LA LEYENDA DE LLACANORA NOTA IMPRESCINDIBLE: PERSONAJES PARA TODOS LOS ACTOS:

La Leyenda de LLacanora P. Enrique Mangana López, C. M. Salamanca, 1958 Chiclayo, 1965 Fotos tomadas de la Red (fotopaises.com) NOTA IMPRESCINDIBLE:

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La Leyenda de LLacanora P. Enrique Mangana López, C. M. Salamanca, 1958 Chiclayo, 1965

Fotos tomadas de la Red (fotopaises.com)

NOTA IMPRESCINDIBLE: Llacanora está en el Departamento y Provincia de Cajamarca, en la carretera que une los Baños del Inca con LLacanora, a unos 13Km de ciudad capital.Un pintoresco pueblo, con una hermosa campiña y un par de cascadas en la misma quebrada.

LA LEYENDA DE LLACANORA PERSONAJES PARA TODOS LOS ACTOS: Un Narrador San Gabriel, turista analfabeto Carlitos Mañuco Un Orador, un declamador, Fray Martín, un Viejecito Chocho. Una Emisora. Un Misionero. Un Profesor. Una Hermana de la Caridad y Dos Grupos de niños

1. PORTICO Narrador.- Hace 1965 años vivían en Llacanora de Cajamarca unos pastorcillos limpios de corazón y llenos del temor de Dios. Todas las mañanas se apresuraban a llevar al monte sus rebaños para que disfrutaran de los mejores pastos. En su camino a los montes, cruzaban siempre junto a la Gruta llamada “de los Pastores”. Una pequeña gruta hermoseada por miles de estalactitas que, pese a su belleza incomparable, apenas llamaba la atención de los humildes pastores. Era natural que no llamara su atención. Nadie se acercaba a contemplar aquellas caprichosas formas. El extremadamente hermoso Valle de Llacanora, visitado y admirado ahora por centenares de peregrinos en su camino a la Gruta de los Pastores, yacía entonces oculto en el olvido. Las tareas de los que allí vivían se limitaban al delicioso cultivo de la campiña que se lo daba todo sobreabundantemente: flores de belleza al alma y fruto de alimento al cuerpo. No podían menos de vivir en paz. Y vivían en paz. Y vivieron en paz hasta que un día en que los pastores bajaban con sus rebaños del monte, vieron que, de la Gruta, salía un resplandor misterioso recortado sobre la verdinegra sombra del atardecer. Quedaron sobrecogidos de espanto. Cuando volvieron en sí, se acercaron temblorosos a la Gruta y fueron testigos de una gloriosa escena: una hermosa señora se inclinaba anhelante y cariñosa hacia un pequeño recién nacido; y un caballero, sereno y confiado, trataba de acomodar unas pajas para acostar al niño. Para aquellos humildes pastorcillos de Llacanora, los tres gloriosos personajes no podían ser otros que la Santísima Virgen, San José y el Niño. Y la noticia se fue por todo el Valle como sintonizada por el pensamiento. Y así surgió la LEYENDA, la viejísima LEYENDA de que Llacanora fue la cuna del Dios-Niño. Leyenda que está corroborada por la floreciente devoción que allí se le profesa al Niño Dios. Les invitamos a disfrutar de la gloriosa Leyenda de Llacanora. 2. LA LEYENDA DE LLACANORA Narrador.- La estación Radio-televisora de la Alegría presenta: “Una visita del Arcángel San Gabriel a los lugares del Nacimiento de Cristo, según la Leyenda de Llacanora”. Desde el aeropuerto del Monte Cumbe contempla el Santo Arcángel San Gabriel una magnífica perspectiva. Debajo de sus blancas alas, Cajamarca, con sus casitas trazadas a cordel sobre una extensa pampa de praderíos y acurrucadas a la fresca sombra de los eucaliptos y los capulíes. Hacia la parte oeste, sus angélicos ojos chocan contra las últimas estribaciones andinas coronadas, en el invierno, de inocencia perpetua. Al fondo, el resonante Cajamarca y, más allá, el Corimayo que parte la ciudad en dos y, más allá, las azuladas pampas amigas interminables de la rutilante Cruz del Sur. ¡Cuán distinto está todo de cómo estaba en su primera visita! Baja a la ciudad y lo primero que hace es dirigirse a la casa de la Santísima Virgen para cumplir el encargo que ella le encomendó. Lo peor es

