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ANNELIESE LISSNER
LA MUJER EN LA SOCIEDAD Y EN LA IGLESIA Durante diez años el movimiento de mujeres católicas de Austria, Suiza, Alemania y otras áreas de habla alemana, como la del Alto Adige italiano, llevaron a cabo encuentros sobre el papel de la mujer en la Iglesia. ¿Qué respuesta debe dar ese movimiento a la situación de la mujer en el mundo actual y en especial en la Iglesia? ¿Cómo afrontar las cargas que la Iglesia tradicional y las tendencias preconciliares imponen todavía hoy a la mujer? Bajo el impulso de distintas iniciativas surgidas en cada zona, se elaboraron diez tesis sobre el tema de "la mujer en la Iglesia" y se publicaron en 1989. El artículo de la entonces Secretaria General de la Asociación de mujeres católicas de Alemania, que presentamos, muestra hasta qué punto esas tesis y las exigencias en ellas contenidas conservan hoy plena vigencia. Zur Situation von Frauen in Gesellschaft und Kirche, Diakonia 22 (1991) 89-98
1. Ser persona humana Dios ha llamado a cada mujer por su nombre. Como persona única entabla relaciones y se asocia. Cada mujer: -ha de hacerse consciente de su propia llamada personal -ha de descubrir sus propios talentos y capacidades y ha de desarrollarlas; las asociaciones de mujeres pueden ayudar a ello -ha de hacer constar activa y valientemente su propia opinión en la sociedad; en política y en la Iglesia. Como algo evidente, muchas mujeres, al casarse, cambian aún hoy de apellido, como hasta hace poco dictaba la ley en nuestros países. Y las esposas de los gobernantes van al lado de sus maridos, como si fuesen un elemento decorativo, en los actos oficiales. Cierto que la doctrina de la Iglesia no duda en valorar igual al hombre y a la mujer. Pero, en realidad, a la mujer no se la considera como algo completo, sino sólo como una especie de reflejo del hombre. Prueba de ello, los Sínodos romanos. A la hora de decidir, no existe presencia femenina. Y esto aunque se ventilen los problemas más actuales y acuciantes de la Iglesia, de la que las mujeres forman parte, al menos mitad por mitad, y cuya "base", si vive, es gracias sobre todo a ellas. La introducción a esta primera tesis - la llamada personal- puede parecer modesta. Pero preguntémonos: ¿Llamada a una tarea científica o a la acción política? ¿Quién cuida entonces de la familia? ¿O se puede aspirar a proclamar el Reino de Dios, liderar la comunidad, administrar los Sacramentos o enseñar teología? De ningún modo. Lo mejor que puede hacer la mujer es lo de siempre: llevar la casa y la familia. Y en sus tiempos de ocio, según sus dotes, dedicarse a tareas honoríficas o benéficas. La exigencia de estar presentes en política o en la Iglesia nos expone, como mujeres, a tensiones con nuestra familia y nuestro círculo de relaciones. Pero no resulta difícil hacer saltar a pedazos nuestra solidaridad de mujeres, apelando a nuestra
ANNELIESE LISSNER responsabilidad cristiana y maternal. Está todavía muy enraizada en nosotras la necesidad de ganarnos, como buenas hijas y esposas, el amor de nuestros padres y maridos, necesidad que proyectamos también a la Iglesia y a la sociedad.
2. Superar la imagen unilateral En la predicación de la Iglesia hay que hacer notar que cada mujer posee su propio valor y tiene su lugar en cada ámbito y en cada nivel de la Iglesia. -Las mujeres de todas las edades -casadas o solteras- en su respectiva situación, tanto en familia como en la vida profesional y pública, deberían ser escuchadas y tomadas: en consideración. -El alto precio de la. maternidad no debe significar que las mujeres .sólo pueden recibir reconocimiento y realizarse plenamente como madres. Aquí se trata del viejo modelo de rol la mujer, todavía en, boga en la predicación de la Iglesia. Dado que ese modelo ha sido diseñado por hombres, esta tesis constituye todo un reto. Pues, si a los hombres les reporta tan poca utilidad ¿por qué cambiar? Por esto se predica tan poco de temas como animara a que las jóvenes aspiren a tareas cualificadas, exhortar a los hombres a participar en la educación de los hijos, apoyar a la mujer de medía edad que quiere incorporarse a su trabajo profesional, hacer un seguimiento de las mujeres que en la tercera edad pierden la razón de vivir y la esperanza. En vez de esto, se insiste en el rol maternal. Y se tranquiliza a la mujer con aquello de que "la mano que mece la cuna mueve el mundo". Ya que a la mujer no se le da la oportunidad de hacerlo por sí misma ¿es capaz la Iglesia de asumir esta segunda tesis en su predicación?
