INSTITUCIONALIZACIÓN DE SISTEMA DE PARTIDOS, ANCLAJE DEL VOTO E INTERMEDIACIÓN POLÍTICA: ESPAÑA, MÉXICO Y URUGUAY EN PERSPECTIVA COMPARADA*

INSTITUCIONALIZACIÓN DE SISTEMA DE PARTIDOS, ANCLAJE DEL VOTO E INTERMEDIACIÓN POLÍTICA: ESPAÑA, MÉXICO Y URUGUAY EN PERSPECTIVA COMPARADA* Gerardo M

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este artículo pertenece al libro: 41 Arturo Fontaine, Cristián Larroulet, Jorge Navarrete e Ignacio Walker (editores), Reforma de los partidos polític

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INSTITUCIONALIZACIÓN DE SISTEMA DE PARTIDOS, ANCLAJE DEL VOTO E INTERMEDIACIÓN POLÍTICA: ESPAÑA, MÉXICO Y URUGUAY EN PERSPECTIVA COMPARADA*

Gerardo Maldonado Hernández División de Estudios Internacionales Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) [email protected]

(POR FAVOR NO CITAR SIN EL CONSENTIMIENTO DEL AUTOR)

*Versión preparada para presentar en el Segundo Congreso Internacional de Comunicación Política y Estrategias de Campaña de la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales (ALICE). Toluca, México, 4 de octubre de 2013.

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La competencia política en todas las democracias requiere que los ciudadanos puedan hacerse de ciertas preferencias y, debido a determinadas condiciones, estas puedan cambiar. Ningún sistema de partidos está completamente congelado, y todos permiten y motivan algún cambio en las preferencias de los ciudadanos. Sin embargo, las condiciones que propician la inestabilidad de las preferencias ciudadanas dependen del grado en que prácticas o patrones están bien establecidos y sean conocidos; es decir, de su institucionalización. Este capítulo tiene dos propósitos. Primero, mostrar que aunque todas las características de un sistema de partidos pueden analizarse desde el propio ámbito de los partidos políticos, también se pueden estudiar desde la perspectiva del comportamiento de los ciudadanos. Segundo, busca probar que las dimensiones de la institucionalización del sistema de partidos se explican entre ellas; en especial espero explicar cómo los elementos de anclaje del voto de los ciudadanos (la dimensión de raíces de los partidos en la sociedad) explican y condicionan la inestabilidad electoral (la dimensión de competencia partidista). En particular, pretendo mostrar en sistemas poco institucionalizados, la falta o poca intensidad de esos elementos de anclaje aumentan la probabilidad de cambiar las preferencias partidistas, así como condiciona la efectividad de los mecanismos de intermediación política y la opinión pública sobre los candidatos.

El documento está organizado en cinco apartados. En el primero hago una revisión de la literatura sobre institucionalización de los sistemas de partidos para establecer las diferencias entre sistemas más y menos institucionalizados y derivar de ahí algunas hipótesis o expectativas teóricas del comportamiento ciudadano en distintos sistemas de partidos. El segundo apartado está dedicado a justificar la selección de dos casos con base en (1) sus diferentes grados de institucionalización en el sistema de partidos y (2) sus similitudes en las características del contexto de incertidumbre electoral: España, México y Uruguay. En el apartado siguiente me concentro en la descripción detallada de las bases de datos que utilizo en mi estudio (el CNEP), así como la elaboración y codificación de las variables dependiente, independientes y de control. En el apartado cuarto presento los 2

principales resultados de los modelos (uno general y dos específicos) para cada país. Finalmente, en el último apartado de conclusiones destaco los principales hallazgos y discuto algunas implicaciones.

1. INESTABILIDAD ELECTORAL Y ANCLAJE DEL VOTO COMO DIMENSIONES DE LA INSTITUCIONALIZACIÓN DEL SISTEMA DE PARTIDOS

Existe bastante consenso en que un sistema de partidos institucionalizado es aquel donde (1) la competencia entre partidos es estable; (2) los partidos políticos tienen ciertas raíces en la sociedad; (3) las organizaciones partidistas son relativamente sólidas y (4) el proceso electoral y sus actores son legítimos (según la propuesta original de Mainwaring y Scully 1995; y revisada por Jones 2009; Kitschelt, et al. 2010; Mainwaring y Torcal 2006; Randam y Svasand 2002). Así con base en estos cuatro elementos se pudieron clasificar a los sistemas de partidos de acuerdo a si eran de alta o baja institucionalización. Si bien desde el principio se dijo que la institucionalización no era lineal, otros autores fueron más precisos en señalar la no linealidad del concepto y además sugerir otras posiciones extremas, como los sistemas “sobre-institucionalizados” (Schedler 1995) o los “nosistemas de partidos” (Sanchez 2010).

Además, se había supuesto que estas cuatro características de la institucionalización del sistema de partidos se comportaban de manera homogénea o en el mismo sentido. No obstante, en un texto aparecido recientemente (Luna y Altman 2011) queda claro que esto no corresponde del todo a la realidad y complejidad de los sistemas de partidos, y que los grados de institucionalización pueden variar en cada una de estas cuatro características —en particular los autores demuestran que en Chile el sistema de partidos está bastante bien institucionalizado en términos de la estabilidad de la competencia partidista, pero pobremente institucionalizado en la solidez de sus organizaciones partidistas. Además de la crítica anterior, señalan un problema que normalmente se pasa 3

por alto en las mediciones de la estabilidad de la competencia partidista. En términos generales, los índices de volatilidad electoral muestra bastante bien el cambio agregado de preferencias partidistas entre dos elecciones, aunque no son capaces de asegurar que este cambio se corresponde por completo a cambios en el comportamiento individuos: no es posible saber si son los mismos individuos quienes cambian de preferencias o sólo hay una compensación de cambios (Mainwaring y Torcal 2006; Luna y Altman 2011: 4). Así, concluyeron que las dimensiones de la institucionalización no necesariamente se comportan de manera homogénea.

Con base en lo anterior, este capítulo se propone dar un paso más y sugerir no solo que la institucionalización de los sistemas de partidos es un concepto multidimensional, sino que las dimensiones se explican unas a otras. En particular, espero probar que la dimensión de la competencia partidista es consecuencia de las raíces de los partidos en la sociedad. Y esto lo hago, además, desde un ámbito que ha sido poco estudiado en la literatura sobre sistemas de partidos: el comportamiento político individual. Por un lado, como ya anoté arriba las medidas de volatilidad electoral o competencia partidista no parecen registrar bien el cambio individual. Aquí estudiaré precisamente la volatilidad o inestabilidad electoral de las preferencias individuales; es decir, el cambio y falta de consistencia de preferencias políticas de los ciudadanos en un determinado periodo de tiempo.

Por otro lado, la segunda dimensión se refiere en específico al comportamiento de los ciudadanos: que los partidos tengan raíces en la sociedad puede entenderse como la fuerte vinculación e identificación entre partidos y sociedad, es decir, la existencia de mecanismos eficientes de anclaje del voto (Gunther y Montero 2001; Mainwaring y Torcal 2006; Magalhães 2012; Morlino 2005). Los ciudadanos perciben que sus diferencias sociales —en términos de clase, religiosidad, ideología, identificación partidista, entre otros factores de largo plazo— se corresponden con las diferencias programáticas e ideológicas de los partidos políticos, y en función de éstas forman su decisión electoral. Así, en este capítulo entenderé por anclaje electoral o del voto el conjunto de elementos y 4

características de diferenciación e identidad de los individuos que enganchan y fijan sus preferencias con los partidos políticos en su interacción organizacional y en el contexto social (con base en Magalhães 2012; Morlino 2005; Torcal 2010; Zuckerman et al. 1998).

Sin necesitar una elaboración demasiado compleja, es posible sostener que precisamente la solidez de los elementos de anclaje del voto (las raíces partidistas en la sociedad) explica entonces la estabilidad de las preferencias electorales y, por tanto, de la competencia partidista. Dicho lo anterior, la primera hipótesis de este capítulo es que a mayor efectividad de los mecanismos de anclaje del voto, menor será inestabilidad electoral de los ciudadanos. Pero esta hipótesis permite dos mecanismos.

Por un lado, las modificaciones de preferencias y comportamiento se pueden derivar del tipo de anclaje electoral: correcto o incorrecto. Un anclaje electoral correcto es aquel cuando los elementos de diferenciación e identidad de los ciudadanos empatan y enganchan con las características programáticas e ideológicas de los partidos políticos; un anclaje electoral incorrecto es cuando los elementos de identidad de los individuos no se corresponden o no se emparejan con las características ideológicas de los partidos políticos. Por ejemplo, una persona que se ubica a la izquierda en el espectro ideológico y al inicio de la campaña prefiere a un partido o candidato posicionado a la derecha, hallará sin duda tensiones contradictorias entre ella y su opción partidista. Así, al no haber consistencia entre los factores que reafirman su voto, es posible convierta su preferencia de voto original —llevándola a la posición de anclaje correcta. En este sentido, una hipótesis más concreta es que cuando los individuos tienen un tipo de anclaje electoral incorrecto, será mayor la inestabilidad de sus preferencias políticas.

Otra posible explicación del cambio electoral está la intensidad de anclaje: débil o fuerte. El anclaje electoral débil implica la carencia de las características, diferencias o identidades en el individuo para enganchar con los partidos políticos; el anclaje electoral fuerte significa la abundancia de características, diferencias e identidades para atar con 5

fuerza la interacción con los partidos políticos. La falta de anclaje eleva la probabilidad de cambio pues no hay elementos para racionalizar el voto. Un individuo que al inicio de la campaña política tiene preferencia por un partido o candidato, pero su preferencia no está fuertemente anclada; es decir que no tiene una ideología política ni identificación partidista o no empata con las propuestas de clase o religiosas del partido, tendrá más probabilidades de cambiar esta preferencia pues está abierto a la influencia de la campaña. Así, otra hipótesis es que cuando los individuos tienen una intensidad débil de anclaje electoral incorrecto, será mayor la inestabilidad de sus preferencias políticas.

Puestas así estas hipótesis pueden parecer demasiado simples. Sin embargo, este capítulo intentará demostrar que los sistemas de partidos se pueden diferenciar no sólo por la cantidad de inestabilidad electoral también por la efectividad (tipo e intensidad) de los mecanismos de anclaje electoral. Y bien, si ya señalé cuáles son las características de un sistema de alta institucionalizado, ¿cuáles son las características de uno con baja institucionalización?

Las democracias con baja institucionalización en el sistemas de partidos tienen (1) patrones irregulares de competencia partidista y el resultado electoral es menos predecible; (2) la legitimidad del proceso y los actores políticos está en duda; (3) las organizaciones partidistas son más precarias y generalmente dominadas por líderes personalistas y/o arreglos clientelares (Kitschelt 2007; Mainwaring y Scully 1995; Mainwaring y Torcal 2006; Mainwaring y Zoco 2007). Más importante aún, en estos sistemas los partidos se caracterizan por (4) la debilidad o ausencia de raíces firmes en la sociedad y, por lo tanto, son ideológica y programáticamente difusos. Dicho de otra manera, los mecanismos de anclaje del voto son insuficientes y/o poco efectivos, pues no hay consistencia en los vínculos de largo plazo entre electores y partidos (Mainwaring y Torcal 2006: 204). Esto significa que los ciudadanos están en una situación donde el propio sistema y los partidos no proveen herramientas heurísticas o atajos de información 6

de contenido programático e ideológico en los cuales los individuos se puedan reconocer y anclar su comportamiento electoral (Mainwaring y Torcal 2006: 221).

Una alta institucionalización no significa que la posibilidad del cambio o de inestabilidad electorales esté acabada —en todos los sistemas y democracias la incertidumbre es parte constituyente del orden (Przeworski 1991). O que en sistemas de baja institucionalización la inestabilidad electoral sea contundente y completamente abierto. En ambas circunstancias se espera que ocurra un cambio en las preferencias ciudadanas; sin embargo, la magnitud de este cambio es una señal clara de la institucionalización del sistema de partidos. Al trasladar estar condición al ámbito individual debe esperarse que cuanto más institucionalizados esté el sistema de partidos, menor será la inestabilidad electoral de los ciudadanos. Igualmente, al considerar las diferencias en el grado de institucionalización, espero probar que a mayor institucionalización en el sistema de partidos, (1) mayor será el anclaje electoral correcto de los ciudadanos y (2) mayor será la intensidad del anclaje electoral de los ciudadanos.

Pero el grado de institucionalización del sistema de partidos tiene consecuencias en otros dos factores que se han considerado importantes en el cambio de preferencias electorales. Por un lado, varios autores han señalado que la información transmitida por partidos, candidatos y gobiernos y recibida por los ciudadanos a través de distintos intermediarios (medios de comunicación, organizaciones sociales, conversaciones políticas) es un elemento que no sólo ayuda a formar las preferencias políticas, también a mantenerlas o transformarlas (Gunther et al. 2007; Magalhães 2007). Aunque algunos autores han señalado que este proceso de intermediación política sirve como un estabilizador y anclaje de las preferencias políticas (Zuckermann et al. 1998), buena parte de la literatura he encontrado el factor clave en la estabilización o modificación es el contenido partidista en la información transmitida, en particular cuanta mayor heterogeneidad o desacuerdo en la intermediación política, mayor será la probabilidad de 7

que los ciudadanos modifiquen sus preferencias partidistas (Baker et al. 2006; Berelson et al. 1954; Lazarsfeld et al. 1944; Mutz 2002; Pattie y Johnston 2001).

