“INSEGURIDAD ALIMENTARIA EN LA ESCUELA. OBESIDAD Y HÁBITOS ALIMENTARIOS POCO SALUDABLES” Galindo P. y Sampedro Z. La Garbancita Ecológica C/Atocha, 91, 2º, 28027 Madrid
[email protected], 690198356, 91-4292938
RESUMEN La inseguridad alimentaria en los países ricos reviste, fundamentalmente, la forma de obesidad y malos hábitos alimentarios inducidos por la publicidad, creciendo como una metástasis entre la población infantil y juvenil. Se trata de un problema creciente que la OMS califica como epidemia no transmisible. Su vinculación con la globalización alimentaria y la presión que la publicidad ejerce sobre niños y niñas para que se habitúen a consumir productos que no alimentan y provocan problemas de salud nos interpela tanto a las cooperativas y grupos de consumo responsable como a las maestras y maestros preocupados por lo que está pasando en la escuela con la educación en general y con la alimentación en particular. Esta ponencia trae esa visión mestiza, desde la escuela y desde el consumo responsable, de lo que está pasando con nuestros niños y niñas en lo tocante a la alimentación. Palabras clave: educación alimentaria, consumo responsable agroecológico, globalización alimentaria. INTRODUCCIÓN “La salud está ligada a la alimentación. Los seres humanos precisan alimentos nutritivos, saludables y en una cantidad adecuada para asegurar su desarrollo como organismo vivo y las condiciones de reproducción como especie. La salud individual y colectiva, presente y futura, depende de la alimentación. Un ser vivo bien alimentado está menos expuesto a enfermedades o éstas tienen consecuencias menores. La inseguridad alimentaria tiene dos dimensiones: la escasez y baja calidad de los alimentos y la insalubridad de los alimentos con sus riesgos sobre salud y reproducción. Cada vez es más frecuente encontrar alimentos inseguros desde el punto de vista nutricional. Para buscar las causas de la inseguridad alimentaria es preciso evaluar el modelo de producción, distribución y consumo a escala 1 planetaria” . LA INSEGURIDAD ALIMENTARIA HOY: HAMBRE Y COMIDA BASURA Hambre y comida basura son los dos polos de la inseguridad alimentaria global, consecuencia de un modelo económico que aumenta la riqueza material, pero también de la pobreza. En su dimensión cuantitativa, la inseguridad alimentaria es un déficit en el acceso a la cantidad de recursos alimentarios imprescindibles. Este déficit supone hambre, desnutrición, enfermedades carenciales y muerte en los países empobrecidos. Según la Organización Muncial para la Alimentación de Naciones Unidas (FAO), hay más de 1000 millones de personas hambrientas y el 20 % de la población mundial padece subnutrición crónica (no recibe diariamente o en periodos prolongados o críticos de su desarrollo, alimentación 2 suficiente y nutritiva peligrando su vida, su salud y su desarrollo físico e intelectual) . En su dimensión cualitativa, la inseguridad alimentaria es el déficit de calidad y seguridad de los alimentos. Su manifestación principal es obesidad, malnutrición y enfermedades derivadas de hábitos de alimentación inadecuados, tanto por exceso de grasas, sal y azúcar refinada, como por déficit de frutas, verduras y cereales integrales. Analizados los factores desencadenantes, es la segunda causa de muerte en los países ricos. Este tipo de inseguridad, se extiende como 1
P. Galindo “Frente a la globalización e inseguridad alimentarias, agroecología y consumo responsable” Pag. 35-45. Revista Archipiélago, núm 71/2006. 2 Informe de la FAO 2009 “El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo”.
