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WILLIAM SHAKESPEARE
Edipo y Hamlet son seguramente los dos héroes trágicos más representativos en la historia de la literatura. Edipo rey, de Sófocles, es considerada, de manera unánime, como el mayor logro de la tragedia griega. Muchos han visto en ella la versión perfecta de la historia del hombre que, arrastrado por la fuerza del destino, se busca a sí mismo y se atreve a enfrentarse a la verdad. Hamlet, de William Shakespeare, es el más alto ejemplo de la tragedia moderna. En ella se desarrolla una nueva concepción de héroe: aquel que, con sus acciones, con sus aciertos y con sus errores, construye su propio destino.
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Edipo rey / Hamlet
Cód. 4633.9
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Edipo rey/Hamlet (tapa)
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Esta obra fue realizada por el equipo de Editorial Estrada S. A. bajo la coordinación general de Pedro Saccaggio. Director de colección: Alejandro Palermo. Introducción, notas y actividades: Diego Bentivegna. Corrección: Cecilia Biagioli. Realización gráfica: Verónica Carman. Foto de tapa: Sebastián Izquierdo. Documentación gráfica: María Alejandra Rossi. Jefe del Departamento de Diseño: Rodrigo R. Carreras. Gerente de Preprensa y Producción Editorial: Carlos Rodríguez. El responsable de esta edición agradece las gentiles y desinteresadas sugerencias de los profesores Daniel Link y Laura Isola. Sófocles Edipo rey/Hamlet / Sófocles y William Shakespeare; compilado por Diego Bentivegna; dirigido por Alejandro Palermo - 1a ed. 4a reimp. Boulogne: Estrada, 2014. 256 p., 19 x 14 cm - (Azulejos; 41) Traducido por Julián Martínez Vázquez y Beatriz Vignoli ISBN 978-950-01-1023-5 1. Material Auxiliar de Enseñanza. I. Shakespeare, William. II. Bentivegna, Diego, comp. III. Palermo, Alejandro, dir. IV. Martínez Vázquez, Julián, trad. V. Vignoli, Beatriz. VI. Título CDD 371.33
Colección Azulejos 41 © Editorial Estrada S. A., 2014. Editorial Estrada S. A. forma parte del Grupo Macmillan. Avda. Blanco Encalada 104, San Isidro, provincia de Buenos Aires, Argentina. Internet: www.editorialestrada.com.ar Obra registrada en la Dirección Nacional del Derecho de Autor. Hecho el depósito que marca la Ley 11.723. Impreso en la Argentina. Printed in Argentina. ISBN 978-950-01-1023-5
No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización y otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.
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Índice
De la tragedia clásica a la tragedia moderna ............ El héroe trágico ..............................................................
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Introducción a Edipo rey ...............................................
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Edipo rey ........................................................................ 25 Introducción a Hamlet .................................................. 85 Hamlet, príncipe de Dinamarca ................................ 97 Actividades Actividades de comprensión de la lectura ................ 248 Actividades de producción de escritura ................... 253 Actividades de relación con otras disciplinas .......... 254
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De la tragedia clásica a la tragedia moderna La tragedia es, sin duda, una de las herencias más gloriosas que nos ha dejado la cultura griega. Nacida en el límite entre los antiguos mitos de la fecundidad relacionados con el dios Dioniso y la consolidación de una entidad política novedosa, la polis democrática, la tragedia fue, en la antigua Grecia —y, fundamentalmente, en la ciudad de Atenas—, el género dramático con el que la ciudad se cantó a sí misma y puso en escena sus pasiones y sus luchas, sus concepciones del mundo y sus antiguas creencias religiosas, sus temores y sus contradicciones. Edipo rey, de Sófocles, es considerada, de manera unánime, como el mayor logro del género trágico griego llegado hasta nosotros. Por la construcción de sus personajes, por la estructuración de la historia, por la capacidad de síntesis y por las elecciones formales que esta obra pone en juego, es posible ver en ella la versión más perfecta de la historia del hombre que se busca a sí mismo y se enfrenta con sus verdades. A lo largo de la historia, el género trágico sufrió sus altibajos. Sobrevivió en Roma, sobre todo por obra de Séneca; pero desapareció completamente durante la Edad Media. Solo con el surgimiento de la modernidad, en los siglos del Renacimiento y del Barroco, la tragedia volvió a convertirse en uno de los géneros centrales. Así lo demuestra la importancia de las tragedias del español Calderón de la Barca, del francés Jean Racine, del inglés William Shakespeare, del italiano Vittorio Alfieri y del alemán Johann Wolfgang von Goethe. Hamlet, de William Shakespeare, es el más alto ejemplo de la tragedia moderna. En esta obra, ya no aparece la representación mesurada y depurada de los conflictos entre el individuo y su destino, sino que lo que se representa en ella es la historia del individuo que, por sus acciones, aciertos y errores, construye su propio destino. Una historia desmesurada, con aparecidos, duelos de espadachines, muertes en escena… Un mundo envuelto en brumas, poblado por las voces de los fantasmas del pasado, habitado por actores que representan una obra dentro de la obra y por payasos que intercambian sarcásticas reflexiones sobre la muerte en un cementerio… Son estos algunos de los componentes, inquietantes y paradójicos, que caracterizan a la tragedia moderna.
