HERIDA POR ARMA BLANCA Y SUPERVIVENCIA EN UN CRÁNEO MEDIEVAL (PLAZA DEL CASTILLO, PAMPLONA, NAVARRA)

VII Congreso Nacional de Paleopatología HERIDA POR ARMA BLANCA Y SUPERVIVENCIA EN UN CRÁNEO MEDIEVAL (PLAZA DEL CASTILLO, PAMPLONA, NAVARRA) INJURY B

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VII Congreso Nacional de Paleopatología

HERIDA POR ARMA BLANCA Y SUPERVIVENCIA EN UN CRÁNEO MEDIEVAL (PLAZA DEL CASTILLO, PAMPLONA, NAVARRA) INJURY BY STEEL BLADE AND SURVIVAL IN A (PLAZA DEL CASTILLO, PAMPLONA, NAVARRA, SPAIN)

MEDIEVAL SKULL

De Miguel Ibáñez, Mª P. *; Unzu Urmeneta, M. **; Cañada Palacio, F. **; Faro Carballa, JA. **; Prieto Sáez de Tejada, P. **

* Departamento de Biotecnología y Área de Prehistoria. Universidad de Alicante, ** Gabinete TRAMA, Pamplona.

[email protected].

RESUMEN Durante la excavación arqueológica de la Plaza del Castillo (Pamplona, Navarra) fue localizada un área cementerial perteneciente a un convento medieval. En una de las sepulturas, en posición secundaria, se identificó un cráneo con signos evidentes de violencia. Pertenece a un individuo varón adulto que presenta una herida en el parietal izquierdo, causada por un arma blanca. Todos los bordes de la herida muestran signos de una supervivencia prolongada. Palabras clave: herida por arma blanca, cráneo, supervivencia, cementerio medieval, Pamplona (Navarra).

ABSTRACT During the archaeological excavation at La Plaza del Castillo (Pamplona, Navarra, Spain) was found a cemetery área belonging to a medieval monastery. Within one burial, in secondary position, was identified a skull with evident proof of violence. The skull that belongs to a man presents an injury in the left parietal, produced by a steel blade. All the edges of the injury show signs of a prolonged survival. Key words: injury by steel blade, skull, survival, medieval cemetery (Pamplona, Navarra, Spain).

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INTRODUCCIÓN En la intervención arqueológica previa a la construcción del aparcamiento de la Plaza del Castillo (Pamplona, Navarra) se excavaron e identificaron numerosos restos arqueológicos de gran valor patrimonial. Como constaba en el proyecto de intervención arqueológica, se tenía constancia tanto a través de la documentación consultada como por la propia toponimia del lugar, de que el subsuelo conservaba restos materiales pertenecientes a un amplio abanico cronocultural, con hallazgos que van desde la época romana, hasta nuestros días. Además, la Plaza guardaba información de otras etapas menos conocidas en la historia de la ciudad como fue el inesperado descubrimiento de una necrópolis musulmana con cerca de 200 inhumaciones. Los trabajos de documentación y excavación no estuvieron exentos de polémica, ya que la ejecución de la obra civil contó desde su inicio con la oposición de una parte significativa de la población de Pamplona. Esta situación de enfrentamiento tuvo gran repercusión sobre las personas que ejercían su actividad profesional desde la arqueología que, ajenas a las diatribas políticas y a los enfrentamientos sociales, únicamente intentaban recuperar la preciada información que contenían los restos permitiendo, a partir de su registro, estudio y posterior difusión, su supervivencia en el tiempo. En el área noreste de la plaza, se localizaron restos del convento de Santiago. Este monasterio, fundado en el siglo XI, ocupó un espacio estratégico entre los burgos medievales de la Población y la Navarrería. Su emplazamiento obligó a dotar al edificio de un marcado carácter defensivo, para protegerlo tanto de los ataques externos como de las luchas internas entre los distintos burgos de Pamplona. Llegando a desempeñar un papel importante en la guerra de la Navarrería de 12761. En el año 1242 los Dominicos se establecieron en el monasterio y su presencia se fue consolidando con el paso de los siglos. A comienzos del siglo XVI, Fernando el Católico ordenó la construcción en este lugar de un nuevo castillo para la defensa de la ciudad. En 1514 instó al virrey a que hiciera cumplir la orden de demoler el convento de Santiago, para lo que se tasó tanto el edificio como sus viñas y huertas y se señaló el lugar elegido para su reedificación (Martinena 1975). El monasterio tenía un esquema constructivo sencillo, articulado mediante un claustro central de planta rectangular al que se le adosaba en la parte occidental una iglesia de planta basilical y en la parte oriental una edificación de planta cuadrada, en la que se encontraban las dependencias de los monjes (Iturgaiz 1994). Dentro del área de intervención arqueológica de la Plaza del Castillo se localizó el lateral norte del claustro. No conservaba importantes alzados, pero bajo el nivel original del suelo se encontraron, como es habitual en este tipo de recintos, más de medio centenar de tumbas correspondientes a la necrópolis de inhumación del convento. Los cadáveres fueron depositados principalmente en cistas construidas con lajas y losas de roca arenisca y caliza. Abundan las reutilizaciones de las tumbas, impuestas por la limitación del espacio. La orientación de las sepulturas sigue el esquema habitual de los cementerios cristianos, este-oeste. Los esqueletos conservan, en la mayoría de las ocasiones su conexión anatómica con el área de los pies al este y la de la cabecera hacia el oeste. El espacio del cráneo suele estar delimitado por orejeras construidas con lajas de menor tamaño, de tal modo que la cabeza habitualmente queda ligeramente incorporada, para que los ojos del difunto miren hacia el este. El cráneo objeto de nuestro estudio fue hallado en la sepultura catalogada con el número 43 de la necrópolis del convento de Santiago. Como hemos señalado, la reutilización de las sepulturas es habitual en este espacio cementerial, siendo nuestro cráneo un buen ejemplo de ello. La pieza se encontraba inconexa, a los pies de la estructura funeraria, que incluía una inhumación en conexión anatómica, acompañada parte de una acumulación de restos humanos (fig. 1). Entre los restos óseos 1

