La mente heroica en Giambattista Vico: entre la fantasía y el ingenio

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La mente heroica en Giambattista Vico: entre la fantasía y el ingenio Rafael Ricardo Rubio Paez Filosofía Pontificia Universidad Javeriana Bogotá [email protected]

Resumen En su Autobiografía, Giambattista Vico nos ofrece una narración escrita de manera retórica acerca de su propia vida; pero ésta no sólo quiere dar cuenta de unas fechas y sucesos biográficos de la vida de nuestro autor, sino que más allá de esto, se nos muestra como un ejercicio de la mente, en donde facultades como la fantasía y el ingenio se ponen en juego para la construcción de una mente heroica. Por lo tanto, el propósito de este escrito será mostrar cómo, en contra del método instaurado por Descartes, que rechaza de plano el estudio de las artes liberales, Vico logra rescatar facultades como las antes mencionadas a través de una crítica poética en donde la poesía será la llave maestra. En este sentido, hacemos una fuerte apuesta por aquello que Vico denominó racionalidad inclusiva, esto es, un ejercicio de la mente que no limita la razón a sí misma, sino que la abre a nuevos horizontes. Palabras claves: Razón, razón poética, Descartes, Vico, mente heroica, fantasía, ingenio

Abstract In his Autobiography, Giambattista Vico offers us a written narration in a rhetorical way about his own life; but this text does not only want to account for biographical dates and events, beyond these, it is showing an mind excesice, where faculties such as fantasy and

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wit come into play for the construction of a heroic mind. Therefore, the purpose of this paper is showing how, against the method established by Descartes, which rejects the study of the liberal arts, Vico manages to rescue faculties such as the previously mentioned ones through a poetic criticism, where poetry will be the master key. In this sense, we make a strong bet to what Vico called an inclusive rationality, that is, an exercise of the mind that does not limit reason itself, but opens up new horizons. Keywords: Reason, poetic reason, Descartes, Vico, heroic mind, fantasy, wit

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En sus Seis propuestas para el próximo milenio, Italo Calvino muestra un interés profundo por los estudios literarios. En cada una de sus conferencias propone un valor para orientar la literatura hacia un nuevo milenio, un milenio del que ya somos parte. La levedad, la rapidez, la exactitud, la visibilidad, la multiplicidad, y una que desafortunadamente no alcanzó a escribir, la consistencia, serían las seis conferencias que el italiano leería en Harvard entre 1985 y 1986 en el marco de la cátedra Chales Eliot Norton Poetry Lectures que se realizaba anualmente desde 1932. Sin embargo, estas conferencias jamás llegaron a ser leídas en Harvard por su autor, puesto que murió precisamente una semana antes de emprender su viaje, el 19 de septiembre de 1985.

De todas maneras, nos ha dejado un tesoro invaluable, pues todo lo que está contenido allí obedece al espíritu de un hombre entregado al mundo de las letras y las imágenes, o si se quiere, al mundo de la fantasía. Pues bien, este es el mundo de Italo Calvino, un escritor con una “fe en el futuro de la literatura [que] consiste en saber que hay cosas que sólo la literatura, con sus medios específicos, puede dar”. (Calvino, 1989, 11) Encontramos, entonces, una especie de “tratado de poética” en el que Calvino, sirviéndose de gran parte de la literatura occidental, desde Lucrecio, Ovidio, Dante, hasta Valéry, Mallarmé y Proust, pasando por supuesto por literatura inglesa, alemana, norteamericana, entre otras, logra conformar una propuesta sólida, a propósito de las letras, para el próximo milenio.

Entre los antecesores de Calvino podemos encontrar en los ámbitos de la cultura italiana al pensador del S XVIII, preocupado, apasionado, entregado y comprometido con el estudio de las artes liberales: Giambattista Vico. En una de sus Oraciones inaugurales, pronunciadas ante los estudiantes de la Real Universidad en 1732, que lleva por título „Sobre la mente heroica‟, Vico en forma de “imperativo” les dice lo siguiente: Debéis aplicaros a los estudios literarios, nobles adolescentes, no en verdad por unos fines en los que fácilmente seríais vencidos por el vil y sórdido vulgo, como el de obtener riquezas; ni en los que serías, con mucho, superados por militares y cortesanos, como por honores y poder; ni tan siquiera por los que se mueven los filósofos, el ansia, ciertamente, de la propia sabiduría, cautivos del cual pasan, en su inmensa mayoría, toda su vida en apartado retiro, para disfrutar ociosos de su tranquilidad de espíritu. De vosotros se debe esperar algo de mayor prestancia […]

