JESUCRISTO ES LA VERDAD SUPREMA

1 JESUCRISTO ES LA VERDAD SUPREMA P. Andrés Morello S.J.M. Superior de la Compañía de Jesús y de María Artículos aparecidos en el periódico "Nazione

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JESUCRISTO ES LA VERDAD SUPREMA P. Andrés Morello S.J.M. Superior de la Compañía de Jesús y de María Artículos aparecidos en el periódico "Nazione Napoletana" junio 2002 - junio 2004)

ÍNDICE • • • • • • • • •

Presentación. Entrevista Dios, único ausente El miedo. Una revolución bendecida. El mundo pontífice Mentir con permiso eclesiástico. Mudos y sordos. "Dad al Cesar"

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PRESENTACIÓN A los Lectores: Quiera Dios bendecirles. A todo hombre le gusta conocer la verdad y su inteligencia creada la busca ansiosa en cada hora de cada día. Nadie se conforma con el error o la mentira, no al menos para si. Los hombres mienten para otros, no para si mismos. La inteligencia busca ansiosa la verdad porque fue creada para ella, es su objeto propio, su fin y por lo mismo aquello que la calma y la sosiega al conocerla. Si ahondamos más, la verdad no es sinó lo que las cosas son, y las cosas son tales al responder con su naturaleza a la Idea creadora de Dios. Las cosas no pueden ser distintas de como Dios las pensó al crearlas y como El las piensa eternamente. Cuando las cosas o los seres o los hombres quieren ser distintos entran en contradicción consigo mismos, se oponen a su misma naturaleza y a la Inteligencia suprema que los creó. Esta contradicción es siempre desastrosa, no podía ser de otra manera. Es contradicción profunda y permanente y al causar tal desorden elimina toda paz posible. Una pretensión semejante está condenada a la suerte de Icaro y con ella al fin de todas sus erradas ilusiones. Si es absurdo que las cosas puedan ser distintas de como Dios las piensa y las quiere, vale entonces el principio del Aquinate: "Las cosas son porque Dios las piensa y existen porque Dios las ama". Esta pequeña recopilación de artículos, que debemos a la caridad entrañable de nuestros amigos de "Nación Napolitana", quiere ser un homenaje a la Verdad Suprema que es Dios y a su Verbo bendito que es su expresión infinita, Verbo que sólo Dios entiende, abarca y comprende, pero que se nos ha hecho inteligible gracias a la Encarnación. Sea entonces nuestro homenaje a Dios y un pequeño servicio a los hombres. "Veritas liberabit vos", "La verdad os hará libres". Si es cierta esta afirmación vale la contraria, el error y la mentira os harán esclavos o libertinos que es otra forma de mentira.

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Quiera Dios que estas pocas páginas acerquen a los hombres a Dios, a la única Verdad Suprema que es Jesucristo y los unan a Ella en un encendido amor. P. Andrés Moreno

ENTREVISTA ("Nación Napolitana", junio de 2002). ¿Quiere explicar al lector napolitano qué es la Compañía de Jesús y de María? En el siglo XVI quiso Dios bendecir a la Santa Iglesia Católica y a toda la Cristiandad con el nacimiento de San Ignacio de Loyola y la posterior fundación de la Compañía de Jesús, los Jesuitas. El fervor de aquellos sacerdotes y su fidelidad a la Santa Iglesia fueron haciendo de aquélla orden religiosa uno de los bastiones del catolicismo. Los enemigos de Dios y de la Iglesia entendieron que la Compañía de Jesús era un baluarte de la Fe católica y de la vida religiosa; lo entendieron a tal punto que los revolucionarios del s. XIX gritaban "Mueran los Jesuitas" queriendo insultar a todo el clero católico. La revolución mundial, guiada por satanás y puesta en ejecución por sus hombres, destruyó las monarquías católicas en el siglo XIX y debió esperar hasta el s. XX para clavar su puñal en la Santa Iglesia, eso suponía una lenta corrupción de su doctrina, un relajamiento de sus costumbres y la corrupción de su clero y de las órdenes religiosas. La Compañía de Jesús también fue su víctima. La Compañía de Jesús y de María quiere ser la restauración de los Jesuitas, de sus principios, de su espiritualidad, de su fervor y su conducta originales. ¿Ya han establecido fundación de misiones? ¿Qué tipo de apostolado desarrollan? Nuestra pequeña Compañía posee un Seminario de formación sacerdotal y religiosa en la República Argentina, que es a la vez su Casa Matriz; cuenta ya con una primera Misión en México en el Estado de Jalisco, en donde sus sacerdotes colaboran en el apostolado con otros sacerdotes y obispos fieles a la Tradición católica, en la celebración de Misas, predicación de ejercicios espirituales, dictado de clases de apologética, catecismo, visitas a enfermos, asistencia a files de otras regiones, administración de los sacramentos.

