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/ La Polio, pasado y actualidad
A 100 AÑOS DEL NACIMIENTO DE JONAS SALK
La Polio, pasado y actualidad Entrevistamos a la investigadora marplatense doctora Adriana Álvarez, especialista en el tema y autora de numerosos artículos sobre la enfermedad.
¿La Poliomielitis es una enfermedad de los tiempos modernos? Es una enfermedad de la antigüedad, pero durante siglos no captó la atención de las poblaciones puesto que los casos de esta dolencia básicamente infantil, parecen haber sido esporádicos. Las primeras descripciones clínicas proceden de 1795 en Inglaterra, 1813 en Italia, 1890-93 en EEUU. En 1908, en Viena, Landsteiner confirmó el carácter contagioso de la enfermedad. A partir de entonces la investigación de la Polio adquirió un gran auge en los EEUU, Canadá, y Europa. ¿Afectaba por igual a todos los segmentos poblacionales? Desde finales del siglo XIX se observó que la poliomielitis afectaba más a las poblaciones con cierto nivel socio económico, mientras que pasaba casi desapercibida en las poblaciones más pobres. El concepto de enfermedad y suciedad, que iba parejo con el de enfermedad infecciosa, no parecía cumplirse
con ella. Puesto que, a mediados del siglo XX, la consolidación de la medicalización de las sociedades y del sanitarismo en general, expresaban (para la mayoría de los países) una mejora higiénica y sanitaria, sin embargo frente a este “triunfo de la Higiene” aumentaba la frecuencia de la poliomielitis paralítica. ¿Cuándo se transforma en epidémica? Su irrupción atacando a grandes de masas de población se dio una vez finalizada la Primera Guerra Mundial. Aquí encontramos el primer rasgo desconcertante de la epidemiología, o sea el hecho inexplicable de que la enfermedad, virtualmente desconocida durante muchos siglos, hiciera irrupciones de poca consideración durante 230 o 240 años para comprometer después grandes masas humanas. Fue entre mediados de la década del cuarenta y la del sesenta del siglo XX, cuando el temor cundió entre la población pues se hablaba de “epidemias” en diversas partes del mundo. América Latina no fue la excepción.
¿Por qué causó entonces tanto pavor? ¿Por la cantidad de muertes? ¿Por sus efectos? El horror que esta enfermedad despertó al promediar el siglo XX, no se debió tanto a los índices de mortalidad como a las consecuencias perdurables que dejaba, en virtud de la parálisis que provocaba. Sumado al hecho, que el universo infantil fue el más castigado, se convirtió en una dolencia que generó nuevas imágenes y concepciones en torno al cuerpo, a la discapacidad, a la escolaridad de los pequeños “paralíticos”, a las formas de integración socio laboral de éstos. En los primeros años del Siglo XX en la prensa médica argentina comenzó a ocupar un espacio más destacado la temática de la parálisis infantil, como fue en los Anales del Círculo Médico Argentino que era la publicación de una de las asociaciones científicas profesionales más relevantes del país. Es decir, no era una problemática desatendida, entre 1895 y 1905 proliferaron una serie de publicaciones donde el énfasis estuvo puesto en el cuidado de la
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salud infantil que era una de las preocupaciones del higienismo del período. Para los primeros años del siglo, la poliomielitis había dejado el anonimato que la caracterizaba. ¿Cómo se dio ese proceso particularmente en la Argentina? Para el caso argentino, la polio, ganó protagonismo debido a la frecuencia de su aparición en el escenario porteño y en algunas ciudades importantes del interior, como era el caso de Córdoba. Un año clave fue 1909 cuando se produjo un incremento tenue pero sostenido de esta dolencia. En el mismo año se reclamó desde las páginas de la Revista de la Asociación Médica Argentina que los poderes públicos clasificaran a esta enfermedad dentro de aquellas cuya denuncia era obligatoria. Con este fin se nombró una comisión pero hasta 1936 no se cristalizó la idea porque aun los azotes habían sido esporádicos y no muy significativos entre 1906 y 1932. ¿Cómo fueron las acciones gubernamentales en esta primera etapa? Como en otros países de la región que yo analicé puntualmente (Chile o Uruguay por ejemplo) la falta de prevención fue un denominador común. En tanto, el pánico iba ganando terreno, más que nada en los padres que sólo se anoticiaban de