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una epidemia: 1000 millones de personas con sobrepeso y el doble de personas obesas en la 3 última década . La inseguridad alimentaria cualitativa se debe principalmente a un exceso de alimentación y al desequilibrio (exceso o defecto) de los nutrientes. Pero también procede de la contaminación de los alimentos por salmonelas, plaguicidas empleados en los cultivos, productos tóxicos o mala conservación, producidos por la industrialización de la agricultura y las industrias de transformación de los alimentos. Para conocer las causas de la inseguridad alimentaria es preciso evaluar el modelo de producción, distribución y consumo a escala planetaria. La inseguridad alimentaria, producto de la globalización alimentaria, presenta muchas formas: a) desnutrición, obesidad y enfermedades achacables a la alimentación; b) medicalización por falta de alimentos o por exceso; c) despoblamiento en el campo y hacinamiento en las ciudades; d) desarraigo, emigración, exclusión y nueva esclavitud laboral en países del centro y de la periferia; e) destrucción ecológica, pérdida de suelo fértil y de biodiversidad agrícola, catástrofes “naturales” recurrentes, contaminación de aguas, suelos y atmósfera; f) intoxicación y envenenamiento de especies, enfermedades y trastornos hormonales derivados del uso de pesticidas; g) riesgo de epidemias humanas activadas por la transferencia genética de enfermedades animales (gripe del pollo); h) riesgos de difícil 4 evaluación futura por el uso imparable de OMGs . En el contexto de la producción industrial para el mercado global, son factores relevantes de la inseguridad alimentaria: 1) Los nuevos “ingredientes”: dioxinas en los pollos, virus de la gripe en las aves, priones locos en las vacas, antibióticos para el engorde, transgénicos. 2) Las condiciones de producción en el campo y en las industrias de transformación: se fuerza a la naturaleza, mediante la intensificación de los cultivos y la ganadería, y se fuerza a las personas que trabajan, mediante las condiciones de esclavitud en muchas explotaciones y la precariedad en las industrias de transformación. 3) Las formas de distribución y consumo: concentración de empresas transnacionales que controlan la totalidad del ciclo producción-distribución-consumo; competitividad entre agricultor@s y rebaja constante de los costes de producción; predominio de grandes superficies que ofertan gran variedad de alimentos importados a bajo coste y que emplean a jóvenes mediante contratos basura; proliferación de restaurantes de comida rápida, tiendas de todo a 100; generalización de hábitos alimentarios basados en el exceso de carnes, sal y azúcar y el déficit de frutas, verduras y cereales integrales. La forma de producción-distribución-consumo de alimentos, organizada sobre la base de la competitividad y la obtención de beneficios y su extensión mediante el comercio global, es la causa de la inseguridad alimentaria. Aunque se producen más alimentos que nunca, tanto en cantidad, como en proporción a la población actual, sin embargo, nunca ha habido tanta inseguridad alimentaria. A pesar de sus consecuencias catastróficas no se pone fin a este modelo alimentario que genera hambre en los países empobrecidos y obesidad en los países ricos porque es el más eficiente en proporcionar beneficios económicos precisamente por subordinar al lucro el resto de las dimensiones a tener en cuenta (sociales, ecológicas, etc.). Las necesidades humanas que no se expresan mediante las reglas y los precios del mercado global desaparecen. Las personas que no tienen medios o solvencia económica para satisfacer sus necesidades más básicas, entre ellas la alimentación y el cuidado de la salud, quedan 5 abandonadas en medio de una inmensa riqueza .
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Ibidem. FAO 2009. OMGs: Organismos Modificados Genéticamente, coloquialmente denominados transgénicos. Estos organismos se fabrican en un laboratorio a base de introducir en un ser vivo genes que no pertenecen a su especie. Las relaciones entre los nuevos genes de dicho organismo y los antiguos no son predecibles porque nunca han interactuado unos y otros en el mismo ser vivo, pudiendo activarse o silenciarse funciones biológicas no previstas de antemano, tanto en el gen modificado, como en los genes del organismo al que éste se incorpora. No podemos determinar qué pasará en las generaciones futuras del individuo o la especie modificada por el gen o genes introducidos de fuera. Menos aún en el caso, muy probable, de que los nuevos genes “salten” a un ser vivo cercano o al organismo que se alimenta de ellos. La investigación de los riesgos sobre la salud humana por ingestión de alimentos que han sufrido modificaciones genéticas es escasa y se reduce, casi exclusivamente, a pruebas de laboratorio, realizadas por las empresas biotecnológicas beneficiarias de su comercialización. 5 P. Galindo (Coord.) Agroecología y consumo responsable: teoría y práctica. Ed. Kehaceres. Madrid 2006, pags 56 a 102. 4
