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VII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lisboa, Portugal, 8-11 Oct. 2002
La política exterior de México: ¿cambio o continuidad? Luz Araceli González Uresti 1 En la era de la globalización, la política exterior de los estados, incluso la de los menos poderosos, se ha colocado en el centro de interés de la opinión pública tanto a nivel nacional como internacional, al punto en que, esa misma opinión pública en ambos niveles se ha convertido en un factor de creciente importancia a considerar para los estrategas encargados del diseño de los planes encaminados a establecer y mantener los vínculos de cada actor con la sociedad internacional en su conjunto. El incremento del interés del público en las cuestiones propias de la política exterior, antaño reservadas a los más altos círculos del poder en los diferentes estados, es a la vez una función directa del impacto de la revolución en los medios de comunicación, hoy en día capaces de hacer circular las noticias de un extremo al otro del mundo en cuestión de segundos, a la vez que del peso específico que cada estado tiene sobre el escenario internacional. En este sentido, como país emergente en el contexto actual de las potencias medias, México se ha convertido en foco de atención para especialistas en relaciones internacionales de las más diversas latitudes del planeta. Varios son los aspectos que llaman la atención de los especialistas sobre la situación actual en México; entre ellos destacan por su importancia, el proceso de transición del país a la democracia y lo que se ha dado en calificar como un nuevo activismo de la política exterior mexicana y ambos están estrechamente relacionados. La transición a la democracia es, desde luego, por lo menos en parte, la respuesta de los mexicanos a la fatiga de poco más de siete décadas de imposición política por parte del grupo en el poder, con magros resultados en términos del desarrollo económico y social del país, pero también, en gran medida, producto de la ola expansiva de propaganda e impulso a la idea de la democracia (en su versión representativa y liberal) auspiciada por la política exterior norteamericana durante la fase del deshielo bipolar. En este sentido, la transición de México a la democracia ha sido un proceso más empujado por fuerzas externas que por la dinámica interna de un pueblo que haya madurado políticamente como parte de un proceso evolutivo natural. El nuevo activismo de la política exterior de México es, por lo menos también en parte, reflejo de una consciencia creciente del sector de la intelectualidad nacional favorable al cambio y la transición democrática en el país, sobre el significado de los procesos de globalización económica a nivel mundial para México y de los enormes retos y las oportunidades que la actual coyuntura representan para los mexicanos. De este modo, México es un buen ejemplo para los estudiosos de las relaciones internacionales contemporáneas de la forma en que el desarrollo de la sociedad internacional, esa idea un tanto intangible hasta hace relativamente poco, está cobrando solidez y proyectando su influencia sobre los espacios anteriormente más cerrados de las 1
Maestra en Relaciones Internacionales por la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesora de tiempo completo del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey.
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sociedades nacionales para transformarlos de manera irremediable al ritmo que dictan los intereses de los más poderosos. Atinadamente señalaba Gloria Abella a finales del sexenio pasado: “La historia de la apertura económica, del liberalismo económico y de la expansión del capital financiero han sido ampliamente analizadas. Paralelamente, en menos de tres décadas, el narcotráfico se ha convertido en uno de los fenómenos centrales del mundo. Si el tráfico de armas genera un movimiento internacional de capitales de alrededor de 800 mil millones de dólares al año, su hermano el narcotráfico moviliza alrededor de otros 500 mil millones de dólares anuales. ¿Es posible, en estas circunstancias, pretender que la política exterior de México siga fundamentándose en los mismos parámetros de hace cincuenta, treinta o veinte años atrás? (Abella, Gloria. De los principios al pragmatismo: un falso dilema de la política exterior de México. En México en el siglo XX. Patricia Galeana, coordinadora. Archivo General de la Nación, México, 1999, p. 267) Nuestro actual Secretario de Relaciones Exteriores puntualizaba, en la misma dirección, sus convicciones respecto a las necesidades del cambio en las estrategias del país para vincularse con el exterior. En un texto que prácticamente anunciaba su propio programa de trabajo Castañeda decía: “La política exterior de México requiere de determinados ajustes a las nuevas circunstancias nacionales e internacionales, tomando en cuenta que si bien ha sido objeto de un virtual consenso en el país a lo largo, por lo menos del último medio siglo, también