- Hacia el primer y segundo aniversario de la muerte el 80% estaban bien

Los niños y el duelo Sábado, 7. Diciembre 2013 Un componente esencial del duelo de los niños es su reacción emocional ante la separación. Aunque los

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Los niños y el duelo

Sábado, 7. Diciembre 2013

Un componente esencial del duelo de los niños es su reacción emocional ante la separación. Aunque los niños pequeños muestran conductas similares al duelo cuando se rompen los vínculos de apego, la cuestión central se centra alrededor de su desarrollo cognitivo. Necesitan cierto nivel de desarrollo cognitivo para entender la muerte, porque no podemos integrar algo que no podemos entender, concepto como: el tiempo, la transformación, la irreversibilidad, la causalidad y la operación concreta (según Piaget, las operaciones concretas están desarrolladas a partir 7 años).

Un estudio de 125 niños en edad escolar (6 a 17 años) de 70 familias después de los dos años posteriores a la muerte de un padre, los resultados fueron: -

Hacia el primer y segundo aniversario de la muerte el 80% estaban bien.

Los niños que estaban bien procedían de familias más unidas donde la comunicación sobre el progenitor muerto era más fácil. Los niños que no estaban bien tenían un progenitor superviviente joven, depresivo y que no afrontaba la pérdida y, donde además, hubo muchos cambios estresantes por la muerte. El progenitor superviviente era el pronosticador más potente de la adaptación del niño ante la pérdida. En general, era peor la pérdida de la madre que la del padre, sobre todo en el segundo año de duelo. La mayoría de niños habían tenido la oportunidad de participar en el funeral y la mayoría había elegido hacerlo, mejores resultados los niños preparados de antemano ante la ceremonia. Sobre todo al incluirlos en la planificación del funeral.

Muchos niños seguían conectados con sus progenitores fallecidos hablando con ellos, sintiéndose observados por ellos, pensando en ellos, soñando con ellos, o situándolos en un lugar concreto. Los niños que estaban más conectados con su progenitor fallecido parecían más capaces de expresar su dolor emocional, de hablar de la muerte con otras personas y de aceptar el apoyo de familiares y amigos. -

Tres cosas necesitan los niños: apoyo, cuidados y continuidad.

Los adolescentes que han perdido a un padre suelen sentirse diferentes de sus amigos. El hecho de que los progenitores salieran con otras personas durante el primer año de duelo estaba asociado a una actitud retraída, una conducta inadecuada y síntomas somáticos. Los efectos de una nueva pareja tras un período adecuado de duelo tenía en los niños una influencia positiva que conducía a menos ansiedad, depresión y preocupación por la seguridad del progenitor superviviente.

Recomendaciones según J. William Worden (extraído libro “El tratamiento del duelo: asesoramiento psicológico y terapia”)

Los niños que han perdido a sus padres necesitan saber que serán atendidos. “¿Quién va a cuidar de mi?” Los niños necesitan saber que no han provocado la muerte con su enfado o defectos. “¿Ha pasado por mi culpa?”. Sobre todo de los 4 a 5 años, cuando los niños creen en la magia y piensan que tienen poderes para hacer que ocurran cosas. Los niños necesitan una información clara sobre la muerte: sus causas y circunstancias. “¿me pasará a mi?”. Hay que explicar el contagio, si voy a visitar al abuelo con cáncer no podemos contagiarnos. Los niños necesitan participar y sentirse importantes, por ejemplo participando de decisiones sobre el funeral. Necesitan una actividad rutinaria constante Necesitan a alguien que escuche sus preguntas, necesita preguntar muchas veces lo mismo. Necesitan maneras de recordar a la persona fallecida. Hacer un libro de recuerdos donde el niño pueda colocar dibujos, relatos fotos y refleje las escenas compartidas con la persona muerta. A veces, con el tiempo, miran el libro de recuerdos y especulan sobre que habría echo la persona fallecida si siguiera viva.

El duelo por la pérdida de un ser querido en la infancia puede revivirse en muchos momentos de la vida adulta, sobretodo, cuando lo reactivan acontecimientos vitales importantes. Un ejemplo es cuando el niño alcanza la edad en la que murió el padre, si se reactiva el duelo, no necesariamente presagia patología, sino simplemente es un buen momento de elaboración.

Según, el libro de E. Kübler-Ross y Kessler “El dolor y el duelo”:

Los niños se toman las palabras al pie de la letra y a veces tienen muchas preguntas por ejemplo, si se ha muerto poco o totalmente, si aun come, respira o habla. Una frase como “la madre ha subido al cielo” puede ser mal interpretada, “¿por qué no podemos subir a buscarla para que vuelva?” o “¿por qué a preferido el cielo antes que a nosotros?”

