La Poética de la arquitectura monástica bizantina y post-bizantina, reservorio de la memoria griega. Claudio Conenna (Univ. Aristóteles de Salónica)

La Poética de la arquitectura monástica bizantina y post-bizantina, reservorio de la memoria griega Claudio Conenna (Univ. Aristóteles de Salónica) E

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La Poética de la arquitectura monástica bizantina y post-bizantina, reservorio de la memoria griega Claudio Conenna (Univ. Aristóteles de Salónica)

El Monasterio, palabra del griego “Monastiri” -monos + ktirio-, es decir, edificio de los “solos” 1, no es únicamente una construcción que cubre las necesidades prácticas de la vida monástica cenobial. Es un edificio con carácter arquitectural que resuelve en su composición otros temas, además del necesariamente funcional y técnicamente constructivo para su sustentación. Posee una estructura espacial y una respuesta formal enigmática que le otorgan una clara identidad a lo místico del monasticismo. Metafóricamente, podríamos decir, que responde a la esencia de la teología Cristiana, expresada tanto en la Sagrada Escritura, como en los apotegmas y en los escritos de los Santos Padres de Oriente. Estos textos, desde la época Paleocristiana y en un transcurso continuo hasta la época postBizantina, y de algún modo más débil, hasta nuestros días, se traducen poéticamente en toda la obra del arte cristiano oriental bizantino ya sea -pintura, escultura, música, literatura y arquitectura. No debemos olvidar que en la época bizantina, la espiritualidad cristiana tenía un rol preponderante en la vida cotidiana, privada y pública de las personas. Durante ese período, el monaquismo cristiano en Oriente, y especialmente en el territorio griego, vive un auge importante. Como consecuencia de ello, se erigió un gran número de monasterios cenobiales. Los ejemplos más notorios como baluartes del monasticismo y de la arquitectura monasterial, son los del Monte Athos desde el siglo X, y más tarde, los de Meteora en el siglo XIV, ya período post-bizantino. En estos conjuntos monasteriales, se advierten notables lecciones de arquitectura que resuelven con delicadeza desde los criterios de implantación y desarrollos tipológicos, hasta los de organizacion espacial y expresiones morfológicas. El monasterio como institución espiritual alberga un modo de vida concreto: monasticismo. Allí el monje lucha por la perfección propia y de la humanidad entera, ya que el hombre y toda la creación han perdido su principal sentido natural y se encuentran en situación anti-natural por causa de la “caída” o el pecado. El objetivo del monje, de alguna manera, es lograr recuperar terreno perdido y arribar otra vez a la “Luz” y a la “Verdad”,

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Vale aclarar que el término “Solos” no incluye únicamente la calidad de célibe o soltero, sino también que lleva implicita la elección de este modo de vida en soledad cenobial para la oración constante respecto a la vida del mundo en familia u otras instituciones. Por otra parte podemos destacar casos de monjes que son viudos, otros que han decido separarse de sus esposas de comun acuerdo para seguir cada uno la vida monacal.

