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L05 QRI.GENBS DS LA ¡iAOlOJAial.DAll UB.UQU~lt. . LOS ORIGENES DE LA NACIONALIDAD URUGUAYA Carlos Real de Azúa LOS ORIGENES DELA NACIONALIDAD URUGUAYA PROLOGO DE GERARDO CAETANO Y JOSE P. RILLA arca INSTITUTO NACIONAL DEL LIBRO wtllll!JIIOO!tOUCAOOIIYCULTUM nuevo mundo PROLOGO Diseño de tapa: Fermín Hontou ©Copyright by ARCA Editorial S.RL. y Ediciones del Nuevo Mundo. Andes 1118, Tel. 90.03.18, Montevideo. Hecho el depósito que marca la ley. Printed in Uruguay-Hecho en Uruguay Las peripecias de la industria editorial uruguaya han impuesto un retraso importante en la publicación de los escritos inéditos de Carlos Real de Azúa. A pesar de ello, el tiempo transcurrido · que es entre otras cosas el de las lecturas no realizadas- no ha hecho más que confirmar la calidad de los textos, la persuasividad de sus enfoques, la índole a esta altura clásica de un curso de pensamiento que siempre encuentra resortes para mostrar su vigencia. En suma, es dicha vigencia la que atenúa los costos de cualquier demora. ¿Por qué no pensar incluso, que tal vez la decante y justifique plenamente? El extenso texto que sigue, libro de Historia, de crítica historiográfica, de crítica política y cultural, es sobre todas las cosas un alegato beligerante en favor de la exploración de la conciencia nacional uruguaya. Pero si su escenario empírico es la historia de nuestra comunidad, sobre todo de su "origen", el esfuerzo comprensivo de Real de Azúa no deja de mostrarse tensionado por los desafíos del presente. Es cierto que la preocupación que sostuvo por el problema de la conciencia nacional no le abandonó casi nunca a lo largo de su trayectoria intelectual, pero lo que con este libro se agrega, lo que le hace cobrar beligerancia y rotundidad es más que nada el "momento" en el que el autor culmina su redacción. 1975, aquel "Año de la Orientalidad", vino a ser el siniestro presente que cargó la indagatoria histórica e historiográfica, que condujo a observar los orígenes de la nación uruguaya desde las ruinas de la democracia uruguaya, es decir, desde la crisis de una de sus más visibles señales de identidad, aquellas que 7 6 el propio Real de Azúa había intentado escudriñar demoledoramente durante la década del 60. Tan gravoso contexto que dio alguna dirección de la ira del studio, se proyectó directamente en el objeto de análisis. Real de Azúa rev~~ó la hi~to.ria y la historiografía desde el artiguismo a la Con.vencwn Prehm1~ar de Paz y su mayor énfasis crítico apuntó hac1a aquellas comentes que viendo la independencia como resultado de una suerte de "predestinación", circularon y fueron del todo funcion~les a la ~istoria oficial. ¿Por qué no decir hoy para entender meJor este hbro-que tal vez el interlocutor principal de Real de Azúa fue Juan Pivel Devo .o? Si bien se lee Real de Azúa vio en Piv~lla culminación de los equívocos de la historia oficial, la oportum~ad, aprovechada desde el añejo y prestigioso escaparate?~ lo~, Clasico~ ~ruguayos:, llevar al máximo punto de exphc1tacwn dogmatica a la '·tesis Independentista clásica" de la que Pivel fue siempre -también debe decirse- un encendido cultor. Por el contrarío, el texto de Real de Azúa parece no rendir culto a nada. En algún sentido era una' reflexión sobre lo obvio" com? .le gustó d~c.ir ~n ot a opo· tunidad, una remoción de Id !~~1t1do, un rev!~Iomsmo cabal que perseguía sin desmayo las ultimas razones por las que nuestra comunidad se "mantiene junta". Si mantenerse juntos requiere entre tantas cosas de convenciones, de tradiciones y emociones, la crítica histórica debería ofrecer ~,todas ellas un mucho mejor basamento. Real de Azúa pre~,endw desarmar con este libro ~n exitoso "relato de los oríge!'es 9ue, con;o to 1 os los de su tipo, nos hablan siempre de la Ideni:Idad nac.onal A pesar de que resulta mucho más eficaz en la destrucció!' q~e en la construcción, de que terminan siendo !llllc~o mas VISibles los descartes que los cimientos para esa tdenhd~d, no parece demasiado aventurado concluir que la mayor fmeza del mtento reside en el método de crítica historiográfica en él contenido. . ~eal de A· úa escapa desaforadamente de cualquier simplificacwn en torno a la "cuestión" de la independencia nacional. Despliega una objeción radical a toda visión de la independencia ?e como necesidad, como ajuste a un dictado, a una racionalidad preconcebida, como cumplimiento de un mandato o de un designio. Pero también huye de la casi tan ex1tosa reconstrucción de la independencia como fatalidad, es decir, como resultado adverso en el que se cruzaron "nada más que" la frustración de una supuesta Patria Grande con los empeños &eculares de la cancillería británica. Si la documentación examinada desautoriza la necesidad y la fatalidad, ¿qué nos ofrece Real de Azúa a cambio? Sm duda que más problemas. En esencia, abre un universo de posibilidades, sitúa a los actores -y a los lectores- entre el amplio espectro de soluciones disponibles a la cuestión nacional de la década de 1820, descree enfáticamente de la existencia de "voluntades una mmes' y umvocas. Vislumbra, en suma, a la independencia como una posibilidad concretada entre varias, como una alternativa a la que fue posible adherir no del todo colectivamente, no del todo entustastamente, pero adherir al fin y al cabo. No puede caber duda y este hbro es una prueba cabal de ello, pero no la úmca que una de las claves conf1guradoras del pensamiento dP Real de Azua radico en su permtlnente interes por los temas de la nacwn y el nacional smo, lo que onentado al estudio del caso uruguayo- on la mamflesta debilidad de la base material e h1stó 1ca de su independencia- devenía naturalmente en ese autént co nudo d problemas que era y es la llamada "cuestión nac10 1al". Para Real de Azúa el tema de la nacion constituía "una especie de misten o histonco", sobre todo a partir de la constatación de su fuerte perdurabihdad en el mundo occidental" " ... las nacionesdecía- contra muchas prediCCIOnes, han probado ser entidades de piel muy conácea ..." Empero, ese rico pasado no se correspondía con una teonzación suficientemente profunda sobre el part1cular, lo que se traducía en 'l\na "considerable ambigüedad" de la categoría nación y sus derivados. Pese a ello, cualqmer inLn· o de circunsc Ipc