En sistemas de partidos de baja institucionalización los factores de anclaje del voto — como la clase, la ideología o la identificación partidista— son menos efectivos y, por ende, los individuos cuentan con menos heurísticos o atajos para reducir el costo de información durante las competencia entre los partidos. Esto implica, en el caso de la intermediación política que, a diferencia de los sistemas institucionalizados, la información de los intermediarios se referirá a elementos más inmediatos de la campaña, como la personalidad y capacidades de los candidatos, y menos a los programas de gobierno y propuestas específicas de los contendientes (Mainwaring y Torcal 2006). Si este es el caso, es posible suponer que cuanto menor sea la institucionalización del sistema de partidos, mayor será el efecto de la heterogeneidad de la intermediación política en la inestabilidad electoral de los ciudadanos. Mi expectativa al respecto es que esta diferencia no solo se observe en general en todo el sistema de partidos, también que la instrumentación de en la intensidad del anclaje electoral condicione negativamente la efectividad de los mecanismos de intermediación.

Por otra parte, se ha probado que los factores de corto plazo —además de las variables más estructurales que he relatado antes— también tienen un claro efecto en las preferencias políticas, en especial la apariencia y personalidad de los líderes y candidatos de la contienda política (Bean y Mughan 1989; Miller et al. 1986) y la valoración que hacen los individuos sobre ellos suelen influir en la decisión de voto de los ciudadanos (King 2002; McAllister 2007; Rico 2007 y 2010). De manera particular, cambios en la opinión sobre líderes y candidatos motivan cambios en preferencias electorales (Hillygus y Jackman 2003). Es de esperar que estos de corto plazo también estén condicionados por la institucionalización del sistema de partidos.

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Como se anotó arriba, los elementos de anclaje electoral permiten a los individuos, que por lo general no tienen un conocimiento enciclopédico, simplificar el orden político y razonar su funcionamiento. Los anclajes electorales sirven como herramientas heurísticas que permiten a los ciudadanos obtener y procesar información sobre partidos, candidatos y gobiernos de manera poco costosa, pues implican una baja inversión individual en razonamiento, tiempo y oportunidad (Downs 1957; Lau y Redlawsk 2001; Lupia y McCubbins 1998; Sniderman et al. 1991). Siendo así, en sistema con baja institucionalización los mecanismos de anclaje electoral son menos efectivos y, por tanto, es posible suponer que cuanto menor sea la institucionalización del sistema de partidos, menor será el efecto de los cambios en la opinión sobre candidatos en la inestabilidad electoral de los ciudadanos. Mi expectativa al respecto es que esta diferencia no solo se observe en general en todo el sistema de partidos, también que la instrumentación de en la intensidad del anclaje electoral condicione positivamente la efectividad de los elementos de corto plazo en la decisión de voto.

2. SELECCIÓN DE CASOS: ESPAÑA, MÉXICO Y URUGUAY EN PERSPECTIVA COMPARADA

La literatura reciente ha señalado que si bien las democracias consolidadas por lo general tienen sistemas de partidos más institucionalizados, lo contrario no ocurre: no todas las nuevas democracias tiene sistemas de partidos poco institucionalizados (Hagopian 2006; Mainwaring y Torcal 2006). Hay casos donde los sistemas de partidos se han institucionalizado —es decir se han vuelto estables, anclados y predecibles— al poco tiempo de inaugurada la democracia (Dalton y Weldon 2007; Kitschelt et al. 1999; Mainwaring y Zoco 2007; Shin 1999) y existen otros en que la inestabilidad partidista perdura mucho tiempo después de ocurrida la transición (Bielasiak 2002; Kuenzi y Lambright 2005). Incluso hay democracias donde los sistemas y los partidos se desinstitucionalizaron (Gunther y Montero 2005; Levitsky 2003). Así, la institucionalización del sistema de partidos no depende necesariamente de la novedad de una democracia 9

(Mainwaring y Zoco 2007) —para algunos, ni siquiera de si un país es democrático (Hicken y Kohonta 2011).

Con base en lo anterior, y para mostrar que la inestabilidad del voto depende del grado de institucionalización del sistema de partidos (no de la novedad de la democracia), he seleccionado tres nuevas democracias con grados distintos de institucionalización de sus sistemas partidistas: España, México y Uruguay, las cuales tuvieron una situación similar de incertidumbre del resultado electoral durante campañas concretas, por lo que la magnitud de la inestabilidad de las preferencias ciudadanas no estará dada por esa incertidumbre, sino por el grado de institucionalización del sistema de partidos. Además de estas diferencias y semejanzas, he utilizado estos casos por la disponibilidad de datos, como detallaré en el apartado siguiente.

Comienzo por las diferencias entre estos países: España y Uruguay tienen un sistema de partidos con un nivel alto de institucionalización; en cambio, México se caracteriza por un sistema de institucionalización baja. Para mostrar esto, he recolectado en el Cuadro 1 diversos indicadores posibles de institucionalización del sistema de partidos referentes a algunas de sus dimensiones. Como se puede ver en la primera columna de este Cuadro, el indicador más convencional para medir la institucionalización del sistema por la estabilidad de la competencia partidista –el de volatilidad electoral de Pedersen (1979)— parece señalar que los tres países son diferentes, aunque no demasiado, y ninguno de ellos está en los extremos de muy poca o mucha volatilidad (como sí lo están Estados Unidos y Perú, respectivamente). El más estable es Uruguay como 15.6 puntos de media, le sigue España con 17.6 y después México como 20.6.

En la segunda columna del Cuadro se registra el porcentaje de individuos que manifiesta sentir cercanía hacia algún partido político, lo cual ha sido sugerido como una medida del enraizamiento de los partidos en la sociedad (Dalton y Weldon 2007; Jones 2009). Aunque no hay datos disponibles de Uruguay, resulta que España y México no son diferentes al 10

respecto: ambos tienen más de 50% de cercanía partidista.1 Si bien coincido en que esta es una buena medida para mostrar la institucionalización de los sistemas de partidos desde un ámbito que implica la sociedad, existen otros indicadores comparativos que muestran el enraizamiento o anclaje del sistema partidista a nivel individual y donde puede verse con claridad las diferencias entre estos países.

En la tercera columna, el peso de la dimensión ideológica en el voto es más alto en España y Uruguay (de más de 0.55 de probabilidades predichas en ambos) que en México (que sólo alcanza 0.20). También utilizando los indicadores de Mainwaring y Torcal (2006) sobre ideología, España y Uruguay presentan un mejor desempeño que México: los dos primeros tienen una desviación típica menor a 2 y este último mayor. Asimismo la correlación entre ideología y evaluación de líderes —quinta columna— muestra que la sociedad española está mejor anclada ideológicamente en sus opiniones políticas que la mexicana; y de hecho España (con un coeficiente de 0.39) tiene una de las mayores cifras entre los casos seleccionados y México una de las más bajas (coeficiente 0.08). Finalmente, en los indicadores elaborados por Magalhães (2012) para calcular el anclaje electoral del voto, España tienen un nivel de anclaje electoral más alto que México, tanto en la variable de clase social como en la de religiosidad.

[Tabla 1]

Es posible asegurar entonces, con estos indicadores, que España y Uruguay tienen sistemas de partidos más institucionalizados que México desde la perspectiva de las raíces en la sociedad. Aun así, también hay diferencias respecto a la estabilidad de la 1

Cabe mencionar que la comparación de estos dos indicadores en otros países aporta evidencia al argumento de Luna y Altman (2011) que las dimensiones de la institucionalización de los sistemas de partidos son relativamente independientes. Por ejemplo, mientras Australia tiene más de 80% de cercanía partidista y es uno de los países con menor volatilidad electoral (8.33), Ucrania que es el siguiente país con mucha cercanía partidista (70%) tiene una alta volatilidad electoral (44.8). Chile, el caso que utilizan los autores, muestra este fenómeno: siendo una democracia con una baja volatilidad electoral (13.8) tiene una de las sociedades con menos cercanía hacia partidos políticos (20.7%).

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competencia partidista. Como ya anoté arriba en promedio la volatilidad electoral no es muy distinta entre los tres países; sin embargo, si se miran los datos desagregados de las últimas elecciones, las diferencias entre ellos se hacen notar también en este rubro. Como se observa en el gráfico 1, después de los dos primeros años (1979 y 1982), la volatilidad electoral en España tuvo una tendencia decreciente y luego se estabilizó durante la década de 1990. De hecho, como varios especialistas han señalado (Gunther, et al. 2004; Montero 1998; Torcal y Medina 2007), a partir de las elecciones de 1993 comienza el tercer período electoral español que se caracteriza precisamente por la estabilidad de los resultados y la presencia de elementos de anclaje del voto que señalaré más adelante. De hecho, la media de volatilidad electoral entre 1993 y 2011 es de 10.8 puntos, casi 7 puntos menos que la media registrada en el cuadro 1 –aunque la volatilidad creció hasta 17.5 en las elecciones generales más recientes de 2011.

En el caso de Uruguay, según el gráfico 2, desde la segunda elección luego del retorno de la democracia en 1984 la volatilidad electoral del sistema de partidos se ha estabilizado y ha ido decreciendo, con la excepción de la elección de 2004. Sin contar esa elección, la media del índice de volatilidad es tan sólo 9.62, cifra casi 6 puntos menos a la registrada antes. Incluso, como algunos han señalado (Alcántara y Luna 2004; Buquet en este mismo volumen), en el caso de Uruguay es posible identificar con precisión dos grupos o bloques ideológicos, por lo que si se mide la volatilidad electoral interbloques el promedio en el período—incluso con el resultado de 2004— es de sólo 6.2 (Buquet y Piñero 2010).2

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Se debe mencionar que los picos altos de volatilidad electoral, mostrados en los gráficos 1 y 2, de España y Uruguay han sido bien explicados. En el caso español, el crecimiento de la volatilidad en 1982 ocurrió por el desmoronamiento electoral de la Unidad de Centro Democrático (UCD), luego de la dimisión de su líder Adolfo Suárez, el intento fallido de golpe de estado de 1981 y la grave situación económica, que llevó al triunfo del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) (véase Gunther et al. 2004). El caso uruguayo de alta volatilidad en 2004 se explica no solo por el éxito del Frente Amplio (FA), quien había venido creciendo en apoyo electoral continuamente desde restaurada la democracia, sino por traslado de electores del Partido Colorado (PC) al Partido Nacional (PN), luego de que el primero tuviera una muy mala gestión gubernamental y la crisis económica de 2002 (véase Buquet 2005; Moreira 2005).

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En cambio, como muestra el gráfico 3, México no se ha separado demasiado de la media anotada en el cuadro 1, si bien se nota un cambio después de 1997. Entre 1988 y esa fecha el sistema de partidos en México mostró una tendencia a la estabilización de la competencia partidista, aunque debe mencionarse que durante esa época el Partido Revolucionario Institucional (PRI) aun ejercía cierta función de partido hegemónico (Magaloni 2008). Precisamente, en 1997 el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados y en 2000 la Presidencia de la República, luego de haberlas tenido durante décadas. Sin embargo, a partir de 1997 —y hasta la elección de 2009—, la volatilidad electoral fue en aumento constante. Así, en México pareciera que, a la par de transición y alternancia democrática, el sistema de partidos fue desinstitucionalizando —aunque aparenta estabilizarse justamente en 2012 con el regreso del PRI a la Presidencia.

[Gráficos 1, 2 y 3]

Luego entonces, es posible asegurar no sólo que España y Uruguay son sistemas de partidos más institucionalizados que México, también que los dos primeros se han estabilizado mientras que el último ha tendido más hacia la volatilidad. No obstante estas diferencias, hay algunas similitudes entre los tres países, en particular en el momento que he decidido analizarlos, que me permiten una comparación adecuada. Para España estudio las elecciones generales de 1993, en Uruguay las elecciones nacionales de 1994 y para México las elecciones federales de 2006. Las tres son nuevas democracias que para el momento de esa elección ya tenían algunos años con elecciones competidas: España 16 años desde 1977, Uruguay 10 años desde 1984 y México también 10 años desde 1996 (cuando se decretó la autonomía del instituto electoral arbitral y se equipararon las condiciones de la contienda partidista). Cabe decir que, aunque los tres son similares en este aspecto, está demostrado que los años de democracia no tienen efecto en el nivel de institucionalización del sistema de partidos (Mainwaring y Zoco 2007). No sólo los tres países son democráticos, también estos países tienen sistemas mediáticos de tipo “pluralista polarizado”, donde los medios de comunicación públicos y privados están 13

alineados al orden político (Hallin y Mancini 2007; Hallin y Papathanassopoulos 2002).3 Lo importante para mi argumento es que precisamente los resultados de esas elecciones en los tres países ocurrieron luego de campañas con mucha incertidumbre donde hubo fluctuaciones en las preferencias electorales muy importantes.4

¿En qué consistió la incertidumbre electoral de estos países? Como señalé, para el caso de España utilizo las elecciones generales de 1993. La característica más importante de esta elección para el argumento de este trabajo es que los resultados electorales fueron sorpresivos debido a la fluctuación de las preferencias individuales durante la campaña. Desde enero de 1992, los estudios del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) comenzaron a registrar un mayor apoyo para el opositor Partido Popular (PP) que al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), en el gobierno desde 1982. Sólo entre marzo y principios de mayo de 1993 se registró una ajustada ventaja socialista. Cerca de los comicios, las encuestas daban de nuevo una ligera ventaja al PP (Barreiro y SánchezCuenca 1998: 191). Estas fueron las primeras en que el PSOE, su cuarta elección, estuvo amenazado por la oposición y de hecho en la siguiente legislatura no disfrutó de la mayoría absoluta que tenía desde hacía once años. Así, al momento de las elecciones no se tenía certidumbre sobre quien resultaría ganador.5 3

