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EXAMEN DE ADMISIÓN - DICIEMBRE- 2012/ FEBRERO EXAMEN DE ADMISIÓN JULIO 2013 2013
INTRODUCCIÓN A LOS ESTUDIOS UNIVERSITARIOS CONTENIDOS UNIDAD 1: EL LENGUAJE Y EL TEXTO. Funciones del lenguaje. Lenguaje natural y lenguaje técnico. Distinción entre tipos de lenguaje: informativo, expresivo, imperativo. Tipos de textos: científico, periodístico, literario. Partes de un texto: Introducción, desarrollo, conclusiones. El paratexto. Distintos tipos de formato de texto. Identificación del autor, título y datos de edición. Citas bibliográficas. La bibliografía. El texto académico: tesis, paper, ponencia. UNIDAD 2: LA LECTURA DE TEXTOS UNIVERSITARIOS. La secuencia explicativa. El argumento como eje de la explicación. Razonamientos y argumentación: tipos de razonamiento. Ubicación del argumento en un texto. La justificación de una argumentación: datos, pruebas, fuentes. Identificación de distintos argumentos en un texto. El subrayado y el resumen de un texto. Las fichas de lectura. UNIDAD 3: LA REDACCIÓN DE TEXTOS UNIVERSITARIOS. Problemas habituales de redacción. El parcial universitario. El resumen. La reseña académica. El informe de lectura. La monografía. El ensayo. Bibliografía obligatoria para el examen de IEU Los textos de lectura obligatoria para el examen son los siguientes:
Copi, Irving M. (2009). Introducción a la lógica. Buenos Aires: Eudeba. (Capítulos 1 y 2). Para distinción entre tipos de lenguaje, concepto de lógica, razonamiento, verdad y validez, razonamientos inductivos y deductivos.
Cagliani, Martín. (2012). Modelo para armar: La evolución humana, paso a paso (y parte a parte). Buenos Aires: Siglo XXI. (Capítulos 3-6). Para lectocomprensión.
Gould, Stephen Jay. (2006). “Sombreros anchos y mentes estrechas”. EN: Gould, Stephen Jay. (2006). El pulgar del panda. Barcelona: Crítica. (pp. 159-166). Para lecto-comprensión.
Gould, Stephen Jay. (2006). “¿Eran tontos los dinosaurios?” EN: Gould, Stephen Jay. (2006). El pulgar del panda. Barcelona: Crítica. (pp. 287-295). Para lectocomprensión.
Nogueira, Sylvia. (2010). Manual de lectura y escritura universitarias: Prácticas de taller. Buenos Aires: Biblos. (Capítulos 2-5 y 7). Para argumentación y tipos de texto.
Los textos están disponibles en la fotocopiadora de la Escuela de Ciencia y Tecnología.
GUÍA PARA EL EXAMEN DE ADMISIÓN INTRODUCCIÓN A LOS ESTUDIOS UNIVERSITARIOS TURNO DICIEMBRE 2012/ FEBRERO 2013 En el examen de Introducción a los Estudios Universitarios (IEU) de la Escuela de Ciencia y Tecnología se evalúan habilidades de lectura y comprensión de textos, y de expresión escrita, aptitudes consideradas imprescindibles para el desempeño en el nivel universitario. Entre estas habilidades se encuentran la identificación de las funciones del lenguaje, la estructura y tipos de razonamientos, el reconocimiento de los razonamientos válidos e inválidos, la capacidad de redacción y la habilidad para distinguir argumentos en un texto. Esta guía tiene por objeto facilitar el estudio de los temas comprendidos en el examen. Debe leerse acompañada del programa de la materia, de los materiales de lectura indicados en la bibliografía que figura al final de este documento y del modelo de examen de IEU. La guía tiene la siguiente estructura: en primer lugar, se describe cada uno de los puntos de los que consta el examen, agregando sugerencias para el estudio de los mismos; en segundo lugar, se presentan una serie de recomendaciones para la lectura de los textos de la bibliografía obligatoria para preparar el examen; en tercer lugar, se formulan sugerencias para el momento del examen, es decir, algunos consejos para evitar los errores más frecuentes; en cuarto lugar, se informa la puntuación y los criterios de evaluación de cada uno de los ítems del examen; finalmente, se indica la bibliografía obligatoria para el examen. 1) El examen de IEU El examen consta de cinco ítems, todos ellos relacionados con la lectura, y comprensión de textos científicos. Los temas relevantes a ser evaluados son: a) los usos (funciones) del lenguaje científico; b) estructura y tipos de razonamientos; c) validez de los razonamientos y d) capacidad de lectocomprensión y redacción, cada uno de los cuales remite a un tema específico tratado en la bibliografía obligatoria. En este punto de la guía hacemos una presentación de cada uno de los temas. La forma en que se evalúan dichos temas en el examen se describirá en el punto 4 de esta guía. a) Funciones del lenguaje El primer ejercicio del examen está referido al tema de las funciones del lenguaje, es decir, los usos diversos del lenguaje. Aquí es importante saber distinguir entre la función informativa, la expresiva y la directiva.
