Elizabeth Beringer, aborda en este artículo de forma perspicaz y crítica uno de los
aspectos que más nos ocupa a los educadores del método Feldenkrais, la autoimagen. Ésta, relacionada con el yo o la idea — imagen— con la que cada individuo se identifica a si mismo, como cada uno se percibe a si mismo, pertenece al contexto de la imagen corporal con la que convivimos y nos reconocemos. Es un artículo dirigido especialmente a profesores del método, aunque, pienso, también puede servir a quienes lo practican con cierta asiduidad. Es recomendable un lectura cuidadosa y perspicaz para una verdadera comprensión, puesto que trata de conceptos susceptibles de convertirse en tópicos —para algunos ya lo son— en lugar de ser la consecuencia de una investigación y una experiencia.
LA PROPIA IMAGEN —AUTOIMAGEN— Fue al final de la segunda sesión a una joven delgada, la llamaremos Lynne, con una espalda dolorida. Las curvas de la espalda eran exageradas y en la sesión le presté especial atención a su columna. Después de la sesión pareció levantarse en dos etapas: se incorpora de la camilla y, como una segunda representación, se transforma en más alta. Su cabeza se sostenía de forma más clara sobre la columna y ciertamente parecía haber ganado unos centímetros. Mientras caminaba por la habitación después de la sesión de Integración Funcional (IF), su aspecto placentero se convirtió en aflicción. Le pregunté qué le sucedía y me respondió que se sentía “muy arrogante en esta nueva posición, como un policía.” Más tarde volvimos a hablar y le pedí que rememorara su experiencia sensorial, entonces reconoció que sentía la espalda mejor e incluso más fuerte y más alta. “Es poco probable que vuelvas a buscar este estado si éste te hace sentir como un policía ¿Puedes pensar en alguien que sea alto y no te parezca arrogante?”, le pregunté. Al cabo de un rato comentó que su profesor budista tenía una admirable postura erguida sin parecer arrogante. A continuación exploramos la manera de que esta imagen del profesor budista le sirviera de información y guía para sentirse cómoda en esta nueva experiencia sensorial y substituirla por la del policía arrogante. Esta sesión nos condujo a una serie de sesiones que resultaron muy fructíferas. Cuando Lynne volvió otro día me manifestó que se sorprendió al darse cuenta con qué frecuencia tenía recaídas (se deprimía). Durante esa semana recreé las imágenes y las experiencias de la última sesión y noté cierto alivio de su dolor de espalda, pero yo estaba más interesada en hablar sobre las sensaciones que había tenido de sí misma. La experiencia de no haberse mantenido erguida fue su centro de atención. No me sorprendió saber que hacía poco había tenido que luchar contra la anorexia durante algún tiempo. Nuestro trabajo no sólo trato sobre la idea de que se sintiera más alta, sino con la de que se sintiera más amplia y espaciosa, que podía ocupar más espacio. Era obvio que cuando ella era capaz de
soltar la compresión del tronco, mantenida durante largo tiempo, y moverse cómodamente en mayores planos de acción, la experiencia del yo también era de expansión. Durante los tres meses que trabajamos mantuvo paralelamente una dura beligerancia con su madre, se arriesgó a dejar el trabajo del cual se quejó desde la primera sesión y, progresivamente, su espalda dejó de ser un problema. Hay mucho más sobre la historia de Lynne, pero, no es mi propósito explicarlo aquí. En el caso de Lynne, se hace visible un aspecto sobre lo que queremos decir por la propia imagen —autoimagen—. El yo experimentado por Lynne se manifestó al principio de un modo que no suele ocurrir tan próximo al inicio de una serie de sesiones, y a veces nunca. La manifestación del yo experimentado es un aspecto de la propia imagen, y en lo que respecta a su significado para tratar a nuestros alumnos (clientes), quizás el más importante. EL HOMÚNCULO Y EL YO “El hombre tiende a considerar la propia imagen como algo otorgado por naturaleza, a pesar de que, en realidad, es el resultado de la propia experiencia”. Moshé Feldenkrais, Autoconciencia por el movimiento, Ed. Paidos.