3. Saber leer la Biblia Es posible, comprender el mensaje abierto, liberador y reconfortante de la Biblia sin ser un especialista. Para esto es. Importante: -hacer que nuestra vida este referida más estrechamente a la Biblia -descubrir las figuras bíblicas femeninas en toda su fuerza original -captar la relación liberadora de Jesús con las mujeres -concebir la Biblia como camino de redención y liberación y no hacer de ella, un mal uso como instrumento para la opresión -de -la mujer (sumisión, sin voz en la Iglesia...). La predicación debería proporcionar la clave para aplicar hoy el mensaje bíblico a nuestra propia situación. En los grupos de estudio de la Biblia las mujeres católicas han aprendido a discernir lo que en cada texto les dice la "Palabra de Dios". Las. figuras bíblicas femeninas fueron un auténtico descubrimiento: su intervención personal como colaboradoras de Dios y discípulas de Jesús, su valor, su fidelidad y su lucidez teológica: Mujeres que no se corresponden con lo que de ellas nos transmite la tradición
ANNELIESE LISSNER eclesiástica: Eva, Sara y Rut; María e Isabel; la Samaritana, María Magdalena, Marta, la tozuda mujer cananea. Las mujeres ya no tienen sólo padres -Abraham, David, Pedro y Pablo- sino también madres en la fe. Pero en la Iglesia sucede como en la vida real. Los que disponen del poder marcan el escalafón. Y esos son hombres. ¿No podría significar también una liberación para los hombres sentirse animados por la fuerza, el tesón, la lucidez y la fidelidad de esas figuras femeninas; para que sus compañeras, tanto en la familia como en el trabajo, participen a su vez del servicio y del poder de decisión?
4. Hacia una imagen de Dios profunda y completa Los seres humanos nos forjamos muchas imágenes de Dios. Pero Dios es siempre más. Ni la imagen de un hombre ni la de una mujer bastan para expresarlo adecuadamente. Para llegar al conocimiento de Dios como el totalmente otro, es necesario: - descubrir todo el alcance y plenitud de las representaciones bíblicas de Dios - señalar los trazos femeninos de Dios - superar la representación unilateralmente masculina de Dios - impedir que exista una imagen de Dios fija y como de molde, que haga que el misterio de Dios se estereotipe. Aunque la teología es consciente de que Dios es "el totalmente Otro" que es siempre "mucho más" de lo que podemos expresar de él y que no tiene sexo, sin embargo no existe ni en el cristianismo ni en el judaísmo ni en ninguna otra de las religiones monoteísticas un título femenino para designar a Dios. No nos engañemos: nuestra representación de Dios depende de nosotros. Decimos que vamos hacia esa imagen más profunda y completa de Dios. Esto no significa que muchos creyentes no puedan experimentar dificultad en dirigirse a Dios como Padre y a la vez como Madre. Pero no es imposible irlo introduciendo poco a poco en cantos, plegarias y textos litúrgicos. Hay que abrirlas puertas a la imaginación y a la creatividad, para encontrar expresiones nuevas que respondan mejor a nuestra propia experiencia de Dios. No sólo por atención a la mujer, sino también para el hombre, necesitamos un lenguaje sobre Dios lo más incisivo y expresivo que sea posible.
