La Iglesia: Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo

Asociación de Salesianos Cooperadores Región Ibérica 2.1.4.- La Iglesia: Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo Septiembre 2011 2.- Un cristiano 2.1.-

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Asociación de Salesianos Cooperadores Región Ibérica

2.1.4.- La Iglesia: Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo

Septiembre 2011

2.- Un cristiano 2.1.- La vocación del Hombre. 2.1.1.- En el Bautismo y la Confirmación: Una nueva Dignidad 2.1.2.- Seguir a Cristo hoy 2.1.3.- Eclesiología Conciliar 2.1.4.- La Iglesia: Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo 2.1.5.- Los Sacramentos de la Iglesia

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2.1.4.- LA IGLESIA: PUEBLO DE DIOS Y CUERPO DE CRISTO

2.1.4.La Iglesia: Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo OBJETIVO - La Iglesia es el Pueblo de Dios la congregación de todos los fieles que siguen a Cristo, y por tanto, también es el Cuerpo de Cristo, todos los miembros, unidos y articulados en torno a la cabeza que es Cristo. Vamos a profundizar un poco en estos conceptos.

REFERENCIAS Bíblicas «Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo. Porque en un solo Espíritu hemos sido bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres». (1Cor.12,12-13). «Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra todo en todos. A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común» (1Cor.12,4-7). «Como hijos obedientes, no os amoldéis a las apetencias de antes, del tiempo de vuestra ignorancia, más bien, así como el que os ha llamado es santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta» 1Pt.1,14-15). «Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos» (Mt.16,18-19).

Eclesiales «Así como al pueblo de Israel, según la carne, peregrinando por el desierto, se le designa ya como Iglesia, así el nuevo Israel, que caminando en el tiempo presente busca la ciudad futura y perenne, también es designado como Iglesia de Cristo porque fue él quien

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2.1.4.- LA IGLESIA: PUEBLO DE DIOS Y CUERPO DE CRISTO la adquirió con su sangre, la llenó de su Espíritu y la dotó de los medios apropiados de unión visible y social» (LG, 9)

PVA Estatuto art. 2, 3, 6, 8, 9, 19, 20, 25, 32 Reglamento art. 1 y 4.

DESARROLLO Documento para la reflexión 1 Iglesia, Cuerpo de Cristo Si Dios, en otro tiempo, se dio a conocer a través de un cuerpo humano con la finalidad de hacerse visible y tangible (1 Jn 1,1-3), aquel cuerpo, realizador de la presencia divina entre nosotros, debe seguir estando presente entre los hombres para conseguir efectos similares a los entonces logrados. Estamos diciendo con toda la claridad posible que, cuando hablamos de la Iglesia como cuerpo de Cristo, no entendemos la palabra «cuerpo» como habitualmente es utilizada entre nosotros. Entendemos por cuerpo la plena realidad humana, destacando su aspecto y capacidad de relación; entendemos por cuerpo la totalidad del «yo» en cuanto se relaciona, o es capaz de hacerlo, consigo mismo, con los otros, con el totalmente Otro y con lo otro, con las cosas que le rodean. La palabra «cuerpo» aplicada a Cristo, en la expresión «cuerpo de Cristo», debe ser entendida en el marco de las dimensiones aludidas. El cuerpo de Cristo es todo aquello que Cristo manifestó ser para el hombre y el mundo. Si consideramos a la Iglesia como el cuerpo de Cristo es porque pensamos que tenemos en ella su presencia salvadora; porque creemos que ella continúa ofreciendo al hombre de todos los tiempos el acontecimiento salvífico con su eficacia liberadora; porque estamos convencidos de que ella tiene y cumple una esencial tarea reconciliadora a todos los niveles y con múltiples recursos; porque, en su irrenunciable tarea evangelizadora, entra el colocar al hombre, en cualquiera de las fases en que su existencia se encuentre, por encima de toda ley reguladora y por encima de cualquier tipo de conveniencias sociopolíticas; porque, desde la finalidad claramente encomendada por su fundador, es sembradora de esperanza en el callejón sin salida de la existencia humana; porque, como continuadora de quien se autopresentó como la «luz del mundo», ella tiene por misión proyectar luz vivificadora sobre la pantalla negra en que se sumerge nuestra vida en su etapa final. La Iglesia es el cuerpo de Cristo, Cristo mismo a lo largo de todos los tiempos y en las más diversas geografías, sin limitación alguna impuesta por fronteras excluyentes de cualquier tipo. Y este espacio abierto por Dios en un tiempo ya lejano continúa siendo eficaz a través de los tiempos gracias a la acción incesante del Espíritu. Es el Paráclito, el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios o el Espíritu de Cristo -términos o expresiones que indican la misma