la misma por medio de la prensa que reflejaba algunos casos aislados, la situación vivida en los EEUU y Canadá, o bien el boca a boca. La situación no era simple, pues a la falta de prevención e información oficial, se sumaba el temor que era alimentado por las versiones. Con el brote epidémico de 1936, la población se fue enterando más en profundidad a través de la prensa que, por otra parte, reclamaba a las autoridades la formación de centros especializados, la realización de campañas de información y la difusión certera de los casos registrados. Estas acciones gubernamentales, se desplegaban en un contexto médico que por entonces no era capaz de brindar una solución al problema. Si bien los estudios sobre la polio habían comenzado a mediados del 1800 cuando Jakob Heine, describió la enfermedad por primera vez, relacionándola con las convulsiones, que
suelen ser uno de los síntomas asociados a las lesiones nerviosas que provoca. Y casi cuatro décadas más tarde el neurólogo alemán Ernst von Strümpell describió la forma cerebral de la poliomielitis, que se conoce desde entonces como Síndrome de von Strümpell Tipo II. Fue el médico sueco Oskar Medin quien descubrió, en 1890, el carácter epidémico de la enfermedad. Su discípulo
Ivan Wickman demostró que el contagio de persona a persona era la clave de la dispersión de la dolencia. En 1909, el austríaconorteamericano Karl Landsteiner y el patólogo alemán Erwin Popper, demostraron que el agente causal residía en el sistema nervioso central. Lo concreto es que solo se había avanzado en el cuadro clínico pero no en su inmunidad ya que la primera vacuna efectiva contra la poliomielitis, la de Jonas Salk, apareció en 1954 en Pittsburgh, Pennsilvania y luego vino la vacuna Sabin. Por ende, en esta primera parte del siglo, no hubo en materia preventiva acciones concretas por parte de los Estados del extremo sur latinoamericano. ¿Cuáles eran los enfoques del tratamiento en ese momento? En principio los que había no eran efectivos. Si bien desde 1919, después de la Primera Guerra Mundial, se establecieron los principios de la rehabilitación médica, recién a fines de la Segunda Guerra Mundial se empezaron a desarrollar sus actividades tal como las conocemos en la actualidad. Hasta entonces, lo que predominaba era la figura del inválido,
connotación o denominación que tenía que ver con una percepción social, silenciosa en torno a interpretar esa invalidez o parálisis, no solo como una dificultad motora, sino también social, laboral, etc. Había cierta pasividad y resignación. Esta concepción en parte, solo en parte, era consecuencia del limitado resultado que brindaban los tratamientos que estos enfermos recibían y que, por otra parte, eran objetos de numerosas críticas. Por eso cuando los brotes de polio a mediados del siglo XX se transformaron en epidémicos, el pánico se adueñó de la situación. Peor aún, atacaba básicamente a la infancia, ese segmento de la población, que desde los años veinte (mediante un proceso iniciado en las últimas décadas del siglo XIX), había comenzado a ser considerada como un elemento clave del universo social. El cuerpo de los niños/as era estudiado, se debatían sobre las formas de protección, pues era el futuro trabajador y ciudadano. La polio podía hacer de ese niño un futuro adulto “tullido” “paralítico” impedido de trabajar, los temores no eran alimentados sólo por la enfermedad sino también por sus secuelas. ¿Qué sucedió en nuestro país luego de las apariciones de casos entre 1932 y 1936? La mención de la enfermedad disminuyó hasta que en 1942 la prensa denunció focos en el país que tuvieron su representación más culminante en Mar del Plata, Santiago del Estero y Rosario. ¿Cómo reaccionó el Estado? No realizó la difusión necesaria y eso facilitó en forma notable la diseminación del virus por diferentes centros del país especialmente en los lugares de veraneo con su característica afluencia de población infantil, lo que fue un caldo de cultivo óptimo para el desarrollo de la enfermedad. Ese recrudecimiento de la enfermedad se dio en todos los países de América Latina. Argentina en el extremo sur del continente fue entre 1945 a 1954 el país más afectado. Lo llamativo es que el incremento en el número de casos de polio en todos los países no era progresivo, presentaba ritmos discontinuos, intercalando oleadas y períodos de interrupción de la enfermedad.
