La cultura egipcia

Historia universal. Egipto. Civilizaciones antiguas. Dinastías egipcias. Mediterráneo

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TEMA 1: LA TIERRA NEGRA. Factores geográficos de Egipto A lo largo del Nilo encontramos un clima y una topografía excepcionales. Egipto es una tierra de casi inexistentes lluvias. El territorio habitable por la mayoría se limita al Valle del Nilo, en el gran contraste de Egipto: la pradera que se extiende de sur a norte flanqueando el cauce, y los bastos desiertos, hacia oriente y occidente, faltos de vida. La consecuencia es una alta densidad de población, lo cual favorece las relaciones humanas que serían el primer paso hacia la civilización y la mentalidad urbana. La dualidad en el territorio también es patente entre el Alto y el Bajo Egipto (el delta de selva y ramificaciones del rio, y la estrechez del valle fértil en el sur del pais) ambos conscientes de sus diferencias durante toda su historia. La vida se basa en el Nilo, y concretamente en las inundaciones estivales que se vienen sucediendo desde los inicios y que fertilizan el suelo haciendo posible la riqueza agrícola. Pero este peculiar flujo del rio obliga al campesino a trabajar más pesadamente para hacer más duradero y económico el uso de las aguas mediante la construcción de pequeños canales que llevan el agua a los campos distantes. El egipcio primitivo debió desecar la pantanosa selva empujando el agua contra las arenas del desierto, en un trabajo de miles de años. La irrigación a gran escala, como la encontramos en el tercer milenio, precisa de un esfuerzo colectivo entre diferentes comunidades, por lo que debió practicarse un sistema generalizado para la economía del uso del agua desde tiempos anteriores. La irrigación extendió las tierras cultivables y produjo, además del alimento necesario para una población mayor, el excedente (indispensable en el desarrollo de la civilización). El aislamiento físico de la tierra de Egipto también constituye un factor condicionante. El eje que extiende el rio de una punta a otra del país está aislado contra el contacto externo a este y oeste por el desierto impracticable. Al norte, por el mar Mediterraneo, tampoco había posibilidad de comunicación, pues, aunque estaban bien dotados para el tránsito fluvial, carecían de medios para navegar en alta mar. Al sur el terreno era inhóspito, nada apto para la agricultura, y las cataratas del Nilo y los desiertos de Nubia también suponían un obstáculo. Por tanto, Egipto se hallaba aislado, pero por ello también protegido contra intrusiones indeseadas. Esta sensación de seguridad era patente en el ánimo de los egipcios, que se sentían privilegiados. La mayor parte de los testimonios materiales que conservamos del Antiguo Egipto hacen referencia a sus creencias mortuorias. Ello se debe a que su vida económica y social se llevaba a cabo en las zonas cercanas al rio y por eso sus restos materiales no han sobrevivido a la acción de la humedad. En cambio las arenas del desierto sí han consevado lo relativo al culto de los muertos. Por el mismo motivo tampoco conservamos nada sobre la actividad que vivió el Delta del Nilo, donde seguro hubo contactos con otras culturas importantes, pero la acción de la humedad no nos ha permitido constatarlo. Puede que el dualismo geográfico fuese el causante de la inclinación del egipcio antiguo al paralelismo geométrico en arte y literatura, pero también influyen fuerzas psicológicas y espirituales que hay que tener en cuenta. TEMA 2: FUERA DEL CIENO. La larga lucha prehistórica Tras la formación geológica de Egipto, habiendo esculpido el Nilo la que sería su trayectoria, nos encontramos los primeros vestigios del hombre primitivo, empujado a acercarse al río por la progresiva desecación de África. Llevado por la necesidad se instala en sus márgenes y empieza el lento cambio de una economía basada en la caza y la reproducción a una economía productiva (agricultura y ganadería). Se amplían los grupos humanos, pasando de la familia a unidades sociales sin parentesco. Los primeros emplazamientos de chozas nos indican que el hombre ya no vaga errante en busca de alimento, aunque todavía no basa su alimentación en sus pequeños depósitos de tierra, ni en los animales que va domesticando.