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2.1.4.- LA IGLESIA: PUEBLO DE DIOS Y CUERPO DE CRISTO realidad- quien únicamente puede descubrirnos esta dimensión abierta, que es una dimensión salvífica o salvadora, que continúa en oferta permanente para el hombre de todos los tiempos. La Iglesia se identifica con Cristo, es el cuerpo de Cristo, ya que ella es dicha dimensión o espacio abierto e ilimitado puesto a disposición de todo hombre; es el Cristo continuado y presente gracias a la acción operante del Espíritu.

2 Iglesia, Pueblo de Dios Según los datos que nos proporciona el NT, las primeras comunidades cristianas se sentían íntimamente ligadas a la historia del pueblo de Israel. La comunidad de los primeros discípulos de Jesús se siente plenamente inserta en esta historia. Desde un principio aparece íntimamente ligado a la vida del pueblo judío. Pero poco a poco, con la experiencia personal de Cristo resucitado, va descubriendo que su vida tiene un sentido nuevo. Y llega al convencimiento de que en la muerte y la resurrección de Jesús se ha realizado el acontecimiento decisivo de la salvación en el que se habían cumplido las profecías del Antiguo Testamento. La comunidad cristiana tiene conciencia de ser el pueblo de «la nueva alianza». Jesús, con su muerte en la cruz, es el mediador de una alianza nueva. La del Sinaí fue sellada con la sangre de animales (Ex 24,8). La del Calvario fue sellada con la sangre de Cristo, cuyo sacrificio realiza la unión definitiva entre Dios y los hombres. La palabra «Iglesia» designa en el AT la asamblea del pueblo convocado por Dios. En el NT se pone en labios del mismo Jesús para designar el nuevo pueblo de Dios reunido por él. Los discípulos de Jesús siguen utilizando el nombre de «Iglesia» para designar a las comunidades cristianas, tanto a las comunidades locales como a la comunidad universal. Y para expresar su origen y pertenencia, con frecuencia se especifica: «la Iglesia de Dios», «la Iglesia de Cristo». El Concilio Vaticano II recoge muy bien este significado y sentido de Iglesia, en continuidad y en novedad con el Antiguo Testamento (LG, 9). Y a continuación el mismo Concilio nos ofrece una bellísima definición de la Iglesia como pueblo de Dios: «Es la comunidad de los creyentes que ven en Jesús al autor de la salvación y el principio de la unidad y de la paz». Este «pueblo mesiánico tiene por cabeza a Cristo..., su condición es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios... Tiene por ley el nuevo mandamiento de amar como él mismo nos amó. Y tiene como fin el dilatar más y más el reino de Dios, incoado por el mismo Dios en la tierra, hasta que, al final de los tiempos, él mismo también lo consume, cuando se manifieste Cristo, vida nuestra» (LG, 9). La Iglesia como pueblo de Dios tiene una serie de valores: - Valor teológico - Hay que destacar, en primer lugar, su relación con Dios. La Iglesia es, ante todo, el pueblo de Dios. Dios es su origen, su sostén, su fin. Sin esta relación vertical con Dios, la Iglesia no tiene sentido. La Iglesia procede de la iniciativa de Dios, de su elección. Es obra de su sabiduría y de su amor. Es un regalo, un don. Y como esta elección de Dios se ha realizado en su Hijo Jesucristo, el nuevo pueblo de Dios es la Iglesia de Jesucristo. - Valor antropológico - Pero la Iglesia como pueblo de Dios encierra también una referencia al hombre. Es Dios el que elige y llama, pero es el hombre el que ha de dar respuesta. No hay Iglesia sin la llamada de Dios, pero tampoco hay Iglesia sin la respuesta del hombre. La Iglesia es pueblo, pero no en un sentido inorgánico de multitud, masa o población, sino en el sentido de una comunidad de hombres, de