Los textos científicos utilizan el lenguaje en su función informativa. Las proposiciones, esto es, las oraciones que informan acerca del mundo, emplean el lenguaje en su función informativa, y se puede establecer por medios empíricos si dichas proposiciones son verdaderas o falsas. De ahí la importancia del reconocimiento de la función informativa del lenguaje. Ejemplos de proposiciones verdaderas: ‘Las amebas son seres unicelulares’ ‘El fútbol es un deporte en el que juegan 22 jugadores divididos en dos equipos de 11’ ‘La Revolución de Mayo se produjo el 25 de mayo de 1810’ ‘Raúl Alfonsín fue presidente de la Argentina entre 1983 y 1989’ Ejemplos de proposiciones falsas: ‘Los canguros son dinosaurios’ ‘El punto de ebullición del agua al nivel del mar es de 20ºC’ ‘Jorge Luis Borges escribió la novela Los siete locos’ ‘Los guaraníes son un pueblo originario que habitó el territorio de América del Norte’
El aspirante debe estar en condiciones de leer una oración y establecer cuál es la función del lenguaje que cumple la misma. La bibliografía obligatoria para este punto es: Copi, Irving M. (2009). Introducción a la lógica. Buenos Aires: Eudeba. (Capítulo 2: Los usos del lenguaje). b) Razonamiento: Estructura y tipos. El segundo ejercicio del examen se refiere al razonamiento. Los razonamientos son fundamentales al momento de elaborar una argumentación, esto es, al formular la justificación de nuestros actos, de una afirmación sobre el mundo, de una concepción política, etc. Sin argumentación y, por ende, sin razonamientos, es imposible formular nuestro conocimiento sobre el mundo. Los razonamientos son estructuras formadas por proposiciones, de modo tal que algunas de ellas, denominadas premisas, sirven de base o de fundamento para otra proposición, llamada conclusión. Es posible distinguir entre distintos tipos de razonamiento, a partir de la manera en que se enlazan las premisas y la conclusión. Dicho de otro modo, la forma del razonamiento, la relación entre premisas y conclusión determina que podamos hablar de tipos diferentes de razonamiento:
los razonamientos deductivos se caracterizan porque en ellos la conclusión se desprende necesariamente de las premisas.
los razonamientos inductivos se distinguen porque en ellos la conclusión es más o menos probable, pero no puede decirse que se derive necesariamente de las premisas.
Para que se comprenda mejor lo expresado en el párrafo anterior, formulamos a continuación un ejemplo de razonamiento deductivo y otro de razonamiento inductivo. Ejemplo de Razonamiento deductivo: Todos los hombres son mortales. Sócrates es hombre. En consecuencia, Sócrates es mortal. „Todos los hombres son mortales‟ y „Sócrates es hombre‟ constituyen las premisas. „Sócrates es mortal‟ es la conclusión del razonamiento. Ejemplo de Razonamiento inductivo: El cuervo 1 es negro. El cuervo 2 es negro. El cuervo 3 es negro. El cuervo n es negro. Por lo tanto, todos los cuervos son negros. En este caso, las premisas son „El cuervo 1 es negro‟, „el cuervo 2 es negro‟, „el cuervo 3 es negro‟. La expresión „el cuervo n es negro hace referencia a que puede tratarse de una enumeración muy larga de casos particulares. Finalmente, „todos los cuervos son negros‟ es la conclusión del razonamiento.
Para los fines de este examen, el aspirante tiene que estar en condiciones de poder identificar los razonamientos en un texto, así como también establecer cuáles son las premisas y la conclusión en cada caso. Además, es preciso que distinga entre razonamientos deductivos e inductivos. La bibliografía obligatoria es: Copi, Irving M. (2009). Introducción a la lógica. Buenos Aires: Eudeba. (Capítulo 1: Introducción, pp. 3-34). c) Razonamiento: Validez. El tercer ejercicio del examen remite a la cuestión de la validez de los razonamientos. La verdad (o falsedad) es una propiedad de las proposiciones, no de los razonamientos. Como el establecimiento de la verdad de una proposición depende de algún tipo de procedimiento empírico (observación, experimentación, comparación, etc.), los razonamientos no son ni verdaderos ni falsos. Así, un razonamiento puede contener proposiciones verdaderas o falsas, pero de él no puede decirse que sea verdadero o falso. Los razonamientos son válidos o inválidos, y esta propiedad depende de la forma (de la estructura) del razonamiento, no de la verdad o falsedad de las proposiciones que lo componen. La validez no se establece por alguna forma de experiencia empírica, sino que se determina a partir del análisis de la manera en que se enlazan premisas y conclusión.