En los sistemas mediáticos del tipo “pluralista polarizado”, de acuerdo con la clasificación de Hallin y Mancini (2007: 67), “es habitual la instrumentalización de los medios de comunicación por parte del Gobierno, por los partidos políticos y por los empresarios industriales vinculados a la política”. Igualmente, el periodismo es poco neutral y está más enfocado hacia el comentario que la información, por lo que se confunde con el activismo político y cuya autonomía es más limitada. Los sistemas mediáticos del tipo “pluralista polarizado” se caracterizan, entre otros elementos, por un alto paralelismo político entre los medios de comunicación y los actores políticos y una confrontación más abierta de los distintos medios, no sólo por razones comerciales sino también por su propia polarización 4 De hecho, en dos casos, el candidato que comenzó la campaña en la primera posición de las preferencias, de acuerdo con encuestas y sondeos (José María Aznar en España y Andrés Manuel López Obrador en México) perdió frente a otro, y en ambos casos ganó el candidato del partido en el gobierno (Felipe González del PSOE, quien estaba reelección, y Felipe Calderón del PAN). En Uruguay, como relataré más adelante, aunque el candidato puntero en los sondeos fue quien ganó (Julio María Sanguinetti del PC), su competidor más fuerte no fue el candidato del partido en el gobierno, sino el de la oposición (Tabaré Vázquez del FA) quien estuvo muy cerca de vencerlo. 5 El triunfo sorpresivo de Felipe González y el PSOE se explica entonces por las personas que lo valoraba bien, que se consideraban o se movieron hacia la izquierda y tenían de pareja alguien que votó al PSOE (Barreiro y Sánchez-Cuenca 1998; Martínez 2008). Los mensajes que utilizó el PSOE fueron en contra del

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La fuerte competitividad y polarización de la campaña ocurrió por varias razones. En primer lugar, el PSOE como partido se enfrentó no sólo a divisiones internas (que derivaron en postulación de candidatos independientes), sino también a varios casos de corrupción. En tanto gobierno, el PSOE enfrentó en 1993 una devaluación de la peseta durante la campaña y la elevada percepción negativa de la económica (Martínez 2008). En segundo lugar, las elecciones de 1993 fueron las primeras donde el PP se presentó, reconstituido y con el liderazgo de José María Aznar que había tomado en 1989, como una alternativa real al gobierno socialista (González y Bouza 2009). Por otra parte, Izquierda Unida (IU) tuvo una enorme voluntad de incrementar en esa elección su apoyo y, en tanto, no hizo una coalición de izquierda con los socialistas.

Para el caso español es importante mencionar el ambiente mediático, en especial la nueva situación de las televisoras. En 1989 se privatizaron algunas cadenas de televisión y comenzó la lucha por el liderazgo de los grandes emporios mediáticos, no sólo la televisión también prensa y radio. Los medios aprovecharon los escándalos de la etapa socialista y promovieron la polarización (González y Bouza 2009: 94). A pesar de que las elecciones de 1993 fueron las primeras con televisiones privadas, sus programas de informativos no consiguieron romper la hegemonía de la televisión pública (Barreiro y Sánchez-Cuenca 1998: 209). Además, por primera vez en la democracia española se llevaron a cabo debates televisados entre los principales candidatos (Martínez 2008) — algo que sólo se repitió en las elecciones de 2008. De hecho, el debate ocurrió no en la televisión pública, sino en la privada, y el segundo debate movilizó mejor a los electores socialistas.

En Uruguay utilizo las elecciones nacionales de 1994, que también se caracterizaron por una campaña electoral con mucha incertidumbre sobre resultado final, lo cual fue inusual abstencionismo, junto a la sensación en la opinión pública de verdadera incertidumbre en el resultado, por lo que el sector indeciso fue el que se movilizó y se activara de acuerdo con sus predisposiciones políticas.

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para el caso. Durante la contienda, tanto el Partido Nacional (PN), en el gobierno, como el opositor Partido Colorado (PC) tuvieron en promedio entre 27 y 30% de preferencias ambos, mientras que el Frente Amplio (FA), presentándose en la coalición Encuentro Progresista (EP), tuvo entre 25 y 27% de las preferencias electorales (Crespo 2002: 166n). Días antes de la elección las encuestadoras no pudieron predecir con certidumbre un ganador (Finch 1995; Mieres 1994) y, de hecho, hubo encuestas de salida que el día de la elección daban como posible ganador al candidato del FA (Crespo 2002). Finalmente, resultó ganador Julio María Sanguinetti del PC (32.2%), con un apretado margen de ventaja de 1.1 puntos porcentuales frente al PN (31.2%) y 1.7 puntos de distancia del FA (30.6%). Este resultado fue inusitado para el sistema de partidos uruguayo por dos razones: por un lado, el bipartidismo histórico daba paso a un multipartidismo donde había tres partidos con apoyos electorales muy similares; por el otro, por primera ocasión el FA apareció como un contendiente real y una alternativa diferente, de izquierda, a los partidos tradicionales de derecha, debido a su enorme crecimiento electoral (Buquet 2005; Luna 2007).

Esta alta competitividad y lo sorpresivo del resultado se pueden entender por distintas razones. Por un lado, no sólo el gobierno del Presidente Lacalle del PN había perdido al apoyo parlamentario y en la opinión pública había inconformidad por las reformas estructurales —ajuste macroeconómico, integración regional con MERCOCUR y reformas estatales y de seguridad social—, el PN se presentó dividido con tres candidatos a la Presidencia (Crespo 2002; Mieres 1994). Por otro lado, para el candidato ganador, Julio María Sanguinetti del PC, quien había sido ya Presidente de la República de 1984 a 1989 y se presentaba para un segundo mandato, fue difícil asegurarse el triunfo, aunque pudo capitalizar la mala situación del PN y presentarse como el candidato más fuerte de los colorados. Sanguinetti competía desde la oposición y enfrentó el crecimiento electoral en los últimos años de su principal contendiente: el exitoso alcalde de Montevideo, Tabaré

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Vázquez del izquierdista Frente Amplio (FA), presentado como el único candidato en la coalición Encuentro Progresista (Mieres 1994).6

Para México utilizo las elecciones presidenciales de 2006. Al igual que la española y la uruguaya, las características importantes de esta elección fueron la fluctuación de las preferencias electorales y el sorpresivo y competido resultado de los comicios. En octubre de 2005, los primeros resultados de distintos sondeos electorales coincidieron en colocar a Andrés Manuel López Obrador del Partido de la Revolución Democrática (PRD) a la cabeza de las preferencias (39% en promedio) a una distancia amplia de Felipe Calderón del Partido Acción Nacional (PAN) y Roberto Madrazo del Partido Revolucionario Institucional (PRI), quienes disputaban la segunda posición (28% cada uno). Hacia la última semana de diciembre de 2005, las tendencias se movieron: López Obrador bajó a 34%, mientras Calderón y Madrazo se separaron, el primero subió a 33% y el segundo a 31%. Sin embargo, a partir de ese momento y hasta la primera semana de marzo de 2006, López Obrador acrecentó su apoyo hasta alcanzar 41%. Por su parte, Calderón se mantuvo en la segunda posición y Madrazo se fijó en un tercer sitio constantemente perdiendo apoyo (el cual llegó hasta 25%). No obstante, las preferencias fueron aun más volátiles, alterando las posiciones entre los dos principales competidores: el apoyo a López Obrador comenzó a disminuir, mientras el de Calderón se incrementó. En un momento ambos estuvieron empatados (en 35% la última semana de abril), después Calderón se colocó a la cabeza de las preferencias electorales. Finalmente, si para la penúltima semana de mayo el candidato del PAN alcanzó su cima (38%), una semana antes de la elección del 2 de julio

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La ley electoral vigente en ese momento en Uruguay permitía a los partidos políticos presentar más de un candidato a la Presidencia, y el ganador sería el candidato más votado del partido más votado. Así, en el caso de las elecciones de 1994, el candidato ganador no fue el candidato más votado: Julio María Sanguinetti solo obtuvo 24.6% de sufragios (que sumados a los otros candidatos del PN le dieron el triunfo a ese partido), mientras que Tabaré Vázquez obtuvo todo el 30.6% del FA-EP (Crespo 2002). Esta reglamentación fue modificada en 1996 y, entre otras modificaciones, obligó a los partidos políticos a llevar a cabo elecciones primarias internas y presentar un solo candidato a la elección presidencial. Esto hizo que el aparente multipartidismo moderado diera paso a un bipartidismo de dos bloques, donde los partidos tradicionales enfrentaba a un creciente partido de izquierda (Cason 2002).

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Calderón y López Obrador volvieron a acercarse ambos al 35% (datos de Beltrán, 2009a: 11; véase también Lawson, 2009).

Así, las elecciones mexicanas de 2006 tuvieron no solo una alta volatilidad de las preferencias electorales durante la campaña, también tuvieron el grado más alto de competitividad en la historia, que terminó con una diferencia de casi solo 0.6% de diferencia entre el primero y segundo lugares.7 En 2006 los elementos de la campaña electoral fueron definitorios en el éxito o fracaso electoral. La negatividad de los medios de comunicación fue importante: mientras la de Calderón funcionó relativamente bien, los ataques de López Obrador finalmente no funcionaron (Lawson 2009). Además, como nunca antes la designación de candidatos, la conformación de los equipos de campaña y la transformación de la estrategia electoral en momentos clave impulsaron el cambio del electorado (Bruhn 2009; Langston 2009; Shirk 2009). La campaña misma activó elementos como la ideología y, sobre todo, las evaluaciones económicas retrospectivas (McCann 2009; Moreno 2007 y 2009b), al mismo tiempo que conformó la imagen misma de los candidatos —en términos de su capacidad gubernamental— como más relevante que los temas discutidos (Greene 2009).

En resumen, la comparación entre España, Uruguay y México me permitirá poner a prueba las hipótesis planteadas en el apartado anterior. Por un lado, estos son países con distintos grados de institucionalización en el sistema de partidos; y por el otro, los tres tuvieron una elección similar, donde hubo volatilidad e incertidumbre sobre los resultados electorales. Con esto estimaré el efecto de distintos grados de institucionalización del sistema de partidos en casos donde la inestabilidad electoral durante la campaña política fue similar.

7

Felipe Calderón del derechista PAN ganó la elección presidencial con sólo 36.69% del voto a Andrés Manuel López Obrador de la coalición de izquierda PRD-PT-CD que quedó en segundo lugar con 36.11%. La legislación electoral mexicana no considera la segunda vuelta electoral —a diferencia de la mayoría de las democracias latinoamericanas— y obtiene la Presidencia el candidato que obtenga el mayor número de votos de la elección, sin un porcentaje mínimo necesario.

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3. DATOS Y VARIABLES

Para poder demostrar los argumentos establecidos en la primera parte necesito información que me permita analizar tanto los cambios en las preferencias partidistas durante la campaña electoral entre los mismos individuos como los elementos de anclaje e intermediación del voto. Además de lo anterior, es necesario que esta información sea lo más comparable posible entre distintos tipos de sistemas de partidos y democracias. Con base en esto último, decidí utilizar los datos del Proyecto de Elecciones Nacionales Comparadas (CNEP, Comparative National Elections Project). El CNEP reúne y permite analizar datos de ámbito individual, mediante la aplicación de encuestas de representación nacional, sobre los procesos de intermediación a través de los cuales los ciudadanos reciben información sobre políticas públicas, partidos políticos, candidatos y política en general durante el tiempo de campaña electoral, en democracias tanto viejas como nuevas.8

La utilidad del estudio CNEP reside no sólo en reunir datos provechosos sobre los elementos de anclaje electoral e intermediación política, también permite analizar el comportamiento electoral de los mismos individuos en dos puntos de tiempo distintos con lo cual se puede analizar el cambio de preferencias. De entre los varios países incorporados en el CNEP, en algunos se han realizado encuestas de tipo panel. Tal es el caso de los tres países seleccionados en el apartado anterior: España para las elecciones

8

La finalidad teórica del CNEP es revivir la perspectiva de investigación de la Escuela de Columbia establecida por Paul Lazarsfeld y sus colegas: el contexto social del comportamiento electoral. Los cuestionarios de la encuesta incluyen baterías de preguntas sobre los flujos de información durante la campaña electoral a través de tres ámbitos: las redes personales de discusión, los medios de comunicación y las asociaciones u organizaciones secundarias. El CNEP reúne información sobre elecciones nacionales en más de veinte diferentes sistemas políticos de cuatro continentes. La información sobre las características del proyecto, sus fases (las encuestas de España en 1993 y Uruguay en 1994 corresponde a la segunda fase y la de México en 2006 a la tercera), así como una liga a las bases de datos públicas se encuentra en: http://mershoncenter.osu.edu/expertise/institutions/cnep.htm

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generales de 1993, Uruguay para las elecciones nacionales de 1994 y México para las elecciones presidenciales de 2006.