que casi no la encuentra. Venga a subir y bajar, venga a dar vueltas y vueltas hasta que, unos muchachos -todos ellos ojos azules y cabellos largosle preguntan: Carlitos.- ¿Busca usted algún sitio? San Gabriel.- Sí, pequeños. La casa de María. Pues venga usted. Es por aquí. Le acompañamos nosotros. Nosotros somos de aquí. La conocemos muy bien. Narrador.- Y, sin más, entran con el Arcángel que lleva una cara enorme de turista analfabeto, a la histórica ciudad de Cajamarca. Dentro ya, le acosan a preguntas. Carlitos.- ¿Le gusta Cajamarca? San Gabriel.- Sí, pequeño, mucho. Mañuco.- ¿Y la Iglesia de la Asunción? San Gabriel.- Sí, claro. Carlitos.- ¿Y el convento? San Gabriel.- También. Mañuco.- ¿Y la Catedral? San Gabriel.- Sí. Carlitos.- ¿Y la Iglesia de San Francisco? San Gabriel.- Sí. Mañuco.- ¿Y los baños del Inca? San Gabriel.- Sí. Pero no sé qué es eso. Mañuco.- Pues, las fuentes donde se bañaba el Inca. ¡Qué otra cosa podía ser! San Gabriel.- Bueno, pequeños, pero ¿cuándo vamos a llegar a la Casa de María? Carlitos.- Ahorita no más, señor, que está aquisito. Narrador.- Caminan unos pasos más y llegan, casi sin darse cuenta a la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción El Arcángel, perfecto conocedor de su papel de turista analfabeto, simula cierto cansancio, saca su pañuelo de nieve recién nacida y se lo lleva a la frente. Los muchachos se apresuran a decir: Carlitos.- Mire, señor, aquí está la Iglesia de la Asunción. Y allí señalando una vieja casa con la mano-, cuentan que fue lo del Angel. San Gabriel.- ¿Qué es lo que dices que fue? Mañuco.- Lo del Arcángel. (San Gabriel se inclina ligeramente siempre que pronuncian su nombre). ¿No lo sabe? (San Gabriel dice que no con la cabeza). Seguro que no lo sabe! Claro como es usted extranjero... Narrador.- El Arcángel piensa para sus adentros que la cosa empieza a ponerse interesante. Se hace el desentendido y, muerto de curiosidad, le sugiere al pequeño que se lo cuente todo. San Gabriel.- Algo sí se, pequeño; pero no mucho. ¿Cómo dices que fue? Mañuco.- Pues que estando un día aquí rezando la Santísima Virgen, se le apareció el Arcángel San Gabriel y le dijo: “Dios te salve, María. Llena eres de gracia. El Señor es contigo...” San Gabriel.- (Interrumpiéndole al pequeño) ¿Y qué le dijo la Virgen?