Los razonamientos válidos son aquellos que conservan la verdad de las premisas en la conclusión. De allí su relevancia para la argumentación científica, porque permiten ordenar adecuadamente las proposiciones obtenidas a partir de los distintos procedimientos de investigación. Para que se entienda mejor lo planteado hasta aquí respecto a la validez de los razonamientos, van a continuación algunos ejemplos. Razonamiento válido: 1) Todos los felinos son mamíferos. El león es un felino. De modo que el león es un mamífero. Es un caso de razonamiento válido, con premisas y conclusión verdaderas. 2) Todos los seres que vuelan son aves. Los murciélagos vuelan. De ello se infiere que los murciélagos son aves. Es un razonamiento válido, con premisas y conclusión falsas. Razonamiento inválido: Si Trezeguet hace un gol, entonces River le gana a Boca. River le ganó a Boca. Por lo tanto, Trezeguet hizo un gol. Es un razonamiento inválido (la estructura se conoce como falacia de afirmación del consecuente). Aun cuando las premisas fueran verdaderas, la forma del razonamiento es falsa, pues no garantiza la conservación de la verdad de las premisas en la conclusión.
En el examen de IEU se requiere que el aspirante tenga en claro la noción de validez, y su diferencia con el concepto de verdad. La bibliografía obligatoria es: Copi, Irving M. (2009). Introducción a la lógica. Buenos Aires: Eudeba. (Capítulo 1: Introducción, pp. 34-37). d) Lecto-comprensión Los ejercicios cuatro y cinco del examen sirven para evaluar las habilidades de lecto-comprensión de los alumnos. En el punto cuatro se evalúa la comprensión de textos a partir de proposiciones extraídas de la bibliografía obligatoria. En el punto cinco se considera, además de la comprensión lectora, la capacidad de redacción. La bibliografía obligatoria para este punto es: Cagliani, Martín. (2012). Modelo para armar: La evolución humana, paso a paso (y parte a parte). Buenos Aires: Siglo XXI. (Capítulos 3-6). Gould, Stephen Jay. (2006). “Sombreros anchos y mentes estrechas”. EN: Gould, Stephen Jay. (2006). El pulgar del panda. Barcelona: Crítica. (pp. 159166).
Gould, Stephen Jay. (2006). “¿Eran tontos los dinosaurios?” EN: Gould, Stephen Jay. (2006). El pulgar del panda. Barcelona: Crítica. (pp. 287-295).
2) Recomendaciones para la lectura de la bibliografía para el examen La bibliografía obligatoria indicada al final de la guía desarrolla los requerimientos mínimos para resolver los ejercicios del examen de IEU. Su lectura es, en sí misma, un ejercicio de lecto-comprensión. Para un mejor aprovechamiento de los textos, es preciso tener en cuenta las siguientes recomendaciones. En primer término, no basta una sola lectura de cada uno de los textos. Dominar un texto es como aprender alguna actividad, la práctica es imprescindible, y sin ella no es posible dominar plenamente esa actividad. En el caso de los textos, la práctica consiste en realizar varias lecturas de los mismos. Un camino posible consiste en realizar una primera lectura del texto (por ejemplo, un capítulo), para tener una visión general del mismo, de su sentido y estructura. Luego, corresponde hacer una segunda lectura, subrayando las ideas principales y resaltando la definición de los conceptos que aparecen en el texto. Por ejemplo, la definición de la función directiva del lenguaje en la página 50 del libro de Copi. Finalmente, en una tercera lectura, en la que se presta atención a los pasajes subrayados, puede elaborarse un resumen del mismo, el cual será utilizado para el estudio del tema. La realización de resúmenes de los textos sirve como práctica de la redacción. Es importante que los resúmenes sean claros y precisos, pues ello permite que el alumno comprenda el contenido del texto. Una buena manera de testear la claridad de lo escrito consiste en leer el resumen a otra persona y pedirle que explique lo que ha comprendido. Este ejercicio fuerza al alumno a ser más preciso en la redacción y a desarrollar la claridad en la exposición, porque de ese modo el resumen puede ser comprendido por otra persona. Redactar un párrafo de manera clara y comprensible no es algo que se aprenda en un día, sino que se adquiere con la práctica. En segundo lugar, existen tres tipos de textos en la bibliografía obligatoria. Copi proporciona los conocimientos imprescindibles para resolver los tres primeros ítems del examen. La lectura de Copi exige, por tanto, no sólo la formulación de un resumen, sino también la identificación de las definiciones de los conceptos abordados, prestando especial atención a los temas evaluados en el examen, tal como fueron explicados más arriba.
