I. PORTUGAL: SU LEGADO A LA CULTURA CUBANA

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BREVE INTRODUCCIÓN Por supuesto que no basta el precedente libro inmediato Base occidental de la cultura cubana para entender la identidad de Cuba en el mundo occidental al que pertenece, distintivamente sí, como todos y cada uno de sus países se distinguen entre sí e incluso, internamente; si aquel texto se dedicaba a apuntar a las bases de dicha cultura occidental vigentes en la Cuba actual tras un vasto proceso de transculturación, como he llamado previamente de raíces greco-romanas y esqueleto judeocristiano, sin olvidar los marginados de tal esqueleto que llegan de toda Europa como los gitanos, los masones y otros, y a lo que pudiéramos agregar el curioso descubrimiento en cueva Calero próxima a la ciudad de Matanzas, del cráneo de una muchacha europoide fechada en unos 2,000 años (González, 1990, texto dedicado al hallazgo de un negroide de hace 1,800 o 2,100 años en la desembocadura del río Canímar; por supuesto, estudios a profundizar mucho más), es menester ya pasar a monografías que se detengan una por una, en todas y cada una de las culturas europeas no españolas que son no menos indispensables de la más genuina cultura cubana. Si bien los primeros europeos que pisaron tierra cubana eran muy mayoritariamente españoles, y sobre todo del sur ibérico de donde partieron aquellas tres históricas naves contra todo riesgo a lo desconocido y donde mejor podían sumar quienes por diversos motivos personales como huir de deudas, de la cárcel y problemas similares, casi siempre ajenos al espíritu aventurero y más aún del científico, ya con ellos arribaron entremezclados portugueses e italianos, aunque bien distintivamente: Los portugueses llegaron entre lo más humilde y hasta anónimo, porque a la sazón era el único territorio ibérico sin unirse a la naciente España, aun en la actualidad Estado multinacional, y con raíces muy comunes explícitas en el complejo lingüístico (y cultural general) galaico-portugués de la costa occidental ibérica, y del que es Portugal precisamente, el que limita también al sur con el que más emparentó en los peligros de ocho siglos de 1

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islamización; los italianos llegaron de la mano (y el bolsillo) de la corona española, el máximo poder, y más lejos del anonimato desde Cristóbal Colón, porque el viaje en sí era un hijo directo y elocuente del Renacimiento italiano anti-anónimo, sin el cual, no hubiera podido efectuarse, si bien otros no serían tan célebres y sí, quedarían también en el “anonimato” que se desdibuja en la más genuina cultura popular, sobre todo al avanzar los siglos y cambiar los contextos. Ambos pueblos los estudiaremos en un mismo bloque por una razón fundamental: los dos entraron al unísono y hombro con hombro (desdibujados incluso) con los primeros hispanos que pisaron nuestras tierras. También ambas culturas se levantan sobre raíces latinas esencialmente, pero hay diferencias: Portugal, que cuenta con sus propias transculturaciones lógicas del devenir histórico sobre la base de los antiguos lusitanos y todas las etnias y culturas ulteriores, es sin embargo mucho más homogéneo en su nacionalidad (como lo son los gallegos, los extremeños, los castellanos, los andaluces, los catalanes, los asturianos, los vascos y el resto de las nacionalidades que a la sazón se integraban para conformar España hasta hoy, ya entonces mucho más heterogénea e incluso, multinacional) que la península itálica, cuya unidad no se logró sino hasta 1870. Todo lo anterior determina históricamente la diferencia entre portugueses e italianos para conformar como identidades la cultura cubana. Ambos llegaron con los primeros hispanos, pero los portugueses, por sus relaciones históricas, sociales y culturales de todo tipo con sus fronteras hispanas, que según el mapa de Encarta, 2008, son: Galicia al norte, y al este con Zamora y Salamanca (hoy en la Comunidad Autónoma de Castilla y León constituida en 1983 y donde se reconoce el gallego entre sus lenguas habladas), Extremadura y Andalucía, vienen dentro de lo más humilde de los conquistadores. Y como tales sus nombres y hechos pasan inadvertidos para la cultura oficial, y por ende, para la historia escrita que recibimos. Los italianos en cambio, vienen en representación directa de la Corona, al servicio expreso del poder colonial que se instauraba en Cuba, con todo el progreso que Íes permitiría la aun no preparada España para asimilar los avances renacentistas en nuestro país, pero de todas formas, y a pesar de las desventajas culturales españolas, la huella italiana quedará desde ya en las simientes mismas de la cultura cubana, como una de nuestras raíces más vigorosas, aunque a menudo ignoradas.

