La adoración que se realiza por medio de la oración

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La adoración que se realiza por medio de la oración La oración es una manera en la que podemos tener una relación íntima con Dios, porque en ella podemos expresar nuestros sentimientos más profundos y desnudar nuestras almas. Por medio de la oración podemos, por así decirlo, entrar en la presencia de Dios y comunicarle cualquier cosa que esté en nuestros corazones, desde lo más cotidiano hasta los aspectos más importantes de nuestras vidas. Nuestras peticiones pueden estar incluidas «…en toda oración» (Filipenses 4.6), puesto que no hay nada insignificante para Dios. Tal vez, la mayoría de nuestras oraciones son peticiones a Dios pidiendo ayuda. Esta forma de abordar la oración es muy limitada. Nuestras oraciones deben incluir acciones de gracias, alabanza y muchos otros pensamientos que deseemos compartir con Él. Los temas no tienen límite. A Dios le interesa todo en nuestras vidas, a saber: nuestros fracasos, éxitos, problemas y motivos de gozo. Cuando oremos, debemos reconocer lo siguiente: 1)  Dios está presto a invitarnos a estar en Su presencia para que nos comuniquemos con Él (Mateo 7.7; Hebreos 4.16). 2)  El Espíritu nos ayuda (Romanos 8.26–27). 3)  Dios es todopoderoso y capaz de responder nuestras peticiones (Efesios 3.20). 4)  Tenemos la necesidad de expresar nuestros más profundos sentimientos, deseos y aspiraciones a Dios (Filipenses 4.6). 5)  Dependemos de que Dios vea por nuestras necesidades diarias (Filipenses 4.19). 6)  Necesitamos abrirnos completamente porque todo está abierto ante Dios (Hebreos 4.13). 7)  Somos indignos ante el Todopoderoso, sin embargo, somos recibidos por medio de la intercesión de Jesús (Hebreos 4.14–15). 8)  Dios está dispuesto a escuchar y contestar (1ª Pedro 3.12). Los que oran correctamente son los que le conocen y oran basados en una relación cercana con Dios. La forma para aprender a orar es conociendo

acerca de Dios. Cuando llegamos a conocerle, entenderemos mejor cómo hablarle y qué compartir con Él. Jamás podremos expresar nuestros sentimientos más profundos de una manera adecuada, sin embargo, contamos con ayuda. El Espíritu Santo toma nuestros más endebles esfuerzos y los presenta de una manera comprensible para Dios (Romanos 8.26–27). La oración como tema bíblico La oración constituye uno de los temas más grandes de la Biblia. Algunas de las palabras más importantes que se usan en el Antiguo Testamento son el verbo hebreo palal («orar») y el sustantivo hebreo tephillah («oración»). Otro verbo hebreo, nah, que significa «súplicas» se traduce por «rogar» u «orar». En el Nuevo Testamento, encontramos el verbo griego proseuchomai («orar») y el sustantivo griego proseuche («oración»). Al menos una de estas palabras es usada en veintiuno de los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento y en diecinueve de los veintisiete libros del Nuevo Testamento. La mayoría de los demás libros incluyen el concepto de la oración, pese a que las palabras «orar» y «oración» podrían no ser usadas. Dios le dijo a Israel que le solicitaran (Ezequiel 36.37). Zacarías dijo que le pidieran a Dios lluvia (Zacarías 10.1). Juan usó la palabra «pedir» con el significado de «orar» (Juan 14.13–14, 16 [«rogaré», en la Reina Valera; N. del T.]; 15.7, 16; 16.23–24, 26; 1ª Juan 3.22; 5.14–16). las oraciones de Jesús Una característica notable de la vida de Jesús fue el tiempo que pasó en oración. Sus oraciones son mencionadas más en Lucas que en cualquiera de las otras narraciones del Evangelio. El siguiente es una buena síntesis de las diecisiete ocasiones registradas de los momentos en los que Jesús oró: Estas podrían dividirse en cuatro grupos: 1)  Oraciones en momentos cruciales de su vida: a) su bautismo (Lucas 3.21), b) la elección de los apóstoles (6.12–13), c) la confesión de que él era