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LA INSEGURIDAD ALIMENTARIA QUE NOS ACECHA: LA OBESIDAD EN DATOS. No podemos enfrentar este modelo de alimentación sin partir de los daños y las preocupaciones de la gente por lo que comemos. La inseguridad alimentaria, aquí y ahora, es la obesidad y sus enfermedades asociadas y la incertidumbre sobre la “inocuidad” de los ingredientes alimentarios y del proceso de fabricación. Una de cada dos personas adultas -mayor de 18 años-, tiene problemas de sobrepeso o es obesa. Esta circunstancia aumenta con la edad -excepto en los mayores de 74 años- pero, lo más preocupante, es que estas cifras crecen cada año. Según la Encuesta Nacional de Salud de 2003, entre los mayores de 18 años, tenían sobrepeso el 36,8% eran obesos el 13,6%, en conjunto, el 50,4% de las personas adultas. En 2005, el 53 % de la población adulta tenía un peso superior al saludable, afectando el sobrepeso al 38,5% y la obesidad al 14,5%. En la última Encuesta Nacional de Salud (2006) se ha reducido un poco el sobrepeso (37,8%) pero a favor de la obesidad (15,6%). Según el Instituto Médico para la Obesidad 1 de cada 12 personas mueren al año en España de forma prematura debido a la obesidad. En 2003 en la Comunidad de Madrid, el 42,2% de la población adulta tenía un peso no saludable por exceso (sobrepeso y obesidad), es decir 8 puntos por debajo de la media. En la última Encuesta Nacional de Salud (2006) ha subido al 49,03%, teniendo un 36,92% sobrepeso y un 12,11% obesidad. Es decir, aunque a distancia de la media, las cifras de sobrepeso y obesidad también crecen. LA OBESIDAD INFANTIL UN PROBLEMA SOCIAL TRATADO DE FORMA INDIVIDUAL La obesidad es definida por la OMS como un exceso de grasa corporal que presenta un riesgo para la salud, resultado de un balance positivo de energía, es decir, que se ingiere más de lo que se consume en la actividad cotidiana, si bien ese problema no debe resumirse en la costumbre de ingerir calorías en exceso. La obesidad es el principal factor de riesgo para numerosas enfermedades crónicas destacando diabetes, enfermedades cardiovasculares y cáncer. Aunque se considera un problema exclusivo de los países ricos, el sobrepeso y la obesidad están avanzando dramáticamente en los países en vías de desarrollo e incluso en los países pobres, particularmente en los entornos urbanos. Si la obesidad es preocupante en general, mayor relevancia tiene cuando se da entre la población infantil y juvenil y también presenta una tendencia creciente. Al menos 155 millones de niñ@s en el mundo en edad escolar tienen sobrepeso o son obesos, según datos difundidos por el Grupo de Trabajo Internacional para la Obesidad (International Obesity TaskForce – IOTF, Informe de 2004). En Europa la cifra de niños obesos es de 400.000. La obesidad infantil está distribuida de forma desigual entre las distintas regiones del mundo e incluso dentro de la población del mismo país, alcanzando en algunas zonas las dimensiones de una epidemia. Debido al cambio de los hábitos alimentarios inducido por la publicidad de las multinacionales, el 16% de nuestros niños entre 6 y 12 años son obesos, cuando hace 20 años lo eran sólo el 4,9% (Encuesta Enkid). Estos datos son parecidos aunque no comparables con la Encuesta Nacional de Salud, porque amplía la edad entre 2 y 17 años y el grupo de edad más parecido es el de 5 a 9. En esta última en su edición de 2006, un 18,67% de la población entre 2 y 17 años tienen sobrepeso y un 8,94% obesidad. Entre los 5 y 9 años dichas cifras suben a 21,43% y 15,38% respectivamente. La obesidad tiene una repercusión muy negativa en el desarrollo psicológico y la adaptación social de niños y niñas. L@s niñ@s obes@s sufren sentimiento de inferioridad, rechazo y escasa autoestima. También provoca un incremento de mortalidad en la edad adulta por el aumento de diabetes, hipertensión arterial y exceso de colesterol, factores de riesgo de las enfermedades coronarias y cardiovasculares. La ausencia de actividad física, ver la televisión más de tres horas al día, el consumo de bollería industrial, refrescos y comida "basura", son algunas de las causas de este problema. Si la obesidad infantil se manifiesta o persiste en la segunda década de vida y no se corrige a tiempo, es muy probable que se sufra obesidad en la edad adulta. L@s adolescentes con sobrepeso tienen un 70% de probabilidades de ser personas adultas con sobrepeso u obesas. Parece un problema individual pero, al tratarse de la dimensión cualitativa de la inseguridad alimentaria producto de la globalización alimentaria, se convierte en un problema social que tiene una escala planetaria y que no se resuelve sólo afrontando las conductas