Nogueira aporta un marco conceptual e indicaciones para la lectura de los textos, que incluyen una revisión de los distintos elementos que se encuentran en un texto. Cagliani y Gould constituyen el material que servirá para los puntos de lectocomprensión del examen. Al encarar su lectura es conveniente adoptar un procedimiento semejante al del texto de Copi. Además de los resúmenes y la identificación de los conceptos, es preciso trabajar la ubicación de los argumentos y las pruebas ofrecidas para cada uno de ellos. Una buena práctica es practicar la lectura tomando en cuenta las cuestiones que aparecen en el modelo de examen para el texto de Boido. 3) Sugerencias para el examen de IEU Ante todo, lo primero es leer atentamente las consignas. Muchos errores en los parciales obedecen a una comprensión inadecuada de lo que se pide en cada punto del examen, antes que a falta de estudio. El contexto de un examen, los nervios y la presión colaboran para dificultar la comprensión de las consignas. Por lo tanto, resulta conveniente tomarse el tiempo necesario para leer lo que pide cada punto. En los puntos en los que debe elaborar una respuesta, es conveniente tomarse un tiempo para pensar que va a escribir antes de comenzar a redactar. Es una forma de aclarar las ideas y evitar el pánico ante la hoja en blanco. Luego, una vez escritas las respuestas, resulta útil hacer una segunda lectura de todo el parcial, pues de ese modo pueden detectarse errores que pasan desapercibidos al redactar cada ítem. En lo posible, trate de responder con letra clara y legible, pues eso facilita la corrección y evita los errores de interpretación por parte de los profesores. Por último, a modo de práctica, puede resultar de utilidad que emprenda la resolución del modelo de examen que se encuentra entre los materiales proporcionados por la Escuela. En el punto 5, redacte las respuestas y haga el ejercicio de leérselas a otra persona, para determinar si sus respuestas resultan comprensibles para un tercero. Esto sirve para ir afinando la precisión en la expresión escrita.
4) Puntaje correspondiente a cada ítem del examen Los ítems del parcial van a ser calificados en base a los siguientes puntajes (vea el modelo de parcial que se encuentra entre los materiales para el examen):
El punto 1, referido a las funciones del lenguaje, tiene un puntaje máximo de 1 punto. Cada uno de los ítems en que se divide este punto tiene un puntaje de 0,10. Aquí, la respuesta correcta recibe en cada ítem 0,10, mientras que la respuesta incorrecta queda en cero. Sirve para evaluar la comprensión de la distinción entre distintos tipos de lenguaje. El punto 2, dedicado a los razonamientos, tiene un puntaje máximo de 1 punto. Cada uno de los ítems de este punto tiene un puntaje de 0,20. La forma de calificar es la siguiente: si el aspirante reconoce premisas, conclusiones y formula correctamente el tipo de razonamiento, recibe la totalidad del puntaje para cada ítem. Si, en cambio, reconoce sólo premisas o conclusiones o, por el contrario, identifica correctamente el razonamiento pero no puede distinguir las premisas y las conclusiones, recibe la mitad del puntaje para cada ítem (0,10). El punto 3, en que se evalúa la cuestión de la validez en los razonamientos, tiene un puntaje máximo de 1 punto. Cada uno de los ítems tiene un puntaje de 0,25. En este punto del examen se evalúa la comprensión de la noción de validez. La respuesta correcta recibe la totalidad del puntaje correspondiente a cada ítem, la respuesta incorrecta queda en cero. El punto 4, en que se trata lecto-comprensión a través de una serie de proposiciones tomadas de la bibliografía, tiene un puntaje máximo de 2 puntos. Cada uno de los ítems tiene un puntaje de 0,20. Respecto a la forma de evaluar este punto, cabe hacer la siguiente aclaración. La respuesta correcta recibe la totalidad del puntaje de cada ítem sin necesidad de que el aspirante formule ninguna aclaración. En el caso de las proposiciones falsas, para recibir el puntaje correspondiente al ítem, tiene que justificar los motivos por los que considera que son falsas. De no hacer esto, no recibe puntaje por la respuesta, aunque ésta sea correcta. Por ejemplo, la proposición correspondiente al punto 1 del modelo de examen es falsa. ¿Cómo justificar que es falsa? Diciendo que la lógica no se ocupa de las reglas gramaticales para redactar un texto, sino de la distinción entre razonamientos correctos o incorrectos (válidos o inválidos) a partir del estudio de la forma que poseen los razonamientos. La justificación pasa, por tanto, por corregir la proposición falsa, transformándola en verdadera. Otro ejemplo, la proposición 6 del modelo de examen también es falsa. En este caso, el aspirante tiene que decir que es falsa y afirmar que lo es porque los razonamientos no son verdaderos o falsos (esto cabe para las proposiciones), sino válidos o inválidos. El punto 5, también dedicado a la lecto-comprensión, tiene un puntaje máximo de 5 puntos. En esta parte del examen se hace hincapié en la redacción de una respuesta precisa y coherente, que se sostenga en el texto leído. Cada uno de los ítems tiene un puntaje de 1 punto. En este punto,
dedicado a la lecto-comprensión, la evaluación tendrá en cuenta la coherencia de las respuestas, la capacidad para redactar afirmaciones que no sean telegráficas y para justificarlas. En todo momento, el aspirante debe ceñirse, al momento de responder, al texto que se está analizando. El ítem 1 está referido al tema del texto, aquí se evaluará la capacidad de síntesis, esto es, la formulación de una respuesta que no exceda los 5 renglones. El ítem 2 está dedicado a la identificación de los argumentos. Para recibir el puntaje total es preciso que el aspirante sea capaz de nombrar cada uno de los argumentos y establecer correctamente quien los enuncia. Si la respuesta es parcialmente correcta, o sea, si identificó sólo uno de los argumentos, recibirá una parte del puntaje correspondiente. En el ítem 3 tiene que aclarar porqué considera que el argumento elegido aporta una fundamentación propia de la investigación científica. En el ítem 4 se da el mismo caso, se trata de identificar el argumento e indicar el motivo por el que considera que no es científico. En el ítem 5 se pide que precise el tema de confrontación entre Galileo y la Iglesia. Como en todos los otros casos, no basta con enunciarlo, sino también describirlo.