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El proceso cultural que se inició en el Egipto predinástico no fue la consecuencia de un estímulo exterior, sino de un impulso interior inconsciente. Las sucesivas culturas predinásticas nos muestran la constancia del cambio y del enriquecimiento. Se descubre la capacidad artística creadora del hombre (más notablemente en la cerámica). El impulso hacia la belleza se manifestó en esta época en la factura de cosas útiles: gran variedad de cacharros decorados con diversidad de motivos. Se empiezan a construir casas rectangulares de ladrillos de barro. Cada unidad doméstica debía bastarse a sí misma, por lo que contaban con pequeños espacios de cultivo y uno o dos animales domésticos. Lo único que solo podían obtener por comercio eran los utensilios de metal. Ante la llegada de la siderurgia se abandonan los viejos utensilios de piedra. Aparecen las primeras máquinas simples. Decae la producción de vasijas en cuanto a calidad y belleza pero gana la nueva técnica de la escultura en relieve. Los botes, ya con velas, que recorrían el Nilo nos hablan de un comercio fluido a lo largo de todo Egipto mucho antes de la unificación. Es esta una época de innovaciones. En cuanto a la religión de este periodo, existe ya la creencia en una vida futura. Las tumbas se hacen cada vez más complicadas y se hallan más objetos en el interior. Estos nos muestran la creencia en fuerzas invisibles y poderosas que les ofrecían protección contra los peligros conocidos o desconocidos, éxito en la búsqueda de alimento o su producción y crecimiento y continuidad del propio pueblo. También las fuerzas de la naturaleza, como la reproducción, constituirían una parte importante de su religión. El hombre se hizo sedentario y agricultor, logró excedente y empezó la lucha por tener mayor territorio. La unidad tribal cedió el lugar a la unidad gubernamental, lo que indica que esos hombres tenían los suficientes intereses económicos y sociales para desear vivir bajo la autoridad de un gobernante. Puede que con la ambición de tierra y de alimentos los egipcios alcanzasen tal grado de espíritu cooperativo que aceptaron someterse a la organización gubernamental que requieren las grandes obras de irrigación. El carácter autóctono del desarrollo de Egipto solo se vio quebrantado al final de su prehistoria, en que aceptó elementos externos (mesopotámicos), como la arquitectura monumental, nuevos motivos artísticos y, más señaladamente, la escritura. Estas formas de expresión mesopotámica constituyeron parte de la cultura egipcia hasta que ésta adquirió sensación de seguridad y buscó sus propias señas de identidad. El proceso que siguió Egipto en este periodo fue el resultado de una serie de pequeños cambios acumulados, al final de los cuales la cultura pareció marcadamente distinta. TEMA 3: EN BUSCA DE SEGURIDAD Y ORDEN. Dinastías I−III (hacia 3100−2700 a.C.) El proceso mediante el cual quedaron unidas las dos tierras parece partir del Alto Egipto, donde una familia de gobernantes inició la conquista hacia el norte, sometiendo los territorios que iba encontrando y llegó al Delta del Nilo, haciendo así efectiva la unificación. Este es el inicio de las dinastías que gobernarían Egipto. Después de esto se vivió un proceso de adaptación y consolidación del nuevo Estado. Parece ser que durante las Dinastías Primera y Segunda hubo revueltas destacadas, por lo que se supone que fue necesario tiempo para revelar y extender el poder del faraón. La cultura permaneció igual que en los últimos tiempos predinásticos, pues el nuevo Estado no pudo al principio dedicarse a materias culturales. Ya en las Dinastías Tercera y Cuarta, tiempos de estabilidad y seguridad, los egipcios buscaron para expresarse modos propios, dando paso a la nueva expresión cultural. Este cambio pareció darse en un corto espacio de tiempo. La figura del rey−dios, es un elemento fundamental para entender el espíritu egipcio. Las culturas contemporáneas de la época consideraban que sus reyes gobernaban por los dioses, pero no como dioses. En cambio, en Egipto el faraón gobernaba como un dios que vivía en la tierra. El hecho de que fuese un dios, uno de ellos, el que les gobernaba, dio a los egipcios la sensación de ser el pueblo elegido de entre todos, e incrementaba la sensación de seguridad que le daba su posición aislada. Alto y Bajo Egipto eran claramente diferentes, y tenían conciencia de ello. Lo que les mantenía unidos era la dependencia del Nilo y el dogma de 2

que eran gobernados por un dios, hijo de un dios (desde la Quinta Dinastía). Los egipcios eran un pueblo de psicología tolerante y universal, y no se cuestionaban excesivamente las cosas, por lo que aceptaron el dogma del rey−dios sin mayor problema. El concepto de ma'at también confirió estabilidad al nuevo Estado. Traducido como verdad, justicia, orden... era la cualidad que debía poseer todo buen gobierno, las funciones que aplicaba y quienes las aplicaban. Ma'at era la única limitación al gobierno personalizado y centralizado del faraón. Las tumbas en las primeras dinastías eran de un estilo mesopotámico, por ello la abundante piedra de Egipto solo fue utilizada como auxiliar del ladrillo, y después (tercera Dinastía) como losetas en forma de ladrillo y decorada como tal. En escultura, no fue hasta la Cuarta Dinastía que apareció un nuevo cannon, ennoblecido y lleno de sentimiento de permanencia y duración. Esta escultura de carácter cúbico era concebida como parte de estructuras mayores, solo para ser vista de frente. La pintura y el relieve, estrechamente unidos, nos muestran con mayor claridad, si cabe, el arte de eternidad. Cada figura evitaba la apariencia de flexibilidad, de acción momentánea o de emoción pasajera mediante la solidez y la impasibilidad. La individualización del retrato era sometida a la impresión de reposo eterno. Respecto al dogma de la vida eterna, en estas primeras dinastías, solo el rey y su familia la tenían asegurada. La clase noble dependía, para ganar esa vida eterna, de que sus servicios fuesen necesarios al rey ( y los siervos tenían con sus nobles el mismo tipo de dependencia). En sus tumbas, próximas a las del faraón, los nobles expresaban claramente los servicios