En España la encuesta de CNEP levantó una muestra de 1,448 individuos, con una tasa de mortalidad de 5.11%. La encuesta pre-electoral se realizó entre el 1º y 21 de mayo de 1993, fecha en que empezó oficialmente la campaña. La encuesta poselectoral se realizó entre el 12 de junio (seis días después de la elección el 6 de junio) y el 30 de julio de ese año. En Uruguay la encuesta levantó la ola pre-electoral entre el 27 de octubre y el 11 de septiembre de 1994 a 1002 individuos; y la encuesta post-electoral se levantó entre el 12 de diciembre de 1994 y el 28 de febrero de 1995 a 712 (con tasa de mortalidad de 29%).9 En México, la encuesta panel se levantó, en primera ronda, a 2,104 individuos entre el 19 de junio y 1 de julio; y la segunda ronda re-entrevistó a 1,516 individuos entre el 19 de julio y 31 de agosto de 2006 —con una encuesta transversal adicional de 600 individuos.10 Una vez seleccionada la base de datos, detallo a continuación las variables que utilizaré en mi análisis.

Para construir la variable dependiente de este trabajo hice una clasificación de los individuos de acuerdo con la inestabilidad electoral o cambio de sus preferencias electorales durante la campaña. Dividí a los encuestados en dos grupos de acuerdo con los criterios siguientes: 

Estables: individuos que al inicio de la campaña y el día de la elección fueron consistentes en sus preferencias electorales, “Opción A” en el tiempo t y “Opción A” en el tiempo t+1.



Inestables: individuos que al inicio de la campaña tuvieron una preferencia electoral pero no fueron consistentes y votaron a una opción distinta, “Opción A” en el tiempo t y “Opción No-A” en el tiempo t+1.

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Una presentación breve de los resultados principales y las características metodológicas se encuentra en Mieres (1995). 10 La descripción de los principales resultados del estudio así como el reporte metodológico de la encuesta están reseñados en Fuentes y Moreno (2007).

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Como muestro en el Cuadro 2, España y Uruguay prueban la expectativa teórica de comportamiento electoral para un sistema de partidos institucionalizado: la mayoría de encuestados fueron individuos estables en sus preferencias (72% en ambos casos) y sólo poco menos de un tercio de ciudadanos cambiaron sus preferencias de voto (28% en ambos casos). Por su parte, el caso de México también se comporta de acuerdo a la expectativa teórica: aunque la mayoría de individuos (63%) fueron estables durante la campaña, más de un tercio (37%) no lo fueron. Así, México tuvo más inestabilidad electoral (casi diez puntos porcentuales más) que España y Uruguay.

[Cuadro 2]

Vemos así que en efecto los sistemas de partidos institucionalizados tienen un comportamiento electoral individual más estable que los menos institucionalizados. Cabe mencionar además que estudios posteriores ha corroborado este patrón para los mismos países en otras elecciones. España y Uruguay han probado ser firmes a lo largo del tiempo en su competencia partidista: durante otras campañas, más de 70% de individuos ha sido estables entre los españoles (Fernández-Albertos y Martínez 2010; Martínez 2005 y 2008) y más de 77% estables de uruguayos (De Armas 2005; De Armas y Cardarello 2010). En México, datos de otras encuestas panel muestran que el comportamiento electoral estable suele estar alrededor de solo 60% (Flores-Macías 2009; Maldonado 2012).

Para contrastar las hipótesis sobre el anclaje de voto he elaborado dos variables que diferencian entre tipo e intensidad de anclaje. En ambos casos utilicé una estrategia similar y simple: clasificar a los individuos de acuerdo a sus identidades políticas en correspondencia con la literatura previa sobre el comportamiento electoral en estos países. En el caso de España el principal elemento de anclaje electoral del sistema de partidos, como la mayoría de las democracias europeas (Freire 2006; Fuchs y Klingemann 1989; Inglehart y Klingemann 1976; Fleury y Lewis-Beck 1993; Knutsen 1995; Medina 21

2010; Thomassen 2005), es la ideología política o el auto-posicionamiento en la escala de izquierda y derecha (Gunther y Montero 2001; Sani y Montero 1986; Torcal y Medina 2002; Torcal, Montero y Lago 2007; Torcal 2011).11 De hecho, para varios autores, las elecciones de 1993 inauguraron un tercer periodo electoral de la democracia española que se caracteriza por el fuerte anclaje de la dimensión ideológica en la explicación del comportamiento electoral (Gunther et al. 2004; Montero 1998; Torcal y Medina 2002 y 2007). En el caso de Uruguay también utilizo la ideología política de la escala izquierdaderecha, pues varios autores ha probado que es el principal elemento organizador y explicativo del comportamiento político uruguayo en las últimas décadas (Buquet en este volumen; Buquet y De Armas 2004; De Armas y Cardarello 2010; Flores y Selios 2011; Moreira 2010). Por cierto, Uruguay se destaca de la gran mayoría de las otras democracias en América Latina por no solo por ser el país donde más individuos se ubican en el eje ideológico (Canzani 2010; Kitschelt et al. 2010) también porque es de las pocas democracias en la región que estructuran con bastante eficiencia la competencia política dentro del eje izquierda-derecha (Alcántara y Luna 2004; Flores y Selios 2011; Luna 2007; Moreira 2005). Finalmente para el caso de México, la literatura ha sido consistente en mostrar que la identificación partidista (definida en Budge et al. 1976; Campbell, et al., 1960; Downs 1957; Green et al. 2002) es el principal elemento de anclaje electoral del sistema de partidos, pues es una variable que no sólo explica con bastante precisión las preferencias electorales, también es el factor más estable e influyente del comportamiento político y la opinión pública de los mexicanos (Guardado 2009; Moreno 2003 y 2009a; Moreno y Méndez 2007).

Con base en lo anterior, para construir la variable de tipo de anclaje he clasificado a los entrevistados de acuerdo con dos elementos: por un lado, la identificación o auto-

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Como señalan Gunther y Montero (2005: 146), “la dimensión izquierda-derecha funciona como un repositorio de la memoria histórica de los conflictos partidistas pasados, encapsulando una identificación rudimentaria pero efectiva con los principales partidos y sirviendo como una herramienta de anclaje en ausencia de una fuerte identificación sicológica con los partidos o la institucionalización de intereses sociales organizados”.

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posicionamiento político de los individuos en el principal elemento de anclaje electoral –la ideología política en España y Uruguay; la identificación partidista en México— y, por el otro, su preferencia electoral en la primera ola de la encuesta panel. Esto me permitió dividir a los individuos en tres grupos de acuerdo al tipo de anclaje: 

Anclaje correcto: individuos que al inicio de la campaña prefirieron a un candidato o partido que coincidía con la identidad política correspondiente a esa opción partidista de acuerdo con la literatura previa.



Anclaje incorrecto: individuos que al inicio de la campaña prefirieron a un candidato o partido que no coincidía con la identidad política correspondiente a esa opción partidista de acuerdo con la literatura previa.



No anclaje: individuos que al inicio de la campaña no manifestaron tener identidad política correspondiente a las opciones partidistas.

Una vez hecho el ejercicio de clasificación de los entrevistados para España,12 Uruguay13 y México,14 en el Cuadro 3 presento los resultados. En los casos español y uruguayo, aunque

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En el caso de España, siguiendo una estrategia similar realizada por Torcal (2010), he clasificado como individuos en anclaje correcto aquellos que preferían al PSOE y se ubicaron en las posiciones 1, 2, 3 y 4 de la escala ideológica; quienes preferían al PP y se ubicaron en las posiciones 5, 6, 7 y 8 en ideología; quienes preferían a IU y se ubicaron en las posiciones 1, 2 y 3 en ideología; quienes preferían a CDS y se ubicaron en las posiciones 4, 5 y 6 de la escala; quienes prefirieron Herri Batasuna (HB) y se ubicaron en las posiciones 1 y 2 en ideología; quienes preferían a Convergencia i Unió (CiU) y se ubicaron en las posiciones 6, 7 y 8 en la escala ideológica; quienes preferían al Partido Nacionalista Vasco (PNV) y se ubicaron en las posiciones 1 y 2 de la escala; quienes prefirieron a Esquerra Republicana de Cataluyna (ERC) y se ubicaron en las posiciones 2, 3 y 4 de la escala; y a quienes prefirieron a los Verdes y se ubicaron en las posiciones 4 y 5 de la escala ideológica. Todos aquellos individuos que sí mostraron preferencia por algún partido político, pero no se ubicaron en las posiciones antes señaladas fueron clasificados en la posición de anclaje incorrecto. En este mismo grupo incluí a quienes dijeron que votarían en blanco o no sabían si votarían. Finalmente clasifiqué en la posición de no anclaje a quienes no se ubicaron en posición alguna en la escala ideológica. 13 Para Uruguay he clasificado como individuos en anclaje correcto aquellos que preferían al PC y se ubicaron en las posiciones 7, 8, 9 y 10 de la escala ideológica; quienes preferían al PN y se ubicaron en las posiciones 6, 7, 8, 9 y 10 de la escala; quienes preferían al FA/EP y se ubicaron en las posiciones 1, 2, 3 y 4 en ideología; quienes preferían al partido Nuevo Espacio (NE) y se ubicaron en las posiciones 3, 4, 5 y 6 de la escala; quienes preferían al Partido Azul (PA) y se ubicaron en las posiciones 4, 5 y 6 de la escala, y quienes prefirieron al Partido Verde (PV) y se ubicaron en las posiciones 4, 5 y 6 en la escala. Todos aquellos individuos que sí mostraron preferencia por algún partido político, pero no se ubicaron en las posiciones señaladas antes los clasifiqué en la posición de anclaje incorrecto. En ese misma clasificación coloqué a los individuos que dijeron votarían en blanco o no sabían por quien votarían.

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la muestra está bastante dividida, poco más de la mitad tuvieron una posición correcta en el anclaje de voto al inicio de la campaña electoral (51.6% de españoles y 56.8% de uruguayos) y un porcentaje un poco menor (48.3% y 43.2%, respectivamente) se anclaron incorrectamente. Como era previsible para un sistema bien institucionalizado de partidos, una proporción muy pequeña de individuos no tuvo ningún tipo de anclaje, y los excluyo del análisis. En cambio, de acuerdo con la expectativa teórica señalada en el primer apartado de este capítulo de un sistema de partidos menos institucionalizado, en México no solo hay un porcentaje menor de anclados correctamente (40.9%), existe una mayoría de ciudadanos no tuvo ningún tipo de anclaje electoral (46.9%). Entre quienes sí anclaron su preferencia sólo pocos lo hicieron de manera incorrecta (12.7%). Así, se prueba que en sistemas de partidos institucionalizados hay más individuos anclados correctamente, mientras que en el sistema menos institucionalizado no sólo el anclaje correcto es relativamente menor, hay un porcentaje importante de individuos que no anclan su preferencia partidista.

[Cuadro 3]

Para la variable de intensidad de anclaje he realizado también una estrategia de clasificación simple, pero ahora utilizado las dos variables de identidad política antes señaladas. Si bien ya señalé que la ideología política explica con certidumbre los comportamientos electorales español y uruguayo, también es cierto que la identificación o cercanía con los partidos políticos —aunque menor— tiene poder predictivo en España y Uruguay. En el primero caso, se ha demostrado que la identificación partidista, aunque controvertida (Budge et al. 1976) es también importante como en otras democracias 14

En México, he clasificado como individuos en posición de anclaje correcto aquellos que preferían a Felipe Calderón del PAN y se identificaron como muy o algo panistas; a quienes prefirieron a Roberto Madrazo del PRI y se identificaron como muy o algo priistas; y a quienes prefirieron a Andrés Manuel López Obrador del PRD y se identificaron como muy o algo perredistas. Aquellos individuos que prefirieron alguno de los candidatos presidenciales pero no coincidió el partido del candidato con su identificación partidista manifestada los clasifiqué en la posición de anclaje incorrecto. En este mismo grupo incluí a quienes dijeron que votarían por un candidato diferente a los tres principales o no votarían. Finalmente clasifiqué en la posición de no anclaje a quienes manifestaron no sentir identificación con ningún partido político.

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europeas (Barnes et al. 1979; Dalton 2008; Rico 2010; Thomassen 2005). En el segundo caso, varios estudios ha mostrado que los partidos políticos son los actores políticos uruguayos más relevantes y estables, por lo que han generado identidades cercanas con la sociedad (Alcántara y Luna 2004; Buquet 2005; Chasquetti y Buquet 2004; De Armas 2005; Flores y Selios 2011). En el caso de México, en 2006, la identificación partidista se mantuvo como uno de los factores más importantes para explicar el voto. Sin embargo, con un PAN de nuevo triunfador (ganador de dos elecciones presidenciales consecutivas), el crecimiento del PRD y la caída del PRI, el partidismo decreció —no obstante, no se puede concluir si fue consecuencia de desalineación o realineación (Moreno 2009; Moreno y Méndez 2007). Por otra parte, la ideología política se manifestó como una variable discriminante entre un buen número de electores, enmarcando la competencia entre izquierda y derecha (McCann 2009; Moreno 2007) —aunque no con la misma magnitud que hubo entre las élites políticas (Bruhn y Greene 2009). A partir de esto, he clasificado a los individuos en tres categoría de acuerdo con los criterios siguientes: 

Anclaje fuerte: individuos que declararon sentirse identificados o cercanos a algún partido político y también se ubicaron en la escala ideológica de izquierda y derecha.



Anclaje débil: individuos que declararon sentirse identificados o cercanos a algún partido político o se ubicaron en la escala ideológica de izquierda y derecha, pero no en ambas.