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el Mesías (9.18), d) su transfiguración (9.29), e) antes de la cruz en Getsemaní (22.39–40) y f) en la cruz (23.46). 2)  Oraciones durante su ministerio: a) antes del conflicto con los dirigentes judíos (5.16), b) antes de presentar la oración del Padre Nuestro (11.1), c) cuando unos griegos vinieron a él (Juan 12.7–8); y d) después de la alimentación de las cinco mil personas (Marcos 6.46). 3)  Oraciones durante sus milagros: a) curación de las multitudes (Marcos 1.35), b) antes de la alimentación de las cinco mil personas (6.41), c) curación del sordomudo (7.34); y d) resurrección de Lázaro de entre los muertos (Juan 11.41). 4)  Oraciones por los demás: a) por los Once (Juan 17.6–19), b) por toda la iglesia (17.20–26), c) por los que lo clavaron a la cruz (Lucas 23.34); y d) por Pedro (22.32).1

Pese a que Jesús oró por los demás, también se incluyó a sí mismo en Sus oraciones (Juan 17.1–26). Comunicarse con Dios era importante para Él. «Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente» (Hebreos 5.7). Antes de la elección de los apóstoles, oró toda la noche al Padre (Lucas 6.12–16). Estaba lejos de su hogar celestial y separado de su Padre Celestial. Evidentemente, extrañaba la cercanía de la presencia personal del Padre y sentía el deseo de hablar a menudo con Este. Si bien es cierto que Él podía estar consciente de la presencia de Dios a un nivel más pleno de lo que nosotros somos capaces, Su vida de oración constituye un ejemplo para nosotros. las enseñanzas de Jesús con respecto a la oración Jesús no solamente oraba, sino que también enseñó grandes lecciones con respecto a la oración. Mientras Jesús oraba, uno de Sus discípulos le pidió que les enseñara a orar como Juan enseñó a sus discípulos a orar. El hecho de verle orando tan frecuente y fervientemente los llevó a buscar tal instrucción (Lucas 11.1). Respondiéndoles su petición, Jesús presentó lo que a menudo se le llama «La oración del Padre Nuestro» (Lucas 11.2–4; vea también Mateo 6.9–13). Un mejor título podría ser «La oración modelo». Esta oración es directa y sin pretensiones. Jesús les dijo a Sus discípulos que se dirigieran al Padre 1  Peter Toon, «Prayer» (Oración) en The New International Dictionary of the Bible (Nuevo diccionario internacional de la Biblia), ed. J. D. Douglas y Merrill C. Tenney (Grand Rapids, Mich.: Regency Reference Library, Zondervan Publication Co., 1987), 817.

