JORGE LUIS ARCOS* (Fragmento)

JOSÉ LEZAMA LIMA JORGE LUIS ARCOS* J SÉ L AMA LIM (Fragmento) Caso aparte resulta [José] Lezama [Lima] , descomunal incorporación de la cultura

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JOSÉ LEZAMA LIMA

JORGE LUIS ARCOS*

J

SÉ L

AMA LIM

(Fragmento)

Caso aparte resulta [José] Lezama [Lima] , descomunal incorporación de la cultura universal a su sistema poético del mundo, a su concepción de la cultura como una segunda naturaleza, a su validación cognoscitiva de la imago. La poesía de Lezama significa la aventura poética más absoluta emprendida en el ámbito del idioma . Hay que recurrir a los grandes poetas de la contemporaneidad para encontrarle pariguales: Rilke, Celan , Pound , Eliot, Perse, y aún así su poesía continúa siendo una experiencia única, irrepetible. Una poesía tan volcada hacia el conocimiento, hacia la penetración del ser de la realidad, tenía que establecer determinadas correspondencias con el conocimiento filosófico y teológico. Lezama ha sido calificado de poeta teólogo. Pero en general , tanto la poesía del autor de Muerte de Narciso, co mo la de Vitier y García Marruz se nutren de un acendrado pensamiento aunque siempre desde una raíz poética. Por eso les fue tan cercana la lección de María Zambrano, quien buscaba, aunque desde

la filosofía, la aprehensión integral del ser, y que encontró finalmente en la razón poética su vía de acceso a una suerte de sabiduría unitiva, tanto en ella como en los poetas antes mencionados desde presupuestos católicos evidentes. Precisamente su catolicidad esencial, más su naturaleza poética, les impedía desdeñar el mundo de las apariencias . Si para ellos el centro de la realidad es trascendente, sólo podrían revelarlo a través de las apariencias, como aportándole más ser a la propia realidad , como tambíen supo ver Octavio Paz en la poesía de Vitier. Pero es en la poesía de Lezama donde ese exceso de realidad se torna más inaudito. Su afán de unión o igualación con Dios o con un principio creador, genésico, es tan poderoso, que Lezama parece recrear, o crear de nuevo, toda la realidad. Su poder incorporativo no conoció límites. Y el "cubrefuego" de su imagen, dador de una potencia de conocimiento, de un apoderamiento de zonas desconocidas de la realidad, de un poder cristalizador de cuerpos, materias, sustan-

Los poetas de Origenes. seleCCión. prólogo. bibliografía y notas de Jorge LUIS Arcos . Fondo de Cultura Económica. México. 2002. 454 pp.

cias como no había acaecido antes en la poesía de la lengua.

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MARlNAGRAF MARTADONls

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MIGUEL GARCIA RUIZ

JULIO CORTÁZAR*

PARA LLEGAR A JOSÉ LEZAMA LIMA (Fragmentos)

En diez dias . interrumpiéndome para resp irar y darle su leche a mi gato Teodoro W. Ado rno , he leído Paradiso , cerra ndo (¿cerrando?) el itinerario que hace muchos años iniciara con la lectura de algunos de sus cap ítulos ca idos en la rev ista Origenes como otros tantos objetos de Tlbn o de Uqbar. No soy un crítico : algú n día , que sospecho lejano , esta suma prodigiosa encontrara su Maurice Blanchot, porque de esa raza debera ser el hombre que se adentre a su larvario fabuloso. Me propongo solamente señalar una ignorancia vergonzosa y romper por adelantado una lanza contra los ma lentendidos que la seguiran cuando Latinoamérica oiga por fin la voz de José Leza ma Lima . De la ignorancia no me asombro ; también yo desconocía a Lezama doce años atras, y fue preciso que Ricardo Vigón , en Pari s, me hablara de Oppiano Licario que acababa de publicarse en Orígenes y que ahora cierra (si es que algo puede cerrarlo) Paradiso . Dudo de que en esos doce años la obra de Lezama haya alcanzado la presencia activa que en un plazo equivalente fueron logrando la de un Jorge Luis Borges o la de un Octavio Paz, a cuya altura esta sin la mas mínima duda. Raza nes de dificultad instrumental y esencial son una primera causa • Julio Cortazar, La vuelta al día en ochenta

mundos, siglo 224 pp.

XXI

editores , México, 1969,

de esa ignorancia; leer a Le - tismo , y Lezama no sólo es herzama es una de las tareas mas mético en sentido literal por cuanarduas y con frecuencia mas irri- to lo mejor de su obra propone tantes que puedan darse. La una aprehensión de esencias por perseverancia que exigen escri- vía de lo mítico y lo esotérico en tores de frontera como Raymond todas sus formas históricas, psíRoussel , Hermann Broch o el quicas y literarias vertiginosamaestro cubano es infrecuente mente combinadas dentro de un incluso entre "especialistas", y sistema poético en el que con frede ahí que en el club sobren los cuencia un sillón Luis xv sirve de sillones . Borges y Paz (vuelvo a asiento al dios Anubis , sino que citarlos para colgar el blanco en lo mas alto del arbol de nuestras tierras) le llevan a Lezama la ventaja de que son escritores meridianos , casi diría apolíneos desde el punto de vista del perfecto ajuste expresivo, del sistema coherente de su espíritu. Sus dificultades y aun sus oscuridades (Apolo puede ser también nocturno, bajar al abismo para matar a la serpiente Pitón) responden a la dialéctica que evoca Le cimetiére marin: ... Mais rendre la lumiere Suppose d 'ombre une mome moitie.

Extremos puntos de tensión de un arco de raíz mediterranea, ceden lo mejor de su fuerza sin los tres enigmas previos que haran del lector de Lezama un Edipo perpetuo. Y si digo que ello constituye una ventaja de aquéllos sobre éste, me refiero casi éticamente a los lectores que detestan los trabajos de Edipo, que optan por la maxima cosecha con el mínimo de riesgo. En la Argentina , en todo caso, se tiende a hurtarle el cuerpo al herme-

2 Biblioteca de Méxic

ademas es formalmente hermético, tanto por un candor que lo lleva a suponer que la mas heteróclita de sus series metafóricas sera perfectamente entendida por los demas , como porque su expresión es de un barroquismo original (de origen , por oposición a un barroquismo lúcidamente mis en page como el de un Alejo Carpentier). Se ve, pues , lo difícil que resulta entrar en el club cuando tantas dificultades se van sumando para trabar el goce de una lectura, salvo si .el goce comienza con las dificultades mismas, puesto que yo empecé por leer a Lezama como quien trata de resolver la cifra de messunkaSebr A.icefdok. segnittamurtn, etcétera, que finalmente se aclara en: Descends dans le cratére du Yocul de Sneffels .. . ; se diría que la prisa y el sentimiento de culpa que suscita la proliferación bibliográfica llevan al lector contemporáneo a descartar, muchas veces irónicamente , todo trovar clus. A ello se suman los falsos ascetismos y las solemnes anteojeras de la especialización mal entendida,

contra la que se alza hoy en buena hora una actitud como la estructuralista . Todavía un Goethe alcanzaba a fundir al filósofo y al poeta, ya querellados en su siglo, por obra de una avasalladora intuición unitiva ; hasta Thomas Mann (hablo ahora de novelistas) pareció que esa coexistencia se mantenía viva en autor y lectores, pero es un hecho que ya la obra de un Robert Musil, para ceñirse al campo de expresión germánica, se vio privado del eco universal que hubiera debido encontrar. Aunque se trate de un mismo lector, éste tiende hoya adoptar una actitud especializada según lo que esté leyendo, resistiéndose a veces de manera subconsciente a toda obra que le proponga aguas mezcladas, novelas que entran en el poema o metafísicas que nacen con el codo apoyado en un mostrador de bar o en una almohada de quehacer amoroso. Acepta moderadamente la carga extraliteraria de cualquier novela, pero siempre que el género conserve sus prerrogativas básicas (que nadie conoce bien, dicho sea de paso, pero ésta es otra cuestión). Paradiso, novela que es también un tratado hermético, una poética y la poesía que de ella resulta , encontrará dificultosamente a sus

lectores: ¿dónde empieza la novela , dónde cesa el poema , qué

significa esa antropología imbricada en una mántica que es también un folklore tropical que es también una crónica de familia? Se habla mucho en nuestros días de ciencias diagonales, pero el lector diagonal se tomará su tiempo en aparecer y Paradiso, tajo al sesgo en esencias y presencias , conocerá la resistencia que le opone el haz de las ideas recibidas . Pero el tajo ya está dado; como en la historia china del perfecto verdugo, el decapitado sigue en pie sin saber que apenas estornude su cabeza ro dará por el suelo. Si la dificultad instrumental es la primera razón de que se ignore tanto a Lezama , las circunstancias de nuestro subdesarrollo político e histórico son la segunda. Desde 1960 el miedo, la hipocresía y la mala conciencia se aliaron para separar a Cuba y a sus intelectuales y artistas del resto de Latinoamérica . Los ya conocidos , Guillén , Carpentier, Wilfredo Lam , salvaron y salvan la barrera por la vía de un prestigio internacional anterior a la revolución cubana , que obliga a ocuparse de ellos cuando llega el momento. Lezama , ya entonces inexcusablemente al mar-

JOSÉ LEZAMA LIMA (1910-1976)

Se abre este número de la revista con una memoria y breve homenaje a Lezama

Lima , de cuyo nacimiento se cumple el centenario. Turbulenta ·y compleja la extensa obra del cubano , que concebida como se sabe sin contemplaciones para ninguna clase de lector y tardíamente, con la natural resistencia del contexto crítico intolerante en el que le tocó vivir durante las dos úl timas décadas de su vida , terminó después de su muerte por convertirse en uno de los mayores astros de la gran literatura cubana y latinoamericana del siglo

xx. El texto de Julio Cortázar,

Para llegar a Lezama Lima, que fragmentariamente aquí se publica en primer término, pertenece al libro La

vuelta al día en ochenta mundos (1969). Creo es fundamental ese larguísimo ensayo del argentino. que

se violentaba entonces por la sordera que en esos años había en Cuba frente a la obra de tantos artistas y poetas cubanos "que se ven

forzados a vivir y a trabajar en un aislamiento del que. lo menos que puede decirse. es qye da asco y vergüen5- {son palabras del autor de Rayuela en esos años).

3 Bibliot eca de México

gen de las tablas valorativas de abundan θΠ su prosa Υ que, por los magisters peruanos ο mexi- contraste con la sutileza Υ la honcanos ο argentinos, ha quedado dura del contenido, suscitan θΠ el del otro lado de la barrera hasta lector superfιcialmente refιnado υπ ρυπΙο θΠ que incluso aquellos υπ movimiento de escandalo e que han oido su nombre Υ qui- impaciencia que casi nunca es sieran leer Tratados en La Ha- capaz de superar. Si a eso se bana, Ana/ecta de/ re/o}, La fije- suma que las ediciones de los lίza, La eΧΡresiόn americana ο bros de Lezama suelen estar Paradiso, πο pueden πί podran muy mal cuidadas tipograficaconseguir ejemplares. Tanto θl mente, Υ que Paradiso diste de como muchos otros poetas Υ ser una eχceΡcίόπ, πο puede exartistas cubanos se νθΠ forzados traiiar que a las perplejidades de a νίνίΓ Υ a trabajar θΠ υπ aisla- fondo se sume la impaciencia miento del que 10 menos que que producen las extravagancias puede decirse es que da asco Υ ortografιcas ο gramaticales donvergϋeΠΖa . Desde luego, 10 que de trastabillan los ojos del dόmίimporta es cerrar el paso al Πθ que casi todos Ilevamos dencomunismo totalitario. ιΡara- tro. Cuando hace aiios comence diso? Nada que merezca ese a mostrar ο a leer pasajes de nombre puede νθπίΓ de seme- Lezama a personas que πο 10 jante infierno. Duerma usted conocian, el asombro que provotranquilo, la ΟΕΑ vela su sueiio. caba su vίsίόπ de la realidad Υ la Queda, quiza, una tercera Υ osadia de las imagenes que la mas agazapada raΖόπ del torvo comunicaban, se veia casi siemsilencio que θπνυθlνθ la obra de pre mitigado por una amable ίΓΟ­ Lezama; voy a hablar de ella sin nia, por una sonrisa de perdonapudor alguno precisamente por- vidas. Νο tarde θΠ darme cuenta que las escasas criticas cubanas de que entraba allί θΠ accίόπ υπ que conozco de esa obra πο han rapido mecanismo de defensa, Υ querido mencionarla, Υ θΠ cam- que los amenazados de absoluto bio conozco su fuerza negativa se apresuraban a magnifιcar las θΠ manos de tantos fariseos de tachas formales como υπ pretexnuestras letras. Me ΓθfιθΓo a las to acaso inconsciente para queincorrecciones formales que darse de este lado de Lezama, 4 Biblioteca de Mexico

seguirlo θΠ su implacable aguas profundas. ΕΙ hecho incontrovertible de que Lezama parezca decidido a πο escribir jamas correctamente υπ nombre ΡΓορίο ingles, frances ο ruso, Υ de que sus citas θΠ idiomas extranjeros esten consteladas de fantasias ortograficas, induciria a υπ intelectual rioplatense tίpico a νθΓ θΠ θl υπ πο menos tίpico autodidacto de pais subdesarrollado, 10 que es muy exacto, Υ a encontrar θΠ eso una jυstίfιcacίόπ para πο penetrar θΠ su verdadera dίmeπsίόπ, 10 que es muy lamentable. Desde luego θΠΙΓθ los argentinos idiosincrasicos la cοrreccίόn formal θΠ el escribir como θΠ el vestir es siempre una garantίa de seriedad, Υ cualquiera que anuncie que la tierra es redonda con υπ "estilo" aceptable merecera mas respeto que υπ cronopio con una papa θΠ la boca pero cOn mucho que decir atras de la papa. Si hablo de la Argentina es porque la COnOZcO υπ pOCO, pero tambien cuando estuve θΠ Cuba me θΠ­ contre con jόveπes intelectuales que se sonreian ίrόnίcamente al recordar cόmο Lezama suele pronunciar caprichosamente el nombre de algύn poeta extranjepara

πο

sυmersίόπ θΠ

cia americana abriendo eleáticamente, órficamente los ojos en el comienzo mismo de la creación, Lezama Adán previo a la culpa, Lezama Noé idéntico al que en los cuadros flamencos asiste aplicadamente al desfile de los animales: dos mariposas, dos caballos, dos leopardos, dos hormigas, dos delfines... Un primitivo que todo lo sabe, un sorbonnard cumplido pero americano en la medida en que los albatros disecados del saber del Eclesiastés no lo han vuelto a wiser arid a sadder man sino que su ciencia es palingenesia, lo sabido es original, jubiloso, nace como el agua con Tales y el fuego con Empédocles. Entre el saber de Lezama y el de un europeo (o sus homólogos rioplatenses, mucho menos americanos en el sentido al que apunto) hay la diferencia que va de la inocencia a la culpa. Todo escritor europeo es "esclavo de su bautismo", si cabe parafrasear a Rimbaud; lo quiera o no, su decisión de escribir comporta cargar A la ironía defensiva que se con una inmensa y casi pavorosa apoya en falencias de superficie tradición; la acepte o luche conse suma la que ha de provocar tra ella, esa tradición lo habita, es en muchos la insólita ingenuidad su familiar o su íncubo. ¿Por qué que aflora en tantos momentos escribir, si de alguna manera ya de la narrativa de Lezama. En el todo ha sido escrito? Gide obserfondo es por amor a esa ingenuivó sardónicamente que como dad que hablo aquí de él; más nadie escucha, hay que volver a allá de todo canon escolar, sé de decirlo todo, pero una sospecha su penetrante eficacia; mientras de culpa y de superfluidad muetantos buscan, Parsifal encuenve al intelectual europeo a la más tra, mientras tantos hablan, extrema vigilancia de su oficio y Mishkin sabe. El barroquismo de de sus medios, única manera de complejas raíces que va dando no rehacer caminos demasiado en nuestra América productos andados. De ahí el entusiasmo tan disímiles y tan hermanos a la que producen las novedades, el vez como la expresión de Vallejo, asalto en masa a la nueva rebaNeruda, Asturias y Carpentier nada de lo invisible que alguien (no hagamos cuestión de géneha conseguido corporizar en un ros sino de fondos), en el caso libro; basta pensar en el simboespecialísimo de Lezama se tiñe lismo, el surrealismo, el "nouvede un aura para la que sólo en au román": por fin algo verdadecuentro esa palabra aproximadoramente nuevo que no se habían ra: ingenuidad. Una ingenuidad sospechado ni Ronsard, ni Stenamericana, insular en sentido dhal, ni Proust. Por un tiempo se directo y lato, una inocencia puede dejar dormir el sentimienamericana. Una ingenua inocen-

ro; la diferencia empezaba en el momento en que esos jóvenes, puestos a decir algo sobre el poeta en cuestión, se quedaban en la buena fonética mientras que Lezama, en cinco minutos de hablar de él, los dejaba a todos mirando para el techo. El subdesarrollo tiene uno de sus índices en lo quisquillosos que somos para todo lo que toca la corteza cultural, las apariencias y chapa en la puerta de la cultura. Sabemos que Dylan se dice Dílan y no Dáilan como lo dijimos la primera vez (y nos miraron irónicos o nos corrigieren o nos olimos que algo andaba mal); sabemos exactamente cómo hay que pronunciar Caen y Laon y Sean O'Casey y Gloucester. Está muy bien, lo mismo que tener las uñas limpias y usar desodorantes. Lo otro empieza después, o no empieza. Para muchos de los que con una sonrisa le perdonan la vida a Lezama, no empieza ni antes ni después, pero las uñas, se lo juro, perfectas.