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I.

PORTUGAL: SU LEGADO A LA CULTURA CUBANA

Portugal es un nombre que se cree derivado del latín Portus Cale, antiguo nombre de Oporto, la segunda ciudad más importante de Portugal tras la capital Lisboa; según la Wikipedia 2011, Cale era el legendario argonauta griego que aquí fundó un enclave comercial, pequeño asentamiento en la orilla izquierda del Duero que ya conocían los griegos cerca de su desembocadura, pero que por sus malas condiciones para la navegación trasladaron la ciudad a donde mejores condiciones permitieran construir un puerto, cerca de la actual Porto u Oporto. Para otros, Cale deriva del griego Kallis (bonito) y según otros, de los pueblos galaicos que allí moraban. Ya entre los años 930 y 950 d.n.e. el nombre Portugal comenzó a desplazar al de Lusitania, y ya a fines del siglo X se usaba con más frecuencia. Como Lusitania fue que Roma reconoció a esta su provincia, debido a los lusitanos, fieros guerreros que desde el año 193 antes de nuestra era o antes de Cristo (en adelante a.n.e.; cuando su territorio era parte de la antigua Hispania Ulterior) hasta el 60 a.n.e. impidieron el dominio romano en la región, en la lucha en que descolló Viriato, asesinado a traición en el 139 a.n.e. mientras dormía, valorado el primer héroe portugués y español al mismo tiempo, cuyo nacimiento se debate entre Zamora y Cáceres en el norte de Extremadura (ambas hoy en España), pero la única referencia de su tribu nativa la ofrece el historiador griego Diodoro Sículo y la sitúa en la costa lusitana (hoy Portugal); en todos los casos, los romanos acabaron reconociéndolo líder de los lusitanos. Como lusitanos se reconocen diversos pueblos pre-romanos, cultural y étnicamente afines, asentados en Castelo Branco (hoy en el centro de Portugal) expandidos al norte al río Duero frontera con los gallaico, al este hacia Extremadura y al sur, hacia Alto Alentejo, sin parecer alcanzar la costa atlántica donde estaban los célticos Túrdulos. En el 27 a.n.e. el emperador Augusto creó la provincia imperial de Lusitania anexándole los territorios galaicos, astures y cántabros (la costa norte española) y apenas 10 años después, en el 17 a.n.e., estableció la capital de Lusitania en Mérida (hoy capital de Extremadura, España) en una provincia que además de Extremadura y Portugal (excepto la región entre el Miño y el Duero), casi toda Salamanca, parte de Zamora, y el occidente de Ávila (incluida su capital) y de Toledo hasta las antiguas tierras de Talavera. De acuerdo a la Wikipedia (2011), las tesis más modernas consideran a los 3

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lusitanos de origen pre-celta, según los escritos en lengua lusitana hallados en territorio portugués y español; el gentilicio se considera presumiblemente celta, derivado de Lus o Lusis con el sufijo –tanus (según algunos, hijos de Lusus; legendario fundador de Lusitania y nombre que comparte cierto parecido con el romano Lucio), se les atribuía origen celta y establecidos aquí en el siglo VI a.n.e., pero en ningún caso se le considera un pueblo ibero. Con ellos compartían Lusitania otros pueblos, como los vettones, los túrdulos veteres y los célticos de la Beturia. El pueblo y cultura portugueses que llegan a Cuba, devienen a su vez de la transculturación durante tres milenios de tartesos, celtas, fenicios y cartagineses; griegos, romanos, germanos (suevos y visigodos), musulmanes, hebreos y otros. La antigua Lusitania comienza a definirse a sí misma dentro de Iberia como Portugal desde 1095, cuando Enrique de Borgoña recibe de su cuñado Alfonso VI de Castilla el territorio comprendido entre el Miño y el Mondego, y en el 1139 su hijo Alfonso I es proclamado Rey, por lo que se funda el Reino de Portugal que no quedaría al margen de los diversos intentos ibéricos de “unidad” con las explícitas inter-influencias, como lo demuestra Constanza de Portugal y Aragón (1290-1313), hija de Dionisio I el Labrador Rey de Portugal, y de Isabel de Aragón y Sicilia, y hermana de Alfonso IV el Bravo, infanta de Portugal y reina consorte de Castilla y León, y luego su hija infanta de Castilla Leonor de Castilla y Portugal (1307-1359) con Fernando IV el Emplazado, rey de Castilla y León. Se explicaba unirse en la lucha de Reconquista que sostenían los pueblos cristianos iberos contra los musulmanes, y Portugal adquiere sus límites actuales al retomar Algarve y Lisboa de manos árabes. En el año 1385 la Casa de Avis toma el poder en Portugal y derrota a los castellanos, con lo que nunca llegan a integrarse en aquel Estado multinacional empastado con nupcias y convenios, y se destacan aun antes que los españoles como grandes navegantes en los descubrimientos geográficos hacia el sur, al bordear las costas de África, mares por donde extienden sus dominios hasta la India inclusive. La historia más documentada sobre Cristóbal Colón es justamente cuando en 1476 al llegar a Portugal (al margen de la hipótesis de su nacimiento portugués) buscando la ayuda de su hermano Bartolomé y otros conocidos; allí vivió hasta 1485 cuando enviudó de Felipa Moniz (de la clase alta portuguesa, lo que lo ayudaría en su proyecto de viaje, aunque su propuesta en Portugal fue infructuosa y luego tendría que convencer que su expedición no interfería con sus propiedades atlánticas), con quien tuvo su hijo Diego Colón en 1480. Durante los siglos XV y XVI, justo cuando España llega a Cuba, Portugal era una potencia económica, cultural y social a nivel mundial, cuyo imperio llegó a extender entre Brasil y las Indias Orientales hacia el sur y sureste de Asia, al Océano Pacífico. Entre los que huían de Portugal se destacan los 4