Cuando los educadores o profesores del método Feldenkrais hablan de la autoimagen, se suele recurrir al homúnculo de la corteza motora. Wilder Penfield fue el primero en dibujar el mapa cerebral del homúnculo, en sus ahora clásicos experimentos realizados mientras sus pacientes estaban despiertos durante la neurocirugía. Estimulaba diferentes áreas de la corteza motora y el paciente manifestaba una respuesta. De este modo, pudo dibujar un peculiar mapa topográfico del cuerpo reflejado en la corteza motora ¿Cuál es la relación entre nuestra vivencia y el homúnculo? El Dr. Feldenkrais trató la autoimagen en un largo capítulo de su libro “Autoconciencia(1) por el movimiento” —Ed. Paidós— Para empezar, relata que, “la propia imagen consta de los cuatro componentes implicados en cada acción: movimiento, sensación, sentimiento y pensamiento”. Más tarde expone, “nos limitamos a nosotros mismos…..al examinar detalladamente la parte motora de la propia imagen”. De hecho él no establece la relación antes cuestionada, al contrario, se mueve entre la breve discusión de la corteza motora y el minucioso y amplio análisis de la sociedad y su efecto sobre la propia imagen del individuo. Introduce, también, la idea del homúnculo de la corteza motora como “….una base válida para el concepto de la autoimagen. No tenemos una evidencia experimental similar en lo que respecta a la sensación, el sentimiento o el pensamiento”.
Hay un homúnculo en la corteza sensorial y en la motora. Aunque estas denominaciones dan a entender dos aspectos diferentes, ambas están involucradas en la sensación y el movimiento y cada una estimula a la otra. Hoy en día sabemos que este mapa es invariable en el Homo Sapiens. Quizás has visto las imágenes del pequeño hombre (¿por qué siempre es él?) con un pulgar y labios exagerados. Ésta no es una imagen que se corresponda con la realidad puesto que el cuerpo no está estructurado del mismo modo (ver la figura), con el pulgar cerca del cuello y los genitales al lado de los pies, además de ocupar un espacio desproporcionado la mano y la boca. El hecho que el dibujo de las partes del cuerpo fuera el mismo en las cortezas motora y sensorial, se ha considerado como un argumento convincente para la organización estática y estable de tales cortezas. Así lo asumieron la mayoría de la comunidad científica, que la corteza motora y sensorial eran funcionalmente inamovibles. Soy consciente de que en el periodo que Moshé Feldenkrais vivió, no había ninguna evidencia científica para la plasticidad de ambas cortezas. Sin embargo, Moshé se adelantó a su tiempo ya que reiteradamente planteó la hipótesis de que la corteza motora se modificaba en el transcurso de la vida según fuera la propia experiencia. Ésta fue sistemáticamente demostrada en 1991 por los experimentos realizados por J.H. Kaas con monos adultos. La investigación puso de manifiesto que la corteza somática-‐sensorial sufre una reorganización constatable como respuesta a los cambios funcionales. Los monos tratados en el experimento mostraban de forma clara diferencias entre sus dedos y éstas fueron experimentalmente visibles en la corteza sensorial. Después de haberles atado dos dedos, en un reducido plazo de tiempo desaparecieron los limites funcionales entre ellos en la corteza sensorial. Al volverlos a separar, los límites se restablecieron de nuevo en pocas semanas. El ensayo mostró claramente que la organización de la corteza sensorial podía
cambiar en un primate adulto y, sorprendentemente para la comunidad científica, en un periodo reducido de tiempo. Otro aspecto interesante de la investigación y desconocido con anterioridad, demostró que el mapa entre individuos era diferente, presumiblemente, en base a los diferentes historiales de los monos respecto a la función de las manos. En los términos del aprendizaje, lo más relevante del experimento fue que los investigadores enseñaron a los monos una tarea que implicaba el aumento de la sensibilidad de las yemas de los dedos y este hecho también se manifestó en la corteza sensorial. Este trabajo evidencia un aspecto de la plasticidad del cerebro adulto durante el desarrollo del cuerpo. De este modo, la exposición de Moshé sobre la plasticidad de la autoimagen en la