5) Bibliografía obligatoria para el examen de IEU Los textos de lectura obligatoria para el examen son los siguientes: Cagliani, Martín. (2012). Modelo para armar: La evolución humana, paso a paso (y parte a parte). Buenos Aires: Siglo XXI. (Capítulos 3-6). Para lectocomprensión. Copi, Irving M. (2009). Introducción a la lógica. Buenos Aires: Eudeba. (Capítulos 1 y 2). Para distinción entre tipos de lenguaje, concepto de lógica, razonamiento, verdad y validez, razonamientos inductivos y deductivos. Gould, Stephen Jay. (2006). “Sombreros anchos y mentes estrechas”. EN: Gould, Stephen Jay. (2006). El pulgar del panda. Barcelona: Crítica. (pp. 159166). Para lecto-comprensión. Gould, Stephen Jay. (2006). “¿Eran tontos los dinosaurios?” EN: Gould, Stephen Jay. (2006). El pulgar del panda. Barcelona: Crítica. (pp. 287-295). Para lecto-comprensión. Nogueira, Sylvia. (2010). Manual de lectura y escritura universitarias: Prácticas de taller. Buenos Aires: Biblos. (Capítulos 2-5 y 7). Para argumentación y tipos de texto.
INTRODUCCIÓN A LOS ESTUDIOS UNIVERSITARIOS INTRODUCCIÓN A LOS ESTUDIOS UNIVERSITARIOS EXAMEN DE INGRESO – AÑO ACADÉMICO 2013 Año Académico 2013 Datos personales: Apellido y nombre: DNI: Carrera: Correo electrónico: I. Determine qué función/es del lenguaje se está utilizando en los siguientes fragmentos indicando con una (I) si se trata de Informativo; con una (E) si se trata de Expresivo; o con una (D) si se trata de Directivo. 1) “Julieta pensó que era mejor no decirle la verdad porque sufriría demasiado”. 2) “¡Qué mentiroso! ¡Qué caradura! ¿Dijo que nadie le avisó? Si yo se lo dije personalmente.” 3) “El colesterol total, cuando supera ciertos valores, es un factor de riesgo cardíaco” 4) “¡Tienen que anotarse ya mismo! Les recuerdo que el plazo vence esta tarde”. 5) “La reactivación de este ferrocarril es fundamental, ya que el costo del transporte de larga distancia es tres veces menor al realizado por camiones”. 6) “La visión es el sentido fundamental para el ser humano. Gran parte del cerebro se dedica exclusivamente a analizar la información que recabamos mediante la vista.” 7) “Es conveniente que vayan preparando sus mochilas, así están listos para subir al micro.” 8) “Estos días azules y este sol de la infancia.” 9) “Todos los paleontólogos saben que el registro fósil contiene bien poco en cuanto a formas de transición; las transiciones entre los grandes grupos son característicamente abruptas.” 10) “No presentaré este libro: léase y júzguese. Y si, como es normal, se encuentran elementos dignos de crítica, que se expliciten y que se mejores.” II) Establezca si cada uno de los siguientes ejemplos es un razonamiento. De ser razonamiento marque la/s premisa/s y la conclusión y distinga qué tipo de razonamiento es cada uno: 1) Todas las obras de Platón tienen una estructura dialogada: leí República, Teetetos y Las leyes y las tres contenían esta estructura. 2) Los posibles destinos de Javier eran Japón o Pakistán. Javier no tiene pasaporte y es imposible ingresar a Japón sin este documento; en consecuencia, Javier viajó a Pakistán. 3) El hombre no es enteramente libre porque, a pesar de poseer la facultad de la razón, está sujeto a sus necesidades naturales. 4) Puesto que el hombre es esencialmente racional, la constante reaparición de la metafísica en la historia del conocimiento humano debe tener su explicación en la estructura misma de la razón. 5) Mi preparación para el examen de IEU ha sido deficiente, no leí ninguno de los materiales. Estoy pensando seriamente en no presentarme.
