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La comarca de Zaragoza en época islámica: contribución a su estudio JUAN A. SOUTO LASALA
La inclusión de capítulos históricos en un volumen sobre la comarca de Zaragoza permite tener una idea de su devenir a lo largo del tiempo. Devenir que fue y sigue siendo constante tanto desde el punto de vista conceptual como del geográfico. Lo conceptual es el entendimiento que los seres humanos tienen acerca de lo que es o debe ser la comarca en cuestión. Lo geográfico, cómo se relacionan esos seres humanos con el medio físico de esa comarca, adaptándose a él o adaptándolo a sus necesidades y en la medida de sus posibilidades. La incorporación de la antigua Hispania al conjunto del Mundo Islámico a partir de 711 significó la formación de al-Andalus, los territorios (siempre cambiantes en extensión y límites) de la Península Ibérica bajo dominio político islámico. Esto implicó muy profundos cambios en todos los sentidos. También, por supuesto, en lo conceptual y en lo geográfico en relación con las unidades en que el país se dividió. En este caso se trata de la comarca de Zaragoza desde 714, fecha en que contempló la llegada de las primeras expediciones de musulmanes, hasta su toma por el rey aragonés Alfonso I en 1118. Nuestros conocimientos de ella dependen de la información de que disponemos. Esa información procede de dos categorías de fuentes: las escritas y las no escritas. La labor de recopilación, sistematización y análisis comparativo del conjunto de los pasajes geográficos e históricos concernientes a la Frontera Superior de al-Andalus (el valle del Ebro y sus aledaños) en época omeya (siglos VIII a X, ambos inclusive) y contenidos en las fuentes históricas y geográficas escritas en árabe permitió trazar en su momento unas líneas generales de lo que debió ser la comarca de Zaragoza, así como registrar más de medio centenar de topónimos vinculados a ella. Ineludibles razones de espacio impiden realizar aquí un análisis crítico de todos y cada uno de esos datos, los detalles acerca de la comarca en cuestión, los tipos de asentamientos documentados, las variantes gráficas con que se han transmitido sus topónimos y la crítica de autenticidad de cuanto sobre ellos se sabe a través de las
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mencionadas fuentes. Valga presentar en este volumen un simple esquema general de los resultados obtenidos y una serie de directrices para la investigación. Zaragoza era la madína (ciudad) más importante de la Frontera Superior de alAndalus y la que llegó a ser capital de uno de los más importantes reinos de taifas, razón por la que constituye un caso privilegiado en cuanto a la cantidad y la calidad de los datos que acerca de ella transmiten los autores musulmanes medievales, algunos de los cuales la llaman “metrópoli” (umm) de esa Frontera. Una de las características principales de toda madína es la posesión de una más o menos amplia comarca cuyos hábitats Planta baja de la Torre del Trovador, edificio cumplen diversas funciones. Lo primero militar de época omeya situado en las que llama la atención del investigador es inmediaciones de Zaragoza e integrado en la variedad de vocablos que las fuentes el palacio taifa de la AljaferÌa emplean para referirse a dicha comarca en el caso de Zaragoza: las versiones romances de ar-Rází (899-955), por ejemplo, utilizan la palabra termino, que creemos pudo ser ‘amal en el texto árabe perdido. Este vocablo, ‘amal, plural a‘mál, es usado constantemente por Ibn Hayyán (988-1076) en el volumen V de su crónica, al-Muqtabis. También el geógrafo oriental Yáqút (ca. 1179-1229) llama ‘amal a la comarca zaragozana. De igual modo, aunque con menor insistencia, hacen la Descripción Anónima (siglo XIV) y al-‘Udhrí (1002-1086). La palabra en cuestión es empleada por los mencionados autores tanto en singular como en plural: tan pronto se menciona tal localidad “del ‘amal de Zaragoza” como se dice que Zaragoza tiene numerosos a‘mál. El único que habla claramente de una comarca amplia de Zaragoza, dividida a su vez en varios distritos que