Ideología y sistema de partidos en el México de la alternancia: implicaciones políticas

Political ideology and party system in Mexico’s alternation: political implications Marco Antonio Aranda Andrade RESUMEN La ideología del sistema de

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Political ideology and party system in Mexico’s alternation: political implications

Marco Antonio Aranda Andrade

RESUMEN La ideología del sistema de partidos en México es la herencia de la historia del partido hegemónico y se manifiesta en la exclusión del conflicto político tanto del discurso como de la práctica política de los actores en la arena institucional. Las consignas del sistema referidas a la pluralidad democrática expresan un operador ideológico “universal” que normaliza las contradicciones en la hegemonía ideológica de las fuerzas dominantes, dicho operador se nombra como ideología de la pragmática. El presente artículo confronta, en distintas dimensiones del estudio de la ideología, la historia y los principios de los tres partidos importantes en México para determinar las implicaciones en la construcción y funcionamiento de la realidad social. PALABRAS CLAVE Ideología, sistema de partidos, conflicto político, pluralismo moderado, sistema de partidos atrapa todo, pragmática de la revolución, pluralidad democrática.

ABSTRACT The ideology of the political party system in Mexico is the heritage of the hegemonic party history, which appears in the exclusion of political conflict from the discourse as well as from the political practice of the actors in the institutional arena. The slogans of the system related to democratic pluralism express a “universal” ideological operator that normalizes the contradictions in the ideological hegemony of the dominant forces; such operator is named as ideology of the pragmatic. This article compares, within different dimensions of the study of ideology, the history and the principles of the three major parties in Mexico in order to determine the implications in the construction and operation of social reality. KEY WORDS Ideology, party system, political conflict, moderate pluralism, catch-all party system, pragmatic of the revolution, democratic pluralism. 45

núm. 7, 2010, pp. 45-57

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otorga a un cúmulo de significantes, el significado que evita su dispersión. Para Zizek, “el espacio ideológico está hecho de elementos sin ligar […] cuya identidad está `abierta´, sobredeterminada por la articulación de los mismos en una cadena con otros elementos […]”1, normalizados ahora. Para finalizar, se indica que el sistema de partidos que aquí ocupa no cabe dentro de los estudios sobre el origen ideológico de los partidos políticos de las democracias liberales europeas, estudiadas por Klaus Von Beyme, sino que responde tanto a la formación como a la transformación del poder político en México. Las aclaraciones y precisiones conceptuales expresas en el primer apartado se entrelazan a lo largo del texto, junto con la historia correspondiente de cada partido: segundo apartado para el PRI, tercero para el PAN y cuarto en cuanto al PRD. En seguida, el quinto apartado da seguimiento a la transición del sistema de partidos mexicano a la dinámica “atrapa todo”, mientras que el sexto explicita los mecanismos operativos de la política actual, a manera de conclusiones. Referencias conceptuales A menudo, el término ideología se emplea de maneras muy diversas, mismas que van desde el conjunto de ideas falsas que permiten legitimar el ejercicio del poder político dominante, hasta el simple medio por el cual las personas dan sentido a su mundo. Esta constelación de usos, lejos de agotar los múltiples sentidos que puede albergar el término, posee una característica común, o lo que podría llamarse una definición mínima si se quiere: “el concepto de ideología pretende revelar algo de la relación entre una expresión y sus condiciones materiales de posibilidad, cuando se consideran dichas condiciones de posibilidad a la luz de ciertas luchas de poder centrales para la reproducción de toda una forma de vida social”2. Esta forma de vida social, para Slavoj Zizek, es ideológica en sí misma, ya que aparece como una ilusión consensualmente necesaria; argumenta el autor que: “La ideología […] es una construcción de la fantasía que funge de soporte a nuestra `realidad´: una `ilusión´ que estructura nuestras relaciones sociales efectivas reales y por ello encubre un núcleo insoportable, real, imposible […]”3. La función de la ideología, de acuerdo con esta lectura, ofrece a la realidad social como la huída de algo traumático, mismo que apa-

Introducción El presente artículo tiene como objetivo explicar las implicaciones políticas de la(s) ideología(s) del sistema de partidos mexicano en la construcción de la realidad social. Esta necesidad parte del avance manifiesto del discurso y la práctica política de los partidos en la exclusión del conflicto político, entendido como la lucha de opuestos particulares a dirimir en el terreno simbólico. Dicho planteamiento responde a la apropiación que de las aspiraciones de la mayoría dominada realizan los actores del sistema, mismas que son sometidas a la deformación que producen las relaciones de dominación, de acuerdo con los planteamientos de Slavoj Zizek. La ideología del sistema partidario en México es la herencia de la historia del partido hegemónico, hoy extensa en el ejercicio real de poder de cada uno de los contendientes en la arena institucional. El legado del PRI al sistema de partidos actual corresponde a la flexibilidad con la que la clase política trata las demandas de la oposición, transformándolas tanto en un discurso como en una práctica política que excluye las reivindicaciones democráticas de contendientes ajenos al juego institucional. La pragmática priísta dotó entonces a la antes oposición “de fuera”, como la denominó Giovanni Sartori, de una movilidad intensa a través del espectro ideológico, movilidad que funciona todavía con base en una serie de contradicciones expresas en valores de pluralidad democrática posibles sólo en el terreno del juego institucional. Se mostrará que el operador ideológico “universal” que excluye el conflicto político, en aras del consenso de las cúpulas partidarias, se manifiesta como la ideología de la pragmática. La implicaciones de tal afirmación surgirán mediante la confrontación de las posiciones de los tres partidos que conforman el juego del pluralismo moderado (PRI, PAN y PRD) en cuanto historia, programa político, doctrina y principios éticos según las precisiones de Alan Ware; erigiéndose con ello las implicaciones que para lo político real tiene esta construcción ideológica de la vida social, de acuerdo con las consideraciones que al estudio de la ideología aportan Terry Eagleton y el propio Zizek. La ideología del sistema de partidos en México opera entonces con la presentación de la pluralidad democrática (operador ideológico) como eje aglutinador, elemento que funge como el punto nodal que

Zizek, Slavoj, El sublime objeto de la ideología, 4ª ed., Siglo XXI, México, 2008, p. 125. 2 Eagleton, Terry, Ideología. Una Introducción, Paidós, Barcelona, 1997, p. 283. 3 Zizek, Slavoj, op. cit., p. 76. 1