que le habían ofrecido en esta vida, esperando que se les requiriese en la futura. En esta época, solo el faraón se reuniría con los dioses en el reino de los dioses; sería Osiris y se uniría al dios−sol en sus viajes. Los templos del periodo más antiguo nos muestras una perfección jamás igualada en la historia de Egipto, fruto de la devoción y la fidelidad. Eran honrados y concienzudos en la construcción. Diversos documentos de la época nos muestran el carácter civilizado de los egipcios en medicina como en metafísica. El antiguo Egipto alcanzó su mayor elevación al empezar su historia, cuando su cultura titubeaba en busca de una expresión nacional. TEMA 4: REY Y DIOS. Dinastías IV−VI (hacia 2700−2200 a.C.) Es este el periodo del absolutismo más centralizado en la persona del rey, y de la construcción de un sistema nacional. Las pirámides de la Cuarta Dinastía son simbólicas en dos aspectos: su forma y construcción duraderas aseguraban la vida eterna a los seres mortales enterrados en ellas, y el gasto de trabajo y materiales reiteraba que el servicio al rey constituía la tarea más importante del Estado. Las pirámides vivieron en esta época un momento de perfección, suscitado por los estímulos de que el rey era un dios y merecía que se le dedicasen todas las energías, y además el atractivo de una nueva experiencia artística y técnica. La decadencia empezó a finales de la Cuarta Dinastía, pues las dimensiones y la técnica son inferiores, y también en la Quinta y la Sexta. Ello nos muestra los inicios de la descentralización, pues se pierde la aplicación del poder a un proyecto único. La muestra más clara de la centralización del Estado en la figura del faraón es que no existía un sistema de político detallado y escrito, sino que el Estado era el faraón y sus decisiones. Naturalmente, a la práctica debía delegar sus funciones, pues es imposible que abarcase todo el país. Pese al absolutismo, el orden de las cosas no era tan rígido y estático como se podría suponer. La sociedad egipcia era tolerante, y aunque el sistema era general, aceptaba cambios y era flexible en la admisión de modificaciones. Ni en el arte, ni en su gobierno, ni en sus creencias sagradas, ni en las castas imperaba una 3

rigidez inalterable. Todo dejaba margen para la libre elección y el cambio constante. De todas formas, ciertos aspectos de carácter general eran inquebrantables, y cuando fueron desestabilizados, el sistema se vino abajo. El Estado egipcio era una unión de lo sagrado y lo civil, y ello era evidente en la misma persona de su gobernante: rey y dios a la vez. Por ello la religión ocupaba todos los aspectos de la vida de los egipcios. En ella se basaba su dogma fundamental de la resurrección en una vida futura, su seguridad nacional en ser gobernados por un dios. El arte es testigo de esa incursión de lo sagrado en todos los aspectos. No hubo arte por arte ni arte sin religión. La economía del Antiguo Egipto sería a dos niveles en el interior del país: una economía local, en zonas reducidas, no autorizada directamente por el rey, y un mayor movimiento de artículos, controlado por el Portasellos real. El comercio extranjero constituiría seguramente un monopolio real. Además, existía la explotación de minas en territorio exterior. Se enviaron expediciones a otros países, pero no con carácter imperialista militar. Se limitaban a vigilar para que las vías de comercio hacia Egipto estuviesen a pleno rendimiento. También existía el pago de unos impuestos mediante especies (o incluso mediante trabajo). En este momento existía una separación entre los textos mortuorios del faraón y los de los nobles. Estos últimos eran más mundanos, contenían elementos autobiográficos y en muchos casos se limitaban a nombrar los servicios prestados a los faraones. Los textos mostraban el gusto por la vida y la esperanza de que la vida futura prolongaría únicamente los momentos felices. La delegación de las obligaciones del rey en funcionarios era obligatoria, y en un principio esos funcionarios actuaban de boca del rey, mostrando la más firme lealtad a su faraón. Al hacerse el estado más poderoso, se necesitaba de más servidores, capaces y merecedores de confianza. Estos tenían que desempeñar las comisiones del rey con criterio cada vez más independiente. Paradójicamente, las fuerzas centrípetas que sostenían el absolutismo estaban dando lugar a actividades individuales centrífugas e independientes del rey. La lejanía de la capital y por tanto del faraón confería a los funcionarios un amplio margen de iniciativa individual. El absolutismo político del faraón se vio también desafiado por el dios Re. En la Cuarta Dinastía el faraón dominaba a Re, en la Quinta, Re dominaba al faraón. El nombre del faraón tuvo que ser acompañado del de Re. En la Cuarta Dinastía el absolutismo era una realidad lograda, y ello debilitó el esfuerzo. Los gobernantes provinciales gozaban de mayor autonomía, y experimentaban una creciente confianza en sí mismos. Los resultados de el aumento de la autoridad independiente de los nobles y funcionarios, del debilitamiento de la realeza mediante la colaboración sacerdotal con el trono y de la relajación del esfuerzo real fue la descentralización. Los nobles empezaron a construir sus tumbas lejos de la del faraón, en sus propias provincias. El arte perdió en pureza de líneas y en la continuidad de los asuntos, ganando vivacidad y variedad. Y el monopolio absoluto de la divinidad se extendió a otras personas (reinas). A finales de la Sexta Dinastía se derrumbó el Reino Antiguo. Algunos de los factores que llevaron a esta caída fueron: la carga que suponía la construcción de grandes obras para cada nuevo rey; el creciente espíritu de autosuficiencia; la carga de comprar la lealtad de las autoridades provinciales lejanas... El rey ofrecía cartas de inmunidad a templos importantes para ganarse así su apoyo, pero solo conseguía incrementar su poder. También falló el comercio extranjero, pues las tierras donde operaba Egipto se vieron atacadas y fue necesario restablecer el orden, lo que acarreo grandes prejuicios políticos y económicos. Al final, el proceso de descentralización llevó a la caída del Reino Antiguo y al inicio del Primer Período Intermedio.