Biblioteca de México

(VIENTWEMw Pero sobre todo es i m 3aportante destacar en la ap, sionada defensa de Cortá'^ zar esas líneas sobre el enorme desafío que se pn sentaba, entonces y aho al leer al instrumentalment ite I intrincado y crítico autor dej Paradiso, a cuya complicación se agregaba el huracán de erratas que las primeras ediciones de sus libros padecieron en su isla; died Jice Cortázar: "... Leer a Lezama es una de las tareas más arduas y con frecuencia más| nás irritantes que puedan dardarse", pero más adelante expone con lucidez y convi^ ivicción que esa tarea terriblej ible vale la pena para descu brir a un hombre de genio. Léase el texto de C/Ortazar, como el de Octavi ivio Paz en 1978 o el de Julio Ortega en 1981, para apreciar las justas dimensiones que los grandes y agudos escritores y críticos logra-

I

ron descubrir a tiempo ei las páginas del enorme

oscuro caribeño. Hay qu

leer también los luminosos

fragmentos poéticos y prosísticos del propio Lezama que aquí se publican. Cerramos el número con otros materiales sobre Albert Camus, de cuya muerte se cumple medio siglo, incluido un texto de Jean Paul Sartre, su grande colega y maestro, con el que tuvo al fin de su vida dolorosas diferencias. E.

L.

Reinaldo González, Re ynaldo Arena s, José Leza ma Lima y Emmanuel Ca rball o en la puerta de Trocadero 162

to de culpa ; hasta los epígonos llegan a creer que están haciendo algo nuevo. Después, despacio, se vuelve a ser europeo y cada escritor amanece con su albatros colgado del pescuezo . Entre tanto Lezama en su isla amanece con una alegría de preadamita sin corbata de pájaro, y no se siente culpable de ninguna tradición directa. Las asume todas, desde los hígados etruscos hasta Leopold Bloom sonándose en un pañuelo sucio, pero sin compromiso histórico, sin ser un escritor francés o austriaco; él es un cubano con un mero puñado de cultura propia a la espalda y el resto es conocimiento puro y libre, no responsabilidad de carrera. Puede escribir lo que le dé la gana sin decirse que ya Rabelais, que ya Marcial. .. No es un eslabón de la cadena, no está obligado a hacer más o mejor o diferente, no necesita justificarse como escritor. Tanto su increíble sobreabundancia como sus carencias proceden

de esa inocente libertad , de esa libre inocencia. Por momentos, leyendo Paradiso, se tiene una impresión extraplanetaria ; ¿cómo es posible ignorar o desafiar a tal punto los tabúes del saber, los no escribirás así de nuestros mandamientos profesionales vergonzantes? Cuando asoma el inocente americano, el buen salvaje que atesora los dijes sin sospechar que no valen nada o que ya no se estilan, entonces pueden ocurrir dos cosas con Lezama. Una, la que cuenta: lo genial irrumpe sin los complejos de inferioridad que tanto nos agobian en Latinoamérica, con la fuerza primordial del robador del fuego . La otra, que hace sonreír a los acomplejados, a los impecablemente cultos, es el lado aduanero Rousseau, el lado papelón a lo Mishkin, el hombre que en Paradiso, después de un pasaje extraordinario, pone punto y aparte y dice con la tranquilidad más absoluta: "¿Qué hacia mientras transcurría el relato de sus 6

ancestros familiares , el joven Ricardo Fronesis?" Si estoy escribiendo estas páginas es porque sé que párrafos como el citado pesarán más en la ponderación de los dómines que la prodigiosa invención con que Paradiso vuelve a proponerse el mundo. Y si cito la frase sobre el joven Fronesis es porque también me molestan esa y muchísimas otras cursilerías, pero sólo en la medida en que puede molestarme una mosca posada en un Picasso o un maullido de mi gato Teodoro mientras estoy escuchando música de Xenakis. La impotencia frente a lo intrincado de una obra disfraza su retirada con los pretextos más superficiales -puesto que de la superficie no ha pasado-. Así, conocí a un señor que jamás escuchaba discos de música clásica porque, según él, el chirrido de la púa le impedía gozar de la obra en su total perfección; sentado tan exigente criterio, se pasaba el día escuchando una de tangos y be-

leras que daba miedo. Cada vez mi epigrafe, y es ti empo de seguir que cito un pasaje de Lezama y a otra cosa. cosecho una sonrisa y un cambio ¿Una nove la, Paradiso? Si , en de tema , pienso en ese señor: los cuanto hay un hilo semiconducincapaces de acceder a Paradiso tor - la vida de José Cemi- al se defenderán siempre asi, y para que van o del que sa len los múlellos todo será ruido de púa , mos- tip les episodios y relatos con eca y maullido. En Rayuela defini y xos o inconexo s. Pero ya de enataqué al lector-hembra , al inca- trada ese "argumento " tiene paz de la verdadera batalla amo- característica s curiosas. No sé si rosa con una obra que sea como Lezama vio que el desarrollo iniel ángel para Jacob. Si se dudara cial del tema llevaría a pensar de la legitimidad de mi ofensiva, con gran regocijo en Tristram baste entender el doble sistema Shandy, pues si bien José Cemi posible de lectura de la novela, y ya está vivo al com ienzo del de ahi pasaron al poI/ice verso relato y en cambio Tristra m, que después de asegurar patética- cuenta su propia vida , ni siquiemente que la habian leido "de las ra ha nacido a mitad del libro , es dos maneras que indica el autor", evid ente que el protagonista en cuando lo que proponía el pobre torno al cual se organiza Para autor era una opción y jamás diso queda en la penumbra hubiera tenido la vanidad de pre- mientras el libro avanza tomántender que en nuestros tiempos se dose todo el tiempo necesario leyera dos veces un mismo libro. para narrar la vida de los abue¿Qué esperar entonces del lector- los, los padres y los tíos de José hembra frente a Paradiso que, Cemí. Más importante es obsercomo decía el personaje de Lewis var que falta en Paradiso lo que Carroll , sería capaz de poner a yo llamaría el reverso continuo , prueba la paciencia de una ostra? la urdimbre que "hace" una Pero no hay paciencia allí donde novela por más fragmentarios empieza por no haber humildad y que puedan parecer sus episoesperanza, donde una cultura dios. No es un reparo, puesto condicionada , prefabricada, adula- que lo esencial del libro no deda por los escritores que cabría lla- pende para nada de que sea o mar funcionales , con rebeliones y no sea una nove la como la que heterodoxias cuidadosamente podría esperarse; mi propia lecdelimitadas por los marqueses de tura de Paradiso , como de todo Queensberry de la profesión , lo que conozco de Lezama , parrechaza toda obra que va verda- tió de no esperar algo determideramente a contrapelo. Capaz de nado , de no exigir novela , y enhacer frente a cualquier dificultad tonces la adhesión a su co nteniliteraria en el plano intelectual o do se fue dando sin tensiones sentimental siempre que se ajuste inútiles, sin esa protesta petulana las leyes del juego de Occidente, te que nace de abrir un armario dispuesta a jugar los más arduos para sacar la mermelada y enajedreces proustianos o joycianos contrarse en cambio con tres que comporten piezas conocidas y chalecos de fantasía . A Lezama estrategias adivinables, retrocede hay que leerlo con una entrega indignada e irónica apenas se la previa al fatum , así como subiinvita a conocer un territorio ex- mos al avión sin preguntar por el tragenérico, batirse con una len- color de los ojos o el estado del gua y una acción que responden a hígado del piloto; lo que irrita a la un sistema narrativo que no nace inteligencia crítica en su sala de de los libros sino de largas leccio- pesas y medidas es connatural a nes de abismo; y he aquí que por toda crítica intelígente en su ca fin he podido colocar la razón de verna de Alí Babá. 7 Bibliote c a de MeKico

SE V ERO S AR DU Y*

CARTA DE LEZAMA (1981) tizo. Como un prisma con frecuencia le doy vueltas a una de sus más significativas afirmaciones: "El mundo sólo se mueve por el malentendido universal, por el malentendido todo el mundo se pone de acuerdo. Porque si, por desgracia, todo el mundo se comprendiera, no podría entenderse

21 de julio 1969 Sr. Severo Sarduy En París :

Querido amigo : Recibí sus letras en las que me jamás ." Qué certeza para acercarse a nuestros días, convoca a la fiesta de la piña barroca de Sceaux, según su bella estampa. Pero todo viaje es para pues si no fuera por la enajenación , la vida actual mí muy problemático pues como no me acostum- no lograría alcanzar su lagos . Al suprimirse la enabré a viajar en mi juventud , ya en mi madurez toda jenación , la vida se convertiría en una llanura de traslación adquiere un ritmo histérico , de ultrapre- nieve , de la misma manera que ya san Agustín ocupaciones banales , insistencias y majaderías . exigía que existiesen herejes y mucho después Ya el saltimbanquismo me atrae muy poco, pues , Gracián con amarga tolerancia acepta "q ue este en realidad , quisiera estar un año por París y por mundo se concierta de desconciertos". Por eso Madrid , descansando y reponiéndome, ya que en Baudelaire tuvo que pedir ayuda al demonio de la los últimos años mi salud si no precaria ha sido lucidez, especie de .. de la enajenación. inestable . Si pudiera hacer el viaje con mi esposa, Cariños de creo que todo se desenvolvería con un ritmo J. Lezama Lima andantino. Todo se me presenta como un barullo, como nubes acabalgadas , pero después el rayo 11 de la gracia va operando, hasta que el día se configura . Usted , sin duda alguna , comprenderá .. la piña barroca de Sceaux .. " es más que una mucho de mis estados de ánimo. Volvamos a nuestros carneritos. Usted me con- metáfora lezamesca de mi carta de invitación -las sulta sobre la aparición de la obra en uno o dos ediciones Seuil , donde se publicó Paradíso , en la tomos. Si los dos aparecieran en el mismo mo- colección que hoy animo, habían invitado a Lezamento en las librerías , no me disgustaría, sino pre- ma para la salida del libro en París-; es una realiferiría que fuese en un solo tomo, pues si entre dad de la repostería local. En esa naturaleza tomo y tomo mediara un tiempo, aunque fuese muerta cuidadosamente dorada y asimétrica , cobreve, la unidad de la obra se resentiría en esa mo los bodegones españoles , que es la escritura espera. Todo intermedio abriría una laguna en el de Lezama , pero donde los manjares y frutas de la centro de la obra. También comprendo que las ra- península han sido sustituidos por la chisporrotezones de la casa editorial para publicar la obra en ante cornucopia insular, donde el quimbombó y el uno o dos tomos, deben de tener sólida funda- caimito, la guayaba y el mango desdibujan la geomentación . Usted , con el cariño que en todo mo- metría puntual y atenuada de las manzanas , immento ha acompañado al Paradíso , y que es una pera la calidad de lo "abrillantado", de lo confitado. de mis alegrías , sabrá encontrar la diagonal de la El almíbar, alquimia simplona del azúcar nacional , fuerza , la mejor solución. lo dora y alcorza todo , empacando frutas y pasteYa estoy enamoriscado del tono conjunto de les en una empalagosa capa de escarcha que con Baudelaire, que ustedes van a dar. Espero su el calor y los días se enturbia y adensa como un regalía , que por sí solo hará una pascua o un bau- espeso cristal. Pero este rasgo acaramelado no es más que el sello de una conquista o apropiación 'Los novelistas como críticos (Tomo 11 ), Norma Klahn y Wilfrido H. más vasta, en que Lezama reconoce el brío de la Corral (compiladores), Fondo de Cultura Económica, México, 1991 , 720 pp. gesta mambisa , los indicios de la independencia,

8 Biblioteca de Mexi co

un atisbo de subversión : " ... la arrogancia de la cocina española y la voluptuosidad y las sorpresas de la cubana , que parece española pero que se rebela en 1868".' No excluyo que las actuales frutas heladas, pl enas de sus jugos intactos apenas cuajado el sorbete y tapadas con sus propios pen achos, que con trofeos aún sangrantes y menores, de caza forestal, amenizan las calles de Sceaux, reanuden , de algún modo, la tradición festiva y barroca del Castillo, que Colbert confió a Claude Perrault y que Le Brun , asistido por Coysevox y Girardon , iba a aligerar con sus flamígeros carros de la Aurora y una decoración de plafones insistente en sus metáforas monárquicas. La Fedra de Racine, referencia constante de Lezama, se representó en la inauguración ; más tarde, para una visita del soberano y de Madame de Maintenon , el poeta cortesano compuso el Idilio de Sceaux, celebración aplicada de las victorias del Rey-Sol. El banquete que intenté ofrecer al maestro' estaba pues tan esmaltado por los prodigios suburbanos de la gastronomía como por las connotaciones textuales de una época -el clasicismo del rigor métrico, el barroco de la imagen racinianaque adquirió en él al categoría de era , esos periodos de la imaginación en que el hombre vive a plenitud una gran poesía '

dad familiar, círculo intermedio entre la legendaria casa materna y la "fiesta innombrable" de la isla natal. Los biógrafos de Lezama no hablan de viajes. Armando Álvarez Bravo señala , no obstante, en 1949, una corta estancia en México donde Lezama "en contacto con la tierra firme , con el paisaje americano, amplía sus conceptos sobre este cosmos , del que sólo conocía un aspecto, las islas" .' Luego, en 1950, "realiza un nuevo y breve viaje, esta vez a Jamaica . Basándose en él y en la anterior excursión , empieza a fraguar una teoría sobre la expresión americana". Creo que a partir de entonces -a menos que Eloísa Lezama Lima pueda modificar esta interpretación-, el área intimidante, la región enemiga de todo desplazamiento se va estrechando, reduciendo al territorio asegurador que en su quehacer cotidiano baliza la Madre , espacio marcado por su atención, como si la respiración dificultosa de Lezama le impidiera alejarse de la medida de ese otro soplo, de un ritmo ideal de contacto con el espacio y el aire, garantía a la vez de supervivencia y sosiego. Aunque en poemas como El arco invisible de Viña/es dejó constancia de sus travesías por la isla interrumpiendo el puro regodeo fonético de su poesía con detalles tan realistas y minuciosos que llegan a armar como un relato -el muchacho vendedor de estalactitas, la botella llena de cocuyos donde guarda los 10 céntimos que gana por cada

. como no me acostumbré a viajar en mi juventud .. ." Está, la vida de Lezama , sellada por lo que fue también el centro de su sistema político y título de su obra clave: La fijeza. Y aún más: el encierro, una persistente inmovilidad , fobia de todo desplazamiento: "toda traslación adquiere un ritmo histérico". Ese todo que se le "presenta como un barullo, como nubes acabalgadas", en una imagen escenográfica de ópera estridente, es la posibilidad de moverse, el potens -para utilizar su expresión- de la deriva , como si el cuerpo estuviera fijado, por ataduras de inflexibilidad genética , a ciu' Paradiso , Era, México, 1968, cap . 1, p. 17. A esto se refiere la "Página sobre Lezama que. con el manuscrito ft

2

de una carta a su hermana Eloísa , constituye la contratapa de las "Cartas (1939-1976)", Orígenes, Madrid, 1979. La carta que aquí

comento no forma parte del volumen y es inédita. 3 Aunque la presencia de los clásicos franceses , y entre ellos la del propio Racine, impide que este periodo se incluya, si nos atenemos a la estricta definición del término , entre las eras imaginarias: .. El convencimiento de que la imagen se expresaba tanto en eras imaginarias. en periodos históricos, que sin ofrecer grandes poetas viv ían a plenitud una gran poesía. Desde VirgiHo hasta la aparición del Dante no surgen grandes poetas ; sin embargo , es una época de gran poesia . Es el periodo de los merovingios y Europa entera se llena de conjuros y prodigios. El hombre del pueblo está convencido de que Cario Magno ha conquistado Zaragoza cuando tenía 220 años , como los hombres del Antiguo Testamento, empiezan las peregrinaciones y la construcción en piedra de los grandes símbolos. [La imagen como fundam ento poético der mundo, por Lol6 de la TorMente , en Bohemia (¿hacia 1960). El sUbrayado es mío.]

• Lezama Uma. Los grandes todos , Arca, Montevideo , 1968 , presen· tación y entrevistas por Armando Á1varez Bravo.