corteza sensorial y motora se ha corroborado por las investigaciones recientes. Muchas de las propuestas que hace Moshé todavía no han sido demostradas por la neurofisiología, pero, en cambio, fueron experimentalmente observables. Por ejemplo, en "Autoconciencia(1) por el movimiento", el Dr. Feldenkrais propone un mecanismo por el cual los cambios en la corteza motora pueden expandirse a otras áreas y, por lo tanto, a la totalidad de la persona. En mi opinión, esta propuesta es poco acertada ya que está basada en los conocimientos de su época. Expone, “debido a la proximidad de la corteza motora con las estructuras cerebrales que tienen relación con el pensamiento y el sentimiento, y la tendencia de los procesos del tejido cerebral de difundir y expandir estímulos hacia los tejidos vecinos, un cambio radical en la corteza motora tendrá influencias paralelas sobre el pensamiento y el sentimiento.” Hay que tener en cuenta que las exploraciones FMRI y PET (la tecnología que permite observar qué partes del cerebro están implicadas en una acción mientras ésta sucede), no existían cuando Feldenkrais vivía. Los mecanismos que aquí propone, proximidad y difusión, no son muy acertados dado lo que ya se conoce sobre la función del sistema nervioso; sin embargo, sus conclusiones han resistido muy bien el paso del tiempo. Lo que se puede ver con las técnicas que muestran las imágenes del cerebro es el grado de implicación del cerebro en el movimiento. De hecho, las cortezas motoras y sensoriales son una pequeña parte de la globalidad de las áreas activas en los movimientos complejos. Las áreas del cerebro implicadas en el pensamiento, el sentimiento y las sensaciones no permanecen pasivas (por ejemplo, a través de la difusión) cuando nos movemos; son parte integrante de la organización del movimiento. Asimismo, el trabajo de Antonio R. Damasio (El Error de Descartes, 1996) ha demostrado que las áreas del cerebro relacionadas con el pensamiento y los sentimientos están tan íntimamente conectadas que una no actúa sin la otra. Por consiguiente, investigaciones contemporáneas sostienen la hipótesis del Dr. Feldenkrais, que el movimiento, la sensación, el pensamiento y el sentimiento son parte de cada acción, pero, no necesariamente apoyan los mecanismos que propuso. Movimiento es pensamiento, sentimiento y sensación. Esto no significa que uno afecta al otro sino que cada uno, en mayor o menor grado, son parte integrante de cada acción. EL YO NO ES UN OBJETO “En realidad nuestra autoimagen no es nunca estática. Cambia de una acción a otra…” M. Feldenkrais, Autoconciencia por el movimiento, Ed. Paidos.
Hace unos quince años viví un cambio radical en mis ideas vinculadas con el yo, el método y la vida. Conocí al Dr. Heinz von Foerster cuando vino a presentar el curso de formación
para profesores del método en San Francisco en 1977. El Dr. Von Foerster es contemporáneo del Dr. Feldenkrais, y un convencido defensor del estudio sistémico(2) para entender lo relativo a la cognición humana. Unos tres años más tarde, tuve la fortuna de encontrarme de nuevo con él y se convirtió en una especie de mentor para mí. En aquella época, mientras impartía una clase de Toma de conciencia a través del movimiento (TCM) tuve un dilema con una alumna. Ésta parecía estar inmersa en las ideas sobre sí misma hasta tal punto que llegó a ser molesto. Los alumnos experimentan todo tipo de interesantes diferencias en las clases de TCM —notar que un hombro está más adelantado que el otro, o una pierna más rotada que la otra— pero la mayoría son conscientes e indagan en sí mismos. La alumna incorporaba toda esa “sapiencia” a la experiencia que acontecía en la clase, de modo que entorpecía el propio aprendizaje en lugar de favorecerlo puesto que tenía que catalogarlas y compararlas con cada exploración. Consulté tal situación a Heinz. Fue una consulta sobre la toma de conciencia: “¿Cómo es que el simple proceso de exploración se experimentó por los alumnos de forma tan diversa y, en particular, por la alumna mencionada? ¿Qué crees que puede estar sucediendo?”