menciona y describe, es al-‘Udhrí. Para la “comarca” emplea el vocablo “cora” (kúra) y a los distritos los denomina iqlím, plural aqálím. La descripción de este autor es, con diferencia, la más precisa que tenemos hoy día, seguida por la conservada (en varias versiones romances) de ar-Rází. La obra llamada Descripción anónima dice que Zaragoza posee (la-há) cinco iqlímes, pero no aporta sus nombres. Al-Himyarí (ca. siglo XV) se limita a decir que el Huerva (Baltash) es un iqlím de Zaragoza. Aparte de esos iqlímes zaragozanos mencionados y descritos por al-‘Udhrí, y en ocasiones coincidiendo con ellos o complementándolos, aparece la llamada náhiya, plural nawáhí, cuyo único mentor y descriptor es Yáqút. Una atenta lectura comparada de ambos geógrafos, unida a su confrontación sobre el mapa,
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lleva a la conclusión de que tanto iqlímes como náhiyas no serían tanto (o no sólo) demarcaciones administrativas, sino territorios agrícolas de regadío, ya que su distribución coincide bastante bien con las zonas de huerta de Zaragoza y muchas veces con un río que incluso llega a ser su homónimo, fenómeno que los autores recogen y resaltan. En el caso de al-‘Udhrí hay una gran concomitancia entre lo que dice de Zaragoza y de la Alpujarra, por ejemplo, donde las circunscripciones administrativas, que llama juz’, plural ajzá’, están organizadas en torno a un hisn (fortaleza) cada una y no coinciden en absoluto con los iqlímes mencionados en esa misma región. Ese autor no menciona juz’ alguno en la cora de Zaragoza, silencio que comparte con las demás fuentes relativas a la Frontera Superior. Es evidente que nos encontramos ante un tipo de organización diferente de las descritas en otros puntos de la Península Ibérica. No terminan aquí los vocablos que los diversos autores emplean para significar zonas o circunscripciones dependientes de Zaragoza. De entre los restantes, de significado a menudo vago y difícil de precisar, quizás el de más sencilla interpretación sea “alfoz” (hawz, plural ahwáz), que Ibn Hayyán usa cuando habla de Alcañiz: esta población, a la que califica de hisn (castillo), se encuentra en los alfoces (ahwáz) de Zaragoza. Otros vocablos son batn, habr y qutr, mencionados los tres por Yáqút. Se presenta a continuación una lista de los sustantivos utilizados por las distintas fuentes para referirse a la comarca de Zaragoza o a las zonas o distritos que en ella se incluyen. Se apuntan también, en su caso y entre paréntesis, los topónimos que como tales se consignan. Las palabras con un asterisco sólo se usan para significar la comarca: *‘Amal, plural a‘mál; *batn; jiha, plural jihát; *habr; hawz, plural ahwáz; iqlím, plural aqálím (Belchite, Cutanda, Las Fuentes, Gállego, Huerva, Jalón, Qasr ‘Abbád, Zaragoza (iqlím al-madína) y Zaydún; *kúra; náhiya, plural nawáhí (Alfambra, Belchite, Bigas (?), Gállego, Madínat Galwádha, Guadalope, Hatrúna, Jalón, Montañana (?), Villanueva (?), Zanata, Zaragoza (las de la ciudad)); *qutr; *termino. Parece ser, por lo que de aquí puede concluirse, que pocos autores se ponen de acuerdo a la hora de emplear un vocablo u otro para denominar lo que nosotros llamamos “comarca” de Zaragoza. En lo único que todos coinciden es en denominar a ésta madína. Creemos que está claro que las palabras usadas son otros tantos sinónimos significantes del territorio sobre el que Zaragoza, como madína, ejercía su jurisdicción. Lo que realmente importa no es tanto el vocablo utilizado como la condición de madína, el territorio y la autoridad ejercida. Son, insistimos, los únicos tres factores en que las fuentes son unánimes. En cuanto a la tipología de los asentamientos documentados, es muy diversa: Zaragoza es llamada madína por todos los autores que la califican de alguna manera. La única excepción a esta regla es Yáqút, que le llama balda (“población”, sin especificidad de dimensiones ni de funciones administrativas), igual que a Cutanda. Habría varias madínas dependientes de Zaragoza: la Descripción anónima menciona cuatro, que son Gáfiq, Juráwa, Rueda de Jalón y Yárisha. Sólo