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LOS ORIGENES DE LA NACIONALIDAD URUGUAYA

Carlos Real de Azúa

LOS ORIGENES DELA NACIONALIDAD URUGUAYA PROLOGO DE GERARDO CAETANO Y JOSE P. RILLA

arca

INSTITUTO NACIONAL DEL LIBRO wtllll!JIIOO!tOUCAOOIIYCULTUM

nuevo mundo

PROLOGO

Diseño

de

tapa:

Fermín

Hontou

©Copyright by ARCA Editorial S.RL. y Ediciones del Nuevo Mundo. Andes 1118, Tel. 90.03.18, Montevideo. Hecho el depósito que marca la ley. Printed in Uruguay-Hecho en Uruguay

Las peripecias de la industria editorial uruguaya han impuesto un retraso importante en la publicación de los escritos inéditos de Carlos Real de Azúa. A pesar de ello, el tiempo transcurrido · que es entre otras cosas el de las lecturas no realizadas- no ha hecho más que confirmar la calidad de los textos, la persuasividad de sus enfoques, la índole a esta altura clásica de un curso de pensamiento que siempre encuentra resortes para mostrar su vigencia. En suma, es dicha vigencia la que atenúa los costos de cualquier demora. ¿Por qué no pensar incluso, que tal vez la decante y justifique plenamente? El extenso texto que sigue, libro de Historia, de crítica historiográfica, de crítica política y cultural, es sobre todas las cosas un alegato beligerante en favor de la exploración de la conciencia nacional uruguaya. Pero si su escenario empírico es la historia de nuestra comunidad, sobre todo de su "origen", el esfuerzo comprensivo de Real de Azúa no deja de mostrarse tensionado por los desafíos del presente. Es cierto que la preocupación que sostuvo por el problema de la conciencia nacional no le abandonó casi nunca a lo largo de su trayectoria intelectual, pero lo que con este libro se agrega, lo que le hace cobrar beligerancia y rotundidad es más que nada el "momento" en el que el autor culmina su redacción. 1975, aquel "Año de la Orientalidad", vino a ser el siniestro presente que cargó la indagatoria histórica e historiográfica, que condujo a observar los orígenes de la nación uruguaya desde las ruinas de la democracia uruguaya, es decir, desde la crisis de una de sus más visibles señales de identidad, aquellas que