No anclaje: individuos que declararon no sentirse identificados o cercanos a ningún partido político ni se ubicaron en la escala ideológica de izquierda y derecha.

De acuerdo con esta clasificación, véase el Cuadro 4, Uruguay tiene el mayor porcentaje de individuos con anclaje fuerte (60.5%), seguido por España donde la mitad de la muestra fue clasificada también con anclaje electoral fuerte (50.1%). En estos dos países una proporción muy pequeña no tuvo ningún anclaje (en ambos casos cercanos a 5%). Sin embargo, en México solo 20.5% tuvo una intensidad fuerte de anclaje; en cambio la proporción mayor de individuos fue ubicada en el nivel de anclaje débil (45% de los 25

mexicanos tienen sólo identificación partidista o ideología política) y una importante tercera parte (34%) no tiene anclaje alguno.

[Cuadro 4]

España y Uruguay, en correspondencia con los datos del apartado anterior, son dos democracias con sistemas de partidos institucionalizados que muestran un comportamiento político de firmes raíces partidistas en la sociedad: una proporción mayoritaria de ciudadanos tuvieron un anclaje correcto y también fuerte, con prácticamente nada de falta de elementos de anclaje. En cambio, también como era previsible desde el apartado anterior, México presenta el comportamiento de un sistema de partidos de institucionalización baja, con raíces partidistas más endebles en la sociedad: una gran proporción no presentó elementos de anclaje, y entre quienes sí lo tienen este es débil y en menor proporción clasificado correctamente. Luego entonces, cabe preguntarse: ¿la poca inestabilidad electoral de los países institucionalizados está relacionada con estos elementos de más y mejor anclaje electoral? ¿La mayor inestabilidad electoral del sistema menos institucionalizado es consecuencia de un anclaje menos eficiente? Y además, ¿condicionan estos elementos de anclaje electoral el efecto estabilizador o desestabilizador de los mecanismos de intermediación política y de opiniones de corto plazo?

Para responder a estas preguntas, he desarrollado un modelo para cada país incluyendo, además de las variables de tipo e intensidad del anclaje, una serie de variables que, como ya lo adelanté en el apartado teórico, son importantes en la explicación de la inestabilidad de preferencias electorales. En primer lugar, si bien es cierto que la información transmitida por intermediarios debería ayudar al anclaje y la estabilidad de las preferencias electorales (Zuckerman et al. 1998), de acuerdo con la expectativa teórica los individuos que enfrentan un grado mayor de desacuerdo partidista con sus intermediarios o fuentes de información política tienen una probabilidad más alta de cambiar de 26

preferencias (Baker et al. 2006; Beck 2002; Berelson et al. 1954; Lazarsfeld et al. 1944; Pattie y Johnston 2001; Schmitt-Beck 2003). Con base en esto, he construido algunas variables que miden tanto la pluralidad o cantidad de intermediarios como el grado de heterogeneidad de la información proveniente de estos intermediarios durante la campaña electoral, centrándome en las conversaciones con interlocutores personales y los medios masivos de comunicación.

Para las variables de cantidad o pluralidad de intermediarios he utilizado las preguntas incluidas en el cuestionario del CNEP sobre conversaciones políticas y medios de comunicación a los cuales podría estar expuesto un individuo durante la campaña electoral. En el caso de las conversaciones el cuestionario permite conocer información sobre la pareja del encuestado y hasta otros dos interlocutores informales; para los medios de comunicación es posible obtener información sobre dos estaciones de radio, dos periódicos y dos canales de televisión. Primero elaboré variables categóricas de cada intermediario, donde 0 significa que nunca estuvo expuesto o en contacto con ese intermedio y 1 significa que conversó u obtuvo información de ese intermediario al menos una vez por semana. Luego, sumé para cada tipo de intermediarios estas respuestas y obtuve un indicador de la cantidad de exposición del individuo a la información política, dándome un indicador de pluralidad de interlocutores (que va de 0 a 3) y pluralidad de medios masivos de comunicación (que va de 0 a 6).15

Para las variables de heterogeneidad utilicé las preguntas sobre la percepción y atribución que hacen los entrevistados de las preferencias o sesgos electorales en la información transmitida por estos intermediarios. Al igual que con las variables de pluralidad, los cuestionarios permiten conocer los sesgos de hasta tres interlocutores con quienes tuvieron conversaciones sobre la campaña política y los sesgos electorales percibidos en los seis medios de comunicación. Con esta información he creado una variable dicotómica 15

En el caso de España, el cuestionario daba la posibilidad de registrar incluso una tercera cadena de televisión por lo que el valor máximo de esta variable es 7.

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para cada uno de los intermediarios que me permitió identificar si los sesgos partidas de éstos fueron distintos o no a las preferencias del entrevistado (0=preferencia política similar; 1=preferencia política distinta). Después, sumé los resultados de las variable categóricas en un indicador del grado de heterogeneidad de la información para cada tipo de intermediario —interlocutores personales y medios de comunicación masivos. Este indicador va de 0 (donde no se tuvo ningún intermediario distinto) a 3 o 6, respectivamente (donde todos los posibles intermediarios tuvieron preferencias diferentes); es decir desde un grado nulo de heterogeneidad de la información política hasta un grado algo de heterogeneidad.

En segundo lugar, también como anoté en el apartado teórico, la inestabilidad electoral está determinada por cambios en la opinión pública de temas de corto plazo, en particular aquella sobre los líderes o candidatos de la campaña electoral (Hillygus y Jackman 2003). En general, la expectativa es que el cambio en la percepción sobre los candidatos aumente la probabilidad de inestabilidad de las preferencias electorales. Cabe decir que estudios previos han mostrado que este fue el caso de Felipe González en España (Barreiro y Sánchez-Cuenca 1998; Martínez 2008) y de Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador en México (Greene 2009). Además, como mencioné antes, el grado de institucionalización del sistema de partidos deberá ser importante, en tanto los elementos de anclaje electoral condicionarán el efecto de los cambios en la opinión de los líderes.

En ese sentido, utilizando las preguntas disponibles en el cuestionario CNEP sobre los sentimientos favorables o desfavorables de los encuestados hacia los líderes políticos y candidatos del país —una escala de calificación de 0 a 10—, elaboré para cada país las variables que miden el cambio, en términos absolutos, entre la encuesta pre-electoral y la poselectoral de las opiniones sobre los dos principales candidatos. Con esto he obtenido dos nuevas variables: el cambio de opinión sobre al candidato ganador y sobre el

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candidato competidor principal, quien quedó en segundo lugar.16 Estas variables van de 0, donde no ocurrió cambio alguno, hasta 10 donde el individuo cambió por completo su opinión de muy favorable a muy desfavorable o viceversa. Igualmente, he elaborado una variable que mide el cambio, también en términos absolutos, en la posición ideológica de los individuos en la escala izquierda-derecha durante la campaña electoral. Esto me permitirá estimar si el cambio en la ideología, como un cambio de corto plazo también, aunque en un elemento de anclaje, explica la inestabilidad electoral. Este variable va de 0, donde el individuo no cambión su auto-ubicación entre las encuestas pre y post-electoral, hasta 9 donde pasó de la extrema izquierda a la extrema derecha o viceversa.17

Además, para todos los modelos he incorporado algunas variables de control para estimar mejor los efectos de las variables antes reseñadas. En primer lugar, hay evidencia de que la inestabilidad electoral está relacionada con el grado de conocimientos políticos de los individuos. Sobre esta aseveración hay dos versiones. Algunos sostienen que el bajo nivel de conocimiento político implica que un individuo no cuenta con recursos cognitivos suficientes para defender una posición original y está abierto a la persuasión (Bartels 1996; Ferejohn 1990; Lau y Redlawsk 2001; Lupia y McCubbins 1998; Sniderman et al. 1991). Se establece entonces un efecto lineal: los individuos con niveles más bajos de conocimiento político son los electores más inestables o volátiles (Campbell et al. 1960; Lazarsfeld et al. 1944; Popkin 1991). Otra posición arguye que la relación no es lineal, sino curvilínea, pues los votantes con niveles intermedios de conocimientos políticos respecto 16

He decidido medir solo el cambio de los dos principales candidatos, el ganador y el competidor, pues en las tres elecciones estudiadas el grado de competitividad entre estos fue muy elevado, dejando casi fuera de la competencia al candidato ubicado en tercer sitio. En el caso de España generé las variables de cambio de opiniones sobre Felipe González del PSOE y José María Aznar del PP. En el caso de Uruguay utilicé los cambios de opiniones sobre Julio María Sanguinetti del PC y Tabaré Vázquez del FA/EP (si bien en este país el resultado fue relativamente similar de los tres partidos políticos, lo cierto es que los candidatos más votados fueron estos dos). Y en el caso de México establecí los cambios de opinión sobre Felipe Calderón del PAN y Andrés Manuel López Obrador del PRD. 17 Es necesario mencionar que en el caso de México esta variable es operacionalizada de otra manera, pues no utilizo el cambio en la posición dentro de la escala izquierda-derecha, sino los movimientos de ubicarse o no en la escala y de no ubicarse y haberse mantenido en la escala. Esto es así, pues como ya reseñé antes muy pocos individuos se ubican en esa escala en México, lo cual me dejaría con una muestra muy pequeña (solo 30%), y esto me permite estudiar un cambio más importante entre estar o no anclado en ideología.

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de la población, no los altos o bajos, son los más susceptibles de cambio. La persuasión ocurre entre individuos con un nivel medio de sofisticación política pues tienen los elementos necesarios para hacerse de información, pero no los suficientes para rebatirla (Converse 1964 y 2000 y, principalmente, Zaller 1992).

Para el conocimiento político, uso las preguntas del cuestionario del CNEP de conocimiento factual de los entrevistados sobre determinados personajes e instituciones políticas. He construido dos variables, de acuerdo con los argumentos presentados en el párrafo anterior. Por un lado, he sumado las respuestas correctas para generar un indicador sobre el conocimiento político individual. Esta variable me permitirá estimar el efecto lineal del conocimiento en el cambio de preferencias durante la campaña. Por el otro lado, considerando que el efecto depende no del conocimiento fáctico individual, sino del conocimiento de cada individuo respecto al de los demás, he creado una variable que mide la distancia del conocimiento político —la propuesta de Zaller, replanteada por Martínez (2008)— de cada individuo respecto a la media del país: quienes se alejan más, porque tienen más o tienen menos conocimientos, tendrán un valor más alto.

Además, he incluido el grado individual de volatilidad entre elecciones o de fidelidad del voto, pues si una persona ha cambiado ya sus preferencias en esta elección respecto a las elecciones anteriores es más probable que vuelva a cambiar durante la campaña. Para ello utilizo las preferencias de voto al inicio de campaña y el recuerdo de voto en las elecciones anteriores. Con ambas, genero una nueva variable dicotómica donde 0 significa que el individuo no pretendía votar por el mismo que partido que en la elección anterior y 1 donde sí votaría al mismo partido.

Las últimas variables de control corresponden a ciertas características individuales que desde la propuesta de Lazarsfeld y la escuela de Columbia fueron señalas como posibles condicionantes del cambio electoral durante campañas. Ya antes se ha mostrado que la edad, la educación y el interés subjetivo en la política determinan los efectos de la 30

campaña: cuanto más joven, menos educado y menos interesado políticamente esté el individuo, será mayor la probabilidad de transformar sus preferencias electorales durante la campaña (Berelson et al. 1954; Campbell 1960; Finkel 1993; Lazarsfeld et al. 1944; Martínez 2008).

[Cuadros 5, 6 y 7]

Los estadísticos descriptivos de cada una de estas variables para los tres países están detallados en los Cuadros 5, 6 y 7. Como se observa, hay algunas diferencias entre ellos en algunas de las variables independientes importantes.18 En primer lugar, aunque el grado de pluralidad de interlocutores personales es menor en México, el grado de heterogeneidad de estos interlocutores es mayor en este país que en España y Uruguay (es decir que los mexicanos estuvieron expuestos a información más divergente). Luego, Uruguay tiene un grado muy alto de exposición a medios masivos de comunicación, pero España tiene el grado más alto de heterogeneidad con medios masivos y México el más bajo, casi nulo. Cabe reparar también en que la fidelidad del voto, como es previsible, es mucho mayor en España y Uruguay que en México (62% y 70% vs. 29%), lo cual significa que —con base en lo reportado por los encuestados— mientras más de dos tercios de españoles y uruguayos mantuvieron la misma preferencia electoral entre esa elección y la anterior, sólo un tercio de los mexicanos declararon tener la misma preferencia en las dos últimas elecciones presidenciales. Otra diferencia reportada por estos datos es que los mexicanos en general tuvieron de media más cambios en sus opiniones respecto a los dos candidatos importantes que los españoles y uruguayos.

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Cabe decir que en el caso de España sólo tres asociaciones tuvieron una correlación mayor a 0.30: entre conocimiento lineal y curvilíneo (Zaller) fue de 0.39; entre conocimiento lineal y nivel educativo fue 0.32, y entre nivel educativo y edad fue de -0.41. En Uruguay solo hubo dos correlaciones mayores a 0.30: entre conocimientos lineal y curvilíneo fue de 0.56; y entre interés político y conocimiento lineal fue de 0.30 En el caso de México ninguna de estas variables tuvo una correlación significativa mayor a 0.30.