Mañuco.- Pues... nada, porque tenía miedo. San Gabriel.- ¿Y qué le dijo el Arcángel? Mañuco.- No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios y concebirás en tu seno y darás a luz un hijo a quien pondrás por nombre: Jesús. San Gabriel.- ¿Y qué le dijo María? Mañuco.- Pues... nada, porque tenía miedo. San Gabriel.- ¿Y qué le dijo el Arcángel? Mañuco.- El Espíritu Santo vendrá sobre tí y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra. San Gabriel.- ¿Y qué le dijo la Virgen? Mañuco.- (Con soltura) He aquí la esclava del Señor”. San Gabriel.- Y dime... tú... ¿entiendes eso? Mañuco.- (Pensativo) Muy bien, muy bien, no señor. Narrador.- San Gabriel se arranca una pluma de sus alas plegadas a manera de gabardina, saca su block de notas y apunta: “Sobresaliente”. Después entrega la pluma a Mañuco (que así se llama uno de los muchachos que lo acompañan) y... sigue su camino. Los dos pequeños se miran como diciendo “qué turista más raro”! San Gabriel.- Y eso, ¿qué es? (les pregunta el turista, quiero decir, el Arcángel). Carlitos.- El Altar de San José. Y aquel -le dice dándose media vuelta y apuntando con la mano- el de San Gabriel. Narrador.- El Arcángel, quiero decir el turista hace inclinación, les mira por encima del ala y se sonríe. Después: “Ah”! dice, y se le ocurre un chiste que hará reír a toda la corte celestial. Se arranca una nueva pluma, toma su block de notas y escribe: “Dentro de poco estamos todos abajo”. “Hala”, les dice a los pequeños, “Id con Dios”. (Ellos, sin duda alguna, preferían seguir con él.) Desde la Iglesia de la Asunción, el Arcángel se dedica a volar y revolar el sosegado y señorial ambiente de Cajamarca pese a que está colgado de los azules Andes a 2,800 metros sobre el nivel del mar. Recorre las plazas, visita las Iglesias, se sube al trono del Inca. Cuando comienza a declinar la tarde se dirige al Convento de los Padres Franciscanos -amigos de pájaros y arcángeles-, a ver si le dan algo. Cuando llega, se encuentra en la Velada. Se pone tras el telón, muy formalito, y escucha: Orador.- ... “En esta ciudad de Cajamarca y en todas las ciudades de la cristiandad, al otro lado del telón de acero y entre las muchedumbres de Londres, Nueva York y París, estallan los altavoces de la alegría. Todos los cristianos triunfan de alegría en esta gloriosa noche en que aparece el invencible Sol”. Narrador.- Hay una prolongada ovación de aplausos. A San Gabriel le gusta mucho la música de fondo y se detiene a escuchar el número siguiente. Es un villancico irónico y conceptista. Declamador. Rey de la noche oscura, flor de la selva: ¿dónde vas, Pastorcillo, con tus ovejas?

Reina en la noche fría Allá en los hondos valles la fría niebla, de tu Presencia, pero, en las almas, reina estremecida el alma la noche eterna. gozosa tiembla. Rey de la noche oscura, Pero si de tu nombre si no hay estrellas, no queda huella, ¿dónde vas, Pastorcillo, ¿dónde vas, Pastorcillo, con tus ovejas? con tus ovejas? En tanto la noche gira Y, acá en las altas cumbres sobre la aldea, de nuestras quejas, el canjilón de la sombra no quedan ya luceros la vida llena. que las enciendan. Si ahora hay más que lobos Si ya no pueden verte en esta tierra, las almas buenas, ¿dónde vas, Pastorcillo, ¿dónde vas, Pastorcillo con tus ovejas? con tus ovejas? Rey de la noche oscura, total estrella, puedes volverte al cielo que, si en la tierra, desesperada y fría, nadie te espera, ¿dónde vas, Pastorcillo, con tus ovejas?

Sobre las almas cae la noche inmensa en que no queda cielo para tu estrella. Si ya no queda un Mesías, si ya no queda,... ¿dónde vas, Pastorcillo, con tus ovejas?

Narrador.- Hay una prolongada ovación de vítores y aplausos al Declamador. Cesan los aplausos y Fray Martín concluye la Velada con unas líneas de agradecimiento y santas pascuas. El Arcángel, emocionado, se dice para sus adentros: “Sencillo pero bonito” y apenas si se da cuenta de lo que dice puesto que allá, en el cielo, la Sencillez y la Hermosura son una misma cosa. Después, ágil y transparente, sale por los cristales de una ventana. La ciudad, inmóvil y fluorescente, cobra un extraño aspecto de aurora boreal. Está saliendo la luna. Fray Martín se dirige a la estación de autobuses. Como en años anteriores quiere celebrar su Misa de Medianoche en la Gruta de Llacanora. El Arcángel abre un pensamiento y lo descubre todo. De un vuelo se pone al lado del fraile. Pliega sus alas a modo de una capucha y entabla conversación. San Gabriel.- ¿Le gustó la Velada, Fray Martín? Fray Martín.- (Fray Martín que va muy recogido contesta sin volver los ojos) Pues claro está que sí. Sobre todo lo del Villancico. San Gabriel.- Pero Fray Martín, ¿cómo es posible que le gusten esos versos “europeos”. En Europa se piensa de “otra manera”. Fray Martín.- Al otro lado del mar piensan igual que nosotros. La hora 25. Vivimos la hora 25. San Gabriel.- (Delicadamente irónico) Por favor, Fray Martín, estamos entre las once y las doce. ¡Todavía no es la hora 25. Fray Martín.- Para nosotros, no. Ni lo será jamás. Pero para muchos hombres, sí. La Humanidad al acercarse a sí misma se va alejando de Dios. No es imposible traerla otra vez a Dios, pero es difícil. Enormemente difícil.