5. Presentes en la teología y en la pastoral Hacer teología significa hablar de Dios. Jesús alentó a mujeres a hablar de Dios desde su situación vital personal y diferente y desde su propia experiencia. La teología es, pues también asunto de mujeres. A nivel científico, la teología feminista hace su propio discurso de Dios desde la sensibilidad femenina, cuando investiga la relación entre la imagen de Dios y el patriarcalismo en la Biblia y en la historia y cómo una teología elaborada por hombres ha influido decisivamente en las expresiones de fe y en la
ANNELIESE LISSNER predicación. Para que las mujeres puedan hablar de Dios desde su propia perspectiva, es necesario: -que tengan un trato de igualdad en la investigación teológica, tanto a nivel de tarea como de posición -que las que se dedican a tareas teológicas y pastorales sean, no sólo toleradas, sino también aceptadas. Esta tesis habla por sí misma. Así lo exige una eclesiología de comunión. Allí donde, por falta de sacerdotes, actúan mujeres en la pastoral, su servicio es bien recibido, aunque se suele ser mucho más crítico con sus deficiencias. A nivel de investigación ¿sería mucho pedir que cada Facultad teológica contase entre sus miembros, como mínimo, con una mujer?
6. Readaptar el lenguaje y la liturgia El lenguaje es la expresión de la conciencia y de la realidad. El lenguaje de la Iglesia deprime a la mujer (fraternidad, hijos de Dios...). Por esto: -se requiere un lenguaje que evite la discriminación (hijos e hijas de Dios) -las mujeres que se consideran incluidas en términos masculinos como "hermanos" deberían sentirse solidarias de las que se sienten heridas por un lenguaje machista -las mujeres desearían redescubrir la realidad de su vida en la liturgia, para lo cual es necesario que la celebración litúrgica cuente con la totalidad del ser humano (cuerpo, espíritu, afectividad) -las mujeres querrían contribuir a la "revitalización del culto", para confesar y celebrar su fe como cristianas con cristianos. La imagen masculina de Dios y el lenguaje de la liturgia son un reflejo de la sociedad. El orden de preferencia en los pares hombre- mujer, hermano- hermana, contiene un juicio de valor. Las mujeres que, con el tratamiento "amadísimos hermanos", consideran que se les dirige la palabra aprueban su preterición. En los últimos años en la vida pública política se advierte un cierto cambio de lenguaje. Al menos antes de las elecciones, los mítines y discursos tienen en cuenta a las ciudadanas y sus problemas específicos. Se teme que esas personas preteridas puedan negar su voto a los que representen posturas patriarcales. En la Iglesia este temor no existe. El recuento de los que no votan simplemente no se hace. ¿Por qué? "Las mujeres desearían" , "las mujeres querrían": gramaticalmente, subjuntivos, o sea, formas que expresan una mera posibilidad. ¡El lenguaje es expresión de la conciencia y deja huella en la realidad!
ANNELIESE LISSNER 7. La ordenación no ha de ser tabú Los ministerios femeninos. en la Iglesia no es una manía de unas pocas mujeres. Es una cuestión que afecta a la comprensión de sí misma que tiene la Iglesia y es decisiva para el futuro de la Iglesia y de la mujer en ella. -Toda la gama de ministerios de la Iglesia no debería estar reservada a hombres. La Biblia da testimonio de que en la primitiva comunidad mujeres actuaban como diáconos y apóstoles. -La cuestión de la ordenación de la mujer "requiere" todavía un serio debate. -Pensar y hablar sobre esta cuestión "no puede" ser de ningún modo objeto de prohibición en la Iglesia. Las expresiones "requiere" y "no puede" de esa tesis 7 son demasiado suaves. "La paciencia de las mujeres constituye el poder de los hombres". ¿O es que no es el poder el que está aquí en juego? Según la voluntad de Jesús, es menos justificable que haya comunidades que se queden sin eucaristía que el que se permita el acceso a la función sacerdotal a mujeres. Basta con leer el encargo que hace Jesús a María Magdalena: "Anda y ve a mis hermanos..." (Jn 20,17). Las Asociaciones de mujeres católicas de los cuatro países que firman-este manifiesto son partidarias de una discusión nueva y abierta a nivel de Iglesia sobre el acceso de la mujer al ministerio sacerdotal. Desde 1977 la Declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el tema parece; por el contrario, anunciar la restauración de la vieja imagen eclesiástica de la mujer. Estamos a años luz de la Encíclica Mater et Magistra de Juan XXIII, que proponía la cuestión de la mujer como uno de los tres esenciales "signos de los tiempos".