Portugal e Italia en Cuba: base occidental de la cultura cubana

judíos portugueses que huían de la hoguera Inquisitorial. Ciertamente, en 1492 (vísperas a los viajes colombinos) los Reyes Católicos ordenaron expulsar a los judíos de Castilla y Aragón, lo que en el resto de Europa se vio como signo de modernidad y la Universidad de la Sorbona les felicitó; recuérdese que desde 1182 Francia, Inglaterra y Austria los expulsaban, sin contar la expulsión de Roma por el emperador Claudio en el año 51 d.n.e. En el año 1493 (ya España había descubierto las Américas) Fernando II de Aragón ordena expulsar los judíos de Sicilia donde reinaba desde 1468, y entre 1496 y 1497, bajo presión de la corona española (en 1495 había casado con Isabel la primogénita de los Reyes Católicos de España), el rey Manuel de Portugal (cuya hija con María de Aragón y Castilla hija a su vez de los Reyes Católicos de España, Isabel de Avis y Trastámara conocida Isabel de Portugal, casará con el Rey Carlos I de España y V de Alemania, sin poder ser reina de España pues aun vivía su tía la Reina Titular y Propietaria, Juana I de Castilla conocida como “La Loca”) los expulsa también de este, su último reducto ibérico, sin permitir la distinción jurídica entre católicos y judíos conversos, protegiendo a los que se bautizaran, sin poder evitar por ello la masacre de cerca de 4,000 judíos por las turbas el 19 de abril de 1506. Claro, la fuga judía no venía solamente de Portugal, ni tampoco puede absolutizarse que de Portugal, todos los que venían eran judíos en fuga, pues igual se perseguían musulmanes (cristianizados, se les llamaba moriscos) y gitanos, pero también se podía huir por muchos más motivos, y no solamente étnicos ni religiosos. Portugal (a pesar de irregularidades, justo por la naciente España) ya era Portugal, pero España aún no era España: fueron “Castilla y Aragón” quienes expulsaron a los judíos y costearon el viaje a las Américas. Es en la bula Si convenit del Papa valenciano Alejandro VI el 19 de diciembre de 1496, cuando tras debate en el Colegio Cardenalicio del 2 de diciembre (donde además de Oliverio Caraffa de Nápoles y Francisco Piccolomini de Siena, estaba Jorge de Costa, precisamente de Lisboa) por primera vez se les confiere a Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla el título de “Reyes Católicos” y nombrados “rey y reina de las Españas”, como reconocimiento a su labor propagando el catolicismo, por hechos como la toma de Granada en 1492 (a lo que Europa ha de agradecer no haber sido islamizada) y su llegada a América, entre otros. El poder económico de muchos de estos judíos que tuvieron que huir dejaba tras sí una crisis económica (de España huyeron dos tercios, y los demás fueron convertidos) para crear un país cristiano donde comenzaría a identificarse Patria con religión. Al instituirse la Embajada permanente de España ante la Santa Sede, es la primera embajada permanente del mundo y por primera vez, se usa el nombre de España para un establecimiento oficial. España transitaba así del mundo medieval al mundo moderno: desde su matrimonio en 1469, cuando más que la paz, lograron la unión de Castilla y de Aragón, hasta entonces en pugna, y luego conquistarían Granada, Navarra, 5