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¿Por qué conservan la misa en latín y rechazan la misa de Paulo VI? La Iglesia no tiene ni puede tener más que una Misa, tal como la ha transmitido toda la Tradición católica de manera invariable por lo menos desde el s. IV y como fue codificada para siempre por el Sagrado Concilio de Trento y por el Papa San Pío V. Tocar la Misa es herir a la Iglesia en su mismo corazón, los efectos de las reformas posteriores a Vaticano II y las introducidas por Paulo VI no han hecho más que demostrarlo. Nuestra Compañía considera teológicamente absoluta la fidelidad a la Misa de siempre, considerando a la nueva misa como ajena y opuesta a la Fe de la Santa Iglesia. La Misa nueva es la principal causa de la crisis de la Iglesia en los últimos treinta años. ¿Que piensa del reciente encuentro de Asís entre los jefes de las religiones organizado por Juan Pablo II? El encuentro de Asís, el segundo suscitado por Juan Pablo II, es una consecuencia lógica del pensamiento modernista que controla e inunda a Roma y a la Iglesia. La religión ya no es la única fundada por N.S. Jesucristo. La religión es para los hombres de la Roma de hoy lo mismo que "el sentimiento religioso". Basta con que haya sentimiento religioso para que haya religión y que la misma sea verdadera. Esto explica los pedidos de perdón blasfemos y la admisión de rezos a cualquier falsa divinidad; quizás la mayor burla jamás concebida a la sangre de los Mártires cristianos. ¡Pensar que San Hermenegildo prefirió morir antes que comulgar de manos de un obispo arriano! La "gran Iglesia" de los errores de Maritain y el Cardenal Journet ya enseñados antes de los años conciliares han tomado plena forma. O se cree en Dios o no se cree. Si se cree no hay más que El con derechos divinos absolutos; todo lo que no sea así es error, mentira, blasfemia y herejía. ¿Es posible que la Compañía establezca un día una misión en Italia? Una Orden religiosa, una Congregación de la Santa Iglesia no es algo puramente humano. Servir a Dios es tratar de hacer su Santa Voluntad y no la propia, y esto durante toda la vida. Claro está que sería hermoso sentar plantas en la cuna de la Cristiandad y en la tierra de los Mártires. Esperamos que Dios Nuestro Señor predisponga los caminos, indique los tiempos, de los medios y su Gracia soberana para hacerla. ¿Quiere decir algo a los lectores de "Nación Napolitana"? Un lector de "Nazione Napoletana" no es un lector ordinario de cualquier

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periódico; supone una cierta formación, determinados identificación del enemigo y los motivos para combatirlo.

principios,

la

Nuestro mensaje es el de San Ignacio: El hombre fue creado para honrar, amar y servir a Dios y así salvar su alma. El combate terrenal por el Reino católico es una fase, importante, del combate por la salvación eterna de cada uno y de todos. No olvidado el motivo esencial, el combate por Nápoles adquiere sentido. Quiera Dios bendecirles.

