La importancia de la acogida en la Jornada Mundial de la Juventud

La importancia de la acogida en la Jornada Mundial de la Juventud Durante los días del 16 al 21 de Agosto de 2011, Madrid será testigo de la Jornada M

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La importancia de la acogida en la Jornada Mundial de la Juventud Durante los días del 16 al 21 de Agosto de 2011, Madrid será testigo de la Jornada Mundial de la Juventud, un encuentro en el que Benedicto XVI se reunirá con jóvenes de todo el mundo para celebrar la presencia viva de Jesucristo de Nazaret en nuestras vidas y nuestro compromiso con su Buena Noticia. Los días previos a este encuentro, del 11 al 15 de Agosto, Zaragoza, junto a otras diócesis, recibirá a jóvenes venidos de todo el mundo deseosos de conocer otras culturas y celebrar la fe que a todos nos une. Durante ese tiempo, estos jovenes participarán en diferentes actividades, de modo que puedan orar y convivir con nosotros, así como conocer la realidad de la Iglesia local, nuestra cultura, monumentos y proyectos solidarios. Este evento lanza un gran reto a nuestra capacidad de acogida y, para hacerlo posible, tenemos que abrir las puertas de nuestras casas y de otros espacios de mayores dimensiones, como colegios, parroquias, polideportivos, etc. Será, sin duda, una enriquecedora experiencia para todos. Los jóvenes que lleguen podrán experimentar desde dentro nuestro modo de vivir y aprenderán muchos valores al percibir la capacidad de apertura y de compartir. Los jóvenes de nuestras parroquias o grupos ampliarán su horizonte y podrán comprobar que el mensaje de Jesús continúa vivo y dando sentido a la vida de otros que, en diversos países, también buscan el agua que colma de verdad la sed. Y nosotros mismos, al abrir nuestra casa y regalar nuestro tiempo al otro, comprobaremos que, realmente, “dando es como se recibe”. En definitiva, se trata de “hacer carne” el rostro acogedor del Dios de Jesús, que es el Dios verdadero y de hacer posible que los jóvenes tengan experiencia del Evangelio vivo a través de nuestra acogida; el simple hecho de que participen de nuestra vida cotidiana les conducirá, sin duda, a descubrir las huellas de Dios en nuestro mundo. 3

La acogida: una actitud de los que creemos en Jesús Las páginas de los evangelios están plagadas de escenas en las que nos encontramos a Jesús entrando en casas de diferentes personas. No desempeñó su ministerio únicamente por los caminos de Galilea, sino también participando de la vida cotidiana de la gente que habitaba en los pueblos y aldeas: pasaba los umbrales de las puertas y hacía del hogar un lugar en el que curar (Mc 2,1-12), enseñar (Lc 14,7-11) y, por supuesto, compartir la mesa (Lc 14,1). Jesús, como todo judío de su época, conocía muy bien su tradición religiosa y tendría presentes en su mente y en su corazón las imágenes bíblicas que hablan de Dios como quien ofrece un gran banquete para celebrar la liberación y la plenitud de vida, no sólo de Israel, sino de toda la humanidad (“Preparará el Señor del universo para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera, de manjares exquisitos, de vinos refinados”, Is 25,6). Entrar en las casas y sentarse a la mesa con personas de muy diferente condición era para Él una manera de mostrar que el Dios de la salvación se hacía presente entre ellos; un Dios que acoge incondicionalmente y al que se experimenta en ese gesto, sencillo y cotidiano y, al mismo tiempo, enormemente significativo, de invitar a alguien a comer en nuestra casa. Para los fariseos, sin embargo, la costumbre de Jesús de sentarse a la mesa de los pecadores era un gran motivo de escándalo (Mc 2,16). No podían tolerar la imagen de un Dios que rompe todas las fronteras que nosotros levantamos y que incluye a todos, sin distinción, en la vida plena del Reino. Y, a pesar del conflicto que implicaba, Jesús trató una y otra vez, con sus palabras y con sus gestos, de mostrar el rostro misericordioso de Dios. Así lo vemos en la parábola del padre que abre las puertas al hijo arrepentido y celebra una gran fiesta (Lc 15,11-32) o en el hermoso gesto de autoinvitarse a la casa de Zaqueo (Lc 19,1-10). 4