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Ahora bien, en la década del cincuenta, países como Argentina, Chile y Uruguay experimentaron un nuevo modelo de desarrollo donde le asignaban al Estado un rol activo en la redistribución de la riqueza, teniendo el deber de extender los beneficios del progreso y asegurar buenas condiciones de vida para todos los habitantes del país. En ese llamado Estado de Bienestar sobresalían las reformas sanitarias siendo la inversión en la salud pública un rubro en franco crecimiento, la planificación y centralización otro aspecto sobresaliente. Sin embargo las epidemias de polio mostraron los límites de ese modelo. Las cifras hablan por sí solo. La década del cincuenta había comenzado solo con algunos casos aislados en la Ciudad de Buenos Aires y en la Provincia de Santa Fe. En 1953 estos guarismos se dispararon afectando a 2.579 personas, de los infectados, 1.300 correspondieron a Buenos Aires siguiendo en número de casos las provincias de Santa Fe, Tucumán y Córdoba. Ante esto, los gobiernos provinciales también respondieron y fue el casode la provincia de Santa Fe donde se creó una Comisión de Defensa y Prevención de la Poliomielitis con el fin de organizar la lucha contra dicha enfermedad frente al brote producido en la ciudad de Rosario. La preocupación médica y política de las consecuencias de dicho padecimiento no radicaba tanto en los índices de mortalidad (179 fallecidos) sino en los efectos invalidantes (1.316 inválidos) para las poblaciones de menor edad. El 71% de los pacientes fueron los menores entre cero y cuatro años. ¿Qué acciones se desarrollaban ante la falta de una vacuna? Me ocupé de analizar los casos en Chile, Uruguay y Argentina, y hasta 1955 las medidas eran paliativas, y a modo de prevención para evitar el contagio se utilizaron tradicionales recursos de desinfección como fue el de pintar con cal los árboles y cordones de las calles de cada pueblo y ciudad, o regar frente de las viviendas con acaroína. Instancias en las cuales colaboraban los municipios pero eran mayormente ejecutadas por los mismos vecinos, como lo era también el colgar del
cuello de los escolares una bolsita con alcanfor, con la creencia de que esta sustancia evitaba el contagio. Lo cierto es que el incremento de estos brotes activó la ayuda internacional. En el caso Argentino en 1953 la Oficina Sanitaria Panamericana respondió al pedido de colaboración realizado por el gobierno y compró en Estados Unidos 39 pulmones de acero que fueron trasladados en un avión del ejército norteamericano. Además, la Fundación Nacional contra la Parálisis Infantil de Estados Unidos envió dos médicos especialistas en poliomielitis y varios pulmones de acero portátiles.