es cierto que el país, el mundo y las relaciones entre México y el mundo han cambiado tanto que hoy nos encontramos en una situación de tránsito. Los principios y las premisas tradicionales de la política exterior todavía están vigentes y nos sirven como puntos de referencia, pero obviamente no bastan para indicarnos que camino seguir en el siglo XXI y en un mundo tan distinto al que vivimos hace algunos años”. (Castañeda, Jorge G. Apuntes de política exterior 2000-2006. En México en el siglo XX. Patricia Galeana, coordinadora. Archivo General de la Nación. México, 1999, p. 229) Una valoración objetiva de ambos aspectos; la transición a la democracia y la adopción de una nueva política exterior en México, requiere de la ponderación de algunos antecedentes de la historia reciente del país y su desempeño sobre el escenario internacional, misma que nos permitan entender la situación actual con mayor claridad. En primer término, debe destacarse el hecho de que, a diferencia de otros casos en los que la sociedad civil estaba, por lo menos medianamente integrada antes de proceder a conformar un estado para regir su destino, la heterogeneidad en la composición demográfica de nuestra sociedad civil, como resultado de su herencia colonial exigió, la imposición de un estado fuerte, en gran medida autoritario y represor para evitar el desmembramiento total de una sociedad mexicana apenas en fase de gestación y del riesgo de balcanización de su territorio nacional. La ausencia de tal figura estatal durante los primeros 50 años de vida independiente en México evidenciaron claramente la magnitud real de ese riego, en función del cual, México perdió mas de la mitad de su territorio original y vivió una etapa de cruentas luchas civiles 2
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que dificultaron enormemente la consolidación de un proyecto nacional.2 Después de la revolución mexicana, que de alguna manera puso en entredicho la autoridad moral de ese estado fuerte, que se empezó a formar durante el porfiriato y sobre la base del cual empezaron a darse atisbos de una sociedad mexicana emergente, de nueva cuenta, la amenaza de la fragmentación permitió la consolidación de una nueva forma de autoritarismo partidista que creó las bases del estado nacional moderno en México. La consolidación de este proyecto de estado-nacional, no obstante fue, durante el tiempo que prevaleció, sustancialmente ajeno a la idea de democracia. Esta idea ha sido más bien la carta fuerte de la política exterior norteamericana y, al término de la Guerra Fría, paradigma del nuevo orden internacional, que progresivamente va abriéndose paso por el mundo, no sin fuertes resistencias, por cierto, como expresión de rechazo a la creciente influencia de la hegemonía norteamericana en las relaciones internacionales contemporáneas. Una influencia a la que, por razones de su cercanía territorial y sus vínculos económicos con Estados Unidos, México sencillamente no ha podido sustraerse. A pesar de la falta de una cultura democrática en el país, tradicionalmente, México se ha ufanado de haber mantenido una reconocida postura internacional basada en principios incólumes, de corte intrínsecamente democrático, llevados incluso a rango constitucional. No obstante, si bien es cierto que los principios están claramente plasmados en la Constitución mexicana, y que nuestras autoridades siempre han pugnado por la democratización de la sociedad internacional, un análisis más cercano revela que la aplicación de esos mismos principios ha estado invariablemente sujeta a una interpretación más bien pragmática por parte de las autoridades mexicanas, derivada de la situación coyuntural en la que se han tenido que aplicar. Los ejemplos no faltan: Cuba en 1962, cuando a pesar de proclamar nuestra solidaridad con el pueblo cubano, el entonces representante de México ante la OEA proporciona a este organismo el pretexto que le hacía falta para expulsar a Cuba de su seno, es decir, la supuesta incompatibilidad del régimen marxista- leninista de los cubanos con los gobiernos del resto de América Latina3; Chile en 1973, cuando, a pesar de la enconada defensa que tradicionalmente se había hecho del principio de la no intervención en los asuntos internos de otros estados, el gobierno mexicano decide romper relaciones con el gobierno del General golpista Augusto Pinochet como forma de repudio; los movimientos revolucionarios en Centroamérica durante fines de los setenta y principios de los ochenta, concretamente los casos de Nicaragua y el Salvador, donde existe una clara intromisión del gobierno mexicano en favor de los insurrectos; la incorporación oficial de la economía mexicana al esquema de la economía norteamericana a través del Tratado de Libre Comercio a principios de los noventa, en contradicción con la tradicional política de solidaridad con América Latina y de intento por diversificar nuestros contactos con el exterior. Es, seguramente en este sentido que Abella califica de falso el dilema entre el seguimiento irrestricto de los principios como una política pasiva, conformista, simbólica, juridicista, idealista, proteccionista, reactiva, premoderna, cerrada vs. su aplicación pragmática a la que 2