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4. RESULTADOS

Con el fin de poner a prueba empírica las expectativas teóricas anotadas al principio del capítulo, he decidido seguir una estrategia en dos etapas. En la primera comparo los resultados del modelo general en los tres países, esperando encontrar que si mi argumento es correcto aquellos individuos anclados correctamente y aquellos con mayor intensidad de anclaje electoral deberán tener menos probabilidad de ser inestables en sus preferencias electorales. También, habré de encontrar que la heterogeneidad en los mecanismos de intermediación y los cambios de opinión sobre los candidatos y la ideología tengan un efecto positivo en la inestabilidad electoral. En la segunda etapa haré una comparación de los resultados de los tres países, pero en dos sub-muestras: una de los individuos con anclaje débil y otra de individuos con anclaje fuerte, así podré corroborar si la intensidad del anclaje condiciona la efectividad de la intermediación y la opinión de candidatos. En caso de tener razón, debería observar dos resultados: por un lado, que el efecto de la heterogeneidad de intermediarios políticos es más significativo en la sub-muestra de anclaje débil que en la de anclaje fuerte y que el efecto es mayor en el sistema menos institucionalizado; por el otro, que el efecto del cambio de opinión sobre los candidatos es más significativo en la sub-muestra de anclaje fuerte que en la anclaje débil, y que el efecto es mayor en el sistema más institucionalizado. Dado utilizo una regresión logística binomial, muestro no solo la dirección y significación estadística de los coeficientes, también la probabilidad predicha de cada variable entre de cambiar su valor del mínimo al máximo.

En el Cuadro 8 se observa que en los tres casos analizados la expectativa teórica se prueba: las variables de tipo de anclaje y de intensidad de anclaje tienen el efecto esperado. Por un lado, haber adoptado una posición correcta de anclaje electoral disminuye en los tres países la probabilidad de que los individuos cambien de preferencias partidistas durante la campaña electoral. En el caso particular de México, donde un gran porcentaje de individuos no tenía ningún tipo de anclaje, establecí en el modelo una 32

estimación entre no anclados y aquellos con anclaje incorrecto, y el resultado no es significativo. Es decir, que no hay efecto en la inestabilidad si los ciudadanos están anclados incorrectamente o si no tiene anclaje alguno. Dicho de otra manera, lo único que disminuye la inestabilidad es el anclaje correcto de las preferencias electorales.

Por otro lado, la intensidad de los elementos de anclaje también tiene un efecto en la inestabilidad de preferencias partidistas, aunque igual no en todos los casos. En España y Uruguay, los ciudadanos con más fuerza en su anclaje electoral, al tener ideología política e identificarse con algún partido político, fueron menos probables de cambiar de opción partidista en la elección. Sin embargo, en México ocurrió lo contrario: la intensidad del anclaje tuvo un efecto positivo en la inestabilidad electoral. En otras palabras, resulta sorpresivo que en el sistema con un sistema de partidos menos institucionalizado aquellos individuos con más elementos de anclaje fueran más propensos a cambiar de opción partidista.

[Cuadro 8]

Para hacer más claros los resultados de los modelos de regresión he puesto en gráficos las probabilidades predichas de “inestabilidad frente a estabilidad” para las variables relevantes del argumento: tipo e intensidad del anclaje. He hecho algunas simulaciones de cambios en probabilidades predichas para un ciudadano similar en ambos países: un individuo de 42 años, con un nivel secundario de educación, que no cambió de preferencia respecto a la elección anterior (fue fiel electoralmente) y ubicado en el promedio de las demás variables.

Como se ve en el Gráfico 4, en España y México hay mucha diferencia entre estar anclado correcta o incorrectamente—las diferencias entre ambas posiciones son de casi 40 puntos de probabilidad. Por ejemplo, un individuo en ambos países con intensidad de anclaje fuerte y anclado correctamente tuvo una probabilidad de cambio de menos de 1 punto 33

porcentual (0.08), pero si estuviera anclado incorrectamente la probabilidad de cambio sería de 0.45 por en España y de 0.41 en México. En Uruguay, al contrario, no hay mucha diferencia por el tipo de anclaje, sino por su intensidad: dos individuos con un anclaje incorrecto, si uno no tuviera anclaje alguno y otro tuviera un anclaje fuerte la probabilidad de cambio disminuiría en 50 puntos; en cambio si los dos tuvieran anclaje fuerte, la diferencia entre uno anclado correctamente u otro incorrectamente sería de sólo 13 puntos. De nuevo en este gráfico, el resultado de México es contrario al esperado: cuanto mayor es la intensidad de anclaje, mayor es la probabilidad de inestabilidad electoral.

[Gráfico 4]

En las otras variables también hay resultados que debo mencionar. Respecto a los mecanismos de intermediación política, primero, los resultados del Cuadro 8 muestran que ni la pluralidad de interlocutores personales ni de medios masivos de comunicación tuvieron un efecto en la inestabilidad: estar expuestos a más información no hizo a los individuos más proclives al cambio. Segundo, la heterogeneidad de información recibida mediante las conversaciones políticas sí tuvo el efecto positivo esperado en el caso del sistema menos institucionalizado: sólo en México un mayor grado de desacuerdo con los interlocutores personales aumentó la probabilidad de que los ciudadanos cambiaran de preferencia. Sin embargo, el resultado de la heterogeneidad de medios de comunicación en España es sorpresivo: es el único país donde los individuos expuestos a más información heterogénea transmitida por radio, periódico y televisión sí cambiaron de preferencia durante la contienda. Esto quizá sea razonable tomando en cuenta no sólo la novedosa importancia de los medios de comunicación en la campaña de 1993, también el “pluralismo polarizado” que caracteriza al sistema mediático español (Hallin y Mancini 2007). Además de lo anterior, es necesario reparar en el hecho de que, si se ven los resultados de las probabilidades predichas, la variable aparentemente más importante en estos dos países para explicar la inestabilidad electoral es precisamente la heterogeneidad 34

de las conversaciones políticas, en México, y la heterogeneidad de los medios masivos, en España.

Se observa en el mismo cuadro que, como se esperaba, los cambios en la valoración de los principales candidatos también tuvieron un efecto positivo en la inestabilidad electoral, aunque no fue significativo para todos los casos igual: en España y México sólo fue significativo el cambio en la opinión del candidato ganador (Felipe González y Felipe Calderón, respectivamente), mientras en Uruguay solo fue importante el cambio en la valoración sobre el candidato competidor (Tabaré Vázquez). También se observa que el cambio en la posición ideológica impulsó la inestabilidad electoral, especialmente en Uruguay donde fue la variable con la probabilidad más alta en la explicación del cambio electoral. En el caso de México, donde utilicé una variable diferente, resultó que el mantenimiento de la posición ideológica disminuyó la probabilidad de inestabilidad. Finalmente, otra variable muy importante fue la fidelidad del voto: en todos los casos, como era previsible, aquellos individuos que decían que votarían al mismo partido político por quien habían votado en la elección anterior, fueron menos propensos a cambiar su preferencia electoral durante la campaña.19

Como señalé al inicio de este apartado, para entender mejor las condiciones en cuáles ocurre la inestabilidad electoral de acuerdo al grado de anclaje de los partidos en la sociedad, he desarrollado modelos similares aunque para grupos distintos de individuos. He analizado el mismo modelo, primero para aquellos individuos con anclaje débil y después para los individuos con anclaje fuerte. El Cuadro 9 muestra los resultados del anclaje débil. Es posible observar que los resultados son distintos a los anteriores: por un lado, las variables de heterogeneidad con intermediarios políticos se mantienen estadísticamente significativas; por el otro, las variables de cambios en la opinión de candidatos e ideología dejan de serlo, salvo en México. Llama la atención que incluso en 19

Finalmente, llama la atención que ninguna de las otras variables de control (conocimiento político, edad, nivel educativo, interés político) fue significativa.

35

Uruguay las diferencias entre el tipo de anclaje dejan de ser significativas entre los individuos con anclaje fuerte —en este país la inestabilidad electoral de los anclados débil está explicada solo por la fidelidad de los electores.

[Cuadro 9]

Por su parte, en el Cuadro 10 muestro los resultados para los individuos con anclaje fuerte. De nuevo los resultados son distintos, como se esperaba. Primero, el tipo de anclaje se vuelve importante para los sistemas de partidos más institucionalizados (España y Uruguay) y deja de ser significativo en el sistema menos institucionalizado (México). En España de hecho estar anclado correctamente es la variable que disminuye más la probabilidad de inestabilidad electoral. Segundo, los intermediarios políticos, aunque aun significativos, parecen tener un efecto menor que en la sub-muestra anterior —aunque llama la atención que la variable de pluralidad de interlocutores personales se vuelve significativa en España y con signo negativo. Tercero, entre los individuos con anclaje fuerte, las variables de cambio en la opinión de candidatos e ideológicos son particularmente relevantes. Los cambios en la valoración se vuelven significativos del candidato ganador en España y México y del candidato competidor en Uruguay, como ya había ocurrido en los primeros resultados. Los cambios en la posición ideológica vuelven a ser significativos para España y Uruguay, y en éste último resulta ser la variable con el mayor efecto en la probabilidad de inestabilidad electoral.

[Cuadro 10]

Finalmente, elaboré un modelo solo para los individuos que no tuvieron ningún anclaje en México, pues como mencioné antes estos son un tercio de la muestra. Se observa en los resultados del Cuadro 11 que entre estos individuos el efecto de los intermediarios políticos es decisiva: la heterogeneidad con interlocutores personales es la variable que aumenta más la inestabilidad electoral. Curiosamente, a diferencia de los modelos 36

anteriores, se vuelven significativos la heterogeneidad con medios masivos y el cambio de opinión del candidato competidor. Así, entre los mexicanos sin anclaje electoral alguno, cuanta más heterogeneidad en las conversaciones políticas y más cambios en la valoración de López Obrador y en la posición ideológica, es más probable que hayan modificado su preferencia política, aunque estar expuestos a más medios de comunicación con información divergente reducía esa probabilidad.

[Cuadro 11]

Así, las otras expectativas teóricas también se cumplen: mientras los mecanismos de intermediación parecen tener más efecto en la inestabilidad electoral de los individuos con anclaje débil (o sin anclaje, según sea el caso), los elementos de corto plazo tienen más efecto en la inestabilidad de los individuos con anclaje fuerte. Sin embargo, para hacer más evidentes estos resultados he vuelto a poner en gráficos algunas simulaciones de probabilidades predichas de “inestabilidad frente a estabilidad” comparando los resultados entre las sub-muestras de individuos con anclaje débil y anclaje fuerte para estas variables: heterogeneidad con interlocutores y con medios y cambios en la opinión de candidatos ganador y competidor.

Como se observa en los Gráficos 5, el efecto del grado de heterogeneidad en las conversaciones políticas es distinto entre los tres países. En España estas conversaciones políticas no tienen efecto en la probabilidad de inestabilidad. En Uruguay sí parece haber cierto efecto, en especial entre aquellos con anclaje débil —aunque sabemos que no es significativo. Y en México el efecto de la heterogeneidad con interlocutores personales parece ser muy importante, en particular para los individuos con anclaje débil y sin anclaje. La diferencia de probabilidad de inestabilidad electoral entre un mexicano anclado débilmente sin interlocutores personales en desacuerdo y otro mexicano con tres interlocutores en desacuerdo aumenta en más de 44 puntos, algo que no ocurre en ninguno de los otros países. 37

[Gráficos 5.A, 5.B y 5.C]

En el caso de la heterogeneidad de información con los medios masivos de comunicación, en los Gráficos 6 se hace evidente la excepcionalidad de España. Este grado de heterogeneidad con medios tiene un gran efecto en la inestabilidad electoral, de forma contundente entre los individuos con anclaje débil. Un español que se enfrentó a información divergente en sus seis intermediarios de medios tuvo hasta 93 por cierto de probabilidad de cambiar su preferencia electoral —incluso aunque hubiera tenido solo dos intermediarios en desacuerdo su probabilidad de cambio era de 0.54. Es interesante que este fenómeno no ocurre en los otros países: en Uruguay (sólo entre individuos de anclaje débil) y México el efecto de la heterogeneidad de información en los medios de comunicación tuvo un efecto negativo: a mayor número de intermediarios en desacuerdo más disminuye la probabilidad de inestabilidad electoral, y en el caso especial de los mexicanos este efecto ocurre un poco prescindiendo de la intensidad del anclaje electoral. Así, mientras en España los medios de comunicación precipitan la inestabilidad electoral, en México y Uruguay la moderan.

[Gráficos 6.A, 6.B y 6.C]

Finalmente, en los Gráficos 7 se puede observar que hay diferencias en la probabilidad de inestabilidad dependiendo del país y la intensidad del anclaje electoral. En España, con anclaje débil el efecto de cambio en la opinión de los candidatos es más alto que entre aquellos con anclaje fuerte. Sin embargo, entre los individuos con anclaje fuerte es más potente el efecto de cambio de opinión de Felipe González. En Uruguay, como se puede observar, el efecto de cambio en la opinión de ambos candidatos entre los individuos con anclaje débil es muy reducido; en cambio, entre los individuos con anclaje fuerte el efecto de cambio de opinión tiene mayor magnitud, en especial los cambios de opinión sobre Tabaré Vázquez. En México, al contrario que lo países anteriores, no parece haber mucha 38

diferencia en la probabilidad de inestabilidad por intensidad en el anclaje electoral; más bien, los cambios en la opinión sobre Felipe Calderón fueron más importantes para que los individuos modificaran su preferencia electoral, sin importar si estaban débil o fuertemente anclados.