DIOS, ÚNICO AUSENTE (Del número de septiembre de 2002). El mundo actual no está en paz. No está en paz por no estar en orden y no está en orden porque ha renunciado a Dios. Toda civilización supone un principio civilizador que es naturalmente el hombre. Pero no sólo se es hombre por tener la naturaleza humana; tiranos, asesinos y degenerados también han sido hombres y han sido los corruptores de toda civilización. Hay civilización en el verdadero sentido de la palabra cuando los hombres que rigen las sociedades y sus miembros se comportan como tales. Cuando los hombres no lo han hecho o han dejado de hacerlo comenzó para ellos la caída de sus imperios y de sus reinos, la inversión de los valores, la destrucción de toda jerarquía. Esos imperios en decadencia se mantuvieron en pie mientras los sostuvo la fuerza de las armas, único baluarte que les quedaba, a la espera de oportunistas y ambiciosos que las usaron en provecho propio. Para que el hombre sea tal debe respetar su puesto en el universo, su puesto de creatura superior que debe regir las sociedades, pero creatura al fin. Las prerrogativas del hombre le vienen de su condición de ser la creatura de Dios más perfecta sobre la tierra, de modo que el olvido, el apartamiento y la renuncia a Dios determinan en él la inversión más absoluta de los valores y de toda jerarquía. Esta es la revolución nefasta a la que asistimos hoy en el mundo entero, causa de un desorden insoluble:

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-en la política, la democracia que asienta su derecho en el número y no en el bien común; -en la sociedad, un bien común ajeno a los valores superiores y reducido al confort material; -en las familias el amor sin hijos, reducido a una vergonzosa sexualidad egoísta; -en las legislaciones, el triunfo de la ley votada, por encima del derecho y la justicia; -en el mismo arte contemporáneo, la ausencia de belleza, faltando la proporción, el equilibrio y la armonía; -a nivel mundial, el triunfo del más fuerte por las armas y el dinero que gobierna a las armas; -la pérdida del respeto elemental por la vida humana: abortos, clonaciones, eutanasia... y su reemplazo descarado por una ecología erigida en valor supremo, que cuida las plantas y hace perfumes y cosméticos con los abortos; -el mismo silencio culpable de muchas jerarquías eclesiásticas que callan los derechos de Dios por no perder un puesto delante del mundo enemigo de Dios.

Nunca habrá paz hasta que no regrese el orden. Ese orden supone que los hombres adoren al único Dios verdadero, es la vuelta a Dios que predicaron todos los Santos de la historia y que construyó la civilización cristiana. Esta es la clave de todos los problemas contemporáneos, su única solución y la razón de ser de toda grandeza verdadera y duradera. Este es el corazón de toda lucha por Dios y por la Patria.

EL MIEDO (Del número de diciembre de 2002). "No he venido a traer la paz sinó la guerra" (Mt. 10, 34). Son palabras de Nuestro Señor y como tales deben ser entendidas. Son palabras del Príncipe de la Paz, el Único que la tiene y el Único que puede darla. "Mi paz os dejo, mi paz os doy... No como el mundo la da" (Jn. 14, 27). Jesucristo es el Príncipe de la Paz, pero de la paz de Dios. Pacificar a un alma es ponerla en orden, en sus afectos, en sus amores, en sus pasiones y deseos. Consiguientemente pacificar a los hombres, a la sociedad y al mundo es también ordenarlos. Poner al mundo en orden significa necesariamente cambiar muchas