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con respeto y con peticiones, pidiéndole por la venida del reino que pronto sería establecido (Mateo 4.17; Marcos 1.15; 9.1). Les instruyó que pidieran por el pan diario, por el perdón de pecados, por un corazón misericordioso, por ayuda en tiempos de tentación y porque los librara del mal. La belleza de esta oración consiste en que expresa las necesidades básicas del hombre sin un lenguaje elaborado. No pretende ser completa en su contenido. Jesús no dijo: «Hagan esta oración», más bien dijo: «Vosotros, pues, oraréis así» (Mateo 6.9), o «de esta manera», de acuerdo a otras versiones. Jesús presentó esta oración como un ejemplo de la simplicidad que ha de caracterizar a nuestras oraciones. Jesús no recitó esta oración cuando oraba toda la noche al Padre celestial (Lucas 6.12). Prácticamente, ninguna de las ideas de la oración del Padre Nuestro están presentes en las palabras de la oración más extensa de Jesús que se registra. En esa oración (Juan 17.1–26), Jesús estaba siendo bastante directo en Su comunicación con el Padre con respecto a sí mismo, Sus seguidores y los que estos convirtieran. Pese a que su contenido no es el mismo al de «La oración modelo», esa oración puede servir como ejemplo de oración para una situación específica. Jesús enseñó que no debemos hacer un espectáculo público para impresionar a los demás cuando oramos. Debemos comunicar nuestras oraciones personales a Dios en una manera silenciosa y sencilla (Mateo 6.5–6), sin el uso de una gran cantidad de palabras repetitivas (Mateo 6.7). Puede que las demostraciones sincronizadas de piedad por medio de distorsiones faciales, tonos santurrones de voz y movimientos de brazos impresionen al hombre, pero no a Dios. Este no necesita ni puede ser impresionado. Debemos darnos cuenta de nuestra fragilidad humana y de nuestra dependencia en Él para que nos ayude en nuestros momentos de necesidad (Hebreos 4.16). Nuestro apoyo en Él y nuestra fe en Él son virtudes que Él ve y aprecia (Mateo 8.10; 15.28). Jesús aseveró que tenemos que pedir para poder recibir (Mateo 7.7). Dios nos responderá de la misma manera que un hombre le respondería a un amigo con necesidad de pan, incluso cuando sea una importunidad a medianoche (Lucas 11.5–13). También debemos orar por perdón. Los hijos de Dios que buscan humildemente el perdón serán justificados, no así las personas que se creen justas y se consideran mejores que los demás (Lucas 18.9–14). Jesús contó una parábola que tenía que ver con un hombre que, después de habérsele perdonado una gran deuda, exigía sin clemencia que un consiervo le pagara una deuda pequeña (Mateo 18.21–35).

De esta manera, demostró que si esperamos ser perdonados, tenemos que aprender a perdonar a los demás. Una de las lecciones más grandes de Jesús es que hemos de «orar siempre, y no desmayar». Para poder ilustrar esto, se refirió a una viuda que recibió ayuda de parte de un juez injusto debido a que continuamente ella venía a él (Lucas 18.1–8). Mientras se encontraba en agonía por causa de su muerte inminente, Jesús amonestó a Sus discípulos para que velaran y oraran (Mateo 26.41). La oración era importante en la situación de ellos, sin embargo, no era suficiente por sí sola; también habían de velar. La oración no nos libera de nuestra responsabilidad de «buscar» y «llamar» (Mateo 7.7–8). A pesar de que hemos de pedir sabiduría (Santiago 1.5), también tenemos que poner de nuestra parte para obtener sabiduría (Proverbios 4.5, 7; 23.23), haciendo uso de los buenos consejos para encontrarla (Proverbios 13.10b). Debemos poner de nuestra parte para obtener la respuesta a nuestra oraciones, dependiendo en Dios para que Este haga lo que nosotros no podemos hacer. Un viejo refrán expresa esa idea así: «Ore como que si la repuesta dependiera completamente de Dios, y actúe como que si la respuesta dependiera completamente de usted». Las oraciones de la iglesia primitiva De acuerdo al libro de Hechos, la oración era parte integral de las actividades de la iglesia primitiva. Los miembros oraban colectivamente e individualmente. Debido a su dependencia en Dios y a las peticiones que le hacían, Este les respondía obrando por medio de ellos para ayudarlos y fortalecerlos. Puede que las oraciones fervientes de la iglesia primitiva eran una de las razones por la que la iglesia creciera tan rápidamente. Lucas hizo mención de las siguientes oraciones en el libro de Hechos:   1)  La recién nacida iglesia perseveraba en oración (Hechos 2.42).   2)  Después de que a Pedro y a Juan se les ordenó no hablar en el nombre de Jesús, estos regresaron junto a los discípulos. La congregación alzó su voz a Dios en oración (Hechos 4.24–31).   3)  Los apóstoles encargaron la responsabilidad de la benevolencia a otros para que ellos pudieran dedicarse a la oración y al ministerio de la Palabra (Hechos 6.4).   4)  Los apóstoles oraron antes de asignar a los siete hombres que fueron elegidos para el cuidado de las viudas necesitadas (Hechos 6.6).