[Gráficos 7.A, 7.B y 7.C]

Así, estos resultados muestran que la expectativa de que la intensidad del anclaje electoral condiciona el efecto de la intermediación política y los cambios en los elementos de corto plaza en la inestabilidad electoral es correcta. Por un lado, el efecto de la heterogeneidad de la información transmitida por intermediarios es más sustancial entre aquellos individuos con anclaje débil que aquellos con anclaje fuerte, y este efecto es más potente en el sistema de partidos menos institucionalizado. Por otro lado, el efecto del cambio en ideología y en la opinión sobre los candidatos es más intenso en individuos con anclaje fuerte que en individuos con anclaje débil, y esta diferencia es relevante sólo en los sistemas de partidos más institucionalizados.

CONCLUSIONES

Como se dijo al principio, la inestabilidad electoral de las preferencias ciudadanas está fundada la efectividad de los elementos de anclaje del voto. La explicación de esa inestabilidad está bastante acreditada: el cambio de las preferencias electorales durante la campaña ocurre principalmente entre ciudadanos que tienen una posición equivocada de anclaje electoral y/o tienen un anclaje más débil. Esta conclusión está bien fundada en la estabilidad de la competencia partidista, la fuerte vinculación programática e ideológica entre partidos y sociedad y la eficiencia de los mecanismos de intermediación de información política, todo lo cual provee a los ciudadanos con piezas de información útiles para tomar sus decisiones políticas y juzgar el desempeño de sus representantes. 39

Aunque esta conclusión puede probarse en cualquier sistema de partidos, la magnitud de la inestabilidad electoral depende del grado de institucionalización. Primero, los sistemas menos institucionalizados tienen un porcentaje mayor de individuos que no fueron consistentes o estables en sus preferencias partidistas. Segundo, también estos sistemas menos institucionalizados tiene elementos de anclaje menos efectivos: hay menos individuos anclados correctamente y tienen una intensidad débil o nulo anclaje. Dicho en otras palabras, la comparativa baja inestabilidad de los sistemas más institucionalizados se debe a que sus ciudadanos están mejor anclados y su anclaje es más fuerte. Así, las raíces que los partidos políticos tienen en la sociedad, ya sea mediante la identificación ideológica o partidista de los ciudadanos, evita la volatilidad de las preferencias electoral y estabilizan la competencia partidista.

Sin embargo, no puede decirse lo mismo de los mecanismos de intermediación política. Los resultados de este capítulo muestran que la heterogeneidad en los intermediarios políticos, como conversaciones políticas, desestabiliza al electorado, especialmente cuando está en un sistema de menos institucionalización. Aunque en España se observó que la heterogeneidad en los medios de comunicación fueron causa de la inestabilidad de las preferencias políticas. También se mostró que los cambios en la opinión de los candidatos están condicionados por la propia institucionalización. Por ejemplo, entre los mexicanos haber preferido a un candidato que no correspondía con su identificación partidista es lo mismo que haberlo preferido sin tener identificación ninguna. Esto da una pista ya de la falta de raíces en la sociedad de los partidos políticos mexicanos, de su baja institucionalización como sistema.

Para sostener este argumento, primero, he planteado algunas expectativas con base en la teoría y que corresponden a las particularidades de los sistemas de alta y baja institucionalización. Segundo, las he testado utilizando una base de datos única que no sólo me permitió estimar los mecanismos de anclaje, también me dejó hacerlo 40

seleccionando tres democracias con diferencias precisamente en el grado de institucionalización. Finalmente, contrasté los resultados de ambos países enfatizando las diferencias que se corresponden a sus diversas institucionalizaciones.

En resumidas cuentas, este trabajo ha mostrado que una dimensión de institucionalización del sistema de partidos —las raíces partidistas en la sociedad—es una buena explicación de otra dimensión de institucionalización: la estabilidad en la competencia partidista. Sin embargo, esta asociación no es sencilla, mientras en un sistema de institucionalización alta, un anclaje incorrecto del voto produce la inestabilidad electoral; en una sistema de institucionalización baja es igualmente importante la presencia, intensidad o fuerzas de los elementos de anclaje del voto para asegurar o propiciar la estabilidad electoral.

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52

Cuadro 1. Indicadores diversos de institucionalización del sistema de partidos, varios países *

PAÍS

Media de volatilidad electoral a

Promedio cercanía partido b

Estados Unidos Suiza Alemania Reino Unido Australia Suecia Finlandia Grecia Nueva Zelanda Dinamarca Noruega Bélgica Canadá Países Bajos Chile Islandia Japón Uruguay Portugal Italia Taiwan

3.64 7.38 8.04 8.05 8.33 8.45 8.95 10.56 11.01 11.18 11.27 11.96 11.96 12.93 13.88 14.00 14.12 15.59 16.14 16.31 17.31

56.55 37.30 46.85 83.70 50.95 46.60 56.00 50.70 47.10 52.10 27.90 20.70 52.90 37.50 51.80 38.30

Efecto de ideología política en voto c

Desviación posición en izquierdaderecha d

Correlación entre ideología y evaluación de líderes e

0.42 0.48 0.51 0.52 0.30 0.69

1.83 1.65 1.46 1.64 1.68 1.38

0.29 0.34 0.25 0.29 0.38 0.48

0.50

1.56

0.50 0.43 0.36

1.55 1.51 1.93

0.38 0.34

0.60 0.56

1.49 1.68

0.22

0.38 0.56 0.64 0.72 0.25

1.83 1.88 1.48 1.49 1.67

0.38 0.10

Anclaje electoral en clase social f

Anclaje electoral en religiosidad g

0.07 0.08

0.09 0.12 0.10

0.06 0.20 0.18

0.04 0.15 0.10

0.06 0.11 0.10 0.09 0.06 0.07

0.10 0.01

0.10 0.12

0.01 0.08

0.06 0.12 0.05

0.08 0.08

0.07 0.15 0.14

53

España Francia Brasil México Israel Argentina Hungría República Checa India Eslovenia Venezuela Corea del Sur Bulgaria Polonia Filipinas Ucrania Rumanía Rusia Lituania Perú

17.59 18.99 19.62 20.56 21.81 23.33 25.30 26.65 29.98 32.67 32.89 36.60 39.34 41.45 44.83 44.83 46.48 50.00 51.63 51.90

52.05 55.80 49.40 50.05 63.30

56.25 21.70 33.65 42.70 47.75 70.50 47.10 56.10 34.60 22.80

0.55 0.54 0.18 0.20

1.46 1.50 2.84 2.45

0.26 0.31 0.62 0.05 0.36 0.19

1.85 1.90 1.67 2.52 1.65 3.00

0.39

0.14

0.08

0.07 0.08 0.07

0.12 0.05 0.04 0.04 0.13

0.36 0.54

0.08 0.14

0.11 0.15

0.22

0.13 0.08

0.45 0.52

1.87 1.98

0.15 0.06 0.12

1.77 2.59 1.86

0.18 0.27

0.06

2.10

0.04

0.12 0.06

0.01 0.05 0.13 0.04 0.04

Notas: * Los países están ordenados de menor a mayor volatilidad electoral, de acuerdo con la primera columna. a Media del Índice Pedersen de Volatilidad Electoral en cada país desde la inauguración de la democracia hasta 2007. Fuente: Shair-Rosenfield (2008). b Promedio (1996-2005) del porcentaje de individuos que manifestó cercanía hacia algún partido político. Fuente: Dalton y Weldon (2007). c Media de la primera diferencia de la probabilidad predicha del efecto de la escala ideológica izquiera-derecha en decisión de voto. Fuente: Maiwaring y Torcal (2006). d Desviación típica de la posición en la escala ideológica izquierda-derecha entre votantes. Fuente: Maiwaring y Torcal (2006). e Coeficiente de correlación promedio entre la escala ideológica izquierda-derecha y la evaluación de líderes. Fuente: Maiwaring y Torcal (2006). f Índice de Voto Estructural con base en el efecto de la clase social (estatus socio-económico) en elecciones legislativas. Fuente: Magalhães (2012). g Índice de Voto Estructural con base en el efecto del grado de religiosidad en elecciones legislativas. Fuente: Magalhães (2012).

54

Estables Inestables

Cuadro 2. Inestabilidad del voto España Uruguay México 1993 1994 2006 Porcentaje Porcentaje Porcentaje 71.99 72.39 62.63 28.01 27.61 37.37

Fuente: Cálculos propios con base en el Comparative National Election Project.

Cuadro 3. Tipo de anclaje electoral España Uruguay México Posición 1993 1994 2006 Porcentaje Porcentaje Porcentaje Anclaje correcto 51.65 56.81 40.96 Anclaje incorrecto 48.35 43.19 12.71 No anclaje 46.96 Fuente: Cálculos propios con base en el Comparative National Election Project

Cuadro 4. Intensidad de anclaje electoral España Uruguay México Intensidad 1993 1994 2006 Porcentaje Porcentaje Porcentaje Anclaje fuerte 50.15 60.50 20.51 Anclaje débil 44.96 34.03 45.43 No anclaje 4.89 5.47 34.06 Fuente: Cálculos propios con base en el Comparative National Election Project

55

Cuadro 5. Estadísticos descriptivos de las variables del modelo para España 1993 Variables Media Des. Típica Min. Máx. Pluralidad de interlocutores 1.60 0.00 0 3 Heterogeneidad con interlocutores 0.30 0.60 0 3 Pluralidad de medios masivos 2.65 1.82 0 7 Heterogeneidad con medios masivos 0.31 0.08 0 7 Conocimiento político (lineal) 1.57 1.43 0 4 Conocimiento (Zaller) 1.24 0.69 0.43 2.43 Fidelidad de voto 0.62 0.48 0 1 Cambio opinión candidato ganador * 2.01 1.94 0 10 Cambio opinión candidato competidor ** 1.84 1.86 0 10 Cambio en ideología 1.09 1.29 0 9 Edad (años) 44.77 17.99 18 91 Nivel educativo 3.75 1.45 1 8 Interés político 0.92 0.86 0 3 Fuente: Cálculos propios con base en el Comparative National Election Project-España 1993. Notas: * Cambio de opinión sobre Felipe González (candidato del PSOE); ** Cambio de opinión sobre José María Aznar (candidato del PP).

Cuadro 6. Estadísticos descriptivos de las variables del modelo para Uruguay 1994 Variables Media Des. Típica Min. Máx. Pluralidad de interlocutores 1.55 0.89 0 3 Heterogeneidad con interlocutores 0.32 0.61 0 3 Pluralidad de medios masivos 5.31 0.73 0 6 Heterogeneidad con medios masivos 0.25 0.61 0 5 Conocimiento político (lineal) 0.70 0.92 0 5 Conocimiento (Zaller) 0.77 0.50 0.30 4.30 Fidelidad de voto 0.58 0.49 0 1 56

Cambio opinión candidato ganador * 2.12 Cambio opinión candidato competidor ** 1.95 Cambio en ideología 1.43 Edad (años) 44.75 Nivel educativo 5.37 Interés político 1.20

2.09 2.16 1.45 18.29 2.35 1.01

0 0 0 17 1 0

10 10 8 99 9 3

Fuente: Cálculos propios con base en el Comparative National Election Project-Uruguay 1994. Notas: * Cambio de opinión sobre Julio María Sanguinetti (candidato del PC); ** Cambio de opinión sobre Tabaré Vázquez (candidato del FA/EP).

Cuadro 7. Estadísticos descriptivos de las variables del modelo para México 2006 Variables Media Des. Típica Min. Máx. Pluralidad de interlocutores 0.95 0.91 0 3 Heterogeneidad con interlocutores 0.89 0.83 0 3 Pluralidad de medios masivos 1.32 1.40 0 6 Heterogeneidad con medios masivos 0.08 0.39 0 5 Conocimiento político (lineal) 1.64 1.24 0 5 Conocimiento (Zaller) 0.98 0.76 0.36 3.36 Fidelidad de voto 0.29 0.45 0 1 Cambio opinión candidato ganador * 2.05 2.51 0 10 Cambio opinión candidato competidor ** 2.55 2.53 0 10 Cambio en ideología 2.09 1.18 1 4 Edad (años) 39.80 16.08 18 99 Nivel educativo 4.59 2.13 1 9 Interés político 1.46 0.94 0 3 Fuente: Cálculos propios con base en el Comparative National Election Project-México 2006. Notas: * Cambio de opinión sobre Felipe Calderón (candidato del PAN); ** Cambio de opinión sobre Andrés Manuel López Obrador (candidato del PRD).