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cosas, una infinidad, hoy desordenada. El mundo de hoy es un mundo de valores falsos e invertidos, de amores equívocos, de deseos caóticos, de conductas errantes. Poner a este mundo pervertido en orden será necesariamente hacerle la guerra, enfrentarse, oponerse; será decir y hacer de una manera radicalmente contraria a como dice y hace la orientación actual de las sociedades. Para Cristo y el cristiano, para la verdadera Iglesia y para el católico valen la familia y los hijos, la Fe y la honradez, la lealtad y la integridad, la consciencia y la vida limpias, los buenos creyentes y los buenos sacerdotes. Para el mundo no. Defendemos la familia y el mundo, su disolución, el divorcio y la unión libre, momentánea, pasajera... Defendemos la Fe en el Único Dios verdadero y en el Único que puede salvar; el mundo quiere a todos, que respetemos todo dios que no es respetar a ninguno y menos al verdadero... Queremos la honradez siempre y para todos; para el mundo la única honradez es económica o fiscal. Para el mundo un degenerado que paga los impuestos es un hombre respetable; y si se trata de alguien famoso, artista o millonario, su condición, como a lo dioses mitológicos, lo dispensa de todo delito. Para nosotros no. Poner al mundo en paz es ordenarlo. Ordenarlo es oponerse a sus falsos principios imponiendo los de Dios y de la recta razón, es erradicar las malas conductas, los vicios y las degeneraciones que hoy pretenden derechos y respeto. O respetamos a Dios o al mundo, o cumplimos los Mandamientos del Decálogo o manda la Declaración de los derechos humanos, o respetamos lo que Dios hizo y quiso o Sodoma tiene razón. La historia sagrada dice que no. La Fe en Dios y el amor exclusivo que le debemos supone de manera necesaria y absoluta la oposición irreductible al mundo enemigo de Dios. Esa lucha, ese combate, suponen valor, valentía, entereza, coraje y constancia. El valor no abunda ni entre cristianos ni entre clérigos. También en el Calvario sólo San Juan mostró entereza.

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Cuando fue necesario seguir a Cristo al combate supremo de la Cruz los enfermos, los leprosos, los resucitados, los ciegos de nacimiento, todos, olvidaron las gracias recibidas. Vergüenza es decir, pero falta valor, falta hombría para seguir a Dios. El miedo acobarda a los cristianos, el respeto humano hace enanos a los grandes y también el temor de ser más valientes que muchos sacerdotes y obispos incapaces de defender a Dios. La iglesia de la misa nueva, la que pide perdón a todos menos a Jesucristo, la que reza en el areópago de todos los dioses no tiene hombría ni puede tenerla. En el calvario de esta época malsana, más parecen fariseos que cristianos. Suenan en el cielo de la historia presente las palabras de Cristo Señor Nuestro: "Quien no está conmigo está contra Mi" (Mt. 12, 30). ¡Seamos hombres para Dios!

UNA REVOLUCIÓN BENDECIDA (Del número de marzo de 2003). Todo lo que hizo Dios lo hizo bien. Tanto en la Creación omnipotente, sacando de la nada la obra maravillosa de sus manos y de su divino Intelecto (Gen. 1, 31), como en la Redención llevada a cabo por la Encarnación y el Sacrificio de su Hijo fue así (Mc. 7, 37). La Creación y la Redención, la una creando y poniendo en orden lo creado, la otra redimiendo y poniendo en orden el mundo de la Gracia. El mundo físico y el mundo espiritual no son un caos incomprensible y absurdo sino que reina en ellos la más grande armonía. Al hacer Dios todo bien lo hizo necesariamente de manera ordenada, tanto que su obra y el orden se identifican. En el orden natural es precisa la arrogancia y la ambición del hombre para producir el desequilibrio y consiguientemente el desorden, desorden que violenta a la naturaleza produciendo efectos catastróficos como el sida y la clonación. En el orden sobrenatural ese desorden se llama pecado y produce la inversión de