En el Poema de Anneliers se le menciona en diversas ocasiones por la crueldad de los enfrentamientos que tuvieron lugar en sus inmediaciones. "Baros, vía sant Yaime, qu'els cops u son moríais" "djeus l'olm de sant Jacme le yoc fon infernal" (v. 4.369). (v. 4.381).

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depositados, uno de los cráneos presentaba signos claramente patológicos en la zona del parietal izquierdo. Esta circunstancia fue identificada y registrada según la metodología de la Antropología de Campo, aplicada a los contextos arqueológicos (Duday 1990), precediéndose a su documentación in situ, quedando la información reflejada en la ficha de campo. El cráneo fue estudiado con posterioridad para la elaboración de este trabajo, dada la relevancia de la lesión que presentaba. Aunque se han identificado igualmente distintas alteraciones patológicas en otras inhumaciones del cementerio durante la exhumación de otros restos, la investigación del conjunto de los materiales está pendiente de ser abordada a la espera de poder contar con los medios apropiados para el desarrollo de un proyecto integral del área cementerial. La pieza analizada corresponde a un cráneo perteneciente a un individuo varón adulto. Presenta en el parietal izquierdo una herida cortante en la que se evidencian signos inequívocos de supervivencia. Debido a la reutilización de la sepultura carecemos de otros datos antropológicos del individuo.

MATERIAL Y MÉTODO El cráneo se conserva en una matriz de tierra presentando numerosas líneas de fisura causadas postmortem, consecuencia de la humedad y la presión del sedimento. Como primer paso, realizamos una limpieza superficial que nos permitió observar nítidamente su cara exocraneal. En el interior quedaba abundante tierra que facilitó la conservación de su forma anatómica, a pesar de las numerosas fisuras visualizadas. La adscripción sexual se ha basado en la presencia de una glabela marcada, arcos oculares romos, apófisis mastoides robustas, ínion marcado y fuertes inserciones musculares (Buikstra y Ubelaker 1994). Las diferentes características nos indican que se trata de un individuo varón. La edad ha sido determinada a partir de la sinostosis craneal de la porción S2-S3 de la sutura sagital, de la presencia del tercer molar superior derecho, y del acusado desgaste dental. Todo ello nos permite identificarlo como un individuo adulto. Las piezas dentales conservadas in situ son: 14, 15, 16, 17, 18, 26 y 27. Todas ellas presentan un marcado desgaste en su cara oclusal. Indicamos los desgastes de los molares según las propuestas de Brothwell (1987:108): 17 (4); 18 (5); 26 (4); 27 (3). El índice craneal es de 72'97 correspondiente a un individuo mesocráneo. Su capacidad craneal de 1421'45 ce. Eunencéfalo (Comas 1976). La observación macroscópica del cráneo nos muestra la presencia de una herida incisa en el parietal izquierdo. La lesión presenta evidencias de pérdida de sustancia ósea, generando una superficie semicircular con una altura máxima de 28'5 mm y una anchura de 43'6 mm. La lesión se prolonga hacia adelante con una línea de fractura ligeramente curvada de 527 mm. La longitud máxima de la fractura es de 93 mm (fig. 2). De igual modo, se observan pequeñas fisuras aparentemente cicatrizadas, que pudieran estar en relación con el traumatismo provocado por el fuerte impacto. En los bordes de la zona dañada también existen signos de cicatrización. En el espacio en el que se aprecia la pérdida de sustancia ósea, los bordes de todo el contorno son romos. El espesor de los mismos varía entre 4'4 mm y 10'4 mm (fig. 3). Hacia la cara anterior se prolonga una línea de fractura biselada que presenta, igualmente, signos de cicatrización en sus bordes. La superficie es menos roma que en la zona semicircular, aunque en todos los casos hay evidencias de remodelación cicatricial. El borde superior queda ligeramente solapado por el inferior, aunque no se produjeron puentes óseos que indicarían una reosificación conjunta de ambas partes de la fractura. El espesor medio de los bordes cicatrizados en esta zona es de 1 mm (fig. 4).