Cfr. El interesante recuento de la primera etapa en la vida independiente del país en: Zoraida Vázquez, Josefina. México y la guerra con Estados Unidos., F.C.E., 1997. pp. 17-46 3 Vale la pena ver las interesantes reflexiones del entonces Canciller mexicano en: Tello, Manuel. México: una posición internacional. 1972, pp. 100-138 3
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se caracteriza como abierta, realista, liberal, moderna, práctica, en busca de resultados, etc. “En lo personal, nos dice Abella, no comparto este tipo de análisis porque el uso excesivo de calificativos conduce a distorsionar lo que constituye el punto central de análisis de lo que está ocurriendo en las relaciones exteriores de México, es decir, el agotamiento de un modelo económico, político y social que tiene una de sus manifestaciones más claras en la política exterior” (Abella, ob cit. p. 264 énfasis añadido) Adicionalmente puede mencionarse lo que algunos críticos del sistema mexicano han señalado de manera reiterada desde hace algún tiempo, en el sentido de que la proclama y la defensa a ultranza de los principios de política exterior de México han sido, independientemente de su valor jurídico, un escudo conveniente para obstaculizar la mirada crítica del exterior hacia la situación, no tan favorable de la política interna en el país durante mucho tiempo. El trauma social de las revueltas estudiantiles de 1968 y 1971, que exhibieron el autoritarismo y la represión del estado mexicano en manos del gobierno priísta, tuvo el costo adicional de proyectar una imagen muy deteriorada de México hacia el exterior. En ese sentido: El tener como principal grupo opositor a un sector amplio de izquierda, sin duda exhibía ante el mundo las debilidades y desviaciones de un régimen político que seguía insistiendo en jactarse de revolucionario. Por esta razón y para coadyuvar en lo interno a ganar para el sistema a los grupos disidentes, el gobierno puso en marcha una nueva política exterior. Esa nueva política exterior llevaba como fundamento central el principio del pluralismo ideológico”. (Ojeda, Mario. Alcances y límites de la política exterior de México. El Colegio de México. 2001, p. 210) Sustentado además en el principio de no intervención en los asuntos internos de los estados, México minimizaba de este modo las críticas del exterior, al asegurar que se estaba modernizando y abriendo espacios para la diversidad política, pero insistiendo al mismo tiempo en que no necesitaba del ojo avizor de ningún guardián externo que atentara contra su soberanía. Estas reflexiones nos sugieren que, en el análisis de toda política exterior nacional vamos a encontrar, invariablemente, elementos de cambio (referidos a la situación coyuntural a la que periódicamente se enfrenta cada país y a la habilidad con la que responde) y elementos de continuidad, los cuales reflejan el nivel de cohesión interna y de solidez de la identidad nacional que tienen los actores sobre los escenarios internacionales al paso del tiempo, lo cual nos revela que ambos aspectos son de suma importancia para comprender el desempeño de cualquier actor sobre el escenario internacional4. Así pues, en el diseño de todo proyecto de política exterior hay principios, como guías rectoras de lo que el estado aspira a ser y a hacer frente al mundo exterior y hay necesidad de una aplicación pragmática, que refleja lo que el estado tiene que hacer finalmente a la hora de la consecución de su propio interés nacional. De este modo, dependiendo de la fase histórica que estamos analizando, vamos a encontrar 4
Cfr. Continuidad y cambio en la política exterior de México. Centro de Estudios Internacionales del Colegio de México, 1977. 4
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quienes hablan de una nueva política exterior de manera reiterada, como momento de reconsideración de sus viejas guías rectoras y quienes insisten en la preservación de los principios que han dado continuidad histórica al actor internacional en cuestión. En este sentido, como ya hemos señalado, nuestro actual Canciller fue muy claro en 1999, cuando todavía era un connotado comentarista de la escena internacional, al observar que los principios tradicionales de la política exterior seguirían siendo nuestra guía básica, pero que habría que diseñar nuevas estrategias para responder a los retos de la época actual. En ese mismo momento Castañeda postuló 5 puntos básicos para una agenda de política exterior que, en gran medida sustentan la idea del nuevo activismo de la política exterior de México: • • • • •
Reconstruir la imagen de México ante el mundo, Construir nuestra propia agenda bilateral con Estados Unidos, Diversificar nuestros contactos con el exterior, Revigorizar nuestra presencia en los organismos internacionales y Fomentar el desarrollo de alianzas estratégicas con potencias medias.