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TEMA 5: LA PRIMERA ENFERMEDAD. Dinastías VII−XI (hacia 2200−2050 a.C.) Tras la muerte de Pepi II sobrevino la anarquía. En Menfis, las Dinastías Séptima y Octava reclamaron el gobierno de todo el país, pero fueron ignorados por las otras partes de Egipto. Los gobernantes provinciales se limitaron a intentar mantener el orden en sus tierras, y solo algunos trataron de extender su autoridad. A partir del año 2150 a.C. una poderosa familia de Herakleópolis gobernó desde cierto lugar del Delta hasta el alto Egipto. Las Dinastías Novena y Décima permanecieron en el Egipto Medio, en un período de considerable estabilidad. El más importante competidor por el poder fue una familia de Tebas que fue bastante poderosa para instituirse en pequeños faraones. A mediados del s.XXI a.C. la Dinastía Undécima de Tebas derrotó al Estado del Norte, extendió su poder y ofreció a la Dinastía Duodécima un país relativamente unificado. En el Primer Período Intermedio se vivió un desorden general basado en la trasgresión de toda norma antigua y en la falta de respeto por lo sagrado. Se vivió una época de violencia en la que podía progresarse ignorando las viejas normas. La quiebra del orden antiguo produjo una sensación de desesperanza y aturdimiento. El dogma del rey−dios sufrió un fuerte revés, tanto en la quiebra del gobierno central, como en la lucha por el poder. El misterio de la naturaleza divina del faraón se vio desvalorizado. El desprecio por las leyes, el orden y todo lo del pasado se extendió a la propiedad de la muerte. Las pirámides fueron saqueadas, y también las tumbas de los antepasados, para construir las propias. Incluso los que fallecían en aquella época, en muchos casos no recibían los cuidados tradicionales. La renuncia a la vida futura, en algunos casos mediante el suicidio, indica el grado de desesperación y desengaño que vivían los egipcios. Existen en este momento asiáticos que entran en el Delta pero no constituyen un peligro para Egipto y son rápidamente asimilados. El Reino Antiguo vivía bajo una moral pragmática y materialista, en que la bondad era la actividad afortunada. Al descubrir que su mundo no era estable y eterno, esos valores materiales caen en picado y dejan paso a una nueva justicia social. Aunque no hay expresiones de conciencia social, sí encontramos ciertas declaraciones morales. Los bienes materiales dejan de tener tanta importancia, y la integridad moral pasa a ser un requisito para alcanzar la felicidad eterna. Se da importancia a una nueva concepción de ma'at no materialista. Los hombres de cierta posición social y política debían ser dispensadores de ma'at, como buscador de la justicia equiparada. Fue esta la época más democrática de Egipto en el sentido de igualitarismo social, desprecio a las barreras políticas y económicas en la creencia de que todos los hombres tienen iguales derechos, o deberían tenerlos. Hay que matizar que los egipcios consideraban que ellos eran los únicos hombres verdaderos, y no veían a sus vecinos como tal. La creencia de que había que responder de sus actos ante los dioses produjo una religiosidad que no conoció el Reino Antiguo. TEMA 6: EL REY COMO BUEN PASTOR. Dinastías XI−XII (hacia 2050−1800 a.C.) Egipto volvió a ser unificado por la fuerza de las armas. Parecía que la lucha no era favorable a Tebas, pero terminó unificando de nuevo las dos tierras. El retorno al dogma del rey−dios se hizo con el apoyo de los gobernantes provinciales. Las tendencias separatistas quedaron alejadas al paso de una o dos generaciones de la Dinastía Doce. Después hubo una tendencia centrípeta para reforzar el poder del trono. Hubo un deseo intenso de restaurar las condiciones del Reino Antiguo. Se pusieron en marcha grandes construcciones y expediciones para reabrir antiguas rutas y recuperar el esplendor pasado. El éxito de la reunificación es constatable por la seguridad de las comunicaciones y del comercio internos. La Dinastía Doce dio preeminencia a un dios que había sido desconocido hasta entonces: Amon. Este podría 5

extender su dominio de forma universal, pues era un dios invisible. Llegó a reemplazar a los dioses anteriores, y se cambió su nombre por el de Amon−Re, para darle mayor credibilidad. La figura del faraón cambió, pero no retornó al modelo anterior. La concepción del Reino Antiguo del rey−dios era la de un ser todopoderoso e inalterable. Pero en esta época encontramos a un humano falible, con signos de su mortalidad, con sentimientos y preocupaciones. En el Reino Medio el faraón fue un pastor vigilante responsable se su pueblo, constantemente alerta, y con la carga que ello conlleva. Sus nombres expresaban su obligación y cargo de dispensadores de ma'at. Fueron buenos gobernantes, promovieron grandes obras de irrigación para aumentar la tierra