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De vosotros, digo, se debe esperar que os afanéis en los estudios literarios, para desplegar vuestra mente heroica y poner la sabiduría al servicio de la felicidad del género humano. (Vico, 2002, pp.198-199)

En este orden de ideas, mi interés será el de intentar un acercamiento a la obra de Vico a través del problema que, en plena modernidad racionalista, comienza a surgir de la mano del despertar humanista. Es decir, de la mano de Vico, mostraré la importancia de los estudios liberales, en contra de un método more geométrico como el de Descartes. Para ello, en primer lugar, haré una exposición del denominado „padre de la modernidad‟, concentrándome sobre todo, en la primera parte del Discurso del método donde con severidad el francés rechaza de plano el estudio de las artes liberales: gramática, poesía, historia y retórica para instaurar un método fundado en la mera razón geométrica. En segundo lugar, me referiré a Vico como un apologeta de la retórica y la oratoria, esto es, de los estudios liberales y humanísticos, en contra del racionalismo abstracto de Descartes. Me valdré, para este punto, de la Autobiografía de Giambattista Vico que escribió en tercera persona; además, echaré mano de algunos escritos suyos como “Sobre la mente heroica” y “El método de estudios de nuestro tiempo”.

Descartes como precursor de la modernidad racionalista

Debo empezar diciendo que no es mi intención, y mucho menos la de Vico, hacer una crítica a ultranza a Descartes, puesto que, de todas maneras, el italiano lo considera como un hombre de una gran mente, de una mente heroica. Más bien, lo que pretendo es mostrar una manera de hacer filosofía completamente diferente a la que se hizo en la modernidad racionalista, una filosofía que vaya un poco más allá de los límites de la razón, una filosofía que sea capaz de estar a los márgenes de la filosofía misma para configurar una mente abierta, comprensiva. Pero bien, vayamos al Discurso del método, libro que perfectamente podemos considerar una autobiografía intelectual, y preguntémonos, como lo hace Valéry: ¿cómo no observar desde ahora que el texto fundamental, el Discurso del método, es un monólogo en el cual las pasiones, las nociones, las experiencias de la vida, las ambiciones, las reservas prácticas del héroe están indistintamente expresadas por la misma voz? No puede uno impedirse, al volver a colocar ese texto memorable en la

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atmósfera espiritual de su época, observar que la época en cuestión sigue a la de Montaigne, y que los monólogos de éste, no los ha ignorado el príncipe Hamlet, que en el aire de aquel tiempo removido por tantas controversias, estaba la duda, y que esa duda reflejada en cierta cabeza de tendencias y hábitos matemáticos tenía probabilidades de tomar forma de sistema, y de encontrar al fin su límite en la atestiguación del acto mismo que la expresa. Dudo, luego tengo, al menos, esta certidumbre, que dudo. (Valéry, 1966, pp. 22)

La importancia de un pensador como René Descartes es fundamental a la hora de preguntarse por la tradición, por el ámbito donde se teje el mundo de los hombres, los pensamientos, las instituciones, puesto que, sin lugar a duda, el pensador francés, no sólo traza una ruptura, sino que, más allá de esto, continúa una tradición, continúa el pasado y abre modos de comprensión, horizontes de racionalidad, que han sabido aprovechar hombres tan importantes como Paul Valéry, Maurice Merleau-Ponty, y por supuesto Giambattista Vico. Pero bien, ¿cuál es el propósito del Discurso del método? Para empezar, es importante señalar que el Discurso del método tiene como subtítulo „para dirigir la razón e indagar la verdad en las ciencias‟. Así pues, tendremos que afirmar que su propósito es el de instaurar un método para la dirección de la razón e indagar sobre la verdad en las ciencias. Veamos cómo se llega a este método.

Descartes empieza haciendo alusión al buen sentido, esto es, a la capacidad de juzgar correctamente y de distinguir lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso. Este buen sentido, como lo afirma el francés, es natural en todos los hombres, pues es la cosa mejor repartida del mundo. De esta manera, nos encontramos con que todos los hombres, al hacer uso de su buen sentido o razón, opinan cosas diferentes, dirigen sus reflexiones por caminos divergentes entre sí. De ahí que lo más importante no sea tener un buen ingenio, sino que más allá de esto, tenemos que aplicarlo de manera correcta, haciendo un buen uso de la razón.