El análisis de la política exterior en México durante el gobierno del cambio, encabezado por Vicente Fox tiene que hacerse hoy por hoy, en relación con el esfuerzo institucional por alcanzar estos objetivos señalados como prioridades de nuestro país en el mundo. La imagen de México ante el mundo. En términos de la imagen de México en el exterior, la Cancillería mexicana se ha esforzado por incorporar a su servicio a destacados intelectuales y artistas con la encomienda específica de difundir los principales aspectos de nuestra cultura en el extranjero. Esto es así porque se tiene la convicción de que la riqueza cultural del país es justamente una de sus cartas más fuertes para compartir con el resto del mundo. México cuenta con una historia milenaria que ha dejado plenitud de huellas en términos de cultura material que desde siempre causan admiración y respeto por el mundo. Con el ideal de aprovechar sus recursos culturales en mente se ha creado el Instituto México, cuyas primeras sedes se abrieron a lo largo del último año para fomentar el estudio de nuestro idioma y difundir con mayor amplitud nuestra cultura y nuestras tradiciones. La tarea, sin embargo, no está exenta de dificultades. Sabido es que a pesar de su riqueza cultural, nuestro país ha tenido muy mala imagen en el extranjero en términos de la pobreza y la injusticia social que afectan a grandes capas de la sociedad, lo cual a su vez ha propiciado el clima para el incremento de las actividades delictivas (robos, secuestros, narcotráfico) y la amenaza creciente de la ingobernabilidad. El gobierno Federal tiene hoy día plena conciencia de que, por mucha riqueza cultural que se posea, no se van a poder atraer, ni capitales, ni turistas mientras no se resuelvan, por lo menos parcialmente, estos lastres que afectan a la sociedad mexicana. Al mismo tiempo, también se tiene conciencia de que, el apoyo que se pueda obtener del exterior es muy importante para superar esos escollos: con la naturaleza dialéctica de esta problemática en mente, la Cancillería mexicana se esfuerza por incrementar el interés del exterior hacia México. 5
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La agenda bilateral con Estados Unidos. La relación bilateral con los Estados Unidos es seguramente uno de los aspectos más delicados de la agenda de política exterior en México. Hay razones históricas y coyunturales que lo explican; como bien señalan Green y Smith, El Departamento de Estado en los Estados Unidos y la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, instancias responsables del diseño de sus respectivas políticas exteriores tradicionalmente se han visto con enormes sospechas y frecuentemente, incluso con hostilidad5. Ello se debe en gran medida al hecho de que las heridas más profundas al orgullo nacional devienen de los choques frontales que se han tenido con el gobierno norteamericano, a pesar de los cuales, la dependencia económica de México frente a su vecino del norte sólo se ha visto crecer a lo largo del último siglo, creando, además, el problema adicional de un flujo aparentemente incontenible de migrantes que salen del país en busca de un mejor horizonte económico. En la perspectiva de la nueva política exterior mexicana, buscamos aprovechar mejor nuestras fortalezas para superar progresivamente nuestras debilidades en la relación con Estados Unidos. Tenemos, frente a la economía norteamericana algunas ventajas comparativas de las que, sin lugar a duda se puede sacar mejor provecho; tenemos también una importante presencia demográfica en la sociedad norteamericana, donde la población de origen hispano (de la cual, entre 85 y 90% es de origen mexicano) está próxima ya a convertirse en la primera minoría de ese país; tenemos un fuerte vínculo comercial institucionalizado, que ha cumplido ya su primera década, el cual ofrece importantes atractivos para la industria mexicana y para el comercio zonal a través de nuestras fronteras; tenemos además una frontera de cerca de 3,000 kilómetros que, después del 11 de septiembre del 2001 constituye una de las más serias preocupaciones para los responsables de la seguridad nacional en los Estados Unidos. La Cancillería considera que todo lo anterior nos coloca en posición ventajosa para poder negociar en un plano de mayor igualdad con nuestros vecinos del norte