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valores más absoluta haciendo del rey de la creación un esclavo de pasiones y deseos. La negación práctica o teórica de Dios inclina necesariamente al hombre a creerse Dios. La negación de Dios como ser infinitamente superior hace que el hombre se coloque en la cúspide de todo lo existente, nada por encima y todo a sus pies. Esa negación y ese desorden es lo que nosotros llamamos "la Revolución", que hoy quiere instaurarse como Nuevo Orden Mundial = un orden sin Dios y contra Dios = el desorden instaurado. Sodoma, Gomorra, la Pentápolis, Babel tenían reyes y autoridades, ejércitos y leyes pero vivían en el más absoluto desorden y en la más profunda anarquía contra Dios. En su delirio diabólico y anárquico la revolución quiere triunfar y en la confusión que le produce su pecado siente la necesidad de triunfar para que Dios no la destruya. La revolución necesita ayuda. La Revolución sola siempre quedaría derrotada al enfrentarse a las fuerzas sobrenaturales. El pecado no puede nada contra la Gracia, el vicio no puede vencer a la virtud, el mundo no puede contra la Iglesia. Solamente la reducción de la Gracia, la disminución de la virtud, el envilecimiento de la Iglesia, la destrucción de la Misa católica podían permitir el avance de la Revolución. Esto explica la situación del mundo y de la Iglesia. El mundo está en anarquía porque la Iglesia ni se opone ni tiene ya los medios para hacerlo. La iglesia de la reforma conciliar bendice al mundo y a sus obras, bendice su desorden y su anarquía y al bendecirlo bendice al diablo. La nueva iglesia conciliar no es hija de Dios, por eso no hace la obra de Dios y ayuda a la obra de la revolución. Bien dijera Nuestro Señor "ex patre diabolo estis" (Tn. 8, 44). La Revolución anticristiana debe ser destruida. "Delenda est". Es un imperativo absoluto restaurar la Santa Iglesia, su Misa, su Sacerdocio, su Doctrina. La Revolución sin la "bendición" de la iglesia nueva, sin la complicidad de la iglesia conciliar, sin la misa nueva, sin los nuevos sacramentos, sin el nuevo

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catecismo del indiferentismo está derrotada. Si no completamente derrotada, al menos está en su campo enemigo. Hoy, está en los corredores del Templo abriendo las puertas al enemigo.

EL MUNDO PONTÍFICE (Del número de septiembre de 2003). Petre pasce aves meas! El Verbo Divino es la misma Sabiduría infinita e increada de Dios. Con su Verbo omnipotente creó Dios todas las cosas (Ps. 32, 6) estableciendo el orden inicial de la Creación y la naturaleza de cada uno de los seres. El mismo Verbo Divino encarnado en la adorable persona de Nuestro Señor Jesucristo, uniendo en ella ambas naturalezas, la Divina y la humana, redimió al género humano, poniendo a su disposición todo lo necesario para salvarse, y, para ello, fundando a la Santa Iglesia. Dios quiso a la Santa Iglesia necesaria para que los hombres se salvasen. Extra Ecclesia nulla salus. Puesta Ella en medio del mundo es faro de Verdad, es vehículo de la Gracia y vía soberana que conduce al Cielo. Por la Misa, por los Sacramentos y por la jerarquía, lleva a los hombres a Dios y habría de llevarlos. Si la Iglesia en su faz humana no cumple su deber, si aquellos que hubieran de apacentar no lo hacen, las ovejas desvarían. El pastor debe vigilar, guiar, alimentar, defender. Ausentes los pastores, traidores o cobardes, es el enemigo quien se hace cargo del rebaño. Ante esta ausencia de hecho el mundo ocupa el lugar vacío, el mundo que sirve a los intereses de Satanás, no de Dios, hace como el diablo, queriendo ocupar su lugar. Los Pastores no vigilan, entonces el mundo aprovecha a insinuarse por los corredores del Templo. Los Pastores no guían hacia el Cielo, entonces el mundo conduce al Infierno. Los Pastores no alimentan con la buena doctrina, entonces el mundo establece su cátedra de errores y mentiras. Los Pastores no defienden,

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entonces el mundo implanta todos sus vicios, sus orgullos, sus degeneraciones, diezmando al pueblo cristiano. Roma calla (tacet) y con ella todos los Pastores en un coro silencioso de complacencias con el mundo. La Cátedra de la Verdad hace silencio, mientras el mundo eleva la suya con la altivez propia de Satán. El diablo siempre quiso ser como Dios y el mundo, a su imitación, siempre quiso pontificar enseñando sus errores, sus vicios, su ciencia vacía y orgullosa. La traición de los Pastores no justifica que las ovejas sigan al mundo, sus vicios y errores. Sí explica esa traición el estado actual de la civilización pero no da derechos ni al vicio ni al error. Es necesario combatir, luchar hasta que Dios triunfe, hasta que Dios bendiga con Pastores según su Corazón, o sino, hasta la muerte por Dios, por las almas y por su Iglesia.