¿Y cuando apareció la vacuna de Salk? Se instaló un clima esperanzador, los gobiernos anunciaban en los periódicos las acciones de vacunación que pronto comenzarían, hechos que se combinaban con los innumerables homenajes a Salk y los grandes titulares que anticipan el “fin de la polio”. Sin embargo, en Chile, en Argentina y Uruguay lo peor estaba por llegar. Entre 1957 y 1960 recrudecieron los casos en Chile y Argentina, no así en Uruguay. El problema fue que el abastecimiento de vacunas no era uniforme ni abarcativo. Llegaban a determinadas zonas y en otras escaseaba. Esto demostró las debilidades de los Estados que terminaron siendo cubiertas por acciones de la ciudadanía organizada. En nuestro país, en medio de un clima político inestable, que era a su vez alimentado por los brotes poliomielíticos, la aparición de la vacuna Salk fue utilizada por el gobierno peronista para instalar una visión esperanza-
dora del problema. El 9 abril de 1955 y casi de forma contemporánea de haber sido dada a conocer por Salk el 12 de abril de 1955, el gobierno anunciaba que “…llegara al país la primera partida de vacuna anti poliomielítica Salk procedentes de los laboratorios Parke Davis… ”. Llama la atención lo prematuro del aviso y la falta de datos documentales que registren ese hecho. Los anuncios con esta promesa alentadora era nutrida con nuevos comunicados con los que se intentaba tranquilizar a la sociedad pero, a diferencia de otras acciones que el peronismo encarnó, esta no fue acompañada con acciones concretas. Sirva de ejemplo el comunicado del 30 de Abril de 1955 donde los matutinos en primera plana y en función de un comunicado oficial titulaban que la Fundación Eva Perón (brazo político del peronismo) “…contempla la posibilidad de la vacunación infantil en todo el país con suero Salk para prevenir la parálisis”. El Ministro de Asistencia Social y Salud Pública anunciaba que los programas de vacunación estarían a cargo del Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública conjuntamente con la Fundación Eva Perón. Por entonces, y en medio de promesas incumplidas, en relación a la vacunación el mapa político argentino fue modificado, en Septiembre de 1955 el presidente Juan Domingo Perón había sido derrocado por un Golpe Militar. ¿Qué ocurrió luego? En 1956 y ya bajo el gobierno de facto del General Pedro Eugenio Aramburu un nuevo brote de polio castigaba a la Argentina. Desde los últimos meses de 1955 se habían registrado casos, que la prensa denunciaba y las nuevas autoridades a semejanza de lo que habían criticado de las anteriores negaban. Se produjeron casi 6.500 casos lo que implicó una tasa de 32,8 por 100.000 habitantes, 5.320 de los cuales fueron notificados en los seis primeros meses del año. Argentina, pasó a ser noticias en los medios internacionales y las autoridades ya hablaban de epidemia. En un contexto donde ni Brasil ni Uruguay registraban para entonces picos de guarismos, se amenazó con el cierre de las fronteras de estos países frente a la situación argentina
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¿Por qué sucedió esta epidemia en 1956 cuando estaba en marcha la campaña de vacunación con vacuna Salk? Una respuesta posible es que en la Argentina los brotes eran estacionales, preferentemente en los meses de verano, que son los primeros del año, momento en el cual se había anunciado el inicio de las campañas de vacunación pero las mismas aún no se habían hecho efectivas. Por lo tanto, frente a la falta de inmunidad, atacó a unos cuatro mil chicos, de los cuales murieron tres mil. Tal magnitud, puso en evidencia la insuficiencia de recursos y de infraestructura sanitaria, y la inexistencia de planificación y previsión por parte del Estado frente a los cíclicos brotes de una enfermedad presente en Argentina desde hacía varias décadas. Lo cierto es que frente al brote del 56, cobró diametral centralidad lo elaborado por OMS en noviembre de 1955, cuando convocó a un grupo internacional de expertos para que examinara los diversos aspectos relativos a la poliomielitis. Uno de los aspectos que este grupo subrayó fue la conveniencia del empleo de la vacuna, sobre todo a su distribución por grupos de edad, puesto que la poliomielitis paralítica tendía a ser más grave en los adultos. Por esto el gobierno de la Revolución Libertadora en los primeros meses de 1956 y ante la ausencia de partidas de vacunas Salk, en el mes de marzo inició las primeras aplicaciones en las escuelas de gamma-globulina, con la finalidad de inmunizar a 300.000 niños entre 3 meses y cinco años de edad. Las adquisiciones de las dosis en general se veían afectadas, según denunciaban las autoridades, por la escases de recursos como parte de la herencia peronista. Independientemente de las metáforas políticas que en derredor de la polio se gestaron, se inició la cooperación en la organización de laboratorios de virus y en el estudio de problemas específicos como también el suministro de cierto equipo de laboratorio. Estos brotes, influyeron en la tarea de la vacunación que se inició en los meses de invierno de 1956 la cual se hizo más sistemática, aunque la organización siguió padeciendo de la misma fragmentación y superposición de esfuerzos propios del sistema sanitario argentino. Una rama era