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Canarias, Melilla y otras plazas africanas, agrupaban bajo una sola corona la totalidad (excepto Ceuta y Olivenza, que a la sazón pertenecían justo a Portugal) los territorios que hoy forman España. Tal unión territorial era personal, pues se mantenían las soberanías, normas e instituciones propias de cada reino y corona, de forma tal que al emprenderse una acción militar o una empresa comercial, se hacía bajo estandarte común. Al estudiarse las principales inmigraciones de hebreos y conversos sefarditas de los siglos XVI y XIX, se refiere que nos llegan a través de los puertos (entre otros) de Portugal (Lisboa); tenían prohibido venir a Cuba, pero ya esta prohibición se violaba, y se estiman en las naves colombinas 160 judeoconversos u ocultando su verdadero origen (incluidos los judíos portugueses desde 1492) para librarse de la hoguera inquisitorial, al extremo que se dice que, aunque oficialmente fueron reconocidos como portugueses, los que introdujeron la caña de azúcar en Martinica y Cuba eran judíos perseguidos en las colonias, pero que contaron con cierta tolerancia, ya que constituían una fuente de riqueza: dado su historial ya consolidado en las costas africanas, no es de extrañar que los portugueses hayan estado entre los primeros negreros como mano de obra para la caña de azúcar que importaban (se reconocen esclavos importados de colonias portuguesas, como Benguela y Cabinda, actualmente en Angola), si bien hay grandes diferencias entre la esclavitud y su trata en el siglo XVI, y aquella otra mucho más masiva, violenta y cruel, desde fines del siglo XVIII, y que ya no protagonizaron los portugueses. En efecto: nace la industria azucarera cubana cuando un nuevo gobernador, Don Juan Maldonado Barnuevo, desde su nombramiento se mostró muy interesado en los negocios de azúcar y por sus peticiones a la Corona fue concedido el préstamo en 1598. De esta forma y con la ayuda de los portugueses que proporcionaron brazos esclavos vendidos a plazos, se fueron desarrollando las industrias azucarera, ganadera y de extracción de maderas. No en balde, propiciado sin dudas por la Zanja Real apenas concluida y entre sus primeras funciones, en el habanero Puentes Grandes se han señalado primicias del ingenio azucarero cubano como el San Diego (no por azar, nombre de conformación portuguesa), al finalizar el siglo XVI, y la acción para ello de una canaria de nombre Catalina aun insuficientemente conocida, al parecer propietaria del mismo y quizás, de aquellas escasas mujeres que enviudaban o heredaban alguna posibilidad de encaminar su vida con alguna propiedad como esta. Eran muy primitivos estos primeros trapiches en el largo camino de desarrollo del ingenio azucarero cubano, por supuesto… pero sientan ya las bases fundamentales para una industria que sabemos, luego solidificarán las bases que identifican la economía cubana con toda una cultura consecuente, a la par que tales ingenios devendrán cascos históricos de sus respectivas comunidades derivadas, también para nuestro actual municipio… y desde ya, 6