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individuales. Máxime si somos conscientes de que los hábitos alimentarios abusivos y enfermantes que hoy asumimos como normales, son fomentados para promover el consumo que necesita la producción y distribución industrial y globalizada de alimentos. El crecimiento de la obesidad y de sus enfermedades derivadas tiene que ver con el sedentarismo pero, sobre todo, con los malos hábitos alimentarios. Estos hábitos producen obesidad no sólo por sobrealimentación, sino también por exceso de carnes, grasas, sal y azúcar, en detrimento de pan, pescado, legumbres, frutas y vegetales. Los alimentos frescos y cocinados en casa se sustituyen, cada vez más, por alimentos industriales, precocinados, con conservantes y aditivos. Saltarse el desayuno, no tomar frutas y verduras a diario, beber 6 refrescos en lugar de agua y comer chucherías y comida basura , perjudica la salud y aumenta la obesidad. La OMS recomienda que, en una dieta de 2000 calorías (para un adulto), la proporción de azúcar no debe superar los 30-50 gramos diarios. Sin embargo, no dice a la población que una lata de Coca-Cola u otros refrescos, como las bebidas para deportistas, contiene 35 gr de azúcar, supera por sí sola la dosis mínima y no aporta ningún tipo de nutrientes. Estas calorías vacías de elementos nutritivos y cargadas de azúcar refinado que ingerimos con los alimentos industriales son la causa principal de la obesidad, que crece como una epidemia, en las sociedades modernas. La Academia Americana de Pediatría ha alertado del riesgo del consumo de bebidas azucaradas. El organismo metaboliza hasta 100 gr de azúcar en el hígado y 200 gr en los músculos. El resto se transforma en grasa. Un estudio de la dieta de la población escolar en EEUU demostró que una lata diaria de bebida azucarada incrementaba el riesgo de obesidad infantil en un 60%. El aumento de células grasas es difícil de combatir a esa edad porque la restricción calórica necesaria para eliminar tales células, podría afectar a su desarrollo. El 30% de los niños y niñas obesos acaban siendo adultos obesos. 7 Niños, adolescentes y jóvenes son el objetivo primordial de las presiones publicitarias de las multinacionales de comida basura. Esta presión degrada sus hábitos alimentarios en una etapa de aprendizaje para toda la vida. McDonald y Coca-cola llevan más de 50 años atacando la cultura y la soberanía alimentaria de los pueblos para imponer su comida y su bebida basura. Hasta ahora nadie ha obligado a estas empresas a informar de los peligros que sus productos suponen para la salud. Por el contrario, con el número de establecimientos y las ventas de estas multinacionales crecen también la obesidad y la diabetes de nuestros niños y niñas, así como las enfermedades cardiovasculares en las etapas posteriores de su vida. LA PRODUCCIÓN INDUSTRIAL DE ALIMENTOS Y SUS FORMAS GLOBALIZADAS DE CONSUMO, EN LA RAÍZ DE LA INSEGURIDAD ALIMENTARIA El abaratamiento de los alimentos que comemos en exceso en el primer mundo tiene como condición tanto la escasez, el hambre y las enfermedades de los países empobrecidos, como su dependencia del mercado mundial para obtener los alimentos que podrían cultivar en sus propios territorios. La carne y otros alimentos derivados del ganado que comemos con profusión en el primero mundo y que se intenta introducir como una buena dieta en culturas tradicionalmente vegetarianas o con escaso consumo de productos cárnicos como China e India, procede de animales hacinados, alimentados con piensos y atiborrados de antibióticos y anabolizantes, para engordar más rápido y paliar las consecuencias de una “vida” enferma (inmovilidad y estrés del ganado estabulado). Esta es la condición para que la industria alimentaria obtenga de forma más rápida, más kilos de carne y más barata, base de una dieta moderna basada en un alto consumo de proteína animal que nos enferma. Mientras, en los países del Sur, la tierra fértil, en lugar de destinarse a producir alimentos vegetales para la propia población, se dedica a la producción de alimentos baratos para el ganado. La consecuencia es la expulsión de los campesinos e indígenas pobladores de esas tierras, obligados a hacinarse en las megalópolis del sur o a emigrar al norte que les reclama como mano de obra barata, pero les niega sus derechos humanos. Una producción cárnica mundial quintuplicada en 50 años. Una hectárea de cereal para consumo directamente humano supone 5 veces más proteínas que si el cereal se emplea para
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Comida basura es el conjunto de alimentos de alto contenido en azúcar y grasas y de bajo coste económico que se venden en establecimientos de comida rápida. 7 Tanto los adolescentes y jóvenes, como los sectores sociales de bajo poder adquisitivo son más vulnerables a la asociación entre la presión publicitaria y el bajo precio de la comida basura