San Gabriel.- El poema decía que ni siquiera un Mesías podría volverla a Dios... Fray Martín.- (Fray Martín contesta siempre sin volver la cabeza para que la luna no le dé en los ojos). El poema, hijo mío, no es más que una pregunta angustiosa. Es una fuerte ironía en contra de los que afirman que ni siquiera un Mesías podría ya salvarnos. El cristianismo no deja de dar sentido a la historia. Cristo es el “Pastorcillo”. Nosotros, los cristianos, somos las ovejas. ¿Qué a dónde va con nosotros? A darle sentido al mundo, a ordenarlo, quiero decir a “salvarlo” para que un día pueda volver al padre con sentido y con orden. Narrador.- La luna cae cada vez más densa. Todo es ya blanco en torno: los árboles, las casas, los caminos y hasta las capuchas de los frailes que apenas si se distinguen. San Gabriel.- Pues, para mí que eso no estuvo bien. Eran unos versos demasiados duros, demasiados agresivos. Yo hubiera preferido algo más sosegado, más peruano, más... “nuestro”. Fray Martín.- ¿Cómo qué cosa, señor? San Gabriel.- Bueno, algo así como:

..Campanitas de la aldea tocad al alba, que está naciendo una Estrella brillante y clara! Que está naciendo y se curva dentro del alma lo mismo que el arco iris dentro del agua. Que está naciendo la Estrella de la esperanza, campanitas de la aldea tocad al alba!

Narrador.- A Fray Martín le sorprende que le reciten eso. Le parece un pensamiento demasiado elevado para un simple mortal cajamarquino. Vuelve la cabeza hacia su interlocutor y... cae de rodillas ante la resplandeciente figura de San Gabriel en cuyas alas la claridad se subleva. Un adorable viejecito que pasa camino del autobús le mira de reojo y piensa que a Fray Martín se le cayó el rosario o algo así y se dice ¡claro! va tan alta la noche y es tan fuerte la brisa... La luna cae gloriosamente sobre las horas. Sale el autobús, repleto de pasajeros, hacia Llacanora. Todo va sobre ruedas. El Arcángel se sienta junto al adorable viejecito que vimos antes y entabla conversación. San Gabriel.- ¿A Llacanora? Viejecito.- Pues sí, señor, a Misa de medianoche. San Gabriel.- ¿Desde tan lejos?