9 Biblioteca de México

hablando de poesía siempre"; María Zambrano , que escribe entonces su Cuba secreta , verdadero decálogo de Orígenes ; el doctor Pittaluga , de quien Lezama dice lo que más tarde la condescendiente sucesión de viajeros invitados por la Revolución acuñará como la imagen del propio Lezama: "fue un caballero y un sabio ... Era un estilo viviente, sabía citar un clásico o fumarse un tabaco en una forma incomparable"; Luis Cernuda, Wallace Stevens , Karl Vossler ... Pero como si a la fijeza física, al encierro insular y doméstico correspondiera , por una ley de identidad de antípodas, la suprema agilidad , la fulguración de las asociaciones , la cultura de Lezama lo abarca, con ese vistazo del león que es uno de los atributos del Buda al nacer, al mismo tiempo, todo. Una simple página puede ensartar, como en un espejismo semántico , el pitagorismo improvisado y asimétrico, Le Corbusier, un cofre alemán de relieves barrocos, un cuadro de Brue ghel , una mayólica con una limosnera argelina, un pandero, el rococó Luis xv, Quentin La Tour, el piedra y que coloca debajo de la almohada ; su Concilio de Trento, un carcaj escarlata , el Greco , hermano , saltimbanqui picassista ; la madre, que Swedenborg, Boehme , Baudry, autor de un bisabanica la puerta para alejar a una lagartija ; la her- cuit, para atenernos a las referencias explícitas, mana que pasa sin hacer ruido, para no despertar, pues la extensión de las connotaciones y bifurcaantes de ir a visitar a su soldado: estampa de la ciones abarcaría la totalidad enciclopédica . familia guajira que rememora en su dibujo las de Siempre que me encontré en algún sitio descrito Abela o Víctor Manuel-, Lezama no fue , ni siquie- por Lezama lo reconocí a partir de su descripción, a ra, uno de esos viajeros insulares adictos -como tal punto es precisa lo que muy bien puede llamarlos de mi propia fam ilia- al tren número uno, el se su videncia . Un monasterio tibetano, en el Hique recorría , a velocidades irrisorias , o indias, las malaya, la sucesión verde y marchita de las arroceseis provincias, con paros vecinales que abarrota- ras ceilanesas, una cabeza antonina del Museo de ban los andenes . las Termas o la roseta de Notre Dame junto a la Frecuentó , eso sí , en Bauta , cerca de La Haba- horizontal del río. Toda una metafísica es la perna ,' la parroquia de Ángel Gaztelu, presbítero cepción justa -una de las pautas búdicas, según el miembro de la redacción de Orígenes, en banque- discurso inaugural de Sarnath , en que Sakiamuni tes dominicales, criollos florilegios de sobremesa señaló a gacelas y discípulos la vía- se podría dericon sonetos siesteros, y también en las bodas y var de la agudeza visual lezamiana, de su despliebautizos de sus amigos, fiel , como al ritmo de las gue y focalización de la vista antes de la mirada, estaciones, al regreso cíclico de las conmemora- como si sólo la ausencia y lejanía del objeto real ciones y rituales cristianos.' -cuya imagen mental contemplamos- permitiera su Sin embargo , la voluptuosidad de saber, la mag- efecto de realidad en el texto; toda una ciencia de nitud de similitudes, de conexiones y referencias los signos: anular, obliterar, tachar el referente en la que hilvana este hombre inmóvil son tales, que distancia para que, en la pureza y desnudez del sigasombran , ya en los años treinta , a los primeros nificado, nos dé acceso a la majestad del signifiviajeros con que va discutiendo su teología insular cante, a la compacidad de la letra. De all í, quizás, el y trazando las bases de su sistema poético a par- rigor de Lezama en su fijeza, la persistencia, casi tir de la imagen como fundamento del mundo: moral , de su inmovilidad , como si las cosas, una Juan Ramón Jiménez, "con usted , amigo Lezama , vez percibidas en su literalidad, fueran a desvanetan despierto, tan ávido, tan lleno, se puede seguir cerse, como si la roseta de Notre Dame , contemplada de cerca, fuera a reducir a "un pitagorismo ~ Como lo evoca, con el acierto que s610 otro miembro de Orígenes improvisado y asimétrico" , el rigor incandescente de podria lograr, Lorenzo Garcia Vega en Los años de "Orígenes", sus cifras, la razón ardiente de los números, como Monte Av i!a. Caracas. 1979. En esta misma ca rta, al dar la metáfora de la alegria que le ca usasi más allá de la cosa mentale todas las cosas se ría recibir las obras completa s de Baudelaire, Lezama evoca "una pascua o un bautizo", degradaran y del ser, exterior a la imagen , no hubie-

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10

ra más que simulacros o residuos de ser. 7 Lezama gustaba citar esta frase de Pascal: "Es bueno ver y no ver, éste es precisamente el estado de la naturaleza." La poesía es potencia de conocimiento . .ritmo andantino." Hay, en el surgimiento de este diminutivo, una epifanía de la lengua cubana. Ninguna de las versiones del castellano en América ha sido más devota de lo minúsculo, de lo diminuto, como si las palabras torcidas o miniaturizadas se prestaran de inmediato a un abarcamiento total de la escucha, sonoro jardín japonés. El cariño -que es el afecto más cubano- linda con la pulsión de achicar; la reducción divierte y fascina, acerca. El cubano siempre tuvo una aversión innata a lo monumental, que el choteo, esa jarana o irrisión inesperada , esa irrupción de lo paródico y levemente grotesco, manifiesta en la primera oportunidad. Cuántas frases de rancia oratoria, o de un lirismo neblinoso y grosero, han quedado ridiculizadas por una trompetilla, como enfrentadas con sus dobles siniestros, con las imposturas pintarrajeadas de su presunción. Juan Goytisolo señalaba cómo, al contrario de lodos los países a lo largo de la historia , que han considerado a sus guerras, cualesquiera que fueran sus estragos reales, como catástrofes inconmensurables o prefiguraciones apocalípticas, Cuba había bautizado a una de las suyas de "guerra 1 La carta que comento es del21 de julio de 1969. Unos días después. el 12 de agosto, Lezama escribe a su hermana Eloísa hablando esta vez de una invitación de la UNESCO que le hiciera César Femández Moreno poco después de la de Seuil, en que insiste en esta imposibi~ lidad de todo desplazamiento y acorta drásticamente su posible estan-

chiquita". Subrayó también el gráfico impacto caricatural de la frase que sanciona toda fortuna desmoronada, prestigio desmentido o público escarnio del héroe de ayer: "iSe le cayó el altarito!" Podía leerse, también, la página de Lezama , a la escucha de estas oscilaciones, como una partitura de bruscos acordes mínimos, esos estrechamientos y torsiones de la desinencia que esmaltan la lengua cubana con su fiesta de miniaturas, como aceitadas maquinarias barrocas siempre prestas a desplegar su desfile de enanos socarrones, levantando los pies, sonando sus chaquetines de monedas.

cia en ésta: en mi carta dice: "quisiera estar un año por París y por

Madrid. descansando y reponiéndome": en la de Eloisa, Lezama Lima dice: "pienso estar una semana en París y un mes en Madrid:'

.. como nubes acabalgadas , pero después el rayo de la gracia va operando ... " Escenografía barroca , esplendente pedagogía del Concilio de Trento que apela sin reservas a lo más eficaz, a lo más explícitamente teatral para deslumbrar a los fieles, para reunirlos en el cono luminoso que filtra una Lucerna borrominesca , o bajo los ángeles remolineantes de un plafón de Pozzo, en un mismo movimiento ascendente y helicoidal. Todo por llegar a lo más verosímil, a lo más palpable: al misterio encarnado. Todo por convencer.

Como te dije por teléfono. la UNESCO me ha invitado a París para su conve rsa torio sobre Gandhi. Me siento tan desolado, indolente y abúlico , que lo que en otras épocas hubiera sido motivo de gran alegría, ahora lo es de hondas preocupaciones. El sentirse solo, sin familia , sin respaldo , te va debilitando en tal forma que pierdes el entusiasmo y la decisión. María Lu isa me embulla y creo, si Dios quiere, que el viaje lo haremos, pero estos últimos diez años han sido de tan hondas preocupaciones, que todo se nos ha problematizado y confundido. Si hago el viaje, pienso estar una semana en París y un mes en Madrid . A una pregunta sobre los viajes, del Centro de Investigaciones Literarias de La Habana , Lezama responde: Es que hay viajes mas espléndidos: los que un hombre puede intentar por los corredores de su casa , yéndose del dormitorio al baño, desfilando entre parques y librerías. ¿Para qué tomar en cuenta los medios de transporte? Pienso en los aviones, donde los viaje ros caminan sólo de proa a popa: eso no es viajar. El viaje es apenas un movimiento de la imaginación. El viaje es reconocer, reconocerse . es la pérdida de la niñez y la admisión de la madurez. Goethe y Proust. esos hombres de inmensa diversidad. no viajaron casi nunca. La ¡mago era su navio. Yo también: casi nunca he salido de La Habana . Admito dos razones: a cada sali· da . empeoran mis bronquios. y además. en el centro de todo viaje ha flotado siempre el recue rdo de la muerte de mi padre. Gide ha dicho que toda travesía es un pregusto de la muerte. una anticipación del fin . Yo no viajo: por eso resucito . [~ Inlerrogando a Lezama Lima ". en Recopifación de textos sobre J.L.L. Casa de las Américas , La Habana, 1970.]

.. Usted, sin duda alguna, comprenderá mucho de mis estados de ánimo. " Ojalá que mi vida, aunque sin el telas que animó la suya, llegue a configurar las suficientes simetrías y paralelismos , las necesarias coincidencias y complicidades con la de Lezama, como para justificar esta "empatía". "Volvamos a nuestros carneritos." Si mi desciframiento es justo del "dibujo mismo de la letra rizada 11

Bibliotec a de México

y caprichosa , como el borde orlado del clavel, flor suya preferida, en aquella escritura que no parecía necesitar de los signos de admiración ni de interrogación para dejar señal de una apertura incontestable, de una diferente vehemencia",· no reconozco esta expresión como frase idiomática cubana ni recuerdo haberla oído en mi infancia . Tiene, sin embargo, el tono de lo verosímil idiolectal. Pero quizá sólo se trate de una formalidad de precedencia; una frase idiomática, el saber anónimo de todos, no es más que la repetición , la imagen acuñada , monedada y gastada por el uso, de lo que un día fue , gracias a una leve alteración del lenguaje normativo, el hallazgo de un poeta . Y viceversa . "Todo intermedio abriría una laguna en el centro de la obra ." Curiosa premonición , en lo temporal , de lo que será, en Oppiano Licario , la estructura formal : todo el relato gira en torno a una "laguna" , a una ausencia textual ; esa Súmula , clave pitagórica y suma gnoseológica del mundo , a la cual nunca tenemos acceso , y que un ciclón y un perro, igualmente infernales y oportunos , dispersan para siempre. Una página en blanco, signo ilegible y lacunario de la pérdida , interrumpe -o centra- la inconclusa suite de Paradiso.9 " ... hará una pascua o un bautizo. " Además de lo ya comentado -la fidelidad de Lezama al festejo de los rituales cristianos, su sentido católico y criollo de la celebración- cabe recordar la identidad del destino poético de José Cemí con el del Cristo como hijo. Ello es legible desde las primeras líneas de Paradiso: Cemí pierde la respiración -el libro se desplaza desde esta arritmia hasta la recuperación total del soplo: el ritmo hesicástico de la poesía- ante los criados de la familia, metáforas de la Trinidad ; define su vida , a partir de la devoción a la Madre, como una encarnación o un misterio, y finalmente es reconocido, por Oppiano Licario, gracias a sus iniciales: J. C. 'o "El mundo sólo se mueve por el malentendido universal, por el malentendido todo el mundo se pone • Fina Garcia Marruz, "Estación de gloria", en op. cit., p. 278. i Queda así para siempre borrado el libro que establece un relación cósmica entre las excepciones de la naturaleza y las de la forma , la Súmula, de la cual, arrancado al perro, Cemi rescata sólo un poema que para nosotros se configura como un blanco en la página -posiblemente Lezama pensó añadirlo al final de la redacción-; igualmente queda incompleto el libro que va a cerrar, con Paradiso, la fundamentación insular por al imagen, la palabra genltora. Deriva en el rio, espejeo en el agua, fluir sin fin , dispersión de la ceniza: cuerpo borrado de los fundadores . ISevero Sarduy, ct. ' Opplano Ucalio: el libro que no podla concluir", en Vuelta, 18 de mayo de 1978, p. 32, Y también en Point otContact, invierno, 1981, p. 123.) " Julio Ortega, "Aproximaciones a Paradiso", Imagen, 1-15 de enero de 1969, núm. 40, suplemento, pp. 9-16. Recogido en CIP- cit., Casa de las Américas.

de acuerdo . Porque si, por desgracia, todo el mundo se comprendiera, no podría entenderse jamás." No he encontrado, en la misma edición de las obras completas de Baudelaire que envié a Lezama , la cita exacta. Pero esa paradoja suscita una lectura reactivada a la luz del psicoanálisis actl,lal; la perennidad de la obra, como el prisma a que le da vueltas Lezama para engarzar la frase, no sería más que esa posibilidad , siempre renovada, de otra lectura , de otra refracción en la nítida arista, en lo traslúcido de la otra cara, para que el rayo de la escritura , en apariencia incoloro y unido, se abra en el haz divergente del iris. El lenguaje estructurado, informativo, ese que con sus nudos y nexos nos constituye y precede, sería un gran Otro falsamente eficaz, soporte quebradizo del entendimiento y la comunicación , Si nos atuviéramos a ese simulacro utilitario, a su falaz garantía , no nos entenderíamos jamás. Sólo las faltas , los defectos, los olvidos, los lapsus de ese código permiten que aflore, a la superficie compacta y como marmórea del lenguaje, la insinuación del sujeto, un vislumbre de verdadera comunicación . De allí la escucha, como distraída y ausente del analista, que no presta atención al fárrago inoportuno del discurso constituido, a lo que el analizante cree decir, sino al segundo, en el umbral de lo perceptible, en que ese discurso bascula, se desdice, se interrumpe, vacila, cae. En el fondo , el locutor-auditor ideal de Chomsky es lo que Lacan llama en otra parte el sujeto -supuesto- saber, el sujeto supuesto saber completamente la lengua , el sujeto supuesto saber siempre lo que dice, y este personaje, único, invariable, impecable, del que se debe decir que se sueña, no existe. Entonces , se ganaría algo en la consideración científica del lenguaje si se partiera de esto que. Lacan formula muy sencillamente, y que es una especie de verdad primera -se necesita cierto tiempo para de cirio pero es una verdad primera- y es que el malentendido es la esencia de la comunicación. El error de cierto número de ciencias que son legítimamente ciencias es empero imaginar que lo bien entendido es la esencia de la comunicación. "

" ... una llanura de nieve." n Entre las constancias de la poesía cubana, pacientemente repertoriadas por Cintio Vitier, está, en una previsible paradoja, el frio, lo helado, la nieve, esa constelación de valor y sentido se metaforiza en "incoincidencia con la realidad, ausencia de destino, insuficiencia para la comunión

I

humana profunda, atmósfera de resentimiento y de

acción: el yo, el sujeto, o la fuerza exterior de la

rencor, vida oculta, desamparo, desolación".'^

gracia. Comienza la vasta y tortuosa historia de la interioridad.