  5)  Mientras era apedreado hasta morir, Esteban oró a Jesús (Hechos 7.59–60).   6)  Pedro y Juan oraron antes de imponerles las manos a los cristianos de Samaria para que recibieran el Espíritu Santo (Hechos 8.15).   7)  A Simón se le dijo que orara para ser perdonado (Hechos 8.22) y este les pidió a Pedro y a Juan que oraran por él (Hechos 8.24).   8)  Pedro oró antes de resucitar a Dorcas (Hechos 9.40).   9)  En Jope, mientras esperaban para comer, Pedro estaba en la azotea orando (Hechos 10.9; 11.5). 10)  La iglesia oró por Pedro cuando estuvo en prisión (Hechos 12.5, 12). 11)  Oraron antes de enviar a Pablo y Bernabé en sus primeros viajes misioneros (Hechos 13.3). 12)  Pablo y Bernabé constituyeron ancianos después de haber orado (Hechos 14.23). 13)  Mientras estaban en prisión en Filipos, Pablo y Silas estaban orando a medianoche (Hechos 16.25). 14)  Cuando Pablo se despidió de los ancianos de Éfeso, todos se arrodillaron y oraron (Hechos 20.36). 15)  Oraron en la playa cuando Pablo partía de Tiro (Hechos 21.5). 16)  Pablo oró cuando estaba purificándose en el templo (Hechos 22.17). 17)  Pablo oró antes de sanar al padre de Publio (Hechos 28.8). las enseñanzas de Pablo acerca de la oración De lo que se recoge del libro de Hechos, aprendemos que Pablo oró a menudo. Sus cartas nos dan una introspectiva en el hecho de que oró por otros. 2 Otros oraron también por Pablo.3 Pablo instruyó a los cristianos a «[Orar] sin cesar» (1ª Tesalonicenses 5.17) y a ser «constantes en la oración» (Romanos 12.12; vea Colosenses 4.2). Nuestras oraciones han de glorificar a Dios (Romanos 15.5–6), alabarle (Efesios 1.6, 12), darle gracias (Filipenses 1.3; Colosenses 1.3), pedirle (1ª Timoteo 2.1) y bendecirle (1ª Pedro 1.3–4). Pablo exhortó a los filipenses a no estar afanosos, sino a presentar sus peticiones delante de Dios (Filipenses 4.6). Dijo que se hicieran peticiones 2  Romanos 1.10; 10.1; 2ª Corintios 13.7, 9; Efesios 1.16; Filipenses 1.4, 9; Colosenses 1.3, 9; 1ª Tesalonicenses 1.2; 2ª Tesalonicenses 1.11; 2ª Timoteo 1.3; Filemón 4. 3  Romanos 15.30; 2ª Corintios 1.11; Filipenses 1.19; Colosenses 4.3; 1ª Tesalonicenses 5.25; 2ª Tesalonicenses 3.1; Hebreos 13.18.