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DISCUSIÓN La pérdida de sustancia ósea y, como consecuencia, la existencia de un orificio en la superficie craneal, podría ser consecuencia de diferentes causas. Pudo deberse al propio traumatismo, provocando la fractura y el desprendimiento de una escama ósea, pérdida que no suele repararse tras la cicatrización. Otra posible causa pudiera relacionarse con el propio proceso de cicatrización en el que, en primera instancia, se produce una necrosis del tejido afectado, con la posterior osteolisis del tejido necrótico. Por último, cabe la posibilidad de que el fragmento quedara fracturado in situ sin que se produjera fusión al cicatrizar, perdiéndose posteriormente durante las sucesivas remociones que sufrió la sepultura y que afectaron al estado de conservación del cráneo. La presencia de lesiones cortantes está normalmente vinculada a una agresión con un arma blanca. Consideramos que el agresor debió utilizar un arma de filo cortante dada la línea de fractura semicurva existente, y el hecho de mostrar la superposición del borde inferior sobre el superior, en el área en el que se distinguen los dos bordes. En nuestra opinión, la herida fue causada por un individuo que podría encontrarse enfrente del agredido, probablemente a una altura algo superior; presuponiendo que fuera diestro. La trayectoria del golpe indica un ángulo de aproximadamente 45a. El arma empleada pudo ser una espada, ya que debía tener una masa suficiente para permitir un corte de casi 10 cm, que rompiera todo el espesor craneal, pero con un filo fino dadas las señales de corte en la parte anterior de la lesión. A partir de las referencias bibliográficas consultadas constatamos diferentes casos de heridas por arma blanca en contextos arqueológicos muy variados. Desde la Prehistoria hay evidencias de agresiones craneales, posiblemente fruto de enfrentamientos violentos, entre otros ejemplos, Aizibita (Navarra) (Beguiristain y Etxeberria 1994), Cara Moro I (Crevillente, Alicante) (Cloquell y Aguilar 1996) y El Puig (Alcoi, Alicante) (Campillo 1976, 1977, 1996). Este hecho se repite en diferentes necrópolis de época histórica en Valladolid (Prada y Caro 1995), Tolmo de Minateda (Hellín, Albacete) (De Miguel y cois. 2001), Necrópolis de San Nicolás (Murcia) (Pimentel 2003), y Segóbriga (Saelices, Cuenca) (De Miguel y Lorrio 2004). Igualmente, son destacables las referencias de C. Vara sobre episodios violentos de la Edad Media, con referencia tanto a textos escritos como a estudios paleopatológicos de contextos históricos relacionados con batallas (Vara 2004). A excepción del caso argárico de Cara Moro I que pertenece a una inhumación infantil (Cloquell y Aguilar 1996), el resto han sido identificados como individuos varones adultos. Parece inferirse que la actividad bélica y los episodios violentos están muy relacionados con los varones, quedando el papel de la mujer alejado de este tipo de manifestaciones agresivas. En varios de ellos (Aizibita, Cara Moro I, El Puig, San Nicolás, Segóbriga, vid. supra) se constatan signos de supervivencia, siendo en algunos casos muy prolongada en el tiempo. Es destacable el hecho de que la lesión muestre una gran violencia que debió mermar, en gran medida, las posibilidades de autocuidado del individuo. Esta circunstancia conllevó la necesidad de recibir una serie de cuidados básicos que permitieran su evidente supervivencia. Creemos que este traumatismo craneoencefálico causó, muy probablemente, un período de pérdida de consciencia, durante el cual hubo de ser hidratado según las capacidades conservadas. Igualmente, debieron de proporcionarle atención para mantener cierta higiene que impidiera el desarrollo de una infección, hecho que hubiera comprometido su supervivencia. Otra necesidad de gran importancia en la recuperación de las heridas era la de recibir una alimentación adecuada que posibilitara tanto la reparación de la herida en las partes blandas, como la reosificación de los bordes óseos del área afectada. Cubrir las necesidades básicas (alimentación, hidratación, movilización, evacuación, etc.) durante la enfermedad y la convalecencia, es el pilar fundamental para lograr la supervivencia y recuperación. La constatación de una prolongada supervivencia en individuos con patologías graves, como es nuestro caso, nos informa de la necesidad de una cohesión del grupo. Hemos de tener en cuenta que este tipo de patologías provoca una evidente limitación para cubrir las necesidades básicas vitales, durante un tiempo más o menos largo. Hay que considerar que en algunos casos estas secuelas acompañan a las personas durante el resto de sus días. El hecho de evidenciar la supervivencia supone inferir la presencia de personas dentro de su entorno que cumplan con la función de cubrir dichas necesidades básicas. En este sentido podemos establecer dos líneas diferentes de investigación. En primer lugar, 529