Portugal e Italia en Cuba: base occidental de la cultura cubana

sellan otro rasgo distintivo de la cultura culinaria cubana en su occidentalización, también con toda la trascendencia de su cotidianidad, que al igual que la sal, hasta entonces era ajena al gusto de nuestros aborígenes: el gusto por los azúcares y dulces consecuentes: hasta allí y más, llegan sus consecuencias. Era mucho más común de lo que podría pensarse la presencia de portugueses en aquella Cuba; tanto así, que una de las hipótesis (aunque no de las más aceptadas) es que el habanero topónimo Marianao se debe a una hacienda en este territorio, cuya propietaria era una portuguesa o brasileña (¿no sería demasiado temprano?) de nombre Maria Nao y optan mejor por las incidencias mayas en la zona (Gaínza y col, 2006: 34) Compulsados por movimientos sociales, expulsiones, genocidios y guerras, los judíos se han movido por Cuba (seguro refugio) durante más de 500 años, incluidos los judíos portugueses. Corrales (2003) lo reconoce como el inicio de la historia hebrea en Cuba— continuarán ocultos durante toda la colonia: «[…] hijos de Sefarad—silenciadas como sus pisadas en las Sinagogas de arena— se explicitan en los expedientes inquisitoriales, en el comercio intérlope, en la exigencia de los Capitanes Generales de expulsar a los portugueses y a los acusados de atentar contra el monopolio comercial español o de haber favorecido la toma de La Habana por los ingleses, en los enrevesados nombres de los expedicionarios de López, los colaboradores de Martí o los ayudantes de Calixto García», transculturando con las restantes etnias que confluyen en Cuba. El viaje de Fernando de Magallanes en 1519, en el histórico y mutuo préstamo cultural entrambos países, lo hace a nombre de Carlos I de España, pero muere en la travesía y Sebastián Elcano lo concluye. Ya los portugueses cruzaban la Oceanía en 1522, el Índico y el Atlántico, las costas de África Boreal, India e Indochina, en todo lo cual aventajaban a España. Ciertamente, al morir el Rey Sebastián en Alcazarquivir el 4 de agosto de 1578 (donde también mueren los dos sultanes que disputaban el trono de Marruecos, y Sebastián queda como el mito de que algún día volvería a reinar Portugal), Portugal pasa a depender del tío español de Sebastián, Felipe II de España, en el 1580, pero nunca se le integra, como sí se integraron hasta la actualidad otras de las nacionalidades y etnias comprendidas en la genéricamente llamada "hispanidad"'; en el 1640 con el apoyo de Francia, sube al trono la Casa de Bragança, que reinaría hasta 1855. Los orígenes de esta dinastía Bragança se remontan a Don Alfonso de Portugal, Conde de Barcelos (1370-1461) que en el 1442 en pugnas con el duque de Coimbras, recibe el noble título de 1er. Duque de Bragança (con lo que devino el hombre más poderoso de Portugal y uno de los más ricos de Europa) por su medio sobrino Don Alfonso V el Africano (1432-1481, 12do. Rey de Portugal) quien hijo de Leonor de Aragón (impopular por mujer y extranjera) su único aliado había sido Alfonso, hijo ilegítimo de su abuelo 7

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Juan I el de Buena Memoria; su apodo “el Africano” deriva de sus conquistas en África desde 1415 con Ceuta; al casar con Juana “la Beltraneja” en 1475 se proclama rey de Castilla y de León, pero pierde definitivamente en 1476 frente a su tía Isabel y su primo Fernando II: los Reyes Católicos. Luego entre los descendientes de Alfonso I de Bragança, Don Enrique I reina de 1578 a 1580, cuando Felipe II de España invade y conquista Portugal que fue incorporado y anexado a la monarquía de los Habsburgo hasta 1640, cuando el 8vo. Duque Juan II de Bragança y su esposa doña Luisa de Guzmán propician la revolución contra Felipe IV de España y como Don Juan IV es el primer rey de Bragança hasta 1656, sucedido por sus descendientes; durante la invasión napoleónica a Portugal, Don Juan VI de Bragança se retira a Brasil para regresar en 1821. En 1826 lo sucede su hijo Don Pedro IV, quien opta por el Imperio de Brasil y abdica el trono de Portugal a favor de su hija Doña María II casada con el noble alemán Don Fernando de Sajonia-Coburgo-Gotha (Fernando II), sucedida por su hijo Don Pedro V rey de 1853 a 1861 y luego su hermano Don Luis hasta 1889 y sus descendientes, manteniéndose el apellido Bragança en la Casa Real portuguesa hasta la revolución republicana de 1910, cuando continúa la “línea miguelista” que encabeza hoy el biznieto de Don Miguel I, Rey de Portugal, Don Duarte Pío, duque de Bragança, reconocido como Jefe de la Familia y Casa de Branganza tanto por la República Portuguesa como por todas las Casas Reales europeas. Todo lo anterior nos permite diferenciar los portugueses que llegaban a Cuba en cada momento histórico, distintivos unos de otros según cada contexto portugués del que emigraban y que de alguna forma, portaban. Así pues, desde un inicio nos llegaron aquellos portugueses del siglo XVI entre lo más humilde y hasta anónimo (a veces hasta indiferenciado, incluso por clandestino), al ser la otra cultura ibérica además de las hispanidades, con la sola diferencia de no integrarse definitivamente a la multinacional España a pesar de los tantos intentos, pero implícita incluso en el complejo galaicoportugués de la costa occidental de la península. La huella portuguesa indeleble queda explícita para la cultura cubana desde bien temprano, por ejemplo, con aquel portugués que conocedor del terreno por haber estado antes en ella, ayudó al pirata francés Jacques de Sores a tomar la villa de San Cristóbal de La Habana el 10 de julio de 1555. Auxiliado por el portugués desde 1553, Jacques de Sores entró por la Caleta de Juan Guillén, donde hoy radica el Parque “Antonio Maceo” en Centro Habana, y toma la villa en la bahía, con lo que logró reunir 200 esclavos y horros del África subsaharana. De dichos sucesos derivaron múltiples secuelas: el saqueo de aquella villa que perdió no pocos de sus valores, como los documentos de su fundación en la costa sur, motivo por el cual aun no constan oficialmente su fecha y lugar exactos de fundación, que habían traído al migrar desde el sur; se levantó años después el sistema militar defensivo del Castillo de la Real 8