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por reyes y por los que estuvieran en eminencia (1ª Timoteo 2.1–2). La dirección pública de oraciones es responsabilidad de los hombres de la congregación. Pablo escribió así: «Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar» (1ª Timoteo 2.8a). La palabra griega que se usa en este pasaje, andros, quiere decir un humano adulto masculino, es decir, un hombre (Mateo 15.38; Marcos 6.20). Si el contexto así lo indica, significa un marido (Mateo 1.16; Marcos 10.12). Estos «hombres» han de orar «en todo lugar» (del griego: en panti topo), queriendo decir en todos los lugares de reunión de los cristianos. Cuando «en todo» se usa con «lugar», el significado común es «en los lugares de reunión» de la iglesia (1ª Corintios 1.2; 2ª Corintios 2.14; 1ª Tesalonicenses 1.8). En ninguno de estos pasajes el significado puede ser «todos los lugares en todo el mundo». La palabra «lugar», por sí sola, a veces quiere decir un lugar de reunión, como el templo (Mateo 24.15; Juan 4.20; 11.48; Hechos 6.13; 21.28). En las asambleas públicas, los hombres de la congregación habían de adoptar el papel de dirigente. Las mujeres habían de estar en silencio y no dirigirse a la asamblea (1ª Corintios 14.34–35). Habían de recibir la instrucción silenciosamente, no enseñar a los hombres ni tener autoridad sobre ellos. Las mujeres habían de estar en sujeción (1ª Timoteo 2.11–12). Las instrucciones anteriores no estaban basadas en prácticas culturales. Las mujeres del siglo primero d. C. eran dirigentes en cultos religiosos paganos. En contraste con ellas, las mujeres cristianas no habían de tener puestos de dirección en las asambleas públicas. Esto estaba basado en el orden creador de Dios y en la desobediencia de la mujer en el Huerto de Edén (1ª Corintios 11.3, 8–9; 14.34). Lo anterior es probablemente una referencia al castigo que se le dio a la mujer por su transgresión en el huerto, diciendo: «… tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti» (Génesis 3.16b; vea 1ª Timoteo 2.13–14). Las mujeres y los hombres que respetan el orden de Dios velarán porque los hombres dirijan las oraciones, enseñen y dirijan las asambleas y se encarguen del culto de adoración. Las mujeres temerosas de Dios respetarán a los hombres como dirigentes y estarán sumisas. instrucciones para la oración Algunas personas piensan que la posición del cuerpo en la oración es importante. Alguien dijo que es erróneo estar de pie mientras se ora porque el fariseo que se autoproclamaba como justo men4

cionado por Jesús en una parábola estaba de pie cuando oraba (Lucas 18.11). Esta persona había pasado por alto el hecho de que el hombre arrepentido que fue justificado delante de Dios estaba también de pie (18.13; vea también Marcos 11.25). 4 Otras posiciones diversas fueron asumidas en la oración. Jesús, Esteban y Pedro se arrodillaban para orar (Lucas 22.41; Hechos 7.60; 9.40). Jesús se postró sobre Su cara para orar (Mateo 26.39; vea Marcos 14.35). La posición del corazón, no la del cuerpo, es lo importante. Pablo reconoció lo siguiente: «… pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos…» (Romanos 8.26). El Espíritu nos ayuda en nuestras oraciones tomando los pensamientos que se nos hacen difícil expresar y los presenta delante de Dios. la oración no es un sustituto Muchas veces le pedimos a Dios hacer lo que es responsabilidad nuestra. Dios no ha prometido hacer todo por nosotros ni protegernos de todas las dificultades, fracasos y tragedias. A veces, los problemas de la vida tienen más valor que las bendiciones continuas (Hebreos 12.3–11; Santiago 1.2–4). David escribió así en el Salmo 119: Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra (vers.o 67). Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos (vers.o 71).

La oración no sustituye lo que debemos hacer por nosotros mismos ni el hacer la voluntad de Dios. 1)  No hemos de exponernos al peligro imprudentemente y luego orar para que Dios nos proteja. Cuando Satanás le dijo a Jesús saltar del pináculo del templo, Este respondió: «No tentarás al Señor tu Dios» (Mateo 4.7). 2)  La oración no es un sustituto de la obediencia. Dios da Sus bendiciones a los que obedecen Sus mandamientos y hacen lo que es agradable delante de Él (1ª Juan 3.22). 3)  Los que no son cristianos, los que no están salvos y están perdidos en el pecado, no son perdonados por medio de la oración. Jesús exige obediencia (Hebreos 5.9; vea también Filipenses 2.12). Solamente a los que se han convertido en hijos de Dios se les dice que oren para ser perdonados (Hechos 8.22). 4)  La oración no es un sustituto de la ayuda médica. Pablo no instruyó a Timoteo a orar para ser 4  N. del T.: La versión del autor presenta a este hombre de pie mientras que la Reina Valera no especifica la posición en la que oraba.

