La père-versión, una relectura de la metáfora paterna

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La père-versión, una relectura de la metáfora paterna. Sara Rubin

El padre es un significante.

La metáfora paterna es el nombre lacaniano del complejo de Edipo. A través de dicha operación el Deseo de la Madre se articula al significante del Nombre del Padre. Por su mediación el deseo materno quedará anudado a una ley y encontrará su significante en el falo. ¿Cuál es el estatuto del Deseo de la Madre? Si a la altura del Seminario 4 es caracterizado como caprichoso y enigmático, en el seminario El Reverso del Psicoanálisis, Lacan lo circunscribe con precisión: no tiene nada de enigmático, es el deseo de la madre de reintegrar su producto, una boca de cocodrilo que podría cerrarse sobre su cría. Quiero destacar entonces que gracias a la intervención del Nombre del Padre el niño logra una separación de su lugar de objeto del goce materno para alcanzar su lugar de sujeto deseante. El complejo de Edipo se ofrece como solución a la oposición entre la pulsión y la cultura. La madre será interdicta porque encarna un goce que debe ser excluido. Sin embargo sabemos de los límites de esta operación, ya que el goce reprimido siempre amenaza con su retorno. Las estructuras clínicas, neurosis, psicosis y perversión constituyen las diferentes respuestas del sujeto a la efectividad o fracaso de la solución del Nombre del Padre. A mi entender la fórmula de la metáfora paterna posee un tope, responde a los avatares de la sexualidad femenina desde la perspectiva de la relación de la madre con su falta fálica pero deja un velo sobre aquello que en la madre queda soslayado, la cuestión de la mujer. El Nombre del Padre es un puro significante y se plantea el problema de cuál es la articulación de este significante con el padre, es decir quien encarna la función, interrogación que Lacan va a ir desplegando a lo largo de toda su enseñanza. (Así es que por ejemplo en el Seminario 4 incluirá la dimensión simbólica, imaginaria y real del padre que va a recibir varias reformulaciones).

La versión hacia el padre.

Para introducir este tema quiero hacer una breve referencia a “La celebración”, un film danés de bastante repercusión en nuestro medio.

Una familia se reúne para

celebrar el cumpleaños del padre, y en esa escena irrumpe un real que había quedado excluido de la novela familiar: la obscenidad de la perversión paterna manifestada en el abuso sexual por parte del padre, se muestra en la confesión desesperada del hijo. No debemos olvidar un detalle, entre bambalinas se insinúa la presencia imperturbable de la madre, testigo y cómplice desde su silencio. La pregunta por el padre y su función encuentra en Lacan una nueva lectura con la noción de la père-versión, la versión hacia el padre, que considero apunta a un más allá de la metáfora paterna y retoma aquello que la formulación anterior deja en suspenso. En el Seminario R.S.I. en la clase del 21-1-75 hallamos un párrafo que nos deja un tanto atónitos y del que voy a comentar algunos aspectos: “Un padre no tiene derecho al respeto, si no al amor, mas que si el dicho respeto está – no van a creerle a sus orejas – père – versamente orientado, es decir hace de una mujer objeto (a) que causa su deseo. Pero lo que una mujer acoge de ello, si puedo expresarme así, no tiene nada que ver en la cuestión. De lo que ella se ocupa es de otros objetos (a), que son los hijos”...1 Lacan juega con el equívoco entre père-versión y perversión, enmarcado en la relación que tanto el sujeto masculino como el femenino establecen con la parte de goce que han debido perder por efecto del lenguaje, esto es el objeto (a) . Esta relación, para cada uno de ellos, no es simétrica. La asimetría se sustenta en la afirmación cada vez más radicalizada en la obra de Lacan respecto de la inexistencia de la relación sexual.

El padre es un hombre.