Portugal e Italia en Cuba: base occidental de la cultura cubana

Fuerza, el de San Salvador de la Punta y el de los Tres Reyes del Morro, y entre otros apoyos, el Torreón de San Lázaro en la misma Caleta de Juan Guillén donde antaño estuvo el Lazareto; el Torreón de Cojimar al este de la bahía, y más al oeste a la orilla del río hoy Almendares, el Torreón de Santa Dorotea de la Luna (en homenaje a la esposa del entonces Gobernador de la Isla, Don Álvaro de la Luna), más conocido popularmente como Torreón de la Chorrera, nombre heredado en la cultura popular por aquel con que los hispanos llamaron al río durante el siglo XVI, y que hereda la comunidad consecuente actual. Otro efecto inmediato de tal ataque del pirata francés ayudado por aquel portugués, fue el Decreto Real del 10 de diciembre de 1565 que prohibió la tala entre la villa y el río (según algunos, más allá) pues talar el bosque se valoraba que ayudaría a los piratas, de lo cual derivó el nombre tradicional del (monte-territorio) Vedado, topónimo tan emblemático que heredó el reparto parcelado en 1860, sin la menor duda, entre los más trascendentes y patrimoniales de todo el país y de profundo valor internacional, si bien no han faltado otras leyendas y mitos que han tergiversado el origen de tal topónimo. Haber podido ayudar así al francés, era muy posible para un portugués por dos razones ya explícitas antes: su alto desarrollo en la navegación, que los autorizaba a esta vida con los piratas, y su tradicional interrelación histórica con los diversos grupos hispanos, entre los que solían pasar como uno más aun sin serlo, por lo que quedaban en una posición ambivalente con respecto al tema cubano. Tal ambivalencia en la América se descartaba hacia la indiferencia cuando desde el 22 de abril de 1500 el portugués Pedro Alvares Cabral había llegado a las costas de Bahía e iniciado así los portugueses la colonización de Brasil, lo que a su vez acentuó la competencia y hasta cierta rivalidad entre ambas potencias nacientes. Pero claro que no tan nefastas fueron la huella de los portugueses en aquella Cuba en gérmenes, y no faltaron aquellos que por el contrario, enriquecían desde ya algunos de los mejores valores que identifican nuestra cultura cubana ante el mundo, además del germen a nuestra industria azucarera: en el macroanálisis para el caso haitiano se hacen referencias al resto de las Américas y en particular a Cuba, y se afirma que "...el esclavo oía lo que en torno suyo sonaba. Durante el siglo XVI, primero de su trasplantación en América, se asimiló el romance español, los cantos venidos de Portugal y hasta la contradanza francesa..." (Carpentier, 1977: 10-12; el subrayado es del autor de este libro) Asimismo es de destacar al portugués Jácome Viceira cuya presencia, leyenda o no, ya a fines del siglo XVI se señala en La Habana, y junto al malagueño Pedro Almanza, el sevillano tocador de violón Pascual de Ochoa y las hermanas dominicanas Micaela y Teodora Ginés que habían residido previamente en Santiago de Cuba, sonaban primitivas piezas en bailes y 9