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6 el propio Real de Azúa había intentado escudriñar demoledoramente durante la década del 60. Tan gravoso contexto que dio alguna dirección de la ira del studio, se proyectó directamente en el objeto de análisis. Real de Azúa rev~~ó la hi~to.ria y la historiografía desde el artiguismo a la Con.vencwn Prehm1~ar de Paz y su mayor énfasis crítico apuntó hac1a aquellas comentes que viendo la independencia como resultado de una suerte de "predestinación", circularon y fueron del todo funcion~les a la ~istoria oficial. ¿Por qué no decir hoy para entender meJor este hbro-que tal vez el interlocutor principal de Real de Azúa fue Juan Pivel Devo .o? Si bien se lee Real de Azúa vio en Piv~lla culminación de los equívocos de la historia oficial, la oportum~ad, aprovechada desde el añejo y prestigioso escaparate?~ lo~, Clasico~ ~ruguayos:, llevar al máximo punto de exphc1tacwn dogmatica a la '·tesis Independentista clásica" de la que Pivel fue siempre -también debe decirse- un encendido cultor. Por el contrarío, el texto de Real de Azúa parece no rendir culto a nada. En algún sentido era una' reflexión sobre lo obvio" com? .le gustó d~c.ir ~n ot a opo· tunidad, una remoción de Id !~~1t1do, un rev!~Iomsmo cabal que perseguía sin desmayo las ultimas razones por las que nuestra comunidad se "mantiene junta". Si mantenerse juntos requiere entre tantas cosas de convenciones, de tradiciones y emociones, la crítica histórica debería ofrecer ~,todas ellas un mucho mejor basamento. Real de Azúa pre~,endw desarmar con este libro ~n exitoso "relato de los oríge!'es 9ue, con;o to 1 os los de su tipo, nos hablan siempre de la Ideni:Idad nac.onal A pesar de que resulta mucho más eficaz en la destrucció!' q~e en la construcción, de que terminan siendo !llllc~o mas VISibles los descartes que los cimientos para esa tdenhd~d, no parece demasiado aventurado concluir que la mayor fmeza del mtento reside en el método de crítica historiográfica en él contenido. . ~eal de A· úa escapa desaforadamente de cualquier simplificacwn en torno a la "cuestión" de la independencia nacional. Despliega una objeción radical a toda visión de la independencia

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como necesidad, como ajuste a un dictado, a una racionalidad preconcebida, como cumplimiento de un mandato o de un designio. Pero también huye de la casi tan ex1tosa reconstrucción de la independencia como fatalidad, es decir, como resultado adverso en el que se cruzaron "nada más que" la frustración de una supuesta Patria Grande con los empeños &eculares de la cancillería británica. Si la documentación examinada desautoriza la necesidad y la fatalidad, ¿qué nos ofrece Real de Azúa a cambio? Sm duda que más problemas. En esencia, abre un universo de posibilidades, sitúa a los actores -y a los lectores- entre el amplio espectro de soluciones disponibles a la cuestión nacional de la década de 1820, descree enfáticamente de la existencia de "voluntades una mmes' y umvocas. Vislumbra, en suma, a la independencia como una posibilidad concretada entre varias, como una alternativa a la que fue posible adherir no del todo colectivamente, no del todo entustastamente, pero adherir al fin y al cabo. No puede caber duda y este hbro es una prueba cabal de ello, pero no la úmca que una de las claves conf1guradoras del pensamiento dP Real de Azua radico en su permtlnente interes por los temas de la nacwn y el nacional smo, lo que onentado al estudio del caso uruguayo- on la mamflesta debilidad de la base material e h1stó 1ca de su independencia- devenía naturalmente en ese autént co nudo d problemas que era y es la llamada "cuestión nac10 1al". Para Real de Azúa el tema de la nacion constituía "una especie de misten o histonco", sobre todo a partir de la constatación de su fuerte perdurabihdad en el mundo occidental" " ... las nacionesdecía- contra muchas prediCCIOnes, han probado ser entidades de piel muy conácea ..." Empero, ese rico pasado no se correspondía con una teonzación suficientemente profunda sobre el part1cular, lo que se traducía en 'l\na "considerable ambigüedad" de la categoría nación y sus derivados. Pese a ello, cualqmer inLn· o de circunsc Ipción sistemática de ellos, en su cotejo con la realidad uruguaya en la materia, no podía sino poner de mamflesto su muy escaso arraigo y una c1erta "inerrad1cable equivocidad". Ese