No es extraño que los discípulos se encontraran con Jesús Resucitado, tal y como lo relata el pasaje de Emaús, al decirle a un desconocido del camino “Quédate con nosotros, porque es tarde y está anocheciendo” (Lc 24,29). El Dios vivo se hace presente cuando abrimos nuestras puertas, acogemos al otro como hermano y le invitamos a compartir nuestra vida, lo que somos y tenemos. La celebración central de los que creemos en Jesucristo no puede ser otra cosa que la Eucaristía, una acción de gracias en forma de cena, de mesa abierta y compartida en la que hacemos fiesta por el amor de un Dios que nos quiere a todos por igual y sueña una vida plena para cada una de sus criaturas.

Para leer el evangelio...

Nos acercamos al texto Después se apareció de nuevo Jesús a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se apareció así: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Mellizo), Natanael de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos. Les dice Simón Pedro: -Voy a pescar. Le responden: -Vamos contigo. Salieron, pues, y montaron en la barca; pero aquella noche no pescaron nada. Ya de mañana estaba Jesús en la playa; pero los discípulos no reconocieron que era Jesús. Les dice Jesús: -Muchachos, ¿tenéis algo de comer? Contestaron: -No. Les dijo: Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. La echaron y no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo predilecto de Jesús dice a Pedro: -Es el Señor. Al oír Pedro que era el Señor, se ciñó un blusón, pues no llevaba otra cosa, y se tiró al agua. Los demás discípulos se acercaron en el bote, arrastrando la red con los peces pues no estaban lejos de la orilla, apenas doscientos codos. Cuando saltaron a tierra, ven unas brasas preparadas y encima pescado y pan. Les dice Jesús: -Traed algo de lo que habéis pescado ahora. Salió Pedro arrastrando a tierra la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aunque eran tantos, no se rasgó la red. Les dice Jesús: -Venid a almorzar. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor. Llega Jesús, toma pan y se lo reparte y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera aparición de Jesús, ya resucitado, a sus discípulos. (Jn 21,1-14) 5

Tras la muerte de Jesús, los discípulos han regresado a su vida anterior y a sus quehaceres cotidianos. Esos “amigos de la primera hora” están viviendo un momento difícil porque las expectativas que tenían sobre su Maestro se han venido abajo; necesitan poner un poco de orden y de seguridad en sus vidas. Sin embargo, no afrontan este momento por separado, sino unidos; y Jesús se les hace presente en esta experiencia de vivir juntos el fracaso en un lugar que, sin duda, recordaba a todos aquellos primeros pasos dados por las tierras galileas: el lago de Tiberíades. Este precioso pasaje del evangelio de Juan nos invita a que lo escuchemos de un modo parecido al de sus primeros oyentes: hombres y mujeres creyentes del siglo primero, que trataban de dar sentido a su vida desde su experiencia personal de Jesucristo y se entregaban de lleno a la tarea de darlo a conocer allí donde se encontraban. Al hacer memoria de lo vivido por aquellos discípulos tras la Pascua recibirían, sin duda, esperanza y coraje así como luz para ser capaces de descubrir dónde se encontraba el Resucitado. En el pasaje Jesús no es indiferente al desaliento que experimentan los suyos cuando su misión no produce fruto. Con su pregunta (“¿tenéis algo de comer?”) pretende que den nombre a lo que viven y reconozcan que sin Él no pueden hacer nada. Su propuesta (“echad la red a la derecha de la barca”) requiere una buena dosis de confianza, gracias a la cual los discípulos, de un modo totalmente inimaginable, pescan una enorme cantidad de peces. El contraste es absoluto: solos y durante la noche, el mejor momento para la pesca en el mar de Tiberíades, no consiguen nada; con Jesús y durante el día, obtienen mucho más de lo que hubiesen pensado jamás. Aquellos primeros creyentes necesitaban reconocer la presencia del Señor resucitado junto a ellos para que su misión diera fruto; también nosotros hoy. En los peces que, pese a su gran magnitud, no llegan a romper la red, podemos ver la universalidad, a los miembros de muy diferente procedencia que paulatinamente van formando parte de la comunidad cristiana. Las dificultades que conlleva la diversidad no quebrantan la fraternidad cuando tenemos ojos para reconocer a Jesús vivo entre nosotros. Y quizá sea este reconocimiento el que hace próspera la misión. 6