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diversiones en la nueva capital cubana, grupo al que se le atribuye muy polémicamente el Son de la Ma'Teodora, uno de los primeros grandes clásicos (si no el primero) de nuestra música popular tradicional. Pero no se limita al siglo XVI que por uno u otro motivo, y a pesar de cabalgar entre lo silenciado y lo desdibujado, los portugueses descollaran para la cultura cubana sosteniendo toda una tradición: en territorio del actual municipio habanero Arroyo Naranjo, entre 1634 y 1639, se reconoce que el tráfico ilícito con portugueses y holandeses se había incrementado tanto como 30 años antes (García Pérez-Rolo, 2003: 23); la ermita pública de Arroyo Naranjo estaba patrocinada por la canaria Juana González Hernández, casada en 1714 en Jesús del Monte con el portugués Pedro González Guerra, dueño de estancias de tierra en este ingenio y ella, apodada “La Portuguesa”, era dueña de una taberna-paradero en Arroyo Naranjo, donde con sus recursos organizaba cada 13 de junio la misa solemne y procesión a San Antonio de Padua, nacido portugués y patrón de Padua y de Lisboa, entre otras ciudades del mundo, ermita que ya en 1749 era auxiliar de la parroquia del Calvario (Ibídem. 86 y 195) También en Guanabacoa, entre 1670 y 1685, se reconocen portugueses (Rodríguez y col, 2003: 65). Se ha citado que Álvaro de la Luna durante su gobierno (1639-1646) se apresuró a construir las fortificaciones de antaño con contribuciones de los vecinos pues pedía a México sin recibirlas, y temía ataques de holandeses y portugueses (Cuevas, 2001: 30, sic). Al registrarse el 4 de marzo de 1637 el primer caso de cáncer (entonces llamado nobi me tangere) que falleció en Cuba, y ser enterrado Antonio Hernández, resultó ser un portugués (Companioni, 2000: 56); y del siglo XVIII, se le reconoce (con toda razón) al alemán Alexander von Humboldt como segundo descubridor de Cuba por su exploración de nuestra naturaleza; sin embargo, se obvia que había sido antecedido en 1787 por el portugués Parra, que había logrado ya sus aportes para nuestra cultura ecológica, base de nuestra identidad y sentimientos patrios (Couceiro y Perera, 2002). Uno de los propietarios de la industria naviera fue el del ingenio El Cerro, luego de Hernán Manrique de Rojas, el rico marino portugués Juan Pérez de Oporto, quien fue uno de los fundadores, junto con el célebre constructor naviero cubano Francisco Díaz Pimienta, de la Sociedad de Armadores (Bárguez, 2006: 50) Se señala que entre los fundadores de formalizarse el pueblo de Santiago de las Vegas el 3 de mayo de 1749, al constituirse el cabildo, la mayoría arrendatarios de poco terreno y algunos esclavos, de 309 personas con 81 cabezas de familia, la mayoría procedentes de Islas Canarias y del propio Santiago de las Vegas, había una de Portugal; y quien en 1767 comenzó a fomentar la apicultura que recién había introducido en Cuba el obispo Morell de Santa Cruz desde La Florida, fue “Miguel el Portugués” (Estrada, Campos, 10

Portugal e Italia en Cuba: base occidental de la cultura cubana

Bernal y col., 2003: 34 y 40) También Silvestre Abarca, ingeniero militar nacido en 1707, ya tenía experiencia en fortificaciones en Portugal cuando tras la toma de la Habana por los ingleses, elaboró el plan defensivo completo para la capital cubana, amplió el proyecto de su hermano Jorge (coronel de ingenieros que había venido en 1757 para proyectar fortificaciones urgentes y confeccionó el proyecto de la fortaleza de la Cabaña pero no pudo realizarlo pues murió dos años después con fiebre amarilla) sobre La Cabaña, y también de los Castillos de Príncipe y de Atarés; fallece en España en 1784, considerado el más destacado constructor que pasó por Cuba en el siglo XVIII (Cuevas, 2001: 450). Ya con el Portugal de la dinastía Bragança cada vez más distintivo de las hispanidades, y sobre todo en un siglo XIX cubano que a su vez, buscaba diferenciarse más aun de la metrópoli colonial española, se reconocen y explicitan más (y hasta con mayor simpatía) otras nacionalidades, como ser portugués. El 29 de junio de 1856 ocurre la segunda ascensión en globo del célebre comerciante portugués Matías Pérez, dueño de la tienda Valla de París (tampoco era hispanidad) de quien se dice que tras sobrevolar La Chorrera se perdió en el cielo, desapareciendo cuando se avecinaba un mal tiempo, y nunca más se supo de él, quedando en la cultura popular tradicional cubana hasta hoy, la sentencia “voló como Matías Pérez”, además de enriquecer todo un imaginario nacional que ha llegado a los pasquines aun en plena Revolución más de un siglo después, entre otros tantos ejemplos y formas de la cultura. Los portugueses en Cuba, por tanto, inadvertidos y hasta confundidos en el complejo de pueblos iberos, y nunca ensalzados por la Corona Española que pronto entró en conflictos por las posesiones brasileñas- y rara vez explícitos, casi ocultos, conservan una historia colonial aun entre sombras, pero que de alguna manera pervive y si se profundizara en estudios por cada comunidad cubana, sin dudas se multiplicarla: así por ejemplo, en 1871, cuando se adquieren los terrenos para la necrópolis Cristóbal Colón (cuya primera piedra se coloca el 30 de octubre de 1871 sobre el precedente Cementerio de San Antonio Chiquito), entre las estancias y propiedades adquiridas por expropiación forzosa se encuentra parte de los terrenos que ya antes se conocían de La Portuguesa, o La Julia, de Enrique Otero, por $ 2,328.89 y con 79,362 cordeles que se utilizaron en su totalidad para abastecimiento y conducción del agua y parte cementerial (ver: Medina, 1993). Aun en la actualidad, la calle en U (o herradura) vértebra de esta localidad conserva el tradicional nombre de Julia Borges e identifica la comunidad al suroeste del citado Cementerio de Colón; se ha inferido que Julia Borges haya sido la señalada Julia con que alternaban el nombre de su nacionalidad de origen (portuguesa), presumiblemente, la esposa o familiar de Otero. Al nacer 11