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gracias que dominarán la “Vida” con el Advenimiento del Reino de Dios 2. Los monjes se apartan de las cosas del mundo no por enemistad con él, sino, por el deseo de vivir a pleno la voluntad de Dios, y llegar a “Su Imagen y Semejanza” 3. Así, la Obediencia, la Virginidad y la Pobreza no son simplemente tres virtudes, por las que el monje lucha por adquirir, sino más bien, tres condiciones de una espiritualidad que ansía la perfección escatológica de la naturaleza humana. El camino que emprende para arribar a ello es el «modo» de la oración Hesicasta 4, es decir, la comprensión de la «introspección en sí mismo», en el silencio 5, protagonista vital en lo monasterial para vivir lo monástico, donde el monje humildemente aspira a la Theoptía o visión de la Luz Divina y a la Theosi o Deificación de la naturaleza humana 6. Por consiguiente, la ascésis de los monjes en Cristo, si bien es una cuestión estrictamente personal, encaminada naturalmente por medio de la vida litúrgica y de la vida cenobial, mantiene un claro carácter eclesial. El monje aspira no sólo a su santificación personal sino que es responsable de la petición final por el universo a su Creador 7. Para que estos asuntos adquieran un auténtico significado teológico, en lo concerniente a lo arquitectónico, podríamos afirmar que los monasterios expresan estas percepciones para ayudar al monje a crear la atmósfera que necesita para lograr una entera comunicación con Dios, y no construir exclusivamente espacios que cubren las necesidades prácticas per sé. En ese clima de silencio y devoción, lejos de los bullicios exteriores del mundo, el monje trata de apagar con la introspección, la autonegación, el misticismo y la interioridad los ruidos interiores para imbuirse de la Presencia. Estos términos se traducen arquitectónicamente para materializar el monasterio. En efecto, tanto en lo material del monasterio como en lo teologal de la vida monástica, se advierte la humildad en su volumetría total, la sencillez en su resoluciones morfológicas y técnicas, y la sinceridad en la expresión de los materiales utilizados. Humildad que no significa pobreza, ni sencillez que tome carácter de simplicidad. Desde esta perspectiva podemos advertir cómo a partir del desarrollo y la evolución del monasticismo cenobial cristiano resulta la presuposición y la base para el

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«....Nuestra salvación está ahora más cerca que cuando comenzamos a tener fe: la noche avanza; está cerca el día. Dejemos entonces las obras propias de la oscuridad y tomemos las armas de la luz...» Rom 13,12. 3 Gen 1, 26-27, 5,1, 9,6. 4 Hesichia = gr. Hsychía = calma, silencio, tranquilidad, reposo. 5 Meyendorff J., San Gregorio Palamás, pág.138. En relación al carácter espiritual del Silencio ver Mt 6, 1-8, Ef. 1, 11-19. Igualmente característico son los apotegmas de los monjes en relación al valor del silencio «...Quien aprendió a hacer silencio encuentra siempre reposo...Si adquieres la virtud del silencio, no hagas alarde que adquiriste algo importante. Convencete a ti mismo que no eres merecedor ni siquiera de hablar...» Abad Poimin, Hambaki Th., Gerontikó, pág. 239-240. 6 En relación con el concepto espiritual de la Luz, ver en el Nuevo Testamento Mt 5,13-16, Mt 6, 22-24, Jn 1, 8-9, Jn 8, 12. En la espiritualidad del monaquismo ortodoxo la Luz tuvo desde siempre importancia fundamental: «...Cuando la oración de Jesús se transforma en Oración del Corazón el primer resultado es la iluminación...» , ver. Serr J., Filocalia, pág. 15. 7 Zizioula, I, La Creación, pág.118-9.