curado. Le dijo que tomara un poco de vino para sus problemas estomacales y frecuentes enfermedades (1ª Timoteo 5.23). Timoteo había de hacer lo que estuviera a su alcance para mejorarse. Se nos instruye a orar para ser sanados (Santiago 5.14–16), sin embargo, esto no implica que hemos de dejar de hacer lo que podamos para mejorarnos. Evidentemente, Dios puso en nuestro mundo elementos que pueden producir curación. Él espera que hagamos lo que podamos. Jesús no estaba en contra de los doctores. Esto fue lo que aseveró: «Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos» (Mateo 9.12; Marcos 2.17; vea Lucas 5.31). Los que la Biblia menciona que podían efectuar curaciones milagrosas no lo hicieron solamente por medio de la oración. Jesús les dio un poder para sanar (Mateo 10.1). Para poder realizar un don milagroso, tenían que tener fe y tal vez orar también (Mateo 17.20–21). Ninguno de los milagros registrados en la Biblia fueron realizados basados en la oración y la fe solamente. A una persona se le había de otorgar poder para ejecutar milagros, después de ello, tenía que tener fe antes de que pudiera realizar el don otorgado a él. A Pedro se le otorgó el poder para caminar sobre el agua; fracasó porque su fe fracasó (Mateo 14.31). Los apóstoles fracasaron al expulsar un demonio pese a que se les había otorgado el poder para expulsar demonios y que anteriormente los habían expulsado (Mateo 10.1; Marcos 3.15; 6.13). El fracaso de ellos no fue debido a la falta de poder, sino, a la falta de fe (Mateo 17.20). 5)  La oración no es un sustituto para el trabajo. Hemos de orar por nuestro pan diario (Mateo 6.11), sin embargo, esto no significa que no debamos hacer nada para obtenerlo. Pablo escribió que hemos de trabajar para que podamos darles a los demás (Efesios 4.28). A los que no trabajan no se les debe permitir comer (2ª Tesalonicenses 3.10). Jesús no enseñó que todo lo que tenemos que hacer es pedir para recibir. En adición a pedir, Jesús dijo: «… buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá» (Mateo 7.7). Junto con nuestras oraciones, Dios espera que pongamos de nuestra parte, esto es, buscar y llamar. Una mujer de New Jersey había perdido su trabajo. No solicitó ni buscó otro trabajo. Creía que si tomaba tales medidas, su nuevo trabajo sería uno que ella había escogido y no uno que Dios había escogido para ella. Un año después, seguía sin trabajo. No estaba obedeciendo las instrucciones de Jesús que decían: «buscad» y «llamad». las respuestas a las oraciones Pueda que jamás conozcamos cómo responde

Dios nuestras oraciones. Pablo tenía el deseo de visitar Roma (Hechos 19.21). Le pidió a Dios que le permitiera ir a Roma y poder compartir las bendiciones del evangelio con los cristianos y no cristianos del lugar (Romanos 1.10–14). Dios no usó al Espíritu Santo para darle un transporte gratis a Roma, del modo como había llevado a Felipe a Azoto (Hechos 8.39–40). En lugar de ello, Dios contestó la oración de Pablo haciendo uso del gobierno romano para darle un transporte gratis a Roma (Hechos 27—28). Nuestra responsabilidad no es descubrir cómo Dios contesta la oración. Hemos de pedirle, creyendo que Él usará cualquiera de Sus muchos medios para contestar nuestras oraciones. Las puede contestar por medio de usarnos a nosotros, a los demás, a la naturaleza u otros medios. A veces impedimos que se den respuestas positivas a nuestras oraciones. Nuestras oraciones pueden ser obstaculizadas por causa de nuestro fracaso en buscar, llamar y velar (Mateo 7.7–8; 26.41); por duda (Santiago 1.6–7); porque no pedimos (Santiago 4.2b); por motivos equivocados (Santiago 4.3) o por vivir erradamente (1ª Pedro 3.7b, 12). Dios contesta todas las oraciones; simplemente las contesta de maneras diferentes. Puede que diga que «Sí» e inmediatamente conceder la petición (Santiago 5.17–18). Otra respuesta podría ser «Espera un momento». Puede que Dios espere hasta cuando considere que el momento es el apropiado para conceder la petición (1º Samuel 1.7–17). Como Dios sabio que es, a menudo dice «No» (2ª Corintios 12.7–9). Dios escuchó la oración de Jesús en Mateo 26.39 (vea Hebreos 5.7), sin embargo, no le concedió a Su Hijo Su petición. Jesús tuvo que morir en la cruz. Dios nos da lo que es mejor para nosotros. Resumen El poder para contestar la oración reside en Dios mismo y no en la oración. Al llegar a Dios por medio de la oración, nos estamos comunicando con el poder más grande del universo. Recibimos ayuda al conectarnos con este gran poder si estamos haciendo Su voluntad y también pidiendo Su ayuda. La oración es más que compartir con Dios una lista de deseos. Debemos alabar, dar gracias y glorificar a Dios en la oración. Jesús es un modelo para nosotros. Él oró porque estaba cerca de Dios y no para desarrollar una relación con Dios. Nuestra cercanía a Dios también puede ser evidente en nuestra vida de oración. Debemos esforzarnos por conocer a Dios y caminar con Él. Si tenemos la relación correcta con Él, desearemos comunicarnos a menudo con Él. n 5