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contraste inmediato inquietaba y desafiaba fuertemente a Real de Azúa, que en más de una oportunidad se esforzó por expresar en formulaciones de clara drarnaticidad: " ... si la nación misma -dijo en Las dos dimensiones de la defensa de Paysandú- no es capaz de 'tener un pasado' es porque (... ) (no) merece tener futuro (... ) Cuando me refiero a 'un pasado' entiendo por él algo de lo que T. S. Eliot llamaba 'un pasado útil', es decir: inteligible, capaz de sustentar, de dar sentido, a una faena histórica y nacional proyectada hacia adelante". Si para tener un futuro la nación debía saber reconocer y "mirar" su "pasado útil" ,ello no debía implicar la invención de los sustentos históricos de la independencia. Por el contrario, adversario cada vez más militante de la tesis independentista tradicional, reprochaba con ardor a sus defensores -entre otras cosas"concebir el proceso histórico del país a u togenerado en el estricto dinamismo de los factores locales" o a lo sumo "conceder la acción de las variables exteriores intervinientes a título de meras perturbaciones o interferencias ..." Pensar la nación y su pasado, involucraba en cambio, delimitar con precisión cl"terna nacional"; en otras palabras, "la entidad de «lo uruguayo»". ¿Y qué significaba eso corno propuesta? Dejemos que el propio Real de Azúa conteste: "Se trata -decía en un fragmento de su introducción en la Antología al ensayo uruguayo contemporáneo- de saber qué es el país. Cuál es nuestra consistencia corno nación. Cuáles sus cualidades y sus defectos, sus ventajas y sus lastres. Cuál es la razón y los antecedentes de su extrema singularidad política. Qué rastro dibuja su previsible destino. Qué entidad tienen las fuerzas económicas, políticas, sociales que lo dirigen. Cuáles son sus estructuras y qué firmeza poseen. Cuáles son sus diferencias con otras comunidades vecinas y otras más lejanas: hasta dónde puede hablarse de una «personalidad nacional» diferente. (... ) Se quiere también, más modestamente, despejar el interrogante de si hay una psicología colectiva, «nacional», un repertorio de rasgos, de modos que los uruguayos, mayoritariamente, compartan. Cuáles son los objetos, las prácticas, las rutinas, los ideales, las devociones que

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permiten inferirla.( ... ) Se aspira a establecer la real, la auténtica entidad de los valores nacionales, la causa de la postergación de unos, de la hiperbolización de otros, las inferencias que de estos hechos se desprenden. Cuál debe ser nuestro rumbo entre las potencias y las fuerzas mundiales, qué medida tienen nuestras afinidades con el resto de lberoarnérica, cuál la de nuestra insularidad, la de nuestra introvertida superioridad respecto al continente que nos rodea. Qué actitud justifican la conformidad apacible, la insatisfacción desafiante, las condiciones estables del país. su situación presente". Resulta obvio que tamaño repertorio de desafíos reclamaba por su base "la conexión interdisciplinaria", aunque también lo era para Real de Azúa el papel insustituible que competía a la Historia en la elucidación de dicha cuestión. Para ejemplo bastan -entre muchos trabajos- su preocupación por la "afirmación nacionalista en los textos escolares de enseñanza histórica"m o esta extensa y apasionada revisión historiográfica de las distintas tesis sobre la independencia nacional, que precisamente estarnos prologando.

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Como ya ha sido dicho, Real de Azúa prioriza en este libro el análisis crítico de las distintas "tesis" interpretativas sobre los orígenes de la independencia nacional, aun cuando -corno era tan frecuente en sus trabajos- el despliegue de sus elucubraciones se proyecta de inmediato a un campo más vasto de preocupaciones. Es así que luego de referir de manera global los principales rasgos y los protagonistas de cada una de las "tesis" clásicas sobre el problema, Real de Azúa pasa a interpelar, con extremo detalle y u> Cfr. Carlos REAL DE AZUA, "La 'cuestión nacional' y la afirmación

nacionalista en los textos escolares de ensefianza histórica. Uruguay, un curso de elisión". (Ponencia presentada en un Seminario internacional organizado en México en 1972, con los auspicios de la Fundación Ebert y laUNAM).