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alimentar al ganado que nos proporciona la carne. El crecimiento en el consumo de carne propicia una ganadería sin suelo que aumenta los problemas de gestión de residuos. También abusamos del azúcar. Se nos acostumbra desde pequeños a los dulces, bien como medio para entretener el hambre, bien como premio o como sustituto de la comida, en forma de golosinas, alimentos procesados o refrescos. Ingerimos azúcar refinado, que nos descalcifica, y blanqueado con productos químicos, que también ingerimos. En aquellos países donde se cultiva la caña de azúcar, se produce tanto una explotación de las personas como del suelo de cultivo. A su vez, las empresas investigan para encontrar edulcorantes más dulces y baratos de producir que el azúcar. A la vez, abandonamos el consumo de frutas y verduras que contienen los azúcares naturales, los nutrientes y los minerales necesarios. Tanto el abuso de la carne dentro de la dieta de nuestros niños y jóvenes, como la mayoría de los productos que consumen a diario (bollería industrial, alimentos precocinados, patatas fritas...), repletos de azúcares y grasas saturadas que aumentan la palatalidad y eliminan la sensación de saciedad, son causa de la ya denominada epidemia de obesidad. Esta dieta, escasa en fibras, verduras y cereales, provoca enfermedades como diabetes, colesterol, afecciones coronarias, cáncer e hipertensión, que afectan a los mayores y cada vez más a los jóvenes y niños. El sedentarismo actual favorece la obesidad, debido a que nuestro cuerpo no quema todo lo que ha ingerido diariamente y lo transforma en grasa. La mayoría de las actividades de ocio de los jóvenes hoy son sedentarias, cuando el ejercicio físico es imprescindible para su desarrollo. Todo ello se fomenta por el hábito consumista que ha invadido el ámbito de la comida, identificando a través de la publicidad ocio y consumo, propagando así, la estandarización de un patrón alimentario urbano, insano y con escasos nutrientes. Engatusados con imágenes publicitarias de familias felices, jóvenes divertidos y regalos, las cadenas de comida rápida atraen a las capas sociales con menor poder adquisitivo, que no sólo aceptan sin reparos unos productos deleznables como alimentos, sino que con su inocente ingesta, propician las condiciones laborales precarias de unos jóvenes que, por un lado, demandan hamburguesas baratas, y por otro, son carne de producción a bajo coste, como consecuencia directa de contratos precarios de corta duración, escasa cualificación, alta explotación y nulos derechos sindicales. Estas condiciones laborales afectan a sus propios hijos, hermanos, vecinos e incluso, a ellos mismos. Las cadenas de comida rápida, como Mc Donald´s, son perjudiciales para la salud de niños y adolescentes, ya que la presión que ejercen sobre los deseos de éstos es enorme, provocando que los pequeños no distingan alimentación de diversión y que asocien en su imaginario los espacios de Mc Donald´s con lugares de felicidad. Son los futuros clientes potenciales que se afiliarán de por vida a sus productos. Las multinacionales de la comida basura son conscientes del perjuicio que causan a los consumidores, sobre todo niñ@s y adolescentes, pero ante las denuncias que reciben se defienden afirmando que su comida es sana y nutritiva, auque jamás hayan informado de la cantidad de calorías, grasas, sal y azúcares que contienen sus menús. Está demostrado que el consumo abusivo de grasas y azúcares, especialmente las grasas “trans” (aceites vegetales sometidos a un proceso de solidificación para potenciar el sabor y alargar la fecha de caducidad de los alimentos) que componen muchos de los alimentos servidos en sus establecimientos (hamburguesas, refrescos, postres, incluso ensaladas) atentan contra la salud de los consumidores. El Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Ramón y Cajal de Madrid afirma: “Los fast food son alimentos que incorporan todos los elementos alimentarios que favorecen la obesidad: grasa saturada, grasa “trans”, un elevado índice glucémico, una alta densidad energética, grandes porciones (promociones 2 por 1) y escasez de fibra, micronutrientes y antioxidantes. La ingesta de calorías en un menú-tipo de comida rápida: Doble hamburguesa de queso, patatas fritas, bebida azucarada (300-500 ml), postre, 2.200 kcal equivale al gasto de calorías necesario (60 kcal/km) para correr casi una maratón (40 km).” 8
En 2005 el gobierno presentó la Estrategia NAOS como desarrollo de las 9 recomendaciones de la OMS para combatir esta epidemia, que señalaban la importancia de prevenir los hábitos alimentarios perjudiciales en las edades más tempranas, empleando para ello, las medidas que cada país considerase más apropiadas. Pero esta política no se da por 8 9
NAOS: Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad Ver OMS. “Informe sobre Salud en el mundo 2002: Reducir los riesgos y promover una vida sana”.