fértil, y así el bienestar del pueblo. La capital fue trasladada al Fayum. Fue una época de importante imperialismo comercial y cultural, en que destacó su predominio en el Mediterráneo. Se contaba un gran número de agentes comerciales en Asia que aseguraban el flujo constante de mercancías hacia Egipto. Hacia el sur, la política era más agresiva y dominadora. Hay un claro desprecio por los pueblos extranjeros a los cuales consideran inferiores. Aun así, Egipto mantenía intereses mucho más allá de sus fronteras. El ansia de recuperar el orden del Reino Antiguo sumió a Egipto en una empresa común, y la recuperación de la unidad se hizo cada vez más evidente. Se retornó a la tendencia centrípeta del pasado entorno a la figura del faraón. Hubo una disminución del espíritu de independencia y autocompetencia, y de nuevo se buscó el favor real. El faraón volvió a mostrarse fuerte y absolutista, y los valores de igualdad del Primer Período Intermedio quedaron totalmente olvidados. El Reino Medio retornó la paz, la prosperidad y el dominio universal a la cultura egipcia, que sobrevivió a su primera enfermedad grave sin grandes modificaciones. Su espíritu interior continuaba siendo el mismo: en la seguridad y confianza que les daba su rey−dios, en su afirmación optimista de la continuidad de la vida, en su civilizada urbanidad... Encontramos leves toques de humor en sus representaciones de la vida diaria. Son descripciones realistas y vivaces, tanto en literatura como en relieve. Si no le podemos llamar humor abiertamente, sí encontramos cierta complacencia jovial. Hay un gusto por los juegos de palabras y otros recursos literarios que nos llaman la atención. Esta resistencia jovial a ser totalmente dogmática y rigurosa, dio al tipo de vida egipcio cualidades perdurables. El Reino Medio retornó a Egipto la creencia de ser el pueblo elegido, y les dotó de una seguridad que en ciertas ocasiones les hizo descuidar la rigidez en ciertos aspectos. Su magnificencia les hacía tolerantes y les daba la sensación de que no era necesario progresar porque el éxito era parte en ellos. TEMA 7: LA GRAN HUMILLACIÓN. Dinastías XIII−XVII (hacia 1800−1550 a.C) La desintegración repentina de un sistema tan eficaz es un misterio. El Reino Medio padecía de una debilidad estructural por haber comenzado como estado feudal y haber conservado elementos de independencia local. Es posible que si los últimos faraones de la Dinastía Doce fueron reyes débiles, el individualismo de los príncipes locales resurgió de nuevo e incrementó el espíritu separatista. Pero este no fue el factor desencadenante. El imperialismo comercial y cultural de Egipto fue interrumpido por la incursión de nuevos pueblos en Asia (también en África, presiones desde el sur). Se trataba de los hicsos, y perturbaron Asia cuando era dominada aun por el Reino Medio. Los conocemos en gran parte por los rituales mediante los cuales el faraón anulaba a sus enemigos. Esos rituales se practicaron también en aquella época contra egipcios, algunos de ellos, de la familia real. Por lo visto hubo una conspiración para acabar con el poder del faraón. Cuando los hicsos invadieron y conquistaron Egipto, el estado ya se había desintegrado. Así se inició el Segundo Periodo Intermedio. Tras la disolución del estado apareció en el Delta una dinastía xoíta, rival de la de Tebas, pero desapareció a la llegada de los hicsos. 6

Por lo visto, la invasión de los hicsos en el Delta fue por la fuerza, con fines de dominio y sin ningún respeto por la cultura egipcia. Su superioridad, en gran medida gracias al arco de polea, al caballo y al carro, les permitió someter a tributo a las tierras conquistadas. Vivieron a parte de los egipcios, en recintos fortificados, e introdujeron su propio dios. Permitieron que siguiese en Tebas una corte con faraón, signo de su arrogancia. Todo esto tuvo importantes consecuencias para el espíritu egipcio, que vio quebrantada su sensación de seguridad y superioridad. El patriotismo renovado de la liberación inició la guerra en Tebas, hasta que se recuperó todo el territorio. TEMA 8: FRONTERAS LEJANAS. Comienzos de la Dinastía XVIII (hacia 1550−1375 a.C.) La Dinastía Dieciocho reanudó la tradición donde la había dejado la Doce. Sin embargo encontramos un factor nuevo: Egipto deja de vivir aislado entorno al Valle del Nilo e inicia una campaña para ampliar sus fronteras y mostrar su superioridad. Se vivió un espíritu nacionalista sin precedentes repleto de ansias de victoria. No solo se hacían incursiones, sino que se destruían ciudades en un alarde de poder. El ansia de venganza llevó a los egipcios a descargar su ira contra los pueblos asiáticos, en una persecución a los hicsos que duró más de un siglo. El plácido aislamiento había terminado. Pero antes de lanzarse a la conquista fue necesario un trabajo interno para