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El héroe trágico El héroe es, por definición, alguien que se desvía de la norma y que nos obliga a replantear los parámetros con los que solemos enfrentarnos al mundo. En las narraciones mitológicas, el héroe es, sobre todo, un personaje dotado de alguna capacidad física o mental sobresaliente, que realiza acciones más o menos gloriosas que confirman su condición heroica. Héroe es, por ejemplo, Hércules, cuya fuerza le permite enfrentar las más variadas (e incluso disparatadas) aventuras; pero héroe es también Ulises, el “fecundo en ardides”, ese que, por su ingenio, es capaz de superar los obstáculos naturales y humanos que le impiden llegar a su tierra natal y reencontrarse con su familia. El héroe trágico clásico es, además, un héroe que padece. Como sucede en el caso de Edipo, el héroe trágico no es tanto el sujeto de las acciones en las que se encuentra inmerso, sino un ser que es presa de las fuerzas enigmáticas que lo dirigen. Entre esas fuerzas se hallan, por ejemplo, los ancestros —sobre todo los padres, y las faltas que estos cometieron—, el Estado y sus leyes escritas, el hogar y sus leyes implícitas… Estas fuerzas repercuten en las acciones del héroe trágico, aun cuando este no sea consciente de ello. Edipo, como todo héroe trágico, es presa de su destino. Es objeto de una historia que, en última instancia, ya ha sido prefigurada. Si Edipo es el héroe trágico más representativo del clasicismo griego, pocos personajes plantean de manera más contundente la condición del héroe moderno como Hamlet, el personaje de Shakespeare. En Hamlet, el padre no es una entidad ausente que determina el destino del hijo desde su ausencia —como sucede en Edipo—, sino un fantasma que se presenta ante el hijo para exigirle que actúe. Es preciso hacer algo. Hay que ponerse en marcha, dicen estos espectros, que nos obligan, además, a pensar acerca de nuestras decisiones. Para el héroe trágico moderno, no solo es necesario conocerse a sí mismo —como en el caso de Edipo—, sino también dudar acerca de la propia condición del hombre. Hamlet es, en este sentido, más que un héroe que padece, un héroe que piensa. “Ser o no ser”, la frase más famosa de la tragedia de Shakespeare, sintetiza perfectamente esa tensión fundamental a la que debe enfrentarse el héroe trágico moderno.
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TRADUCCIÓN DE JULIÁN MARTÍNEZ VÁZQUEZ
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Personajes Edipo Sacerdote Creonte Coro de ancianos de Tebas Tiresias Yocasta Mensajero Criado de Layo Mensajero del palacio
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Frente del palacio de Edipo en la ciudad de Tebas. Un grupo de ancianos y jóvenes se ubica en las gradas del altar en actitud suplicante, portando ramas de olivo. Edipo sale del palacio y los ve. Un sacerdote anciano se adelanta hacia él en representación de todos. EDIPO. —¡Oh hijos, descendencia nueva de Cadmo1 el antiguo! ¿Por qué ocupáis estos asientos frente a mí, coronados con ramas de olivo, en actitud de suplicantes? La ciudad está llena, al mismo tiempo, de humo de incienso, peanes2 y suspiros. Considero que no sería justo enterarme de las cosas a través de mensajeros; y por eso he venido en persona: yo, a quien todos llaman “el ilustre Edipo”. Así que infórmame, anciano, ya que te corresponde hablar en representación de todos: ¿a qué se debe que se hayan reunido aquí?, ¿es por temor o para pedir algo? Tened la certeza de que yo quiero ayudaros en lo que sea, pues sería un insensible si no me compadeciera ante semejante actitud de súplica. SACERDOTE. —Pues bien, Edipo, que tienes poder sobre mi tierra, ya ves de qué edades somos los que estamos sentados en tus altares: unos aún no son capaces de volar 1 Héroe de origen fenicio, fundador mítico de la ciudad de Tebas, cuyos habitantes suelen ser llamados, por esa razón, “hijos de Cadmo” o “raza de Cadmo”. 2 Himnos que se cantaban en honor de Apolo, en los que se le pedía salud.