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2.1.4.- LA IGLESIA: PUEBLO DE DIOS Y CUERPO DE CRISTO hombres creyentes, de discípulos de Jesús, que han dado su respuesta libre y personal a la llamada de Dios en su Hijo Jesucristo. La Iglesia de Dios, por ser pueblo, es también la Iglesia de los hombres. - Valor histórico - La Iglesia como pueblo de Dios se inserta en la historia de la salvación. Como todo pueblo, la Iglesia tiene un pasado (el pueblo de Israel), un presente (la nueva comunidad de los discípulos de Jesús) y un futuro (un proyecto de comunión para todos los hombres). Por su naturaleza histórica, la Iglesia es un pueblo en marcha. Por su carácter histórico, la Iglesia como pueblo de Dios no puede sustraerse tampoco a la erosión e imperfección de lo terreno, a la transitoriedad de lo temporal, ni a la debilidad humana, ni al pecado. Es, a la vez, santa y pecadora y necesita de conversión y de perdón (cf. LG, 8). La Iglesia, en cada momento histórico, está llamada a ser fermento de la sociedad, dando sentido a todos los acontecimientos de la vida humana y ofreciendo, desde la fe, respuestas a los problemas, inquietudes y aspiraciones concretas de los hombres. De acuerdo con LG capítulos 2 y 3, el misterio de la Iglesia es el misterio del pueblo congregado por Dios, de la comunión entre todos los miembros de ese pueblo donde ya no hay judío o griego, ni señor o esclavo, ni varón o mujer. Ese pueblo necesitará unos servicios, los pastores, que existen para eso: para que viva el pueblo de Dios. Si la Iglesia somos todos, de la Iglesia somos responsables TODOS en algún sentido. Igual que (en otro sentido y por otras razones) todos los ciudadanos tienen alguna responsabilidad en la marcha de su país. Todos y no sólo el gobierno o el parlamento, aunque éstos tengan en un momento dado mayor responsabilidad. Es evidente que en todo cuerpo social ha de haber unos servicios que asuman de manera más intensa y con más dedicación la responsabilidad por el cuerpo. Así lo piden las leyes de la convivencia humana que Dios respeta. Pero el hecho de que existan esos servicios no dispensa a los fieles de la responsabilidad que impone el simple hecho de ser creyentes en el Dios de Jesucristo. Responsabilidad para lo bueno y para lo malo, para la edificación del pueblo, y para que no vivamos nuestra fe como nuestra causa particular.

Pautas para la reflexión - ¿Qué es para nosotros la Iglesia? ¿Nos sentimos Iglesia, miembros vivos de ella? ¿Nos sentimos corresponsables de la vida y de la misión de la Iglesia? - ¿Qué exige la fidelidad al Papa y a su Magisterio? - ¿Nos interesamos por la vida de nuestra diócesis? ¿Conocemos las directivas pastorales de nuestro Obispo y nos esforzamos por seguirlas? - ¿Queremos crecer en la unidad? ¿Tratamos de saber cuántos y cuáles grupos, asociaciones y movimientos existen en nuestra diócesis y cuál es su identidad espiritual y apostólica? - ¿Está difundida, en nuestro ambiente, la convicción de que la Iglesia es cosa de sacerdotes? ¿Cómo podemos ayudar a corregir esta convicción, si existe? - ¿Qué nivel de comunión del Pueblo de Dios existe en nuestra comunidad parroquial? ¿Qué se puede proponer para hacer crecer esta comunión?

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2.1.4.- LA IGLESIA: PUEBLO DE DIOS Y CUERPO DE CRISTO

PARA DOCUMENTARSE – OTROS RECURSOS Materiales - Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, nn.7; 40. - Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, nn. Proemio, 1-4, 11, 21, 23, 40-45, 76, 91. - Concilio Vaticano II, Apostolicam Actuositatem, nn.2-3. - Juan Pablo II, Christifideles Laici, nn.16; 19. - Catecismo de la Iglesia Católica, nn.770-776; 781-795. - A.C.S., Comentario Oficial del R.V.A., pág.301 (27.4). - Aguinaldo 2005, Don Pascual Chávez SDB, Rector Mayor.

Bibliografía - Esta es Nuestra Fe. Teología para Universitarios, Luis González-Carvajal, Sal Terrae (Pastoral 24), Santander 212010. - La Iglesia, misterio, comunión y misión, Antonio María Calero, CCS (Claves Cristianas), Madrid 2001. - Somos Iglesia, Antonio María Calero, CCS (Claves Cristianas minor), Madrid 22002. - La Liturgia de la Iglesia, Julián López, BAC (Manuales Sapientia Fidei 6), Madrid 32002.