MENTIR CON PERMISO ECLESIÁSTICO (Del número de diciembre de 2003). Jesucristo, Hijo de Dios, Verbo infinito de Dios encarnado para nuestra salvación, es la Verdad suprema, la Verdad infinita, total y absoluta, la Verdad por esencia. Siendo así todos sus actos son verdaderos y todas sus acciones son veraces, es decir que todas sus acciones y todas sus enseñanzas son la misma Verdad. Por eso dice San Juan que quien niega a Jesucristo es un anticristo (1 Jn. 2, 22; 4, 3). Por eso Nuestro Señor Jesucristo mismo llama a los judíos "hijos del diablo" porque no creyeron en su palabra. Basta con leer el capítulo 8 del Evangelio de San Juan a partir del versículo 30. La Palabra bendita de Jesucristo es innegable e irrefutable, El es la Verdad y sus palabras lo son; negar sus palabras es mentira, es error, es audacia diabólica y es herejía. No hay mentira más grave, entonces, que negar o contradecir sus palabras; negarlas es negar a Jesucristo mismo y negar a Dios: "Quien es de Dios escucha sus palabras, por eso no las escucháis, porque no sois de Dios" Jn. 8, 47).

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Si negar las palabras de Jesucristo es la más grande herejía y la peor de las mentiras, de todas ellas quizás es la peor la que más daño haga a las almas, dejar en el error, abandonar en la falsedad, equiparar error con verdad. Eso es el ecumenismo actual, el ecumenismo de la Iglesia oficial, el ecumenismo bendecido y llevado a cabo por Roma, una Roma que no es de Dios porque no escucha sus palabras. El ecumenismo es una mentira, la peor. Mentira con permiso eclesiástico. Es un absurdo y una herejía afirmar que toda religión es un camino de salvación, es herejía y mentira que el Dios de todas las religiones es el mismo Dios que el de los católicos. "Todos los dioses de las gentes son demonios" (Salmo 95, 5). La Iglesia oficial hace el ecumenismo con protestantes, judíos y musulmanes. Protestantes para los cuales no es cierta aquélla frase de Jesucristo: "Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt. 16, 18); musulmanes que odian a la Santísima Trinidad negando aquello de San Juan: "Porque son tres los que dan testimonio en el Cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y los Tres son Uno" (1 Jn. 7, 20). El ecumenismo es la mentira más dañina porque viene de aquellos que deberían ser los más veraces: el clero. El clero actual de la Iglesia oficial bendice el ecumenismo herético, lo predica y lo practica, lo impone a las almas como una obligación de consciencia = no es posible ser católico si no se es ecumenista. Los pastores son los lobos y los médicos los asesinos de las almas. Como dijera San Pablo, hablando de los paganos, eso diría hoy de los eclesiásticos: Cambiando la verdad de Dios por el error, dieron culto y sirvieron a .la creatura más que al Creador" (Rom. 1, 25). "Santifícalos en la Verdad" Jn. 17, 17). Esta es nuestra obligación, decir, enseñar, predicar la Verdad, la única que puede salvar a los hombres. Como dice el Pontifical Romano: "Todo lo que no

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pertenece a la Fe es herético y es cismático". No hacerlo es negar a Jesucristo, es ayudar a que las almas se condenen. Pidamos a Dios lo que pedía San Pablo: "Dejando la mentira, decid la verdad". "Deponentes mendacium, loquimini veritatem" (Ef. 4, 25).