10 sin concesiones -pese a que es mucho más implacable con los "independentistas" que con los "disidentes unionistas" -,las principales argumentaciones de "tirios" y :'troyanos". Luego ~e alertar en forma reiterada sobre los pehgros de homogeneizar la visión de los campos en polémica, su interés se centra en un aspecto sin duda clave de toda la cuestión: la fuerte impregnación político-partidaria del debate. De modo particular en los apéndices a los capítulos 19 y 20 ("El informe de Blanco Acevedo" y "Las polémicas de 1923"), Real de Azúa desarrolla extensa e intensamente su análisis sobre la centralidad de la dimensión política en la configuración de la "conciencia nacional" en el país, en cierto modo ratificando algunas de sus consideraoones tradicionales a propósito de muchos rasgos peculiares de la cultura política uruguaya. Al describir y anal' zar el debate de 1923 en tomo a la fijación oficial de una fecha de mdependencia nacional para el Uruguay, ademas de ilustrar con gran fineza el "tono" de aquella época dominada por la eufl na del Centenario, Real de Azúa explora en particular algunas de las principales implicancias políticas de la polemica suscitada Es a si, por ejemplo, como senala con agudeza la peculiaridad de aquella sociedad en la que el parlamento pretendió erigirse n una suerte de "tribunal de alzada" para dilucidar una ya por entonces vieja confrontación de posiciones historiográficas En 1 misma perspectiva, asimismo, examma la forma como las 1de. tidades políticas uruguayas -en particular, aunque no exclu lVamente, blancos y colorados- aparecen fuertemente inv• luc adas en esta controversia, en la que, entre otras cosas, se ponen en JUego sus diversas maneras de concebir ~o nacional y de con truir desde allí algunas de las "telas mas íntimas" de su respectivas tradiciones. En suma presentamos aquí un trabajo con todas aquellas características más típicas de Real de Azúa. polémico, a ratos demoledor, navegando entre el matiz y la batalla, injusto a veces, siempre lúctdo y fermentaJ. Se trata también de ofrecer una obra radicalmente inconclusa: como se señala al final de la introduc-

11 ción, el presente tomo iba a constituir el primero de una serie de cuatro, dedicados al análisis del itinerario histórico y de las múltiples implicancias de esa misma "cuestión nacional" en el Uruguay contemporáneo. Nada se cierra entonces y poco se resuelve en este libro. En todo caso, en la tradición de sus mejores trabajos, con él Real de Azúa nos viene a devolver un espectáculo apasionante, en el que Jos actores de otrora terminan pareciéndose mucho más a nosotros mismos. GERARDO CAETANO- JOSE RILLA

Criterio de la edición. El texto que sigue ha sido toma:.c:ud: ~:!e~~~~ mecanografiada con correcciones del autor, que cons 1 y Algunas

más avanzadaq~e hemos po~~~ ~~~~::: ~;~:~nl~ ;on~~~~lón de las dificultades de l?ctura han t del capítulo nueve se presenta t más obv1as Una extensa no a . al ~~~~Sapéndice al ~ismo. En lo demás la transcripción ha s1do textu ·

INTRODUCCION El extenso texto que sigue puede dar lugar a muchos equívocos y necesita por ello un previo, mínimo justificativo capaz de adelantarse al que de su lectura misma resulte. Si los esfuerzos historiográficos de cierta ambición no son comunes -¿podrían mencionarse en verdad más de dos en la última década?- menos común es todavía la crítica historiográfica en dilatada dimensión, y ello no sólo en el Uruguay. Puede· argüirse -y es cierto- que si esa crítica apunta más allá de la coherencia y consistencia intema que lo criticado presente, si se atreve a debatir -y es casi imposible que no lo haga- el contenido de "verdad" que implique, el ajuste entre sus asertos y el curso histórico real también, entonces, deja de ser "crítica de la historiografía" y se convierte en historiografía "lato sensu", buena o mala, acertada o frustránea. Imposible son de aislar las dos vertientes y ello debe tenerse en cuenta si se recorre lo que sigue. Como destacaremos más adelante en base a testimonios no uruguayos, el tema del origen nacional, el proceso por el cual un grupo espacial diferenciado accedió a la entidad de Estado y Nación formalmente soberanas suele resistir, mucho más que otros, el examen científico, la mirada de intención objetiva. Parecería existir en todas partes una tendencia incoercible a ritualizar la fuerza de los dictámenes tradicionales sobre la cuestión, a preservarla por una especie de sacralización o tabt 1ización, contra todo "revisionismo" y cualquier variación crítica. En ciertas naciones, y hay que recordar que el curso de los acontecimientos por el que la República Oriental del Uruguay accedió a su condición de tal no fue ciertamente nada típico, esta actitud de preservación parece adquirir mayor urgencia, mayor razón, aun mayor legiti-