57

Cuadro. 8. Modelos de regresión logística para predecir la inestabilidad del voto MÉXICO ESPAÑA URUGUAY Variables independientes Tipo de anclaje Incorrecto (0) vs. Correcto (1)

Coef. a

Prob. b

-2.25 *** (0.21)

-0.40

Coef. a -1.03 *** (0.29)

Prob. b -0.16

(Incorrecto vs. No anclaje) Intensidad de anclaje Pluralidad de interlocutores Heterogeneidad con interlocutores Pluralidad de medios masivos Heterogeneidad con medios masivos Conocimiento político (lineal) Conocimiento (Zaller) Fidelidad de voto Cambio opinión candidato ganador Cambio opinión candidato competidor

-0.32 (0.19) -0.03 (0.11) 0.02 (.15) 0.02 (0.06) 0.40 (0.09) 0.04 (0.07) -0.06 (0.13) -1.03 (0.18) 0.12 (0.04) 0.05 (0.05)

*

-0.05 -0.02 0.01 0.02

***

0.66 0.03 -0.02

***

-0.19

***

0.25 0.11

-1.09 *** (0.30) -0.16 (0.18) 0.25 (0.24) -0.04 (0.20) -0.15 (0.35) 0.22 (0.21) 0.08 (0.39) -1.67 *** (0.32) 0.09 (0.06) 0.13 ** (0.06)

-0.17 -0.07 0.13 -0.02 -0.08 0.20 0.05 -0.27 0.15 0.25

Coef. a -1.27 (0.29) 0.14 (0.39) 0.91 (0.26) 0.03 (0.10) 0.60 (0.11) -0.07 (.06) -0.26 (.15) 0.03 (.07) -0.14 (.12) -0.49 (.19) 0.15 (.03) 0.08 (.02)

Prob. b *** -0.21 0.02 *** 0.29 0.02 *** 0.33 -0.07 -0.14 0.06 -0.06 **

-0.07

*** 0.31 0.14 58

Cambio en ideología

0.17 ** (0.07)

0.35

0.29 *** (0.11)

(Mantenimiento de ideología) Edad (años) Nivel educativo Interés político

Constante

Observaciones Casos correctamente clasificados Modelo Chi-cuadrada (Wald) Pseudo R2 (Nagelkerke)

0.006 (0.006) -0.06 (0.08) 0.004 (0.11)

-0.006 (0.009) -0.08 -0.01 (0.07) 0.002 -0.15 (0.16)

0.35 (0.61)

1.90 (1.42)

871 77.15% 208.75 *** 0.382

0.07

407 82.06% 101.65 *** 0.454

0.48

0.12 (0.22) -0.53 * (0.30) -0.09 0.003 (0.006) -0.01 -0.06 (0.05) -0.06 -0.20 * (0.10)

0.02 -0.08 0.04 -0.08 -0.10

-1.91 (0.61) 882 76.42% 127.81 *** 0.231

a

Notas: Errores típicos robustos debajo del coeficiente entre paréntesis. b Variación en probabilidades del valor mínimo al máximo de cada variable independiente, manteniendo el resto en su media. Los niveles de significación estadística son: * p < 0.10, ** p < 0.05, *** p < 0.01. Fuente: Cálculos propios con base en los Comparative National Election Project-Estudios Panel de España 1993, Uruguay 1994 y México 2006.

59

Cuadro. 9. Modelos de regresión logística para predecir la inestabilidad del voto, solo individuos con intensidad de ANCLAJE DÉBIL MÉXICO ESPAÑA URUGUAY Variables independientes Tipo de anclaje Incorrecto (0) vs. Correcto (1)

Coef. a

Prob. b

Coef. a

Prob. b

-1.98 *** -0.39 (0.30)

-0.71 (0.45)

-0.17

0.18 0.12 (0.16) 0.01 0.01 (.19) 0.08 0.14 (0.07) 0.61 *** 0.59 (0.16) -0.01 -0.01 (0.10) -0.004 -0.002 (0.17) -0.70 *** -0.16 (0.23) 0.08 0.21 (0.06) 0.07 0.14 (0.06) 0.07 0.16 (0.10)

-0.22 (0.26) 0.30 (0.40) -0.21 (0.37) -0.46 (0.45) 0.24 (0.33) 0.20 (0.56) -2.41 *** (0.53) 0.04 (0.08) 0.02 (0.08) 0.27 (0.17)

-0.16

(Incorrecto vs. No anclaje) Pluralidad de interlocutores Heterogeneidad con interlocutores Pluralidad de medios masivos Heterogeneidad con medios masivos Conocimiento político (lineal) Conocimiento (Zaller) Fidelidad de voto Cambio opinión candidato ganador Cambio opinión candidato competidor Cambio en ideología

0.22 -0.20 -0.22 0.28 0.19 -0.52 0.12 0.04 0.37

Coef. a

Prob. b

-2.27 *** -0.35 (0.39) -0.19 -0.02 (0.49) -0.11 -0.03 (0.16) 0.79 *** 0.37 (0 .18) 0.02 0.02 (0.13) -0.17 -0.07 (0 .31) 0.12 0.08 (0.14) -0.01 -0.004 (0.18) -0.18 -0.02 (0.32) 0.18 *** 0.30 (0.06) 0.09 0.12 (0.05) 0.14 0.02 (0.34) 60

(Mantenimiento de ideología) Edad (años) Nivel educativo Interés político

Constante

Observaciones Casos correctamente clasificados Modelo Chi-cuadrada (Wald) Pseudo R2 (Nagelkerke)

0.004 (0.008) -0.11 (0.10) -0.04 (0.16) -0.34 (0.72) 400 70.25% 73.73 *** 0.275

0.07 -0.18 -0.02

-0.001 (0.01) -0.02 (0.11) -0.18 (0.24) 1.90 (1.42) 138 73.19% 36.55 *** 0.385

-0.02 -0.05 -0.13

-1.36 ** (0.57) -0.006 (0.01) -0.17 ** (0.09) -0.21 (0.18)

-0.11 -0.05 -0.17 -0.08

-0.11 (0.78) 418 81.58% 84.31 *** 0.344

a

Notas: Errores típicos robustos debajo del coeficiente entre paréntesis. b Variación en probabilidades del valor mínimo al máximo de cada variable independiente, manteniendo el resto en su media. Los niveles de significación estadística son: * p < 0.10, ** p < 0.05, *** p < 0.01. Fuente: Cálculos propios con base en los Comparative National Election Project-Estudios Panel de España 1993, Uruguay 1994 y México 2006.

61

Cuadro. 10. Modelos de regresión logística para predecir la inestabilidad del voto, solo individuos con intensidad de ANCLAJE FUERTE MÉXICO ESPAÑA URUGUAY Variables independientes Tipo de anclaje Incorrecto (0) vs. Correcto (1) Pluralidad de interlocutores Heterogeneidad con interlocutores Pluralidad de medios masivos Heterogeneidad con medios masivos Conocimiento político (lineal) Conocimiento (Zaller) Fidelidad de voto Cambio opinión candidato ganador Cambio opinión candidato competidor Cambio en ideología (Mantenimiento de ideología)

Coef. a -2.62 (0.30) -0.33 (0.17) -0.02 (.26) -0.04 (0.09) 0.24 (0.13) 0.12 (0.12) -0.18 (0.22) -1.34 (0.30) 0.18 (0.06) 0.01 (0.08) 0.31 (0.12)

Prob. b *** -0.40 *

-0.12 -0.008 -0.03

*

0.34 0.05 -0.03

*** -0.17 *** 0.27 0.02 **

0.37

Coef. a -1.26 (0.40) -0.15 (0.26) 0.21 (0.40) 0.07 (0.27) 0.04 (0.34) 0.13 (0.29) -0.03 (0.61) -1.21 (0.43) 0.10 (0.09) 0.24 (0.09) 0.31 (0.14)

Prob. b ***

-0.13 -0.03 0.06 0.02 0.02 0.05 -0.008

***

-0.12 0.11

***

0.35

**

0.37

Coef. a

Prob. b

-0.26 (0.45) 0.08 (0.20) 0.34 * (0.20) -0.15 (0.11) -0.32 (0.30) 0.04 (0.16) -0.06 (0.23) -0.67 ** (0.34) 0.15 ** (.06) 0.04 (0.06)

-0.05

-0.13 (0.34)

-0.02

0.04 0.20 -0.15 -0.18 0.04 -0.03 -0.11 0.31 0.08

62

Edad (años) Nivel educativo Interés político

Constante

Observaciones Casos correctamente clasificados Modelo Chi-cuadrada (Wald) Pseudo R2 (Nagelkerke)

0.006 (0.009) -0.02 (0.13) 0.06 (0.17) 0.43 (0.87) 471 84.71% 103.29 *** 0.472

0.04 -0.02 0.02

-0.01 (0.01) -0.006 (0.11) -0.10 (0.22) -1.16 (1.77) 269 85.87% 36.60 *** 0.308

-0.09 -0.004 -0.02

-0.001 (0.01) -0.01 (0.09) -0.34 (0.21)

-0.01 -0.02 -0.18

-0.37 (1.03) 244 76.64% 30.77 *** 0.197

a

Notas: Errores típicos robustos debajo del coeficiente entre paréntesis. b Variación en probabilidades del valor mínimo al máximo de cada variable independiente, manteniendo el resto en su media. Los niveles de significación estadística son: * p < 0.10, ** p < 0.05, *** p < 0.01. Fuente: Cálculos propios con base en los Comparative National Election Project-Estudios Panel de España 1993, Uruguay 1994 y México 2006.

63

Cuadro. 11. Modelo de regresión logística para predecir la inestabilidad del voto solo individuos SIN ANCLAJE en México Variables independientes Pluralidad de interlocutores Heterogeneidad con interlocutores Pluralidad de medios masivos Heterogeneidad con medios masivos Conocimiento político (lineal) Conocimiento (Zaller) Fidelidad de voto Cambio opinión candidato ganador Cambio opinión candidato competidor Cambio en ideología Edad (años) Nivel educativo Interés político

Coef. a 0.17 (0.21) 0.80 (0.23) -0.08 (0.14) -0.49 (0.39) 0.07 (.16) -0.26 (0.26) -0.62 (0.38) 0.10 (0.07) 0.11 (0.06) 0.22 (.33) 0.02 (0.01) 0.04 (0.09) -0.21

Prob. b 0.10 *** 0.48 -0.07 *

-0.20 0.08 -0.13

*

-0.11 0.22

*

0.23

**

0.04 0.26 0.05 -0.12 64

(0.21) Constante

Observaciones Casos correctamente clasificados Modelo Chi-cuadrada (Wald) Pseudo R2 (Nagelkerke)

-3.01 *** (0.86) 220 73.64% 27.74 *** 0.197

a

Notas: Errores típicos robustos debajo del coeficiente entre paréntesis. b Variación en probabilidades del valor mínimo al máximo de cada variable independiente, manteniendo el resto en su media. Los niveles de significación estadística son: * p < 0.10, ** p < 0.05, *** p < 0.01. Fuente: Cálculos propios con base en los Comparative National Election Project-Estudios Panel de España 1993, Uruguay 1994 y México 2006.

65

Gráfico 1. Volatilidad electoral en España, 1979-2011

Fuente: Índice de volatilidad electoral de Pedersen de elecciones general al Parlamento.

Gráfico 2. Volatilidad electoral en Uruguay, 1984-2009

Fuente: Índice de volatilidad electoral de Pedersen de las elecciones nacionales para Presidente, con base en Buquet y Piñero (2010).

66

Gráfico 3. Volatilidad electoral en México, 1988-2012

Fuente: Índice de volatilidad electoral de Pedersen de elecciones federales legislativas para la Cámara de Diputados, calculado con datos del Instituto Federal Electoral: www.ife.org.mx

Gráfico 4. Probabilidad de inestabilidad electoral de acuerdo con tipo e intensidad de anclaje

Fuente: Elaboración propia con base en el CNEP Estudios Panel de España 1993, Uruguay 1994 y México 2006.

67

Gráfico. 5.A. Probabilidad de inestabilidad electoral de acuerdo al grado de heterogeneidad con interlocutores personales en España.

Fuente: Cálculos propios con base en el CNEP Estudio Panel-España 1993.

Gráfico. 5.B. Probabilidad de inestabilidad electoral de acuerdo al grado de heterogeneidad con interlocutores personales en Uruguay.

Fuente: Cálculos propios con base en el CNEP Estudio Panel-Uruguay 1994.

Gráfico. 5.C. Probabilidad de inestabilidad electoral de acuerdo al grado de heterogeneidad con interlocutores personales en México.

Fuente: Cálculos propios con base en el CNEP Estudio Panel-México 2006.

68

Gráfico. 6.A. Probabilidad de inestabilidad electoral de acuerdo al grado de heterogeneidad con medios de comunicación en España.

Fuente: Cálculos propios con base en el CNEP Estudio Panel-España 1993.

Gráfico. 6.B. Probabilidad de inestabilidad electoral de acuerdo al grado de heterogeneidad con medios de comunicación en Uruguay.

Fuente: Cálculos propios con base en el CNEP Estudio Panel-Uruguay 1994.

Gráfico. 6.C. Probabilidad de inestabilidad electoral de acuerdo al grado de heterogeneidad con medios de comunicación en México.

69

Fuente: Cálculos propios con base en el CNEP Estudio Panel-México 2006.

70

Grafico. 7.A. Probabilidad de inestabilidad electoral por cambios en la opinión de candidatos de acuerdo con la intensidad del anclaje en España.

Nota: El candidato ganador fue Felipe González del PSOE y el candidato competidor fue José María Aznar del PP. Fuente: Cálculos propios con base en el CNEP Estudio Panel-España 1993.

Gráfico. 7.B. Probabilidad de inestabilidad electoral por cambios en la opinión de candidatos de acuerdo con la intensidad del anclaje en Uruguay.

71

Nota: El candidato ganador fue Julio María Sanguinetti del PC y el candidato competidor fue Tabaré Vázquez del FA/EP. Fuente: Cálculos propios con base en el CNEP Estudio Panel-Uruguay 1994.

Gráfico. 7.C. Probabilidad de inestabilidad electoral por cambios en la opinión de candidatos de acuerdo con la intensidad del anclaje en México.

Nota: El candidato ganador fue Felipe Calderón del PAN y el candidato competidor fue Andrés Manuel López Obrador del PRD. Fuente: Cálculos propios con base en el CNEP Estudio Panel-México 2006.

72

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