MUDOS Y SORDOS (Del número de marzo de 2004). Curavimus Babylonem et non est sanara. Curamos a Babilonia y no se curó. (Ter. 51, 9) El mundo creado es el ámbito natural en el cual el hombre fue puesto por Dios para salvarse. Siendo el hombre una creatura de eternidad, un ser creado para Dios, toda la existencia terrena es necesariamente pasajera, transitoria y frágil y es la ocasión para ser bueno, para alcanzar la salvación. La salvación, el Cielo, la eternidad dan sentido a la vida y su justo valor a todo lo creado que nos rodea. La criatura no puede ser fin de la criatura cuando ella puede conocer y quiere poseer a su Creador. Todo a lo largo de la historia Dios se ocupó de salvar al hombre: Dios mismo después del pecado original, Noé, los Profetas, Jonás y Job, Jesucristo mismo, sus Apóstoles, los Santos, la Iglesia por sus Pastores siempre buscaron que el hombre se salvara. Nadie se salva si no se lo dicen, nadie se salva si de algún modo no lo quiere. Es preciso predicar y es preciso oír la predicación. Por eso decía Nuestro Señor: "Oportet Me evangelizare regnum Dei; quia ideo missus sum", "Me es preciso anunciar el reino de Dios, para eso fui enviado" (Lc. 4, 43). Dos cosas entonces son precisas: • •

1. Que los Pastores prediquen, y que prediquen el Reino de Dios. 2. Que los hombres oigan y quieran oír su predicación.

1. Los Pastores no son nada sin el Pastor Supremo que es Nuestro Señor Jesucristo. Papa, Obispo o simple sacerdote deben actuar en nombre de Jesucristo. Es Nuestro Señor Jesucristo quien da sentido a todo oficio pastoral. Pero, esto mismo obliga a que se haga lo mismo que Jesucristo y su Voluntad sagrada. No se puede hacer ni decir distinto: sus Sacramentos, su Doctrina, sus Virtudes. Alterar la Doctrina, los Sacramentos o no exigir las Virtudes necesarias de la vida cristiana es renegar del oficio pastoral y hacer traición a las almas y a Jesucristo mismo. Hoy la doctrina que se predica aún desde Roma, principalmente desde Roma no es la de Jesucristo, no son sus Sacramentos, no se exige la virtud cristiana necesaria para salvarse. "Lupi rapaces", "Lobos rapaces"

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han venido a destruir el rebaño, rebaño que se acerca confiado esperando bienes y recibiendo males. Peor aún, males con apariencia de bien que los hace cada día menos cristianos a ellos y al mundo. 2. Es necesario también que los hombres oigan y quieran oír. Las almas buenas siempre quieren oír, muchos hombres desean salvarse, pero el hedonismo contemporáneo, los placeres, las riquezas, apartan a los hombres del bien. Unos por exceso de bienes, otros en la más extrema indigencia reniegan de Dios. Por eso ya decía hace siglos el Profeta Isaías que los hombres le decían: "Loquimini nobis placentia", "Dínos cosas que nos agraden" (Is. 30, 10). ¿Qué diría hoy el Profeta? El mundo vive horas de tinieblas, no se identifica la Verdad, no se reconocen los Pastores ni los hombres grandes que conduzcan al bien; la virtud es motivo de irrisión. Recemos a Dios y a María Ssma. quien destruyó todas las herejías que susciten Santos gigantescos, hombres grandiosos capaces de enfrentarse al mal, nuevos Matatías y Macabeos que luchen el combate de Dios. Confiemos en aquella Verdad que jamás miente ni puede mentir: "Ego vobiscum sum... usque ad consurnmationem saeculi", "Estaré con vosotros hasta el fin de los siglos" (Mt. 28, 20).