Lo que hay que saber En mayo último, la Organización Mundial de la Salud decretó el "estado de emergencia de salud pública" a nivel mundial ante el aumento de los contagios de polio en los últimos meses y tras detectar casos en países como Afganistán, Camerún, Etiopía, Guinea Ecuatorial, Irak, Israel, Nigeria, Pakistán, Somalia y Siria. Más que nada porque tres de ellos -Camerún, Pakistán y Siria- están "exportando" el virus y por lo tanto infectando a otros países. Independientemente de las medidas preventivas que se tomaron desde ese momento, los especialistas del mundo coinciden en una mirada optimista: la de poder acabar con la enfermedad para el año 2018 en el marco de un Plan Estratégico Integral que se lanzó en 2013. El último caso de poliomielitis por virus salvaje en la Argentina se registró en la ciudad salteña de Orán en 1984. En el continente americano, el último diagnóstico se realizó diez años después, en Perú. En nuestro país, la vacunación gratuita y obligatoria contra el
organizada por el Ministerio de Asistencia Social y Salud Publica y realizada por la Dirección General de Sanidad Escolar dependiente del Ministerio de Educación y Justicia. Otra campaña El Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública les entregaba las partidas de vacunas Salk a los Ministerio de Salud Provincial. En el caso argentino a partir de 1964, con el advenimiento de la vacuna Sabín oral, hubo un descenso de la incidencia de la enfermedad (la mínima fue en 1967 con una tasa del 0,3 por 1.000). Pero la posterior falta de continuidad en los programas de vacunación desencadenó un aumento de casos desde 1968, con un brote que se prolongó hasta 1974. ¿Qué conclusiones ha sacado de sus investigaciones? Mi enfoque analizó el derrotero de la poliomielitis desde un enfoque multidimensional
virus de la polio está disponible desde 1959. La primera dosis debe aplicarse a los 2 meses de edad, seguida de otras a los 4, 6 y 18 meses. Luego, entre los 5 y 6 años, se aplica un refuerzo. La poliomielitis es una enfermedad muy contagiosa causada por un virus que invade el sistema nervioso y puede causar parálisis en cuestión de horas. El virus se transmite de persona a persona, principalmente por vía fecal-oral o, con menos frecuencia, a través de un vehículo común, como el agua o los alimentos contaminados, y se multiplica en el intestino. Los síntomas iniciales son fiebre, cansancio, cefalea, vómitos, rigidez del cuello y dolores en los miembros. Una de cada 200 infecciones produce una parálisis irreversible (generalmente de las piernas), y un 5% a 10% de estos casos fallecen por parálisis de los músculos respiratorios. Afecta sobre todo a los menores de 5 años. No tiene cura, pero es prevenible. Cuando se administra varias veces, la vacuna antipoliomielítica puede conferir una protección de por vida.
con dos momentos históricos bien marcados, los de principios del siglo XX y los que se iniciaron a mediados de esa centuria. En relación a esta última etapa, la parálisis infantil actuó como un catalizador de diversos aspectos de esa realidad social, pues puso en evidencia los límites de la ciencia médica, que hasta la aparición de las vacunas dejo sin herramientas a las agencias estatales para intervenir exitosamente en los cuadros epidémicos. También, mostró que si bien las modalidades operativas del Estado Benefactor estaban presentes en los tres países estudiados, las mismas no se aplicaban de forma cabal sino más bien fueron versiones parciales que dieron lugar a universos institucionales distintos, y a intervenciones diferentes, por lo menos en lo relativo a lo que a las campañas de vacunación refiere. Las ausencias del Estado de Compromiso para con la “infancia paralítica” fue una constante como también lo fueron las
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respuestas ciudadanas que organizaron a través de diferentes eventos y/o organizaciones formas de proveer las vacunas que los gobiernos no proveían, construcción de espacios asistenciales específicos de los que carecían las agencias estatales, como fueron los llamados centros anti poliomielíticos. Estos nuevos actores civiles, que crecieron en medio de la