III) Responda con un SI o un NO las siguientes preguntas sobre los razonamientos 1) ¿Si la premisa de un razonamiento deductivo válido es falsa entonces su conclusión debe ser necesariamente falsa? 2) ¿Puede haber razonamientos deductivos válidos con premisas verdaderas y conclusión falsa? 3) ¿Puede haber razonamientos deductivos válidos con premisas y conclusión falsas? 4) Si un razonamiento deductivo es inválido y sus premisas son falsas, ¿Su conclusión será necesariamente falsa? IV) Lea las siguientes proposiciones e indique si son V o F. Justifique en el caso de responder F: 1) La lógica se dedica al estudio de los métodos y principios para redactar un texto acorde a las reglas gramaticales. 2) El problema central de la lógica consiste en la distinción entre el razonamiento correcto y el incorrecto. 3) Las proposiciones, las preguntas, las exclamaciones y las órdenes son verdaderas o falsas. 4) Un razonamiento inductivo no pretende que sus premisas ofrezcan fundamentos concluyentes para la verdad de su conclusión, sino solamente que ofrezcan algún fundamento para ella. 5) El razonamiento deductivo se caracteriza porque su conclusión se desprende de sus premisas con absoluta necesidad, necesidad que no es cuestión de grado ni depende de manera alguna de cualquier otra cosa. 6) Los razonamientos deductivos pueden ser verdaderos o falsos. 7) La función informativa del lenguaje consiste en describir de manera fidedigna los sentimientos y las sensaciones de las personas. 8) Las preguntas no forman parte de la función directiva del lenguaje. 9) El lenguaje se usa de modo directivo cuando está dirigido a establecer la verdad o falsedad de las proposiciones. 10) Para que esté presente un razonamiento, de una de las proposiciones afirmadas debe sostenerse que se desprende de otras proposiciones que se afirman como verdaderas, las cuales son presentadas como fundamentos o razones para creer en la conclusión. V) A partir de la lectura del texto de Guillermo Boido, “Galileo y la Iglesia”: 1) Indique cuál es el tema tratado en el texto. 2) ¿Cuántos argumentos (distintas posiciones) encuentra en el texto y quién enuncia cada uno de ellos? 3) ¿Cuál de los argumentos aporta fundamentaciones propias de la investigación científica? 4) ¿Cuál de los argumentos cree usted que es una fundamentación NO científica? 5) ¿Cuál es el tema por el que confrontan la Iglesia y Copérnico?
Galileo y la Iglesia Guillermo Boido
Galileo era un hombre áspero y franco, amante de la polémica y la abierta confrontación de las ideas. A diferencia de su contemporáneo Kepler, pensaba que la ciencia no puede ser concebida como una tarea solitaria de espíritus selectos o una mera especulación desvinculada de posibles aplicaciones técnicas; entrevió, con lucidez, la estrecha simbiosis entre ciencia y sociedad que iba a caracterizar a los tiempos modernos. Comprometió, por tanto, todo su genio intelectual, su asombrosa vitalidad y su talento publicitario en la empresa de persuadir al poder político secular y a la Iglesia de que promoviese la libre investigación científica. Destinó el sarcasmo y el ejercicio de la refutación brillante al mundo de las universidades, en las que se invocaba sin mayor crítica a la autoridad de Aristóteles. Ello le acarreó enemigos irreconciliables, que con el tiempo habrían de precipitar su tragedia. La nueva burguesía en ascenso le brindó su apoyo, y por ello estuvo al servicio de la corte toscana durante largas décadas. Su conflicto con la Iglesia se originó al intentar mostrar al mundo eclesiástico la necesidad de conciliar el dogma con la ciencia, la Escritura con los resultados de la investigación. El científico quiso salvar la autonomía de la actividad científica ante el autoritarismo teológico; el honesto creyente (pues Galileo lo era) quiso impedir que su Iglesia cometiese el error de asimilar los fundamentos del pensamiento cristiano a su expresión temporal e histórica. No lo logró. Por el contrario, tal intento fue castigado finalmente con la prisión y la deshonra. A principios del siglo XVII, la más importante controversia científica y filosófica estaba referida a la propuesta heliocéntrica de Nicolás Copérnico, formulada por el gran astrónomo polaco en 1543, año de su muerte, en su libro “Sobre la revolución de las esferas celestes”. A contramano de la opinión de origen aristotélico prevaleciente en las universidades y adoptada por la Iglesia, Copérnico concebía al Sol situado en el centro del universo, a la vez que otorgaba a la móvil Tierra el papel de “un planeta más”. Galileo adhirió a esta postura en privado a fines del siglo XVI y esperó su oportunidad para hacerla pública. En los últimos meses de 1609 comenzó a realizar sus célebres observaciones telescópicas, las cuales, a su entender, refutaban la posición de Aristóteles o bien corroboraban