Al descubrir que Dios camina con nosotros cuando nos empeñamos en tareas por el Reino, entonces no nos preocupa ya tanto la eficacia cuanto la autenticidad. La impulsividad de Pedro nos muestra el gran deseo que tiene de encontrarse con Jesús: se lanza al agua, incapaz de esperar a que la barca llegue a tierra. En la orilla les esperan unas brasas, la comida preparada y una invitación a compartir la mesa. Es el segundo signo que conduce a los discípulos a reconocer al Señor Jesús. Las experiencias importantes difícilmente se borran de nuestra memoria porque dejan una huella profunda en el corazón. ¿Cómo olvidar el empeño de Jesús por enseñarles y hacerles experimentar que la mesa abierta y compartida es signo de la presencia del Reino de Dios, de plenitud, liberación y fraternidad?

Reflexionamos personalmente o en grupo 1. Piensa en los distintos personajes que aparecen en el relato, en sus experiencias y actitudes: ¿con cuál me identifico más? ¿Por qué? 2. ¿En qué situaciones de mi vida o de mi misión experimento el sinsentido o la frustración? ¿Vivo esto solo o sabiéndome parte de una comunidad de hermanos y hermanas con quienes comparto la fe? 3. ¿En qué situaciones descubro la presencia del Señor Resucitado en la vida y misión de mi comunidad? 4. Jesús acogió a todas las personas que se acercaron a Él; después, sus discípulos hicieron lo mismo. Tu fe te une a miles de personas de todo el mundo. ¿Estás dispuesto a acoger en tu casa a jóvenes que comparten tu misma fe? 7

Para nuestra reflexión Generalmente, todos tendemos a acostumbrarnos a “lo de siempre” y de vez en cuando necesitamos arriesgarnos y abrirnos a las nuevas posibilidades que la vida nos ofrece. Cuando lo hacemos, nos enriquecemos enormemente y agradecemos haber superado nuestras pequeñas rutinas y comodidades, porque nos ha permitido ensanchar nuestro horizonte y descubrir nuevos valores y nuevos rostros. El pequeño relato que aparece a continuación nos ayudará a descubrir que, cuando nos limitamos a hacer lo que habitualmente hacemos, nos perdemos todo un mundo que nos espera un poco más allá. En un pozo profundo vivía un grupo de ranas, que vivían en paz en medio de sus costumbres. Su única preocupación era guardarse del pozal que, de vez en cuando, alguien echaba desde arriba para sacar agua. En cuanto oían la polea, saltaba la voz de alarma y se arrinconaban temerosas en la pared hasta que el pozal era levantado de nuevo. Una de las ranas comenzó a pensar que el pozal podría ser una oportunidad y no un peligro. Se sentía atraída por lo que se imaginaba había fuera y comenzaron a crecer en ella el deseo y la decisión de conocer aquello. Pero, al comunicar sus intenciones al resto de las ranas, éstas se llevaron las manos a la cabeza: “Jamás una de nosotras ha hecho algo así. La vida nos va bien y podemos ser felices tal y como estamos. ¿Para qué arriesgarse a algo nuevo?”. La rana esperó con paciencia el momento en el que bajara el pozal. Se colocó estratégicamente y, dando un gran salto, subió en él ante el asombro del resto de su grupo. El consejo de ranas ancianas prohibió que se hablara de ella para salvaguardar la seguridad de las demás. Al cabo de un tiempo, la intrépida rana se asomó al brocal del pozo y llamó a sus compañeras, que se aglutinaron, entre curiosas y atemorizadas. “Oídme” –les dijo. “Aquí arriba la vida es maravillosa. Hay agua limpia que se mueve, alimentos exquisitos y muchísimas más ranas con las que compartir la vida. Hay sitio para todas. Es asombroso”. Abajo se montó un gran revuelo, pero las autoridades intervinieron enseguida para restablecer la normalidad. Y, al día siguiente, cuando una niña fue a sacar agua, se quedó atónita al ver que el pozal estaba lleno de ranas…