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entendimiento de la creación de un monasterio. El pensamiento de su materialización comienza, primeramente, con la creación de un programa edilicio, consecuencia de su programa de vida, que sirve a las necesidades prácticas y espirituales de los monjes; segundo, con la elección del lugar de implantación para el conjunto monasterial; y tercero, con la organización espacial y la ubicación de los elementos programáticos básicos para el buen funcionamiento del monasterio como edificio. El argumento preponderante para la resolución de un programa monasterial es la creación, acorde a tal modo de vida, de un lugar o sitio para la vida de oración, y en él disponer de los elementos básicos para la existencia funcional del monasterio como cenobio 8. Las necesidades programáticas son: el Katholikó = Iglesia o Templo Principal del monasterio, el Refectorio, las Celdas y las funciones de apoyo y servicio a estas como cocina, depósitos, hospedería y establo. No obstante, encontramos en una cantidad notable de monasterios, especialmente los emplazados en el Monte Athos, otros elementos programáticos como las Capillas secundarias, la Phiali, la Torre de Defensa y el Campanario, los cuales, refuerzan la identidad temática del monasterio medieval bizantino. El monasterio como hecho arquitectónico, es un edificio que cubre las inquietudes espirituales de los monjes. El Katholikó es el refugio espiritual de los monjes ante el “maligno” y la torre de defensa, el refugio corporal protector de las invasiones que azolaban estos sitios santos. La torre de defensa era el «Ojo» del monasterio, vigilante del exterior, mientras que el Katholikó continúa siendo el “Ojo” que mira el corazón. Podríamos pensar, que el conjunto compuesto por la Torre de Defensa junto con la muralla que encierra las instalaciones monásticas, donde se apoyan las celdas de los monjes, evidencia su índole corporal. Mientras que la prolongación del Katholikó y del Campanario manifiesta otro grupo análogo, pero de carácter espiritual. El primero, protege la entereza física de los monjes para la vida terrenal y, el segundo, les resguarda el alma y el espíritu para la vida eterna. Observando la organización de los monasterios concéntricos cerrados, podríamos afirmar, que la fortaleza del monasterio «abraza» la fortaleza del alma. Así es que, la nítida forma geométrica del Katholikó como símbolo de perfección, es opuesta a la forma irregular del resto del monasterio. En este registro, el imaginario de Jesús mismo se encuentra en el interior y en el centro del conjunto constructo monasterial. Y la perfección y la irregularidad se expresan en los términos siguientes: a) La ciencia denomina a la geometría euclidiana como expresión de perfección de las formas puras 9, mientras que, a la irregular (no euclidiana) como expresión de imperfección.

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Cenobio = (gr. Koino + Bio) = Vida en común Papanoútsou E., Logos, pág..124 y Papousópoulo Ch., Pascal, pág.13.

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b) La fe Cristiana establece a Cristo como ejemplo de perfección, de modo que, cuanto mejor sea el cristiano, más se acerca a la excelencia del Señor. Para expresar y sustentar simbólicamente la importancia del Katholikó, en su relación con el resto de los edificios del grupo monasterial, podemos trazar un paralelismo con un parágrafo de la Sagrada Escritura: «...llevamos este tesoro en vasos de barro ...» 2Cor 4, 7-8. Vale decir, que los hombres somos una vasija de barro con un valioso tesoro(:) el corazón y el cuerpo humano que se consideran receptores de la Divina Gracia a la manera en que el mismo Hijo de Dios se hizo persona en el vientre de la Vírgen María. Un fenómeno semejante sucede con la arquitectura de los monasterios. El Katholikó como expresión de la perfección, es el «tesoro» dentro del «recipiente de barro», recinto que lo rodea como expresión de imperfección. Podríamos afirmar, en términos figurativos, que el sistema simbólico de la resolución arquitectónica del monasterio expresa la espiritualidad de la vida monástica, pues entre lo real y lo fenoménico se advierte una mímesis dialógica: lo monástico y lo monasterial, lo espiritual y lo material, lo devocional y lo artístico, lo místico y lo espacial, lo vivencial y lo construido. Desde el primer paso, o sea, la elección precisa del lugar de implantación, el monasterio parece llevar implícita la humilde, serena y riesgosa tarea de obedecer la voluntad de Dios. En no pocos casos, los sitios escogidos para la edificación de un monasterio son realmente inaccesibles para la aparente capacidad humana. Si tomamos en cuenta la época en que fueron construidos, no obstante la alta tecnología actual, nos encontramos con dificultades prácticamente insolubles para construir en esos lugares. Aunque es difícil de explicarlo en términos científicos, nos atrevemos a pensar que el deseo, la fuerza interior y el sacrificio humano como inclinación a la soledad, y a la espiritualidad, sumado al llamado divino o «vocación» a la vida de oración, se unen y se materializan en un punto, en un sitio, allí donde se construye el lugar monástico. Ello parece ser el resultado de la mutua colaboración, del continuo diálogo entre el hombre y Dios o la respuesta a una súplica, la que se afirma y confirma en la oración diaria de vísperas con la que el monje orando en comunidad expresa a su Señor: «...Señálame el camino que debo andar, pues levanto mi alma hacia Ti. Enséñame a cumplir tu voluntad ya que tú eres mi Dios...» Salmo 142, 9-10. A partir de estas reflexiones, una pregunta natural, bien puede ser: por qué se erijen los monasterios en el «desierto», espacio predilecto, para la construcción de la gran mayoría. Un motivo para edificarlos alejados de los centros poblados y con una expresión volumétrica - espacial introvertida, sería a partir de considerar el monaquismo erigido sobre