"... ya san Agustín exigía que existiesen here-

Una vertiente del pensamiento de la Edad Media,

jes..." Actitud, en el esplendor de su paradoja,

y Descartes, derivan pues de san Agustín; santo

muy católica: el pecado forma parte del plan divi-

Tomás, al contrario, se inscribe en un regreso y

no; el dibujo necesita, para destacar sus contor-

recuperación de la Antigüedad. En el mismo en

nos y relieves -según la doxa medieval-, de la

que, explícitamente, surgirán Ulises y

Paradiso"

sombra. Si san Agustín, citado por Claudel, profiere el etíam peccafa - a u n el pecado sirve a la glo-

"...este mundo se concierta de desconciertos", cie-

ria de Dios y a la redención del mundo-, citado por

rra aquí, la célebre frase de El criticón, la tríada que,

Lezama parece más concernido aún por el mal,

uniendo lo más distante y en apariencia disímil,

posible reminiscencia de la herejía que le dio fun-

Lezama, en el rayo del saber oblicuo, enmarca y

damento: el dualismo maniqueo, que del Mal hace

dibuja. Trivium de la enajenación: alrededor de

un principio tan activo como el Bien y ve, hasta en

Lezama, desde la época de la carta y hasta su

la menor imagen de lo manifiesto, un combate de

muerte, todo parecerá simulación y suave risa,

esos antagónicos. Como san Agustín, que vaticina

farsa discreta y general. Pero precisamente, gra-

que con la toma de Roma la Antigüedad concluye,

cias al consenso colectivo de la apariencia, al

que le ha tocado vivir el crepúsculo de un saber y

malentendido y el desconcierto promulgados, casi

hasta vacila ante el paganismo, así Lezama, en el

carnavalescamente, al rango de verdad, al discurso

desasosiego de los últimos años, no deja de evo-

inflado y vacuo aceptado como norma y código

car la resaca de la babarie, al ver aniquilada de

moral, la sociedad del simulacro funciona, sobrevi-

golpe la sociedad católica en que ha vivido y que

ve, prospera incluso, como si en esa caída el hom-

-aunque a contracorriente:

escribió al margen de

ella- sustenta su lenguaje y su fe. La herejía que san Agustín exige y rechaza es

bre contemplara una imagen indolente y sin te/os de su historia, una manifestación, aunque grotesca, tan válida como las otras, de su posibilidad.

la de Pelagio, asceta nacido en Gran Bretaña, fijado en Roma, que a su paso por África en 411

"Por eso Baudelaire tuvo que pedir ayuda al de -

intenta un diálogo con él. Como muchos refugia-

monio de la lucidez, especie de... [¿compendio?]

dos italianos sigue a Palestina.

de la enajenación." No descifro con exactitud la

Los pelagianos, transformando el cñstianismo

palabra que sigue a espec/e de, quizá sea "com-

en pura moral, sostuvieron que lo esencial para el

pendio" pero el rasgo inicial y el que sigue a la

hombre era la búsqueda de la virtud, y que éste

letra d son discutibles. Prefiero, de todos modos,

podía alcanzarla - y a que no hay mal en s í - gra-

que esta lectura de Lezama termine apelando, a

cias a su sola voluntad. Llegaron a conceder tan

partir de lo ausente como en Oppiano Licario, a

poca importancia al pecado original que postula-

convergencia y complicidad del lector. El texto ger-

ron la inutilidad del bautizo. San Agustín afirmaba,

mina más allá de la muerte, aunque sea en la vaci-

al contrario, que el hombre no puede salvarse sin

lación de una letra, en el teorema de su sombra.

la intervención de Dios, sin la gracia. De allí quizás que siglos más tarde lo invocaran contra los jesuí-

Son ya pocos los años que me quedan para sentir el

tas los adeptos de Port Royal. Éstos no creyeron,

terrible encontronazo del más allá. Pero a todo

como los maniqueos, en un mal absoluto a cuyo

sobreviví, y he de sobrevivir también a la muerte.

combate debe de consagrarse el hombre; no dife-

Heidegger sostiene que el hombre es un ser para la

rían, sin embargo, radicalmente de ellos: sostuvie-

muerte; todo poeta, sin embargo, crea la resurrec-

ron que el mal era tan fuerte que el hombre no

ción, entona ante la muerte un hurra victorioso. Y si

podía liberarse de él sin la gracia.

alguno piensa que exagero, quedará preso de los

Una probable historia de Occidente podría tejer-

desastres, del demonio y de los círculos infernales."

se a partir de esta controversia. Hasta entonces el cristianismo, como el pensamiento de la Antigüe -

Voces 2: Lezama

dad, se sustentaba de exterioridades, de leyes, de

D u r a n , Montesinos, Barcelona, 1 9 8 1 , pp. 3 3 - 4 1 .

Lima, edición de R a f a e l Humberto Moreno-

principios y obediencias. A partir del momento en que interviene la gracia, se plantea también una interrogación sobre el motor último de toda posible '· Cintio Vitier, Lo cubano en la Poesía. Universidad Central de las Villas. 1958, p. 486.

Henri Marrou. "Le pélagianisme". en Jean Deniélou y Henri Man-ou. Nouvelle Histoire de l'église. I. Des originies a Grégoire le Grand. Seuil, Paris, 1963. pp. 450-459. " "Interrogando a Lezama Lima", Centro de Investigaciones Literarias, en op cit.. Casa de las Americas. La Habana, 1970.

DIÁLO G O POÉTICO OCTAVIO PAZ*

REFUTACiÓN DE LOS ESPEJOS en este juego de las apariciones y las desapariciones que jugamos sobre la tierra , en este ensayo general del Fin del Mundo que es nuestro siglo, te veo: estás sentado en una silla hecha de una sola nube de metal polisemia arrancado a la avaricia del diccionario, y tus ojos contemplan tu poema -¿o es tu poema el que contempla las visiones de tus ojos? -sea lo uno o lo otro, te veo: teatro de las metamorfosis, cámara de las transformaciones , templo del triple Hermes. Por tu cuerpo corren las sustancias enamoradas de su forma , giran los elementos en busca de su imagen, perpetuas revoluciones del lenguaje que sólo habita la forma que inventa para devorarla y seguir girando. Sí, tú eres la gran boa de la poesía de nuestra lengua que al enroscarse en sí misma se incendia y al incendiarse asciende como el carro de llamas del profeta y al tocar el ombligo del cielo se precipita como el joven Faetonte, el avión fulminado del Sueño de Sor Juana. Sí, tú eres el pájaro que perfecciona el diccionario y que, plantado sobre la piedra de las etimologías, canta -¿y qué dice su canto? Dice: cuacuá cuacuá -lo lúcido es lo lúdico y lo lúdico es lo agónico. Sí, tú eres, como el gato de la bruja de Michelet, el lugarteniente de los participios en la noche llena de esdrújulos. Sí, tú eres el guardián del Spermatikos Lagos y lo preservas, como tu maestro Carpócrates, de la tiranía del cosmócrata. Los espejos repiten al mundo pero tus ojos lo cambian: tus ojos son la crítica de los espejos: creo en tus ojos.

N unca nos vimos, yo le enviaba mis libros y él los suyos , nos escribíamos a veces, nos tratamos siempre de usted. Leí su nombre por primera vez, hace más de cincuenta años, en Espuela de plata, hoja de poesía. ¿A quién espoleaba esa espuela? Caballito de palo, caballo de ajedrez, caballito del diablo, veloz zumbido azul montado por un jinete que segaba jardines de tinta con un largo silbido. El jinete desmontó y, alzando el yelmo de yedra , descubrió un rostro hecho de catorce letras: yo vi , entre los chopos líquidos de las eles y los montes magnéticos de las emes, rodeado de vocales -sólo faltaba la u, caracol de la melancolía , ciervo enamorado de la lunaa José Lezama Lima , apoyado en su vara poliglota , pastor de imágenes . Me mostró un pobre cemento de corazón de león y me dijo : a un puente, un gran puente, no se le ve. Desde entonces cruzo puentes que van de aquí a allá, de nunca a siempre, desde entonces, ingeniero de aire, construyo el puente inacabable entre lo inaudible y lo invisible. Nos tratábamos de usted pero ahora, al leer en xerox el manuscrito de Fragmentos a su imán, lo tuteo . Tú no me oyes ya, tú eres silencio más allá de sentido y sin sentido, tú estás más acá de silencio y de ruido, no obstante, puesto que has escrito: sólo existen el bien y la ausencia, tú existes y te tuteo . Si el Agua ígnea demuestra que la imagen existió antes que el hombre , tú eres ya tu Imagen. Has vuelto a ser lo que fuiste antes de ser José Lezama Lima : el bien y la ausencia en una sola imagen . Tú dices que lo lúdico es lo agónico y yo digo que lo lúdico es lo lúcido y por eso, José Lezama Lima. Fragmentos a su imán . poema-prólogo de Oc -

ta vio Paz. Ediciones Era. S. A .. México. 1978. 168 pp.

Aunque no esperas a nadie, insistes en que al guien tiene que llegar. ¿alguien o algo, quién o qué?

14 Bi bli oteca de M exico

Preguntas al muro y el muro no responde y tú rascas al muro hasta que sangra y muestra su vacío: ya tienes la compañía insuperable, el pequeño hueco donde cabes tú con tus Obras Completas y tus fantasmas . Ese agujero no es el espejo que devuelve tu imagen ; es el espejo que te vuelve Imagen, aquel o aquello que fuiste antes de ser José Lezama Lima, pastor entre jardines de eles y colinas de emes. Ya entraste en el espejo que camina hacia nosotros , el espejo vacío de la poesía , contradicción de las contradicciones, ya estás en la casa de las semejanzas, ya eres, a los pies del Uno, sin cesar de ser otro, idéntico a ti mismo.

la sangre que no se acostumbra a la tenaza noctumal

José Lezama Lima: qué pocos son capaces de pe-

en la posible ciudad creada

dir, como tu amigo Víctor Manuel, un regalo para regalarlo . Yo lo he imitado y te pedí un manojo de frases: te las regalo para que te reconozcas -no en el que escribió esas frases sí no en aqueltú-mismo en que ellas te han convertido.

Es el ciervo que ve en las respuestas del río a la sierpe, el deslizarse naturaleza con escamas que convocan el ritmo inaugural. Nombrar y hacer el nombre en la ceguera palpatoria. La voz ordenando con la máscara a los reyes de Grecia, y vuelve a la primigenia esfera en remolino . El sacerdote, dormido en la terraza, despierta en cada palabra que flecha a la perdiz caída en su espejo de metal. El movimiento de la palabra en el instante del desprendimiento que comienza a desfilar en la cantidad resistente , para los moradores increados, pero ya respirantes . Las danzas llegaron con sus disfraces al centro del bosque , pero ya el fuego había desarraigado el horizonte. La ciudad dormida evapora su lenguaje, el incendio rodaba como agua

México, D. F. , a 29 de abril de 1978

por los peldaños de los brazos . La nueva ordenanza indescifrable

JOSÉ LEZAMA LIMA

levantó la cabeza del náufrago que hablaba .

OCTAVIO PAZ

el tamaño silencioso del naufragio.

Sólo el incendio espejeaba

Marzo y 1971

En el chisporroteo del remolino el guerrero japonés pregunta por su silencio, le responden, en el descenso a los infiernos, los huesos orinados con sangre de la furiosa divinidad mexicana. El mazapán con las franjas del presagio se iguala con la placenta de la vaca sagrada. El Pabellón de la vacuidad oprime una brisa alta y la convierte en un caracol sangriento. En Rio el carnaval tira de la soga y aparecemos en la sala recién iluminada. En la Isla de San Luis la conversación , serpiente que penetra en el costado como la lanza , hace visibles los faroles de la ciudad tibetana y llueve, como un árbol , en los oídos. El murciélago trinitario, extraño sosiego en la tau insular, con su bigote lindo humeando. Todo aquí y allí en acecho.

15 Biblioteca d e México

JOSÉ LEZAMA LIMA*

POEMAS 16 Aibliot".,c;I dp Mpxieo

~L

Dibujo de Wilfredo Lam

se borra a sí misma y avanza

DE:

FRAGMENTOS A SU IMAN

con cómicos ojos de langosta . Cada palabra destruye su apoyatura

DISCORDIAS

y traza un puente romano secular.

De la contradicción de las contradicciones ,

caricioso y aparece

la contradicción de la poesía,

indistinto como una proa fálica .

Gira en torno como un delfín

obtener con un poco de humo

Restriega los labios que dicen

la respuesta resistente de la piedra

la orden de retirada .

y volver a la transparencia del agua

Estalla y los perros del trineo

que busca el caos sereno del océano

mascan las farolas en los árboles.

dividido entre una continuidad que interroga

De la contradicción de las contradicciones,

y una ínterrupción que responde ,

la contradicción de la poesía ,

como un hueco que se llena de larvas

borra las letras y después respíralas

y allí reposa después una langosta.

al amanecer cuando la luz te borra .

Su ojos trazan el carbunclo del círculo, las miasmas langostas con ojos de fanal ,

Diciembre y 1971

conservando la mitad en el vacío y con la otra arañando en sus tropiezos el frenesí del fauno comentado. Contradicción primera: caminar descalzo sobre las hojas entrecruzadas, que tapan las madrigueras donde el sol se borra como la cansada espada, que corta una hoguera recién sembrada. Contradicción segunda: sembrar las hogueras. Última contradicción : entrar en el espejo que camina hacia nosotros, donde se encuentran las espaldas, y en la semejanza empiezan los ojos sobre los ojos de las hojas, la contradicción de las contradicciones.

(1937)

La contradicción de la poesía,

Dibujo de Amelia Peláez

17 Biblioteca de México

le hablaban al oído

MARíA ZAMBRANO

mientras Arace li trazaba un circulo mágico María se nos ha hecho tan transparente

con doce gatos zodiacales,

que la vemos al mismo tiempo

y cada uno esperaba su momento

en Suiza , en Roma o en La Habana .

para salmodiar El libro de los muertos.

Acompañada de Araceli

María es ya para mí

no le teme al fuego ni al hielo .

como una sibi la

Tiene los gatos frígidos

a la cual tenuemente nos acercamos,

y los gatos térmicos,

creye ndo oír el centro de la tierra

aquellos fantasmas elásticos de Baudelaire

y el cie lo de empíreo,

la miran tan despaciosamente

que está más allá del cie lo visible .

que María temerosa comienza a escribir.

Vivirla , sentirla llegar como una nube ,

La he oído conversar desde Platón hasta Husserl

es como tomar una copa de vino

en días alternos y opuestos por el vértice ,

y hundirnos en su légamo.

y terminar cantando un corrido mexicano.

Ella todavía puede despedirse

Las olitas jónicas del Mediterráneo,

abrazada con Araceli ,

los gatos que utilizaban la palabra como ,

pero siempre retorna como una luz temblorosa .

que según los eg ipcios unía todas las cosas como una metáfora inmutable ,

Marzo y 1975

Grabado de Diago

18

(1945)

DE:

ENEMIGO RUMOR

%V

AH, QUE TÚ ESCAPES

JOSE LEZAMA LIMA POES/A COMPLE::TA

Ah , que tú escapes en el instante en el que ya habías alcanzado tu definición mejor. Ah , mi amiga , que tú no quieras creer las preguntas de esa estrella recién cortada , que va mojando sus puntas en otra estrella enemiga. Ah , si pudiera ser cierto que a la hora del baño , cuando en una misma agua discursiva se bañan el inmóvil paisaje y los animales más finos : antílopes, serpientes de pasos breves , de pasos evaporados, parecen entre sueños, sin ansias levantar los más extensos cabellos y el agua más recordada . Ah , mi amiga , si en el puro mármol de los adioses hubieras dejado la estatua que nos podía acompañar, pues el viento, el viento gracioso , se extiende como un gato para dejarse definir.

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eemm , DE:

UNA OSCURA PRADERA ME CONVIDA

LA FIJEZA

PENSAMIENTOS EN LA HABANA

Una oscura pradera me convida, sus manteles estables y ceñidos, giran en mí, en mi balcón se aduermen. Dominan su extensión , su indefinida cúpula de alabastro se recrea . Sobre las aguas del espejo, breve la voz en mitad de cien caminos , mi memoria prepara su sorpresa : gamo en el cielo , rocío, llamarada. Sin sentir que me llaman penetro en la pradera despacioso, ufano en nuevo laberinto derretido. Allí se ven, ilustres restos , cien cabezas , cornetas, mil funciones abren su cielo , su girasol callando , Extraña la sorpresa en este cielo , donde sin querer vuelven pisadas y suenan las voces en su centro henchido, Una oscura pradera va pasando, Entre los dos, viento o fino papel, el viento, herido viento de esta muerte mágica, una y despedida. Un pájaro y otro ya no tiemblan.

Porque habito un susurro como un velamen , una tierra donde el hielo es una reminiscencia , el fuego no puede izar un pájaro y quemarlo en una conversación de estilo calmo . Aunque ese estilo no me dicte un sollozo y un brinco tenue me deje vivir malhumorado , no he de reconocer la inútil marcha de una máscara flotando donde yo no pueda , donde yo no pueda transportar el picapedrero o el picaporte a los museos donde se empapelan los asesinatos mientras los visitadores señalan la ardilla que con el rabo se ajusta las medias. Si un estilo anterior sacude el árbol, decide el sollozo de dos cabellos y exclama: my soul is not in an ashtray.

• José Lezama Urna, Poesía completa , Instituto del libro, La Habana . Cuba, 1970, 468 pp.