La père-versión, se funda en una orientación hacia el padre cuya función no está garantizada por la promesa del falo, tampoco desde el ideal ni la ley, sino, tal como 1

Lacan J. El Seminario Libro XXIII. R.S.I Clase del 21-1-1975-Inéd.

dijimos, desde su particular relación al goce, con el resto viviente que hay en él, bajo la condición de que el mismo halle su soporte, no en un objeto cualquiera, sino en una mujer como causa. En la dialéctica entre el sujeto deseante y el goce se reintroduce la dimensión del partenaire y del lazo amoroso. Convengamos que se trata de una afirmación osada, que requiere del padre un cierto coraje, el de confrontar la castración en la relación con el Otro sexo. Es en ese sentido que el padre es merecedor del amor y del respeto y es esa osadía de su deseo la base de su transmisión al hijo. Merecedor en tanto deseante. En función de este movimiento, del lado de la mujer se presenta una división: ella consiente ser el soporte de la causa de deseo de un hombre quien la ubica como objeto (a) en su fantasma. En este ofrecerse como semblante al deseo del hombre, éste le sirve de relevo para la oportunidad de un goce que la concierne más allá de la medida fálica. Por otra parte, ella también “se ocupa” de sus objetos (a), es decir sus niños.

La perversión femenina.

En el Seminario 4 Lacan planteaba que no hallamos la perversión fetichista en la mujer porque ésta se jugaría en relación a los hijos. El niño es situado aquí como fetiche de la madre en la medida que vela la castración materna siendo además un objeto que la completa. Esta cuestión está empero matizada en el mismo seminario y Lacan delimita dos lugares posibles para el niño: metonimia del falo materno, uno de cuyos destinos es efectivamente la perversión, y por otra parte metáfora del amor de la madre por un hombre, ubicación que involucra ya al padre como portador del falo y al niño en la serie del don de amor. Vale la pena destacar esta distinción porque considero que es el efecto de dos posiciones maternas absolutamente diferentes: la primera es el resultado de una denegación de la castración, hace de la madre un “todo”; la segunda implica su asunción y se encuadra en la perspectiva de un “no-toda” madre. El texto de R.S.I. que estamos discutiendo alude a un lugar estructural del niño que escapa a la representación significante, el objeto (a). Si bien al niño le es necesario alojarse como objeto en el fantasma materno, corre el riesgo de realizarlo, encarnarlo en lo real, real que debería quedar excluido. Es el estrago del que es testimonio la psicosis. Hay una tendencia en la madre a recuperar el goce al que debe renunciar y es en ese punto que toma todo su valor la père-versión.

La père-versión como límite de la perversión.

En el párrafo comentado se aventura una tesis y a mi entender, en especial, una ética. La función que liga a un padre con su causa por la vía del lazo amoroso con una mujer, “única garantía de su función de padre”....tiene una doble consecuencia. Le permite a una mujer brindarle cuidado maternal al niño, en lugar de gozar perversamente de él. El deseo père-versamente orientado del padre limita la perversión materna. Pero a su vez ¿no podríamos sugerir también que es esta versión la condición que hace de barrera al goce del padre y sus consecuencias en relación al hijo? En “La celebración”, evidentemente,

esta ética no se cumple. El resultado

conjuga la perversión del padre ante la mirada gozosa de la madre que se cierne sobre los hijos. Para concluir, un breve ejemplo de la clínica. Los " Cazafantasmas": Hay analizantes decididos. N., una niña de 10 años, realiza un dibujo con la siguiente inscripción: “CONCHA. POR FAVOR, NO BORRAR”. Me solicita con insistencia que lo cuelgue en la puerta del consultorio y que nadie lo toque hasta su próxima sesión. Le digo que ciertamente nos vamos a ocupar de eso, que es muy importante y al finalizar acepta guardarlo en su carpeta que deja sobre mi escritorio. El texto nos recuerda algunos carteles indicadores que dicen: “Se ruega no tocar”. Son sus palabras:" que nadie lo toque". Esta analizante va a desplegar en su análisis una tenaz interrogación acerca del objeto femenino. La inscripción es una respuesta del lado del órgano, un objeto parcial, y alude al goce autoerótico acerca del cual ella pide un tope. Algo de este goce deberá ser perdido. Un sueño: ella está cayendo de una ventana, llama al padre pero está dormido. Es como si dijera: “Padre, ¿no ves que estoy cayendo?” . En las entrevistas la madre de N. alude reiteradas veces a la depresión de su esposo quien se excusa en la falta de oportunidades laborales . Él se queda en la casa al cuidado de su hija , no sin cierto orgullo ya que es "un padre muy presente". La madre por su parte se manifiesta muy ansiosa por lo que ella denomina , cometiendo un fallido: " lo nada sexualizada que está su hija". Esta cuestión nos remite al

motivo de consulta de origen: un acting que

conocemos con el nombre de cleptomanía, el cuál se desencadena tiempo después que N