Avelino V. Couceiro

La Dionisia como barrio marginado en 1939 cubría toda la esquina sur de dicho Cementerio al este y al oeste, y toda la calle Protestantes, a limitar en la (hoy) barriada de La Plaza con La Julia, que se extendía a mediados entre la esquina sur y la esquina este del Cementerio (terrenos de La Julia que la necrópolis nunca llegó a ocupar), límite directo al sur, y al este de este límite La Julia (indistintamente La Portuguesa, Julia Borges) se extendía hacia la actual calle 6, entre las actuales calles 35 hacia 43, comunidad hoy identificada sobre todo por edificios Pastorita de iniciar los años 60 del siglo XX y que la ignorancia de la liminalidad la desdibuja en la mal llamada Timba y, con mejor suerte, en San Antonio, cuando son raíces, evoluciones e identidades en general bien distintas. No debemos pensar que ”La portuguesa" entonces pudiera ser un nombre genérico, toda vez que es demasiado señalado en tanto nacionalidad, a diferencia del de "gallego" que sí genérica y erróneamente se dio a todo lo proveniente de España, aun cuando en la misma época la inmigración asturiana era bien fuerte y al canario llamaban “isleño”… como si los cubanos no fuéramos igualmente isleños. Si aun así, en el mismo teatro vernáculo hallamos una primacía del gallego, pero incluso encontramos el tipo del asturiano y del catalán, es totalmente lógico deducir que el nombre de La Portuguesa se refería al origen nacional de La Julia, y considerable pues como otra evidencia de raíz portuguesa en la cultura cubana. El teatro Payret abrió el 22 de enero de 1877 con una representación de La favorita de Donizetti, con un conjunto de primissimo cartello con artistas, entre otros, de Lisboa (Leal, 1982: 101). Habría que reconocer igualmente la orden de los Hermanos de San Juan de Dios -una calle habanera tiene éste nombre- y el primer tranvía eléctrico en 1901 cubría la ruta Vedado-San Juan de Dios-, que fue fundada con el nombre alternativo de Hermanos Hospitalarios (Trinitarios) de San Juan de Dios (1495-1550) por el confesor portugués (antes soldado) Joao Ciudad, con fecha el 8 de marzo, orden del cristianismo portugués luego universalizada que por tanto, ha enraizado también en Cuba con sus conventos y plazas, topónimos como el nombre de tal calle habanera, etc.

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Portugal e Italia en Cuba: base occidental de la cultura cubana

Plaza y convento de San Juan de Dios, Camagüey. Foto en Couceiro (2010-2012)

El eminente escritor portugués Eça de Queiroz (1845-1900), fue cónsul de Cuba en La Habana y frecuentaba el café donde hoy está la Casa del Té de la Habana Vieja, donde el 15 de noviembre de 1999 se le puso una placa por ello en su homenaje. Portugal es, por demás, uno de los países que conoció y estudió el bayamés Carlos Manuel de Céspedes (1819-1874) “Padre de la Patria” que dio el Grito de Independencia cubano en 1868, cuando elaboraba las bases de su pensamiento. Y dentro de la vasta cultura de nuestro Héroe Nacional, el habanero José Julián Martí y Pérez (1853-1895), en solo una muestra de su obra en general, alude a Portugal en no menos de 18 ocasiones, y no por casualidad casi el 70 % de las veces, en sus Crónicas de España, país con el que ya hemos introducido la interrelación histórica ancestral, e incluso cultural; las restantes citas son en no menos de tres veces, en sus Crónicas de Italia, y en menor cuantía en Nuestra América y Escenas Mexicanas. Martí describe similitudes y diferencias entre la cultura portuguesa y las hispánicas, en sus rasgos que las identifican a cada una, así como diversas localidades de Portugal: al margen de las citas antes referidas, en las mismas Crónicas de España detalla el Palacio de Ajuela en Lisboa, Villaviciosa, Almeida, Coimera, Evora, Garret, a Cintra en no menos de cinco oportunidades, y al 13

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