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recerá en la escena política como tensión o conflicto, objetos de constantes evasiones o domesticaciones. En esta línea, las ideologías, si bien se esfuerzan por homogeneizar, rara vez son homogéneas; suelen ser formaciones internamente complejas y diferenciadas, con conflictos entre sus diversos elementos que tienen que renegociarse y resolverse continuamente. Para Terry Eagleton, la ideología dominante es la de un bloque social dominante, compuesto por clases y fracciones cuyos intereses no son siempre coincidentes; además, los compromisos y divisiones entre dichos componentes se reflejan en la propia ideología. Si las ideologías no son tan puras y unitarias como quisieran ser, continúa el autor, ello se debe en gran parte a que existen únicamente en relación con otras ideologías4. Zizek continúa este razonamiento cuando refiere la dinámica de la hegemonía ideológica de un estado de cosas expreso en un orden social imperante; para este autor, el cisma que establece la irrupción de una clase o bloque que exige un lugar en la configuración de ese orden, marca la pauta del ejercicio ideológico en la lucha por un principio o causa “universal” que restablezca el estado de cosas:

referidos, al cual se agregarán los elementos teóricos necesarios para abrir una línea de estudio para el caso mexicano, manifiesto a través de un sistema de partidos pluralista moderado que, las más de las veces, tiende a desplazar el conflicto político en aras del mantenimiento de un ejercicio de poder añejo, propio de la formación del poder político en México. Se entiende entonces que el estudio de la ideología en el sistema de partidos mexicano, en el tiempo de la alternancia política, responde precisamente a la exhibición de la forma en que un estado de cosas expreso en un orden social imperante (aquel representado por los bloques de la clase política de los tres partidos dominantes) se convierte en terreno de disputa cuando un contendiente (opositor al régimen y a las prácticas de las élites gobernantes) busca reconfigurar ese orden (democrático, en este caso), marcándose así los procesos de asimilación y normalización que darán nuevamente sentido a la realidad política mexicana. Las consideraciones conceptuales para abordar desde la teoría de la ideología a los partidos políticos en México, requieren tres precisiones previas: • El estudio de la ideología del partido político requiere del análisis de diversos factores inscritos en su estructura; estos son: su programa político, su doctrina y los principios éticos que mantienen su cohesión y lo conservan a lo largo de su historia. Por lo tanto, si se pueden analizar las doctrinas y los principios éticos de un partido, entonces se logra explicar, según Alan Ware, lo que éste hará cuando llegue al gobierno o se encuentre en una posición que le permita influir sobre las políticas de gobierno mismas, esto es, cuando conforme un bloque dominante7. • Por otra parte, se debe acotar al caso mexicano respecto de otros sistemas de partidos en el mundo, con la indicación de que el sistema que aquí ocupa no cabe dentro de los estudios sobre el origen ideológico de los partidos políticos de las democracias liberales europeas, incluidos en las grandes familias espiri-

La hegemonía ideológica, por consiguiente, no es tanto el que un contenido particular venga a colmar el vacío del universal, como que la forma misma de la universalidad ideológica recoja el conflicto entre (al menos) dos contenidos particulares: el “popular”, que expresa los anhelos íntimos de la mayoría dominada, y el específico, que expresa los intereses de las fuerzas dominantes5.

Si lo que se busca es determinar las implicaciones políticas de la(s) ideología(s) del sistema de partidos en México6, será útil seguir el trabajo de los autores Eagleton, Terry, op. cit., p. 71. Zizek, Slavoj, En defensa de la intolerancia, Ediciones sequitur, Madrid, 2008, p. 19. 6 Se considera aquí al sistema de partidos en México como pluralista moderado, dadas las coincidencias que el sistema tiene respecto de uno de los elementos de la tipología de Giovanni Sartori. De acuerdo con el autor, el sistema moderado abarca básicamente de tres a cinco partidos importantes –dado su peso político- y se caracteriza por una distancia ideológica pequeña entre los competidores; una configuración de coalición bipolar, tanto en el gobierno como en la oposición, y una competencia centrípeta, en Partidos y sistemas de partidos, Alianza, Madrid, 2005, pp. 224-239. En el caso de México, la dinámica política de los partidos los lleva a compor4 5

tarse según las condiciones expresas en el ejercicio del poder político; los casos específicos se observarán a lo largo del texto, hechas algunas acotaciones. 7 Ware, Alan, Partidos políticos y sistemas de partidos, Istmo, Madrid, 2004, p. 52. 47

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tuales de Klaus Von Beyme8. Sin embargo, se pueden identificar ciertos rasgos coincidentes que, con sus debidas precauciones, se expondrán más adelante.

los derechos negativos básicos: de vida, de propiedad, de tránsito, de expresión, de asociación, de reunión; mientras que la izquierda aboga porque el Estado garantice libertades tanto civiles como políticas de mayor amplitud a través de la promoción de derechos de segunda y tercera generación (económicos, sociales y culturales, en el caso de los primeros, y universales de alcance planetario, para los últimos)10. Por lo tanto, la posición ideológica que los partidos guardan se determina por el posicionamiento manifiesto de las funciones del Estado en los cruces que estos ejes conforman. Se puede visualizar asimismo, una disposición de izquierda a derecha como una imagen espacial. La traducción espacial de las percepciones políticas se utilizó por primera vez durante la revolución francesa, en armonía con un desarrollo de la política ideológica referida a las disposiciones de ubicación –lado derecho y lado izquierdo- dentro del parlamento. Por lo que respecta a la connotación de valor, la palabra “derecha” explotaba la asociación positiva con el sentido jurídico del término right, “having a right” (tener derecho); mientras que la “izquierda” explotaba la posición del corazón y la primitiva asociación de la palabra con los políticos republicanos constitucionales11. Las consideraciones previas posibilitan abordar el problema cuyo desarrollo establecerá vínculos y separaciones entre los autores hasta ahora destacados; la finalidad de este abordaje teórico se orienta a la explicitación de los mecanismos de desplazamiento del suceso traumático, conflictos políticos por la representación legitima de la democracia, en este caso, que refuerzan a la ideología del sistema como realidad; el evento de olvido implica entonces cotidianidades de