Cualquier recuerdo que sea transportado, recibido como una galantina de los obesos embajadores de antaño, no nos hará vivir como la silla rota de la existencia solitaria que anota la marea y estornuda en otoño, y el tamaño de una carcajada, rota por decir que sus recuerdos están recordados , y sus estilos los fragmentos de una serpiente

19 Biblioteca de México

quebrar el fuego que queremos soldar y nos hablan del modelo viviente y de la parábola sin preocuparnos de la intensidad de sus ojos . Si alguien nos recuerda que nuestros estilos del quebrantahuesos. Ellos que cargan con sus maniquíes a todos los están ya recordados; que por nuestras narices no escogita un aire sutil , puertos sino que el Eolo de las fuentes elaboradas y que hunden en sus baúles un chirriar de vultúridos disecados. por los que decidieron que el ser habitase en el hombre, Ellos no quieren saber que trepamos por las sin que ninguno de nosotros raíces húmedas del helecho dejase caer la saliva de una decisión bailable, -donde hay dos hombres frente a una mesa; a la aunque presumimos como los demás hombres derecha , la jarra que nuestras narices lanzan un aire sutil. y el pan acariciado-, y que aunque mastiquemos su estilo, Como sueñan humillarnos , we don 'f choose our shoes in a show-window. repitiendo día y noche con el ritmo de la tortuga El caballo relincha cuando hay un bulto que oculta el tiempo en su espaldar: ustedes no decidieron que el ser habitase en el que se interpone como un buey de peluche, hombre ; que impide que el río le pegue en el costado vuestro Dios es la luna y se bese con las espuelas regaladas por una sonrosada adúltera neoyorquina. contemplando como una balaustrada al ser entrando en el hombre. El caballo no relincha de noche; Como quieren humillarnos le decimos los cristales que exhala por su nariz, fhe chief of fhe fribe descended the sfaircase. una escarcha tibia, de papel; la digestión de las espuelas Ellos tienen unas vitrinas y usan unos zapatos. después de recorrer sus músculos encristalados En esas vitrinas alternan el maniquí con el por un sudor de sartén. quebrantahuesos disecado, El buey de peluche y el caballo y todo lo que ha pasado por la frente del hastío oyen el violin , pero el fruto no cae del búfalo solitario. reventado en su lomo frotado Si no miramos la vitrina, charlan con un almíbar que no es nunca el alquitrán. de nuestra insuficiente desnudez que no vale una El caballo resbala por el musgo estatuilla de Nápoles. donde hay una mesa que exhibe las espuelas, Si la atravesamos y no rompemos los cristales, pero la oreja erizada de la bestia no descifra . no subrayan con gracia que nuestro hastío puede La calma con música traspiés y ebrios caballos de circo enrevesados, donde la aguja muerde porque no hay un leopardo y la crecida del acordeón elabora una malla de tafetán gastado. Aunque el hombre no salte, suenan bultos divididos en cada estación indivisible, porque el violín salta como un ojo. Las inmóviles jarras remueven un eco cartilaginoso: el vientre azul del pastor se muestra en una bandeja de ostiones. En ese eco del hueso y de la carne, brotan unos bufidos cubiertos por un disfraz de telaraña, para el deleite al que se le abre una boca, como la flauta de bambú elaborada por los garzones pedigüeños. Piden una cóncava oscuridad donde dormir, rajando insensibles el estilo del vientre de su madre . Pero mientras afilan un suspiro de telaraña dentro de una jarra de mano en mano, Pintura de René Portocarrero e/ rasguño en /a tiorba no descifra. 20

Indicaba unas molduras que mi carne prefiere a las almendras. Unas molduras ricas y agujereadas por la mano que las envuelve y le riega los insectos que la han de acompañar. y esa espera , esperada en la madera por su absorción que no detiene el jinete . mientras no unas máscaras , los hachazos que no llegan a las molduras , que no esperan como un hacha o una máscara, sino como el hombre que espera en una casa de hojas. Pero al trazar las grietas de la moldura y al perejil y al canario haciendo gloria , rétranger nous demande le ga(l;on maudit. El mismo almizclero conocía la entrada , el hilo de tres secretos se continuaba hasta llegar a la terraza sin ver el incendio del palacio grotesco. ¿Una puerta se derrumba porque el ebrio sin las botas puestas le abandona su sueño? Un sudor fangoso caía de los fustes y las columnas se deshacían en un suspiro que rodaba sus piedras hasta el arroyo. Las azoteas y las barcazas resguardan el líquido calmo y el aire escogido; las azoteas amigas de los trompos y las barcazas que anclan en un monte truncado, ruedan confundidas por una galantería disecada que sorprende a la hilandería y al reverso del ojo enmascarados tiritando juntos.

Dibujo de Mariano

grabadas en el aire escogido. Nos recorremos y la nueva sorpresa nos da los amigos y el nacimiento de una dialéctica : mientras dos diedros giran mordisqueándose . el agua paseando por los canales de los huesos lleva nuestro cuerpo hacia el flujo calmoso de la tierra que no está navegada , donde un alga despierta digiere incansablemente a un pájaro dormido.

Pensar que unos ballesteros disparan a una urna cineraria y que de la urna saltan unos pálidos cantando, porque nuestros recuerdos están ya recordados y rumiamos con una dignidad muy atolondrada unas molduras salidas de la siesta picoteada del cazador. Para saber si la canción es nuestra o de la noche, quieren darnos un hacha elaborada en las fuentes de Eolo. Quieren que saltemos de esa urna y quieren también vernos desnudos. Quieren que esa muerte que nos han regalado sea la fuente de nuestro nacimiento, y que nuestro oscuro tejer y deshacerse esté recordado por el hilo de la pretendida. Sabemos que el canario y el perejil hacen gloria y que la primera flauta se hizo de una rama robada . Nos recorremos y ya detenidos señalamos la urna y a las palomas

Nos da los amigos que una luz redescubre y la plaza donde conversan sin ser despertados. De aquella urna maliciosamente donada , saltaban parejas, contrastes y la fiebre injertada en los cuerpos de imán del paje loco sutilizando el suplicio lamido. Mi vergüenza , los cuernos de imán untados de luna fría , pero el desprecio paría una cifra y ya sin conciencia columpiaba una rama . Pero después de ofrecer sus respetos , cuando bicéfalos, mañosos correctos golpean con martillos algosos el androide tenorino, el jefe de la tribu descendió la escalinata. Los abalorios que nos han regalado han fortalecido nuestra propia miseria, pero como nos sabemos desnudos el ser se posará en nuestros pasos cruzados. y mientras nos pintarrajeaban para que saltásemos de la urna cineraria ,

21 Biblioteca de México

sabiamos que como siempre el viento rizaba las aguas y unos pasos seguian con fruición nuestra propia miseria . Los pasos huian con las primeras preguntas del sueño. Pero el perro mordido por luz y por sombra , por rabo y cabeza; de luz tenebrosa que no logra grabarlo y de sombra apestosa ; la luz no lo afina ni lo nutre la sombra ; y así muerde la luz y el fruto , la madera y la sombra , la mansión y el hijo, rompiendo el zumbido cuando los pasos se alejan y él toca en el pórtico. Pobre rio bobo que no encuentra salida, ni las puertas y hojas hinchando su música. Escogió, doble contra sencillo, los terrones malditos, pero yo no escojo mis zapatos en una vitrina. Al perderse el contorno en la hoja el gusano revisaba oliscón su vieja morada ; al morder las aguas llegadas al rio definido, el colibri tocaba las viejas molduras . El vial in de hielo amortajado en la reminiscencia . El pájaro mosca destrenza una música y ata una música . Nuestros bosques no obligan el hombre a perderse , el bosque es para nosotros una serafina en la reminiscencia . Cada hombre desnudo que viene por el rio , en la corriente o el huevo hialino, nada en el aire si suspende el aliento y extiende indefinidamente las piernas. La boca de la carne de nuestras maderas quema las gotas rizadas. El aire escogido es como un hacha para la carne de nuestras maderas , y el colibrí las traspasa .

Dibujo de Rene Portocarrero

DE:

POEMAS NO PUBLICADOS EN LIBRO

ODA A JULlÁN DEL CASAL

Déjenlo, verdeante, que se vuelva; permitid le que salga de la fiesta a la terraza donde están dormidos. A los dormidos los cuidará quejoso, fijándose como se agrupa la mañana helada . La errante chispa de su verde errante, trazará círculos frente a los dormidos de la terraza , la seda de su solapa escurre el agua repasada del tritón y otro tritón sobre su espalda en polvo. Dejadlo que se vuelva, mitad ciruelo y mitad piña laqueada por la frente .

Mi espalda se irrita surcada por las orugas que mastican un mimbre trocado en pez centurión, pero yo continúo trabajando la madera , como una uña despierta , como una serafina que ata y destrenza en la reminiscencia. El bosque soplado desprende el colibrí del instante y las viejas molduras. Nuestra madera es un buey de peluche; el estado ciudad es hoy el estado y un bosque pequeño. El huésped sopla el caballo y las lluvias también . El caballo para su belfo y su cola por la serafina del bosque; el hombre desnudo entona su propia miseria, el pájaro mosca lo mancha y traspasa. Mi alma no está en un cenicero .

Déjenlo que acompañe sin hablar, permitid le, blandamente, que se vuelva hacia el frutero donde están los osos con el plato de nieve, o el reno de la escribania, con su manilla de ámbar

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por la espalda . Su tos alegre espolvorea la máscara de combatientes japoneses. Dentro de un dragón de hilos de oro, camina ligero con los pedidos de la lluvia, hasta la Concha de oro del Teatro Tacón, donde rígida la corista coloca rá sus flores en el pico del cisne , como la mulata de los tres gritos en el vodevi l y los neoclásicos senos martillados por la pedanteria de Clesinger. Todo pasó cuando ya fue pasado, pero también pasó la aurora con su punto de nieve.

pues allí viste el eleph negro en lo alto del surtidor. Cronista de la boda de Luna de Copas con la Sota de Bastos . tuviste que brindar con champagne gelé por los sudores frias de tu med ianoche de agonizante. Los dormidos en la terraza , que tú tan sólo los tocabas quejumbrosamente , escup ian sobre el tazón que tú le llevabas a los cisnes. No respetaban que tú le habías encristalado la te rraza y llevado el menguante de la liebre al espejo . Tu s disfraces, como el almirante samurai, que tapó la escuadra enemiga con un abanico , o el monje que no sabe qué espera en El Escorial, hubieran producido otro escalofrío en Ba udelaire. Sus sombríos rasg uños , exagramas chinos en tu san gre, se igualaban con la influencia que tu vida hubiera dejado en Baud elaire, como lograste alu cinar al Sileno con ojos de sapo y diamante frontal.

Si lo tocan , chirrían sus arenas; si lo mueven , el arco iris rompe su s cenizas. Inmóvil en la brisa , sujetado por el brillo de las arañas verdes. Es un vaho que se dobla en las ventanas. Trae la carta funeral del ópalo . Trae el pañuelo de opopónax yagua quejumbrosa a la visita sin sentarse apenas , con muchos

quédese, quédese, que se acercan para llorar en su sonido como los sillones de mimbre de las ruinas del ingenio, en cuyas ruinas se quedó para siempre el ancla de su infantil chaqueta marinera .

Los fantasma s resinosos, los gatos que dormían en el bolsillo de tu chaleco estrellado, se embriagaban con tu s ojos verdes . Desde enton ces, el mayor gato, el peligroso genuflexo, no ha vuelto a ser acariciado. Cuando el gato termine la madeja , le gustará jugar con tu cerquillo, como las estrías de la tortuga nos dan la hoja precisa de nuestro fin . Tu calidad cariciosa,

Pregunta y no espera la respuesta , lo tiran de la manga con trifolias de ceniza . Están frías las amadas florecillas . Frías están sus manos que no acaban , aprieta las manos con sus manos frías . Sus manos no están frías , frío es el sudor que lo detiene en su visita a la corista . Le entrega las flores y el maniquí se rompe en las baldosas rotas del acantilado. Sus manos frías avivan las arañas ebrias , que van a deglutir el maniquí playero . Cuidado, sus manos pueden avivar la araña fría y el maniquí de las coristas . Cuidado, él sigue oyendo como evapora la propia tierra maternal , compás para el espacio coralino. Su tos alegre sigue ordenando el ritmo de nuestra crecida vegetal , al extenderse dormido. Las formas en que utilizaste tus disfraces, hubieran logrado influenciar a Baudelaire. El espejo que unió a la condesa de Fernandina con Napoleón Tercero, no te arrancó las mismas flores que le llevaste a la corista,

Dibujo de Rene Portocarrero

23 Biblioteca de México

que colocaba un sofá de mimbre en una estampa japonesa , el sofá volante, como los paños de fondo de los relatos hagiográficos , que vino para ayudarte a morir. El mail coach con trompetas , acudido para despertar a los dormidos de la terraza , rompía tu escaso sueño en la madrugada , pues entre la medianoche y el despertar hacías tus injertos de azalea con araña fría , que engendraban los sollozos de la Venus Anadyomena y el brazalete robado por el pico del alción. Sea maldito el que se equivoque y te quiera ofender, riéndose de tus disfraces o de lo que escribiste en La Caricatura , con tan buena suerte que nadie ha podido encontrar lo que escribiste para burlarte y poder comprar la máscara japonesa. Cómo se deben haber reído los ángeles, cuando saludabas estupefacto a la marquesa Polavieja, que avanzaba hacia ti para palmearte frente al espejo. Qué horror, debes haber soltado un lagarto sobre la trifolia de una taza de té.

es la forma en que hemos sido retocados. ¿Por quién? Respondan la chispa errante de tus ojos verdes y el sonido de tu tos alegre. Los frascos de perfume que entreabriste, ahora te hacen salir de ellos como un homúnculo, . ente de imagen creado por la evaporación, corteza del árbol donde Adonai huyó del jabalí para alcanzar la resurrección de las estaciones. El frío de tus manos, es nuestra franja de la muerte, tiene la misma hilacha de la manga verde oro del disfraz para morir, es el frío de todas nuestras manos. A pesar del frío de nuestra inicial timidez y del sorprendido en nuestro miedo final , llevaste nuestra luciérnaga verde al valle de Proserpina . La misión que te fue encomendada , descender a las profundidades con nuestra chispa verde, la quisiste cumplir de inmediato y por eso escribiste: ansias de aniquilarme sólo siento. Pues todo poeta se apresura sin saberlo para cumplir las órdenes indescifrables de Adonai. Ahora ya sabemos el esplendor de esa sentencia tuya , quisiste levar el verde de tus ojos verdes a la terraza de los dormidos invisibles .

Haces después de muerto las mismas iniciales, ahora en el mojado escudo de cobre de la noche, que comprobaban al tacto la trigueñita de los doce años y el padre enloquecido colgado de un árbol. Sigues trazando círculos en torno a los que se pasean por la terraza, la chispa errante de tu errante verde. Todos sabemos ya que no era tuyo el falso terciopelo de la magia verde , los pasos contados sobre alfombras, la daga que divide las barajas, para unirlas de nuevo con tizne de císnes. No era tampoco tuya la separación, que la tribu de malvados te atribuye, entre el espejo y el lago. Eres el huevo de cristal, donde el amarillo está reemplazado por el verde errante de tus ojos verdes. Invencionaste un color solemne, guardamos ese verde entre dos hojas. El verde de la muerte. Ninguna estrofa de Baudelaire, puede igualar el sonido de tu tos alegre. Podemos retocar, pero en definitiva lo que queda,

(1949) Ilustración de René Portocarrero

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qué compañía la chi spa errante de su errante ve rde , mitad ciruelo y mitad piña laqueada por la frente .

Por eso aqui y alli, con los excavadores de la identidad , entre los reseñadores y los sombrosos, abres el quitasol de un inmenso Eros. Nuestro escandaloso cariño te persigue y por eso sonríes entre los muertos.

RETRATO DE DON FRANCISCO DE QUEVEDO

La muerte de Baudelaire, balbuceando incesantemente: Sagrado nombre, Sagrado nombre, tiene la misma calidad de tu muerte, pues habiendo vivido como un delfin muerto de sueño, alcanzaste a morir muerto de risa . Tu muerte podía haber influenciado a Baudelaire. Aquel que entre nosotros dijo: ansias de aniquilarme sólo siento, fue tapado por la risa como una lava .

Sin dientes, pero con dientes como sierra y a la noche no cierra el negro terciopelo que lo entierra entre el cla vel y el clavón crujiente . Bailados sueños y las jácaras molientes sacan el vozarrón Santiago de la tierra . Noctámbulo tizón traza en vuelo ardientes elipses en Nápoles donde el agua yerra. Muérdago en semilla hinchado por la brisa risota en el infierno, el tiburón quemado escamas suelta, tonsurado yerto.

En esas ruinas , cubierto por la muerte, ahora reaparece el cigarrillo que entre tus dedos se quemaba, la chispa con la que descendiste al lento oscuro de la terraza helada. Permitid que se vuelva, ya nos mira ,

En el fin de los fines ¿qué es esto? Roto maíz entuerto en el faisán barniza y en la horca se salva encaramado.

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JULIO ORTEGA*

PRÓLOGO A EL REINO DE LA IMAGEN

\

.

(Fragmentos)

"Sólo lo difícil es estimulante" escribió José Lezama Lima (1910-1976) al inicio de uno de sus libros; y, en efecto, pocas obras más difíciles y más estimulantes hay en la literatura latinoamericana como la suya propia. Obra compleja, oscura y brillante, cuya desmesurada empresa cuestiona las nociones establecidas del acto literario para proponerse el diseño insólito de una literatura capaz de reformular nuestra misma experiencia de lo real. Pocas veces la literatura nuestra ha emprendido una aventura poética como esta que Lezama Lima se propuso. Empresa radical, que dicta sus propias reglas, que se muestra en el proceso mismo de su riesgo, que da cuenta de su acopio como de sus disoluciones, que procede a una reconstrucción del mundo natural , y que, al final, funda un universo verbal cuya ambición de sentido es rehacer nuestra percepción. Y, sin embargo, no es ésta una obra programática: el riesgo es su signo, y la zozobra le resulta connatural. Lezama Lima se nos aparece hoy, culminado el ciclo de su trabajo, como un artesano del sentido: como Borges, pero más allá de Borges, fue un • José Lezama Lima, El reino de la imagen, selección, prólogo y cronología de Julio Ortega, Biblioteca Ayacucho, Caracas, Venezuela, 1981 , 630 pp.

escritor dotado por un espacio propio, por un ámbito fecundo, pródigo en reg istros y en su capacidad de conversión verbal. O sea, fue un escritor que producía una obra, no uno que se debía al acabado de un libro. Fue el autor de amplios frescos, de trabajos poéticos que teorizaban sobre una práctica siempre inacabada. Fue, por eso, un autor de una obra que no podría haber culminado; que era, por su propia naturaleza, a la vez inacabable e imperfectible.' De allí la calidad , manual, artesanal de su trabajo, que supone el taller fecundo de su obra; de una obra cuyos tomos fue produciendo no como quería MalIarmé para sustituir al mundo sino, más bien , para reinterpretarlo, para reconocer su sentido y celebrar los laberintos de ese reconocimiento. Es por eso que al leer cualquier página de Lezama vemos al escritor escribiendo, no al escritor reescribiendo; es decir, Lezama no solamente se entrega a la fluencia circular de sus ritmos, a la sintaxis abierta y a ve, Una excelente interpretación del sentido de la obra de Lezama es la que propone Cintio Vitier, a partir de la poesía, en el capítulo "Crecida de la ambición creadora. La poesía de José Lezama Lima y el intento de una teleologla insular" , de su libro Lo cubano en la poesía, Santa Clara, Universidad Central de Las Villas, 1958, pp. 369-97; asi mismo lo es la memorable presentación de Julio Cortázar "Para llegar a Lezama Lima", en su La vuena al dla en ochenta mundos, México, siglo XXI, pp. 135-155. Ambos trabajos están reunidos en Pedro Simón, ed., Recopilación de textos sobre José Lezama Lima, La Habana, Casa de las Américas, 1970.