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enterada de la relación, suficientemente demostrada, entre la obesidad y el consumo de los productos de estas multinacionales. Por el contrario, niega expresamente dicha responsabilidad: “es importante resaltar que el sedentarismo y el déficit de gasto energético, provocados por las nuevas pautas y hábitos de conducta de nuestra sociedad moderna, juegan un papel principal en el aumento de la obesidad y el sobrepeso y no cabe responsabilizar de este problema a la industria española de alimentación y bebidas, ni a productos alimenticios concretos o a su publicidad”. La Estrategia NAOS expone los daños que la expansión de la comida y la bebida basura produce entre la población, en particular en niñ@s y adolescentes. Promueve la sensibilización sobre la necesidad de no consumir estos productos pero no se compromete con la prohibición de su venta en las escuelas, tal como han solicitado la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad y la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición. Eso le enfrentaría con los “mercados”. Los Códigos voluntarios de Buena Conducta para las empresas alimentarias sólo sirven para limar los aspectos más agresivos de la publicidad dirigida a los menores. Los Convenios con las multinacionales de la alimentación lavan su imagen, mostrándoles como benefactores de los más desfavorecidos a través de campañas que incentivan el deporte en las que nos recuerdan, cínicamente, los beneficios de una dieta sana, al mismo tiempo sus productos perjudican nuestra salud. PASEMOS DE LAS PALABRAS A LOS HECHOS. Criticar la alimentación basura sin cuestionar el modelo alimentario internacional sobre el que se sustenta, es inútil para combatir la inseguridad alimentaria. La forma de alimentación actual, impulsada por la producción industrial y la distribución globalizada de alimentos, está generando una epidemia mundial de obesidad que afecta cada vez más a los menores a la vez que, en los países empobrecidos, aumenta la cifra de personas hambrientas y desnutridas. La proliferación de carne barata se sustenta en grandes extensiones dedicadas, en los países dependientes, a producir proteína vegetal para piensos que se exportan, en lugar de producir alimentos para su propia población. Para enfrentar la inseguridad alimentaria en su doble cara (hambre y obesidad) debemos apuntar a sus verdaderas causas y prevenir, desde las edades más tempranas, aquellos hábitos alimenticios que perjudican nuestra propia salud y la de toda la población. A pesar de la alarma institucional por la mala alimentación de la población más joven y las enfermedades derivadas de ésta, poco se está haciendo desde ningún ámbito y en 10 particular desde la escuela . La publicidad a favor de la comida basura, bebidas refrescantes, helados y dulces, que las multinacionales de la alimentación lanzan sobre niñ@s y población en general, no se combate legalmente, ni se condena socialmente. Por el contrario, proliferan los establecimientos de comida rápida y las expendedoras de bebidas y chucherías, incluso en los centros educativos. Los gobiernos impulsores de la globalización se limitan a garantizar las reglas del mercado. Su defensa de la seguridad alimentaria se reduce a informar de las conductas saludables para que la gente pueda orientarse y elegir los riesgos que quiere asumir “libremente”. Con ello subordinan la protección del derecho a una alimentación suficiente y saludable para tod@s, a los intereses de las grandes empresas que, a su vez, coaccionan a todas las demás. Las autoridades responsables de la Seguridad Alimentaria, en lugar de asumir su responsabilidad prohibiendo los productos y los anuncios publicitarios que atentan contra la salud y los hábitos alimentarios saludables, evitan responsabilizar a las empresas que comercializan alimentos que presentan riesgos evidentes o han demostrado ser dañinos. Estos atentados contra la salud pública se justifican invocando la libertad de mercado y argumentando cínicamente que el riesgo cero no existe. Habitualmente, se considera una cuestión individual la adopción en nuestra vida cotidiana de pautas alimentarias que concilien la alimentación saludable con el consumo crítico y responsable. Tampoco podemos enfrentarnos a un problema social cada vez más importante 10
“Los menús que ofrecen los comedores escolares abusan de la carne y contienen poca fruta, verdura, legumbre y pescado, una dieta que favorece la obesidad, que no es equilibrada y que, además, no ayuda a que los niños aprendan a comer correctamente. Ésta es la principal conclusión de los expertos que han elaborado el Libro Blanco de la Alimentación Escolar, una obra de la Asociación Española de Pediatría (AEP) y de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación.” Es la conclusión basada en una encuesta realizada en 2005-2006 en 33 colegios. Noticia de EFE, 1 de octubre de 2007