Narrador.- El viejecito asiente con la cabeza. Deja al Arcángel, quiero decir al turista, sin respuesta y prende sus transistor. Sintoniza una emisora norteña. La emisora.- “Radio Chiclayo se complace en presentarles, en esta gloriosa noche, Ronda de Navidad. Un Coro recién nacido canta las alegrías de un Dios recién nacido”. San Gabriel.- Dígame, señor, (le indica San Gabriel un poco desconcertado por la definitiva perfección de lo que acaba de oír), ¿le gustan los villancicos? Viejecito.- ¿Para qué cree Usted que traigo este aparato? Para escucharlos. ¡La Navidad! ¡Canciones de Navidad! ¡Los Villancicos! Usted me entiende, ¿verdad? Los villancicos son la expresión más alta de la alegría cristiana. Narrador.- El Arcángel escucha. Ni siquiera intenta interrumpirle porque se da cuenta de que el viejo ha entrado en su tema. Viejecito.- Bueno, yo creo que usted me entiende (prosigue el Viejecito). Por medio del villancico tenemos a Dios más cerca, más accesible, más nuestro, más cristiano. Nos lo pensamos pequeño, recién nacido, tendido sobre unas pajas, muertecito de frío y le decimos ¡las cosas que le decimos! Le tomamos en brazos, le levantamos en alto, le pegamos tremendos y resonantes besos. Tratamos de arrullarlo, de agasajarlo, de demostrarle que sí, que le queremos mucho. No sé si le interesa lo que estoy diciendo. Pero me entiende ¿verdad? Cuantos más años tengo tanto más me gusta la Navidad. La Navidad tiene una especie de aroma siempre nuevo que le confiere sentido a toda nuestra existencia. Es la fiesta más importante de nuestros pueblos. “Grande y llamativa a quienes pueden hacerlo y recogida e íntima a quienes no tienen más riqueza que la de su corazón”. Hasta los indios “reconcentrados quién sabe en qué visiones de siglos y siglos, en qué escenario de reyes y de ritos perdidos en las tinieblas del pasado, tienen, sin embargo, su época de reír, de mostrar abiertos los rostros, claras las miradas: es cuando les llega el olor de la Navidad, la música del Nacimiento de Cristo. Van de valle en valle, cruzando territorios que sólo pueden hollar las veloces gacelas, las vigorosas llamas y van cantando para sí y para los otros, aquellos villancicos que sus antepasados compusieron”. “Se sienten depositarios de la gigantesca muerte de Cristo, por eso, no pueden menos de celebrar su alegre Natividad.” San Gabriel.- Me siento impresionado, buen hombre, por lo bien que describes las ideas religiosas de estos pueblos. Viejecito.- ¡La experiencia y los años! Usted me entiende ¿verdad? San Gabriel.- Claro que sí le entiendo. Más aún: me produce una vivificante alegría oírle hablar de estas cosas. Y entiendo, también, por qué viaja usted, a estas horas de la noche, a Llacanora. ¡La Misa de Medianoche! Viejecito.- ¡La Misa de Medianoche! Ni una palabra, señor. A eso voy. A la Misa de Aguinaldo que se celebra como todos los años en Llacanora por haber sido el lugar del Nacimiento de Cristo. San Gabriel.- (Delicadamente irónico) ¡No me diga que Llacanora es el lugar del Nacimiento de Cristo! Viejecito.- Claro que lo es, señor. ¿No lo sabía usted? Se ve que usted no es de acá.

Narrador.- El Arcángel realiza a maravilla su papel de turista analfabeto. Y... usted sabe muy bien lo que pasa cuando un viejo se siente “protagonista”... Viejecito.- (Prosigue el Viejo) Se lo contaré. Narrador.- El Arcángel asiente. Un joven, tirando a rocanrolero, le pide al viejo su transistor, con el único propósito de no tener que escuchar su interminable historia. El viejo se lo deja, no sin hacer un esfuerzo sobre humano. Vuelve sus ojos al Arcángel, quiero decir al turista y empieza la narración del Nacimiento de Cristo desde los mismos comienzos como en el Evangelio de San Juan y con todos los detalles como en el Evangelio de San Lucas. La única diferencia radica en la situación del escenario: para Lucas y Juan, la Tierra Santa; para el adorable viejecito, Llacanora y aledaños . Cuando se van acercando a Llacanora, el Arcángel consigue la palabra, no sin haberlo intentado muchas veces antes. San Gabriel.- Y entonces ¿qué sucedió? Viejecito.- Pues que el Ángel San Gabriel se fue. Y que un día en que la Santísima Virgen iba de paseo con San José por estos mismos lugares por donde vamos nosotros... se sintió como si fuera a tener un niño. Entonces San José fue con ella a Llacanora a buscar una posada. La gente era pobre y ni sitio había. Cuando ya se iban, a la salida del pueblo, encontraron una gruta adornada con muchas estalactitas y se metieron allí. Cuando los pastores regresaron del monte vieron que la gruta estaba iluminada. Se acercaron y nada más entrar comprendieron inmediatamente que se trataba del Nacimiento del Niño Dios. Narrador.- Llegados a Llacanora, el rocanrolero le entrega el transistor al viejo, diciéndole a San Gabriel al oído “este viejo es un pelma”. San Gabriel se calla, pero no consiente. Abandona el auto y piensa un momento en “babias” o mejor, “en la luna de Paita”. Se despabila de pronto y se siente profundamente triste. Vuelve su espalda al autobús y se adereza un poquitín las alas. El viejecito todavía no termina de hablar. Viejecito.- La Misa la celebrará Fray Martín. Queda harto tiempo aún. Si gusta, venga a mi casa. Narrador.- El Arcángel dio las gracias al viejecito y emprendió su marcha monte arriba. Pero en vez de quedarse extasiado contemplando el hermoso Valle de Llacanora, bajo la clara luz de la luna, creyó más interesante pegarse una vuelta al mundo para anotar los últimos pensamientos y sentimientos y sufrimientos humanos en la tremenda noche de Navidad. La primera estación es en la ESTEPA RUSA. Nieve y nieve sin fin, un misionero avanza. Musitando una copla hacia la aldea vecina. Paisaje de abedules. ¿Qué dice el misionero? Misionero.Duerme, Corderillo, que la noche es larga y hace mucho frío. Nadie sabrá nunca cómo te has venido del cielo a la tierra tan así, Dios mío, que la noche es larga y hace mucho frío. Todo duerme. Sólo este pobrecillo que te acuna, sueña