los múltiples temas de interés común que inevitablemente nos unen. Por supuesto que nada de ello es garantía para lograr un mejor trato si nuestro país no actúa de manera organizada en la defensa de sus propios intereses. Diversificación con el exterior. No es esta la primera ocasión que México pretende diversificar sus contactos con el exterior. Velázquez reseña lo ocurrido durante el periodo 1970-1982 en los siguientes términos: “A partir de 1970, las condiciones internacionales e internas para México cambiaron notablemente. En el escenario interno, el país comenzó a sufrir el agotamiento del modelo “desarrollo estabilizador” que se tradujo en una mayor incapacidad para incrementar las fuentes de empleo, en una distribución injusta de la riqueza nacional, en el estancamiento del proceso de sustitución de importaciones, en un déficit creciente en la cuenta corriente, en una reducción de los ingresos vía turismo y en la entrada a un círculo respecto al problema de la deuda externa. (…)En el escenario internacional, el 5
Cfr. Green, Rosario y Smith, Meter en La política exterior y la agenda México-Estados Unidos. F.C.E. México, 1989, p. 15 6
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enfrentamiento bipolar que se traducía en la Guerra Fría parecía haber llegado a un momento de distensión. Por otro lado, el acelerado crecimiento económico de la CEE y del Japón se hicieron cada vez más patentes. La presencia de nuevos centros de poder produjo que los especialistas pensaran el un nuevo enfrentamiento multipolar. (…) Ante estas condiciones, el presidente Luis Echeverría tuvo que reorientar su política exterior hacia un desempeño más activo que diera respuesta a las condiciones tanto internas como externas del momento.” (Velázquez, Rafael. Introducción al estudio de la política exterior de México. 1999, pp. 98-99) A pesar del enorme esfuerzo desplegado durante ese periodo, el cual se tradujo en más de un centenar de acuerdos firmados y en el incremento de nuestras representaciones en el exterior a más del 100%, la dependencia estructural de nuestra economía sólo creció con respecto a la de Estados Unidos en el curso del último cuarto del siglo pasado. Con el propósito de coadyuvar a subsanar las deficiencias del intento por diversificar su política exterior en el pasado, la actual administración se ha esforzado por convertir a la política exterior en instrumento para lograr las metas del desarrollo económico y social del país a través de la identificación de oportunidades de comercio, turismo, inversión, financiamiento y cooperación bilateral en apoyo a las políticas internas de promoción al desarrollo nacional. Para ello, se ha buscado fomentar el desarrollo de la infraestructura, tanto humana como técnica y financiera para apoyar, de manera coordinada con otras dependencias del Gobierno Federal, las acciones de promoción económica y comercial en el exterior en busca de oportunidades para nuestra industria nacional. El año pasado, por ejemplo, se elevó a 77 el número de oficinas de promoción económica de México en el exterior y a 8 el número de tratados de libre comercio que nos vinculan con el resto del mundo. (Chile, TLCAN, G-3 –con Venezuela y Colombia-; Triángulo del Norte –con Guatemala, Honduras y El Salvador-; TLCUE –con los 15 miembros de la Unión Europea; Israel, Nicaragua y Costa Rica) Naturalmente que, todo ello será de poca valía si en lo interno no e logran las reformas que permitan la modernización efectiva de los ciclos de la producción en México. Presencia de México en foros internacionales. Nuestro país reconoce la importancia de los foros internacionales como espacios abiertos a la negociación internacional, la cual, a su vez, constituye el instrumento más importante en el proceso de construcción de un nuevo orden internacional más justo y equilibrado para todos los integrantes de la sociedad internacional contemporánea. Es por ello que se ha planteado como objetivos a corto plazo el intensificar nuestra participación para revitalizar el sistema de acción multilateral y así alcanzar posiciones comunes en cuanto a los temas que ocupan la actual agenda de política internacional; migración, narcotráfico, problemas ambientales, derechos humanos, asilo político y refugiados, etc. Quizá la característica más importante de la actual agenda de política internacional sea, justamente su carácter transnacional, puede incluso decirse, sin temor a exagera, planetario. En este sentido, hay en nuestro país una creciente conciencia respecto de la importancia que tiene una participación más activa, con la voz de México en los foros internacionales, para coadyuvar al desarrollo de una ética internacional, sobre la base de la cual se pueda facilitar el diálogo entre los pueblos. México ha sido y es respetuoso de la diversidad cultural, no obstante reconoce la necesidad imperante que hay en el mundo actual por identificar valores 7