la de Copérnico. Sumado ello a investigaciones mecánicas realizadas por él que quitaban entidad a ciertos argumentos en contra de la movilidad de la Tierra, y convencido ahora de que disponía de evidencias suficientes en favor del copernicanismo, a partir de 1611 logró que la polémica se instalase con vigor en los medios académicos y eclesiásticos. Subsistía, sin embargo un escollo difícil de sortear: la discrepancia entre las afirmaciones copernicanas acerca de una Tierra móvil y las referencias a la quietud de la misma que es posible hallar en algunos pasajes de la Biblia. Galileo, entonces, decidió incursionar en la teología. En cartas divulgadas entre 1613 y 1615, Galileo sostuvo la tesis de que el científico que renuncia al lenguaje bíblico, destinado al “vulgo iletrado”, no renuncia a la Biblia y a su autoridad; se limita a traducir la verdad revelada al lenguaje matemático en el que Dios escribió el “libro de la naturaleza”. La teología es la reina de las ciencias en virtud de la excelsitud de los temas de los que se ocupa, y en modo alguno puede rebajarse a analizar el conocimiento que ofrecen “ciencias menores” como la geometría, la mecánica o la astronomía. Las fuentes de la verdad son los textos sagrados y las conclusiones científicas, pero, dado que ambos se corresponden con una verdad única, la existencia de presuntas contradicciones en la expresión de la misma requiere interpretar juiciosamente el verdadero sentido de la palabra bíblica. Debe por tanto prohibirse la “usurpación” de ésta, porque la metodología científica podría luego probar lo contrario y se habría forzado entonces la verdad a partir de los textos de la Escritura. Pero la propuesta fue rechazada. El brillante teólogo papal Roberto Bellarmino no objetaba el empleo instrumental del copernicanismo, es decir, entendido como una “ficción útil” para el cálculo astronómico.
Tratar así el contenido del libro de Copérnico, escribió a un sacerdote partidario de Galileo, “es hablar con buen sentido y sin correr riesgo alguno”. En cambio le resultaba temerario que alguien pudiera afirmar que en realidad la Tierra gira alrededor de un Sol inmóvil, pues, por ejemplo, el Josué bíblico ordena (en el episodio de la batalla de Gabaón) detenerse al Sol y no a la Tierra. Quedaba claro que, para Bellarmino, ningún descubrimiento científico, entendido como afirmación acerca de la realidad física, debía contradecir el contenido literal de la Escritura. En 1616, en sesión secreta, los expertos del Santo Oficio declararon inadmisible la opinión copernicana, pero de hecho, oficialmente, nunca se informó públicamente que ella configurase herejía alguna, lo cual hubiese requerido de un pronunciamiento papal (en rigor, el copernicanismo nunca fue proclamado herético). Se prohibió el libro de Copérnico y se destinó una admonición privada a Galileo, por intermedio del propio Bellarmino, exhortándolo a abandonar la censurada opinión. No se conoce con exactitud lo ocurrido con Galileo en 1616, y existe sobre el episodio abundante literatura polémica. La mayoría de los historiadores coincide en que Galileo aceptó la intimación de no defender ni sostener el copernicanismo, pero no se comprometió a dejar de enseñarlo y discutirlo al modo instrumentalista, como lo permitía Bellarmino. Sin embargo, se conserva un escrito, semejante al borrador de un acta y no firmada por Galileo ni por Bellarmino, en la que se da cuenta de la imposición formal de un mandato absoluto: la prohibición de “sostener, enseñar o convertir en objeto de demostración, de cualquier modo” el sistema copernicano. Se trata, casi con certeza, de un documento fraguado en 1616 sin el conocimiento de Bellarmino, y destinado a agravar la situación de Galileo en caso de un hipotético proceso futuro. Ello fue lo que, efectivamente, ocurrió. Luego de algunos años de prudente silencio, Galileo volvió a la carga. En 1623 fue ungido Papa, con el nombre de Urbano VIII, el cardenal Maffeo Barberini, con quien Galileo había mantenido hasta entonces una relación amistosa. Parecía haberse inaugurado una nueva etapa de diálogo entre la ciencia y la fe, pues el nuevo pontífice decía amar las ciencias y las artes, y se declaraba admirador de Galileo. Pero sólo fue un espejismo. Galileo, con cierta ingenuidad, creyó poder convencer a un público masivo mínimamente ilustrado de sus puntos de vista y escribió una obra maestra de la literatura polémica: los “Diálogos acerca de los máximos sistemas del mundo” (1632). La censura eclesiástica, sin mayor conocimiento de lo que se afirmaba en el texto, no opuso reparos, y el libro fue publicado. Allí se desencadenó la tormenta. Los adversarios de Galileo, y en particular algunos influyentes miembros de la Compañía de Jesús, pusieron en evidencia que Galileo sostenía la realidad del movimiento terrestre, violando