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las dos enseñanzas esenciales de Cristo: la autonegación 10 y la oración en secreto 11. Así como Cristo exhorta al cristiano a orar en secreto, aislado y separado del ruido exterior para apagar los ruidos interiores, el monje se retira a su celda, la comunidad cenobial se encierra en el monasterio y hasta un grupo de comunidades cenobiales se confinan en el desierto. Otra razón reside en el hecho de que el desierto es el espacio donde resuena el eco de la fuerza de Dios. Aquí, el hombre se encuentra en contacto con la nada, la experimenta en sí mismo, advierte y siente sus propias debilidades. A su vez, la suave, tenue y sutil voz del Salvador se hace oir con mayor nitidez, comunicación que facilita una mayor elevación y profundización de la vida espiritual. El alma se vacía del deseo de lo exterior para permitir la plenificación interior con la Presencia. Esta idea se reafirma en la organización tipológica casi homogénea en la mayoría de los casos. Nos referimos al tipo concéntrico cerrado con el Katholikó (el templo) en el centro del monasterio, el que pareciera venir a llenar con su presencia grandilocuente, si lo miramos desde una pespectiva de proyecto inversa a la real 12, el vacio del patio monasterial; y donde, además, las alas del monasterio lo abrazan abriéndose hacia él por medio de galerías. Por otra parte, este sistema de representaciones lleva implícito la idea de que el monje debe tener como centro de su vida de cristiano-monacal en su vida monacal el constante recuerdo y visión del Salvador, de la vida, muerte y resurrección del Dios-Hombre, y en especial, en calidad de monje que eligió y fue elegido, es decir, llamado a dedicar toda su vida completamente a Cristo. Con todo, la respuesta tipológica no deja de lado, en ningún momento, el respeto por la naturaleza a la hora de implantar un monasterio. Es por ello, que también existen otros tipos arquitectónicos monasteriales 13, producto de sacrificar en algunos casos el tipo regular concéntrico cerrado, con el propósito de lograr una integración plástica y orgánica con el contexto físico concreto de implantación, alcanzando en algunas circunstacias a la mimetización total con la naturaleza. No obstante, la estructura del monasterio, como de organismo biológico humano, en todos sus tipos refleja simbólicamente el carácter Cristocéntrico,

epicentro

de

la

vida

monástica,

carácter

que,

materializado

arquitectónicamente, se ha mantenido inalterable desde hace más de mil años en Grecia y

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«...Si el grano de trigo no cae en la tierra y no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida la destruye, y el que desprecia su vida en este mundo la conserva para la vida eterna. El que quiere servirme, que me se siga, y donde yo esté, allí estará el que me sirve. Si alguien me sirve, mi Padre le dará honor ...» Jn 12, 24-26. 11 «...Tú cuando reces, entra en tu pieza, cierra la puerta y y reza a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te premiará...» Μt 6, 6-7. 12 Es importante señalar que lo primero que construye el monje o la comunidad monacal es el lugar de adoración y oración, vale decir, el Templo, luego va completando el programa edilicio. Un monasterio cristiano sin el Katholikó no tendría sentido como tal. 13 Dentro de la gama tipológica de la arquitectura monástica bizantina y post-bizantina griega encontramos además del tipo regular concéntrico cerrado otros tipos como el concéntrico semi-abierto, el compacto y el lineal.