¿Premiará Dios mis oraciones? las oraciones que dios premia La oración no tiene poder ni valor en sí misma para dar una respuesta. El poder reside en Dios, quien es capaz de hacer «mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos» (Efesios 3.20). Las respuestas a nuestras oraciones provienen de Él. David explicó las peticiones en oración que Dios responderá, diciendo: «Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras. Cumplirá el deseo de los que le temen; oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará» (Salmos 145.18–19). Dios reveló por medio de Salomón algunos requisitos para poder recibir una respuesta positiva a las oraciones. «… si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra» (2º Crónicas 7.14). En el Nuevo Testamento, se nos enseña a … 1. Ser justos (Santiago 5.16b; 1ª Pedro 3.12). 2. Permanecer en Jesús y dejar que Sus palabras permanezcan en nosotros (Juan 15.7). 3. Ser obedientes (1ª Juan 3.22).

¿Cómo debemos orar para que nuestras oraciones sean recibidas? 1. Pídale a Dios el Padre (Mateo 6.9; 7.11; Juan 15.16; 16.23b; Santiago 4.2; 1ª Pedro 1.17). 2. Pida con fe, no dudando nada (Mateo 21.22; Marcos 11.24; Santiago 1.5–7). 3. Ore en el nombre de Jesús (Juan 14.13–14; 15.16; 16.26), ya que Él es nuestro mediador (1ª Timoteo 2.5). 4. Ore con la mente («con el entendimiento»; 1ª Corintios 14.15). 5. Presente las peticiones «sin ira ni contienda» (1ª Timoteo 2.8). 6. Tenga el motivo correcto (Santiago 4.3–6). 7. Pida de acuerdo a la voluntad de Dios (1ª Juan 5.14).

Santiago 5.16b nos asegura que «La oración eficaz del justo puede mucho».

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las oraciones que Dios no premia Dios no premia todas las oraciones de petición. Este es un tema constante en la Biblia. En relación con los impíos, Job esperaba un «No» en respuesta a la pregunta: «¿Oirá Dios su clamor cuando la tribulación viniere sobre él?» (Job 27.9). Con respecto a los enemigos del Señor, David escribió así: «Clamaron, y no hubo quien salvase; aun a Jehová, pero no los oyó» (Salmos 18.41). En 1ª Pedro 3.12 leemos así: Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal (vea Salmos 34.15–16; 66.18; 109.6–7).

Salomón personificó a la «sabiduría» diciendo: Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me hallarán. Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor de Jehová (Proverbios 1.28–29).

Proverbios 15.29 dice: «Jehová está lejos de los impíos; pero él oye la oración de los justos» (vea también 28.9). Debido a los pecados de Israel, esto fue lo que Dios les dijo por medio de Isaías: Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré… (Isaías 1.15). He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír (Isaías 59.1–2).

Un hombre ciego que había sido curado por Jesús ofreció una excelente síntesis diciendo: «Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye» (Juan 9.31). n

Autor: Owen D. Olbricht ©Copyright 2003, 2009, por LA VERDAD PARA HOY Todos los derechos reservados

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