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la tercera está localizada. Al-‘Udhrí menciona dos, Galwádha y Rueda de Jalón. Al-Himyarí no atribuye categoría de madína sino a Ricla y a Zaragoza. No es probable que Ricla tuviese los rasgos físicos, institucionales, económicos y sociales propios de una madína. Su caso no es comparable con el de Rueda: el hecho de que ésta sea llamada madína por al-‘Udhrí y por la Descripción anónima se debe sin duda a que fue residencia voluntaria y Rueda de Jalón: Castillo (hisn). Las fuentes escritas lo recreativa al principio, forzosa a describen como una de las fortalezas más importantes del sistema defensivo de Zaragoza partir de 1110 (fecha de la toma de Zaragoza por los Almorávides), de la dinastía taifa de los Banú Húd, que la ocuparía hasta mediados del siglo XII. Es sintomático en este sentido el hecho de que ni ar-Rází ni su seguidor Ibn Hayyán, cronistas de los Omeyas, llamen a Rueda madína. En cuanto a Gáfiq, Galwádha, Juráwa y Yárisha, no hay más que una mención de cada una de ellas. Había que considerar prudentemente incluso la existencia de tales madínas siquiera fuese como asentamientos de cualquier otro tipo. Como conclusión, parece poco probable que hubiese madínas propiamente dichas dependientes de Zaragoza. Antes bien, ésta era la madína rectora de su propia comarca. Menciones aisladas de la dependencia de Calatayud, Daroca, Huesca y Medinaceli respecto de ella han de leerse con cautela, pues no resisten un análisis comparativo con el resto de los datos aportados por las fuentes escritas que avalan su “independencia”. Un caso distinto es el del hisn, plural husún, que la versión castellana de ar-Rází llama castillo: el número y la distribución de estos asentamientos, junto con los datos aportados por las fuentes históricas, son lo bastante reveladores como para que podamos hacernos una idea muy aproximada de su función, primordialmente bélica, y del mecanismo de defensa de la Zaragoza omeya. Los hisns nombrados como dependientes de Zaragoza por unos u otros autores son Alagón, Alcañiz, Burqulish (no localizado), Cadrete, Caspe, Hisn Almunastír o Hisn Baní Khattáb (Almonacid de la Cuba), Maluenda, María (de Huerva), Rueda de Jalón y la no localizada Warsha. Los casos cuya atribución a las dependencias de Zaragoza por algunas fuentes está suficientemente rebatida por las demás son Daroca, Jiloca y Somed. Hay que señalar que no todos los autores concuerdan a la hora de calificar determinadas poblaciones como hisn. Sólo se conoce un caso de alcázar (qasr): se trata de Qasr ‘Abbád, uno de los iqlímes de Zaragoza. Elías Terés lo identificó “sin ninguna duda” con el despoblado de Cazarabet, citado por Asso en el partido judicial de Alcañiz.
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Cadrete: Castillo (hisn), que ordenó construir el califa ‘Abdarrahmán III para sitiar Zaragoza en el año 935
La Descripción Anónima es la única fuente que habla de torres (burúj, singular burj) en la comarca de Zaragoza: dice que en todos sus iqlímes las hay en número incontable. Puesto que, como se ha visto, los llamados iqlím constiturían zonas fundamentalmente hortícolas, no debe sorprendder que en ellos hubiera torres: al hablar de las aldeas (diyá‘) de Lérida, al-Himyarí dice que tienen sus propios burjs, que sirven de defensa a los colonos (‘ámirún). Este hecho era relativamente normal en todo al-Andalus, hasta el punto de que el vocablo “torre” llegó a sufrir un cambio semántico en ciertas regiones españolas y concretamente en Aragón, donde significa a la vez un edificio defensivo, una casa de labor y una propiedad de regadío. Al-‘Udhrí habla también de Burj ar-Rúmí en los límites entre la comarca de Zaragoza y la de Huesca. El lugar ha sido identificado con Almudévar. Otro asentamiento fortificado por definición es la atalaya (táli‘), de la que se conserva una sola mención: se trata de Táli‘ Quwart, a cuatro millas de Zaragoza y sobre el Huerva, según Ibn Hayyán. Corresponde al actual Cuarte de Huerva, en cuyos alrededores se conservan posibles restos de fortificaciones que convendría estudiar.