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más de mil quinientos en Oriente, sellando de este modo para la fe ortodoxa la identidad del Monasticismo Oriental Cristiano. Tanto la arquitectura de los monasterios como las iconografías que adornan gran parte de sus edificios, especialmente el Katholikó, han sido elaboradas por medio de un meduloso estudio histórico-teológico de fino diseño programático–cromático. Esta totalidad crea, conjuntamente con la forma arquitectónica interior del templo, una fuerte atmósfera devocional, espacio en el que se aspira el aura del Nombre de Jesús, redención que ayuda a los monjes en su obra espiritual: la oración. Nos referimos a la oración de Jesús, conocida también como la “oración del corazón”, esencial en la espiritualidad cristiana oriental 14. Ella busca reconcentrar en la fuente profunda de la Vida, en el corazón, el espíritu disgregado por la “caída”. Por eso, no es casual que el Katholico, tenga un lugar jerárquico-central dentro del espacio monástico y una expresión arquitectónica diferente, con un diseño más refinado en todos los niveles de su resolución que el resto de las edificaciones del monasterio. Cristo, es la piedra fundamental de su Iglesia 15 y está Presente arquitectónicamente cual corazón en un organismo biológico 16. El lenguaje morfológico–volumétrica, de una gran cantidad de monasterios bizantinos y post-bizantinos griegos, habla de una natural metamórfosis orgánica de la piedra que se alza y se transforma en obra de arquitectura, simil del monje al elevarse a través de su oración convirtiéndose en “persona”. Sin ser esculturas, estos ejemplos tienen carácter escultórico, poseyendo, además, en su interior una riqueza de orden mayor, la dinamización y continuidad espacial, creada a partir de organización y resolución funcional de los elementos programáticos. La espacialidad interior del monasterio con-tiene un halo místico, de interioridad e introspección, cobijado entre los pliegues de una gran dinámica y variedad de pasajes, recodos, terrazas, patios abiertos, semi-cubiertos y galerías que se crean entre el Katholikó y las alas del monasterio; prolongándose, cuando la superficie lo permite, en los edificios sueltos que pudieran existir en el espacio abierto. Se trata de una polisemia del dinamismo laberíntico semejante a la del alma humana. Estos edificios anónimos para la cultura arquitectónica, encierran y atesoran para los ojos de la observación profunda, un cúmulo de verdadera sabiduría arquitectónica tal cual el Señor guarda los secretos esenciales de la vida a los humildes de corazón por estar velados por la aparente sencillez y humildad en su materialización. En este orden de cosas, los constructores de monasterios utilizaban, frecuentemente, materiales de las zonas aledañas, piedra, ladrillo y madera, mediante los cuales expresaban la sinceridad arquitectónica. 14

Meyendorff J., San Gregorio Palamás, pág. 40. «..La Piedra que los constructores desecharon llegó a ser la piedra principal del edificio. Esa es la obra del Señor y nos dejó maravillados...» Μt. 21, 42 16 La función respiratoria, esencial en la vida de todo organismo, ligada al rítmo del corazón. Por eso, la respiración del Nombre de Jesús es Vida para la criatura ”…Él es el que da a todos la vida, el aliento y todas las cosas…pues en él vivmos, nos movemos y existimos…” He. 17, 25-28. 15