La intrépida rana se arriesgó a asomarse a un mundo que estaba más allá del que ella vivía habitualmente. Esta invitación se asemeja, en cierto modo, a la llamada que nos hace la JMJ a vivir este maravilloso encuentro en Madrid y a acoger y ofrecer nuestra casa a los jóvenes de diferentes paises, abriendonos a la riqueza de su vida y de su fe. 8

La experiencia de acoger y ser acogido

Una comunidad que acoge En mi comunidad de Hnas. Terciarias Capuchinas acogimos a un grupo de jóvenes que participaron en el año 2005 en la JMJ de Colonia. Comenzamos a preparar el encuentro con mucha ilusión. Nuestra casa es pequeña pero al contar a nuestros vecinos lo que iba a suceder, se contagiaron de nuestro entusiasmo. Nos ayudaron con sus ideas e incluso cortaron el alambre que separaba unas casas de otras para facilitar el acceso (por cierto, desde entonces convivimos sin ese alambre, ya que no lo hemos vuelto a poner). Entre todos logramos acoger a 165 jóvenes de España, Polonia y Méjico. En nuestra propia casa cabían de repente 20 personas más. Los jóvenes estaban en todos los rincones y, a pesar de la estrechez, no nos faltaban motivos para reír ni a nosotras fuerza para atenderles. Logramos que nos cedieran un polideportivo y una parte de una residencia de ancianos que hay en nuestro barrio. Recordamos con mucho cariño una noche en que hicimos una paella en nuestro jardín; tuvimos que comerla bajo la lluvia, pero esto no rebajó el ánimo ni la alegría. Aprendimos que compartiendo se gana. El Señor nos visitó en estos jóvenes y nos mostró la frescura de la fe y de la vida. Ursula (Colonia, Alemania)

Jóvenes que experimentan la acogida Han pasado cinco años, pero una experiencia como ésa no se olvida fácilmente. Agosto de 2005. Un grupo de jóvenes (y de otros no tan jóvenes) salimos con destino a Colonia para unirnos con jóvenes de otros muchos países del mundo para celebrar y compartir la Jornada Mundial de la Juventud. Éramos jóvenes procedentes de las distintas diócesis aragonesas, que habíamos respondido a la llamada de las delegaciones de Pastoral Juvenil, para vivir nuestras vacaciones de un modo muy distinto. El viaje fue largo; dormir en el autobús, incómodo; pero todo se compensaba con las grandes expectativas que teníamos. El segundo día de viaje llegamos a nuestro destino: un pueblecito cercano a Bonn llamado Duisdorf. Nuestro alojamiento era muy sencillo: las aulas de un colegio de educación especial. Nos recibieron en la parroquia del pueblo, donde celebramos una oración. Allí no sólo estábamos jóvenes de Aragón, sino gente de otros muchos países que estaban acogidos en instalaciones de la zona o en familias que habían abierto sus casas. Un j o v e n m a drileño que estaba acogido 9

en una familia desde hacía cinco días nos contó la hermosa experiencia que estaba viviendo. Los voluntarios de la parroquia nos ayudaban en todo momento, nos proporcionaban la información que necesitábamos y repartían la comida. Siempre estaban disponibles para lo que se requiriera de ellos. Durante aquellos días de convivencia no había lugar para el aburrimiento: catequesis, encuentros, visitas, oraciones… Las horas pasaban muy rápidamente. Fue una experiencia inolvidable que recomiendo a cualquier joven. Hay que vivirlo para hacerte a la idea de lo que allí se vive. Ahora nos toca a nosotros organizar la Jornada Mundial de la Juventud en España. Es el momento de asumir “la otra parte”: la que organiza y acoge. Tenemos que ser capaces de compartir nuestro amor y nuestra fe con todas aquellas personas que vengan. Cada uno puede aportar su granito de arena: unos, acogiendo en nuestra casa, en nuestro colegio, en nuestra parroquia; otros, preparando una oración en nuestra parroquia, acompañándolos a una visita en nuestra ciudad, sirviendo el desayuno… Son muchas las cosas que se pueden hacer, y, si de verdad quieres participar, ésa es la mejor manera de hacerlo. Elisa (Zaragoza)