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14 midad que en otras de origen más unívoco e indiscutido; en ciertas coyunturas político-sociales, también, los vetos a todo replanteo por objetivo que éste quiera ser, por científico que se pretenda, adquieren mayor contundencia que en otras. Parece indiscutible -hay que reconocerlo- que no debe hurgarse demasiado, replantear demasiado las "últimas razones" por las cuales una comunidad se mantiene junta, las telas más íntimas, delicadas de esa "concordia", de esa "cordialidad" recíproca supremamente deseable como fundamento de la mejor convivencia. Si, como más de una vez se ha observado, esto es cierto para la pareja humana, también lo es para el enorme grupo secundario que una nación constituye. Que tal sea su significado explica muy obviamente la acentuada tonalidad "política" que la cuestión posee, sus alcances muy extensos de involucración a todas las decisiones y a todos los comportamientos que regulan la vida global de una colectividad. Si tal ocurre, incluso hoy, ~on l~s "viejas naciones" expuestas al renovado embate de sus regtOnahsmos, si tal, sobre todo, con las novísimas, dibujadas muchas veces sobre la mesa de algún Ministerio de Colonias en Europa, sucede también con el extenso lote de esas intermedias que ostentan la ya respetable antigüedad de una o dos centurias. Toda la verdad que tal configuración comporte, exige, sin embargo, algunas atenuaciones y reservas en las que se iegitima un planteo del tipo del que sigue. No hay que dar por descontado -en primer término- que los resultados de la más desapasionada, de la más "fría" (para usar el calificativo de uno de sus objetores) crítica histórica hayan de ser forzosamente adversas a las convenciones y tradiciones en que se funda una credibilidad nacional. Por el contrario, pueden fundarla mejor, hacerla más resistente a tentativas más tendenciosas de demolición, prestigiarla intelectualmente, en suma. El planteo científico o académico -en segundo término- no es nunca, inevitablemente, el más estereotipado o esquematizado de las creencias e imágenes populares; no tiene por qué dañarlas en cuanto éstas sostengan comportamientos positivos de dinamismo colectivo, esperanza, orgullo en lo conquistado, ambición en las

metas a alcanzar. Sólo a través de su politización en el vehículo de las ideologías partidarias o grupales la investigación historiográfica incide en las imágenes colectivas; de ser disfuncional al bien común tal politización, es a ese plano que debe contrarrestarse y criticarse. Por otra parte es de observar que de no existir el otro nivel, el científico, cuyos resultados aprovecharían los propios procesos de politización (que siempre requieren un pasado "ad hoc") pueden concluir en una imagen de él, literalmente peor, más distorsionada y tendenciosa que si una labor intelectual más pulcra y neutral les da sostén. Contra todos los "fundamentalismos" políticos -en tercer término-, contra toda tentativa de convertir en vigencia colectiva la convicción de que "nuestros mayores nos mandan", nos fijaron de una vez por todas, y unívocamente, un camino a seguir, la eficacia proyectiva de un vivir nacional, la movilización de una colectividad en busca de logros de validez común se fundan, en reales, efectivas, de muy diferente manera. Aunque la historia fuera como lo es en grado tan relativo- la "magíster vitae" del aforismo antiguo, es desde el presente, no desde el pasado, que brota la urgencia de necesitar tales lecciones; es hacia el futuro, no hacia el pasado, que se dibuja en el horizonte la asequibilidad de determinadas y valiosas conquistas. La vida personal y social son prospectivas, están disparadas hacia un contexto incesantemente nuevo para el que sólo relativamente valen las inducciones de cualquier experiencia decantada, puesto que imposiciones, desafíos nuevos, imponen la invención de soluciones igualmente nuevas, que sólo muy analógicamente pueden nutrirse con las lecciones de lo ya vivido. Entre los recursos imprescindibles para afrontar esas tensiones que hoy comportan lo más decisivo de la existencia social, uno de los rasgos más firmes de nuestro tiempo es que la masa de con()cimiento científisQ

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