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Así es que la Sinceridad como pauta básica dentro de la vida cristiana, cenobial y monástica, se transfiere materialmente a la expresión de su propia arquitectura. Las formas sencillas y la tipología de los elementos que constituyen el programa monasterial, varían en sus dimensiones y proporciones de acuerdo al espacio disponible para la construcción del monasterio. En cada caso, dependía del lugar de implantación en el contexto físico, que condiciona, en no pocas ocaciones, un determinado esquema monasterial. Es necesario agregar, que la variación formal desarrollada con el paso del tiempo en muchos grupos monasteriales ha dependido también de la oscilación demográfica de la comunidad monástica. Los grupos de comunidades cenobiales tales como la comunidad monástica Aghiorita en Monte Athos – (Calcídica), o la Meteorita en Meteora – (Tessalia), o la comunidad de Gotynía en el Peloponeso, son ejemplos emblemáticos en el territorio griego actual de las reflexiones teológicas traducidas en lenguajes arquitectónicos que aún desarrollamos. Cada una expone arquitectónicamente de modo bastante diferente una línea particular dentro de las formas monásticas. Evitamos explícitamente hablar de órdenes monásticas, puesto que, en la ortodoxia esta concepción grupal no existe como es aceptada por el monasticismo cristiano de Occidente, sino que, resulta más eficaz para la comprensión, diferenciarlas a partir de los sitios y modos de implantación de sus monasterios, lo que nos da la pauta de una manera particular de ascesis monástica. En este registro, la comunidad Aghiorita, en la península athonita, muestra nítidamente el sentido cenobial, propiamente dicho, con su carácter tipológico repetitivo. La Meterorita, en el monumental “bosque de rocas” de Tessalia, sugiere un cenobio con inclinación al ascetismo, pues insinúa una respuesta arquitectónica más individual y orgánica debido a las condiciones naturales del terreno 17; mientras que, los monasterios de Gortynía, yacentes en las laderas de las montañas que forman un profundo valle sobre el río Lousio, indican su carácter más ascético que cenobial, y la respuesta arquitectónica generalmente impone una organización espacial lineal; y en lo morfológico, un muro cortina de piedra que cierra una gruta formada naturalmente en la roca donde se desarrolla la vida del monasterio. Esta respuesta arquitectónica plástica y orgánica de las comunidades cenobiales mencionadas, que se adaptan a las condiciones físicas del terreno, y dialogan con la naturaleza, interviniendo con sutileza y respeto en ella, nos lleva a sostener como concepto, que en la arquitectura monástica bizantina y post-bizantina griega, el lenguaje del hombre, el arte 18, se comunica y se encuentra con el lenguaje de Dios, la naturaleza 19. Diálogo y 17

La zona de Meteora se caracteriza por ser como un bosque de gigantescas rocas donde en sus cúspides se encuentran implantados los monasterios, como remate final de una torre. 18 Scully V., L. Kahn, pág. 36 y Giurgola R. - Metha J., L Kahn, pág..34. 19 Serr J., Filocalia, pág. 25.

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representación, es el modo de comunicación y encuentro. Diálogo entre Dios y el Hombre, entre la Naturaleza creada y el Arte creativo. Manifestación de Dios por la Naturaleza creada, y del Hombre por su Arte creativo. Más allá del simbolismo teológico religioso que se desprende de esta arquitectura, es importante remarcar sintéticamente las carácterísticas de diseño que en nuestros tiempos la hacen todavía interesante como hecho arquitectónico. Los constructores aplicaban soluciones arquitectónicas para las edificaciones monasteriales de modo sencillo y natural, podríamos decir, hasta empírico, con espíritu libre y creativo, como era naturalmente su fe misma. Construían monasterios con los materiales que les daba la naturaleza en el lugar donde se encontrasen, desarrollando esquemas variados y orgánicos en armonía con el lugar de ascesis y a su escala. Preferían formas cerradas para que les ayudase en la concentración, la ascésis monacal y los protegiera de las invasiones que tuvieran que afrontar. Observamos, sin embargo, que los monasterios bizantinos y postbizantinos griegos, en toda la gama tipológica de la organización espacial, poseen plantas flexibles y articuladas, aunque contando siempre con un claro esquema funcional. La dinámica de la topografía misma, favorece consecuentemente en lo arquitectónico a un corte variado, creando una rica, interesante y misteriosa espacialidad en el edificio, provocando un juego polisémico de niveles entre patios, galerías, pequeñas plazas, terrazas y escaleras, con inclusión, en ciertos casos, de árboles y césped, entretejidos con pisos empedrados, generalmente de lajas. Espacios con estas características y con sus más variadas combinaciones, encontramos innumerables dentro de esta arquitectura monástica anónima, rasgo que, naturalmente, le otorga un sello de individualidad. En relación al tema de la composición de las fachadas de los monasterios, notamos que resulta ser, por el paso del tiempo y su constante adaptación a los cambios tecnológicos, un diseño complejo, dinámico y variado, donde se insertan pequeños esquemas volumétricos como expansión de lo interior, con materiales y colores diversos. Sin embargo, advertimos en la mayoría de los casos un cierto orden compositivo, donde la relación fondo-figura se manifiesta con nitidez. Las fachadas interiores del recinto monástico, que miran hacia el Katholikó, se presentan en forma de telón de fondo escénico horadado, por la existencia de galerías continuas. Mientras que, hacia el exterior, el trasfondo se evidencia compacto, con imágen de fortaleza en su base y formas variadas e intercaladas de volúmenes sobresalientes más livianos, en los niveles superiores. Estas intervenciones de la época post-bizantina, le otorgan a la imagen monasterial una elocuente plasticidad tridimensional en su exterior. El corte variado combinado con la organización plástica de la planta y la dinámica de los espacios intermedios, la escala arquitectónica de los edificios monásticos -