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ces distraída de su prosodia incorporadora , a la figuración prelógica de su discurso que es un acto haciéndose en el texto; sino que, además, Lezama emplea el lenguaje como si el lenguaje no hubiese sido aún escrito; esto es, como si entre las palabras y las cosas no hubiese sido todavía establecida una propiedad referencial y un orden discursivo del nombre en el mundo. Lo cual quiere decir que las palabras son más que el nombre: son el nombre y su resonancia original, la energía material y primaria que la poesía libera para reconstruir la interacción de la imagen en un espacio de exploración y revelación. De allí el riesgo: nada puede ser prometido al inicio del texto; y de allí la zozobra: ~ablar con los nombres para decir no la cosa sino la imagen como evento, puede culminar en un naufragio del lenguaje, en un espacio donde el sentido entrevisto puede no ganar una forma. De estos riesgos extremos y de estas zozobras fecundas está hecha, todo, la poesía de Lezama; pero toda su obra está recorrida por este drama del texto, que así se sitúa más allá de la eficacia o de la bondad de un recurso literario, más allá de la "palabra justa" y del "acabado de la forma" , Se sitúa en el origen mismo de los textos: en el acto por el cual el lenguaje es un espacio originario; no sólo un instrumento sino tam-

bien una materia poderosa y enigmática capaz de rehacernos y de devolvernos al sentido. Escribir escribiendo: nada es previo o posterior, todo se decide en esa incesante y proliferante actividad, un poco maniática, un tanto ritual, cuya celebración es una forma de la dicha pero tam­ bién una ironía y una agonía. Escribir no para desrealizar luego de discernir, como en Borges; no para acumular la intensidad de la transparencia vivida, como en Octavio Paz; no para habitar y decir la excepción, su brillo y nos­ talgia, como en Cortázar. Escribir, más bien, para que el lenguaje 2

5

Es pertinente esta conclusión de Guillermo Sucre: ΈΙ hermetismo de Lezama es un modo de ser. No depende de una sintaxis, compleja o no. mucho menos del ocultamiento delibera­ do de una clave que, en sí misma, ya sea clara. Es cierto que Lezama concibe su sistema poético regido por la razón. Esto no debe entenderse mal. Frente a los términos de la escolástica; ente de razón fundado en lo real, lo cual darla en poesía: ente de razón fundado en lo imaginario, él prefiere otra posibilidad: ta poesía como ente de razón fundado en lo irreal. Por ello Lezama gusta citar una fórmula de Pascal: Un arte incomprensible, pero razonable. Sin ser menos lúcida, su opción es evidentemente más radical: aventura no sólo en lo imaginario como imaginable, como virtualidad, sino también en lo inexistente, lo no cread o . . V é a s e "Lezama Lima: el logos de la imaginación", en su La máscara, ta transparencia, Caracas,, Monte Ávila. 1975. pp. 181-206.

ocurra como la incesante pre-figuEn el acto del poema, así, ración, y, desde allí, como la acontece el lenguaje como un esnueva percepción de una hiperfi- pacio exploratorio. Pero su pecuguración. Acto del origen y acto liar aventura no busca un proceso del final, el acto poético acontece de esclarecimiento revelador, sino como el primer día y es por eso que descubre no pocas veces, fundacional; pero también ocurre más bien, un espacio de descocomo la revelación cumplida y es, nocimiento. Y este es, segurapor eso, paradisíaco. Naturalmen- mente, el rasgo por el cual Lete, entre ambos extremos, entre zama difiere más de sus contemesas tensiones, las palabras poráneos: la poesía no sólo nos abundan buscando despertar una descubre, también nos encubre. forma, un proceso dinámico, un Es el lenguaje pre-lógico, tanto cuerpo verbal vivo. Muchas ve- como su figuración autónoma, no ces, en su poesía Lezama diseña referencial, lo que nos conduce a el camino de esa búsqueda, esta noción de un desconocer, a camino ardido y sumerso, y quizá este descenso a las potencialidael poema entero, el poema como des y virtualidades, desde donde origen y revelación es sólo el la imagen emprende su vía metaparadigma, el sueño totalizado de fórica, su razón originaria, para este camino de fragmentos y esta encarnar como nuevo lenguaje ruta de figuraciones. De allí que del mundo, como decir posible. desde esta aventura en el origen, en las figuraciones del poema, '• Saúl Yurkievich advierte que "La poesía Lezama debió moverse hacia las devuelve a la memoria germinal, anterior a la organizaciones más discursivas reproductiva. Para Lezama Lima la reminiscencia se apoca y empobrece al pasar del del texto de la novela. No sin an- germen a la forma, de la visión a la escritura tes haber pasado por el ensayo, Propone y practica el camino inverso: el retroceso de la menos forma factible al estapor la teoría del poema y del co- do germinativo, el abandono de los cuerpos para reintegrarlos a su misterio prenatal." nocimiento poético, una de cuyas Véase "José Lezama Lima: el eros relacioconfiguraciones, por cierto, es su nable o la imagen omnímoda y omnívora, en su La confabulación con la palabra, Madrid. libertad americana. Taurus, 1978. pp 116-125. 3

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JOSÉ LEZAMA LIMA

A PARTIR DE LA POESÍA* (Fragmentos)

Es para mí el primer asombro de la poesía, que sumergida en el mundo prelógico, no sea nunca ilógica. Como buscando la poesía una nueva causalidad, se aferra enloquecedoramente a esa causalidad. Se sabe que hay un camino, para la poesía, que sirve para atravesar ese desfiladero, pero nadie sabe cuál es ese camino que está al borde de la boca de la ballena; se sabe que hay otro camino, que es el que no se debe seguir, donde el caballo en la encrucijada resopla, como si sintiese el fuego en los cascos, pero sabemos también que ese camino sembrado de higueras, cepilla las virutas del perro de aguas cuando comienza su lucha con el caimán en las profundidades del légamo removido. Si divididos por el espíritu de las nieblas o un sueño inconcluso, tratamos de precisar cuando asumimos la poesía, su primer peldaño, se nos regalaría la imagen de una primera irrupción en la otra causalidad, la de la poesía, la cual puede ser brusca y ondulante, o persuasiva y terrible, pero ya una vez en esa región, la de la otra causalidad, se gana después una prolongada duración que va creando sus nudos y metáforas causales. Si decimos, por ejemplo, el cangrejo usa lazo azul y lo guarda en la maleta, lo primero, lo más difícil es, pudiéramos decir, subir a esa frase, trepar al momentáneo y candoroso asombro que nos produce. Si el fulminante del asombro restalla y lejos de ser rechazados en nuestro afán de cabalgar esa frase, la podemos mantener cubierta con la presión de nuestras rodillas, comienza entonces a trascender, a evaporar otra consecuencia o duración del tiempo del poema. El asombro, primero, de poder ascender a otra región. Después, de mantenemos en esa región, donde * Op. cit.

vamos ya de asombro en asombro, pero como de natural respiración, a una causalidad que es un continuo de incorporar y devolver, de poder estar en el espacio que se contrae y se expande, separados tan sólo por esa delicadeza que separa a la anémona de la marina. Tenemos, pues, que el cangrejo de lazo azul nos hizo ganar otra región. Si después lo guardó en una maleta, nos hizo ganar una morada, es decir, una causalidad metafórica. Pero he ahí que cualquier viajante de comercio puede guardar su lazo azul en una maleta, pero le falta ese primer asombro que inicia otra causalidad en la región, pues pasmo aquella corbata azul, en el viajante de vulgaridad cotidiana, se desinfla sin tocar la poesía. Así, la poesía queda como la duración entre la progresión de la causalidad metafórica y el continuo de la imagen. Aunque la poesía sobre su causalidad metafórica, se integra y se destruye, y apenas arribada a la fuente del sentido, el contrasentido golpea al caudal en su progresión. Si la causalidad al llegar a su final no se rinde al continuo de la imagen, aquella fantasía en el sentido platónico no puede realizar la permanencia de sus fiestas. Guiados por la precisión de la poesía, colocamos como una espera inaudita, que nos mantiene en vilo, como con ojos de insectos. Durante cerca de doce siglos antes de Cristo, hasta el siglo pasado, en las enloquecedoras precisiones demostradas por los arqueólogos, los epítetos homéricos, Terento, la de las grandes murallas, o la áurea Mícenas, estaban como en acechoflotante,semejante a la holoturia atravesada por el amanecer. Hasta que la alucinación de Schlieman descansó en la contemplación de una tumba rectangular en Micenas, con los restos de diecinueve personas, entre ellas dos niños pequeños, no encontró su arraigo

al epíteto homérico: "Los rostros de los hombres estaban cubiertos con máscaras de oro, y sobre el pecho tenían petos de oro. De las mujeres, dos tenían bandas de oro sobre la frente, y otra una magnífica diadema de oro. Los dos niños estaban envueítos en /aminas de oro. Junto a los hombres estaban tendidos en el suelo sus espadas, puñales, copas para beber, de oro y de plata y otros utensilios. Las mujeres tenían a su lado sus cajas de tocador de oro, alfileres de diversos metales preciosos, y sus vestidos estaban adornados con discos de oro decorados con abejas, jibias, rosetas y espirales de oro..." Treinta y cuatro siglos para comprobar la veracidad de un epíteto... Comenzaban así a hervir los prodigios, desde la suerte del Almirante misterioso, para nosotros los americanos, que sorprende en la cabellera de las indias, como unas sedas de caballo. Aquí lo sutil se hace fuerte, lo acerado ahilado viste como una resistencia acerada, refugiándose en la convocatoria para lo secular eterno. Sorprende después un perro grande, pero sin habla, que lleva en su boca una madera, donde el Almirante jura que cree ver letras. La imitación de lo desconocido es por el costado americano más inmediata y deseosa. Lo desconocido es casi nuestra única tradición. Apenas una situación o palabras, se nos convierten en desconocido, nos punza y arrebata. La atracción de vencer las columnas en su limitación, o las leyes del contomo, está en nuestros orígenes, pues parece como si el misterioso Almirante, siguiese desde el puente nocturno, el traspaso entre la sexta y la séptima morada, donde ya no hay puertas, según los místicos, y existe como la aventura de la regalía en el misterio. Sorprende además, la diferencia extrema en el pequeño círculo mágico. Un árbol que tiene ramas ) cañas, y otra rama que tiene lentiscos. Los peces

tienen formas de gallos, azules, amarillos, colorados. Toda esa riqueza de formas produce espera y descanso. En medio de esa diversidad, el hombre se nutre de una espera, que tiene algo del arco y de la flecha aporética. Aun la muerte entre nosotros parece que ordena, y el caso de Martí, tan viviente antes como después de su muerte, tiene antecedentes en la tierra de los hechizos. En 1530, en el Castillo de la Fuerza, coinciden el que va a enloquecer buscando la juventud, Juan Ponce de León, y el que ya adivina que la tierra no lo va a contener, si el camino del río dialoga con las sombrías hojas de la medianoche. Hernando de Soto, hechizado de su época, perenne habitador de un castillo, regalador de la misma sobreabundancia. El buscador de la juvencia, queda en asombro viendo cómo el otro le regala riquezas, le burla su desconfianza, con el indescifrable gesto bueno, sólo leíble en la tierra de los prodigios y del eterno renacer. Le envía a su muje con dinero, pues ya el otro sabe que la tierra no le podrá dar la paz, aunque bailen sobre su podredumbre, y los caballos hagan suerte para despistar a los Indios, que saben el secreto, y que apenas alejados los españoles, comenzarán a desenterrar al hechizado. Como en cuanto "sintió unas calenturas, que el primer día se mostró lenta y el tercero rigurosísima", según nos dice el Inca Garcilaso, sintió que su mal era de muerte, apenas pudo hacerse de papel para dictar el testamento. Tres años siguieron a su muerte, en que amigos y su esposa Inés de Bobadilla, lo seguían buscando, dejando señales en los árboles y "cartas escritas metidas en un hueco de ellos con la relación de lo que habían hecho y pensaban hacer el verano siguiente". Desenterrado, sepulto en el río, continuaban desde las sombras las visitas del hechizado. El solo conocí-

miento de su muerte, tres años después de estar en la viaje que podía tener sus riegos secretos. Y al mismo tierra de fondo de río, mata a su esposa, que había tiempo, qué confianza en la delicadeza de sus customandado con juventud y riqueza, al buscador de la dios que cuidaban las travesuras y las moscas del diajuvencia, para decirle que estaba en el Castillo de la blo. Uno solo que se hubiera perdido o mostrado su Fuerza. Ya el hechizado había estado en el entierro y desagrado, habría traído consecuencias no previsibles. \ . en la casa de la muerte de los nobles curacas, reparEn sombrías hileras de cruces, veintitrés sacerdQtes tiendo "la almorzada de perlas", como se decía al franciscanos, misioneros en el Japón, al mismo tiempo reparto hecho con las dos manos, para hacer cuentas del canto y de la gloria, penetran en la muerte. Con sus de rosario, a pesar de que eran gruesas como garban- uniformes, que la altura abrillanta como un metal terrozos gordos, según decía el cronista. Llega así el hechi- so, con sus salmos apenas musitados, con sus rostros zado a la casa de la muerte. Gigantes con cara de dia- nobles que la flaccidez de la muerte ladea, irrumpen, mantes defendían la entrada de las maravillas. Luego, como una milicia que penetra por las murallas transpainterminables ejércitos en los relieves, con hachas de rentadas, con la misma unidad , en el mismo coro, por pedemal, que descargaban la muerte centelleando. La el mismo boquete de la muerte. El mismo resplandor quinta fila de arqueros con flechas de pedemal y cuen- de veintitrés hombres, que al unísono repiten el gesto co de venado labrado en cuatro esquinas. Después, del Crucificado mayor, marcha paralelizado en la escelas picas de cobre. Y Hemando de Soto, que se ade- na entregada a la infamia, pues veintitrés lanzas buslanta para entrar en la casa de la muerte. Y el ejército, can los costados, las risotadas no de una ronda, sino en el relieve de la casa de la muerte, disparando ince- de un regimiento, con la algazara y tumulto de merensantemente, y el batallador que se desploma. Pero dero sombrío, los jefes a caballo, las máscaras y los está más allá de ser guardado en la tierra, de ser meci- rabos diabólicos, los guardias que agigantan sus pasos do en el río, sobrevive tres años después de muerto, para extender una herida, para vigilar impasiblemente vuelve muerto para recoger a su esposa y volver a una agonía, los indiferentes que se retiran como espepasearse en su castillo. rando el final del cansancio de la gloria y de la infamia. No sólo los hechizos, enviándonos sus meteoros y Pero ni siquiera tienen la tradición de la cruz, y el aspa sus cometas, sino a veces situaciones excepcionales, vertical tiene casi una triple extensión que la horizontal, que se mantienen en unidad de espacio, logran pene- y para herir en el costado tienen que usar unas lanzas trar en el invisible poético, dándole como un centro de tan largas que parece que van a tocar una llama más gravedad a su permanencia . En el período de la res- que agrandar una herida. En lo alto, como una uma de tauración Meijii, en el Japón, doscientos niños de las aire dorado, fuerte , lista a la formación de sonidos, lo mejores familias japonesas fueron enviados al invisible que se llena como de la otra milicia, que viene Vaticano. Aquella unidad coral de garzones penetraron como a preparar la recepción de los veintitrés hombres en los pasillos seculares con sus colores, con su piel, que llegan , ya en su transparencia, para agrandar la con su habla como el chillido de las gaviotas. Debió de rueda de un resplandor mayor. ser una sorpresa mayor que la de los misioneros llegaNo solamente esos coros que han penetrado con dos al oriente. ¿Cuál habrá sido la reacción de la roma- algazara coloreada en la ciudad desconocida, o majesnidad ante aquel envío de lo más delicioso del feuda- tuosamente en lo invisible, sino que el hombre ha lismo de los shaguns? ¿Al regresar a su país, qué esbozado gestos, situaciones, fugas y sobresaJtos, que impresión llevarían los garzones japoneses de aquella unas veces exhalados por inexplicables exigencias, y majestuosa valoración teocrática? ¿Qué copias engen- otras por violencia de un destino indescifrable, lo rodedraron, en lo que eran pintores, la Academia y la an como si hubiese una zona de trabajo y expectativas, Creación? Ellos que copiaron con tanta delicadeza y alejados de la mera carga individual, donde coinciden fidelidad las estampas chinas, diferenciándose, no obs- los acarreos corales, muchedumbres, cogidas por tante de sus modelos, en formas significativas y muy idénticos destinos, marchando congeladas dentro de visibles, por la colocación en la misma estampa, de un las mismas finalidades. En un salón, podemos establesapo domesticado por la magia taoísta o una pesada cer la división de los que fuman y los que desdeñan la hoja de helecho que se mueve gemebunda. hoja encendida; en la cámara de la muerte, asisten los que parlotean y los que se adormecen. En una traveEra una forma de invasión y reconocimiento hasta en- sía, los que contemplan la estela, o los que bajan a valtonces desconocida. No eran los misioneros, los mer- sar. Se acercan en sus potros los campesinos a un torcaderes o los guerreros iracundos, los que llevaban la neo de gallos, unos llegan silbando, otros cetrinos responsabilidad secreta de la visitación: Por las calles silenciosos, mascullan la borraja. Fulgurantes agrupade la romanidad se veían aquellos muchachos extraí- ciones, que en un instante o en cualquier unidad de dos de la flor del feudalismo japonés. Por otra parte, tiempo, establecen como una clave, una familia, una qué valor incomparable en esas familias, de permitir un semejanza en lo errante o inadvertido. Claves que no