restablecer el gobierno. Cobraron importancia las consultas al oráculo. Después de la invasión de los hicsos, se buscaba más el apoyo de los dioses, y estos gobernaban Egipto mediante el faraón. Hay una unificación de lo civil y lo eclesiástico en un estado sagrado. El predominio de Amon−Re aumenta considerablemente. Existió un elitismo de los funcionarios, en que ciertos cargos se reducían a ciertas familias, ocupando una misma persona más de un cargo. La delegación de sus funciones permitía al faraón ocuparse de los asuntos del Imperio. La rivalidad entre Tut−mosis III y su madrasta Hat−shepsut es la personificación de la lucha entre el viejo y el nuevo concepto de Egipto. Ella defendía la cultura superior y aislada, y él la obligación de conquistar y dominar para afirmar la superioridad de Egipto. Hat−shepsut se centró en las obras interiores, y hacia el exterior siguió el modelo antiguo pacífico y tolerante, basado en el comercio. Tut−mosis centró sus esfuerzos en la ampliación del territorio. Venció a la alianza asiática (príncipes locales erigidos contra Egipto) y formó gobierno en Asia con sede en Gaza (control de la ruta Palestina−Siria) y comisarios repartidos por todo el territorio. Controló también el Mediterráneo, dando importancia a los puertos y barcos para asegurar el transporte. Se implantaron una serie de campañas disciplinarias a lo largo del territorio conquistado para reafirmar la supremacía de Egipto. Después bastó con pequeñas guarniciones. Para asegurarse la fidelidad, el faraón dejaba a cada príncipe en su gobierno, pero sus hijos eran llevados a Egipto, hasta el momento de la sucesión. Como consecuencia del imperialismo, el poder civil y el religioso se beneficiaron materialmente, pero la sensación de inseguridad fundada por los hicsos no desapareció, y el espíritu egipcio cambió. Mantener el Imperio exigía una unidad nacional, pero la separación entre gobernantes y pueblo se incrementaba. Las clases se impermeabilizaron, y el individuo perdió valor a favor del Imperio. La universalidad política, religiosa, social y económica rompieron definitivamente con el aislamiento y la estática seguridad. Prueba de ello es el gran número de extranjeros que pueblan Egipto en aquella época y que introducen rasgos atípicos egipcios. También lo es la identificación de los dioses extranjeros con los propios. Este libre cambio intercultural de deidades es significativo de la desintegración de los cánones y sanciones antiguos. Se da importancia al deporte y a las actividades al aire libre. El deporte es como la guerra, la supremacía del 7

faraón queda patente en ambos casos y así demuestra que su fuerza es divina. Es un modo de fomentar el individualismo. Hay una preeminencia de la mujer, tanto en arte como en derechos jurídicos. En esta cuestión demuestra su cosmopolitanismo la sociedad egipcia. Bajo el mandato de Amen−hotep III se construyó mucho. Su magnificencia imperial se manifestó en grandes obras públicas e inició la pasión por lo colosal que caracterizó los últimos tiempos del Imperio. Hay un cambio en el arte producido por la revolución de Amarna, pero antes ya encontramos los antecedentes. Se pierde la línea rígida, la regularidad, la cuadratura...en beneficio de la viveza y el movimiento. El arte de la tradición antigua era más puramente egipcio, en lo que se refería a su artesanía más perfecta, su sencillez en la línea y la expresión de la cultura más puramente egipcia. El Imperio y su nueva sociedad urbana acabaron con todo lo que representaba el espíritu egipcio. TEMA 9: CONFLICTO INEVITABLE. Finales de la Dinastía XVIII (hacia 1375−1325 a.C.) Los cambios que se venían sucediendo en el Imperio fueron criticados por los sectores conservadores, pero en la época de grandeza no se les dio importancia. Pero en la época de Amarna estalló un conflicto abierto, ya no por el retorno a las antiguas formas, sino por el poder esencial. Los dos grandes contendientes fueron el faraón Amen−hotep IV (Akh−en−Aton) y el sacerdocio de Amon. El primero era el precursor de todo lo nuevo, tanto en religión, como en costumbres domésticas, moral, arte, idioma, y literatura, pero no mostraba el más mínimo interés por el Imperio. En cambio, el sacerdocio de Amon quería mantener la agresividad del Imperio que tanta riqueza le había proporcionado, aunque se mantenía indiferente ante las nuevas ideas. La revolución de Amarna está estrechamente ligada a la persona de Akh−en−Aton. Él cambió la capital de Tebas a Tell el−Amarna, alejándose así de la ciudad de Amon, el dios que rechazaba, y dedicando la nueva capital al Aton, el nuevo dios de Egipto (en favor del cual cambió su nombre) El Aton no había sido un dios como tal, aunque había sido adorado anteriormente. En realidad era el disco solar, la representación física del dios Re. La mayoría de ideas del faraón no son