Pues bien, a partir del anterior punto, nos podemos remitir al tema del método, pues Descartes en esta suerte de autobiografía, nos cuenta que desde su juventud estuvo cerca de algunas orientaciones que lo ayudaron a formar un método “por medio del cual (…) parece que es posible acrecentar gradualmente mis conocimientos y situarlos poco a poco en el

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grado más alto que sea alcanzable, teniendo presente no sólo la mediocridad de mi ingenio, sino también la corta duración de mi vida”. (A-T, VI, p. 3) De esta manera, la idea de un método surge porque le parece fundamental contar con algo que le ayude a formar su mediocre ingenio, a liberarlo del error y la falsedad. Este será, por supuesto, el método de la razón, un método que no está dirigido a los hombres en general para la dirección de esta misma, sino que es tan sólo un método propio: “únicamente [nos dice Descartes] intento presentar cómo me he esforzado en dirigir la mía”. (A-T, VI, p. 4)

Desde muy joven empezó su formación basada en el estudio de las letras y, de hecho, como nos lo cuenta en su Discurso, era un apasionado por éstas, puesto que la idea que siempre acompañó estos estudios, era que, a través de esto, conseguiría “un conocimiento claro y al abrigo de dudas sobre todo lo que es útil para la vida”. (A-T, VI, p. 4-5) Sin embargo, al terminar sus estudios, no consiguió tener claridad alguna sobre estas cosas útiles para la vida; antes bien, lo embargaban cada vez más dudas, y como él lo dice: “el progresivo descubrimiento de mi ignorancia”. Así pues, podemos apreciar en Descartes a un hombre cuyo conocimiento no se agota, cuyas ansias y deseos de alcanzar la claridad y la distinción de todo lo que lo rodea, marcan una manera de hacer filosofía, en una época en la que, según le parecía, estaban floreciendo grandes ingenios, grandes discursos, como en ninguna otra: “por todo esto me llegué a sentir con ánimos para tomar la libertad de juzgar a los demás por mí mismo y para pensar que no existía doctrina alguna en el mundo tal y como la que se me había hecho desear al inicio de mis estudios”. (A-T, VI, p. 5)

De todas maneras, a pesar de este rechazo a los estudios humanistas que desde ya empezamos a notar en su Discurso, el filósofo francés reconoce la importancia que tiene cada una de las ciencias para la formación del ingenio, y de la mano de esto, por supuesto, la importancia de los ejercicios que se practicaban en las escuelas: Las lenguas allí estudiadas reconocía que eran necesarias para comprender las obras de la antigüedad; apreciaba que la graciosa elegancia de las fábulas excita el ingenio así como que las memorables acciones narradas por la historia lo exaltan y siendo leídas con discreción contribuyen a la formación del juicio. Opinaba también que la lectura de las grandes obras es similar a una conversación con las gentes más

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honestas del pasado, que han sido sus autores y, a la vez, una conversación minuciosa en la que nos dan a conocer únicamente lo más selecto de sus pensamientos; así mismo, consideraba que la elocuencia posee una belleza y una capacidad de seducción incomparables y que la suave dulzura de la poesía puede engendrar entusiasmo; estimaba que las matemáticas permiten sutiles invenciones que pueden contribuir tanto a satisfacer a los curiosos como a facilitar las artes mecánicas y a disminuir el trabajo de los hombres; creía que los escritos relacionados con temas de costumbres contienen múltiples enseñanzas y abundantes exhortaciones a la virtud que son de gran utilidad, que la teología enseña la doctrina para alcanzar el cielo y que la filosofía ofrece el medio que nos permite hablar con verosimilitud de todas las cosas y hacernos admirar por parte de los menos sabios; que la jurisprudencia, la medicina y otras ciencias proporcionan honores y riquezas a quienes las cultivan; finalmente juzgaba que era necesario examinar todas las ciencias, hasta las más supersticiosas y falsas, con el fin de apreciarlas en su justo valor y prevenir el error. (A-T, VI, p. 5-6)

Es inevitable traer a colación este párrafo del Discurso, sobre todo porque nos ayuda a considerar a Descartes como un hombre con un interés pasional por todas las formas del conocer, pero más aún, como un pensador riguroso al que no se le escapa examen alguno que parta desde la razón y se dirija hacia las ciencias. Es decir, el método que ha querido instaurar, al menos para sí mismo, esto es, el método de la razón que examina, que duda, es un método que desea encontrar certezas, principios claros y distintos sobre los que se funda la realidad.