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siempre a la medida del hombre-, el espacio introvertido, las fachadas articuladas, tanto la interior muy calada como la exterior compacta y semicerrada, nos conducen en la idea de un refugio y fortaleza llenos de vida interior, que, por otra parte, devienen en representaci’on de Dios para en monje 20. Por cierto, que al monasterio bizantino y al post-bizantino griegos, bien pueden ser considerados como una arquitectura de solución a diversos planteamientos y problemáticas inherentes al diseño arquitectónico de nuestra época. Hacemos hincapié como particularidades ineludibles dentro de la traducción de lo teológico a lo arquitectónico, algunos detalles que nos muestran la trascendencia de lo filosófico-teológico en el desarrollo de la arquitectura monástica. No diremos que los constructores de estos monasterios utilizaban la Sagrada Escritura como manual para la edificación, pues es sabido que la atesoraban cual savia en su espíritu vivencial. En términos arquitectónicos, este tipo de experiencia humana con profundo contenido espiritual, que supera lo eminentemente racional y lógico, hizo que se produjera una arquitectura libre y variada, adaptándose a las carácterísticas dinámicas que presenta el contexto físico, sin imponerse a él con un objeto extraño y dominante. Facilitando un alto grado de particularidad en el desarrollo de las ideas rectoras de los monasterios, las cuales, solamente se repiten en el aspecto tipológico, dejando que lo formal y lo volumétrico del hecho arquitectónico se acomodaran orgánica y contextualemente a la naturaleza, con el fin de no transformarse en arquitectura de modelo. El efecto resulta una arquitectura de figura más que de forma. Podríamos decir, que se trata de una arquitectura topológica con una respuesta morfológica heterogénea donde la variedad predomina sobre el orden, sin llegar al des-orden o al caos, y donde lo particular y lo concreto predominan sobre lo general y lo abstracto. Evitando la monotonía, se presentaba figurativo, topológico y regional, más allá de lo sistemático, objetual e internacional. Finalmente, concluimos que tanto la arquitectura bizantina de los templos como la monasterial, explorativa y creativa, en todos sus niveles de expresión -la implantación, lo funcional, lo espacial, lo formal, lo constructivo, lo pictórico-, todavía puede ser fuente de inspiración pues aún nos transmite enseñanzas de diseño. Sólo nos falta la gimnasia de la vista para que su des-cubrimiento se extienda a otras generaciones.

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“…El Señor es mi roca, mi fortaleza y mi libertador. ¡Oh mi Dios! ¡Roca en que me refugio, mi escudo, mi fuerza y mi salvación!…” Salmo 18, 3

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AUTORIZACION

Salónica, Mayo 31, 2001

Por la presente autorizo para que se publique en la Compilación que dirige la profesora Cristina Godoy "Tiempos de Memoria", el presente artículo "La poética de la arquitectura monástica bizantina y post-bizantina, reservorio de la memoria griega" de mi autoría.

Claudio Conenna Arquitecto - Ph.D. Universidad Aristóteles de Salónica - Grecia

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