originales, sino que ya habían sido planteadas en otros momentos de la historia de Egipto. Fue la confluencia de todas ellas en una época y una persona concretas la que hizo que de ellas se divergiese un nuevo orden. Akh−en−Aton dio mucha importancia a ma'at en el sentido de verdad, e hizo de ello uno de los rasgos característicos de su reinado. Por fidelidad a esa verdad cambió el arte, el lenguaje y la concepción que del faraón y su familia tenían sus súbditos. El arte fue expresión extrema del naturalismo, tanto mostrando al faraón en sus deformidades, como en descubrir la vida de este con su familia. Nunca antes un faraón pareció tan mortal en sus actos. Pero esta concepción del arte rompe con lo que llamaríamos puramente egipcio, pues anteponía la idealización de lo cotidiano a la de lo ultraterrenal. La ruptura oficial, el cambio de nombre y el abandono de Tebas se produjeron en su sexto año de reinado. La nueva capital era una ciudad más próxima a la naturaleza, espaciosa, y la proyección de los templos fue radicalmente diferente: del secretismo de Amon, a la transparencia del Aton. La cuestión radicaba en si el faraón era la ley, el Estado, o solo transmitía las palabras de los dioses. En un inicio sí fue así, pero con la invasión de los hicsos el faraón perdió poder, que fueron ganando los dioses (Amon). Akh−en−Aton quería retornar a los inicios, y por ello fue necesario acabar con la supremacía del oráculo de Amón, por ello el cambio de deidad. El nombre de Amon fue borrado, para así borrar su existencia, y en menor medida, también el resto de los dioses. Se produce un cambio en la religión mortuoria, y todo el 8

proceso gira entorno al faraón. Esta época no fue monoteísta, pues existían dos dioses: el Aton, cuyo culto era exclusivo de la familia real, y el rey−dios Akh−en−Aton, a quien debían adorar todos sus súbditos. Por ello, al morir el faraón, el Atonismo murió con él. El Atonismo era una religión intelectual, pues carecía de valor ético pleno, pero su doctrina expresaba bellamente el concepto de dios bondadoso. Políticamente, el Imperio en Asia se hallaba en una etapa de seguridad mediante una alianza con el rey de Mitanni. Pero la incursión de fuerzas nuevas fue desintegrando el Imperio ante la pasividad del faraón, que no se preocupaba en absoluto de mantener las fronteras. Los príncipes separatistas de Siria establecieron pequeños estados, el norte de Siria se hizo independiente, y ante el avance de los hititas cayó Fenicia y se perdió Palestina. También se perdió el Imperio africano. Todo ello supuso un problema económico importante, y los disturbios civiles se hicieron constantes. Se produjo un cambio político importante con la corregencia de Akh−en−Aton y su hermano pequeño Smenkh−ka−Re. Este volvió a Tebas y reanudó el culto a Amon. A partir de ahí la rendición a Amon se hizo oficial, especialmente con el cambio de nombre de Tut−ankh−Aton, la reparación de los templos dañados y el incremento de su riqueza y del personal. La revolución del faraón contra la oligarquía había fracasado, y la figura del rey−dios ya nunca volvió a imponer el respeto de los tiempos anteriores. TEMA 10: ¿DÓNDE ESTÁ LA GLORIA? Dinastías XVIII−XX (hacia 1325−1100 a.C.) Al principio, los reinados siguientes no se dedicaron a la recuperación militar, sino a medidas internas para restaurar el orden. Los sacerdotes consiguieron más poder ocupando puestos en los tribunales. La corrupción de los funcionarios fue duramente perseguida, no por interés social, sino para aumentar los ingresos. La figura del faraón cayó definitivamente. El Estado ya no era el faraón, por ello las leyes se volvieron más severas, porque su figura ya no imponía el respeto necesario para hacerlas cumplir. Además, se habían perdido las libertades dentro del Estado, y este se había vuelto más rígido, pues a falta de la fe en el dogma, esta era la única forma de mantener la disciplina y la unidad. Bajo la Dinastía Diecinueve, la capital fue trasladada al Delta. Se llevaron a cabo campañas para recuperar parte del imperio asiático, pero no tuvieron la importancia de los tiempos anteriores. Se había apoderado de los egipcios un nuevo sentido fatalista. La seguridad había desaparecido por completo. Los nuevos pueblos del mar iniciaban sus andaduras cuando los viejos imperios se hallaban ya en fase de decadencia. El mundo cambiaba entorno a Egipto, y tuvo que defender sus fronteras cada vez más frecuentemente. Hasta el punto de tener que aliarse con los hititas para defenderse. Este pacto se forjó bajo el reinado de Ramses II, que trató de recuperar algo del esplendor pasado. El arte de su época es una metáfora de lo que consiguió: obras de impresionante monumentalidad pero de pobre calidad arquitectónica y de relieves toscos y descuidados. El siguiente reinado se vio perturbado por el primer