"DAD AL CESAR" (Del número de junio de 2000). Cuando algo es verdadero lo es siempre. No podía ser de otra manera, la verdad es la adecuación de nuestra inteligencia a lo que las cosas son, si las conocemos bien las conocemos en verdad; conocer entonces la verdad es conocer la realidad. Cuando Nuestro Señor pronuncia aquélla solemne afirmación: "Dad al César... " establece un principio superior, una ley suprema que rija todos los derechos, al regir los más altos. Si vale para lo supremo y superior, vale para todo, aún para lo ínfimo e inferior. Debajo de esta afirmación suprema de Jesucristo subyacen las nociones básicas de toda justicia y de todo derecho. Justicia será, entonces, dar a cada quien lo que le es debido y derecho la capacidad moral de exigirlo como propio.

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Siendo así, todo hombre, los que mandan y los que obedecen, los que juzgan y los juzgados, los que compran y los que venden, los que dan y los que reciben, los que aprenden y los que enseñan, todos deben ordenar sus relaciones según la justicia y según el derecho. El ser o la naturaleza establece lo justo, y, lo justo fundamenta el derecho. Así las cosas, los seres merecen según lo que son y pueden exigir por la misma razón. La realidad actual de un mundo en desorden y de una iglesia católica oficial y visible también desordenada plantea al menos dos problemas, ambos de solución sencilla, pero de aplicación dificultosa. La autoridad civil puede mandar pero con tal que no avasalle la ley de Dios ni sus derechos impostergables; la autoridad eclesiástica, por igual, puede y debe mandar pero sin oponerse a Dios, a su Revelación que es la Sagrada Escritura, o a la Tradición milenaria de la Iglesia. Hoy ambas autoridades exceden sus derechos mandando lo contrario a los derechos de Dios y por lo mismo sin derecho y contra el mismo fundamento de todo derecho que es Dios. Los divorcios, los abortos, las clonaciones, la regulación de la natalidad hasta casi su desaparición, la inmoralidad de los medios de prensa que autoriza la permisividad de los estados, la criminal eutanasia y la aberrante legalización de la homosexualidad son sólo algunos de los "derechos" contemporáneos opuestos de manera total y absoluta a la ley de Dios; a Dios mismo. En la iglesia oficial y visible el ecumenismo, la libertad religiosa, la casi igualdad de todas las religiones, el Nuevo Código de derecho canónico que está al servicio de esos errores, la desacralización de la Sagrada Liturgia, la prohibición de la Misa de S.Pío V o su autorización sólo a cambio de aceptar todos los errores dogmáticos y morales posteriores a Vaticano II son apenas algunas de las imposiciones forzosas a que se ven sometidos fieles y sacerdotes. Mandar contra derecho es perder el derecho. Mandar lo injusto es renunciar a ser obedecido. ¡Non possumus! No podemos obedecer a lo que contraríe a Dios o a sus leyes. Es preciso dar a Dios lo que es de Dios. Cuando se llega a la suprema encrucijada de no poder obedecer sin ofender a Dios, ni Pontífices, ni Pastores, ni Reyes nos pueden obligar.

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Lo dijo Nuestro Señor: "Para que conozca el mundo que amo al Padre hago lo que El me mandó" Qn. 14, 31). Lo mismo dijo S.S.León XIII en la Encíclica "Diuturnum illud" del 26 de junio de 1881: "Una sola causa tienen los hombres para no obedecer, y es, cuando se les pide algo que repugne abiertamente al derecho natural o divino... Es tan ilícito el mandarlas como el hacerlas. Si, pues, aconteciere que alguien fuere obligado a elegir una de dos cosas, a saber, o despreciar los mandatos de Dios o los de los príncipes, se debe obedecer a Jesucristo que manda -Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios- y a ejemplo de los Apóstoles responder animosamente: -Conviene obedecer a Dios antes que a los hombres Su autoridad es nula donde no hay justicia" (Encíclica "Diuturnum illud", n, 9). Puestos en ese supremo dilema los católicos no pueden obedecer en lo malo sin ofender a Dios, no importa de dónde procedan las órdenes injustas, no importa si las quieren imponer mitras o coronas. "Qui autem facit voluntatem Dei manet in aeternum" "Quien hace la voluntad de Dios permanece para siempre" (1 Jn. 2, 17) ¡Ave Maria Puríssima!

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