• Alan Ware apunta que siempre es fácil caer en la tentación de estirar la clasificación ideológica sin considerar aspectos trascendentales en la dinámica de desarrollo de un país. Para los Estados sin una tradición liberal democrática estable, como el caso de México, es importante señalar los procesos de fusión entre aspectos ideológicos contrarios a los estatutos de cada partido. Así, “estos partidos pueden hacer llamamientos muy diferentes y contradictorios a distintos grupos de simpatizantes: el populismo y el nacionalismo son dimensiones que se hacen mucho más evidentes a través de las reacciones de los partidos ante ciertos eventos que por medio de cualquier declaración de intenciones”9. Una vez que se consideró esta serie de precisiones, vale ahora la pena apuntar los principales elementos teóricos que permiten diferenciar a la izquierda de la derecha dentro del espectro ideológico en un sistema de partidos, esto con el objetivo de enriquecer el marco de referencia relativo tanto a las relaciones de poder entre una serie de expresiones y sus condiciones de posibilidad (consolidación de la pluralidad democrática) como a la asimilación de las demandas externas de oponentes caracterizados por los bloques dominantes (pragmática ideológica). El primer criterio para ubicar a un partido político dentro del espectro obedece a la posición que la élite guarda respecto de la intervención del Estado en la economía. Se espera que la derecha abogue por la menor intervención del Estado en las actividades económicas, mientras la izquierda se manifieste por la tutela del Estado en éstas. El segundo criterio se refiere a los derechos del individuo frente al Estado. En este punto, la derecha estaría del lado conservador en cuanto libertades civiles y políticas, concentrándose en la promoción de

Alan Ware, refiriéndose a la clasificación que realiza Von Beyme de las familias ideológicas, dependientes en gran medida de la historia de los partidos, recoge datos de las opiniones de los dirigentes de varios partidos políticos en Europa Occidental respecto del papel que el Estado debe desempeñar frente a estas dos temáticas; es decir, qué tanto debe el Estado permitir o restringir su papel en cuanto a estos tópicos. Cabe señalar que este debate proviene de países europeos con regímenes liberales democráticos que datan del siglo XIX. La pugna principal gira en torno a las posturas que tanto liberales como conservadores mantenían respecto a la intervención del Estado en la economía pequeño burguesa y a la exigencia de ciertos derechos civiles, del mismo tinte jurídico-económico, hacia el gobierno oligárquico de aquel entonces, ibid, pp. 61-62. 11 Norberto Bobbio ofrece una tipología de partidos ubicados de izquierda a derecha según las distinciones referidas arriba; el autor ubica a los partidos en cuatro categorías que van de extremo (izquierda) a extremo (derecha), pasando por posiciones ubicadas al centro; en: Derecha e izquierda, Taurus, Madrid, 1998. 10

La “tipología ideológica” de Von Beyme se centra en casos específicos donde los diversos regímenes políticos sometidos a estudio comparten experiencias históricas similares, englobadas éstas dentro de un contexto cultural, político y económico clave en algún momento de su desarrollo. En: Los partidos políticos en las democracias occidentales, Siglo XXI, Madrid, 1986. 9 Ware, Alan, op. cit., p. 53. 8

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goce o normalidad en la práctica política tendiente a la supresión del verdadero conflicto político, tal como lo entiende Zizek. Para el análisis, se dará comienzo con la mención de algunas consideraciones sobre la historia del México revolucionario y su producto mejor acabado: el Partido Nacional Revolucionario (PNR), para seguir los avatares sociales, políticos y económicos por los que transitó aquel país de caudillos y hombres fuertes, figuras que terminaría por conformar un aparato burocrático cobijado en un Estado a imagen y semejanza del que sería, desde entonces y hasta la alternancia del año 2000, bajo sus diferentes etapas, el partido hegemónico mexicano.

que significó la época revolucionaria (la tensión entre concepciones particulares por la apropiación de una causa universal, manifiesta en el enfrentamiento de un cuerpo social estructurado, por un lado, con la “parte sin parte”, por el otro) fue desplazado por una serie de arreglos que terminaría por domesticar dicho conflicto en reformulaciones institucionales. De ser un partido de notables, el Nacional Revolucionario se transformaría en un verdadero partido de masas hacia 1938. Varias fueron las implicaciones que tuvieron lugar dentro de este nuevo pacto: de ser un partido de cuadros, el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) creó cuatro grandes sectores que se convertirían en el mecanismo de incorporación al partido: campesino, obrero, popular y militar14. Desde entonces, todos los actos políticos y electorales debían pasar por la vigilancia y aprobación del partido, convirtiéndose en el eje aglutinador de las fuerzas más poderosas de la revolución. “Fue así que la centralización política perseguida por el grupo detentador del poder se consolidaría bajo el esquema de un partido de masas capaz de asegurar la movilización en apoyo del régimen y la participación de los ciudadanos en elecciones”15. En ese entonces, el partido aparecía como el estandarte de un universal denotado en un proyecto de nación integrador y justo, como el órgano de bienestar y desarrollo. Una vez terminada la Segunda Guerra, el partido hegemónico conocería una nueva fase: el Partido Revolucionario Institucional (PRI) nace en una nueva etapa que dejaba tras de sí la fisonomía de un país agrario para convertirse en uno industrial; en 1946, el PRI no se consolidó como un partido de “Estado totalitario”, densamente ideológico por añadidura (en donde, según Zizek, la política aparece militarizada, carente de un espacio simbólico para dirimir el conflicto político16), sino como un partido hegemónico que se apropió del centro del espectro ideológico, conviviendo con agrupaciones tanto de derecha como de izquierda que cohabitaban incluso en un mismo seno.

El partido hegemónico “La constitución de 1917 era el símbolo de esa representación de todas las clases y todos los intereses, el símbolo de esa democracia de la conciliación, en la que cabían todas las clases […]”12. Se puede rastrear la historia de este hito hasta la ley carrancista del 6 de enero de 1915. Esta ley, a diferencia de la iniciativa villista-zapatista, aseguraba a los propietarios la legalidad de sus propiedades, certificadas ahora por la revolución. El dominio de las juntas militares en dicho procedimiento abrió paso a la consolidación de la burguesía emergente, desairada por el asesinato del presidente Francisco I. Madero. Menciona Córdova que, en especial, “[…] la Revolución quería demostrar que no iba contra el derecho de la propiedad privada, que los propietarios, por grandes o pequeños que fueran, con tal que no estuviesen en contra suya, serían protegidos por ella”13. El pragmatismo de dichas acciones acompañaría todo el proceso de consolidación del régimen revolucionario, aquel que forjó un discurso popular que escondía una flexibilidad enorme en el ejercicio del poder; la ideología de la revolución mexicana comenzó entonces a fluctuar de izquierda a derecha en el espectro ideológico mexicano. Posteriormente, el PNR englobaría todo este pragmatismo en el ejercicio tanto clientelar como corporativo de un poder incipiente, sujeto a las constantes presiones internas y externas que afectaban al régimen revolucionario. La pragmática de la que se dio cuenta, confirma las observaciones de Zizek sobre el ejercicio hegemónico de la ideología. El verdadero conflicto político