intento de invadir Egipto, después de los hicsos. Una coalición de pueblos intentó entrar por el Oeste, pero se hizo frente al ataque y el peligro fue alejado. La amenaza de la invasión era cada vez más evidente. Se produjo un interregno, en el que pudo haber gobernado un asiático, seguramente, alguno de los extranjeros con cargos de responsabilidad en Egipto. Más oleadas de invasores atacaron Egipto. Ramses III tuvo que hacer frente a tres, y aunque fueron ahuyentadas, mermaron el poder del Imperio. Este fue el último faraón que consignó el dominio de Egipto sobre territorio de Asia. Bajo sus sucesores, Egipto se contrajo al Valle del Nilo, se dejaron de explotar las minas de Sinaí (cambio del cobre al hierro, gran pérdida para Egipto), y se abandonaron Fenicia y Palestina. Egipto ya había pasado como potencia mundial. El arte de esta última fase del Imperio es claramente más parecido al de Amarna que al anterior. Las tumbas muestran interés por la exhuberancia, nada que ver con la eternidad, y la literatura fue afectada por las experiencias y contactos nuevos, y por la nueva clase de escribas. Continuaban los juegos de palabras y el 9

humor, este en un tono cada vez más mordaz. Y también encontramos irreverencias contra lo que en otra época se consideró sagrado como muestra de la desintegración del espíritu egipcio. El reinado de Ramses III terminó con su muerte a manos de conspiradores del entorno real. La autoridad del faraón había entrado en una decadencia irreversible. Los templos, por el contrario, y especialmente el de Amon, siguieron aumentando su riqueza y poder, en un tiempo en que Egipto ya no contaba con la magnificencia del imperio para rendir los altos tributos a los templos, y ello suponía un problema económico. Además, la elitización de los funcionarios, agrupó en manos de unos pocos todo el poder, tanto económico como eclesiástico, a menudo en una misma familia. El cambio a la edad de hierro dejó a Egipto totalmente desabastecido de ese material, lo que originó una fuerte inflación, seguramente aliviada en los años siguientes por el reajuste de la economía agrícola y el saqueo continuado y en gran escala de las tumbas de los faraones. Durante este tiempo se sucedieron huelgas, ya que el Estado era incapaz de pagar y el pueblo padecía la tragedia del hambre. Fue el ejército el que tomó el poder al fin de la Dinastía Veinte, seguramente mediante un golpe de fuerza, y haciéndose con el poder civil y eclesiástico. Egipto quedó dividida en dos partes, pues en el Norte se creó una Dinastía propia. La unidad sólida nunca se recobró. TEMA 11: LA CAÑA ROTA. Fines del Imperio y Post−Imperio (de 1350 a.C. en adelante) La decadencia de Egipto era un hecho verdadero, y su prestigio en Asia también cayó en picado. Egipto ya no era digno de alabanza ni motivo de temor. Había dejado de ser una nación, y estaba dividido en pequeños estados independientes, con escasas relaciones comerciales. Además de las fuerzas que se erigían a Norte y Sur del país, una familia nueva de ascendencia Libia cobró importancia en la región del Fayum. Con ellos se inició la Dinastía Veintidós. Al principio, con aire triunfante, pero pronto se estancó por la guerra civil y el creciente separatismo local. Se produjo la primera invasión de Egipto por el sur, copia del Egipto del Reino Antiguo (contraste con los decadentes egipcios) Se hizo con el dominio de Egipto, lo dejó bajo el dominio de una mujer, y regresó a la Cuarta Catarata, de donde procedía. A partir de ese momento Egipto entró en una vorágine de invasiones e intrusiones extranjeras, y se llenó de gentes extrañas. La tierra del Nilo pasó a depender de otras potencias. Después de esta invasión procedente del sur, se produjo una reacción fundada en un arcaísmo deliberado, como búsqueda del espíritu egipcio, tan patente en los Reinos Antiguo y Medio. En arte, esto se tradujo en la copia de los modelos antiguos, alcanzando en muchos casos un éxito notable. El empobrecimiento del espíritu egipcio fue un proceso gradual. La devoción por la vida, por el lugar donde vivían y por sus creencias, fueron dando paso a la sobriedad. A medida que Egipto avanzaba en su historia, todo lo que había constituido su orden inicial se fue viendo alterado, trastocado, y la felicidad por considerarse un pueblo afortunado se fue diluyendo. El individuo perdió libertad, sus dogmas fueron cayendo, y le fue imposible conservar su positivismo, pragmatismo y seguridad iniciales. Es dificil concretar la repercusión de Egipto en culturas posteriores, y casi imposible hacerlo con el presente, pero sí sabemos que Egipto estimuló a los pueblos más jóvenes (griegos y hebreos) hacia ambiciones y esfuerzos nuevos. No quiere decir que formase sus culturas, sino que ejerció un carácter formativo sobre ellas.

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