comienza a recibir llamadas telefónicas de carácter obsceno por parte de un desconocido que supuestamente ronda la casa. N. no puede contenerse,

sustrae objetos

insignificantes a sus compañeras del colegio, hasta que finalmente desaparece una joya del cuarto de sus madre .El encuentro traumático con la no relación sexual se realiza para N. bajo la forma de estos llamados que la ubican como objeto de un goce perverso. Es la irrupción violenta del goce del Otro que no puede ser tramitada y la interpela en su sexualidad. El acting es el llamado al padre, N. quiere despertarlo y así se lo subrayo. Como contrapartida, el saber materno, por estructura, no puede dar cuenta respecto de lo sexual y la madre, su relación a la castración, es puesta en jaque en un doble sentido: su propio deseo en relación a un hombre y el lugar que la niña ocupa en su deseo, interpreto que el acting pone en juego lo que podría llamar "el misterio de la joya perdida”. El enigma de lo femenino será desplegado en el análisis de N. por la vía de su identificación al falo por un lado y por la del goce pulsional por el otro. Dos muñecas serán las protagonistas de sus juegos: la linda, mujer que encarna la perfección de la imagen fálica y como contrapartida, la loca sin cabeza, del lado del goce. Me pregunta cuál prefiero, ya que es evidente que es la loca quien la entusiasma. La pintarrajea, la disfraza y la hace entrar en el juego amoroso. Pide que le consiga un compañero. Se dedica con insistencia a plantear la cuestión de la diferencia sexual introduciendo en sus juegos la pareja hombre-mujer. Recorta figuras femeninas y masculinas , las une con flechas. Su interrogación adquiere ahora otro sesgo ¿Qué une un hombre a una mujer? Por supuesto que esta cuestión la remite a la relación entre sus padres, más específicamente lo que ella quiere dirimir a esta altura es ¿cuál es el lazo que liga al padre, este padre un tanto dormido, con una mujer? N. inventa un juego al que nombra “Los cazafantasmas” y profiere: “¡Las mujeres son fantasmas y los hombres los cazafantasmas!”. La caza, mediante el equívoco entre casamiento y caza, es la respuesta por la mediación fantasmática: la mujer es un fantasma del hombre. Para una mujer se trata de ofrecerse a ser cazada y caer en el lazo…El acting comienza a ceder a medida que el trabajo analítico avanza y N. encuentra otra vía para abordar su pregunta por la sexualidad, la que conduce a interrogar la père-version paterna como modelo de la función del padre. Este padre "tan presente " y consagrado a los cuidados parentales hacia su hija va a ser conmovido en su posición de hombre, en su deseo y en su goce particular. La madre de N. referirá con

preocupación los recurrentes "chistes verdes" de su esposo

en presencia de su hija y

también aludirá a su propia "pérdida de deseo". "Los cazafantasmas" es un título muy apropiado, que ilustra las condiciones del abordaje del hombre en relación al objeto femenino, por la vía del fantasma. Tal como lo hemos referido al comienzo, el padre según la versión que le es propia como ser sexuado, tiene la posibilidad de abordar la causa de su deseo encarnada en una mujer, ella por su parte tiene la alternativa de consentir.

Bibliografía ⇒ Lacan, J. El seminario Libro 4. La relación de objeto 1956-1957. Buenos Aires, Paidós, 1994. ⇒ Lacan, J. “Edipo, Moisés y el padre de la horda”. El Seminario Libro 17. El reverso del psicoanálisis 1969-1970. Buenos Aires, Paidós, 1992.

Sumario

La función paterna es interrogada a la luz de la noción de la père-version la versión hacia el padre conceptualizada por Lacan en los años 70 en su seminario R.S.I. La formulación de la metáfora paterna, uno de los nombres del Edipo Lacaniano correspondiente a la elaboración de Lacan de los años 50, considera al padre en relación a la ley, la identificación y el Ideal , deja sin embargo en suspenso la función del padre como ser sexuado. La père-version, implica una relectura de la metáfora paterna al reintroducir aquello que en la metáfora paterna queda soslayado, el modo particular con el que un padre, merecedor de amor y de respeto, articula su goce en relación a una mujer.

Sara Rubín Lic. en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana. Docente del Departamento de Psiconálisis de la Universidad Argentina John F. Kennedy.

Investigadora de la Maestría en Psicoanálisis de la

Universidad Argentina John F. Kennedy.

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