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dado el contexto crono-cultural en el que se enmarca este episodio y la circunstancia de que el convento también desempeñara las funciones de cementerio parroquial, pudiera ser el ámbito familiar el que cumpliera con dicha función, y dentro del mismo parece más probable que fueran las mujeres quienes lo asumieran. Una segunda posibilidad se desprende de la utilización del monasterio como hospital de peregrinos. Está documentada la existencia de una cofradía que se dedicaba a atender a los viajeros del Camino de Santiago, con anterioridad incluso al establecimiento de los dominicos en la basílica, en el año 1242 (Salvador y Conde 1949). Estos religiosos, acostumbrados a tratar muy distintas dolencias, también pudieron asumir los cuidados específicos que requería el individuo objeto de estudio.

CONCLUSIONES El cráneo estudiado, perteneciente a un varón adulto, presenta una herida inciso-contusa en el parietal izquierdo producida, muy probablemente, por una agresión violenta con un arma blanca, posiblemente una espada. Sobre su lado izquierdo se evidencia una línea de fractura, que interpretamos causada por el impacto del arma. El agresor parece que estaba situado enfrente del agredido, probablemente a una altura algo superior. El golpe fue dado con una angulación de unos 45S. La presencia de claros signos de reosificación en todos los bordes de la herida nos indica una supervivencia que, aunque imprecisa en el tiempo, podemos inferir larga. Desconocemos el episodio concreto en el que ocurrió la agresión, y si está o no en relación con los diferentes enfrentamientos que se produjeron en Pamplona entre los burgos que configuraban la ciudad durante la Edad Media, por el momento tan sólo es posible sugerir esta hipótesis de trabajo. La larga duración de uso del cementerio, al igual que el hecho de que el cráneo estuviera en una tumba reutilizada, nos impide realizar una adscripción temporal precisa. El hecho de que la cicatrización nos indique una larga supervivencia nos aleja de interpretar una determinada zona del cementerio como posible fruto de una contienda violenta. Por el contrario creemos que el individuo falleció en un tiempo alejado del episodio violento por lo cual en su entorno son escasas las evidencias de agresiones que se han podido determinar. Todas estas circunstancias vinculadas a los cuidados básicos nos indican una cohesión entre los miembros del grupo, bien por parentesco o afinidad, o bien por aceptación y desempeño de una vocación propia. Para la identificación de las personas que cuidan debemos aproximarnos a las características socio-culturales de los diferentes contextos de las sociedades del pasado, y muchas del presente que nos pueden servir como referencia, en las que principalmente son las mujeres las que, de forma habitual, se encargan de la atención de esas necesidades básicas, que permiten el mantenimiento de la salud y su recuperación en las fases de pérdida de la misma. Aunque en este análisis no debe excluirse nunca, y menos en el presente caso, otras posibilidades, dada la función del convento como hospital de peregrinos.

Agradecimientos Queremos expresar nuestro agradecimiento a todas las personas que con gran profesionalidad participaron en la excavación de la Plaza del Castillo (Pamplona), trabajo que no fue fácil. Igualmente a los Drs. A. Lorrio e I. Grau por su desinteresada ayuda; y a los Drs. M.S. Hernández Pérez y J. De Juan por su continuo apoyo.

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BIBLIOGRAFÍA

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Índice de figuras

Figura 1.- Cráneo de la lesión identificado en la sepultura 43 durante el proceso de excavación.

Figura 2.- Vista lateral del cráneo con la lesión claramente identificada.

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Figura 3.- Vista de la zona con pérdida ósea y claros signos de cicatrización.

Figura 4.- Detalle de la superposición de los bordes en la zona anterior y evidencias de cicatrización.

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