robustez de un modelo de Estado que aspiraba a centralizar y regular la provisión de servicios médicos, fueron los que con su accionar mostraron que el concepto de cobertura universal para el padecimiento de sus hijos no se aplicaba. No solo por la ausencia de políticas inclusivas para ellos, sino y fundamentalmente porque los modelos sanitarios vigen-
Pensando en el presente
ra a los niños y que las secuelas en ellos se extendieran de por vida, le otorgó a la cuestión un ribete diferenciador en relación a brotes epidémicos de otras enfermedades. Cuando se le pregunta sobre las implicancias sociales que la Polio desencadenó, la especialista resalta que, más allá de las reacciones proclives a "marginar" al enfermo por el impacto de las secuelas que sufría en el cuerpo, la comunidad ciudadana fue clave en la creación de centros de rehabilitación y espacios que contuvieran a la víctima y lo ayudaran en su recuperación siempre pensando en su inclusión futura en el contexto social. Este aspecto central que tuvo como responsable a los particulares o entidades no
La doctora Adriana Álvarez estaba realizando una investigación sobre Malaria cuando se topó con algunas primeras informaciones sobre las consecuencias sociales que habían derivado de los brotes de Poliomielitis en la Argentina. Oriunda de Mar del Plata, la investigadora se entusiasmó tanto sobre el tema que dedicó tiempo y esfuerzo a desentrañarlo en profundidad. Más allá de especificaciones puntuales, pudo reconocer el enorme impacto personal que la Polio generó en los propios danmificados y su entorno familiar, y el modo en que tanto autoridades de gobierno como la sociedad reaccionó. El hecho de que ataca-
tes no daban cuenta de los cambios que estaba sufriendo el concepto de discapacidad, ni tampoco de una cuestión mucho más neurálgica al problema como lo era una nueva concepción en torno a la discapacidad infantil. Concepción que incluía el concepto de rehabilitación no solo física sino también social.
gubernamentales, no es menor porque según Álvarez, no estaba en la agenda de los gobiernos de turno, que sólo hacían eje en la prevención y la cura cuando apareció la vacuna de Salk y luego de Sabín. Por último pero no por ello menor, la investigadora subraya la necesidad que la divulgación de acontecimientos tan traumáticos permita mantener siempre presenta el modo en que cuidamos y ayudamos a la integración de las personas que sufren algún tipo de incapacidad. Sobre este punto, resalta que no se tienen en cuenta las consecuencias actuales de la Polio -o en otras palabras el trastorno post Polio-, es decir, los problemas que afligen hoy a los adultos o mayores que tuvieron la enfermedad de niños.
El personaje Perfil del entrevistado Cuando en 1955 anunció el descubrimiento de la primera vacuna contra la poliomielitis segura y efectiva, Jonas Edward Salk se convirtió en un personaje célebre. Este fisiólogo estadounidense nació hace 100 años, el 28 de octubre de 1914 en la ciudad de Nueva York, en el ámbito de una familia humilde. Se graduó en la Universidad de Nueva York en 1939. Tres años más tarde ganó una beca para el estudio de una vacuna contra la gripe como parte de un equipo conducido por el reconocido virólogo Thomas Francis. En 1947 Salk era director de un laboratorio en Pittsburgh cuando la Fundación Nacional para la Parálisis Infantil le propuso sumarse a la búsqueda de un remedio contra la poliomielitis. En 1952 consiguió los primeros resultados alentadores con el empleo de una va-
cuna que se probó con animales y niños que ya habían desarrollado la poliomielitis. Esto animó a que la Fundación financiara una campaña de prueba más extensa. El anuncio de que su vacuna era exitosa para combatir la poliomielitis generó una gran repercusión en el mundo. Con los años la suya fue sustituida por la vacuna administrable por vía oral que desarrolló Albert Sabin.
Adriana Álvarez es profesora adjunta en el Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades y docente en los Programa de Maestría y Doctorado en Historia de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Es doctor en Historia. Investigadora independiente de CONICET. En la actualidad es directora de la carrera y del Departamento de Historia de la UNMdP. Miembro de la Comisión Académica del Doctorado en Historia de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Fue hasta agosto de este año coordinadora de la Red de Viejas y Nuevas Enfermedades de la Asociación Latinoamericana de Población (ALAP).