Castillo de María de Huerva: castillo (hisn) documentado ya en 935 y cuya población asociada estuvo en funcionamiento hasta la expulsión de los moriscos. Se trata de uno de los yacimientos andalusíes más interesantes de la comarca de Zaragoza
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Una sukhayra, literalmente “peñita”, está atestiguada por su propio topónimo y documentada por al-‘Udhrí: se trata de Zuera. Asentamientos también militares son las mahallas de Muel y de as-Safsáf (no localizada, pero que se encontraría entre Encinacorba y Cariñena), consignadas en el volumen V del Muqtabis. Tal y como su nomenclatura indica, se trata de campamentos más o menos provisionales. Una mahalla excepcionalmente bien documentada es la al-Jazíra, establecida por ‘Abdarrahmán III en 935 ante Zaragoza para sitiar al rebelde sáhib Atalaya de Candespina, cerca de la Mina Real (Término de Zaragoza, (“señor”) de ésta, Muhammad b. Háshim at-Tujíbí, en los montes del Castellar) y que hubo de mantenerse hasta la capitulación de la ciudad en 937. Hablan de ella Ibn Hayyán y al-‘Udhrí. El primero le llama ‘askar, dár muqám, hulúl, madína, mahalla, manzil y mu‘askar. El segundo, sólo mahalla y mu‘askar. No está localizada, pero su existencia no parece plantear dudas. Los asentamientos que Yáqút llama thagr, plural thugúr, o “plaza fronteriza”, son alManára (que ha sido identificado con Almenaro Alto o Bajo, provincia de Lérida) y Chiprana. El primero, en caso de ser su identificación acertada, no pertenecería a la comarca de Zaragoza, dada su distancia respecto de la ciudad. En cuanto al segundo, el autor dice que está en el Sharq (Oriente de) al-Andalus, cerca de Tortosa. Al-Himyarí no hace sino nombrarlo, sin consignar su tipología. Parece claro que, al contrario de lo que ocurre con otras localidades, a Chiprana habría que englobarla necesariamente en la comarca de Zaragoza, aunque las fuentes no lo digan de forma explícita. Pasemos a los asentamientos no militares: quizás los más fácilmente caracterizables sean las alquerías (qarya, plural qurà), que alguna fuente dice que Zaragoza posee en grandes cantidades. Sólo al-‘Udhrí hace mención de dos alquerías concretas: Cabañas y Muel, planteando problemas la inclusión de una tercera, Ricla, en este grupo, ya que nombra “la alquería de Cabañas y Ricla”, sin que pueda deslindarse muy bien la una de la otra. De hecho, Cabañas es hoy día un despoblado entre La Almunia de Doña Godina y Ricla. La escasez de “hechos históricos reseñables” en los asentamientos esencialmente agrícolas que son las alquerías debió llevar a los cronistas y geógrafos a no dar relaciones de ellas salvo en casos extremadamente necesarios, como son los de los ejemplos mencionados, que sólo se consignaron para servir de puntos de referencia. Hay que destacar que la toponimia de la zona apenas recoge el vocablo, prevaleciendo el de “almunia”, del que se acaba de citar un ejemplo. Otros asentamientos no tan fácilmente tipificables, al menos hasta que se estudien desde el punto de vista material, son los documentados como balad y balda. Ambos figuran en la obra de Yáqút: balda es Cutanda y también lo es Zaragoza; balad sería Calanda, así como Huerva (Baltash). Al-‘Udhrí llama también balad a una presunta Villanueva (Balad Núba) situada en el iqlím Funtush (¿actual barrio de Las Fuentes?).