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entre nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes (obesidad infantil, sedentarismo y consumismo individualista y autolesivo) como si fuera un problema de ámbito privado. Se trata de un problema que está generando cada vez más alarma social por el avance de las enfermedades asociadas a la obesidad y la vida sedentaria, pero también por la exportación de nuestros modelos de consumo y de vida en los países dependientes. Incluso vestimos de verde este neocolonialismo como en el caso de los Agrocombustibles, o abrimos nuevos mercados como las secciones de dietética, comida biológica y alimentos funcionales en las grandes superficies. No es solo un problema individual sino social y político. Su causa es el modelo alimentario del capitalismo global y la pasividad, cuando no complicidad de las autoridades públicas. La inseguridad alimentaria debe enfocarse como un problema que requiere enfrentar sus causas. Los movimientos sociales, en especial los vinculados con la educación, no podemos permanecer indiferentes. No debemos limitarnos a diagnosticar el problema, ni quedarnos en la cultura de la queja, sino tomar el problema en nuestras propias manos. No está todo perdido. Por el contrario, está todo por hacer. La niñez es una etapa en la que es factible cambiar conductas. Es el momento en que se conforman los hábitos, se estructura la personalidad y se pueden establecer patrones que en el futuro serán más difíciles de cambiar. Para prevenir la epidemia de la obesidad hace falta una intervención social activa capaz de tanto de enfrentarse a las estrategias del poder que justifican la “libertad de mercado” de las empresas que nos envenenan, como modificar las pautas alimentarias de la población condicionadas por su publicidad, para impedir la entrega de la salud alimentaria al beneficio empresarial. Sin hacer esto reducimos un problema económico y político a una debilidad individual de las víctimas. Necesitamos convertir la salud en una prioridad. Iniciar la prevención en la infancia, contra la presión de un consumismo desenfrenado que incita hábitos poco saludables. Para ello debemos re-educarnos las personas adultas, trabajando en la comunidad, con los niños en la escuela y exigiendo políticas públicas que impidan la publicidad de conductas poco saludables y los abusos de la industria, la restauración y la venta de alimentos. En el ámbito educativo, pero también desde los movimientos sociales, se hace imprescindible reflexionar sobre el abuso, en la dieta del primer mundo, de la ingesta de grasas y carne y sus consecuencias. Si basamos nuestra alimentación en frutas, verduras, legumbres, cereales y miel y reducimos el consumo de carne, cubriremos las necesidades de azúcar y de proteínas de nuestro cuerpo, eliminando de nuestro consumo la comida rápida y los productos industriales, que benefician a las multinacionales de la alimentación. Si además compramos directamente, a los pequeños campesinos locales que se esfuerzan en cultivar sin productos químicos, estamos ayudándoles a no contaminar y contrarrestando la lógica de la globalización económica que les condena a desaparecer con graves perjuicios sociales, ecológicos y territoriales. Es fundamental educar desde la escuela en un consumo saludable frente a alimentos químicos y transgénicos; en un consumo crítico, frente al consumo despilfarrador e individualista; en la defensa la ecología frente a la contaminación y agotamiento de la naturaleza; y en la protección la pequeña producción agroecológica y la distribución en circuitos cortos, frente al monopolio de las multinacionales. Necesitamos que las familias y la institución educativa profundicen en la educación alimentaria de una manera social y crítica. Cada vez es más frecuente ver como el alumnado atraído por los colores, el juguete de regalo y su asociación con determinados anuncios, come productos insanos en el recreo (bollos, zumos y lácteos industriales, snack, etc.) que además generan residuos contaminantes. Los comedores escolares, generalmente gestionados por empresas subcontratadas, en muchos casos servicios de catering, tienen como objetivo principal obtener el mayor beneficio económico en detrimento de la salud de los niños y niñas. En los colegios en los que las comisiones de comedor, constituidas por miembros del profesorado, padres y madres, intentan controlar el tipo de alimentación que ofrecen estas empresas a sus hijos e hijas, se tiene que batallar duramente para que se reduzca el consumo de alimentos precocinados, transgénicos, grasas trans, azúcares, carnes y pescado de bajo coste, etc. y se incrementen la presencia de verduras, hortalizas, legumbres y fruta en los menús. Esta es una realidad, en general, asumida de forma completamente acrítica, excepto en honrosas excepciones, por la comunidad educativa, cuando es un asunto fundamental de cara a un desarrollo físico y mental adecuado. No se le da demasiada importancia a trabajar