El sector militar, excluido formalmente del PNR con Ávila Camacho en 1940, se mantuvo en la sombra, realizando actividades políticas en los distintos sectores del partido. Después de su retiro discursivo, el ejército contribuyó a la escena política con diputados, senadores, gobernadores y otros cargos públicos, incluidos el PRM y el PRI mismos. 15 Muñoz Patraca, Víctor, Partido Revolucionario Institucional 19462000: ascenso y caída del partido hegemónico, Siglo XXI-UNAM, México, 2006, p. 14. 16 Zizek, En defensa de la intolerancia, op. cit., p. 29. 14

Córdova, Arnaldo, La ideología de la revolución mexicana, 12ª ed., Era-IIS UNAM, México, 1984, p. 245. 13 Ibid.; p. 212. 12

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Las características del nuevo organismo, apunta Giovanni Sartori, se resumen en los siguientes puntos:

surgimiento de nuevos particulares en busca del universal “legible”18. La rivalidad entre la izquierda y la derecha en el alma priista se remonta hasta los sexenios de Lázaro Cárdenas (1934-1940) y Miguel Alemán (19461952). El primero, partidario de la tutela del Estado en el desarrollo económico y del control e incorporación de las bases a un proyecto de nación, fue confrontado por una visión más pragmática, de tintes liberales. Miguel Alemán, designado por Ávila Camacho para recomponer las tensas relaciones entre la iniciativa privada y el Estado a raíz de las expropiaciones cardenistas y del apoyo al movimiento sindical, optó por imprimir un giro en la práctica priista. Enemigo de Cárdenas por la exclusión de su gente en sindicatos clave, so pretexto de erradicar al comunismo del país, Alemán asumió posiciones propias de la derecha por concesionar a empresarios varias funciones, atribuyéndoles un papel específico al momento de decidir las políticas económicas para la nación. De forma paralela, el pragmatismo del presidente lo llevó hacia la izquierda cuando dio continuidad a varios programas sociales cardenistas para cooptar a organizaciones y sindicatos descontentos con la familia revolucionaria, perpetrando mecanismos que en tiempos presentes aún existen en México. De esta forma, el enfrentamiento se prolongaría a lo largo de la historia hasta la ruptura dada entre 1986 y 1987, aquella que atestiguó la separación del “alma social” y del “alma modernizadora” del PRI. “Pero vale la pena precisar que el adjetivo `social´ concierne a la estructura corporativa y clientelar de la hegemonía priista, mientras que el de `modernizador´ se relaciona con las visiones liberal-tecnocráticas que desde Miguel De la Madrid se propusieron dejar atrás el Estado `revolucionario´”19. La tensión entre las alas al interior del partido hegemónico dio lugar a una mecánica nueva que daría paso a procesos de transición más amplios, mar-

1) Este tipo de partido no permite una competencia oficial por el poder, ni una competencia de facto. 2) Se permite que existan otros partidos, pero como partidos de segunda, autorizados; esto es, no se les permite competir con el partido hegemónico en términos antagónicos y en pie de igualdad. 3) No sólo no se produce la alternación, sino que no puede ocurrir, dado que ni siquiera se contempla la rotación del poder. 4) Este es un sistema de dos niveles en el cual un partido tolera y asigna a su discreción una fracción de su poder a grupos políticos subordinados. 5) Finalmente, los partidos “de fuera” no pueden convertirse en partidos “de dentro”, y la oposición es una oposición tolerada y permitida en aras de legitimar una democracia y pluralidad que de hecho son de fachada17. En su nacimiento, el PRI añadiría a su doctrina un nuevo elemento: la modernización de la sociedad mexicana. A partir de la década de 1950, el discurso modernista se inscribió en la creación de toda una gama de instituciones que, a la postre, crearía las bases de la democracia procedimental en México, mientras llenaba el espacio mexicano con un aire de justicia social renovada, producto del movimiento de 1910. No obstante su éxito, y a pesar de la convivencia con grupos “de fuera” ubicados en ambos extremos del espectro ideológico, el partido hegemónico encontraría su enemigo principal al interior de sí mismo. A pesar de que las disputas por los cargos públicos se dirimían dentro de las instancias correspondientes, con la intervención del presidente de la república y la imposición consensuada del principio de no reelección, las presiones sociales y económicas de la década de los ochenta terminarían por escindir al partido, enfrentándolo a un nuevo contexto de crisis y pluralidad en la sociedad mexicana marcado por el

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Con esta expresión, Zizek refiere al significado predominante que permite al individuo plasmar en un discurso coherente sus propias experiencias de vida; la “legibilidad” es pues el resultado del choque ideológico de dos posturas; En defensa de la intolerancia, op. cit., p. 17. Con los inicios de las movilizaciones masivas que desembocarían en la formación del Partido de la Revolución Democrática, este choque ideológico entre particulares marcará una nueva pauta en la lectura del universal dominante. Esta observación será abordada en próximos apartados. 19 Salazar Carrión, Luis, “Saldos políticos de la alternancia”, en Configuraciones, núm. 18, Fundación Carlos Pereyra-IETD, México, 2006, p. 8. 18

Sartori, Giovanni, op. cit., pp. 282-283. 50

cándose con ello una dinámica distinta al interior del PRI. La sustitución de grupos “…interrumpió la posibilidad del movimiento `pendular´ entre la izquierda y la derecha dentro del partido y, en esa medida, preparó el terreno para una nueva fisura interna: la formación de la Corriente Democrática y su escisión del PRI en 1987-preludio de la crisis electoral de 1988 y la posterior redefinición del sistema de partidos”20. Para determinar la postura ideológica de los regímenes priistas, una vez se consideraron las observaciones previas y los elementos teóricos que posicionan a un partido en el espectro ideológico del apartado uno, se debe entonces apuntar que el papel que el PRI asignó al Estado respecto de la economía, se caracterizó por su pragmatismo de centro, mismo que ocultó las negociaciones con todos los sectores sociales bajo el discurso nacionalista revolucionario. Este enmascaramiento de las negociaciones, acompañado del ejercicio eficaz de la violencia, responde tanto a la apropiación que de lo popular auténtico hizo el régimen, como a la deformación que del mismo produjeron las relaciones de dominación. Sin embargo, el régimen nacionalista experimentó un cambio importante en la década de los noventa:

Salinas, un gobierno liberal que, pese a la implementación de políticas sociales de asistencia, tuvo que recurrir al clientelismo, cuando no a la represión directa mediante la maquinaria de Estado. El sexenio de Ernesto Zedillo padeció de problemas similares. La “sana distancia” respecto del partido nunca pudo desprenderse del reciclaje discursivo revolucionario: el “bienestar para la familia” continuaba moviéndose entre un estado paternalista y neoliberal, víctima de las diatribas entre las corrientes que acabarían por ceder el poder en la alternancia del año 2000. De la oposición leal al gobierno cómodo Para cubrir otra parte de la historia del sistema de partidos en México, se apuntarán en este apartado las consideraciones sobre el partido que alternó en el poder ejecutivo en el año 2000, mismas que continuarán la guía para abordar con mayor profundidad el problema del presente estudio. Desde su nacimiento en 1939, el Partido Acción Nacional (PAN) se presentó como aquella disidencia capaz de denunciar el intervencionismo creciente, autoritario y avasallante del régimen revolucionario. El crecimiento del partido respondió al hecho de que la élite panista, a lo largo de su historia, supo orientar su política hacia la inclusión de diversos sectores importantes en la vida social y económica de México, mientras remarcaba sus alianzas políticas en un panorama de denuncia constante hacia las prácticas autoritarias priístas. Acción Nacional comenzaría a ganar espacios de representación en el norte del país, aprovechándose de las inoperantes medidas socioeconómicas impulsadas desde el centro. En un principio, el PAN se caracterizó por ser un partido de notables, de gente destacada en los campos intelectual, económico y religioso. Acción Nacional sería el detractor de la política del Estado revolucionario. Pese a su postura conservadora respecto de ciertas libertades civiles, su pronunciamiento sobre el eje ideológico principal sería de tono liberal. Al igual que los partidos liberales de la Europa del siglo XIX, Acción Nacional abogaba por una organización política que respaldara sus intereses frente a las políticas caciquiles del Estado. No obstante, con la advertencia conceptual del estiramiento de la tipología empleada en otros contextos, el PAN pugnaba por el restablecimiento de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, movilizándose con distintas organizaciones que, poco tiempo después, terminarían por unirse al partido. Acción Nacional se nutrió también con la llegada

En marzo de 1992, durante el aniversario del partido, el presidente Salinas le prescribió al PRI el “liberalismo social” como ideología […] Una nueva ideología para el PRI, que atemperara los excesos de origen del nacionalismo revolucionario, estaría más de acuerdo con la apertura a la participación empresarial en el partido, el acercamiento a la jerarquía eclesiástica, a los sectores medios surgidos del desarrollismo y, por supuesto, con la política neoliberal del gobierno salinista21. Este giro en el discurso buscaba distanciarse de las expresiones nacionalistas previas, aunque el “liberalismo” social carecía de un significado concreto, víctima del pragmatismo del partido y de sus luchas internas. Prueba de ello resultó el sexenio de Carlos Crespo, José Antonio, Fronteras democráticas en México. Retos, peculiaridades y comparaciones, CIDE-Océano, México, 1999, p. 56. 21 Reyes del Campillo, Juan y Tania Hernández Vicencio, “Partidos y sistema de partidos en México. De la hegemonía al pluralismo”, en Antonella Attili (coord.), Treinta años de cambio político en México, Porrúa-UAM-Cámara de Diputados, México, 2006, p. 80. 20

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de actores de algunos movimientos sociales de carácter conservador. Cuando en 1948, la Unión Sinarquista fue declarada ilegal, varios miembros se refugiarían en el PAN debido a la línea política del partido. Dicha organización “se presentaba como un movimiento antibolchevique, antiyanqui, antimasón, antisemita, propagándose con mucha celeridad en el país”22. Tiempo después, la década de 1970 representó para Acción Nacional un cambio importante en su vida como partido. Hacia las elecciones presidenciales de 1976, el PAN viviría una ríspida confrontación en su interior: por una parte, existía un sector del partido que estaba en contra de presentar un candidato a las elecciones presidenciales, en protesta contra el autoritarismo y la corrupción electoral del régimen; del otro lado, se pugnaba por la participación del partido en dicho proceso electoral. Finalmente, el PAN no presentó candidato. La tensión interna se convirtió en una característica inherente al panismo, mismo que, dada su conformación de base liberal demócrata y demócrata cristiana, experimenta continuamente realineaciones entre grupos, prácticas y pronunciamientos doctrinarios. La agudización entre los bloques, exacerbada por la pragmática del régimen priísta, llevó a que la evolución del partido no transcurriera sin contradicciones. Respecto al caso citado de participación electoral en 1976, se observó que la solución de la participación en los procesos se mantuvo como una fuente permanente de tensión interna, creando una división entre participacionistas y abstencionistas23, misma que se mantuvo hasta las elecciones del año 2000. De esta forma, después de la apertura del 77, los conflictos por la redefinición del partido evidenciaron la consolidación de dos grandes fracciones al interior del organismo: la doctrinaria y la pragmática. “La fracción pragmática estuvo compuesta por una coalición entre el líder nacional –Conchello- y varios dirigentes regionales; mientras que la fracción doctrinaria estuvo integrada por una coalición de dirigentes formados en la tradición liberal moderada de los sesenta y quienes eran originarios básicamente del centro del país”24. De manera gradual, los principios ideológicos del ala

doctrinaria, donde se encontraban los viejos ideólogos del partido, cedieron para dar paso a la praxis del éxito electoral. Justo como apunta David Shirk: Mientras el partido tradicionalmente dependía de la movilización social espontánea como medio para asegurar victorias electorales, al final de la década de 1980 y durante la de 1990, el PAN comenzó a operar como un partido profesional de tiempo completo que incrementó sustancialmente sus actividades entre elecciones… El PAN hizo un importante progreso alrededor del desarrollo de su burocracia partidaria25. Un segundo elemento entraría en la nueva concepción del partido: el arribo de los “neopanistas”. Este sector fue identificado, principalmente, con empresarios del norte del país que comenzaron a ganar espacios dentro del partido. Su adhesión se dio con el descontento que algunos sectores productivos manifestaron en contra de las políticas económicas del régimen revolucionario. Este grupo aportó al organismo político, en consonancia con el éxito electoral, recursos económicos y técnicas de mercadotecnia política. Debido al éxito de dichas técnicas, así como a los ideales conservadores que aún guardaba el partido, el PAN comenzaría a atraer la atención de amplias redes sociales conservadoras, avances que proveyeron al nuevo grupo de un mayor espacio en la organización. El resultado manifiesto por la amalgama entre corrientes al interior del partido afirma la lógica de la construcción de la ideología, ésta es, según Eagleton, el producto de formaciones internamente complejas y diferenciadas, con conflictos entre sus diversos elementos que tienen que renegociarse y resolverse continuamente26. Pese a la profesionalización continua del partido, el PAN enfrentó el mismo problema que su contraparte priísta: la centralización excesiva en la toma de decisiones. Acción Nacional poseía una jerarquía bien definida, ajena a las recién incorporadas masas. La vida partidaria acabaría convirtiéndose en un campo de batalla para las dos grandes fracciones en la conformación de la cúpula dirigente. Por una parte, los neopanistas, como se mencionó anteriormente, desarrollaron programas alejados de los principios