. “Bien” dijo con la firmeza que lo caracterizaba, “es claramente un problema epistemológico(3). Ella cree que el yo es una conjunto de atributos y los agrupa. El yo no debería de ser un nombre, sino un proceso (dinámico): "crear (construir) el yo.” Se me encendió una luz. Me di cuenta de que yo también tenía la misma idea que la alumna. Siempre intentaba que me surgiera una lista de atributos que me definiera: soy generosa, enérgica, desorganizada, cualquier cosa. El único problema era que siempre existía alguna circunstancia en la que alguno de los atributos no lo experimentaba en ese momento en mi misma, por lo que no podía averiguar si el atributo debía estar incluido o no en la lista. Normalmente, solía ser generosa en listar mis cualidades, pero en algún otro momento pensaba que no lo era. Heinz propuso que la experiencia del yo es según el momento o la situación, que somos parte de un entramado de interacciones que influyen pero no definen el curso de la experiencia. El yo se crea, se construye. ¡Qué alivio! Esta revelación afectó inmediatamente mi modo de impartir las clases de TCM y, especialmente, en las sesiones de Integración Funcional (IF). Si el yo se percibe como un objeto, quiere decir que se le ha provisto de atributos sobre los que se puede proceder o actuar. Crear el yo implica un proceso dinámico que permanece activo. Por consiguiente, como profesores participamos en un proceso activo; puede parecer un poco riguroso, pero es, sin embargo,dinámico.
Volviendo al asunto de mi “problema” con la alumna durante la clase de TCM, posteriormente inicié un planteamiento de las lecciones desde otro ángulo y trabajé para crear diversos contrastes en las clases. Además, empecé a explicar las ideas del yo como un proceso y la oportunidad que representa las clases de TCM para experimentar la plasticidad del yo. Como suele pasar, el “problema” con la alumna me brindó la oportunidad de dar un salto en mi conocimiento y ésta se transformó en una especialmente gratificadora serie de lecciones de TCM. En mi opinión, la idea de crear el yo (de construirse a sí mismo) tenía sentido. Además, resulta que las investigaciones recientes del sistema nervioso se pueden interpretar en esta dirección. No sólo son maleables las cortezas motora y sensorial por la experiencia, sino que, también, según el contexto se producen cambios según sea la percepción o la acción. Walter Freeman, neurólogo de la Universidad de California en Berkeley, estudió y demostró cómo construía individualmente el animal construía y le influía la percepción olfatoria en pequeños mamíferos y demostró cómo construye individualmente cada percepción y el modo en que afecta al animal según el contexto inmediato, tal como, qué percibía inmediatamente antes de la prueba, si tenía hambre, etc.. En otras palabras, no olemos plátanos y a continuación se encienden los receptores olfativos del plátano para su reconocimiento, sino que hay una estimulación de un grupo de neuronas que forman un mapa reconoce el plátano. Pero este mapa varía según la situación en que se huelan los plátanos. El mapa es diferente si acabamos de oler chicle, o sí recientemente hemos comido demasiados plátanos, etc... Se ha demostrado el mismo tipo de resultados para la corteza motora y premotora en el trabajo de Apostolos Georgopoulus (A Dynamic System Approach to the Development of Cognition and Action, Esther Thelen and Linda Smith, 1994). Esther Thelen dice lo siguiente sobre estas dos investigaciones: “…las representaciones de la acción, como las de la percepción, no se codifican en unas determinadas estructuras o topografías sino en grupos de actividades que emergen del contexto específico de la acción.” Puede que se interprete que estoy dando un gran salto en mi exposición, desde la investigación descrita a la experiencia del yo, pero lo que destaca la investigación es algo fundamental respecto al modo en que el sistema nervioso construye la experiencia, la cual es dinámica y siempre condicionada por el lugar específico, el tiempo y el contexto. La idea del homúnculo nos puede hacer caer en un imagen demasiado estática, como si hubiera una especie de criatura en el cerebro que actúa por nosotros. Pienso que las investigaciones actuales, y mi propia investigación empírica, señalan hacia una realidad más dinámica y más cercana a la idea de desarrollar (construir) el propio yo. VUELTA CON LYNNE