8. Formar la conciencia a todos los niveles Una Iglesia y una sociedad con una orientación unilateralmente masculina sólo puede cambiarse con un esfuerzo paciente y continuado de amplia base. Una serie de iniciativas abre el camino a la igualdad de vida y actividad de las mujeres en la Iglesia: -hay que apoyar y fomentar la educación de la mujer, su acceso a las tareas de investigación; en especial los grupos o equipos femeninos de trabajo se requieren para formar en la solidaridad -las organizaciones de mujeres católicas están al servicio de esta toma de conciencia. A la Iglesia le queda todavía algún tiempo de paciencia de la mujer. Todo lo que dure la formación de esa conciencia a todos los niveles. Esta articulista lleva 30 años al servicio de la Iglesia con esa paciencia que ve en sus colegas más jóvenes, junto con la esperanza de que sus esfuerzos cristalizarán finalmente en cambios esenciales. ¿Tendrán que esperar otros 30 años?
ANNELIESE LISSNER 9. Asumir tareas públicas La igualdad de hombre y mujer en la Iglesia sólo tendrá credibilidad si a las mujeres no se les barra el paso a cargos de responsabilidad: -las mujeres quieren tener y deberían tener mayor responsabilidad (retribuida o no) en la Iglesia -la contribución de las mujeres no puede reducirse al ámbito social y caritativo -las mujeres han de informarse sobre todas las posibilidades de colaboración, prepararse para ellas y animarse a asumir nuevas tareas y cargos. ¿De qué tareas y de qué cargos se trata? ¿Decana de una Facultad teológica? Hay una en Austria. ¿Secretaria de una Conferencia Episcopal? Por lo que me consta, una religiosa lo es en Canadá. ¿Presiden comunidades parroquiales o consejos pastorales? Muchas. ¿Miembros de comisiones litúrgicas? La mayoría. Pero, cuando se. trata de la opinión pública de la Iglesia, ya tropezamos con cortapisas y prevenciones. Como consultoras y expertas de las Congregaciones romanas, las mujeres han prestado un gran servicio, siempre que las decisiones no estaban tomadas de antemano. Las Asociaciones, de mujeres católicas están en condicio nes de enviar para esas tareas a mujeres que pueden aportar un pluralismo de opiniones a esos gremios de hombres.
10. Comprometerse en el cambio Para lograr que la participación por igual de mujer y hombre en la Iglesia sea un hecho, se requieren cambios por ambas partes: -tanto las mujeres como los hombres han de hacer mutuamente comprensibles sus propias dificultades y demandas y aceptar cambios -los hombres deben encontrar la manera de ser partícipes con las mujeres de la misma comunidad de acción en la Iglesia -los cambios en la propia comprensión y en la posición de las mujeres son también responsabilidad de los hombres, que han de aceptar cambios fundamentales en sus propias personas -las mujeres y los hombres han de apoyarse mutuamente en su esfuerzo para que en la Iglesia haya una mayor participación. Algunas veces, cuando muy de mañana tomo el tren o el avión para ir de Düsseldorf, a Münster, se me antoja que el cambio en los estereotipos sexuales no es posible. Ni el 1 % de viajeros son mujeres. De sus conversaciones se puede deducir que los puestos de dirección son ocupados exclusivamente por hombres. Cuando los mass media nos informan de encuentros de políticos o de expertos a nivel internacional, vemos que el 99,9% son también hombres. En la Iglesia el porcentaje llega naturalmente al 100%.
ANNELIESE LISSNER A la vista de estas, realidades, considero que estas 10 tesis, por más razón que tengan, se mueven en el terreno de los sueños. Los cambios necesarios por parte de los hombres apenas si han comenzado. Cierto hay buena voluntad por parte de padres jóvenes, profesores de teología progresistas e incluso en partidos políticos. Pero allí donde no se establezca un porcentaje de mujeres, no habrá razón para que los hombres acepten que son necesarios "cambios fundamentales en su propia persona". Con las excepciones, que confirman la regla, queremos alimentar nuestra esperanza. Tradujo y condensó: MARIO SALA