Así, si nos detenemos un poco en la anterior cita, vemos cómo nuestro autor no hace un rechazo absoluto de los estudios humanistas impartido en las escuelas de su época en forma de Trivium y Cuatrivium, sino que más bien, toma todos estos estudios para, de hecho, instaurar un nuevo método. Vemos cómo René Descartes se encuentra una tensión entre la tradición que tiene a sus espaldas, de la cual, por más que quiera, no puede librarse, y el método de estudio que quiere instaurar. Es el oscilar de un hombre que, por decirlo de algún modo, “deconstruye” su propia pretensión de poner a la razón por encima de todo saber que no pasa a través del cedazo de la claridad y la distinción.

De esta manera, lo que pretendo decir es que Descartes, a pesar de romper con una tradición, a pesar de que hace tabula rasa para abrir el camino a las ciencias y al mundo moderno, está en una tensión entre su formación escolástica y su intento por fundar una

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modernidad que encuentra su fundamento en el método de la razón. Descartes, entonces, está trazando una ruptura con la tradición, cuando él mismo no puede desprenderse de ésta. A pesar de que declare un cierto rechazo por estudio de las artes liberales: gramática, poesía, historia y retórica, porque las considera cualidades del ingenio, más que frutos del estudio, su propio Discurso del método está escrito retóricamente.1

Pero bien, hemos tocado un punto muy importante, este es, que las artes liberales son meras cualidades del ingenio y no fruto del estudio. Y es precisamente por este camino, por donde Descartes va a llegar a matematizar el mundo, a fundar toda certeza clara y distinta sobre un proceder more geométrico. Es decir, tomando distancia de los estudios humanistas, confusos y oscuros, si se quiere, Descartes va a anclar su método, y por tanto, su filosofía, en el estudio de las matemáticas, por la certeza y evidencia de sus razonamientos. El pensador francés, en este sentido, le arrebata toda dignidad epistemológica a un modo de saber que, a los ojos de Vico, será legítimo.

En este mismo orden de ideas, diremos que hemos llegado al lugar que nos interesa, puesto que es precisamente en contra de este proceder fundado en la mera razón geométrica, ante lo que Vico reaccionará otorgándole un lugar privilegiado a los estudios humanistas, y por supuesto, al estudio de las facultades de una mente heroica, como por ejemplo, el ingenio y la fantasía.

Vico: hacia una crítica poética

Giambattista Vico es un pensador italiano que nació en Nápoles hacia el 23 de junio de 1668, aunque en su Autobiografía nos cuente que fue en el 1670. Es un hombre de letras, inmerso en una tradición poética; es un pensador moderno, en contra de esta época sustancialmente cartesiana; poco estudiado por lo que llamamos tradición filosófica, sobre todo porque sus estudios no tuvieron mucho eco en los oídos de los hombres modernos; de 1

Este es un punto paradójico que quiero señalar y dejarlo también abierto, porque exige de muchos matices que no son pertinentes en este momento

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hecho, ha tenido más resonancia en el mundo contemporáneo sobre todo por los debates sobre el humanismo de Gadamer y Heidegger.

De todas maneras, en cada una de sus obras, se puede apreciar el estilo de un hombre preocupado por la manera como se han rechazado los estudios literarios, como estos han sido reemplazados, en cierto sentido, por el dominio de las ciencias matemáticas y geométricas. El estilo diletante de Vico nos abre a un mundo de posibilidades para pensar las maneras como se puede hacer filosofía, es decir, no sólo una, dogmática, encerrada dentro de los límites de la razón geométrica, sino un modo de entender y de ver el mundo diferente. Con Vico, entonces, nos encontramos con lo que él ha denominado „racionalidad inclusiva’, esto es, una racionalidad que se sale de sus propios límites para ponerse en diálogo con diversas formas de expresión, como la literatura y el arte. De esta manera, es necesario decir que Vico desmonta la racionalidad cartesiana, por medio de su principio epistemológico: el verum factum, lo cual quiere decir, que sólo podemos conocer, lo que hacemos. Así pues, estamos ante una Ciencia en la que, queriendo explorar el hacer de la mente, lo que se configura es una manera de hacer y de ver, que en contra de las ideas claras y distintas cartesianas, abre su campo de racionalidad poniendo como “llave maestra” de su Ciencia, el hacer del poeta, o si se quiere, la poesía. Siguiendo el texto de Brigante, diremos que “la discusión que el italiano entabla con la moderna filosofía es, según sus palabras, una crítica poética que es posible sólo volviendo la mirada a la Antigüedad y reconquistando la capacidad de conocer que tenían los primeros pobladores antes que la crítica les enturbiara la mirada.” (Brigante, 2008, p. 185)