Loaeza, Soledad, “Las olas de movilización y la protesta: 19202000”, en Gran Historia de México Ilustrada. El siglo XX mexicano II, Planeta de Agostini-CONACULTA-INAH, México, 2002, P. 47. 23 Loaeza, Soledad, “El partido Acción Nacional: de la oposición leal a la impaciencia electoral”, en Soledad Loaeza y Rafael Segovia (comps.) La vida política mexicana en la crisis, El Colegio de México, México, 1987, p. 83. 24 Reyes del Campillo Juan y Tania Hernández Vicencio, op. cit., p.85. 22

Shirk, David, Mexico´s New Politics: The PAN and Democratic Change, Editorial Rynne Rienner, Boulder, 2004, p. 109. 26 Eagleton, Terry, op. cit., p. 71. 25

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ideológicos del partido, apoyándose en la preparación de candidaturas en solitario basadas en estrategias de mercadotecnia política. Del otro lado, la fracción conservadora, impulsada por viejos políticos y una élite católica en su mayoría, rescató los principios partidistas para afirmar los cimientos políticos de la institución. El conflicto emblemático se dio en la lucha entre Ernesto Ruffo, gobernador de Baja California y egresado de las filas de la COPARMEX, y Felipe Calderón, secretario del partido y abogado de profesión. La pugna entre corrientes, expresa en la carrera por la dirigencia del partido, continuó hasta la elección del candidato a la presidencia para la jornada electoral de 2006. Mellada por el autoritarismo, la dirigencia nacional, hasta entonces incapaz de integrar a miembros destacados de sus bases, perdería la confrontación ante un personaje cercano al mundo empresarial. La carrera de Vicente Fox por la presidencia, iniciada desde los albores como gobernador de Guanajuato, contaría, más que con el apoyo del partido, con una serie de recursos que resultaría de vital importancia para erigirse como el nuevo presidente de la república. Su operación política fuera de las consideraciones de la cúpula dirigente, se daría dentro de una estrategia personal, cimentada en una organización patrocinadora que lo llevaría, por todos los medios, hacia la aceptación de una porción del electorado harta del discurso político de cada elección. Sin embargo, la correlación de fuerzas cambiaría nuevamente ante los fracasos del gobierno foxista; el desdén por el presidente de la alternancia, sumado al reposicionamiento de la vieja élite en el escenario político, ofrecería hacia el año 2006 la oportunidad al político ganador de la disputa por la dirigencia partidista años atrás. Felipe Calderón llegaría a la presidencia de la república con el apoyo del ala conservadora, de las estrategias mediáticas del neopanismo y de las alianzas con los personajes de la vieja familia revolucionaria del priato.

de la vida social en México. Previo a esta coalición llamada Frente Democrático Nacional, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas en las elecciones presidenciales de 1988, los movimientos de izquierda se habían ya enfrentado a un proceso de institucionalización e incorporación al régimen político en el año del 77 del siglo XX. Las reformas del presidente López Portillo, continuador de las políticas de apertura, reconocimiento y fomento de organizaciones independientes impulsadas por Echeverría para legitimar su mandato después de los acontecimiento de 1968 y 1971, plantearon a los diversos movimientos de izquierda la disyuntiva de salir de la clandestinidad e incorporarse a la escena política mediante su participación en el proceso electoral o permanecer en la sombra de la guerrilla. Las organizaciones y partidos que optaron por la primera vía encontraron, hacia finales de la década de los ochenta, la adhesión de otras corrientes sociales que venían empujando en la escena política desde la masiva urbanización de la ciudad de México y el terremoto del 85. Una vez realizadas las elecciones y reconocidos los cerca de seis millones de sufragios que obtuvo el Frente, oficialmente la gran alianza se situaría frente a la oportunidad de buscar su institucionalización mediante la vía electoral (absorción por parte de la deformación propia de las relaciones de domino de la hegemonía ideológica) para evitar su radicalización en el conflicto social o armado. Sólo el Partido Socialista Mexicano aceptó la propuesta de Cárdenas para integrarse en un nuevo partido, mientras que el resto de la oleada de movimientos seguiría su curso antes del declive del año 2000. La constitución del PRD sería diferente a la de sus dos grandes adversarios. Contrario a la consolidación de la alianza entre notables y pequeñas élites, el nuevo partido se presentaría como la amalgama de distintas corrientes de izquierda, cada una con dinámicas diferentes, aún proviniendo, algunas de ellas, del mismo partido político. Con el tiempo, las camarillas y los liderazgos personales se convirtieron en los actores decisivos del PRD, vinculados únicamente por el capital y el carisma político de Cárdenas. Así, a medida que el partido se presentaba en los procesos electorales, las corrientes internas, contrario a la institucionalización dada bajo una dirigencia y estructura sólidas, se fortalecían y polarizaban. Dentro del vaivén de tensiones internas, el partido encontraría una proyección importante con la presidencia de López Obrador. Con el fin de impulsar al PRD hacia el año 2000, se comenzaron a implemen-

La otra familia revolucionaria La historia del Partido de la Revolución Democrática (PRD) termina el análisis de las condiciones de posibilidad sobre las cuales se examinan las luchas de poder en la dinámica del sistema de partidos mexicano. Después de la fractura priísta en 1987, producto de dos tendencias opuestas en el seno del partido, los diferentes movimientos de la izquierda mexicana confluirían en un nuevo conflicto político que redefinió el universal sobre el cual se articularía la reproducción 53