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comunes que puedan enlazar a la humanidad y consolidar el proyecto de una verdadera comunidad internacional. Fomento al desarrollo de alianzas estratégicas. La cercanía con Estados Unidos nos ha llevado en múltiples ocasiones a descuidar los contactos con otras latitudes del planeta. Existen muchos otros estados nacionales con niveles de desarrollo similares al nuestro, por ende, con problemas muy parecidos, incluso, en nuestro propio ámbito, con tradiciones culturales muy semejantes a las nuestras. La actual política exterior de México se ha planteado como meta, identificar a ese grupo de países con los cuales, en función de una perspectiva común se puedan buscar soluciones conjuntas al tipo de problemas que ambos enfrentan, compartiendo experiencias y fomentando la rotación de recursos para activar los ciclos productivos nacionales, igual que la defensa de posiciones comunes en los foros internacionales. Como puede verse, efectivamente hay elementos de continuidad y claros elementos de cambio en el actual diseño de la política exterior en México. No podía ser de otro modo, el país continua en el proceso de consolidación de su identidad nacional como proceso dinámico y para ello requiere de la apreciación justa de lo que han sido sus raíces históricas y de los valores que han orientado su accionar en el exterior hasta la fecha, pero al mismo tiempo requiere de adaptarse al nuevo entorno internacional, porque de no hacerlo se corre el riesgo de anquilosarse en actitudes anacrónicas que sólo obstaculizan la consolidación del cambio. El mundo entero está participando en la construcción de un nuevo orden internacional y quienes no sepan aprovechar las oportunidades que ello representa carecerán del derecho moral a quejarse una vez que éste se haya instaurado. CURRICULUM Luz Araceli González Uresti. Licenciada y Maestra en Relaciones Internacionales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y candidata a Doctora en Ciencias Políticas por la misma Institución. 10 años de antigüedad docente en diversas Instituciones públicas y privadas entre las que destacan: UNAM, Universidad Anáhuac, Universidad del Valle de México y actualmente profesora del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) campus Monterrey. Áreas de especialidad: Política Internacional y Teoría y Metodología de las Relaciones Internacionales. Participación en diversos cursos, seminarios, diplomados, y congresos a nivel nacional e internacional. Algunas publicaciones: GONZALEZ Uresti, Luz Araceli. “Las aportaciones de la Teoría General de Sistemas para el estudio de las relaciones internacionales”, en Cid Ileana, Compilación de lecturas para la discusión de las Relaciones Internacionales Contemporáneas, UNAM, México D.F. 1998. GONZALEZ Uresti, Luz Araceli. “Crisis o continuidad paradigmática en relaciones internacionales”. En Zidane Zeraoui coordinador “Modernidad y Posmodernidad. La Crisis de los Paradigmas y Valores. Editorial Limusa, México 2000. 8
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GONZÁLEZ Uresti, Luz Araceli. Reflexiones en torno al concepto de Globalización” Revista de Humanidades. Tecnológico de Monterrey. No. 9 Otoño 2000. GONZALEZ Uresti, Luz Araceli. “Política internacional del siglo XX: de la paz de Versalles a la Segunda Guerra Mundial”. En Zeraoui Zidane coordinador: Política Internacional Contemporánea. Editorial Trillas, México 2000. GONZALEZ Uresti, Luz Araceli. “Algunas consideraciones disciplinarias en torno a las Relaciones Internacionales”. En Mariñez Navarro Freddy coordinador: Ciencia Política: Nuevos contextos, nuevos desafíos. Editorial Noriega, México 2001.
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