Si las notas del colegio empeoran es un signo de normalidad, un niño debe sentirse afectado por la pérdida. Si el niño no reacciona es que está retardando su expresión del dolor. También puede ser que las notas sean normales, el niño conserva intacta la pérdida hasta que está preparado psicológicamente para afrontarla. Los niños son suficientemente mayores para llorar la muerte de alguien si son suficientemente grandes para amar.

Libro: “¿Está la abuelita en el cielo?”. Como tratar la muerte y la tristeza. Para niños de 3 a 7 años. Su autora Heike Baum. Editorial Oniro

La palabra muerte a los 3 años todavía no les dice nada. Los niños quieren tener la seguridad de que sus personas de referencia siempre estarán allí. La muerte se asocia entonces a la noción de abandono, de quedarse solo, que produce temores muy intensos. A menudo el niño vive la desaparición de una persona adulta como castigo por algo que él hizo y que cree habría disgustado a esa persona. Los niños sienten que los adultos son omnipotentes y al fallecer un adulto los niños se atemorizan porque los mayores han fracasado y el niño empieza a preguntarse qué otras cosas no pueden conseguir ellos. La confianza incondicional en la capacidad de los padres para protegerlos y protegerse a sí mismos queda seriamente dañada.

De los 4 a 5 años se atribuye vida a todas las cosas que existen (el osito de felpa, el coche, etc.) Tiene curiosidad hacia la muerte, juegan a hacerse los muertos, admiran un animalito muerto. Están convencidos de que los muertos acabaran por levantarse. A estas edades la muerte se relaciona con la vejez y la enfermedad y con guerras y sucesos violentos. Les es difícil imaginar que en un tiempo ellos no estaban y habrá otro tiempo que no estarán. Cuando muere un ser querido tiene miedo a acostarse, a la oscuridad y a quedarse solos, puesto que ya no están seguros de que mamá y papá vayan a regresar, mejor que no se alejen demasiado. Hay que vigilar con las palabras: “la abuelita no duerme, murió”. “¿Y si me duermo y luego no despertamos jamás?”. Si han visto que la abuelita fue enterrada, pero se les dice que está en el cielo, la confusión puede ser grande. Hay que explicarlo, dándoles margen para que hagan su propia idea y que nos cuenten que piensan al respecto, así conocemos mejores sus esperanzas, deseos y temores. El niño en la edad preescolar aún no puede entender que la muerte afecta a todos, que es inevitable y definitiva.

A partir de los 6 años empiezan a comprender el carácter irrevocable de la muerte. La mente racional admite y distingue los pensamientos abstractos, lo que provoca nuevos temores al descubrir que la propia vida tiene un tiempo limitado.

Libro de recuerdos para niños afligidos por una muerte: “Los recuerdos viven eternamente” de Sharon Rugg, et. Al.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA Y RECOMENDADA

“Gracia y Coraje” “El arte de morir” “Los niños y la muerte”

de Treya Killam y Ken Wilber de Marie de Hennezel y Jean-Yves Leloup de Elisabeth Kübler-Ross. Ed. Luciérnaga

“Conferencias“

de Elisabeth Kübler-Ross. Ed. Luciérnaga

“Sobre el duelo y el dolor”

de Elisebth Kübler-Ross y David Kessler Ed. Sagarmata

“El derecho a morir en paz y con dignidad”

de David Kessler. Ed. Tikal

“Martes con mi viejo profesor”

de Match Albom

“La muerte íntima”

de Marie de Hennezel

“El tratamiento del duelo: asesoramiento psicológico y terapia” de J. William Worden. Ed. Paidos “La pèrdua afectiva” “Aprender de la pérdida”

de John Bowly de Robert A. Neimeyer. Ed. Paidos

“Aprender a morir” “Para morir en paz”

de Thomas A. Preston. Ed. Amat de Christine Longaker Ed. Rigden

“Manual para superar pérdidas emocionales” de John W. James y Russell Friedman. Ed. Los libros del comienzo “Como dar las malas noticias en medicina”

de Marcos Gómez Sancho

“¿Cómo lo decimos a los niños?

de Bennet Olshaker

“¿Está la abuelita en el cielo? Para niños de 3 a 7 años

de Heike Baum Ed. Oniro

“Un año de vida”

de Stephen Levine. Ed. Los libros del comienzo

“Sanar en la vida y en la muerte”

de Stephen Levine

“El hombre en busca de sentido”

de Viktor E. Frankl

“El libro tibetano de la vida y la muerte”

de Sogyal Rimpoché. Ed. Urano

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