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tar nuevas estrategias electorales para hacer frente a la ríspida competencia electoral que presentaban tanto el PRI como el PAN. Asimismo, el partido comenzó a ganar espacios en las instancias de representación política, en los medios de comunicación y en la obtención de financiamiento electoral. No obstante el avance registrado, el arribo de viejos políticos del PRI al partido introdujo prácticas políticas del tambaleante partido hegemónico. Para sostenerse en la arena electoral, este nuevo partido “atrapa todo” comenzó a incorporar a sus filas, so pretexto de ganar presencia política en varias regiones del país en las cuales no tenía fuerza, a actores que aceleraron la pérdida de lo popular auténtico sobreviviente de aquella coalición. El clientelismo político, así como la ruptura con movimientos sociales que influyeron de manera decisiva en la plataforma de lanzamiento del organismo político, empezaron a ganar presencia en la estructura del partido: “El PRD es hoy, en lugar de una organización de ciudadanos, un partido de políticos profesionales, ya que en él no hay lugar para la participación sistemática para los militantes de base”27.

petitivos sacrificarían la penetración y legitimación ideológica de sus principios por la obtención de un éxito electoral más amplio y rápido. Ahora, la doctrina ideológica se considera en segundo término, bajo el argumento de que su promoción disminuye tanto el éxito como la aceptación de una clientela electoral heterogénea y segmentada. En el actual panorama institucional, los partidos difuminan su doctrina e historia en un pintoresco “plus” de mercadotecnia política, pareciéndose más ahora a un producto comercial que a un conducto de expresión entre la sociedad y el Estado. Según Otto Kirchheimer, si un partido quiere ganar el mayor número posible de votos, debe configurar sus relaciones con la sociedad y con ciertos grupos de interés, para no perder electores, de la siguiente manera: • • •

El sistema de partidos “atrapa-todo”, o de la negación de lo político



Después de la apertura institucional del 77 y su largo recorrido a través de distintas reformas tanto al sistema electoral como al de partidos, el sistema de partido hegemónico se derrumbaría con la alternancia del 2000. Ahora, la rotación de poder quedaba asegurada mediante la elevación de los partidos “de segunda” a una verdadera oposición como partidos “de dentro”. De esta forma, el paso de un sistema de partidos no competitivo a uno competitivo implicó asimismo la transformación de la lucha electoral, cuya función era presentar a la victoria en los comicios como en el nuevo objetivo de los actores de la arena institucional. El sistema pluralista moderado que comenzó a configurarse en los años noventa, significó un cambio en la arista de la ideología partidista. En este contexto, los partidos políticos en México se convirtieron en partidos “atrapa todo” (catch all parties)28. Con esta nueva denominación, los partidos políticos com-

No debe proteger una posición social específica. No debe tener un punto de apoyo ideológico rígido (cumplido cabalmente por el pragmatismo priísta). Debe encargarse de impulsar promesas futuras (incluso grandes ofertas políticas, como el caso de las campañas en 2006). El partido asume el papel de producto cuyas decisiones basa en la mercadotecnia29.

La pragmática de los partidos políticos en México ha orillado a las dirigencias a presentar posturas contradictorias a su historia y principios; más aún, en el camino hacia la búsqueda de electores, los partidos han descuidado los principios éticos al momento de diseñar programas de gobierno e instrumentos para llevarlos a cabo. Ideología, realidad social y desplazamiento del conflicto político. Un panorama para concluir Este apartado comienza con el adelanto de una afirmación final: el sistema de partidos en México, a pesar de su dinámica “atrapa todo”, ejercita un operador ideológico “universal” para la exclusión del conflicto político en aras del consenso de las cúpulas dirigentes. Dicho operador se manifiesta como la ideología de la pragmática. La afirmación anotada puede leerse desde la observación de Zizek sobre el ejercicio ideológico: “Una ideología en realidad triunfa cuando incluso los hechos que a primera vista la contradicen empiezan a funcionar como argumentaciones en su favor”30. La

Reyes del Campillo Juan y Tania Hernández, op. cit., p. 97. Esta expresión fue propuesta por Otto Kirchheimer y se refiere a la transformación tanto de los partidos burgueses como de los de masas, después de la Segunda Guerra Mundial, en organismos de integración social amplia, cuya promoción de la vía electoral resultaba ser el mecanismo democrático y de representación por excelencia, en Kurt Lenk y Franz Neumann (eds.), Teoría y sociología críticas de los partidos políticos, Anagrama, Barcelona, 1980, pp. 328-348. 27 28

29 30

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Idem. Zizek, Slavoj, El sublime objeto de la ideología, op. cit., p. 80.

colaboración del sistema de partidos a la hegemonía ideológica del entramado institucional del Estado mexicano, se expresa en el desplazamiento y la exclusión del conflicto político del campo deliberativo e institucional, conflicto que termina por retornar al emplazamiento de aquello que cae de lo simbólico31. Para mostrar tal afirmación, se contrastarán las posiciones de los tres partidos que conforman el juego del pluralismo moderado en cuanto programa político, doctrina y principios éticos (Ware), erigiéndose con ello las implicaciones que para lo político real (Zizek) tiene esta construcción ideológica de la vida social (Eagleton). En el caso del PRI, después de la pérdida de la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados federal en 1997, muchos legisladores y dirigentes del partido comenzaron a expresar sus preferencias nacionalistas y populistas como protesta al comando tecnócrata de los tres últimos sexenios; dicha postura se radicalizaría al salir el partido de la presidencia en 2000. Pese a los llamados por la intervención estatal en la economía y las preocupaciones discursivas por los sectores más desprotegidos, el partido en la práctica política flexibilizó su postura nacionalista después del proceso electoral intermedio en 2003, inclinándose por un modelo de cooperación sustentable entre Estado y Mercado, reducto del ala tecnocrática del partido, que aún se enarbola. En cuanto a principios doctrinarios, el partido no cesa todavía en llamar la atención sobre la importancia que tanto la Independencia como la Reforma y la Revolución tuvieron en la consolidación del Estado mexicano. Por otra parte, en el ámbito de las libertades sociales, el PRI se ha acomodado a las exigencias de amplios sectores de la población en busca de votos. Después de la experiencia foxista, el Partido Acción Nacional regresó hacia su historia doctrinaria. Con la llegada de Felipe Calderón a la presidencia, diversas acciones de tinte conservador comenzaron a ganar terreno en la agenda del ejecutivo: los temas del aborto, la educación, la sexualidad y la salud comenzaron a identificarse con la declaración de principios del partido. Respecto a la participación del Estado en las actividades económicas del país, sus conceptos de mundialización y nación, así como de desarrollo humano sustentable, apelan por un Estado encargado de