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existen en una demorada casa temporal, sino impues-

mecanismo interno de sus compuertas, que ruedan o

tas por una circunstancia, un agrupamiento aparente-

se sobreviven con el tatuaje de aquella situación.

mente caprichoso o fatal, pero que establece una divi-

Cautiverio que atrajo todas las luces en su marcha,

sión por gestos o actitudes, por acudimientos o inhibi-

pero que el tiempo de la dispersión fue extinguiendo

ciones, tan importantes, dentro de ese breve reducto

sus luces y sus redobles, quedando como un proce-

temporal, como una reorganización por lo económico,

sional de pesadilla.

por las exigencias del trabajo, o por los linajes que se

Nosotros entresacamos de esos coros en la imagen,

fundan o se suceden. Nada más lejos de poder con-

con un tiempo que llevan en su centro: la espera a los

tentamos con la creencia de que son agrupamientos

pies de la muralla, el adolescente errante, la retirada

banales o dictados por el capricho. Muy pronto, en el

(Anabasis o la Grand Armée) y el destierro.

ejemplo de los que en la travesía contemplan la estela,

¿Por qué escogemos como entidad coral imaginaria

se cambian miradas, se acercan. Si continúan en la

los que esperan a los pies de las murallas, y no la ciu-

medianoche en la contemplación de esos dualismos

dad sitiada? Porque los sitiados se acogen a la perma-

engendrados por invisibles Nikés, ya se ciñen las

nencia o a la muerte. El fin de una ciudad sitiada es el

manos. Treinta años más tarde, ese hecho tiene una

fuego o la irrupción de los moradores bárbaros. Vemos

asombrosa y patética resonancia, se evoca con júbilo

cómo el gran Príamo, conducido en el carro por

o con socarronería, mientras unas meninas jugando a

Hermes, se acerca al Aquileo, "le abrazó las rodillas,

los yaquis disimulan sus risitas con dientes de leche.

besó aquellas manos terribles, que habían dado muer-

En el otro ejemplo, el guajiro silbante que se acerca al

te a tantos hijos suyos". Viene a buscar a su hijo muer-

galleo, un colono oloroso a nicotina está en su diestra.

to y él mismo arriesga la vida. Pero el que espera a los

El Sultancillo, al que le tiró su escarcela llena de doblas

pies de las murallas, corre el riesgo de que su espera

isabelinas, tumba y arrebata. De ahí sacó el silbante

se trueque en otra entidad imaginaria: la retirada, el

una promesa de primeros labrantíos. Después, moja

coro en fuga bajo el cierzo. A través de su hijo muerto,

los corazoncitos con la hija plañidera del rico home. Lo

el que domaba los potros, Príamo, establece un demo-

vemos después hincharse con un cucharón en la mela-

rado contacto con Aquileo. "Príamo Dardánida admiró

za. "Tiene tres ingenios", dicen ahora los copistas fra-

la estatura y el aspecto de Aquileo, pues el héroe pare-

casados. Pero en el día de su muerte, cabeceando

cía un dios; y a su vez, Aquileo admiró a Príamo

como una góndola, se ve llegar a un natural guajolote

Dardánida, contemplando su noble rostro y escuchan-

de mala brillantina, principal Tomás Risitas, pasándose

do su palabra." El rescate de Héctor y la tregua de once

la estrella de su espuela por los labios, para estimular

días lograda por Hermes, es una larga pinta de luz en-

una canción con lo de adentro.

tre los aqueos y los teucros. Dos entradas de Hermes, dos banquetes fúnebres, tiempo entre dos auroras. Es

En asombro o bulto que desconcierta un instante del

decir, la comunicación entre las dos fuerzas se hace

vivir, a veces se reproduce coralmente en idéntica

imprevisible, el rescate del cuerpo de Héctor, por ejem-

situación y tiempo. Lo que fue hecho excepcional, de

plo. Y esto monstruoso: los donativos que acepta

larga cauda, pasa a un todo, llevando por la energía

Aquileo, a espaldas de Agamenón, por la devolución

proporcional a la misma intencionalidad, riesgo o fre-

del cadáver. El mismo Hermes que guía a Príamo

nesí, que mantiene esa coincidencia durante un tiem-

hasta la tienda del Aquileo, resguarda la fuga después

po, que es al mismo tiempo contorno y sucesión del

de la conducta reprobable del Aquileo. El dios guía en

hecho. Intencionalidad y tiempo quedan en esas oca-

una acción noble y en una acción reprobable, pues en

siones tan bien soldados, que forman dentro del tiem-

realidad el pasaje no tenía por qué hacerse a base de

po, como cuantidad sucesiva, un remolino aparte y

la nobleza de Príamo y de la mezquindad del Aquileo,

como congelado para la visión. Que esos hechos son

que tasa su acción y aconseja la discreción con

orgánicos dentro del mundo que los motiva y engarza,

Agamenón y la astucia para burlar sus propias tropas.

lo revela su característica más valiosa, es decir, que

Después que el Aquileo queda dueño del campo, se le

vuelven, que se reintegran, que son necesidad afano-

ve mezquino en esa acción de indudable grandeza. Su

sa de reintegrarse y reincidir dentro de la ciudad.

cortesía tiene un precio, su gesto no está solamente

Surgidos esos hechos, cuando alcanza la plenitud en

llevado por la suprema caballerosidad. Desde el princi-

su presentación, adquieren una trágica eficacia, por el

pio de La llíada, se observa entre los que esperan a los

rendimiento fabuloso que se exige de las personas que

pies de las murallas, la tendencia a la subdivisión, o al

coinciden en él, por el paréntesis que ofrecen entre una

menos a la existencia de dos fuerzas, la de Agamenón

incitación potencial y una extinción, que es una sus-

Atrida, y el héroe, el que trae el origen misterioso y la

pensión. Volverá a reincidir ese hecho privilegiado,

protección de Dios. Apolo tiene que mantenerse lan-

pero deshecho el encantamiento que encuadraba esa

zando sus bengalas para avisar los excesos del Atrida.

coralidad en una misma unidad de tiempo, rompe el

La gula por la Criseida y Briseida dividen al Agamenón

31 Biblioteca de

México

y al Pélida. El campamento sitiador sucumbe al que

los dragones en el camino de los triunfos de Hércules.

hiere de lejos, saetas tras saetas se ven caer a los

Después de haber dominado al león y a la hidra, viene

héroes, víctimas de un maleficio. A pesar de la diferen-

su victoria en la Hesperia sobre el dragón. Pero el sur-

cia entre Agamenón Atrida y el Aquileo Pélida ¿qué los

gimiento del dragón en la tradición occidental, nos

une? La condición excepcional, impuesta por la tensión

parece difícil y paradojal, pues en la primitiva cultura

entre los sitiados y los sitiadores. Hay una relación

china, las primeras dinastías son llamadas de los

entre Héctor, Patroclo y el Aquileo, donde ya no puede

cinco dragones, y entre sus primeros reyes, del perío-

figurar el Atrida, que establece en la situación excep-

do mítico, Fou Hi, Chin Noum y Hoang Ti, con una

cional, la solución igualmente excepcional. Situación

antigüedad de 2697 años antes de Cristo. Vico no

que se enrarece cada vez más entre los que esperan

podía comprender el hechizo entero de la ciudad, de

a los pies de las murallas, pues Agamenón utiliza a

la marcha del campesinado penetrando en lo irreal, en

Patroclo cada vez que la ocasión es propicia contra el

lo imposible. ¿Cómo pudieron llegar esas fábulas grie-

Pélida. Hay un designio indescifrable, pero que no obs-

gas a los japoneses, se pregunta Vico, o a la China

tante actúa como si estuviese perfectamente descifra-

donde existe una Orden de Caballeros del Hábito del

do. Después de la estallante cólera del Aquileo, viene

Dragón? La respuesta brinca de concluyente: porque

la mansa entrega de Briseida al comando dirigido por

Fou Hi, que corresponde a lo que pudiéramos llamar

Patroclo, del linaje de Zeus. En el canto final, la llega-

un equivalente del período cadmeo, lleva la letra y el

da del cortejo de Hermes y de Príamo, encuentra al

número, y al mismo tiempo es el primer rey de drago-

Pélida dispuesto a todas las soluciones, aun a la acep-

nes de la cultura china. Si existen cinco dinastías de

tación de las dádivas. La intervención de la única clari-

dragones, con la mantenida presunción de que éstos

dad posible en medio de los que esperan a los pies de

son invencibles, pues no podían tener la menor noticia

las murallas. Si no hubiese un desciframiento que es

de los triunfos de Hércules, que llevaba al dragón a

como un puente entre el "hiere de lejos", y el hecho que

una flaccidez vencida. Entre el dragón que lucha con

se deshace en la interpretación divinal, el canto caería.

Hércules, y los dragones de las primeras dinastías chi-

Pero ahí se ofrece visible y externo, y al mismo tiempo,

nas, debe de mediar la extensión cronológica que va

lejano y misterioso, un campo donde lo circular de los

desde la tortuga agrietada para la adivinación, en la

sitiados, la espiral abierta de los sitiadores, la manera

China arcaica, y la lira de concha de tortuga, pulsada

de atraer y descifrar un encuentro entre los dioses, por

para la adivinación, en la China arcaica, y la lira de

un lado Afrodita, la chipriota diosa y por el otro la diosa

concha de tortuga, pulsada por Orfeo. Si a esto añadi-

de ojos de lechuza. Aquiles, que tiene la mitad de su

mos que el dragón verde es el característico en la

sangre del lado de lo divino, prorrumpe en gritos poten-

China del Este tenemos que llegar a la conclusión que

tes contra la enemistad de los dioses, celoso de ese

era en extremo difícil esa influencia de la Grecia mito-

extremo del héroe pasado a los efímeros.

lógica sobre una lejanía casi irreconciliable. Vico no

Vico cree que las palabras sagradas, las sacerdotales, eran las que se transmitían entre los etruscos.

pudo conocer esa otra naturaleza del pueblo como penetración de un coro en los designios.

Pero para nosotros el pueblo etrusco era esencial-

No basta que la imagen actúe sobre lo temporal his-

mente teocrático. Fue el más evidente caso de un

tórico, para que se engendre una era imaginaria, es

pueblo surgido en el misterio de las primeras inaugu-

decir, para que el reino poético se instaure. Ni es tan

raciones del dios, el monarca, el sacerdote y el pueblo

sólo que la causalidad metafórica llegue a hacerse

unidos en forma indiferenciada. El convencimiento

viviente por personas donde la tabulación unió lo real

que tenía el pueblo de que el dios, el monarca y el

con lo invisible como los reyes pastores o sagrados, el

sacerdote eran la misma persona, le prestaba a cada

Monarca como encarnación viviente del Uno (que en

una de sus experiencias o de sus gestos, la participa-

la cultura china arcaica es el agua, el norte y el color

ción en un mundo sagrado. Por eso la división que

negro), o un Julio César, un Eduardo el Confesor, un

Vico hace, entre los primitivos romanos, de las quaes-

San Luis, o un Alfonso χ el Sabio, sino que esas eras

tionem nominis y las quaestionem

imaginarias tienen que surgir en grandes fondos tem­

definitíonis,

pen-

sando que estas últimas eran "las ideas que se des-

porales, ya milenios, ya situaciones excepcionales,

pertaban en la mente humana al proferir la palabra",

que se hacen arquetípicas, que se congelan, donde la

eran, en esa dimensión etrusca, la misma cosa. Pues

imagen las puede apresar al repetirse. En los milenios,

en aquel pueblo, el nombre y la reminiscencia, eco

exigidos por una cultura, donde la imagen actúa sobre

animista de cada palabra, cobraban un relieve de un

determinadas circunstancias excepcionales al conver­

solo perfil. Vico podía creer en la transmisión sacerdo-

tirse el hecho en una viviente causalidad metafórica,

tal, pero se le hacía muy difícil la concepción del pue-

es donde se sitúan esas eras imaginarias. La historia

blo de sacerdotes, las innovaciones hechas por el

de la poesía no puede ser otra cosa que el estudio y

pueblo entero. Vico, por ejemplo, se decide a colocar

expresión de las eras imaginarias.

JOSÉ LEZ AM A LI MA

EL ROMANTICISMO Y EL HECHO AMERICANO* (Fragmentos)

En algún cuadro de Orozco, pintado con noble ternura , aparece un padre franciscano tratando de levantar por los brazos a un indio, que viene a ren-

ros juri sdiccionales de las órdenes queda ron cumplidos, y entonces fueron la s comunidad es , en Ca taluña o en Zaragoza , los que se vieron obligados a defender

dirle la cornucopia de los diezmos debidos. Liberados de las exigencias del poder central , por tierra s americanas podian manifestar con pureza un recto espíritu evangélico. En Santo Domingo, los dornini-

en una forrna sangrienta sus prerrogati vas y resgu ardos contra el poder central. Asi cuando Antonio Pérez se declaró en rebeld ia contra el poder ce ntra l. se acoge al fuero zaragozano , para librarse de la s acechan-

cos que mantenían la tradición del padre Victoria ; en Cuba, y después ante Carlos v, el padre de las Casas; en México , los padres franciscanos . Y lo que

zas de Felipe 11, pero para acercarlo a Madrid exige el fuero de la inquisición, que utiliza sus tizones para arrancar confesión de asesinato, sin lograrlo . Cuand o

es más sorprendente, las colonias jesuitas del Paraguay, donde la compañía liberada , desde los Hapsburgo, para tener un apoyo austriaco frente a las intentonas del nacíonalismo de la Reforma , realiza experiencias para lograr la Jerusalén terrestre en relación con la celeste. A medida que la colonización se integra y el poder central se muestra más absorbente, el conflicto surge y se exacerba, al extremo de llevar el clero católico , en la Argentina y México, al separatismo , tratando de unir las esencias espirituales de la nación con las esencias evangélicas. El proceso de ese hecho tiene una visible raiz histórica . En la Edad Media, desde la época de Fernando 111 el Santo y Alfonso x el Sabio, el clero luchó tenazmente por mantener sus fueros y el respeto de su

el desdén de Aquisgrán el papa Pío V II se entristeció , pe ro no ordenó guerra santa . Cuando la invasión francesa , el clero español tocó a rebato , llegando la crueldad del canónigo Calvo a limites tan excesivos , que las Juntas de liberación llegaron a destituirlo. De esa manera el clero español se oponía a la supresión de la Inquisición , que fue la primera medida de José Bonaparte en la gobernación de España, yalliberalismo . Napoleón se dio cuenta de inmediato lo que significaba su derrota en España , "rebajó mi moral en Europa ", comentaba en los días finales de Santa Elena . Cuando la vuelta de su destierro, el Papa , dándole una palmadita a Luciano, lo despidió diciéndole: "Puesto que va usted a París. haga las paces entre él y yo . Yo estoy en Roma ; él no tendrá nunca queja de mi. " El clero

jurisdicción . Cada pueblo, un templo, fue la divisa de las primeras comunidades españolas. Un nuevo ma-

americano tomó distinto partido en relación con el poder central. Casi todas las cátedras episcopales

pa, esencial y profundo, que tenía sus raices en lo popular yen lo evangélico. Al adoptar la compañía su política de acercamiento a los Austrias , en la época de Carlos V y del austríaco Fernando el Católico, el mantenimiento de esos fueros fue relegado , pues ya los jesuitas eran poder, política que tenía cierta justificación histórica, pues había que marchar en milicia contra la Reforma y aun contra la suspensión a que se obligaba la vacilante actitud del Papado en relación con la orden, y a las suspicacias de la autorídad romana después de las rectorías de Loyola, de Díego Laínez y de San Francisco de Borja, exigiendo que el

eran provistas oídos los virreyes , la monarquía metropolitana y las altas autoridades eclesiásticas. El mismo beato Claret, en sus años de obispado en Santiago, se jura fiel de Isabel 11 , sin que le rocen los problemas del separatismo. Pero el clero municipal, establece sus relaciones con los agricultores y con los pequeños terratenientes , no establece contacto con el poder central y se sabe hostil en relación con la jerarquía, ya que ésta , radicada en ciudades de más importancia, establece relaciones con autoridades subordinadas a lo hispánico. Aparecen entonces, a príncipios del siglo XIX, los curas independentistas de México y de las Jun-

priorato general de la orden estuviese en manos de extranjeros. Con la fundación de la Inquisición, los fue-

tas de Buenos Aires, los curas constituyentes de Cádiz, como el padre Varela . Hay en ellos algo del abate Sieyés, del abate Marchena y de Blanco White . Toman parte en la Revolución francesa , se convierten , des-

• o p. cir.