Pues bien, teniendo en cuenta lo anterior, es menester referirnos al menos a dos puntos importantes, a través de un mismo hilo conductor. Tendremos siempre como horizonte lo que el napolitano llama „mente heroica‟, esto es, una mente que incluya facultades como la fantasía, la memoria, el ingenio, y el entendimiento, facultades que, por supuesto, Descartes rechazará como aptas para la dirección correcta de nuestra juicios a favor de la razón. Y, de

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estas facultades, tomaremos la fantasía y el ingenio, a través de las cuales se articula tanto la memoria como el entendimiento, para la formación de una mente heroica, y en palabras de Vico: “para el cultivo de la mejor humanidad”. Para ello, nos ubicaremos en el capítulo VII del libro Metafísico, publicado en su obra Sobre la revelación de la antiquísima sabiduría de los italianos, teniendo como presente siempre su Autobiografía y su oración inaugural “Sobre la mente heroica”.

Como punto de partida propongo tomar a Vico como un baluarte de la querella entre antiguos y modernos, como un símbolo de radical importancia en este escenario donde se pone en juego el debate en torno al método de estudio que se debe seguir: el de los antiguos, como una formación fundamentalmente humanista, esto es, en artes liberales, o el de los modernos, como una formación fundada en la mera razón geométrica, en las Meditaciones cartesianas y en su libro sobre el Método. Teniendo esto en cuenta, debemos decir, de entrada, que Vico es un autor que no está situado en un sólo lugar, es decir, es un autor cuyo espíritu, como el de Descartes, pertenece tanto a una época, como a la otra. El napolitano, entonces, bebe del mundo antiguo en cuanto a su decisión de formarse en la prosa latina, pero también es un hombre que mira el mundo en el que vive y no logra tomar distancia de éste. Muestra de esto, por ejemplo, es su reacción en contra del método cartesiano.

Pero bien, a continuación veremos cómo se contrapone el pensar poético de Vico, al pensar racionalista de Descartes. La memoria y la fantasía son para el italiano facultades, esto es, aquello que es propio de las cosas que hacemos como, por ejemplo, la fantasía y el entendimiento. Así, Vico nos da una explicación de lo que significaban tanto la memoria y la fantasía para los latinos y para los griegos. En última instancia, ambas facultades son una sola facultad. Para los latinos, la memoria es aquella facultad a través de la cual percibimos por los sentidos, y esto percibido lo guardamos en nuestra mente, y al sacarlo, lo llamamos recuerdo. Para los griegos, “es una facultad por la que configuramos imágenes y se llamó «fantasía»”. (Vico, 2002, p. 179) Esta facultad, a través de la cual configuramos imágenes, es lo que nosotros vulgarmente llamamos imaginación:

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¿Será acaso porque no podemos representarnos sino lo que recordamos, y no recordamos sino lo que percibimos por los sentidos? Ciertamente, no hay ningún pintor que haya pintado jamás un género de planta o animal que la naturaleza no haya proporcionado: pues esos hipogrifos y centauros son verdades de la naturaleza falsamente mezcladas. Ni los poetas han pensado una forma de virtud que no se encuentre en la realidad humana, sino que elevan por encima de lo verosímil una elegida del común y de acuerdo con ella dan forma a sus héroes. Por ello los griegos nos han transmitido en sus mitos que las Musas –que son las potencias de la fantasía− son hijas de la Memoria. (Vico, 2002, p. 179) En este sentido podemos apreciar cómo el trabajo de Vico se construye con palabras e imágenes propias de un saber poético. Ahora bien, al hablar de este tipo de saber, debemos preguntarnos cuál es la facultad propia del saber humano (saber que, si me lo conceden, va a tener como horizonte y como base, un saber poético). A esto responderemos de entrada, que es el ingenio, aquella facultad que Descartes va a rechazar, pues si recordamos unas páginas atrás, cuando hablábamos del Discurso del método, el filósofo francés nos decía que es necesario tomar distancia de las artes liberales, porque éstas son meras cualidades del ingenio, y no fruto del estudio. En contra de esta idea, el napolitano señalará al ingenio como la facultad propia del saber humano, un saber que, como ya se advirtió, encuentra su asidero en una vida poética:

Y, en verdad, si importas el método geométrico a la vida cotidiana, no haces más que empeñarte en volverte loco con toda la razón: y proseguir en línea recta por los recodos de la vida, como si en los asuntos humanos no reinasen el capricho, la temeridad, la ocasión y la fortuna. (Vico, 2002, 182)2 A partir de estas palabras de Vico entramos en uno de los problemas más importantes de este escrito, esto es, la preocupación por, como lo ha llamado nuestro autor, „la heroica pasión por las letras‟, o si se quiere, mejor, „la razón heroica del estudio‟. Un buen ingenio, como lo hemos visto, no es posible cultivarlo a través de procedimientos dictados por un 2

Este pasaje tiene esta forma en el texto de Vico.

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método meramente racionalista que excluya de su contenido metódico al saber poético, pues como bien lo ha apuntado Calvino en una de sus Seis propuestas para el próximo milenio: La excesiva ambición de propósitos puede ser reprobable en muchos campos de actividad, no en literatura. La literatura sólo vive si se propone objetivos desmesurados, incluso más allá de toda posibilidad de realización. La literatura seguirá teniendo una función únicamente si poetas y escritores se proponen empresas que ningún otro osa imaginar. Desde que la ciencia desconfía de las explicaciones generales y de las soluciones que no sean sectoriales y especializadas, el gran desafío de la literatura es poder entretejer los diversos saberes y los diversos códigos en una visión plural, facetada del mundo. (Calvino, 1989, p. 127)

Pues bien, Vico antes de considerarse como un gran filósofo, se considera como un hombre de letras, como un hombre de vocación literaria. Es quizás por esto por lo que encuentra en facultades como la imaginación y el ingenio, no uno, sino muchos caminos por donde dirigir la razón, una razón que no sólo se remite al espacio cuantitativo donde operamos como autómatas, sino una razón amplia e inclusiva que nos abra a un mundo cualitativo en donde podamos crear un ingenio heroico, una mente heroica en la que está siempre presente, como bien lo ha señalado Brigante, “una especie de experimento mental de una racionalidad inclusiva”.(Brigante, 2008, p. 191)

Lo que está en juego en este sentido, son las posibilidades de comprensión de los saberes; una mirada abierta en la que todos los ámbitos del saber se reconfiguran a la luz de un saber poético, dando lugar así a una razón inclusiva en la que convivan modos de pensar, estilos de comprender el mundo. Es decir, en Vico no tenemos una división tajante entre lo antiguo y lo moderno, sino que más bien, bajo el signo de esta racionalidad inclusiva, se pone en diálogo los modos en que cada época comprende. Por último, mostraremos la invitación que nos hace Vico en “Sobre la mente heroica” al cerrar su Oración inaugural, pues allí nos dice que debemos entregarnos, con todo nuestro ingenio, al estudio de miles de cosas que aún quedan por hacer, por comprender. Nos invita, pues, a formarnos una mente heroica que se configura a través de una crítica poética, en contra de una mente matematizada y geométrica desde la cual prácticamente

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censuramos el mundo; nos invita a cultivar nuestro ingenio, a mirar con amplitud e inclusión el mundo a través de la fantasía, que es el ojo del ingenio; nos invita, en últimas, a “poner en acto”, como bien lo ha expresado Brigante, “una racionalidad comprensiva que busca alejarse de aquella forma de la razón que, al sólo querer dar cuenta de sí, se limita a sí misma”. (Brigante, 2008, p. 192)

Bibliografía BRIGANTE, A. (2008). “La razón poética en Giambattista Vico”. En Universitas philosophica. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana. CALVINOalvino, I. (1989). Seis propuestas para el próximo milenio. Madrid: Siruela. DESCARTES, R. (1981). Discurso del método. Madrid: Alfaguara VALÉRY, P. (1966). El pensamiento vivo de Descartes. Buenos Aires: Losada. VICO, G. (1998). Autobiografía de Giambattista Vico. Madrid: Siglo XXI. (2002). Obras. Oraciones inaugurales. La antiquísima sabiduría de los italianos. Barcelona: Anthropos.

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