Documentos La Tradición no es Inmovilismo “La Tradición nunca es mera nostalgia de las cosas o formas pasadas, o añoranza de privilegios perdidos, sino la memoria viva de las esposa conservada eternamente joven por el amor que habita en ella (...) Cuando los usos y las costumbres propios de cada Iglesia se entienden meramente como puro inmovilismo, la Tradición corre el peligro de perder su carácter de realidad viva que crece y se desarrolla, y garantizada precisamente por el Espíritu para que hable a los hombres de todo tiempo” (Juan Pablo II, Orientale lumen, 1995, n. 8)

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2.1.4.- LA IGLESIA: PUEBLO DE DIOS Y CUERPO DE CRISTO

Creo en la Iglesia Me vais a permitir que concluya con mi profesión de fe en la Iglesia como pueblo de Dios: que os quisiera transmitir con el calor y el gozo de un verdadero creyente: 1. Creo que la Iglesia tiene su origen en la voluntad amorosa de Dios, que ha querido salvar a los hombres no aisladamente, sino constituyendo un pueblo. 2. Creo que la Iglesia es la realización histórica de ese designio eterno de Dios en su Hijo Jesucristo, en quien todos los hombres están llamados a encontrar su unidad. 3. Creo que la Iglesia es la comunidad de discípulos de Jesús que forman el pueblo de la nueva alianza. 4. Creo que dentro del pueblo de Dios todos los miembros participamos de la misma dignidad de hijos de Dios y sobre todos descansa una común responsabilidad, que nos hace solidarios. 5. Creo que la Iglesia de Cristo está al servicio del reino de Dios, cuyo germen representa en medio del mundo. 6. Creo que la Iglesia de Cristo está llamada a ser fermento de la historia humana y signo de salvación y de esperanza para todos los hombres. 7. Creo que la Iglesia está presente en cada una de las comunidades cristianas reunidas en torno a sus obispos, sucesores de los apóstoles, y que estas comunidades cristianas están integradas en la única Iglesia de Cristo, reunida en torno al Papa, sucesor de Pedro y representante de Cristo en la tierra, signo visible de la verdad y vínculo de unidad. 8. Creo que la Iglesia de Cristo en León está llamada a revitalizar su fe, fortalecer su esperanza y edificarse más profundamente en la caridad y, superando toda tentación de división, indiferencia y particularismo, ser un testimonio de unidad y de eficacia pastoral. 9. Creo que nuestra pertenencia a la Iglesia nos exige una sincera y constante actitud de conversión, personal y comunitaria, para purificar nuestro corazón de todo egoísmo, liberar nuestra vida de toda esclavitud y, con la libertad de los hijos de Dios, vivir la dimensión misionera de nuestra fe, con un talante de generosidad, servicio y alegría. 10. Creo que la Iglesia de Jesucristo es, a la vez, divina y humana, terrena y celestial, santa y pecadora, necesitada de purificación y de perdón; que «va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios hasta manifestarse en todo su esplendor, al final de los tiempos» (LG, 8). P. Domínguez

Carta a Diogneto, siglo II «Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra, ni por su lengua, ni por sus costumbres. Porque ni habitan ciudades exclusivamente suyas, ni hablan una lengua extraña, ni llevan un género de vida aparte de los demás..., sino que, habitando ciudades griegas y bárbaras, según la suerte que a cada uno le cupo, y adaptándose en vestido, comida y demás género de vida a los usos y costumbres de cada país, dan muestras de un tenor de peculiar conducta, admirable y, por confesión de todos, sorprendente. Habitan sus propias patrias, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos y todo lo soportan como extranjeros; toda tierra extraña es para ellos patria, y toda patria, tierra extraña. Se casan como todos, como todos engendran hijos, pero no abandonan a los que nacen. Ponen mesa común, pero no lecho. Están en la

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2.1.4.- LA IGLESIA: PUEBLO DE DIOS Y CUERPO DE CRISTO carne, pero no viven según la carne. Pasan el tiempo en la tierra, pero tienen su ciudadanía en el cielo. Obedecen a las leyes establecidas; pero con su vida sobrepasan las leyes. A todos aman y por todos son perseguidos. Se los desconoce y se los condena. Se los mata y en ello se les da la vida. Son pobres y enriquecen a muchos. Carecen de todo y abundan en todo. Son deshonrados y en las mismas deshonras son glorificados. Se los maldice y se los declara justos. Los vituperan y ellos bendicen. Se los injuria y ellos dan honra. Hacen bien y se los castiga como malhechores; castigados de muerte, se alegran como si se les diera la vida. Por los judíos se los combate como a extranjeros; por los griegos son perseguidos y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben decir el motivo de su odio».

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