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con los niños y niñas acerca de la alimentación en la escuela, siendo un ámbito que queda relegado a los momentos de comedor, al considerarse que son los padres y madres los responsables de la adecuada alimentación de sus hijos e hijas. De hecho, la mayor parte del profesorado nos limitamos a plantear los aspectos relacionados con la nutrición puntualmente, desde la unidad didáctica propia del libro de texto con el que se haya decidido trabajar para el nivel de enseñanza concreto, desde un enfoque individualista y reducido a pirámides alimentarias y grupos de alimentos. Esta metodología de enseñanza-aprendizaje no parte de los intereses del alumnado (¿qué les mueve a alimentarse de una determinada manera?) y no facilita reflexionar sobre la relación que existe entre la alimentación y el cuidado del entorno o las condiciones de vida de los hombres y mujeres que nos proporcionan los alimentos. Tampoco vinculamos experiencias positivas con el consumo de frutas, hortalizas y verduras, bien al contrario, les premiamos con chucherías en las distintas celebraciones del centro (cumpleaños, final de trimestre, éxito académico, etc.) y nos olvidamos de que estas experiencias son las que verdaderamente conectan con la emoción del niño y, por tanto, son mucho más significativas que las páginas de un libro de texto, en las que se les ofrece una información pasiva y descontextualizada. Respecto al trabajo que se lleva a cabo con padres y madres, la escuela es una institución muy poco abierta a la participación de las familias. Suele limitarse a dar charlas acerca de la alimentación, pero no herramientas reales que les permitan repensar juntos (poniéndose en coordinación con el profesorado y alumnado), tomar conciencia de la importancia que tiene cambiar los hábitos alimentarios de los niños y niñas, ofrecer alternativas de consumo asumibles económicamente, atraer la atención de sus hijos e hijas hacia alimentos sanos y enfrentarse a los deseos propiciados por los anuncios televisivos, etc. Durante una década, diversos colectivos que trabajamos en el terreno de la educación y los menores excluidos, realizamos una actividad cooperativa con otros colectivos sociales dedicados al consumo responsable. El espacio donde se ha abordado de forma conjunta el problema de la alimentación en nuestros niños y niñas se llama ¿Educar para la vida o amaestrar para el mercado?, realizando diversos talleres sobre educación alimentaria. También los GAKs hemos asumido esta tarea como parte de nuestra comunicación social. La sensibilización en educación alimentaria la abordamos en diversos formatos: programas de radio de “El Candelero” y “Nosotras en el mundo” en Radio Vallekas, Boletín mensual de La Garbancita Ecológica, diversos artículos sobre temas agroalimentarios y ahora un proyecto cooperativo, La Garbancita Ecológica, para extender la alimentación agroecológica más allá del ámbito de los “convencidos”. Pero eso no ha sido suficiente. Somos conscientes, a pesar de nuestros esfuerzos hasta la fecha, que aún nos faltan tanto herramientas educativas para profundizar en esta formación alimentaria agroecológica, como la voluntad de cooperación e intervención de las redes de consumidores responsables con los enseñantes, madres y padres, l@s propi@s niñ@s y adolescentes y los profesionales de la salud, para promover una educación alimentaria en la escuela. Dicha educación tiene que unir conocimiento, experiencia y práctica para, a la vez que fortalece las redes de consumidores con la llegada de personas deseosas de involucrarse, nos enriquece en una actividad que no se queda en el come sano. BIBLIOGRAFÍA (2009) “Educación alimentaria y consumo responsable. Experiencias en el medio educativo”. Revista de diálogo social Rescoldos. 2º Semestre de 2009. nº 21 FAO 2009 “El estado de la inseguridad http://www.fao.org/docrep/012/i0876s/i0876s00.HTM
alimentaria
en
el
mundo”.
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profesorado. alumnado. familias.
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