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Hay constancia de un manzil (“parada”, “etapa”, pero también “morada”) documentado por al-‘Udhrí en el iqlím del Gállego: Manzil Hassán, que no ha de identificarse con Mozarrifar, pues éste deriva de Manzil Rifá‘a, siendo Rifá‘a el nombre de una importante tribu bereber. Yáqút documenta un mawdi‘ (lugar): se trata de Labata, que todas las demás fuentes atribuyen al término de Huesca. Por último, hay tres vocablos que no hacen referencia a ningún tipo de hábitat, los tres documentados por al-‘Udhrí: se trata de los empleados para referirse a Alfamén, Velilla de Ebro y Badhra. El primero se llamaba en árabe Fahs al-Ham[m] ám, “Llano del Baño” o “de las Palomas”, según se lea con dos emes o con una sola, respectivamente; el segundo, ‘Aqabat Malíla, “Cuesta de Malíla”, nombre de una tribu bereber; el tercero, Fajj Badhra o “Desfiladero de Badhra”, situado entre los nacimientos de los ríos Huerva y Aguasvivas. De cuanto se ha expuesto hasta ahora puede deducirse que la comarca de Zaragoza en época islámica tuvo un poblamiento humano importante, con numerosos núcleos documentados y una clara diferencia de funciones tanto de los territorios como de las aglomeraciones sitas en ellos. La explotación agrícola y la defensa son las dos tareas más evidentes, y ambas han de vincularse estrechamente a los intereses de la madína rectora, esto es, de Zaragoza. La organización espacial de esta comarca zaragozana queda puesta de manifiesto en el mapa adjunto. Al igual que en el texto de este trabajo, en él se han incluido en bloque y de forma esquemática los datos aportados por las fuentes consultadas (e identificados), es decir, todos los asentamientos (sin diferenciar tipológicamente) y todos los ríos. Se exceptúan las poblaciones vinculadas a Zaragoza según un solo autor cuando el resto de ellos es unánime a la hora de atribuirlas a otra circunscripción. Al ver ese mapa es imposible no preguntarse si se pueden considerar pertenecientes a la comarca zaragozana lugares como Caspe, Calanda o Alfambra, distantes varias jornadas de la madína. ¿No las vincularía a Zaragoza el respectivo autor por el simple hecho de estar en la Frontera Superior? A nuestro entender, el radio de influencia más directa de Zaragoza y dentro del cual quedaría englobada su comarca no tendría en promedio más de unos cuarenta kilómetros, equivalentes a la distancia media a recorrer a pie en una jornada. En el mapa hay dibujada una circunferencia de trazo discontinuo y radio equivalente a cuarenta kilómetros. Puede verse que todas las poblaciones que están dentro del círculo resultante “pertenecen” a Zaragoza, según las fuentes (a excepción de Chiprana). Casos como Ricla, Velilla o as-Safsáf (ya se ha dicho que la localización de esta última, si bien no es precisable con exactitud, es fácilmente deducible) se encuentran en el límite de la comarca, tal como los textos señalan de forma explícita o implícita. A propósito de ello, al-‘Udhrí dice que los ríos de Zaragoza riegan unas cuarenta millas, veinte los menores. La labor que realizamos en su día tuvo unos límites muy precisos, ya citados al comienzo de este trabajo. Hoy sigue pendiente el recoger los datos de las fuentes históricas relativas a los periodos de taifas y Almorávides (de comienzos del siglo XI a comienzos del XII), que podrían plantear aspectos de gran interés, como el cambio de
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Poblaciones y ríos de la comarca de Zaragoza en época islámica según las fuentes árabes geográficas e históricas [Por razones de espacio no se incluyen los supuestos Almenaro y Bigas]