33 Biblio tec a de Méx ico

simulable, el arzobispo cambiaba posturas y se mordía labios, y el virrey lanzaba a vuelo prudencial su mirada entre la alegría desatada del pueblo y la cólera atada y como reconcentrada del arzobispo . Se encarcela a fray Servando, se retracta éste, pero el frenesí del arzobispo lo envía a Cádiz, y allí lo sigue vigilante, y fray Servando, como un precursor de Fabricio del Dombo, comienza la ringlera de sus fugas y sus saltos de frontera . ¿Por qué ese ensañamiento en su ilustrísima el arzobispo? ¿Qué se agitaba en el fondo de aquellas teologales controversias? Fray Servando al pintar la imagen guadalupana en el manto de Santo Tomás, de acuerdo con la legendaria prédica de los evangelios que éste había hecho, desvalorizaba la influencia española sobre el indio por medio del espíritu evangélico. Había una tácita protesta antihispánica en su colonización , y el arzobispo, oliscón de la gravedad de la hereje interpretación , le salía al paso, lo enrejaba y lo vigilaba ; sabiendo el peligro de aquella prédica y sus intenciones, fray Servando, bajo apariencia teologal , sentía como americano, .y en el paso del señor barroco al desterrado romántico , se veía obligado a desplazarse por el primer escenario del americano en rebeldía, España, Francia, Inglaterra e Italia. Al fin la querella entre el arzobispo frenético y el cura rebelde va a encontrar su forma racíné , se arraiga en el separatismo. De la persecución religiosa va a pasar a la persecución política, y estando en Londres, al tener noticias del alzamiento del cura Hidalgo, escribe folletos justificando el ideario separatista . Rodando por los calabozos, amigándose con

pués de abjurar, de nuevo al catolicismo, después de haber traducido a Lucrecio y a Voltaire, o se acogen al liberalismo inglés. Consecuencia : ganancia del catolicismo, amplitud de su compás, con su gran revolución, su absurdidad inagotable en lo poético, y la constante prueba del ejercicio de su libertad . Todo lo que haya sido contrario a esa actitud del catolicismo, es tan sólo vicisitud histórica , suceso, pero no cualificación de su dogmática. A fines del siglo XVII I, aquel señor barroco, que veíamos en las fiestas pascuales, ir de su granja, rodeado de aromas y de paños de primor, al vistoso zócalo , donde repasa la filigrana del sagrario, al tiempo que establece el chisporroteo del torito y la revuelta tequila pone en la indiada el reojo de su frenesí. ¿Qué ha pasado? Su ilustrísima ha presidido con disimulado quebranto, el predicamento de un curita juvenil , afiebrado, muy frecuente en la exa ltación y el párrafo numeroso . Su patemidad mayor ha contemplado el tumulto del pueblo al paso de un predicador dado a tesis heresiarca, a machacar con probanzas y distingos, sobre apariciones y contrapruebas. Para oír al joven investido ha acudido hasta el virrey, pues la festividad es de rango mayor, se trata de predicar en unas fiestas guadalupanas. Y el tonsurado, que causa tal revuelo verbal , fray Servando Teresa de Mier, se ha lanzado, según el arzobispado, en peligrosas temeridades. Afirmaba el predicador que la imagen pintada de la guadalupana estaba en la capa de Santo Tomás, y no en la del indio Juan Diego . El pueblo se mostraba en ricas albricias, en júbilo indi34

el liberalismo de Jovella nos, com batiendo contra la invasión francesa, o desemba rcando con los conjurados de Mina , al fin encuentra con la procla mación de la independencia de su pais, la ple nitud de su rebeld ía, la forma que su madurez necesitaba pa ra que su vida alcanza ra el se ntido de su proyecció n histórica. En fra y Serva ndo, en esa transición del ba rroco al roman ticismo, sorprendemos ocultas sorpresas mu y americanas. Cree romper con la tradición , cuando la agranda . Así , cuando cree se pararse de lo hi spánico , lo reencuentra en él, agrandado . Reform ar dentro del ordenamiento previo, no romper, sino retomar el hilo, eso que es hispánico , fra y Servan do lo espuma y acrece, lo lleva a la temeridad . El catoli cismo se recuesta y se hace tronal ; huidizo, rehusa el descampado , pues nuestro tronad o mexicano, lo lleva a

recibe a las si ete de la maña na, en el co nvento donde está preso fray Servando, y ya a las once, éste para gan arlo por los más finos modos , fi nge un sueño, en que el pastor Jovino. el sesudo ministro Jovellan os, estu dia su cau sa, lo liberta y le muestra un semblante mu y benévolo: El nevado Arlanzón que me aprisiona. El fuego mismo helara de Narciso . Soy naufrago infeliz que una borrasca. La más

oscura que exhaló el abismo, las playas de la Hesperia.

Arrojó hasta

Donde en vano el remedio solicito.

El pastor Jovino sonríe la gracia de los versos de ci r-

calabozos, a co nspiraciones novedosas, a tenaces reconciliaciones roman as, a di ctados proféticos , a inmensas pira s funerales. El calabozo no lo lleva a la

cun stancia, disculpa ndo el ripio prosai co del último verso, descifra fácilmente la apetencia del sueno, y ordena la libertad de Fray Servand o. Buen signo america no, la fi neza del solicita r con mi sterio, como en ese marcado antecedente , como un sueño que la

ruptura con la secularidad , sino por el contrario a agrandarla , para que el calabozo sea el gran ojo de

ajena fin a atención se ve obligado a descifrar. Rea bsorbe el frag mento no dañado de la tradición

buey que levanta los destinos. Primera señal americana : ha convertido, como en la lección de los griegos, al enemigo en auxiliar. Si el arzobispo frenetizado lo persigue , logra con su cadeneta de cal abozos , aclararse en la totalidad de la independencia me-

católica, se acerca como un pez por el sueño, aunque

xica na . Su proyección de futurid ad es tan ecuánime y perfecta , que cuando ganamos su vida con sentido retrospectivo, desde el hoy hacia el boqu erón del calabozo romántico , parece como lector de destinos , arúspice de lo mejor de cada momento. Creador, en

llega con respeto, se sorprende ante el cenizoso corralón hispánico literario del principio del XIX. iSi aú n los románticos pa recen ingenieros de minas, y las poetisas deste rradas histéricas que hacen las compras matinales para las comidas del señor ministro solterón! La jactancia querenciosa lo interrumpe, y sin nada de la sombría vanidad, tiene la alegría que

medio de la tradición que desfallece, se obliga a la síntesis de ruptura y secularidad , apartarse de la tradición que se resguarda para rehallar la tradición que se expande, juega y recorre destinos . En Bayona, la curiosidad americana lo lleva a penetrar en una sinagoga . Inmediatamente, sobre esa curiosidad comenzarán a caer los dones. Como buen americano se regala en el simpathos . Sorprende que

L

hablan un español meticuloso, tien en el orgullo de que los semitas que Adriano envió a España, son de la gran tribu de Judá . Al terminar el Rabino , lo rodean para que opine sobre el sermón. La onda larga de su simpatía no retrocede ante refutar al predi cador, y como lo hace tan bien le ofrecen en matrimonio "una bella y rica Raquel , y en francés Fineta". Termina revisándole sus sermones a los rabinos , y en que éstos le llamen Jajá, que significa sabio. Otro signo americano; entrar en templo ajeno por curiosidad , ganarlo por la simpatía y llevarlos después al saboreo de nuestra omnisciente libertad . En ese liberalismo de esfera armilar y de pisapapeles, pintado por Gaya, Jovellanos, que en la poesía es el pastor Jovino , se siente tocado por su simpatía. El día del triunfo de Jovellanos, la noticia se 35 Biblioteca de México

estira sus piernas y se recorre. La vanidad americana es amigotera y como en requiebro. Fray Servando sorprende el convento dominico desconchado, heladas las palabras por los corredores, sin pimienta de cita oportuna, pura mortandad engarabitada y ríspida, y anota en sus memorias: "iY al infeliz que, como yo, trae las bellas letras de su casa , y por consiguiente se luce , pegan como en un real de enemigos hasta que lo encierran o destierran!" Rifoso ademán que recorre desde el refrán hasta el reojo del espejo de ultramarinos , pues las consecuencias de esa vanidad amistosa y llevadera terminan en bonachona punta de refrán. El que escama para el lucimiento, salta para

como un arúspice consultivo en el Palacio de la Presidencia de México, en la amistad de Guadalupe Victoria. Pero le llega el momento de rendir, se incorpora y silabea: "Se dice que soy hereje, se asegura que soy masón y se anuncia que soy centralista . Todo es , compatriotas carísimos, una cadena de atroces imposturas. Ni mis escritos ni mis palabras ni mis actos podrán jamás proponerse como calumnias de tanto tamaño; más como se haga mucha mención del ruidoso sermón de Guadalupe que prediqué muchos años ha y se afecte extrañeza por qué no digo misa ni hago vida ascética, como religioso dominico, y tal vez a esto se le quiera dar el carácter de otros tantos apoyos de dichas quimeras." Y pasa de las palabras a los hechos que a todos obligan. Demuestra que no decía

ahorcado, o luce que te enyesarán , o la más sibilina de luzco y traduzco. En esas mezclas de alegre rebelión para encontrar el buen refrán , cómo no recordar el criollísimo de José María de Heredia, para que el sol alce su frente al encanto de su fama o el yo alzaré el mundo de José Martí. Ambas son formas del pretender para ayudar, ambas criollísimas. Cuando el mando de Jovellanos, como americano que malicia rápido y traspasa, se da cuenta de la tiesura de los nuevos. "Logré hablar al ministro, porque

misa, enseñando la mano despedazada; que no estaba en el claustro por haberse secularizado en Roma. Que no era masón, porque la masonería era un partido. Y que él no predicó contra el milagro de la Guadalupe, sino que la predicación del Evangelio en América se debió a Santo Tomás, cosa que defendería hasta morir. Fray Servando fue el primer escapado, con la

también llevaba recomendación para el portero", nos

necesaria fuerza para llegar al final que todo lo aclara, del señorío barroco, del señor que transcurre en voluptuoso diálogo con el paisaje. Fue el perseguido, que hace de la persecución un modo de integrarse.

dice en sus memorias. Conocimiento del que toma sus precauciones para las cien puertas tebanas y sabe la fuerza del recurso menor. Intuición de esa tiesura de los nuevos por inevitable minoridad o alarde superior que rehúsa la mirada fija , que penetra con naturalidad en el momento de la recepción oportuna. Esa recomendación para el ministro y para el portero, revela un instinto fresco para precisar el ordinario pequeño en el hombre, que desconfía del recién llegado, pero sucumbe ante el apaciguamiento del menor más cercano. Recomendaciones del barbero, del que nos sirve la sopa , del vecino de la azotea, de la seguridad majadera de lo diminuto, que se alza por encima de la tranquila valoración normal, y que el americano hecho a la recepción de la panoplia de las contingencias, valora como su llave de penetración que le encristala el muro para que el instante necesario de la sombra al lIegar a su casa, se realice con plenitud y nos avise con querencia.

Desprendido, por una aparente sutileza que entrañaba el secreto de la historia americana en su dimensión de futuridad, de la opulencia barroca para llegar al romanticismo de principios del siglo XIX, al fin realiza un hecho, toca la isla afortunada , la independencia de su país. El paisaje del señor barroco, navegando con varia fortuna, se había volatilizado con lentitud que pocos asimilaban. Fray Servando es el primero que se de-

Después de haber rendido su vida en los calabozos, en los disfraces de la persecución , en la madrugada de las fronteras, le llegan sus días, en que es instalado

Dibujo de Fernando Vicente

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cide a ser el perseguido, porque ha intuido que otro paisaje naciente, viene en su búsqueda, el que ya no contaba con el gran arco que unía el barroco hispánico y su enriquecimiento en el barroco americano, sino el que intuye la opulencia de un nuevo destino, la imagen , la isla, que surge de los portulanos de lo desconocido, creando un hecho, el surgimiento de las libertades de su propio paisaje, liberado ya del compromiso con un diálogo mantenido con un espectador que era una sombra.

Jose Lezama Lima

El ERA

JOSÉ LEZAMA LIMA

PARADISO* Capítulo

IX

(Fragmentos) Al inaugurarse la mañana, Upsalón** ya había encendido su tráfago temprano. Arreglos en las tarjetas, modificaciones de horarios, listas con los nombres equivocados, cambios de aula a última hora para la clase de profesores bienquistos, todas esas minucias que atormentan a la burocracia los días de trabajo excepcional , habían comenzado a rodar. Desde las ocho a las diez de la mañana, los estudiantes candorosos de provincia copiaban en sus libretas las horas de clase. Saludaban a las muchachas que habían sido sus compañeras en todos los días del bachillerato. Si alguno conocía a otros estudiantes de años superiores, se mezclaba con ellos muy orondo, risueño • José lezama Lima. Paradiso, ilustraciones de René Portocarrero. edición revisada por el autor y cuidada por Julio Cortázar y Carios

Monsilláis, Ediciones Era, México, 1970. 496 pp.

... La Universidad

en su disfraz de suficiencia gradual. Los de último año pertenecían a una hierofanía especial: únicamente sus parientes, primos de provincia , podían mezclarse con ellos. Intercambiaban risotadas que eran el asombro de los otros compañeros bi soños. -Mi primo esta noche vendrá conmigo al baile de los novatos -dijo al regresar al grupo, frotándose las manos. -Yo iría con este mismo traje, mí tía de Camagüey me lo regaló -dijo una de las muchachas, se miró de arriba abajo con mirada graciosa, después hizo una reverencia como si recogiese flores en la falda. La escalera de piedra es el rostro de Upsalón, es también su cola y su tronco. Teniendo entrada por el hospítal, que evita la fatiga de la ascensión, todos los estudiantes prefieren esa prueba de reencuentros, saludos y recuerdos. Tiene algo de mercado árabe, de plaza tolosana, de feria de Bag-

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dad ; es la entrada a un horno , a una transmutación , en donde ya no permanece en su fiel la indecisión voluptuosa adolescentaria . Se conoce a un amigo, se hace el amor, adquiere su perfil el hastío, la vaciedad. Se transcurria o se conspiraba , se rechazaba el horror vacui o se acariciaba el tedium vitae , pero es innegable que estamos en presencia de un ser que se esquina , mira opuestas direcciones y al final se echa a andar con firmeza, pero sin predisposición, tal vez sin sentido. No tiene clases por la tarde, pero sin vencer su indecisión se viste para ir a la biblioteca de Upsalón, donde esperará a que el que se sienta a su lado comience a conversar con él. El diálogo no se ha entablado, pero la tarde ha sido vencida . No son aquellos dias de finales de bachillerato en que se sentaba en el extremo de un banco, en el relleno del malecón , colgaba un brazo del soporte de hierro y sentía que la noche húmeda lo penetraba y lo tundía . Oye a los que están hablando en un banco del patio en Upsalón, al grupo que todos los días va a la biblioteca, al que se precipita sobre el profesor para hacerle preguntas banales, sin saber que cada vez que se pone en marcha para esa forzada salutación, se gana una enemistad o un comentario que lo abochornaría si lo oyese. En la segunda parte de la mañana, desde las diez en adelante, la fluencia ha ido tomando nuevas derivaciones, ya los estudiantes no suben la 38

escalera de piedra hablando, ni se dirigen a la tablilla de avisos en los distintos decanatos, para tomar con precisión en sus cuadernos los horarios de clase . Algunos ya habían regresado a sus casas con visible temor; habían oliscado que en cualquier momento la francachela de protestas podía estallar. Otros , que ya sabían perfectamente todo lo que podia pasar, se fueron situando en la plaza frente a la escalinata . De pronto, ya con los sables desenfundados, llegó la caballería, movilizándose como si fuera a tomar posiciones. Miraban de reojo los grupos estudiantiles, que ocupaban el lado de la plaza frente a la escalera de piedra . Cuchicheaban los estudiantes, formando islotes como si recibieran una consigna. Llegó al grupo una figura apolínea , de perfil voluptuoso, sin ocultar las líneas de una voluntad que muy pronto transmitía su electricidad. Por donde quiera que pasaba se le consultaba , daba instrucciones. La caballería se ocultaba en el lado opuesto al ocupado por los estudiantes. Usaban unas capas carmelitas, color de rata vieja, brillantes por la humedad en sus iridiscencias, como la caparazón de las cucarachas. Hacían vibrar sus espadas en el aire, saltando un alacrán por la sangre que pasaba al acero . Su sombrero de caballería lo sujetaban con una correa , para que la violencia de la arremetida no los dejase en el grotesco militar de la testa al descubierto. La violencia o el caracoleo de los potros justificaba 1

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