así la prohibición de 1616. Entonces se decidió procesarlo. Los motivos del proceso han sido vinculados con la historia política de la Iglesia: en el marco de la llamada Guerra de los Treinta Años entre católicos y protestantes, el papado afrontaba una dura crisis, originada en el apoyo que Urbano VIII prestaba a la conciliadora Francia, partidaria de acabar con la guerra, en oposición a los países católicos más intransigentes (España y el Imperio Habsburgo). En ese momento los ejércitos protestantes parecían inclinar la guerra en su favor: las tropas del fanático luterano Gustavo Adolfo de Suecia acampaban al pie de los Alpes, dispuestos a invadir Italia y tomar Roma, donde moraba Urbano VIII, el Anticristo. El cardenal español Borgia acusaba al Papa de “transar con herejes” y carecer del “celo apostólico” de sus antecesores. Influyentes antagonistas de Galileo, por su parte, alimentaron en Urbano VIII el rencor por quien fuera alguna vez su amigo señalando que había sido objeto de burla. Por tanto, el Papa habría decidido el proceso y la condena del mayor científico europeo a modo de un golpe de efecto destinado a restablecer su prestigio y autoridad, lo cual ocurrió en 1633. Los inquisidores exhibieron ante Galileo el documento de 1616 y, al cabo de una serie de maniobras y argucias destinadas a atemorizar a un anciano enfermo, se lo acusó de dos cargos: perjurio (por haber difundido la doctrina copernicana por medio de un libro) y mala fe (por no haber mencionado a los censores la existencia de aquél pretendido mandato absoluto). Puesto que Galileo ignoraba la existencia del documento, negó infructuosamente los cargos. Finalmente, agobiado, aceptó retractarse: [...] con corazón sincero y no fingida fe abjuro, maldigo y aborrezco los susodichos errores y herejías, y en general cualquier otro error, herejía y secta contraria a la Santa Iglesia; y juro que en el futuro no diré nunca más ni afirmaré, por escrito o de palabra cosas por las cuales se pueda tener de mí semejante sospecha, y
que si conozco a algún herético o a alguno que sea sospechoso de herejía lo denunciaré a este Santo Oficio, o al Inquisidor u Ordinario del lugar donde me halle. Es difícil no conmoverse ante este texto, en el cual un hombre moralmente aniquilado es obligado a maldecir la causa a la que había ofrecido toda su vida, por obra de lo que el propio Galileo llamaría luego “una conjura de la ignorancia, madre de la malignidad y de la envidia”. Pero no menos conmovedor resulta comprobar que en sus restantes ocho años de vida, en la villa donde permaneció recluido por orden del Santo Oficio hasta su muerte, pudo recuperar su estatura de gigante intelectual y escribir su obra maestra, las “Consideraciones acerca de dos nuevas ciencias”, piedra basal de la física moderna y de la nueva cosmología que se estaba gestando por entonces. No fue sino hasta 1822 en que el Santo Oficio decretó que, a partir de ese momento, no se debía negar autorización para la publicación de obras que tratasen acerca de la movilidad de la Tierra. La encíclica Providentisimus Deus, de fines del siglo XIX, que regula las relaciones de creencia entre el catolicismo y la ciencia, recogió parte de las argumentaciones en favor de la libre investigación que Galileo había presentado, infructuosamente, a principios del siglo XVII. El extinto papa Juan Pablo II le concedió en 1979 el mérito de haber formulado “normas importantes de carácter epistemológico que resultan indispensables para poner de acuerdo la Sagrada Escritura y la ciencia”. Mas esta reivindicación tardía, acompañada de inatingentes consideraciones sobre el proceder científico de Galileo, no puede acallar los ecos de la humillante abjuración que éste debió pronunciar en Roma en 1633, arrodillado, ni el confinamiento domiciliario al que sólo puso término su muerte. Para muchos creyentes y dignatarios católicos partidarios de Galileo que confiaban en erigir una nueva Iglesia sin antagonismos entre la ciencia y la Escritura, el desenlace del proceso resultó un desatino y a la vez un escollo difícil de superar. En los siglos XVIII y XIX se daba por supuesto que cada logro científico representaba una victoria en la declarada “batalla” entre el conocimiento y el dogma cristiano. Sólo posteriormente se admitió mayoritariamente que la práctica de la investigación científica no significa renunciar a las creencias religiosas y que la religión pertenece al dominio de lo personal y no puede cuestionar la autonomía de la ciencia. (Afirmación esta última que, al parecer, el actual papa Benedicto XVI no comparte…). Pero, acerca del tema, remitimos a un artículo publicado en esta misma revista: “Ciencia y religión: ¿confrontación o armonía?”, Exactamente, a. 6, n. 15, diciembre de 1999. Guillermo Boido, Revista Exactamente, Año 15, Nº 42, Junio 2009.