Y yo, ¿qué puedo hacer? - Si te animas a acoger peregrinos en tu hogar, no es necesario que dispongas de muchas comodidades. Los jóvenes traerán sacos de dormir y se adaptarán al lugar que podamos ofrecerles. Sólo tienes que rellenar el formulario “Ficha de acogida familias JMJ” que encontrarás en tu parroquia o en nuestra página web. - Si dispones de un espacio grande como locales parroquiales, colegios, polideportivos, etc… sólo tienes que rellenar el formulario “Ficha de acogida grandes grupos JMJ” que encontrarás en tu parroquia o en nuestra página web. - Si perteneces a una parroquia y quieres participar, te animamos a crear grupos de voluntarios por parroquias o zonas de cara a preparar la acogida y organizar celebraciones, visitas culturales u otras actividades. Descarga de inscripciones: www.pjzaragoza.org Entrega o envío de los formularios: - Tu parroquia - Email: [email protected] - Despacho de Pastoral Juvenil (Casa de la Iglesia, Pl. de la Seo, nº 6, 2ª planta, despacho 215) 10

¿Qué debo saber? u La organización nos pide que la acogida sea de dos jóvenes como mínimo. u Los jóvenes menores de edad vendrán acompañados de personas que se responsabilicen de ellos. Por esta razón, los acogidos en familias siempre serán mayores de 18 años. u En cuanto a la manutención, en la medida de lo posible, cada familia se hara cargo del desayuno de cada día de los peregrinos acogidos. La organización proveerá de un servicio de catering (comidas y cenas) en distintos puntos de distribución. u Para los grupos que estén alojados en grandes espacios, se invita a las parroquias y comunidades a que faciliten el desayuno. La organización proveerá de un servicio de catering (comidas y cenas) en distintos puntos de distribución. u Tanto la acogida como las actividades de los jóvenes se llevarán a cabo en coordinación con la parroquia y otras instituciones eclesiales (grupos-colegios-movimientos). Éstas se responsabilizarán de todo lo que se lleve a cabo y se asegurarán de que todo se organice adecuadamente. u Todos los jóvenes acogidos están cubiertos por un seguro de responsabilidad civil. u Se organizarán reuniones informativas con el fin de resolver dudas y detallar los aspectos que hay que tener en cuenta para la acogida.

Programa para los DED Día 11

Día 12

Día 13

Acogida de los peregrinos

Actividades por zonas

Actividades por zonas

Programa cultural

Eucaristía de envío

Saludo y celebración de bienvenida

Actividades culturales

Feria de solidaridad “Compartiendo”

Salida hacia Madrid

Actividades culturales Vigilia de oración en la Basílica de El Pilar (I). Noche de Arte y Oración (NAO)

Vigilia de oración en la Basílica de El Pilar (II). Noche de Arte y Oración (NAO)

Día 14

Día 15

Día 16 Salida hacia Madrid

Concierto– Festival de la Juventud

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Queridos jóvenes, la Iglesia cuenta con vosotros. Necesita vuestra fe viva, vuestra caridad creativa y el dinamismo de vuestra esperanza. Vuestra presencia renueva la Iglesia, la rejuvenece y le da un nuevo impulso. Por ello, las Jornadas Mundiales de la Juventud son una gracia no sólo para vosotros, sino para todo el Pueblo de Dios. La Iglesia en España se está preparando intensamente para acogeros y vivir la experiencia gozosa de la fe. Agradezco a las diócesis, las parroquias, los santuarios, las comunidades religiosas, las asociaciones y los movimientos eclesiales, que están trabajando con generosidad en la preparación de este evento. El Señor no dejará de bendecirles. Que la Virgen María acompañe este camino de preparación. Benedicto XVI

Mensaje para la JMJ Madrid 2011

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