por el culto profesado a una materialización del pene y por la exclusión de las mujeres de su sociedad”. El ambiente de las casas de hombres presenta rasgos sádicos, dominantes y encubiertamente homosexuales, y tanto su energía como sus móviles son, con frecuencia de índole narcisista. Es fácil percibir en ellas la relación establecida entre el pene y las armas, que da lugar a una confusión cultural de la anatomía y la posición, claramente ilustrada por la castración inflingida a los prisioneros. La camaradería entre varones, tan emcumbrada por el ejército, deriva en gran parte de una sensibilidad propia de las casas de hombres. (Millet, 1995: 111)

Típica segregación patriarcal de las mujeres que explica además el hecho de que la hostilidad masculina se descubra como profundamente anti-social, como los análisis de la literatura contemporánea que Millet realiza en su investigación ponen de relieve, Desde la moderación de la censura se ha hecho mucho más patente la hostilidad masculina (ya sea física o psicológica) en los contextos específicamente sexuales. Pero ello no traduce un aumento significativo de tal hostilidad- que cabe considerar un factor constante-, sino más bien de la franqueza que induce a exponerla tras la larga prohibición de aludir a la sexualidad fuera de la literatura pornogrñafica o de otras producciones underground, tales como las del Marqués de Sade. Basta comparar el idealismo eufemístico de las descripciones del coito contenidas en ciertas poesías románticas (Eve of St. Agnes, de Keats) o en las novelas vistorianas (como las de Hardy), con el estilo de Miller o de William Borroughs, para comprender que la litertura contemporánea no sólo ha copiado el detallado realismo de la pornografía, sino también su

carácter antisocial. La liberación de la tendencia masculina a herir o insultar permite, pues, apreciar con claridad el encono sexual del varón. La historia del patriarcado es una larga sucesión de crueldades y barbaridades. (Millet, 1995: 104)

La condición no humana de las mujeres se revela de forma prístina en las escenas literarias que analiza Millet en su obra, desprender a las mujeres de su humanidad constituye, en fin, una estrategia común del patriarcado que por lo mismo nos precipita, como hemos querido justificar aquí, en una auténtica guerra sexual total. 5. CONCLUSIÓN El caso de Dorothy Lawrence permite, como esperamos haber justificado, un análisis de la soberanía política en el marco de la política sexual, según el cual el derecho a matar que ostentan los combatientes, aparece como el privilegio que en el patriarcado se reserva a la soberanía masculina. En el que una mujer pueda matar, pues, está puesta en cuestión una de las piedras de toque del patriarcado. Si ellas ejercen la violencia soberana, nada las diferenciará de nosotros, si nada las diferencia, perdemos el estatuto privilegiado. Evidentemente, un privilegio es algo que solo se puede tener en relación a otros, que aparecen como desposeídos. Si la distancia entre la posición privilegiada y la desposeída, se redujese, abriendo la posibilidad de una nivelación entre ambos, los términos podrían llegar a neutralizarse el uno al otro y no dejarían lugar para ninguno de los dos. Tal posibilidad constituye sin duda la “bella ilusión” que la estrategia del travestismo, interpretada como performance artística, pone de manifiesto y a la que tiende, desplegando así el carácter revolucionario de una subjetividad rebelde que no se conforma con lo establecido y busca y descubre nuevas posibilidades para la acción, para el pensamiento y para la historia.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS AGAMBEN, G., Homo sacer, Valencia, Pre-textos, 2003. BEAUVOIR, S., El segundo sexo. Los hechos y los mitos, Buenos Aires, Siglo veinte, 1981. BUTLER, J., Gender Trouble, New York and London, Routledge, 2007. LAWRENCE, D., Sapper Dorothy Lawrence, London, The bodley head, 1919. MARCUSE, H., La dimensión estética, Barcelona, Materiales, 1978. MILLET, K., Política sexual, Madrid, Cátedra, 1995. PRECIADO, B., Testo Yonky, Madrid, Espasa, 2008.

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