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lejos; a otros, como yo que soy sacerdote de Zeus, ya nos pesa la vejez; y estos otros son elegidos entre los jóvenes. El resto del pueblo permanece, en actitud de súplica, sentado en las plazas junto a los dos templos de Palas y las cenizas proféticas de Ismeno3. Porque la ciudad, como puedes ver por ti mismo, está muy conmovida y no es capaz de levantar la cabeza desde las profundidades, debido a la sangrienta marea: se arruinan las semillas fructíferas de la tierra y de los rebaños de bueyes, y los partos de las mujeres son infecundos. La Peste aborrecible, esa divinidad portadora de fuego, se ha lanzado sobre la ciudad y la llena de angustia. Por su culpa está despoblada la ciudad de Cadmo, mientras el oscuro Hades4 se enriquece con gemidos y lágrimas. Y ahora, aunque ni yo ni estos muchachos creamos que eres un dios, venimos a suplicarte porque te consideramos el más importante de los hombres en los asuntos de la vida y el que recibe ayuda de las divinidades. Tú fuiste el que, al llegar a la ciudad, la liberó de la cruel hechicera5 y del tributo que le pagábamos. Y eso que por nosotros no supiste ni te enteraste de nada; sino que tú, según se dice y se cree, con la ayuda de un dios, nos devolviste la vida. Y ahora, poderoso Edipo, todos los suplicantes te imploramos que encuentres alguna ayuda para nosotros, ya sea tras escuchar una predicción de alguno de los dioses, ya sea que conozcas las cosas de parte de algún hombre, porque creo que, para los experimentados, la fortuna de las decisiones es mayor que pa3 Palas Atenea es la diosa de las artes y las ciencias, hija de Zeus. Ismeno es un semidiós
tebano. 4 Nombre del dios infernal, y también el de la región subterránea donde habitan las almas de los muertos. 5 Se refiere a la Esfinge.
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ra ningún otro. Vamos, ¡oh, excelente entre los hombres!, endereza la ciudad. Vamos, ponte en guardia, porque actualmente esta tierra te llama su salvador debido a tu buena voluntad de antes. Que de ningún modo lleguemos a recordar tu mandato como próspero al principio, pero decadente más tarde; por el contrario, levanta esta ciudad con firmeza. Así como con ave6 favorable nos trajiste la suerte antes, vuelve a ser igual que entonces para nosotros. Si vas a gobernar esta tierra, es mejor gobernarla con hombres, y no vacía. Pues de nada valen una ciudadela o una nave vacías de hombres que las habiten. EDIPO. —¡Oh, hijos dignos de piedad! Venís a mí pidiendo algo que ya conozco, pues bien sé que todos vosotros estáis sufriendo. Pero no hay nadie que sufra tanto como yo, pues vuestro dolor afecta a cada uno y a ningún otro; en cambio, mi alma llora por la ciudad entera, y por mí y por ti igualmente. De modo que no vengáis a despertarme como si yo reposara en un sueño; sabed, más bien, que he llorado mucho y he recorrido muchos caminos sumido en la preocupación. Y, tras examinar bien la cuestión, llevé a cabo la única curación que se me ocurrió. Por eso envié a mi cuñado Creonte7, hijo de Meneceo, a la mansión pítica de Febo8, para que averigüe qué es lo que debo hacer o decir para salvar la ciudad. Y hoy, considerando el tiempo que pasó desde entonces, me preocupa que pueda haberle sucedido algo malo, pues
6 El vuelo de las aves era interpretado como vaticinio de buena o de mala suerte. 7 Hermano de Yocasta, la esposa de Edipo. 8 Febo Apolo, hijo de Zeus y de Latona, era en la mitología griega el dios de la luz, del
sol, de la poesía y de las profecías. Su oráculo más famoso se encontraba en la ciudad de Delfos. Pítico es un adjetivo asociado a Apolo, porque él fue el vencedor de la serpiente Pitón, que habitaba en Delfos cuando el dios llegó a ese lugar.
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lleva ausente más tiempo del que yo esperaba. Cuando llegue, sería yo un malvado si no hiciese todo lo que el dios dice. SACERDOTE. —¡Has hablado oportunamente! Acaban de decirme que Creonte se aproxima. EDIPO. —¡Oh, soberano Apolo! ¡Ojalá llegue con tanta buena suerte en este asunto como brillo trae en la mirada! SACERDOTE. —En efecto, parece contento. Si fuera de otro modo, seguramente no vendría caminando así, con la cabeza coronada de frondosas ramas de laurel. EDIPO. —Pronto lo sabremos. Ya está suficientemente cerca como para oírnos. Señor, pariente mío, hijo de Meneceo, por fin llegas. ¿Qué respuesta del dios traes para nosotros? (Entra Creonte.) CREONTE. —Traigo una buena respuesta: si las dificultades se resuelven con éxito, todas las cosas saldrán bien. EDIPO. —Pero ¿cuál es la respuesta? Pues, con lo que acabas de decir, no estoy ni tranquilo ni temeroso. CREONTE. —Si quieres oírlo con toda esta gente adelante, estoy resuelto a hablar. Pero también podemos ir adentro, si lo deseas. EDIPO. —Háblanos a todos, porque estoy más preocupado por ellos que por mi propia vida. CREONTE. —Voy a decir las cosas que escuché de parte del dios. El soberano Apolo nos ordenó claramente desterrar una impureza que ha crecido en esta región, y no seguir alimentándola hasta que se vuelva irremediable. EDIPO. —¿Con qué sacrificio? ¿Cuál es la particularidad de ese azote? CREONTE. —Es necesario desterrar a un hombre, o resolver un asesinato a su vez con otro, porque es esa sangre la que conmueve a la ciudad.