con estar contigo y, en la fría noche te habla con cariño: Duérmete en mis brazos, duerme, Niño mío, dentro de mi alma que hace mucho frío. Y calla que aún no es hora de sufrir, Dios mío!

De veras que hace frío y el Arcángel emprende de nuevo el vuelo hacia una región más dulce, más templada, prosigue el Narrador. Junto a los lagos en BERLIN, la vida es dolorosa y fría. Los silbidos del tren taladran el paisaje. Por las calles se escucha “Noche de Paz”. Un profesor, dentro de su hogar habla a sus hijos del hondo sentido del cristianismo: Profesor.- “El cristianismo ha sido lanzado al mundo como simiente. Y así como el grano de trigo atrae a sí la sustancia de lo que lo rodea, la acumula en sí y cumple su desarrollo, así también la misión de cristianismo consiste en recoger las fuerzas de los hombres para purificarlas y elevarlas. La Biblia es siempre actual. Lo mismo que Abirón y Datán se opusieron a Moisés con estas palabras: “No subimos”, así, el mundo se opone al cristianismo. Se apalea al cristiano y se destruye al hombre. Narrador.- La tercera estación está en HUNGRIA. Reina la soledad. Un anchuroso río cruza la vieja selva. Frío, misterio y sombra. Se oye una canción lejana y se adivina una luz. La lluvia pega en los ojos del Arcángel, zarandeado entre los silbos del viento. De pronto, un edificio: la prisión de Kadar. Dentro de la prisión hace frío y tristeza: ciento cincuenta niños condenados a muerte. San Gabriel.- Por qué motivo -les pregunta el Arcángel. Grupo de niños.- Criminales de guerra -parecen responderle. San Gabriel.- ¿Criminales de guerra? Narrador.- El Arcángel se acerca a los pequeños que duermen su interminable insomnio. Pómulos destrozados, orejas desgarradas, uñas arrancadas, llagas, quemaduras... San Gabriel.- A ver, pequeños, ¿por qué motivo os condenaron a muerte? Grupos de Niños.- Que por qué nos condenaron a muerte? Porque en el nombre del Señor juramos nuestra defensa y libertad. San Gabriel.- ¿Y por eso os condenaron a muerte? Grupo de Niños.- “Intentamos detener un furioso rebaño de “elefantes” que venía a pisotear la aldea de la llanura, la doble ciudad del río. Luchamos en la Avenida Soroksari y en la Calle Sandor contra los cañones y las bombas y los tanques rusos. Subimos a la colina de Gellert, inundada de rosas, nos apoderamos de la radio y bajamos por el Danubio llevando un grito de guerra liberadora a todas las ciudades, a las almas, a las aldeas... San Gabriel.- ¿Y os condenaron por eso? Grupo de Niños.- Sí, celeste enviado. Quemamos la estatua del Traidor, como en gesto de gloria para defender la libertad y la patria. Fuimos capturados y sentenciados a muerte en razón de “criminales de guerra”. No tenemos años suficientes de sufrimiento para una ejecución “legal” y estamos esperando la fecha exacta que nos dará la muerte. San Gabriel.- Resulta incomprensible. Allá en el cielo, país de la Justicia Absoluta, no tenemos esta clase de leyes. ¿Quién las ha dictado? Grupo de Niños.- Sería inútil saberlo -parecen responderle. La ley es un pretexto. En Moscú tan sólo cuentan los resultados. San Gabriel.- ¿Y el sentimiento, el derecho, la dignidad? Grupos de Niños.- Palabras desusadas. Entre las garras del Oso no hay esperanza. La vida: fiebre y frío. Luego viene la muerte. ¿Hasta cuándo la muerte? ¿Hasta dónde la muerte? “Morirán, nos dicen a todas horas los verdugos; de todas las maneras, morirán”. Nos pasa lo que en el cuento de