En este artículo se ha ido hacia delante y hacia atrás, entre los aspectos de la experiencia de la propia imagen y los hallazgos científicos. Creo que es importante saber cuándo se habla metafóricamente, cuándo se habla de la ciencia y cuándo nos encontramos en el campo de la experiencia. Los hallazgos científicos sobre la corteza motora u otros factores de la función del cerebro no pueden definir la experiencia del yo, pero pueden estimular o cambiar nuestras ideas de manera que formen parte de nuestras aplicaciones. Cuando practico el método Feldenkrais tengo presente la idea de construir o erigir el yo y las imágenes de los procesos que sin interrupción se generan en el sistema nervioso. Cuando Lynne vino por primera vez a visitarme la vi frágil y sentí la demanda de ser cuidadosa con ella. Estos sentimientos facilitaron a Lynne la disposición de crear un yo frágil. Es como si se cuestionara a sí misma ¿qué voy a descubrir sobre mi misma con Elizabeth? ¿qué piensa de mi? ¿cree que tengo la posibilidad de mejorar? o ¿cree, como sospecho, que soy frágil y débil? Al contemplarla como un ser frágil formo parte de su proceso de "persona débil", el cual pivota en la dirección de la idea de fragilidad. Con el transcurso de los años he reflexionado en profundidad sobre cómo percibo a la gente (alumnos, pacientes) con la que trabajo. De vez en cuando me detengo a pensar y preguntarme si ellos me han empujado hacia algún aspecto de sus estados personales ¿Estoy cayendo en ello? Es como si Lynne me estuviera diciendo “considérame frágil, esto es lo habitual,” y a la vez buscase otra opción. Al inicio de la sesión descrita me planteé prestar mayor atención al esqueleto a través de la columna vertebral. De hecho, cuando se incorporó y manifestó sentirse “arrogante como un policía”, observé en ella una fuerza que se me había ocultado hasta entonces. No sólo es que Lynne había ampliado su visión de sí misma con el trabajo de la IF, sino que también necesitaba estar abierta para cambiar mi idea preconcebida sobre Lynne. No actué sobre ella o cambié su propia imagen —su autoimagen no es un objeto. Mediante la sutileza no verbal de dar y tomar participé en el proceso activo de construir o crear el yo del que ella fue participe. (1) Se ha traducido "awareness" como autoconciencia de forma errónea. La traducción correcta es "Toma de conciencia". (2) Que afecta a todo el cuerpo, a la totalidad del sistema. (3) Relativo a la epistemología. Doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento científico. REFERENCIAS: Damasio, Antonio R. (1995) Descartes Error: Emotion, Reason and the Human Brain. Avon Books. En español: El error de Descartes. Crítica.
Feldenkrais, Moshe (1972) Awareness Through Movement. Harper Collins. En español: Autoconciencia (Toma de conciencia) por el movimiento. Paidos. Freeman, Walter (1995)Societies of Brains: A Study in the Neuroscience of Love and Hate. Lawrence Erlbaum Assoc. Kaas, J.H. (1991) “Plasticity of sensory and motor maps in adult mammals,” Annual Review of Neurosciences, 14. Ramachandran, V.S. (1997) Phatoms in the Brain: Probing the Mysteries of the Human Mind. Quill. En español: Fantasmas en el cerebro. Debate Thelen, Esther&Smith, Linda (1994) A Dynamic Systems Approach to the Development of Cognition and Action. MIT Press.
Escrito por ELISABETH BERINGER, fundadora y durante un largo periodo editora de la publicación “The Feldenkrais Journal”. Es profesora de los cursos de educadores del método Feldenkrais en EE UU y Europa. También organiza cursos avanzados para profesores del método en ambos continentes. Mantiene su consulta privada en Berkeley (EE UU).
[email protected] www.feldenkraisresources.com Traducido por Juan Rivas. La publicación del artículo en esta página web fue autorizada por la autora en enero de 2002. Juan Rivas Bedmar, educador del método Feldenkrais desde 1998, graduado en SemioPhysics Feldenkrias Profesional Training (California, EE UU, 2000). Tiene su consulta particular en Barcelona y Sitges. Imparte cursos por todo el territorio español a aquellas entidades e instituciones que lo solicitan.
[email protected] T. 647 672 635
http://www.reeducacionneuromotora.com/portada.htm
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