funciones de los asentamientos, en especial de los fortificados, tanto a título individual como en cuanto sistemas defensivos complejos. Otras fuentes a estudiar de esta manera son los repertorios bio-bibliográficos, que no sólo aportan datos sobre asentamientos no documentados por otros textos, sino también noticias topográficas de conjunto y de detalle y datos en torno a la composición étnica de los habitantes de la comarca de Zaragoza, aspecto que las fuentes históricas abordan, pero en el que no entramos aquí. Una cuidadosa lectura sabrá tener todo esto en cuenta. Compendios poéticos tales como el diván de Ibn Darráj aportan datos de interés a la hora de estudiar asentamientos, como ya se ha demostrado en algún caso. Todas estas fuentes escritas en árabe tienen su perfecto complemento en la documentación cristiana inmediatamente posterior a la “reconquista”: fueros, cartas pueblas, concesiones, etc. constituyen magníficas “radiografías” del mundo rural andalusí recién caído en manos cristianas. La toponimia ha de ser otra fuente inestimable de datos. Es muy posible que sólo la comarca de Zaragoza, límite espacial de esta aportación, encierre numerosos nombres de lugar árabes (e islámicos en general), sobre todo microtopónimos, no
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ducumentados por fuentes “oficiales” y de los que poco o nada se sabe. La confrontación de la toponimia subsistente con los datos de las fuentes islámicas y de las cristianas de primera época sería una labor sin duda interesante y reveladora. Aquí han salido ya “Almunia (de Doña Godina)” y “Mozarrifar”, pero en un instante vienen a la memoria nomCastillo de Villafranca de Ebro, ejemplo de bres tan sugerentes como “Alcalá (de construcción militar no documentada por las Ebro)”, que deriva del árabe al-qal‘a, fuentes árabes y cuya cronología sería necesario “la fortaleza”, y donde hay importantes establecer restos de arquitectura militar, “Monzalbarba” (Manzil Barbar o “morada de bereberes”), “Fabara” (de la tribu bereber Hawára) o “Mequinenza” (de la tribu bereber Miknása), estas dos ya fuera de lo que sería la comarca de Zaragoza. Por último, es necesario el estudio de los restos materiales disponibles: la sistematización de las características físicas y el establecimiento de tipologías es un paso ineludible para la localización y catalogación de asentamientos no documentados por otras fuentes. Resulta a todas luces llamativo, por ejemplo, el hecho de que para toda la superficie ocupada por territorios hortícolas (iqlímes y náhiyas) no haya referencias escritas sino de tres alquerías o asentamientos “puramente” agrarios. En casos como éste es donde la arqueología ha de cumplir un papel esencial, evidenciando núcleos sobre los que las fuentes “oficiales” callan o echando luz sobre problemas que éstas no resuelven. Lo mismo cabe decir acerca de las fortificaciones: la “castellología” clásica ha tendido a considerar islámicos o cristianos edificios que habría que comprobar de manera fehaciente si son lo uno o lo otro, y en todo caso precisar su cronología dentro de cada período. Sólo el conjunto de todas las aportaciones así logradas podrá dibujar con un mínimo de precisión lo que fue la comarca de Zaragoza en época islámica. Esta contribución no pretende sino presentar a vuelapluma unos logros obtenidos hace ya bastantes años y que desde entonces no han sido actualizados en su conjunto. Por eso, también quiere servir de acicate a los investigadores preocupados por el problema, bien sea en éste, bien en otros contextos geográficos andalusíes.
Bibliografía básica Alvar Ezquerra, A. (dir.), Historia de España Medieval. Al-Andalus, vol. VI de la Historia de España, Madrid, 2009. Borrás Gualis, G. M., (coord.), Arte Andalusí, Zaragoza, 2008. Manzano Moreno, E., La Frontera de al-Andalus en época de los Omeyas, Madrid, 1991. Souto Lasala, J. A., “El poblamiento del término de Zaragoza (siglos VIII-X): los datos de las fuentes geográficas e históricas”, Anaquel de Estudios Árabes, 3, Madrid, 1992, pp. 113-52. Viguera, Mª J., Aragón musulmán, Zaragoza, 1981.
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