Kafka: “Dos niños que estaban solos en casa, se metieron dentro de un gran cofre. La tapa cayó sobre ellos. No pudieron abrirla y murieron asfixiados”. San Gabriel.- ¿Y la Sociedad Occidental? Grupos de Niños.- (Escuche, San Gabriel, déjeme que yo responda: La Sociedad Occidental sigue defendiendo perros ante la Sede de las Naciones Unidas, en Nueva York, en Londres, en París. Hasta los muertos siente náuseas del espectáculo cobarde de nuestro tiempo. Sí, celeste enviado. Todo es posible aquí bajo la sombra augusta del Cazador. Alce su mirada a nuestro cielo inmunizado contra la esperanza y la piedad, ¿hay alguna estrella? (San Gabriel levanta su mirada), ¿de veras que no hay estrellas? Narrador.- San Gabriel hace como que se encoge de alas, vuelve su mirada hacia los pobres niños y medita un momento. Después se recobra y dice: San Gabriel.- Salve, corona martirial de Hungría! Los ríos de vuestra sangre desembocarán en el río del Paraíso. Formaréis un remolino de fuego y el Señor preguntará: ...Quienes sóis vosotros? Y yo responderé: Los Santos Inocentes del siglo XX, con la sentencia al hombro que es la más angustiosa y refinada forma del martirio moderno: Sentenciar a unos pequeños, injustamente, a muerte y esperar a que las horas cumplan su estatura legal para infligirles la muerte. Murieron en tu nombre, eterno Padre. “Y el Señor os dirá: “Paz a vuestro Diciembre. Tomad y ved, es vuestra herencia”. Grupo de Niños.- Y... ¿mientras tanto? San Gabriel.- Rogad por los dragones de la Unión. La muerte está en Moscú. Narrador.- Fuera de la estancia, viento y lluvia. El archinarrador ante el Altísimo se pone un pasallanuras y emprende su presuroso vuelo a través de la tempestad y la noche. Se vuelve a oír el son de los Baikales. Y, cuando el Arcángel desaparece, una brillante estrella, nunca vista, se eleva por encima de la noche de la prisión. La cuarta estación es en UNO, en DOS, en POPAYAN o en TODOS LOS LUGARES DE TIERRA. Las Hijas de la Caridad enseñan a los pequeños cantares y villancicos: La Hermana....¿qué mensaje traes que, habiendo nacido tan así, pareces todo un hombrecillo...? Narrador.- La hermana se echa a reír pero los pequeños rezan el villancico de carretilla: Grupo de Niños....vuelve tus ojos que, cada vez, Rey mío, son más hermosos! Narrador.- El Arcángel se ríe de buena gana. Saca su block de notas y hace una descripción de la escena para llevársela al cielo. Después emprende el vuelo sin ton ni son. No sabe a dónde ir ni a dónde entrar. Prefiere los lugares de la esperanza. Donde no hay esperanza le resulta difícil respirar.

Abre un pensamiento y mira al cielo: consulta su reloj de pecho y, volando al ciento por uno vuelve a Llacanora. Y mientras vuelve pide al eterno Dios a favor de nuestra pobre tienda de campaña. El Señor hace retroceder la sombra en el reloj de los hombres y, otra vez, empieza a sonreír la humanidad. Se acerca a Llacanora. Fray Martín comienza su Misa de Medianoche. Todo es canción y júbilo y sonrisa. La galería multicolor de las calles de Llacanora tiene una presencia misteriosa. Todas las radios cantan su alta tensión dando la Buena Nueva. Dios ha venido, una vez más, a este mundo. San Gabriel se arrodilla y nos invita a rezar: “Gracias, gracias a Ti, Rey de la Creación, origen de la vida. Luz, danos tu luz. Paz, danos tu paz. Luz y paz para que “la viña destruida vuelva a dar verdor y zumo” Luz y paz para los pasos del misionero, para los hijos del profesor, para el Perú y el mundo. Luz y paz para los hombres de buena voluntad”. Posiblemente cansado, pero satisfecho de tantas cosas buenas, el Ángel desaparece.

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