cana que se extiende a nivel mundial y que cumple el papel de rector en la intervención del mercado en las economías nacionales. A semejanza de los partidos conservadores de finales del siglo XIX y principios del XX, el panismo destaca la protección que el Estado debe otorgar a la propiedad privada, mientras condena la implantación de derechos y libertades civiles liberales. En su intento por acercarse a posturas socialdemócratas, sus vínculos con la Iglesia Católica lo alejan de aquella modernización socialista de la posguerra; ahora, sus vínculos con organizaciones civiles de corte conservador constatan su conservadurismo32. En cuanto a la otra familia revolucionaria, el PRD se concibe a sí mismo, dentro de su declaración de principios, como el interventor entre la sociedad y el Estado. El partido parece ejercitar las mismas prácticas clientelares del PRI en esa función articuladora; al respecto, Luis Rubio señala: Mientras que las instituciones políticas en México han experimentado una profunda transformación, el lado de la política no institucionalizada continúa sin cambios. Las organizaciones que representan intereses vastos –uniones de trabajadores en sectores monopolizados, asociaciones violentas de estudiantes, invasores de tierras, conductores de taxis ilegalessiguen operando como siempre lo han hecho, incluidas aquellas vinculadas con los miembros más reaccionarios tanto del PRI como del PRD33. En su declaración de principios, el partido asume las tradiciones históricas de las luchas revolucionarias en México, así como las conquistas sociales identificadas con el sexenio de Lázaro Cárdenas. Asimismo, dice identificarse con los movimientos sociales en cuanto luchas y causas. Las expresiones del partido bien podrían representar al priísmo, gracias a los papeles que se le atribuyen al Estado respecto de la economía y las libertades civiles. Si se recuerda a la ideología como una formación

Las alianzas formales o informales que el PAN posee con grupos como la Unión Nacional de Padres de Familia, Desarrollo Humano Integral y Acción Ciudadana, Provida y Testimonio y Esperanza, denotan su acercamiento a la postura expresa arriba. 33 Rubio, Luis, “Democratic politics in Mexico: new complexities”, en Luis Rubio y Susan Kaufman, Mexico under Fox, Lynne Rienner, Boulder, 2004, p. 20. 32

los asuntos jurídicos, protector de una “nación” mexiEn este punto, Zizek retoma la definición de lo Real de Lacan, aquello que representa un núcleo traumático, insoportable, que resiste a la simbolización. 31

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internamente compleja y diferenciada, con renegociaciones constantes entre sus diversos bloques, se puede apuntar que la ideología del sistema de partidos en México se encuentra en constante transformación, esto debido a la integración tanto de doctrinas como de programas ajenos a los principios ideológicos expresos en los fundamentos de cada actor político. La búsqueda del éxito electoral, manifiesta en la lucha e interacción entre bloques dominantes, ejerce un impacto determinante en la práctica de los partidos. La pragmática heredada del sistema de partido hegemónico se extendió en el ejercicio real de poder de cada uno de los contendientes, dotándolos de una movilidad intensa a través del espectro ideológico, misma que adoptó las contradicciones para presentarlas bajo consignas de pluralidad y democracia; de esta forma, la contradicciones ahora funcionan como argumentos a favor de la hegemonía ideológica. Tanto la movilidad como las contradicciones normalizadas en la ideología de la pragmática pueden asimismo explicarse por la rotación de la clase política en todas las dimensiones del espectro ideológico. Esta cualidad también es propia de la herencia del partido hegemónico. En cuanto a la circulación de miembros de la élite hegemónica, en tiempos de alternancia política, se constató que los desprendimientos del partido hegemónico adquirieron una ventaja: “ya tenían a la mano lo que antes les estaba clausurado: la posibilidad de aparecer en las boletas, de instalarse en otra formación política y de competir contra su antiguo partido”34. La disciplina del régimen revolucionario se flexibilizaba. La contaminación entre bloques políticos, una vez permitida la carrera fuera del partido hegemónico, ha marcado el discurso y la práctica de los partidos en el poder, pese a su historia y principios doctrinarios. Una vez se alcanzan cargos de representación en distintos niveles de gobierno, la práctica hegemónica se consolida cuando los partidos se hacen de personal, recursos, clientelas y disciplinas, elementos inaccesibles como actores “de fuera”. No es que el sistema se haya desideologizado, sino que el pragmatismo revolucionario se convirtió en el universal “legible” mediante el discurso plural-democrático. En esta lectura, el pragmatismo del sistema de partidos en México, cercano a la dinámica de sistemas de partidos “atrapa todo”, se eleva como el universal de la democracia y la pluralidad, mientras que el ejercicio real de poder des-

plaza al conflicto político a la zona de la anormalidad, el retroceso y el lastre de un México obscuro, pasado. Zizek apunta que el pasado adquiere relevancia desde su lectura en el futuro, debido a la irrupción de un hecho traumático que cambia la simbolización para la lectura35. La lucha por la hegemonía ideológica entre visiones del mundo contrapuestas es en México cuestión de reciclaje añejo y corresponde a la reformulación de la verdad política (cortocircuito entre universal y particular) en competencia electoral, institucionalizada, propia del campo de la representatividad normada, aquella que busca el acceso al poder en consensos que no sólo reprimen sino que excluyen la diferencia, desplazándola al terreno del descrédito, la ocupación y el olvido. El momento de ruptura se presenta con la alternancia y su discurso democrático, repeticiones constantes desde la decadencia del sistema de partido hegemónico que ahora se imponen como un universal necesario para legitimar la experiencia en el terreno de la hegemonía ideológica. La práctica ideológica en el sistema de partidos mexicano se entiende entonces como ese tejido que se convierte en el terreno de una forma de vida social, como el marco que da legibilidad a la experiencia de los sujetos mediante la apropiación de lo subversivo y su deformación posterior en el universal del bloque dominante. La ideología de un sistema partidario que encuentra complicidades en el ejercicio de poder que se levanta asimismo de la base para arraigarse en mecanismos necesarios para la normalidad de la vida social. Habrá que preguntarse entonces cómo será el regreso de lo reprimido.

Becerra, Ricardo et al., La mecánica del cambio político en México. Elecciones, partidos y reformas, Ediciones Cal y Arena, México, 3ª ed., 2005, p. 275. 34

Zizek, Slavoj, El sublime objeto de la ideología, op. cit., en especial el capítulo uno.

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